Universidad de la Salle. Facultad de filosofía y Humanidades. Filosofía Contemporánea. Juan Sebastián Camargo Cifuentes. LA CRÍTICA DE HUSSERL Y HEIDEGGER AL MÉTODO CIENTIFICISTA: UN DIÁLOGO CON HABERMAS En uno de sus ensayos sobre la relación entre el conocimiento teórico y su incidencia en el mundo social de la vida (
Conocimiento e Interés
, 1965
)
, Habermas critica la definición de teoría tradicional propuesta por Husserl: [E]l error está
–
dice Habermas
–
al alcance de la mano: si la teoría, en el sentido de la gran tradición, incidió en la vida, es porque fingió haber descubierto en el orden cósmico una conexión ideal del mundo, lo cual quiere decir: también el prototipo para la ordenación del mundo humano. (2010, p. 166) El punto central de su crítica es la pretensión que tiene la teoría tradicional de aislarse de los intereses de la vida social en pro de la contemplación o de los presupuestos puramente teóricos de la vida y el cosmos, para después si, a través de la actitud teórica, concebir actitudes prácticas o ideas normativas. Por el contrario, para Habermas, esta concepción de la teoría olvida que los intereses técnicos ya están dentro de la práctica social, y que todo conocimiento sobre el mundo es producto de intereses. El problema no es entonces, como dice la teoría tradicional, la formación teórica como legisladora de la práctica, sino el de
“cómo es posible la traducción del saber técnicamente utilizable a la conciencia práctica del mundo de la vida” (Habermas, 2010, p. 113).
Así podemos decir, que lo está en juego tanto para Habermas como para la escuela crítica, encabezada por Horkheimer, es la articulación del saber técnico, producto del saber teórico, y la praxis humana, entendida esta como un conjunto de intereses comunes regulados por la política y las acciones democráticas. En palabras de Horkheimer: la teoría [crítica] misma no se agota en poner los conceptos en la realidad a través de
hipótesis […] la concepción que aquí entra en juego entre el proceso de sociedad y
naturaleza, la idea de una época unitaria de la sociedad, de su autoconservación, etc., surgen ya de un profundo análisis del proceso histórico, un análisis orientado además por el interés por el futuro. (2000, p. 60)
Es importante, sin embargo, reconsiderar la crítica de Habermas a la concepción de teoría propuesta por Husserl, y revisar los elementos propuestos por él y dejados de lado por Habermas. La tesis que este ensayo quiere defender es la crítica al método de la ciencia moderna o cientificismo que Husserl propone y no una reivindicación de la teoría tradicional, tal como lo ve Habermas, mostrando, por un lado, que el método de la ciencias es insuficiente para comprender la esfera humana o espiritual y, por otro, que no sólo es necesario una teoría crítica que articule saber técnico y saber práctico a través de un estudio de la sociedad democrática y sus presupuestos políticos, sino también el papel que cumplen las ciencias del espíritu como forma de comprensión del mundo de la vida y del sujeto. En un primer momento señalaremos la crítica de Husserl al método de la ciencia. Finalmente, la crítica de Heidegger a la concepción de la técnica en el mundo moderno que nos servirá para comprender el papel de las ciencias del espíritu en la modelación del sujeto y su modo de estar en el mundo. En una conferencia pronunciada en 1935 titulada
La filosofía en la crisis de la humanidad Europea,
Husserl hace un diagnóstico de la crisis, señalando que el problema radica en una enfermedad del espíritu: ¿cómo se explica que jamás, en este respecto, se haya llegado a una medicina científica, a una medicina de las naciones y de las comunidades supranacionales? Las
naciones europeas están enfermas […] Mas, ¿por qué no prestan aquí las ciencias del
espíritu, tan ricamente desarrolladas, el servicio que cumplen excelentemente en su esfera las ciencias de la naturaleza? (Husserl, 1992, p. 1) Su llamado a tomar en consideración al espíritu, es decir, a la condición humana como constructo social, en donde se establecen ideales, fines, motivaciones e intereses, puede ser comprendido como una crítica a la alienación metódica de las ciencias naturales. Para Husserl
la enfermedad que atravesaba Europa, aún no desatada la segunda guerra mundial, “radica
en una aber
ración del racionalismo” (p. 14).
Que en otros términos no es más que el cientificismo moderno, cuya concepción del mundo gira en torno a la objetivación y matematización de las cosas, el mundo vuelto causal, desligado de la vida social y del mundo-circundante. Así, para Husserl, la ciencia se alza con pretensiones de universalidad y se absolutiza en el campo del saber teórico, distinto para él de la teoría en sentido antiguo, que se caracterizaba como una forma de vida universal.
Por otro camino Habermas cree
hallar en la crítica de Husserl “la ilusión ontológica de la teoría pura, tras la cual desaparecen los intereses que guían el conocimiento” (
2010, p. 178). Esta ilusión es para Habermas la actitud teórica como una manera de contemplación del cosmos de donde se desprende una vida practica universal. Lo que se disputa es el desconocimiento de intereses que guían el saber científico. Y es cierto que Husserl no reconoce intereses en la manera moderno-científica de la teoría, como por ejemplo el interés de las ciencias empírico-analíticas por el control de sus métodos, pero es profundo en su interpretación de la crisis, pues ve en esta una alienación de la existencia al método y un abandono completo de la esfera humana-espiritual. La pregunta de fondo, como se mencionó anteriormente, es ¿cuál es la medicina para el espíritu? ¿acaso hay medicina? Habermas cree
encontrarla en “una discusión política eficaz que logre poner en relación de forma
racionalmente vinculante el potencial social del saber y poder técnicos con nuestro saber y
querer prácticos” (
2010, p. 129). Sin embrago, creo que es insuficiente hoy por hoy, en una economía de mercado global, con pretensiones de expansión y dominio, llegar a un acuerdo consensual o político en el que los intereses científicos y técnicos guarden relación con los intereses prácticos. La explotación de recursos naturales, los desastres ambientales por el uso de técnicas no armonizadas con la naturaleza son ejemplo de lo inoperante e inefectivo de vincular el discurso político y el potencial técnico. Antes bien, el punto central de Husserl es esclarecer la enfermedad del espíritu moderno-occidental como una forma efectiva de hallar soluciones, en una nueva concepción de la teoría o en una nueva creación o relación de métodos, el método fenomenológico es, un ejemplo evidente, de medicina para el espíritu. La tarea de concebir otras formas de método o técnica es retomada por Heidegger. Una visión de la técnica, distinta de la de un producir beneficios prácticos, está para Heidegger en la esencia de esta, como un des-ocultar que atraviesa la esencia del hombre y su destino, pues detrás de los objetos que están en el mundo de la vida, no hay relaciones causales, medibles, matematizables, sino un asunto de libertad: El desvelamiento de
lo que es
siempre va sobre un camino del desocultar. Siempre impera al hombre el destino del desocultamiento. Pero no es jamás la fatalidad de una coacción. Pues, precisamente el hombre llega a ser libre en tanto que pertenece al ámbito del destino y, así, llega a ser un
oyente
,
no
un esclavo. (Heidegger, 1997, p. 135)
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