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A sí tituló Erikson su importante trabajo en el que explica

con sencilla profundidad cuáles son las tareas de desarrollo


que los hombres debemos cumplir en cada una de las etapas
de nuestra vida y las alternativas de éxito o de fracaso que
enfrentamos. Todos, a lo largo de nuestra vida, construimos
nuestra propia identidad. Dicha identidad es la respuesta que
cada uno de nosotros encuentra a la pregunta existencial
básica: "¿Quién soy yo?" Pregunta que tiene varias
alternativas de respuesta: Si a Juanito, desde muy pequeño le
ha dicho que es un "inútil", "un tarado", o, "un bueno para
nada", lo más probable es que interiorice estas críticas y la
hostilidad que las genera y que desarrolle gradualmente una
mala imagen de sí mismo, es decir, una "identidad negativa".
La mayoría de los delincuentes al ser interrogados acerca de
cómo eran sus relaciones familiares, invariablemente
responden: "Sólo me hacían caso para decirme que era un
imbécil… un bueno para nada… o para golpearme".
También puede darse el caso de que los niños crezcan
rodeados de una fatal indiferencia y, entonces, simplemente
no sabrán quiénes son. A éste grave problema Erikson lo
llama "Difusión de Identidad", y es el tema de la famosa
novela "Peer Gynt", de Ibsen, donde el personaje central se
describe a sí mismo como "una cebolla". Dice Peer Gynt:
"Quito capas y capas y no encuentro nada en el fondo". Por
otro lado, cuando las experiencias cotidianas de los niños son
el amor y el respeto, ellos aprenderán rápidamente a amarse
y respetarse, construirán una "identidad positiva" y podrán
amar y respetar en reciprocidad. Vamos a seguir paso a paso
el vital desarrollo de nuestra identidad.
1. Confianza Básica versus Desconfianza Básica

La primera tarea de desarrollo que debemos lograr es


adquirir un sentido de confianza básica. Cuando los niños
son alimentados y cuidados amorosamente, despierta en ellos
un "sentimiento de bondad interior" provocado por la calidad
de las relaciones que el niño establece con sus padres […].
Dice Winnicott: "La seguridad de los niños pequeños y sus
madres tiene una gravitación mucho mayor sobre el bienestar
social que cualquier otro factor".

El primer logro social del niño es permitir que su madre


se aleje de su lado, porque ella se ha convertido en una
certeza interior y en algo exterior previsible. Dice Wolman:
"El camino que lleva de la infancia a la edad adulta es el
progreso de la confianza en los otros a la confianza en sí
mismo".

2. Autonomía versus Vergüenza y Duda

La confianza es el prerrequisito para que los niños


logren la autonomía. Sólo aquellos niños que han aprendido
a confiar en sí mismos y en los demás se atreverán a actuar
por cuenta propia y sólo aquéllos que se atrevan a actuar
podrán descubrirse a sí mismos y al mundo que les rodea.
María Montessori solía decir que toda ayuda inútil que se le
brinde a un niño retardará su desarrollo; esta idea la expresó
en una frase perfecta: "Ayúdame a hacerlo yo solito". Todos
los niños comprenden el valor que tiene desarrollarse y por
eso, en cuanto pueden expresarse, exigen que se les permita
hacer las cosas por sí mismos. "Yo solito" dicen los niños en
todo el mundo y en todos los idiomas; y el papel de los
padres es dejarlos probar e intentar, ayudándoles lo menos
que se pueda pero asegurando el éxito en las empresas que
acomete el niño. Los niños en esta etapa aprenden a caminar,
su lenguaje tiene un desarrollo acelerado y aprenden a
controlar esfínteres, es decir, a "avisar". Todos estos logros
se traducen en autonomía.
El niño podrá desarrollarse en esta etapa si se le permite
hacer las cosas por sí mismo, por ejemplo, bañarse, -aunque
al final sus padres les laven las nalguitas- comer, aunque al
final sus padres lo tengan que bañar; vestirse, etc. Un niño
abandonado a sus fuerzas fracasará frecuentemente y perderá
la confianza en sí mismo; un niño al que le hacen todo, se
estancará y una permanente duda y una permanente
dependencia serán las consecuencias de nuestros esfuerzos
fallidos […].

El Niño dice ¡No!

Un hecho muy importante que ocurre en esta etapa -


alrededor del año y medio-, es que el niño aprende a decir
"No". La consecuencia de este gesto es que lo enfrenta a
otras voluntades y a la autoridad. La mamá dice "ven" y el
niño dice "No"; "dale un beso a tu abuelita" y el niño dice
"No"; "dale uno nada más" y el niño vuelve a decir "No".
Henry Wallon, un connotado psicólogo francés decía que la
respuesta que obtenga el "No" del niño, -entre el año y
medio y los tres años- por parte de sus padres, conformará el
núcleo de sus actitudes futuras hacia la autoridad. De
acuerdo a esta idea, el "No" del niño puede tener tres
consecuencias distintas, a saber:

a) Los padres autoritarios: el niño dice no y el papá o la


mamá le responden "¡Cómo que no!", "Haga lo que le digo o
le doy tres nalgadas", etc. De todas todas, los padres exigen
que se haga su voluntad.

b) Los padres negligentes o irresponsables: el niño dice no


y sus padres, de todas todas, lo dejan salirse con la suya, -
"déjalo, es chiquito"; "no lo molestes", "bueno, a ver… ¿qué
es lo que quieres?", etc.

c) Los padres que ejercen una autoridad sana, basada en


el respeto mutuo y la reciprocidad: el niño dice no y de
acuerdo a las circunstancias se negocia y se buscan acuerdos
satisfactorios para ambas partes, aunque es privilegio y
obligación de los padres decidir la última palabra.

Lo interesante de todo esto, dice Henry Wallon, es que


cuando nuestros hijos enfrenten a otras figuras de autoridad,
v. gr. maestros de escuela, otros adultos, patrones o jefes,
etc., responderán de acuerdo a su experiencia previa. A
saber:

a) Los hijos de padres autoritarios tendrán dos alternativas:


una es la rebeldía, pero si la rebeldía es brutalmente
reprimida, entonces aparecerá la sumisión. ¡El yo se rinde
incondicionalmente! El control externo lo aplasta. Cuando
estos niños crezcan serán rebeldes y rechazarán cualquier
forma de autoridad, serán intolerantes y despóticos; o serán
gente perfectamente sumisa, incapaz de disentir por temor a
las represalias, gente dispuesta a obedecer sin chistar ("a sus
órdenes jefe").

b) Los niños que se salieron siempre con la suya no


desarrollarán autocontrol ni reconocerán límites: no habrá
cooperación sino terquedad. El abandono, finalmente, les
hará perder la confianza en sí mismos. "El arte de ser padre,
es el arte de saber imponer límites sensatos", dijo Erikson.

c) La autoridad sana produce un sentido de cooperación y


confianza. Hay autocontrol, buena voluntad y orgullo.
Gradualmente, el niño aceptará dos principios: la ley y el
orden.

3. Iniciativa versus Culpa

"La diferencia entre el hombre y la máquina es la


posibilidad de actuar por cuenta propia, es decir, con
iniciativa"

El extraordinario desarrollo que ha tenido hasta ahora


plantea nuevos retos y nuevas posibilidades. El dominio del
lenguaje permite al niño hacer sus propios planes, actuar con
intencionalidad, tomar decisiones. El ingreso al "Jardín de
Niños" lo catapulta a la vida comunitaria, a la disyuntiva de
ser él mismo y dejar atrás su apego exclusivo a los padres.
Esta, como las anteriores, es una fase muy importante de
preparación para la vida, que el niño superará con éxito, si
sus padres no lo han confundido con un "muñeco" con el que
juegan "a que lo bañan", "a que lo visten", "a que lo peinan"
[…]. El desarrollo de más de un niño se ve desbaratado
cuando la vida familiar no le prepara para la vida escolar. En
cambio, cuando se le ha dado la oportunidad de hacer cosas
por sí mismo y de ayudar a los demás: como poner la mesa,
hacer galletas, o el agua de limón, podrá descubrir su valor,
se sentirá seguro y orgulloso y estará listo para ir a la
escuela.

En esta fase el padre del mismo sexo desempeña un


papel muy importante como factor fundamental de
identificación, en función del cual el niño habrá de definirse
a sí mismo. Es también durante esta fase cuando el interés
por las diferencias sexuales despierta inquietudes y
curiosidad.
La aceptación por parte de los padres de esta curiosidad
natural asegurará en el futuro sexual una vida sexual sana y
satisfactoria, evitándole sentimientos de culpa que
comprometan innecesariamente su integridad psicológica.

4. Laboriosidad versus Inferioridad

El trabajo nos transformó en hombres en todos los


sentidos: intelectual, moral, social. El trabajo hace posible
que el hombre, al transformar las cosas, descubra su propio
valor. Los niños merecen la oportunidad de trabajar, de
asumir pequeñas responsabilidades y de contribuir, aunque
sea mínimamente, al bienestar familiar, a través de su
esfuerzo personal. Claro que al hablar aquí de trabajo me
refiero a cosas que los niños puedan hacer y que aún cuando
impliquen esfuerzo y dedicación no se conviertan en tediosas
rutinas o en pesadas obligaciones. Un ejemplo: los sábados o
los domingos, los niños pueden hacer el desayuno para toda
la familia, desde decidir qué van a hacer, calcular el dinero
que necesitarán, comprar las cosas, hacer el desayuno,
servirlo, etc., todo solos. Las actividades productivas les
ayudarán a entender el sentido de la vida humana. En una
ocasión le preguntaron a Freud, el padre del psicoanálisis,
qué necesitábamos los hombres para ser felices, y Freud
escuetamente respondió: "amar y trabajar". Y, aunque
frecuentemente se confunden amor y trabajo con interés y
explotación, la fórmula del profesor, en su sentido puro, es
absolutamente válida. Dice Fromm refiriéndose a la historia
de Jonás, "Dios le explicó a Jonás que la esencia del amor es
trabajar por algo y hacer crecer, que el amor y el trabajo son
inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja y se
trabaja por lo que se ama".
Nuestros hijos no quieren ser más que los demás niños,
pero tampoco quieren ser menos. Todo el "chiste" está en
que sean buenos para algo y que lo sepan. Cuando no han
desarrollado ninguna habilidad, las comparaciones los
pondrán en desventaja y experimentarán sentimientos de
inferioridad. Para ser bueno para algo, es necesario que los
padres ayuden al niño a descubrir sus aptitudes y luego le
brinden la oportunidad de realizar las actividades que habrán
de perfeccionarlas, por supuesto, dejando al niño elegir; pero
una vez tomada la decisión de desarrollar alguna habilidad
especial los padres deben apoyar al niño para que asista a los
entrenamientos, ensayos, clases especiales, etc., que habrán
de conducirlo a la maestría.
A partir de los seis años el niño empieza a interactuar
efectivamente con gentes ajenas a su círculo familiar. En la
escuela y en el vecindario, algunas de éstas gentes ejercerán
una notable influencia en su desarrollo. Particularmente
importantes serán, de ahora en adelante, sus amigos.

5. Identidad versus Confusión de Rol

Son esta fase y la primera las que mayor interés


despertaron en Erikson, quien señaló explícitamente que son
las dos fases fundamentales del desarrollo. Este interés es
explicable. Al nacer el bebé se enfrenta al mundo: "Después
de una vida de regularidad rítmica, calor y protección en el
útero, el infante experimenta la realidad de la vida en sus
primeros contactos con el mundo exterior". De la calidad de
esta primera experiencia dependerá que el niño tenga una
visión optimista del mundo. Así, vemos fácilmente la
importancia estratégica de esta fase compartida por la fase
que ahora nos ocupa, pues ahora, como cuando era un recién
nacido, el individuo se enfrenta a un mundo nuevo.
Gracias a los psicólogos suizos Piaget e Inhelder,
sabemos que, alrededor de los doce años de edad, nuestros
jóvenes se convierten en filósofos "no sólo preocupados por
cómo son las cosas, sino también, por cómo podrían ser". Su
pensamiento sufre un cambio radical y una de las
consecuencias más notables de este cambio es que aparecen
las preguntas acerca de la propia existencia: "¿Quién soy
yo?", "¿Qué es la vida", "¿Qué sentido tiene la vida?" Los
jóvenes plantean mil preguntas y buscan las respuestas a
través del diálogo con otros jóvenes que son sus iguales y
que enfrentan las mismas tareas de desarrollo. Los
adolescentes sostienen conversaciones interminables, donde,
sin proponérselo, interrogan a la vida. Su poderoso
pensamiento exige explicaciones. Al final de este proceso, se
debe ser capaz de decir: "Yo sé quién soy", "Yo soy capaz",
"Yo sirvo para…", "Yo deseo…", "Yo seré…". Pero sobre
todo se debe ser capaz de decir: "Yo valgo mucho", "Yo soy
digno de ser amado y respetado y soy capaz de amar y
respetar". Siguiendo a Erikson se puede decir que cuando se
ha logrado desarrollar un sentido de confianza, de
autonomía, de iniciativa, de laboriosidad, y los padres han
ayudado a sus hijos a reconocer sus logros, su valor, sus
aptitudes, entonces, no habrá ningún problema para concluir
con éxito la búsqueda y adquirir un sentido positivo de
identidad. Aclaro que no sólo las experiencias pasadas
determinarán nuestra identidad, también la visión del futuro -
de la que el adolescente ya es capaz- será responsable del
esfuerzo que se haga por desarrollarse y alcanzar niveles de
excelencia. Dice Erikson: "Para no caer en el cinismo o en la
apatía, los jóvenes deben ser capaces de convencerse de que
quienes triunfan en su mundo adulto son los mejores". Es
una tremenda desgracia para cualquier país que sus jóvenes
estén convencidos de que el éxito o el acceso al poder, estén
condicionados por las dádivas, los dedazos o los
compadrazgos. La visión de una sociedad justa, donde el
esfuerzo se vea recompensado, es esencial para que emerja
lo mejor de cada individuo.
Al mundo de los adultos es al que se enfrenta ahora el
adolescente y, como si se volviera a nacer, necesitará
confianza, seguridad, tiempo y conocimiento de sí mismo y
de sus capacidades para iniciarse en ese nuevo mundo;
necesitará que se le acepte como es; necesitará compartir su
identidad difusa con sus iguales, es decir, con otros
muchachos con los que se podrá revaluar como lo hizo de
niño; necesitará de tiempo para atravesar la "línea de
sombra" (Conrad), es decir, asimilar el pasado y confiar en el
futuro.
Añado una nota dirigida a los maestros: el que los
hombres sean capaces de amar, respetar y trabajar, es decir,
que logren desarrollar una identidad positiva, debe ser la
meta de la educación, dicha meta no debe ser sacrificada en
aras de la instrucción o de cualquier otro propósito, es muy
importante, por supuesto, que los niños aprendan a leer y
escribir o que aprendan matemáticas, pero es mucho más
importante que aprendan, a través del amor a amarse y a
través del respeto a respetarse.
Las tres frases siguientes corresponden a la vida adulta
y vamos a considerarlas para tener un panorama general del
desarrollo humano -desde el nacimiento hasta la muerte- y
de las tareas de desarrollo que los padres enfrentamos como
personas.

6. Intimidad versus Aislamiento

Sólo un confiado será capaz de fundir su identidad con


la de otro sin perderse; de entregar su amor, de trabar
amistad íntima y solidaria, de darse a través de la unión
sexual y del orgasmo. Una personalidad sana deberá ser
capaz de amar incondicionalmente; pero también deberá ser
capaz de renunciar a su objeto amoroso si las circunstancias
lo obligan. La evitación de la intimidad por el temor a la
pérdida del yo puede llevar a un profundo sentimiento de
aislamiento.
Recobrar los momentos sublimes en los que logramos
ser comprendidos sin palabras sólo será posible gracias a la
profunda comunicación que logra la intimidad. Los
enamorados caminan juntos, se tocan, se miran y por un
instante son capaces de mantener relaciones personales
genuinas en el amor o en la amistad. Nuestros hijos
sucumbirán ante el irresistible anhelo de la vida y los padres
debemos aceptarlo, aceptar sus noviazgos y confiar en ellos.
Abrir la puerta de nuestra casa a los amigos de nuestros
hijos, conocerlos bien y brindarles nuestros afecto y nuestra
confianza será la mejor garantía de respeto [1].

7. Generatividad versus Estancamiento

La generatividad, dice Erikson, "es en esencia la


preocupación por establecer y guiar a la nueva generación".
Generatividad es alcanzar la cúspide de la madurez al
entregar todo el amor sin perder la integridad del yo, su
modelo perfecto es la madre que ama a sus hijos y todos
aquellos entregados a la tarea de construir y crear un mundo
mejor. Me viene a la mente una liga de fútbol infantil que
organicé, en la que tuve el privilegio de conocer a muchos
adultos entregados a la tarea de hacer felices a los niños:
adultos que les compraban a los niños uniformes; que por las
tardes los llevaban al parque para entrenarlos; que el día del
juego madrugaban para recoger jugadores y durante los
juegos apoyaban y aplaudían a los niños, y sólo por el placer
de hacerlos felices. Recuerdo, por supuesto, a otros, los que
nunca faltan -por desgracia-, dedicados a sembrar
desconfianza, a presionar, a hacer chapuzas con tal de que
ganaran sus hijos a como diera lugar, y fortalecer, así, sus
precarias personalidades. Búfalos cafres desatados en un
jardín de flores. Todos los que estamos en contacto con los
niños somos educadores, para bien o para mal.

La Moneda del Recuerdo

Cuando éramos pequeñas, a mis hermanas y a mí nos


gustaba ir de compras a la
tienda con mamá. Mientras ella se formaba para pagar
montábamos en él
caballo mecánico de color marrón frente al mostrador.
Como no podíamos
darnos el lujo de gastar una moneda para hacerlo
funcionar, nos contentábamos
con montar el caballo una vez por semana e imaginar que
cabalgábamos.
Pero un día sucedió algo extraño: el siempre inmóvil corcel
se puso en
acción. Un hombre nos sonreía. Parecía granjero; era
delgado y llevaba un
sombrero vaquero de paja. Sin duda, en su vida había tenido
menos tiempo para
la frivolidad que nosotras.
Un galope en caballo mecánico no dura mucho; lo
sabíamos, y por eso
lo gozábamos al máximo. Después de tantos años, he tratado
de vivir siguiendo
el ejemplo de discreción de aquel hombre que echó la
moneda.
Muchas veces he deseado tener la oportunidad de hacer
saber a ese
hombre lo mucho que significó aquel singular acto de
bondad; pero me imagino
que, probablemente, ya haya ido por su recompensa hace
mucho. Espero
que su premio sea grande; su moneda, desde entonces, ha
ganado intereses.

Valerie Culp Wilkerson, Cox News Service

8. Integridad versus Desesperación

Sólo el adulto que ha generado bienestar, no sólo para


los suyos sino para su comunidad o para la humanidad
entera, será capaz de madurar el fruto de las siete estaciones
anteriores y podrá decir como Bertrand Rusell: "Hallé mi
vida digna de ser vivida". Es decir, podrá alcanzar un sentido
de integridad. Quien no lo consiga al término de su vida se
hundirá en la desesperación pues tendrá "la sensación de
haber perdido el tiempo" cuando la vida llega a su fin. La
desconfianza aisla, el aislamiento estanca, al final temeremos
a la muerte. El adulto enfrenta sus propias tareas de
desarrollo y debe cumplirlas para convertirse en instrumento
eficaz de desarrollo del niño. Comenta Erikson, destacando
la relación entre integridad adulta y la confianza infantil:
"Los niños sanos no temerán a la vida si sus mayores tienen
la integridad necesaria para no temer a la muerte".
Las Etapas del Desarrollo Psicosocial
Erik Erikson: "Ocho Edades del Hombre"

Edad del Virtudes


Años
hombre Básicas
Vs.
1 0-2 Confianza Esperanza
Desconfianza
2 2-4 Autonomía Vs. Vergüenza Voluntad
3 4-6 Iniciativa Vs. Culpa Propósito
4 6-12 Laboriosidad Vs. Inferioridad Capacidad
5 Adolescencia Identidad Vs. Difusión Fidelidad
6 Juventud Intimidad Vs. Aislamiento Amor
Vs.
7 Adultez Generatividad Cuidado
Estancamiento
Vs.
8 Madurez Integridad Sabiduría
Desesperación

Erikson advierte: un diagrama, sólo es una herramienta


que ayuda a pensar y no es una receta a seguir. Por otro lado
es necesario insistir en que los sentimientos "negativos"
serán durante toda la vida la contraparte de los "positivos" y
que no se alcanzan "logros absolutos", solamente "saldos
favorables".

NOTAS
1. En 1990 la película "Mujer Bonita", una versión moderna
de "Cenicienta", tuvo un éxito enorme. Millones de hombres
y mujeres en todo el mundo se emocionaron con una historia
de amor en la que un hombre muy rico logra enamorarse de
una muchacha pobre; aunque eso sí, muy bonita. En ese
mismo año, otra película: "La Sociedad de los Poetas
Muertos", que es la historia de un maestro de escuela
inteligente y sensible, que enseña a sus alumnos a vivir, a
atreverse a ser ellos mismos, a desafiar al autoritarismo y
que además les enseña que la poesía es necesaria llevó
también millones de personas al cine. ¿Por qué tanto éxito?
En una sociedad masificadora como la nuestra, que tiende a
la despersonalización y al aislamiento y donde muy pocos
hombres se atreven a amar y a ser ellos mismos no es de
extrañar que la gente se conforme con ver en la pantalla lo
que se niega en la vida real. ¡Se venden sentimientos
verdaderos en lata… de película!

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