escritura y microrrelato
Laura Pollastri
Universidad Nacional del Comahue
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La huella de la clepsidra
la Patagonia misma.2
De este modo, se vuelve una “construcción cultural”3 que des-
cansa en las bibliotecas. La letra escrita construye y se apropia
de este espacio desde una mirada que, como una suerte de
Orientalismo sui generis, congela todo nuevo sentido y lo obli-
ga a subyugarse.4 ¿Cómo conjurar —tomo la expresión de Mary
Louise Pratt y la parafraseo— la mirada de los “ojos imperiales
que [activamente] observan y poseen”? (Pratt 1997: 27), por un
lado; y, por otro, ¿cómo escribir una literatura en un lugar regi-
do por el desierto, en una época en la que lo urbano hegemo-
niza la producción de discursos?
Por estas razones, la articulación de dos formas tan dispares
como Patagonia y microrrelato se presenta como una tarea des-
tinada a priori al fracaso. Sin embargo, volver contiguas dos
relaciones con el espacio que parecen excluyentes, lo inmenso
y lo diminuto, no es la labor más difícil, sino la construcción de
una literatura en un lugar en el que el hombre parece ausente,
aunque lo habita una densa trama de signos. Viaje y discurso
cartografían la Patagonia con una red significante, tramada
2
En un libro de Ernesto Livon-Grosman, Geografías imaginarias. El relato de viaje y la
construcción del espacio patagónico, cuyo título promete mucho más de lo que cum-
ple, Livon-Grosman afirma: “La Patagonia como inscripción cultural está más cerca del
palimpsesto, o del talmud, que de una acumulación lineal. El paisaje patagónico puede
pensarse como hecho de innumerables comentarios, lecturas que acotan progresiva-
mente textos que les han precedido y que constituyen una red siempre abierta a nue-
vas contribuciones. De hecho, la dimensión de lo que llamo mito patagónico y su capa-
cidad para seguir expandiéndose cuatrocientos años después de la narrativa de
Pigafetta está lejos de haber llegado a un punto de saturación” (Geografías imagina-
rias. El relato de viaje y la construcción del espacio patagónico. Rosario: Beatriz Viterbo,
2003: 189)
3
Cfr. Livon Grosman, op. cit.
4
Afirma Silvia E. Casini: “El espacio patagónico fue caracterizado de manera homogé-
nea a partir de un discurso foráneo relacionado con prácticas imperiales de apropia-
ción del espacio. Se configuró, así, una red texual (que hemos denominado ‘texto fun-
dador’ del espacio patagónico), con rasgos semejantes a los que Edward Said denuncia
al referirse a los textos del ‘Orientalismo’, cuando dice que en ellos la mirada imperial
‘daba sentido no sólo a las actividades colonizadoras sino también a las geografías y
los pueblos exóticos’ ” (Ficiones de Patagonia, Chubut: Fondo Editorial Provincial-
Secretaría de Cultura Chubut, la cita incluida de Said pertenece a Cultura e imperialis-
mo))
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Migratorias
El primer registro que tengo de la confluencia del territorio
patagónico y el microrrelato es el texto de Juan Carlos Moisés
(Sarmiento, Chubut) que apareció en el número 6 de la revista
Puro cuento5 en 1987; se titula: “Buenas ideas”. De un modo casi
paradigmático, el narrador en primera persona ironiza acerca de
las buenas ideas. Como interpretando el papel que se le adjudi-
caría a un escritor por estas latitudes, el narrador afirma que
solo se le ocurren buenas ideas cuando está subido al caballo,
mientras que a pie, señala el protagonista: “Ni siquiera pude
conseguir una buena idea para poder recordar las buenas ideas
que se me ocurrían arriba del caballo” (Puro cuento 6: 21). ¿Es
ese el papel del escritor patagónico? El mismo Moisés, años des-
pués en su ensayo “Escribir en la Patagonia”,6 se pregunta:
“¿Entre las palabras y la Patagonia qué? ¿Entre nosotros y las pa-
labras qué?”
La trashumancia es el mito de origen: los trazos de su carto-
grafía imaginaria, más que por los puntos de sus ciudades, están
dibujados por las líneas de sus recorridos; más que por los
anclajes humanos, son definidos por la travesía.
¿Qué han visto aquellos viajeros en la Patagonia? Paul
Theroux señala:
5
Para un análisis más completo del ejemplar N° 6 de Puro cuento, véase: Gabriela
Espinosa. “Un lugar de reflexión: Puro cuento (Argentina, 1986-1992)” en Actas de las
7° Jornadas Nacionales de investigadores en comunicación. Actuales desafíos de la
investigación en comunicación. Claves para un debate y reflexión transdisciplinaria.
Red Nacional de Investigadores en Comunicación. Gral. Roca, Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Comahue, 13 al 15 de noviembre de 2003.
CD Rom, ISSN: 1515-6362.
6
Juan Carlos Moisés, “Escribir en la Patagonia”. El texto fue escrito especialmente para
una exposición en el XVII Encuentro Patagónico de Escritores de Puerto Madryn, en
febrero de 1994. Fue publicado posteriormente online en Revuelto Magallanes,
<http://www.revuelto.net>; apareció también en El Camarote Nro 3, jun-jul. 2004.
Actualmente se lo puede consultar en <http://www.elcamarote.com.ar/inicio/revis
ta/03/moises.htm.>; consultado en mayo de 2010.
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este lugar no tiene hitos, o tal vez esté compuesto de hitos, indife-
renciables entre sí: miles de colinas y cauces secos, mil millones de
arbustos, todos iguales. Yo dormitaba y me depertaba; pasaban las
horas y el escenario que se veía por la ventanilla no cambiaba (cita-
do por Pratt 1997: 370).
Señales de la pasión
Hay quien planta una hectárea de rosas en medio de la planicie
helada, y las hace crecer. Riega con pequeños recipientes a lo largo
de décadas, y no está dispuesto a comprender que la helada atroz,
que el viento más veloz de la tierra, que la nieve hecha torres inal-
canzables durarán algo más que el último recuerdo de esos pétalos.
Camina a los tumbos bajo la nevisca para cubrir las flores con telas
que ha encerado con velas durante la noche, imagina la eterna dura-
ción de lo que mañana morirá, y las hace crecer. Tiempo después,
las señales de la pasión han desaparecido, las plantas rastreras aco-
san el espíritu. La belleza desaparece bajo la tierra cuarteada, sus jar-
7
Livon Grosman considera que “La literatura de viaje dedicada a la [zona] Patagónica
es épica” en Sergio De Mateo: “Patagonia: como polo de reflexión. Entrevista a Livon-
Grosman” Museo salvaje. Invierno de 2006, Año IX, núm. 21, p. 3.
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8
Premiado en el VI Certamen internacional “Contextos de relato breve"; año 2003.
Publicado en Pollastri (2009: 28).
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Balneario municipal
Los bañistas dispersan sus cosas mientras el niño pisa varias veces
el suelo probando su resistencia. Dejo el carozo del pelón al costa-
do de la lona. Su color de lápiz labial o de piel lastimada contrasta
con el azul del río y el verde de los árboles. El contrapunto se debe
a que está sobre la tierra marrón y las piedras grises. Este lado de
la playa es la foto sepia, la otra empieza en la orilla.
Ese carozo es parte mi cuerpo, lo dejo en exhibición esperando
que nadie lo entienda. No lo tapo con ninguna prenda íntima. No
me avergüenza que esté ahí posando para todos, que sus grutas y
curvas se vean más rosadas en el fondo y estén húmedas porque
fueron chupadas. (Mellado 2009a: 15)
La dureza de la tierra, la costa que unos metros más allá del río
se vuelve sepia, configuran el marco y dotan de espesor a la
imagen, donde se desnuda una interioridad dura como la tierra
o como el carozo, que sin embargo ha sido roída y es expuesta.
La autofagia, que exhibe el texto de Mellado, reescribe en clave
erótica el mito con que Occidente expulsa lo otro americano
desde 1492: el canibalismo.
En la dicotomía entre devorarse o ser devorado, Mellado elige
el lugar del “comensal exquisito”:
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Antropofagias
La boca se acercó a la fruta dormida. Se enredó con voracidad de
caníbal en las distintas capas. La devoró, desde la cáscara hostil
hasta la pulpa rosada, siguiendo una rutina sin razonamientos ni
explicaciones mecánicas.
El fruto fagocitado, entonces, comenzó a salpicar ahogados
gemidos de euforia y suspiros de goce mientras las vecinas, que aún
a esa hora no lograban dormirse, imaginaron mil modos distintos de
sentarse a la mesa del comensal exquisito. (Silvia Mellado 2009b)
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Genealogía
Los abedules nacen de semillas de álamos que han bebido agua
caída durante un eclipse de luna. Disueltos en agua, los pedazos de
luna vuelven en el follaje, impulsados por el deseo de flotar, otra
vez, en los brazos azules del aire.
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ADN
Escribir minificción es dar vida a un ser completo a partir de un solo
hueso. Arte de las primeras escrituras, la mujer fue creada así.
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“Esta variación en los parámetros de acción del intelectual produce efectos de trans-
formación y redistribución de las discursividades, se trastornan los límites y formas de
decibilidad y otros ejes se constituyen como dominio de discurso: gradualmente pasa a
un segundo plano la reflexión en torno al sesentista tópico del intelectual revoluciona-
rio y comienzan a predominar los planteamientos sobre el papel del intelectual “orgá-
nico” a la democracia; la agenda nacionalista-antiimperialista cae en crisis, en parte por-
que su retórica es desplegada en sustento de una gesta dolorosamente impostada –la
recuperación de las Islas Malvinas–, en parte por el debilitamiento del concepto de
lucha antiimperialista a partir de la caída de la Unión Soviética y por el paulatino tra-
siego del equipaje teórico posmoderno con su cuestionamiento a las identidades natu-
ralizadas y su reformulación de la reflexión sobre las relaciones entre centro y perife-
ria”. Alejandra Minelli (2006: 77).
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ro, publican sus obras en Último Reino, Ediciones del Dock, han
sido legitimados en concursos nacionales e internacionales.
Nuestro colega, Alejandro Finzi —nacido en Buenos Aires y radi-
cado en Neuquén capital—, es uno de los dramaturgos más des-
tacados del país y ha obtenido por sus piezas teatrales numero-
sos premios nacionales e internacionales; Juan Raúl Rithner en
el año 2000 era el dramaturgo argentino con mayor número de
obras en escena; el poeta Ricardo Costa obtuvo ese mismo año
el tercer premio en el concurso Pablo Neruda, Cristian Aliaga
capitaneó durante años Revuelto Magallanes, una publicación
en Internet. Es evidente que no desdeñan los recursos de la hora
para competir y negociar en las redes de circulación metropoli-
tana.
Estos patagónicos asumen la identidad como un constructo,
no como algo dado sino como algo en permanente fabricación,
y a la vez como una batalla que organiza estrategias materiales,
simbólicas y sociales con el objeto de ocupar un espacio cultu-
ral: frente a una cómoda circulación de la producción literaria
de las grandes urbes, otras zonas de nuestro territorio producen
gestos de inserción grupal en el campo cultural a través de
diversas estrategias que apuntan a relocalizar el mapa de las
densidades más o menos culturales de la Argentina. Tal unidad
se traza en una comprensión del mundo como un sistema de co-
municación. Hay una fusión de elementos típicamente latinoa-
mericana: fundación, negociación de los espacios de preserva-
ción identitaria, acomodación y resistencia cultural. En definiti-
va se asume la identidad (regional) de patagónicos, y las diver-
sas formas de mediación (Internet), como una forma de nego-
ciar su lugar en el mundo.
Fundar o refundar una literatura entre el fin y el comienzo
del milenio, en el fin del mundo satisface una doble necesidad:
convocar la mirada de los otros y sortear la indiferencia metro-
politana. Con esos relatos, fuera de los textos literarios, se está
escribiendo la novela patagónica que se organiza, parafraseando
las palabras de Ortega acerca de la novela latinoamericana,
como un gran espacio “del habla, del recuento, del coloquio con
que construimos espacios de comunicación que son un derecho
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Decir sur
Hay un texto que —así como “A Circe” de Julio Torri, 1917, es la
piedra fundamental del microrrelato mexicano, y de alguna
manera, latinoamericano— marca el principio del microrrelato
argentino contemporáneo: “Leyenda policial” de Jorge Luis
Borges. Uno y otro instalan el mito como base en la escritura del
microrrelato, pero mientras Torri acude al mito clásico, Borges
funda la mitología del margen y la orilla, del borde y el arrabal.11
En 1927, en el momento en el que las vanguardias están pug-
nando por construir la argentinidad en la literatura, Borges
publica “Leyenda policial” en la revista Martín Fierro y este
gesto se vuelve una encrucijada en la que convergen los diver-
sos rumbos futuros de su programa narrativo.12 El comienzo de
“Leyenda” es un inventario de la patria pequeña, de una Argen-
tina escrita desde el código menor: norte, sur, milonga, patria
chica y arrabal.13
11
En su magnífico trabajo Con el aura en el margen (Cultura argentina en lo ’80/‘90),
Alejandra Minelli señala, referido a autores del 80 y 90 como Copi, Puig, Aira, pero apli-
cable al microrrelato: “De todo el programa narrativo borgiano, la postulación explíci-
ta de lo que es la tradición argentina y el arte narrativo, y la construcción —implícita—
de una literatura menor borgiana —que la academia y la tradición tornó mayor— son,
previsiblemente, los aspectos privilegiados en el diálogo de las escrituras que nos ocu-
pan con el legado de Jorge Luis Borges. La reinvindicación de toda la tradición occi-
dental como propia, la impugnación del color local, el proceso causal mágico —donde
todo episodio profetiza los posteriores— la reivindicación de géneros o autores “meno-
res” y la utilización de a lengua hablada resuenan en el diálogo de Puig, Copi, Aira con
la ‘sombra borgiana’.” (Minelli 2006: 24) Es también este linaje el que adoptan los micro-
rrelatistas argentinos.
12
Beatriz Sarlo sostiene, en “Sobre la vanguardia, Borges y el criollismo”. “El ‘antigau-
chismo’ de Borges, su elección de lo suburbano frente a lo rural, la condescendencia
con que anilquila el ‘bandidismo’ para fundar un mito del coraje, pueden leerse en esta
perspectiva. Y “Leyenda policial”, publicada en el número 38 de Martín Fierro, sería su
primer texto de ficción. Evaristo Carriego, su teoría.” (Sarlo 1981: 7)
13
Sobre la influencia del programa borgiano en los microrrelatistas argentinos, véase
mi “El microrrelato en la literatura argentina: el magisterio borgiano” en Actas del III
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14
Liliana Ancalao nació en Comodoro Rivadavia (Chubut), en 1962. El poema ha sido
extraído de la revista El Camarote núm. 5, marzo-mayo 2005, Viedma (Río Negro).
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