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ENSAYO: MACHISMO

EN EL PERU

1. ¿QUE ES EL MACHISMO?
La Real Academia Española (RAE) define al machismo como la actitud de
prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. Se trata de un conjunto de
prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra el género
femenino.

El machismo es un tipo de violencia que discrimina a la mujer o, incluso, a los


hombres homosexuales. También puede hablarse de machismo contra los
denominados metrosexuales o todo aquel hombre cuya conducta exhibe alguna
característica que suele estar asociada a la feminidad.

La académica del Instituto de la Comunicación e Imagen, plantea que las


diferencias de género no son naturales, sino que culturales y que se normalizan
mediante la socialización de éstas. Se refiere además a la necesidad de una
sociedad más crítica ante el machismo ya que las nuevas normas que
promueven una mayor equidad entre hombres y mujeres no son suficientes si no
hay cambios desde las relaciones sociales.

2. ¿PORQUE SUCEDE ESTO?


El machismo no está en la sociedad porque a algunas personas les apetezca, sino
porque está en nuestra naturaleza.

En la mayoría de especies el macho tiene más poder que la hembra y muchos


más derechos dentro de esta sociedad, en los seres humanos es casi lo mismo, ya
que somos animales que razonan. Aunque hemos evolucionado de la forma que
la mayoría de nosotros pensamos que los géneros tiene los mismos derechos que
nosotros dentro de la sociedad, en cambio hay otras personas que piensan que
los hombres hacen cosas que la mujer no, y viceversa
3. ¿CÓMO SURGE EL MACHISMO?
Desde una edad temprana, los varones
son llevados a estar conscientes de su
conducta que puede hacer que otros
sospechen que ellos no son “hombres
verdaderos”. Esta conciencia puede
hacerse casi de una forma paranoica
hacia los adolescentes varones que no
cumplen las normas. Esa conciencia es
producto de un proceso orientado hacia
la construcción de un varón dominante.
Los padres temen fuertemente que sus
hijos varones eventualmente pudieran exhibir características consideradas
femeninas e indeseables para su propia imagen social. Por ello, la madre tiende a
conducirse como la guardiana de la sexualidad del hijo, probablemente para
evitar cualquier posible cuestionamiento de la misma masculinidad del padre. De
esta forma, los varones dominicanos son criados en un ambiente fuertemente
restrictivo y prohibitivo, que seguramente deteriora su espontaneidad,
autenticidad y alegría, produciendo mucha hipocresía y neurosis.

Principalmente el machismo se forja de acuerdo a lo que ven los niños en el


hogar. Si el niño vive en un hogar donde la mujer solamente se dedica a las
labores de la casa, actúa de una forma sumisa y el padre está ausente, solo es un
proveedor y no colabora con las labores del hogar ni la educación de los hijos, el
niño va a observar estas conductas y son las que él va a adquirir. Hay que
cuestionarse si ese modelo es el que queremos repetir para nuestros hijos

4. ¿QUÉ HACER?
"Trabajar, desde la casa, con relaciones horizontales, sin hacer diferencia entre
hombres y mujeres. La escuela, también, debe trabajar con nuevos modelos de
relación entre los hombres y mujeres

Desde antes de nacer, nuestra familia y la sociedad en general comienzan a


formularse una serie de expectativas como el color con el que se nos vestirá, la
decoración de las habitaciones, el tipo de juguetes con los que se nos permitirá
jugar, así como los comportamientos y "reglas" que debemos seguir dependiendo
de si somos niñas o niños.

Estos comportamientos y actitudes aprendidos durante nuestra infancia en el


espacio familiar, refuerzan los roles de género que definen lo que es ser una mujer
y un hombre, ejemplo de ello es que a los
varones se les ha enseñado a no llorar ni
mostrar debilidad, mientras que a las
mujeres se les ha educado para realizar
labores domésticas y ser serviciales.

Pero son estos roles y estereotipos de


género los que generan conductas
machistas de los varones hacia las
mujeres, ya que se les educa con la idea
de que las mujeres son el sexo “débil”, generando relaciones de superioridad,
poder y control sobre ellas que, aunque a veces no son evidentes, repercuten en
la forma en que mujeres y hombres se relacionan e interactúan entre sí.

4. ¿De dónde viene esto?


La derecha peruana, incluyendo sacerdotes, impulsó un movimiento: “Con mis
hijos no te metas” combatiendo lo que ellos llamaron “La ideología de Género”.
Impulsaron marchas.

Estaban en contra del respeto a la mujer y a los denominados LGBT (Lesbianas,


gay, bisexuales, transexuales).

Precisamente fue consecuencia de eso que la mayoría fujimorista de la cámara,


pusiera como Presidenta de la Comisión de la mujer a Maritza García. Luego de
su célebre frase fue tan fuerte la protesta que tuvo que renunciar. El fujimorismo
piensa reemplazarla por Nelly Cuadros.

Las organizaciones feministas la denuncian por votar en contra de un proyecto


que eliminaba beneficios penitenciarios a violadores solo porque la iniciativa
incluía la palabra 'género'.

Pero no solo la mayoría parlamentaria es machista y favorece la agresión a la


mujer. Los jueces y los fiscales tratan con mano blanda a los feminicidas y otros
agresores a la mujer.

5. MACHISMO EN EL PERU
La noticia de que el día del censo que hace poco hubo en el Perú una
trabajadora de dicho censo fue violada mientras trabajaba, nos recordó que el
Perú es el país más machista de América Latina y que ocupa el tercer lugar a
nivel mundial en violencia de género.
Solo en los primeros meses del 2016, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones
Vulnerables, registró un total de 24 feminicidios y 66 intentos de este delito. Al año
el promedio de feminicidios llega a 120 o 130 en todo el Perú.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los 31 millones de


habitantes en el Perú, cerca de 800 mujeres fallecieron a manos de sus parejas.
Las causas más comunes fueron por estrangulamiento, golpizas o asfixia.

Una encuesta reveló que siete de cada diez mujeres de 18 a 29 años se


identificaron como víctimas de acoso sexual callejero.

Los resultados de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) del primer


semestre 2016, revelan que el 66,4% de las mujeres de 15 a 49 años de edad
alguna vez fueron víctimas de violencia psicológica o verbal; el 32,4% declaró
haber sufrido violencia física y el 6,8% violencia sexual, por parte del esposo o
compañero. Este estudio también arroja datos preocupantes:

 El 16,4% de las mujeres fueron agredidas físicamente por otra persona


aparte del esposo o compañero.
 El 51,2% de las mujeres alguna vez unidas fueron agredidas bajo los efectos
del licor, drogas o ambas.
 En los últimos 12 meses del año, 11 de cada 100 mujeres fueron víctimas de
violencia física por parte del esposo o compañero.
 La mayoría de mujeres agredidas físicamente (63,9%) tuvieron moretones y
dolores. El 12,8% manifestó haber tenido herida o lesión, huesos o dientes
rotos y quemaduras.
 Según el Endes, 44 de cada 100 mujeres víctimas de violencia física
buscaron ayuda en personas cercanas.
 Entre los meses de enero a junio 2016, se registraron 2.547 denuncias por
violencia sexual a mujeres, según datos de la Oficina de Estadística de la
Policía Nacional del Perú.
 En el primer semestre de este año, se registraron más de 1.772 denuncias
por abuso sexual contra mujeres menores de 18 años. El departamento de
Lima es el que presenta el mayor número de casos (493).
 Según la información del Observatorio de Criminalidad del Ministerio
Público, en el 2015 se reportaron 97 casos de feminicidio en el Perú. La
mayoría de víctimas (57) tenían entre 18 y 34 años de edad y 14 eran
menores de 18 años.
 Según la relación con el presunto victimario, 86 de los casos de feminicidio
fueron cometidos por la pareja o expareja, cinco por un familiar, tres por
un conocido y tres por un desconocido que atacó sexualmente a la
víctima.
6. EL MACHISMO EN EL PERÚ ACTUAL
De otro lado es necesario problematizar el término machismo y su validez en el
contexto peruano. De acuerdo a Scott 1990), contrariamente a quienes afirman
que en el Perú predomina la familia matricéntrica debido a la deserción
masculina y los altos índices de ilegitimidad, la familia se caracteriza por su
cohesión, y por el predominio del padre de
familia autoritario que funda su poder en las
jerarquías de género y de edad (1990: 204). Sin
embargo, Scott señala que existen ciertas
contradicciones creadas por el ideal de cohesión
familiar, por la dificultad de controlar a las
mujeres en lo que fue por siglos una sociedad de
frontera, por el hecho de que las mujeres pueden
heredar propiedades y conducir sus propios
negocios (Wilson en: Scott 1990), por la influencia
de ideologías de género foráneas, y por la lucha
de algunas mujeres por su liberación (Scott; 1990:
205).

Entre las clases altas (Kogan 1992), la masculinidad se construye como un rechazo
a los atributos y roles considerados femeninos, por la marcada expectativa hacia
el logro y la capacidad de los varones de generar recursos para proveer a la
familia. Las mujeres están asociadas al espacio doméstico y su sexualidad es muy
controlada. Sin embargo, contrariamente a la imagen del varón irresponsable y
descuidado, los varones de clase alta enfatizan la responsabilidad y el trabajo
como los valores que definen la hombría mientras que atributos como la fuerza
pierden valor. Su definición de masculinidad se acerca más al patriarca que al
macho.

Estudiando a las clases medias urbanas, Fuller (1993, 1997) encuentra que la
población masculina y femenina demanda una paternidad mucho más
orientada a las relaciones afectivas estrechas con los hijos y valora el
compañerismo y la satisfacción erótica en la relación de pareja. Para los varones
de la clase media limeña, la figura del padre tiene una influencia definitiva
durante el período de socialización infantil. El padre representa el vínculo con la
esfera pública y es quien trasmite a su hijo los valores éticos y los conocimientos
que le permiten apropiarse simbólicamente del mundo exterior. Sin embargo la
figura paterna sintetiza las contradicciones inherentes a la masculinidad,
pertenece al hogar y al mundo exterior. Aunque se supone que personifica las
virtudes domésticas (esposo, padre), sus devaneos sexuales pueden perturbar el
dominio doméstico. En lo que respecta al machismo, en lugar de constituir una
prueba de la superioridad masculina, se representa como la expresión de la
inseguridad de los jóvenes respecto a su propia virilidad o a su capacidad de
obtener el reconocimiento de sus pares. Para otros, el machismo es una reacción
irracional de defensa contra el reto que representa la liberación femenina y la
irrupción de las mujeres en el espacio público. Se trata pues de una reliquia del
pasado y de un intento de proteger los privilegios masculinos que han perdido
legitimidad.

Una investigación sobre representaciones de


sexualidad en tres generaciones de limeños
(Ponce y La Rosa, 1995) identifica ciertos
cambios generacionales. Aunque en la
generación que tiene entre 60 y 70 años, el
varón se representa como impulsivo,
autoritario y protector, en la generación que
tiene entre 40-50 años se incorpora el
reconocimiento de la sexualidad de la
esposa y la importancia de la paternidad
para definir la autoestima del varón tanto
individual como socialmente. Sin embargo,
señalan Ponce y La Rosa, la paternidad
parece detenerse en el rol reproductivo ya
que ninguno de los varones entrevistados se
representó a sí mismo cumpliendo con
rutinas de crianza.

Un reciente estudio de opinión publica (Alfaro, 1997) aplicado a hombres y


mujeres mayores de 18 años viviendo en las ciudades de Lima y Callao concluye
que la idea del padre más comprometido afectiva y comunicativamente con sus
hijos ha ingresado a las percepciones y mentalidades de la población urbana. En
resumen, las investigaciones que han explorado la temática de la identidad
masculina muestran que la dimensión paternal y la responsabilidad frente a la
familia son ejes cruciales de ésta.

7. Conclusión
El machismo en las sociedades en las que el hombre es el centro del universo, y se
toma como medida de todas las cosas, es un fenómeno complejo que cambia
constantemente de forma, para no cambiar en su esencia discriminatoria. Como
los demás mitos, unen el pasado con el presente y el futuro. Son “transhistóricos”.

La generación de jóvenes actual, entre 15 y 29 años, se reirá y le costará trabajo


creer los niveles de machismo que existían hace u nos 50 años en la sociedad
dominicana. Por ejemplo, cualquier joven consideraría hoy el colmo del
machismo creer que un varón no debería saludar a otro varón más de una vez al
día, por temor a ser tachado de homosexual. Sin embargo, cuando los nietos de
esa generación lleguen a tener la misma edad, igualmente se reirán y les costará
trabajo creer los niveles de machismo que existían en los tiempos de sus abuelos.
Por ejemplo, que colocar a un bebé varón en una bañera plástica rosada,
supuesto “color de lo femenino, podría marcarlo de por vida.

Una de las maneras en que el machismo se mantiene en el tiempo,


paradójicamente, es acusando al otro de machista y librándose uno de culpa.
Sólo haciendo un profundo análisis y una autocrítica de cómo cada uno de
nosotros se relaciona con otros hombres y con las mujeres, podremos empezar a
tomar conciencia y a liberarnos de nuestros niveles de machismo. Esta
sincerización debe implicar un proceso de cambio de las formas de educación,
desde el hogar hasta la universidad, con los consecuentes cambios en las
políticas sociales. Esta es una responsabilidad que debe ser compartida tanto por
los hombres como por las mujeres.

Lamentablemente, los seres humanos nos organizamos jerárquicamente sobre la


base de comparaciones sociales basadas en mitos de superioridad e inferioridad
que sólo existen en nuestras mentes. El temor al descenso en la jerarquía social y a
la exclusión, suele significar ansiedad, vergüenza, furia, envidia y depresión,
emociones que obstaculizan el bienestar y la felicidad de las personas. Sólo
lentamente, a medida que hombres y mujeres dejemos de compararnos unos a
otros, podremos superar el machismo.

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