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CAPITULO I

LAS CRIATURAS DE LOS ELEMENTOS

L
os antiguos filósofos poblaron los elementos de la Naturaleza con razas y
especies completamente desconocidas para el hombre común. Los sabios de
todas las edades afirmaron que la Naturaleza obra a través de fuerzas
inteligentes, y no a través de leyes mecánicas. Sobre esta hipótesis, fue construida la
doctrina de los Espíritus de la Naturaleza y las larvas elementales. Paracelso,
llamado el Hermes suizo, y el primer gran médico de los tiempos modernos, nos
ofrece el más completo análisis de estas extrañas criaturas que viven, se mueven, y
cuyo ser no es visto ni tampoco comprendido por el hombre mortal. Pese a ver todos
los días sus obras, nunca se nos ha enseñado a conocer los trabajadores que, día y
noche, actúan a través de las fuerzas más sutiles de la Naturaleza.

Estos espíritus elementales pueden dividirse en tres grupos:


(1) Los elementales de los cuatro elementos o éteres, a los que llamados
comúnmente los Espíritu de la Naturaleza.
(2) Los elementale s creados por el hombre en los planos astral y mental.
(3) El Morador del Umbral, o elemental individual.

LOS CUATRO ELEMENTOS

De acuerdo con las antiguas doctrinas, el universo tangible está compuesto de


cuatro elementos principales. Estos cuatro elementos están regidos por los Señores
de la Forma, a los que a veces se denomina Querubín de cuatro cabezas. El Querubín
de cuatro cabezas apostado a las puertas del Jardín del Edén; el Querubín de cuatro
cabezas que, con su otro hermano de creación, está arrodillado en el Asiento de
Misericordia del Arca de la Alianza; las cuatro bestias del Apocalipsis; los cuatro
aspectos de la gran esfinge asiria; el hombre-toro babilónico, todos simbolizan estos
cuatro elementos primordiales.

Desde tiempo inmemorial, el hombre dividió la forma en cuatro esencias


fundamentales. Estas cuatro esencias son la base de todas las cosas conocibles por
los centros de conciencia del cuerpo material humano. Todas las cosas que están en
un plano más elevado que estas cuatro esencias sólo pueden ser conocidas por la
visión espiritual. Todas las innumerables y complejas formas que aparecen en este
mundo como productos de las emanaciones geométricas de los Señores de la Forma,
o de los Devas constructores de cuerpos, son la expresión de estas cuatro corrientes
de vida. A estas corrientes se las denomina los ríos de vida que surgen de los
jardines del Señor, y su fuente es la gran jerarquía creadora llamada por los antiguos
los Reyes de Edom.

Por encima de la sustancia raíz cósmica, los cuerpos físicos están animados por
estas corrientes dadoras de vida del éter. El éter es esa parte del cuerpo del Logos
Universal (o de algo más elevado que no conocemos) que ocupa la posición de
portador o recipiente, porque a través de él pasa en cuatro corrientes el poder del
Logos creador. De sus esencias provienen los cuatro principios creadores que en la
actualidad forman la base del cuádruple vehículo humano:

(1) físico o terrestre;


(2) etéreo o acuático;
(3) astral o ardiente;
(4) mental o aéreo.

Estos cuatro vehículos, que los antiguos simbolizaban por los brazos de la cruz,
forman la base de la doctrina sagrada de la crucifixión. Por constituir la base
primordial de los cuerpos, están bajo el control de las cuatro cualidades y signos
constructores del cuerpo conocidos con el nombre de los cuatro signos fijos del
zodíaco. Son las tres crucifixiones presentes en el zodíaco: la cruz de los cuatro
signos cardinales, la cruz de los cuatro signos fijos, y la cruz de los cuatro signos
comunes. A su vez éstas representan las tres principales encrucijadas de las fuerzas
vitales en el cuerpo humano. El mundo etéreo entero, con sus muchas corrientes
cruzadas, tiene su asiento en el plexo solar y en el bazo del cuerpo humano. A
menudo se le da el nombre de ma r ardiente, o jofaina de purificación, porque en la
hondura de sus aguas el alma, en su peregrinaje hacia la inmortalidad, debe
limpiarse. Estos cuatro elementos están en la base, tanto como la vida que está
detrás, de lo s cuatro elementos materiales físicos: tierra, fuego, aire y agua. El poder
de los mundos causales invisibles obra a través de los cuatro elementos materiales
para lograr manifestarse en cuerpos, células y combinaciones moleculares.

De modo similar a lo que ocurre en cada reino de la Naturaleza donde se desarrolla


una serie de vidas, y es el plano de una gran efusión natural, se afirma que estas
cuatro divisiones del éter, que se manifiestan en la materia en la forma de cuatro
elementos, están habitadas por grupos de inteligencias que se de senvuelven a través
de esas esencias elementales. Según los antiguos, estos elementales fueron creados
con una sola sustancia: el éter o elemento en que existen. No poseen un cuerpo
compuesto y por consiguiente no pueden alcanzar la inmortalidad, puesto que no
tienen otra esencia de vida germinal que la de su respectiva esencia elemental. Por
otra parte, como compuestos con una sola sustancia, están libres de las influencias
destructoras e inarmónicas de las corrientes contrarias que afectan los cuerpos
compuesto, y por lo tanto pueden vivir centenares —algunos viven miles— de años,

La literatura clásica contiene muchas referencias a estos elementales. En el poema


de Pope, Rape of the Lock, los elementales desempeñan el papel más importante. En
el Conde de Gabalis, notable libro del abate de Villars, hay también una tesis
exhaustiva sobre esas extrañas criaturas de la Naturaleza; las que presentan
variadas formas y tamaños, según su trabajo y deberes. Asimismo sus cuerpos
poseen distintos grados de densidad, según el elemento en que obran.

Paracelso y el conde de Gabalis dividen los Espíritus de Naturaleza en cuatro


clases:

(1) gnomos, los espíritus de la tierra;


(2) ondinas, los espíritus del agua;
(3) salamandras, los espíritus del fuego; y
(4) silfos, los espíritus del aire.

LOS GNOMOS
Bajo el título general de gnomos, hallamos a esos seres conocidos con el nombre de
trasgos, duendes, diablillos, duendecillos de los bosques, enanitos, hombrecillos de
las peñas, y muchos otros nombres similares. Los gnomos son los más densos de
todos los Espíritus de Naturaleza, y por consiguiente están más sometidos que los
otros espíritus a las leyes de mortalidad. Viven en el elemento tierra, y se dice que
trabajan en las rocas y, hasta cierto punto, en los árboles y flores. Algunos tipos de
gnomos habitan en los viejos castillos en ruinas. Esta es una de las razones por la que
los viejos edificios están cubiertos de hiedra y enredaderas, porque los gnomos aman
difundir las bellezas de la Naturaleza. Algunos gnomos alcanzan un gran tamaño;
otros tienen el poder de cambiar su tamaño a voluntad. La mayoría, sin embargo, se
asemeja en estatura a los enanos, con el cuerpo más bien rollizo, la cabeza grande y
anadean al andar, con vestiduras que crecen como parte integrante de ellos. Según
Paracelso, se casan y crían hijos, y viven en un extraño mundo que los pueblos del
Norte llaman Elfheim. Se dice que vienen de la tierra y que son capaces de penetrar
hasta su mismo centro. También viven en cavernas y modelan las estalactitas y
estalagmitas, y otros trabajan el coral y el nácar en el fondo del mar. Estos
hombrecillos son vistos a menudo por los niños, los que pierden la clarividencia más o
menos a los siete años de edad. A veces se los ve en los bosques atesorando
provisiones para el invierno. Son hombrecillos muy industriosos y tienen a su cargo el
modelado y formación de la tierra. Bajo la dirección de los gnomos más sabios, se
ocupan de todos los sólidos, huesos y otros tejidos del cuerpo humano, obrando en
ellos y componiéndolos. Ningún hueso roto podría soldarse si no fuera por la ayuda
de los gnomos.

El rey de los gnomos se llama Gob, término del que deriva la palabra inglesa goblin
(trasgo). Se dice que cada uno de estos reinos elementales tiene su morada en uno de
los cuatro rincones de la creación; y a los gnomos, que trabajan con el más
cristalizado de todos los elementos, les fue concedido como hogar el rincón norte de
la creación. Los antig uos sostenían que los gnomos gobiernan los tesoros secretos y
las cosas ocultas de la tierra, y que los que buscan los tesoros materiales escondidos
en la Naturaleza, deben primero ganarse el apoyo y la asistencia de los gnomo s, los
que a voluntad pueden develarlos, u ocultarlos en tal forma que es imposible
descubrirlos. Los gnomos son muy avaros, codiciosos y gustan de la buena comida;
por otra parte, trabajan incesantemente, son muy pacientes y fieles, y en nuestro
mundo se los llamaría firmes y sobrios. Ocasionalmente celebran grandes cónclaves
en el corazón de algún sombrío bosque o entre las peñas; y en la maravillosa historia
de Rip Van Winkle, The Legend of Sleepy Hollow, están cabalmente retratados.
Estos hombrecillos trabajadores desempeñan un papel muy importante en el
desarrollo del hombre, y lo ayudan en su trabajo.

Obran intuitivamente a través de los elementos; y aunque poseen cierta


inteligencia, es muy inferior a la nuestra. Son incapaces de expresarse o
manifestarse por medio de cualquier sustancia que no sea un elemento. El hipotético
éter que llena todas las sustancias cristalizadas sólidas como la primera esencia
etérica es la única sustancia en la que pue den obrar.

Por vivir en la oscuridad y ser propenso a la tristeza, se dice que los gnomos
pueden producir ciertos efectos en la constitución humana, y gobernar la melancolía
saturnina, la congoja y el desaliento.

LAS ONDINAS

Bajo la clasificación de ondinas se conocen las ninfas, náyades, pejemullares,


sirenas, arpías, hijas del mar y diosas del mar de los antiguos. Son estos los
elementales cuyo hogar es el elemento agua: los océanos, lagos, corrientes y ríos de
la tierra. Gobiernan los líquidos o las fuerzas vitales del cuerpo humano. En la
misma forma que los gnomos están re presentados por el signo de Tauro en el
zodíaco, las ondinas está representada por Escorpio, por cuanto tienen que ver con
la vida y las fuerzas vitales de la Naturaleza. Tienen fama de ser muy hermosas, y
en su reino, la belleza es al parecer el principio fundamental del poder. Muchas de
sus cualidades son similares a las de los gnomos, puesto que viven en un mundo que
les es propio. Por regla general se las considera amistosas y se cree que es
afortunado verlas, y sirven al hombre en el espíritu de amor y sinceridad. Como los
gnomos, tienen sus propios amos; individuos que poseen un grado inusitado de
superioridad. Su gobernante supremo, Necksa, es a quien obedecen y reverencian en
sumo grado. Todos estos seres tienen conocimiento de Dios, lo reverencian y tratan
de obedecerle en todas las formas posibles. A las ondinas se les otorgó el rincón
oeste de la creación, y según dicen a veces susurran en el viento oeste, el que es el
medio de su poder. Trabajan con las criaturas del mar, y se sabe que desempeñan
un importante papel en la producción de la lluvia.
Los filósofos medievales (especialmente Paracelso) creían que las tormentas eran
causadas por las batallas entabladas entre los Espíritus Naturales; que el choque de
sus cualidades producía grandes disturbios en los cielos, a los que damos el nombre
de tempestades y cataclismos.

Las ondinas tienen aproximadamente el mismo tamaño que los seres humanos, y
por lo general se las simboliza como doncellas vestidas con la espuma del mar o que
cabalgan caballos de mar, o como sirenas. Por estar compuestas de una esencia más
sutil y de un éter de calidad más fina, las ondinas viven mucho más tiempo que los
gnomos, pero también están sometidas a las leyes de mortalidad. Se interesan
especialmente por las plantas y las flores probablemente porque el doble etérico de la
planta es el mismo tipo de éter que el de ellas. Son seres de carácter alegre, y la
calidad de sus emociones es más bien vital que astral. Por tener un temperamento
vital, ejercen considerable influencia en el temperamento vital de los seres humanos.

LAS SALAMANDRAS

Los antiguos honraban en sumo grado a las salamandras, llamándolas los Reyes
del Fuego a causa de su aspecto llameante, su enorme fuerza y poder, y el importante
papel que desempeñan en los asuntos humanos. Ninguna chispa o fuego puede
encenderse en la tierra sin la ayuda de las salamandras, porque son los espíritus del
fuego. Los que poseen la capacidad de estudiar los fenómenos de la clarividencia
pueden ver a los grandes reyes del fuego retorciéndose y girando en las llamas,
espe cialmente durante una gran conflagración. Muchos de los antiguos creían que las
salamandras del fuego eran dioses, afirmando que sus emperadores eran los hilos de
estos reyes del fuego.

Las salamandras tienen a su cargo las esencias emocionales del hombre, y viven en
el tercer éter, que refleja las cualidades del plano astral o mundo del fuego. Su forma
y tamaño son muy variables, y a veces se las suele ver arrastrándose en medio del
fuego. Eran conocidas por los antiguos como grandes gigantes vertidos con una
armadura de llamas que elevaban a través de las esencias del elemento fuego.
Guardan una estrecha conexión con todas las organizaciones sagradas que utilizan el
fuego en el altar, y no caben dudas de que son idénticas a los gigantes-llameantes de
Escandinavia. Gustan especialmente del incienso, cuyos humos les permiten asumir
las formas de ciertos cuerpos.

Las salamandras son los más fuertes y más dinámicos de todos los elementales.
Gran similitud existe entre ellas y los ángeles Luciféricos, y también con los grandes
Devas del fuego de la India. En los volcanes y en los estratos ígneos de la tierra
moran según el decir popular, y desde allí imparten su autoridad. Su rey llameante,
Djin, es un ser maravilloso, ardiente y que inspira reverente temor, y gobierna a sus
súbitos con una vara de llamas.

Aunque peligrosas para la vida humana, las salamandras, cuando se sabe


comprenderlas, son muy beneficiosas. Son prontas en la acción, tempestuosas y
emocionales, pero muy enérgicas. Algunas pueden alcanzar un tamaño impresionante
y se parecen a los gigantes de los tiempos prehistóricos, mientras que otras son muy
pequeñas y apenas perceptibles a simple vista. Se sabe que moran en el sur, y se las
siente en los cálidos vientos del ecuador. Poseen un temperamento ardiente, e
influyen hasta ciert o punto en todos los individuos dotados de este temperamento. Si
se deja que esta cualidad se convierta en el poder que controla la vida, las
salamandras, que obran a través de ella, confieren a todos los que sufren esta
influencia una naturaleza tempestuo sa, un temperamento ardiente y pasiones
incontrolables.

Debido a la tenuidad del elemento donde moran; es muy raro ver a las
salamandras. Viven hasta una edad avanzada, y muchas sobreviven millares de años
antes de disolverse finalmente en la esencia primordial en la que se habían
diferenciado.

LOS SILFOS

Los habitantes del cuarto éter (el más fino y elevado de todos) se denominan silfos,
o espíritus del aire. También se los conoce con el nombre de caballeros de la noche,
los nacidos del viento, los ángeles de la tempestad, los Devas del aire, los nacidos de
la mente, y con otras variadas denominaciones. Los antiguos creían que moraban en
las nubes. Estudios profundizados, no obstante, han probado que este grupo de
elementales (en el que se incluyen las hadas y todos los seres con ala iridiscentes que
s e nombran en los cuentos de hadas de los niños) tienen más bien realmente sus
moradas en la cima de las montañas que en el mismo aire.

Los silfos viven y tienen su ser en su propio éter, y, como los gnomos, se
multiplican y viven en un mundo propio, en el que construyen sus castillos de aire con
el elemento sutil que es el reflejo del plano mental. Su aspecto es muy variable,
porque algunos se asemejan a seres humanos pero con proporciones ligeramente
distintas. Se sabe que son alegres, excéntricos, caprichosos e inconstantes, y van de
un lado para otro. Están siempre ocupados y trabajan con los pensamientos de los
seres vivientes. Colaboran con los elementos aéreos del cuerpo humano, tal como los
gases y éteres que se generan dentro de su propio ser, mientras las salamandras
obran a través de la sangre y los elementos ardientes del cuerpo. Paralda, su jefe,
vive según es sabido en la más alta montaña de la tierra. Los silfos ejercen poderosa
influencia en todas las cosas en las que el aire es un importante factor. Los próximos
dos mil años serán una edad aérea en la que la influencia de los silfos se manifestará
en forma especialmente evidente, y la conquista del aire tiene mucho que ver con el
descubrimiento de estos hechos latentes y ocultos.

Los antiguos afirmaban que las guerras, plagas, incendios, terremotos y otros
cataclismos eran causados por grandes ejércitos de elementales que marchaban unos
contra otros armados hasta los dientes, y que luchaban en los elementos de la
Naturaleza. Por eso se decía que el trueno y el rayo eran causados por batallas entre
los silfos y las salamandras, mientras que las lluvias y la marejada eran causadas por
los silfos y las ondinas. Los movimientos de cuerpos en la tie rra, los aludes y los
ruidos subterráneos eran causados por las querellas que se producían entre las
salamandras y los gnomos. Generadas por las explosiones de la pólvora, las
salamandras frecuentan los campos de batalla. Como grandes ejércitos de seres de
un rojo llameante, se alimentan también de las pasiones humanas, se convierten en
obsesiones en la mente del hombre y se expresan a través de los éteres receptores
de su cuerpo.

Los cuatro grupos —gnomos, ondinas, salamandras y silfos— forman los


moradores naturales de los elementos etéricos. Su obra se lleva a cabo por medio de
lo que se denomina el cuerpo húmedo de la tierra y los Logos Planetarios, y asimismo
tienen sus polos correspondientes en el cuerpo del hombre.

Además, hay otros grupos de elementales, algunos productos de los fenómenos


naturales, y otros generados por el hombre. Entre estos últimos cabe mencionar los
elementales del pensamiento y la emoción, los fantasmas, los espectros, el Morador
del Umbral, y las larvas. El último grupo (al que también se conoce con el nombre de
cascarones etéreos) son los cuerpos de los individuos que, en el curso de la muerte,
pasaron al plano astral. Al desechar el vehículo etérico poco después de haberlo
hecho con la forma física, lo dejan tras sí en el éter, donde se desintegra lentamente.
Estos cascarones están en la base de gran parte del porcentaje de las
manifestaciones mediúmnicas, hecho que puede ser determinado sólo por medio del
examen de los globos oculares del medium. Estos desechos son usados a menudo por
los elementales y las larvas como vehículos temporarios de manifestación mientras
flotan en el éter en el proceso de su desintegración. Debido a la sutil estructura de
esos desechos etéreos, a menudo son necesarios muchos años para que la
desintegración tenga lugar. De ahí que ejércitos de cuerpos etéricos floten como
astillas de maderos errantes en el mar de la humedad etérea, desechados por sus
primitivos dueños que desde hace mucho pasaron a otros planos de vida.
CAPITULO II

PRINCIPIOS NATURALES

Los Espíritus de la Naturaleza son a veces visibles a simple vista, pero sólo pueden ser
dominados por aquellos que controlan los elementos en los que estas entidades viven. Por
consiguiente el poder del hombre sobre esos elementos le otorga el predominio sobre esos
reinos. Según los antiguos, los elementales estaban originalmente bajo el dominio del
hombre adámico, y están siempre sometidos a aquel que es dueño de su sustancia. Sirven
con sinceridad, aunque no comprenden o reconocen las necesidades de la raza a la que
sirven. Guiados por jerarquías más elevadas, estos seres son la base inteligente de los
fenómenos naturales, y ayudan a implantar cualidades y poderes dentro de la planta, el
mineral, el animal y el hombre.

Muchos lectores aceptarán con reluctancia la realidad de estos entes. Pero como
constituyen una parte de la gran jerarquía oculta y son la encarnación de principios
naturales, es preciso que les concedamos alguna atención y estudio. Bajo ciertas
condiciones, estos elementales se vinculan con el hombre y le sirven con fidelidad y en
forma cabal, como ocurrió en el caso del demonio de Sócrates. Bajo otras condiciones, se
los tomaron por ángeles, demonios y otras larvas sobrenaturales. También se cree que
existen en esencia en los cuerpos químicos de la Naturaleza. Son los elementales no sólo
de nuestra tierra y de la cadena planetaria, sino tambié n de otros planetas y sistemas
solares. La diferencia constitucional primordial entre los elementales y el hombre estriba
en que la vida evolutiva de la que somos una parte está compuesta de organismos
complejos formados por el espíritu y su cadena de vehículos, mientras que la composición
de los elementales no es más que el éter con el que están formados. De ahí que la única
evolución que pueden experimentar es la evolución de su propio éter, del cual les es
imposible disociarse.

Prácticamente toda la sabiduría oculta del mundo se basa en el conocimiento de los


cuatro éteres y de sus poderes como factores en el desenvolvimiento de las combinacio nes
de formas. Los éteres en los cuerpos de los minerales, plantas, animales y el hombre, son
la base de la diferenciación de estos reinos de vida. Sin su principio vital (que es, en
verdad, el Hiram Abiff de la Masonería) la construcción del templo de las edades no podría
proseguirse.

Entre los antiguos pueblos orientales, la doctrina de las cuatro creaciones enseñaba que
del cuerpo de Brahma, la Deidad concreta, cuatro hijos, que representaban las razas
visibles de la tierra, habían nacido. De los pies de Brahma, nació el hombre negro, o la
tierra física, a la que se acostumbra llamarla el escabel de Dios. Del tórax de Brahma,
nació el hombre moreno, que representaba el éter o la emanación etérea de la Naturaleza.
De las manos de Brahma (con su poder de acción) nació el hombre rojo, que representa los
principios de movimiento y emoción, construcción y destrucción, de acción y reacción. De la
boca de Brahma, nació el hombre blanco, el brahmán, que es hombre espiritual y mental.

Estos cuatro elementos cons tituyen las cuatro emanaciones del Huevo Cósmico. Los
orientales a veces dividen el universo en cinco divisiones, simbolizadas por los cinco dedos
de la mano del hombre. Los hindúes reconocen una quinta división que se extiende desde
la base de la nariz hasta la cúspide de la cabeza. La evolución del hombre consiste en el
paso de la conciencia a través de los cuatro elementos que hallamos simbolizados en forma
tan maravillosa en las antiguas iniciaciones.

Primera iniciación. —La destrucción del Dragón de la Materia. Éste es el triunfo de la


discriminación sobre los vehículos de Maya, y la liberación de las sustancias químicas de la
Naturaleza, con su correspondiente ley de cristalización. Esto también consiste en vencer la
ley de inercia y en pasar físicame nte a través de una pared de piedra. Esta batalla se gana
por medio de la espada Excalibur, que es entregada al rey por la mano de una ondina que
la saca de las aguas del éter vital.

Segunda iniciación. —El rescate de la Perla de Gran Precio del océano de las sustancias
vivientes. Este oro del Rin es guardado por los ángeles y los guardianes de las fuerzas
vitales del cuerpo. Bajo la dirección del segundo grupo de elementales (ya descritos con el
nombre de espíritus del agua) están las fuerzas vitales de al Naturaleza, que éstos
manipulan bajo la dirección de jerarquías más elevadas. Esta segunda iniciación se realiza
quemando el agua con la espada llameante del Querubín de cuatro cabezas, la que está
vuelta hacia arriba en el cerebro. En esta iniciación, el candidato aprende a desechar el
mar de fuego y recibir la bendición del agua santa (que representan las fuerzas vitales de
su propio cuerpo) después de lo cual pasa bajo el mar y aprende a resolver el misterio del
agua, la que nació del tórax de Brahma.

Tercera iniciación. —El paso del Anillo Llameante. En esta iniciación, el candidato cruza
la líne a que separa los dos elementos más elevados de los dos más bajos en su esfuerzo
por separar el alma del cuerpo animal. Esta iniciación es explicada en la leyenda de
Sigfrido y Brunilda. El candidato recibe la bendición del fuego, incorpora el poder de la
salamandra a su vehículo consciente, y se pone bajo el rayo directo de Leo, el rey de fuego
del templo. Aprende a pasar entre las llamas y también a gobernar las llamas de su propio
cuerpo. Durante este proceso se le enseña a aplicar el suave calor del alquimista que,
luego de pasar por la columna vertebral, empolla el huevo de Brahma dentro de su propio
cuerpo, liberando en esta forma la serpiente de su postura de descanso y obligándola a
dirigir su fuego hacia arriba hasta el Arbol de la Vida. Bajo su dirección, logra el primer
grado místico. Si se queda en ese lugar, se convierte en místico y en un poder del sendero
de llamas del corazón, y viste la túnica púrpura de Cristo.

Cuarta iniciación. —El ascenso por el sendero del fuego espiritual. En esta prueba, el
candidato logra el poder de pasar conscientemente a través de la atmósfera espiritual, e
incorpora en su vehículo el activo poder funcional de los silfos, o espíritus del aire. Logra el
poder de conocer los principios atmosféricos de la Naturaleza y asimismo el funcionamiento
consciente del cuarto plano de la Naturaleza por medio de la ayuda de la cuarta esencia
elemental que está dentro de él. En los mitos del Norte, cabalga el caballo de ocho patas
para ir al cielo; el ocho durante muchas edades simbolizó el sendero del fuego espiritual en
el hombre. Combina en esta forma los cuatro elementos en el poder de la mente, del que
puede aprovecharse por medio del cuarto éter, y ésta es la forma más elevada de
conciencia de que gozamos en la actualidad.

Todas estas iniciaciones sólo son posibles por medio de la interpenetración de las
esencias elementales con el organismo del hombre. Durante estas iniciaciones, el hombre
logra dominar los elementos y los distintos grupos de inteligencias que habitan en ellos. En
este escrito estamos considerando únicamente un solo grupo de estos moradores; es decir,
los Espíritus de la Naturaleza.

Enumerándolos en forma somera, los elementos son los siguientes (empe zando con los
más bajos):

1. Básicos, éter atómico (gnomos) cuita fase más elevada se expresa en la cristalización.

2. Éter húmedo (ondinas) que se expresa como el agua de vida, la divina Madre Isis de
todas las cosas.

3. Éter astral (salamandras) que se expresa en todos los movimientos y percepciones de


los sentidos.

4. Éter mental (silfos) que se expresa como la base de la percepción mnemónica y del
intelecto razonador.

Estos cuatro éteres representan los canales para la expresión de las fuerzas de los
cuatro mundos de la Naturaleza a través de los cuales evoluciona el hombre en la
actualidad. El éter no es en sí mismo un mundo, sino meramente una sustancia capaz de
transportar o perpetuar el producto de alguna otra esfera. Los antiguos se referían al éter
llamándolo el hipotético espejo de la eternidad, porque refleja los mundos de la Naturaleza
en una forma concreta, vitalizando e impregnando esta forma con las chispas de vida que
contiene en sí mismo.

Cuando el sacerdote levanta la mano en la bendición, mantiene e n alto dos dedos y otros
dos bajos. Los dos dedos bajos representan los elementos de la tierra y el agua; los dos
dedos levantados representan los elementos del fuego y el aire; mientras que el pulgar
representa el Akasha, o espíritu. En esta forma, el sacerdote imparte la bendición de los
cuatro éteres, sin los cuales la conciencia es imposible, y cuyo influjo es la base del
crecimiento, de la redención y de la regeneración.
CAPITULO III

FORMAS MENTALES Y ELEMENTALES


GENERADOS POR LAS EMOCIONES

Al hombre le fue concedido, como a su Dios, ser un creador. La chispa de vida que tiene
dentro de él es capaz de otorgar vida eterna a las partículas indeferenciales que existen en
la naturaleza. En otras palabras, dentro del hombre hay una piedra de toque que
transforma en una sustancia similar a él todo lo que se pone en contacto con su persona.
Como el universo está lleno de las chispas de las ruedas de Dios, también los elementos de
la naturaleza están llenos con las chispas que se desprenden de las ruedas de vida,
retorciéndose y girando dentro de los organismos más bajos de la naturaleza. El hombre es
un dios que se está haciendo; está mucho más cerca de la divinidad de lo que cree o de lo
que le conviene creer. El infinito deseo de crear late en su sangre en la misma forma en
que lo hace en el ser de la Deidad; en cada momento de su vida expresa las cualidades
divinas de la creación. No sólo crea seres semejantes a él y perpetua su especie por media
de la le y natural, sino que es también un creador en los planos más elevados de la
naturaleza. Del mismo modo en que su organismo físico reproduce seres semejantes a él,
también nacen de su ser otros hijos.

Volviendo a las cuatro creaciones del cuerpo de Brahma, podemos decir ahora que de las
sustancias simbólicas de los pies de Brahma (tierra material) de de los muslos de Brahma
(agua etérea), del pecho de Brahma (fuego astral) y del cerebro de Brahma (aire mental) es
modelado el vehículo cuaternario por medio del cual el ego espiritual puede funcionar
respectivamente en los mundos físico, etéreo, astral y mental. Per medio de los poderes
generadores del mundo físico, el hombre ayuda a formar los cuerpos físicos de los seres
vivientes que lo acompañan en la vida. En la misma forma es capaz de dirigir los planos de
sustancia que sirven para expresar otras oleadas de vida en evolución, puramente física.
En el tercer mundo, donde el hombre rojo nació de Brahma, emana del Brahma en el
hombre una gran corriente de seres construidos por sí mismo, muy similares a los hijos del
cuerpo físico producidos en este mundo. Su responsabilidad hacia esos seres es tan grande
como hacia los de su misma carne y sangre que crecen en torno de él en la forma de hijos y
descendientes. No podemos comprender lo porque estos hijos son invisibles a la vista
normal del mundo físico. El clarividente entrenado, sin embargo, es capaz de verlos, y
comprende que estamos ahora poblando este mundo con hijos que crecerán para ser sus
futuros ciudadanos, en forma tan segura como poblamos el plano astral con los hijos de
nuestras emociones, extrañas y ardientes criaturas nacidas de nuestro propio cuerpo
emocional, cuyo vértice remolinante se halla en el hígado. Este cuerpo es el León del
Querubín, y de él se derrama en el mundo la progenie del plano emocional.
NUESTROS HIJOS ASTRALES
( El Mundo Astral es denominado un plano de la naturaleza )

La pasión, la compasión, la emoción y el deseo humanos son las cualidades que hacen
que el cuerpo del individuo concuerde con el cuerpo correspondiente del Hombre
Macrocósmico. Dios o Brahma —tiene una constitución septenaria. Para cada uno de sus
cuerpos, hay un polo o vórtice vibratorio en reciprocidad con el cuerpo humano, siendo
estos polos centros de actividad que responden a los grandes centros de los planos del
Hombre Universal. Por analogía no caben dudas de que los planetas de nuestra cadena son
los átomos simientes permanentes del Hombre Universal, y que cada átomo es el centro de
un sistema septenario de esferas o globos compuestos de variados grados de densidad. En
el Hombre Universal, estos cuerpos son denominados planos de la Naturaleza; en el
hombre inferior, estos planos son llamados cuerpos. En la actualidad, sólo podemos
conocer las oleadas de vida que atraviesan las siete esferas, las que armonizan con la
creación material. Cabe decir con seguridad, no obstante, que en la Creación Mayor,
Brahma creó oleadas de vida en cada uno de sus planos (o cuerpos) y que los elementos
invisibles de la Naturaleza están poblados con razas, orbes, cadenas y. que pasan a través
de la cadena septenaria de manifestación, sin que ninguna de estas creaciones se dé cuenta
o comprenda la existencia de cualquiera de las otras, o que sea comprendida por cualquier
otra. Puesto que esto es cierto del Hombre Universal y ya que la ley de analogía es una
guía infalible, podemos afirmar con seguridad que el hombre (el universo menor) no sólo
lleva a cabo la obra de la creación física, sino también da origen a una complicada serie de
creaciones mentales y astrales que el vidente entrenado es capaz de estudiar a primera
vista y cuyos atributos puede clasificar.

Damos seguidamente un resumen de algunos de sus más sobresalientes rasgos: Cada


plano de la Naturaleza corresponde a cada uno de los vehículos del hombre. La evolución
cosiste en elevar el centro de conciencia de vida sucesivamente de un plano a otro por la
armonización gradual de la conciencia con la velocidad vibratoria de cada plano.

En el mundo occidental, el plano físico es el mundo de la realidad, por cuanto la


conciencia de sus habitantes se concentra únicamente en las cosas materiales, quedando
los centros de los sentidos aprisionados en lo visible y físicamente tangible.

Para nosotros el mundo físico es la única realidad existente por cuanto conocemos lo
externo sólo a través de la velocidad vibratoria de la percepción sensorial; y nuestra
velocidad de percepción sensorial hace que armonicemos con el plano más inferior —los
pies de Brahma—, el nivel de los Sudra, o sirvientes.
En la Naturaleza, hay un mundo o plano (uno de los cuerpos de Brahma) con el cual el
hombre llega a armonizar por medio de la velocidad vibratoria del átomo emocional
sutrátmico. El giro de los átomos produce una velocidad de vibración, y cada uno de estos
átomos simientes vibra a una tónica diferente. Para el que es capaz de entenderlo, y cuyos
sentidos hayan logrado las necesarias armonizaciones, estos átomos simientes entonan un
canto místico cuyas notas suenan como los tonos estruendosos de un órgano colosal de la
Naturaleza. Sin detener nunca su maravilloso movimiento de giro, se unen al conjunto de
las sinfonías celestiales de las esferas en movimiento. En una forma mas moderada,
entonan el canto emitido por los planetas y de este modo susurran el nombre sagrado del
Más Alto, ese Ser maravilloso que está compuesto de todas las chispas de vida que giran
en la infinita espiral del sonido vibratorio.

Del cuerpo físico del hombre se extiende un aura en forma de huevo, con la parte mas
ancha abajo. Esta aura, llamada comúnmente el cuerpo astral, es una serie de emanaciones
remolinantes en la que los rudimentos de los órganos pueden advertirse en espirales y
ruedas giratorias de luces coloreadas. Este cuerpo en forma de huevo se extiende de
treinta a treinta y cinco centímetros fuera de la forma física, y es el vehículo de la
expresión consciente que hace armonizar al hombre, el pequeño dios, con las emociones
del Creador. Como el rojo planeta Marte (que es su nota fundamental) este cuerpo brilla
con matices y colores opalescentes, en los que predominan el rosado, el violeta y el
naranja. Este cuerpo pertenece tanto al organismo como el cuerpo físic o, y funcionamos en
él muchos años después de la muerte de nuestra forma física.

Este cuerpo astral expresa todos los sentimientos, las emociones, los deseos, los odios,
los temores, los excesos y las cualidades activas del organismo humano. De él se derraman
perpetuamente en el plano astral de la Naturaleza los elementales creados por el hombre
que habitan ese plano en el gran universo.

Los antiguos dividieron el plano astral en dos grandes regiones: Kama Loka y
Devacham. Estas palabras expresan en forma más adecuada que los términos de los
idiomas occidentales las cualidades de este mundo. La traducción Kama Loka significa en
primer lugar el mundo de Compensación. Fue identificado con el purgatorio por las
organizaciones religiosas de la Cristiandad, y está compuesto por los tres planos más
groseros del mundo astral. Es importante comprender que el así llamado purgatorio de los
antiguos es muchas veces más sutil en sus principios atómicos que el mundo físico, y que
interpenetra la materia física. Aunque no tengamos conciencia de ello, las llamas eternas
del infierno están en medio de nosotros, invisibles, desconocidas, y absolutamente inocuas,
debido a que actuamos en un nivel de vibración distinta.

En esta división inferior del plano astral se vierten los elementales generados por las
emociones del hombre. Nuestros odios, temores y excesos son así estancados en los tres
planos inferiores del mundo astral. Allí el clarividente puede ver el fruto de la degeneración
humana y los hijos nacidos del cuerpo animal del hombre. Estas creaciones a menudo son
extrañas contradicciones de las cosas que una persona quisiera que los demás creyeran,
porque no muestran lo aparente, sino los secretos excesos de su vida. Como corrientes de
demonios y monstruos, tal como las que frecuentan el sueño de los adictos al opio o
resplandecen ante los ojos de los borrachos, vemos a los hijos nacidos en el lugar más bajo
del mundo de fuego de Dios. Surgen de nosotros en una incesante e infinita corriente, y
nutren esa hirviente multitud de seres de fuego que se destruyen unos a otros en ese
mundo de oscuridad. Esto es por cierto el Infierno del Dante. En Kama Loka, la tierra del
pecado, el hombre debe encontrarse con sus creaciones cara a cara y enfrentar a los hijos
de sus vicios.

Poco comprende el hombre la inmortalidad que es capaz de otorgar a sus creaciones. Hay
una leyenda apócrifa del Maestro Jesús en la que se dice que cuando era niño modelaba
para jugar palomas de arcilla y las echaba en el aire, dándoles vida para que pudieran volar
al cielo. De la misma manera, cada uno de nosotros, con el poder de inmortalidad en
nuestra alma, otorga la vida a las substancias de la Naturaleza, modelándolas en la
expresión de nuestros temperamentos y personalidades, y arrojándolas en la sutiles
esencias de la existencia donde flotan por n i contables edades, llevando cada una las
bendiciones o las maldiciones con que fueron dotadas por nosotros.

FORMAS DE PENSAMIENTO

Los pensamientos son las emanaciones geométricas del cuerpo mental. Germinan y se
vitalizan por medio de la unión del plano mental con el cerebro físico que, como si fueran el
padre y la madre, dan nacimiento a un hijo: un pensamiento. Para poder pensar, es
necesario que el ente tenga en su ser un centro de poder consciente, un vórtice sutrátmico
con la misma velocidad de vibración que el plano mental. En torno de este centro,
construye el aura mental, que consiste en un vehículo en forma de huevo, a veces con las
puntas uniformes y otras con el extremo superior ligeramente más ancho. Este ovoide, por
armonizar con Saturno (el que nació de la mente), es de un color índigo oscuro, pero lo
atraviesan formas mentales de variados colores y por lo general tiene un borde
hermosamente festoneado de luz dorado, la que a veces vira al verde o al anaranjado. Este
cuerpo, que es el vehículo de conciencia en el plano mental, es el más elevado de que
somos capaces de construir en la actualidad ya que los vórtices de los cuerpos superiores
aun siguen en estado latente.

Los Maestros de la Sabiduría (los más altos iniciados de nuestra oleada de vida) actúan
en estos cuerpos mentales, los que algunos de ellos son capaces de modelar en estrechas
semblanzas de la formo humana. Estos son los cuerpos de los cuales surgen las formas de
pensamiento, extrañas emanaciones geométricas, y muchas ondas y rayos de diversos
colores. Estos también son los hijos del hombre; y por haberlos creado , tiene la
responsabilidad de su existencia, ya que no tiene el poder de impedirles ir de un lado para
otro en el espíritu de su creador.

Estamos rodeados por las emanaciones de nuestros propios cuerpos, que se esparcen
constantemente en las infinitas corrientes de reserva de energía, tanto constructiva como
destructiva. Estas corrientes de energía son el resultado de haber vitalizado nuestras
emociones y pensamientos confiriéndoles por esa razón el poder de nuestra inmortalidad.

DEVACHAN

En Oriente, se llama Devachan al hogar de los Devas, una importante raza de seres
espirituales, o más bien de creaciones astrales de orden elevado que nunca aparecen en el
plano físico, pero que actúan continuamente en sus cuerpos astrales y ocasionalmente en
sus cuerpos mentales. A veces los Devas se vinculan con las salamandras, pero esto es
incorrecto, como el estudioso que examine cuidadosamente esta cuestión comprenderá
fácilmente. Los antiguos reconocían tres grupos de Devas: (1) los Devas informes de los
más elevados planos mentales, cuyos vehículos están formados por la noche sin nubes de
la sustancia Arupa, esencia mental abstracta; (2) los Devas encarnados, que son los
grandes seres que moran en el Rupa, o el plano de formas mentales compuesto de materia
pensante concreta similar en contextura a las formas de pensamiento; (3) los Devas del
fuego, o los moradores de Devachan, el plano astral más elevado.

Los Devas forman parte del gran grupo de los entes espirituales que ayudan a lle var a
cabo las direcciones del Logos Planetario. Son seres maravillosos dotados de gran
sabiduría, gloria y poder, y nunca aparecen en el plano físico. Su conocimiento es
aparentemente ilimitado, y ver a uno es una experiencia inolvidable. Forman un grupo de
instructores de la humanidad en los planos más elevados de la Naturaleza. Estos seres son
emanaciones de las oleadas de la creación, y evolucionan como hijos arrojados por los
cuerpos superfísicos de las deidades. Algunos se denominan, los "nacidos del sudor"; otros
"hijos del fuego". En muchas de las antiguas doctrinas, eran llamados "nacidos de la
sangre", y también en otras, "hijos de la mente".

De la misma manera que estos seres son los Hijos de Dios nacidos de la mente, también
lo son las formas de pensamiento y los elementales astrales, los hijos nacidos de la mente y
los hijos nacidos del fuego de los seres humanos. El hombre tiene la responsabilidad de
esas extrañas criaturas que flotan en el espacio y combaten durante innumerables años
antes de disolverse finalmente en las esencias Al cuerpo de Dios. Si el hombre tuviese el
poder de la creación inmortal, poblaría los elementos con estos demonios. Pero como
todavía no aprendió a hacerlo, en esto estriba su salvación.
CAPITULO IV

FANTASMAS Y ESPECTROS

Además de los moradores vivientes de los elementos, hay una clase de larvas
comúnmente llamados sombras, fantasmas o espectros. Agruparemos ahora bajo un mismo
título de fantasmas a los espíritus desencarnados y a los cascarones carentes de vida que
flotan en las esencias de los planos superfísicos. Esto es incorrecto, porque en verdad la
palabra ghost (fantasma en inglés) deriva de la palabra gast, que significa una sombra que
pasa o el reflejo arrojado por la luz en la oscuridad circundante. Jehovah, el Dios de la
forma como Shiva de la India (el tercer aspecto de la Trimurti) y Osiris (el tercer aspecto
de la Trinidad egipcia), es representado como el Señor de las sombras o apariciones del
inframundo. En realidad, todos los cuerpos son fantasmas porque son los espectros de lo
real. El que es una sombra de lo eterno es denominado fantasma o espectro, y no tienen
realidad salvo mediante el reflejo de la vida.

De noche, en los cementerios se ven en el aire esferas de luz fosforescente y onduladas


colgaduras de fósforo; porque el cuerpo humano cuando se desintegra, crea una niebla
luminosa. Los antiguos pueblos daban a esta niebla luminosa el nombre de sombra, o
aparición. Decían también que las sombras de los hombres recorrían los senderos de su
pasado, como el fantasma del padre de Hamlet se paseaba por las murallas almenadas de
su castillo.

Por lo general, podemos dividir los fantasmas que trasmiten de noche en dos clases
generales. Primero, hay los cuerpos que se desintegran de las inteligencias desencarnadas.
El hombre no muere una sola vez en la Naturaleza, sino muchas veces. Desecha no sólo un
vehículo físico, sino también un cuerpo etéreo, un cuerpo astral y, por último, un cuerpo
mental. Estos son abandonados, primero los más densos, como las telas de una cebolla.
Cuando son arrojados fuera de la mónada espiritual, cada uno de estos desechos flota en
su propia esencia de existencia durante un tiempo considerable antes de desintegrarse
completamente, por cuanto las esencias sutiles de la naturaleza conservan por
innumerables años los cuerpos compuestos por ella, de la misma manera que el alcohol
conserva la carne. Las esencias de la Naturaleza están compuestas con cuerpos que se
descomponen lentamente y que fueron desechados después que sus experiencias las
hubieran incorporado en los organismos espirituales del hombre.

En estas esencias de la Naturaleza, viven también seres que se visten con esos cuerpos
que se disuelven lentamente, como un actor se pone un traje de disfraz o lleva una
máscara. Estos disfrazados son generalmente los elementales del éter. Los fantasmas que
se ven son generalmente cuerpos etéreos de los cuales huyó la conciencia espiritual, y que
ora son arrastrados ante los ojos de los hombres, como los restos de un naufragio que flota
en el mar, animados en parte por las sustancias sutiles de los éteres, ora son vitalizados (a
veces humanizados) por una inteligencia de uno de estos planos sutiles.

La gente dice: “La visión que vi no era un cadáver que flotaba; se movía, levantaba las
manos, me miraba”. No comprenden que esa masa de protoplasma etéreo que se arrastra,
que se mueve está flotando en la superficie y en medio de un mar de éter. Si alguien
pudiera caminar en el fondo del océano y ver las ondulantes ramas de las algas destacarse
vagamente en la pálida luz verde, vería una sustancia que en sí misma es incapaz de
locomoción o animación más allá del principio vital de propagación. Esta sustancia ondula y
se mueve, se retuerce y gira como si estuviese viva. Largas guedejas de algas, que se
parecen al cuerpo de una boa, hacen ondular sus sinuosas ramas, de la misma manera que
los fantasmas que aparecen de noche señalan con el dedo o fijan su ojo vidrioso hacia la
víctima que los contempla. El movimiento no tiene origen en la cosa que vemos moverse,
sino que es el resultado del movimiento de las fuerzas externas.

Únicamente los que están conscientes en los planos más bajos de los mundos etéreos
pueden comprender lo que significa ver esos desechos que flotan, que son arrastrados,
siempre arrastrados, cada vez más borrosos, y muchos años después –a veces siglos- un
rostro extraño, tan borroso que es apenas visible, señala la desintegración final del
espectro etéreo.

El plano etérico pertenece en realidad al mundo físico. Está ligado a la esfera física por
cuanto en realidad en el molde en el cual se fundió su parte densa, de la misma manera que
la anatomía física del hombre es realmente moldeada en el doble etérico. Este vehículo
etéreo es puramente una sustancia física, mucho más tenue que los sólidos, líquidos y
gases que vemos. Está más o menos ligada al cuerpo físico, desintegrándose a veces con
él, pero por lo general permanece diferenciada de la sustancia del mundo astral. El cuerpo
etérico vaga cerca o sobre la tumba donde el cuerpo denso ha sido colocado, y a veces esto
conduce a una condición de apego a la tierra. Para prevenir esta posibilidad los antiguos
ocultistas cremaban el cuerpo físico. Cuando se hace esto, nada queda para atar la
inte1igencia más alta a la materia, ya que el cuerpo ha sido completamente reducido a la
sustancia básica inorgánica.

El primer vislumbre de la visión etérea (que no es más que una extensión de la visión
física, y no clarividencia como algunos imaginan) hace entrar al hombre en un mundo de
espectros, la frontera entre los mundos físico y verdaderamente superfísico.

Allí ve esas formas cubiertas de flotantes ropajes hechos con los sutiles átomos de ese
mundo, hirviente y retorcido. Formas dantescas, en infinitas nubes. Millones de estas
formas se extienden tan lejos como puede alcanzar la vista, flotando en grupos o en líneas
ondulantes en el mar de éter donde se conservan. En la interminable marcha del tiempo,
poco a poco se desvanecen, por cuanto los átomos vuelven al mundo etéreo de la misma
manera que los átomos físicos vuelven al polvo. Así como los átomos físicos se incorporan
otra vez en los siempre cambiantes cuerpos, y lo que constituía el cuerpo de un hombre
puede aparecer en el organismo de una planta o un animal, el éter que había sido atraído
por los centros de conciencia etérea para construir un cuerpo, cuando lo dispersa el tiempo,
finalmente se une en nuevas formas. Las partículas del cuerpo etérico del hombre están
hechas con los átomos que se desintegran de los millones de fantasmas que han estado
flotando en los éteres desde que empezó la eternidad. A este mar de éter ha de volver
cuando haya terminado su trabajo, y cuando las impresiones que el hombre ha implantado
en él, y que son necesarios para el progreso de su alma, hayan sido extraídas e
incorporadas a sus vehículos más elevados.

El hombre tiene un cuerpo relacionado con cada uno de los reinos de la Naturaleza que
luego se combinan en la cuádruple conciencia. Toda la gama de su expresión –tal como se
manifiesta por medio de la forma, desarrollo, movimiento y pensamiento- es inspirada por
un organismo completo, que en el hombre se llama cuerpo, y en el Hombre Universal un
plano de la Naturaleza. Cada uno de estos cuerpos actúa en su despectivo nivel. El hombre
nace en cada uno de estos planos a medida que el átomo sutrátmico desciende y, por la ley
de atracción, polariza un cuerpo. Este cuerpo crece de una manera natural y progresiva.
Luego, cuando fallece, muda sus vehículos en el estado de desencarnación, desechando
cada uno de estos cuerpos hasta que sólo queda el átomo gonádico en el plano Arupa.
Estos cuerpos desechados se convierten entonces en los fantasmas o cascarones del
mundo superfísico, de la misma manera que el cuerpo físico, cuando el ego espiritual ha
desaparecido, se transforma en una cosa carente de vida, conservando la forma de una
criatura viviente, pero desprovista de conciencia o inteligencia.

En la antigüedad este proceso tenía como símbolo a la Luna, la que en verdad es un


fantasma, por cuanto su inteligencia se reencarnó en la tierra. Es un cuerpo muerto,
desprovisto de vida, impulsado por el poder del gran desintegrados de la Naturaleza, el
Señor de los Fantasmas o Espectros; en otras palabras, el Regente de la Luna.

Volviendo al mismo tema, hay una conciencia espiritual ligada a la tierra que a veces
visita a los seres vivientes, pero en este caso lo hace generalmente por medio del cuerpo
astral más inferior. En consecuencia, nunca se la puede ver a me nos que el individuo esté
parcialmente dormido. Las personas que han visto estos espectros siempre afirman por
todos los santos que estaban completamente despiertas. La conciencia está completamente
despierta, pero actúa en ese momento en el cuerpo astral más inferior. De ahí que el
cuerpo físico no se mueva en todo el tiempo de la visión. La persona no puede levantarse y
aproximarse al espectro. Piensan y están vivos y despiertos, pero es siempre un estado
semejante al ensueño en el que están parcialmente bajo el imperio del sueño. En ese
momento, el cuerpo físico está descansando, y las cualidades físicas más inferiores no se
interponen ni se expresan en forma alguna. Entonces mucha gente se vuelve ligeramente
clarividente y ve los fantasmas y espectros en este mundo. El espectro por lo general
adopta una forma de un color grisáceo, cubierta por una vestidura oscura, y rodeado por
una luz de un gris azulado. Luego de haber estado la persona desencarnada algunos años
alejada del plano físico la parte inferior de su cuerpo se convierte en un colgajo y
finalmente desaparece, por cuanto en el plano astral más elevado conserva sólo la
conciencia de la cara. Estos espectros aparecen generalmente debido a que están ligados a
la tierra por fuertes ataduras, tal como los celos y el daño que causaron. Un amor o un odio
muy grande también los atrae. Por lo tanto, el avaro vuelve a su tesoro llevado por la
codicia. Estas formas fantasmales son las que con su presencia llenan los antiguos
castillos, como el hermoso fantasma de Hampton Court.

Una vez que están libres de los remordimientos de su conciencia o de alguna obra que
dejaron sin terminar, estos espectros desaparecen porque la conciencia se desvanece con
el cuerpo astral, y este cuerpo se convierte meramente en un cascarón. A menudo el
cascarón es animado por los elementales que siguen frecuentando los lugares donde iba
antes el espíritu. Un gran porcentaje de las visiones vistas por los médiums son meramente
estos cascarones etéreos vitalizados por un elemental de los mundos astral o etérico. Las
ligaduras que atan a la tierra, tal como los conceptos mezquinos, la ignorancia, los
propósitos dirigidos hacia una sola finalidad, o actitudes similares se hallan en muchos
ejemplos. Muchos meses después del cese de las hostilidades de la última guerra mundial,
los soldados de ambos bandos que habían muerto en la lucha, se levantaban de los campos
de batalla y combatían en los éteres, completamente inconscientes del hecho de estar
muertos Se herían y mataban unos a otros, maldecían y proferían palabrotas, y vivían otra
vez entre las explosiones de los proyectiles como en el pasado. Otros vagabundean entre
los bosques de cruces de los cementerios de Europa, preguntándose muchos años después
de su muerte qué les sucedió. El mar está poblado de buques fantasmas cuyas
tripulaciones, muertas desde hace mucho, siguen navegando hacia el puerto al que nunca
pudieron llegar cuando vivían. A bordo de los antiguos galeones del plano etéreo, el viejo
bucanero español todavía sigue contando su oro, atado por la ligadura de la materialidad y
el egoísmo al mundo del cual ya no forma parte. El fumadero de opio sigue frecuentado por
los espíritus de los que murieron esclavos de la maldición de este vicio, y que vuelven para
inhalar el malsano humo y regocijarse en su desdicha. Como grandes vampiros, buscan
gozar otra vez las pasiones de su antigua vida terrenal apoderándose de la mente y el alma
de los vivientes y obsesionándolos con sus insatisfechos deseos.

Todos estos hechos nos enseñan una importante lección. La respuesta al problema de los
que siguen atados a la tierra presenta dos reglas principales la vida honrada y el desapego.
Los que han cumplido su deber en este mundo no tienen que preocuparse en volver y pedir
perdón, ni tienen que seguir los pasos de las personas a quienes hicieron daño, esperando
la liberación. Los que no tienen apego a las cosas de este mundo van a cumplir el cometido
que les confía su Maestro en otros mundos. Otra vez, si la gente de este mundo pudiera, en
espíritu y en verdad, liberar a los muertos, no estarían rodeados de espectros que se
lamentan y ruegan, mantenidos por una fuerza que no está a su alcance comprender.
Cuando lloramos por los muertos, cuando deseamos que retornen a este mundo, los
arrancamos del cometido que les confió su Maestro y nos rodeamos de fantasmas que
nunca más regresarán a la vida, pero a quienes mantenemos aquí e impedimos que
cumplan su deber.
Esos cascarones que flotan en el éter y las regiones inferiores del plano astral, son tan
incapaces de ayudarnos y guiarnos en la búsqueda de nuestra salvación como lo es un
cadáver de salvarnos en este mundo. Estos cascarones son las cosas que más a menudo se
ven en las visiones. Están obsesionados por los más bajos elementales y las larvas del
plano astral más inferior. Hacen mover las mesas y las sillas, realizan materializaciones y
pintan cuadros, y el hombre en su imbecilidad hace dioses de entes que no son siquiera
humanos. Que el estudioso investigue esos mundos por su propio placer; o si es incapaz de
investigarlos, que aprenda la gran verdad de que el hombre no debe rendir homenaje a lo
que no conoce. Solamente a su Dios debe rendir el homenaje que el despertar de su
conciencia le indica que éste merece. Solamente con una conciencia perfecta vendrá
una comprensión perfecta y una perfecta cooperación con el obrar de la Naturaleza. Los
fantasmas de los viejos cementerios y los espectros de los sueños deben volver a los
planos de donde han venido, donde flotarán como desechos hasta que la eternidad termine
de disolverlos; ya que, los vehículos de conciencia del espíritu, han de ser liberados para
aprender las lecciones del nuevo mundo donde vive. Allá, sin sufrir la influencia de las
emociones humanas, absorberá los frutos de sus respectivos cuerpos y con ellos constituirá
el cuerpo eterno —el templo del alma —, que es la joya de la coro na humana, el gran logro
de la evolución.
CAPITULO V

EL MORADOR DEL UMBRAL

El carácter y las cualidades que dan verdaderamente la medida de la conciencia


humana no estaban en el germen primitivo de ser que salió del Infinito, sino que son
el fruto de la experiencia y la madurez que se logra con la edad espiritual. La Chispa
Primordial –lo que no nace y no muere en cada organismo- sabe que no podrá ser
salvada por los cuerpos que ha construido al estar en contacto con los mundos
inferiores, esos que llamamos los dominios de la forma. La Primera Chispa, este
germen divino del espíritu, hace posible todo crecimiento y expresión; pero el
crecimiento, en la verdadera comprensión espiritual de la palabra, es el resultado de
que la conciencia acepte los átomos evolucionantes de los diversos factores que
agrupamos juntos bajo el título de experiencia, sin la cual el espíritu no puede
mejorar su herencia primitiva.

El mundo que conocemos es el jardín de infantes del espíritu. Aquí las almas
infantiles son instruidas en las realidades por medio de las irrealidades. De la misma
manera que cortar figuritas o hacer barquitos de papel es el primer paso en la
educación del niño, las cosas aparentemente muy ale jadas de la verdad modelan, en
una forma misteriosa, el carácter del hombre según líneas de conducta que más tarde
lo llevarán a la sabiduría. Muy escasos son los que aquí comprenden que en este
mundo están a prueba, pero esto es la verdad. Estamos obligados a empuñar los
rayos de la rueda de la ilusión hasta que, como los niños en la escuela, nos
adelantamos a nuestra clase y somos trasladados a otra superior. Del mismo modo
que en la escuela hay niños que nunca parecer aprender, y se quedan año tras año en
el mismo grado, los que no dominan los problemas de la gran escuela de la vida
deben permanecer en el mundo de la materia hasta que comprendan el plan y (lo que
es mucho mas importante) hasta que vivan de acuerdo con la realidad que han
descubierto.

En la actualidad, todo el progreso se lleva a cabo a través del cuerpo físico. Todos
los vehículos más elevados hallan expresión a través de este medio, y son modelados
por la manera en que aplican sus fuerzas respectivas en el mundo material.
Enumerémoslas y describamos qué influencia sufren:

El Cuerpo Mental. En los tiempos presentes este es el vehículo más elevado del
hombre, salvo unos pocos Adeptos v Maestros muy adelantados que actúan
conscientemente en el cuerpo búdico. En la mayoría de la gente, el cuerpo mental
aparece como una nube amarilla que rodea la cabeza y los hombros. Cuanto mayor es
la fuerza de pensamiento de la persona, tanto más organizado es el cuerpo mental. El
cerebro es su vehículo en la materia, y el desarrollo de este cuerpo superfísico
depende enteramente del ejercicio de la fuerza de pensamiento; no depende de otros
entes, sitio de la solución de los problemas de vida de acuerdo con las facultades de
la razón y es lógica.

El Cuerpo Astral. Este cuerpo es mucho más viejo que la mente y por consiguiente
está desarrollado en una forma mucho más perfecta. Halla su expresión por medio
del fuego de la sangre del hombre. La s emociones, pasiones, y reacciones con las que
el hombre excita su organismo son expresiones del cuerpo astral. El corazón, como
órgano de influencia sobre el destino de la conciencia, expresa las cualidades del
cuerpo astral; y el dominio y la dirección de las fuerzas emocionales son los que
construyen el alma astral en el hombre. Las emociones siempre tienen tendencia a ir
a los extremos, y es el equilibrio de los opuestos y el dominio de los extremos en esta
vida lo que modela el cuerpo astral en un vehículo permanente para la expresión del
espíritu.

El Cuerpo Físico. Este vehículo compuesto de la densa forma química y del doble
etéreo (o vital), es en principio la más antigua conexión del hombre con el universo
exterior, y en la actualidad constituye el punto en que se centran todos los demás
cuerpos. La eficiencia de este cuerpo da la medida de la expresión de todos los
vehículos más elevados. Constituye la conexión positiva entre la escuela de la
experiencia material y las fuerzas sutiles que el hombre trata de develar. A través de
este cuerpo y su expresión, en la actualidad se realiza todo el crecimiento espiritual.
Cuando el inventor esboza por primera vez su idea, debe adaptarla a las necesidades
prácticas y modificarla para que esté de acuerdo con los requerimientos de su
fabricación. De la misma manera, los esquemas de la conciencia son puestos a
prueba en la práctica. Por lo tanto este cuerpo se convierte en el terreno de prueba
de la vida, y solamente los que lo cruzan, y sobre su yunque traducen sus teorías a la
práctica, son capaces de conocer verdaderamente la eficacia de sus ideas.

Es preciso ahora que consideremos algunas de las expresiones por las cuales
hemos aprendido a juzgar el carácter y la vida de las personas con quienes estamos
en contacto. Estos no son dones del espíritu inmortal, sino más bien la cosecha de los
campos de la vida cuando se supo vivir con inteligencia. Conocemos las siguientes
cualidades del alma:

Virtud. La virtud es la inocencia que se transmuta en la comprensión inteligente del


derecho
Moral. Este logro solo puede alcanzarse por medio de la experiencia.

Continuidad. La facultad de desarrollar cierta línea de razonamiento y llevarla hasta


una conducta exitosa, sin permitir que intereses ajenos o deseos distraigan la mente,
es el resultado de largos años pasados en dominar las fuerzas mentales y en
desarrollar la voluntad hasta el punto en que se convierte en directora de todas las
emociones.

Discriminación. Esta es la capacidad de elegir entre un número de posibilidades


aparentemente iguales aunque diversas, la que conviene mejor a las necesidades del
organismo. La experiencia es la única que permite que la sagacidad resuelva los
problemas prácticos que se presentan.

Equilibrio. El poder de no dejarse conmover por las condiciones pasajeras se


logra por medio de un cuidadoso análisis de la vida, y comprendiendo que el mundo
donde vivimos debe ser estudiado y analizado, pero nunca presuponer que es una
realidad. El hombre nunca debe renunciar a lo que cree o a lo que para él es una
realidad. Tiene que estar más allá del velo antes que pueda liberarse de las ilusiones
de este mundo.

Sabiduría . La comprensión es el producto de la experiencia actual. El filósofo, con


su pelo cano y hombros encorvados, ha vivido la vida hasta que conoce sus caminos y
atajos y, por consiguiente, puede ayudar a los demás a lograr una mejor comprensión
de las realidades de la Naturaleza. Solamente la edad y el poder del alma otorga la
madurez que es la base de la sabiduría.

La experiencia confiere muchas otras cualidades algunas aparentemente buenas y


otras malas. Muchos creen que revolcarse en el loda zal del pecado es un gran errar;
otros creen que Dios debe tener una manera más fácil y mejor de instruir a sus hijos
que la de obligarlos a batallar en la oscuridad para salvarse. Esto será siempre una
cuestión abierta que cada cual debe resolver a su manera. En torno de nosotros hay
miles de seres que se debaten en el fango de la degeneración. Gran parte de las
personas que pueblan el mundo son moral o físicamente mancilladas. Es demasiado
tarde para prevenir los errores que todos cometemos y defendemos, por eso sólo nos
queda ayudar a los que han caído y volverlos a levantar para que por medio del dolor
eviten en lo futuro nuevas caídas. Es imposible promulgar una ley que haga a la gente
buena, pero el sufrimiento la hace prudente cuando no supo aprovechar los consejos
que hubieran evitado esta situación; el dolor y los desencantos nos hacen pensar,
cuando no hicimos caso de los buenos consejos. En esta forma, el hombre aprende a
través de la experiencia. Los canales de la vida muestran que los más pecadores se
convirtieron en los más grandes santos, no a causa de sus errores sino porque la
experiencia les enseñó a corregirlos. Todos deberíamos agradecer a Dios el que nos
haya otorgado la capacidad de sufrir, por cuanto a través del dolor, nacen las grandes
almas. La adversidad anonada al perezoso, pero galvaniza el alma para la acción y es
un incentivo para los que buscan el logro de sus empresas. La adversidad disciplina
el espíritu y pone a prueba las resoluciones. Cuando se domina la adversidad, nace el
valor.

Debemos agradecer a Dios el que tengamos adversarios, porque sólo por medio de
un enemigo se puede conocer el verdadero valor de un hombre. "¿Qué haría yo si me
encontrara en ciertas condiciones?", es una pregunta que todos deberíamos
formularnos. Muy pocos son los que conocen, y aún menos los que son capaces de
hacer en un momento difícil la cosa que proyectaron cuando no estaban apremiados.
Basta colocar gente en distintas situaciones, y sólo entonces se podrá juzgarlas y
conocer su valor ante la vida. No es necesario acusarlas o defenderlas; sus acciones
nos dan el verda dero valor de su alma, y su alma nos muestra su edad en el plan
cósmico en una forma que ninguna protesta o profesión de fe podría hacer. Las
acciones y las actitudes ante la vida son las mejores pruebas; las palabras son
meramente la expresión de emo ciones en las que rara vez es dable confiar. El
hombre a menudo discute consigo mismo para confirmar cosas que sabe que no son
ciertas. Por lo general el animal humano se convence a sí mismo de la realidad de la
mentira antes que pueda probarla a otro. En efecto, raramente la prueba a otro, salvo
a sí mismo.

LA FORMACION DEL ALMA

En los tiempos presentes, usamos dos palabras: alma y espíritu como si


significasen la misma cosa. Esto no es correcto. "El alma que peca ha de morir"
(Ezequiel 18:4). El espíritu no muere.

En filosofía oculta, el espíritu es esa esencia que siempre existe y que constituye la
parte inmortal de todas las cosas creadas en cualquiera de los siete mundos en que
se manifiesta el plan cósmico. El espíritu es indestructible, increado, y es el germen
de la divinidad en todas las creaciones manifiestas ; es Dios en nosotros, la
permanencia eterna, el triple espíritu del ser.

El alma es la vestidura del espíritu; el fruto o esencia de toda la experiencia que se


ganó por me dio de la manifestación en los mundos concretos de materia mental, de
materia astral y de sustancia física. En el sentido espiritual el hombre sólo puede ser
vestido por sus virtudes. De ahí que el logro del áureo ropaje del alma es la
verdadera razón de la vida. Los accidentes carecen de valor, salvo por la impresión
que dejan en la naturaleza de aquel que los sufrió. Por medio de un proceso oculto,
esta impresión se modela en el cuerpo del alma como otro hijo en la vestidura
inconsútil del Prometido espiritual. En la Naturaleza, nada se pierde, y este vehículo,
creado por la asimilación de la experiencia lograda desde hace millones de años, en
que la conciencia se diferenció por primera vez, se denomina el alma — el modelador
del destino-, el mentor que hay que consultar cuando hay que tomar una importante
decisión. El alma mide en cartabón del hombre para el bien y el mal en la balanza de
las cosas conocidas. Es la base del juicio y la inspiración que está tras la voz de la
conciencia. Por lo tanto preguntamos con el profeta de la antigüedad: "¿De qué
provecho le será al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?”.

En el alma se dibujan todas las distintas acciones y reacciones que constituyen la


vida. Por consiguiente el alma es esencialmente dual en su naturaleza: es lo que
registra los éxitos y lo que registra los fracasos. Las cosas que hemos hecho para el
bien se convierten en nuestros ángeles guardianes que nos guían e inspiran para que
logremos nuevas victorias, mientras que las cosas que hemos hecho para el mal se
convierten en nuestros amenazantes acusadores, confrontándonos siempre con la
responsabilidad de nuestros errores.

En la puerta de los templos de Oriente hay dos perros, uno que ríe y el otro que
mira de soslayo. Representan nuestras virtudes y vicios, experiencias que debemos
sufrir si que remos entrar en el sendero que conduce a la perfección. Estas dos
cualidades —la buena y la mala dentro de nosotros— están siempre con nosotros.
Una señala el cielo, y la otra siempre nos presenta nuestro mayor problema. El
animal sigue formando parte de nuestra naturaleza, y seguirá haciéndolo así hasta
que transmutemos la fuerza del adversario en la aspiración a las grandes victorias
sobre e l yo inferior.

Este adversario interior, esta acumulación de Karma aún impago, este cuerpo de
pecado, este obstáculo siempre presente, este espíritu de negación, esta siempre
amenazante figura del mal en nuestra naturaleza, era llamada por los antiguos el
morador del umbral.

ENFRENTANDO AL MORADOR

La primera etapa en la antigua iniciación era pasar ante el terrorífico monstruo que
mora en la linde de los mundos físico y espiritual. A los Hijos de la Luz se les decía
que nunca podrían "avanzar en lejana s comarcas" o "ganar el salario del Maestro
Constructor" mientras no enfrentasen con valor y resolución el demonio invisible que
mora siempre con ellos y no despertarán dentro de ellos las fuerzas sutiles con las
que él estaba compuesto. La mayorí a de la gente no llega a conocer esa terrible
figura hasta el momento de la muerte cuando la inteligencia actúa por un breve
instante en esta linde de la muerte y la vida, así llamada, que es el lugar donde mora
la bestia. Allá está agazapada —esa cosa construida por los pecados de la carne y los
crímenes cometidos en la oscuridad—, un espectro de pavoroso terror, la suma total
de la perversión, con el agregado de las fuerzas que se emplearon ma l y del talento
pervertido. ¿Nunca nos hemos detenido a pensar que las cosas que hacemos sin juicio
llegarán un día a enfrentarnos como jueces acusadores y nos impedirán llegar a la luz
que algún día reconoceremos y trataremos de servir?

En épocas muy lejanas, cuando el hombre pecó por primera vez, nació ese ser, y
gritó sobre la sangre del primer hijo de Dios que fue matado. El odio y el miedo, los
celos y la codicia, las pasiones y la lujuria, la negligencia y el crimen, todas estas
cosas lo han nutrido hasta que en el momento presente el hombre lleva consigo un
ser todopode roso criado y educado por lo peor que ha y en él, una bestia semejante a
un demonio que lo incita siempre al crimen y a la perversión, que lo tienta siempre,
por medio del hábito, a hundirse en ese fango de la degeneración del cual sale
arrastrándose tan pe nosamente.
Este es el Guardián del Umbral. Nunca lo hemos visto, pero no hay día en que no
combatimos con él, luchando para liberarnos de los anillos del pecado que son sus
manifestaciones. Cada vez que dominamos un rasgo indigno de carácter, pasamos
ante el Morador del Umbral; porque nuestros pecados nos separan del mundo del
espíritu, y cuando dominamos nuestros errores actuando honradamente en vez de
dejarnos llevar por nuestros malos impulsos como antes, el pecado ya no es un
obstáculo tan grande. Fina lmente llegamos a ser capaces de enfrentar ese ser por
última vez, y entre los éteres del mundo superior luchamos con el dragón del karma
hasta vencerlo y, banándonos en su sangre , nos volvemos inmortales; por cuanto la
energía es la sangre del Morador, y está constituido con la energía que hemos
perdido o mal usado.

El Morador difiere de los elementales y de los Espíritus de Naturaleza en este


particular: los últimos son en sí una creación separada, que flotan en el espacio y que
viven en las esencias etéricas; el Guardián, no obstante, está atado al hombre y
nunca lo abandona. Crece o disminuye con los pecados del individuo del cual forma
parte. El Guardián del Umbral es realmente el cuerpo de pecado de todos los seres
que poseen una inteligencia individual. Aunque el hombre es el único ser inteligente
que conocemos, hay muchos otros en la Naturaleza. El planeta Marte es el cuerpo de
pecado del Dios Solar y por consiguiente es su Guardián del Umbral, pero la Deidad
ha trasmutado su poder en la dinamo del sistema solar.

Los que quieren servir a Dios con seguridad y unirse a los inmortales, deben
primero dominar sus propios pecados. El precio que hay que pagar para entrar en el
Templo es la conquista de nuestra naturaleza más baja, porque no podemos servir al
mismo tiempo a Dios y a Mammón. Si quere mos forzar una parte de nuestra
naturaleza a que desarrolle poderes espirituales, mientras que con la otra servimos al
vicio y a las cosas materiales, es buscar la demencia y la muerte. Por consiguiente,
antes de internarse en el verdadero camino que debe seguir el discípulo espiritual,
hay que examinarse a fondo y ver cuántos elementos de la naturaleza más baja
siguen atándonos a la tierra. Entonces comienza la gran batalla tantas veces
simbolizada en las ceremonias religiosas de los antiguos, que debe resultar en la
muerte de la naturaleza inferior, la del Morador. De las ceni zas del ardiente conflicto,
se eleva la naturaleza más alta y se une con el espíritu de luz. Este es el misterio de
la crucifixión y el significado recóndito del tercer grado del rito masónico. En escala
menor, entablemos todos los días este mismo combate, pero por último debemos
enfrentarlo con valentía y llegar a una decisión.

LOS PECADOS DE LA CARNE


Mientras cualquiera de los siguientes rasgos de carácter queden en la naturaleza
del hombre, éste no tiene derecho a buscar un conocimiento directo sobre asuntos
espirituales. Esto no significa que no deba estudiar estos temas, pero sí que debe
apartarse de las prácticas ocultistas que pudieran actuar sobre su naturaleza y
organismo superfísicos. Los siguientes vicios construyen y fortalecen el poder del
Morador:

Emocionalismo Egotismo Codicia Odio


Excitación Mal humor Ira Temor
Deshonra Discusión Tristeza Lujuria
Egoísmo Exigencia Pasión Mentira
Apego Querella Antipatía Orgullo

Todos los que estudian están a la merced de estas falibilidades. Es de esperar y no


es una desgracia caer en estos pecados, porque solamente los dioses están libres de
toda culpa. Quizá se equivocan también; pero hasta que estos problemas no hayan
sido enfrentados honrada mente y resueltos, nadie tiene el derecho cósmico de
ocuparse de las cosas que están tras el velo que separa este mundo de lo invisible.
Son estas responsabilidades las que debemos experimentar y hacer frente, y lo que
seremos en el futuro depende de la manera en que las enfrentemos y las dominemos;
porque cada una de estas faltas nos hace inútiles a los Grandes que tanto necesitan
la ayuda del mundo de los hombres.

¿En qué clase de universo viviríamos si nuestros dioses estuviesen sujetos a las
falibilidades que enumeramos más arriba? Si nuestro Sol estuviese sujeto a crisis de
cólera y si nuestros Maestros se dejasen llevar por sus fines egoístas, ¿qué nos
sucedería?. Si aspiramos a ocupar puestos de confianza, debemos dominar nuestras
pasiones, ser pacientes y bondadosos como los mismos dioses. Nadie pudo alc anzar
el estado de maestro sin antes pasar ante el Guardián de su naturaleza más baja v
trasmutar en poderes creadores los pecados que otorgan al Morador su poder.

LOS TRES PELDAÑOS

Hay que subir tres peldaños distintos para llegar a la sabiduría, y todo el progreso
debe efectuarse de acuerdo con estos peldaños. Si el hombre desea de verdad
alcanzar el don inestimable de la sabiduría, debe aceptar voluntariamente lo que han
decretado los dioses sobre ese particular. El que estudia debe preparase para el
influjo de la sabiduría. Esto debe realizarlo por medio del recto pensamiento, la recta
acción y la recta manera de encarar la vida.
El recto pensamiento estriba en una mente abierta y pronta a considerar todas las
cosas; una mente humilde que acepta recibir las migajas de los festines de los sabios;
una mente caritativa que no condena a nadie salvo a sí misma; una mente sagaz
capaz de ver el bien en todas las cosas y llegar hasta el bien en todas las cosas.

La recta acción consiste en prestar los debidos cuidados al cuerpo, en hacer el


eje rcicio apropiado y en ocupar el lugar debido en la gran batalla material de la vida.
El hombre crece poniéndose en contacto con todo lo que crece. Cuando un hombre es
capaz de conocer todas las formas de vida con placer, con consideración, con el
corazón de alguien que quiere ayudar, y con la mente de un estudioso, progresa.

La recta actitud significa que todo debe emprenderse con el espíritu de amor, de
verdad, y con un sincero deseo generoso de prestar su ayuda para convertir este
mundo en un lugar mejor donde vivir. Una manera honrada de encarar la vida
significa alegría, espíritu de ayuda y cooperación con todos los que tratan de
progresar. Significa consideración para todos, aun cua ndo no estén de acuerdo con
nosotros, puesto que comprende que el hombre no debe trabajar para el hombre, sino
para Dios, y que a cada uno le corresponde lo suyo.

Luego de haberse preparado para recibir la sabiduría purificando el cuerpo,


ampliando la mente y abriendo el corazón, el hombre debe aplicarse a la tarea de
digerir el conocimiento que absorbe. Combinar los hechos de manera que sean de
utilidad práctica en el mundo no es una tarea desdeñable. Mucho de lo que nos
enseñan los ocultistas no tiene valor alguno para resolver los problemas actuales.
Mientras el conocimiento técnico es necesario para el que enseña, debe sin embargo
ser presentado en un forma que lo ha ga apto para su empleo; si no es así, no hay
ninguna necesidad de enseñarlo.

El segundo peldaño lleva a la sabiduría misma, y esto a su vez prepara el camino


para la tercera etapa.

La tercera etapa es el empleo del conocimiento de la manera mejor y más


convincente. Esto no es un juego de niños; requiere la sabiduría y comprensión de los
mismos dioses. La gente considera las ciencias espirituales con demasiada ligereza.
No comprenden que los hombres iluminados son elegidos entre los mejores de la
tierra. Las más brillantes mentes, las almas más hermosas y los que lograron los
mayores éxitos son los seleccionados para servir junto a los grandes Espíritus. El
ocultismo moderno está lleno de fracasados que nunca hicieron nada ni para ellos
mismos ni para los demás. Si esas cabezas de pájaro creen un instante que serán
elevadas en unos pocos meses o años, está muy equivocadas. Los Maestros adoptan
únicamente a los que son meritorios. ¿Qué somos o qué debemos hacer para ser
merecedores de solicitar la consideración espiritual en el servicio de Dios? ¿Qué
hemos hecho para tener ese derecho? ¿Qué pueden alegar en nuestro favor los
últimos a quienes servimos, nuestros amigos, el mundo?

El siguiente caso ilustra lo que significa el Guardián del Umbral:


La señora X, dama anciana, es tan chismosa que no hay amigo que pueda
aguantarla. No hay una persona que se atreva a hablar en su presencia. Se casó dos
veces, pero en cada oportunidad el hogar se deshizo por su culpa. Esa señora echa la
culpa a los demás, pero todos los que la conocen comprenden que ella es la única
responsable. Tiene un carácter desdichado, un genio acerbo, y un cuerpo envenenado
por su manera impropia de alimentarse. Pasa gran parte de su tiempo lamentando las
desdichas que tuvo en el pasado, creyendo que todo el mundo le lleva la contra. No
quiere reconocer su egoísmo y que pasa el tiempo divulgando lo que sabe acerca de
sus conocidos. Espera que todos le den la razón, y a las personas que no lo hacen los
trata de tontos. A veces está llena de amor por las personas que la rodean, y otras
las odia tanto que quisiera matarlas. Reza y medita todos los días y ruega que la
iluminen espiritualmente. Ve visiones y cree que las creaciones de su mente son
verdaderas, lo cual es del todo imposible. Es una de las miles de personas que
esperan lograr la iluminación como un derecho de nacimiento y alcanzar la
espiritualidad como una herencia. No comprenden que los Maestros necesitan a
gente que sean capaces de obrar. Esta señora sería incapaz de ganar cinco dólares
por semana en el mundo material, y es una inútil en cualquier lugar donde se halle;
pero cree poseer el suficiente valor para que Dios envíe a uno de sus Maestros y le
enseñe las cosas que no es capaz de comprender. Los que desean ser iluminados son
muchos, pero escasos los que aceptan inclinar su voluntad ante la de la Naturaleza y
trabajar lo bastante duramente para cambiar su vida y lograr resultados útiles.

Un análisis del carácter de esta señora muestra que tiene los siguientes defectos:

1. Es un egoísta incurable.
2. Es pesimista.
3. Tiene un genio violento, que envenena su sangre.
4. Es egoísta.
5. Se deja llevar por sus emociones, lo que es una criminal pérdida de energía.
6. Ha descuidado su cuerpo. Dios no frecuenta un templo que no está limpio y libre de
enfermedades.

Estos seis defectos constituyen el Morador del Umbral. Se levantan entre ella y
todas las hermosas cosas que desea ser. Dios no le borrará sus defectos pero le
otorgará lo que desea sólo cuando pruebe su valor dominando su naturaleza y
dándose cuenta de sus errores. Dios hizo un pacto con el hombre . Si el hombre
prepara el templo de su vida, el Padre aceptará morar en él y ser la luz de ese templo.
No pidamos nada a Dios mientras no hayamos hecho nuestra parte; no intentemos
lograr la espiritualidad mientras no hayamos construido nuestro tabernáculo de
acuerdo con la Ley otorgada a los hijos cuando la tierra era joven.

LA ESFINGE
¿Quién fue capaz de medir el misterio de ese rostro inexpresivo que mira en el
desierto hacia el lugar donde se levanta el sol? El ser con el cuerpo de animal es el
cuerpo de pecado del hombre —el Guardián de Umbral— y, como la verdadera
constitución del hombre, es desconocido para la mayoría de las personas. Antes que
el candidato pueda progresar en la obra espiritual que se le ordenó cumplir, debe
arrancar el secreto de pecado del guardián silencioso. Por medio de la concentración
y la consagración, debe corregir y dominar uno tras otro sus propios vicios, hasta que
pueda ofrecer al servicio de los Maestros una vida sin mácula alguna. Sólo entonces
será aceptado. Pero en este mundo son escasos los que desean una vida inmaculada.
Todos desean el poder, pero son escasos los que pueden tomar la espada del rápido
desapego y hundirla en el corazón del siniestro espectro —su propia naturaleza
inferior— el Morador del Umbral.

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