Università di Milano
El componente cultural
en la enseñanza/aprendizaje de lenguas extranjeras
Introducción
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De hecho, las relaciones entre lengua y cultura han sido estudiadas desde
muy diferentes ámbitos y puntos de vista, por ejemplo: lingüístico, sociológico,
histórico, filosófico, antropológico y etnológico, etc.
«la percepción del mundo que tenemos nos viene programada por
nuestra lengua, y no resultaría excesivamente aventurado aplicar
este principio a la totalidad de la cultura. Es decir, personas de di-
ferentes culturas no sólo hablan lenguas diferentes sino que, en
cierto modo, habitan diferentes mundos sensoriales» (Serrano,
1988: 17).
Analizando éstas y otras definiciones del término cultura po-
demos observar una serie de principios que aparecen en la mayoría
de ellas; así pues, si partimos de estas características comunes, es
evidente que, a la hora de afrontar una nueva cultura, es funda-
mental tener en cuenta no sólo los aspectos intelectuales que, ob-
viamente, pueden ser filtrados más fácilmente mediante las catego-
rías verbales, sino también las emociones o estructura sentimental
propia de esa cultura, ya que, hasta cierto punto, se trata de una
estructura sentimental única.
Y, si tratamos de circunscribir la definición del término cultu-
ra al ámbito de la enseñanza/aprendizaje de lenguas extranjeras,
es obvio que «aprender una lengua conlleva aprender parte de la
cultura en la que se ha dado, se da y se dará un sinfín de situacio-
nes culturales» (Sánchez Lobato, 1999: 26). Este ineludible carácter
cultural de la lengua nos obliga a encuadrar su enseñanza en un
determinado contexto cultural. Es decir, los alumnos necesitan
adquirir además de una competencia gramatical, discursiva, estra-
tégica, sociolingüística y sociocultural3, una auténtica competencia
intercultural en la lengua meta, es decir, una serie de nuevos cono-
cimientos, actitudes y destrezas4. Esta competencia intercultural
será, por otra parte, la que les impedirá desarrollar comportamien-
tos verbales y no verbales inadecuados5. De este modo, el conoci-
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Para Oliveras, la competencia sociocultural se ha basado en el modelo de
enseñanza nativo y, por lo tanto, se ha limitado a la presentación de una serie de
«elementos culturales estáticos [...] sin profundizar en el significado de los signos
culturales ni plantearse las necesidades del alumno a fin de proporcionarle re-
cursos para evitar situaciones de conflicto en la comunicación» (2000: 32).
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Para Byram (1995) la competencia intercultural tiene que incluir: savoir-
étre (esto es, un cambio de actitud), savoirs (es decir, la adquisición de nuevos con-
ceptos) y savoir-faire (a saber, el aprendizaje a través de la experiencia). Citado
por Oliveras (2000: 33).
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Pues, como señala Claxton: «si alguien rompe las reglas, puede esperar la
excomunión, el destierro, que no le inviten a la reunión del viernes por la noche,
que no se rían (sic) sus chistes, que le hagan volver loco o ponerse enfermo»
miento de las normas hará que los alumnos comprendan y usen los
modelos de vida y de comportamiento específicos de una determi-
nada comunidad lingüística.
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Lado entiede por cultura «la conducta, las costumbre de un pueblo», es
decir, un sistema estructurado de comportamiento (Lado, 1973: 116).
Conclusiones
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Nauta utiliza como base las estrategias de Rubin y Thompson, reproduci-
das en Nunan, D. (1989), Designing Tasks for the Communicative Classroom,
Cambrigde.
prohibir», etc., hay uno, quizás no tan conocido, pero que no ha per-
dido un ápice de su validez y es el que reza: «la cultura es la inver-
sión de la vida».
En tiempos más recientes, en concreto desde 1992, persona-
lidades del mundo entero están tratando de hacer realidad una vi-
sión de la cultura como fuerza que puede evitar el choque entre ci-
vilizaciones. Con este objetivo han creado la Academia Universal de
Culturas9, institución aún poco conocida, que pretende proporcio-
nar a los profesores y educadores de todo el mundo los instrumen-
tos intelectuales necesarios para poder enseñar a los jóvenes que
viven en contacto con personas de origen distinto que su recíproca
diversidad no es un obstáculo para la vida en común, sino más bien
una fuente de enriquecimiento mutuo. Ya que, como sostiene Eco:
«si no hubiese diferencias no podríamos entender siquiera quiénes
somos: no podríamos decir "yo" porque no tendríamos un "tú" con el
que compararnos» (Eco, 2002: 6).
En definitiva, lo que intenta esta institución es hacer de la es-
cuela, de los centros de enseñanza y de la universidad "lugares de
confrontación y discusión recíprocas" en los que se puedan encon-
trar ideas mejores para un mundo mejor10. Así, en opinión de Um-
berto Eco, la universidad (e incluso la escuela elemental) pueden -
y personalmente añadiríamos, deben - convertirse en fuerza de
paz11.
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La Academia Universal de Culturas fue creada en París en 1992 por Elie
Wiesel, Premio Nobel de la Paz, y cuenta con el patrocinio del Presidente de la Re-
pública francesa. La Academia realiza su acción gracias al apoyo del Primer Mi-
nistro y a la contribución de los Ministerios de la Cultura, Educación Nacional y
de Asuntos Exteriores. Esta institución reúne a personalidades del mundo entero:
escritores, científicos, artistas, universitarios, etc. La Academia ha abierto un sitio
Internet: www.academie-universelle.org.
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Umberto Eco opina que de nada sirve intentar convencer a una persona,
por ejemplo de cuarenta años, que mata, viola o humilla a quienes no pertenecen a
su modelo cultural. Seguramente para él es ya demasiado tarde. Debemos empe-
zar por sus hijos. Por esto, la labor de los profesores y educadores es fundamental
y determinante.
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De manera análoga se expresa también Cristina Lavinio: «[...] convinti
che il punto di partenza stia in una progressiva diffusione della conoscenza, del
rispetto e dell'accettazione di lingue, mentalità e sistemi di valori diversi, che pos-
sono dialogare civilmente e crescere insieme, arricchendosi reciprocamente. È un
modo, tra l'altro, per costruire una comune "cultura della pace"». (Lavinio, 1992:
XI).
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