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VIVIMOS LA TERCERA GRAN REVOLUCIÓN HUMANA: LA REVOLUCIÓN


DE LA INTELIGENCIA
Enero 4, 2015 de Lilia Morales y Mori

Lo que ayer parecía imposible ya ha dejado de serlo; por lo que es necesario un


extenso debate sobre las aplicaciones de la tecnología
Actualmente estamos viviendo la tercera gran revolución humana, la llamada “revolución de la
inteligencia”. Los pensadores futuristas señalan que, hoy por hoy, el mundo se mueve
rápidamente hacia una transformación de los seres humanos en seres mucho más avanzados,
gracias a la tecnología. Lo que ayer parecía imposible ya ha dejado de serlo; y la ciencia ficción
se está convirtiendo en ciencia real. En este contexto, resulta necesaria una extensa discusión,
destinada a prever los escollos que puedan surgir de aplicaciones de la tecnología antaño ni
siquiera imaginadas. Por José Cordeiro.
La ciencia y la tecnología han sido los principales catalizadores del cambio y de los grandes
avances desde el inicio de la humanidad. De hecho, la ciencia y la tecnología son las que hacen
a la especie humana diferente de otras especies animales.
Invenciones, creaciones y descubrimientos como el fuego, la rueda, la agricultura y la escritura
han permitido el progreso del Homo sapiens desde nuestros ancestros primigenios en las
sabanas africanas hasta los primeros vuelos espaciales.
La revolución agrícola fue la primera gran revolución de la especie humana, hace casi 10.000
años. Luego siguió la Revolución Industrial gracias a la invención de la imprenta y al
crecimiento del desarrollo científico que permitió la industrialización de las sociedades.

La tercera gran revolución humana


Actualmente estamos viviendo la tercera gran revolución humana, la llamada revolución de la
inteligencia. Futuristas como Alvin Toffler, director de la Sociedad Mundial del Futuro, sugieren
que el mundo se mueve rápidamente hacia una época en la cual los seres humanos van a
devenir en seres mucho más avanzados, gracias a los impresionantes avances tecnológicos.
Tal cambio ha sido descrito por algunos expertos como análogo al cambio trascendental
experimentado en la evolución de los simios a los humanos.
La cultura popular se está familiarizando con una nueva terminología: ingeniería genética,
clonación, robots, cyborgs, inteligencia artificial, realidad virtual, redes neuronales, etcétera.
Los nuevos desarrollos en ciencia y tecnología ocurren tan rápidamente que podrían empezar a
sobrepasar nuestras capacidades de adaptación al cambio.
Según el investigador Derek John de Solla Price, uno de los padres de la infometría, el número
de revistas científicas se ha duplicado cada 15 años desde 1750, el número de ingenieros cada
10 años y el número de “descubrimientos importantes” se ha duplicado cada 20 años.
El cambio no solamente es muy rápido, sino que además se está acelerando. La famosa ley de
Moore describe como la capacidad de los ordenadores se duplica aproximadamente cada dos
años (según el científico Gordon Moore, cofundador de la famosa empresa Intel).
Los avances científicos recientes son realmente impresionantes, y además hay una aceleración
del cambio tecnológico. Por ejemplo, los ordenadores personales aparecían hace tan sólo 30
años, los teléfonos móviles comenzaban a masificarse hace 20 años, y Wikipedia apenas
estaba naciendo hace 10 años.
En las ciencias biológicas, la historia no es muy diferente desde el descubrimiento de la
estructura del ADN en 1953, que dio partida a la biología molecular, a la medicina
regenerativa, las investigaciones con células madre y a la clonación tanto reproductiva (por
ejemplo, el caso de la famosa oveja Dolly) como terapéutica (para usos medicinales y la
reparación de tejidos y órganos).

Lo que parecía imposible ha dejado de serlo


Lo que parecía imposible dejó de serlo, cuando una criatura viviente —el virus del polio— fue
ensamblada pieza por pieza con varios elementos bioquímicos por científicos de la Universidad
de Nueva York en 2002.
Este evento histórico fue seguido en 2010 por la creación de una bacteria artificial, sintética,
apropiadamente denominada Synthia, por su creador, el biólogo Craig Venter.
Ya podemos decir que hemos construido vida dentro de un laboratorio.
Con la creación de vida en un laboratorio, la secuencia del genoma humano y la clonación —
tareas ya tachadas en las listas de deberes de los biólogos— estamos empezando a ponderar
aún mayores posibilidades futuras.
Con la conjunción de otras disciplinas, como la nanotecnología y la robótica humanoide, el
surgimiento de una inteligencia general artificial superior a la nuestra parece estar más cerca
que nunca.

La convergencia tecnológica y la “Singularidad”


Hace una década, el gobierno de Estados Unidos lanzó una iniciativa denominada NBIC.
Bajo el patrocinio conjunto de la National Science Foundation (NSF) y del Departamento de
Comercio, NBIC considera las posibilidades de las Nano-Bio-Info-Cogno tecnologías, es decir,
nanotecnología, biotecnología, infotecnología y ciencias cognitivas.
La visión del programa NBIC es que posiblemente para el año 2030 habrá una gran
convergencia tecnológica que podrá cambiar radicalmente al ser humano y a su ambiente.
Hoy parece que mucha de la ciencia ficción se está convirtiendo finalmente en ciencia real.
Algunos expertos, como el ingeniero Ray Kurzweil, especulan sobre una futura “Singularidad”,
cuando la inteligencia artificial superará a la propia inteligencia humana.
La especie humana no es el fin, sino el comienzo de nuestra evolución.
Pronto la tecnología nos permitirá rediseñarnos a nosotros mismos.
La lenta evolución biológica parece estar acercándose rápidamente a su fin al volverse
irrelevante en un mundo de tecnologías que avanzan exponencialmente.
Nuestra especie va a continuar cambiando, pero ya no mediante una vieja, lenta e indirecta
evolución biológica, sino a través de una nueva, rápida y directa evolución tecnológica.

Evolución biológica y evolución tecnológica


Biológicamente, el cuerpo humano ha sido pues un buen comienzo, no más que eso.
Ahora podemos mejorar su calidad y cualidades, además de trascenderlo.
La evolución a través de la selección natural es lenta y aleatoria, mientras que la evolución
tecnológica es rápida y diseñada.
La tecnología, que empezó a mostrar su dominio sobre los procesos biológicos por primera vez
hace miles de años, está ahora convirtiendo a la bioingeniería en la verdadera ciencia de la
vida.
Muchas fronteras se están volviendo difusas y confusas en estos momentos con la desaparición
del blanco y negro entre lo que parecían verdades universales: la vida como antítesis de la
muerte y lo inanimado, lo virtual de lo real, el mundo interior del mundo exterior, el “yo” del
“otro”, incluso lo natural de lo “no” natural. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la vida natural?
¿Qué es la vida artificial? Estas son preguntas profundas y las respuestas son complicadas.
Los seres humanos tenemos el potencial no sólo de “ser”, sino además de “llegar a ser”.
Los seres humanos podemos utilizar los medios racionales para mejorar la condición humana y
el mundo exterior, y también podemos usarlos para mejorarnos a nosotros mismos,
comenzando con nuestro propio cuerpo.
Todas estas oportunidades tecnológicas deben ser puestas al servicio de las personas, para
vivir más tiempo y con una mejor salud, para mejorar nuestras capacidades intelectuales,
físicas y emocionales.
Como demuestra la historia, los humanos siempre hemos querido trascender nuestras
limitaciones corporales y mentales. La forma en que estas tecnologías serán utilizadas
cambiará profundamente el carácter de nuestra sociedad, e irrevocablemente alterará la visión
de nosotros mismos y de nuestro lugar en el gran esquema de las cosas.
Estamos iniciando un largo camino hacia un futuro lleno de grandes oportunidades y riesgos.
Hay que avanzar con inteligencia pero sin miedo, tal y como el escritor David Zindell explicó:
— ¿Qué es un ser humano, entonces?
— ¡Una semilla!
— ¿Una semilla?
— Una bellota que no tiene miedo de destruirse a sí misma para convertirse en un árbol.

Del Humanismo al Transhumanismo


El Transhumanismo es un movimiento cultural e intelectual que afirma la posibilidad y
necesidad de mejorar la condición humana, basándose en el uso de la razón aplicada bajo un
marco ético sustentado en los derechos humanos y en los ideales de la Ilustración y el
Humanismo.
Esta mejora se llevaría a cabo desarrollando y haciendo disponibles tecnologías que aumenten
las capacidades físicas, intelectuales y psicológicas de los seres humanos.
Muchas de estas tecnologías ya existen o están en vías de desarrollo, y su aplicación a gran
escala sin duda modificará a la sociedad de muchas formas.
Una extensa discusión sobre las formas en que la tecnología modificará a la sociedad es
fundamental para prever con acierto los escollos que puedan surgir y sus potenciales
soluciones.
Es necesaria una aproximación interdisciplinaria para comprender y evaluar las probabilidades
de superar las limitaciones biológicas aplicando las capacidades de las tecnologías presentes y
futuras.
Los transhumanistas buscan expandir las oportunidades que brinda la tecnología para que la
gente pueda ser más saludable y longeva, y aumentar su potencial intelectual, físico y
emocional.
El transhumanismo es una visión nueva acerca del poder de la ciencia y la tecnología para
transformar no sólo a la humanidad sino a los propios seres humanos.
Los seres humanos estamos restringidos en muchos sentidos y siempre nos hemos esforzado
por expandir nuestras fronteras.
Actualmente, los humanos tenemos grandes limitaciones biológicas, físicas, intelectuales,
mentales y hasta espirituales. Gracias a la ciencia y la tecnología, sin embargo, muchas de
nuestras limitaciones presentes pasarán pronto a la historia.
El transhumanismo busca justamente trascender los límites del presente y crear un futuro
mejor para toda la humanidad.
Hace quizás millones de años ocurrió otra revolución trascendental con un impacto similar,
cuando el primer Homo sapiens sapiens (es decir, el “humano que sabe que sabe” en latín) dio
el gran salto evolutivo más allá de nuestros ancestros prehomínidos y homínidos.
Hoy podríamos decir que los actuales humanos somos transmonos o postsimios.
En este sentido, ya están apareciendo los primeros transhumanos y posthumanos del futuro.
De hecho, las personas que modifican y mejoran sus cuerpos con implantes, marcapasos y
prótesis, por ejemplo, son apenas el inicio del transhumanismo real.
La especie humana ya no cambiará en el futuro por una lenta evolución biológica, sino por una
nueva, rápida y directa evolución tecnológica que nos permitirá rediseñarnos a nosotros
mismos. Precisamente, la gran diferencia entre nuestros ancestros animales y los humanos es
que nosotros utilizamos la ciencia y la tecnología para dirigir los cambios que deseamos.
La especie humana no representa el fin de nuestra evolución, sino apenas el comienzo de la
evolución consciente.
José Luis Cordeiro es el Director, Nodo Venezuela, de The Millennium Project y Profesor de
Singularity University, NASA Ames, Silicon Valley, California.

Fuente: Tendencias21

https://modulo16.wordpress.com/2012/06/20/la-vejez-es-una-enfermedad/

LA VEJEZ ES UNA ENFERMEDAD


Junio 20, 2012 de Lilia Morales y Mori

Aubrey de Grey (nacido el 20 de abril de 1963 en Londres, Inglaterra) es un gerontólogo


biomédico inglés educado en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido.
De Grey es autor de la obra The Mitochondrial Free Radical Theory of Aging (La teoría del
envejecimiento de los radicales libres mitocondriales). Trabaja en el desarrollo de la
senescencia negligible ingenierizada – una estrategia de reparación de tejidos que
rejuvenecería el cuerpo humano y por lo tanto permitiría una esperanza de vida indefinida.
Para conseguir esto, ha identificado siete tipos de daños a tejidos causados por el
envejecimiento que deben ser reparados médicamente antes de que este objetivo se pueda
alcanzar.
Aubrey de Gray propone que se vea al envejecimiento como una enfermedad, y no sólo eso,
sino una curable. Aubrey de Gray plantea que los avances científicos actuales ya permitirían
crear una cura para la vejez. Esto se lograría evitando y revirtiendo el deterioro a nivel celular,
haciendo que nuestros cuerpos se mantuvieran permanentemente jóvenes.
El fin de la muerte a causa de la vejez.
La publicación del primer libro de Aubrey de Gray, ‘The Mitochondrial Free Radical Theory of
Aging’ (Teoría del Envejecimiento por Radicales Libres Mitocondriales), escrito en 1999, le
permitió obtener el Doctorado en Filosofía por la Universidad de Cambridge.
En este libro afirmó que si se podía revertir el daño al DNA mitocondrial, eso bastaría para
extender el tiempo de vida de forma importante. Aunque en la obra también afirma que el
daño mitocondrial no es el único factor del envejecimiento.
Ver: Wikipedia

https://modulo16.wordpress.com/2012/11/29/648/

EL ENIGMA CUÁNTICO
El enigma del papel de la consciencia en la realidad cuántica sigue vigente.

Desde la revolución cuántica, la Física apunta a transformarse en una Ontología científica


Desde que, hacia 1930, nació la sospecha de que el observador consciente jugaba un papel en
la definición de la realidad cuántica, la comunidad de los físicos ha estado oscilando entre
(minoritariamente) atreverse a transgredir el materialismo oficial, aunque sin aportar una
argumentación metacientífica –es decir, filosófica– lo suficientemente sólida, y
(mayoritariamente) esconder el problema, el “enigma cuántico”, debajo de la alfombra.
Cuando se cumple un año de la publicación por Tusquets de la traducción española de
“Quantum enigma. Physics encounters consciousness”, de Bruce Rosenblum y Fred Kuttner, en
necesario ahondar en las consecuencias ontológicas de las paradojas del mundo subatómico.
Por José Luis San Miguel de Pablos.
Se ha cumplido un año de la publicación por Tusquets de la traducción española de Quantum
enigma. Physics encounters consciousness, de Bruce Rosenblum y Fred Kuttner.
Estos dos autores –físicos de la máxima cualificación que trabajan en la Universidad de
California– han decidido romper el acuerdo tácito existente en la comunidad de los científicos
cuánticos, de no ahondar en las consecuencias ontológicas (y no sólo “a todos los efectos
prácticos”) de las paradojas del mundo subatómico.
Aunque el enigma cuántico ha ocupado a los físicos durante ocho décadas, sigue sin estar
resuelto. Puede que nuestra formación y nuestro talento como físicos no nos conviertan en
profesionales especialmente cualificados para su comprensión. Por eso, aunque nos cueste,
debemos abordar el problema con modestia.
La interpretación de lo que ocurre en la frontera donde la física sólida se difumina es objeto de
debate entre los físicos que la han abordado en serio… Y es innegable que la física se ha
encontrado con la conciencia. Según las interpretaciones más al uso, dicho encuentro no tiene
por qué convertirse en una relación. No obstante, ninguna interpretación lo evita.
Así lo expresó el premio Nobel Eugene Wigner: “Cuando el dominio de la teoría física se amplió
para abarcar los fenómenos microscópicos mediante la formulación de la mecánica cuántica, el
concepto de consciencia saltó de nuevo a la palestra. No era posible formular las leyes de la
mecánica cuántica de manera plenamente consistente sin ninguna referencia a la consciencia”.
Aun así, el estamento físico no acepta que el estudio de la consciencia misma esté entre sus
competencias. Y con buen criterio. La consciencia está demasiado mal definida, demasiado
sesgada emocionalmente. No es de la clase de cosas de que nos ocupamos los físicos.
Pero la discusión de la relación entre mecánica cuántica y consciencia es ineludible. (El enigma
cuántico, p. 19)

Estudio de la consciencia desde la física


Acerca del enigma a que se refieren Rosenblum y Kuttner casi todo el mundo “ha oído
campanas”… como si se tratara de un secreto de familia que nadie puede impedir que salga a
la luz, por más que se le intente silenciar o quitarle importancia. De lo que, en definitiva, se
trata es de las implicaciones del célebre papel del observador en la definición de los modos de
realidad física (¿onda o partícula?) o hasta de la realidad objetiva misma (colapso
observacional).
A partir de ahí, los autores insisten en que el encuentro con nuestra dimensión subjetiva, con
la conciencia –o mejor, consciencia– es de todo punto ineludible en física cuántica.
Los sorprendentes experimentos que se proponen y realizan para verificar sus postulados no
dejan escapatoria: “nosotros”, los observadores conscientes, somos decisivos en orden a la
definición de lo que es real a nivel cuántico. Y la interpretación-actitud de Copenhague no pasa
de ser, aseguran, un intento voluntarista de contornear un problema que es altamente
perturbador a la hora de conducir investigaciones orientadas a objetivos prácticos.
Ahora bien, la frase arreglalotodo “funciona y basta” deja de tener sentido una vez que los
efectos cuánticos más alucinantes (superposición de estados, entrelazamiento,
indiscernibilidad ontológica en el condensado Bose-Einstein…) se ponen de manifiesto también
a escala macroscópica.
Productos mediáticos como la película ¿Y tú qué sabes? han sido negativos para el desbloqueo
del “tema prohibido” que se aborda en el libro. Porque si bien pudo llamar superficialmente la
atención del público, la ínfima calidad del film y el batiburrillo de ideas delirantes que contiene
han contribuido, más que nada, a reforzar los prejuicios. Muy diferente es el caso de obras de
calidad, como El Tao de la Física, de Fritjof Capra, o “Física y Vedanta”, del profesor Charan
Panda (Universidad de Orissa, India), libro este último cuya traducción española acaba de
publicar Etnos y que he tenido el placer de llevar a cabo.

La falsa solución de la decoherencia


La penúltima moda supuestamente resolutoria (o más bien “disolutoria”) del enigma, la basada
en la decoherencia, no es un hallazgo tan brillante como algunos creen.
Quienes piensan que las interferencias múltiples de las realidades del nivel cuántico con las del
mundo macroscópico bastan para operar la reducción de lo indefinido a definido y de lo ubicuo
a localizado, no tienen en cuenta dos cosas:
1) que al final de toda cadena de interacciones (con el instrumental y sus partes, etc.) siempre
hay alguien observando… Los contadores Geiger y demás aparatos no son ojos, sino
dispositivos artificiales que se limitan a extender la potencia de los ojos auténticos, los cuales
–conviene recordarlo– no son, a su vez, nada más que unos delicados dispositivos naturales
que transmiten imágenes al foco de consciencia del individuo, que es lo que verdaderamente
ve. Y,
2) que las interacciones múltiples que originan, se supone, la reducción al nivel clásico por
decoherencia, no pueden ser causaciones clásicas -es decir, “influencias” y “rozamientos”
varios -como algunos autores parecen querer dar a entender- sino que tendrían que ser
necesariamente condicionamientos cuánticos, esto es, observaciones, o quizá nociones de
presencia, mucho más básicas que lo que entendemos por “observación” (dicho en otras
palabras, la solución a la famosa paradoja del gato de Schrödinger podría ser que el propio
gato, con su noción gatuna del entorno, fuese el que redujera la superposición de estados a
uno solo, mucho antes de que el físico “cartesiano” se dignase abrir la caja).
“El papel de la consciencia -insisten los autores de El enigma cuántico- es imposible de
suprimir ni de obviar en el nivel cuántico. Es justamente en esto en lo que consiste el enigma”.
Pues bien, después de leer y releer este libro, y de haber traducido Física y Vedanta (cuyo
título original es Maya in Physics una idea se me ha ido imponiendo, una idea tenaz que
razonablemente no puedo rechazar y que deseo compartir.

Ubicua consciencia
¿Y si la consciencia no fuese algo excepcional –esa “rara emergencia”…– sino realidad ubicua?
¿Y si esa extraña “propiedad” de los organismos superiores, no fuese eso exactamente, sino
una dimensión cósmica que centra o focaliza el “órgano mágico” llamado cerebro?
Esta idea no es, por lo demás, original en absoluto. Me la he estado encontrando, negro sobre
blanco, todo el tiempo que he estado traduciendo Maya in Physics. Es de hecho una convicción
que asumen, hoy en día, millones de personas: todos los seguidores de la corriente más
metafísica del hinduísmo. Y la hizo suya, por cierto, Erwin Schrödinger.
El misterio de la consciencia es, en efecto –y a esto se refieren también Rosenblum y Kuttner –
inseparable del enigma cuántico, por distintas que sean las dos cosas. Y hasta es posible que si
alguien supiera definir rigurosamente la consciencia, el enigma cuántico se desvanecería.
Pero… viviéndola nadie sabe definirla. Sí que se ha logrado, al menos, formular de manera
clara el problema fuerte que su misma existencia y su “producción” por el cerebro plantean.
Lo ha hecho David Chalmers, que sigue profundizando incansablemente en el tema y lanzando
interesantes propuestas desde el Consciousness Center de la Universidad Nacional de
Australia, que él dirige. Y nos lo ha recordado hace pocas semanas la neuróloga británica
Susan Greenfield en una entrevista diario La Vanguardia (La Contra, 22/06/2011):
El gran misterio es: ¿cómo ese pedazo de carne que es el cerebro consigue generar
consciencia? Ni siquiera somos capaces de imaginar qué esperamos obtener como respuesta a
esta pregunta… ¿una fórmula?, ¿una imagen? No sabemos. Ni idea.
La concepción de lo Divino impersonal en la corriente hindú Advaita es pertinente en relación a
esta cuestión, aparte de ser -reconozcámoslo- impresionante en su escueta sencillez.
Dice Charan Panda:
La Vedanta afirma que Brahman es Consciencia Pura. ¿Es la consciencia un atributo de
Brahman? (…) La Vedanta Advaita no acepta en absoluto semejante idea. Un atributo es algo
que posee un objeto, y no puede haber atributo sin objeto que lo posea. Esto es verdad para
cualquier cosa que haya sido producida, pero deja de serlo cuando se trata de la Realidad
primaria y fundamental. La Vedanta Advaita afirma que Brahman es Consciencia Pura y que no
es ningún objeto que posee un cierto atributo, para el caso, la consciencia. (pp. 266-267)

Y un poco más adelante:


Manu opina que la existencia de Brahman no puede ser demostrada por caminos lógicos, y
que, en este sentido, Brahman es incognoscible (avijñaya). (…) Y sin embargo, las escrituras
sagradas hindúes nos señalan que sí es posible conocer a Brahman. La posibilidad de conocer
algo (lógicamente) incognoscible parece una absoluta contradicción, pero no lo es.
El fondo de uno mismo es Brahman. Y no hay nada más que ese fondo absoluto de uno
mismo, el ser de Sí Mismo. Y el ser propio, es decir, Uno Mismo, es experimentado, vivido, sin
mediación alguna. Se trata, pues, de “experiencia inmediata”. Brahman es… Uno Mismo, esa
conciencia (absoluta) de la que cada individuo tiene experiencia directa, ¡sin mediaciones que
valgan! (pp. 275-276)

Transgredir el materialismo oficial


Desde que, hacia 1930, nació la sospecha de que el observador consciente jugaba un papel en
la definición de la realidad cuántica, la comunidad de los físicos ha estado oscilando entre
(minoritariamente) atreverse a transgredir el materialismo oficial, aunque sin aportar una
argumentación metacientífica –es decir, filosófica– lo suficientemente sólida, y
(mayoritariamente) barrer el problema, el enigma cuántico, debajo de la alfombra.
“La consciencia en cuanto tal no es un tema de la competencia de los físicos”, dicen Rosenblum
y Kuttner. Tienen razón. Pero su mismo libro nos demuestra que los físicos no son –y además
no es deseable que sean– sólo físicos. Y nos empuja a defender con el máximo vigor la
necesidad de los investigadores transdisciplinares, unos “especialistas” que si no existen ya en
mayor número y juegan ya un mayor papel es simplemente porque el Mercado (“los
mercados”) no los valora. O más bien los valora negativamente, siendo así que su presencia
social relevante contribuiría grandemente a cuestionarlo y a debilitar su poder… Pero dejemos
este tema, que es desde luego harina de otro costal.
¿Qué podrían aportar los noólogos a la resolución del enigma cuántico? Antes de esbozar
cualquier respuesta, digamos que debe ser por una buena razón por la que la física del nivel
básico, la cuántica, nos da este “pequeño aviso” referente a la consciencia.
Algo tendremos que entender por ese lado… Como que la metodología de la aproximación
cognitiva a la consciencia no puede ser la misma que la que, históricamente, ha suministrado
la física a las ciencias “objetivas”, y sobre cuya base se ha construido el método científico.
Lo inmediato no puede ser conocido del mismo modo que lo que necesita mediación, y esto
explica el azoramiento de los científicos cuando tocan el tema de la consciencia: su estricto
monismo metodológico les atenaza, impidiéndoles tratar con naturalidad algo para lo que su
método simplemente no sirve.
Como nos recuerda Panda, lo inmediato no se demuestra, dado que cualquier demostración
carece entonces de sentido. ¿Se llama esto misticismo? Sí, seguramente… Y es, al final, el
único camino válido para tratar con la consciencia, en serio y desde dentro.
No objetualizándola, lo que implica perder de vista su esencia (como el científico daltónico que
“sabía mucho de los colores” sin haber visto jamás ninguno). Pero se trata de un misticismo
rompe-esquemas, “muy normalito”, que consiste simplemente en ver lo que es ser consciente.
No en “pensar acerca de ello”, sino sólo en percatarse de esta luz, vivida a cada instante, de…
ser. Esta sencilla meditación es, por supuesto, a-religiosa. Y no podría ser de otro modo,
porque, lejos de la retórica manipuladora con que envuelven el término los confesionalismos,
la mística auténtica no es sino un aspecto más de la vida (y de la Vida, claro, también).
Pero, se objetará, el profesor Charan Panda pertenece a una confesión religiosa, el hinduísmo.
Es verdad, y él hace gala de ello de la primera a la última página de Física y Vedanta.
Conviene tenerlo en cuenta, pero el que sea así no reduce el interés de lo que expone, que se
refiere a cómo concibe la relación entre el absoluto-conciencia y el absoluto-divinidad una
tradición como la védica, más interiorista que revelacionista. Es como relación de identidad, tal
como acabamos de ver.

La Física como Ontología científica


Volviendo al tema del artículo ¿aporta o no algo, finalmente, en el aspecto estrictamente
científico, la aproximación directa a la consciencia…, algo que contribuya a esclarecer el
enigma cuántico? Pienso que sí. Aporta una certeza fundamental: que la consciencia es.
Que es SER. El cogito de Descartes, la meditación cumbre de las Meditaciones, al ser
vivenciado y constatado introspectivamente por un gran número de personas, deviene público
en cierto modo. Y es, de paso, liberado del superfluo “pienso”, que no hace sino desviar la
atención de la auténtica constatación esencial y simplicísima: soy.
Pero ¿en qué puede esto contribuir a desentrañar el enigma cuántico? Veamos…
La base última accesible de la fysis ES. Y está, además, indisolublemente entrelazada con algo,
la consciencia, que también ES… Un encuentro, pues, con oν (“on”, ser) por dos caminos
distintos. Procede, llegados aquí, plantear otra pregunta: ¿y si la Física, mucho más
claramente desde la revolución cuántica, apuntara (sin que ni siquiera lo sepa la inmensa
mayoría de los físicos) a transformarse en Ontología científica, movida a ello por la vocación
irrenunciable de esa Philosophia Naturalis que en el fondo siempre ha sido?
Ahora bien, si, como decía Aristóteles, el ser es uno pero se dice de muchas maneras, a él se
llegará sin duda por diferentes caminos…, dos al menos, con un seguro punto de convergencia:
aquel donde –como titulan Rosenblum y Kuttner un capítulo de su libro– “el misterio se
encuentra con el enigma”.
Si esta conjetura va bien encaminada, la sorprendente implicación de la “consciencia
observante” en la definición de lo que es real en el mundo cuántico –un hecho que constituye
justamente el enigma que da título al libro que comentamos– nos estará hablando de la no-
escisión del Ser en sujeto (subjetividad) y objeto, a niveles profundos.
Algo que intuía Jung al postular la existencia de un UNUS MUNDUS, de un plano-sustrato en el
que el “espíritu” y la “materia” no están diferenciados.
Es en ese sentido en el que entiendo que la hipótesis de una “consciencia ubicua” con
focalizaciones múltiples, los seres -la intuición paralela, en suma, de Brahman y el Alma del
Mundo- puede permitir entender racionalmente -aunque no al modo racionalista- el gran
enigma que nos mete, a nosotros mismos, dentro del experimento cuántico.
El presente artículo de José Luis San Miguel de Pablos hace referencia, en primer lugar, al libro
El enigma cuántico (Bruce Rosenblum y Fred Kuttner, Tusquets Metatemas, 2011), y
secundariamente a Física y Vedanta (Charan Panda, Etnos, 2011). Véase asimismo el capítulo
18 (“El encaje de Nous y Fysis”) del libro del autor “Filosofía de la Naturaleza. La otra mirada”
(Kairós, 2010).
Fuente: Tendencias21

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