La navidad no le hacía falta, la mesa también era algo que le molestaba, puesta en ese lugar,

decía que estaba un poco en el camino. En realidad no, el ancho del paso seguía siendo el mismo
de siempre, lo que le molestaba eran los cambios.

No le hacía falta la navidad, ni las visitas en navidad, ni los regalos de navidad, ni todas las cosas
que parecen quererse pero en realidad no se desean. No le hacia falta nada de eso, tan solo
necesitaba otra excusa para seguir adormeciendose.

No puedo volver a casa, no quiero volver. El camino se tuerce cuando lo intento, quiero llevarme
todo lo que de mi guardo entre esas paredes, todo lo que es muy poco, pero solo para que irme
sin nada. No quiero volver y ver, los estados tristes, suspendidos, los colores amargos
derritiéndose en las paredes, los rincones sin luz.

No quiero decir, no quiero explicar. Las explicaciones no necesitan del momento oportuno. Mi
oportunidad hoy es otra, la de salvarme sin tener que dar cuenta del por qué.

En esa casa la vida se estanca y se pudre, la mugre invisible, imperceptible, se agarra de los
cuerpos que la habitan y le van manchando el alma. Yo intenté sembrar flores nuevas, perfumar
los espacios y ablandar las texturas rancias, intenté y lastimé mi cuerpo en tamaña empresa. Hoy
abandono el esfuerzo, me retiro a curarme y observar, incendiarse el ritual frente a mi frente
sudorosa. No temo, no me duele, no me doblega. La culpa, ya no me penetra.