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TEMA 30

Presupuestos de la sucesión hereditaria

Muerte de una persona que pueda dejar herederos. No puede existir herencia de una persona viva.
Como los efectos de ésta dependen de la muerte, el que es considerado beneficiario debe probar ese
hecho.

En caso de deportación, especie de muerte civil, no existe herencia, ya que los deportados no podían
tener herederos al confiscarse todos sus bienes después de la condena. Tampoco tenía herencia el
servus poena, o esclavo en virtud de condena penal.

Existían casos en que era necesario determinar la premoriencia, en el supuesto de que varias personas
hubiesen perecido en el mismo infortunio o hubiesen muerto con escasa diferencia de tiempo. Los
juristas contemplan varios casos en los que la prueba de la muerte contemporánea o sucesiva podía
suscitar dudas:

 Se considera que mueren a la vez el pupilo y su hermano agnado o sustituto; o dos hermanos
agnados que son sustitutos recíprocamente el uno del otro; o si se les hubiese encargado por
fideicomiso para restituirse la herencia recíprocamente. Si ninguna de las partes consigue
probar la premoriencia de uno respecto del otro se considera que ambos han muerto
contemporáneamente .

 Cuando el testador nombra a otro sustituto del último hijo impúber que muera, si por ejemplo
en un viaje por mar mueren los dos hijos impúberes, se considera a éste sustituto de los dos
hijos.

 En el caso de que el padre hubiese muerto en la guerra junto al hijo, al reclamar la madre los
bienes de su hijo, como si hubiese muerto después de su padre, y por otro lado los agnados los
bienes del padre, como si el hijo hubiese muerto antes. Adriano decidió que el padre había
muerto primero. El emperador introduce, por tanto, una presunción de premoriencia para
favorecer a la madre, por su parentesco de cognación, en lugar de los agnados.

 En el caso de muerte de un padre y un hijo, al mismo tiempo, se distingue según que el hijo
sea impúber o púber. Si es impúber se considera muerto antes que el padre, si es púber
después.

 -Llamada a delación hereditaria (deferre hereditatem o vocare ad hereditatem): Es necesario


un ofrecimiento de la herencia o llamada para poder hacerse cargo de ella.

La delación de la herencia

La delación supone el ofrecimiento o el llamamiento al heredero para que acepte la herencia. La


llamada actúa en los supuestos de herederos voluntarios, ya que si eran sui et necesarii, es decir, los
hijos del causante, continuaban en la titularidad de los bienes desde el momento de la muerte del padre
y no se efectuaba la llamada o delación.

Existen las siguientes causas de la llamada o delación:

-Por el testamento: el causante designa al futuro titular de su patrimonio para después de su muerte.

-Por la ley o falta de testamento (ab intestato): Según el precepto de las XII Tablas si el causante moría
intestado se llamaba a los hijos, al agnado y a los gentiles.

La delación ab intestato suele denominarse también legítima, por estar atribuida por la ley, pero la
distinción no es clara porque también la llamada testamentaria se califica ex lege.

Las dos causas de delación son incompatibles, de forma que una persona no puede morir intestada en
una parte, y en otra con testamento. Esta regla supone importantes efectos: el testamento debe
contener necesariamente la institución del heredero y no es válido el testamento que sólo contiene
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legados; mientras que existe la posibilidad de la llamada testamentaria, no se abre la sucesión ab


intestado; si el testador dispone sólo de una parte de su herencia, no se abre para la restante la
sucesión intestada, sino que el heredero la adquiere también. Sin embargo, la regla sobre la
incompatibilidad entre la sucesión testada e intestada admitió la excepción del testamento militar.

En algún caso, la aplicación de estas reglas lleva a excluir la incompatibilidad, por lo que Papiniano,
declara que no parece absurdo que se estime que en parte haya un heredero ab intestato. En tiempos de
Augusto, al ser reconocido el codicilo, que tenía eficacia con respecto a la parte de que se ha
dispuesto, la regla sobre la incompatibilidad tiene escaso valor práctico. En derecho postclásico se
encuentran numerosos casos en que el testamento se anula en parte y se da paso a la sucesión
intestada. En derecho justinianeno, aunque se mantiene la regla de la incompatibilidad, se llega a la
solución de que el testador no puede disponer en parte, pero sin algún heredero renuncia o es incapaz
se abre para su parte la sucesión intestada.

-Sucesión legítima contra el testamento. Se da a favor los hijos en contra de lo que dispone el
testamento. En una primera etapa, el padre debía instituir herederos a los hijos o desheredarlos
expresamente, ya que si no los contemplaba en el testamento, éste no producía sus efectos y se abría la
sucesión intestada. En una segunda etapa se da paso a la idea de que el padre que olvida o deshereda a
su hijo actúa en forma contraria a su officium, por lo que se concede al hijo preterido o desheredado
la querella inofficiosi testamenti con la que puede anular el testamento.

La delación de la herencia, que normalmente se produce al tiempo de la muerte del causante, puede
también realizarse en un momento posterior. Ello ocurre cuando la institución de heredero se somete a
condición, es decir, si depende de la realización de un hecho futuro e incierto o a término, de un hecho
futuro y cierto. Mientras que la condición no se cumple, es decir, antes de que el hecho futuro e incierto
se realice, el pretor puede conceder la bonorum possessio secundum tabulas, con la obligación de
restituir la herencia a los herederos designados en segundo lugar cuando ese hecho no se produce, con
tal de que la institución de heredero sea válida.

En el caso de que el cumplimiento de la condición dependa de que una persona no realice un


determinado acto o comportamiento, que en la doctrina se llama condición potestativa negativa, se
aceptó que el heredero instituido bajo esta condición adquiriese la herencia y esto con tal de que
prestase una caución (cautio muciana), de restituir la herencia si realizase el acto prohibido. De otra
forma habría que esperar hasta su muerte y no tendría efectos la institución.

La sucesión intestada se considera diferida -es decir, que se llama a los herederos legítimos- en el
momento en que puede declararse que el causante ha muerto sin testamento o éste no producirá sus
efectos jurídicos.

Transmisión de la herencia
La delación a la herencia tiene un carácter personal, al hacerse en favor de determinadas personas.
Por ello es intransmisible a los herederos del llamado y en principio no puede tampoco enajenarse. Sin
embargo, en la sucesión intestada, antes de aceptar la herencia, el agnado puede hacer una in iure
cessio a favor de otra persona que en virtud de la declaración del magistrado se convierte en heredero.
El heredero testamentario no puede realizar esta cesión de sus derechos antes de la aceptación de la
herencia; si podía realizarlo después, para transferir las particulares relaciones que la componen con
excepción de las que no podían transmitirse.

La regla de la no transmisión de la delación tienen en la práctica importantes excepciones. Cuando el


llamado a la herencia muere sin haber podido aceptar por causas ajenas a su voluntad, el pretor
concede una restitutio in integrum para que sus herederos puedan solicitar la bonorum possessio.
Teodosio II concedió la transmisión a los herederos del llamado, cuando el instituido ha fallecido antes
de las apertura del testamento sin que pueda reprochársele negligencia; o en el caso de que el
instituido sea una mayor de siete años que ha omitido la aceptación. Justiniano generaliza el principio
de transmisibilidad de la llamada, al disponer que si el heredero legítimo o testamentario ha muerto
antes de la aceptación , transmite a sus propios herederos la facultad de aceptar o renunciar a la
herencia, siempre que se realice dentro de un año contado desde que tuviese conocimiento de la
delación.

Adquisición de la herencia
A efectos de la adquisición de la herencia, Gayo distingue tres categorías de herederos:
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1. Heredero necesario: es el esclavo instituido y libertado en el testamento al mismo tiempo; se llama


así porque en el mismo momento de morir el testador se hace libre y heredero, independientemente
de su voluntad. Sin embargo, el pretor para atenuar los daños de esta situación, le concedió que
pudiera reservarse el patrimonio que adquirió después de la muerte del patrono y lo que éste le
debía, tanto antes como después de la venta del patrimonio hereditario. Con esto, podía separar sus
propios bienes de los de la herencia, con tal de que no los hubiese obtenido por razón de ésta.

2. Herederos suyos y necesarios: son los hijos o hijas o los descendientes que se encontraban bajo la
potestad del causante en el momento de su muerte. Se llaman herederos suyos, o de derecho propio,
porque “ya en vida del padre son en cierto modo dueños”. Se les denomina necesarios porque se
hacen herederos con independencia de su voluntad, lo mismo en la sucesión testamentaria que en la
intestada. Al considerarse herederos, los hijos o descendientes no pueden renunciar a la herencia ni
tienen que aceptarla. Sin embargo, para evitar los daños que podían derivarse como consecuencia
de la transmisión hereditaria en su propio patrimonio, el pretor les concedió el beneficio de
abstenerse. Así en el caso de herencia dañosa, el patrimonio se vendía en nombre del padre. La
abstención de la herencia supone que el heredero no realice ningún acto de disposición o
apoderamiento de los bienes de lo que se presume su intención de no adquirirla. El pretor considera
al que se abstiene como si no fuese heredero y no concede ninguna acción a su favor ni contra él.

3. Herederos extraños: son los herederos que no estaban sometidos a la potestad del testador. Ellos
adquieren la herencia mediante la aceptación y tienen la facultad de deliberar sobre si aceptan o
renuncian.

Aceptación o adición de la herencia


Según Gayo, el heredero extraño o votario podía aceptar la herencia mediante tres formas:

-Declaración formal y solemne (cretio).


-Gestión de los bienes como heredero (pro herede gestio).
-Simple voluntad de tomar la herencia (aditio nuda voluntate).

-La cretio, o aceptación, es la toma de posesión ante testigos de los bienes hereditarios, acompañada
de una declaración solemne. Esta forma se utilizaba siempre que podía haber dudas sobre la
aceptación.

-La gestión como heredero supone la toma de posesión de los bienes hereditarios, es decir, “usar de las
cosas hereditarias como si fuese heredero”. Supone, pues, la realización de cualquier acto o
comportamiento en relación con la herencia de la que puede derivarse la voluntad de aceptar.

-La simple voluntad de aceptar sin realizar acto alguno de gestión se consideraba suficiente para
adquirir la herencia.

Para evitar injustificados retrasos en la aceptación, el pretor introduce el espacio para deliberar. A
petición de los acreedores del difunto, se establece un plazo no menor de cien días para que el heredero
acepte o renuncie a la herencia. Si dejaba transcurrir el plazo sin aceptar ni renunciar se consideraba
que renunciaba. Justiniano, introduce el beneficio de inventario, por el que limita la aceptación a lo
que resulte beneficioso de la herencia, y dispone que no podrá acumularse el espacio para deliberar,
por lo que el heredero debe elegir entre uno u otro.

Herencia yacente
Cuando los llamados a la herencia son herederos extraños o voluntarios puede darse una espacio de
tiempo entre la delación o llamada y la aceptación. En este espacio de tiempo, los juristas dicen que la
herencia estaba yacente. Tambien se considera yacente la herencia en tanto no nace un heredero
“suyo” póstumo o no se cumple la condición impuesta al suus en el testamento.

En la concepción que los juristas tienen de la herencia yacente encontramos también la tendencia a
considerar el patrimonio hereditario como una entidad económica e independiente, igual que el peculio
y la dote. Se trata de una construcción doctrinal, mediante el recurso a la analogía. El esclavo,
comprendido en la herencia yacente, actúa en lugar del difunto y puede ser instituido heredero por otra
persona y estipular y recibir bienes. A falta de esclavo, se considera que se negocia con la misma
herencia yacente, considerada como entidad patrimonial que, aunque no tenga sujeto, puede ser objeto
de aumentos y de disminuciones. En interés de los acreedores se puede nombrar un curator. En otros
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casos se recurre a la persona del futuro heredero, aunque sea incierto, porque para él se adquieren los
derechos y se ejercitan las acciones.

Mientras la herencia está yacente, las cosas hereditarias se consideran sin dueño, o res nullius y
pueden ser apropiadas por cualquiera sin cometer hurto, aunque este principio tuvo importantes
limitaciones. Cuando se considera que el hurto supone lesión de la posesión y no sólo del dominio, los
juristas deciden que comete hurto el que sustrae las cosas poseídas por el heredero, incluso antes de la
aceptación. Marco Aurelio castiga el crimen de expoliación de la herencia con penas para el que la
hubiese saqueado antes de la aceptación. De otra parte, esta situación de los bienes está en relación
con la usucapio pro herede, por la que se podía adquirir la herencia por la posesión de los bienes
hereditarios durante un año.

“Usucapio pro herede”


Gayo, trata de la usucapión de las cosas hereditarias como una aplicación a la herencia del precepto
de las XII Tablas sobre la usucapio, que considera como una regla de los antiguos que no se ajustaba
ya al derecho vigente en su época. Originariamente, los bienes hereditarios se incluían entre “las
demás cosas”, aunque se tratase de inmuebles, y bastaba la posesión durante un año. La especialidad
de tan particular usucapio consistía en que era suficiente poseer cosas u objetos hereditarios para
entender la usucapión a toda la herencia.

Estas reglas tenían su justificación en la concepción primitiva de la familia y de la herencia. La idea de


la sucesión en la comunidad religiosa y en el patrimonio familiar, que no podía quedar sin titular si
faltaba un suus, hacía que se admitiese un usus o usucapio familiae, durante el año que bastaba para
adquirir en bloque la herencia.

La desaparición de este régimen primitivo en la época clásica se debe a las nuevas concepciones sobre
la herencia y sobre la usucapio. La herencia adquiere un sentido patrimonial , como entidad unitaria
de bienes (universitas), considerada como cosa incorporal que no es susceptible de usucapio. La
usucapio, en general, requiere requisitos positivos como son la iusta causa y la bona fides, que no se
daban en esta posesión de bienes hereditarios. Por ello Gayo califica esta usucapio de ímproba, o poco
escrupulosa y lucrativa, “pues uno se lucra sabiendo que la cosa es ajena”. No es extraño, pues, que
se tomaran medidas para limitar los efectos del antiguo derecho. Gayo menciona un senadoconsulto de
tiempos de Adriano que concede al heredero acción para reclamar la herencia al que ha usucapido un
objeto de ellas y obtenerlo como si no lo hubiera hecho. Sin embargo, en derecho clásico, como relicto
histórico del antiguo régimen , pervive una usucapio pro herede limitada a la posesión de cosas
singulares de la herencia en la que no concurren los requisitos de la usucapio general. El poseedor
puede usucapir en un año frente al heredero extraño que no haya aceptado, pero no frente al heredero
de derecho propio. El poseedor, a título de heredero, debe tener la capacidad para recibir por
testamento o testamentifactio pasiva.

Confusión hereditaria y separación de bienes


La adquisición de la herencia tiene como efecto la transmisión en bloque al heredero de todas las
relaciones activas y pasivas que formaban el patrimonio del difunto. Al hacerse el heredero titular y
responsable del nuevo patrimonio, se produce la llamada confusión hereditaria, porque a partir de la
adquisición se confunden los dos patrimonios: el propio del heredero y el del causante.

Consecuencia importante de esta confusión de patrimonios es la extinción de las relaciones jurídicas


que existían entre el heredero y el difunto. Por ello, se extingue la obligación cuando uno u otro eran
recíprocamente acreedores o deudores. Se extinguen por confusión la servidumbre que existe entre un
fundo del heredero y otro del causante; también el usufructo si el heredero sucede al nudo propietario.

La confusión se produce por la adquisición y, por tanto, cuando el heredero no llega a adquirir la
herencia no se confunden los patrimonios. Así ocurre cuando se daba una restitutio in integrum contra
la aceptación o cuando ésta es nula. Es necesario que se trate de una nueva relación, que se extingue
por darse en una misma persona dos cualidades incompatibles, pero no se extingue cuando se trata de
relaciones diversas. En los supuestos de herencias sucesivas, los patrimonios se confunden en el último
heredero de toda la serie de predecesores.

Otra consecuencia de la confusión era que los acreedores del difunto concurrían con los acreedores del
heredero para cobrar sus deudas de único patrimonio. Podía suceder que mientras los acreedores del
difunto confiaban en cobrar sus créditos en vida de éste, al pasar el patrimonio al heredero, éste
estuviese cargado de deudas y tuviese a sus espaldas una legión de acreedores, con los que ahora
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tenían que disputarse los bienes de la herencia. Para evitar estos inconvenientes y salvaguardar los
intereses de los acreedores del causante, el pretor concedió, en un edictum de suspecto herede dos
remedios o recursos:

-La garantía del heredero sospechoso de escasa solvencia (satisdatio suspecti heredis). Los acreedores
pueden solicitar del pretor que el heredero, cuya situación patrimonial y actuación dolosa suscita
dudas, preste garantías de pagar las deudas hereditarias, conminándole con el procedimiento ejecutivo
si no las presta. También puede limitarse su actuación prohibiéndole enajenar los bienes hereditarios si
solo podía reprochársele su pobreza. Pero si no pueden probarla, los acreedores se exponen a ser
demandados por la acción de injurias.

-La separación de bienes (separatio bonorum): El pretor, ante la petición de los acreedores del
causante, puede decretar la separación de los bienes de la herencia para que los acreedores puedan
realizar sus créditos como lo hubieran hecho en vida del difunto. Ulpiano afirma que es muy justo que
los acreedores del difunto si lo solicitan sean atendidos y consigan del pretor la separación, a fin de
que se pague separadamente a los acreedores del difunto y del heredero. Puede solicitar la separación
cualquier acreedor del difunto, incluso en los créditos bajo condición o término, pero no pueden
pedirla los acreedores del heredero. Cuando el heredero acepta dolosamente una herencia dañosa en
fraude de acreedores, procede una acción revocatoria.

La separación de bienes se extiende a los legatarios, a quienes se equipara a los acreedores, al esclavo
o heredero necesario, al heredero fiduciario que no encuentra a quién restituir la herencia, y a los
deudores castrenses del hijo de familia. La separación, que debe solicitarse del pretor o presidente de
la provincia, y que en derecho clásico no tiene plazo fijo, debe pedirse en los cinco años siguientes
desde la muerte del causante según estableció Justiniano. Como consecuencia de la separación, los
acreedores actúan con dos procedimientos ejecutivos distintos: uno sobre el patrimonio hereditario, en
el que concurren los acreedores del difunto, y otro sobre el patrimonio del heredero, en el que
concurren sus acreedores. Existen dudas sobre si los acreedores del difunto, que no habían conseguido
cobrar sus deudas sobre el patrimonio hereditario, podían después de pedir la separación, ejecutar el
patrimonio del heredero; unos juristas lo negaban por la razón de que la separación que ellos mismos
habían solicitado les separaba de los bienes del heredero; otros la admitían cuando ya habían cobrado
los acreedores del heredero.

En el caso de que fueran varios los acreedores del difunto y unos pidieran la separación y otros no, los
efectos de la separación se producen sólo en relación con los que la han solicitado, los que no la
pidieron concurrirán con los acreedores del heredero.

El beneficio de inventario
Entre los efectos de la adquisición de la herencia está la responsabilidad ilimitada del heredero por las
deudas del difunto y por los legados y cargas impuestas por el testador. Para evitar estos
inconvenientes, Justiniano, en una constitución del año 531, concede el llamado beneficio de
inventario (beneficium inventarii); por éste el heredero sólo responde en los límites del patrimonio
hereditario. El heredero debe comenzar el inventario a partir de los treinta días siguientes a que tenga
conocimiento de la llamada o delación y redactarlo en el plazo de sesenta días, o dentro de un año
desde la muerte del causante cuando la herencia o parte de ella se encuentra en lugar lejano de su
residencia. El inventario se realiza con asistencia de tabulario (notario) y de testigos.

Como efectos de este beneficio no tiene lugar la confusión hereditaria y el heredero puede hacer valer
contra la herencia los derechos que tenía contra el difundo e incluso cargarles los gastos del funeral.
Una vez hecho el inventario, puede comenzar a vender los bienes hereditarios para pagar a los
acreedores y legatarios por el orden en que se vayan presentando, dejando a salvo los derechos de
preferencia,. Los acreedores tienen la acción de regreso contra los legatarios a quienes se había
entregado el objeto o dinero legado.

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