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27/9/2017 Psicoanálisis y Educación : La problemática del saber

Número 3 - Abril 2001


Psicoanálisis y Educación:
La problemática del saber
Graciela Giraldi

La problemática del saber es una referencia común en los diversos campos de acción del Psicoanálisis y la
Educación.

Podemos situar la referencia al saber como punto en común en las diversas prácticas desde dos perspectivas:

Tanto educar como psicoanalizar son prácticas que abordan lo real por lo simbólico. Ese real es la
imposibilidad de educar y de psicoanalizar al deseo de todos por igual.

También en esta perspectiva del deseo nos encontramos con un real o "resto vivo", indomable, irrepresentable
y que escapa a la significantización. Es lo que en el psicoanálisis designa a la pulsión.

No hay un deseo natural o ya dado de saber.

De modo que tener en cuenta ese real orienta de entrada a la política de nuestro acto como psicoanalistas o
educadores. La política de ambas praxis apuestan a la emergencia de la subjetividad en cada niño en sus
relaciones con el saber supuesto.

Si la política marca una dirección a nuestro acto, no es dejar las cosas a la deriva o en base al dicho "según
como venga la mano", sino que pone en las espaldas del docente y del analista la responsabilidad de la
dirección que dan a su acción.

Y como es sabido, en el proceso del aprendizaje escolar y en el hacer la experiencia del inconsciente, el final
del camino depende de su comienzo.

Esto quiere decir, que tiene que haber un maestro que haga de soporte real a la experiencia del aprendizaje
que hace su alumno, como tiene que haber un analista de carne y hueso, que opere mediante el deseo del
analista para hacer existir al inconsciente.

Si se da apertura a una experiencia sin orientación, es difícil que el sujeto encuentre un final feliz, satisfactorio
para la realización de su experiencia.

El segundo punto: ¿Qué compartimos los psicoanalistas y los educadores?.

Compartimos las problemáticas subjetivas que nos plantean los niños y jóvenes de nuestra época, que por
cierto se manifiestan vestidas de otra manera, muy diferentes a hace 2 o 3 décadas.

Hoy día se nos impone el interrogante del qué-hacer ante el cortocircuito que existe con el saber, a través de
una sintomatización variada como: el fracaso escolar, el aburrimiento y la apatía en los niños que hacen la
experiencia del aprendizaje, la inhibición frente al saber, el pánico a la escuela (como el caso que les traje).

Tenemos en común la práctica del concepto escuela, en la medida que efectivizar la práctica de la escuela no
se reduce al recinto o al lugar físico donde trabajamos, sino que se funda en la transferencia de trabajo con los
otros (los llamados colegas); es decir en esas relaciones con el saber necesarias para que la pareja alumno-
maestro o analizante-analista pueda sostenerse en ese tercer término: El saber supuesto.

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Es la herencia del concepto escuela que nos dejaron los griegos con la figura del saber referencial que
ejercitaban Sócrates y sus discípulos, práctica de la palabra mediante el diálogo con otros fundada en la falta
de saber sobre cómo vivir mejor. Hoy día, en las Escuelas de orientación lacaniana ejercitamos ese trabajo de
la palabra de un modo nuevo a través de la Conversación en la comunidad analítica, que fue un significante
donado por el Sr. J-A. Miller.

Para el psicoanálisis, la problemática con el saber es crucial en la experiencia subjetiva.

Hay que decir que s. Freud, se ve llevado desde sus primeros textos a elaborar una respuesta ante su
pregunta de si existe un deseo natural de saber en la infancia.

En "Tres ensayos para una teoría sexual", deduce que las teorías sexuales infantiles permiten al niño velar la
castración materna, de la cual el niño nada quiere saber.

Y es por el paso por el Edipo o la puesta en función de la metáfora paterna que el sujeto del inconsciente
responde mediante significaciones fálicas a su encuentro traumático con la falta en el Otro.

Es lo que Freud ubicó como las ficciones del niño sobre el romance familiar o la neurosis infantil.

Y con Lacan leemos: la respuesta subjetiva del niño ante el deseo del Otro.

Hay que considerar que para Freud, esas relaciones del niño con el saber se constituyen por la transferencia al
padre.

Este pasaje subjetivo, esta transferencia o amor al padre es ubicado en su texto sobre la femineidad.

¿Qué saber se le supone al padre?. El saber supuesto al padre es un saber sobre el goce.

De modo que si es sobre el goce no hay deseo de saber.

Eso se puede deducir del sintagma freudiano: pulsión de saber.

El goce hace barrera al saber. Por lo tanto hay horror a saber.

Ahora, la experiencia analítica permite el despliegue de las relaciones del sujeto del inconsciente con el
supuesto saber, a través del velo del amor de transferencia (en tanto la lógica es que se ama a quien le
suponemos el saber y a la inversa).

El analizante, amando el saber toma la posición del amante que da o produce el saber inconsciente que dice
que no tiene).

De ese modo, el amor al saber de la transferencia cumple la función de velar lo traumático del encuentro del
sujeto con el goce.

Lacan, mediante las fórmulas de la sexuación ubica un nuevo modo de amor al saber, ya no como repetición
sino como encuentro e invensión. De allí que nos dice que el amor hace de suplencia a la falta de proporción
sexual.

Y el paradigma de la experiencia analítica es que el amor de transferencia velando la falta de proporción entre
los sexos o entre significante y significado, permite ir hacia el objeto causa del deseo para saber qué quiero, en
cada caso.

El deseo del analista opera sirviéndose de la transferencia como una herramienta que permite realizar el
trayecto del arco de Heráclito: Del inconsciente-sujeto al inconsciente-saber que exsiste, como lo señaló J-
Alain Miller en su intervención en las Jornadas pasadas de la EOL.

El caso Sebastián:

El paradigma del interrogante freudiano sobre la problemática subjetiva con el saber se desprende de la clínica
misma.

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Así me lo enseñó un niño de 11 años que fue traído a la consulta por lo que sus padres denominaban su terror
a la escuela.

Las manifestaciones sintomáticas eran: un tire y afloje con sus padres a través de peleas, discusiones orales y
escritas cada día que el niño debía dirigirse a la escuela del ciclo secundario que él mismo había elegido por su
especialidad agrotécnica. Por las noches el niño sufría de insomnio y pasaba notitas debajo de la puerta del
dormitorio de sus padres expresándoles su conflicto superyoico entre el deber ir a la escuela y su rechazo pues
allí sufría de dolores de estómago y descomposturas.

Como por las mañanas sus padres lo obligaban a concurrir a sus clases, otra reacción del niño era escaparse
de la institución para volver a su casa y prometer que al día siguiente solucionaría su problema.

Lo cierto es que cuando llegan a la consulta, el niño estaba excedido en el límite del permiso escolar de faltas.
Así que debí elaborar una nota a la Dirección escolar para certificar que el niño se disponía a trabajar su
conflicto conmigo.

Mi primera intervención en las entrevistas fue con la madre del niño. La reenvié a retomar su análisis en el
punto en que había interrumpido: por problemas económicos, pues su economía libidinal reforzaba la posición
polimorfa infantil del niño, que se hacía pasear por su madre por los consultorios médicos como un objeto de
estudio, el que se hacía también tironear y retar por sus padres ante su negativa de concurrencia a la escuela.

¿Cómo entra este sujeto a la transferencia?: Mediante la sospecha. Dice a sus padres: "-Ella me cobra por no
decirme qué hacer."

En ese punto dejo de entrevistar a sus padres y enfatizo la interrogación al niño: por qué venís, qué cosa te
hace sufrir?.

El sujeto se presenta amordazado por el Significante comedor de la escuela. Dice que allí ubica su problema.
Si come en el comedor con los demás niños se descompone. Tampoco puede digerir la comida de vianda que
le da su madre.

Le pido que me dibuje su escuela y dice: -¿Ves?, tiene la forma de "C", de comedor.

Digo: -¿La escuela comedor de los niños?.

Su risa es su respuesta y corto la sesión.

A partir de allí se inaugura el tiempo de la formalización del síntoma. Un día me dice: ¿Sabés?...estuve
pensando que mi problema empezó a fines del año pasado, cuando terminé la primaria Allí ya no tenía ganas
de ir a la escuela porque a veces iba llorando, no sé por qué. No le conté a nadie lo que me pasaba.

Sus producciones gráficas comenzaron a apoyarse en la construcción de laberintos sofisticados, los que
incluían salidas falsas o trampas. El niño me hacía buscar la verdadera salida probándome en su ingenio. En el
inicio de la cura me vestí con la apariencia de la partenaire inquieta por aprender a encontrar la justa salida.

Sus elaboraciones oníricas traducían sus ficciones infantiles, las que se podrían resumir en el cuento de "Alicia
en el país de las maravillas", el cual tomó apoyo gráfico en una ocasión: El personaje del gato es el que
sorprende a los demás con su risa, pero él mismo no puede sorprenderse por nada. Era la risa insensata que
divide al Otro, lo que se repetía en cada una de sus construcciones.

El niño se ubicaba en la transferencia como el trabajador genial que buscaba sorprender al Otro con sus
inventos.

Esto mismo se desplegaba en sus juegos habituales: Construír en su casa cuevas con trampas y laberintos
para sorprender a sus amigos. O armar carros con restos de madera y neumáticos viejos, haciendo la serie de
los mejores, los que unidos por un cable iban colgados a la camioneta del padre sorteando los obstáculos del
camino que él elegía para pasar.

En un segundo momento de la cura, mi posición viró a un lugar menos ubicable para el analizante -vale decir-
que hice uso del semblante del silencio y del enigma del deseo.

En una ocasión, luego de una separación de mi lado por motivos de un viaje, el niño me recibió con la novedad
de que durante mi falta se había reincorporado normalmente a sus clases escolares, habiendo logrado rendir
sus parciales con buenas notas.
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Quiero marcar este cambio de posición subjetiva que se correlaciona no tanto con la ausencia real del
partenaire analista sino con un juego que el niño hacía antes de mi partida, el mismo que angustiaba a su
madre.

El niño, al bajarse del ómnibus escolar, saltaba una fosa al costado de la carretera para luego darse vuelta
esperando el grito complaciente de sus amigos: -¡Bien, Sebastián!.

Este juego, de la estructura del fort-da completaba la alienación significante de la transferencia (alternancia
presencia-ausencia del Otro) donde el objeto carretel-niño se separaba del Otro.

En la sesión posterior a mi llegada, el niño preguntó por la falta de un sillón del consultorio que fue cambiado
antes de mi partida pero que él no había registrado. Su dicho fue: -Te falta un sillón. En su lugar está este
nuevo.

El sujeto comenzaba a sorprenderse.

Ahora, quisiera subrayar en la vida de este niño algunos hechos contingentes que alimentaron su dificultad
subjetiva con la separación.

A los 4 años el niño organizó su deseo al modo prevenido respondiendo con una fobia al ruido de las piñatas
de cumpleaños.

Se lo llevó a psicoterapia. El sólo recuerda de esa experiencia que su analista fumaba mientras él dibujaba. Sin
embargo, la fobia cedió al poco tiempo.

Cuando nació su hermano, Sebastián tenía 1 año. Se lo envió a una guardería porque su madre no podía
ocuparse de él en tanto estaba de duelo por haber perdido a su propia madre a la vez que daba a luz a otro
niño.

Sebastián pasó al cuidado del padre. Surgieron por ese tiempo transtornos en su alimentación y problemas
intestinales. Su médico de cabecera lo nombró: "un comedor selectivo".

Hay una serie de pérdidas familiares que coinciden con su ingreso a la escolaridad y la negación de sus padres
a inscribir las mismas. Por ej, el día de su ingreso a pre-escolar muere su abuelo paterno y el niño es enviado
normalmente a tomar sus clases, como si nada hubiera sucedido.

Al mes fallece un primito hermano por parte del padre del paciente a raíz de un accidente. Desde ese
acontecimiento las familias se distancian.

Al año (el paciente tenía 6 años) pierde a su abuelo materno, quien vivía con el niño. Este abuelo es el
referente en sus ideales. Sin embargo, cuando fallece su abuelo el niño asistió normalmente a sus clases
escolares, no cumpliendo con los ritos del duelo por los seres queridos.

Paradójicamente Sebastián siempre sostuvo un buen lazo con el saber escolar, llegando a ocupar el lugar del
abanderado y del mejor compañero.

Pero cuando culminó su ciclo escolar primario y llegó el momento de la fiesta de graduación donde se reparten
los premios, el niño se ausentó con su familia para viajar al exterior.

Recordemos que el sujeto ubicaba en la terminación de su escolaridad primaria los primeros signos
sintomáticos: la angustia señal en su llanto solitario.

En su experiencia analítica, sus ficciones infantiles se desplegaron sobre 3 temas recurrentes: los monstruos
poderosos (figura de un Otro inhumano, invasor), los laberintos (parecidos a las circunvoluciones intestinales) y
los túneles con sorpresas.

En el comienzo de la cura se destacaba la referencia al falo como identificación a ese lugar para el Otro:
Sorprenderlo con su ingenio.

En el momento que el sujeto se enlazó a la actividad escolar comenzó a hablarme de sus logros escolares. Le
pedí entonces que me hablara de sus malestares actuales, que para eso estábamos trabajando juntos. El niño
expresó una incomodidad nueva: la de desplazarse en colectivo hacia la escuela, a mi consultorio y el
sentimiento de rivalidad con sus pares.

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En una sesión él se queda en silencio, con la mirada puesta en los libros de mi biblioteca.

Al preguntarle sobre cuál era su pensamiento, me confió que solía inventar historias a partir de mirar algo
cuando se sentía incómodo en una situación. Y que eso le ayudaba a no desesperarse cuando iba viajando en
colectivo con gente extraña.

Le dije: -¡Adelante con una!.

-"Vamos los dos por un túnel, yo detrás de él siguiéndolo. Es un tour por unas cavernas. La gente que lo seguía
se queda atrás, menos yo que buscaba la salida.

Cuando él se detiene a esperar a los otros una araña se desprende del techo, cae sobre él y lo mata.

De allí que cada 6 años (aclara que es la cifra del diablo) él se me presenta a mí y a la gente del tour para
sorprendernos. El lugar elegido donde él se presenta a los otros es el baño, es decir que los encuentra
desnudos.

Parece que él duerme en su fantasma por 6 años. Se hace el muerto y luego revive para despertar a los otros,
porque él mismo ha sido despertado por su sexo.

Esta construcción, si bien se correlaciona con su síntoma obsesivo que sostiene la ficción de un Otro muerto
en el deseo, es una transformación de la primera, donde él debía sorprender al Otro con su ingenio.

En esta última hay un agregado en la escena: El baño, donde el Otro a sorprender está desnudo.

Me dice que esta aventura se desarrolla en el interior del cuerpo de una mujer. La gente entró por la boca.

Le pregunto: -¿Y la salida por dónde está?.

Responde: -Por los agujeros de los oídos. Sólo 2 túneles conducen a la salida que se llaman trompas de
falopio.

-¿Trompas de falopio?. Eso me suena a otra cosa!.

El se ríe y dice en el umbral de la puerta: Ahora me acuerdo...Si yo ya lo estudié a eso del cuerpo de las
mujeres!.

Esta salida delinea el final de esta cura: El sujeto puede sorprenderse por el sin-sentido ante el encuentro con
algo del orden de lo femenino.

A partir de allí, el analizante empieza a traer sus temores ante el encuentro con el Otro sexo, en sus primeras
salidas a las discos.

Comienza a preocuparse por su vestimenta, sobre todo cuando acude a sus sesiones y se enamora de una
chica que es muda (lo contrario al rasgo verborrágico de su madre).

Al final de la cura pasa a una actividad original en sus tiempos de ocio: De pintar cuadros como su abuelo a
usar cerillas y alfileres para construír figuras de animales y humanas, ligando cuidadosamente esos restos con
la gotita pega-pega.

Un buen día me dice que dejará de venir porque ya se siente bien con sus cosas.

Nos despedimos en ese punto poco después. Me dice que alomejor en otro momento de su vida él vuelva si
me necesita.

¿Qué nos enseña este caso?:

Que la inhibición de ir a la escuela pudo tomar estatuto de síntoma en tanto signo de lo que no anda para el
sujeto, mediante la confianza al mismo y su enlace con la suposición de saber del amor de transferencia.

Que la fobia al comedor de la escuela fue la llave del sujeto que abrió a la dimensión del síntoma obsesivo: su
lucha intestinal de ideas.

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El llamado al padre privador del goce permitió al sujeto la interrogación por el padre en su experiencia analítica.

El acto de servirse de un analista siempre deja consecuencias de saber sobre el propio deseo al sujeto de la
experiencia analítica, más allá de tratarse de un niño, adolescente o adulto.

El deseo del analista es el operador que permite convertir al amor de transferencia en una herramienta al
servicio de la cura (referencia de Freud de su texto "Observaciones sobre el amor de transferencia").

Graciela Giraldi, miembro del ERINDA, de la Sección Rosario de la EOL y de la AMP.

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