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l título del libro se inspira en la película “El Gran


Escape” de 1964, en la que se cuenta sobre las vici-
situdes que pasan un grupo de soldados prisione-
ros aliados, quienes planean escapar de un campo
de concentración y finalmente lo logran en su
tercer intento; sin embargo, un grupo importante
de ellos se queda en el camino. El libro de Dea-
ton trata de la historia del progreso y el bienestar
mundial, entendida como una en la que algunos
países han logrado avances importantes en salud
e ingreso, mientras que otros se han quedado re-
zagados. Los orígenes de la desigualdad —el sub-
título del libro— se ubican en los países que no
han logrado escapar de la pobreza y la muerte.

La desigualdad es frecuentemente una conse-


cuencia del progreso —explica el autor—, mien-
tras que algunos países de Europa, Estados Unidos
y Asia han avanzado en las fases del desarrollo,
muchos otros se han quedado en niveles similares
a los que existían en años previos a la Revolución
Industrial.

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El Gran Escape
Angus Deaton

Alejandra Huerta Pineda

Para explicar esta cuestión, el premio nobel en Economía analiza la correlación histó-
rica que ha existido entre la salud y la riqueza como componentes fundamentales del
bienestar. Tanto la salud como el ingreso han sido temas ampliamente estudiados,
aunque mayormente de manera aislada, por lo que uno de los méritos de este libro
es analizarlos de manera conjunta durante un periodo de tiempo muy largo.

El libro es rico en esquemas que ilustran la correlación entre el ingreso per cápita e
indicadores de salud como esperanza de vida, estatura, mortalidad y felicidad, entre
otros, para una muestra de países muy variada y con un horizonte de tiempo muy
extenso, en algunos casos desde 1550. Antes de utilizar los indicadores, el autor ex-
plica de forma clara y sencilla su construcción, además de identificar sus limitaciones
conceptuales, de disponibilidad y metodológicas. El lector puede de esta manera
entender la relevancia del trabajo al hacer comparaciones entre países sobre creci-
miento, pobreza y desigualdad entre otros indicadores a lo largo del tiempo.

Basado en fuentes antropológicas, el libro parte de un análisis de la época de la pre-


historia, en la que la esperanza de vida no rebasaba los 30 años. En esta época, las
sociedades no podían acumular por su estilo de vida, por lo que los recursos necesa-
rios para la sobrevivencia se compartían de forma equitativa y en consecuencia las
sociedades eran más igualitarias.

Con la invención de la agricultura (Revolución Neolítica), fue posible el almacena-


miento de los alimentos, lo que permitió la generación de propiedades, el desarrollo

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Reseña

de un gobierno, de pueblos y ciudades y desarrolló la desigualdad en su interior.


De igual manera, el asentamiento humano trajo consigo nuevas enfermedades
infecciosas como la tuberculosis, la viruela, el sarampión y el tétanos.

A partir de mediados de siglo XVI, el autor ya cuenta con estadísticas de esperanza


de vida en Inglaterra con las que es capaz de mostrar las ganancias en esperanza
de vida de 40 a 60 años entre 1750 y 1850. El primer grupo en escapar de la muerte
a temprana edad fue la aristocracia inglesa, quien tenía acceso a los nuevos co-
nocimientos en cuidado de la salud. En contraste, el resto de la población seguía
manteniendo una esperanza de 40 años con fluctuaciones drásticas ocasionadas
por epidemias como la peste bubónica, la viruela y otras características de la épo-
ca.

A finales del siglo XVIII, se presentaron en Inglaterra otras innovaciones médicas


muy importantes: se descubrió el guayacán para tratar la sífilis, se introdujeron
los parteros profesionales, los dispensarios y los primeros planes para la mejora
de la salud. Estas innovaciones fueron posteriormente diseminadas en el resto de
Europa y son responsables, de acuerdo con el autor, de los primeros incrementos
en la esperanza de vida de finales del siglo XVIII, en un primer momento para la
nobleza y posteriormente para la población general.

La Revolución Industrial, que implicó un aumento generalizado del ingreso y la


urbanización, trajo consigo nuevas enfermedades resultado del hacinamiento y
de las malas prácticas en el manejo de los desechos. La necesidad de abatir las
nuevas enfermedades que amenazaban a las urbes dio origen a las políticas pú-
blicas en materia de sanidad y el descubrimiento de la teoría microbiana, a los
cuales, explica el autor, se les atribuye el aumento generalizado y sostenido en la
esperanza de vida en Europa Occidental a partir de mediados del siglo XIX.

De esta manera, en su primer capítulo el autor enfatiza el papel preponderante


que tuvo la aplicación del conocimiento, la mayor disposición a utilizar los nuevos
descubrimientos por parte de una población más educada y un papel proactivo
de los gobiernos en la promoción de la salud para detonar cambios importan-
tes en esta materia durante los siglos XVIII y XIX. En un principio, los avances en
materia de salud fueron muy económicos y se debieron a pequeños cambios en
salubridad que en general no eran muy costosos. Por ello, el autor afirma que el
crecimiento económico desempeñó un papel importante, pero fue en todo caso
subsidiario.

Ahora bien, los países pobres no comenzaron su gran escape de la mortalidad


sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con avances como la intro-
ducción de la penicilina, programas de vacunación contra la tuberculosis, difteria,

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El Gran Escape

tosferina, tétanos, campañas contra la lepra, malaria, la divulgación de la terapia de


hidratación oral, entre otras. En este episodio, el autor destaca nuevamente el papel
que desempeñó un mayor nivel de educación en elevar la salud en estas poblacio-
nes por sus efectos en mejores cuidados, menor fertilidad y apertura a los nuevos
métodos de salud. Así, las regiones menos desarrolladas experimentaron una ga-
nancia en su esperanza de vida de 15 años en el periodo de 1955 a 1970.

No obstante, en la actualidad en muchos países pobres siguen persistiendo las


mismas enfermedades que en el pasado mataban a los niños de países ricos. De
acuerdo a Deaton, no existe suficiente evidencia que apoye el argumento de que
el crecimiento económico explique la disminución en la mortalidad infantil. Las
enfermedades de la pobreza no son causadas por la pobreza misma, sino por la
falta de medidas básicas de salud que pueden ser proveídas por sus gobiernos
como infraestructura de agua potable y vacunas. El ingreso importa hasta cierto
punto, en cambio el papel que desempeñan los gobiernos y el gasto público efi-
ciente es central para mejorar la salud, lo cual depende básicamente de la existen-
cia de instituciones eficientes abocadas a ese tema, de lo cual usualmente carecen
los países pobres.

Ahora bien, aun cuando las brechas en longevidad se estén cerrando entre países,
las brechas de los ingresos no están disminuyendo. La pobreza extrema disminu-
yó de 84 a 24% entre 1820 y 1992, sin embargo la desigualdad se ha acrecentado
y ha cambiado por una desigualdad entre países.

Mientras que en países desarrollados los ingresos promedio han convergido, en el


resto del mundo la desigualdad se ha acrecentado y su ingreso per cápita prome-
dio sigue siendo muy bajo. El autor explica que en los primeros, el progreso tecno-
lógico y su difusión ha sido el factor más importante de su crecimiento, mientras
que los países pobres, que carecen fundamentalmente de instituciones —capa-
cidad de gobierno, un sistema legal e impositivo que funcionen, seguridad en los
derechos de propiedad— siguen sin lograr sentar las bases de su crecimiento.

La pobreza y la desigualdad en muchos países han aumentado, especialmente en


África. El progreso ha creado nuevas divisiones, algunos países se han desarrolla-
do más que otros, especialmente desde la década de los 70, fecha a partir de la
cual el crecimiento ha sido más lento y mucho menos incluyente. El autor reafirma
varias teorías que establecen que en los países que no han logrado remontar la
desigualdad subyacen gobiernos con instituciones débiles cooptados por intere-
ses de poder que impiden el desarrollo económico. La desigualdad es en sí misma
una amenaza para la democracia, los grupos de poder capturan el proceso políti-
co e impiden la adopción de medidas que redistribuyan los beneficios, entonces
la desigualdad se perpetúa.

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Reseña

Ante este panorama los países ricos han otorgado ayuda a los países pobres du-
rante años, sin embargo, esa ayuda ha sido una ilusión, de acuerdo con el autor.
De hecho, dar más ayuda de la forma que se da actualmente empeoraría las co-
sas. Esto es porque, la pobreza es el resultado de un gobierno, instituciones y polí-
ticas pobres y no de la ausencia de recursos. De hecho, en África se ha encontrado
una correlación negativa entre crecimiento económico y ayuda.

La ayuda exterior, especialmente cuando es cuantiosa, afecta el funcionamiento


de las instituciones, socava la capacidad de los países de salir adelante por sí mis-
mos, crea incentivos perversos, debilita a las instituciones y la democracia, pues
los gobernantes no necesitan de la aprobación de sus ciudadanos, sino que se
deben a sus donantes.

¿Qué debe hacerse entonces? Actuar a distancia, por ejemplo, invirtiendo en in-
vestigación y el desarrollo de medicinas para enfermedades que aún padecen los
países pobres y que para las farmacéuticas no representarían un negocio; la ayu-
da también podría darse en la forma de asesoría técnica, como transferencia de
conocimiento; eliminar los obstáculos que los países ricos imponen a los pobres,
como el suministro de armas, los préstamos a regímenes autoritarios o que no
han demostrado reducir la pobreza; o bien, eliminando las restricciones comer-
ciales que perjudican a los agricultores de los países pobres.

De esta manera, a través de un detallado e interesante análisis socioeconómico


del desarrollo del bienestar de las sociedades desde la época de la prehistoria
hasta nuestros días, el autor concluye que el progreso en sí mismo acarrea des-
igualdad: algunos han logrado escapar y otros se han quedado y la brecha entre
ellos se ha ensanchado. Los grandes escapes se han dado en los temas de la salud
y en el progreso material, sin embargo, el autor reconoce que estas son las di-
mensiones convencionales, existen otras en las que la sociedad ha avanzado y no
se les da suficiente importancia, como la democracia, mayor igualdad de género,
avances tecnológicos, educación, percepción de la felicidad y otras. La historia
del desarrollo económico es la historia de los que han logrado escapar y los que
se han quedado fuera.

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