PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
LA ARQUITECTURA VERNÁCULA
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
TOMO II
Coordinador:
José Luis Martín Galindo
colección raíces
DIPUTACIÓN DE BADAJOZ
DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES
2006
Este proyecto recibió una subvención de la Consejería de Cultura
de la Junta de Extremadura
LA ARQUITECTURA VERNÁCULA
Colección Raíces, nº 22
ADHESIONES AL PROYECTO
Departamento de Técnicas, Medios y Elementos de la Construcción de la Escuela Politécnica de la UEx.
Departamento de Historia del Arte de la UEx.
Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la UEx.
Departamento de Psicología y Sociología de la UEx.
Decanato de la Facultad de Estudios Empresariales y Turismo de la UEx.
Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (CEXECI).
TOMO I
Presentación ....................................................................................................................................................................................................11
Capítulo tercero
Estudios sobre la arquitectura tradicional extremeña. ......................................................................... 999
1.- ARQUITECTURA Y PAISAJE CULTURAL EN LAS HURDES:
HACIA LA CONSERVACIÓN DE UN PATRIMONIO EXCEPCIONAL. ................................. 1001
2.- EL CORTIJO EN LA BAJA EXTREMADURA.
LA HACIENDA DE CANTALGALLO (LLERENA). ...................................................................................... 1023
3.- CORTIJOS Y CASAS DE CAMPO EN LAS DEHESAS
DEL TÉRMINO DE CÁCERES. ....................................................................................................................................... 1063
4.- HABITACIONES CON HISTORIA. LA CASA DE LLANO
DE LA BAJA EXTREMADURA. ...................................................................................................................................... 1123
5.- RESTAURACIÓN Y REHABILITACIÓN DE LA ARQUITECTURA
POPULAR EXTREMEÑA: LEGISLACIÓN, GESTIÓN Y EXPERIENCIA. ........................... 1193
6.- LOS PELIGROS DE LA “BUENA VOLUNTAD” EN POLÍTICA DE
VIVIENDA EN LAS ZONAS RURALES. MOVILIDAD Y DESARRAIGO. ............................ 1263
7.- CONJUNTOS Y ARQUITECTURAS POPULARES: CONSERVACIÓN
DEL PATRIMONIO CULTURAL VERNÁCULO DE EXTREMADURA. ................................. 1273
CAPÍTULO SEGUNDO
(segunda parte)
ESTUDIOS DE LA ARQUITECTURA
VERNÁCULA DE VARIAS
COMUNIDADES Y PAÍSES
ESTUDIO IX
797
mente estudiadas. Y que, en la actualidad, empiezan a ser analiza-
das por su importante vinculación con el proceso histórico - geográ-
fico del territorio.
Es por ello que establecer un análisis de las construcciones verná-
culas o de la necesidad en Canarias, pasa por hacer una breve refe-
rencia sobre el ámbito geográfico e histórico al que se vincula este
patrimonio; acotarlo terminológicamente; y establecer unas líneas
de gestión patrimonial que aseguren la perdurabilidad del mismo en
la memoria y, en la medida de las posibilidades, en la práctica.
Estas líneas de esbozo se intentarán vislumbrar a lo largo de
estas páginas, tomando como centro de estudio Gran Canaria,
especialmente en los municipios localizados en las Medianías y
Cumbres. El hecho de acotar el análisis a esta isla se debe, única-
mente, a una cuestión de método; en la que ampliar, en este artícu-
lo, el campo de estudio al resto del Archipiélago podría reducir la
investigación a una referencia descriptiva del patrimonio construido,
y no a un razonamiento de gestión del mismo.
Es sabido que concentrar estas páginas en la isla de Gran Cana-
ria delimita considerablemente el tema, pero servirán como modelo
de la importancia de estas construcciones en uno de los siete espa-
cios que componen el panorama insular.
El artículo que tiene entre sus manos es, por lo tanto, una humil-
de aportación al estudio del Patrimonio que conforman las construc-
ciones vernáculas de la isla de Gran Canaria. Que no pretende con-
vertirse en un tratado exhaustivo de estas construcciones y su contex-
to; pero sí en una aportación más, al silencio al que han estado
sumidas durante años y que a través de su estudio, y en palabras de
García Lorca, pueden convertirse en una realidad oída:
Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
Un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo.
798
CONSIDERACIONES TERMINOLÓGICAS
799
de Patrimonio Histórico se produce a través de una referencia y una
descripción del mismo, tomando como base los bienes que lo com-
ponen sin un retrato aclaratorio de los mismos.
No obstante, el Patrimonio en general, y el etnográfico en parti-
cular, no solo lo componen unos bienes materiales visualizables.
También lo constituyen redes de actuación que han permitido trans-
mitir la riqueza cultural de un colectivo, y que abarcan desde cómo
se han cubierto las necesidades biológicas, hasta cómo se han orga-
nizado políticamente.
Bienes y redes de actuación, dan lugar a unas conexiones cultu-
rales concatenadas que caracterizan a la Etnología propiamente
dicha; y que dan forma a la vida de un colectivo hasta el punto de
convertirse en rasgos identificatorios del mismo, relacionándose
entre sí y configurando un referente histórico.
Esta visión teórico evolucionista del Patrimonio y los bienes que lo
componen, lo relaciona con el vocablo CULTURA, en el más amplio
sentido del término. Bajo un enfoque determinista-comparativo, y
con gran énfasis de la forma en que los colectivos poblacionales
actúan sobre el entorno y viceversa.
Y que nos permitiría describir el Patrimonio etnográfico como: el
modo específico en que un colectivo se ha adaptado y adapta a un
espacio geográfico y cultural, configurando una situación patrimo-
nial. Esta situación la componen bienes materiales e inmateriales,
visualizables y no visualizables, las acciones que los han hecho
posibles, y las relaciones que se producen entre estos con su entor-
no físico y social.
Y que constituye, al mismo tiempo, una propiedad que hereda-
mos de nuestros antepasados, y cuyo uso puede estar aún vigente.
Esta situación patrimonial es susceptible de ser estudiada con
metodología antropológica, como un todo orgánico, desde que se
gesta hasta que se desarrolla; y de ella se extraerán los elementos
identificatorios que pasarán a ser protegidos y conservados.
De esta descripción general, deducimos que uno de los elemen-
tos que permite la adaptación de los colectivos a un espacio geográ-
fico y cultural es la arquitectura; que a su vez es un bien material que
forma parte de una situación patrimonial.
800
Entre los múltiples modelos de carácter y destino con que se rea-
lizan las fábricas se encuentra la arquitectura vernácula, entendida
como: la proyección y construcción de edificaciones e instalaciones
en un área concreta; con unas técnicas que han atravesado el
umbral del tiempo, o que han sido adquiridas por la relación con
otras culturas. Y que surge como respuesta a una serie de necesida-
des sociales y económicas, a las que se adapta y con las que se rela-
ciona, formando un paisaje cultural propio, entendido como espacio
físico y social.
Es por ello que, a lo largo de estas páginas, hablaremos de cons-
trucciones vernáculas o construcciones de la necesidad, y no de
arquitectura vernácula. Al entender que las fábricas localizadas en
las Medianías y Cumbres de Gran Canaria no solo responden a edi-
ficaciones, sino también a instalaciones y obras que están al servicio
de la explotación agraria y ganadera2. Y que, además, se comple-
mentan con las transformaciones territoriales y culturales que el des-
arrollo rural ha ocasionado y experimentado; y con las actividades
agroganaderas e industriales (técnicas, trabajo, capital...), artesana-
les y comerciales, que se producen en el ámbito rural, y que respon-
den a las necesidades de los individuos que trabajan en el Sector Pri-
mario, aunque se vincule a otros como el Terciario.
801
Con una edad aproximada de 14.000.000 de años, y con una
topografía muy accidentada, Gran Canaria se sitúa como la isla más
joven de entre las orientales, y la más antigua de las occidentales.
802
cenar el grano; al tiempo que también servían como lugares de reu-
nión y espacios religiosos.
La llegada de los castellanos a tierras grancanarias se produjo en
el puerto de las Isletas, el 24 de junio de 1478. En el que avanza-
ron hacia el sur, junto al barranco Guiniguada, donde ubicarían el
Real de Las Palmas. Tras varias contiendas, la conquista de Gran
Canaria finalizó el 29 de abril de 1483, lo que ocasionó la mezcla
de la población que llegaba con la isleña. Se estructuraba una
nueva sociedad que ha dado lugar a diversas controversias; en las
que algunos especialistas defienden la teoría de un proceso de acul-
turación y otros la abortan, pero en la que no se da lugar a dudas
de la aparición de una población mixta de la que nacieron los pri-
meros criollos. En esta fusión no sólo tuvieron cabida los indígenas
libres y los esclavos; sino también los grupos procedentes de Euro-
pa y África.
Tras la conquista de Canarias, muchos de los municipios de Gran
Canaria se constituyeron en base a divisiones parroquiales; y tras el
reinado de Carlos III, en 1776, con un aparato administrativo que,
aunque no respondía al actual, hacía frente a competencias como las
de Alcalde Real, Diputado del Común, y Síndico Personero.
A comienzos del siglo XIX nacieron nuevos municipios; en gran
medida provocado por los aumentos de población, que conllevó a
la escisión de algunos términos municipales como Vega de San
Mateo –1802- (desmembrado del núcleo de la Vega); y Valleseco
–1842- (segregado de Teror). Y el nacimiento de otros nuevos como
Valsequillo –1802-, e Ingenio –1819-.
No obstante, fue en 1812 y con la Constitución de la misma
fecha, derivada de las Cortes de Cádiz, cuando se admitió la crea-
ción de Ayuntamientos en aquellos términos en los que la población
superaba los 1.000 habitantes.
Al llegar el Trienio Liberal, el Gobierno estableció la capital de la
provincia de Canarias en Santa Cruz de Tenerife; lo que ocasionó un
largo conflicto que ha pasado a denominarse “pleito insular”. A
principios del siglo XX esta polémica de división se resaltó y la isla
de Gran Canaria, apoyada en el auge económico que le proporcio-
nó la actividad portuaria y la urbe consiguió, en 1927, durante la
803
Dictadura de Primo de Rivera, la división de la Provincia de Cana-
rias en dos: Las Palmas, con capital en Las Palmas de Gran Cana-
ria; y Santa Cruz de Tenerife, con capital en la ciudad del mismo
nombre. Esta división se vio reforzada con la Constitución de 1931
al recogerlas en su texto.
A la par de este proceso se abrió, en marzo de 1978, y tras la
regulación por parte del Gobierno Español del régimen preautonó-
mico para varias áreas españolas, el camino para la creación de la
Comunidad Autónoma de Canarias.
Proceso histórico de Gran Canaria, que ha estado en continua
relación con el medio físico que la ha determinado. Y que, además,
la ha condicionado para que la isla presente la fisonomía que tiene
en la actualidad.
Desde el punto de vista climatológico, y en palabras de Domingo
Doreste, Gran Canaria es un continente en miniatura; en el que la
variedad climática y la existencia de microclimas, que fluctúan desde
el subtropical hasta el continental, caracterizan al territorio.
Esta diversidad climática ha estado condicionada por el relieve,
los vientos3, las corrientes marinas4, y la latitud geográfica5; lo que
ha ocasionado una disparidad paisajística que abarca desde el des-
értico de la zona Sur, hasta el frondoso y verde de la zona Norte.
Las temperaturas medias oscilan desde los 22´3 ºC y 28´5 ºC
de máxima; y unas mínimas entre los 14´7 ºC y 20´5 ºC, con una
temperatura media de 18´6 ºC y 24´6 ºC. Esto da lugar a unas pre-
cipitaciones que se reparten de forma concéntrica en torno a los
puntos álgidos de la Cumbre, con el condicionante de que llueve
más a más altura6.
3 Los vientos alisios, que proceden del Noreste, traen aire oceánico, fresco y húmedo.
Este aire, al chocar con las montañas descarga la lluvia, y al mismo tiempo la masa
de nubes filtra los rayos solares y reduce la evaporación.
4 La corriente marina de Canarias forma parte de la gran corriente del Golfo, y trae
agua fría del norte que regula las temperaturas haciéndolas muy suaves.
5 En el paralelo 28 y a unos 100 km. de la costa africana, la isla se ve fuertemente
influida por las invasiones de aire seco del Sáhara, conocido como tiempo sur.
6 La zona más húmeda de la isla se encuentra en la zona de Medianías; muy influida
por el alisio que condiciona el tiempo de más del 90% de los días del año.
804
En cuanto a la vegetación, tras cuatrocientos años de ocupación
y un uso intensivo del territorio, Gran Canaria quedó deforestada a
finales del siglo XIX. Lo que le hizo adquirir un aspecto desolador
que se prolongó hasta la década de los años cincuenta del siglo XX,
cuando comenzó la repoblación de pinares y el abandono de gran-
des superficies.
Actualmente, la situación vegetal responde a una escasa superfi-
cie forestal, con pobre densidad boscosa, en la que el Monteverde
se presenta como la formación vegetal más abundante de la isla. Y
en la que destacan 8 reservas naturales, 4 parques rurales, y 2
monumentos naturales.
La dinámica demográfica presenta numerosas particularidades;
entre las que destaca una edad media poblacional relativamente
joven, y un alto volumen de población con respecto a su dimensión
territorial.
Esta población se dispersa a lo largo de todo el territorio insular;
aunque las variables altitud y accesibilidad influyen, sobremanera,
en este esparcimiento. Ocasionado una organización de asenta-
mientos desarticulada, que abarca desde multitud de pequeños
caseríos, aldeas o barrios dispersos por toda la isla; hasta un con-
junto de núcleos de más de 2.000 habitantes, que incluyen capita-
les municipales más pequeñas y otras entidades situadas en las
zonas bajas.
El motivo de estas concentraciones se debe a múltiples factores,
entre los que destacan: la concentración de mayor número de
población en las zonas que mayor oferta proponen, como es el caso
de Las Palmas de Gran Canaria, debido a la mejor accesibilidad a
los traslados diarios al lugar de trabajo, y a los servicios básicos. Y
el cambio económico que ha experimentado la isla, con un abando-
no progresivo del Sector Primario a favor del Sector Terciario y turís-
tico, que ha ocasionado un cambio de espacios y estructuras.
En referencia a esta última, la economía, ha estado fundamenta-
da en el Sector Primario, con tres grandes zonas agrícolas según la
variable altitud: la zona baja o costera (de 0 a 200 m., con cultivos
como el plátano y el tomate, además de otros productos tropicales
como la papaya y los naranjeros). La zona media (de 200 a 1.000
805
m., en la que se cultivan frutales y cereales de secano). Y la zona alta
(más de 1.000 m., en la que los cultivos más importantes son las
papas y los cereales).
La diferenciación de estas zonas ha hecho que en el sector agrí-
cola grancanario se hable de dualidad de agriculturas que no se
fusionan; sino que tienden a la intensificación de la producción, con
un abandono progresivo de los modelos tradicionales en pro de la
introducción de nuevos cultivos.
En los últimos años, la producción agrícola se ha caracterizado
por una elevada especialización en los monocultivos, y por su orien-
tación hacia los mercados exteriores. Mientras que la producción
destinada al mercado interior ha asistido a una reducción del valor,
bajo nivel tecnológico y de capitalización, escasa especialización, y
elevados costes en la producción.
En cuanto a los cultivos, los que mayor presencia presentan son
los frutales, seguidos de las papas y las hortalizas; aunque en la
actualidad, se tiende a un aumento de la extensión de la vid. Las
plantas forrajeras y los cereales son poco relevantes por su escasa
rentabilidad; aunque el millo, debido a su uso tradicional como forra-
je para los animales y como materia para la elaboración del gofio, es
el que más trasciende en importancia.
La agricultura de exportación, por su parte, “... es el subsector
más profesionalizado, con mejores estructuras productivas y comer-
ciales; mayor grado de organización; y un carácter emprendedor
más acusado, a pesar de los problemas de competitividad en los mer-
cados internacionales”7. El principal cultivo de exportación es el
tomate seguido de la platanera.
Otro papel en la economía de Gran Canaria lo ocupa la agricul-
tura ecológica; que está teniendo cierta importancia gracias a las
políticas de fomento (Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica
806
de Canarias –CRAEC-), y a programas europeos. No podemos afir-
mar que este tipo de producción se presente como la base futura del
desarrollo agrario. Pero comienza a mostrar su despegue con la
aparición de algunas industrias productoras; fundamentalmente en
el campo de las plantas medicinales y aromáticas, y la elaboración
de pan.
Lo que respecta a la ganadería es bastante compleja, aunque de
forma general se pueden establecer dos tipos: uno de carácter tra-
dicional, y otro de carácter empresarial.
La primera corresponde a explotaciones de tipo familiar, con
limitado número de cabezas; y a una alimentación vinculada a las
actividades agrícolas y a los recursos forrajeros. Es característico de
esta ganadería la convivencia de especies como la cabra y la oveja,
o las vacas y las cabras, en una misma explotación.
Nos encontramos ante explotaciones de tipo rudimentario, situa-
das en pequeños pesebres o en cuevas naturales o excavadas; y en
las que no se recurre a la mecanización para la alimentación o la
recogida de residuos (la ordeñadora es el único elemento tecnológi-
co que existe).
Lo que respecta a la ganadería de tipo intensivo se ciñe funda-
mentalmente a la costa, y posee un carácter empresarial, con incor-
poración de tecnología y manejo de ganado de condiciones muy
superiores a los de la ganadería tradicional. Está compuesta por
grandes explotaciones de bovino, porcino, y avícolas.
Además de estas consideraciones, la ganadería en Gran Cana-
ria se caracteriza por: la casi inexistente incorporación de jóvenes a
esta actividad económica; la existencia de numerosas trabas admi-
nistrativas8; la limitada cualificación profesional de los ganaderos
que no son empresarios; y la limitación física del espacio, debido al
crecimiento urbanístico.
807
Lo que compete al Sector Secundario, se presenta a través de la
pesca como el recurso económico más relevante en la isla. En la que
la tónica general ha sido el nacimiento de comunidades pesqueras,
que se han visto determinadas por mercados que han absorbido las
capturas. Este hecho ha intensificado la actividad pesquera, que en
la actualidad se puede diferenciar en dos: una actividad de extrac-
ción, de tipo artesanal, que se desarrolla en las aguas del Archipié-
lago; y la que se desarrolla en aguas africanas, de tipo industrial.
La industria, por su parte, se concentra fundamentalmente en las
localidades de: Las Palmas de Gran Canaria, Telde y Agüimes. Acu-
mulando, estos tres términos municipales el 82 % del Valor Añadido
Bruto insular. Por el contrario, los municipios concentrados en las
áreas rurales no superan, de forma conjunta, el 6 % de la producción.
De forma tradicional, la industria de la isla se ha centrado en acti-
vidades productivas que presentan numerosos obstáculos para entrar
en el comercio exterior; a la vez que destaca como subsector industrial
la captación de aguas, el hormigón y los derivados del cemento.
Al frente de la industria: la artesanía. Actividad muy enraizada en
la sociedad rural, al tratarse de una fuente de ingresos complemen-
taria de gran importancia; y que, en la actualidad, ha disminuido de
forma tan progresiva que ha presenciado la pérdida de algunos ofi-
cios tradicionales.
Para el caso insular podemos distinguir dos tipos de artesanía:
una de tipo “tradicional”, con un fuerte arraigo cultural, y transmiti-
do de generación en generación. Y otra que se ha denominado
“moderna”, y que intenta establecer elementos de renovación en los
diseños y las técnicas.
En cuanto a la construcción, es un sector que presenta gran dina-
mismo en el marco de Gran Canaria; y que figura, en gran medi-
da, como el revitalizador de la economía de la isla. Este sector ha
encontrado su mayor expansión en los municipios rurales y peque-
ños como: Vega de San Mateo, Tejeda, y Valsequillo. Al tratarse de
localidades en vías de expansión, a las que la población acude en
busca de viviendas.
Uno de los sectores que más ha rebrotado en el panorama eco-
nómico insular ha sido el Sector Servicios; ocasionado, en gran
808
medida, por una nueva tendencia económica que potencia la con-
centración del espacio; y apuesta por la revalorización de la relación
calidad-precio. En este horizonte sectorial el turismo representa, en la
actualidad, la primera fuente de ingresos de Gran Canaria; y está
localizado, fundamentalmente, en las costas oriental y meridional.
En la zona de Medianías y Cumbres se está experimentando,
aunque de forma lenta, un avance del turismo rural; forjándose
como una nueva oferta de ocio, tiempo libre, y descanso. Y que ade-
más permite, a través del uso, la rehabilitación y reutilización de
inmuebles que conforman el Patrimonio Arquitectónico rural de
Gran Canaria9.
En cuanto al comercio interior y a nivel de empleos, representa
en Gran Canaria el 18,56 % de la población ocupada en la isla;
centrado, eminentemente, en Las Palmas de Gran Canaria.
809
a un elevado deterioro del suelo, y por la presión urbanística y
demográfica que amenaza al medioambiente. Lo que supone un
grave problema si tenemos en cuenta que el área territorial que ocu-
pan estas localidades es portadora de una importante biodiversidad
biológica, en flora y fauna10; unas condiciones climáticas favora-
bles; y la existencia de espacios naturales protegidos. Aunque tam-
bién posee deficiencias de recursos como los acuíferos, que le con-
ducen a la explotación de filtraciones subterráneas.
Ortofoto de la isla de Gran Canaria, con
la señalización territorial de los municipios
que componen el área de las Medianías y
Cumbres. Gran Canaria. 2000
FUENTE: GRAFCAN. Cartografía de Cana-
rias, S.A. 2000.
Iltre. Ayto. Vega de San Mateo
10 Que le ha conducido, inclusive, a ser presentada en el año 2005 y por parte del
Cabildo insular, como candidatura de Reserva de la Biosfera en la UNESCO.
810
Tinamar (nombre aborigen de un barranco cercano a la presente
localidad de Vega de San Mateo); y Sataute (nombre prehispánico de
La Vega, actual Santa Brígida, que significa “palmera”); entre otros.
Esta población personificaba una sociedad compleja, organiza-
da, e influida ideológicamente por elementos naturales, como el
Roque Bentayga, que la ligaban al culto religioso aborigen. Y ade-
más, dejó como resultado de su cultura un Patrimonio material rico
y variado; que abarcó desde los grabados rupestres, pasando por
las pintaderas y petroglifos, hasta la cerámica realizada sin torno,
propia de la Atalaya, en el municipio de Santa Brígida.
Tras el proceso de conquista de Gran Canaria, la población abo-
rigen asistió a la colonización del territorio por parte de los conquis-
tadores; que llegaron a las regiones del interior de la isla, movidos
por: la riqueza acuífera de la zona, el gran valor de sus tierras, y la
explotación del bosque existente en la zona (fundamentalmente en
Santa Brígida y Tejeda).
Colonizaron los parajes hasta asentarse en los mismos, y tras
este primer momento y a lo largo de toda la Edad Moderna, la
actual comarca de Medianías y Cumbres de Gran Canaria se carac-
terizó por estar compuesta por amplios territorios, de escasa pobla-
ción, sustentados económicamente en la agricultura, la ganadería, y
la explotación del bosque.
Ello ocasionó la aparición de un nuevo paisaje en el que las eras,
bodegas, lagares, molinos... se convirtieron en los protagonistas de
la economía de los territorios de Medianías y Cumbres.
Este panorama económico se mantuvo, en algunos de los muni-
cipios de la comarca, a pesar de la crisis económica que azotó a
mediados del siglo XVII (1640-1670) a las Islas Canarias (provoca-
do por el malestar vitícola y la inexistencia de una agricultura, de
abastecimiento interior, que respondiera al aumento demográfico
insular). Incitado, en gran medida, por la existencia de una “econo-
mía alternativa interior y de autoabastecimiento”; y la presencia de
un aumento poblacional en la zona, en búsqueda de nuevos territo-
rios y recursos acuíferos.
A pesar de la existencia de esta nueva economía que permitía
sufragar la demanda interna, no se abandonó, en el siglo XVIII, el
811
afán de concluir con las trabas que dificultaban la expansión econó-
mica de las Islas. Y de esta aspiración de mejora surgieron las Socie-
dades Económicas de Amigos del País, que pretendían solucionar
los obstáculos que se presentaban al desarrollo económico de la
nación. El planteamiento final fue un modelo económico de libertad
comercial, en el que se alternara el cultivo del vino con plantaciones
como la papa.
Mientras sucedía este proceso, las Medianías y Cumbres de Gran
Canaria continuaban en una situación de aumento poblacional, que
les hacía alcanzar en los años finales del siglo XVIII una media apro-
ximada de 8.517 habitantes11. Y que se sustentaban en una econo-
mía basada en la agricultura y ganadería, fortalecidas por la exis-
tencia de un suelo fértil y algo arenoso de tierras de regadío.
Las tierras cultivadas propiciaban el cultivo de productos como el
millo y el trigo, la cebada y el centeno, las legumbres, las papas, el
vino, y algunos frutales, verduras y hortalizas, entre otros.
El régimen de tenencia de estos territorios era, en la mayoría de
los casos, directo; aunque muchos de los propietarios vivían en la
ciudad de Las Palmas. Y por su parte, los campesinos, eran deudo-
res que se convertían en arrendatarios, jornaleros, y medianeros, y
que abandonaban su tributo de pequeños y medianos propietarios.
Lo que respecta a la ganadería, emergía como un componente
fundamental de la agricultura. Y en el caso de la comarca de Media-
nías y Cumbres era bastante variada aunque dispar, con respecto al
tipo y número de cabezas por municipio. Sobresalían los ganados
de los que no sólo se obtenía el esfuerzo y la capacidad de arrastre,
sino también de los que se pudiese lograr productos que sirvieran de
complemento alimenticio.
Ello hacía que el mayor o menor número de ganado localizado
en un paraje, también dependiese de las cuestiones medioambien-
tales; en las que la geografía de las localidades emergía como un
componente fundamental, e iba desde las agrestes montañas de las
Cumbres de Vega de San Mateo y Tejeda (auge del ganado cabrío);
11 Los municipios más poblados eran Santa Brígida y Vega de San Mateo.
812
hasta el valle y el llano de Santa Brígida y Valsequillo, correspon-
dientemente (más propios de un ganado lanar y vacuno).
La existencia de otra economía que se sustentara en un Sector
ajeno al Primario, a finales del siglo XVIII en la comarca de Medianí-
as y Cumbres, era prácticamente ilusorio. Fruto de la situación socioe-
conómica, espacial y medioambiental en la que se desarrolló la
comarca de Medianías y Cumbres de Gran Canaria, brotó en la zona
una arquitectura popular de formas y estructuras simples cuyo único
ornamento, en el supuesto de que existiese, era la presencia de teja.
Estas construcciones estaban, con frecuencia, realizadas por los
propios vecinos de las localidades. Y aprovechaban para la edifica-
ción las formas del relieve geográfico (casas cueva); o recursos natu-
rales como la piedra, que era extraída de las canteras municipales.
Al llegar el siglo XIX, los aumentos poblacionales, las grandes
distancias, y el mal estado de los caminos, entre otras causas; origi-
naron, en la zona de Medianías y Cumbres de Gran Canaria, la
escisión administrativa y religiosa de dos territorios, que pasaron a
convertirse en términos municipales propiamente dichos: la Vega de
San Mateo (desmembrado del núcleo de la Vega, en el año 1801);
y Valsequillo (escindido del territorio de Telde, en el año 1802).
Estas áreas, junto a las de Santa Brígida y Tejeda, emergían en el
siglo decimonónico como territorios claramente demarcados, con
una extensión media de 2.800 a 3.000 fanegadas aproximadamen-
te. Y que poseían entre sí una red de caminos que les comunicaba
con las áreas vecinas próximas.
Los edificios y hogares12 existentes en la época nos ayudan a
hacernos una imagen de la comarca de Medianías y Cumbres;
constituida por cuatro localidades, divididas en varios lugares, alde-
as y caseríos. Y con un número de edificios en las áreas no centra-
les de los municipios considerablemente superior a los de poblado
(1.291 para el caso del primero; y 209 en el segundo).
813
La localidad con mayor número de edificios y viviendas lo repre-
sentaba Santa Brígida; que a mediados de siglo poseía aproxima-
damente 602 edificios y 344 hogares. Seguida de la localidad de
Vega de San Mateo, con unos 537 edificios y 84 hogares. Cifras
menores, en el número de inmuebles, representaron los territorios
de Tejeda (con 428 edificios y 140 hogares) y Valsequillo (386 edi-
ficios y 365 hogares).
En toda el área, estas construcciones eran de 1 ó 2 plantas; con
menor número de los segundos, que se localizaban normalmente en
los poblados, y se reservaban a grandes haciendas o edificaciones
de tipo civil y religioso.
Los edificios de tipo civil respondían a: varias escuelas públicas,
para cada uno de los sexos, y en cada una de las localidades; la
existencia de cárcel en algunos de ellos, como Tejeda y Santa Brígi-
da; una edificación en la que se localizaba una sala destinada a
realizar las sesiones de los correspondientes Ayuntamientos, por no
poseer construcciones propias; y el cementerio, que se localizaba a
las afueras de poblado.
Por su parte, los edificios de tipo religioso existentes en la comar-
ca eran una parroquia por municipio, que en ocasiones era de
segundo ascenso (como el caso de Santa Brígida); y varias ermitas
dispersas por el territorio.
Esta arquitectura, en numerosas ocasiones de edificación popu-
lar y mala construcción para el caso de las viviendas, es muestra de
la población de la comarca de Medianías y Cumbres en el siglo XIX.
Que se caracterizó por poseer un cociente poblacional aproximado
de 9.861 habitantes en toda el área; y que iba en aumento a medi-
da que avanzaba el siglo (al contrario de lo que acontecía en el resto
de Gran canaria, que sufrió un gran descenso en la década de los
años treinta).
Las características poblacionales influyeron, de forma considera-
ble, en el acontecer de la comarca de Medianías y Cumbres. Y mar-
caron su impronta en la economía de la zona, que no era ausente
al acontecer que vivía la isla en el siglo XIX.
El desarrollo económico que experimentó Canarias a comienzos
de siglo, padeció un vuelco entre las décadas de los años veinte y
814
cincuenta por una caída generalizada de los productos agrarios;
con especial efecto en la barrilla y el vino13. Este declive estuvo pro-
vocado, en gran medida, por: el exceso de producción; el proteccio-
nismo impuesto en mercados como Inglaterra; la competencia e
implantación de productos industriales como la sosa; la decadencia
del policultivo y el cereal por el cansancio de las tierras, las plagas
y la falta de lluvias; y la aparición de un nuevo sistema de Hacien-
da en Canarias, que fundó la pérdida de los privilegios comerciales
de las islas.
Ante la situación insular, los municipios de las Medianías y Cum-
bres de Gran Canaria incrementaban el número de fanegas cultiva-
das, con respecto a periodos pasados, y adquirían gran importan-
cia las pústulas. El producto más abundante lo representaba el
millo, seguido de la cebada y el trigo.
La ganadería, por su parte, se vinculaba al comercio en las ferias
de ganado municipales del área, representando el ganado que más
concurría el lanar estante, mientras que otros como el vacuno se
desbancaron para ceder el puesto al cabrío.
En este panorama, en el que la agricultura y la ganadería se con-
virtieron en el sustento del entramado poblacional, se hizo irreme-
diable la cita de un recurso natural que haría eco en este horizonte
económico: el agua. Y que influyó, de forma cuantiosa, en el paisa-
je, en la hacienda, y en la sociedad del área.
A mediados del siglo XIX se constataron en la comarca de Media-
nías y Cumbres tres recursos principales, para uso cotidiano de los
vecinos, en la obtención de acuíferos: los nacientes, las corrientes
naturales y las fuentes.
Esta agua discurría a través de atargeas y obras de fábrica, y cir-
culaba de un municipio de la comarca a otro; a otros municipios
externos a la misma; o inclusive a la ciudad de Las Palmas.
13 Los caldos canarios se vieron afectados por una crisis que evitaba su exportación, y
que se veía avivada con la enfermedad que atacaba a la vid en 1853, denominada
“oidium tukeri”, de especial afección en el Monte Lentiscal de Gran Canaria. La enfer-
medad ocasionó la pérdida considerable de las cosechas y por ende, la subida de los
precios del vino y el consumo de bebidas alcohólicas que sustituirían los vidueños
canarios.
815
A excepción de algunos casos como Tejeda, y a lo largo del siglo
XIX, no se recurrió en las Medianías y Cumbres de Gran Canaria a
la extracción de acuíferos a nivel subterráneo. Debido, en gran
medida, al abastecimiento de agua con la que discurría en superfi-
cie; y por la escasez de maquinaria que permitiese llevar a cabo las
filtraciones14.
La posesión de los bienes y productos que ofrecía la trilogía eco-
nómica del área de Medianías y Cumbres (agricultura, ganadería,
y agua), poseía influjo del siglo anterior. Con la salvedad de que la
situación de la propiedad de la tierra se acusó porque la clase pro-
pietaria aseguró su patrimonio territorial, como respuesta a la cri-
sis del siglo XIX, a través de la adquisición de tierras, y la explota-
ción del campesinado que tomó el rango de aparcero. A ellos se
unían los ganaderos, que eran privados del uso de las tierras para
pasto comunal.
Ante la mala situación económica que vivió Canarias a lo largo
del siglo XIX; la inexistencia de la industria15; y la inoperancia del
proteccionismo antecedente; se planteó un nuevo modelo de creci-
miento más cercano al Capitalismo que fuese acorde con los intere-
ses de la clase comercial y propietaria.
Este modelo se planteó a través de un librecambio isleño, y fue
promovido por el gobierno de Bravo Murillo con la concesión, en el
año 1852, de una política de exenciones (Puertos Francos) a la eco-
nomía canaria. La nueva propuesta político-económica trajo como
consecuencia el desarrollo del trabajo en las ciudades; pero también
produjo, en las zonas de interior, la caída de los granos y los pro-
ductos ganaderos.
En definitiva, el librecambio y la entrada y salida de mercancías
permitió el aumento patrimonial de determinados “sectores sociales”;
y la mejora técnica de la isla. Pero, por el contrario, afectó negativa-
14 Habrá que esperar a la creación del puerto en la ciudad de Las Palmas, para que se
produzca la entrada de materiales como el hierro; con los que se elaborará la maqui-
naria necesaria para realizar los trabajos de filtración.
15 Debido a la carencia de recursos y capitales, y materias primas; estancamiento tec-
nológico; y escasa tradición industrial, entre otros.
816
mente a la agricultura y el mercado interior, que tuvo que competir
en el mercado con productos más baratos que llegaban de fuera.
Tras la apertura del siglo, con la Primera Guerra Mundial (1914-
1918), las islas abordaron la centuria, hasta los años veinte, con un
descenso poblacional; ocasionado, en gran medida, por el aumento
de la emigración, el incremento del paro, y la conflictividad obrera.
Al alcanzar esta década, el proceso de crisis sufrió un giro en el
que el índice demográfico insular aumentó; al igual que ocurría en
la comarca de Medianías y Cumbres. Pero la llegada de los años
treinta supuso un cambio en la economía insular, por el arribo de
una profunda crisis a causa de la deflación. Ante este hecho la ten-
dencia del auge demográfico volvió a variar, aunque en la comarca
de Medianías y Cumbres continuaba en ascenso.
Esta crisis que afectó a las islas desde 1933, comenzó a ver sus
primeros brotes de recuperación con un Plan de Estabilización que
proponía, grosso modo, la apertura al comercio internacional y la
movilización de los medios de pago. Esta reforma trajo consigo el
incremento del turismo; un aumento en los ingresos familiares; gran
número de migraciones hacia las ciudades; y un mayor estableci-
miento de la construcción frente al decaimiento de la agricultura.
Factores que ocasionaron nuevas fuentes de ingresos, con gran
atractivo para la población rural de la comarca de Medianías y
Cumbres; que emigró a las ciudades o a aquellos núcleos en los que
el sector servicios y la construcción, tenían una gran demanda. A
esta fase migratoria hemos de unir el traslado temporal de algunas
familias de la Comarca a la zona sur de la isla, en la que se cultiva-
ron productos como el tomate y el plátano.
A partir de la década de los años ochenta, la Comarca de
Medianías y Cumbres experimentó el auge demográfico que se esta-
ba desarrollando en el resto de Gran Canaria. No obstante, no se
alcanzaron las cifras obtenidas en años anteriores debido, en gran
medida, a la persistencia del factor migratorio, sobre todo de carác-
ter femenino. A pesar de ello, y en las décadas finales del siglo XX,
se constató para los municipios de las Medianías y Cumbres de
Gran Canaria, la persistencia de un crecimiento demográfico, fun-
damentalmente en la localidad de Santa Brígida.
817
Se ha podido distinguir en el área de las Medianías y Cumbres
de Gran Canaria, a lo largo de la década de los años 90 del siglo
XX, la existencia de dos modelos económicos diferentes con respec-
to al Sector Primario: por un lado, aparecieron aquellos territorios
que presentaron una estructura económica más urbana, con domi-
nio de sectores que no eran el agroganadero o las industrias manu-
factureras (casos de Santa Brígida y Vega de San Mateo; este último,
en menor medida). Por otro lado, estaban las localidades con una
estructura eminentemente rural, dominadas por las actividades
agropecuarias (casos de Valsequillo y Tejeda).
Caso diferente presentó el sector comercial, que fue y continúa
yendo en aumento en todos los municipios de las Medianías y Cum-
bres de Gran Canaria; a excepción de Tejeda, en la que ha mostra-
do poca incidencia.
La localidad con mayor influjo del sector servicios lo representó,
en la década de los 90, Santa Brígida. Debido, en gran medida, a
su cercanía a la capital de la isla, al desarrollo urbanístico experi-
mentado, y al aumento demográfico, entre otras causas.
Valsequillo y San Mateo, por su parte, mantuvieron desde el año
1991 un ritmo en alza en lo que compete a este sector, que no ha
tenido parada hasta la actualidad. Y que en el caso de este último,
la demanda de empleo lo ha absorbido en gran medida la hostele-
ría que ha alcanzado en el año 2001 las cotas más altas.
El sector de la construcción, por su parte, emerge como la deman-
da de empleo en el futuro. En áreas como Valsequillo y Vega de San
Mateo han experimentado desde el año 2001 un ritmo acelerado,
impulsado por el aumento poblacional que han experimentado;
mientras que Tejeda no se ha hecho eco de este proceso, muestra de
la escasa capacidad de desarrollo poblacional de la localidad.
En definitiva, un ritmo en alza en la comarca de Medianías y
Cumbres de Gran Canaria, para las décadas finales del siglo XX, a
favor del Sector Terciario en detrimento del Primario. 16 Que afecta
16 Este último ha tenido que hacer frente a numerosos inconvenientes, entre los que ha
destacado la escasez de agua en la Comarca. Teniendo que hacer frente al mismo, a
través de la introducción de técnicas que permitieran su captación y aprovechamiento.
818
al acontecer del área, y que condiciona considerablemente la con-
cepción de “pueblo” de los territorios que la componen. Junto a
otros elementos de índole económico, social, cultural, arquitectóni-
co, etc, que le caracterizan; y que hacen necesario un estudio de
cada uno de ellos para obtener conclusiones de la realidad comar-
cal, a través de la existencia municipal.
Para completar la visión de la comarca es necesario analizar,
además, los elementos geográficos que la caracterizan, que quedan
trazados en:
Paisajes naturales muy intervenidos, en los que destaca la presen-
cia de calderas de erosión (Tejeda y Valsequillo), y numerosos barran-
cos que marcan fuertes incisiones en el relieve (por ejemplo, el
barranco del Guiniguada, en el término municipal de Santa Brígida).
Características climáticas mediadas, ocasionalmente, por un mar
de nubes, que es generado a su vez por los vientos alisios. Y en el
que se producen unas precipitaciones relativamente escasas y una
temperatura bastante fresca, con grandes contrastes climáticos entre
la Cumbre y el resto de las localidades.
Vegetación que es fiel reflejo de la interrelación entre el clima y
la actuación que ejerce el hombre sobre el paisaje. Este hecho se
puede observar en los territorios más cercanos al área de Cumbre
como Tejeda, que posee una vegetación con grandes bosques de
pino y sao canario, mientras que en otros como Valsequillo sobresa-
len los almendros. Al descender en altura, nos encontramos ante
paisajes como los del municipio de Vega de San Mateo, con una
cubierta vegetal muy afectada por la ocupación del espacio por las
actividades agrícolas y ganaderas (abundancia de árboles frutales y
extensión de cultivos); mientras que en otras localidades, como
Santa Brígida, la actividad humana de siglos pasados ha condicio-
nado a la vegetación del lugar, que presenta un aspecto degradado
por las talas continuadas tras el proceso de conquista, los asenta-
mientos poblacionales continuos, las explotaciones agrícolas, y un
desarrollo urbanístico desordenado.
Población que alcanza para la totalidad de los municipios que
conforman la comarca de Medianías y Cumbres de Gran Canaria
la cifra aproximada de 36.000 habitantes. Siendo la localidad más
819
poblada Santa Brígida (18.153 habitantes), y la menor Tejeda
(2.565 habitantes). Y que se caracteriza por distribuirse de forma
dispersa (debido a la inexistencia de planificaciones urbanísticas y a
la vinculación de familias agrarias al terrazgo de trabajo); poseer
grandes amenazas de envejecimiento progresivo; y tener una tasa
de desempleo considerablemente alta, y un bajo nivel de formación
de población activa (ello ocasiona el desplazamiento poblacional
hacia zonas donde la actividad turística genera recursos, como por
ejemplo la zona sur de la isla o la capital).
Economía con gran importancia del Sector Primario, en los que
la agricultura y la ganadería se han mostrado como las bases del
Sector Económico. Y en los que la agricultura de mercado interior se
caracteriza por su componente de autoconsumo y dedicación a
tiempo parcial; mientras que la agricultura de exportación tiene más
importancia, destacando en localidades como Valsequillo la floricul-
tura y la producción de fresas.
La ganadería, por su parte, está en proceso de abandono. Y se
enfrenta a numerosos inconvenientes como: la falta de innovación
tecnológica; la ausencia de relevo generacional; la dificultad territo-
rial para la instalación de explotaciones ganaderas; y la carencia de
formación profesional, técnica y de gestión empresarial. Estos ele-
mentos conducen al sector a un alto riesgo de desaparición.
Fruto de este proceso se elaboran actualmente proyectos que
apuestan por el Sector Primario, pero con un fuerte componente
industrial. De ahí que esté proliferando en la comarca una transfor-
mación agroalimentaria en el marco del desarrollo económico, con
el consiguiente nacimiento de pequeñas industrias tales como: las
queserías industriales y los derivados lácteos, los productos cárnicos
y sus derivados, el vino, el embotellado de agua para el consumo
alimentario, la transformación de la almendra, el aprovechamiento
de productos agrícolas para la elaboración de mermeladas, y la ela-
boración industrial de productos como café, chocolate, ambrosías,
conservas, etc.
Además de las industrias en materia alimenticia, se producen
otras muchas con carácter familiar; tales como: panaderías, carpin-
terías, talleres de pirotecnia, y confección de tejidos.
820
En este proceso de introducción y progreso industrial en las áreas
rurales de la isla, ha cobrado gran importancia la introducción de
“la máquina”. Porque, se vivió la llegada de “...repertorios de herra-
mientas, de instrumentos, de artefactos, de máquinas y motores que,
en su inmensa mayoría procedentes del exterior se incorporan, pau-
latinamente, a la vida de las islas...”17.
Posteriormente, con la potenciación de los puertos en las islas; la
aparición de las Reales Sociedades Económicas; y la introducción
del hierro y la combustión del carbón; tuvo lugar una nueva etapa
en la que los municipios de Medianías y Cumbres, junto a otros
muchos, sufrieron un cambio de tipo industrial y de comunicación.
Que originó, en la década de los años veinte del siglo del mismo
nombre, la llegada de los productos manufacturados, las plantas de
luz eléctrica, los ultramarinos, la quincallería, y las herramientas
para pozos y talleres, entre otros.
No obstante, y a pesar de este proceso de avance, no es la indus-
tria la que en la actualidad ocupa a la mayoría de la población de
la Comarca de Medianías y Cumbres de Gran Canaria. Siendo, por
su parte, el Sector servicios el que mayor cantidad de empleos gene-
ra a través de la hostelería; y la emergencia, tímida pero constante,
del turismo rural en la zona.
17 MARTÍN de GUZMÁN, C.: “La Arqueología industrial (I)”, en Aguayro, nº 148, Las
Palmas de Gran Canaria. 1983
821
Estas construcciones están íntimamente vinculadas al espacio
geográfico en el que se localizan; al acontecer histórico en el que se
han desarrollado y que la ha hecho posible; y al marco cultural del
que proceden y del que también son portadoras culturales. Estable-
ciendo, entre estos elementos y ellas, un sincretismo que ha ocasio-
nado un proceso de formación de ida y vuelta.
La protección de estas obras se realiza a través de varios meca-
nismos como: el Título legal específico número III de la LPHC (en el
consignado al Patrimonio Etnográfico); un inventario plasmado en
las Cartas Etnográficas municipales que, aunque por sí solos no
poseen validez legal, describen, ubican, y valoran los bienes; y la
labor de protección ejercida por los Catálogos Arquitectónicos loca-
les que, además de inventariar los bienes, protegen algunas tipolo-
gías constructivas de los mismos.
Finalmente, también sirven como métodos de protección de las
obras objeto de nuestro estudio, las medidas cautelares que ha de
adoptar el Cabildo insular en casos de urgencia. Y que surgen para
evitar el deterioro o destrucción de bienes protegidos o inventaria-
dos; o de aquellos que no lo están, pero poseen interés para la cul-
tura y el patrimonio canario.
La tarea de establecer una aproximación, grosso modo, del estado
actual de las construcciones vernáculas de carácter explotativo, y no
de hábitat, en la comarca de Medianías y Cumbres de Gran Canaria;
pasa por tomar como muestra referencial los inventarios que las Car-
tas Etnográficas y los Catálogos Arquitectónicos presentan.
En esta ocasión, y por cuestiones metodológicas que versan de lo
general a lo particular, los bienes patrimoniales que analizaremos se
enmarcarán básicamente en el municipio de Vega de San Mateo y,
siguiendo el modelo de la Carta etnográfica de Gran Canaria, en 3
grandes bloques: la agricultura y la ganadería; los recursos hídricos;
y la producción industrial.
Aunque en estos bloques no se mencionará la totalidad de los
bienes que los componen, sí se harán referencias puntuales a algu-
nos modelos patrimoniales que se tomarán como referencia, y que
estarán directamente influidos por el sistema explotativo para el que
han sido creados.
822
Objetos patrimoniales vinculados a la agricultura y a la
ganadería
LA AGRICULTURA
Entre los bienes patrimoniales que forman parte de las construc-
ciones vernáculas objeto de este estudio, en la comarca de Media-
nías y Cumbres de Gran Canaria, y que están vinculados a la cate-
goría agraria destacan: los almacenes de producción, y los lugares
de elaboración agraria.
Los primeros, almacenes de producción, poseen una tipología
que responde al tipo de producto que se acumula en los mismos.
Destacando los utilizados para el almacenaje de papas, granos y
uva; y que en numerosas ocasiones se llegan a comercializar en el
propio almacén.
Este tipo de construcción está muy vinculada al carácter agroga-
nadero de la isla, que condujo a la población a realizar pequeñas
construcciones que permitiesen almacenar alimentos, como las pús-
tulas, durante períodos largos; y que sirviesen de despensas de
almacenamiento para todo el año.
Lo que respecta a este último tipo de construcción, los graneros,
existen varias tipologías en la zona, dependiendo del espacio en el
que se localizan: desde los realizados en el suelo, de época prehis-
pánica, denominados “silos”; hasta los que poseen forma de desván
y aprovechan para su construcción la inclinación de las cubiertas
montañosas. Además, suelen estar vinculados a otro tipo de cons-
trucciones como cuevas, hornos, casas, y alpendres. Y suelen estar
construidos en torno a los siglos XIX y XX, cuando la comarca pose-
ía una agricultura de autoconsumo.
La situación jurídico-administrativa a la que se adscribe este tipo
de construcción es la de régimen de propiedad privada, por su
carácter de almacenamiento familiar. Y ello influye, a su vez, en el
estado de conservación de las edificaciones; que suele responder a
un estado óptimo en aquellos casos en los que ha persistido la fina-
lidad para la que fueron edificados por continuar en uso. Mientras
que los que no permanecen en activo se encuentran en una situa-
ción muy alterada por causas naturales y antrópicas.
823
Casa-granero y alpendre en la Ariñez.
Vega de San Mateo (Gran Canaria) 2001.
FUENTE: Carta etnográfica Vega de San Mateo. FEDAC
824
forma sobresalen las circulares, y teniendo en cuenta el material
que las dispone se puede distinguir entre las pavimentadas (habi-
tualmente con lajas de basalto), las de piedra (constituidas por can-
tos rodados), y las mixtas (presentan una parte enlosada, y la otra,
sobre superficie rocosa), entre otras.
La situación jurídico-administrativa de estas construcciones es, en
la mayoría de los casos, privado; aunque también existen algunas
de propiedad pública, que pertenecen a Instituciones como el Cabil-
do de la isla o a Ayuntamientos como el de Las Palmas de Gran
Canaria18.
La mayoría de estas construcciones se encuentra en estado de
abandono; lo que ha condicionado la situación de las mismas, que
en numerosas ocasiones se encuentran llenas de residuos sólidos
que invaden el entorno, o pasto y malas hierbas que cubren el
empedrado y que impiden la visión del mismo.
Las zonas más afectadas suelen ser las del empedrado (en oca-
siones está prácticamente desaparecido) y el muro anexo a las
construcciones.
825
Como podemos observar, los bienes patrimoniales vinculados a
la categoría agraria responden a necesidades económicas que se
compenetran; al servir las construcciones de almacenaje para alber-
gar los productos que han sido previamente transformados con las
construcciones de elaboración.
La mayoría de estas construcciones se adaptan a las formas del
terreno. Y suelen estar vinculadas a otro tipo de edificación agraria:
bien con una finalidad de hábitat; o bien con carácter económico.
La situación jurídico-administrativa de los bienes relacionados
con la agricultura es, en la mayoría de los casos, de carácter priva-
do salvo excepciones. Y suelen estar en desuso, lo que condiciona en
gran medida el estado de conservación de los mismos. Afectados, en
la mayoría de los casos, por elementos naturales que aceleran el pro-
ceso de degradación; o por la acción antrópica que ha incorporado
nuevos materiales en las formas primitivas de construcción.
LA GANADERÍA
Entre los bienes patrimoniales que forman parte de las construc-
ciones vernáculas objeto de este estudio, y que están vinculados a la
categoría ganadera destacan: los almacenes de ganado, y los rela-
cionados con el pastoreo.
Los almacenes para el alojamiento de animales responden a la
toponimia de alpendres, alpendes, o alpénderes. Y son cabañas y
Pajero y alpendre en El
Lomito (Ariñez).
Vega de San Mateo
(Gran Canaria) 2001.
FUENTE: Catálogo
Arquitectónico. Vega de
San Mateo
826
Majada en Las Lagunetas.
Vega de San Mateo (Gran Canaria) 2001.
FUENTE: Carta Etnográfica. Vega de San Mateo. FEDAC
827
La fecha de construcción de estas obras suele estar en torno al
siglo XIX, cuando era necesario este tipo de acondicionamientos
constructivos para guardar el ganado cuando se llevaba a la Cum-
bre, antes de la repoblación.
Suelen poseer su uso original, pero normalmente se encuentran
en un estado de intervención en el que algunos se han cercado de
bloques, cemento y chatarra.
828
Son construcciones que suelen aparecer asociadas a otro tipo de
obras como lavaderos y cantoneras. Y su situación jurídico-adminis-
trativa suele ir unida a la propiedad privada.
Su uso es habitualmente el mismo para el que fueron elabora-
das, pero en ocasiones y al estar asociadas a otras construcciones
como los lavaderos, se ha modificado la morfología para ampliar-
las o reducirlas.
Históricamente, las acequias respondían a construcciones reali-
zadas con madera de tea por la proliferación de este material en la
zona; pero en la actualidad se ejecutan con una simple zanja de tie-
rra con materiales como la mampostería, o excavadas en la roca. Y
con los bordes de piedra y el canal por el que circula el agua de
cemento.
Las mayores afecciones que se vislumbran en estas obras se loca-
lizan en las piedras que se encuentran en sus bordes; y en el acce-
so a las mismas que suele ser bastante dificultoso.
829
Otros de los bienes vinculados a la distribución del agua son los
acueductos: construcciones destinadas a conducir el agua hasta un
lugar determinado, y realizados generalmente levantando uno o
más arcos que sustentan el canal superior por el que discurre el
agua, con la finalidad de salvar desniveles del terreno.
Suelen ser construcciones realizadas en el siglo XX, y responden
a diversas tipologías; desde los que presentan arcos hasta los que
únicamente contienen un canal de conducción de agua.
A pesar de su reciente creación en el tiempo la mayoría está en
desuso, debido a que en la actualidad no se trasvasa el agua. Ello
condiciona su estado de conservación, que suele ser bastante dete-
riorado. Además de gozar de altos grados de intervención, al ser
reparados y reforzados con materiales como bloques y hormigón.
Acueducto en la Lechucilla.
Vega de San Mateo (Gran Canaria) 2003.
FUENTE: Colección privada
19 Así se les denomina en la zona sur de Gran Canaria y en la Vega de San Mateo.
Mientras que en el norte son llamadas troneras.
830
te entre los individuos que tienen derecho a ella. Habitualmente, son
construcciones mandadas a ejecutar por las Comunidades de Regan-
tes20 de las aguas que por ellas se conducen; y su uso suele respon-
der para el que fue concebido, a excepción de que no se estén utili-
zando, por lo que la mayoría de ellas quedan sumidas al abandono.
Poseen formas diferentes, desde la cuadrada hasta la rectangu-
lar. Y pueden encontrarse al exterior o en pequeños habitáculos que
las albergan. Las primeras suelen estar tapadas con chapas de
metal, y poseen en el exterior una llave que las abre y cierra. Y las
que se encuentran dentro de las habitaciones suelen presentar
varias puertas y pequeñas ventanas construidas normalmente con
argamasa de arena y cal.
Su estado suele ser bastante preocupante, al no encontrarse
algunas protegidas y estar localizadas en territorios que tienden a
ser edificados.
Cantoneras al aire libre.
Vega de San Mateo
(Gran Canaria) 2001.
FUENTE:
Colección particular
831
Las fuentes constituyen construcciones por las que emana el
agua para su aprovechamiento y consumo. Poseen formas varia-
das, aunque predominan las de grifo, y habitualmente son de uso
público o comunal.
Como broche de cierre de los bienes patrimoniales vinculados a
las tareas de distribución del agua, destacan los lavaderos: construc-
ciones a las que se hacía llegar el agua desde una acequia próxi-
ma, con el fin de lavar la ropa, y que se suelen localizar cercanos a
los barrancos.
La proliferación numérica de estos bienes responde a una nece-
sidad de uso, en la que las mujeres acudían a los mismos para rea-
lizar la tarea del lavado. Y a lo que se unía la función social de con-
vertirse en numerosas ocasiones en puntos de encuentro y reunión.
Habitualmente, estos bienes responden a una forma de planta
rectangular, de dimensiones varias, en la que se distribuyen las pie-
dras de lavar; embutidas e inclinadas en la parte superior y en el
lateral de la acequia o canal.
832
Estas construcciones suelen estar realizadas con paramentos de
cantos rodados de basalto, extraídos del propio barranco; y el exte-
rior suele estar enfoscado con mortero de cal y arena.
Habitualmente estaban dotados de cubierta, natural o artificial,
para que las mujeres que acudían a ellos se resguardasen de la
intemperie; y de piedras sobre las que se realizaba la colada.
La mayoría de los lavaderos se encuentran en desuso. Este aban-
dono progresivo se debe a la aparición de nuevas maquinarias,
como las lavadoras, que han hecho de los mismos una construcción
desbancada. Este desuso ha influido en su estado, aunque en oca-
siones escasas han sido reformados con la incorporación de mate-
riales como ladrillos.
El segundo grupo de bienes relacionados con los recursos hídri-
cos son obras relacionadas con el ALMACENAMIENTO del agua.
Estas construcciones responden, básicamente, a 3 tipos: bebede-
ros, estanques (con tipologías varias, entre la que sobresale la de
estanques-cueva), y presas.
Los bebederos son un acondicionamiento realizado en las
infraestructuras hidráulicas para facilitar el almacenamiento de
agua, y de esta forma facilitar el acceso de los animales al beber.
Son conocidos también como abrevaderos, y responden a una cons-
trucción de forma cuadrada y escasa altura para permitir el acceso
de los animales al mismo.
Se encuentran en muy mal estado de conservación al estar en
desuso, debido a la inexistencia de animales que se dirijan a él.
Otro tipo de construcciones vinculadas al almacenamiento son
los estanques, que responden a balsas construidas para remansar
o recoger el agua con fines utilitarios, como proveer el riego. La
mayoría de los estanques son construcciones realizadas en el siglo
XX, con medidas varias, que presentan una planta con forma rec-
tangular. Suelen estar excavados en el risco o bordeados por una
acequia.
También existe un modelo constructivo de estanque que responde
a estanque-cueva; y que consiste en una cueva acondicionada para
el almacenamiento de agua con fines utilitarios, que suelen contar
con la presencia de un pequeño muro que protege la entrada.
833
Vista parcial de estanque. Vega de San Mateo (Gran Canaria) 2001.
FUENTE: Carta Etnográfica. Vega de San Mateo. FEDAC
834
Normalmente, estas construcciones están en uso, pero este
depende mucho de la presencia de lluvias. Por ello, la afección más
importante que posee este tipo de construcciones es la presencia de
lodo en el fondo de las mismas, y la existencia de numerosos mato-
rrales que las bordean.
835
de las aguas por la fuerza de la gravedad; y, aunque no es habitual,
pueden adquirir formas singulares como ser de planta rectangular y
acabar en semicírculo.
Por otra parte, y como un componente importante de extracción
de acuífero se encuentran los nacientes, que corresponden al punto
por el que emana el agua del subsuelo. Entendido de esta forma, y
al tratarse de un manantial o fuente de agua que brota espontáne-
amente, podríamos pensar que estamos ante un recurso acuífero
natural, y no un tipo de construcción; no obstante, poseen la parti-
cularidad de que existe un aprovechamiento de estos caudales por-
que habitualmente los nacientes están anexos a un estanque o a una
fuente.
Estas construcciones presentan formas diversas, pero fundamen-
talmente responden a una planta rectangular, con muros de piedra
enfoscados con mortero de cal, y un muro adosado de piedra seca.
Otra de las obras relacionadas con la extracción de acuíferos, y
de gran relevancia en la zona de Medianías y Cumbres, son los
pozos. Construcciones realizadas con la finalidad de extraer agua
del subsuelo; y que va unido a la aparición de una pequeña nave
de tipología característica, donde se protege la maquinaria que se
emplea para la extracción.
Los pozos han representado un capítulo importante en la historia
económica y social de Gran canaria y la comarca, porque han ser-
vido de desarrollo agrario de la zona, a través de la captación de
aguas subterráneas21.
La perforación de pozos se generalizó en Canarias, a lo largo del
siglo XIX, para uso agrario. Lo que suponía una tarea problemática,
al no poseer maquinaria que permitiese la elevación de sus aguas.
La llegada del siglo XX, con la introducción de los cultivos de expor-
tación en la isla (plátanos y tomates), obligó a los municipios a la
captación de aguas subterráneas por la insuficiencia de las aguas
de superficie y la inestabilidad de lluvias en la zona. A partir de esa
21 Empleada desde tiempos antiguos, de lo que existen fuentes documentales que sitú-
an noticias del primer pozo en la bíblica ciudad de Jericó.
836
fecha, la perforación de pozos se enalteció como la construcción de
extracción de recursos más generalizado; dándose una sobreexplo-
tación del acuífero, con repercusiones graves en el descenso del
nivel piezométrico y la salinización de las aguas.
En la década de los años 60 el número de perforaciones admiti-
das descendió considerablemente, hasta llegar a la actualidad en la
que prácticamente no se otorga ninguna.
Normalmente, los pozos responden a la tipología de un edificio
de planta rectangular y cubierta a dos aguas con planchas de zinc.
Las fachadas suelen ser planas, de mampostería, con muros enfos-
cados con mortero de cal y arena; y presentan una distribución
regular de huecos en los laterales, sin interés arquitectónico.
La carpintería suele ser de madera pintada; y habitualmente
poseen pequeñas construcciones contiguas, labradas en la piedra,
que se utilizaban para guardar los aperos y la vestimenta de las per-
sonas que trabajaban en el pozo.
837
mente poseen forma abovedada y están provistas de 1 respiradero
o chimenea, y una o varias bocas por donde se introduce la masa.
Hemos de distinguir dos tipos de hornos: unos de carácter domésti-
co, como el localizado en La Bodeguilla, en Vega de San Mateo (rea-
lizados con piedra y barro; y situados en lugares anexos a la vivien-
da); y otros artesanales destinados a la actividad industrial.
A principios del siglo XX surgieron en la isla, a tiempo parcial, los
panaderos profesionales de forma artesanal. Este infante industria
del pan contaba con hornos de mayor capacidad, situados por lo
general en el interior de habitaciones anexas a la unidad familiar del
panadero; que, manteniendo las antiquísimas técnicas tradicionales
y en un modo de producción mercantil en forma de autoexplotacio-
nes familiares, variaban la capacidad de las construcciones, hacién-
dolas de mayor volumen que los domésticos.
La alimentación de calor de estos hornos se hacía por la acumu-
lación de leña ardiente en el interior de la cámara, y una vez que
alcanzaban las paredes internas la suficiente temperatura de coc-
ción se limpiaban a través de la boca y se iba introduciendo los
panes. El calor acumulado en el interior de la cámara producía la
cocción del pan.
Estas construcciones suelen abarcar una superficie aproximada
de 5m2, aunque esta cifra es variable; y responden habitualmente a
un estado de abandono creciente.
Los hornos de pan responden a una forma circular, elaborados
por pequeñas piedras y barro. Mientras que las oquedades apare-
cen enmarcadas por grandes bloques de piedra.
Otra de las construcciones que destacan por su vinculación a la
industria agroalimentaria son las panaderías: fábricas tradicionales,
de elaboración de pan, que constan de un horno, un almacén de
harinas y otras materias primas, y que en ocasiones funcionan como
despacho de pan.
La parte más importante de estas construcciones se localiza en el
horno, que posee varias bocas o puertas (2 ó 3) para la extracción
del pan o la introducción de la leña.
Estas panaderías responden al uso para el que fueron edificadas,
pero han sido reformadas y mecanizadas.
838
El otro grupo de gran importancia dentro de las industrias agroa-
limentarias son los molinos; fábricas donde se resguarda la maqui-
naria que, mediante distintas fuentes de energía (humana, animal,
hidráulica22 o eólica), sirve para moler los cereales y otros alimentos.
El surgimiento de los molinos ancla sus raíces históricas desde el
momento en que el hombre varió sus costumbres nómadas por las
sedentarias; y necesitó consumir granos y semillas trituradas para
alimentarse. Para ello, comenzaron utilizando piedras para moler, y
posteriormente molinos de agua o viento.
Teniendo en consideración la fuente de energía utilizada, se dis-
tinguen varios tipos de molinos; aunque en la zona de las Medianías
y Cumbres destacan los hidráulicos, harineros23 y de gofio. Movidos,
fundamentalmente, por las aguas de la propiedad de la Heredad de
Las Palmas - Dragonal; por las procedentes del Corral de los Juncos;
por las de la Heredad de Tafira; o por las de Satautejo y La Higuera.
La mayoría de los molinos inventariados en la comarca proceden
del siglo XIX. Y suelen estar ubicados en las proximidades a un barran-
co, porque utilizaban la fuerza hidráulica del agua que corría por los
mismos, en muchos casos ayudados por una cuba, para moler el
grano y convertirlo en gofio, y posteriormente comercializarlo.
Estas construcciones suelen responder a una tipología constituida
por el cubo24, el salón, y varias dependencias anejas a las que se unía
la vivienda del molinero; que podía seguir desde cerca las incidencias
acaecidas en la molienda. Y una pequeña tienda en la que se vendía
el grano triturado y otros productos dispares como café, velas, y jabón.
Algunos molinos han sufrido remodelaciones o reconstrucciones;
en las que han pasado a funcionar, en ocasiones, con tuberías a
modo de canal de hormigón.
839
Suelen presentar un estado muy deteriorado, por la falta de uso
de los mismos debido, en gran medida, a la importación de grano
triturado de otras áreas.
Los lagares, por su parte, y como último grupo de los que locali-
zamos entre las industrias agroalimentarias son dependencias muy
próximas a los cultivos de viñedo, donde se alberga la prensa para
el pisado de la uva y la elaboración del vino.
Suelen construirse con piedras y presentan una pequeña planta
rectangular con huecos. El régimen de propiedad al que se adscri-
ben suele ser privado, por lo que habitualmente están en buen esta-
do, aunque sufran intervenciones de reparación realizadas, en la
mayoría de los casos, con cemento.
En definitiva, y a modo de conclusión, la comarca de las Media-
nías y Cumbres de Gran Canaria, y en concreto el municipio de
Vega de San Mateo, posee un número considerable de construccio-
nes vernáculas. De estas construcciones, las más numerosas son las
vinculadas a los recursos hídricos, con especial presencia en las des-
tinadas a la extracción de recursos acuíferos (pozos y galerías).
Seguidas de las que se vinculan a labores relacionadas con la agri-
cultura y la ganadería, con especial presencia de las eras.
El último de los escalafones lo representan las construcciones
sujetas a la producción de tipo industrial, destacando la presencia
de molinos hidraúlicos en la zona.
Estas construcciones responden a una toponimia que en la mayo-
ría de los casos hace referencia al nombre del lugar en que se ubican.
Y se encuentran dispersas a lo largo de toda la comarca, con especial
presencia en los barrios de las localidades al estar más alejados de
los núcleos poblacionales y más cercanos a parajes naturales.
La fecha a la que estas obras se remontan depende del tipo de
edificación, pero la mayoría ancla sus orígenes en las décadas fina-
les del siglo XIX y comienzos del XX; en coincidencia con la introduc-
ción de nuevas técnicas y mecanismos en la obtención de recursos,
y la llegada de maquinaria a Gran Canaria por la importante pre-
sencia del Puerto de Las Palmas.
Los materiales con los que se han construido varían dependien-
do del tipo de edificación; pero en numerosas ocasiones se ha utili-
840
zado para la ejecución de las mismas la piedra extraída de las can-
teras existentes en los términos.
El grado de protección al que estas edificaciones se adscriben
varía dependiendo de la tipología de las mismas; aunque suele ser
de tipo ambiental o parcial. La mayoría de estas construcciones se
encuentra en un estado de desuso y abandono, que condiciona de
forma considerable la conservación de las mismas; muy afectadas y
alteradas por elementos de índole antrópico (a través de intervencio-
nes que no favorecen a la edificación primigenia), o natural (expues-
tas a las condiciones climáticas, bacteriológicas, de limpieza, etc.).
Esta masa de bienes de carácter explotativo, vinculados a las
construcciones vernáculas no disponen, por contra, de planes
especiales en los que se identifiquen las situaciones patrimoniales;
y de programas informáticos que faciliten su localización a nivel
urbanístico. Lo que acelera su proceso de desaparición y dificulta
las tareas de inventario, protección, conservación, restauración y
difusión, de las construcciones. A ello se une la inexistencia de nor-
mativas municipales que regulen la delimitación y acotación pro-
tectora de los bienes que poseen interés etnográfico en las diferen-
tes localidades.
Ante este panorama, y tras haber establecido la acotación histó-
rico – geográfica, terminológica y tipológica de las construcciones
vernáculas de la comarca de Medianías y Cumbres de Gran Cana-
ria; la línea de trabajo que queda por desarrollar es establecer una
propuesta de gestión de estos bienes. Que pasa, entre las múltiples
posibilidades existentes, por desarrollar una metodología que verse
de lo particular a lo general.
Es la aspiración de este método inductivo, examinar con metodo-
logía científica los bienes patrimoniales de mayor interés para el
conocimiento del patrimonio etnográfico comarcal. Para lo que pro-
ponemos la utilización de un paradigma científico-crítico que ponga
en tela de juicio conceptos patrimoniales utilizados hasta el momen-
to, y cuyo giro conceptual y espacial nos posibilitará ampliar el
campo de estudio.
De esta forma, para el desarrollo de un plan de gestión de las
construcciones vernáculas de la comarca de Medianías y Cumbres
841
de Gran Canaria, proponemos dos líneas de trabajo. En primer
lugar, partimos de la premisa que el desarrollo de un plan de ges-
tión de las construcciones vernáculas facilitaría la realización de un
inventario exhaustivo de estos bienes; así como su protección, con-
servación, restauración, y el desarrollo de mejora en la política de
gestión de los mismos. Para ello, se hace necesario el estudio y aná-
lisis exhaustivo del estado de las construcciones de la necesidad que
se localizan en cada uno de los municipios que componen la comar-
ca. Proponemos, para el desarrollo de una gestión adecuada de
estos bienes, un proyecto que parta del ámbito local, pero que
posea una proyección comarcal, interdisciplinar, e interinstitucional.
En segundo término, planteamos para cada caso concreto de las
construcciones vernáculas de los diferentes municipios que compo-
nen la comarca y descritas con anterioridad, un estudio de las mis-
mas; no como bienes individuales, sino como piezas que encajan en
situaciones patrimoniales y culturales globales.
Partiremos de la premisa, por lo tanto, de que el objeto de estu-
dio será “...el testimonio de la experiencia de vida en el cual es posi-
ble reconocer muchos de los componentes de la entrañable cotidia-
neidad trascendente compartida”25. A través de la expresión mate-
rial e inmaterial de situaciones patrimoniales compuestas, entre
otros bienes, por construcciones vernáculas.
Lógicamente, hemos de tener en cuenta que esta visión global
será posible desarrollarla si conocemos a la perfección la descrip-
ción física, histórica, y el estado en el que se encuentra actualmente
cada uno de los bienes objeto de estudio; para lo que será necesa-
rio la realización de un inventario de los mismos, bajo un enfoque
valorativo y de gestión.
En la elaboración de este inventario de bienes confluirá un proce-
so de trabajo, que se organizará a través de líneas metodológicas y
estratégicas esbozadas en: la realización, en primer término, de una
aproximación espacial y temporal del área de estudio. Posteriormen-
25 BENAVIDES SOLÍS, J.: “La arquitectura vernácula, una memoria rota”, Boletín PH,
Sevilla, vol. 20, septiembre de 1997, p. 62.
842
te, se realizará un status quo de los estudios efectuados26 sobre patri-
monio etnográfico y construcciones vernáculas en el área de estudio;
a la par que se analizará la protección jurídica aplicada en cada caso.
En segundo término, se hará una prospección intensiva del terre-
no (fundamentalmente en zonas dispersas de los núcleos centrales
de población), que tendrá como objetivo la descripción de las cons-
trucciones vernáculas localizadas en los diferentes términos munici-
pales. Este trabajo se realizará con la finalidad de caracterizar el
patrimonio documentado y no documentado en las cartas etnográ-
ficas, arqueológicas y arquitectónicas; la diagnosis de su estado
actual; y la adopción de medidas cautelares, preventivas, de conser-
vación y restauración, para su posterior propuesta gestora.
Este estudio prospectivo representará en la investigación una
intervención de conservación preventiva o indirecta27; que aportará
un análisis y conocimiento de los bienes, sin intervenir de forma
directa en los mismos.
La intervención se desarrollará a través de un documento de
inventario, que resultará esencial en el proyecto de configuración y
gestión de las situaciones patrimoniales.
El objeto de estudio del inventario abordará, tal y como señalé
en líneas anteriores, y bajo la clasificación referenciada en el status
quo anteriormente expuesto, las construcciones vernáculas de carác-
ter explotativo.
El documento base para la elaboración del inventario será un
modelo de ficha normalizada, abierta a posibles modificaciones en
la que se recogerán, de forma sintética, las características esencia-
843
les de las construcciones vernáculas; así como todos aquellos aspec-
tos que puedan resultar relevantes desde el punto de vista de su con-
servación, restauración y gestión.
Cada ficha contendrá los siguientes campos y apartados:
Código de identificación: Hará referencia al número correspon-
diente que se le adjudicará a cada situación patrimonial, dentro de
la organización general de inventario; señalando el código del tér-
mino local en el que se localiza, así como el del elemento que se
estudia con una serie de tres dígitos28.
Isla: La que corresponde.
Municipio.
Zona de estudio / toponimia: Se utilizará como denominación
aquel topónimo por el que se conoce popularmente el área en la
que se localiza la situación patrimonial objeto de estudio.
Nombre: A la construcción vernácula se le adjudicará el nombre
con el que lo determina la bibliografía especializada, si es conoci-
do; y el topónimo del espacio en que se localiza.29
Localización: Incluye todos los aspectos que contribuyan a la loca-
lización exacta de la construcción vernácula: coordenadas correspon-
dientes a la ubicación geográfica, superficie en metros cuadrados, y
altitud máxima, expresada en metros, sobre el nivel del mar.
Descripción del espacio cultural: Incluyendo aspectos como la
descripción del lugar; piso bioclimático30, que para el caso que nos
ocupa corresponde a las Medianías; naturaleza31; ubicación (rese-
ña la unidad natural de acogida de la construcción)32; y descripción
844
del entorno y del espacio de sociabilidad que genera, o por el que
es generada la construcción.
Tipo de construcción y características de la misma: Acceso; super-
ficie de la parcela que ocupa; clasificación y calificación del suelo;
tipo (fuente, molino, pozo...); tipología (ej. molino de agua); funcio-
nalidad (hídrica); historia (adscripción temporal aproximada)33;
autor; modificaciones; usos prácticos, simbólicos y ornamentales34;
situación jurídico-administrativa del objeto; régimen de propiedad
(pública o privada); quién gestiona el bien; y usuario.
Elementos que conforman la construcción: Responde a los ele-
mentos que componen la construcción, tales como: dimensiones;
forma; estructura (organización de los espacios); número de plan-
tas; número de cuerpos; tipo de fachada (Ej. simétrica); atributos
estilísticos35; existencia o ausencia de huecos; existencia de elemen-
tos que sobresalgan; volúmenes; cubierta; técnicas constructivas
(especificar si existen técnicas de experimentación con nuevos mate-
riales); nociones de movilidad y velocidad en las infraestructuras;
tecnologías de construcción (especificar si hay novedad en la técni-
ca); percepción de “serie” en los elementos construidos. Y descrip-
ción de los elementos subsidiarios36.
Valoración: Alteraciones37; estado bueno o malo; fragilidad que
posee; valor científico patrimonial; indicar si está reutilizado38;
grado de afección39; nivel de protección; grado de protección; tipo
845
de intervenciones realizadas; intervenciones permitidas; intervencio-
nes recomendadas; indicar si está declarado B.I.C. o no; qué se
sugiere para mejorar su estado; elementos valorativos que avalen al
bien; elementos discordantes: ámbito de protección propuesto40;
posibilidad de puesta en uso41; e intervenciones realizadas42.
Plano de situación.
Fotografía aérea de localización; fotografía de la construcción43;
y un croquis, con el nombre del objeto.
Bibliografía, documentación, fuentes orales, y fuentes inéditas44.
846
Una vez obtenidos los datos de campo, se realizará un vaciado
de los mismos y de los documentos gráficos; y se adaptarán a
soporte informático.
Los resultados obtenidos, ya informatizados, serán tabulados. Inte-
rrelacionando las construcciones según la tipología de las mismas, y
procediendo a la designación de las situaciones patrimoniales.
847
Posteriormente, y como resultado de este proceso de simplifica-
ción se planteará un proyecto de gestión, propiamente dicho, de las
situaciones patrimoniales. Que abarcará acciones de conservación y
restauración de los bienes, hasta el desarrollo de actividades de
difusión del conocimiento de las situaciones patrimoniales.
Para el desarrollo de estas acciones, se planteará una premisa en
la que el Patrimonio se convierta en acción y no en sujeto. Y se acep-
tará la necesidad de su conocimiento, estudio, y difusión, como el
medio más idóneo para garantizar su preservación; con el objetivo
de enfatizar su estado dinámico y vivo.
Se creará una mesa local de patrimonio, constituida por los
representantes del Consejo de Cultura y Patrimonio de cada Ayun-
tamiento, y miembros especializados en materia patrimonial.
En esta mesa se analizará el estado actual y las propuestas de
futuro de cada una de las situaciones patrimoniales constituidas.
Con el objetivo de convertir los resultados obtenidos en el inventario
y en sus conclusiones, en un conocimiento explícito y no tácito;
potenciar la relación entre patrimonio e identidad, mostrando al pri-
mero como elemento generador de imagen e identidad territorial; y
relacionando el patrimonio y la sociedad, a través de la difusión del
primero y haciendo su gestión en una herramienta común.
A lo largo de las reuniones establecidas en la mesa de debate,
se dará respuesta a 5 cuestiones que versarán sobre:
Qué se quiere patrimonializar.
¿Por qué?: Valores patrimoniales que se otorga a la situación.
A partir de qué momento comenzará la patrimonialización
(¿desde el momento en que se gestó la situación patrimonial, o úni-
camente cuando ésta se materializa?).
¿Dónde?: Delimitación del espacio físico, social y cultural.
¿Cómo?: Desarrollar algunas líneas básicas de conservación, res-
tauración y difusión de cada una de las situaciones patrimoniales.
Las decisiones consensuadas en la mesa de discusión tendrán como
objetivos prioritarios el establecimiento de 3 líneas de acción: comuni-
car, exponer y explotar; para garantizar la conservación y difusión de
los bienes que componen las situaciones patrimoniales. Y se desarro-
llarán a través de 3 vías con carácter interdisciplinar e interinstitucional:
848
Actividades realizadas por los Ayuntamientos: definición de nive-
les de protección de las situaciones patrimoniales en la normativa
urbanística municipal; diferenciar las áreas de mayor riesgo urbanís-
tico; apertura de centros de exposición permanentes; edición de
publicaciones sobre temas locales; mejora de las situaciones patri-
moniales; dípticos y trípticos de difusión; realización de itinerarios
culturales, etc.
Actividades realizadas por los Ayuntamientos en cooperación con
otras entidades como la Dirección General de Patrimonio Histórico,
la Mancomunidad de Municipios de Medianías y Cumbres de Gran
Canaria, o el Programa Leader +, entre otros: puesta en marcha de
programas de escuelas taller y casas de oficios, cursos formativos,
cursos informativos, charlas, creación de páginas web, etc.
Actividades realizadas a través de los Ayuntamientos, otras enti-
dades, e instrumentos de actuación (ejemplo: promotores): restaura-
ción de situaciones patrimoniales; prevención y diagnóstico de
impacto de grandes obras de infraestructura; labores investigadoras
del ámbito académico; creación de centros de interpretación y eco-
museos...
CONCLUSIONES
849
como situaciones patrimoniales, en continua relación con el entorno
cultural en que se producen.
De esta forma, las construcciones vernáculas estudiadas junto a
los procesos que las ha generado, y que ellas mismas generan, se
convertirán en testimonio de primera mano de la diversidad cultural
existente en la comarca objeto de estudio.
Esta área de Gran Canaria se ha caracterizado a lo largo de su
proceso histórico, por destacar como un territorio eminentemente
rural; en el que se ha acentuado la importancia del Sector Primario.
No obstante, y a pesar de esta importancia de ámbito rural, la
comarca atraviesa actualmente por problemas medioambientales
centrados en el ámbito agropecuario; íntimamente relacionados con
un abandono del trabajo en la agricultura y la ganadería. A ello se
une un proceso de desvinculación cultural, patrimonial, y económico,
de los habitantes y las explotaciones territoriales; que ha contraído un
abandono y sustitución del suelo agrícola y ganadero, por el urbano
de forma legal e ilegal. Así como la inexistencia y falta de sensibilidad,
por parte de la clase política, del desarrollo de tareas de gestión orien-
tadas a la conservación, restauración, y difusión de este patrimonio; y
la falta de una legislación efectiva que proteja al mismo.
Hasta fechas relativamente recientes (décadas finales del siglo
XX), el agricultor de las Medianías y Cumbres de Gran Canaria
había actuado como gestor directo del territorio y sus recursos, cons-
truyendo un paisaje adaptado a sus tareas de laboro. Pero el aban-
dono progresivo del Sector Primario, ha provocado el empeora-
miento del medio natural y el estado de las construcciones vernácu-
las vinculadas a las tareas socioeconómicas; que, por lo general,
están en un estado de desidia y expuestas a procesos de degrada-
ción de índole antrópico o natural.
Este hecho reclama la necesidad de orientar y adaptar al mundo
actual la agricultura y la ganadería de la comarca; hacia prácticas
que armonicen con el medioambiente, las construcciones que se
han generado en el mismo, y la demanda de prioridades de los
tiempos que imperan. Así como la revalorización y explotación de
las construcciones que han albergado industrias agroalimentarias,
relacionadas con el mundo rural.
850
Esta tarea no carece de orientabilidad al ser, las construcciones
vernáculas localizadas en la zona, bastante numerosas; lo que,
junto al ámbito natural y al paisaje cultural al que se adscriben,
constituye un importante y potencial recurso patrimonial.
El proceso orientativo de revalorización de este patrimonio ha de
pasar por estadios en los que se analice el estado actual y se valo-
re de forma patrimonial los bienes que componen las construccio-
nes vernáculas de la comarca; así como el entorno cultural en que
se desarrollan.
Para alcanzar tal fin es necesario realizar, en primer término, un
catálogo en el que se concreten las situaciones patrimoniales exis-
tentes en esta área de estudio.
La realización de este corpus permitirá, ulteriormente, demostrar
qué condicionantes ecológicos, históricos, sociales, económicos, y
antrópicos; se han dado cita para contribuir en la creación de las
construcciones vernáculas de la zona. Así como manifestar qué con-
diciones de similitud y disimilitud se establece con otras zonas de la
geografía insular; y qué elementos permiten que estas manifestacio-
nes constructivas, integradas en el espacio, se conviertan en una
parte significativa y relevante de las expresiones culturales que
caracterizan a los colectivos.
Al estudiar y valorizar estos bienes, su preservación pasará por la
concertación de un plan de gestión en el que la administración, las
entidades privadas, y la sociedad en general, articulen medidas
coherentes destinadas a la conservación, restauración, valorización
y difusión. Y en las que se ponga el acento en los recursos patrimo-
niales existentes; considerándolos como piezas vivas que han de ir
acorde con las técnicas y lenguajes actuales, que anclan sus raíces
en un pasado lejano que las hizo posible.
La finalidad principal de este plan de gestión será dar a cono-
cer este patrimonio etnográfico; y en la medida en la que se
pueda convertirlo en un patrimonio existente y funcional. Y
demostrar que es posible, a través de la conservación indirecta y
directa, poner en conocimiento y en uso, difundir y explotar, las
construcciones vernáculas de la Comarca de Medianías y Cum-
bres de Gran Canaria.
851
Ante esta pretensión se hace inexcusable la elaboración de una
normativa que regule el uso del suelo, y las construcciones que en él
se erigen; la reorganización del Sector Primario, haciéndolo atracti-
vo y acercándolo a la población; la práctica de modelos educativos
medioambientales, culturales y patrimoniales sobre el ámbito local;
y la aplicación de campañas de urgencia en materia etnográfica, la
promoción de tareas de voluntarismo, y el fomento de trabajos de
campo de atención preferente, en materia de conservación y restau-
ración.
El futuro de la Comarca de Medianías y Cumbres de Gran Cana-
ria, y los pueblos que la constituyen, ha de girar en torno a la con-
servación y el desarrollo de su gran fortaleza: el entorno agroam-
biental, y el patrimonio al que se adscribe.
Símbolo de identidad de estas localidades rurales y principal acti-
vo de su avance, a través de manifestaciones culturales y etnográfi-
cas como las construcciones vernáculas que en ellas se localizan.
852
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES DOCUMENTALES
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PONENCIAS
856
ESTUDIO X
859
Fornada de pão
FUNÇÃO ECONÓMICO-SOCIAL
860
Os Direitos e deveres
861
propriedade, como acontecía com o desfrute dos outros recursos
comunais da água ou do monte em determinados momentos. Havia
casas que coziam mais amiúde e outras distanciavam-se mais no
tempo, tudo dependia do seu consumo, número de membros da
família, ou do fresco que queriam comer o pão.
“o pão ao passar dez ou doze dias punha-se balorento (...) a nós
gostava-nos fresco (...) cozíamos mais amiúde” (Infte. doBaño)
O pão é um alimento básico, diário e fungível, que tem um
período de caducidade, de aí que umas casas prolonguem mais o
menos o seu tempo limitado de vida.
b) Direito de permanência. É o direito do que desfrutam todos os
vizinhos por tempo indefinido; ao forno podem entrar e sair quando
quigerem, assim como permanecer dentro pelo tempo que estimem
oportuno. Este direito só está limitado pelo de posse que tem a casa
que está a cozer. Podem estar no forno mas nunca estorvar a casa
que está a enfornar.
“no forno entras e saias (...) quando queiras (...)” (Infte. de Castro
Laboreiro)
Este direito de permanência é extensivel ás pessoas de fora da
comunidade. Dele fazem uso os pobres que vão de pasasagem.
Estes fazem do forno lugar de paragem e de repouso e, também, de
pousada na medida que sempre lhes proporcionam algo de
alimento os vizinhos da aldeia.
“afortunadamente agora nom hai pobres (...) pero antes rara era
a semana que não vinhera algúm” (Infte. do Baño)
c) Ausência do direito de privacidade. Este direito devia de ir
associado ao direito de desfrute que têm os vizinhos do forno. Neste
caso prevalece o dereito comunitário do forno sobre o direito
individual da intimidade. A casa que coze o pão não tem direito à
privacidade no momento da sua utilização.
O forno é uma construção comunitária, utilizada a tempo parcial
para o cozimento do pão por cada uma das casas, mas sem direito
à privacidade nesse tempo de uso, quer dizer, quando estão a cozer
o pão, sem pedirem permissão, ao forno podem entrar, sair, fazer
tertúlia, observar o número de boroas e bolos que cozem, o ponto
em que estava a massa, a destreza no processo de cocção ou de
862
repouso. Toda esta observação leva consigo um forte controlo
social, que não pode ser evitado ainda que assim o desejasse a casa
que está a cozer nesse momento.
“ás vezes estavas cozendo (...) e nao se colhia no forno” (Infte. de
Castro Laboreiro)
Para evitar esse intrusismo, alguma casa cozia às altas horas da
noite, mas isso não os librava da crítica, pois se o faziam a essas
horas por algo era.
Dentro do mesmo forno, no momento de enfornar estabelecem-
se dous espaços com fronteiras bem definidas. Aparte dos bancos
ocupam-na as pessoas alheias para deixar espaço suficiente e não
interromper a casa que coze.
d) Direito de propriedade. É um direito permanente que está em
poder da aldeia. Este direito leva consigo a obriga de melhora,
conservação e posta em forma do bem público, para que possa ser
utilizado por todos os vizinhos do lugar. Trata-se de um direito
colectivo, que obriga a conservar em perfeito estado um bem de uso
e desfrute público.
A pessoa encarregada de que estejam bem cuidados os bens
comunitários é o vigário. Este faz-se cargo dos pedidos que lhe
fazem os vizinhos e leva-as à assembleia comunitária, onde se põe
em comum e se procede à sua execução se são coerentes e
obedecem ao interesse geral.
“O forno (...) cada certo tempo havia que colmá-lo (...) cambiar
os ladrilhos ” (Infte. do Baño)
Corveira
863
As acolhidas
864
velhos, os seus conselhos, lendas e contos, ainda que nem sempre
eram bem compreendidos, dado que, por vezes, os mais velhos,
intencionadamente, utilizavam rodeios, guinhos ou subtilezas que
impediam a compreensão do discurso por parte dos menores.
É de destacar a riqueza linguística que se utilizava, ou o recurso
da metáfora, quando a sitaução o requeria, para que os rapazes
não soubessem do que se estava a falar.
“se não se queria que entendessem a conversa (...) con dizer (...)
há roupa tendida (...) já se davam conta e não seguiam (...) ou
falavam con rodeios” (Infte. do Baño)
Forno da igreija
865
privado e levá-la a um cenário público. Se era muita a demanda,
sempre tinham preferência as pessoas mais velhas, que por turnos se
achegavam à boca do forno para aproveitar melhor o calor.
“os días frios (...) a gente estava sentada nos banco de pedra do
fundo (...) iam-se turnando para quentar-se (...) aos mais velhos
cedia-se o turno” (Infte. de Castro Laboreiro)
A parte do forno que se situa acima da capela é a parrugueira;
esa zona leva muito tempo em desuso e antigamente teve a sua
importância porque era o espaço onde havia mais calor, sendo a
mais demandada nos dias de frio. Por costume estava reservada
para as pessoas que mais o precisavam.
“cuando eu era neno (...) a parrugueira era só para os mais
velhos”. (Infte. do Baño)
d) lugar de acolhida extracomunitária. Nas epígrafes anteriores
podemos comprovar a valiosa função social intracomunitária que
desempenhava o forno. Agora vamos ver a sua função
extracomunitária, como lugar de acolhida aos sem-teito e
ambulantes que iam de passagem (ciganos e pobres). A estadia não
devia de passar de um ou dous dias, se a prolongavam por mais
tempo era mal vista pela comunidade.
“os pobres paravam un ou dous dias (…) os ciganos queriam
parar mais (...) estes não estavam bem vistos (...) quanto menos
pararam melhor”. (Infte. de Castro Laboreiro)
Os pobres que iam de passagem, tinham a garantia de
encontrar sempre algum vizinho que lhes dava palha para fazer de
cama, algum alimento quente e um pouco de pão.
“quando vinha um pobre (...) sempre havia uma cunca de leite e
um bocado de pão para dar-lhe (...) isso oferecia-se pola alma dos
defuntos da casa” (Infte. do Baño)
Esta função de acolhida do forno ao transeunte está simbolizada
na sua porta por estar sempre aberta, para permitir a entrada ao
que vai de passo e não tem onde dormir a coberto. Para fazer uso
desse direito, o ambulante não tem que pedir permissão a ninguém,
já que entra e desfruta desse bem público por um par de dias, desde
que não esteja ocupado previamente por outro necessitado. Se está
ocupado vai em busca de lugar na aldeia mais próxima.
866
Comprovamos como o direito de posse, em determinados
casos, ultrapassa a fronteira da comunidade e dá lugar a um direito
interino de passagem ou de permanência por uns dias, para que
possa ser desfrutado por gente alheia à mesma, sem ter em conta
pertença, raça, ideología ou religião.
A VERSATILIDADE DO FORNO
867
A integração social via-se reforçada pela assistência de gente
quando a casa cozia. O processo inverso, ausência de gente, estava
a dar informação fiável do mal comportamento dos membros dessa
casa com a comunidade.
Forno Curveiras
Os Valores
868
costume diz-lhes que os direitos de cada um acabam onde
começam os dos outros.
“um vai o de um (…) pero nunca em contra de ninguém” (Infte.
de Castro Laboreiro)
c) reciprocidade. Ao ter a oportunidade de devolver o favor
recibido com anterioridade, surge a satisfação de corresponder, de
incrementar a ajuda ou apoio recibido previamente. O normal é
que as pessoas gostem de corresponder quando se faz algo bom
por elas. Vem a ser o equilíbrio psicológico que se consegue quando
alguém salda uma dívida pendente.
“a quem ajuda (…) não se repara (…) com creces fai-se-lhe o
mesmo” (Infte. de Castro Laboriro)
Esta situação de corresponder e de ver-se correspondido, leva
a que certas tarefas fossem materialmente compartilhadas por
várias casas, tais como a matança, a carra da lenha ou a erva
seca e a malha.
d) A auto-estima. Ver-se úteis, correspondidos, ter controlo
sobre o que estão fazendo, ver a qualidade do trabalho, ter a
possibilidade de aprender, faz com que se incremente a segurança
neles mesmos, que se sintam a bem consigo e, por extensão, com a
comunidade.
e) Manter e reforçar a confiança. Com esse entender, sentir,
preocupar-se, ajudar ou apoiar o vizinho e, ao mesmo tempo, ver-
se correspondido, contribuem para criar um estado de credibilidade.
A confiança é contagiosa, não se impõe nem se predica, mas
inspira-se. É muito difícil de atingir e muito fácil de perder, esta é
muito esvaradiça, de aí a necessidade de um comportamento
íntegro contínuo. O vizinho tem sumamente claro que com o seu
comportamento podem acercar-se ou afastar-se dos demais.
“dos que não te fias no lugar (…) contam-se com os dedos da
mão” (Infte. do Baño)
A través das actações positivas estão a reforçar o círculo virtuoso
de fiar-se uns nos outros; no fundo estão a fazer de forma
inconsciente uma comunidade ética, do saber compartihado, do
jogo limpo, da transparência, da ajuda voluntária, de regras morais
e de disciplina de vida, que tanta paz cria e tanto conflicto evita.
869
f) A visão de benefício mútuo. Esta sensação vê-se claramente no
compromisso do cuidado dos bens da comunidade de uso e de
desfrute público, tais como fontes, forno, poças, lavadoiros, regos e
caminhos.
Há bens de utilidade comunitária que precisam de serviço de
manutenção. Quando na comunidade se tem interiorizado que por
benefício comúm se tem que assumir essa prestação, esta faz-se
com alegría e entrega sem supor esforço ou sacrifício; há
consciência de que quanto melhor cuidados estejam esses bens,
maior é o benefício que corresponde a todos.
“quanto melhor atendidos (…) maior benefico” (Infte. de Castro
Laboreiro)
A situação Actual
870
A mecanização progressiva do campo ia-os liberando dos
trabalhos pesados. Isto também se deixa notar na alimentação, a
gente preferia o pão de trigo porque o podiam consumir mais fresco
e ao mesmo tempo era mais leve. Na medida em que
económicamente se viam melhor, notavam mais estas diferenças.
“ao pão de trigo logo se acostumou um (…) com o de milho ardia
mais o estômago” (Infte.do Baño)
c) Comodidade. O proceso de cozimento do pão é muito
laborioso, precisa de tempo, esforço e habilidade, uma vez que há
que conseguir lenha para aquecer o forno, moer o grão, amassar a
farinha e cozer.
Tudo isto comparado com a situação mercantil de intercambiar
dinheiro por pão elaborado, com a comodidade de facê-lo todos os
dias, faz com que o desequilíbrio seja evidente; assim, a gente prefere
mercar o pão de trigo, antes do que cozer cada dez ou doze dias.
“cozer daba muito trabalho (…)” (Infte. de Castro Laboreiro)
d) Incremento da oferta. Isto leva consigo uma melhora na
qualidade. Os fornos das aldeias transpassaram a sua função aos
fornos industriais das vilas. Na medida em que os fornos deixaram
de cozer foi-se incrementando a oferta dos padeiros de pão de trigo,
e passaram de oferecerem o seu producto os dias alternos, ou uma
vez por semana, a fazê-lo diariamente.
“antes só vinha o de Quintela cada dous ou três dias (…) depois
juntavam-se três padeiros a diario” (Infte. do Baño)
e) A ruptura das barreiras geográficas. A construção de pistas e
estradas trouxe consigo a melhora das comunicações e quebrou o
isolamento a que estavam submetidas a maioría das aldeias. Este
avanço social favoreceu o incremento da oferta, ao possibilitar o
acesso a todo tipo de carros, e não limitar o serviço só ao que se
podia prestar con animais de carga.
“ao primeiro o padeiro de Quintela vinha com uma mula (…) não
havia pista” (Infte. do Baño)
f) Efeito dominó ou de contágio. Ao ir deixando de cozer umas
casas também foram deixando de cozer as outras. Esse efeito
imitação foi prendendo em todos e, finalmente, deixou de cozer
todo o mundo e o pão de trigo comprado externamente foi
871
ocupando o lugar do pão de milho e de centeio elaborado
internamente. Ao ser cada vez menos casas as que esquentá-lo
sempre como se fosse pola primeira vez e consumia muita mais
lenha. Quando cozia todo o lugar o forno estava muito melhor
cuidado.
“ao final (…) coziam duas ou três casas de trinta vecinhos (…)
acabamos deixando nós também” (Infte. do Baño)
g) A situação de abandono. O forno, ao deixar de ser usado, foi
entrando numa situação de detioro progressivo, assim que se
alguma das casas quissese retomar o processo de cozer o pão,
alguma que outra vez, o forno já não reuniria as condições
necessárias. Algumas das pessoas dão pela falta do pão elaborado
por eles anos atrás, mas a situação actual do forno impede repetir
de novo a tarefa de cozer.
“nós de inverno (…) quigemos cozer alguma vez (…) pero o forno
não valia” (Infte. do Baño)
Rodeiro
872
O QUE SE PERDEU
873
perde-se a satisfação de ajudar e de ver-se ajudado, dá-se menos
e, por tanto, recebe-se menos. Esta situação contribui para
empobrecer as relações vizinhais, afrouxando os laços da confiança
nas comunidades em benefício da desconfiança.
Muitas vezes no verão escassea a água, e não é toda a culpa da
seca, antes do abandono a que estão submetidas as fontes, poças e
regos; mas como mudou a forma de avaliar a utilidade, agora
medem mais pelo que os separa, ou pela taxa de benefício que uns
levam mais que os outros. O resultado é o lacerante abandono
destes bens de utilidade comunitária.
Varzea travessa
Essa sesação de equilíbrio “ganho eu, ganhas tu” que imperava
nas comunidades e que tantos benefícios lhes reportou está a ser
substituída por mercantilismo mal entendido, onde se negoceia. Só
se vê um benefício que supere o do vizinho; impera muito mais o
curto prazo, com o qual se pode chegar à situação de que o que é
pão para hoje poda ser fome para amanhã.
“agora as poças se as limpo eu (…) a ninguém lhe interessa (…)
ainda que tenham que passar sem água no verão (…) ou não tenham
874
para duchar-se (…) mas como pensam que benefícia mais os da
cima do lugar (…) assim está tudo abandonado” (Infte. do Baño)
Na medida em que o forno foi perdendo a sua função principal,
que era de cozer o pão, foram desaparecendo o resto dos papéis
que se desenvolviam no seu interior. Isto levou consigo a perda
duma riqueza comunitária acumulada ao longo dos tempos.
No discurso actual da gente associa-se o forno com pobreza,
com miséria ou sujidade; tem uma conotação negativa.
“aqueles tempos que não volvam (…) fome (…) ver aqueles
velhinhos (…) cheios de cinza” (Infte. do Baño)
Na sociedade actual é impossível que volte a ter esse
protagonismo; mas é de justiça reconhecer a função integradora e
vital que nele se desenvolveu durante muitos séculos, e como mostra
mínima de agradecimento como não recuperá-lo e cuidá-lo, dado
que foi uma peça vital da vida comunitária.
O forno faz parte do nosso património histórico e social; todos
temos a obriga de manter viva a sua memória e poder transmitir a
sucessivas gerações os papéis que se desenvolveram nesta humilde
construção com tanto acerto e eficácia até bem entrado o século XX.
875
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
877
ESTUDIO XI
LA CASA CRIOLLA:
ALGUNAS PROPUESTAS PARA ENTENDER
SU GÉNESIS Y DESARROLLO
EN AMÉRICA DEL SUR
881
porque mezclaba todas las sangres que habían pasado por la Penín-
sula Ibérica con las americanas. El mestizaje es algo a lo que no ha
renunciado ningún Latinoamericano; es más, valorando los orígenes
españoles, han tenido capacidad para desarrollar una personalidad
patriótica en la que se aúnan los orígenes con los nuevos horizontes
que emergieron de la Emancipación en la década de los 1820.
Como primera reflexión podemos avanzar la idea de que lo que
podemos entender como captura cultural o fase civilizadora consti-
tuyó un proceso lento que no ha concluido en ninguna parte de
América Latina; es más, el fin se ve aún a largo plazo. Sabemos que
se inició en los lugares de desembarco, en los pueblos y ciudades
que se fundaron como primeros asentamientos de españoles. Los
misioneros, más que los conquistadores, tuvieron entre sus objetivos
asegurar los territorios recién conquistados, conocerlos bien, some-
ter a los autóctonos a la nueva religión y orientarlos a la Encomien-
da, captar las materias primas que debían enriquecer a los nuevos
llegados a las tierras americanas, especialmente los metales y entre
ellos el oro.
Al darse un choque entre dos culturas diferentes, prevalece la que
demuestra ser más evolucionada y dispone de mejor equipamiento
militar. Ahora bien, el entusiasmo que señaló la etapa de la Con-
quista, se volvió después en contra de los que la habían iniciado.
Efectivamente, los españoles que habían nacido en los territorios
virreinales de América, o en alguna de las Capitanías aguantaron
tres siglos, los conocidos como tiempos coloniales, espacio tempo-
ral que sirvió para que se fueran formando comunidades que forja-
ron vínculos con sus regiones y comarcas y, cuando llegaron los
tiempos de tomar una opción política, a pesar de los muchos pro-
blemas (algunos aún colean), los criollos optaron por unas naciona-
lidades independientes, que nada tenían que ver con la realidad
colonial ni con los periodos anteriores.
El medioambiente americano ayudó a la creación y disposición
de esa nueva sociedad que añadió que sus conveniencias formaran
parte de la nueva situación americana; por esta razón, cuando estu-
diamos la constitución de la cultura hispana en América, no pode-
mos dejar de lado la contribución cultural aborigen y la pervivencia
882
de muchas de sus manifestaciones hasta la actualidad. Estas son
algunas de las razones que impulsan a estudiar las diferentes inte-
rrelaciones entre ambas culturas. No se trata sólo de reseñar si una
sobresalió sobre la otra. Creo que es mejor estudiar las cosas desde
la mutua interacción porque recíprocamente se influenciaron. No se
trata de aceptar o rechazar criterios de historiadores que apoyan o
rechazan lo que fue o lo que se supone que pudo ser. Si los españo-
les de las primeras oleadas se manifestaron por la violencia y la codi-
cia, no excluye el que los misioneros y otros presentaran otra cara de
la cultura; igualmente, los indios americanos no eran todos ingenuos
ni mojigatos, había de todo; incluso algunos crueles en su actuar.
Choca el que se diga que los naturales de América no ansiaban
riquezas ni territorios porque de buenos que eran parecía que esta-
ban en el Paraíso Terrenal y que se malograron con el contacto con
los castellanos. Estas imágenes, como otras, contrastan con las
acciones militares de Huayna Capac y de su hijo Atahualpa al
momento de llegar Pizarro al Perú, o con la Triple Alianza de Méxi-
co que se quebró con la recalada de Cortés al Imperio Azteca. La
historiografía irá poniendo con el tiempo cada cosa en su sitio y la
verdad se hará camino. Ni tan malos unos, ni tan buenos los otros.
El siglo XVI se caracterizó principalmente por la violencia, y esto
es algo que no puede negarse porque es evidente. A esto puede
añadirse que los Adelantados, Conquistadores y otros penetraron
por el interior del continente americano, reseñaron su geografía, sus
poblaciones, cómo eran sus poblados, que asombros les producían.
La reseña de noticias falsas también les orientó al engaño, porque
esto fueron leyendas como la de El Dorado o El Paytiti, por ejemplo.
La creación de algunos centros urbanos de irradiación se facilitó el
conocimiento geográfico y en este avance, incontrolado muchas
veces, comenzó la historia y el mestizaje.
A partir de 1550 aflora la fase de los asientos definitivos. Con
anterioridad a esa fecha, ya se habían fundado ciudades de cuño
español (Durán Montero 1978: 1-34). En ellas, el llegado desde la
Península Ibérica estableció su familia y sus hijos eran ya america-
nos aunque no se denominaran así. Una institución novedosa para
América hizo acto de presencia: la encomienda. En ella se aceleró el
883
proceso del mestizaje a pesar de los abusos; igualmente, facilitó la
ampliación de la frontera del castellano y la de la cristianización; es
más, cuando se habla de injusticias por parte de los encomenderos
debemos tener también en cuenta que gracias a uno, que fue como
encomendero a tierras de Cuba, para hacerse con la propiedad here-
dada de su padre, afloró el movimiento liberador de los indios some-
tidos al yugo de los españoles. Me refiero a fray Bartolomé de las
Casas, quien llegando como dueño abandonó sus bienes y criterios
capitalistas para pasarse al de los humillados y ayudarlos en su libe-
ración transformando su ideología (Junquera Rubio 1988: 191-205).
Cuando nos referimos al vocablo mestizaje no sólo debemos
entender las cosas desde el punto de vista biológico (Comas 1974).
El proceso no es sólo racial sino también cultural porque se dieron
momentos en que unos enseñaban y otros recibían lo enseñado,
pero a su vez hacían lo mismo con los que tenían enfrente. Los valo-
res foráneos y los autóctonos se fusionaron mutuamente y esa unión
facilitó una realidad diferente. El racismo presente en las clases diri-
gentes de las sociedades americanas se resiste a admitir la existen-
cia de influencias propias en las europeas; este rechazo se capta
como si de una vergüenza se tratara para admitir la presencia euro-
pea como única, lo que no deja de ser rechazable (Junquera Rubio
2003: 109-128).
Es verdad que lo hispano se impuso por su superioridad. Sin
duda alguna, hubo cosas españolas de cuño como el gobierno, la
religión católica, el Tribunal de la Inquisición, la organización social,
el comercio, la aportación monetaria, los rituales funerarios oficia-
les, etcétera. Lo español estuvo vigente durante tres centurias, y sien-
do esto verdad, no lo es menos que por el mestizaje, el castellano
fue captando los valores autóctonos americanos, integrándolos en
su forma de vivir. Este ir y venir cultural tenía forzosamente que
expresarse en el arte de todo tipo, especialmente en la arquitectura
colonial o mestiza. Por esta razón, el historiador que gestione un
estudio sobre la arquitectura colonial iberoamericana, no podrá
realizarlo de forma completa si a las cogniciones histórico-estéticas
no agrega otras de representación sociológica y antropológica, por-
que sólo así se lograría una imprescindible comprensión de cual-
884
quier expresión artística. En los mestizajes, lo indio vale tanto como
lo hispano y a la inversa.
Además de las muestras arquitectónicas, existen en Iberoamérica
ejemplos más que evidentes de esculturas y pinturas, no populares
sino mestizas. Esto no sólo es atribuible a los artistas de proceden-
cia hispano-india, sino también a los mestizos de origen negro. En
Lima, la imagen del Señor de los Milagros o Cristo de Pachacamac,
fue pintada por un esclavo de procedencia angoleña, y es posible-
mente la pintura más venerada en América del Sur debida a un
angola (vocablo con el que se conoce a los procedentes de la región
que ahora lleva ese nombre como nación en África). En los últimos
años se ha impuesto el vocablo término para referirse a todo lo ela-
borado con matices mestizas. Posiblemente, el más aplicado sea el
que se otorga a la religión de los pueblos que evoluciona de muy
diversa forma a la de los especialistas.
Si catalogamos algo como popular, lo que estamos haciendo es
devaluarlo porque cualquier cosa es más valiosa si dispone de una
firma de alguien reconocido como artista, sobresalga en la tarea
que sea. Entra aquí en juego una escala de valores que puntúa por
encima aquellas obras que entiende son de más categoría, frente a
aquellas otras que no logran alcanzar el aprobado de acuerdo a
esos conceptos; y en muchas ocasiones se dice del artista anónimo
lo hizo así porque carecía de luces para más. Si aplicamos esto a
más de un estudioso, le podemos asignar aquello de que carece de
un periodo de investigación adecuado.
Hay que tener en cuenta que durante los tres siglos que duró la
Colonia, aconteció una auténtica industria artesanal que brilló en
arquitectura, pintura y escultura. Abundó más lo de matiz religioso,
y sobresalieron escuelas notables como la cuzqueña en la que se
realizaron cuadros de estimado valor museístico.
Al lado de lo que suele entenderse por productos de valioso
importe estético, predominan también las que sólo alcanzan a afec-
tar por su destreza artesanal; una obra mestiza no adquiere ese pro-
totipo de realización por falta de escuela, de técnica o habilidad,
sino principalmente por proceder de una filosofía que entiende y
concibe las cosas de muy distinta manera. En numerosas obras
885
escultóricas procedentes de talleres españoles, muchas de sus técni-
cas estaban subordinadas a la comprensión, a lo que representaba,
a lo que indicaba para el aborigen americano. Por otro lado, las
obras reseñadas como populares se entendieron con diversas formas
estéticas, pero siempre subordinadas a las que procedían de la Metró-
poli, porque el productor americano carecía de luces suficientes para
plasmar las ideas procedentes del Viejo Mundo (Pijoan 1973).
Todo esto procede de aquellos primeros momentos en los que se
discutía en los centros de estudio europeos si los americanos eran
humanos, si tenían razón, si estaban capacitados para pensar, etcé-
tera. Lo que estaba claro era que, en el mejor de los casos, se
encontraban en un estadio pre-lógico, que aún no habían llegado a
la filosofía, y que estas razones eran más que suficientes para defen-
der que sus producciones artísticas distaban mucho de ser represen-
tativas para el arte; menos aún, que tuvieran posibilidad de ser
alguna competencia.
No podemos obviar que cuando el arte americano comienza a
hacer sus pinitos junto con el castellano nos encontramos en una
etapa histórica muy dominada por la religión; es más, no una cual-
quiera sino la católica abanderada por el espíritu del Concilio de
Trento, pues no podemos considerar que antes de un siglo se pro-
duzca nada porque esa primera centuria estuvo destinada al descu-
brimiento, conquista y sometimiento. Lo barroco abundó en España
pero alcanzó sus máximas expresiones en América y superó con cre-
ces a la producción hispana.
El simbolismo religioso fue captado e interpretado de diferente
forma. Se tuvo claro desde un principio que los modos de captar
una realidad ajena pueden ser muy diversos; de suyo lo fueron. Lo
simbólico no se limita a los detalles físicos porque, una vez que se
acepta un nuevo credo religioso, aunque sea impuesto y proceden-
te de las clases sociales dirigentes, se alcanza una transformación
porque plantea una nueva identidad. En la confección de una obra
de arte carece de importancia cómo la ve el autor, nos conviene más
saber cómo la capta y cuales son sus momentos más emotivos.
Cuando la gente habla de arte popular entiende que hay otro
que está por encima y que es representativo de la clase culta, que
886
tradicionalmente controla la intelectualidad y la interpretación.
Numerosos estudiosos defienden que lo artístico llegó a América con
los conquistadores; es más, añaden que los autóctonos sólo habían
logrado unas expresiones primitivas sin mayor valor, pero ¡curiosa-
mente! hoy disponen de valor importante, porque el status social de
los indios se ha incrementado.
La misma obra de arte, sin ninguna modificación, resulta que se
interpreta de muy diversa forma según en que momento se observe
y valore. En Lambayeque (Perú) se encuentra la Iglesia de San Fran-
cisco, muy cercana de la de San Pedro. Pues bien, en los últimos 50
años el valor de la primera, desde el punto de vista estético, se ha
incrementado porque ahora ya no es el templo exclusivo de los escla-
vos y marginados de la colonia. Su interior dispone de columnas
salomónicas que en realidad son horcones lisos de algarrobo a los
que se han adosados cantidades importantes de argamasa con la
forma retorcida indicada. Su descubrimiento para la técnica y la plás-
tica es reciente. En la etapa colonial no es que pasara desapercibido;
más bien se ignoraba por estar destinado a quienes estaba, pero al
comenzar a tener reuniones habituales las clases pudientes lambaye-
canas, automáticamente se incrementó el valor en todas sus dimen-
siones, y quienes antes lo ignoraban o repudiaban ahora lo admiran.
887
Tradicionalmente, los libros dedicados a estudiar las manifesta-
ciones artísticas olvidan el análisis de la obra propuesta; y cuando
lo hacen, resulta que se dedican a ver las diferentes influencias his-
panas, y si destinan alguna reflexión a lo americano, es para hacer-
lo en segunda fila y siempre dependiendo de lo español. Raramen-
te se valora que la obra en sí se hizo en América y por americanos.
Hay aquí, como en otras cosas, una concesión notable a la influen-
cia hispana que entonces detentaba todos los poderes.
Estudiar las contribuciones aborígenes en el marco de referencia
artística es aun tema sin considerar porque las investigaciones al res-
pecto llevan poco tiempo; pero algún día, deberá reconocerse el
gran aporte a un capítulo que deberá denominarse arte mestizo
como algo propio de una fenomenología americana en contacto
con la europea. Además, entiendo como señales importantes de la
arquitectura iberoamericana aquellas que deben ser reseñadas y
evaluadas desde la historia, la antropología social, la etnografía y
otras disciplinas sociales, y no sólo como un aspecto espontáneo
que pudo surgir casi por casualidad.
Ampliar nuestros horizontes históricos con el fin de profundizar
en los modelos culturales propios de una etapa de contacto, es algo
que entiendo como práctico y honesto. Parece interesante, salva-
das las distancias, que las edificaciones mestizas puedan inspirar a
los arquitectos de hoy, pero está claro también que esas viviendas
modernas no pasan de ser aproximaciones porque el destino de los
espacios interiores no tendrán como finalidad la de orientar ningún
ritual de iniciación, por ejemplo. Debe tenerse en cuenta, que hay
razones más que suficientes para pensar que las exposiciones mora-
les, las técnicas empleadas y los tonos sociales pensados como
implícitos de y a la arquitectura superan sus problemas acudiendo a
modelos dialectales.
Cuando los españoles llegaron al Caribe primero y al continen-
te poco después, no tuvieron más remedio que acudir a los mode-
los que les ofrecían las técnicas aborígenes, más apropiadas que les
que tenían in mente. De suyo, de no contar con otro testimonio ante-
rior, no deja de resultar curioso que Cristóbal Colón buscando un
sitio idóneo para levantar una fortaleza llegó a un lugar en el que
888
“vio seis casas de los indios, con muchos jardines alrededor, tan her-
mosos como los de Castilla en el mes de Mayo” (Colón 1984: 115).
Este parece ser el primer testimonio referido a viviendas americanas
y cuando decidió regresar a Castilla dispuso dejar asentado el pri-
mer pueblo español en América y resultó, que esa fundación decidi-
da el 26 de diciembre de 1492, disponías ya de tres casas aboríge-
nes cedidas por el rey de aquella isla (Colón 1984: 134). Induda-
blemente, si deseaba dejar algunos soldados y gentes en aquella
isla, lo normal es que dispusieran de cobijo y ninguno mejor que el
que ofrecían generosamente los autóctonos. De suyo, al tiempo de
su partida para Castilla, Cristóbal Colón se preocupó de dejar seña-
les suficientes para que se supiera que allí se había fundado el pri-
mer asentamiento español (Colon 1984: 136).
Cuando los españoles comenzaron a introducirse en el continen-
te americano, tuvieron necesidad de utilizar los métodos aborígenes
en las edificaciones. Los modelos americanos debieron parecer idó-
neos para solventar los acuciantes problemas de residencia.
Mediante el estudio de los documentos de la época, estupendos por
otra parte, nos informamos de que en el año 1579, las casas de
Barquisimeto (ciudad colonial en la Venezuela actual), veintisiete
años después de su creación, se hacían a “manera de unos Pajares
que se hacen en España en algunas partes donde se encierra la paja
para los ganados, las paredes de las dichas casas están rodeadas de
horconcetes del altura de nueve o diez pies sobre la tierra y luego la
cercan de Cañas atadas con un bejuco que se halla en la tierra en
mucha cantidad, que se cria por los montes, sobre estos horcones se
ponen unas soleras y a estas casas cada uno le pone el anchor que
se le antoja, pone se dos horcones en medio de la casa y allí ponen
una viga por cumbrera y traen unas baras a trecho de pie y medio la
una bara de la otra y después de toda la casa llena de estas baras,
se pone toda ella de cañas a cinco dedos unas de otros y esto va
atado con este bejuco que es a manera de una atadura, de manera
de mimbre endida y despues de hecho todo esto, e trae gran canti-
dad de paja larga y ansi, se cubre que no se moja, dura la cubertu-
ra de una casa seis o siete años, hacense todos los apartados que
quieren de las mesmas cañas agora se empiezan a hacer algunas
889
tapias, hase hallado piedra para cal” (Arellano Moreno 1950; Gas-
parini 1962:43-44).
Algo similar pasó en Caracas, en donde “el edificio de las casas
de esta ciudad a sido y es de madera palos hincados y cubiertos de
paja las más que ay agora en esta ciudad de Santiago son de tapias
sin alto ninguno y cubiertas de cogollos de caña de dos u tres años
a esta parte se ha comenzado a labrar tres o cuatro casas de piedra
y ladrillo y cal y tapería con sus altos cubiertos de teja son rrazona-
bles y estan acabadas la iglesia y tres casas desta manera y los mate-
riales los ay aqui en nuestra señora de caravalleda todas son casas
pajizas con palos incados no ay tapería” (Arellano Moreno 1950;
Gasparini 1962: 44-45).
890
de piedra para todo lo que se quisiese hacer. Empiézase ahora a hacer
ladrillos y teja” (Gasparini 1962: 45). Lo que se puede deducir de esto
es que el mestizaje está presente en la arquitectura desde el primer
momento; y si nos fijamos en las noticias de Hernando Colón respec-
to al Diario de su padre, aconteció incluso antes que el biológico.
La administración española del siglo XVI mostró interés por el
urbanismo a ejecutar en América, así por cómo debía ejecutarse la
fundación de las nuevas ciudades (Durán Montero 1978). Las Leyes
de Indias legislaron para que se hicieran las cosas de acuerdo con
ingredientes culturales que aún siguen vigentes. En el trazado de la
ciudad americana influyeron la división simétrica del tablero del aje-
drez, los criterios romanos, los del Renacimiento, etcétera. Igual-
mente, el nuevo asentamiento debía adaptarse a zonas de llano,
montaña o costeros; y en consonancia con este medioambiente las
calles, las plazas y los edificios públicos, por ejemplo, debían aco-
plarse con la mayor armonía posible. Se tenían en cuenta criterios
ecológicos, por emplear el lenguaje actual, cuando se advertía que
el terreno debía ser sano, bajo un cielo claro y con posibilidades de
tener aire puro y suave (Recopilación de Leyes de los Reynos de las
Indias 1943).
Fernando el Católico señala a Nicolás de Ovando la necesidad
de tener en cuenta ciertos criterios respecto a la fundación de nue-
vos asentamientos en La Española: “son necesarias de hacer algu-
nas poblaciones, y de acá no se puede dar en ello cierta forma, veréis
los lugares e sitios de la dicha isla, y conforme a la calidad de la tie-
rra, y sitios, y gente, allende los pueblos que ahora hay, hareis hacer
las poblaciones y del número que vos pareciere y en los sitios y luga-
res que bien visto vos fuera” (Martínez 1967: 46).
Cito a continuación algunas normas del urbanismo americano
tal como fueron legisladas en el siglo XVI, y que creo merecen aún
la pena. Lo más interesante es disponer de una visión certera de qué
y cómo opinaron los legisladores en una época controvertida pero
que en esto atinaron a las mil maravillas; es más, ¡ojalá siguieran
vigentes aún para felicidad de los ciudadanos!.
Amén de hacer bien las cosas, una recomendación que se da es
que no molesten para nada a los asentamientos de los naturales:
891
“las demás poblaciones la Tierra adentro, elijan el sitio de los que
estuvieren vacantes, y por disposición nuestra se pueda ocupar, sin
perjuicio de los Indios, y naturales, ó con su libre consentimiento; y
cuando hagan la planta del Lugar, repartanlo por sus plazas, calles
y solares á cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor, y
sacando desde ellas las calles á las puertas y caminos principales, y
dexando tanto compas abierto, que aunque la población vaya en
gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma
forma. Procuren tener el agua cerca y que se pueda conducir al Pue-
blo ... y los materiales necesarios para edificios. No elijan sitios para
poblar muy altos, por la molestia de los vientos y dificultad del servi-
cio y acarreto, ni en lugares muy baxos, porque suelen ser enfermos”.
Igualmente se aconseja que “no se elijan sitios para Pueblos abier-
tos en lugares marítimos, por el peligro que en ellos hay de Corsarios,
y no ser tan sanos, y porque no se da la gente á labrar y cultivar la
tierra”. Asimismo, se dice “que se funden los Pueblos cerca de Ríos
navegables, para que tengan mejor trajin y comercio, como los marí-
timos: Ordenamos, que asi se funden, si el sitio lo permitiere, y que los
solares para Carnicerías, Pescaderías, Tenerías, y otras Oficinas, que
causan inmundicias, y mal olor, se procuren poner hacia el Río, ó Mar,
para que con más limpieza y sanidad se conserven las poblaciones”.
Los nuevos asentamientos debían comenzar por la “la Plaza
Mayor donde se ha de comenzar la población, siendo en Costa de
Mar, se debe hacer el desembarcadero de el Puerto, y si fuere lugar
Mediterraneo, en medio de la población: su forma en cuadro prolon-
gada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de ancho,
porque será más a propósito para las fiestas de a caballo, y otras; su
grandeza proporcionada al numero de vecinos, y teniendo conside-
ración á que las poblaciones pueden ir en aumento, no sea menos,
que de doscientos pies en ancho, y trescientos en largo, ni mayor de
ochocientos pies de largo, y quinientos y treinta y dos de ancho ... De
la plaza salgan cuatro calles principales, una por medio de cada cos-
tado; y demás estas, dos por cada esquina: las cuatro esquinas miren
a los cuatro vientos principales, porque saliendo así las calles de la
plaza no estarán expuestas á los quatro vientos, que será de mucho
inconveniente: toda en contorno, y las quatro calles principales, que
892
de ellas han de salir, tengan portales para comodidad de los tratan-
tes, que suelen concurrir; y las ocho calles que saldrán por las qua-
tro esquinas, salgan libres, sin encontrarse con los portales, de forma
que hagan la acera derecha con la plaza y calle”.
En función del clima, las calles debían ser más anchas o más
estrechas “en lugares frios sean las calles anchas, en los calientes
angostas; y donde hubiere caballos convendrá que para defenderse
en las ocasiones sean anchas”. Teniendo en cuenta que el sustento
depende del campo se debe atender la agricultura y la ganadería
“luego que sea hecha la sementera y acomodo del ganado ...
comiencen con mucho cuidado y diligencia á fundar y edificar sus
casas de buenos cimientos y paredes, y vayan apercibidos de tapia-
les, tablas, y todas las otras herramientas, e instrumentos, que con-
vienen para edificar con brevedad, y a poca costa”. A renglón segui-
do se indica la función que deben tener “los solares, edificios, y
casas sean de una forma, por el ornato de la población, y puedan
gozar de los vientos Norte y Mediodía ... y procuren, que en todas las
casas puedan tener sus caballos y bestias de servicio, con patios y
corrales, y la mayor anchura, que fuere posible, con que gozarán de
salud y limpieza”.
Con el fin de evitar problemas con los naturales se ordena que
“entretanto que la nueva población se acaba, procuren los poblado-
res, todo lo posible, evitar la comunicación y trato con los Indios: no
vayan a sus pueblos, ni se dividan, o diviertan por la tierra, ni permi-
tan que los Indios entren en el circuito de la población, hasta que esté
hecha, y puesta en defensa, y las casas de forma que cuando los
Indios las vean, les causen admiración, y entiendan, que los Españo-
les pueblan allí de asiento, y los teman y respeten, para desear su
amistad, y no los ofender” (Recopilación de Leyes de los Reynos de
las Indias 1943).
La mayoría de las casas coloniales que han conseguido llegar
hasta nuestros días, se corresponden en su mayoría a una etapa
posterior a la mitad del siglo XVII, y más aún al siglo XVIII. Su aspec-
to está unido a los cánones expresos del barroco. Son muchos los
ingredientes que dejan su huella en las manifestaciones arquitectó-
nicas, pero sin duda alguna el económico es con mucho el más
893
notable, porque el disponer de dinero significa poder contratar a los
mejores arquitectos, artistas, pintores y a quienes haga falta.
Las ciudades americanas, una vez fundadas y asentadas, dispu-
sieron también los medios y métodos de comercio con la Metrópoli.
Esto facilitó el que elementos empleados en la arquitectura y fabri-
cados en España cruzaran el Atlántico hacia América. Son notables,
por ejemplo y no los únicos, los azulejos sevillanos empleados en la
Iglesia de Santo Domingo de Lima, pero su colocación sigue ya unos
cánones propios de la ciudad como capital virreinal. El comercio
aflojaba en épocas de crisis y el contrabando hacía acto de presen-
cia debido a que la normativa siempre estaba marcada por el
monopolio.
La economía americana, como la española, se resentían cuando
estallaban conflictos. En el siglo XVIII, la Guerra de Sucesión entre
los Austrias y los Borbones generó una inestabilidad que empeoró
por la carencia de comercio con España, aconteció también un des-
censo de la actividad agrícola y como consecuencia se incrementa-
ron los delitos por apropiación indebida y robo. Estos asuntos obli-
garon a los Virreyes a actuar también y a tomar medidas al respec-
to. A pesar de todo lo negativo, el siglo XVIII fue el que señaló la
apariencia de la arquitectura civil colonial.
Las peculiaridades de las casas se repiten en la división, la orde-
nación y la estética. En el exterior se condensaron las perspectivas
económicas. En el interior, en el espacio destinado a patio se des-
arrolló la vida cotidiana y la intimidad familiar. En los casos en los
que el edificio fuera de dos o más alturas, se idearon corredores,
balcones y cuantas construcciones auxiliares hicieran falta para esta-
blecer la comunicación entre todas las dependencias.
894
liar; es más, siendo dos lugares diversos desempeñan roles pareci-
dos salvadas las distancias. En la primera acontece la vida pública
y en el segundo la socialización de la familia y todos los aconteci-
mientos domésticos. El centro de la localidad no sólo representa el
punto neurálgico del urbanismo en el que se dio la socialización
más notable de la ciudad colonial iberoamericana; es el punto más
característico del trazado cuadricular porque del mismo arrancan
las cuatro calles orientadas a cada uno de los puntos cardinales.
La plaza es el inicio de la ciudad en América. Es una extensión
abierta rectangular de dimensiones muy amplias que como ya está
indicado “tendrá unas dimensiones mínimas (200 x 300 pies). Como
tamaño máximo se da 800 x 530 pies. Si bien se aconseja como
medida ideal 600 pies x 400 pies“(Duran Montero 1978: 27).En este
espacio se encuentran todas las edificaciones que albergan a las
instituciones más notables de los poderes civiles, militares y religio-
sos. Al momento de trazar las líneas de la futura plaza, se reserva-
ban solares para la iglesia, el ayuntamiento, la cárcel, las casas rea-
les, etcétera. El frente o fachada de estas edificaciones daba a este
espacio. En dependencia con la población y con la importancia de
la ciudad, podían edificarse también la residencia del gobernador,
el palacio episcopal, la casa parroquial, pero la presencia de estas
construcciones estaba subordinada en cada caso al desarrollo
alcanzado por la población. En las calles cercanas y en otras pla-
zuelas se levantaban otros edificios importantes que cumplieron
entonces, y cumplen todavía con un destino estético.
No se pretendía entonces favorecer el adorno de la ciudad, por-
que se solicitaba además por parte de la Corona Española y de
quienes dirigían la Casa de Contratación y el Consejo de Indias, que
esta zona, además de monumental, debía exponer a los ojos de
todos la estabilidad de la Monarquía Absoluta y de la Iglesia. Por eso
se indicaba que debía impresionar tanto al visitante habitual como
al ocasional. Si sirvió o no, lo que está claro es que la arquitectura
se empleó para conseguir estos efectos.
Estas razones explican también las razones por las que tuvieron
tanto éxito en diversos lugares de América del Sur las iglesias con
una fachada elevada conocida como imafronte. Se acudió a este
895
Antigua casa de los Aurich en Lambayeque, hoy del Dr. Monteza.
Foto de William Guerrero Gargurevicht
896
El hecho de aglutinar la opulencia ornamental en la fachada no
representa una peculiaridad americana. El detalle vino de España.
El plateresco había sustituido ya al gótico florido o flamígero, o le
disputaba ya un puesto de honor allí donde no lo había superado
aún, y los frentes ofrecieron un campo amplio para componer como
deseaban los artistas del momento. El barroco incrementó esa
modalidad, y aunque la complicada y churrigueresca decoración
tuvo una ordenación diferente, abundan los ejemplos en los que la
rebuscada imaginación se condensó en los exteriores.
En disposición de los recursos económicos de que se dispusiera,
las manifestaciones de esteticismo aparente fueron de lo más limita-
das debido a la carencia de recursos económicos principalmente.
Allí, donde la economía concedía todas las posibilidades, como en
el caso de México, se levantaron catedrales, iglesias, conventos,
palacios, mansiones, residencias suntuosas y otros edificios en los
que la riqueza ornamental y arquitectónica es índice de que había
fortuna y se demostraba, entonces como hoy, en disponer de un
buen edificio.
En México no hubo exigencia de adulterar las dimensiones de las
fachadas porque más bien ocurrió lo contrario; es decir, carecieron
de superficies externas e internas en las que poder manifestar la
riqueza material y la agudeza humana. El barroco que emergió con
las directrices del Concilio de Trento inauguró una nueva creencia de
la libertad compositiva y facultó todo tipo de ensayos, fantasías e
producción de formas. En América fue donde se reveló el espíritu mes-
tizo que sobrepasó una propia y definida expresión americana por
haber creado e impuesto una personalidad que sólo pudo desarrollar-
se en un cruce de culturas que mutuamente se interrelacionan.
No voy a referirme a las arquitecturas suntuosas y grandiosas,
salvo de refilón. A lo que voy a referirme aquí es a las casas. Hay
que comenzar en la realidad histórica, porque sería ilógico preten-
der ignorar esta posibilidad cultural y económica. La historia y su
desarrollo contienen ingredientes que no pueden ignorarse porque
su estudio nos enseña los motivos de las vidas cotidianas y las posi-
bilidades de que dispusieron. El deseo de vivir en una buena casa
es, a la vez, actual y lejanísimo en el tiempo.
897
La arquitectura de las capitales virreinales está muy por encima
de aquellos otros núcleos de segunda o tercera fila. En los primeros
se encuentran modelos que enseñan un alto alcance artístico local
pero dependiente de las ideas importadas de España o cualquier
otro centro europeo. Destaca, como ya está indicado, la edificación
religiosa en todas las latitudes geográficas, y si hay algún otro ejem-
plo, no pasa de ser un tipo aislado y una excepción.
Las casas normales se adaptaron a los materiales encontrados
en la zona. Abunda el barro y el adobe con techo perecedero, aun-
que más tarde se introdujo la teja de origen árabe que sustituyó par-
cialmente a la cubierta anterior. De acuerdo con el criterio de Car-
los Manuel Möller, quien se dedica al ejemplo venezolano, las
“casas no fueron palacios con alardes de refinamiento en que los
estilos dejaron honda huella; su lujo no consistía en exuberantes
decoraciones: lucían por su sencillez y nobleza; eran ricas por sus
vastas proporciones, por su ámbito luminoso y fresco que convidaba
a vivirlas, a gozar de su holgura capaz para toda grandeza, a repo-
sar con placidez en la serenidad de su ambiente” (Möller 1961).
898
Quede claro, que toda edificación es un medio que traduce la
necesidad que convenga al hombre para expresarse estéticamente,
creando a la vez unos valores que consigan definir el carácter y per-
sonalidad de dicha manifestación. En las frentes, esos bienes se ges-
taron además con la aptitud de manifestarse ante los conciudada-
nos porque en esa parte de la casa es la que vive en contacto con
la ciudad y en ella lograron explicarse y ponerse de manifiesto los
deseos, la satisfacción y los recursos económicos de la familia. Si en
las iglesias se compusieron las dimensiones de las fachadas para
acrecentar la categoría de los mismos, nada tiene de insólito que los
titulares de las viviendas gestionaran el satisfacer el orgullo acudien-
do al adorno de los frentes.
Las Leyes de Indias advertían que debían construirse los edificios
con la suficiente suntuosidad para que, cuando los Indios o Natura-
les las vieran, entendieran que en su interior albergaban los espa-
ñoles. Indudablemente, en todos los momentos de dominio y futuro
esplendor, prevaleció la fragilidad humana propicia para lucir más
de lo que se tiene, confundir al extraño y ostentar incluso más de lo
que se tiene. Cabe también la posibilidad de que, sobre esa base,
se construyeran buenos edificios y que en ellos brillara la arquitectu-
ra colonial, como así fue de suyo.
Sin negar las posibilidades, se dieron también las casas que
manifiestan una perfecta relación entre todos sus valores y cuando
se dieron circunstancias económicas favorables, que podrían
aumentar el lujo y ornato en las fachadas, los dueños prefirieron
desarrollar el lujo de los interiores en la modalidad de mayores
comodidades y capacidad de los espacios usados cotidianamente.
Lo que entendemos en la España actual con la denominación de
nuevos ricos, que tienen capacidad para adquirir una vivienda
cómoda y lujosa, es terminología que no podemos aplicar al siglo
XVI porque, salvo excepciones, quien logró alguna fortuna es por-
que para lograrla emplearon sudor y empeño.
En este grupo social y amplio no entraban los conquistadores, los
adelantados y quienes, por las razones que fueran, habían logrado
un caudal notable. Las gentes del común, tanto en América como en
la Metrópoli, tenían que contentarse con lo que tenían. El aspecto
899
externo de la arquitectura civil, aunque muy unido al barroquismo
imperante del siglo XVIII, fue sencillo porque, además de las causas
señalas, se juntó la pobreza de los materiales en la mayoría de los
siglos y brilló allí donde hubo canteras.
La apariencia de una calle colonial poseía como peculiaridad
notable que las casas eran mayoritariamente de una sola planta. En
Lambayeque (Perú) y otras muchas ciudades, como en los asenta-
mientos del interior, la costumbre de padecer terremotos continua-
mente había sugerido medidas de cautela fáciles de concebir por
otra parte. Las fachadas acataban con un alineamiento perfecto el
trazado de la cuadricula, en un repetirse simétrico de esquinas y
manzanas. Los bordillos, altos donde hacía mella la lluvia y más
suaves en zonas con escasa precipitación, solían ser de ladrillos del-
gados cocidos que dieron muy buen resultado, o bien de losas de
piedra. En aquellas poblaciones que presentaban una topografía
accidentada, en las que no se podía adoptar el proyecto basado en
la cuadrícula, las viviendas se adecuaban al paisaje inclinado o
sinuoso de las calles. Estos ejemplos son raros porque antes de con-
ceder el permiso de fundación, se averiguaba de un terreno que
autorizara el trazado tradicional o una estructura similar.
También en Lambayeque hubo (y hay) casas de dos plantas. Este
tipo sobresale por su volumen en el conjunto urbano. La casa de
Montjoy (también conocida como Logia), las Escuelas de Zapata y
otras son los modelos que hacen referencia a dos alturas; ahora
bien, su número era muy restringido en comparación a las de una
sola planta. En ciudades importantes, especialmente aquellas que se
eligieron para ser puertos de mar, destinados a la importación-
exportación, abundaron las edificaciones de dos plantas por ser esa
disposición la más adecuada a las exigencias comerciales y a la
forma de vida. Negocios y almacenes ejercían sus actividades en la
parte baja, mientras que en lo alto los espacios se reservaron para
la vivienda. Basándonos en su concepto funcional, las casas edifica-
das en las zonas costeras plantean unas peculiaridades que se apar-
tan de otras ubicadas en otros núcleos alejados del mar, no sólo en
la división interna, sino también en los externos. En el frente predo-
minan los miradores volados de influencia canaria.
900
Casa Montjoy. Lambayeque. Foto Promperú
Las ciudades virreinales, las sedes de las capitanías y otros núcle-
os importantes contaron en los siglos XVII y XVIII con un buen núme-
ro de residencias de dos plantas. En ellas residieron las familias más
acomodadas y las que contaban con más status social. Igualmente,
hay una novedad en la arquitectura colonial como es la de que son
raras las edificaciones que se adosaron a la fachada. Ésta estuvo
prácticamente aislada y daba a un patio interior espacioso. Las
habitaciones en planta baja, o en dos, se edificaban en el interior e
independientes, aunque ejemplos hay que en el segundo modelo la
vivienda alcanzaba a la calle y a la fachada, que en estos casos solía
ser monumental.
Los dos volúmenes estuvieron definidos siempre por una cornisa
y los vanos inferiores acataban una estricta relación con los superio-
res; es decir, por ejemplo, el quitapolvo de la ventana de la planta
baja se confundía en un sólo dispositivo con la repisa que valía de
balconcito a la apertura de la planta alta. En las grandes ciudades
iberoamericanas actuales, los ejemplos han desaparecido en su
mayoría debido a las remodelaciones urbanas, las que acontecen
por muchos motivos: desprecio de los valores tradicionales, destruc-
ción para modificar calles y plazas adecuándolos a la actualidad,
venta especulativa del actual propietario, beneficio económico, etcé-
tera. En Lima, el principio de la Avenida Tacna cuanta con el Santua-
rio de Santa Rosa. El mismo fue sacrificado en parte para abrir más
calzada a la circulación rodada, cuando ya era patrimonio histórico.
901
En numerosos lugares de Iberoamérica predominó una conexión
formal y evidente con las arquitecturas importadas de la Baja Anda-
lucía. Las ventanas enrejadas sobre repisas voladas y la larga exten-
sión de muros que remata el alero, fueron piezas tradicionales de la
provincia de Cádiz, puerto marítimo que tanta categoría tuvo en la
vida y comercio con América. En el ciudadano español que se des-
plazó a América prevalecía el deseo natural de recordar en la nueva
tierra, las costumbres y tradiciones de su lugar de origen. Este fenó-
meno puede entenderse como una transculturación natural, y las
experiencias novedosas implicaban nostalgia de la patria chica.
En los frentes de cada edificio se impuso el criterio de generosos
muros que manifiestan austeridad incluso hoy, a la vez que sencillez.
Las aperturas se colocaron en una relación restringida del exterior y
en ellas se condensó la concepción ornamental y estética. Entre las
ventanas, en ocasiones distanciadas, se rellenaron los muros con
pilastras cuya función era exclusivamente decorativa. Es curioso ano-
tar que aun cuando la casi totalidad de las casas tenían el muro liso,
la práctica de interponer contrafuertes entre las ventanas constituyen-
do cuadrículas, se aplicó a las arquitecturas humildes acertando con
una extensa aceptación cultural que todavía subsiste, y se expone.
En las delanteras de las casas es donde se ve aún la influencia
hispana. En estos lugares se condensaron las energías de la imagi-
nación ornamental y atractiva; y de todos los componentes que la
integran, la portada es sin duda el más notable desde el punto de
vista arquitectónico y más aún de la significación social y status eco-
nómico. Es el lugar de entrada a la intimidad cotidiana de la vida
familiar. Por aquí entraban y entran los amigos, las visitas y donde
se otorgaba la primera hospitalidad. Es el lugar idóneo para mani-
festar el blasón de la familia, a pesar de que fuera estructurado por
éste o aquél artista. Entra dentro de lo posible que las portadas sean
el principio estético más apreciado de la arquitectura civil colonial;
y esto porque alcanzó una forma propia en el marco de referencia
de las manifestaciones barrocas hispanoamericanas.
La arquitectura Iberoamericana de los siglos XVI y XVII carece de
muestras góticas y renacentistas en general; abundan los esquemas
barrocos y posteriores porque fueron los que se produjeron con
902
mayores características. Hay ejemplos, escasos por otra parte, en los
que se nota que subsistieron de alguna manera las muestras ojiva-
les y herrerianas. Ahora bien, en el caso de que esos tipos sean del
siglo XVIII, debemos interpretarlos como aspectos que pervivieron en
el saber de los constructores, y que la libertad compositiva del barro-
co les facilitó el adaptarlas fuera del tiempo. No olvidemos que la
construcción colonial peruana, por ejemplo, alcanzó su máximo
esplendor con el plateresco.
La arquitectura civil de los siglos XVIII y XIX favoreció la desapa-
rición de las escasas obras de tiempos anteriores al plantear remo-
delaciones ajenas a la época en que fueron edificadas. Prevalecen,
lógicamente, casas con tabiques levantados antes de 1600, pero sus
elementos ornamentales fueron sustituidos en ocasiones por los mis-
mos dueños con el único ánimo de ponerse al día, debido a la
importación de gustos procedentes de la metrópoli y de Francia. En
estas innovaciones asumieron nueva importancia los materiales
empleados, puesto que con más y mejor economía se remodelaba
una fachada de ladrillo enfoscado y sustituirla por otra de piedra.
La piedra fue un artículo de lujo en algunos lugares de Iberoa-
mérica. En otros no. En consecuencia, allí donde abundó se empleó
en arquitectura. El Virreinato de Perú ofrece en la Plaza de Armas
de Lima joyas de arte importante, como la catedral y el palacio de
gobiernos, ambos de la época de Francisco Pizarro; en México no
se quedaron atrás y ofrece también muestras importantes. Disponer
de piedra o no, supuso emplearla en las fachadas o hacerlas sin
acudir a ella. En lugares donde abunda el barro y se acude al
adobe o al tapial son estos los elementos a considerar; es más, si
había piedra acudían canteros, en otro caso pasaban de largo
como suele decirse.
Allí donde escaseo pero que hubo alguna cantidad, como bien
advierte Carlos Manuel Möller, “se colocaba en sitios donde estaba
la obra más expuesta al deterioro: basas, zócalos, peañas, brocales
y labras heráldicas” (Möller 1961: 16). Lo más general es pensar
que, basándose en las influencias que venían desde la Metrópoli, se
dieran elementos renacentistas, platerescos, barrocos, porque la
influencia de la Iglesia era mucha y ésta pasaba a la arquitectura
903
civil en la medida en que esto era posible. La piedra en arquitectu-
ra ha sido siempre motivo de una buena economía y quien acudía
a ella era considerado rico.
En numerosos lugares de Iberoamérica florecieron los elementos
propios de influencias renacentistas. Esto se ve por ejemplo, en las
pilastras que se encuentran en el vano de la puerta de la Iglesia lam-
bayecana de San Francisco, justo enfrente de la que da acceso a la de
la nave izquierda de la de San Pedro. En las fachadas civiles destacan
los elementos barrocos en los hierros forjados para cubrir las venta-
nas y huecos como puede verse también en la actualidad en numero-
sas calles de Lambayeque y otras ciudades costeras. El plateresco
español pasó también a América, como pasó el gótico tardío. Esa tar-
danza histórica favoreció de alguna manera la presencia de concep-
ciones originales que muy bien podemos estimar como mestizas.
904
Hector Velarde describe así una casa peruana cuya “construcción
data de fines del siglo XVI y principios del XVII. Se trata de una ver-
dadera joya plateresca de altivez castellana. Su orgullosa portada y
su ventana de esquina hacen recordar a las viejas y recias casonas
de León y de Burgos. El encalado blanco de los muros de adobe, el
rojo de las tejas de sus ajimeces, la nota mudejar de una pequeña
ventana lobulada y la disposición del conjunto en esquina, cuya ori-
ginalidad es seguramente debida a los recios muros incaicos de su
base, le dan a esta mansión un sabor arquitectónico intenso y difícil
de confundir” (Velarde 1966: 213). Esta descripción se corresponde
con una casa cuzqueña conocida como del Almirante, aunque no se
sabe si fue primeramente de don Francisco Alderete Maldonado, o
de la familia Enríquez que disfrutaban el Almirantazgo de Castilla
(Velarde 1966: 213). Mario J. Buschiazzo dice prácticamente lo
mismo de este edificio (Buschiazzo 1944: 110-111); con la salvedad
de que alguna noticia histórica la interpreta mal porque es de todo
punto imposible que la familia Enríquez de los tiempos medievales y
modernos pudiera estar emparentada con el rey Alfonso XII de fina-
les del siglo XIX (Buschiazzo 1944: 110).
La “portada y la ventana esquinera de la casa del Almirante están
primorosamente labradas; la ornamentación florida de las jambas,
capiteles, perillones y pilastras en forma de candelabros que luce la
ventana, así como los perfiles de la cornisa y recuadros, conservan
aún la finura y la vibración que llevó el gótico al plateresco” (Velar-
de 1966: 213-214). Este ejemplo es puesto de manifiesto con otros
que recuerdan las influencias españolas en los exteriores de las
casas. El hecho de que Perú fuera elevado a rango de Virreinato
favoreció que sus ciudades contasen con mayores y mejores arreglos
arquitectónicos. Cuando en el Chile actual comparan a Lima con
Santiago, los chilenos suelen afirmar lo siguiente: “se nota que esto
fue Capitanía y aquello Virreinato”.
Junto a estos modelos que enseñan hermosura y ornato también
hubo otros más sencillos, con elementos menos llamativos. La razón
es que desde Caracas a Santiago de Chile, o hasta Buenos Aires, no
se dio un argumento predominante. Algo similar puede decirse de
los vanos y huecos que, sin acatar unas normas concretas, podían
905
tener forma rectangular, en ocasiones con arcos de medio punto
rebajados que abundan más en los edificios religiosos que en los
civiles. Esto aguantó hasta finales del siglo XVIII, que fue cuando
hicieron su aparición los conocidos como mixtilíneos y lobulados.
En el urbanismo iberoamericano trabajaron muchos peritos anó-
nimos, que transmitieron pruebas interesantes que atraen más por
la singularidad de sus elementos que por el alcance de sus arquitec-
turas. Son obras de artesanos indios o mestizos, cuyas experiencias
procedían de lo que aprendían de quieres eran más expertos, espe-
cialmente de los que habían llegado de la zona Sur de la Península
Ibérica y eran maestros (Velarde 1966: 211-212). La costa del Pací-
fico suramericano cuenta con numerosos ejemplos e influencias de
Andalucía en los frontones, arcos carpaneles, decoraciones de tipo
vegetal, hileras de ladrillos, y otros detalles pertenecen a la influen-
cia y a la gran diversidad de factores producidos por la agudeza de
maestros desconocidos que ejecutaron su tarea en pueblos y ciuda-
des. Al lado de esta fecundidad, floreció también otra de artífices
con excelentes conocimientos técnicos y demostrada inventiva artís-
tica que consiguieron fachadas de irrefutable originalidad.
Al lado de los edificios oficiales, que por representar a la corona
y a las autoridades virreinales, tenían más ostentación, estaban los
edificios de las familias normales, acaudaladas o no.
Lima se convirtió en “la ciudad más importante y hermosa del
Pacífico […], un diez por ciento de la población era de frailes doctos
y satisfechos, la nobleza rivalizaba en esplendidez y fausto y una
sabia y natural convivencia unía orgánica y cordialmente a chapeto-
nes, criollos y mulatos. El señor, el artesano, el sirviente y el esclavo
formaban como una densa, suave y pintoresca armonía social. La
vida era fácil y pausada y la arquitectura expresaba esa vida y esa
sociedad, esa riqueza y esa molicie, con toda sinceridad y elocuen-
cia. Fue el periodo de los más lujosos edificios” (Valarde 1966: 233).
Hubo (y lo hay aún) un peligro natural para cualquier tipo de edi-
ficio en toda la costa del Pacífico y del interior; me refiero a los terre-
motos y temblores, que se han convertido en causantes de muchas
transformaciones posteriores y de renovaciones arquitectónicas. Las
reconstrucciones se imponen salvo que se abandone el solar. A pesar
906
de todo, Lima, por ejemplo, dio en ocasiones motivo de parecerse a
una ciudad musulmana, y este detalle procedía de la “profusión y
variedad de balcones de madera salientes, cerrados como armarios
calados y suspendidos en las fachadas” (Valarde 1966: 234).
Dos vistas de las ruinas del Convento de san Agustín en Zaña (Perú).
Foto: William Guerrero Gargurevicht
907
Las fachadas eran siempre de forma rectangular, porque “el arco
se reservaba para la entrada de los templos” (Velarde 1966: 235).
Las puertas de la calle eran grandes porque por ella pasaban los
carros y los jinetes, razón por la que se defendían de los bujes de las
ruedas con el fin de que no las lastimaran. En esto, como en todo,
las influencias españolas fueron en cada momento; y así, las “del
siglo XVI fueron sobrias en sus líneas platerescas o herrerianas. Las
del siglo XVII ostentaban un barroco compacto y nítido, algunas veces
muy lujoso, pero siempre lleno de unidad en sus fuertes relieves. El
siglo XVIII vio bellas portadas a las que el churrigueresco y luego la
influencia francesa dieron vastas y elegantes ondulaciones: apareció
el vano de la portada ya no rectangular sino en arco rebajado”
(Velarde 1966: 235).
En los frentes había también ventanas y otros vanos para facili-
tar la visión de lo que ocurría en la calle, favorecer la entrada de luz
natural al edificio y en opinión de Velarde “hasta mediados del siglo
XVII fueron defendidas por torneadas y nutridas rejas de madera, y
luego por barras de hierro ligadas por hermosos dibujos, eran de
apoyos bajos y de cuerpos salientes para asomarse a ellas el mayor
tiempo posible, con la mayor visibilidad posible sin ser descubierto ni
molestado de la calle. Eran “las ventanas de reja” que se apoyaban
en repisas que sobresalían del zócalo y que se coronaban con una
especie de pequeño casquete curvo o en punta que avanzaba del
paramento del muro” (Velarde 1966: 236).
Un elemento importante en las fachadas son los balcones. En
opinión de Juan Carlos Mogollón Bustamante, quien me ha propor-
cionado fotos y unas notas referentes a balcones, éstos representan
la identidad de Lima. Tal vez se refiera a los de la capital Virreinal
que era cuando los nobles españoles influyeron en la ejecución de
la misma. Es más, la categoría familiar y del edificio venía marcado
precisamente por la presencia de miradores. Hasta el punto de que
se daba una competencia “por el mejor balcón”. Estos elementos,
además de funcionales, son decorativos y demuestran la presencia
árabe en el Pacífico.
Lo que está claro es que fue instalado para hacer placentero el
arte de mirar sin exponerse a otros ojos. Experimentaron cambios
908
Balcones del Palacio de Torre-Tagle (Lima), actual sede del Ministerio de Asuntos
Exteriores Peruano. Fue edificado en 1738 por orden de don José Bernardo de Torre
Tagle y Bracho, Marqués de Torre Tagle, oriundo de Cantabria (España).
Foto Juan Carlos Mogollón Bustamante
909
Balcones del palacio Arzobispal de Lima. Foto Juan Carlos Mogollón Bustamante
910
Los miradores, de madera labrada y con más o menos ostenta-
ción, cerrados y visibles, están en el segundo piso y diseñaban diná-
micamente la apariencia de las calles. Se disponían, por norma
general, a cada lado de la fachada de ser posible en forma asimé-
trica porque uno era siempre más largo que otro; en ocasiones aflo-
raba uno solo acodando una esquina o cruzando sobre la misma
portada; en otras estaban aislados y pequeños simulando jaulas
suspendidas. La disposición del balcón era ante todo horizontal,
como una galería alta sobre la calle, donde había fresco, sombra,
intimidad y amplia y disimulada vista; un lugar para estar dentro de
casa y observar la ciudad al mismo tiempo. Se fragmentaban en
cuatro partes: 1) el soporte o cuerpo inferior, 2) un friso perforado y
bajo, 3) las celosías y 4) el sobreluz de pequeños balaustres tornea-
dos y rematado por la comisa. Este era el modelo completo de un
balcón del siglo XVII.
911
La historia de la arquitectura limeña muestra en los balcones uno
de sus aspectos más notables; los del siglo XVII exponen la parte
peor de sus apoyos con mínimos compartimientos de sabor mudé-
jar que se integran en cambiados y penetrantes dibujos de ángulos
rectos y cuyos calados superiores están formados por pequeños
balaustres. Los de la primera mitad y mediados del siglo XVIII ofre-
cen en el centro de la parte inferior, divisiones más amplias de con-
tornos circulares, que con frecuencia se despliegan como un friso
entre dos listas de pequeños paneles. El balcón es siempre el mismo,
se ejercita durante tres siglos como un organismo vital de la cons-
trucción limeña; lo que cambia es su apariencia decorativa y propia
del espíritu de cada época.
Las casas concluían con un remate sencillo: un molde redondea-
do hecho con el prominente de la última hilada de adobes; luego se
aplicaba una barandilla de madera torneada. En las azoteas es
habitual encontrarse con un tipo característico de ventana: la teati-
na. Se trata de un vano cuya misión es iluminar y ventilar piezas más
bien interiores que no tenían suficiente luz ni aire. Sale como una
especie de ventilador orientado hacia el sur, de donde procede el
viento dominante, y apoyándose sobre el techo con sus caras late-
rales de corte oblicuo. Son ventanas que dan a las altas y espacio-
sas habitaciones coloniales una luz suave y un frescor apetecible.
El tono de los edificios se lograba por medio de un encalado
hecho sobre el revoque de las muros y con el empleo de colores cáli-
dos y claros: azules, rosados hondos, como el conocido como de
Lima, amarillos y ocres. Exteriormente, y en síntesis general, las
viviendas criollas de Lima pueden definirse como formadas por
gruesos paredones indígenas de tierra, agujereados por rejas y por-
tadas españolas, y de los que cuelgan balcones como jaulas de
madera. Es difícil hallar en América una arquitectura residencial más
característica.
La mayoría de las distribuciones internas de las casas responden
a un eje longitudinal y disposición equivalente a las casas grecorro-
manas. Son plantas de tradición mediterránea cuyas antiguas
modalidades latinas pasaron a América a través de España. A con-
tinuación reseño algunos balcones limeños. Las fotos me han sido
912
proporcionadas por Juan Carlos Mogollón Bustamante, un talareño
y estudioso de estos temas afincado en Lima.
913
ron en principio de dos clases: a) de nueva planta y b) mestizas. La
diferencia era considerable porque las primeras se correspondían
con la cuadrícula, y las segundas se adaptaban al asentamiento
anterior por lo que debían hacerse los arreglos arquitectónicos per-
tinentes para ponerlas en funcionamiento tal como solicitaba el
colonialismo español del momento. En ambas modalidades hubo
problemas con los solares, su adjudicación, su puesta en marcha,
etcétera, en poco tiempo.
La ocupación del espacio urbanizado fue tranquila al principio,
pero con el paso del tiempo la población creció en algunos lugares
más de lo esperado, y los solares se quedaron cortos y los terrenos
libres conocieron la especulación. La normativa, para el área andi-
na, consistía en repartir y conceder pero en el plazo de un año debía
estar ocupado. Aún así, en Lima, por ejemplo, se captó pronto que
los vecinos se apropiaron de todas parcelas y no dejaron ninguna
para edificios públicos, por lo que la Corona se vio en la obligación
de expropiar para levantar las instituciones que se requerían para el
funcionamiento (Durán Montero 1978: 91).
La consecuencia más inmediata fue que el plano basado en la
cuadrícula comenzó a tener recortes siendo el más notable el de la
dimensión. Los interiores también sufrieron estas restricciones al tener
que disminuir forzosamente el tamaño de sus cuartos, de sus patios,
de sus zaguanes, etcétera. Teniendo en cuenta este detalle, lo dicho
no indica que aconteciera un modelo único. Los patios dispusieron de
corredores en los cuatro lados; aunque en ocasiones sólo en tres o
en dos, pues este detalle dependía del espacio a disponer.
Tener que acoplarse a la cuadrícula supuso también repetir
modelos constructivos y distributivos que permitieron establecer los
principios de la vida criolla. La repartición interior tuvo una clara
influencia española. El patio de influencia andaluza para los más,
y de la castellana para otros, se convirtió en el centro de la vida
familiar y lugar de referencia para comunicar las habitaciones de
la planta baja y de la alta en caso de disponer de dos alturas. Este
espacio particular, privado y familiar es una de las características
peculiares de las casas coloniales y obtuvo a lo largo de estos
cinco siglos pocas variantes. En el área andina, donde el clima va
914
desde el seco en la costa hasta el húmedo en la cordillera orien-
tal, resulta que estas diversidades no cambian el croquis de la
planta, pues sus peculiaridades más notables se conservan simila-
res en lugares calurosos (Guayaquil, Piura, Trujillo y otras) y en
otros más fríos como Cajamarca y Cuzco por ejemplo. En estos
sitios, y en otros parecidos, se dieron modificaciones propias
impuestas por otras obligaciones y precisiones que requirieron
soluciones diferentas.
La división interior de la casa se desplegó siempre en el marco
de un espacio rectangular teniendo en cuenta que los lados más lar-
gos estaban determinados por las tapias medianeras1; al mismo
tiempo, uno de los cortos formaba la fachada que daba a la calle.
Evidentemente, en los casos en los que los edificios ocupaban “una
esquina de la manzana, eran dos los frentes que daban a la calle”
(Gasparini 1962: 132).
El ingreso se realizaba siempre por un zaguán, que consistía
siempre en un espacio (normalmente de forma rectangular) que
estaba entre dos puertas: la que daba a la calle y la que fran-
queaba la entrada al patio (conocida como entreportón). Eran
dos puertas diferentes, la primera era de características macizas y
que solía estar abierta durante las horas de luz y la segunda faci-
litaba que la gente no pasara más allá de donde querían los due-
ños y que llevaba enrejados y similares para ver a la visita antes
de que ésta viera (Gasparini 1962: 132; Velarde 1966: 238-
239). El hecho de que este modelo se repita constantemente
desde la actual Venezuela para abajo, muestra que las Ordenan-
zas procedentes de España se cumplían. El patio se estipuló siem-
pre de forma rectangular y permitía el acceso a los cuartos o
habitaciones que se hubieran proyectado a uno o ambos lados.
Estos espacios estaban seguidos y en la parte baja no tenían más
iluminación que la que entraba por la puerta; al fondo y opuesto
al zaguán se encontraba el salón principal. La cuadra o cuadras
para los animales solía estar en una de las esquinas del patio y si
el solar era grande detrás de este salón. Detrás de todo esto
podía estar una huerta que dependía también de las dimensiones
del solar.
915
Plano de casa común de una sola planta y con una entrada y
dos ventanas con enrejado
916
cuartones tallados, y en los típicos capiteles. Un camino central de
losas de piedra o de mármol con ramificaciones laterales dividía en
varios campos el piso del patio. Estos se pavimentaban con un apre-
tado empedrado de pequeños guijarros. Macetas de flores y de plan-
tas adornaban esos ambientes abiertos e íntimos a la vez” (Velarde
1966: 239).
Plano de casa de una sola planta con entrada y salida a dos calles. En la fachada
con dos grandes ventanas enrejadas y una amplia zona punteada para jardín y
patio que muestra el status económico de los pudientes
917
La influencia andaluza, como ya está indicado, se combinaba
también con la procedente de Castilla; es más, en la disposición de
los patios, habitaciones, soluciones encontradas para el segundo
piso, en las que lo hubiera, “la disposición de los corredores del
patio se repetía generalmente con el mismo ritmo y los mismos ele-
mentos de la planta alta. La escalera se desarrollaba casi siempre en
el mismo patio, al aire libre, unas veces a un lado, sí uno de los muros
laterales lo permitía, otras en esquina, desdoblando sus tramos hasta
que ascendiesen a los barandales del piso alto; muy rara vez, sólo en
grandes casas, la escalera se encontraba involucrada en el interior
mismo de los corredores y formando parte integrante de la construc-
ción” (Velarde 1966: 239-240). Algunos vestíbulos tenían un despa-
cho para recibir a los clientes del dueño de la casa, o a quienes vení-
an de visita y eran poco conocidos, o simplemente a consultar. Aquí
podía gestionar sus negocios sin tener necesidad que quienes le
saludaban entraran en relación con los que se encontraban al otro
lado del patio.
918
El patio se proyectó siempre como una parte importante de la
casa. Por esta razón, está rodeado de corredores y con numerosas
plantas decorativas allí donde pudo haberlas. Igualmente, es un
punto luminoso para toda la casa y, por sus dimensiones, notable
desde este punto de vista. El valor social que se puede atribuir a este
espacio es que fue un lugar con el que comunicaban todas las habi-
taciones; además, fue el núcleo de la convivencia familiar y en
donde se recibían a los visitantes para disfrutar de un buen rato de
charla o de lo que se terciara. Aun cuando hay estudiosos que
defienden su origen romano y árabe, en realidad es un invento del
mundo social del Mediterráneo incluso previo; y “llegó a América
después de haber encontrado amplia aplicación en España” (Gaspa-
rini 1962: 139). Lo novedoso en este asunto es que se adaptó a
todos los climas americanos y cumplió funciones similares a las de
los países del Sur de Europa y Norte de África.
Los corredores interiores fueron un añadido indispensable para
los patios, tanto en las casas una planta como en las de dos. En opi-
nión de Gasparini para el caso venezolano, “cuando la superficie
reducida de los terrenos no permitió tal disposición” […] se desarro-
llaron en tres lados, dejando libre el correspondiente a la pared
medianera. En construcciones más modestas se construyeron en sólo
dos lados y en forma de L mayúscula: el que comunicaba con el
zaguán y el que corría a lo largo de las habitaciones” (Gasparini
1962: 139). Añado que esta disposición en forma de L en los patios
castellanos y leoneses, que serían la correlación, la realidad abun-
da más en el caso de la letra invertida.
En solares amplios, las casas dispusieron de dos y tres patios y
normalmente daban a dos calles, la principal por donde se entraba
y la trasera que servía para introducir las mercancías agrícolas, los
animales domésticos y los de tiro, a las gentes cuando regresaban
de trabajar en el campo, etcétera. En estos espacios se encontraban
los corredores, que soportaban una parte del peso del techo en el
caso de ser el edificio de planta baja y facilitaban el paso a las habi-
taciones. En estos casos las columnas solían ser cilíndricas y de pie-
dra en las escasas casas de los pudientes; mientras, en las de los
humildes, eran de madera, de algún tronco de árbol y puestas sobre
919
un trozo de piedra para evitar el deterioro de la tierra húmeda. Los
capiteles podían ser de madera, en ocasiones tallados y en otras
sencillamente de forma trapezoidal.
El barroco desbloqueó numerosas ataduras en arquitectura, e
impuso otras para suplir lo que anulaba. En este sentido, hay que
reconocer que hubo mayor influencia en lo religioso que en lo civil,
cosa lógica por otra parte ya que en aquellos momentos de autoridad
del Concilio de Trento todo se supeditaba a lo que fuera propio de cre-
yentes. La inventiva se dio en abundancia y los horcones de algarro-
bo, que son lisos por otra parte, se adornaron de tal modo que pare-
cen columnas salomónicas. Estos elementos no se captan en las casas
normales y corrientes, pero se debe a que el adorno excesivo se enten-
día como propio para exaltar lo que convenía, en aquellos momentos
la Eucaristía y esa estaba en las iglesias y no en las casas.
Las habitaciones eran todas espaciosas y de techos altos, porque
de este modo se lograba que fueran frescas. Lo que hoy entende-
mos por servicios higiénicos, baños o cuartos de baño, estaban en
dependencias lejanas a la zona habitada. Héctor Velarde nos indica
que de modo general para toda el área andina “los techos, planos,
de gruesa cuartonería, soportaban m entarimado de anchas tablas.
Una gruesa capa de barro absorbente de la humedad y aisladora del
calor formaba as azoteas de todos los edificios. Los cielos rasos de
yeso o de tela templada aparecieron a fines del siglo XVIII vigas,
cuartones y telares se “amarraban” frecuentemente no con empalmes
o clavos, sino con ligaduras de cuero. El cuero se humedecía antes, y
al secarse se contraía y los amarres quedaban apretados al máximo.
La estructura era así elástica, articulada, insuperable para los temblo-
res. Los pisos de ladri1lo eran lo corriente; el entablado se conside-
raba casi un lujo. El acabado interior de los muros y telares se hacía
enluciéndolos y pintándolos, o bien cubriéndolos con telas, algunas
veces con los más lujosos brocados” (Velarde 1966: 240).
En las habitaciones importantes, como la sala (hoy salón) donde
se recibía a las visitas, incluían alguna decoración adicional que se
concentraba en las ventanas y en los marcos de las puertas; éstas se
modelaron casi siempre de dos hojas y la labor de ebanistería de su
exterior se agrupó la decoración que abundó como la más normal
920
en los conocidos cuarterones de influencia castellana. Hubo también
influjos musulmanes en celosías, similares y otras partes.
En la costa del Pacífico y en el interior, las habitaciones estaban
cubiertas por un techo plano que en muchos edificios era continua-
ción del tejado que estaba desde la fachada hasta el patio. En todas
las cubiertas, fueran civiles o religiosas, predominó la estructura de
madera con peculiaridades comunes y con manifiesta semejanza
morisca, percibida culturalmente con el calificativo de alfarje (Gas-
parini 1962: 162). Las maderas usadas en cada región procedían
de los árboles que había en la zona; la de más calidad empleada
fue el cedro que aún sigue siendo lo más apetecida, especialmente
en sitios en los que podía verse con los ojos de propios y extraños.
En aquellas zonas que quedaban escondidas se usaron maderas
duras pero de menor importancia.
Un perfeccionamiento notable en arquitectura provino del víncu-
lo con los terremotos. América es un continente que conoce lamen-
tablemente los fenómenos sísmicos. Ante estos acontecimientos y
para evitar males mayores se acudió a la implantación de techos
“empleando una estructura livianísima formada por cerchas de
madera y cañas de Guayaquil, recubriendo todo con barro o yeso
[…] el procedimiento hizo escuela” (Buschiazzo 1944: 122).
921
A partir de la década de los 1820 estamos en los albores de la
independencia política, que contó con cortos momentos de equili-
brio ya que hubo también combates civiles establecidos por los inte-
reses regionales de muy distinto signo. El mundo rural no conoció
transformaciones y la estructura feudal en algunos sitios y semi-feu-
dal en otros se mantuvo hasta la actualidad. Brasil formó un Impe-
rio en esa época, lo que fomento una situación diferente respecto al
resto de Iberoamérica. Esto plantea unos cambios concretos frente a
aquellos otros generados que se produjeron en las ex-colonias espa-
ñolas. Es la época de la consolidación de las nuevas repúblicas y el
inicio notable del crecimiento urbanístico en las ciudades debido a
que los propietarios de la tierra buscan asentarse en ciudades para
mejor controlar la nueva situación política, económica y social.
La influencia española dejó paso a la británica y francesa que fue
hacia donde se orientaron la mayoría de las ex-colonias; es decir:
cayeron en brazos de los enemigos tradicionales de España en Euro-
pa. Esto implicó también otros cambios notables a nivel interno,
pues la dependencia del comercio exterior y de los productos britá-
nicos generó que la actividad interior se estancara, y retrocediera
ante los productos manufacturados de importación.
El desarrollo urbano se fortalece tomando como núcleos de refe-
rencia los ya existentes. Basándose en la actividad mayor o menor,
unos crecieron y otros menguaron. Los nuevos rumbos comerciales
tuvieron mucho que ver en esto. Buenos Aires incrementó su pobla-
ción entre 1822 y 1852 de 55.416 a 76.000 (Yujnovsky 1971: 70).
El mismo estudioso anota que hay otros ejemplos que caminan
hacia atrás, como es el caso de Caracas que tenía como 50.000
habitantes en 1812 y para 1825 ofrecía sólo 29.846 (Yujnovsky
1971: 70). Los factores que influyeron tanto en el incremento como
en el descenso se cifran en la emigración, los terremotos y las epi-
demias principalmente.
La ciudad colonial siguió adelante en la etapa republicana, al
menos en los primeros momentos. Con el advenimiento de las nue-
vas nacionalidades y la aparición de los nuevos Estados Iberoame-
ricanos, se produce un “cambio cualitativo en el régimen social, en
cuanto se suprimen instituciones que representaban el viejo orden,
922
tales como los cabildos. Se eliminan las prerrogativas del poder ecle-
siástico y entra en plena vigencia la libertad de comercio. Aparecen
nuevas instituciones de orden nacional, que reemplazan a las colo-
niales (servicios públicos, correo, escuelas, cementerios, bancos).
Pero el verdadero impacto sobre la estructura urbana se hará sentir,
en realidad, en la etapa siguiente, una vez lograda la organización
nacional. El cambio de régimen no altera la situación básica de loca-
lización y nivel de las capas populares. Así como siguió inalterable el
régimen de propiedad rural, así también prosiguió el mismo régimen
en las áreas urbanas. La eliminación de controles da lugar a la plena
vigencia del sistema de mercado en la asignación del recurso tierra”
(Yujnovsky 1971: 70).
Para mitad del siglo XIX es incuestionable la manifestación de
nuevas normas culturales y las influencias inglesas y francesas mar-
can las nuevas expresiones en todo. Las modas parisinas se impo-
nen y señalan los nuevos aires a seguir. Las clases burguesas, que
emergen de la emancipación, encuentran en París el nuevo motivo
para ilusionarse en la vida práctica, hasta el punto de que se con-
vierte en el espejo en el que querían mirarse todos y actuar en con-
secuencia. Esto introdujo cambios notables y puede que el más nota-
ble desde el punto de vista social haya sido el que gestionó la evo-
lución de colonial a republicana; teniendo en cuenta que aquí se
cocinó lo que hoy entendemos como parte de las injusticias sociales
que abundan en América Latina, pues los criollos procuraron man-
tener las distancias respecto a las clases populares, ya que elimina-
ron la dependencia de la Metrópoli pero impusieron la suya que
emanaba entonces del poder recién constituido.
Las reglas importadas por los españoles, junto con el empleo de
materiales novedosos como la teja cocida, fueron sin duda compo-
nentes procedentes de la transculturación y que se experimentaron
también en construcciones más modestas que se mantienen aún
como en la zona del Alto Piura, en el valle del Silahuá. La práctica
de construir la vivienda con ingredientes procedentes de la recolec-
ción está fuertemente arraigada en los habitantes de las zonas andi-
nas; el caudal económico “no permite la adquisición de materiales
más apropiados, y sólo recientemente, después de la aparición en el
923
mercado de las láminas de aluminio acanalado (conocidas vulgar-
mente como calaminas), y gracias también a una campaña sanita-
ria, ha comenzado el campesino a techar su vivienda con un material
adquirido” (Gasparini 1962: 171).
Tres centurias de cultura colonial no consiguieron cambiar total-
mente las tradiciones constructivas aborígenes “porque una diferen-
ciada estratificación social, una herencia de distintos valores cultura-
les y un agudo desnivel en los recursos económicos, influyeron pode-
rosamente en mantener separados los contactos. De un lado hubo
una sociedad que edificó obras que hoy catalogamos de ‘arquitectu-
ra colonial’, y por el otro un número mayor siguió levantando sus
viviendas con los mismos sistemas que caracterizaron el período pre-
hispánico. Si hoy es aún corriente la técnica de las construcciones
hechas con materiales de recolección, con mayor razón ese género
de casas debía utilizarse en el momento de la Independencia a prin-
cipios del siglo XIX, es decir, cuando más acentuadas debían ser las
diferencias entre las clases sociales y al referirnos a esas casas no
aludimos a las viviendas indígenas del Alto Orinoco o de otros luga-
res apartados, sino a regiones centrales que fueron colonizadas
desde el siglo XVI. Por ejemplo, el que vaya de Valencia a Barinas,
aún hoy encontrará a lo largo del camino un sinnúmero de casas
levantadas con los procedimientos tradicionales que se remontan a
la época prehispánica” (Gasparini 1962: 171-172). Estos criterios
son extrapolables a muchas zonas de Iberoamérica.
Las calaminas reemplazan en algunos casos al techo de paja o
palmera, pero el modelo estructural basado en que cuatro o más
horcones mantienen lo más significativo del edificio es algo que se
mantiene inalterado. El mantenimiento de “las características de la
vivienda aborigen, no debe interpretarse sólo como indicio de una
fuerte persistencia tradicional o continuidad de valores imborrables.
Las razones deben buscarse principalmente en la segregación social
que existió durante la Colonia y que, naturalmente, se reflejó tam-
bién en las construcciones. No olvidemos que en una sociedad que
admitía la esclavitud, las posibilidades económicas y expresivas del
pueblo fueron muy limitadas, o prácticamente nulas” (Gasparini
1962: 172).
924
No obstante, y teniendo en cuenta todas las dificultades, dife-
rencias de status económico y social, durante el mismo periodo se
genero y popularizó un tipo de casa rural que sigue vigente y mani-
fiesta ahora como entonces un mestizaje claro. Las casas respeta-
ron la estructura interna de procedencia española, pero en el siglo
XIX las clases dirigentes comenzaron a observar lo que pasaba en
Europa, y especialmente lo que se producía en Francia. En Iberoa-
mérica se comenzó a difundir una arquitectura conocida como neo-
clásica y neogótica; de este modo, se pensaba que se estaba vol-
viendo a la Antigüedad, y de suyo no fue así. Sin embargo, lo edi-
ficado en ese tiempo no tuvo mucho significado salvo en escasos
edificios del ámbito capitalino (Caracas, Buenos Aires, Lima y
otras). El contexto político-económico de las ciudades y pueblos del
interior fue, en la mayoría de los casos, más adversa y anárquica
que en los tiempos coloniales.
Uno de los componentes culturales indígenas que más influyeron
en la tradición arquitectónica española fue precisamente la estructu-
ra basada en horcones y que ya está citada aquí. Experimentó alte-
raciones que se acomodaron a una destreza más refinada, expre-
sando experiencias más progresistas en el ensamblaje de las made-
ras. Por ejemplo, los lugares en que debían ir los vanos se fijaron
previamente señalando todas las estructuras.
925
progreso industrial y capitalista de grandes zonas del Viejo Conti-
nente. En esta época, los gobiernos de Iberoamérica, tanto dictato-
riales como democrático-liberales, acataron la teoría liberal del pro-
greso y el libre cambio. Las clases dirigentes con compromisos agro-
mineros concordaban completamente con las extranjeras que esta-
ban invirtiendo y de este modo se consolidó también una larga
etapa de dependencia foránea que aún no ha concluido; más bien
se ha incrementado.
Las potencias que invertían deseaban hacerlo en recursos natu-
rales, pero como consecuencia resultó en poco tiempo que el trans-
porte interno se convirtió en un problema serio y entonces llegó el
tan apetecido ferrocarril que revolucionó lo suyo. Aconteció también
un desequilibrio debido a que “el proceso de crecimiento productivo
y la inversión en infraestructura no se distribuye equitativamente en el
territorio nacional, sino solamente en aquellas regiones cuyas mate-
rias primas más interesan al sistema coaligado de intereses internos
y externos. Es así como comienzan los desequilibrios regionales” (Yuj-
novsky 1971: 72).
Esta situación jugó un papel primordial en el proyecto y alcances
de las nuevas vías de comunicación, que debían facilitar no sólo el
envío de mercancías, sino asegurar los mercados y por lo tanto ren-
tabilizar la inversión económica. Esta es una de las razones por las
que el capital internacional planifica las infraestructuras en los sitios
en los que le resulta fácil conectar los sectores de producción (minas,
plantaciones de azúcar, haciendas, caucho y otros) con ciudades-
puerto para dar salida a los productos a exportar, y que van a ser
los centros administrativos para solventar todo el papeleo. Los des-
pachos gubernamentales concedieron prioridad a estos núcleos y
con ello favorecieron su crecimiento (Junquera Rubio 1995; 2004).
De este modo, lo regional se fue estancando frente a lo estatal y esta
paralización se incrementó cuando los excedentes particulares,
especialmente, los agrarios y mineros, se orientaron a las ciudades
en que residían sus dueños; de este modo, las actividades comercia-
les posteriores se desarrollaban lejos de donde se generaban.
Las localidades beneficiadas, que ya eran importantes en la
etapa colonial en su mayoría, comienzan a crecer demográficamen-
926
te, sumándose a este aspecto otro también importante como fue el
del poder adquisitivo. Razones éstas que sirvieron para convertirlas
en lugares de consumo que era necesario abastecer. Aconteció tam-
bién, por las mismas causas, el fenómeno contrario; es decir, como
estas ciudades ofrecían garantías, se convirtieron en centros de
importación de lo que se producía en los países industriales. Esto
generó un problema serio a nivel regional pues los productos loca-
les fueron desapareciendo ante el empuje de los importados que se
vendían más baratos para eliminar la competencia.
A estos argumentos hay que añadir que “la acumulación de capi-
tal, mejores servicios e infraestructura instalada en la ciudad princi-
pal y el debilitamiento de la producción artesanal del interior, son
entonces dos factores que también deben agregarse a las causas del
desequilibrio regional. Se consolida así el fenómeno de primacía
urbana que se acentuará más tarde y que es característico de una
mayoría de países latinoamericanos” (Yujnovski 1971: 72).
Hay ejemplos también que no verifican estos ejemplos. Ecuador
con su capital en Quito no podía llegar nunca a ser ciudad-puerto,
por lo que tuvo que ejecutar una segunda ciudad auxiliar como es el
caso de Guayaquil. Algo similar acontece en Colombia donde Bogo-
tá no tiene alcance al mar en muchos kilómetros y hubo que recurrir
a los puertos notables en el Atlántico y Pacífico. Estos aspectos impi-
den que la capital política y administrativa se convierta en hegemó-
nica como acontece en Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile.
Como consecuencia del auge económico, América Latina quedó
abierta a todas las banderas y la emigración fue otro ingrediente
notable en la segunda mitad del siglo XIX. Se dio preferencia a los
emigrantes de origen anglosajón. La emigración fracasó en todos
los países que pretendían favorecerla, porque el primer intento fue
el de colonizar zonas alejadas y especialmente de frontera, pero
luego resultó que ante la poca aceptación por parte de unos y otros
se tuvo que reorientar el proceso una vez que llegaban los europe-
os (Junquera Rubio 1995; 2004).
El impacto de la inmigración se experimentó primordialmente en
las áreas urbanas y muy significativamente en esas que se conocen
como ciudades-puerto debido a que eran por donde entraba la
927
mayoría. El desarrollo de la zona ocupada y las vías ferroviarias
motivaron nuevos patrones de urbanismo en los puntos elegidos
para convertirse en estaciones y centros agrícolas de servicio. Tam-
bién, en la segunda mitad del siglo XIX, acontece la penetración
hacia regiones periféricas por distintos motivos. El primero a reseñar
es el de la colonización de la Patagonia que resultó ser un aconteci-
miento nefasto para los autóctonos ya que el General Sarmiento, en
la llamada Guerra del Desierto, eliminó a muchos aborígenes para
entregar esas tierras a los colonos procedentes de la emigración. El
segundo involucra a los estados amazónicos y al boom cauchero
que obligó también al nacimiento de ciudades como Iquitos y
Manaus como centros aún más notables. Ya en las dos primeras
décadas del siglo XX, con la apertura del Canal de Panamá (1913),
los puertos del Pacífico acusan el choque.
Veamos en unas líneas el caso concreto de aplicar estos criterios
a Lima. A principios del siglo XIX el extensión urbana se hallaba deli-
mitada por las murallas y por esta razón se conoce como Cercado,
edificadas a mediados del periodo colonial (1685) como manera
idónea para proteger la ciudad de la expansión clandestina del mer-
cado inglés (contrabando). En lo arquitectónico, el barroco, estilo
dominante durante el siglo XVII hasta mediados del XVIII en que sur-
gen, el rococó y neoclásico, había entrado en declive y prácticamen-
te se impuso el neoclásico durante todo el siglo XIX y así es como se
manifiestan los estudiosos: “en un principio como arte decorativo y
cortesano y luego, con la independencia, se constituyó como el arte
de los nuevos lideres, quienes adoptaron las formas arquitectónicas
que venían desde Francia pues el neoclásico era expresión del espíri-
tu burgués de la Revolución Francesa” (Haro y Madueño 1972 :113).
Al principio, la independencia de España no denotó transforma-
ciones importantes en el nivel cultural e ideológico; tal es así que los
modos de vida y comportamiento coloniales permanecieron y la
arquitectura, como albergadora de estos modos y cánones de vida,
y en especial la vivienda persistió inalterada en su estructura espa-
cial. Las nuevas formas que apuntaron, que fueron escasas, brota-
ron como consecuencia de la migración de extranjeros, que funda-
ron nuevos núcleos urbano-rurales como los actuales distritos de
928
Miraflores, Barranco y Chorrillos, y cuya arquitectura: la casa subur-
bana, la casa-hacienda y el rancho, se distinguían espacialmente de
la casa colonial y republicana que prevalecían en el centro de la ciu-
dad. Estos nuevos tipos nacieron señalados por el neoclasicismo, o
en su defecto estaban fundamentados en expresiones vigentes en
ese mismo momento en Inglaterra, Francia e Italia.
Esta emigración infiltró cierto modernismo europeo en el
ambiente local pero la llamada casa republicana fue el tema princi-
pal del periodo, a diferencia de la arquitectura religiosa que domi-
nó los tiempos coloniales. En los inicios, conservó la división del
espacio habitacional anterior, pero la apariencia formal de las
fachadas y la decoración se modificaron, introduciéndose nuevas
formas por influjo del academicismo neoclásico: “la adopción del
Neoclásico determinó cambios plásticos y ornamentales en la arqui-
tectura (republicana). Se abandonaron las formas gruesas y pastosas
del barroco colonial por la finura, el equilibrio y la estructuralidad de
las formas clásicas. Desaparecieron los pequeños balcones de celo-
sías, que cedieron su lugar a largas galerías de madera y vidrio,
rematadas por cornisas clásicas que son los balcones republicanos
[...]. La naturaleza industrial de muchos de los elementos de la arqui-
tectura republicana fue una característica interesante. Muchos de los
cornisamientos y los relieves se producían en fábricas y los diseños
de los balcones eran estandarizados, razón por la cual, en Lima,
cinco o seis diseños-tipo de balcones se repiten un sinnúmero de
veces. Con las rejas sucedió lo mismo: se abandonó el hierro forja-
do, procedimiento artesanal, por la fabricación a base de piezas
stand de hierro fundido. La expresión de la industria a través de la
estandarización y uniformización le dieron a la arquitectura republi-
cana un carácter moderno y, si se quiere avanzado” (García Bryce
1962: 41-42).
A finales del siglo XIX, la arquitectura republicana inicia su descen-
so para desaparecer y dar lugar a un tiempo de influencia europea
con cánones importados de lo que se gestionaba y cómo en París, y
esto duró hasta 1920, pues en esa década, es decir, entre 1920 y
1930 brota una interés por una arquitectura nacional y propia, basa-
da en el renacimiento de modelos arquitectónicas coloniales e incas.
929
Dicho lo cual sólo queda afirmar que las causas externas repre-
sentaron el motor dinámico de este periodo en lo que afecta al cre-
cimiento económico, y por extensión al resto. Esta afirmación no es
fácil de determinar en toda su profundidad debido a que hay deta-
lles que se escapan aún a la reflexión por falta de datos concluyen-
tes, y socialmente acontecieron actividades novedosas con todo lo
que esto implica. Aparecieron los hoteles, los diarios de prensa, res-
taurantes, clubes sociales de influencia inglesa, etcétera. El sector
público logra recursos para edificar nuevos edificios para convertir-
los en sedes de los organismos del poder ejecutivo, como tribunales
y municipalidades.
La población latinoamericana crece rápidamente a partir de
1850, y pasa de 33 millones de habitantes en 1850 a 63 en 1900.
Las capitales de nación comienzan a dispararse en su demografía,
y Lima, por ejemplo, tenía 14.000 habitantes en 1.600 y 37.000 en
1821; es decir, al inicio de la etapa republicana, y desde esta fecha
se comenzó a tener 100.000 en 1.876, 140.000 en 1.908, 300.000
en 1930 y 4.000.000 en 1.975 (Rodríguez Cobos 1983 :29). Esto
exige que el urbanismo actúe al máximo, aunque no logra concluir
sus proyectos porque son muchos los problemas que afectan a las
diversas sociedades nacionales. Ciertas ciudades, particularmente
las que acogen la inmigración extranjera, sufren un crecimiento
poblacional realmente espectacular: “Buenos Aires pasa de 187.346
habitantes en 1869 a 663.854 en 1895; 821.293 en 1900, para lle-
gar a 1.576.597 habitantes en 1914, la mitad de los cuales son
extranjeros” (Yujnovsky 1971: 74).
930
formados en Europa. El criterio de balneario francés se traslada a
Mar del Plata (Argentina) y el de edificio público se copia de Francia
o de Inglaterra. Igualmente, surgen “en el parque formal y en los
bulevares y diagonales que, desde la acción de Haussman en París,
se difundieron al resto del mundo. Así también se traslada a América
Latina esta visión del urbanismo de City Beautiful y de las grandes
obras públicas. Y, posteriormente, los suburbios de “ciudad jardín”
que en las grandes ciudades copian únicamente la forma del movi-
miento inglés homónimo de fines de siglo, creándose barrios “dormi-
torio” de “chalets” (Yujnovsky 1971: 75).
El desarrollo urbano se produce ahora como aconteció anterior-
mente; es decir, basado en la cuadrícula pero con la novedad de
que las zonas a planificar están sujetas a las ofertas que hacen los
rematadores de tierras, que son los que establecen realmente el des-
arrollo urbano basado en el lote. Esta realidad acontece, porque el
gobierno de turno, en cualquiera de los países, carece de control
real sobre la mayoría y, si en las nuevas áreas, se encuentran par-
ques, jardines, solares para hospitales, etcétera, se debe a que las
autoridades ejercen el dominio.
En opinión de Oscar Yujnovski debe tenerse en cuenta y añadir-
se “otro factor más para completar la situación del período: la posi-
ción netamente privilegiada de los intereses relacionados con la
inversión en servicios públicos e infraestructura, para influir la direc-
ción del desarrollo urbano. Así como se produce el impacto de la
inversión extranjera en el ámbito nacional y regional, así también su
acción se refleja igualmente en la diferenciación espacial interna
urbana. Las líneas de transporte terrestre (tranvías, ferrocarriles) alte-
ran el costo de los insumos de localización y valorizan linealmente el
espacio económico. Las compañías operan también en tierras y
obtienen altos beneficios con las subidas de los valores en las áreas
por las que atraviesan. Su capacidad financiera les confiere una posi-
ción de regateo y presión política formidable en la toma de decisio-
nes del poder gubernamental y sus intereses son ardorosamente
defendidos por factores internos de poder estrechamente coligados”
(Yujnovski 1971: 75-76). Con la presencia del ferrocarril fue posi-
blemente el mayor impacto alcanzado por la nueva sociedad, debi-
931
do a que los trazados permitían superar obstáculos naturales, ten-
der puentes donde nunca los hubo, aparición de nuevos núcleos en
torno a las estaciones, etcétera.
Ahora bien, las leyes generales se cumplen en ocasiones; lo nor-
mal es cada caso en particular por mucho que se parezcan todos.
Por ejemplo, en el proceso en que evoluciona Lima se encuentran
datos que no coinciden, por ejemplo, con otras ciudades. Aquí, el
desarrollo se puede estudiar desde dos grandes variables culturales:
el primero abarca como cuatro siglos de su historia, desde la funda-
ción hasta más o menos 1930 con un crecimiento moderado en
habitantes; y el segundo, a partir de esta fecha y hasta más o menos
1980 con un incremento urbanístico y demográfico imprevisible de
un día para otro por el vértigo con que aconteció, debido del éxodo
masivo de campesinos que se trasladaron del campo a la ciudad.
Acudieron con la esperanza de entrar en la naciente industria que
prometía mejor situación. El final de esta etapa coincide con el golpe
de los militares comandados por el General Juan Velasco Alvarado,
que es una de las etapas negras de la historia del actual Perú, que
desde 1978 ha entrado en un camino sin retorno hacia la miseria
crítica. Aquella economía de bonanza prometida se ha convertido
pocos años más tarde en una emigración masiva; mientras quedan
las secuelas de esa migración que poco después debió salir también
del país. Este cambio continuo de los campesinos vino también apo-
yado por la reforma agraria propugnada desde el gobierno militar
que generó también más males que bienes.
El predominio de Lima, en relación al resto de las otras ciudades del
país, ya más que notable en los años 40, expresó una evidencia nueva
para el Perú; y esto no sólo aconteció en la fenomenología demográ-
fica sino en la cultura, economía, decisiones políticas, etcétera.
Voy a transcribir, por la importancia que creo tiene para el aspec-
to arquitectónico, una referencia que permite entender mejor la evo-
lución del urbanismo limeño:
“A fines del siglo XIX aparecen al Sur de Lima nuevos focos de cre-
cimiento con las estaciones balnearias de Magdalena, Barranco y
Chorrillos, donde se encuentran aún hoy en día las antiguas residen-
cias veraniegas de la burguesía de la época [...] Estos balnearios,
932
ligados a la ciudad antigua por dos líneas férreas sobre las actuales
avenidas Brasil y Vía Expresa (Paseo de la República), polarizan casi
exclusivamente el crecimiento de la aglomeración hasta la Segunda
Guerra Mundial. Entre estas dos líneas ferroviarias y hacia ambos
lados de las avenidas Salaverry y Arequipa, grandes familias de la
oligarquía, allegadas al poder, se lanzan en fructuosas operaciones
inmobiliarias o lotizan sus haciendas en provecho de las clases altas
que, presas de un verdadero tropismo marina, abandonan las histó-
ricas casonas de la ciudad antigua por lujosas villas en los floridos y
ventilados barrios de San Isidro y Miraflores. Paralelamente el Callao,
siempre netamente diferenciado de la aglomeración de Lima, extien-
de su suburbio residencial hacia la península de La Punta”.
“Hacia aproximadamente los años 1950-55, esencialmente, la
ciudad se desarrolla hacia el interior del triángulo Lima-Chorrillos-La
Punta en función de tres polos que constituyen el Antiguo núcleo his-
tórico de Lima, Miraflores y el Callao. A partir de estos tres polos el
crecimiento es desigual, en particular al oeste, entre Lima y el Callao
donde se mantiene en el tejido urbano una solución de continuidad
que, aunque reabsorbiéndose gradualmente, ha subsistido hasta la
actualidad. Varios factores concurren a explicar esa diferencia entre
el crecimiento hacia el Sur -y hacia el Oeste; primeramente, la distan-
cia Lima-Callao, más grande que la que separa Lima de Miraflores;
en segundo término, la deficiencia del equipamiento urbano del
Callao, incapaz de rivalizar con los de Lima y Miraflores, los mismos
que son reemplazados por centros secundarios; en tercer término, los
espacios situados entre el centro comercial y el puerto, a lo largo de
la línea del Ferrocarril Central, han atraído las industrias y con ello
alejado cualquier tipo de función residencial, con la exclusión de
algunos programas de viviendas populares colectivas; finalmente,
hasta la apertura, después de 1960, de la avenida de La Marina
entre Magdalena y el Callao, no existía medio de enlace cómodo
entre el puerto y los balnearios” (Deler 1974: 51-52).
A pesar de estos progresos, también se puede afirmar que, aun-
que las haciendas limeñas fueron vendidas en lotes a principios del
siglo XX, la cuestión es que esa venta se efectuó porque previamen-
te había sido establecido un proyecto urbano, que respondía a la
933
ideología dominante en aquellos momentos. Si en un principio, la
fundación de la ciudad respondía a los criterios procedentes de Espa-
ña como potencia colonial, para principios del siglo XX se estaba
imponiendo un desarrollo en forma de estrella de cuño francés; y esto
puede aún verse en las plazas del Dos de Mayo y en la de Bolognesi.
Estas situaciones duran, más o menos, hasta 1945; a partir de esta
fecha son los norteamericanos los que dan la impronta con su influen-
cia en el trazado urbano. Esta presión se va a observar no en formas
estaciones sino en la especulación sobre el suelo y en la vivienda a
construir en el mismo, que son métodos de cuño capitalista.
En resumen, Lima como marco urbano es un conjunto articulado e
integrado de combinaciones distintas, aparecidas en los diferentes perí-
odos históricos y que han respondido cada una y en conjunto al rol que
han cumplido la mayoría de las capitales administrativas latinoameri-
canas: ser ciudades-puente en la transferencia de la riqueza nacional
hacia las grandes potencias que adquieren las materias primas.
934
Las paisajes urbanos cambian con las novedades, ya no se res-
peta el ancho de la cuadricula ni de la calle, y surgen las avenidas
y los bulevares en los centros ya existentes o en los nuevos asenta-
mientos. Esto representa una novedad considerable frente a la etapa
colonial. Los modelos a tener en cuenta en esta etapa son los “ejem-
plos claros de la nueva concepción cultural son dos ciudades plane-
adas en el período, destinadas ambas a servir de sede gubernamen-
tal. En Argentina, la ciudad de La Plata, nueva capital de la Provin-
cia de Buenos Aires (1883) con dos diagonales superpuestas a un
damero cuadrado perfecto, y Belo Horizonte (1895) que, aunque
frustrado el objetivo original que la hubiera convertido en la nueva
capital del Brasil, cumple hoy la función de cabeza administrativa del
Estado de Minas Gerais y fue planeada siguiendo esquemas de simi-
lar inspiración francesa” (Yujnovsky 1971: 77-78).
La implantación de tranvías en las grandes ciudades y de ferroca-
rriles fueron dos causas que determinaron el desarrollo económico y
turístico de las zonas que se convirtieron en áreas residenciales. La
burguesía se trasladó, al menos en verano, a éstas y allí propiciaron
lugares tipo ghetto pues sólo eran para los pudientes. De esta etapa
“son los barrios de Belgrano y Flores en Buenos Aires; Miraflores y San
Isidro en Lima o Copacabana en Río de Janeiro” (Yujnovsky 1971: 78).
Los otros grupos sociales tienen también sus alternativas. Duran-
te la colonia fueron gentes de periferia normalmente y llegada la
etapa republicana, y viendo que los residentes en el centro se des-
plazan lejos, lo entienden como el momento ideal para adquirir las
propiedades y residencias de quienes las van a abandonar por otras
mejores. Hubo una oferta amplia de vivienda urbana y su ocupación
favoreció que los municipios no tuvieran que ampliar sus proyectos
urbanísticos por el momento.
935
cuencia que las exportaciones de materias primas latinoamericanas
se congelaron con los consiguientes descensos de precios. Igual-
mente, cayeron en picado las importaciones y ante esta situación
varios países inician su propia industrialización con la intención de
no tener que depender del exterior. En realidad, estas acciones no
pasaron de ser balones de oxígeno momentáneos, ya que la globa-
lización de entonces avanzaba y retrocedía en función de sus pro-
pios intereses. Las industrias tenían todas las trazas de estar mane-
jadas desde la sombra por el capital internacional. Este proceso
tiene lugar primeramente “en la Argentina, Brasil, México, Uruguay
y Chile […] y posteriormente en Perú, Colombia y Venezuela. En rea-
lidad, en México operaron también otros factores al producirse cam-
bios en el régimen socio-económico con la revolución agraria. Por
otra parte, en Venezuela la explotación petrolífera, que se inicia en la
segunda década, determina un fuerte período de crecimiento sobre
la base del sector externo. Pero a partir de 1940 entra también deci-
didamente en el período de sustitución de importaciones” (Yujnovsky
1971: 81).
La novedad industrial moderna cambió sensiblemente la consti-
tución de las operaciones y gestiones urbanas en aquellos centros en
los que el gobierno decidía edificar unos complejos totalmente aje-
nos a la tradición. Como sucede en todos los cambios importantes,
éstos se dieron en etapas. En la primera, la industrialización se fun-
damenta en el cambio de aquellos bienes que eran de consumo en
el mercado, por lo que se imponía modificar los motores de éste; y
esto implicó mayor aglomeración en los centros urbanos, especial-
mente en las capitales de Nación. Esto obligó también a transformar
las redes de comunicaciones y de transporte, especialmente cuando
se trataba de fábricas destinadas a la siderurgia.
A pesar de todo, la innovación tecnológica era foránea y esto obli-
gaba a una dependencia del exterior; es más, desde el extranjero se
indican los lugares ideales en los que deben hacerse éstos o aquéllos
edificios y para qué van a destinarse desde el punto de vista industrial.
Este periodo se distingue por una celeridad en el proceso urbanístico,
lo que trajo desequilibrios provinciales, regionales y locales; a estos
deben añadirse como una constante la aglutinación de la población.
936
“La acumulación de actividades industriales y de servicios en las
grandes ciudades y las mejores posibilidades de vida que ofrecen
estos centros seleccionados, actúan cada vez más como factores de
atracción de la población rural y la de los centros menores de la
escala” (Yujnovski 1971: 82). A esto debe añadirse que las pobla-
ciones rurales nunca tuvieron mucho atractivo en la etapa republi-
cana, hasta el punto de que las gentes de la cordillera andina en
Perú se pasaron al bando chileno cuando la Guerra del Pacífico,
porque los soldados de aquél país les otorgaban mejor trato (Cotler
1978; Junquera Rubio 1995; 2004). Esta situación estaba basada
en los obstáculos que habían en amplias regiones para acceder a la
propiedad de la tierra; razones por las que las nuevas ciudades y sus
industrias justificaban el traslado del campo a la ciudad.
Como indica el dicho popular no todo el monte es orégano; es
decir: la posibilidad de absorción de mano de obra con respecto al
movimiento inmigratorio en las grandes ciudades establece que una
buena parte de la población inmigrante se encuentre marginada en
el marco de referencia del proceso productivo. El conjunto más per-
judicado es el procedente de zonas rurales de procedencia más indi-
gente, y que, por su bajo nivel educativo, no representan un peligro
para la competitividad en el mercado laboral. El contexto objetivo de
marginalidad social se ve reflejado en la distribución urbana, y
especialmente en aquellas zonas en las que surgen las viviendas de
emergencia (chabolas, fabelas o favelas, tugurios, etcétera), que
aparecen en la periferia de las grandes ciudades de Latinoamérica
y que lamentablemente es un proceso sin concluir, más bien ha ido
en incremento, pero el inicio estuvo en esta época.
El período postrero a 1930 anota los primeros intentos de pro-
yección urbana con criterios modernos. Aunque algo tarde, es el
momento en el que se copian las reglamentaciones constructivas
surgidas en New York. En la actualidad, en lo administrativo hay una
ingente disparidad de contextos; desde la carencia de un dispositivo
técnico en los organigramas gubernamentales, hasta las anomalías
que representan las escasas ciudades que cuentan con organismos
para planificar el urbanismo. En las áreas metropolitanas no se ha
determinado “un sistema administrativo para coordinar eficiente-
937
mente las diferentes jurisdicciones comunales. A estas dificultades se
agrega la inestabilidad política y socio-económica de Latinoamérica,
que conspira contra la continuidad de la acción técnica y administra-
tiva” (Yujnovsky 1971: 84).
El sector privado es el que mantiene la decisión del desarrollo
urbano porque dispone de la propiedad de los solares a edificar y
porque es quien invierte en vivienda. La acción gubernamental en
este aspecto brilla por su ausencia y una asignatura pendiente. El
logro de una vivienda decente es hoy un problema grave en varios
países latinoamericanos.
Son varias las conclusiones que se pueden extraer de la arquitec-
tura y del urbanismo en América Latina, desde el siglo XVI hasta la
actualidad. En primer lugar, y en términos generales, se proyecta el
cuestión de la correspondencia entre conciencia y medioambiente,
tanto material como social. La aparición y profundidad histórica de
una estética colonial, habría que añadir aquí el calificativo de andi-
na, puede constituir un primer fundamento de condicionamiento de
la sensación, gustos y predilecciones de la población. En segundo
lugar, encontramos la vinculación concreta entre lo colonial y lo
andino como un serio problema de conciencia nacional de quienes
se identifican con un determinado estilo de arquitectura e influencias
frente a aquellos otros para los que no significa nada.
En un nivel concreto y específico, pasamos a la reflexión de las
experiencias de clase, y aquí es donde encontramos la actitud expli-
cativa que corona esta reflexión. Julio Cotler (1978) explica muy
bien la realidad nacional peruana, pero sus reflexiones pueden
extrapolarse a cualquier lugar de Latinoamérica y de otras muchas
partes del Mundo; es decir, las clases dirigentes son las que constru-
yen la patria a su imagen sin contar para nada con las clases domi-
nadas o populares. Este influir dejó su señal en la conciencia de los
nuevos actores sociales, y así de generación en generación; y esto
define su aspiración a identificarse constantemente con la clase
dominante y con la nación.
Por último, y por el momento, la divulgación de todo criterio neo-
colonial aparecería manifestando una exigencia cultural inconscien-
te de reapropiación del pasado, de retorno al campo, a la natura-
938
leza; y, al mismo tiempo, una queja constante por el medioambien-
te ecológico que cada vez está más en deterioro en las grandes ciu-
dades, tanto en los centros como en las periferias. El uso de mate-
riales expuestos al aire y sin pintar, o como mucho de colores natu-
rales como el blanco, la constitución y tratamiento rústico de muros
y viviendas, así como el mobiliario. También el empleo de tejas y
otros elementos y formas, significan y quieren dar a entender una
arquitectura que trata de ligarse a la naturaleza, que pretende ser
espontánea, afectuosa y enfrentada a la pre-establecida, con tipos
de materiales sintéticos y colores artificiales, que es por lo general la
que brindan la arquitectura y la ciudad modernas.
Esto se puede ver en Chiclayo, capital del Departamento de Lam-
bayeque, en el Norte peruano, donde la Municipalidad para sanear
unas zanjas malolientes decidió urbanizarlas con motivos griegos y
allá pueden verse hasta columnas tipo cariátides, y sin ningún tipo
de crítica; más bien elogios. Pero a nadie se le ocurrió acudir a los
tipos de Sipán, hallados a pocos kilómetros, que indican una cultu-
ra pre-incaica que ha cobrado renombre internacional para cumplir
con los mismos fines. Esto no hubiera gustado a las clases dirigen-
tes. Coinciden en este nivel manifestaciones románticas y renacen-
tistas, porque la arquitectura se piensa como una imagen del pasa-
do glorioso de procedencia europea, y por otro, como una perspec-
tiva de la naturaleza.
Cuando nos encontramos en una época de bonanza, las esferas
sociales pudientes acuden a lo neocolonial para la edificación de
sus viviendas; a ellos se unen la mediana burguesía en ascenso eco-
nómico, la burocracia estatal, profesionales liberales, intelectuales y
otros ricos. Ahora bien ¿lo hacen por una exigencia para identificar-
se mejor con la nación?. ¡No!, más bien por mero afán de relacio-
narse con una cultura dominante históricamente y que muestra una
buena vida señorial. ¿Por qué en casi todos los casos se piensa lo
neocolonial como superpuesto e imbricado con formas no sólo
modernas sino ultra-modernas y futuristas?.
La respuesta a estas investigaciones expone un tema de endémi-
ca actualidad y que persevera sin solución: el problema nacional y
la dependencia del país reflejados en otro medio, especialmente de
939
las nuevas viviendas de estos niveles medios y altos, manifiesta, por
un lado, una necesidad de caracterización con lo peruano, ecuato-
riano, boliviano, etcétera, con la nación en definitiva; es decir, con
una idea que aún no puede ser definida lúcidamente pero en el
plano simbólico-arquitectónico se insinúa por medio del uso de for-
mas de la arquitectura colonial principalmente.
No obstante, al mismo tiempo, estos grupos sociales exponen
la exigencia de estar insertados en un marco de referencia señala-
do por la modernidad y el progreso, cuyas ideas principales pro-
ceden de los avances tecnológicos, y que en el plano formal expli-
can en formas geométricas, aerodinámicas (satélites artificiales,
aviones, electrodomésticos, etcétera), que se insertan reinterpreta-
das en la arquitectura. Un ejemplo de este criterio cultural se expo-
ne en el denominado volado aerodinámico que exponen numero-
sas casas de estilo colonial moderno. Es decir: el propietario está
orgulloso de presentar una vivienda con tintes del pasado y futu-
rista a la vez.
Se puede asegurar que existen en los sectores sociales dominan-
tes una ideología estética que incluye dos criterios: el neocolonial y
el moderno; y que afirma una relación con la experiencia y conflic-
to causados en el principio de la colonia y que heredó íntegramen-
te la República, dándose un contexto racial no resuelto culturalmen-
te, pues el mestizaje, vocablo que esconde una diversidad compleja
y falseada de problemas: la nación, la argentinidad, la chilenidad,
la peruanidad, la colombianidad, la identidad nacional, la concien-
cia personal y colectiva, etcétera. Estos grupos sociales, forzosamen-
te ligados de una u otra forma a la cuestión del mestizaje, afirman
también en la arquitectura, y muy especialmente en sus diversas for-
mas, una sobrevaloración de sus orígenes españoles.
Los dificultades que genera este melting pot, combinación de
etnias y culturas, en todos los países ofrece también una carencia de
madurez porque no acepta la realidad en la que vive y desenvuelve.
Unas pequeñas soluciones las logran estas elites en la representa-
ción de la arquitectura mediante los tres siguientes modelos:
1. empleando expresiones y formas hispánicas reinterpretándo-
los con nuevos criterios (dimensión neocolonial).
940
2. aceptando métodos arquitectónicos abstractos, despersonali-
zados y de propósito universal, producidos por la modernidad.
Estos criterios son de todos y de nadie.
3. para no sucumbir a la despersonalización moderna, pero no
desatendiendo su cercanía a la modernidad, se fusionan las
tendencias produciendo una arquitectura híbrida de la que se
cuentan hoy múltiples ejemplos.
Lo dicho creo que se concreta mejor con la opinión de un exper-
to: “la edificación y el arte son manifestaciones culturales de una
sociedad concreta. En tanto no se quiera aceptar lo que es, o no se
quiera saber qué se es, o por último se quiera evitar que se sepa lo
que es, obviamente no se puede tener claro que expresar. Las formas
culturales y artísticas ponen en evidencia las contradicciones en una
sociedad” (Rodríguez Cobos 1983: 80).
Las continuadas épocas de dominación desde las metrópolis
auténticamente hegemónicas, España, Inglaterra, Estados Unidos,
han producido su señal en los diferentes contextos urbanos de sus
colonias. Esta situación de poder acontece no sólo por ejercicio de
una cultura e ideología de dominación, sino también por una esté-
tica que otorga identidad, especificada en estilos arquitectónicos y
formas urbanas dominantes, como se puede comprobar “analizan-
do el barroco colonial español, o en el presente con la superposición
paradójica del estilo moderno con el colonial, ocurre una reinterpre-
tación o asimilación de los códigos estéticos venidos desde las metró-
polis. Es más, esta particular u original interpretación sirve en el
plano simbólico como mecanismo de identificación, con lo nacional:
el barroco español deviene en la misma época colonial en un barro-
co mestizo o andino, que perdura hasta la actualidad en muchas for-
mas de expresión artística y artesanal de la sociedad andina. De
igual modo, el “international style” o estilo moderno está adquirien-
do hoy en día, por acción de una ideología estética social latente, en
conflicto aún por la situación de mestizaje y búsqueda de una identi-
dad nacional, en una hibridación formal que integra elementos
opuestos y contradictorios (formas tradicionales o coloniales con for-
mas modernas o futuristas). Podemos afirmar en consecuencia que
existe un estilo barroco un estilo moderno hechos (interpretados) en
941
el Perú, pero no existe un estilo barroco o moderno propiamente
peruanos. Es utópico pensar entonces en la existencia de una arquitec-
tura peruana, así como tampoco existe una arquitectura propiamente
boliviana, colombiana o argentina” (Rodríguez Cobos 1983: 81).
Cuando se analizan los aspectos históricos y los contenidos de
los denominados neocolonial y moderno, es cuando comprobamos
el por qué del progreso, así como las improntas arquitectónicas. Los
estilos siempre han tenido tres momentos: aparición, periodo de
apogeo y decadencia. Los mismos están en consonancia con todos
los cambios estructurales que impactan a toda sociedad; es más,
para que tengamos arte hace falta que dispongamos de dinero, artis-
tas y un largo tiempo de paz histórica. Sin estos presupuestos pueden
darse innovaciones, pero de modo general y más restringido.
“La arquitectura muestra la relación entre conciencia y medio
material y social“(Rodríguez Cobos 1983: 81). En el caso concreto
de la Latinoamericana es viable verificar que cuando las clases
poderosas (oligarquía y burguesía industrial) coinciden en conciertos
parámetros evaluados como estilos arquitectónicos; resulta que es
por intereses de clase, exigencias de autodefinición y ratificación. Es
más, se los atribuyen bajo modelos personales de interpretación
para despegarse socialmente de los estratos más bajos con los que
no desean tener trato. Por otro lado, no podemos sostener, que un
sector establezca eternamente el valor simbólico de una expresión
por muy de la clase dirigente que sea. De suyo, en el mundo actual
de América Latina se están dando ya los parámetros propios de
cambio: ahí están las revueltas populares de Bolivia, Ecuador, el
ascenso al poder de Hugo Chaves en Venezuela, de Toledo en Perú;
es decir: el mestizaje se está abriendo camino por primera vez en la
historia republicana de varios países, aunque sea con fracasos estre-
pitosos. Lo que ha ocurrido hasta la actualidad es que una clase
social se reconoce por razones históricas con un estilo; el mismo se
convierte en nacional si ese grupo detenta el poder constantemente.
En América Latina permanece el criterio de que el espacio geo-
gráfico y la arquitectura acontecen porque previamente existe el
pensamiento cósmico (Rodríguez Cobos 1983: 83). Este criterio pro-
cede de que ideológicamente se ha creado un centro concreto, al
942
que se dota de un serial de elementos que están a su alrededor y a
su disposición para cumplir con los fines ideológicos. Ya está indica-
do que en la fundación de ciudades españolas en América se partía
de cero en aquellas que eran de nueva planta y que se acondicio-
naban al nuevo criterio aquellas otras que eran asentamientos
previos (Durán Montero 1978). La plaza, como ya he apuntado
anteriormente, fue el espacio central y desde donde se organiza-
ba la estructura.
En el marco de referencia de la arquitectura residencial, en lo
que se relaciona con la decoración, como puede ser acomodar
miniaturas, pinturas, plantas en macetas, etcétera, obedece a la
representación simbólica de una cosmovisión. No olvidemos que
son muchas las culturas en las que se ha pensado la corresponden-
cia entre naturaleza y medioambiente; y esto no es otra cosa, mas
que la creación “de un cosmos propio, intimo, privado y opuesto a lo
que está afuera, a lo que es público” (Rodríguez Cobos 1983: 82).
Cuando me he referido a las fachadas como zona exterior
importante de las viviendas, lo he hecho intentando recoger el sen-
tido historicista. Amén de ser esto cierto, hay que pensar que es el
dispositivo espacial más importante porque en ella se personifican
muchos fenómenos de índole social. Es un punto de referencia limi-
nal, pues desglosa una zona pública (la calle, la plaza, etcétera) de
otra privada, y las expresiones ideológico-culturales que significa,
sean las que sean, suceden mediante la oposición familia-sociedad.
Desde el momento en que una persona atraviesa la fachada, o
pasa por la puerta de la zona pública a la privada (o viceversa),
substituye un comportamiento por otro, porque se genera una espe-
cie de ritual de paso entre estas dos zonas. La fachada opera en pri-
mer lugar como una barrera o coraza que defiende lo privado de lo
público. Y esto explica también que en la puerta existan cerraduras,
herrajes, imágenes religiosas, etcétera. Todos estos ornamentos en
las puertas operan como perros guardianes, que deben defender a
los residentes de cualesquier otras personas.
943
BIBLIOGRAFÍA
945
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946
ESTUDIO XII
L´ARCHITECTURE VERNACULAIRE
DE LA FRANCE
1. LES MAISONS RURALES
2. LES CABANES EN PIERRE SÈCHE
Christian Lassure
Agrégé de l’Universitá
Président du CERAV
Centre d’Èstudes et de Recherches sur
l’Architecture Vernaculaire
RESUMEN/ABSTRACT
949
artesanos urbanos, así como de los viñateros en los inicios de la Edad
Moderna. Muestra un piso inferior destinado a taller o almacén, mien-
tras que la zona de vivienda se emplazaba en el piso superior.
- La casa con plan de distribución axial. Surge en el Renacimien-
to. Se trata de una vivienda que desciende progresivamente en la
jerarquía social, sirviendo desde la burguesía de ciudades y burgos a
los campesinos medios de los siglos XVIII y XIX. Exteriormente presen-
ta una fachada ordenada simétricamente, con una entrada central, y
distribuida en dos plantas, a veces en tres. Interiormente un pasillo
central individualiza las diferentes estancias y de él parte la escalera
que comunica con la planta superior.
- La casa profunda con naves central y laterales. Se trata de una
casa desarrollada en profundidad con el esqueleto interno delimita-
do por una nave central encuadrada por dos laterales, o solamente
por una. En ella se agrupan funciones residenciales y de explotación.
Son casas construidas por aparceros, aunque en origen correspon-
dieron a señores nobles o eclesiásticos, y posteriormente a la burgue-
sía administrativa o mercantil. Los testimonios más antiguos se
remontan al siglo XVII y los más recientes datan del XIX.
El concepto de casa profunda agrupa en un solo bloque y bajo un
mismo tejado todas las funciones de la granja, oponiéndose al con-
cepto de la granja con las diferentes funciones repartidas alrededor
de un patio central. En el interior de esta categoría se distingue tra-
dicionalmente la granja con patio cerrado (rodeados sus cuatro lados
por muros o edificios que sólo permiten la entrada por una puerta) de
la de patio abierto (en la que los edificios que la conforman apare-
cen separados dejando espacios abiertos entre ellos).
Los chozos en piedra seca de Francia
La historia económica de la Francia rural, a partir del siglo XVII
pero sobre todo desde finales del siglo XVIII y el XIX, ha estado mar-
cado por la extensión de los terrenos cultivados a costa de los terre-
nos de los márgenes de los terrenos lugareños y por el acceso a la
propiedad de las capas más humildes del campesinado.
Es en este contexto donde deben emplazarse los chozos en piedra
seca visibles en una cincuentena de departamentos situados en los dos
tercios sur y este del país.
950
Tras la revisión de las fechas grabadas sobre estas construcciones,
las más antiguas que se conservan fueron edificadas bajo el reinado
de Luis XIV, y las más recientes, durante la III República, por los mismos
campesinos o por albañiles especializados, empleando como material
piedra liberada por la puesta en cultivo de las nuevas parcelas.
Su nombre genérico es el termino francés cabane o sus equivalen-
tes en las dialectos vernáculos (por ejemplo chabano en Dordogne,
tsbana en Haute-Loire, cabano en Vaucluse, etc.). Paralelamente,
existe una miríada de denominaciones populares bien generales
(barraca en los Pyrénées-Orientales, cazourne en Haute-Loire, cabor-
de en el Douts y en Haute-Saône, cadole en Saône-et-Loire,
caboto/chaboto en la Drome, etc.), bien funcionales (garioto, es
decir garita, en el Lot, jasso, es decir aprisco, en los Alpes-de-Haute-
Provence, granjoun, es decir granero, en el Vaucluse, agachon, es
decir puesto de caza, en el Var, etc.)
Como indica la expresión “en piedra seca”, los chozos tienen por
material de elección la piedra –bajo forma de morrillo, de laja, de
bloque, de losa, en bruto o desvastada- retirada del suelo con moti-
vo de las labores agrícolas (arrancamiento, desfondamiento, desem-
pedrado) y por técnica de construcción la albañilería en seco.
El material empleado está en función de la naturaleza geológica
del lugar donde se implanta: la piedra calcárea gelifractada en sus
diferentes variedades es el material más representado, pero también
se encuentra el gres, el granito, la pizarra, el gneis, el basalto.
La originalidad constructiva de los chozos se encuentra en asociar a
la albañilería en seco dos sistemas de cobertura específicos: 1) la bóve-
da de piedras por aproximación de hiladas (falsa bóveda) y 2) la bóve-
da de piedras clavadas. La cubierta se reviste de un tejado de losas, de
lajas, incluso de tejas, o de un revestimiento de piedra o de tierra.
Sobre la planta básica circular o cuadrangular, las hiladas sucesivas
van aproximándose, encontrándose coronada por una losa final. El
resultado es una bóveda equilibrada que no necesita cimbra alguna.
Menos habitual, la bóveda de piedras clavadas en seco es una
bóveda de clave clásica, en forma de cúpula o de bóveda de cañón,
pero donde los elementos son lajas o morrillos groseramente desvas-
tados y labrados, dispuestos sobre una cimbra provisional.
951
En el plano funcional, la cabaña constituye el refugio universal
para los animales (gallinero, aprisco, etc.), para los hombres (caba-
ña de viñador, vivienda de peón caminero, etc.), para las herramien-
tas (cobertizo, bodega, etc.), para las reservas (granero, cisterna
cubierta, etc.). En ciertos casos, han servido como residencias de indi-
gentes o marginados.
Por regla general, estas construcciones se inscriben en un paisaje
rural “construido”, estructurado por infinidad de acondicionamientos
funcionales en piedra seca: muros de cierre, bancales, pasos de
caminos, entradas a campos, escaleras, rampas, canalizaciones, cis-
ternas, fuentes cubiertas, muros de colmenas, mojones de señaliza-
ción y sobre todo amontonamientos de piedras.
952
1. LES MAISONS RURALES
LE PAYS
Relief
Du point de vue de la structure, la France réunit les trois éléments
fondamentaux du relief européen : plaine monotone au nord, suc-
cession de massifs anciens peu élevés au centre, chaînes élevées des
montagnes alpines et pyrénéennes au sud. Plaines et coteaux, qui
représentent les deux tiers de son territoire, fournissent des terres
agricoles fertiles.
Géologie
Cette variété des reliefs va de pair avec une grande diversité géo-
logique : roches cristallines (massif armoricain, Massif Central, Vos-
ges), roches calcaires (Normandie, Bassin Parisien, nord du bassin
aquitain), dépôts fluvio-glaciaires, fournissent des matériaux de
construction nombreux et variés.
Climat
En raison de son étroitesse entre le golfe de Gascogne et le golfe du
Lion (l’« isthme français »), la France est un carrefour d’influences cli-
matiques : climat océanique pur de l’Armorique à la Flandre, climat de
type continental du Bassin parisien à l’Alsace, climat méditerranéen sur
la façade méditerranéenne, climat montagnard sur les hauts reliefs,
autant de climats qui rendent possible une agriculture des plus variées.
953
Sols
Pays de vieille civilisation, la France a vu ses milieux naturels (sols
et paysages) profondément modifiés au cours des âges.
L’opposition climatique Méditerranée / Océan atlantique se
reflète dans la typologie des sols :
- sols rouges des bassins cultivés des régions méditerranéennes,
développés sur des argiles de décalcification;
- sols bruns des régions océaniques, développés sur l’humus
forestier et donnant de bonnes terres de culture.
L’homme a cherché à améliorer la qualité de ces sols (drainage
de la plaine marécageuse des Flandres dès le Moyen-Age avec
apport de gadoues et vidanges urbaines, amendage séculaire des
sols vinicoles de Bourgogne et de Champagne par incorporation de
sables et de déchets organiques, chaulage des terres froides du mas-
sif armoricain au 19e siècle, etc.).
Paysages ruraux
Legs de l’histoire, les paysages ruraux se répartissent en trois
grands types :
- les « champagnes » ou pays de champs ouverts (parcelles en
lames de parquet de l’Alsace, mosaïque de vastes champs trapus de
l’Ile-de-France) dominant la France du Nord et du Nord-Est; mis en
place au Moyen Age, ils correspondent à l’ancienne pratique com-
munautaire de l’assolement triennal sur les espaces à vocation
céréalière (sur un ensemble de trois champs, un était gardé en
jachère chaque année) et au droit de vaine pâture (après les récol-
tes, les troupeaux pouvaient paître sur les chaumes); ils s’accompa-
gnent d’un habitat groupé (gros villages);
- les « bocages » ou pays de champs clos de haies, caractérisant
la France de l’Ouest et du Nord-Ouest; mis en place à différentes
époques (Moyen Age, 18e et 19e siècles), ils expriment l’individua-
lisme agraire, le droit de clore, repoussant les pratiques communau-
taires; ils sont associés le plus souvent à un habitat dispersé
(hameaux et fermes isolées);
- le paysage agraire méditerranéen (Languedoc, Provence), reflé-
tant les différences naturelles de relief et de sol : terres de parcours
954
sur les « garrigues », terres de culture dans les bassins, terres arborico-
les le long des versants; il s’accompagne d’un habitat villageois groupé;
l’Aquitaine est à part, avec ses champs abrités de haies coupe-vent, son
habitat groupé dans les plaines et dispersé dans les collines.
Cadre économique
Si les années 1800-1860 ont été l’âge d’or démographique et
économique du monde rural, les décennies qui ont suivi et la pre-
mière moitié du 20e siècle en ont vu le déclin progressif avec la crise
du phylloxéra, l’exode vers les villes du prolétariat agricole, la sai-
gnée de la 1re guerre mondiale. En 1931, la population urbaine
dépassait la population rurale. Même si jusqu’à la fin des années
1960 l’agriculture devait rester la première «industrie» nationale, dix
ans plus tard la France rurale était en voie de dislocation, n’em-
ployant plus que 2 millions de personnes en 1977. La transforma-
tion du pays en grande puissance industrielle et technologique a eu
pour contrepartie l’extension du « désert » français: fermes et
hameaux abandonnés, villages et bourgs se vidant, maisons rurales
transformées en résidence secondaires pour citadins.
Langues
Trois grandes langues d’origine gallo-romaine occupaient la
majeure partie de l’espace linguistique français :
- la langue d’oil (dialectes normand, picard, wallon, champe-
nois, lorrain, francien, et plus au sud, poitevin, berrichon, niver-
nais, comtois);
- la langue d’oc (dialectes gascon, occitan, limousin, auvergnat,
dauphinois, provençal);
- le franco-provençal (centré sur la région lyonnaise, la Savoie).
Le reste du pays était occupé par le flamand, le breton, l’alsacien,
le basque et le catalan.
Les dialectes d’oil n’étaient guère plus parlés dès les 17e et 18e
siècles, étant remplacés par un français patoisé. Dans le domaine
d’oc, plus morcelé et cloisonné, les différences dialectales se sont
conservées plus nettement. Au 20e siècle, le français proprement dit
a supplanté définitivement les langues vernaculaires.
955
Découpage régional
Le récent découpage du pays en 22 régions administratives, consti-
tuées à partir du regroupement des départements créés à la révolu-
tion, se superpose plus ou moins bien à la mosaïque des anciennes
provinces ethno-linguistiques ou historiques des 16e-18e siècles, elles-
mêmes issues des « duchés » et « comtés » de l’époque féodale et tou-
jours présentes dans la conscience populaire aux 19e et 20e siècles.
On distingue :
- dans la moitié nord : l’Ile-de-France, la Picardie (avec l’Artois et
le Hainaut), la Normandie, les pays de Loire, les pays du Centre, la
Champagne (avec les Ardennes), la Bourgogne (avec le Bourbonnais
et le lyonnais), la Franche-Comté, la Lorraine, plus la Flandre au
nord, la Bretagne à l’ouest et l’Alsace à l’est;
- dans la moitié sud : la Gascogne, le Pays Basque, le Béarn (avec
la Bigorre), le Périgord et le Quercy, l’Auvergne et le Limousin (avec
la Marche), le Languedoc et le Roussillon, la Provence, plus la Savoie
et le Dauphiné au sud-est. et la Corse au sud.
956
Parti de plan et classification des maisons rurales
Selon les travaux les plus récents (C. Bans et P. Gaillard-Bans, C.
Lassure, G. I. Meirion-Jones), on peut distinguer les plans fonda-
mentaux suivants :
- la maison à pièce unique,
- la maison longue ou « longère »,
- la salle sur rez-de-chaussée ou « salle haute »,
- la maison au plan à distribution axiale,
- la maison profonde à nef et bas-côtés,
toutes maisons existant sous une forme élémentaire et simple
mais aussi sous des formes dérivées et complexes.
957
très répandue dans les zones de pauvreté, en particulier dans tout
l’Ouest. C’est une maison étroite, à développement en longueur
selon l’axe de la faîtière, de plain-pied, aux accès généralement en
gouttereau, plus rarement en pignon.
Dans les « longères » purement paysannes, on distingue, selon
l’articulation des locaux d’exploitation à la pièce d’habitation, qua-
tre types :
- la « longère » à pièce unique commune aux hommes et aux ani-
maux,
- la « longère » à pièce d’habitation augmentée d’une étable,
- la « longère » à pièce d’habitation augmentée d’une grange-étable,
- la « longère » à étable ou à grange-étable dissociée, formant
l’amorce d’une cour ouverte.
Dans les « longères » à cohabitation des humains et du cheptel
(attestées en basse Bretagne, Normandie, Mayenne, Anjou, mais
aussi dans le Cantal, la Lozère et les Pyrénées ariégeoises), le bétail
était relégué à l’extrémité opposée au foyer, le sol étant en pente pour
éviter que le purin n’envahisse la pièce. Dans le meilleur des cas, une
cloison en planches séparait l’étable de la pièce d’habitation.
Les aménagements étaient des plus sommaires : une cheminée
adossée au pignon avec un four extérieur, un évier ménagé en gout-
tereau à côté de la porte d’entrée.
Le mobilier comportait une table installée au centre de la pièce
ou contre la façade (succédant au plateau sur tréteaux commun
avant le 17e siècle), des lits plus ou moins clos, un pétrin, un bahut
(remplaçant le coffre où l’on rangeait vêtements et objets précieux),
un vaisselier, une armoire, des bancs ou des chaises (ces dernières
se généralisant après 1850).
958
Elle comporte un niveau de plain-pied, destiné aux fonctions de
production et de stockage, l’habitation étant reléguée à l’étage. On
accède à celui-ci par un escalier et un palier extérieurs, générale-
ment disposés contre un gouttereau et couverts d’une avancée du toit
soutenue par des poteaux ou des piliers.
S’il ne subsiste plus que quelques témoins de « salle haute »
dans la France du Nord, par contre le type est encore présent en
nombre dans le reste du pays, en particulier dans les régions de
vignoble (haut Quercy, vallées du Rhône et de la Saône, Touraine,
etc.). Dans les hautes vallées du Béarn, la maison montagnarde est
du type « salle haute », le rez-de-chaussée servant d’étable et l’ac-
cès à l’étage d’habitation se faisant par un escalier interieur. Le
pignon sert de façade dans les témoins les plus anciens, renvoyant
ainsi à une tradition médiévale.
959
La maison profonde à nef et bas-côtés
C’est une maison à développement en profondeur (c’est-à-dire
perpendiculairement à l’axe de la faîtière) dont l’ossature interne –
une charpente à couples de poteaux portant ferme – délimite une nef
encadrée de deux bas-côtés ou, plus rarement, d’un seul. Elle
regroupe, sous un même toit, les fonctions d’habitation et d’exploi-
tation, abritant à la fois humains, cheptel, matériel et réserves. Cette
promiscuité relève d’une conception totalement opposée à celle de
la ferme aux bâtiments ordonnés autour d’une cour centrale.
Les maisons à nef et bas-côtés sont en fait des maisons construi-
tes pour des métayers, à l’origine par des seigneurs nobiliaires ou
ecclésiastiques, ultérieurement par la bourgeoisie de robe ou mar-
chande. Les témoins les plus anciens remontent au 17e siècle et les
plus tardifs au 19e. Certaines maisons de ce type ont d’abord été des
granges à nef et bas-côtés relevant de domaines d’Ancien Régime,
dans lesquelles un logis en dur a été aménagé au 19e siècle.
Le type se rencontre en assez grand nombre dans les Landes, le
Pays Basque, en nombre moins élevé dans l’Agenais, la Charente, le
bas Quercy, la Lorraine. Quelques témoins sont présents en Bourgo-
gne, en Champagne, dans le Berry, en Périgord.
Dans ces maisons, la division fonctionnelle épouse généralement
la division constructive de la charpente, ainsi dans certains spéci-
mens basques du 17e siècle, où des refends longitudinaux, perpen-
diculaires au pignon-façade et joignant les poteaux, délimitent une
nef centrale à usage de remise, d’aire à battre, de vestibule (l’eska-
ratza, c’est-à-dire le « carré »), et deux collatéraux, l’un pour l’habi-
tation des humains, l’autre pour les locaux d’exploitation, le tout
sous un vaste fenil-grenier. Le seul élément transversal est un cellier
ou une étable ajoutée à l’arrière du bâtiment.
Inversement, la division fonctionnelle peut ne pas recouper la divi-
sion structurelle, ainsi dans certains témoins des 17e-18e siècles
observables dans les villages-rues de Lorraine : des refends transver-
saux, perpendiculaires aux alignements longitudinaux de poteaux,
déterminent trois travées d’occupation (les rangs), la 1re pour le loge-
ment des humains, la 2e pour celui du bétail et la 3e pour l’engran-
gement, chacune avec son ouverture propre en gouttereau-façade.
960
La ferme à cour centrale
Au concept de la maison profonde regroupant en un seul bloc et
sous un même toit toutes les fonctions de la ferme, s’oppose le
concept de la ferme aux fonctions disjointes réparties autour d’une
cour centrale. A l’intérieur de cette catégorie, on distingue tradition-
nellement la ferme à cour fermée de celle à cour ouverte.
La ferme à cour fermée. Elle était le centre d’un domaine fon-
cier exploité en faire-valoir direct ou indirect par un «maître» diri-
geant et surveillant un nombreux personnel. Si avant le 18e siècle,
cet espace clos, d’origine nobiliaire ou ecclésiastique, avait pu obéir
à des impératifs de sécurité et de défense, par la suite il n’a plus
répondu qu’à la nécessité de se protéger des éléments atmosphéri-
ques ou des regards, tout en restant synonyme de puissance écono-
mique et de prestige social.
Dans sa configuration la plus typée, la ferme à cour fermée est
une cour bordée, sur ses quatre côtés, de bâtiments ou de murs,
avec pour seul accès une porte cochère monumentale accotée d’une
porte piétonnière. Le corps de logis est du côté opposé à l’entrée, les
étables et écuries occupent les côtés qui lui sont perpendiculaires,
tandis que la grange est du côté où s’ouvre l’entrée de la cour.
Elle est répandue dans les régions céréalières s’étendant au nord
de la Loire jusqu’à la frontière belge (Beauce, région parisienne,
Champagne pouilleuse, Picardie, Flandre wallonne). En dehors de la
France du Nord, elle ne se rencontre qu’individuellement ou par
petits groupes isolés.
La ferme à cour ouverte. Par opposition à la ferme à cour fer-
mée, elle a ses bâtiments non pas jointifs mais séparés les uns des
autres par des intervalles ouverts. Cette disposition est caractéristique
des grandes fermes où l’élevage occupe une place importante : les
intervalles facilitent le passage du bétail. L’origine de ce type de
ferme est à chercher dans le développement d’une exploitation agri-
cole à partir d’une maison, « longère », « salle haute » ou autre.
L’aire d’extension de la ferme à cour ouverte va de la Flandre
occidentale à la Vendée, couvrant tous les pays de l’Ouest (Norman-
die, Bretagne, Maine, Anjou); elle barre transversalement la France
du Poitou au Charolais en passant par le Berry, le Nivernais, le Bour-
961
bonnais et le Charolais. Ailleurs, le type ne se présente plus qu’en
îlots (Périgord, les Causses, Provence, etc.).
Poussé à l’extrême, le type donne la ferme du pays de Caux
(haute Normandie), avec ses bâtiments dispersés au milieu d’un
espace mi-pelouse mi-verger (la masure) et entourée sur ses quatre
côtés d’une levée de terre plantée de grands arbres et percée de plu-
sieurs barrières. Ou encore la ferme des Landes, avec ses bâtiments
disséminés à la surface d’une pelouse plantée de chênes (l’airial) et
dépourvue de clôtures et de haies.
962
matiquement opposés « type ancien » et « type moderne », « ferme
ancienne » et « ferme nouvelle », c’est-à-dire les maisons des 17e-18e
siècles et celles du 19e par lesquelles elles avaient été remplacées.
963
1. LA MAISON À PIÈCE UNIQUE. EXAMPLE 2
964
1. LA MAISON À PIÈCE UNIQUE. EXAMPLE 2
LOT
Maison d'ouvrier agricole ou de petit exploitant du 19e siècle.
Maison rectangulaire, à pièce unique et à façade en gouttereau, avec fournil et four
en appentis contre un pignon, et citerne.
Dimensions intérieures : long. 9,19 m x 5,10 m.
Plan au sol
1 - pièce à vivre
2 - chambre séparée par cloison en pan de bois
3 - fournil (démoli)
4 - four
5 - citerne
a - cheminée adossée, avec cendrier et niche
b - évier
c - ouverture sur la citerne
d - entrée
e - fenêtre
Relevé : Christian Lassure (27/07/1983).
965
2. LA MAISON LONGUE OU « LONGÈRE »
(Lot) : longère ayant été construite en deux temps, alignant pièce d'habitation
(à gauche, cf. la cheminée) et étable-fenil (à droite)
966
2. LA MAISON LONGUE OU “ LONGÈRE “
LOT
Maison de petit agriculteur (19e siècle)
Longère formée par l'adjonction d'une étable-fenil à une maison rectangulaire à
pièce unique; four à pain à une extrémité, citerne non couverte à l'autre.
Dimensions intérieures : pièce unique : long. 6,50 m x larg. 4,00 m - étable : long.
7,55 m x larg. 4,00 m.
Plan au sol
1 - salle à vivre a - cheminée
2 - étable-fenil pour ovins b - évier
3 - citerne non couverte c - citerne intérieure
4 - four à pain d - crèche-mangeoire
e - entrée
f - fenêtre
967
3. LA SALLE SUR REZ-DE-CHAUSSÉE OU « SALLE HAUTE »
968
3. LA SALLE SUR REZ-DE-CHAUSSÉE OU « SALLE HAUTE »
969
4. LA MAISON AU PLAN À DISTRIBUTION AXIALE
Lieu dit La Grange à Juilles (Gers) : gouttereau-façade d'une ancienne grange forti-
fiée: en haut, dans la partie en encorbellement et en pans de bois, le logement du
16e siècle; au rez-de-chaussée, dans la partie en béton de terre, le logement à distri-
bution axiale créé au 19e siècle
Façade arrière de l'ancienne grange fortifiée : sous l'auvent, les percements arrière
de l'habitation du 19e siècle; sous les combles et derrière le revêtement de tôles
ondulées, les quartiers d'habitation d'origine
970
4. LA MAISON AU PLAN À DISTRIBUTION AXIALE
971
5. LA MAISON PROFONDE À NEF ET BAS-CÔTÉS. EXAMPLE 1
972
5. LA MAISON PROFONDE À NEF ET BAS-CÔTÉS. EXAMPLE 2
973
FERMES À COUR CENTRALE
974
MAISONS À FAÇADE SYMÉTRIQUE
975
MAISONS « ANCIENNES » ET MAISONS « MODERNES »
976
BIBLIOGRAPHIE
977
2. LES CABANES EN PIERRE SÈCHE
978
Comme l’indique l’expression «en pierre sèche», les cabanes ont
pour matériau d’élection la pierre – sous forme de moellons, de pla-
quettes, de blocs, de dalles, bruts ou ébauchés – tirée du sol à l’oc-
casion des activités agricoles (dérochement, défonçage, épierre-
ment) et pour technique de mise en œuvre la maçonnerie à sec,
c’est-à-dire sans mortier susceptible de faire prise.
979
elles-mêmes revêtues d’une toiture de dalles, de lauses, voire de
tuiles, ou d’un revêtement de pierre ou de terre.
La voûte de pierres encorbellées et inclinées à sec repose sur deux
principes :
- celui de l’encorbellement, qui consiste à disposer les pierres de
chaque assise en surplomb par rapport à celle de l’assise inférieure,
- celui de l’inclinaison, qui consiste à imprimer aux pierres de
chaque assise une inclinaison de l’ordre de 15° vers l’extérieur.
Sur plan de base circulaire ou quadrangulaire, les assises succes-
sives vont en se rejoignant, la dernière étant coiffée soit d’une dalle
terminale, soit d’un plafond de dalles. Le résultat est une voûte équi-
librée n’ayant nécessité aucun cintre.
Moins courante, la voûte de pierres clavées à sec est une voûte
clavée classique, en forme de coupole ou de berceau, mais dont les
éléments sont des plaquettes ou des moellons grossièrement ébau-
chés et appareillés, disposés sur un cintre provisoire.
Au plan fonctionnel, la cabane constitue l’abri universel pour les
animaux (poulailler, bergerie, etc.), pour les humains (cabane de vigne-
ron, loge de cantonnier, etc.), pour les outils (remise-à-outils, cuvier,
etc.), pour les réserves (grangette, citerne couverte, etc.). Dans certains
cas, on a affaire à des habitations d’indigents ou de marginaux.
Plus généralement, les cabanes s’inscrivent dans un paysage
rural « construit », structuré par une foule d’aménagements fonc-
tionnels en pierre sèche : murs de clôture, de soutènement, de voies
de cheminement, entrées de champ, escaliers, rampes, canalisa-
tions, citernes, sources couvertes, ruchers, tertres de signalisation, et
surtout tas d’épierrement.
En dehors de la France, les cabanes en pierre sèche sont présen-
tes dans divers pays du nord et de l’est du pourtour de la Méditerra-
née (Espagne, Portugal, Italie, ex-Yougoslavie, Malte, Grèce, Cisjor-
danie) mais aussi dans certains pays du nord-ouest et de l’ouest de
l’Europe (Islande, Irlande, Pays de Galles, Ecosse, Angleterre, Suède,
Allemagne, Suisse) (liste non exhaustive).
980
981
QUELQUES CABANES EN PIERRE SÈCHE EXCEPTIONNELLES
Texte de Christian Lassure, photo de Dominique Repérant
982
Lieu dit Les Rivarels à Banon (Alpes-de-Haute-Provence)
983
Souvignargues (Gard)
A voir cette belle bâtisse bien léchée, comment ne pas être tenté
de l’attribuer à un maçon professionnel ? Il s’agit de « la cabane de
Malais » à Souvignargues, édifice formé d’un cube de 4 m 25 de
côté, au fruit prononcé, surmonté d’un cylindre court en retrait, mor-
phologie fréquemment rencontrée dans les cabanes des communes
limitrophes de Villevieille et d’Aujargues.
Le massif de base est monté en petites pierres plates non assisées,
avec des besaces d’angle en dalles et blocs plats bien imbriqués.
Chacune des quatre faces a pour couronnement une rangée de lau-
ses, posées de chant, entre les gros blocs coiffant les besaces d’an-
gle.
La tourelle supérieure, qui culmine à 3 m 50 de haut, est termi-
née par une triple couronne de lauses posées de chant.
L’entrée, large de 0 m 80, a ses côtés montés en pierres à peine
plus grosses que celles de la maçonnerie environnante. Le couvre-
ment, toutefois, est un long et puissant parallélépipède de pierre, qui
forme un saisissant contraste avec le reste de l’encadrement.
Malgré sa qualité d’exécution, l’édifice présente un désordre qui
n’échappe pas à l’œil exercé: la partie gauche de la façade est par-
courue d’une lézarde verticale, correspondant au bombement de la
besace d’angle.
Source : Relevé de l’édifice dans Maurice Roustan, Capitelles et
pierres sèches de Nîmes et du Gard, Nîmes, 1990, 104 p.
984
Lieu dit La Librotte à Blauzac (Gard)
985
plus tard et regroupée avec les quatre parcelles voisines, on peut
échafauder la chronologie suivante :
- deuxième moitié du 18e - début du 19e: édification d’une
cabane circulaire à usage purement viticole (d’où les pierres à aigui-
ser mises au jour);
- deuxième moitié du 19e siècle - début du 20e: adjonction de la
cabane carrée à usage d’habitation ainsi que du local intermédiaire
et création d’une fermette avec moutons et pâture, enclos, mini-
mare, vergers et oliviers, puits.
Selon la tradition orale, les derniers occupants des lieux auraient
été, au moment de la première guerre mondiale, un ménage d’ou-
vriers agricoles travaillant pour le compte d’un écclésiastique local.
On est loin de la vie de « château », en fait à l’extrême opposé, tout
en bas de l’échelle sociale.
Sources :
- Albert Ratz, Sondage dans une habitation en pierre sèche à La
Librotte, commune de Blauzac (Gard), en 1995, dans Pierre Sèche,
La lettre du CERAV, bulletin de liaison No 9, septembre 1997, pp.
42-45;
- Christiane Chabert, Dans une colline de l’Uzège, à Blauzac
(Gard) : les aménagements pour la mise en culture du parcellaire;
essai de datation, dans L’architecture vernaculaire, t. 23, 1999, pp.
7-20, en part. pp. 18-20.
986
Pierrier à Saint-Affrique (Aveyron)
Ce gigantesque pierrier longiforme et parementé qui borde sur
60 mètres de longueur et 4 à 9 mètres de profondeur le côté d’une
parcelle, est le résultat non pas d’un épierrement multiséculaire mais
de grands travaux de fabrication et d’aménagement de champs
accomplis en une seule fois au 19e siècle.
Les caselles, dont la façade donne l’alignement du tas d’épierre-
ment, ont sans doute été construites en premier pour abriter dans la
journée l’armée de manouvriers employée à ces travaux de grande
ampleur. L’ouvrage fini, elles se sont retrouvées engoncées dans l’ac-
cumulation de pierres, seule leur toiture conique de lauses dépassant
de la caillasse.
987
Anciennes annexes agricoles.
À saint-vicent-le-paluel (Dordogne)
Ces deux édifices en pierre sèche, qui semblent sortir tout droit
d’un album des Schtroumpfs, sont d’anciennes annexes agricoles.
Le bâtiment de gauche est une grande cabane en pierre sèche de
plan quadrangulaire, à voûte d’encorbellement et à toiture pyrami-
dale avec coyau. Le bâtiment de droite est une grande nef couverte
par une bâtière de lauses reposant sur des fermes de charpente et
les deux murs-pignons. Les percements visibles en façade sont, à
droite comme à gauche, coiffés par un linteau en bois, ce qui ne
postule pas une grande ancienneté.
Une étroite ruelle ou androne sépare les deux structures, sans
doute pour recueillir les eaux de pluie tombant sur le versant du bâti-
ment de droite.
Malgré les apparences, les deux bâtisses ne relèvent pas du
même niveau architectural, celle de droite, qui a nécessité l’interven-
tion d’un charpentier, est un cran au-dessus de la cabane.
La présence d’une mangeoire contre la paroi du fond de la
988
cabane indique que celle-ci a servi d’étable ou d’écurie. La nef, pour
sa part, semble être un fenil, ainsi que l’atteste la baie qui s’ouvre
dans le pignon-façade au niveau du comble et que protègent de
grandes dalles saillantes formant larmier.
On ne peut pas ne pas remarquer les traces d’un grave désordre
ayant affecté la partie centrale de la façade de la cabane : une
ouverture étroite, ménagée au-dessus du linteau, a dû être murée
lorsque son côté droit s’est désolidarisé de la maçonnerie et a
entraîné l’affaissement de la rive de la toiture au dessus. Sans doute
cela ne se serait-il pas produit si le constructeur avait utilisé, pour les
montants, de gros blocs posés alternativement en boutisse et en pan-
neresse. Quoi qu’il en soit, on note, ici et là dans la façade, les lézar-
des d’un déversement vers la gauche.
Le faîtage de la nef est lui aussi en mauvais état : il manque cer-
taines des grandes dalles inclinées d’un même côté qui le protègent
de la pluie. De même, les lauses du versant de droite se décollent du
rampant du pignon. Enfin, le montant gauche de l’entrée du rez-de-
chaussée repose sur du vide, les pierres à la base ayant été arra-
chées (passage d’animaux ?).
Voilà donc deux édifices arrivés en fin de vie et dont la patholo-
gie n’augure rien de bien !
989
Cabane, puits couvert et pierrier
À saint-Quentin-la-Poterie (Gard)
990
Comme aménagements, on note la
présence d’une niche dans la paroi du
fond, et d’un regard, d’une nichette et
d’une lause saillante trouée à gauche de la
niche. Le regard a ceci d’exceptionnnel
qu’il est fait non pas d’un encadrement de
dalles mais d’une bâtière très aiguë de
dalles affrontées.
LE PUITS COUVERT
Tout contre le bâtiment, sur la gauche,
se dresse une chape de puits, en forme de
pain de sucre et coiffée d’un épi en pierre.
A hauteur d’homme, se dessine l’ouverture par où passaient les
seaux, halés à l’aide d’un treuil et d’une corde. Confectionnée au
moyen d’un encadrement de grandes dalles taillées, elle était fermée
d’une porte en bois comme l’attestent la feuillure et les gonds encore
en place. Une échancrure ménagée dans l’allège, permettait au pui-
seur d’eau de bien s’avancer. Intérieurement, une niche réservée
dans la maçonnerie servait à poser le seau. Un pan de mur, édifié
en même temps que la chape, relie celle-ci à la paroi extérieure de
la cabane.
LE PIERRIER
Contre la paroi de droite de la bâtisse,
s’appuie un gros massif de pierres en
forme de parallélépipède et dont les pare-
ments tiennent davantage de l’empilement
que d’une maçonnerie à sec digne de ce
nom: il s’agit ni plus ni moins que d’une
réserve de pierres constituée à partir de
ramassages dans la parcelle alentour.
Que va-t-il advenir de cet ensemble
que son propriétaire délaisse et qui est
ouvert à tous les vents?
Source : Borut Juvanec, Dossier
«Cabanes, France, Sud», Université de Lju-
bljana, 1998.
991
Ancienne habitation permanente
à Marcilhac-sur-Célé (lot)
992
maçonné sur poutres de bois sépare les deux niveaux. La présence
d’une cheminée dont le conduit s’enfonce obliquement dans le mur
pour aboutir au ras de la toiture, ne laisse aucun doute quant à la
destination du bâtiment. On a en fait une maison à pièce unique
doublée d’une maison en hauteur.
Le couvrement abrite un 3e niveau, à usage de grenier et de
pigeonnier (trous de passage réservés entre les lauses).
L’édicule qui s’appuie sur le côté droit de l’habitation, avec son
ouverture surélevée fermée par un battant en bois, est une citerne.
993
Sources :
- Roger Sénat, Gérard Canou, Caselles du Quercy, Editions du
Laquet, Martel, 2001, en part. p. 152;
- Jean-Luc Obereiner, Caractéristiques des habitats élémentaires
en Quercy central, dans Quercy-Recherche, No 77, 1994, pp. 9-36,
en part. pp. 21-22 (No 7 : « Cazelle d’habitation à Livernon (16 m2
environ »).
994
suit par un conduit qui débouche dans l’intrados de la voûte. Cette
lucarne aurait donc une fonction purement décorative, sinon ostenta-
toire : le surcoût qu’elle a dû représenter laisse le visiteur pantois.
A l’intérieur, la voûte témoigne de la maîtrise du maçon : les
moellons ont leur parement taillé en léger biseau pour donner un
profil lisse. Là où le marteau a enlevé des éclats, le parement est non
plus roussâtre mais grisâtre. Vers le haut du voûtement, quatre pou-
trelles sont encore en place, deux sous le débouché de la lucarne,
deux autres dans la paroi opposée.
995
Pour l’embrasure extérieure de l’entrée (hauteur : pas moins de 2
m, largeur : 1 m), le maçon a utilisé trois grandes dalles, une occu-
pant tout le montant de droite, une autre les 2/3 du montant de gau-
che, la 3e posée de chant et faisant office de linteau. Les deux mon-
tants sont posés sur des pierres de seuil.
996
BIBLIOGRAPHIE
997
CAPÍTULO TERCERO
1003
La asociación de las viviendas tradicionales y los huertos asociados junto a la alque-
ría es uno de los elementos más notables del paisaje humanizado de Las Hurdes,
como se aprecia en esta imagen de El Castillo. Autor: F. Pulido
1004
Son numerosos los ejemplos de Paisajes Culturales que aún hoy en
día conservan una función social activa en Extremadura; por citar algu-
nos mencionamos los prados cercados con paredes de granito y setos
de robles en el área occidental de Gata, los pastizales y piornales de
las gargantas serranas veratas, o las extensas dehesas, todos ellos
constituidos en modelos socioeconómicos creados a partir del aprove-
chamiento y la explotación del bosque natural. Un ejemplo paradigmá-
tico de esta situación se encuentra actualmente en los ásperos valles
hurdanos, cuyo atractivo ha marcado a varias generaciones de viaje-
ros, cronistas, investigadores y curiosos en general. Retomando la vieja
idea de Unamuno de una tierra hija de los hombres, los hurdanos no
sólo han modelado su entorno inmediato para adaptarlo a sus necesi-
dades, sino que además han construido parte del paisaje para crear de
la nada espacios cultivables. Y ello a base de un enorme esfuerzo
colectivo encauzado por el conocimiento profundo de su entorno y las
técnicas necesarias para domesticarlo (Pulido, 2003).
Sin menospreciar la austera belleza de la arquitectura urbana de
las alquerías, con sus casas de piedra de negros tejados de pizarra
en calles sinuosas y estrechas, adaptadas a las fuertes pendientes y
a los encajados perfiles, vamos a centrarnos en los paisajes rurales,
síntesis del determinismo físico y de las inadecuadas políticas exter-
nas a la comarca. Se lee en ellos, por una parte, la adaptación al
medio natural para la subsistencia, que ha llevado aparejada la
construcción de una serie de elementos propios de una arquitectura
utilitarista: paredones de huertos abancalados y colmenares, cana-
les para el riego y caminos empedrados son ejemplos de elementos
que, manufacturados a base de piedra seca y escaso barro, se inte-
gran de manera proverbial en el paisaje dotándolo de un enorme
valor estético y cultural. Por otra parte, estos paisajes permiten apre-
ciar las políticas económicas y sociales impuestas desde el exterior,
que se manifiestan principalmente en intensas y extensas campañas
de repoblaciones forestales con especies alóctonas - pinos resinero
y silvestre - que, no sólo desequilibraron la estructura económica tra-
dicional de la comarca, sino también transformaron su paisaje cul-
tural, cambiando los ecosistemas tradicionales y los elementos
arquitectónicos integrados.
1005
Los condicionantes del marco natural
Para comprender el determinismo físico del que hablamos hay
que conocer el marco natural de la comarca, un marco agreste y
difícil, base sobre el que se sustenta su sistema cultural que da como
resultado un paisaje propio, fruto de la interrelación entre los ele-
mentos de la naturaleza y el hombre.
Las Hurdes se configuran como un macizo montañoso de altitu-
des moderadas (1.200-800 metros) que van descendiendo de norte
a sur, con un sustrato pizarroso del Precámbrico muy metamorfizado
y fracturado. Surcan este macizo los ríos Ladrillar, Hurdano, Malvelli-
do, Esperabán y Ovejuela, pertenecientes a la cuenca del Alagón, así
como numerosos arroyos que jalonan su paisaje. Estos ríos han exca-
vado profundos valles, muy estrechos, con pendientes que superan
incluso el 50% de desnivel, y en cuyos fondos faltan las terrazas alu-
viales. Es, precisamente el encajamiento de sus ríos y las fuertes pen-
dientes lo que personaliza su fisonomía y determina su poblamiento
y actividad económica. Estas condiciones naturaless explican, asimis-
mo, su aislamiento e incomunicación: los valles únicamente están
abiertos por la depresión del Alagón, al este, pues por el norte está
limitado por la Peña de Francia (1.800 metros de altitud), por el sur
por la Sierra de los Ángeles (1.000 metros) y por el oeste por la sie-
rra de Descargamaría y Robledillo de Gata (1.500 metros).
Como consecuencia, igualmente, de las fuerte pendientes, los
suelos son muy pobres, raquíticos y de incipiente desarrollo por los
efectos erosivos. La vida, por tanto, se ha centrado en estos encaja-
dos valles que se configuran como las únicas arterias posibles. En
ellos se han asentados los hurdanos; en los valles medios y bajos de
los ríos, en cinco núcleos principales, y en los afluentes y cabeceras
fluviales, en pequeñas alquerías. En ellos, a golpe de esfuerzo y
sudor han creado minúsculas parcelas para el desarrollo de una
agricultura de subsistencia, que, además, se imponen como las vías
más naturales y accesibles de comunicación.
La complejidad topográfica explica una climatología donde des-
taca la elevada pluviosidad y los contrastes térmicos (Sánchez Mar-
tín, 1994). Las precipitaciones son abundantes en general (superio-
res a los 1.000 milímetros) y están marcadas por claras diferencias
1006
pluviométricas, no sólo entre los distintos valles, sino también a lo
largo de todo el año. La torrencialidad de las lluvias es otra de sus
características, y muchas de ellas se registran en los meses de vera-
no, originadas por tormentas, lo que aumenta el caudal de los ríos
y regatos dejando signos claros en la morfología del paisaje a tra-
vés de los procesos erosivos.
La disposición del relieve, muy cerrada y con escasa ventilación
repercute igualmente, en sus características térmicas. Las temperatu-
ras están marcadas por importantes contrastes en espacios reduci-
dos y por las inversiones térmicas, así los valores mínimos no se
alcanzan en las zonas más elevadas sino en los fondos de los valles.
La cubierta vegetal natural actual se corresponde con el bosque
de frondosas cuya especie más característica es la encina, acompa-
ñada en ocasiones por el alcornoque y raramente por el roble melo-
jo (Martín 2001). No obstante, la mayoría de las formaciones bos-
cosas fueron degradadas por las actividades de pastoreo y carbo-
neo y más tarde sustituidas por grandes masas de Pinus pinaster
durante las intensas campañas de repoblación llevadas a cabo entre
los años 1940-60. En la actualidad los pinares ocupan el 83% de la
superficie comarcal, por tanto sólo un 7% de los bosques autóctonos
(Martín 2001).
Los bosques se desarrollan en las cabeceras de los ríos con
orientación norte y se acompañan de un bosque denso e impenetra-
ble, donde son comunes la jara pringosa, el madroño, el durillo, y,
fundamentalmente, diversos tipos de brezos, cuyos colores y olores
enriquecen y embellecen la primavera hurdana. Estas especies vege-
tales favorecieron el desarrollo de una apicultura tradicional que,
debido a las campañas de repoblación y los continuos incendios que
sufre la comarca, ha ido en franco retroceso, acabando así, una vez
más, con uno de los pilares básicos de la economía hurdana. En los
últimos años la trashumancia de las colmenas está posibilitando un
pequeño auge de este sector, aunque sin la importancia que alcan-
zó en su momento. En el fondo de los encajados valles, ocupando
las zonas más próximas a los cursos de agua, habitan alisos y sau-
ces, por cuyos troncos trepan madreselvas, hiedras, zarzamoras,
etc., creando un sotobosque muy cerrado y espeso. Finalmente, en
1007
los lugares más remotos e inaccesibles se desarrollan algunas espe-
cies arbóreas consideradas como auténticas reliquias botánicas tales
como el tejo, el abedul y el acebo, que aunque formen sólo peque-
ños grupos es obligado conservar (Martín 2001).
1008
Entramado de caminos empedrados y Paisaje cultural con alternancia de vegeta-
paredes de abancalamiento y cerra- ción natural, cultivos de ladera y huertos
miento de fincas en el curso medio del en el río Malvellido.
río Malvellido junto a Fragosa. Autor: F. Pulido
Autor: F. Pulido
de los valles y en las zonas más bajas de los pequeños riachuelos
construyen pequeñas huertas para el cultivo mixto de hortalizas y fru-
tales, de los que obtienen dos y tres cosechas a lo largo del año.
Estos huertos están delimitados por paredones que sujetan la tie-
rra acumulada. Las paredes son de piedra seca procedente del
entorno inmediato, y varían por tanto en forma y dimensiones, lo
que a su vez origina una gran variabilidad en su apariencia y nece-
sidades de mantenimiento. Si se trata de paredes que limitan la
finca, suelen rematarse con pizarras mayores dispuesta en sentido
perpendicular, lo que de paso evita el acceso de jabalíes o cabras.
En ocasiones las paredes están dispuestas sobre pequeños cantiles
pizarrosos, lo que obliga a los constructores a insertar las pequeñas
lajas de pizarra guardando un equilibrio inverosímil y a veces en dos
o tres paredes escalonadas de hasta tres metros de altura. Elemen-
tos muy curiosos son los escalones dispuestos a veces en las fincas
que carecen de camino de acceso, a modo de pequeñas lanchas
perpendiculares que sobresalen de la pared.
1009
Para el riego estival de los huertos se dispone de un complejísimo
entramado de red de acequias –cañuh– que arrancan de pequeñas
pesqueras y discurren, siguiendo las curvas de nivel, por entre las fin-
cas a través de albañales practicados en las paredes. El control del
riego comunal se ejerce tapando y destapando con pegotes de barro
los canales en puntos específicos, lo que permite desviar el agua en
el sentido deseado. Aunque cada vez es más difícil, todavía se pue-
den ver conducciones de agua a modo de pequeños acueductos
hechos con troncos de castaño horadados longitudinalmente y asen-
tados en columnas de pizarra sobre el cauce. Uno que conocíamos
en el camino de Horcajo a El Moral ha tenido que ser reparado,
ahora ya utilizando como conducción vigas de cemento.
Por su parte, los bancales de sujeción de castaños se ubican en
las laderas más alejadas, a las que sólo se accede para desbrozar,
mondar, recolectar o quemar los erizos a través de caminos adecua-
dos para bestias. Las paredes en este caso son de menor entidad (en
torno a un metro) y sujetan la tierra de uno o unos pocos castaños
(a veces también nogales y cerezos). Muchas de ellas tienen peque-
ñas estructuras que sirven de refugio o para albergar útiles.
Otras estructuras arquitectónicas salpican y enriquecen estos pai-
sajes, tales como las majadas, chozos, eras, chisqueros, etc., res-
pondiendo todas ellas a funciones concretas, relacionadas bien con
la ganadería, bien con el cultivo de las tierras o la apicultura en el
caso de los cercados para asiento de colmenas. Estas últimas se
corresponden con espacios cercados por muros, levantados por
pizarras, sin argamasa, que se utilizaban para albergar las colme-
nas de corcho y protegerlas de los ataques de los animales.
En cuanto a las vías de comunicación, estos valles están marca-
dos por un sinnúmero de vías de distinto rango, desde efímeras
veredas hasta monumentales caminos reales o caminos vecinales
que unen las dispersas alquerías entre sí o entre distintos valles,
incluyendo los viajes a tierras castellanas, o bien los caminos de bes-
tias, que son el acceso entre los núcleos habitados y los recursos
explotados.
Los caminos son al principio simples trochas o veredas abiertas
por sus transeúntes (ganados y/o personas); más tarde, y sólo si
1010
hace falta, se ensanchan para el paso de bestias, lo que obliga
automáticamente a trazar el recorrido en función de las posibilida-
des de paso de éstas. Para ello se evitan zonas especialmente escar-
padas o se habilitan con obras de piedra seca, salvándose los cur-
sos de agua profundos con pequeños puentes. Una vez abierto el
acceso, el tránsito de bestias obligaría a que los tramos más erosio-
nables fueran afianzados con enrollados y a asentar el trazado con
muretes de piedra laterales y grandes lanchas longitudinales. En
algunos tramos se construyen algunas estructuras asociadas como
los poneeruh, pequeñas repisas adyacentes al camino que servían
para apoyar los pesados haces de leña u otros productos en los
necesarios momentos de descanso.
Los caminos para la comunicación a larga distancia (entre alque-
rías, entre valles o extracomarcales) tienen un trazado que suele ziz-
zaguear desde el origen, discurriendo entre los cultivos de las lade-
ras, para ir ascendiendo y continuar luego por el tercio superior de
aquéllas, a veces hasta altitudes que superan los mil metros. Dentro
de los valles, los caminos entre alquerías suelen disponerse a lo
largo del río con ramales que se dirigen a las vegas cultivadas.
En ciertos lugares los caminos tuvieron que discurrir por vericue-
tos inverosímiles al borde de abismos pizarrosos, y es entonces
cuando se erigen en obras monumentales. Esto ocurre, por ejemplo,
en el camino de Fragosa al valle del Alavea, de El Castillo al tesoro
de Guijarroblanco o de El Gasco a las extintas majadas del curso
alto del Malvellido.
El mantenimiento de estos caminos, en especial los vecinales o
reales, lleva aparejado unas relaciones sociales. Es necesaria su
periódica reparación, tarea que llegó de hecho a institucionalizarse
bajo la forma de celebraciones que, como el Lunes de Caminos, se
han mantenido hasta la actualidad para garantizar el mantenimien-
to comunal. Así, en el valle de Esperabán, los habitantes de El Cas-
tillo, tenían por costumbre (hasta hace unos veinte años) “salir a
caminos” el día previo al martes de carnaval. Así, una vez al año, se
armaban pequeñas cuadrillas armadas de pico, pala y azada para
el desbroce, la colocación o reparación de tramos empedrados o de
las pequeñas paredes laterales que los sujetan en la pendiente. Estas
1011
obras reflejan, por una parte, una necesidad común de sus habitan-
tes, unos comportamientos similares, pero también, muestran una
vinculación social, el desarrollo de unas estrechas relaciones que se
sintetizan en actos de celebración, en nuevas manifestaciones de la
cultura de un pueblo.
Caseta con tejado de lanchas de pizarra para almacén de aperos y refugio en una
finca dedicada a prado de siega y cultivo de castaño en el valle de La Zambrana,
cerca de El Castillo. Autor: F. Pulido
1012
domero Duarte, en un acta del Ayuntamiento de Nuñomoral, fecha-
do en 1951, en la que retrata la problemática de la comarca: “…
como consecuencia de la repoblación forestal tendremos que ven-
der las pocas cabras que tenemos…” (Gurría y Mora, 1994: 401).
La política forestal de repoblaciones no sólo desequilibró la eco-
nomía tradicional, sino que alteró asimismo su paisaje ancestral,
fruto de la lucha sabía y paciente entre hombre y naturaleza. Por una
parte, la cubierta vegetal autóctona de matorral y masas de quercí-
neas desapareció y, en su lugar, se plantaron especies alóctonas que
no permiten el desarrollo del sotobosque y favorecen, con ello, los
fenómenos de erosión, degradando aún más los raquíticos suelos
de la zona. Por otra parte, muchos de los caminos y veredas, así
como el sistema de abancalamiento de las impresionantes pendien-
tes, fueron sustituidas por inmensos rodales de pinos y por pistas
forestales y cortafuegos dispuestos en sentido longitudinal a las pen-
dientes, que, en algunos casos, se superponen sobre las vías tradi-
cionales adaptadas perfectamente a la difícil topografía. Lamenta-
blemente, se pueden citar algunos ejemplos, como el de los regajos
de La Zambrana (alquerías de El Castillo y Erías), donde se puede
contemplar, amén del impacto paisajístico, cómo la maquinaria se
ha llevado por delante viejos caminos, fuentes, bancales y casetas.
A las graves consecuencias enumeradas hay que añadir una,
posiblemente, más grave: la desvinculación del habitante de las
Hurdes con el nuevo paisaje existente. El concepto de cultura procla-
ma, ante todo, la propia identidad de los pueblos. Estas culturas no
son estáticas, sino que cambian, evolucionan, revelan un sistema de
adaptación al medio físico y social heredado. Sin embargo, la repo-
blación forestal de sus montes comunales, es una decisión que vino
impuesta desde el exterior, “sin considerar ni las condiciones y
características del mismo, desde un punto de vista físico, y, menos
aún, desde la perspectiva de sus recursos humanos.” (Alvarado,
1994: 367). Estas decisiones, por tanto, no sólo desequilibraron su
economía, sino que alteraron su paisaje cultural, que no responde
ya a sus pautas de organización con la naturaleza, dando lugar a
un paisaje anónimo, con el que el hurdano no se identifica, no sien-
te como suyo.
1013
Por último, los devastadores incendios que arrasan frecuente-
mente las masas forestales repobladas, amén de otras muchas con-
secuencias económicas y naturales, potencian, todavía más, esa
desvinculación entre el hurdano y su entorno.
1014
casa tradicional y del núcleo central de la población, para ser susti-
tuidas por otras de nueva construcción en el extrarradio. Evidente-
mente, estas casas no satisfacen las necesidades creadas en nuestra
vida actual, pero, desde la Administración se deben incentivar las
campañas de ayuda y subvenciones para conseguir que la vivienda
tradicional satisfaga los derechos de todos a una vivienda digna,
pero sin que este derecho primordial suponga el olvido de nuestra
historia, ni la desaparición de nuestra cultura. Por otra parte, la
rehabilitación y conservación de este patrimonio arquitectónico
fomentaría el desarrollo de otras actividades artesanas vinculadas a
la construcción. Asimismo, la Administración debe promover y
fomentar la recuperación de elementos, materiales, técnicas y estruc-
turas tradicionales en las nuevas construcciones, lo que, sin duda,
reafirma su propia identidad, armónica con el medio y el paisaje.
1015
Con el fin de atender las labores de recuperación y rehabilitación
del patrimonio en los Conjuntos-Históricos surge la creación de los
ARIs, (Áreas de Rehabilitación Integrada) que permiten la recupera-
ción del área residencial y de las actividades económicas adecuadas
a ella2. En este sentido se trabaja conjuntamente con la Oficina
Comarcal de la Vivienda para la rehabilitación de edificios, adecua-
ción estructural y funcional de la vivienda a las nuevas necesidades
de habitabilidad y calidad de vida. Para ello se contemplan la con-
cesión de subvenciones y ayudas para la recuperación de casas tra-
dicionales relacionadas con la distribución, agua, electricidad, gas,
ventilación, iluminación, servicios higiénicos, etc.
Se pretende con estas medidas, por una parte, evitar problemas
como la terciarización de los centros, el envejecimiento de la pobla-
ción, los pozos de marginalidad, etc., y, por otra, fomentar la atrac-
ción de población joven, para que estos conjuntos sean espacios
vivos. El logro de estos objetivos es la manera más firme de asegu-
rar su valoración y conservación.
El problema de la desaparición de nuestro Patrimonio Cultural es
mucho más severo en lo que afecta al Paisaje Cultural. Evidentemen-
te, la creación de los ARIs ha frenado este proceso en la Arquitectu-
ra Urbana, pero no sucede lo mismo con los paisajes culturales tra-
dicionales. El paisaje hurdano refleja la adaptación del medio natu-
ral para la subsistencia de sus pobladores, lo que ha llevado apare-
jada la construcción de una serie de elementos propios de una
arquitectura utilitarista. Estas actividades, vinculadas al cultivo y
explotación de la tierra, están abocadas, en el mundo actual, a un
retroceso y futura desaparición, por lo que la conservación de estos
paisajes se presenta como una ardua tarea. La regresión de estos
paisajes ha comenzado ya en los sectores más inaccesibles, cuyo
aprovechamiento ha dejado de ser rentable y donde caminos y
paredes van siendo cegados por el monte bajo o aterrados por la
2 Desgraciadamente en Las Hurdes no se ha creado aún una oficina de ARI para hacer
frente a los problemas de su Patrimonio Arquitectónico.
1016
erosión. En las hondonadas muchas fincas tradicionalmente utiliza-
das como huertos de policultivo son ya sólo aprovechadas como
pastos y no tardarán en desaparecer.
1017
La Ley 2/1999 de Patrimonio Histórico y Cultural de Extrema-
dura contempla dos figuras dentro de la clasificación de los Bien-
es de Interés Cultural que podrían atender las necesidades de pro-
tección de estos paisajes: Sitios Históricos -el lugar o paraje natu-
ral vinculado a acontecimientos, recuerdos del pasado, o manifes-
taciones populares de las raíces culturales de una comunidad que
posean valores históricos o técnicos- y Lugares de Interés Etnológi-
co: los espacios naturales, construcciones o instalaciones industria-
les vinculadas a formas de vida, cultura y actividades tradicionales
del pueblo extremeño. También, La Ley 8/1998, de 26 de junio,
Ley de Conservación de la Naturaleza y de Espacios Naturales de
Extremadura reconoce la posibilidad de amparar los espacios
naturales con una honda impronta cultural bajo las figuras legales
de “Paisaje protegido” y “Corredor ecocultural”. Estas figuras, apli-
cadas a la comarca hurdana en superficies de cientos o pocos
miles de hectáreas, permitirían proteger a la vez enclaves de gran
valor ecológico y elementos arquitectónicos integrados en un pai-
saje incomparable.
En los últimos años, la conservación, protección y rehabilitación
del Patrimonio Cultural ha recibido un nuevo impulso gracias a los
fondos comunitarios. Evidentemente este interés por el patrimonio
tanto cultural como natural está asociado a valores económicos,
pues el patrimonio puede llegar a ser y, de hecho lo es, un incenti-
vo para el desarrollo de las comunidades. Desde hace ya algunos
años se ha comprobado que una buena gestión del patrimonio cul-
tural favorece el auge de las economías, abre nuevas vías y posibi-
lidades para las poblaciones locales, ya sea a través de la artesanía,
nuevos oficios, del turismo cultural, etc. A raíz de ello, programas
como Leader + y Proder 2, destinados al desarrollo rural, están
incentivando nuevas estrategias locales de desarrollo sostenible,
donde cobra especial importancia la valorización del patrimonio
natural y cultural.
El auge y promoción del turismo cultural y paisajístico abre, tam-
bién, nuevas vías para la recuperación y conservación del Patrimo-
nio Cultural en general y, en concreto, de los Paisajes Culturales. La
Ley 2/1997, de 20 de marzo, Ley de Turismo de Extremadura, en su
1018
Exposición de Motivos, se parte de que uno de los vectores en los
que debe basarse el desarrollo actual del turismo es en la protección
y aprovechamiento del patrimonio natural e histórico-artístico.
La puesta en valor del Patrimonio como Turismo Alternativo puede
suponer aspectos muy importantes que sintetizamos en cuatro puntos:
- sensibilidad y respeto hacia el patrimonio, no sólo desde las
propias administraciones, sino principalmente del público en gene-
ral. Los ciudadanos sienten la necesidad de conservar el patrimonio
no sólo por imperativo de la ley, sino también por propio interés.
- Este interés del turismo por el patrimonio es especialmente
importante para los bienes intangibles. La sociedad industrial y la
cultura de masas hacen desaparecer las tradiciones, las normas, las
canciones, etc., gracias a ello es posible no sólo la recuperación de
este patrimonio, sino también su difusión.
- Se ha convertido en un recurso que puede generar nuevas acti-
vidades que favorecen el empleo, el desarrollo territorial y el bienes-
tar de la población.
- Ha dejado de ser una pesada carga económica para la Adminis-
tración. Gracias al interés de los ciudadanos y de su concienciación se
frena su deterioro, su degradación y se incentiva su conservación.
A pesar de estos aspectos positivos, hay que ser muy cautos a la
hora de incentivar el desarrollo turístico del patrimonio tanto cultu-
ral como natural. Tanto uno como otro, son muy frágiles y vulnera-
bles, por lo que las labores de organización y planificación para su
oferta como recurso turístico deben ser por una parte muy rigurosas
y, por otra, compatible con su valor educativo, científico y social. Por
tanto, su promoción debe basarse en una serie de medidas coheren-
tes, que atiendan a las características propias de cada uno de los
bienes patrimoniales y que garanticen, en todo momento, su conser-
vación, operando desde los principios de sostenibilidad, y perdura-
bilidad. En este sentido, queremos señalar lo que el Código Gene-
ral de Ética del Turismo de la UMT3, recoge en su artículo 4:
1019
“las políticas y actividades turísticas deberán realizarse respetan-
do (…) el patrimonio cultural, que deben proteger y legar a las gene-
raciones del futuro”.
“la actividad turística debería planificarse de manera que permi-
ta que los productos culturales tradicionales sobrevivan y florezcan”.
Sin embargo, lamentablemente, no siempre es así. En el caso
que nos ocupa, el Paisaje Cultural de Hurdes, los recientes progra-
mas de señalización de rutas no se han sustentado en un estudio
previo de las vías tradicionales que promuevan la conservación de
los tradicionales caminos y veredas, como integrantes de los paisa-
jes culturales, sino que en su lugar se ofertan rutas que discurren por
impersonales pistas forestales, que ofrecen una imagen absoluta-
mente deformada de la comarca. Es más, nos consta que en los pro-
yectos de catalogación de caminos públicos que viene impulsando
la administración autonómica prevalecen criterios simplistas tenden-
tes a concentrar esfuerzos en los caminos accesibles a vehículos, lo
que puede ocasionar la pérdida irreversible de un patrimonio públi-
co excepcional. Esperamos y deseamos, que en un futuro próximo,
Administración y ciudadanos trabajen conjuntamente para lograr
estos objetivos, la conservación de los paisajes culturales y la pro-
moción de un turismo cultural respetuoso y no masificado. Pero para
que no se repita el divorcio al que ya asistimos con la implantación
monopolista de las repoblaciones, los nuevos usos recreativos tienen
que ser previamente conocidos y asimilados por los pobladores
locales para asegurar que son ellos los principales beneficiarios de
la explotación de un recurso que ellos mismos han erigido.
1020
BIBLIOGRAFÍA
1021
- VARELA, L.M. (2001): Análisis y consecuencias de los procesos de
urbanización y transformación en el paisaje pampeano. Paisaje-
Reflexiones. Colección Universitaria Arquitectura. Universidad
Nacional de La Plata: 25-68.
1022
ESTUDIO II
1 Actualmente estamos desarrollando la tesis doctoral que lleva por título Arquitectura
residencial en las dehesas de la Baja Extremadura, dirigida por el profesor Dr. D.
Antonio Navareño Mateos.
Como decimos, este es un tema prácticamente inédito en nuestra comunidad autóno-
ma a excepción de los libros que señalamos a continuación y numerosos artículos así
como aportaciones a congresos especializados de los mismos autores. Vid. NAVARE-
ÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas de la tierra de Cáceres (Cas-
tillos, palacios y casas de campo). Institución Cultural “El Brocense”, Diputación Pro-
vincial de Cáceres, Cáceres, 1999; MALDONADO ESCRIBANO, J.: Arquitectura en las
dehesas de La Serena (Badajoz). Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 2005.
1025
Este es el caso de la Hacienda de Cantalgallo en Llerena (Bada-
joz), ejemplo que hemos elegido para este trabajo por tratarse de un
magnífico conjunto en el que se desarrollan todas las funciones
señaladas anteriormente convirtiéndose así en un verdadero para-
digma del cortijo de la Baja Extremadura.
2 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: “La villa romana del Hinojal en la dehesa de las Tiendas”.
Mérida NAH, arq. 4. 1976, pp. 433-488.
3 AGUILAR SÁENZ, A. y GUICHARD, P.: Villas romaines d´Estrémadure. Doña María, La
Sevillana et leur environnement. Casa de Velázquez, Madrid, 1993; AGUILAR SAENZ,
A.: “Los mosaicos de la villa romana de “La Sevillana””. Revista de Estudios Extreme-
ños, Diputación de Badajoz, 1994, nº 2, pp. 281-325.
1026
con los de carácter palaciego. En este sentido recordamos el Casti-
llo de Los Arcos (Badajoz)4, que perteneció al Señorío de Feria, y los
Castillos de Piedrabuena (San Vicente de Alcántara)5 y Castilnovo
(Villanueva de la Serena)6, de la Orden de Alcántara.
Posteriormente comienzan a desarrollarse en la provincia de
Badajoz verdaderos cortijos y granjas de labor entre los que destaca,
entre otros, el desaparecido Palacio de Buengrado (Puebla de Alco-
cer) mandado construir por el Duque de Osuna en 1619, sin olvidar
el Cortijo de San Isidro (Navalvillar de Pela) o la Casa de la Vega
(Villar de Rena) que pertenecieron al Monasterio de Guadalupe.
Continúa este hecho durante el siglo XVIII, momento en el que se
construyen importantes conjuntos dentro de explotaciones rurales
como la Casa de Perales (La Coronada)7 o la Casa Grande del Ber-
cial (Monterrubio de la Serena)8, ambas del Marqués de Perales del
Río y muy unidas a la trashumancia ganadera en la comarca de La
Serena9; La Garza (Oliva de Mérida), terminada en 1774; Campo-
4 GARRIDO SANTIAGO, M.: “Los castillos de Nogales y los Arcos”. Norba-Arte, Tomo
V, Cáceres, 1984.
5 ANDRÉS ORDAX, S.: “El castillo de la Encomienda de Piedrabuena (Badajoz) de la
Orden de Alcántara”. Actas del I Simposio sobre castillos de la Raya Portugal y Espa-
ña, Asociación Española de Amigos de los Castillos, Madrid, 1984; NAVAREÑO
MATEOS, A.: Arquitectura militar de la Orden de Alcántara en Extremadura. Editora
Regional de Extremadura, Mérida, 1987, pp. 209-224.
6 NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura militar de la Orden… Opus cit. pp. 308-317;
NAVAREÑO MATEOS, A.: Castillos y fortalezas en Extremadura. Diario HOY, 1998,
pp. 90-92.
7 MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Un ejemplo de arquitectura señorial en dehesa
extremeña: el cortijo del Marqués de Perales”. Actas del I Congreso Ibérico de Casas
Solariegas, (Vigo-Ponte de Lima, 13-16 de noviembre de 2002). Asociación Amigos
de los Pazos, Vigo, 2004, pp. 157-168; MALDONADO ESCRIBANO, J.: Arquitectura
en las dehesas de La Serena. Opus cit., pp. 148-162.
8 MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Cortijos y casas de campo en la Real Dehesa del
Bercial (Monterrubio de la Serena, Badajoz)”. Actas de los XXXII Coloquios Históricos
de Extremadura, (Trujillo (Cáceres), 22 al 28 de septiembre de 2003). C. I. T. de Tru-
jillo, Trujillo, 2004, pp. 351-364; MALDONADO ESCRIBANO, J.: Arquitectura en las
dehesas de La Serena. Opus cit., pp. 212-224.
9 MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Estudio histórico-antropológico de la trashumancia
ganadera en La Serena (Badajoz) y su repercusión en la arquitectura de sus dehesas”.
Congreso Internacional 550 Feria de San Miguel, Zafra (Badajoz), 2004.
1027
manes (Mérida), propia del Conde con el mismo título, con una
impresionante portada de estilo neoclásico y lugar donde estuvo
alojado durante un tiempo el rey Carlos IV; el Caserío de Batanejo
(Don Benito), situado en un enclave natural muy estratégico entre el
río Ruecas y el Guadiana; o el Cortijo de León (Badajoz), actualmen-
te en muy malas condiciones10.
1028
ejemplos de estas fechas son el Cortijo del Pesquerito (Badajoz),
actualmente abandonado; la Casa de la Portugalesa (Campana-
rio)12; El Carbajo (Jerez de los Caballeros), de los Condes de la Pue-
bla del Maestre y uno de los conjuntos más importantes en el aspec-
to heráldico de toda la región13; el Cortijo de Valdeorite (Almendra-
lejo); o Morante de San José, con numerosos talleres y secciones que
van desde la carpintería o la clínica veterinaria hasta la biblioteca o
el cine-teatro.
1029
hospital para tuberculosos en la década de los años treinta; Mesas
Altas (Acedera)14, en ruinas y de posible pronta desaparición; la
Casa de Los Valverdes (Villanueva de la Serena)15, finca utilizada
durante años para el cuidado de reses bravas; el Palacio-Castillo de
Cíjara (Herrera del Duque), levantado muy cerca de la antigua Casa
de La Golosilla por la familia Villapadierna y en pleno uso; y, por
supuesto, la Hacienda de Cantalgallo (Llerena), de la que nos ocu-
pamos en este trabajo.
1030
dehesas de dicho término a favor de Aldonza Fernández y los here-
deros de Juan Fernández Mesía17.
No volvemos a saber nada hasta 1608 cuando Francisco de
Coria nos aporta un dato muy interesante sobre una de las fincas
donde se construirá posteriormente una buena casa de campo18.
Nos referimos a la dehesa denominada Hubrecelada, Jubrecelada
o Cubrecelada, según distintos documentos, y que en la actualidad
no localizamos dentro de este término. Por su parte, Francisco de
Coria dice lo siguiente:
“(…) otro linage ay también muy principal en la villa de Llerena que
es de los Zapatas. tien el Maiorazgo de aquella casa, un dehesa cer-
cada con jurisdicion de por si llamada jubucelad; también es Patrón de
la Capilla de San Juan Baptista de Llerena, llamada de los Zapatas, en
la qual ay Doce capellanes con su capellanía mayor (…)”.
Como vemos, a comienzos del siglo XVII la finca que nos ocupa
en estos momentos le pertenecía a la familia nobiliaria de los Zapa-
ta quien además poseía importantes bienes urbanos19.
1031
Ya del siglo XVIII estudiaremos las respuestas generales que los
vecinos de Llerena dieron para la formación del Catastro de Ensena-
da en 1753. Particularmente cuando fueron preguntados a cerca de
su número y cuáles vivían en casas de campo respondieron:
“A la vigésima primera pregunta Dixeron que esta ciudad tendrá
mil y trescientos vezinos de todas clases, y fuera de ella no ay casas
de campo ni Alquerías que los tenga”20.
A pesar de que era un municipio con una buena cantidad de fin-
cas que rentaban altos caudales anualmente21, no se señala en nin-
guna de ellas cortijos destacados.
Varios son otros documentos que en la segunda mitad del siglo
XVIII tratan el tema que analizamos. Por un lado, en el Archivo Pri-
vado de los Conde de Puebla del Maestre se recoge un apeo de la
dehesa de Matillas realizado durante los años 1759 y 1765, donde
no se sitúa ningún edificio con interés para nuestro trabajo22. Tam-
poco localizamos buenos inmuebles en los asuntos tratados en Lle-
rena sobre pastos, dehesas y reparación de puentes desarrollados
desde 1780 y 179523. Pero sin duda, las fuentes de finales del XVIII
más relevantes y que nos hablan específicamente de alguna mane-
ra sobre casas de campo son el Interrogatorio de la Real Audiencia
y la obra de Tomás López, que pasamos a ver a continuación.
1032
Fig. 4. Detalle del Plano del Partido de Llerena (1791)
(A. H. P. C. MAPAS, PLANOS Y DIBUJOS, nº 36)
1033
igualmente fechado en 1791, se recoge muy cerca de la ciudad
“Canta el Gallo”, cuyo tema desarrollaremos en el lugar corres-
pondiente.
Por otro lado, en el mismo año se practica un reconocimiento de
la cañada real a su paso por este término26. Según los apeadores,
esta importante vía pecuaria principia en Llerena en el sitio que lla-
man del Canchal y pasa por “los sitios cañada arriva de los cerca-
dos, cardosa el cercon de Juan Ponze, Prados de Maoma, Arroyo
moreno, los Corrales, asta llegar a la Puente del Castillejo, donde se
concluió”.
La obra de Tomás López, como ya sabemos, una importante
fuente para el estudio de la arquitectura de las dehesas, desarrolla
para este municipio un informe del Licenciado D. José Fernández
Salamanca, firmado a 27 de junio de 1772 refiriéndose al partido
de Llerena27. En él, además de hablar del “suburvio o aldea llama-
do Canta el Gallo”, se citan las dehesas del Encinal, el Cercado y la
de Hona u Hondo, que se dibuja también en el Mapa geográfico del
Partido de Llerena fechado en 178228, al Norte y con una extensión
de una legua.
1034
Fig. 5. Detalle del Mapa Geográfico del Partido de Llerena, Tomás López (1782)
(S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA, Mapas de Extremadura, nº 106)
29 A. H. P. C. SECCIÓN REAL AUDIENCIA. Leg. 601, Exp. 178. Autos del pleito forma-
do por el Corregidor contra el Alcalde Mayor de Llerena por el arrendamiento de la
Dehesa de Valdecionera (1806)
30 A. H. N. SECCIÓN NOBLEZA (Toledo). GUADALCAZAR, C.2, D. 29. Arrendamiento
otorgado por el secuestrador y administrador del estado y condado de Arenales per-
teneciente a la marquesa de Mejorada en la provincia de Extremadura a favor de Don
Fernando Platero, vecino de Campillo, de la dehesita de la Encalada, partido de Lle-
rena, por término de 4 años (Llerena, 1813).
1035
Fig. 6. Plano de Llerena, Francisco Coello (mediados siglo XIX)
1036
Ya a mediados del siglo XIX, Pascual Madoz vuelve a tratar el tema
de Cantalgallo31, mientras que también nos aporta información a
cerca de las fincas y molinos de la ciudad. Así dice que “comprende
4.000 fanegas de tierra rotada, de las cuales son 1.092 de primera
calidad y las restantes de segunda y tercera; una dehesa de puro
pasto llamada del Encinar, que contiene cuatro millares poblados de
encinas y siete de pasto y labor llamados Buenvecino, Valdelahoya,
Arroyo-Molinos, Mingarro, Hondo, Canchal y Carneril; diez ahijade-
ros; dos baldíos, llamados el Zage y Valdelagrulla; 350 fanegas de
olivar; 120 de viñas; 91 de regadío, que ocupan 51 huertas”32.
En cuanto a la existencia de molinos en este término, de cuyas
casas hablaremos más adelante, dice Madoz que en la rivera deno-
minada con este nombre (“Los Molinos”) hay “17 de estos artefactos
harineros y algunas huertas”33. Algunas de ellas son señaladas por
Francisco Coello en su plano realizado por los mismos años34.
Poco tiempo después hemos localizado un cortijo, del que nada
más sabemos, tratado en el Itinerario descriptivo redactado por Gre-
gorio de Neira en 186435. Nos estamos refiriendo a Casablanca,
ubicada en el camino que va desde Llerena a Montemolín, a unos 7
kilómetros de la ciudad.
1037
A pesar de que Madoz no citaba nada más que la explotación a
la que dedicaremos una monografía como cortijo situado dentro del
término municipal de Llerena, sabemos que en 1863 existían
varios36. Así, la casa de labor Arroyomoreno a una distancia de 5
kilómetros y medio del núcleo urbano; Cantalgallo, del cual nos
encargaremos en la monografía específica; el Caserío de Los Labra-
dos, compuesto por 13 viviendas de un piso; el Cortijo Molinillo y el
de Prados de Vargas.
En el Nomenclátor de 188837 vuelven a citarse Cantalgallo y Los
Labrados, lugar donde vivían 50 personas según el Censo de 31 de
diciembre de 1887. Además, aparecen los cortijos de Bacas, Baldío,
Barrilejos, Buenvecino, El Canchal, El Encinar que albergaba 5
inmuebles distintos, La Moroya, Las Quinterías, Valdelahoya y la
casa de labor de La Zarza. Pero quizás lo más llamativo en este caso
es que encontramos de nuevo la “Casa de huerta de Jubrecelada”,
construcción que ya había recogido el Interrogatorio de la Real
Audiencia en 1791.
Los molinos y casas de huerta de La Ribera son los únicos nue-
vos en el Nomenclátor de 190038, con una organización general de
41 edificios de un piso más 8 referidos a albergues y situado a 7
kilómetros de Llerena. En 1940 se habla de ello ya como un barrio
dependiente de dicha ciudad con 60 edificios para vivienda y un
total de 260 vecinos39.
1038
Por otro lado, en el Registro fiscal de edificios y solares de Llere-
na40, fechado en este caso en 1926, se recogen importantes casas
de campo. Señalaremos a continuación las más destacadas debido
a que su conjunto es demasiado amplio en esta localidad:
- Dos casas de campo en la finca denominada Buenvecino que
pertenecían a Dª Emerenciana Murga y otros, con una cabida de
400 y 150 metros cuadrados respectivamente41.
- Una casa de campo perteneciente a D. Antonio Peña de las
Peñas. Se sitúa en la Viña del Sastre y posee una extensión de 176
metros cuadrados. Linda al Norte con el camino denominado de
igual forma42.
- Dª Rosa Cáceres era la propietaria de otra casa localizada en San
Bernardo, con un valor de 2000 pesetas y de 280 metros cuadrados43.
- Una casa en la Viña Mingarro. Con una extensión de 867
metros cuadrados, participaba de ella D. Manuel Cano Miranda.
Linda a la espalda con terrenos de D. Joaquín Moliner44.
- Una “Casa-Viña temporiles” en Labrados le pertenecía a Dª Ana
María Sánchez Solana. Ocupa 304 metros cuadrados y valía 750
pesetas en 192645.
- En Valdeflores y Borrega poseía D. Manuel Espadiña y Carape-
to una “Casa-cortijo”, de un valor de 3000 pesetas y que mide 576
metros cuadrados46.
- D. Juan Ponce Casco y Dª Fernanda Pedrero y Pedrero tenían
sendas casas de campo en la finca de Santa Elena. La primera
ocupa 192 metros cuadrados47, mientras que la otra posee 25048.
1039
- Una casa de 225 metros cuadrados en Quinterías, pertenecien-
te a D. Florentino Millán Martín49.
- Los hermanos D. Rafael y D. Antonio Rafael Sabido fueron pro-
pietarios de una “Casa-cortijo” localizada en Capablanca. Tenía un
valor de 1500 pesetas, mide 135 metros cuadrados y linda por la
derecha con Clemente Cabezas e izquierda con Ana de las Peñas.
Mira su fachada al Oeste50.
- Una “Casa-cortijo” en la finca denominada Cordiales, con 422
metros cuadrados, de D. Valentín Robina Candalija51.
- Dª Julia Llera Montero de Espinosa y D. Luis Henao Montero
fueron los propietarios de dos cortijos en Valdelaolla. El de ella con
una cabida de 210 metros cuadrados52 y el de él con 280 y 6500
pesetas de valor53.
- Los herederos de D. Francisco Mateos de las Morenas poseye-
ron un inmueble en el Cortijo del Francés, que mide 484 metros
cuadrados54.
- Varios edificios pertenecieron a D. Manuel Gallardo Mañanas.
Se sitúan en distintos terrenos denominados Colmenar-Canchal55,
Colmenar-Corcobado56, Colmenar Cagandando57 y Colmenar
Bajondillo58.
- D. Cristóbal Jaraquemada y Solís, vecino en Bienvenida, disfru-
tó de una “Casa-cortijo” de 387´86 metros cuadrados en Jarosa
Baja59. Su hermana Dª Mariana, por su parte, fue la propietaria de
1040
varias, como las situadas en la Vereda de las Gamitas60, en Casa
Sierra del Medio61, en Jarosa Alta62, o dos localizadas en Matagor-
da de 1462 y 426 metros cuadrados respectivamente63.
- Otra “Casa-cortijo”, pertenencia de D. José Gutiérrez Barueto
en Los Ángeles, que mide 300 metros cuadrados y tuvo un valor de
12000 pesetas64.
1041
Fig. 7. Cantalgallo. Vista general
65 LÓPEZ, T.: Opus cit. pp. 271-278: “Llerena, Partido de” (Manuscrito original: B. N.
(Madrid). MS 7299, ff. 38-59)
66 S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA. Mapas de Extremadura. Nº 2: Mapa de la Provin-
cia de Estremadura dedicado al Excelentísimo S. D. Pedro de Alcántara, Pimentel, Hen-
rriquez, Luna, Osorio, Guzman, Toledo, y Silva, Hurtado de Mendoza, Marqués de
Tavara, Conde de Saldaña, de Villada, y Duque de Lerma & c. Grande de España de
primera clase, y Gentil-hombre de Camara de S. M. con exercicio (…) Por D. Thomas
López. 1766.
1042
Figs. 8 y 9. Detalle del Mapa de la Provincia de Extremadura, Tomás López (1766)
(S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA. Mapas de Extremadura, nº 2) y Detalle del Cro-
quis de Extremadura, Tomás López (finales siglo XVIII) (B. N. (Madrid) MS. 20241/11)
1043
También lo encontramos en el croquis de Extremadura realizado
por López para su obra de finales del siglo XVIII67, en el Mapa Geo-
gráfico del Partido de Llerena fechado en 178268 y en el publicado
en su segunda edición en 1819 conocido como Mapa de la Provin-
cia de Extremadura con sus partidos, donde se presenta con la cate-
goría de “Lugar menor”69.
En torno a esos mismos años se refleja como “Casería o Deesa”,
próxima a la rivera que se lleva su mismo nombre, en el Mapa del
Partido de Llerena realizado por la Real Audiencia de Extremadura
en 179170, tal y como apuntábamos anteriormente.
Pascual Madoz, por su parte, habla del conjunto que nos ocupa
cuando se refiere a los límites del partido de Fuente de Cantos
diciendo que “concluye el término por esta parte, con la dehesa del
Pizarralejo, siguiendo la rivera de Villamartín arriba, hasta llegar a un
terreno y cortijo conocido con la denominación de Canta el Gallo,
cuyo terreno, enlazado con la sierra de Bienvenida, es bastante ele-
vado y contiene muchos olivares, huertas y caseríos (…)”71. En cuan-
to a la historia de Llerena nos aporta un dato muy interesante conec-
tando la ciudad con el sitio de Cantalgallo al escribir sobre aquella
de la siguiente manera:
“En la guerra de Sucesión, fue el punto designado para hospital
militar del ejército inglés; en la de la Independencia, se dio en sus
inmediaciones al sitio de Canta el Gallo, entre esta ciudad y Fuente
de Cantos, el 11 de agosto de 1810, la batalla de este nombre, y fue
saqueada por los franceses”72.
1044
Por último, antes de acercarnos a la explotación desde un punto
de vista formal y descriptivo, analizaremos otras fuentes fechadas en
la segunda mitad del siglo XIX. Así, en el Nomenclátor de 186373 es
citado como “Cortijo (casa de labor)” con un edificio de dos pisos
que es habitado constantemente. En 1888, no obstante, se amplía
su capacidad ya que, presentado como “Casas de huerta y molino
de aceite”, tenía 8 construcciones de un piso, otra de dos y 10 alber-
gues, barracas o chozas74. Era habitado entonces por 56 personas
según el Censo de 31 de diciembre de 1887.
Fig. 10. Detalle de La cría caballar en España, Juan Cotarelo (hacia 1861)
(S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA. Mapas de Extremadura, nº 97)
1045
Se dibuja igualmente en el mapa de La cría caballar en España,
compuesto por el Coronel D. Juan Cotarelo hacia 186175, donde se
dice que en Llerena hubo remonta del ejército en 1852, así como en
el Atlas Geográfico Descriptivo de la Península Ibérica de D. Emilio
Valverde y Álvarez, fechado hacia 188076, en el que lo vemos como
“Cortijo de Cantaelgallo”.
1046
Pasamos a continuación a describirlo en cada una de sus partes,
estancias y lugares.
El área residencial principal se dispone dominando la parte más
alta de la explotación, mezclándose en su fachada diversos elemen-
tos de carácter historicista así como otros del mismo estilo sevillano
que se puso tan de moda a comienzos del siglo XX en la Baja Extre-
madura y que fue utilizado en bastantes edificios urbanos de algu-
nas ciudades de esta provincia.
En su parte central puede apreciarse, por ejemplo, un balcón
mirador típico de la etapa decimonónica, que alterna en la parte
superior con un alero neobarroco, donde se sitúa el escudo nobilia-
rio de los dueños del inmueble, y una portada adintelada en la parte
baja realizada en ladrillo, al igual que la mayoría de los vanos.
1047
de ladrillo y un óculo circular con vidriera en el centro sobre el que
se dispone una imagen de Jesucristo Nazareno, cubierta ésta por un
frontón triangular partido en la parte inferior. La zona más alta
queda coronada por una espadaña donde se recuerdan las formas
serlianas, con paneles de azulejería, mismo material utilizado en los
florones que la rematan así como en la decoración de hiladas de
tejas utilizadas para cubrir todo el edificio.
El otro cuerpo lateral es algo más simple en su decoración de
fachada, dividiéndose en tres plantas y presentando un vano cubier-
to por tejadillo en la parte baja, otro semejante con balcón en el
centro y una ventana geminada ciega en la zona superior, simple-
mente visual ya que no cumple ninguna función y rematada con
azulejos y frontón triangular no saliente del muro. Se remata todo
con tejas vidriadas iguales a otras del edificio encima de una banda
de ladrillos decorada en estilo neomudéjar y florones como los que
vimos en la capilla lateral.
Fig. 13 Fig. 14
La fachada trasera de la misma casa principal se organiza, al
igual que la anterior, mediante un cuerpo central y otros dos a modo
de torres en los laterales. Éstos presentan una disposición muy pare-
cida a la que acabamos de ver en la principal: tres plantas con
vanos en cada una de ellas, siendo el superior, con doble arco de
medio punto, solamente decorativo. El centro de la misma es de
gran calidad y elegancia, organizado en dos plantas. En la parte
baja se abren tres grandes cristaleras a modo de enormes ventana-
les separados por pilares remados con zapatas. Delante de ellos se
abre una pequeña terraza desde la que se puede bajar por dos
1048
Fig. 15 Fig. 16
Figs. 13, 14, 15 y 16. Cantalgallo. Detalles de la fachada de la casa principal
1049
Además de los jardines que se sitúan justo delante y detrás de la
vivienda principal, que se cierran con verja de forja y postes rema-
tados con elementos cerámicos, en la parte trasera del conjunto resi-
dencial se localiza un amplio espacio natural donde encontramos
una gran piscina con patos y cisnes de cerámica que originalmente
echaban agua o un estanque a modo de fuente ovalada desde el
que caía la corriente hacia la zona más espectacular del jardín.
1050
Nos referimos a un espacio creado con diferentes fuentes de
gran calidad artística y realizadas en piedra, conectadas entre sí y
con pequeños puentes por los que puede subir el visitante recreán-
dose con su belleza, con grandes chorros centrales y peanas sobre
las que se disponían macetas y otros elementos naturales. Remata
todo en la parte más baja del conjunto con un sistema de grutas
semejantes a las que conocemos de ciertas villas italianas de la
época del Renacimiento y Manierismo, creándose pasadizos y cue-
vas con pequeñas cascadas donde se dispusieron imágenes sagra-
das entre las que recordaremos un panel dedicado a la Virgen
María y otro a San Fernando, que es uno de los santos a los que se
encomienda la explotación, en honor al nombre del promotor de la
misma, como ya sabemos D. Fernando Zambrano.
Todo se completa con un buen conjunto de bancos y mesas en
piedra, zonas ajardinadas, grandes árboles, pasarelas cubiertas con
enredaderas o pajareras metálicas de gran tamaño.
1051
Por otro lado, el área residencial se conecta con otras dependen-
cias laterales mediante galerías soportadas por grandes vigas de
hierro dispuestas desde la planta primera de la casa principal que
se sustentan asimismo en delgadas columnas del mismo material.
Con este elemento se hace alarde, de nuevo, de la calidad de las
edificaciones así como de su sistema constructivo. A ambos lados de
la vivienda, aunque separadas de ella, se encuentran distintas
dependencias o estancias. Destacamos principalmente el edificio de
las escuelas, con una fachada partida en dos espacios con diferen-
tes vanos rectangulares y rematada por sendos frontones triangula-
res y tejados a dos aguas, o los pabellones residenciales destinados
a albergar a los trabajadores de la finca, de dos pisos, muchos ven-
tanales, cocheras y una portada de entrada con zaguán desde
donde se organiza el paso a distintas viviendas secundarias dispues-
ta en uno de los laterales.
1052
Cerca de esta entrada se alza la impresionante torre del reloj, de
varios cuerpos en altura decorados con arcos geminados de medio
punto y el reloj propiamente dicho dispuesto en la zona superior,
rematado todo con cúpula semiesférica, sobre la que se sitúa la
campana envuelta en una forma de forja artística, y con pináculos
en cada una de las esquinas de la misma.
1053
trata de un sencillo vano de medio punto enmarcado con alfiz. En
su interior se aprecia una bóveda vaída en el cuerpo principal y otra
de arista para la nave.
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La cabecera se decora con un retablo de estilo neobarroco en
cuya calle principal se presenta una escultura de la imagen titular
anteriormente mencionada y en las laterales, dispuestas delante de
columnas salomónicas estriadas de orden compuesto, otras seme-
jantes de San José con el Niño y San Fernando. Distintos elementos
de interés son otro retablo neogótico situado en el lado de la Epís-
tola, paneles de azulejos donde volvemos a encontrar al mismo rey
santo español (con las llaves, la bola y la espada) y un púlpito con
enorme sabor popular a los pies del templo.
Al lado de dicha iglesia se localiza una fuente con brocal de már-
mol, octogonal y con un elemento de base cuadrada en su centro
donde se disponen los caños de agua y que es parecido a otros pos-
tes que vemos en los distintos muros de la finca. La construcción de
esta fuente se llevó a cabo, según una inscripción que se lee en una
de sus caras de mármol, para encomendar a Dios el ruego por el
alma de su promotor.
Como hemos ido viendo, se trata de una explotación muy com-
pleta donde se mezclan los espacios residenciales con los propios de
las labores del campo, así como otros necesarios para la vida de un
gran número de personas. Para terminar señalaremos la existencia
de palomares, situados en zonas altas y concebidos igualmente con
principios estéticos; una plaza de tientas para disfrutar de capeas y
novilladas, con su tribuna desde la que disfrutan los personajes más
destacados de la hacienda; otros estanques para almacenar agua
decorados con elementos artísticos; casas algo más separadas de la
principal para más trabajadores de la finca, como pastores o perso-
nal de mantenimiento; otros talleres, un molino de aceite, laneras,
caballerizas, esquileo, etc.
En cuanto a la señalización del lugar nos ha resultado bastante
llamativo que, además del poste de mármol situado a la entrada de
la finca colocado por orden particular donde se lee “CARRETERA PAR-
TICULAR DE DON FERNANDO ZAMBRANO A SU HACIENDA DE
CANTALGALLO”, apreciamos que las distintas señales de las carrete-
ras cercanas indican la dirección y distancia de dicha explotación.
Esto nos habla, entre otras cosas, de la importancia de la misma así
como de su repercusión en la zona a lo largo de su historia.
1055
Figs. 27 y 28. Cantalgallo. Interior de la iglesia, púlpito y panel de azulejería con la
representación de San Fernando
1056
En 1926 queda recogido todo el conjunto en el Registro fiscal de
edificios y solares de Llerena77, que ya conocemos. Así, encontramos
la “Casa, jardín y parque”, localizada en la Hacienda de Cantalga-
llo, perteneciente a D. Fernando Zambrano de Alday, con un valor
de 20000 pesetas y un total de 4200 metros cuadrados78.
1057
- Otra “Casa para obreros”, con 300 metros cuadrados de exten-
sión82.
- La “Casa morada de hortelanos”, que se describe con 1200
pesetas de valor y 336 metros cuadrados, ubicada en la Huerta
Aguilar de Cantalgallo83.
- Una “Casa-pastores”, de 387 metros cuadrados que valía 1800
pesetas84.
- Y la “Casa del Guarda”, localizada en la Cerca Padre Tadeo-
Cantalgallo, con una extensión de 450 metros cuadrados85.
Así como también quedan descritos los distintos talleres, depen-
dencias agropecuarias u otros espacios propios de la explotación
que estudiamos. Destacaremos los siguientes:
- La “Cochera”, de 215 metros cuadrados de cabida86.
- “Pajar y tinaones”, que valían 3700 pesetas y se presentan con
un total de 925 metros cuadrados, ubicados lindando por el Este
con la cochera87.
- “Lanera y dependencias agrícolas”, con un valor de 4500 pese-
tas y una extensión de 1200 metros cuadrados88.
- Un “Molino de aceite”, que mide 1100 metros cuadrados y
valía en 1926 9000 pesetas89.
- La “Bodega”, con 220 metros cuadrados90.
- “Almacén pajar y cuadra de la Cruz”, de 340 metros cuadrados
de extensión y 2000 pesetas de valor91.
- “Herradero y tinahones”, que miden en total 980 metros cua-
drados92.
1058
- La “Terraza-esquiladero”, de 220 metros cuadrados93.
- Dos palomares, uno con una cabida de 46 metros cuadrados y
700 pesetas de valor y otro de 68 metros cuadrados que valía algo
menos, 340 pesetas94.
- En el Espinar de Cantalgallo se presentan incluso dos “Colme-
nares sin albergue (cercado)”, de 530 y 180 metros cuadrados res-
pectivamente95.
1059
Por último también se recogen, entre otros elementos, la carrete-
ra, un cuartel de 434 metros cuadrados, un invernadero de 28, una
estufa, varias fuentes, estanque, una terraza y varios pajares y
cobertizos96.
Al mismo D. Fernando Zambrano de Alday le pertenecían otras
fincas donde también existían en 1926 distintas casas de campo con
elementos residenciales y agropecuarios. Así, en dicho Registro fis-
cal de edificios y solares de Llerena localizamos los siguientes inmue-
bles de su propiedad:
Una casa en el Llano del Toril, que mide 50 metros cuadrados97.
Una “Casa-guarda” y otra “Casa-majada de cerdos” ubicadas en
La Morolla, con 420 y 284 metros cuadrados de extensión respecti-
vamente98.
La casa para el guarda en la finca del Canchal, de 750 pesetas
de valor y 153 metros cuadrados de cabida99.
Una “Casa-huerta” con valor de 600 pesetas y de 184 metros
cuadrados en la denominada Huerta Vaquera100.
Otra casa para el guarda de la Cerca de Torregas, de 100
metros cuadrados101.
Otra semejante en “Cubrecelada”, con una cabida de 1035
metros cuadrados y un valor de 1880 pesetas102. En la misma finca
se señala también la casa del hortelano, con 292 metros cuadrados
cercana a la anterior103. Debe referirse a la que ya ha sido citada
en el Interrogatorio de la Real Audiencia y el Nomenclátor de 1888,
entre otros documentos.
1060
Dos “Casas huertas” en las fincas llamadas Huerta de la Virgen
y Huerta del Santo. Miden 79 y 96 metros cuadrados respectiva-
mente104.
Una casa y un “Albergue de colmenar” en las Cardosas. La resi-
dencia posee un valor de 2100 pesetas y mide 440 metros cuadra-
dos105, mientras que el otro edificio posee una extensión de 300106.
Queremos terminar fijándonos en la cantidad de habitantes que
albergó en 1940, elevándose a un total de 100, repartidos en 20 edi-
ficios107. Veinte años después vivían habitualmente en Cantalgallo 89
personas (38 hombres y 51 mujeres). En 1960 se desarrollaba este
complejo con 19 viviendas más 6 “Alojamientos o albergues”108. En
la actualidad su estado de conservación es muy bueno y continúan
utilizándose prácticamente todas las dependencias e instalaciones.
Viven en él varias familias y se trata pues de uno de los complejos
con mayor calidad en plena actividad de la Baja Extremadura.
1061
ESTUDIO III
1065
la Corona o del propio Concejo, en este caso a favor de algunas
de las ilustres familias que protagonizaron la repoblación tras la
Reconquista1.
Son muchos los vestigios conservados en los campos cacereños
donde se evidencia este concepto de defensa y seguridad, tanto de
las personas que se dedicaban a estos menesteres rurales como la
del ganado y la de la producción en general, lo que se confirma por
la existencia, todavía, de varias torres, casas fuertes y castillos en
muchas dehesas cacereñas2. Algunas de estas construcciones se han
ido transformando en auténticos cortijos, combinando la defensa y
seguridad con la función residencial y la productiva, pero otras han
mantenido plenamente definida su imagen castrense sin recibir aña-
didos ni transformaciones al haberse construido las instalaciones
agropecuarias en lugar separado.
Así puede apreciarse en la llamada Torrecilla de Lagartera, ejem-
plo de castillo familiar rural, de pequeño tamaño, que aún se ve
dominando la presa del embalse del río Salor. El elemento más anti-
guo es la torre, que parece haber sido un volumen único y exento
que se remonta a finales del siglo XIV, al cual se debió añadir en el
XV el pequeño recinto amurallado que configura al conjunto como
castillo. Precisamente en esas fechas, concretamente en 1399, la
dueña de esas tierras, Inés Fernández de la Cámara y Sotomayor,
pide que se le diesen libres las casas que los portugueses quemaron
1 Sobre este asunto pueden verse entre otras obras, FLORIANO CUMBREÑO, A.: La
Villa de Cáceres y la Reina Católica, II. Ordenanzas sobre las labranzas y pastos de
Zafra y Zafrilla, Cáceres, Tip. de Santos Floriano, 1917; ZULUETA ARTALOYTIA, J.A.:
La Tierra de Cáceres. Estudio Geográfico, Madrid, C.S.I.C. y Universidad Autónoma,
1977; CLEMENTE RAMOS, J.: La sociedad en el Fuero de Cáceres (Siglo XIII), Cáce-
res, Institución Cultural “El Brocense”, 1990, pp. 27 y ss.; GARCÍA OLIVA, M.D.:
Organización económica y social del concejo de Cáceres y su tierra en la Baja Edad
Media, Cáceres, Institución Cultural “El Brocense”, 1990; PEREIRA IGLESIAS, J. L.:
Cáceres y su tierra en el siglo XVI. Economía y sociedad, Institución Cultural “El Bro-
cense”, 1990, pp. 49 y ss., 179 y ss.
2 El tema ha sido ampliamente estudiado por nosotros. Ver NAVAREÑO MATEOS, A.:
Arquitectura residencial en las dehesas de la Tierra de Cáceres (Castillos, palacios y
casas de campo), Cáceres, Institución Cultural “El Brocense”, 1999.
1066
en Lagartera y el ganado que robaron cuando entraron en el térmi-
no de Cáceres, señalándose también que en esta señora recayó la
propiedad de la “Casa Fuerte, iHeredamiento de la Lagartera”3. Sus
descendientes todavía figuran como dueños de la dehesa al menos
en 15164, confirmando así la existencia de una edificación fortifica-
da en la misma y la necesidad de su existencia como recurso defen-
sivo ante un ejército organizado o, simplemente, como ocurre otras
veces, ante la presencia de bandidos y ladrones de ganado.
Esta zona de los campos del río Salor estuvo intensamente forti-
ficada, por lo que no es una excepción este caso de Lagartera que
hemos citado. Muy cerca, hacia la cola del mismo embalse, se ve
todavía el castillo del Cachorro, que también surge inicialmente
como torre exenta a finales del siglo XV, muy esbelta y airosa, en el
medio del campo, como habíamos visto en la Torrecilla de Lagarte-
ra, sólo que esta ni siquiera ocupa un sitio elevado, sino que se
emplaza en un lugar llano, prueba de que no fue levantada como
torre o castillo roquero para defender un territorio, sino como sim-
ple atalaya defensiva y vigía de un “terreno”, con funciones más
cotidianas y domésticas como pudiera ser la seguridad del campo y
del ganado, por lo tanto para un fin más doméstico que político.
Parecida significación tiene el Castillo de Mayoralgo, salvo que este
es un ejemplar de grandes proporciones y muy bien dotado para la
defensa. De hecho evidencia que tuvo muy poca o ninguna dedica-
ción rural, por eso, pasado el tiempo, se construyen al lado edifica-
ciones propiamente residenciales y agrícolas, como las de la casa de
Carvajal Villalobos (Mayorazgo). Similares características posee la
casa fuerte semiarruinada que preside el despoblado de Zamarrilla,
o la Fortaleza de Carretota, de la que se tiene mayor información
documental. Esta es una torre prismática exenta, con recinto envol-
vente de planta cuadrangular protegido por cubos en los ángulos, a
1067
modo de baluartes. Sabemos que promueve la obra Alfón de Torres,
Mariscal de Castilla, contando en 1476 con privilegio real de Isabel
la Católica, quien le permitió dotar la construcción, incluso, con pie-
zas de artillería, según se dice: “tiros de pólvora gruesos”. Aunque
la torre y su recinto no albergaban dependencias de carácter rústi-
co, parece claro que la única justificación de su construcción es la
ser considerada un elemento simbólico de poder y además un
recurso potencial, o al menos disuasorio, para la defensa de la
dehesa y del ganado, lo cual está abalado por la denuncia que for-
mulan los vecinos de la finca5.
Otras construcciones defensivas medievales se han ido configu-
rando como auténticos cortijos y unidades de producción agrope-
cuaria, aunque conservan bien reconocibles sus recursos castrenses
primitivos, como la Torre de los Mogollones y también la Torre de
Juan de la Peña, o la de Las Seguras, torre y casa fuerte transforma-
da en castillo en pleno siglo XX, o las casas fuertes de Corchuelas,
Mayoralguillo de Vargas, Casa del Aire, las Cerveras, Santiago de
Bencáliz, Torre del Camarero, Malgarrida y Martina Gómez, entre
otras que todavía siguen siendo el casco principal de los cortijos
desde donde se administran las respectivas dehesas. Esta necesidad
de defender el territorio rural y de encastillamiento de los dueños de
algunas de estas dehesas se proyecta hasta bien el siglo XVI, como
se evidencia en los castillos de Arguijuela de Abajo, iniciado a fina-
les del siglo XV, y en el de Arguijuela de Arriba, comenzado desde
comienzos del siglo XVI, magníficos testimonios de la arquitectura
castrense en el campo cacereños en tiempos Modernos, pleno siglo
del Renacimiento, y como siempre, para garantizar la defensa de la
propiedad, servir de referencia visual del poder de sus dueños y,
además, constituir el centro administrativo, económico y residencial
de la explotación.
En realidad, a partir del siglo XVI se prestará menos atención al
aspecto defensivo y se procurará mayor interés por los recursos resi-
5 Para más información sobre esta y las demás construcciones aquí reseñadas ver
NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 97 y ss.
1068
denciales, la comodidad y habitabilidad de la casa, sin olvidar el
carácter representativo, constituyéndose verdaderos palacios y casas
de recreo como si de una edificación palaciega urbana se tratara,
como vemos en muchas de estas casas de campo cacereñas: Enja-
rada, Carvajal Villalobos (Mayorazgo), Hijada de Vaca, Arenales y
otras que se conciben decididamente como auténticos palacios,
además de cómo centro de la explotación. Pero además se construi-
rán en el mismo inmueble o en sus cercanías todas las instalaciones
necesarias para el gobierno y explotación de la dehesa, como tina-
dos, pajares, cuadras, hornos, capillas, etc., siempre en relación con
la actividad agropecuaria que se realice en la misma.
1069
LA DEHESA: EXPLOTACIÓN AGROPECUARIA
1070
directo, como en Lagartera, o la Aldihuela, por ejemplo, o en otras
dehesas situadas en torno a los ríos Salor y Guadiloba; las de “pasto
y montanera” son las que cuentan además con monte alto, preferen-
temente con arbolado de encina o alcornoque, como la Alberca,
Arguijuela de Abajo, por citar algunos ejemplos de ubicación diferen-
te, o el Guijo y, en general, varias dehesas de la sierra de San Pedro;
de “pasto, labor y montanera”, cuando reúnen todas las condiciones
simultáneamente, como acontece en algunas de la sierra de San
Pedro, entre otras Malanda, Majada Nueva, o Jaramediana. A todas
estas posibilidades, casi siempre en relación con la dedicación como
tierra de labor, pastizal, o monte para la alimentación del ganado,
hay que sumar la propia rentabilidad del corcho que se extrae del
alcornoque, que habrá que considerar como valor añadido en
muchas dehesas con independencia de su explotación ganadera.
Los mejores pastos son los de invernadero, es decir, las prime-
ras hierbas que salen desde otoño y se mantienen en invierno,
desde finales de septiembre hasta final de marzo o mediados de
abril. En esta etapa puede incluirse la montanera, que dura hasta
finales de noviembre y consiste en el aprovechamiento del granillo
(la bellota) con el ganado en el mismo monte. A continuación se
sucede el llamado veranadero, hasta mediados o finales de mayo,
con las hierbas de primavera gracias a las, todavía, frecuentes llu-
vias. Sin embargo, desde finales de mayo se inicia el largo período
de sequía que ocupa todo el verano o agostadero, que se extiende
hasta finales del mes de septiembre, con escasísimas o ninguna
precipitación.
La protección del arbolado también afecta a todas las dehesas y
demás propiedades, las cuales eran vigiladas por los guardas del
concejo y, caso de detectar daños de cualquier tipo, sus propietarios
eran denunciados ante el Ayuntamiento, como ocurre, por ejemplo,
en la reunión del Consistorio de 20 de marzo de 1702, donde entre
otros asuntos se da cuenta del corte ilegal en la dehesa de Mayoral-
go, así como de la realización de rozas y cortes de árboles en la
Solana de las Canalejas, baldío de la sierra de San Pedro, al mismo
tiempo que se formulan algunas advertencias respecto al peligro de
quemas e incendios de dehesas en verano, muchas veces promovi-
1071
dos por los propios “pastadores” del ganado “para su desembara-
zo y mejor gozo”7.
1072
del dueño o condicionado por la tradición del lugar8. Los más com-
plejos constituyeron en algún momento verdaderos núcleos de
población capaces de funcionar con un alto índice de autonomía,
casi autoabasteciéndose y disponiendo de diversidad de recursos
alimenticios como de servicios, contando a veces con talleres, hor-
nos, molinos, capilla, y en algunas ocasiones hasta con escuela.
Naturalmente, esto requiere de una nómina muy amplia y diver-
sificada de empleados, algunos de los cuales son fijos y precisan de
su propia vivienda, donde también se recoge su familia completa,
como el casero, que también puede ser al mismo tiempo el encar-
gado de la explotación y guarda, ocupándose de cuidar la casa del
dueño, hacer la comida cuando estos están en la dehesa, y atender
otros servicios. Las casas más importantes, cuando los dueños se
desplazan a vivir en temporadas al campo, suelen llevar el servicio
doméstico habitual que les atiende en la ciudad durante el resto del
año. También son empleados fijos uno o varios pastores, y el por-
quero. Los pastores de majada pasan temporadas en el monte y pre-
cisan de la construcción de cabañas o chozos con estructura vege-
tal; fabricándose a veces chozos de piedra, fijos, en las proximida-
des de la casa principal, o chozos llamados de horma, que son un
tipo intermedio, con una base o zócalo de piedra, duradera, y la
cubierta de tipo vegetal, renovable. Por su parte el porquero suele
figurar con vivienda, generalmente ubicada en las proximidades de
las corraladas y zahúrdas que, a su vez, están algo alejadas de la
casa principal, por razones obvias de malos olores. El aperador, es
el encargado del mantenimiento de herramientas y aperos de
labranza y, como veremos, a veces cuenta con un taller que en oca-
8 Muchas de estas formas y tipologías están recogidas en nuestro libro sobre Arquitec-
tura residencial en las dehesas de Cáceres, ya referido. También se aproximan a estos
modelos arquitectónicos las fórmulas constructivas aplicadas en otros ámbitos cerca-
nos, tanto al norte de la región extremeña como en la Baja Extremadura, por lo que
pueden verse para uno y otro caso, respectivamente, entre otras, las obras siguien-
tes: NIETO GONZÁLEZ, J.R. y PALIZA MONDUATE, M.T.: La arquitectura en las dehe-
sas de Castilla y León, Albacete, Junta de Castilla y León, 1998; MALDONADO
EXCRIBANO, J.: La arquitectura en las dehesas de La Serena (Badajoz), Badajoz,
Diputación Provincial, 2005.
1073
siones puede disponer de carpintería y fragua. En las explotaciones
más complejas existe la figura del capataz o manijero, que dirige a
los gañanes y mozos del cortijo, y además se encarga de contratar
al personal eventual en función de las labores temporales o estacio-
nales, como el esquileo, en mayo; la recolección de cereales y legu-
minosas, de mayo a julio; el viñedo, en septiembre, la aceituna en
diciembre, etc. Para estos operarios temporales, el caserío precisa
de una habitación grande donde estos empleados puedan dormir,
dotada a veces de cocina o chimenea para la preparación de la
comida.
El resultado final será la configuración de un complejo arquitec-
tónico diversificado en el que se combinan edificaciones residencia-
les de carácter señorial con las de tipo doméstico y popular; otras
para las actividades lúdicas o de representación de los dueños, junto
a las de índole económica y productiva. En suma, un microcosmos
con alto grado de representatividad de la realidad social y económi-
ca del lugar y de la época.
La casa principal
El tipo y porte de la casa principal o vivienda para los dueños
puede responder a modelos muy diferentes, desde la sencilla y
popular casa de campo o de labor, hasta la casa palacio verdade-
ramente suntuaria y señorial. En general, las casas de mayor cate-
goría tienen al menos dos pisos, en la inferior se emplazan las
dependencias de uso público o colectivo, o las destinadas a los ser-
vidores y empleados de la dehesa, mientras que la planta superior
reserva las habitaciones de carácter privado y de uso exclusivo de los
dueños.
En el piso inferior, una primera habitación organizada en torno
a una gran chimenea de campana, sirve de zaguán, cocina, come-
dor y habitación de estar, actuando asimismo de distribuidor donde
se organiza la circulación de la casa. Otras veces la cocina es una
pieza más aislada y recogida, constituida por una chimenea hogar,
con bancos o pollos corridos en derredor, bajo la gran campana.
Generalmente esta dependencia es usa por el casero o encargado
de la finca y a veces por otros empleados cuando no poseen casa
1074
independiente. En la planta baja también suelen disponerse otras
dependencias, como graneros, laneras, almacenes para los produc-
tos de la cosecha, o caballerizas. También en planta baja pueden
instalarse otras habitaciones, a veces un despacho para el adminis-
trador y, sobre todo, la capilla para la celebración de oficios religio-
sos públicos, para el personal de la propia casa y de las cercanías.
En ocasiones esta capilla de culto colectivo se ubica en edificio inde-
pendiente construido al lado de la casa principal.
La planta superior, como decíamos, suele estar dedicada al uso
exclusivo de los dueños y por ello es reconocible el mayor confort,
calidad en los acabados y la diversidad de sus dotaciones. En esta
planta se ubican los dormitorios, salones y habitaciones privadas de
la familia titular, además de su cocina y otras instalaciones de servi-
cio. Algunas salas se adornan con molduras, blasones, esgrafiados o
pinturas al fresco, y las más importantes cuentan con chimenea fran-
cesa. Con independencia de la existencia o no de capilla de uso
público, en planta baja o en edificio exento, varias de estas casas dis-
ponen de un oratorio privado en alguna habitación del piso superior.
A lo largo de los tiempos evoluciona el diseño y compartimenta-
ción de la casa de campo, siguiendo generalmente las corrientes
estéticas de cada época, aunque adaptadas, en mayor o menor
medida, a las funciones camperas que tienen que desarrollar.
En el siglo XVI se impone el modelo de casa palacio configurado
de forma muy parecida al tipo urbano, con escudos heráldicos, pin-
turas al fresco, molduras en ventanas, a veces capillas, como hemos
dicho, patios con columnas y capiteles clásicos, incluso torres, mata-
canes y almenas. Son muchos los testimonios donde se aprecia la
aplicación de estas características, como en las casas de Hijada de
Vaca, Carvajal Villalobos, los Arenales, La Enjarada; o en los casti-
llos de la Arguijuela, y en otros castillos y torres donde ya hemos
visto que también, en alguna medida, desarrollaron su función
como cortijo.
Durante los siglos XVII y XVIII la casa se configura de forma más
cerrada, tendiendo a la planta rectangular o cuadrada, con una
cubierta unitaria cerrada a cuatro aguas. Se aprecia en ellas una
mayor dedicación a las tareas del campo, con su planta baja traza-
1075
da de forma más racional, tomando como eje un pasillo que recorre
la casa desde la fachada principal a la trasera, el cual sirve para
comunicar la plaza y fachada de entrada con los patios y corrales tra-
seros, y al mismo tiempo permite organizar la distribución de las
habitaciones de la casa de forma simétrica a uno y otro lado del
mismo y a su vez, con la correspondiente caja de escaleras facilita el
acceso a la planta alta, lo cual podemos ver con mayor o menor rigor
en casas como las de las Seguras de Arriba y la de Zamarrilla, o en
las de Lagartera, Calera, Trasquilón y Arrogatos. Algunas de estas
también con su capilla incluida en el mismo volumen o levantada al
lado en una construcción propia. Ahora se toma como costumbre
disponer de un jardín exterior precediendo la fachada principal.
1076
con su fachada precedida por un jardín; mientras que las otras tres
son para las dependencias de labor y para el servicio y los emplea-
dos que trabajan en la dehesa, como se ve, entre otros casos, en
Torre del Guijo, Casablanca o Malanda, y con algunas variaciones
en La alberca, Covacha de Castellanos o Aldehuela, entre otras.
Instalaciones agropecuarias
Las dependencias para el funcionamiento agrícola y ganadero
del cortijo constituyen el justificante económico de su existencia. Por
ello son imprescindibles diversas naves y edificaciones en función del
uso y tipo de explotación: desde las relacionadas con la estabula-
ción o alimentación del ganado, o las de almacenamiento de cose-
chas y de materiales de todo tipo, hasta las del mantenimiento de la
herramienta y de la propia casa. Aquí citaremos las más frecuentes
y necesarias.
El tinado es un edificio para el ganado vacuno. Tiene los pese-
bres separados del muro para poder atender el reparto del pienso
sin tener que moverse entre las reses.
1077
Fig. 5. Planta del tinado anexo a la casa de la Enjarada
1078
de varios tramos contiguos merced a la disposición de arcos transver-
sales, como el de Arguijuela de Abajo, de grandes proporciones, levan-
tado junto a otras construcciones al lado del castillo, o el de la casa de
Carvajal Villalobos (Mayorazgo), ya casi arruinado por completo.
Para el ganado equino se dispone de la cuadra, pero en este
caso se suelen colocar los pesebres adosados al muro más largo.
Estos animales desarrollan su trabajo en labores agrícolas, traspor-
te o tiro en la explotación.
Especialmente los caballos, o algunos ejemplares de esta espe-
cie, resultan ser animales muy próximos al dueño y a la familia,
tanto para la monta como para el tiro de sus carruajes, por lo que
con frecuencia esta dependencia, nombrada entonces como caba-
lleriza, se halla incluida en la misma casa principal, accesible por
una puerta trasera o, en ocasiones, por el zaguán y puerta principal.
Esta disposición de la caballeriza o cuadra en el interior de la casa
principal la encontramos en edificaciones tan dispares en cronolo-
gía y situación como en el castillo de la Arguijuela de Abajo o en la
casa de La Calera, por poner sólo dos ejemplos.
El ganado ovino tiene mucha importancia en la tierra que estu-
diamos, utilizándose para su recogida el Aprisco, también conocido
a veces con el nombre genérico de tinado. Suele tener el piso de tie-
rra para absorber las deyecciones líquidas, mientras que los restos
sólidos se aprovechan como estiércol para el abonado. Es muy inte-
resante el tipo de aprisco que hemos visto reiterarse en la zona de
los Llanos de Cáceres, consistentes, como veremos, en un nave alar-
gada flanqueada en los extremos por dos crujías transversales, deli-
mitando entre las tres el corral respectivo.
El corral es un cercado asociado al tinado o al aprisco que per-
mite el movimiento del ganado al aire libre. En cada caserío suele
haber más de uno, incluso a veces con dedicación especializada, no
sólo dependiente del tinado o del aprisco sino también de la cuadra,
pues en ocasiones se habla de “corral para yeguas”.
También se asocian con el ganado una o varias dependencias
usadas como pajar, para almacenar este alimento del ganado, por
lo que suele estar junto a las cuadras y tinados y, algunas veces, en
un piso alto sobre estas dependencias.
1079
Entre las instalaciones de estos cortijos figura algunas veces el
granero, aunque no es esta una pieza imprescindible habida cuen-
ta de la dedicación fundamentalmente ganadera de algunas explo-
taciones. Cuando se produce cereal o productos leguminosos la
cosecha suele almacenarse en lo que se llaman trojes o graneros,
ubicadas preferentemente en alguno de los pisos de la casa princi-
pal, como todavía se puede ver en la casa de Carvajal Villalobos
(Mayoralgo), ocupando la entreplanta en su totalidad, en la que
todavía se conservan en perfecto estado las compartimentaciones
para los distintos frutos de la cosecha.
1080
ladas de escasa altura, cubiertas también con lanchas de piedra y
rematadas con tierra y barro que actúa como aislante térmico. A
veces se usan construcciones de mayor volumen, llamadas zahur-
dón, para albergar varias cabezas. En todos los casos estas instala-
ciones se emplazan algo alejadas de la casa principal por cuestión
de higiene, insectos y malos olores, pero como requieren la asisten-
cia de un cuidador permanente, suele levantarse en las cercanías la
llamada casa del porquero.
1081
son muy frecuentes los chozos fijos, construidos de piedra o ladrillo,
con bóveda también estable, en forma de cúpula o con tejado a dos
aguas. También son muy utilizados los llamados chozos de horma,
consistentes en un volumen cilíndrico construido de piedra, por lo
tanto fijo y duradero, sobre el que se levanta una estructura vegetal
renovable al cabo del tiempo. En la parte más occidental del área
que estudiamos, entre Arroyo de la Luz y Aliseda, suele ser frecuen-
te un tipo de chozo de piedra, parecido al “bohío”, de cuerpo cilín-
drico y tejado a dos aguas, o con la cubierta cónica mediante estruc-
tura pétrea dispuesta por aproximación de hiladas, muy extendido
en la comarca de Alcántara, situada en las proximidades9.
En el Libro de Yerbas de Alfredo Villegas, elaborado como sabe-
mos a comienzos del siglo XX10, se citan diversos tipos de chozos en
las dehesas de la tierra de Cáceres, resultando en total una elevada
cantidad de ejemplares, lo que delata que en las fecha era, todavía,
una solución arto frecuente en los campos extremeños y, desde
luego, absolutamente necesaria y en plena vigencia entonces, dadas
las condiciones de trabajo en el campo, mientras que hoy está en
franco, si no en total, retroceso. Se usan entonces diversos tipos,
como el llamado chozo de monte, que es el más rústico y efímero,
pues se erige como albergue temporal y se constituye con estructu-
ra y cubierta íntegramente vegetal. Como hemos dicho, también es
muy frecuente el uso del chozo de horma, del que ya hemos dicho
que se configura con muros de piedra y cubierta vegetal renovable,
por eso a veces se citan alguno de estos ejemplares como “chozo de
horma sin cubrir”, confirmando la posibilidad de usarlo de una u
otra forma. Los chozos fijos, de obra, suelen fabricarse con cúpula
9 Ver ROVATI, P.: “Singolare presenza di numerosi ripari circolari nella comarca di
Alcántara (Cáceres)”, Quaderni del Liceo Scientifico Italiano, Anno I, nº 1 (1992-93),
pp. 201-215. El autor cita otras soluciones parecidas utilizadas frecuentemente en Ita-
lia, como en Cerdeña o en los Abruzzos; incluso, la solución de cúpula falsa de apro-
ximación de hiladas puede relacionarse con la más compleja, ya casi de tipo urba-
no, arquitectura de los “Trulli”, de Albero Bello, en la Puglia.
10 VILLEGAS, A: Nuevo Libro de Yerbas de Cáceres, Cáceres, 1909.
1082
semiesférica vista o con tejado a dos aguas, citándose en cada caso
como chozo “de bóveda”, o “cubierto de teja”, respectivamente, de
los que todavía pueden verse algunos ejemplares en buen estado
cerca de la casa principal de algunos cortijos y casas de campo11.
En casi todas las casas de campo el gallinero es uno de los ele-
mentos imprescindibles, y generalmente suele estar al cuidado de
los encargados o guardas de la finca. La ausencia de gallinas ali-
mentándose y deambulando en patios y alrededores de la casa
suele ser señal de ausencia de moradores permanentes en el case-
río. Otros animales de corral son menos frecuentes, aunque a veces
también se crían pavos y palomas, por lo que en ocasiones se habla
de pavera o de palomar, aunque por lo general no se no se emplea
instalación especializada, siendo lo más frecuente, en este caso, la
utilización de habitaciones o construcciones abandonadas o en des-
uso. Uno de los casos más llamativo en cuanto a producción de aves
es el de Conejeros, donde encontramos a comienzos del siglo XX,
11 Sobre el chozo existen varios trabajos, entre los que pueden consultarse: HASLER, J. A.:
“Sistemática y ergología del chozo en Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños,
tomo XXII, nº 3 (1966), pp. 389-402; SÁNCHEZ SANZ, M. E. y TIMÓN TIEMBLO, M.
P.: “Aportación al estudio del chozo en la provincia de Cáceres”, Narria, nº 23-24
(1981), pp. 3-6; LAVADO PARADINAS, P. J.: “Los chozos del Parque de Monfragüe:
Estructuras de habitabilidad, recuperación y proceso de restauración”, Antropología
Cultural en Extremadura. Primeras Jornadas de Cultura Popular, Mérida, Asamblea de
Extremadura, 1989, pp. 491-501; GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Extremadura Popular.
Casas y pueblos, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1990, pp. 134 y ss.; ROVATI, P.:
Op. Cit., pp. 201 y ss.; BERNABÉ SALGUEIRO, A.: “Una arquitectura Extremeño-Anda-
luza singular: Las Torrucas”, en Piedras con raíces, Primera Monografía de Estudios de
ARTE (Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura), Cáceres, Ins-
titución Cultural “El Brocense”, 2003, pp. 273-297; MARTÍN GALINDO, J.L.: “A singu-
lariai dos chafundóns do Val de Xálima”, en Piedras con raíces …, pp. 357-399; DÍAZ
AGUILAR, A.L.: “Los chozos de pastores en la campiña de la comarca de Tentudía:
Una arquitectura desaparecida y presente”, en Arquitectura Popular Extremeña, Segun-
da Monografía de Estudios de ARTE, (Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional
de Extremadura), Badajoz, Diputación de Badajoz, 2004, pp. 345-381; BLANCA
PECERO, J.A.: “Chozos en el término municipal de Fuente del Maestre”, en Arquitec-
tura Popular Extremeña …, pp. 383-408; GALINDO MENA, J. y MUÑOZ CASTRO,
M.D.: “Bujardas” en el término de Llerena: manifestaciones de la arquitectura popu-
lar”, en Arquitectura Popular Extremeña …, pp. 409-444.
1083
entre otras instalaciones, la existencia de gallinero, palomar y pave-
ra, como anota Villegas en su Libro de Yerbas12. También son con-
tados los casos de cortijos que disponen de asiento o corral de col-
menas porque generalmente esta producción requiere un tipo de
dedicación y especialización notablemente diferente a la habitual en
estos campos, aunque a veces, operarios especializados desarrollan
por cuenta propia esta explotación, como industria casi indepen-
diente, en algún lugar de la dehesa. Sin embargo pueden verse
otras instalaciones, igualmente especializadas, pero más relaciona-
das con los cometidos propios de la dehesa, como corral picadero
de caballos, en los Arenales; tentadero, como en Arguijuela de
Abajo, o en Torre del Guijo, donde se menciona como “corral espa-
cioso para tienta de reses bravas”, así como en los Arenales, que se
cita entonces con el nombre de “plaza para correr toros”. Finalmen-
te, por relacionar un tipo de instalación escasamente mencionada,
podemos recordar la existencia de perrera, como se nombra en
Torre del Guijo.
Además de estas dependencias pecuarias, muchos de los cortijos
de esta tierra cuentan con diversos servicios, igualmente asociados
a la actividad cotidiana, a veces imprescindibles para el desarrollo
de la vida diaria de sus moradores, o simplemente necesarios para
el desarrollo de la actividad agrícola y ganadera de la explotación.
Entre los primeros puede mencionarse el horno de pan o tahona,
inevitable en los cortijos más alejados de núcleos de población, en
los que se precisaba de su propio autoabastecimiento. A veces esta-
ba junto a la cocina o en el patio, y casi siempre constituía una pieza
arquitectónica singular, especialmente llamativa en muchos de los
ejemplares todavía conservados, como los de La Calera, Santa Leo-
cadia o el de Malanda, por citar casos de muy diferente localización
y cronología, pero que tienen en común la dedicación de un volu-
men exclusivo para esta función, así como su disposición y estructu-
ra abovedada.
1084
Casi todas estas casas cuentan con taller y herramientas para
la reparación de los utensilios empleados en las labores, muchas
veces se nombran como taller de aperos, otras veces como taller
de carpintería, y generalmente como taller, y en no pocas ocasio-
nes se asocian estos trabajos de mantenimiento con la existencia
de una fragua.
Como instalaciones productivas que también son necesarias,
cave mencionar la existencia de algunas que podemos calificar, casi,
como industriales; muchas de ellas aparecen nombradas desde
mediados del siglo XVIII como podemos ver en el Catastro de Ense-
nada de 175313, tales como quesera, molino harinero, lanera o pila
de lana, a veces se contaba con un local propio para el esquileo o
esquiladero, cochera para carruajes, que se menciona en casi todos
estos cortijos, noria, así como horno tejero, que se nombra en Torre
del Guijo.
Las casas dedicadas al cultivo de viñas, naturalmente también
cuentan con el lagar como unidad fundamental en su explotación.
Otros elementos que no pueden dejar de citarse son los relacio-
nados con la cuestión hidrológica, el aprovisionamiento, suministro
y almacenamiento del agua, verdaderamente imprescindible, tanto
para personas como para animales, incluso para los cultivos. En
cada caso se soluciona esta necesidad de una manera determina-
da, algunas disponen de un curso de agua en su territorio, ya sea
río o arroyo, aunque muchos de estos se secan en el verano. Casi
todas cuentan con charcas y estanques, pese a que tampoco esto
asegura la presencia continua del agua; por ello casi todas las casas
tienen uno o varios pozos, fuentes y manantiales, y casi siempre
cuentan con el auxilio de pilas o pilones para facilitar el abrevadero
de los animales y en algunas ocasiones, además, la existencia de
una noria posibilita el acarreo del agua, ya sea desde un pozo o
desde el mismo río. En este punto no puede olvidarse la figura del
aguador, pues a veces la fuente o manantial de agua potable esta-
ba algo alejada de la casa y era preciso un acarreo continuo de la
1085
misma en cántaros y tinajas, lo que daba lugar a un espacio bien
definido en la cocina como era lo que llamaban las cantareras.
Hemos de decir que no hemos visto la existencia de aljibes,
cisternas o grandes depósitos para almacenamiento de agua,
como era frecuente, incluso imprescindible, en los castillos cam-
pestres, donde sí hemos contemplado algunos en esta misma
zona, como en el caso del castillo de Mayoralgo. En los cortijos
que aquí estudiamos, como decimos, el agua era un elemento
renovable continuamente, para los animales estaba disponible en
ríos, arroyos, charcas y estanques, a veces con la ayuda de pilas
y abrevaderos construidos especialmente; y para las personas,
proveniente de fuentes, pozos y manantiales, era almacenada en
cantaros y piezas similares.
PRINCIPALES ENCLAVES
1086
nombre con el de Conejeros14, con el que se la conoce ahora. La
casa principal conserva algunas dependencias primitivas en las
que se aprecia su carácter rústico y su dedicación preferentemen-
te ganadera, pero igualmente son muy destacados los añadidos
de nuevos volúmenes, algunos de ellos incorporados a mediados
del siglo XX y dirigidos a mejorar la habitabilidad y carácter resi-
dencial del cortijo.
La dehesa de Santo Toribio todavía figura en el Libro de Yerbas
de 1875 con el nombre de Prado y Heredamiento de Pontefuera15,
mientras que en el publicado por Villegas en 1909 ya aparece como
“Prado y Heredamiento de Pontefuera ó Santo Toribio”16, recibiendo
este último nombre de la ermita de esa advocación que se encon-
traba en las inmediaciones, la cual ya era citada por Madoz a
mediados del siglo XIX17. En el Libro de Yerbas del citado Alfredo
Villegas aparecen relacionadas una buena cantidad de instalaciones
a comienzos del siglo XX, pues en torno a la casa de labor, de 10
habitaciones, había fragua, taller de aperos de labranza, corral,
tinado para 24 reses, cuadra, un pajar grande, charca, pozo y
fuente. En la actualidad la casa aparece reformada aunque conser-
va su dedicación agropecuaria y algunas de sus estructuras arqui-
tectónicas antiguas.
Algo más al norte está la Torre del Camarero, también llamada
casa de Torrearias y que con anterioridad se integraba en el Arenal
del Camarero. El núcleo principal lo constituye una casa de origen
medieval cuya torre está desmochada, pero aún conserva su carác-
ter fortificado así como el escudo heráldico con las armas de los
14 Libro de Yerbas que comprende todas las dehesas del término jurisdiccional de Cáce-
res, los linderos y partición que tiene cada interesado, Cáceres, Imp. de Nicolás M.
Jiménez, 1875, p. 5. Desde ahora citaremos esta obra como Libro de Yerbas de 1875.
15 Libro de Yerbas de 1875, p. 88-89.
16 VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 244.
17 Puede verse en MADOZ, P.: Diccionario Geográfico-histórico-estadístico de España y
sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1845, para Extremadura ver Diccionario históri-
co-geográfico de Extremadura, Cáceres, 1955, tomo II, p. 145.
1087
Golfines, todo de finales del siglo XV18. Al lado de la casa se han ido
añadiendo diversas construcciones pecuarias entre las que destaca
un espacioso tinado así como otras naves usadas como pajares y
almacenes, especialmente un volumen constituido por una sólida
estructura de arcos transversales.
La zona septentrional de este territorio jurisdiccional de Cáceres,
especialmente las tierras comprendidas entre Arroyo de la Luz y
Casar de Cáceres, son adecuadas para el cultivo de viñas. Su dedi-
cación especializada ya se registra, al menos, desde comienzos del
siglo XVII, citándose entonces viñas en el Pago del ejido de Casar de
Cáceres, Pago de Santa María del Prado, Baru y Valdejuán, así
como en los pagos de la Mata Pulgarina, Mata de Ribera, Mata de
Nidos, y la Matilla, y algo más al norte, en el Pago de Pozo Morisco
y La Calera19. Generalmente son propiedades de moderada exten-
sión, aunque disponen de todas las instalaciones necesarias para la
producción vitícola, desde edificios para almacenamiento y el lagar,
hasta construcciones de tipo residencial para los dueños. En estos
libros de yerbas del siglo XVII que hemos podido encontrar, además
de las dehesas particulares y comunales, se incluyen también las
viñas en lista aparte, anotándose la capacidad total de cada demar-
cación por el número de cabezas que pueden hacer, lo que nos per-
mite contemplar la siguiente distribución de tierras dedicadas a la
ocupación vitícola en esta zona20:
Pago de viñas y olivares del ejido de Cáceres: 4.000 cabezas.
Pago del ejido del Casar: 3.000 cabezas.
1088
Pago de Santa María del Prado, Baru y Valdejuán:2.500 cabezas.
Pago de Pozo Morisco y La Calera: 1.500 cabezas.
Pago de la Pulgarina: 500 cabezas.
Pago de la Mata de Ribera: 400 cabezas.
Pago de la Mata de Nidos: 300 cabezas.
Pago de la Matilla: 200 cabezas.
A mediados del siglo siguiente, en 1753, el Catastro de Ensena-
da añade información sobre las casas y lagares respectivos, además
de citar los nombres de los propietarios. Hemos podido constatar la
existencia de muchas propiedades de este tipo, con una capacidad
que suele oscilar entre 5 y 35 yuntas. Se describen entonces, por lo
general, como casa de dos pisos, y se anota su dedicación “para
lagar y bodega” o como “lagar y recogimiento del fruto”, contando
como pieza fundamental y especializada con la “vasija” o “bodega”,
más otras dependencias auxiliares, entre las que se contaba el horno,
o la caballeriza, ubicada en la misma casa o en otra situada al lado.
Como ocurre en otros lugares que estamos estudiando, también
en esta zona de viñas está la propiedad asociada, en la mayoría de
los casos, a los más ilustres apellidos y linajes cacereños. A modo de
ejemplo vamos a citar los nombres de algunos de estos propietarios,
según se registra en el mencionado Catastro de Ensenada en 1753,
donde además, también a modo de recordatorio, anotaremos la
capacidad de la explotación (medida en yuntas) y las dependencias
importantes de la casa.
En la Mata Pulgarina, el Conde de Abrantes y Linares tenía una
viña de 15 yuntas, con casa lagar de 2 pisos21. Cayetano de Rivera
y Ovando poseía una viña de 14 yuntas, con casa de lagar y reco-
gimiento de frutos22; y Alonso Pablo de Ovando tenía una viña de
33 yuntas y otra de 5 yuntas, con casa de dos pisos, para lagar con
bodega, y caballeriza separada23. También tenía aquí tierras, entre
otros, Alonso Montoya, en este caso una viña de 14 yuntas, con casa
1089
con su lagar y vasija24. Similares características tienen las instalacio-
nes en la llamada Viñas de la Mata, donde entre otros tienen pro-
piedades García Golfín de Carvajal y Benito Sánchez del Pozo, por
citar un propietario de los ilustres de Cáceres y otro con apellido
más o menos corriente. El primero aparece en el Catastro de Ense-
nada como propietario de una viña en La Mata, con casa lagar para
recolección de frutos25, y el segundo es dueño aquí de una viña de
6 yuntas, con casa de recogimiento, de dos pisos y caballeriza26.
A finales del mismo siglo XVIII, en 1798, el “Interrogatorio” de
Tomás López cuantifica en algo más de trescientas el número de
casas lagares existentes en la zona27, y por las mismas fechas Simón
Benito Boxoyo habla de estas tierras como lugar de concurrencia
populosa, donde dice que acuden sus dueños a recoger la cosecha,
y también aparece ya el concepto de lugar de recreo y descanso,
entre otras de las posibilidades que ofrecen estas casas28. A media-
dos del siglo XIX Pascual Madoz subraya esta función recreativa y
lúdica respecto a las Viñas de la Mata y otras en este lugar, desta-
cando también la concurrencia y la animación de estas viñas en
época de vendimia, su amenidad y asimismo la calidad de los laga-
res29. En realidad este es el uso mayoritario que se da a estas casas
desde hace algunos años, lugar de retiro y recreo como segunda
vivienda para algunos vecinos de la ciudad de Cáceres, lejos de las
actividades productivas que motivaron su existencia y que dieron
nombre al lugar.
También por esta zona, entre Arroyo de la Luz y Casar de Cáce-
res, está la dehesa y casa de La Calera. La construcción principal
debe datar del siglo XVII y de ella ya hay referencia en el Catastro
24 Ibidem, I, 140.
25 Ibidem, II, 835/v y 836.
26 Ibidem, I, 260.
27 LÓPEZ, T.: Estremadura. Por Lopez, año de 1798, Edición preparada por Gonzalo
BARRIENTOS ALFAGEME, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1991, pp. 110-111.
28 BENITO BOXOYO, S.: Historia de Cáceres y su Patrona (manuscrito de 1794-99),
publicado en Cáceres, 1952, p. 139.
29 MADOZ, P.: Op. Cit., tomo II , pp. 78-79.
1090
de Ensenada a mediados del siglo XVIII30. El cortijo se organiza en
torno a un patio o glorieta, con la casa principal y un horno a un
lado, más la capilla y varias construcciones pecuarias en el otro. En
la casa principal se percibe bien la dualidad funcional oscilando
entre su actividad residencial y la productiva, pues en el piso supe-
rior se disponen todas las habitaciones para alojamiento y estancia
de la familia titular, algunas con buenas techumbres de madera,
mientras que en la planta baja, a partir del zaguán y vestíbulo de
entrada, se suceden varias habitaciones utilizadas como cuadras y
caballerizas, con acceso directo desde una puerta trasera (ahora
tapiada) y también desde la puerta principal. La capilla es un volu-
men de apreciables dimensiones, con una nave más cabecera
cubierta con bóveda de media naranja y retablo de factura barroca
clasicista datable en la primera mitad del siglo XVII. Al conjunto se
han ido añadiendo a lo largo del tiempo otras dependencias pecua-
rias que reafirman su condición de explotación rústica.
Interesa hacer referencia a otras construcciones situadas en las
cercanías de la carretera de Malpartida de Cáceres, donde la más
destacada es la llamada casa de los Arenales, situada entre Cáce-
res y Malpartida de Cáceres. Se conocen estas tierras como Arenal
de García Golfín y hay datos de su vinculación a esta familia al
menos desde comienzos del siglo XVI31. A esa centuria pertenece lo
más antiguo de la casa, en la que se combinan los rasgos de edifi-
cio señorial y casa de labor, lo primero acusado en los blasones gra-
níticos de las familias Golfín y Godoy situados en la fachada así
como en las pinturas al fresco conservadas en la pequeña capilla,
todo de finales del siglo XVI o comienzos del XVII. Pero el cortijo,
además de esa casa principal cuenta con otros muchos volúmenes
arquitectónicos dedicados a menesteres pecuarios y agrícolas, cons-
tituyendo un complejo verdaderamente extenso y variado en sus fun-
ciones rurales, entre cuyas instalaciones se contaba con una coche-
1091
ra para carruajes, tinados, cuadras, picadero de caballos, zahúrdas,
local para esquileo, charcas y estanques, lo que da idea de su acti-
vidad y complejidad, todo lo cual se ha mantenido en funcionamien-
to hasta fecha reciente, pues ahora, tras la realización de obras de
rehabilitación y restauración, parece que se pretende dedicar a otras
funciones, quizás de hostelería.
Algo más alejada está la dehesa Majón, que a comienzos del
siglo XX ya era una buena explotación, con casa de labor constitui-
da por 14 habitaciones, más cochera, tinado, cuadra y pajar, con-
tando con una fuente, un pozo abundante y una charca32. Actual-
mente mantiene la casa su actividad agropecuaria y se han añadi-
do nuevas instalaciones y uso residencial y de recreo.
Área nororiental
En varias dehesas que atraviesa la carretera de Monroy
pueden verse algunos cortijos, en este caso constituidos fundamen-
talmente por construcciones agropecuarias y muy pocos dotados
con dependencias de tipo residencial, y las que existen suelen ser de
reciente cronología. Carretona de Guadiloba, cuenta con una casa
de labor de escaso interés, tinado y varios regatos para abrevadero
de ganado. Todo es relativamente moderno ya que en el Catastro de
Ensenada, de 1753, la dehesa, propiedad del Marqués de Ribilla y
Aguileras, figura sin edificaciones33. Sin embargo, contaba en 1909
con una pequeña casa de labor, de 3 habitaciones, más tinado y
corral, además de agua suficiente en dos fuentes y en el río Guadi-
loba34.
Más recientemente se ha construido, algo separado de la casa,
un aprisco conforme a la tipología reiterada en otras fincas próxi-
mas. Sin ser una obra de extraordinaria magnitud ni antigüedad,
constituye un modelo que repite formas tradicionales propias de la
1092
Fig. 9. Carretona de Guadiloba. Flanco exterior del aprisco
1093
diloba35. Actualmente los elementos más destacados son varios
apriscos o tinados modernos, construidos ya entrado el siglo XX, en
los que se sigue este modelo reiterado en la zona, consistente en
una nave alargada flanqueada en sus extremos por otras dos trans-
versales, más cortas, formando una “U” que sirve de marco al corral
rectangular que se ubica entre los tres lados y se abre por el cuarto
al campo36.
1094
planta en “U” pero con mayor superficie útil al aumentar la anchu-
ra de la construcción mediante estructuras arqueadas de ladrillo y
pilares en su eje longitudinal, donde descansa la cumbrera de su
tejado a dos aguas. Quizás este sea el tinado que describe Villegas
en 1909 en su Libro de Yerbas al hablar de “un tinado grande capaz
para 40 reses y un corral como de una fanega, que sirve de patina-
dero del tinado”37. En todo caso nos parece más antiguo que los dos
anteriores y pensamos que debía estar ya construido a comienzos
del siglo XX. Las construcciones residenciales y las demás instalacio-
nes rústicas de esta propiedad son más modernas pues sólo apare-
ce en la mencionada descripción de Villegas una pequeña casa de
4 habitaciones, cuadra y pajar, más el tinado referido.
1095
cocer pan, así como varias fuentes y charcas, más abrevaderos en
el río39. La estructura del caserío que puede contemplarse ahora,
aunque modesto, es interesante por constituir un ejemplar del
modelo de “muralla” que vemos definirse en otros cortijos de las tie-
rras de Cáceres40. Este caso concreto se caracteriza por organizarse
el caserío en torno a un patio cuadrado, accesible por uno de sus
lados a través de un portón rematado con pináculos, con las edifi-
caciones dispuestas en los flancos laterales, en uno las dependen-
cias pecuarias y en el otro las residenciales, mientras que el flanco
posterior está abierto directamente al campo.
Varias dehesas en esta zona conservan el nombre de Palacio, aun-
que muchas no poseen edificaciones y ninguna tiene edificios que se
aproximen siquiera a este calificativo, como Palacio de Don Juan y
Palacio de Pedro López, ambas sin construcciones de interés, así como
Palacio de las Monjas o de Doña Blanca, sólo con una pequeña casa
antigua, igual que Palacio de las Puentes o de Hernando Álvarez, que
además de una pequeña casa de labor de 4 habitaciones tiene desde
principio del siglo XX, al menos, corral, cuadra, pajar y tinado, todo lo
cual puede contemplarse actualmente en torno a un modesto patio
central, aunque de apreciable sabor rústico.
También se levantan algunas instalaciones muy interesantes en
las dehesas situadas en el entorno de la carretera de Santa Marta de
Magasca. Esta zona oriental del ámbito territorial que estudiamos se
caracteriza por su plena adscripción al paisaje de los Llanos de
Cáceres, son tierras dedicadas a cereales o pastizales desprovistas
de vegetación arbórea. En estos parajes la edificación verdadera-
mente monumental es la casa de Arrogatos que estudiaremos ense-
guida. Sin embargo, el sistema de explotación agropecuaria ofrece
algunos modelos arquitectónicos de interés, los cuales, aunque de
implantación moderna, merecen un comentario.
Aquí se reitera, como edificación agropecuaria más peculiar, la
llamada muralla. Esta, como venimos diciendo, es una construcción
1096
formada por cuatro crujías en torno a un patio o corral cuadrangu-
lar situado en el medio; en una de los flancos se abre el portal de
entrada al patio, y en los otros, y a veces en este mismo, se levanta
el conjunto de las dependencias, tanto las de carácter residencial
como las productivas y de labor.
Junto al cruce de la carretera de Trujillo y la de Santa Marta de
Magasca se puede ver una de estas construcciones de tipo “mura-
lla”. Nos referimos a la de la dehesa Marimarco de Arriba, construi-
da a comienzos del siglo XX, con posterioridad a 1909 ya que Ville-
gas no hace mención de la misma, tan sólo de un “chozo de bóve-
da”, indicando también que en esta dehesa estaba entonces la casa
de postas del coche-correo de Cáceres a Trujillo, la cual contaba con
dos habitaciones, cuadra y pajar41, que puede ser el antecedente de
la que ahora comentamos.
1097
la del patio interior. Las crujías de oriente y poniente se constituyen
por varios tramos configurados por grandes arcos transversales, de
ladrillo, sobre los que descansa el tejado de madera a dos aguas.
En estas se han dispuesto en fechas recientes varios tabiques de
separación para compartimentar algunos espacios que se usan
como granero y almacén, y anteriormente, además, para la recogi-
da de las yuntas de los arrendatarios, como delatan los pesebres
que todavía pueden verse en uno de sus lados.
Recientemente se ha colocado en la pared central del patio un
escudo granítico procedente de la casa de la Matilla, el cual parece
datar de finales del siglo XVI o comienzos del XVII que, naturalmente,
no tiene ninguna relación con la construcción que ahora comentamos.
En las cercanías de este lugar, en la dehesa de Las Hinojosas, es
característica la “muralla” construida en 1918 para potenciar la
explotación agrícola. Entonces se levantó este complejo que, en rea-
lidad, está compartimentado en 30 pequeñas casas adosadas, para
los aparceros, las cuales constan de una habitación, cocina y cua-
dra, unas con salida al campo y otras al patio. Con anterioridad a
esta fecha, como se señala en el Libro de Yerbas de 190942, la
dehesa sólo contaba con un chozo de horma y dos corrales para
yeguas, disponiendo también de una fuente abundante y un abre-
vadero permanente en un arroyo. Su dedicación era de puro pasto,
capaz para 1.200 cabezas. Actualmente siguen aprovechándose
sus hierbas para rebaños de ovejas, aunque ya no desarrollan la
misma función las casas de los aparceros que componen la “mura-
lla”, siendo ahora muchas de ellas utilizadas como pequeña casa
de fin de semana para inquilinos o propietarios vecinos de los pue-
blos próximos, sin que muchos de ellos tengan dedicación o rela-
ción con el campo.
Más en el interior de esta demarcación está la dehesa de Arroga-
tos, donde se alza la construcción de mayor monumentalidad de la
zona. La casa data de la segunda mitad del siglo XVIII y fue cons-
1098
Fig. 13. Arrogatos. Cubierta rústica sobre arcos diafragma en la crujía septentrional
43 La construcción debió realizarse entre los años cincuenta y ochenta. Ver NAVAREÑO
MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp.248 y ss.; Ver también
BENITO BOXOYO, S.: Op. Cit. p. 144.
1099
encuentran la oficina, biblioteca y capilla, mientras que a lo largo
del lado contrario, hacia el patio interior, se suceden varias habita-
ciones para diversos menesteres rústicos, como almacenes, laneras
y otros usos. Las restantes dependencias agropecuarias se instalan
en las otras tres crujías que completan la forma rectangular del
patio. Aquí, salvo el trazado regular de la planta, las alturas y volú-
menes son muy distintas entre sí, disponiendo de diferente configu-
ración y estructura según su finalidad. La crujía meridional, de una
sola planta, alberga la residencia de los arrendatarios, mientras que
la septentrional tiene dos pisos, el inferior de estructura barroca
compartimentado en cinco tramos con arcos fajones y paños de
bóveda de cañón con lunetos, mientras que el superior es de carác-
ter popular, pero también interesante, configurado con arcos dia-
fragma, apuntados, sobre los que apea la cubierta de tabla, caña y
teja vista. Además, envuelven el recorrido de las tres crujías de uso
rústico otras construcciones agropecuarias que sirven como corrales,
cobertizos, tinados, gallineros, etc., todo lo cual informa bien a las
claras de la complejidad y posibilidades de esta explotación que,
aunque hoy discurre con un ritmo mucho más sosegado, evidencia
en su configuración la vitalidad que tuvo que poseer en tiempos
pasados, muchas de cuyas actividades, y no sólo las de carácter reli-
gioso, tendrían que ser marcadas con el esquilón que todavía se
alza sobre la espadaña barroca que corona el tejado.
Zona meridional
En el área meridional del término municipal de Cáceres es donde
se aprecia una mayor concentración de cortijos y grandes casas de
campo, siendo además donde estos participan de una mayor varie-
dad y monumentalidad arquitectónica. Aquí sobresalen dos zonas
que aunque poseen características diferentes tienen en común la alta
cualificación de sus tierras para el pastoreo de ganado. La más cer-
cana a Cáceres es la constituida por las dehesas afectadas por el
curso del río Salor y de su afluente el Ayuela, las cuales, además de
beneficiarse de citados caudales de agua a efectos de riego y abre-
vadero, poseen buenas y tempranas hierbas que afloran desde el
comienzo de las primeras lluvias de otoño, aunque el verano resul-
1100
ta considerablemente árido y difícil para el pastoreo dada la ausen-
cia casi total de precipitaciones. La segunda demarcación corres-
ponde a la sierra de San Pedro, caracterizada por corresponder a un
paisaje de monte alto muy adecuado para el régimen de explota-
ción combinada de la dehesa, aprovechándose las hierbas y la
bellota, además de leña y corcho, incluso el cultivo de tierras en
algunas zonas, y los recursos cinegéticos, todavía muy apreciados y
explotados en la actualidad.
Para abordar la contemplación de los cortijos que se extienden en
estas zonas haremos un recorrido sucesivo a través de las carreteras
que desde Cáceres se dirigen dirección Badajoz, Mérida y Medellín,
sucesivamente, para finalmente adentrarnos en la sierra de San Pedro.
En torno a la Carretera de Badajoz encontramos algunas de las
torres y castillos más antiguos de estos campos, como hemos indi-
cado con anterioridad, algunos de los cuales ya dijimos que tam-
bién desempeñaron cometidos rústicos y de labor, incluso hasta la
actualidad, con el consiguiente añadido de nuevas instalaciones
pecuarias, además de la dedicación y uso de las antiguas para sus
tradicionales menesteres de carácter residencial. Así lo podemos
ver entre otros sitios en Corchuelas, Carretota del Salor, Torre de
Juan de la Peña, Torre de los Mogollones, Castillo de las Segura, o
en las casas fuertes de Mayorazguillo de Vargas, Martina Gómez o
Casa del Aire.
1101
También vemos en esta zona auténticas casas señoriales concebi-
das como si de palacios urbanos se tratara, aunque también con edi-
ficaciones anexas dedicadas a la explotación agropecuaria, constitu-
yendo un interesante modelo de cortijo con la casa-palacio presidién-
dolo todo, más una ermita exenta al lado, o en la misma casa, y las
construcciones pecuarias en las inmediaciones, como hemos visto en
la Quinta de la Enjarada o en Hijada de Vaca, ambas del siglo XVI,
o en las casa de Seguras de Arriba, de los siglos XVI y XVII.
En esta zona veremos con algo más de detenimiento otros corti-
jos que poseen un carácter más rústico, surgidos en época algo más
tardía, desde el siglo XVIII al menos.
La dehesa Acehuche dispone de una casa grande que tenía 12
habitaciones al menos desde 1909, cuando la describe Villegas44,
entonces, además de otras dependencias eminentemente rústicas
como cochera, tinado, dos cuadras, pajar, desvanes y graneros,
acreditaba su función también como casa de recreo por la existen-
cia de un jardín que todavía se puede ver en la actualidad. También
tenía entonces tres pozos y abrevadero en una charca.
La casa de Peña Horcada debe remontarse a finales del siglo XIX.
Al menos en 1909 figura como una construcción de gran porte al
describirse con sus dos pisos y 18 habitaciones, más un buen núme-
ro de dependencias pecuarias y de servicio: tinado, cuadra, pajar,
cochera, corral, y además un jardín45, como se solía acostumbrar
entonces en las casas de esta zona que también tenían encomenda-
da función de recreo. Recientemente se han hecho obras de amplia-
ción y acondicionamiento en la misma, aunque todavía conserva su
configuración próxima a la figura de “muralla” que tanto se reitera
en las cercanías de Cáceres, en este caso, con el edificio residencial
ofreciéndose como fachada principal mientras que en la parte pos-
terior del patio se levantan las crujías reservadas para las activida-
des pecuarias.
1102
Fig. 15. Tinado anexo a la Quinta de la Enjarada
En las cercanías, la dehesa Albarranas está dotada con abundan-
tes instalaciones desde comienzos del siglo XX, al menos, pues enton-
ces se relaciona una casa con 12 habitaciones, más tinado, cuadra,
dos pajares, cochera, corral, gallinero, dos corraladas para cerdos,
con una casa para el porquero, y también un chozo de teja46.
Escobosa se constituía con parecidas instalaciones durante los
primeros años del siglo XX, también una casa con 12 habitaciones,
más tinado, cuadra, pajar, cochera, gallinero y dos corrales47. En las
últimas décadas se ha añadido un jardín que subraya su dedicación
residencial.
La dehesa Hijadilla cuenta con un caserío del que existen testimo-
nios desde el siglo XVIII al menos, figurando en el Catastro de Ense-
nada, en 1753, con una elevada valoración de renta, disponiendo
ya entonces de una casa de dos pisos que comprendía además
caballeriza, troje, pajar y tinado, a la que se añadía otra construc-
46 Ibidem, p. 7.
47 Ibidem, pp. 116-117.
1103
ción para quesera y una corralada de cerdos48. A comienzos del
siglo XX, además de confirmar la existencia de la casa de dos pisos,
en la que se contabilizan 6 habitaciones, más tinado y cuadra, se
anota la existencia de un molino harinero sobre el río Salor49, lo que
manifiesta el incremento productivo de la dehesa y casa, así como el
aprovechamiento añadido del río Salor que cruza la propiedad.
La casa de Torre de los Mochuelos es una construcción modesta
con techumbre a teja vana, en la cual se hizo constar en esgrafiado
la fecha de 1886, año en el que se hicieron algunos añadidos y
reformas, aunque también de carácter popular.
En Redondilla podemos ver actualmente una gran casa, reforma-
da y modernizada, que contrasta con la modesta construcción de 7
habitaciones que tenía la dehesa a comienzos del siglo XX.
También en la dehesa de la Aldehuela la casa actual que sirve de
núcleo principal es de factura moderna en su mayor parte, datable
en el siglo XIX pero con evidentes añadidos posteriores. Está consti-
tuida por un apreciable volumen distribuido en dos pisos en los que
se abren numerosos balcones y grandes ventanas, teniendo delante
de su fachada un espacioso jardín que, aunque muy abandonado,
todavía permite visualizar el ambiente y carácter lúdico que caracte-
rizaba a estas casas hace unos años. Al lado se extienden las depen-
dencias pecuarias todavía en uso, en las cuales se aprecia su carác-
ter popular y al mismo tiempo su mayor antigüedad por haber reci-
bido, al parecer, menos añadidos modernos que la casa principal.
Esta zona de la Aldehuela tuvo gran vitalidad desde tiempos
remotos como atestiguan varias y antiguas ermitas que aún persis-
ten en los alrededores: Santa Olalla, San Benito, Santa Lucía, o San
Jorge50. También existen datos documentales de algunas construc-
ciones de carácter residencial desde el siglo XVI, en la que son pro-
48 Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, tomo IV, ff. 1.619-
1.641.
49 VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 145.
50 LOZANO BARTOLOZZI, Mª. M: “Las ermitas de la Aldehuela y dehesa de los Alcoces
en Cáceres (Análisis e historia de su construcción)”, Estudios dedicados a Carlos Calle-
jo, Cáceres, Diputación Provincial, 1979, pp. 451-465.
1104
tagonistas varios miembros de las familias Ovando Mayorazgo y
Blázquez de Cáceres51, pero cuya persistencia en la actualidad no
puede concretarse. En cambio, sí parece cierto que la casa actual
debe corresponder, aunque con muchos añadidos y reformas como
hemos dicho, a la edificación que en 1753 identifica el Catastro de
Ensenada en este Heredamiento de Aldehuela, siendo propiedad
entonces de don Tomás Pulido Estopani, entre cuyas posesiones se
incluye en este lugar una casa de dos pisos, con cuadra, graneros,
pajares y un corral52. En una de las dependencias anexas utilizada
como almacén figura inscrito el año 1847 con el que se fecha una
intervención posterior en el lugar, aunque al parecer con carácter de
obra menor. A comienzos del siglo XX Villegas recoge con gran deta-
lle las características del inmueble principal de este “Heredamiento
y Prado de la Aldehuela”53, que califica como “gran casa”, con
caballerizas, corral, tinados, corraladas para cerdos y casa de por-
queros. También incluye, además de varias huertas, fuentes y
manantiales de agua, “una glorieta con un paseo …” situada delan-
te de la casa, que es el jardín que ya hemos citado y que todavía
puede verse semiabandonado en el mismo lugar.
Asimismo en torno a la carretera de Mérida, especialmente en el
área de los campos del Salor, puede verse una buena cantidad de
construcciones que han venido levantándose desde finales del siglo
XV y a lo largo del XVI, sobre todo torres y castillos, así como algu-
nos edificios de tipo palaciego y señorial, en torno a los cuales se
fueron añadiendo construcciones agropecuarias que confieren al
conjunto un carácter mixto, como casa de labor y al mismo tiempo
casa de recreo, además con un fuerte impacto de índole simbólica
dada la monumentalidad y atractivo de las correspondiente cons-
trucciones. Así puede apreciarse en las casas de Las Cerveras, donde
se aprovechan sendas torres medievales, o en la casa de Santiago
de Bencáliz, donde se hace otro tanto. Lo mismo ocurre en los Cas-
tillos de Arguijuela de Abajo y Arguijuela de Arriba, surgidos a fina-
1105
les del siglo XV y desde comienzos del XVI respectivamente, o en la
atractiva casa de Carvajal Villalobos (Mayoralgo), a cuya construc-
ción renacentista de mediados del siglo XVI se añadieron hasta
época reciente un buen número de dependencias para el desarrollo
de la actividad ganadera en la dehesa, algunas de las cuales estruc-
turadas con atractivas arquerías, unas con arcos cruzados organi-
zando el espacio en varias naves merced a la sucesión de una fila
de pilares en el eje longitudinal, y otras con arcos transversales com-
partimentando el interior en varios tramos paralelos, como el de
Carvajal Villalobos, ya en estado ruinoso.
Fig. 16. Tinado (hoy en ruinas) junto a la casa Carvajal Villalobos (Mayoralgo)
1106
de su esposa María Francisca Golfín del Águila, con quien había
casado en 1721, aunque el escudo debió ser añadido algo más
tarde por su sobrino y heredero Gonzalo Antonio de Carvajal que
aportó por matrimonio la corona marquesal que remata el blasón55.
La explotación ya era entonces un gran complejo residencial y
agrícola, pues en el citado Catastro se incluyen como edificaciones
anexas de este edificio principal, un corral, caballerizas, pajar y tina-
do, más una casa quesera, de un piso, y otra casa pequeña. El edi-
ficio principal es un bloque unitario que se organiza en cuatro cuer-
pos que delimitan las pilastras adosadas que jalonan sus fachadas,
seguramente, la parte más occidental sería añadida algo más tarde
como se percibe por la presencia descentrada de la portada y esca-
lera principal. En todo caso se manifiesta la construcción al modo de
un palacio de tipo civil urbano, como una auténtica casa de recreo
más que un inmueble de uso agro ganadero.
Su organización interna sigue la tipología que estamos contem-
plando como habitual en este momento, con planta estructurada en
torno a un pasillo que actúa como eje y que se extiende desde la
puerta principal hasta la trasera, disponiéndose a uno y otro lado las
distintas habitaciones, cubiertas con bóvedas de cañón o de arista.
En una de las habitaciones se ubica la capilla, a la que se accede
desde el interior o desde la calle, en esa dualidad privado-público
que estamos contemplando.
La actividad agropecuaria se organiza en un conjunto de depen-
dencias dispuestas a los lados y detrás de la casa principal donde se
forman las crujías configuradas cada una de ellas con dos naves
separadas por atractivas estructuras de columnas y arcos, aprove-
chándose como soportes algunos grandes cipos graníticos, de ori-
gen romano, con inscripciones.
55 Es el marquesado de Santa Cruz de Paniagua que luego llevan sus herederos, por lo
que podemos atribuir a este personaje ciertas reformas y añadidos en la casa, al
menos el remate del escudo, en los años ochenta del siglo XVIII. Ver NAVAREÑO
MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 241 y ss..
1107
También la carretera de Medellín aglutina igualmente en su
entorno un buen número de casas de campo que, como siempre,
constituyen el centro de las respectivas explotaciones.
La dehesa Matamoros ya tenía casa a comienzos del siglo XX56,
aunque modesta, con 7 habitaciones, más tres cuadras, un pajar y
un corral. Su proximidad a Cáceres y la existencia de agua abun-
dante en dos pozos y una fuente le permitieron el desarrollo de su
actividad pecuaria, lo mismo que en la dehesa de Pradillo de Arro-
péz que, aunque algo más alejada, también tenía entonces una
casa de labor de dos pisos, con 11 habitaciones, y además un gra-
nero amplio, cochera, tinado, dos cuadras, dos pajares y un corral,
y se abastecía de agua en dos charcas y sobre todo con las fuentes
del Arropéz57.
La Alberca cuenta con diferentes construcciones de distinto carác-
ter, tanto residencial como pecuario y de servicios diversos. En lo alto
de un cerro que domina la carretera se alza la casa de recreo, cons-
truida a mediados del siglo XIX, constituida por un volumen prismá-
tico de planta cuadrangular sobre la que se levanta el piso principal
en planta baja con un doblado encima, cubriéndose todo con un
tejado a cuatro aguas. El esquema de distribución interior es muy
sencillo y racional, como suele ser habitual en las casas de campo
de esta época, pues consta de un puerta principal en el centro de la
fachada desde donde se accede a un zaguán y pasillo que recorre
la casa en su totalidad, a los lados se abren las diferentes habitacio-
nes y finalmente el pasillo llega al exterior por una puerta trasera
opuesta a la principal. La casa es de aspecto sencillo, constituida
con mampostería revocada y enjalbegada más sillería falsa en las
esquinas, y conserva la tradición de los métodos populares de
esgrafiado y al mismo tiempo también pueden verse algunos escu-
dos heráldicos de granito en los que pretende evidenciarse su carác-
ter señorial, pese a que estos son posteriores, al menos el situado
sobre la puerta principal, con las armas de los Condes de Adanero,
1108
que al ser colocado obligó a deteriorar y casi borrar la cartela esgra-
fiada que se hallaba en ese sitio, aunque por fortuna y pese a poste-
riores encalados, todavía hemos podido ver la fecha de 1848 que
data la construcción. También cuenta la casa con otros dos escudos
de Ulloa en esta fachada principal y otro en la posterior.
Hasta principio del siglo XIX la dehesa pertenecía al monasterio
de Guadalupe y pasó a manos privadas en 181558, figurando, al
menos en el Libro de Yerbas de 187559, como posesión de una
rama de los Ulloa, lo que justifica los blasones de este linaje. Ense-
guida estos Ulloa recogerán el título de Condes de Adanero, dando
lugar a la incorporación de su escudo en fecha posterior, como
hemos visto en el blasón central de la fachada.
La dehesa cuenta con varias construcciones más para usos
domésticos y pecuarios, una casa para los guardas y otra pequeña
para capilla, entre otras más, y asimismo una construcción especial-
mente interesante que tiene dos pisos, un atractivo tinado en planta
baja y habitaciones para arrendatarios en la superior, más un volu-
men en forma de ábside semicircular que sirve de pajar y que se
relaciona directamente con el tinado de planta baja. El edificio se
constituye con fábrica de mampostería mientras que la estructura
interior de planta baja es de ladrillo, organizada en tres naves que
se compartimentan en siete tramos mediante una interesante dispo-
sición de arcos y bóvedas de arista, todo de ladrillo visto, que con-
fiere al espacio un atractivo muy apreciable, sirviendo las naves late-
rales para la estabulación del ganado y la central, a modo de pasi-
llo, para servicio de los pesebres.
La dehesa Lagartera ya la hemos mencionado al principio
hablando de la Torrecilla de Lagartera, una de las construcciones
más antiguas de estos campos, ya mencionada en 1399. A lo largo
del tiempo la explotación ha experimentado distintas vicisitudes,
incluida su fragmentación, pues al menos desde finales del siglo XVII
encontramos la propiedad dividida en seis cuartos con diferente
1109
Fig. 17. La Alberca. Casa para arrendatarios con tinado y pajar en planta baja
1110
de arista o cañón en planta baja y techumbres de madera en la
superior. Como era costumbre en la época, la gran chimenea-hogar
con bancos corridos de la planta baja delata la dedicación popular
de esta zona inferior, mientras que el refinamiento en los acabados
y la chimenea francesa del piso alto recuerdan su uso exclusivo por
los dueños de la casa. Este volumen se alza en uno de los cuatro
flancos que constituyen el patio central, pero en uno de los otros
lados todavía pueden verse algunos de los tinados y naves antiguas,
construidas con interesantes estructuras de arcos y pilares; mientras
que en los demás flancos se han introducido diversas reformas y
añadidos dado el continuo uso y modernización del cortijo. A
mediados del siglo XX ya disponía de luz eléctrica y se hicieron
importantes reformas y ampliaciones, incluyendo la construcción de
una escuela donde recibían formación reglada los hijos de los
empleados de la dehesa. En la actualidad puede verse este bloque
primitivo, con sus ampliaciones, pero además se han construido en
las inmediaciones otras espaciosas y modernas naves que reflejan la
vitalidad y persistencia de la actividad agropecuaria de esta dehesa.
En esta zona no puede dejar de citarse el caserío de Zamarrilla,
antiguo arrabal de Cáceres, hoy despoblado, donde todavía se con-
servan varios edificios nobles y algunas casas de labor, así como la
vieja iglesia parroquial, aunque todo, lamentablemente, en gran
estado de abandono y ruina62. Desde finales del siglo XVII, al
menos, figura como Heredamiento de Zamarrilla, siendo su princi-
pal titular la familia Ovando, quienes ya constan en el lugar docu-
mentalmente al menos desde el siglo XVI. En lo alto del cerro que
domina el caserío se aprecia el volumen ruinoso de la vieja casa
fuerte que a finales del siglo XVIII llaman “casa de los Duranes”63. A
comienzos del siglo XX Alfredo Villegas señala en su Libro de Yerbas
que el antiguo pueblo está deshabitado y en ruinas pero todavía
62 Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 67 y ss.,
187-188, 221-223.
63 Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Visita de la Real Audiencia de Extremadura,
1790-91, caja 643, exp. 18, f. 1/v.
1111
conservaba 6 casas habilitadas para prestar servicio a los arrenda-
tarios de la finca, sobresaliendo entre estas el Palacio de los Muño-
nes, la llamada Casa Grande, la de Las Roldanas, la conocida como
de Los Merino, más la Casa Chica y la de los porqueros, además de
otras casas en ruina, así como cercados y charcas, fuentes y abre-
vaderos64. Es lamentable el pésimo estado de conservación que
sufre hoy día todo, incluida la iglesia con su excelente fábrica de
sillería granítica, reducida hoy día a simple almacén.
1112
ciertamente, hace honor a la verdad porque, seguramente, el mejor
y más confortable cortijo de la zona es el de la dehesa Torre del
Guijo, donde se dan cita gran cantidad de recursos, tanto de carác-
ter residencial como agropecuario. Aunque no posee ningún ele-
mento que lo relacione con torre alguna, sin embargo es cierto que
se define por su carácter palaciego y por su apariencia monumen-
tal. El complejo del cortijo consta de una casa principal, de dos
pisos, precedida por un jardín, más las dependencias agrícolas y
ganaderas que se organizan en torno a un patio rectangular situa-
do detrás de la casa principal, constituyendo un gran patio de labor
que se configura a modo de “muralla”, como estamos acostumbra-
dos a ver en la zona65.
La edificación debió erigirse a finales del siglo XIX, pensamos que
en torno a los años ochenta y primeros noventa66, siendo su promo-
tor el Conde de Adanero, cuyo anagrama CA figura en una airosa
veleta que remata el frontón de la fachada donde, además, también
se exhibe un blasón familiar.
El volumen de la casa principal se organiza a modo de gran
pabellón de planta rectangular, en dos pisos, con la cubierta a dos
aguas. Las fachadas principal y trasera se realzan con pilastras ado-
sadas más molduras horizontales y cornisa, abriéndose en ambas
gran cantidad de grandes ventanas y balcones, todo muy al gusto
de la estética historicista de moda entonces. También el interior
resulta considerablemente holgado y confortable, planteándose con
un esquema y distribución que vemos repetirse en varias casas de
campo de la época, como hemos dicho: pasillo que recorre como
eje axial el centro de la casa, desde su puerta principal hasta su
puerta trasera, abriéndose a uno y otro lado las habitaciones, en
este caso numerosas y espaciosas, algunas decoradas con molduras
de estuco y muchas de ellas con chimenea francesa; cuenta también
con capilla, y cuarto de baño completo, con inodoro de agua
corriente, de fabricación inglesa, seguramente de los primeros en
65 NAVAREÑO MATEOS, A.: “Los palacios y castillos campestres ...” (en prensa)
66 Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, p. 266.
1113
instalarse67. Es decir, se trata de una mansión confortable y monu-
mental en la que se respira el ambiente propio de una moderna
casa de recreo con las mismas características y apariencia que una
casa urbana, a lo que también contribuye el espacioso y exuberan-
te jardín que adorna su fachada, todavía muy cuidado. Si embargo,
la puerta trasera se abre a un gran patio de labor, rectangular, en
cuyos tres flancos restantes, como se ha dicho, se levantan las insta-
laciones de uso agropecuario y las viviendas de guardas y operarios,
constituyendo un magnífico ejemplar, prototipo, de estos complejos
o cortijos en forma de “muralla” que venimos citando, el cual, ade-
más, también tiene un acceso directo. Actualmente sigue utilizándo-
se el edificio principal como casa de recreo, y también se mantiene
la actividad agroganadera del complejo, aunque ha disminuido
notablemente el número de personas que desarrollan estas tareas;
sin embargo a mediados del siglo pasado vivían en la explotación
unas diez familias, incluso en las primeras décadas de la centuria
contaba con la presencia permanente de un capellán que tenía
vivienda en el caserío. En esa dinámica y profusa vitalidad hay que
ubicar el campanil que se alza en lo alto del tejado, con el que, sin
duda, se regiría el horario doméstico y de servicio que afanaba a los
moradores del cortijo en su época de mayor actividad.
1114
Majada Nueva consta de varias construcciones siendo su casa
principal de grandes proporciones, cubierta por un tejado a dos
aguas y rematada por una espadaña que delata la vinculación a la
casa de un buen número de empleados que debían ser llamados a
los oficios religiosos y actividades domésticas de la misma. En 1909
esta casa contaba con 27 habitaciones, más cochera, corral, tinado,
dos cuadras y pajar68, todo lo cual parece continuar aún en servicio.
1115
Covacha de Castellanos, cuyas construcciones fundamentales datan
de los siglos XIX y XX, organizándose en torno a dos patios contiguos
y comunicados entre sí, uno de ellos como centro de la producción y
de la actividad económica del cortijo, mientras que el otro está aso-
ciado con la de tipo residencial y señorial. El primero es el patio de
labor y está situado en el lado septentrional, disponiéndose en su
entorno las construcciones reservadas para la actividad rural. En sus
cuatro lados se alzan otras tantas crujías, algunas de ellas con inte-
resantes estructuras de arcos de ladrillo sobre pilares del mismo
material, dedicadas como tinados, cuadras y pajares, además de los
volúmenes usados como cochera, trojes, horno, así como las instala-
ciones domésticas del personal que trabaja en la dehesa.
Todas estas instalaciones participan de una tipología arquitectó-
nica de carácter popular y tradicional y son las más antiguas del
complejo, datables al menos en el siglo XIX. Entrado el siglo XX se
construyó el segundo patio, también cuadrangular, donde se levan-
tan los volúmenes más nobles, la casa principal y otras dependen-
cias residenciales, con escudos y blasones de sus propietarios, la
familia López Montenegro, así como la capilla neogótica, fechada
en la espadaña en 1926, todo dentro del gusto historicista de
comienzos del siglo XX, prodigándose en sus diferentes portadas
arcos apuntados recercados con baquetones goticistas. Incluso, a
mediados del siglo XX se añadieron algunos volúmenes, como una
torre de planta octogonal fabricada con sillería y mampostería, en
cuyos muros se abren algunas troneras y pequeñas ventanas a imi-
tación de modelos medievales diversos que, aunque no concluida,
confiere al conjunto un cierto gusto retórico y romántico.
Perodosma de Castellanos o de la Sierra tenía en 1909 una casa
de labor con 11 habitaciones, más tinado, cuadra, pajar grande,
graneros, además de varios suministros de agua, a través de
manantiales, pozos y charcas70. Por su parte, Moheda de Castellano
o del Fraile tenía en las mismas fechas cinco casas, las dos más
importante de labor, de 12 y 7 habitaciones respectivamente, sien-
70 , p. 1235-236.
1116
do las otras para guardas. Además de las dependencias habituales
de cuadras, pajares, tinados, etc., contaba la propiedad con fragua
y taller de aperadores, y asimismo agua abundante en varias fuen-
tes, pozos y charcas71, lo que delata la actividad y posibilidades pro-
ductivas de la dehesa.
También destaca Villegas dos dehesas contiguas en la Sierra de
San Pedro, Valdelacasa de Abajo, con vivienda de dos pisos con 10
habitaciones y Valdelacasa de Arriba, cuya casa principal es aún
más grande, también dos pisos pero con 16 habitaciones, y tenían
ambas, además, todas las instalaciones necesarias para las labores
pecuarias: tinados, cuadras, pajares, y además abundante suminis-
tro de agua en fuentes y manantiales72.
Jaramediana, asimismo, tiene una casa de dos pisos que a
comienzos del siglo XX ya contaba con 15 habitaciones73, aunque
hace unos años se ha acondicionado sin que por ello perdiera su
primitivo aspecto. Lo mismo ocurre con la casa principal de la dehe-
sa Juan Ramos, situada al lado de la anterior, que por las mismas
fechas poseía similares características y que, de igual modo, se ha
reparado recientemente. Ambas disponen de todas las instalaciones
habituales y de abundante suministro de agua en fuentes y charcas.
Campillo era un gran complejo residencial y de labor que se
completaba con amplias y variadas instalaciones que le hacían des-
tacar como un de los cortijos más completos de la Sierra de San
Pedro y, desde luego, el mejor dotado como casa de recreo. Debe
datar de finales del siglo XIX, aunque actualmente está abandona-
do por completo y con algunas construcciones desmanteladas.
La casa principal, pese a su estado de deterioro, todavía mues-
tra su primitiva riqueza y concepción como casa de recreo. Se com-
partimenta en dos pisos, rematándose su fachada con un airoso
frontón. Sus habitaciones son de grandes dimensiones y todas se
1117
configuran con recursos historicistas, las de la planta baja con puer-
tas de arco apuntado y los techos imitando bóvedas de cañón, aun-
que con ladrillo, evocando construcciones medievales; sin embargo
las de la planta superior recuerdan arquitectura clasicista mediante
techumbres de escayola en las que se fingen artesonados de made-
ra con vigas y zapatas decoradas. Además de esto se dispone en
algunas habitaciones y espacios comunes varios esgrafiados con
blasones heráldicos y diversos murales de azulejos, aunque la
mayor parte de ellos han sido sustraídos. Delante de la casa existía
el habitual jardín ornamental, del que sólo persisten hoy algunos
grandes árboles y palmeras, y asimismo se conservan todavía varios
portones y cercados monumentales, así como la capilla, exenta, de
gran volumen y en este caso de estilo neogótico.
Asimismo se aprecian aún vestigios de las dependencias pecua-
rias, igualmente abandonadas, entre las que sobresalen sus corra-
ladas para cerdos, cuadras, pajares, fuentes y cercados.
La dehesa de Parralejo y Estenilla sólo conserva en la actualidad
algunas construcciones desmanteladas y abandonadas en las que,
no obstante, se aprecian suficientes indicios de su gran volumen y
primitivo carácter así como de su antigua vitalidad, lo cual se con-
firma en el Libro de Yerbas de Villegas que en 1909 hablaba de dos
casas en esta dehesa, siendo la principal de dos pisos con 11 habi-
taciones, contando además con todos los servicios, desde capilla,
horno y cochera, hasta tinados, cuadras, pajares y gallinero74.
En la dehesa Casa Blanca el conjunto arquitectónico se constitu-
ye como un complejo agropecuario formado por dependencias resi-
denciales en lamentable estado de abandono, y otras dedicadas a
la actividad ganadera, todavía en servicio. La casa principal estaba
precedida por un jardín, también descuidado, y se completaba con
una capilla neogótica que ocupaba un edificio exento, lo que subra-
ya el carácter residencial que definía al cortijo en sus mejores tiem-
pos. Entre las instalaciones productivas figuran tinados, cuadras,
almacenes y pajares, así como las habitaciones de morada para
pastores y empleados, lo cual todavía sigue funcionando.
1118
Todo el conjunto, especialmente la casa principal y capilla, res-
ponde a las características propias de los últimos años del siglo XIX,
pues pese al estado de abandono y deterioro que sufre la casa y
demás dependencias señoriales, todavía puede verse cómo se utili-
za la estructura y disposición habitual en la época. La casa principal
es de dos pisos y se organiza en torno al eje axial que constituye el
pasillo situado en el medio, entre las puertas principal y trasera, dis-
poniéndose las habitaciones a uno y otro lado del mismo. A su vez,
un jardín, del que en este caso sólo quedan los grandes árboles que
pueden mantenerse sin cuidado alguno, se dispone delante de la
puerta principal, mientras que la trasera se abre al también habitual
patio de labor donde se ubican las diversas construcciones pecuarias
y residenciales de los pastores y empleados de la hacienda, y donde
también se alza la citada capilla neogótica, aunque tanto esta como
la propia casa sólo se usan en la actualidad como almacén.
Aunque el conjunto es un tanto asimétrico y no tan regular como
estamos acostumbrados a ver en otros complejos pecuarios, puede
reconocerse su doble configuración, con una parte para residencia
y recreo de los dueños (ya abandonada, como hemos dicho), y otra
dedicada para empleados y tareas pecuarias. Como siempre, este
área de producción se comunica con la casa principal y también con
el campo a través de un acceso directo. Precisamente en esta puer-
ta de servicio puede verse un letrero donde se hace constar la fecha
de 1961 y el nombre de la dehesa, seguramente dando testimonio
de algunas obras emprendidas en la misma.
Malanda, también mantiene las características que estamos
acostumbrados a ver en las construcciones del siglo XIX, es decir, la
casa residencia para los dueños, más las instalaciones y construccio-
nes para la labor. La casa principal es de dos pisos con cubierta a
dos aguas y, como todas estas, organiza su planta baja en torno a
un pasillo que como eje básico pone en comunicación la puerta
principal y trasera, abriéndose a uno y otro lado las diferentes habi-
taciones. Aunque el edificio ha sido restaurado recientemente, con-
serva muy bien su disposición y constitución primitiva.
Delante de la casa un cuidado jardín reafirma el carácter resi-
dencial del complejo, mientras que el patio de labor que se haya
1119
detrás de la misma, subraya su dedicación rural, pues en esta parte
se pueden ver todas las dependencias productivas y residenciales del
servicio, tales como una casa con espaciosa chimenea-hogar con
una gran campana, dos grandes portones, uno a cada lado del cor-
tijo, para acceso de ganado y maquinaria, más horno de pan,
cochera, tinado, cuadras, pajares y almacenes, pudiéndose ver en
algunas de estas edificaciones los tradicionales sistemas constructi-
vos a base de arquerías de ladrillo y cubiertas con tablazón o entra-
mados de jara.
En Santa Leocadia todavía persiste el caserío semiabandonado,
en el que se conservan varias construcciones, tanto la casa principal,
con más de 20 habitaciones, como diversas dependencias agrope-
cuarias: tinados, cuadras, pajares y almacenes, un gran horno, así
como varios corrales. Todo ello en torno a un cercado que podemos
aproximar al modelo de “muralla” por su carácter cerrado, aunque
en este caso sólo tiene dos lados edificados. Aún conserva un gran
rótulo de azulejos en el que aparece el nombre de la dehesa y la
fecha de 1820, a la cual se remonta, al menos, la cronología de las
edificaciones.
CONCLUSIONES
1120
carse al conocimiento de esta sociedad rural que, aunque sólo nos
antecede en una generación, resulta hoy día irreconocible.
Este patrimonio está íntimamente asociado a la explotación de
los recursos del medio rural, y los cambios operados en los sistemas
de producción han repercutido directamente sobre el funcionamien-
to y conservación de estas construcciones, por lo que muchas de
ellas ya están abandonadas y algunas en ruina. Además se trata de
un patrimonio arquitectónico disperso en el campo y mal conocido,
sumamente sensible a los cambios sociales y económicos de nues-
tro tiempo, tan desconocido como sorprendente cuando se accede
a él. Por ello, su persistencia en el tiempo sólo puede asegurarse con
el interés y esfuerzo que la comunidad ponga en su estudio, conoci-
miento, catalogación y justa revalorización.
Además, en este caso, nos referimos al ámbito territorial del tér-
mino municipal de Cáceres, cuyo casco histórico goza de la declara-
ción de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, por lo que
reclamamos para esta arquitectura campestre y rural el mismo rango
y consideración que se aplica al ámbito urbano, más cuando muchas
de estas construcciones igualan o superan, tanto en antecedentes his-
tóricos como en calidad y monumentalidad de índole popular o
señorial, a muchas de las edificaciones de la propia ciudad.
Por todo ello consideramos que es el momento de asumir defini-
tivamente este valor cultural, hasta ahora absolutamente ignorado y
despreciado.
1121
ESTUDIO IV
1125
Territorio, Historia, Teoría y Composición Arquitectónica de la Uni-
versidad de Sevilla. De ahí procede el título de “Vivienda de inter-
vención social y actuación en la vida privada. Una aportación a la
versatilidad habitacional en asentamientos rurales de las Vegas del
Guadiana”. Con ello se acotaba, en parte, el ámbito de estudio. En
primer lugar, quedaba claro que se iba a hablar de vivienda, y de
vivienda rural. En segundo lugar, el enfoque no iba a quedarse en
una simple descripción o reivindicación de algo pasado a extinguir,
sino que se pretendía ofrecer aportaciones, dentro de las posibili-
dades del mundo cambiante, conjugando las iniciativas particula-
res e institucionales. Y, en tercer lugar, se optaba por un lugar geo-
gráfico definido, las Vegas Altas del río Guadiana en la provincia
de Badajoz.
El papel desempeñado por el Director de la Tesis, el Profesor
José Ramón Moreno Pérez, de la Universidad de Sevilla, ha sido,
fundamental.
El acto de lectura de la tesis doctoral se inicia con la constitución del
Tribunal de cinco miembros, todos ellos en posesión del Título de Doc-
tor y vinculados a Universidades u Organismos de Enseñanza Superior
o Investigación. Como máximo se compone de tres miembros del
mismo Departamento y cuatro de la misma Universidad. En cualquier
caso, la Comisión de Doctorado designa al Tribunal encargado de juz-
gar la tesis doctoral de entre diez especialistas propuestos, oído el
Director de la tesis y los especialistas que estime oportuno consultar.
En este caso concreto se buscó desde el primer momento una
variedad de especialistas, tanto en su formación y dedicación aca-
démica como en sus lugares de docencia e investigación. En la pro-
puesta había profesores de la Universidad de Sevilla, de la Univer-
sidad Pablo de Olavide de la misma ciudad, de la Universidad de
Extremadura, de la Universidad Politécnica de Madrid y de la Uni-
versidad Politécnica de Catalunya. Las titulaciones de los mismos
también reflejaban un amplio abanico: arquitectos de diversas áreas
académicas y profesionales, antropólogos, sociólogos y geógrafos.
El tribunal designado respetó esa variedad.
Una vez constituido el tribunal, la defensa de la tesis doctoral
consiste en la exposición por el doctorando de la labor preparatoria
1126
realizada, el contenido de la tesis y las conclusiones, haciendo espe-
cial mención a sus aportaciones originales.
A continuación, los miembros del Tribunal expresan su opinión
sobre la tesis presentada y formulan cuantas cuestiones y objeciones
consideren oportunas, a las que el doctorando habrá de contestar.
Asimismo, los doctores presentes en el acto público podrán formu-
lar cuestiones y objeciones y el doctorando responder, todo ello en
el momento y forma que señale el Presidente del Tribunal.
En este articulo se desea presentar tanto la exposición del docto-
rando como las opiniones de los miembros del tribunal, pues todas
ellas aportan cuestiones de interés cara a la protección del patrimo-
nio de vivienda de la región extremeña.
1127
EXPOSICIÓN
1128
Los objetivos planteados parten del acercamiento al modo de
vida rural y a la cultura agraria, tanto en lo que se refiere al marco
físico de la casa como a sus habitantes. El estudio, en una primera
fase de acercamiento, se ciñe a las vegas altas del Guadiana, ámbi-
to comarcal homogéneo alrededor de Don Benito y Villanueva de la
Serena. Como segundo objetivo, a partir de la descripción de la
casa de llano bajoextremeña, se recorren diversos modos de trans-
formación operados en la misma. El tercer objetivo plantea propues-
tas para su rehabilitación y recuperación.
1129
La labor preparatoria se apoyó en dos pilares: el trabajo de
campo y las fuentes de información complementarias. A caballo
entre uno y otro se contó con la inestimable colaboración, median-
te entrevistas personales, de estudiosos en la materia.
La recogida de datos sobre el terreno se inició preparando una
sencilla encuesta dirigida tanto a habitantes de viviendas a estudiar
(a modo de entrevista abierta, recogiendo sus aportaciones espon-
táneas) como a proyectos realizados, que reflejan la evolución de la
casa con el tiempo y hablan por sí solos. Las cuestiones planteadas
acerca de las piezas de la casa, la relación entre las mismas y su
proceso de cambio venían respaldadas por planos, suministrados
por técnicos participantes en alguna fase de reforma de las mismas,
en gran parte de los casos. En otros se levantaron croquis traducien-
do los espacios vividos y las impresiones recogidas.
1130
La selección de las viviendas a estudiar se basó en la confianza,
de forma que permitiera un cambio de impresiones abierto, disten-
dido y veraz (en la imagen aparece una familia colaboradora, que
facilitó el acceso a una vivienda en buen estado de conservación,
aunque desocupada y disponible para su venta).
En un primer momento resultó inestimable la colaboración de
dos compañeros arquitectos, asentados personal y profesionalmen-
te en la comarca, que facilitaron tanto planos de proyectos como
entrevistas con sus habitantes. A medida que la recogida de datos
crecía, las conversaciones con unos y otros ampliaron las visitas y
entrevistas a otras viviendas, que diversificaron y enriquecieron el
enfoque inicial. Las conclusiones de esta parte del trabajo se han
entrelazado con las otras en la redacción final.
1131
En cuanto a fuentes de información consultadas, su procedencia
ha sido diversa: bibliotecas municipales y universitarias, Biblioteca
Nacional, del Colegio de Arquitectos de Extremadura y del Museo de
Arte Romano de Mérida; Archivo Histórico Provincial, Archivo de
Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura; Proyectos y Trabajos
Fin de Carrera inéditos. Las obras abarcan desde temas relaciona-
dos con la vivienda, a cuestiones anejas a la misma: en la bibliogra-
fía se han recogido títulos consultados cuya homogeneidad de con-
tenidos resulta más acorde con el trabajo desarrollado.
1132
De gran interés ha resultado el contacto con estudiosos de la
materia, con un enfoque multidisciplinar. Aparte de los arquitectos
mencionados, autores de proyectos de reforma de viviendas tradi-
cionales de la zona, muchos otros han aportado su punto de vista.
Junto con ellos, profesores de economía, antropología, filosofía,
sociología, historia, geografía, urbanismo, han enriquecido el enfo-
que multidisciplinar. A ellos añadimos otros estudiosos que, sin estar
respaldados por una cátedra universitaria, dedican parte de sus
energías a investigar acerca de la casa.
1133
Dos de las viviendas analizadas, una de ellas ya desaparecida,
ambas en Villanueva de la Serena
Contenido
La consideración patrimonial de la arquitectura popular ha expe-
rimentado un auge en las últimas décadas, de modo análogo a tan-
tos otros fenómenos ante los que resulta especialmente sensible la
cultura del momento.
El paso del tiempo ha venido a despertarnos de un letargo en el
que parecíamos inmersos, al contemplar impávidos la desaparición
de unos referentes históricos, indudablemente cultos, que forman
parte de nuestros orígenes.
1134
Interior de una casa, desconocida para la mayoría hasta el momento
en que se inicia su desaparición y aparece a la vista
1135
Iglesia de San Francisco y Casa de los Bolos, en Villanueva de la Serena,
monumentos consolidados
1136
Casa rehabilitada en los años 90 en Villanueva de la Serena
1137
Entorno considerado, desde el Tajo hasta el Noroeste de Andalucía
1138
Mapa de la Confederación Hidrográfica del Guadiana reflejando las zonas regables
1139
La relativa pujanza del número de habitantes en esos núcleos,
considerada en el marco del despoblamiento rural, permite enfocar
el futuro con cierto optimismo. Podemos considerar la comarca el
tercer núcleo habitado de Extremadura, por detrás de las dos capi-
tales de provincia, en competencia directa con la cercana Mérida.
1140
La fortaleza de algunas de las poblaciones de nueva construc-
ción, con una posición estratégica respecto a las vías de comunica-
ción, refuerzan y compensan el foco de atracción de Don Benito-
Villanueva de la Serena. Torrefresneda, Santa Amalia, Hernán Cor-
tés, Ruecas y Valdivia, cuyos habitantes ven incrementar su número,
están situadas en el eje de la carretera nacional que cruza la comar-
ca paralela al río.
El aumento del número de viviendas y el índice de ocupación de
las mismas nos permite aventurar las pautas a tener en cuenta para
la conservación y mejora de la casa de llano cara al futuro.
1141
El número de viviendas se ha incrementado un sesenta por cien-
to en treinta años (como vemos en la tabla), cuando el cómputo glo-
bal de habitantes se ha mantenido, aunque redistribuido. Se ha
duplicado el número de viviendas vacías y la consideración de
vivienda secundaria ha crecido un cincuenta por ciento. La ocupa-
ción media de las viviendas ha descendido prácticamente a la
mitad. Contamos, por tanto, con una mayor disponibilidad de espa-
cio por persona, que permite rentabilizar las viviendas existentes sin
necesidad de recurrir desmesuradamente a nuevas construcciones.
1142
La altura de las edificaciones (y, por tanto, de las viviendas)
corrobora la validez de la casa de una o dos plantas. Más del
noventa por ciento de las casas tienen una o dos alturas y, de ellas,
dos tercios tiene una sola altura.
1143
vestuario de diario y festivo
1144
Las transformaciones que acompañan el desarrollo laboral se
reflejan en la casa. La construcción pasa a manos de especialistas;
la tracción motora sustituye a la animal, desapareciendo estos de la
casa; la comercialización de los productos a gran escala libera
espacios de almacenamiento.
El fenómeno de la emigración conlleva el abandono de un ele-
vado número de viviendas rurales y una dejadez en su mantenimien-
to que las aboca a la ruina.
Circunstancias diversas que nos ayudan a entender los modos de
transformación operados en las casaspara aplicar unas pautas de
conservación adecuadas cara al futuro.
1145
Poblaciones relativamente recientes de la zona son también
abordadas, desde el contexto de una historia de siglos que acompa-
ña al caserío tradicional, por entender que pueden sacarle partido
también a las pautas mencionadas. En la imagen, Santa Amalia,
surgida en el siglo XIX, y Vivares, uno de los poblados de coloniza-
ción de mediados del siglo XX, que operan modos similares a los de
las poblaciones tradicionales en la transformación de las viviendas.
1146
Un segundo objetivo a desarrollar consiste en una descripción de
la casa que ayude a entender los modos de transformación opera-
dos. Lo abordamos tanto desde una perspectiva morfológica como
tecnológica.
1147
Por un lado, contemplamos los espacios libres entre las superfi-
cies construidas; por otro, analizamos la parte sólida, abarcada
desde sus límites materiales: hablaremos de estancias o habitacio-
nes y de muros o cubriciones.
1148
La casa bajoextremeña de llano se distribuye en dos niveles:
planta baja como zona vividera y desván (almacén bajo la cubier-
ta). Un pasillo central, de ancho regular, atraviesa la casa desde la
calle hasta el corral (en la imagen): las habitaciones se sitúan a uno
o a ambos lados, con acceso directo a las mismas desde el corredor
y/o comunicadas con estancias anejas.
Por el corredor se accede a la estancia de la cocina y al resto de
salas y cámaras. La escalera comunica la planta vividera y el dobla-
do. Al fondo, el corral primigenio, transformado en superficie dispo-
nible y patio de desahogo.
1149
El corredor es lugar de paso y estructurador de espacios. Con
puerta doble a uno y otro extremo, como transición del exterior al
interior y viceversa. Con el tiempo, se compartimenta más, aislando
zaguán y zona de estar. En sección longitudinal, el pasillo puede ser
tanto horizontal, como con cierta pendiente hacia la calle o hacia el
corral, pudiendo adaptarse a la topografía del terreno, que suele
presentarse llana o suavemente ondulada.
1150
Cocina, estar, hogar, conforman en un solo espacio el centro de
la vida de la casa. La cocina la entendemos tanto como el apara-
to o lugar que hace de fogón, como la pieza o sitio de la casa
donde se guisa. La cocina tradicional extremeña, en cuanto lugar
de preparación de la comida, con su amplia campana y chimenea,
compagina el fuego como fuente de calor y cocción de alimentos
con el curado de la matanza por ahumado. Ocupa un lateral de
la habitación, separada del resto de la misma por un arco rebaja-
do o una viga.
1151
El tiro o cañón (podemos ver el interior de uno) reduce su sección
al elevarse, sin menguar su monumentalidad cara al exterior.
1152
Si como elemento urbano la chimenea prácticamente ha desapa-
recido, en el interior aún se conservan ejemplares cegados, con una
función decorativa y testimonial (como en la imagen).
La situación de la cocina en la casa pasa de la primera a la segun-
da crujía a medida que crece la casa, trasladándose a otras posterio-
res, hasta desplazarse al patio, por motivos higiénicos y culturales.
Otras estancias asumen un papel secundario en la casa, sea por
un uso restringido a uno o varios individuos (dormitorios) o por su
capacidad de adaptación a diversas funciones, dependiendo de las
necesidades familiares del momento (salas que se transforman en
dormitorios; dormitorios utilizados como trasteros, etc.).
1153
Aunque esas estancias tuvieran fachada a la calle, en muchos
casos no disponían de ventana (como podemos ver en la fotogra-
fía), tanto por seguridad, como por independencia o aislamiento tér-
mico. Esas características de apertura exclusiva hacia el interior la
mantienen las habitaciones de las siguientes crujías, hasta llegar a
la que da al corral. El progresivo crecimiento de la vivienda median-
te crujías paralelas a la fachada ha ido variando esa relación inte-
rior-exterior, dejando huellas del mismo en las aperturas que comu-
nican, en recorridos paralelos al corredor, unas estancias con otras.
El doble acceso permite una ventilación de las cámaras, mantenien-
do la intimidad.
1154
En ocasiones desaparece la apertura al pasillo (como en la ima-
gen de la izquierda), originando alcobas vinculadas únicamente con
otras estancias que suelen dar a la fachada.
En el esquema vividero de la casa falta por abordar los servicios
higiénicos que, por estar situados en el exterior hasta hace poco, los
mencionaremos más adelante, al detenernos en los modos de trans-
formación del corral.
1155
Antes accederemos al desván por la escalera. Esta tiene dimen-
siones modestas en la mayoría de las casas, tendiendo más a ocul-
tarse (como en la imagen, oculta tras la puerta en una de las crují-
as interiores) que a figurar. Su posición en la casa está en relación
con el uso que se le va dando al desván con el paso del tiempo.
Cuando la edificación crece, mediante crujías añadidas, la escalera
tanto puede desplazarse, como ser integrada en ese crecimiento.
1156
La escalera nos conduce al doblado o desván, espacio de esca-
sa altura entre el techo de la planta baja y la cubierta. Inicialmente
se usa como granero o almacén. Evoluciona con el crecimiento de
la casa: el incremento de crujías requiere una cubrición y, como
suele utilizarse la cubierta inclinada con teja, llega un momento en
que la cumbrera debe elevarse.
1157
Ese desplazamiento hacia arriba, si se mantiene la altura de la
fachada a la calle, se produce trasladando la cumbrera hacia el
interior de la parcela, para proporcionar una altura aceptable en la
fachada interior. Al elevar la cubierta aumenta la altura y el volumen
de ese espacio, abriendo expectativas para su uso, también vividero
(en el croquis, primero se desplaza la cumbrera y luego se eleva,
presentando el aspecto de la fotografía). Incluso en transformacio-
nes más radicales y muy extendidas permite un recrecimiento de
toda la planta, duplicando la superficie habitable y permitiendo, en
su caso, una segunda vivienda.
1158
De esta casa de planta baja descrita salimos, por una puerta
enfrentada a la de la calle, al corral. Utilizamos indistintamente
patio o corral salvo que nos estacionemos en un momento histórico
determinado: hasta hace unas décadas, el espacio libre, sin cons-
truir, al fondo de la parcela, era ocupado por animales, productos y
útiles del campo; en la actualidad supone un desahogo a la super-
ficie habitable.
El patio guarda relación con dos piezas higiénicas de la casa: la
cocina y el baño. En el primer caso, la necesidad de separar la zona
de estancia de la comida, lleva a utilizar el espacio de alguna de las
dependencias agrícolas para organizar la preparación, cocción y
almacenamiento de alimentos; o a construir un elemento indepen-
diente, aislado o conectado con la casa.
1159
El baño sigue otra evolución. Dejando a un lado la periodicidad
de la higiene corporal y la ausencia de un recinto exclusivo para la
misma durante siglos, la evacuación se realizaba directamente
sobre el estercolero, utilizando sus beneficios para la confección del
abono agrícola. Los requerimientos de intimidad llevan a acotar un
espacio en el mismo lugar y, buscando también la salubridad, se
acaba dotando de aparatos higiénicos para, a la postre, conectar
los mismos a una red de evacuación.
Al retirar los animales, los aperos de labranza y los productos de
la cosecha de la vivienda y encauzar los restos orgánicos a redes
externas, la casa dispone de un espacio para su expansión. Por un
lado, como reserva de crecimiento de la superficie útil de la casa.
Por otro, como zona de descanso y de ocio privado.
1160
Siguiendo con la descripción, y dando por ultimada la compren-
sión morfológica de la casa, pasamos a referirnos a la elementali-
dad tecnológica de su parte material. De los espacios disponibles
vamos a los macizos sustentantes.
1161
El medio físico condiciona la construcción por el acceso a los recur-
sos disponibles en una época en que las comunicaciones evoluciona-
ban a un ritmo diverso al actual. El barro, dada su abundancia y fácil
manejo, condiciona la estructura, tanto vertical (adobes y tapial) como
horizontal (bóvedas). También existe el granito, más pesado y difícil de
trabajar, utilizado en umbrales, jambas y dinteles de algunas vivien-
das populares. Para la cubrición exterior se ha usado durante siglos la
estructura de madera, mínimamente elaborada. Las técnicas emplea-
das resultan modestas, legitimadas por el paso del tiempo y accesibles
a operarios locales sin especialización, así como a los propios mora-
dores, en funciones de autoconstructores.
1162
El cimiento resulta sólido, para soportar los gruesos muros que
se apoyarán en aquel. Aparejado como zanja corrida rellena de
mampostería formada por trozos de piedras irregulares, esa base se
eleva sobre la cota del terreno, con un grueso menor, para darle un
aislamiento de la humedad al tapial.
Sobre este primer tramo de mampostería al aire (en la imagen)
se eleva la pared de tierra amasada y apisonada, compuesta de
arena y arcilla fundamentalmente.
1163
El molde o encofrado, necesario para sostener las tierras húme-
das, está compuesto por tableros paralelos separados entre sí el
espesor del muro deseado (de 40 a 60 centímetros, e incluso más),
unidos entre sí con agujas de madera durante la ejecución y que, al
retirarse, dejan una huella visible que se tapa. Con frecuencia se
refuerza esa estructura básica con cascotes y ripio, conformando el
mazacote, así como con pilares de adobe o ladrillo en las esquinas,
encuentros o jambas de puertas y ventanas, o mediante tortadas de
cal o yeso o verdugadas de ladrillo entre cada tramo horizontal de
tapia. Superficialmente, también se revisten los tableros del encofra-
do de mortero antes de rellenarlo de tierra, para que se mezcle en
húmedo ofreciendo una mayor solidez superficial.
1164
El adobe (en la fotografía), de barro seleccionado y preparado,
sin semillas, raíces o hierbas, mezclado a veces con paja, se moldea
en forma de paralelepípedo y se seca al sol. Se utiliza en aparejo de
una o dos astas, sujetos y alisados con barro, recibido, cada dos o
tres hiladas, con cal.
Material más elaborado, el ladrillo que se utiliza es macizo, coci-
do en tejares locales, permitiendo una mayor resistencia, Se emplea
como refuerzo y como base para la ejecución de la bóveda y para
su trazado completo.
1165
La peculiaridad de la bóveda bajoextremeña respecto a otras
bóvedas radica en que permite mayor autonomía y ausencia de cim-
bras durante la ejecución. Asienta en el perímetro y cubre estancias
más o menos rectangulares. Cada ladrillo se sujeta en los colindan-
tes hasta cubrir el recinto, tanto en la bóveda tabicada, con los ladri-
llos puestos de plano, como en la bóveda de rosca, con los ladrillos
de canto. Al construirse la casa en crujías paralelas a la fachada, la
estructura dispone de autonomía portante para la transmisión de
empujes hacia el terreno por los gruesos muros perimetrales; en el
interior, unas bóvedas compensan el empuje de las otras.
1166
Como cubierta de la casa se forma una estructura de par e hile-
ra: el lomo, paralelo a la fachada, con las vertientes hacia la calle y
hacia el corral. El caballete, en las casas pequeñas, de dos (y hasta
de tres) crujías se sitúa sobre el muro que separa la primera y la
segunda crujía. En los casos frecuentes en que se añade una crujía
se mantiene el caballete prolongando la vertiente que da al corral.
El alero (en la imagen) apoya sobre una o dos hileras de ladrillo
puesto de plano, ligeramente volado sobre la línea de fachada, for-
mando una platabanda.
1167
CONCLUSIONES
1168
Se pueden adecuar, manteniendo la vivienda unifamiliar de una
o dos plantas, recreciendo la vivienda (como en la imagen) o con
viviendas encimadas sobre otras de planta baja.
En este sentido, y en consonancia con las políticas europeas para
el desarrollo del mundo rural y la fijación de esos habitantes en su
entorno, sería deseable que los Planes de Interés Regional ayudaran
a revitalizar las áreas de influencia de núcleos como el de Don Beni-
to-Villanueva de La Serena, orientando también dichos planes a la
rehabilitación y revitalización de los pueblos. Se trataría de construir
donde ya se construye, respetando el entorno y evitando el abandono.
1169
Manteniendo el esquema de la casa de llano, apostamos por la
mutabilidad de la casa extremeña, tanto en una adecuación progre-
siva a las necesidades de sus moradores, incluido el crecimiento de
la misma hacia el corral (como se puede ver en las fotografías) y
hacia el doblado, como en operaciones puntuales más rotundas.
Las alternativas que se presentan pretenden sacarle el máximo
partido a la estructura de la casa tal como la conocemos, también
con las agrupaciones o divisiones que asimila el esquema distributi-
vo. En este sentido, contemplamos la introducción de mejoras que
ofrece la tecnología a los hogares modernos y que facilitará un
mayor bienestar: agua corriente, fría y caliente, calefacción y acon-
dicionamiento de aire, suelos y paneles radiantes, aprovechamiento
de luz y energía solar, telecomunicaciones, etc.
1170
Una cultura de la conservación continuada, centrada en el man-
tenimiento periódico, ayudará a que el proceso de deterioro se
frene, y, dándole la vuelta, revitalice, con las casas, los pueblos y la
vida entera de la comarca.
1171
Aportaciones originales
Si resulta interesante rescatar del olvido o reunir en este trabajo
distintos aspectos de la realidad actual de la casa bajoextremeña,
más reconfortante resulta presentar algunas aportaciones, tanto
más originales por poco comunes, enunciadas algunas de ellas al
tratar de las conclusiones.
1172
Con ello los mayores tendrían un ingreso directo a sus estancias
desde la calle y un uso de la casa con relativa independencia (ima-
gen de la derecha, a la izquierda del pasillo).
Analizando los espacios con los que contamos, la atención se fija
en dos elementos estructurales de la casa, el corredor y la cocina. El
corredor ha quedado como un espacio infrautilizado; la cocina, en
cambio, ha ido especializándose, desgajándose de la zona de estar,
y con unas exigencias crecientes en electrodomésticos y en almace-
namiento. La propuesta consiste en trasladar la cocina al espacio
central del corredor, ocupando dos o tres crujías: seguirá siendo un
espacio de paso y distribuidor, con uso complementario y buena
ventilación.
1173
Buscando adaptaciones integradas, partimos de la experiencia
del arquitecto danés Per Kortegard, extrapolables a la casa de llano:
la cocina ocupa una pieza alargada, desde la que se accede a diver-
sas estancias de la casa, directamente o mediante vestíbulos de
independencia. La ocupación de estas piezas puede variar en fun-
ción de las necesidades: un dormitorio pasar a despacho: un estar
transformarse en dos dormitorios; un estudio o consulta convertirse
en cuarto de juegos, etc.
1174
Trasladando esa cocina a la casa de llano bajoextremeña con
corredor central, en función del ancho del mismo se podría amue-
blar con elementos perimetrales o mesa central. La rotación de las
estancias laterales sería una continuidad de la que ha venido expe-
rimentando durante siglos la casa de llano.
1175
Se puede jugar con las zonas comunes como en la casa tradicio-
nal, como espacio de transición al exterior, completando la dotación
de la casa con cocina y baño y ofreciendo ventilación de cada dor-
mitorio sin servidumbres de otro dormitorio (imagen de la izquier-
da).
Un atractivo añadido a la cocina central vendría de independizar
relativamente (autonomía sin aislamiento) una o dos habitaciones
de la fachada como apartamentos, tanto para los abuelos o hijos
mayores que vivan en casa como para alquilar a personas ajenas a
la familia (imagen de la derecha).
En función del grado de cercanía de los convivientes en estas
habitaciones con el núcleo doméstico, la cocina y el acceso al estar
resultarían más o menos asequibles, suprimiendo la doble puerta
que comunica el vestíbulo con la cocina y las habitaciones de facha-
da, por ejemplo. En esta aportación, las estancias interiores se vin-
culan con las exteriores o se transforman en aseos.
1176
En una línea similar se podría dividir la casa en varios aparta-
mentos, ya sea con un núcleo de estar central (independizando la
cocina anterior, proporcionándole iluminación y ventilación cenital)
o con la máxima igualdad en los servicios (cuatro apartamentos
mínimos con cocina central). Estos ensayos servirían para estancias
cortas o para trabajadores de temporada. Podría compaginarse una
modesta ayuda económica al presupuesto familiar mediante un alo-
jamiento a bajo costo.
1177
También se podrían agrupar viviendas, para responder a la
necesidad de cobijar bajo un mismo techo a una familia numerosa
o una familia extensa (en el último censo se recogían mil hogares
con seis o más miembros en la comarca, y hasta ciento veinte con
ocho o más, reflejo del peso demográfico de los hogares amplios).
La crujía intermedia, sin luz directa y con ventilación a través del
pasillo, podría alojar el comedor y otros servicios (baños, armarios)
permitiendo una circulación fluida. Como se ve, la reversibilidad de
estas actuaciones permite la adaptación con bajo costo.
1178
Entre las adaptaciones de interés para estas viviendas se contem-
pla introducir avances técnicos en la casa tradicional, como un paso
más en la evolución marcada por el cuarto de baño y la cocina inde-
pendientes. La incorporación de placas solares, conjugada con la
inercia térmica de los gruesos muros, permitiría un uso más racio-
nal de la energía consumida. Se cuenta con poco espacio residual
por la composición ortogonal de la vivienda entre medianeras, pero
con un vacío del cañón de la chimenea que podría alojar el termo,
e incluso las unidades exteriores de aire acondicionado, bien venti-
ladas y ocultas a la vista, a la par que accesibles. Incluso ese volu-
men podría reconstruirse (hemos mencionado los contados ejempla-
res supervivientes), con un diseño acorde con las nuevas necesida-
des, escamoteando el perfil de los aparatos al integrarlos en formas
armónicas con el entorno.
1179
En esa línea iría la incorporación del doblado a la superficie
habitable de la casa, dotando la cubierta de aislamiento, actualizan-
do la capa de mortero encima del machihembrado de madera, con
ventanas para tejados que ofrece el mercado, giratorias o proyec-
tantes, con persianas y cortinas integradas, accionadas por mando
a distancia, que podrían combinarse con captadores solares en
modulaciones armónicas con la cubierta de teja.
1180
Incidimos, por otra parte, en el tratamiento de las nuevas promo-
ciones con una mayor referencia a los invariantes locales de la
vivienda (en la imagen, contraste entre una promoción actual y el
caserío tradicional, en Navalvillar de Pela), que pueden seguir resul-
tando válidos, siempre que la normativa y legislación aplicable
resulte más flexible, tanto en límites de superficie protegida, como
en la consideración higiénica y saludable de piezas interiores. Con
estas premisas, resaltamos dos propuestas presentadas al concurso
de vivienda rural convocado por la Dirección General de la Vivien-
da en 1983, la de Manuel Fortea y la de Serafín Presmanes.
1181
De la primera destacar el paso central, la distribución de la
vivienda en una sola planta y la cocina en el eje. Resuelve la falta de
luz y ventilación de las crujías intermedias con la introducción de un
patio interior, y asume el crecimiento de la casa hacia el corral.
1182
El segundo ejemplo respeta el paso central, introduce aseo y
escalera a ambos lados, en una crujía intermedia de dimensión
menor a las demás, utilizando las otras cuatro estancias con venta-
na a fachada como zona vividera. Compartimenta cocina y come-
dor en la crujía que da al patio y dormitorio y estar en la de la calle:
un dormitorio que podrían ser dos o tres reduciendo los espacios
comunes. Y así como se organizan los dormitorios en planta alta,
podrían contemplarse en la baja mediante el crecimiento hacia el
patio, combinando con la luz y ventilación del pasillo para la coci-
na y comedor en posición interior.
Con una mínima intervención en el esquema tecnológico de la
casa de llano, se proponen usos alternativos compatibles con la
vivienda: comercio minorista, aprovechando la centralidad del acce-
so y la facilidad de segregación espacial; servicios turísticos, de ocio
y deporte con unos requerimientos mínimos de espacio; centros de
promoción e interpretación del entorno y de oficios artesanales, etc.
1183
Y en esta misma línea entrarían usos residenciales colectivos y
servicios integrales con conexión inmediata con el entorno próximo:
hogares unipersonales y residencias de mayores, agrupando varias
casas, con amplio patio o jardín común, con acceso único controla-
do desde la calle; centros de día, guarderías (como la de las foto-
grafías). Precisamente desde la Junta de Extremadura se impulsa la
construcción de casas adosadas en las que, por un lado, vivan
abuelos y, puerta con puerta, pero independientes, se alojara un
matrimonio, una mujer maltratada o un inmigrante, para hacerse
cargo del cuidado de los mayores. Concretar esas ayudas en los
cascos consolidados permitiría fijar la población en su entorno.
1184
Con estas aportaciones cerramos esta presentación deseando
que las pautas de conservación propuestas supongan una reactiva-
ción de estas viviendas en un mercado protegido, aprovechando las
sinergias existentes, y con la colaboración de todos los profesiona-
les, ciudadanos e instituciones interesadas, aportado cada cual su
punto de vista, su experiencia personal y laboral y su poder econó-
mico, político y social.
INTERVENCIONES
Como cuestión previa a las intervenciones del tribunal, se reco-
gen someramente en este punto una serie de objeciones presenta-
das por el Profesor Doctor José María Cabeza Laínez, de la Univer-
sidad de Sevilla, durante el plazo habilitado para ello, objeciones
remitidas por la Comisión de Doctorado a cada uno de los miem-
bros del tribunal a los efectos de que, en la valoración que han de
emitir sobre la tesis, tuvieran a su disposición el mayor número posi-
ble de elementos de juicio.
1185
Destaca que la tesis tendría más sentido haberla presentado en
las áreas de Urbanística, Ordenación del Territorio, Proyectos Arqui-
tectónicos, o Lingüística o Literatura o Antropología, que en el área
de Composición Arquitectónica. Eso produce una gran satisfacción
en el autor pues uno de los propósitos era el diálogo interdisciplinar.
Es cierto que desde diversas disciplinas se destaca más la valoración
del patrimonio arquitectónico que desde la propia Arquitectura, y
con el presente trabajo se pretende aportar un enfoque con una
dimensión complementaria a los programas de Turismo y Desarro-
llo Rural, a los Museos y Muestras Etnográficas o a los Centros de
Interpretación de la Historia, la Naturaleza y la Sociedad.
Sugiere la necesidad de haber presentado un plano parcelario
de, al menos, las dos ciudades mayores, Don Benito y Villanueva de
la Serena, apostando por un centralismo que se intenta evitar. En su
caso, esa planimetría debería contemplar una muestra significativa
de las diversas poblaciones, de tamaño y desarrollo diverso.
Plantea en sus alegaciones también que el trabajo “intenta poner
en valor algunas realidades de interés muy cuestionable”, conside-
rando lo expuesto “como una especie de reivindicación que poco o
nada tiene que ver con la ciencia”. Esas afirmaciones contrastan con
el papel adjudicado a la vivienda tanto en la Declaración de los
Derechos Humanos, como en la Constitución Española o en los
actuales organigramas de Vivienda y Desarrollo Rural insertados en
Ministerios y Consejerías. Asimismo se recuerdan vías de investiga-
ción de la Junta de Extremadura con el Programa de Rehabilitación
en Casco Urbano Consolidado (Decreto 162/99) con efectos prác-
ticos inmediatos, así como los proyectos de “Piedras con raíces”,
también en Extremadura o los “Demófilo” y “Proyecto Andalucía” en
la vecina Comunidad, y otros de carácter local en la Sierra de Sevi-
lla, Huelva y Córdoba, que avalan el interés del estudio de la vivien-
da rural tradicional en el ámbito geográfico mencionado.
Pasamos el turno de las intervenciones a los miembros del tribunal.
En primer lugar intervino José Antonio Pérez Rubio, Catedrático
de Escuela Universitaria de Sociología en la Universidad de Extrema-
dura y Decano de la Facultad de Estudios Empresariales y Turismo
de Cáceres, donde presta especial atención al desarrollo rural sos-
1186
tenible. Destacó el tratamiento interdisciplinar del trabajo. El cuida-
do del patrimonio ayuda a mantener la memoria histórica y permi-
te una mayor cohesión social. Destacó como conclusiones el alto por-
centaje de viviendas disponibles con la consiguiente infrautilización de
las mismas, alentando a cambiar la tendencia perversa de crear pue-
blos nuevos en los alrededores de pueblos viejos. Propone articular
espacios en los pueblos para revitalizar los cascos consolidados.
Resultaron muy interesantes sus recomendaciones cara a la hipotética
publicación de la tesis, para evitar repeticiones innecesarias, cuidan-
do la estructura de los apartados. Sugiere ampliar el tratamiento
poblacional e introducir planimetría urbanística. En cuanto a la distri-
bución de la casa puso énfasis en la necesidad de conjugar la tenden-
cia a acortar espacios, racionalizando el tiempo de atención de la
casa, con la propuesta del doctorando de disponer de metros suficien-
tes para desarrollar sus respectivas funciones por los distintos ocupan-
tes de la casa. Los anejos de la casa, bodegas, alacenas, corrales,
pueden cumplir su función como espacios de ocio en la familia rural.
Julián Mora Aliseda, Profesor Titular de Análisis Geográfico
Regional del Departamento de Geografía y Ordenación del Territo-
rio de la Universidad de Extremadura, destacó aspectos geográficos
y urbanísticos: la capacidad de gran feracidad del medio físico y
natural, convertido en zona regable que ha soportado un policulti-
vo, y el enriquecimiento que hubiera supuesto el contar con planos
de configuración urbanística. El mundo rural está sujeto a cambios
vertiginosos y, en este sentido, se puede abusar del término desarro-
llo sostenible como mecanismo de control de ese vértigo. Constata
que más del 90% de los municipios están en regresión poblacional,
con una incorporación progresiva al sector servicios, cercana a los
dos tercios en Don Benito y Villanueva de la Serena, con un aban-
dono creciente de la agricultura. De nuevo levantó la voz de alarma
ante el desmantelamiento del mundo rural que puede suponer las
viviendas a 60.000 euros alentadas por la Junta de Extremadura, en
terrenos perimetrales de las poblaciones, con el riesgo de despobla-
ción de los núcleos urbanos. Apuesta por mantener el caserío tradi-
cional, integrándolo en la dinámica de mantenimiento de la pobla-
ción, con las pertinentes mejoras del parque de viviendas.
1187
Juan Agudo Torrico, Profesor Titular de Antropología Social en la
Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, recor-
dó la interdisciplinariedad presente en el acto, con geógrafos, soció-
logos, antropólogos y arquitectos. Al referirse al patrimonio arqui-
tectónico, con un juego de palabras, resaltó que más que modesto
es molesto y apostó por la coherencia y la valentía al abordar su
estudio, aun contemplándolo desde la excepcionalidad. Presentó
diversas objeciones a los conceptos de arquitectura popular y tradi-
cional, reseñando que en las últimas décadas no se escribe nada
serio: los estudios más conocidos son locales, no globales y, con fre-
cuencia, desacertados. Falta una verdadera revisión de estos con-
ceptos. La arquitectura popular, la de los pequeños propietarios y
jornaleros, se encuentra más afectada ante la necesidad de respon-
der a modelos de calidad de vida. En las grandes casas no hay pro-
blemas de adaptación y resulta más fácil preservalas y proyectar su
revalorización. Se requiere un cambio de actitud, destacando los
valores sociales que encierra la casa. En vista a estudios futuros, soli-
cita darle mayor publicidad a los cuestionarios realizados, para que
hablen las personas, quienes habitan las casas, pues se trata de
recuperar formas de vida, no sólo de reconstruir paredes. Destaca
el papel de la cocina como espacio simbólico en la estructura tradi-
cional de la casa. Solicita la ubicación de las casas en planimetría y
un tratamiento etnográfico más completo y equilibrado. Echa en
falta menciones a alarifes y albañiles, con la cultura del trabajo que
les acompaña, sus códigos y modelos, para ayudar a recuperar las
técnicas constructivas. Sus aportaciones al glosario terminológico de
usos arquitectónicos resultan de gran utilidad, para incluir términos
utilizados en el texto como doblado, cámara, bóveda o puerta falsa.
Incide en la transformación del concepto de corral-patio, como
ganancia de espacios funcionales a vivideros. Destaca la transfor-
mación de la vivienda mediante el sacrificio de la segunda crujía
para articular la luz mediante el patio. En este sentido, resulta inte-
resante la búsqueda de alternativas, tanto por parte de los arquitec-
tos como de los usuarios.
La intervención Juan Carlos Sabater Andreu, Profesor Titular de
Composición Arquitectónica en la Escuela Técnica Superior de
1188
Arquitectura del Vallés de la Universidad Politécnica de Catalunya,
que imparte la asignatura de Arquitectura doméstica occidental en
los siglos XVIII-XX, resultó especialmente clarificadora. Abogó por un
reconocimiento a lo manifestado por los otros doctores hasta el
momento, destacando la pericia del Director de la tesis en tender
puentes con los miembros del tribunal apostando por la interdisci-
plinariedad. Rememorando su primer contacto con los trabajos pre-
vios de redacción de la tesis, doce años atrás, reconoció su escepti-
cismo en aquel momento acerca del acierto en la elección del tema
propuesto. Ahora, al escuchar la exposición, revaloriza esa decisión
inicial. Y señala que, en las Escuelas de Arquitectura, prevalece cier-
ta tendencia a mantenerse ciegos o deslumbrados en estas cuestio-
nes. Sin embargo, señaló los puntos débiles cuyo tratamiento mejo-
raría el resultado final. Mencionó los excesivos datos demográficos
aportados y, en este sentido, un amplio despliegue poco comentado
y descompensado, acusando un uso utilitario de la información, con
falta de justificación. El tratamiento terminológico de la última parte
resulta pobre de contenido y escaso de rigor. La presentación de
algunos conceptos y espacios aparece excesivamente tenso, con
peligro de rotura, cuando requeriría una mayor elasticidad funcio-
nal. En este sentido, el corredor es un espacio mediador, entre lo
social y lo íntimo, entre lo público y lo privado. Paralelamente la
calle se considera un espacio público con uso privado. Como apor-
taciones, aboga por aprovechar el parque disponible de viviendas
mediante una actuación inteligente, alentando a que los arquitectos
dicten qué hacer con ese capital patrimonial existente. Convendrá
tener en cuenta una adecuada forma de entendimiento de los cam-
bios de vida para dotar de una nueva naturaleza a las piezas de la
casa. Entre esas caracteríaticas a tener en cuenta resulta capital la
introducción del higienismo, con las implicaciones que ello tiene con
la resistencia a la municipalización de los residuos sólidos urbanos.
El tratamiento de la naturaleza de las piezas conllevará dotar de
nuevo valor a los corredores, con un uso de los espacios adecuados
a situaciones actuales de convivencia en forma de cohabitaciones
simples o complejas. En esa línea considera fructífera una política
diseminada de intergeneracionalidad, en forma de cohabitaciones
1189
múltiples con ancianos. Los cambios en los modos de vivir, con un
paso del puritanismo reservado a la naturalidad entendida como
naturalismo, implica una decantación de espacios necesarios para
el culto al cuerpo. La mezcla del fomento del desarrollo sostenible,
mezclado con un neoruralismo no exento de consumismo, le lleva-
ba a afrontar el futuro de esas construcciones con cierto pesimismo.
Como Presidente del Tribunal, cerró el turno de los miembros del
mismo Eduardo Mosquera Adell, Catédrático en el Departamento
de Historia, Teoría y Composición Arquitectónica de la Universidad
de Sevilla. Su agradecimiento a la participación en el presente foro
le llevaba a valorar la elección del tema dando entrada a la inter-
disciplinariedad como lugar de encuentro. Achacaba al trabajo des-
igualdades en intensidad, advirtiendo explícitamente el esquematis-
mo de la historia de Extremadura tal como se presenta. Una reescri-
tura de esa parte supondría hacer mención al régimen de tenencia
de las tierras y a la vinculación de las casas con los propietarios de
las tierras o con los jornaleros que las trabajan. La localización de
las viviendas mediante la cartografía facilitaría el manejo de una
información documental perteneciente a un mundo perdido: los pro-
cesos de desamortización, loteamientos y asentamientos pueden
aportar luces respecto a la situación de una vivienda en esquina o
entre medianeras. Se trataría de establecer puentes y desvelar valo-
res. Destacó la importancia que tienen las alusiones a los objetos
existentes en las casas, ya sea como préstamos tomados de otros
edificios como a la evolución de unos elementos sobre otros. Recla-
ma una mayor atención al espacio del corral, en aras de descubrir
formas ricas de combinación corral-patio, con la compaginación de
los tipos de animales que la ocupan en la actualidad. También resul-
ta interesante descubrir cómo se construye la casa para ser vista
desde el espacio, no solamente como un conjunto higiénico-técnico.
Las operaciones de agrupación y desmembramiento de la casa
(doblar la casa, partir la casa) adquieren mayor importancia al com-
prender cómo han sido explotadas por sus habitantes. En esta línea,
retoma la idea de escuchar la voz de los habitantes y de los vecinos,
sus opiniones mutuas, en aspectos tan diversos como: los tiempos de
la casa y de la calle, los valores simbólicos a tener en cuenta, la
1190
atracción neorural, la capacidad de habitar las casas. Esas voces
generarían un diálogo que llevaría a un único proyecto de la casa
que esperamos para hoy y para mañana.
La intervención del Director de la Tesis, José Ramón Moreno
Pérez reiteró la peculiaridad y la transcendencia del acto.
Recogiendo las aportaciones de los miembros del tribunal, que
se agradecen, tanto en el momento de ser expresadas como en el
presente trabajo, se pretende que puedan surgir publicaciones diver-
sas, incidiendo en aspectos parciales del estudio, completando las
lagunas advertidas y simplificando los tratamientos excesivamente
amplios. Esta presentación es un primer paso en ese itinerario. La
propia evolución de la investigación a lo largo de los años ha orien-
tado a presentar la tesis con un subtítulo que ocupa el lugar central
en este momento “Habitaciones con historia. La casa de llano en la
Baja Extremadura”.
1191
ESTUDIO V
RESTAURACIÓN Y REHABILITACIÓN DE LA
ARQUITECTURA POPULAR EXTREMEÑA:
LEGISLACIÓN, GESTIÓN Y EXPERIENCIA
INTRODUCCIÓN
1195
Actualmente, ningún profesional del patrimonio tiene tampoco la
tentación de reformar un edificio del pasado en continuidad con su
propio estilo original, por lo que tendríamos la tentación de decir
que la estéril y antigua polémica entre antiguos y modernos, reedi-
ción de otras anteriores, parece que empieza a superarse de modo
definitivo; aunque ciertamente en la arquitectura popular sea una
superación puramente de formas más que de fondo.
Y ojalá fuera así, pues ello querría decir que nuestra cultura
arquitectónico-restauradora habría dado un importante paso hacia
una mayor madurez expresada en la no categorización del arte en
un grado u otro, pues como defendimos antes y defenderemos des-
pués entre un palacio barroco del XVII y una casita de labradores del
XVII no hay opción a la comparación y por esto mismo hemos de
darles el mismo valor cultural.
Es por todo ello que estas reflexiones surgen a propósito del tra-
bajo de investigación aquí propuesto relacionado con la restaura-
ción y rehabilitación de la arquitectura popular extremeña.
No enfrentar estas cuestiones, sino hacerlas comprensibles en
este trabajo, es bien importante; imprescindible en realidad. Por
todo ello el trabajo de investigación que nos ocupa pretende inda-
gar en ámbitos como la restauración y la rehabilitación de la arqui-
tectura popular teniendo muy presente el devenir histórico, económi-
co o político reflejado socialmente en la legislación que ampara y
dicta los modos y formas de hacer dichos ejercicios restauradores y
rehabilitadotes.
La “arquitectura nueva” entendida como función, surgida de la
restauración de nuestra arquitectura vernácula, dejando ahora de
lado cómo sea esta, ha de aumentar los valores de lo popular, lo
tradicional, lo vernáculo o lo antiguo con su propia presencia y con
el valor de conjunto que con ella ofrece, y no ha de eliminarlos o
sustituirlos, esta es la base de todo buen criterio restaurador. Pero es
precisa, en cualquier caso, la existencia de estas dos cuestiones para
que la reforma de un edificio con la etiqueta de arquitectura popu-
lar alcance verdadero interés para la comunidad. Por lo que será
necesario analizar cada proceso restaurador individualmente, den-
tro de su marco cronológico, político, legal, etcétera.
1196
Pero la razón fundamental del modo de restaurar y rehabilitar
la arquitectura popular que salpica, por no decir inunda, nuestra
geografía es una cuestión de lenguaje, y se diría que la moderni-
dad canónica del mismo alcanza una extrema abstracción que
busca la neutralidad más por su condición mínima, conceptual
casi, que porque pase inadvertida, cosa que desde luego, no
siempre ocurre.
Así, lejos de gozar en la violencia del collage entendido como un
fin de diseño, la restauración de la arquitectura vernácula extreme-
ña ha de tratar de buscar la máxima convivencia, el máximo equili-
brio posible desde una posición que, sin embargo, establece el
hecho de la diferencia “estilística” como un irrenunciable punto de
partida. A pesar de ello, el collage termina apareciendo y, a veces
incluso con una fuerte intensidad: lo viejo enmarca, a menudo y como
fondo, lo nuevo; se podría decir que algunos topetones de viejas chi-
meneas parecen abrir a escenarios en el que se exhibe lo nuevo.
Sin embargo a la hora de la verdad este método parece no bas-
tar, y la integración entre ambos mundos el campesino de siglos pre-
cedentes y el casi “galáctico” de la realidad actual, con el resultado
de una menor simplicidad o claridad entre ellos, se produce de tal
forma que parece inevitable.
Antiguo y moderno se funden, se contaminan mutuamente, y ello
nos habla ahora tanto de un problema de método (casi nunca
podríamos encontrar la posibilidad de operar en un edificio históri-
co, ya sea arquitectura popular o no, con un solo criterio, con un
único punto de vista, a lo largo de toda la obra) como de una aven-
tura formal más delicada y elaborada, más arriesgada y difícil de la
que da a entender la serenidad final de una imagen restaurada,
sobre todo si esta imagen pretende representar el concepto de
arquitectura popular con función contemporánea.
La integración entre edificio histórico, arquitectura popular, patri-
monio del que disfrutar y adecuación funcional contemporánea, se
convierte así en una intensa operación formal distinta, que toma
cuerpo sobre todo en la carcasa que nos da la primera imagen del
binomio patrimonio-tradición y que ha de abandonar la posición de
equilibrado collage para establecerse como analogía con las formas
1197
del pasado (aunque, curiosamente, tampoco es este método ajeno
a la obra de arte).
Así la obra resultante igual a arquitectura popular más edificio
histórico gana densidad y, sobre todo, manifiesta sus operaciones
formales como instrumentos al servicio de problemas proyectuales
concretos que toda arquitectura vernácula posee, y no como adhe-
siones doctrinales o estilísticas.
Sólo mediante una concepción instrumental de la “arquitectura
vernácula” podrá superarse la tentación de entender la restauración
moderna como valiosa en sí misma, a fin de establecer con nitidez
su tajante diferencia con lo antiguo y de perseguir, por el contrario,
una calidad artística (en términos arquitectónicos relativos a lo popu-
lar, tradicional o vernáculo) que no se obtiene ni con la firmeza de
los conceptos ni con la pasión de las convicciones, tal y como pro-
mulgaron en algún momento los “demiurgos” de la restauración:
Viollet-le-Duc o Jonh Ruskin.
Sin duda la restauración y rehabilitación de esos edificios históri-
cos de la mal denominada subespecie de lo tradicional, con finali-
dades modernas tales como casas de recreo, hoteles, segundas resi-
dencias o cualquier otro tipo de función que se nos ocurra en este
momento para nuestra arquitectura vernácula, consiste en ser capaz
de entender el valor de lo tradicional, tanto en sus virtudes como en
sus carencias, y de operar con instrumentos formales capaces de
obtener una unidad arquitectónica nueva, convincente tanto por su
planteamiento como por el notable resultado de su atractivo global
que no ha de ser otro que el que le es propio a la arquitectura tra-
dicional extremeña.
Ello parece especialmente oportuno en una “comunidad-tradicio-
nal” como Extremadura, que es en gran parte resultado de opera-
ciones de historicismo escenográfico y donde un tratamiento con-
temporáneo de los problemas del pasado, debe evitar caer en la
superficialidad que fue generalmente propia de estas tierras en el
mejor de los casos y exterminadora en el peor.
Es por todo ello, que en el desarrollo de este trabajo pretende-
mos buscar el equilibrio, analizando la historia de la restauración
arquitectónica, el contexto legal en que surgen las diferentes doctri-
1198
nas y cartas en materia de restauración, los criterios de restauración
arquitectónicos adoptados, así como el análisis de esta realidad a la
luz de la arquitectura tradicional extremeña.
Dijo una vez el sabio que para entender el presente era necesa-
rio conocer el pasado, por lo que es este planteamiento el que nos
lleva a través de estas líneas a mostrar con una perspectiva orienta-
da e influida por la arquitectura popular a desarrollar de modo
genérico cuáles han sido las señales que han marcado la historia de
los efectos restauradores y rehabilitadores en la arquitectura tradi-
cional extremeña.
Aunque parezca obvio, es necesario poner en valor la idea de
que los criterios restauradores o rehabilitadores no son más que opi-
niones, gustos o “caprichos” producto en el mejor de los casos de
conciencias preocupadas por los bienes integrantes del patrimonio,
y que de un modo u otro han determinado la conservación o des-
aparición de la arquitectura vernácula a la luz siempre de estas doc-
trinas. Es por ello, que creemos del todo necesario recoger el espíri-
tu de algunos de estos criterios, para poder entender, o cuanto
menos tolerar sin el arrebato que nos produce lo que consideramos
ataques al patrimonio vernáculo, como muestras de lo que son sólo
edades de la mirada sobre nuestra arquitectura tradicional.
Si desde esta líneas somos capaces de olvidar las numerosas
agresiones sobre la arquitectura popular, y logramos al menos, aun-
que sea a priori, posicionarnos como meros espectadores, seremos
capaces de valorar el hecho de que restauración no es una patente
de corso para intervenir y acabar con nuestros bienes más precia-
dos; puesto que si entendemos la restauración y rehabilitación al
servicio de la arquitectura tradicional, seremos también capaces de
lograr sentir como en la mayor parte de los casos, al menos en la
teorización de la disciplina restauradora, la reflexión, la investiga-
ción y la deducción son las bases que fundamentan dicho ejercicio
1199
restaurador, aunque el efecto collage en algunos casos haya deter-
minado el resultado final.
Es por esta imagen que se graba en nosotros, de un edificio anti-
guo transformado en un pastiche inclasificable por lo que se edita-
ron Cartas de Restauración, se organizaron congresos, seminarios,
se crearon y especializaron personas en cada materia y disciplina;
pero incluso para esto es necesario el tiempo, como necesaria es la
experiencia básica y absolutamente científica del ensayo y error, sólo
que casualmente la cobaya escogida en materia de patrimonio
inmueble fue la arquitectura popular.
De modo que la garantía para nuestra arquitectura popular no
está en un elaborado corpus adoctrinador, sino en la experiencia del
pasado para el presente, teniendo siempre en cuenta que más sabía
el diablo por viejo que por diablo, y que de la observación, la expe-
riencia y el respeto a nuestras raíces podremos seguir creciendo.
Por todo ello, y como para nosotros es imprescindible entender
la restauración como un producto de la investigación y el conoci-
miento nos vemos en la obligación de mostrar una breve historia de
la restauración y rehabilitación que dentro de un proyecto como éste
(ARQUIVERNA) con un espíritu claramente revelador de lo que sig-
nifica el patrimonio vernáculo extremeño sirva cuanto menos de
pauta o guía para aquellos profesionales que den con él.
EL CASO EUROPEO
1200
preocupación estatal por salvaguardar los vestigios del pasado, que
se traduce en la creación de organismos para tal fin.
RESTAURACIÓN, este rotundo vocablo indica tal y como adelan-
tábamos en líneas precedentes, aun antes de definirlo, una postura
frente al legado que, sin listados ni declaraciones explícitas, ha sido
siempre patrimonio de la humanidad. Nos referimos a que el térmi-
no restaurar, inventado y definido por primera vez en el colosal “Dic-
cionario razonado de la arquitectura” de Viollet-le-Duc, escrito entre
1854 y 1868, ya se recoge esta entrada como un imperativo más
que como un simple e inocente infinitivo verbal.
Para este arquitecto francés y, desafortunadamente, para muchos
de los arquitectos que cruzaron la historia de la restauración, restau-
rar supone una acción inmediata y libre sobre el edificio, obviando
otra primera, razonable y elemental, que es la de su conservación lo
que para el caso de la arquitectura popular más frágil en sus for-
mas, fue casi un castigo de los dioses. De este modo, con más fre-
cuencia de la deseada, restaurar ha significado destruir lo que para-
dójicamente querían salvar.
Es por todos sabido, que la historia de la restauración ha dividi-
do siempre en dos bandos opuestos e irreconciliables a los que se
llamaban restauradores y los que se apodaban antirrestauradores,
los primeros guiados por el ejemplo de Eugène Emmanuel Viollet-le-
Duc (1814-1879), y los segundos, devotos lectores de John Ruskin
(1819-1900).
Viollet-le-duc, pasó a la historia dando patente de corso a los
arquitectos para actuar en los edificios y darles un aspecto que inclu-
so nunca llegaron a tener, Viollet-le-Duc promulgaba sin rubor ”con-
servarlo, repararlo o rehacerlo, sino obtener su completa forma prís-
tina, incluso aunque nunca hubiera sido así”2, “tal y como debería
haber sido en su completa idealidad formal”3 refiriéndose de este
modo a los monumentos mientras que Ruskin, sentó cátedra en la
1201
historia de la restauración arquitectónica predicando la conserva-
ción de los edificios y negando con vehemencia la restauración,
suyas son las palabras: “no restaurarás”4, cuyo verdadero sentido no
lo comprende el común de los mortales ni los que tienen el cuidado
de velar por nuestro patrimonio. Su teoría, de forma general impli-
ca y significa la destrucción de la que no podrá ser salvada la menor
parcela del patrimonio arquitectónico, destrucción, eso sí, que irá
acompañada de una completa descripción del monumento destrui-
do: “vigilad con ojo atento un viejo edificio, conservadlo lo mejor
posible con todos vuestros medios, salvadlo de cualquiera que sea la
causa de disgregación (...) . Hacedlo con ternura y respeto, vigilan-
cia incesante, y más de una generación nacerá y desaparecerá a la
sombra de sus muros. Pero su última hora, al fin, sonará; y que suene
abierta y francamente, sin que ninguna sustitución deshonorable y
falsa lo prive de los deberes fúnebres del recuerdo” 5.
Ruskin escribió esta teoría en “Las siete lámparas de la arquitec-
tura” (1849), y con ella puso el dedo en la llaga, de modo que casi
podríamos decir que profetizó, lo que sucedería en muchas restau-
raciones realizadas a lo largo del siglo XIX en toda Europa, y de un
modo especial en la arquitectura tradicional.
Pero en este devenir de la historia de la restauración, entre los
fervientes partidarios de la restauración y sus contrarios, surgió
hacia 1883 en Italia, con Camilo Boito (1836-1914), una tercera vía
que se conoce como restauración científica. Boito proponía una serie
de medidas elementales que desarrollaba en ocho puntos condu-
centes a la identificación de la acción restauradora, alentando una
posición más ecléctica y razonable entre la restauración a ultranza y
la conservación-abandono. Estos ocho puntos eran los siguientes:
- Diferencia de estilo entre lo antiguo y lo nuevo.
- Diferencia de materiales en sus fábricas.
1202
- Supresión de molduras y decoración en las partes nuevas.
- Exposición de las partes materiales que hayan sido eliminadas en
un lugar contiguo al monumento restaurado.
- Incisión de la fecha de la actuación o de un signo convencional
en la parte nueva.
- Epígrafe descriptivo de la actuación fijado al monumento.
- Descripción y fotografías de las diversas fases de los trabajos depo-
sitadas en el propio monumento o en un lugar público próximo.
- Notoriedad visual de las acciones realizadas6.
Esta nueva opción dejaba ver, sin destemplanza ni chirridos fan-
tasmagóricos, la diferencia entre lo antiguo y lo nuevo, y especial-
mente en una deseable armonía que, lejos de constituir un engaño,
se manifiesta con noble sinceridad, sin golpes de gong ni piruetas
de diseño, ni soluciones constructivas de high tech, poniendo de
manifiesto la intervención de nuestro tiempo, sin disputarle el prota-
gonismo al monumento y sobre todo respetando su condición histó-
rica, tal vez sea esta la opción que más le interesó siempre a la
arquitectura tradicional, al menos para nosotros lo sigue siendo.
Sin embargo, y es preciso ponerlo de manifiesto, esta sacrificada
vía de trabajo ha tenido pocos discípulos, pues exige a los restaura-
dores una modestia poco común ya que parte de una premisa, que
parecería indiscutible, en la que lo notable es el edificio a salvar y
no el arquitecto que lo restaura; en la que lo realmente importante
es el monumento y no la institución pública o privada que financia
la obra; y si esto resulta duro o difícilmente aceptable en la denomi-
nada arquitectura monumental, a la luz de la poca importancia
dada a la tradicional no tanto, pero ni pese a esta especie de opor-
tunidad que tenía la arquitectura vernácula logró librarse de la
“soberbia” antes aludida.
La vía, definida por la restauración científica es poco común,
según nuestro parecer y experiencia sobre todo en lo que a la arqui-
tectura tradicional se refiere, porque exige un método de trabajo
1203
lento, dada la necesidad de conocer el edificio bajo muchos aspec-
tos, tanto históricos como constructivos, estilísticos, materiales, for-
males y funcionales, aspectos estos difícilmente asumibles para la
anónima y utilitarista arquitectura popular, debiendo enfrentarse a
un más que dilatado análisis que resulta incompatible con los pla-
zos cuatrienales en los que se mueve el político, siendo además
poco rentable para el arquitecto que, además, no suele contar con
una preparación adecuada en restauración arquitectónica tradicio-
nal o popular, entendiendo en la mayor parte los edificios históricos
como patrimonio, o sea resultado de la historia, el arte y el devenir
del tiempo.
Bruno Zevi, en un texto fundamental de los años 50, decía algo
muy esclarecedor y de absoluta certeza: “Los arquitectos profesiona-
les, que por sufrir los problemas de la edificación contemporánea
tiene una profunda pasión por la arquitectura en el sentido vivo de la
palabra, carecen hoy en su mayoría de una cultura que les dé dere-
cho a entrar legítimamente en el debate histórico y crítico. La cultura
de los arquitectos modernos está ligada, demasiado frecuentemente,
a su polémica. Luchando contra el academicismo falsario e imitador,
muchas veces han declarado, quizás inconscientemente, su desinte-
rés por las obras auténticas del pasado...”7.
Para salir al paso de los numerosos errores que estas teorías y sus
discípulos causaron al patrimonio arquitectónico europeo, surgió un
deseo de compartir los problemas y remedios, a través de congresos
y conferencias internacionales, siendo la primera la celebrada en Ate-
nas en 1931, donde se redactó la llamada “Carta de Atenas”.
La “Carta de Atenas”, recoge una serie de principios en los que
prima la conservación sobre la restauración, pero lo que verdadera-
mente nos inspira de ella es su carácter general en el que no se
advierten criterios distintos para una arquitectura monumental y una
arquitectura popular, tal y como pone de manifiesto el presente frag-
mento recogido de la misma y que ilustra perfectamente cuales eran
1204
sus objetivos: “Predomina en los diversos Estados representados, una
tendencia general a abandonar la restitución integral y evitar sus
riesgos mediante la institución de mantenimientos regulares y perma-
nentes con el fin de asegurar la conservación de los edificios. En el
caso de que una restauración aparezca como indispensable, como
consecuencia de las degradaciones o destrucciones, (la Conferen-
cia) recomienda respetar la obra histórica y artística del pasado, sin
prescribir el estilo de ninguna época” 8.
A la “Carta de Atenas” siguió en importancia la “Carta de Vene-
cia” (1964), la cual amplió y corrigió conceptos caducos en tan sólo
una treintena de años, pero insistiendo siempre en el carácter inter-
disciplinar de la restauración, en el respeto de lo aportado por cada
época de la historia frente a la nefasta idea de la unidad de estilo,
lo que una vez más viene a que tengamos en cuenta la posibilidad
de que la arquitectura tradicional estuviera en el espíritu de las mis-
mas, y recordando que: “La restauración es una operación que debe
tener un carácter excepcional. Tiene como fin conservar y revelar los
valores estéticos e históricos de un monumento, y se fundamenta en
el respeto hacia los elementos antiguos y las partes auténticas. Se
detiene en el momento en que comienza la hipótesis; más allá, toda
adicción reconocida como indispensable, se descartará de la compo-
sición arquitectónica y llevará el sello de nuestro tiempo” 9.
Posteriormente, y también en tierras italianas, se redactó la
“Carta del Restauro” (1972), con fuerza de ley en este país, que
tiene el interés añadido para los demás países de dar unas instruc-
ciones claras y precisas con objeto de la restauración del patrimonio
artístico, desde los yacimientos arqueológicos hasta los centros his-
tóricos, momento de la Carta del Restauro afectada por la arquitec-
tura tradicional propia de los centros históricos.
Es decir, para la “Carta del Restauro”, la arquitectura a restaurar
comparte aquí unos criterios básicos, no distintos de los exigibles en
otros sectores del patrimonio cultural y que por tanto son propios a
1205
la arquitectura vernácula. Así, defiende desde “La necesidad de
considerar todas las obras de restauración bajo un sustancial perfil
de conservación, respetando los elementos añadidos y evitando asi-
mismo intervenciones de renovación o reconstitución” 10, hasta “la
obligatoriedad de conservar la pátina de la piedra por evidentes
razones históricas, estéticas y técnicas” 11.
Esta “Carta del Restauro” señala los aspectos básicos que confor-
marían una conciencia de lo que debería ser restaurar la arquitec-
tura. La “Carta del Restauro”, es para muchos investigadores un
monumento a la sensatez, que conocería otras declaraciones inter-
nacionales posteriores, de alcance mundial, como la “Convención
sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural”,
cuyas resoluciones fueron aprobadas por la Conferencia General de
la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura, celebrada en el
año 1972 en París; y de ámbito europeo como la “Carta europea
del patrimonio arquitectónico” aprobada en Amsterdam en 1975
por el Consejo de Europa, que obligaba a los países firmantes a una
serie de compromisos sobre la conservación y restauración del patri-
monio arquitectónico y centros históricos, y que fueron de un enor-
me interés en lo que a la arquitectura popular se refiere: “reafirma
su voluntad de promover una política europea común y una acción
concertada de protección del patrimonio arquitectónico, apoyándose
en los principios de la <<conservación integrada>> (...), para lo
cual recomienda a los estados miembros del consejo de Europa
adoptar las mediadas de orden legislativo, administrativo, financiero
y educativo necesarios” 12.
A estas han seguido otras recomendaciones, como las de Nairobi
en 1976, las celebradas en territorio español, como las de Granada
en 1985 y la de Toledo (1986), hasta llegar a la de Ravello en 1995.
1206
En definitiva, estas Cartas, son toda una larga concepción de lo
que debe ser la intervención y conservación del patrimonio arquitec-
tónico (con la inclusión aunque sea colateralmente del patrimonio
arquitectónico vernáculo) que ha ido recogiendo la legislación de
cada uno de estos países a través de la historia, y de las que de una
u otra forma se ha hecho eco el nuestro.
El panorama de las últimas décadas del siglo XX se muestra cier-
tamente diversificado, por lo que los criterios sobre restauración
arquitectónica tradicional, sea cual sea su función no están ni mucho
menos unificados. Y esta variedad de teorías y corpus doctrinales se
ponen de manifiesto no sólo en Europa, sino que se muestran espe-
cialmente en un país como el nuestro siempre necesitado de conser-
vación y restauración a su ingente patrimonio arquitectónico popular.
1207
de identidad cultural, parte de la séptima instrucción que dice así:
“Justicias de todos los pueblos cuidar de que nadie destruya ni mal-
trate los monumentos descubiertos o que se descubrieren, puesto que
tanto interesan al honor, antigüedad, y nombre de los pueblos mis-
mos (...) Lo mismo practicarán en los edificios que hoy existen en
algunos pueblos y despoblados sin permitir que se deriven ni toque
sus materiales para ningún fin, antes bien cuidaran de que se conser-
ven; y en caso de amenaza próxima de ruina la pondrán en noticia
de la academia por medio de su secretario, ha efectos de que este
tome las providencias necesarias para su conservación” 14.
Sin embargo estas medidas iniciales sufrirían dos fuertes retroce-
sos, uno debido a la guerra napoleónica con sus correspondientes
incendios y destrucciones; y otro debido a las medidas desamorti-
zadoras de José Bonaparte y, posteriormente de Mendizábal, que
provocaron la ruina de gran número de nuestros edificios especial-
mente la edificación humilde popular más débil y ante el calor de
una antorcha.
El recorrido que ya iniciamos en las líneas precedentes sobre la
historia de la restauración monumental en España, se definirá cla-
ramente en el siglo XIX, si bien, adelanto, que la revisión doctrinal
no puede ser agotada en todas sus dimensiones.
Dada la complejidad del tema y la amplitud que el debate susci-
tó en la España del XIX, nos limitaremos a exponer algunos de los
criterios rectores que determinaron la historia de la restauración
arquitectónica en España durante el siglo XIX.
La recomposición del debate decimonónico acerca de la restau-
ración arquitectónica fue abordada desde un material documental
diversificado: los artículos publicados en la prensa arquitectónica de
la época, así como la se encuentra en el interior de las “Memorias”
de los propios proyectos de restauración que hemos consultado en
el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Lo que parece obvio a tenor de la documentación estudiada es
el hecho de que el eje argumental de la restauración arquitectónica
14 IBID.
1208
en estos momentos se vertebra entorno al concepto de “unidad de
estilo”, recuperando así la imagen original del edificio comprendido
como monumento, y culminación de la realidad del método restau-
rador en este siglo XIX.
La creación de la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid
tuvo sus inicios por Real Decreto de 25 de septiembre de 1844, y
será decisiva en la historia de la restauración en España pues en
ella se educará a los futuros arquitectos en el estudio y restauración
de edificios esencialmente monumentales. Siendo maestros en esta
escuela “historicistas” destacados como Antonio de Zabaleta o Aní-
bal Álvarez.
Las primeras promociones destacaron gracias a personalidades
como las de Juan de Madrazo, Francisco de Cubas o Demetrio de
los Ríos, quienes potenciarían el desarrollo de los neomedievalismos
como opción de creación arquitectónica y como restauración de
monumentos en estilo15 viéndose claramente afectada la arquitectu-
ra popular por este “criterio” restaurador. Será este estudio decidido
de los edificios el que potenció la opción historicista imperante en
estos primeros momentos, dándose de este modo un peculiar giro
que va desde la percepción pintoresca y evocativa del monumento
arquitectónico, que en ocasiones y aunque resulte paradójico trans-
formó edificios monumentales en edificios de sabor popular, hasta
llegar a un estudio más detenido de sus leyes constructivas, con unas
nuevas consideraciones acerca del estilo.
También es cierto que la influencia de las teorías de Viollet-le-Duc
fueron muy fuertes dentro de nuestras fronteras, y que muchos, casi
podríamos decir que todos los arquitectos salidos de la Escuela
Especial de Arquitectura de Madrid se vieron inmersos en la corrien-
te por él propugnada. Y esto es del todo definitivo porque el “pres-
tigioso” arquitecto fue nombrado miembro honorario de la Sociedad
Central de Arquitectos Españoles, así como se recurría con frecuen-
cia a su persona para consultarle ideas que aplicar a obras españo-
1209
las16. La influencia francesa no extraña nada a nadie, pues España
fue siempre muy receptiva a las novedades llegadas desde el otro
lado de los Pirineos, tanto en el periodo de la Ilustración como en el
Romanticismo, siendo decisiva, por ejemplo, a la hora de organizar
la protección de nuestro patrimonio artístico en 1844, mediante la
creación de las Comisiones de Monumentos17.
Pero la situación ruinosa en que se encontraba el patrimonio
arquitectónico español, junto con la falta de teorías surgidas en
nuestras fronteras serán las causas que determinen la base de auto-
ridad y prestigio que tiene el “método Viollet-le-Duc” en España,
cuya doctrina se consolida de forma rápida y unánime desde 1870.
Pese a todo, en las últimas décadas del siglo XIX, una vez que
se han definido las teorías positivistas italianas, se empieza a
detectar en una pequeña parte del sector restaurador un cambio
de actitud, dicho cambio pasa a contaminar incluso a instancias
oficiales, como la Academia de San Fernando, que se mostrará en
ocasiones partidaria de conservar antes que de restaurar; lo que
no quiere decir que esto sea algo generalizado. Estos tímidos cri-
terios de restauración estilística penetrarán de forma clara entrado
el siglo XX de la mano de figuras como las de Vicente Lampérez y
Romea, quien propugnará: “¡Conservar y no restaurar! Tal es el
grito de los arquitectos modernistas, y en verdad que es este crite-
rio sensato (...) cuando sea sensato este criterio, pues no siempre la
cosa es hacedera”18.
Es por tanto, que las décadas finales del siglo XIX español se
caracterizarán por la convivencia de estas dos posiciones exportadas
de Francia e Italia, y que tendrán como consecuencia el estableci-
1210
miento del histórico antagonismo de la escuela restauradora y la
escuela conservadora19.
A lo largo de estos años, se comprobó que Lampérez asumió la
teoría de Viollet-le-Duc, pero evolucionando dentro de ella, inten-
tando armonizar dentro de su propia teoría restauradora los princi-
pios de la restauración estilística con los métodos positivistas, mucho
más rigurosos que los de la restauración histórica en vigencia; lo
que nos lleva a evolucionar en las teorías, y en los ejecutores, apa-
reciendo en el panorama español otros nombres propios de presti-
gio como el Marqués de Vega Inclán y el Conde de Santibáñez, los
cuales representan a la teoría “antirrestauradora” más conservado-
ra de la que saldrá como cabeza representativa el otro “gran restau-
rador” español: Leopoldo Torres Balbás.
“En 1915 existía ya una juventud dentro de la Escuela de Arqui-
tectura de Madrid, que pugna por renovarlo todo. Por no haber ter-
minado la carrera los más de ellos, el momento todavía no era pro-
picio, pero los que van saliendo y los que, sin tener aún el título,
comienzan a actuar, empiezan a innovar. Cuando termina la contien-
da y se empieza España a construir, hay una fuerte generación de
arquitectos jóvenes que es la que realiza el milagro a que antes me
refería. Es la generación que logra llegar a su madurez en los años
siguientes y que, cuando estaba produciendo todo lo que de inquie-
tud llevaba dentro, sufre de nuevo el colapso de la guerra civil espa-
ñola, que echa abajo todos los nobles esfuerzos renovadores”20.
Torres Balbás pertenece a esa generación de intelectuales que,
desde los primeros años del siglo XX, rechazaron las posturas histo-
ricistas en busca de nuevas teorías más acordes con su modo de
sentir la restauración arquitectónica española, un pensamiento cla-
ramente a favor de lo tradicional en todas sus vertientes. El pensa-
miento de Torres Balbás se podría resumir en estas palabras: “Con-
1211
servar los edificios tal y como nos han sido transmitidos, preservarlos
de la ruina, sostenerlos, consolidarlos, siempre con un respeto a la obra
antigua; nunca completarlos ni rehacer las partes inexistentes”21.
Sus planteamientos teóricos y la aplicación de los mismos a la
práctica serán coincidentes con las conclusiones mostradas en la
“Carta de Atenas” de 1931, en cuya Conferencia Internacional par-
ticipó con una ponencia titulada “Evolución del criterio de restaura-
ción de monumentos en la España actual”22. Donde afirmaba el fin
de la influencia de Viollet-le-Duc y la fuerte presencia de sus teorías
en España a través de Vicente Lampérez y Romea. Así mismo pone
de manifiesto la importancia de la Institución Libre de Enseñanza en
la difusión de los nuevos criterios restauradores y conservadores en
el patrimonio arquitectónico español.
De modo que gracias a Tores Balbás, se puede decir que Espa-
ña se subió al carro de los nuevos criterios de restauración positivis-
tas y que con él se sustituyó el modo romántico de concebir la res-
tauración y conservación de nuestro patrimonio.
Desafortunadamente el comienzo de la guerra civil y sus conse-
cuencias a todos los niveles supondrían una paralización en el des-
arrollo de las nuevas teorías emergentes en esos momentos y, pos-
teriormente, un retroceso por el carácter historicista del franquismo
en lo que a restauración se refiere.
En cuanto a los criterios actuales, hay que decir que en el pano-
rama, ciertamente diversificado, de las últimas décadas del siglo XX,
los criterios de restauración en general, y sobre todo en restauración
de arquitectura popular no están ni mucho menos unificados. En los
últimos treinta años se han producido un gran número de publica-
ciones, congresos, seminarios, etcétera, sobre restauración con
especial hincapié en la restauración de arquitectura popular en los
que se contraponen actitudes, doctrinas diferentes y donde, sobre
todo, se mezclan posiciones teóricas, metodológicas, declaraciones
1212
dogmáticas, principios jurídicos, leyes y normas, así como directrices
políticas de bienes culturales que se elevan a la categoría de mode-
lo ejemplar. Siendo el panorama español bastante confuso y com-
plicado a este respecto23.
Sin embargo, al menos en el caso español que es el que conoce-
mos más de cerca, tampoco nos podemos olvidar que una cosa es la
ley y los criterios restauradores, las teorías y los conceptos, y otra muy
distinta, la política y la práctica diaria de la restauración de la arqui-
tectura vernácula en nuestro país y bajo este o aquel Gobierno.
Aquí en la mayor parte de los casos parece que todo vale, cada
comunidad autónoma, cada diputación, cada diócesis, cada deán,
cada obispo, cada párroco, cada consejero de cultura, cada direc-
tor general de patrimonio, cada municipio, cada entidad financiera,
cada institución, el Ministerio de Fomento o el de Educación y Cul-
tura, cada arquitecto, todo el mundo tiene su propia teoría de la
restauración en lo que respecta a la arquitectura popular.
LA APORTACIÓN EXTREMEÑA
1213
tónico tradicional de manera individual, viéndose claramente
influenciada por elementos tan cuestionables en temas de patrimo-
nio como son las económicas, sociales, estéticas o las estrictamente
arquitectónicas24.
A través de las siguientes líneas vamos a tratar de hacer un breve
repaso a las pautas que se han seguido para conservar nuestro
patrimonio arquitectónico, y veremos que en muchos casos han sido
“peculiares”, cuanto menos, pese a que existían numerosas normas
al respecto desde el siglo XVIII 25.
De manera previa al abordaje de la historia de la restauración en
Extremadura con especial dedicación a los casos de arquitectura tra-
dicional, creemos que también es necesario hacer constar que las
peculiaridades de la restauración arquitectónica en nuestra región se
encontraba frecuentemente relacionado con la definición que se ha
dado a lo largo de la historia de patrimonio, y de manera especial
en el caso extremeño, definición dada por el doctor F.J. Pizarro
Gómez y recogida en las “V Jornadas de Rehabilitación de Edificacio-
nes Antiguas” 26, que nos servirá como base de la breve historia de
la restauración extremeña que mostraremos en las siguientes líneas.
Como dice el profesor F.J. Pizarro Gómez, lo arquitectónico “en
Extremadura posee unos caracteres peculiares, que en gran medida,
dependen de factores geográficos, históricos y socio-económicos”27.
Argumento que de uno u otro modo terminamos empleando siem-
pre para lograr explicar y entender la importancia y la unicidad de
la arquitectura popular extremeña.
Evidentemente, factores como el predominio de edificios históri-
cos agrupados en conjuntos flanqueados por una ingente cantidad
1214
de arquitectura popular, la dispersión del patrimonio en la amplia
geografía extremeña, así como la riqueza y diversidad del patrimo-
nio arquitectónico extremeño han influido en la política de conser-
vación llevada a cabo en estas tierras, adquiriendo por estas causas
unas características propias e individualizadoras. Sólo pensando, a
groso modo, se nos ocurren cientos de edificios de arquitectura
popular susceptibles, en algún momento, de ser restaurados y reha-
bilitados; como puedan ser innumerables ermitas, puentes, molinos,
casonas, casas de pueblos, mojones, chozos, etcétera que jalonan
nuestra geografía.
Todo este ingente patrimonio ha constituido durante décadas, y
sigue constituyendo, una cantera abierta a los diferentes criterios de
intervención en el patrimonio arquitectónico Extremeño, que han ido
desde los de Viollet-le-Duc hasta los más high tech contemporáneos.
Pese a algunos intentos, más políticos que de otra valía, el patri-
monio vernáculo (arquitectónico) en Extremadura hasta el siglo XIX
atravesó por una situación de abandono, que tampoco la diferencia
mucho del de otras regiones españolas.
La situación que atravesaba Extremadura en el siglo XIX, como es
la despoblación de zonas rurales, las consecuencias de una desespe-
ranzadora desamortización, las guerras y los desastres naturales pro-
vocaron una situación de ruina y abandono del patrimonio arquitec-
tónico28; junto a esto hay que citar la utilización indiscriminada que
se da de los materiales arquitectónicos para su reutilización en otras
construcciones. Esta situación de “subdesarrollo patrimonial” ha sido
interpretada por algunos autores como un aliado de la conservación
de nuestro patrimonio popular, puesto que por causa de las guerras
y desarrollo urbanístico, el resto de Europa vivió sus momentos más
trágicos en materia de destrucción patrimonial.
Pero si analizamos prácticamente estas afirmaciones, así como la
situación socio-económica que arrastraba Extremadura a finales del
1215
siglo XIX y principios del siglo XX, nos daremos cuenta, que es aquí
donde se inicia el agravio restaurador que atraviesa nuestra región
en comparación con el resto de España, y no digamos si la compa-
ración establecida se refiere a Europa.
Extremadura en el siglo XIX, y aún hoy en gran medida, era la
gran desconocida para los gestores de las instituciones nacionales
relacionadas con la restauración y rehabilitación arquitectónica; y
esto tiene sobre todo que ver con el hecho de que sólo algunos de los
grandes monumentos que poseíamos eran los que aparecían recogi-
dos en las publicaciones oficiales, las cuales eran las consultadas lle-
gado el momento de restaurar edificios, lo que al desarrollar la ecua-
ción nos permite ver claramente el absoluto abandono a que se veía
relegado el patrimonio arquitectónico vernáculo extremeño.
Las primeras muestras de intervención restauradora y rehabilitadora
sobre el patrimonio arquitectónico extremeño, incluido el popular, tie-
nen lugar al comienzo de la década de los años cuarenta con las obras
que se dan hacia 1941 en la Alcazaba y Torre de Espantaperros de
Badajoz que de manera colateral permitió la recuperación de algunas
de las viviendas tradicionales de la zona. Momento de gran actividad
restauradora en Extremadura puesto que se interviene en otros edificios
notorios y monumentales de nuestro patrimonio arquitectónico.
Durante la década de los años cincuenta se podría decir que la
actividad restauradora en nuestra región fue casi febril, restaurándo-
se en la provincia de Badajoz en al menos seis localidades (Badajoz,
Calera de León, Feria, Mérida, Olivenza y Zalamea de la Serena) y en
otras nueve localidades de la provincia de Cáceres (Cáceres, Alcánta-
ra, Coria, Yuste, Galisteo, Guadalupe, Cáparra, Plasencia y Trujillo).
Esta capacidad restauradora fue en cierto modo beneficiosa para la
arquitectura popular contenida dentro de esos conjuntos monumenta-
les y que destacara por sus cualidades, especialmente de tipo estético.
El criterio monumentalista definido por el profesor F.J. Pizarro29
fue el que primó a la hora de escoger los edificios que necesitaban
1216
ser restaurados, pero dicho criterio afectó a aquella arquitectura ver-
nácula atractiva para los ojos de los técnicos encargados de la elec-
ción de quién y quién no tendría que ser salvado al más puro estilo
“Operación Triunfo”, si se nos permite la comparación. Pero lo que
pondría de manifiesto la actividad restauradora en nuestra región
fue la influencia ejercida por la corriente restauradora basada en la
reintegración estilística, defendida por Viollet-leDuc, que se constitu-
yó en Extremadura en casi la única forma de intervención sobre el
patrimonio arquitectónico.
Para ilustrar los planteamientos de corte historicistas, profunda-
mente conservadores, que se llevaron a cabo durante décadas en
Extremadura, sólo sería necesario recordar las intervenciones de
reintegración estilística llevadas a cabo por el señor González-Var-
cárcel, en el conjunto arquitectónico de la ciudad de Cáceres y,
que nos servirá como ejemplo de las intervenciones ejecutadas en
gran parte de España, y especialmente en Extremadura durante
este periodo. Esta forma de actuar sobre un patrimonio tan desco-
nocido como el extremeño en aquellos momentos llevó a numero-
sos errores por falta de conocimientos históricos de la región, de
su arte y de su idiosincrasia, que dieron como resultado recons-
trucciones desastrosas y atentados directos contra la arquitectura
popular.
Las actuaciones llevadas a cabo en Extremadura en estos
momentos, influenciadas y dirigidas en numerosas ocasiones por
González-Valcárcel, presentadas en foros nacionales e internacio-
nales como modelo a seguir, partían de criterios selectivos monu-
mentalistas, y por tanto erróneos en lo que a la arquitectura
popular se refiere y sus obvios valores, que trataba de devolver a
barrios y construcciones “su autenticidad y primitiva traza”30. Por
lo que el resultado de este tipo de intervención sólo es definible
como romántica y “pintoesquista”, acorde con el gusto de la clase
1217
dirigente, y de los restauradores que aun entendían la restaura-
ción como reintegración historicista; que se encontraban al
mando del poder de academias e institutos de restauración en
esos momentos.
A partir de la década de los años setenta, y tras el periodo pos-
bélico en el que la administración central dio la espalda al patrimo-
nio arquitectónico extremeño fuera del tipo que fuera, las interven-
ciones restauradoras y rehabilitadoras se intensifican, dándose ya en
estos momentos los primeros casos directos de restauración y reha-
bilitación de edificios populares bien por sus valores, bien por su
identificación dentro del pueblo o por su vinculación a determinados
hechos o personalidades de la localidad.
En estos momentos, la teoría de la restauración arquitectónica y
su aplicación al caso extremeño se fundamenta en el principio de la
intervención analógica, aunque de una forma moderna sigue sien-
do heredera de las teorías de Menéndez-Pidal. Es Dionisio Hernán-
dez Gil el arquitecto-restaurador por antonomasia en estos momen-
tos, cuyas actuaciones aun suscitan juicios encontrados, pero que en
su momento no fue entendido por sus contemporáneos, demasiado
conservadores e influenciados por la reconstrucción historicista más
decadente y romántica que propugnara Viollet-le-Duc.
En las últimas décadas del siglo XX, empieza a cambiar el pano-
rama restaurador y rehabilitador en Extremadura, sobre todo a par-
tir de la situación preautonómica de 1978 y, especialmente con la
creación de la Comunidad Autónoma Extremeña en 1983. Siguien-
do en esta línea, también es necesario valorar la aparición de la
Universidad de Extremadura, y gracias a ella, el desarrollo de estu-
dios científicos centrados en el patrimonio cultural extremeño, cuyos
resultados se muestran en artículos, tesis doctorales, trabajos de
investigación, congresos internacionales, etcétera que proyectan una
nueva idea de la restauración y rehabilitación de la arquitectura
popular en la sociedad, contribuyendo de este modo al cambio de
mentalidad en lo que respecta a este patrimonio de Extremadura.
La década de los noventa fue especialmente interesante en lo que
a patrimonio se refiere (Ley de Patrimonio Extremeño) siendo resul-
tado de la apuesta decidida de los responsables regionales, provin-
1218
ciales y municipales por el patrimonio31. Superándose de este modo
la visión historicista que hasta entonces se tenía de la restauración
arquitectónica, apostándose por restauraciones individualizadas,
acordes con cada edificio, historia y actividad. Mención a parte ten-
dría el tratamiento del patrimonio arquitectónico popular ausente de
dicha Ley 2/1999, tema que seguramente sea tratado en este libro
desde otra perspectiva más adecuada.
En definitiva, las intervenciones en los edificios tradicionales que
jalonan nuestra comunidad han ido variando al compás que ha
marcado la Historia de España en Extremadura. Y todo ello se mues-
tra actualmente en la labor llevada a cabo por el Servicio de Obras
y Proyectos de la Consejería de Cultura y Patrimonio de Extremadu-
ra encargada de asesorar y ejecutar las actuaciones restauradoras y
rehabilitadoras en Extremadura.
Las palabras pronunciadas por don José Antonio Galván, Jefe
del Servicio de Obras y Proyectos de la Conserjería de Cultura y
Patrimonio (1999), en la obra “Extremadura Restaurada” pueden
servirnos para resumir cual ha sido la historia de la restauración en
Extremadura y cuál es la tendencia imperante actualmente, al menos
desde el punto de vista oficial (político): “La Consejería de Cultura y
Patrimonio ha tenido presente (...) y siempre ha aconsejado que se
tengan presente el respeto a la identidad del edificio, su integración
armónica en el entorno que les rodea, que tanto buscó Viollet-le-Duc,
pero sin olvidar las analogías estilísticas que han de deducirse de su
autenticidad ni la dialéctica permanente que se debe advertir en los
monumentos tal y como nos propusieron Boito o Brandi. Sin embar-
go, cabe la pregunta de cómo es posible llevar a la práctica esta
mezcolanza de ideas, a veces dispares y contradictorias, y la respues-
ta que se está ofreciendo (...) se resume en la creación de equipos
interdisciplinares que afrontan diariamente las necesidades que los
municipios de la Comunidad tienen.
1219
Con estas premisas se consigue, en gran parte de los inmuebles
de la región, realizar una labor completa desde una perspectiva his-
tórica (...). No obstante, hemos de apuntar que no hemos olvidado
introducir criterios verdaderamente innovadores ajustándonos con la
mayor fidelidad (y neutralidad) a lo que han legado las generaciones
precedentes” 32.
1220
más tempranas emanadas del poder del pueblo, siendo el constitu-
cionalismo europeo más temprano en esta materia la Constitución
francesa del año III34.
El primer antecedente significativo en materia de legalidad consti-
tucional emanada del pueblo para la protección del patrimonio arqui-
tectónico la encontramos en Europa, concretamente en Francia donde
en su Constitución del año III se recogen instrucciones sobre el modo
de conservar y recoger los monumentos35, sólo tras la primera guerra
mundial encontraremos el primer constitucionalismo democrático del
siglo XX que se dedique a proteger el patrimonio arquitectónico
basándose en la restauración como elemento sustancial.
Fue necesario que desaparecieran los denominados “imperios
autocráticos” o basados en principios de monarquía absolutista
para que apareciera un derecho constitucional que amparara la res-
tauración arquitectónica dentro de un marco legal y democrático.
La primera constitución democrática europea que recogió aspec-
tos relativos a la obligación del estado de proteger el patrimonio
arquitectónico mediante la restauración y rehabilitación fue la ale-
mana en el año 1919. Poco después la constitución de Weimar esta-
blecía en su artículo 151: “Al Reich corresponde impedir la destruc-
ción del patrimonio artístico alemán” 36. Donde algunos han queri-
do ver un atisbo de legalidad en lo que respecta a la restauración
del patrimonio arquitectónico alemán.
Más tarde y por influencia de la constitución de Weimar, apare-
ce un artículo, el 109, en la constitución del Estado Libre de Dant-
zig (1922) con esta misma argumentación: “Los monumentos artísti-
cos, históricos o de carácter natural, así como el paisaje, disfrutan de
la protección y de la asistencia del Estado” 37. Tal vez de todas ellas
1221
la más cercana al espíritu de lo tradicional, popular o vernáculo que
nos hubiera gustado ver recogido en otras constituciones.
Finalmente, algunos años después, el artículo número 45 de la
Constitución de la república española de 1931 proclamará la res-
tauración arquitectónica como una obligación de los estados: “El
Estado organizará un registro de la riqueza artística e histórica, ase-
gurará su celosa custodia y atenderá su perfecta conservación”38.
Para entender cuál fue la causa que hizo entrar esta disciplina en el
derecho y en las constituciones europeas creemos que sería revelador
atender la justificación propuesta por Paul Bastid en “La idea de Cons-
titución” : “Toda Constitución expresa la filosofía política de cada país
en un determinado período de su historia y está impregnada de una
cierta concepción del Derecho que rige las relaciones de la comunidad
y de sus miembros (...) por lo que habría que sacar como conclusión que
la protección de los bienes culturales comenzaba a constituir, en la Euro-
pa de la primera posguerra, un elemento constitutivo de la filosofía
social de algunas naciones y que esta filosofía empezaba a impregnar
ya las relaciones sociales que el Derecho aspiraba a ordenar” 39.
Entre las que sin lugar a dudas se encontraba la restauración del
maltrecho patrimonio europeo (por causa de la guerra que asoló
buena parte de Europa), y especialmente el arquitectónico que fue
el más desolado. Por todo esto creemos que es suficiente para poder
llegar a entender que se dieran pasos decididos para crear una
legislación y un derecho protector con el patrimonio arquitectónico.
Este nuevo marco político ha tenido un significativo poder, en lo
que respecta al patrimonio, puesto que creó obligaciones activas en
el Estado al asumir la carga patrimonial, ya que de este modo no
sólo permitía el ejercicio de unos derechos sino que también se obli-
gaba a actuar positivamente para que los mismos pudieran ser ejer-
citados por ellos, y esto se puso en práctica fundamentalmente con
la recuperación del patrimonio arquitectónico mediante la restaura-
ción y rehabilitación activa40.
1222
Llegados a este punto, también sería interesante resaltar que
pese al hecho de que leyes, derechos y obligaciones con respecto a
la restauración del patrimonio arquitectónico apareciese en estas
Constituciones citadas, dichas acciones no se llevaron a cabo de
inmediato, e incluso ni se ejecutaron por falta de un corpus doctri-
nal en materia teórica de restauración que aplicar con un carácter
contemporáneo, y mucho menos en la realidad que aquí nos ocupa
que no es otra que la de la arquitectura popular.
El profesor Javier García Fernández afirma que el mayor des-
arrollo de la legalidad en la actuación restauradora sobre el patri-
monio se da a partir de 1945, según sus propias palabras: “El nuevo
constitucionalismo democrático que se inicia en Europa occidental a
partir de 1945, retomó lentamente la inserción de la protección del
Patrimonio Histórico (incluidos la restauración y rehabilitación de la
arquitectura popular) si bien en términos generalmente escuetos: el
artículo 9 de la Constitución italiana de 1948 (...) la buena regula-
ción del artículo 24 de la Constitución suiza de 1957(...). Fue nece-
sario que desaparecieran las dictaduras mediterráneas de Grecia,
Portugal y España para que el nuevo constitucionalismo de estos paí-
ses abordara con más rigor la inserción del Patrimonio Histórico
como principio y deber que asume el estado” 41.
Esta nueva eclosión del Patrimonio Histórico en el campo legal,
entendido como derecho, constituciones, leyes, etcétera, fue algo
muy importante, en primer lugar por que no se había dotado de un
corpus general en ningún momento histórico y, en segundo, por que
de este modo se vinieron a regular materias como la restauración,
rehabilitación, conservación e intervención sobre el patrimonio.
En definitiva, la noción de patrimonio arquitectónico, tal como se
ha configurado dogmáticamente desde Italia y su recepción en el
resto de Europa, España incluida, supuso un nuevo estadio en la
asunción de obligaciones legales para la titularidad del Estado y de
1223
los propietarios, privados, de patrimonio arquitectónico. Teniendo al
mismo tiempo la atribución de nuevas funciones para el Estado, fun-
ciones que se pasan a entender jurídicamente como deberes ante la
comunidad nacional e incluso internacional, gracias a leyes y tratados
tanto nacionales como internacionales; y que servirán para proteger y
prolongar en el tiempo un patrimonio que no nos pertenece y que por
eso mismo hemos de legar a las generaciones futuras en las mejores
condiciones posibles tanto si es monumental como popular.
En materia de Patrimonio Histórico Arquitectónico y Restauración-
Rehabilitación, el derecho español no ha respondido a una lógica
interna que permita hablar de “sistema” o corpus homogéneo. Por
el contrario, con la excepción de momentos muy específicos (centra-
dos en torno a las leyes promulgadas en 1933 y 1995) lo que se ha
desarrollado es el desarrollo de una serie más o menos heterogénea
de normas que han coexistido sin integrarse en un todo coherente,
especialmente por haber sido dictadas a tenor de distintos impulsos
históricos coyunturales.
Una visión panorámica de la doctrina tradicional sobre el Patri-
monio Histórico Arquitectónico nos permite apreciar la formulación
de tres principios clave sobre los que se fundamentaba toda la cons-
trucción técnico-jurídica al respecto y colateralmente nos permite
evaluar como esto influía en el proceso restaurador y rehabilitador:
- Concepción absoluta del derecho de propiedad, en lo que res-
pecta al patrimonio arquitectónico, y a su libre disposición sobre
el mismo.
- Actuación puramente conservadora de los poderes públicos en
materia de patrimonio arquitectónico.
- Aislamiento de toda teoría jurídica del Patrimonio Histórico
Arquitectónico respecto de otros sectores afines.
En cuanto a la evolución legislativa de la restauración del patri-
monio arquitectónico en España, esta aparece muy relacionada
con el mecenazgo característico de la Corona española, que
comienza a concretarse en la política de los ilustrados en el siglo
XVIII. En este sentido es destacable la creación de la Real Academia
de la Historia (1738) y de la Real Academia de las Nobles Artes
(1752), que pasarían a denominarse a partir de 1773 de Bellas
1224
Artes de San Fernando. Entre las funciones atribuidas a las dos Aca-
demias nos interesan:
- Una Real Cédula de 6 de junio de 1803 que encomienda a la
Real Academia de la Historia, recoger y conservar los monumen-
tos antiguos que se descubran en el Reino con objeto de impedir
su destrucción por ignorancia. Entendiendo por “conservación” la
restauración de los mismos en caso necesario.
- La función que poseía la Academia de Bellas Artes, del examen y
aprobación de las obras de pintura, escultura y arquitectura que se
realicen por los pueblos y particulares; y que en muchos casos con-
sistió en restaurar edificios históricos (iglesias parroquiales, casonas,
palacios, etcétera) y que en otros muchos casos lo hizo con arqui-
tectura popular notable o destacada gracias a sus valores estéticos
o de identidad.
Del siglo XIX español, lo primero que nos llama la atención es la
enorme destrucción de la arquitectura popular, que se produce por
una parte a causa de la Guerra de Independencia, así como por las
desamortizaciones civiles y eclesiásticas; y como consecuencia de las
nuevas técnicas urbanísticas de ensanche y reforma de las ciudades,
junto a la casi extinción de los pueblos frente a las ciudades.
Dentro de este proceso, hemos de centrarnos en dos grandes
aspectos que constituyen los rasgos capitales del Derecho Histórico
Español sobre Patrimonio Arquitectónico. En primer lugar el sistema
de administración honoraria que se concreta en la creación de
Comisiones de Monumentos Históricos y Artísticos, una en cada pro-
vincia y otra central. Que con la denominada Ley Moyano de Ins-
trucción Pública (1857) pasa a depender de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando. Y en segundo lugar, se hace necesa-
rio señalar como rasgo esencial de la legislación decimonónica el
respeto que se da a la propiedad privada, y como afecta esto al
patrimonio arquitectónico. Esta concepción se inspira, una vez más,
en Francia, en la denominada Ley Guizot de 1830, cuya ley limita la
acción administrativa al patrimonio de titularidad pública, mientras
que la acción sobre los bienes privados se articula casi exclusiva-
mente mediante la voluntad del dueño y que ha sido el verdadero
talón de Aquiles de la arquitectura vernácula.
1225
Dentro de esta línea legal en que se mueve el patrimonio arqui-
tectónico español, destacaremos algunas normas que se promulga-
ron y que afectarían al tipo de patrimonio que nos ocupa:
La Real Orden de 11 de enero de 1808, que exige la aprobación
de la Real Academia de Bellas Artes, antes de ejecutar obras de res-
tauración arquitectónicas, ya sea en templos, plazas o parajes públi-
cos. Pero se refiere sólo a obras costeadas con fondos municipales
o provinciales, y con frecuencia terminó beneficiando las obras de
restauración en la arquitectura popular española susceptible de reci-
bir su atención y sus fondos.
Las Reales Ordenes de 1 de septiembre y 10 de octubre de 1850,
que aplican técnicas de protección del patrimonio arquitectónico
muy concretas, pero que desafortunadamente se refieren a un cier-
to tipo de monumento arquitectónico, los edificios del Estado cedi-
dos a corporaciones o particulares, en los cuales se exige un infor-
me previo de la Comisión Central de Monumentos para todas las
obras que se pretendan realizar, recomendando que se respete el
“pensamiento primitivo” 42 y se procure que las partes antiguas y
nuevas “se asemejen y parezcan de una misma época” 43.
Ya en el siglo XX se ordena, por medio de los Reales Decretos de
1 de junio de 1900 y 4 de febrero de 1902, la elaboración de un
catálogo por provincias, bajo la supervisión de la Real Academia de
bellas Artes. Se comenzó a trabajar provincia por provincia y una vez
realizada esta tarea se ordenó la continuación de los trabajos por el
Ministerio de Instrucción Pública, asesorado por una Comisión mixta
de las Reales Academias. El objetivo se hizo más ambicioso, pues se
pretendía incorporar al catálogo una breve reseña histórica del
mismo y su ilustración con planos y fotografías, lo que favoreció
enormemente a la historia de la restauración y rehabilitación de edi-
ficios históricos y edificios de tipologías vernáculas.
42 ALEGRE ÁVILA,J., Evolución y régimen jurídico del Patrimonio Histórico. Edit: Ministe-
rio de Cultura. Colecc. Análisis y Documentos. Madrid.
43 IBID.
1226
Nace en ese mismo año (1900), el Ministerio de Instrucción Públi-
ca y Bellas Artes, donde se integra un departamento de restauración
de monumentos. Son también de importancia la aparición de la
Comisaría General de Bellas Artes y Monumentos que nace en
1905, y la Inspección General Administrativa de Monumentos Artís-
ticos e Históricos surgida en 1910.
Pero frente a este panorama decididamente abierto al proteccio-
nismo del patrimonio arquitectónico aparece el 4 de marzo de 1915
una ley de Monumentos que se construye gracias a una política de
protección partiendo del carácter absoluto de los derechos del pro-
pietario privado. En concreto para lo que se refiere al derribo de
monumentos que exigiría autorización administrativa y la solicitud
para ello abre la posibilidad del ejercicio de los entes públicos del
derecho de tanteo; pero si éste no se ejercitaba por parte del Esta-
do, el propietario quedaba libre para realizar “el desmontaje y
reconstrucción donde le convenga” 44 pudiendo incluso exportarlo
previa exclusión nominal expresa del catálogo monumental español.
Algo que aunque a primera vista parezca poco relevante en lo que
se refiere a la arquitectura tradicional, hizo que la arquitectura
popular de cierta envergadura dado los plazos, tramites y papeleos
se viera liberada de la espada de Damocles que suponía un “expe-
diente de ruina” favorable.
Tras estas disposiciones, se publicará una norma de gran impor-
tancia que influirá en la moderna legislación española, el Decreto-Ley
Callejo. El cual constituyó el antecedente inmediato de la legislación
republicana. Tal vez lo más destacable, en lo que respecta a nuestra
investigación, sea la imposición que se hace a los propietarios del
deber de conservar los edificios, prohibiéndoles efectuar alteraciones
sin la previa autorización administrativa, sin contemplar dicha ley la
tipología de edificio a conservar por parte del propietario.
Después del complejo aparato legal surgido en los años finales
des siglo XIX y principios del siglo XX, el panorama legal en materia
44 ALEGRE ÁVILA,J., Evolución y régimen jurídico del Patrimonio Histórico. Edit: Ministe-
rio de Cultura. Colecc. Análisis y Documentos. Madrid.
1227
de patrimonio arquitectónico español seguirá evolucionando, pero
esto no será hasta la Segunda República. Durante el gobierno de la
Segunda República se dictarán más normas sobre protección del
patrimonio arquitectónico, pero sin una definición clara del término
restauración, que desembocarán en la Ley de Patrimonio Artístico
Nacional de 13 de mayo de 1933, cuyo reglamento no aparecería
hasta tres años después (16 de abril de 1936).
Fue esta una ley profundamente progresista e innovadora, tal y
como se encontraba el panorama español en esos momentos, pues
recogía en su articulado conceptos e ideas emanados de documen-
tos como la “Carta de Atenas” de 1931.
El Título I de dicha Ley era el que estaba dedicado a regular los
bienes inmuebles, y el que constituía el núcleo central de la discipli-
na legal de la misma, en la medida en que el conjunto de técnicas
encaminadas a asegurar su protección tendía a garantizar la íntegra
conservación de los valores (utilizando para ello la restauración y
rehabilitación arquitectónica) que justificaban su pertenencia al
patrimonio cultural: “impidiendo así cualquier intervención que
redundara en peligro o menoscabo de dichos valores” 45.
En el Título IV, se trataba una cuestión fundamental, el Inventario
Patrimonio Histórico-Artístico, fundamental en cuanto que para
poder llevar a cabo los objetivos proclamados en la ley (defensa,
conservación, etcétera) es necesario un exacto conocimiento de la
riqueza mueble, e inmueble, existente y que tomó ciertamente en
cuenta determinadas formas de arquitectura vernácula. De otro
modo las técnicas de protección, entre las que se encontraban la
restauración y rehabilitación, perderían buena parte de su eficacia
por desconocimiento o conocimiento erróneo.
En definitiva lo más interesante de esta Ley son los puntos rela-
cionados con la intervención en los edificios deudora de otros docu-
mentos y leyes anteriores europeos, centrados sobre todo en las doc-
trinas conservacionistas. Por otra parte y como señala el doctor
Alfredo J. Morales en su libro “Patrimonio histórico-artístico”: “la rei-
1228
terada prohibición de efectuar en monumentos obras no aprobadas
de consolidación y conservación que los mismos precisen, estable-
ciendo la participación de la administración estatal y local en su
financiación” 46.
La Ley de 1933 estuvo vigente más de treinta años, siendo com-
pletada con otras leyes y reformas del reglamento existente, pero en
la práctica resultó del todo ineficaz. Por otra parte, los numerosos
cambios políticos experimentados por la España de la segunda
mitad siglo XX harían que finalmente esta legislación quedara obso-
leta, apareciendo en el nuevo panorama español (democrático) una
nueva actitud y preocupación por el patrimonio arquitectónico. Esta
nueva situación se verá plasmada en la Ley 16/1985, de 25 de
Junio del Patrimonio Histórico Español, completada por el Real
Decreto de 10 de enero de 1986, y modificada posteriormente por
el Real Decreto de 21 de enero de 1994.
Esta nueva ley, surgida dentro de una democracia plena, y una
España en desarrollo, ofrecía numerosos avances en campos
como la restauración y rehabilitación del patrimonio arquitectóni-
co pero sin definir del todo la relación de este con la arquitectura
popular, puesto que al aparecer en estos momentos se nutrió de
los diferentes avances acaecidos en este campo y experimentado
en otros países.
La Ley de Patrimonio Histórico Español, de 1985, se fundamenta
en la ratificación de ideas expresadas en el articulado de la Constitu-
ción española de 1978 en materia de patrimonio como el artículo 46
que “consagra el deber de los poderes públicos de garantizar la con-
servación(...) del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pue-
blos de España y de los bienes que lo integran”47,como demuestra el
Titulo IV de dicha Ley: “Sobre la protección de los bienes muebles e
inmuebles”. Título que se dedica casi en exclusiva al tratamiento
legal, y recomendaciones de carácter restaurador y rehabilitador.
1229
Desde su Título Preliminar se establece: “Los objetivos fundamen-
tales que pretende la ley (...) son la protección, el acrecentamiento y
la transmisión a las generaciones futuras del patrimonio histórico
español. (...) Son deberes de la administración la conservación (...) la
protección (...)” 48.
Prosiguiendo, con el análisis del la Ley 16/1985, del Patrimonio
Histórico Español, hay que observar que la primera cualidad de esta
Ley reside en el hecho de que es una Ley General, o lo que es lo
mismo, que termina con la dispersión legal anterior, estando por
tanto en presencia de un “momento racional” en la legislación espa-
ñola que nos concierne en tanto en cuanto que afecta sólo y exclu-
sivamente al patrimonio, sea del tipo que sea.
Es importante que pongamos de manifiesto que términos como
conservación y restauración son tratados y desarrollados por ésta a
modo de conceptos, lo que proporciona una mayor riqueza intelec-
tual y legal a la misma. Además hay, subyaciente en toda la Ley,
ideas que adquieren formulación jurídica por primera vez, como el
garantizar la conservación y restauración del patrimonio, así como
las cargas penales que se adoptarán en casos de delito o faltas en
este sentido.
Como anunciábamos anteriormente, es el Titulo IV de dicha Ley,
definida por su encabezamiento: “Sobre la protección de los bienes
muebles e inmuebles” la que guía muchas de las intervenciones lle-
vadas acabo sobre los edificios patrimonio cultural de los extreme-
ños. En ella, entre otras cosas, se precisa cual es la obligación que
poseen los propietarios, tanto públicos como privados, de conservar
y mantener los bienes, lo que conlleva de forma directa, métodos de
restauración y rehabilitación que garanticen esta conservación y
mantenimiento citada en dicha Ley; señalando que: “el uso de los
mismos no podrá poner en peligro sus valores”49.
1230
El Título IV, también establece que la administración puede impe-
dir el derribo o suspender obras en los inmuebles declarados o en
los que ofrezcan especial valor, lo que pone de manifiesto un cierto
estado de vigilancia a favor de correctas interpretaciones de la res-
tauración y rehabilitación de dichos edificios.
Este título, recoge que las intervenciones en los edificios han de
evitar definitivamente las reconstrucciones, refiriéndose con esto a
las reconstrucciones en estilo, a excepción de cuando se utilicen las
partes originales del propio edificio o se puede probar de forma
fehaciente su autenticidad.
También se centra en la aclaración, pragmática, de que en caso de
adiciones en edificios históricos, estas han de evitar el mimetismo,
obligando a que las restauraciones o reintegraciones formales sean
reconocibles por el público. Junto con este “corpus doctrinal” en mate-
ria de restauración este título añade, que han de respetarse las apor-
taciones de todas las épocas en las restauraciones, para terminar con
las intervenciones sobre el patrimonio que dan como resultado accio-
nes pintoresquistas o románticas tan propias de la restauración en la
España precedente; dando también de esta forma valor patrimonial a
otras etapas artísticas e históricas denostadas en algunos momentos y
sesgadas por determinadas restauraciones incorrectas.
También son interesantes las medidas de fomento tratadas en la
Ley de Patrimonio Histórico Español, en lo que respecta a la restau-
ración, puesto que prevé el acceso a créditos oficiales para obras de
mantenimiento y rehabilitación, especialmente de edificaciones his-
tóricas, claro antecedente de las que a través de las A.R.I.s se están
gestionando en la actualidad para la arquitectura popular, así como
una serie de exenciones fiscales y deducciones de impuestos por
actividades de conservación del patrimonio, sea del tipo que sea.
Entre las medidas propuestas por la Ley 16/1985 fija que el 1%
de los presupuestos de las obras públicas financiadas por la admi-
nistración pública española será destinado a la conservación y res-
tauración del patrimonio histórico español.
Pese a las deficiencias con que contaba esta Ley, posteriormente
resueltas, al menos en gran parte, gracias al Real Decreto de 10 de
enero de 1986, y especialmente al Real Decreto de 21 de enero de
1231
1994, es el paso definitivo que orientó correctamente los pasos a
seguir en materia de patrimonio en España, especialmente en lo que
a patrimonio arquitectónico se refiere; y que se vio completada en
gran medida con las diferentes leyes de patrimonio promulgadas
por las Comunidades Autónomas, y que pasaremos a analizar pos-
teriormente para el caso Extremeño centro de nuestro discurso.
En la Comunidad Autónoma (tanto en Cáceres como en Bada-
joz), poseemos un amplio y diversificado patrimonio cultura históri-
co-artístico y popular, que no siempre ha sido reconocido, lo que ha
afectado a su conservación y protección especialmente para este
último caso. Esta falta de desconocimiento, no sólo se refiere al gran
público, sino que frecuentemente el desconocimiento del mismo par-
tía de la propia administración.
Una vez analizado el panorama legal que “protegía” el patrimo-
nio español, nos sorprende ver que pese a lo que pueda parecer,
existieron desde tiempos lejanos numerosas normas que pretendían
proteger el patrimonio extremeño, al menos desde el siglo XVIII, se
regulan normas relacionadas con nuestro patrimonio, que o bien
por falta de medios económicos o humanos, o bien por otros moti-
vos que nos son desconocidos, dicha normativa fue de escasa apli-
cación. Siendo importante reseñar que tras el estudio documental,
hemos observado que durante gran parte del siglo XIX, se reiteraba
de forma constante el cumplimiento de la normativa emanada de la
Real Cédula de 6 de junio de 1803 para el caso del patrimonio
arquitectónico de Extremadura, y que una vez más la arquitectura
popular se encontraba dentro de estos límites.
Pero tal vez por causa de esta reiteración en el cumplimiento de
la legalidad surgida de la Real Cédula de 1803, obtenemos el pri-
mer resultado práctico en el año 1918, momento en el que se publi-
can los Catálogos Monumentales de Extremadura (1918 para Cáce-
res y 1925 para el de Badajoz). Pero fue en 1900, cuando gracias
al Real Decreto de 1 de junio se inician los Catálogos Monumenta-
les de España. En el caso de Extremadura, la realización de ambos
catálogos recayó en la persona de don José Ramón Mélida, siendo
publicados por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes
entre 1918 y 1925. Y esto tiene valor en si mismo, puesto que el
1232
conocimiento del ínfimo número de obras populares acogidas en
estos catálogos como patrimonio extremeño contribuyó de algún
modo a que fuese valorado, evitando con ello su desaparición y pro-
piciando la atención de las administraciones en lo que respecta a su
protección, conservación y restauración.
Esto demuestra lo importante que fue para Extremadura, y espe-
cialmente para la protección de su patrimonio popular, el que se
realizaran desde momentos tempranos inventarios de bienes, espe-
cialmente los bienes inmuebles, como se demuestra posteriormen-
te mediante el inventario de bienes muebles e inmuebles realizado
de nuestra provincia durante 1931 al año 1933 y durante el fatídi-
co año 1936. Lo que propició la aparición de la Ley de Defensa del
Tesoro Artístico de 1933, pese a que no se publicara hasta 1936, y
que recayó en el caso representativo de Extremadura sobre don Fer-
nando de los Ríos, quien fue el que se encargó de la tarea de pro-
tección de nuestro patrimonio.
Según transcurre el siglo XX, se seguirán intentando definir leyes,
normas y acuerdos que protejan el patrimonio arquitectónico que
nos legaron y que serán acogidos por nuestra región, tal es el caso
de la realización del Inventario del Patrimonio Cultural Europeo, rea-
lizado por España en primer lugar y que acoge los Conjuntos Histó-
rico-Artísticos y los Sitios Mixtos Urbano-Rurales50 extremeños con la
intención de internacionalizar las teorías adoptadas en otros países
y proceder a la protección del patrimonio vernáculo europeo de una
forma unilateral, pero que en la realidad tuvo poca, o nula, reper-
cusión en el caso de la arquitectura popular de Extremadura.
Durante la década de los sesenta continuarán las catalogaciones
e inventarizaciones del patrimonio histórico-artístico extremeño con
la inclusión de algunas más tipologías constructivas de raigambre
vernácula, sin que se muestren avances en una legalidad orientada
de forma integral y exclusiva a la problemática extremeña. Pese a
1233
ello, la Dirección General de Bellas Artes (creada por Decreto de 22
de septiembre de 1961) iniciará un nuevo Inventario Artístico de la
Nación, con la intención de que sirviera de referencia en actividades
como restauración, rehabilitación y conservación del patrimonio, ini-
ciándose ahora la tarea tantas veces prevista anteriormente de legis-
lación en esta materia para el caso concreto de cada región. Para
ello se coordinaron los Servicios Regionales de los Distritos Univer-
sitarios vinculados a las Cátedras Universitarias de Historia del Arte.
Iniciándose estos catálogos en Extremadura en la década de los
setenta, y teniendo especial desarrollo con la llegada a la Universi-
dad de Extremadura del Profesor Andrés Ordax. Lo que dio lugar a
la toma de conciencia desde el ámbito académico del momento de
la importancia de lo popular como una tipología más dentro de las
Bellas Artes.
Siguiendo con la legalidad que respalda la inventarización del
patrimonio, y en lo que respecta al patrimonio arquitectónico verná-
culo extremeño, fue de capital importancia para él, la creación del
denominado Inventario Arquitectónico Español (1978), que recogía
sólo obras de arquitectura, con la finalidad de conocerlas, especial-
mente en aspectos que las relacionan con su estado de conservación,
para poder planificar de este modo las restauraciones a ejecutar y,
poder revisar así las declaraciones de Bienes de Interés Cultural.
El siguiente paso en lo que respecta a la legalidad en materia de
patrimonio arquitectónico, consistió en las declaraciones oficiales
de: Monumento, Conjunto, Paraje Pintoresco o Jardín Histórico-
Artístico; que fue concluyente en cuanto que con esta declaración se
procedía a la protección, conservación, rehabilitación y restauración
de numeroso patrimonio arquitectónico popular extremeño.
Con la entrada en vigor de la Constitución Española de 1978 y
la Ley 16/1975, del Patrimonio Histórico Español, el ejercicio restau-
rador y rehabilitador en materia de patrimonio arquitectónico popu-
lar extremeño se verá sino directamente protegido al menos influen-
ciado por ellas. De manera que sólo en 1999, y gracias a la Ley
2/1999 de 29 de marzo, de Patrimonio Histórico Cultural de Extre-
madura veremos nuevamente una legislación concreta para el caso
extremeño.
1234
Único ejemplo de arquitectura tradicional
en una calle de edificios modernos que
está siendo estudiada para su rehabilita-
ción conservando todos sus
valores vernáculos.
Foto Archivo A.R.I.
Jerez de los Caballeros.
1235
“La Conserjería de Cultura y Patrimonio podrá ordenar a los pro-
pietarios, poseedores o titulares de los bienes integrantes del patri-
monio Histórico y Cultural extremeño la ejecución de las obras o la
adopción de las medidas necesarias para conservar, mantener y
mejorar los mismos” 52.
“El incumplimiento de las obligaciones de protección, conservación
y mejora será causa de interés social para expropiación forzosa”53 .
Probablemente, el momento álgido de esta Ley se da cuando en
el Título II, Capítulo II, Sección 1ª, Artículo 32, se establece la obli-
gatoriedad de hacer un proyecto de intervención sobre todas y cada
una de las obras que se pretendan realizar en un bien inmueble. De
este modo se da un paso más hacia delante en la historia de la res-
tauración arquitectónica, al concretarse cómo y de qué forma se
puede actuar en este sentido, teniendo los expertos de la Adminis-
tración la última palabra al respecto: “Cualquier proyecto de inter-
vención en un inmueble (...) habrá de incorporar un informe sobre su
importancia artística, histórica (...), la diagnosis del estado del bien,
la propuesta de actuación y la descripción de la metodología a utili-
zar. Los proyectos serán sometidos a la autorización previa de la Con-
serjería de Cultura y Patrimonio” 54.
Finalmente, la definición por parte de la Ley 2/1999 de 29 de
marzo, de Patrimonio Histórico Cultural de Extremadura, de cuáles
han de ser los criterios de intervención en los inmuebles que forman
parte del patrimonio extremeño, sería el culmen de la historia de la
legalidad en materia de patrimonio en Extremadura como puede
deducirse del artículo 33 de dicha ley y que a continuación enume-
ramos: “1. Cualquier intervención en un inmueble (...) habrá de ir
encaminada a su protección, conservación y mejora, de acuerdo con
los siguientes criterios:
1236
- Se respetarán las características esenciales del inmueble, sin per-
juicio de que pueda autorizarse el uso de elementos, técnicas y
materiales actuales para la mejor adaptación del bien a su uso y
para valorar determinados elementos o épocas.
- Las características volumétricas y espaciales definidoras del
inmueble, así como las aportaciones de las distintas épocas debe-
rán ser respetadas. En caso de que se autorice alguna supresión,
ésta quedará debidamente motivada y documentada.
- Los intentos de reconstrucción únicamente se autorizarán en los
casos en los que la existencia de suficientes elementos originales
o el conocimiento documental suficiente de lo que se haya perdi-
do lo permitan. En todo caso, tanto la documentación previa del
estado original de los restos, como el tipo de reconstrucción y los
materiales empleados deberá permitir la identificación de la inter-
vención y su reversibilidad
Ejemplo del futuro que
le espera a la arquitec-
tura popular que no
pueda ser restaurada y
rehabilitada.
Foto Archivo A.R.I. Jerez
de los Caballeros.
1237
Como las demás leyes autonómicas en materia de patrimonio,
nuestra Ley, tomó otros aspectos de la Ley 16/1985, de 25 de
junio del Patrimonio Histórico Español, tales como las medidas de
estímulo encaminadas a labores de conservación, restauración y
rehabilitación del patrimonio arquitectónico, adaptándolas a un
contexto más concreto, como es el caso de Extremadura. De entre
ellas merece la pena destacar el artículo 83, integrado dentro del
Titulo VII “De las medidas de Estímulo”: “1. La Junta de Extremadu-
ra promoverá ayudas, dentro de las previsiones presupuestarias,
para (...) conservación, recuperación, restauración (...) de los Bienes
integrantes del Patrimonio Histórico Cultural extremeño, que se con-
cederán de acuerdo con los criterios de publicidad, concurrencia y
objetividad” 56.
“2. Las obras que tengan por finalidad la conservación, mejora o
rehabilitación de monumentos (...) disfrutarán también de la exención
del impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras en los térmi-
nos que la legislación fiscal permite” 57.
Con la Ley de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura,
finaliza el corpus legal por el que se ha regido la restauración y
rehabilitación del patrimonio arquitectónico cultural en Extremadu-
ra. Siendo ésta una de las más completas y modernas de la historia
jurídica europea. Aunque carente de la definición formal de arqui-
tectura popular que habría permitido una actuación mucho más
clara y profesional sobre dichos bienes inmuebles que caracterizan
la cultura extremeña.
1238
Ejemplo de fachada posterior en El antes de la rehabilitación llevada
edificación tradicional restaurada acabo por el arquitecto Robert. Müller,
y rehabilitada (Zafra). en una casa tradicional de Zafra.
Foto cedida por D. Robert Müller Foto cedida por D. Robert Müller
1239
cialistas en arte, se crean equipos multidisciplinares e interdisciplina-
res compuestos por Arquitectos, Arquitectos Técnicos, Historiadores
del Arte y Arqueólogos que concienciados de la potenciación de la
rehabilitación y restauración del patrimonio extremeño, ponen al
servicio de casi cualquier tipología arquitectónica; desde nuestra
experiencia personal como Técnico de Patrimonio de uno de los
A.R.I.s hemos observado que es especialmente la arquitectura ver-
nácula de los pueblos extremeños a la que se le dedica más aten-
ción, poniendo los medios, las formas y los criterios capaces de
lograr que la arquitectura popular pueda salvar el espacio del tiem-
po, para desarrollarse en la actualidad con una nueva utilidad pero
conservando todos sus valores culturales: “es un programa que va
dirigido fundamentalmente a promover el uso residencial (…) pri-
mando la rehabilitación de viviendas y contribuyendo a la regenera-
ción urbana que es el modo más directo para que sus habitantes se
mantengan “in situ” y generen vida y dinamismo en la zona”59.
59 IBID.
1240
Es gracias a este modo legal de entender la experiencia restaura-
dora como se está logrando que se rehabilite la arquitectura verná-
cula: “según técnicas tradicionales”60 poniendo así en valor aquellos
elementos de la arquitectura fuera de lo formalmente entendido
como monumental, permitiéndose de este modo el rescate de chime-
neas, topetones, tipologías arquitectónicas, peculiaridades como
casas coladas, el estudio de las técnicas tradicionales constructivas
mediante el enfrentamiento de la realidad actual en el proceso res-
taurador; tal y como decía J. M Soriano la experiencia A.R.I: “se acer-
ca a los agentes que intervienen directamente en la rehabilitación y,
en consecuencia, revitalización: técnicos, constructores, profesionales
de la construcción y restauración, y, sobre todo, ciudadanos que pue-
den plantearse tan de cerca el problema y allí mismo la solución”61.
Tras la restauración, tal vez lo más importante sea el hecho de
que dichas atenciones sobre el patrimonio vernáculo extremeño:
“aseguran, en todo caso, la diversidad social y de usos preexistentes,
el realojamiento de la población residente y su ejecución de acuerdo
con la normativa urbanística vigente, pero también respetando en
todo caso la singular protección y tutela de los bienes que integran
el Patrimonio Extremeño”62.
1241
Hay que tener en cuenta que las obras de restauración y rehabi-
litación de la arquitectura tradicional con otras finalidades distintas
en una realidad social profundamente novedosa deberían consistir
en rediseñar lo ya existente, para lo que habría que dejar el exterior
casi intacto, cambiándose en el interior sólo aquellas estructuras que
no fueran significativas. Este ejercicio de rehabilitación, al menos
teóricamente, ha de consistir en descubrir las posibilidades latentes
que tienen las construcciones desde sus orígenes y reforzarlas para
responder a las nuevas necesidades.
“A lo largo de la historia de nuestra cultura, la pintura, la poesía,
el teatro, la arquitectura, nunca han sido contemplados, leídos, vis-
tos, experimentados de la misma manera.
Si han llegado hasta nosotros es porque siempre han planteado
unos problemas, unas preguntas, algo, que mantiene un nexo del
pasado con el presente; que hace que su estudio, lectura, su desen-
trañamiento manifieste ese “continuum” entre los valores histórico y
los actuales” 63.
Esta reflexión del arquitecto Manuel Portaceli, nos ha inspirado
en el momento de reflexionar acerca del ¿por qué? y ¿cómo? han
de ser las restauraciones y rehabilitaciones que se llevan a cabo
sobre la arquitectura popular extremeña, que inicialmente nada
tenían que ver con un museo, un centro de arte, una cafetería, un
supermercado o la residencia de unos enamorados del tunning. Y es
por eso mismo que su adaptación implica numerosos cambios pero
la conservación de la identidad de popular, tradicional y vernáculo
como dignidad edificada.
El punto de partida no es otro que la idea tradicional, anterior-
mente desarrollada, de que los edificios históricos pueden resolver
su permanencia en el tiempo actual mutando su condición patrimo-
nial. Esta creencia de que sólo el hecho de ser usados, aunque ten-
gan otro fin que el suyo primigenio, conserva los edificios; y de que
actividades culturales desarrolladas en los mismos no implicarían
1242
alterar o eliminar el valor histórico, artístico, cultural o patrimonial
del mismo ha hecho que en Europa y especialmente en España se
abuse de esta “teoría”.
Ejemplo de arquitectura
tradicional extremeña
con “chimenea portu-
guesa” amenazada por
la ruina puesto que sus
propietarios prefieren
que se arruine a restau-
rarla. Foto Archivo A.R.I.
Jerez de los Caballeros
1243
propias y patrimoniales del edificio original, conjugadas con las
necesidades propias de la nueva realidad contemporaneidad.
De modo que como criterio básico en toda obra de restauración
y rehabilitación de la arquitectura popular, sea cual sea su fin, y a lo
largo de toda su historia se propone la reutilización de todo elemen-
to vernáculo o tradicional conservado en buen estado, o siempre
que sea técnicamente posible su reparación o restauración.
Actualmente a este proceso, se acompaña la documentación
arqueológica de las piezas dispersas o irrecuperables, realizándose
un inventario de las mismas, con el fin de localizar posibles elemen-
tos arquitectónicos de importancia para conocer la historia construc-
tiva del edificio, tales como chimeneas cuando sólo tenemos el tiro
o el topetón, etcétera.
De acuerdo con la doctrina del Consejo de Europa sobre la utili-
zación de materiales y técnicas tradicionales, en las nuevas actua-
ciones se recuperan una serie de elementos, presentes en algunos
de los proyectos sobre los que se basa este trabajo de investigación,
de los cuales creemos necesario recoger:
- Mamposterías y sillerías de piedra. Tanto en los exteriores como
en los interiores.
- Maderas tanto en las estructuras como en las carpinterías.
- Morteros de cal, en revocos de paramentos y en solados.
- Barro o madera en pavimentos.
- Granito, mármol, etcétera.
- Rejerías de forja.
De forma exclusiva se permite la demolición o ejecución de rozas
en elementos no originales de la arquitectura vernácula. Esta norma
emanada del Consejo de Europa no siempre ha sido llevada a la
práctica, especialmente en los primeros proyectos de restauración.
Permitiéndose las demoliciones de aquellos elementos no originales
que no sean compatibles con el proyecto de restauración y rehabili-
tación del edificio popular en su adecuación para el museo actual,
como ocurrió con la Casas de los Caballos de Cáceres64.
1244
Posteriormente las obras continúan con la consolidación de todos
los revestimientos que cubren exteriormente los muros originales. En
caso de que fuera preciso eliminar algún tipo de revestimiento este
ha de ser documentado.
Para la sustitución o inserción de nuevos elementos se utilizan
siempre piedras similares a la originaria, a ser posible de la misma
cantera. Frecuentemente se restauran las pátinas para igualar el
color de la piedra aportada, pero este proceso ha de ser diferencia-
ble, esta norma forma parte de la legalidad desde el año 1985, y
ha sido recogida por todas las leyes autonómicas de patrimonio.
La fase siguiente habitualmente consiste en la limpieza de las
fábricas, eliminando la suciedad y manchas mediante el procedi-
miento restaurador más adecuado (solución jabonosa destilada y
amoníaco, limpieza mecánica, agentes ligantes tixotrópicos, agua
nebulizada a baja presión, etcétera). Posteriormente se puede pro-
cede a la consolidación y protección de las fábricas mediante méto-
dos impermeabilizadores.
Tras la fase de limpieza se inicia el proceso de restauración de las
fábricas consistente en tres momentos:
1245
Rejuntado. Normalmente la arquitectura popular son construc-
ciones que emplean poco en sus muros materiales como sillería,
sillarejo, pero si abundan construcciones en ladrillo o mampostería.
De modo que lo más probable es que estos presenten desperfectos
por causas como humedad por capilaridad, hongos, etcétera por lo
que es necesario realizar un entresacado y reposición de piezas per-
didas o deterioradas en el caso de que cuente con piedras especial-
mente en esquinas o vanos; y después picando los rejuntados de lla-
gas y rehaciéndolo con mortero de cal similar al que pueda existir
en las zonas dañadas.
Retacado. Se entresacan aquellas piezas de piedra dañadas, y
cuya consolidación no sea posible, utilizando para ello piedras de
las mismas dimensiones, características y acabado. Ésta doctrina o
teoría restauradora para la arquitectura popular actualmente está
provocando disputas airadas en restauradores por la causa que
determina el hecho de que la piedra en la arquitectura popular no
tenía una función decorativa, cosa que no tenemos del todo claro a
la luz del nuestra investigación en la zona de Alburquerque65, sino
que aparecería como elemento de reutilización o como mero sopor-
te difuminado bajo los enfoscados y pinturas tradicionales, no mos-
trándose descarnados tal y como están viéndose en la actualidad.
Restauración de impostas, aleros, chimeneas, topetones, etcétera.
Se procede a la limpieza de impostas, albardillas, aleros, etcétera
que se encuentren deteriorados, así como se da después la reposi-
ción de piezas perdidas o deterioradas.
Posteriormente, la labor restauradora y rehabilitadora se concen-
tra en las estructuras de madera. Asegurando primero las estructu-
ras horizontales (forjados) o sustituyéndolas si han tenido que ser
demolidas por otras estructuras de madera tratadas con procesos
antixilófagos y antitermitas.
Para la pavimentación, han de utilizarse solados que se aseme-
jen al original, ya sean de barro cocido, mármol, granito, piedras de
1246
río, lanchas pétreas o entarimados de madera. Hecho que no ocu-
rre, y que desde los inicios de la historia de la restauración eran sus-
tituidos por otros más modernos de forma sistemática.
En cuanto a los revestimientos, estos han de ser conservados
tanto en interiores como en exteriores.
Los elementos de carpintería tanto interior como exterior, frecuen-
temente son los correspondientes a las escaleras, puertas y venta-
nas, así como a las estructuras de madera que sustentan techos o
que hacen las veces de suelo. Han de conservarse los originales a
ser posible, de otro modo será necesario documentarlos e intentar
conservarlos aunque sea fuera de su lugar original.
Restauración de todos los elementos de rejería existentes en el
edificio limpiando, protegiendo y recolocando las secciones existen-
tes, y reponiendo aquellas piezas dañadas o perdidas. Para la eje-
cución de estas reposiciones se emplean frecuentemente los diseños
del resto de los elementos originales, reproduciéndolos en forma y
sistema constructivo.
También resulta interesante destacar la pujanza que ha experi-
mentado la utilización del laminado en la rehabilitación de arquitec-
tura vernácula con otros fines, pues este tipo posee numerosas varie-
dades, tipos de madera, texturas, colores, etcétera. La chapa y la
madera contrachapada fue descubierta a principios del siglo pasa-
do y se utilizó desde esos momentos en las rehabilitaciones por su
maleabilidad y reversibilidad.
1247
CAL. Siendo la más adecuada la cal grasa aérea añejada en silo
no menos de un año.
Para retacados y rejuntados, así como para solados y solerías
debería ser utilizada en polvo. Cuando la cal sirva para morteros
habrán de ser cales hidráulicas. Y en morteros mixtos cales aéreas.
ARENA. Normalmente se emplea de río, deberían ser arenas lim-
pias y sin arcillas. Deben ser arenas silíceas o silico-calcáreas, bien
lavadas y exentas de sales solubles o alcalinas , para de este modo
evitar las eflorescencias.
Para las capas exteriores de revocos es recomendable la utiliza-
ción de arena de mármol.
YESO. Debe estar bien cocido y molido, limpio de tierras y no
contendrá más del siete y medio por ciento de granzas.
GUARNECIDO DE YESO. El yeso debe proceder del aljez, mine-
rales cristalinos como el espejuelo, alabastro o similares.
ENLUCIDO DE YESO. Según los casos, los yesos podrán ser des-
leídos en colas o mezclados con cal.
COLORANTES. Se utilizan mezclados con lechadas, pastas o
morteros de cal, de yeso o de cal y yeso. Pueden ser naturales o arti-
ficiales. Para colorear la masa de los revocos o los morteros se utili-
zan siempre colores naturales (minerales).
ALUMBRE. Se utiliza como aditivo para mejorar las condiciones
de endurecimiento del yeso. En encalados y lechadas de cal.
IMPRIMACIÓN ANTICORROSIVA. Compuesta de un vehículo
adecuado y pigmento o mezcla de pigmentos anticorrosivos como
minio de plomo, cromato de cinc, etcétera, soporta así la acción de
los agentes atmosféricos, siendo apta para recibir una capa poste-
rior de acabado.
IMPRIMACION PARA MADERA. Compuesto de un vehículo fijo a
base de aceites de linaza, barnices grasos y resinas alquídicas. Resis-
te la acción de taninos de la madera actuando de tapaporos y tiene
un gran poder de penetración impregnando las fibras de la madera.
IMPRIMACION SELLADORA DE YESO. A base de dispersiones o
emulsiones no pigmentadas en agua o disoluciones en disolventes
de resinas sintéticas como acetato de polivinilo, acrílica o a base de
dispersiones acuosas pigmentadas de resinas sintéticas.
1248
PINTURA AL TEMPLE LISO SOBRE YESO. Pintura de aspecto mate,
acabado liso, rugoso o goteado, con coloraciones generalmente
pálidas, con poca resistencia al agua y al roce. Procede de la diso-
lución de colas celulósicas o amiláceas con pigmentos a base de sul-
fato cálcico o carbonato cálcico.
PINTURA A LA CAL. Pintura de aspecto mate, acabado liso, blan-
ca o con coloración generalmente muy pálida, porosa, absorbente,
con buen comportamiento a la intemperie, endurecido con la hume-
dad y el tiempo. Posee buenas propiedades microbicidas.
LADRILLO CERÁMICO. Pieza ortoédrica obtenida por moldeo,
secado y cocción a temperatura elevada de una pasta arcillosa.
Podrán presentar en sus caras grabados o rehundidos de cinco milí-
metros como máximo en tablas de siete milímetros como máximo en
un canto y ambas testas.
Se consideran los siguientes tipos de ladrillo:
1. Macizo. Ortoedro macizo.
2. Hueco. Ortoedro con perforaciones.
Se definen así dos tipos de ladrillo: visto para su utilización en
paramentos sin revestir y, no visto para su utilización en paramentos
con revestimiento.
En retacados y reconstrucciones de fábricas se emplean ladrillos
de tejar, ejecutados manualmente según técnicas tradicionales. Ha de
procurarse que sean realizados con arcillas semejantes a las existen-
tes en las zonas, con las cuales se realizaron los ladrillos originales.
PIEDRA NATURAL. Las piedras empleadas en la restauración y
rehabilitación de la arquitectura popular podrán proceder de cante-
ras explotadas a cielo abierto o en minas. La piedra será de consti-
tución homogénea, carecerá de grietas o pelos capaces de retener
el agua, así como de coqueras o cavidades procedentes de restos
orgánicos. No presentarán nódulos que puedan dificultar la labra.
MADERA. En todos los casos ha de utilizarse madera seca, cortada
al menos un año antes de su puesta en obra. Se les tendrá que aplicar
previamente a su utilización un tratamiento antixilófagos y antitermitas.
VIDRIOS DOBLES. Son poco utilizados en la arquitectura popular
pero en su adaptación a nuevos fines suelen ser de los formados por
un conjunto de dos o más lunas, separadas entre sí por cámaras de
1249
aire deshidratado. Se instalará de manera que en ningún momento
sufra dilataciones o contracciones del propio vidrio o de los bastido-
res que lo enmarcan.
HIERRO. El material base utilizado en rejerías es el hierro dulce
(con un porcentaje de carbono inferior al 0.05%). Normalmente
cuando no se dispone de este tipo de hierro se suele utilizar acero
de baja resistencia. Se emplea en perfiles macizos, de sección cua-
drada o circular o en pletinas delgadas.
El trabajo del hierro, para darle la forma precisa, se hace en calien-
te. Se conforma según el diseño mediante procesos artesanales de esti-
rado, ensanchado, afilado, curvado, etcétera . Las uniones entre piezas
se hacen roblonadas, estando prohibida la unión soldada.
ACERO. Debe estar siempre exentos de alabeos o rebabas.
Podrán ser laminados, galvanizados, doble afrafado, etcétera.
Por último señalar la intensa dialéctica que mantiene la arquitec-
tura vernácula con la nueva realidad a la que tendrá que adaptar-
se, y a los que la contemporaneidad tratará de averiguar hasta que
punto la arquitectura tradicional debe ejercer una función neutra de
contenedor, de envolvente de las nuevas realidades surgidas en sus
vetustas entrañas, o si por el contrario se debe erigir en uno de los
protagonistas de este edificio vernáculo-patrimonial sin más.
Pero lo más destacado y logrado mediante la fusión arquitectura
tradicional y nueva realidad ha sido y está siendo la revalorización
que ambos han tenido como lugar, pasando a convertirse en un
núcleo focal de cultura a través de su propia arquitectura popular sin
perder ni un ápice de belleza.
Sin embargo esta investigación también nos ha llevado a com-
prender que faltan aún más estudios centrados en la problemática
de la arquitectura popular como contenedora de otros modos de
vida, y sobre todo en las soluciones normales que se han ido toman-
do a lo largo de la historia de la restauración y rehabilitación de este
tipo de arquitectura y que se reflejan en los interiores de los edificios
que siguen siendo emblemas culturales de cada ciudad.
1250
CONCLUSIONES
1251
Patrimonio Histórico Español 16/1985 de 25 de junio, y posterior-
mente en la Ley de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura
de 2/1999 de 29 de marzo; y últimamente gestionadas gracias a las
oficinas A.R.I.s.
Pero lo que queda claro es que la evolución experimentada por
las diversas administraciones en materia de restauración y rehabili-
tación del patrimonio arquitectónico tradicional es notable. Apre-
ciándolo, a través de esta investigación, en la presencia de una
metodología amparada en la legalidad. Así como la creación de
partidas económicas procedentes de los presupuestos generales
para intervenir y poner en valor los inmuebles patrimonio extreme-
ño, sea cual sea su propietario y fin para el que se destinan las obras
de restauración y rehabilitación.
Respecto a las actuaciones acometidas, hay que destacar el
empleo de una metodología sistemática, que se fundamenta en la
evolución histórica de los edificios, así como en su estado de conser-
vación. De manera que por lo general el proceso de intervención en
los mismos se basa en:
Consolidación de las fábricas. Momento que se define en estu-
dios de estabilidad de las fábricas, para así garantizar la solidez de
la estructura y la posibilidad o no de la realización de obras de reha-
bilitación en los inmuebles para acoger un nuevo uso.
Demoliciones. Que se justifican cuando determinados muros o
volúmenes no se ajustan al edificio primitivo; o para la creación de
los distintos espacios determinantes y definidores de un museo.
Reparación de cubiertas. Por regla general todas presentaban
patologías similares (humedad, maderas podridas, suciedad, insec-
tos, etcétera). De modo que en todos los casos se sigue el mismo
proceso, desmontaje de la cubierta, limpieza, posibles recrecidos, e
instalación de una cercha nueva (frecuentemente metálica) y tejas
que se encontraban en buen estado y otras nuevas.
Recuperación de material en paramentos. Ya sea de mamposte-
ría, piedra o ladrillo propio de cada edificación.
Revestimientos. Es probablemente el apartado más cuidado en
todos los proyectos, dado que es el que mejor y con más rapidez es
percibido por el espectador. Los resultados son variables y dependen
1252
frecuentemente del criterio estético del que observa. Lo que si hemos
detectado es que en las últimas actuaciones el criterio emanado de
la doctrina del Consejo de Europa sobre la utilización de materiales
y técnicas tradicionales ha sido claramente el dominante.
Materiales. Con frecuencia, de la elección de los materiales
depende la restauración, y en los casos estudiados, éstos eran deter-
minantes, ya que todos los proyectos recogen la exigencia del
empleo de materiales de calidad. En lo que se refiere a su tratamien-
to, depende de las obras y de los ejecutantes de las mismas. Pero
como en el caso de los revestimientos, se aprecia en los últimos pro-
yectos la influencia de la doctrina del Consejo de Europa en el
empleo de materiales tradicionales.
Tales conclusiones se desprenden del estudio que hemos llevado
a cabo en estas páginas y que esperamos sirvan para enriquecer el
panorama restaurador y rehabilitador en el apartado de arquitectu-
ra tradicional en Extremadura.
Por ello pedimos a los profesionales que el peso histórico del edi-
ficio, se vea acentuado de una ligereza restauradora que atenúe la
paradoja formal de saberse un edificio con un fin distinto del que le
era propio, para de este modo mostrarse al espectador como un
punto de fuga liberador que otorgue agilidad al edificio: un juego
entre peso patrimonial y levedad restauradora, entre presencia his-
tórica y ausencia de rehabilitación, como si lo popular, lo tradicional
o la vernáculo fuese la propia historia.
La seducción de la tradición, en un edificio popular restaurado y
dotado de una nueva utilidad, ha de ser provocada por verdades
leves y dispersas (puesto que frecuentemente en la restauración no
está claro cuáles son sus certezas), tratándose por tanto de reunirlas
poéticamente, creando un lugar donde lo remoto se recoja con
intención de futuro. La restauración y rehabilitación de la arquitectu-
ra vernácula extremeña ha de servirse tan sólo de la rima que mar-
can los siglos y de la métrica del silencio restaurador, constituyendo
así un inmenso poema arquitectónico al que no nos de miedo mirar
desde el presente con ideas de futuro.
1253
FUENTES Y DOCUMENTOS
Fuentes
Archivos Generales:
- ARCHIVO DE LA ACADEMIA DE SAN FERNANDO
Proyecto de Restauración de la Catedral de León
- ARCHIVO GENERAL DE ALCALÁ DE HENARES
Sección Cultura:
- Signatura: 26/314
- ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL
Sección Hacienda:
- Legajo: 2.519
Boletín Oficial de Venta de Bienes Nacionales 15-XII-1873
- ARCHIVO INSTITUCIÓN CULTURAL “EL BROCENSE”
Sección Cultura:
- Signatura: 2295
- Signatura: 03376
- Signatura: 3365 (Expediente 9)
Sección Planificación (Obras)
- Caja 3722 (Expediente 1)
Actas de Pleno:
- Sesión 20/09/1985
- ARCHIVO MUSEO DE ARQUEOLOGÍA PROVINCIAL (CÁCERES)
Libro de Actas del Patronato del Museo (Sesión 18/12/1917)
1255
Libro de Actas del Patronato del Museo (Sesión 09/10/1931)
Libro de Actas del Patronato del Museo (Sesión 29/10/1931)
Libro de Actas del Patronato del Museo (Sesión 29/11/1931)
Libro de Actas del Patronato del Museo (Sesión 08/02/1932)
- ARCHIVO SERVICIO DE OBRAS Y PROYECTOS CONSEJERÍA DE
CULTURA DE LA JUNTA DE EXTREMADURA
Sección Cultura
Archivos Privados
- ARCHIVO CONSTRUCCIONES ABREU S. A.
Proyecto Reforma y Adecuación del Edificio de la Casa de los
Caballos para Museo 1980
Proyecto Restauración y Reforma de la Casa de los Caballos 1990-1991
Proyecto de Ejecución de un Pabellón de Restauración del Museo de
Cáceres 1990
Proyecto de Ejecución de la Rehabilitación del entorno urbano del
Museo de Cáceres 1997
Fotografías de Obra 1970-1999
Documentos
- CARTA DE ATENAS 1931
- CARTA DE ICOMOS DEL PATRIMONIO VERNÁCULO CONSTRUI-
DO 1999
- CARTA DE JERUSALEM 1996
- CARTA DE VENECIA 1964
- CARTA DEL RESTAURO 1972
- CARTA EUROPEA DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO Y DECLA-
RACIÓN DE ÁMSTERDAM 1975
- PROGRAMA DE REHABILITACIÓN DE VIVIENDAS EN CASCO
URBANO CONSOLIDADO. CONSEJERÍA DE VIVIENDA, URBANIS-
MO Y TRANSPORTES. JUNTA DE EXTREMADURA
- RECOMENDACIONES PARA LA SALVAGUARDA DE LA CULTURA
TRADICIONAL Y POPULAR. PARÍS. 1989
- RECOMENDACIÓN RELATIVA A LA SALVAGUARDA DE LOS CON-
JUNTOS HISTÓRICOS Y SU FUNCIÓN EN LA VIDA CONTEMPO-
RÁNEA. UNESCO.1976
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Legislación
- CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA 1931
- LEY DE PATRIMONIO ARTÍSTICO NACIONAL 13/05/1933
- CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA 1978
- LEY 15/2001 DEL SUELO Y ORDENACIÓN TERRITORIAL DE
EXTREMADURA 2001
- LEY 16/1985 DE PATRIMONIO HISTÓRICO ESPAÑOL 1985
-LEY 2/1999 DE PATRIMONIO HISTÓRICO CULTURAL DE EXTRE-
MADURA 1999
1257
BIBLIOGRAFÍA
Libros
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www.el-universal.com.mx
www.fexm.es
www.mec
www.turismoextremadura.com
www.uky.edu/Artsource/artsourcehome.html
www.verextremadura.com
1262
ESTUDIO VI
1265
de empleo” en relación directa o indirectamente con la vivienda
rural (como ya hemos explicado en el artículo “Cascos urbanos anti-
guos versus cascos nuevos en los pueblos de Extremadura”1.
Por otra parte, el gobierno regional de Extremadura acometió un
plan de construcción de viviendas en nuestros pueblos con la inten-
ción de que sirvieran de argumento para la permanencia de la
población rural, sobre todo para la población joven en general.
La Comunidad Autónoma de Extremadura ha tenido en materia
de vivienda en el medio rural dos guías que se podrían denominar:
- “promoción de viviendas sociales protegidas” de nueva planta,
construidas generalmente en terrenos cedidos por los ayuntamien-
to a base de usar la propiedad pública del suelo, en antiguos bien-
es de propios o del común (ya fueran lejíos, lugares donde se ubi-
can las eras, terrenos del concejo, abrevaderos y corrales del con-
cejo, etc.).
- “rehabilitación de viviendas y edificios en los casos antiguos de
los municipios” (Áreas de Rehabilitación Integradas). Para ello, se
desarrollaron las ARI en 1997 y a partir de esa fecha se han ido
declarando estas áreas en ciudades y pueblos de la región. También
es un reflejo de esta filosofía el Programa de Rehabilitación de Vivien-
das en Caso Urbano Consolidado (PRCUC) aprobado en 1999, cuya
pretensión era dar respuesta a la necesidad de viviendas de promo-
ción pública a partir de la rehabilitación de casas y edificios situados
en los cascos tradicionales de los pueblos.
Si intentaba evitar de esta forma la segregación hacia la perife-
ria y el crecimiento artificial de los municipios, y al mismo tiempo
mantener la arquitectura popular y disminuir los elevados costes de
urbanización de las nuevas zonas.
Esta política de viviendas ha sido efectiva de forma relativa, se ha
logrado “mantener” parte de la población joven en los pueblos, sin
embargo, se sabe que gran parte de la población juvenil ha salido
1 Véase el artículo “Cascos urbanos antiguos versus cascos nuevos en los pueblos de
Extremadura. Marginalidad o Sostenibilidad”, en Piedras con Raíces. La revista de
nuestra arquitectura vernácula, nº 4, pp. 6-7.
1266
de ellos a partir de la falta de oportunidades de empleo en el medio
rural. De todas formas, muchas viviendas sociales en los pueblos
han admitido una doble función en virtud de la movilidad laboral
que se instala en las zonas rurales:
- “viviendas dormitorio”, cuyos moradores tienen una actividad
laboral fuera del municipio y regresan a ellos a diario.
- “residencias secundarias” de habitantes que han encontrado
empleo y residen en la ciudad, y otros municipios durante los días
laborables, y se usan los fines de semana y vacaciones.
Como consecuencia de estas situaciones unidas al fenómeno de
la movilidad, comienzan a detectarse los siguientes hechos socioe-
conómicos:
1º.- Constitución de comunidades rurales paralelas con poco
grado de integración en las actividades socioculturales de pueblos
donde habitan. Se han constituido comunidades con un progresivo
diferencial, los de edad entre los segmentos sociales (los más jóve-
nes habitan la periferia, los mayores en los cascos antiguos).
1267
2º.- “La cultura de la movilidad”, asumida cada vez con mayor
intensidad en el medio rural, no ya por motivos laborales, sino por
motivos de ocio o consumo, supone un grave problema para el
comercio y otros servicios generalmente ubicados en los cascos anti-
guos. En el caso de los moradores de las viviendas en el extrarradio,
la movilidad se intensifica no solo por motivos laborales sino por
motivos de ocio o consumo. Las referencias de los jóvenes ocupan-
tes de las viviendas en el extrarradio de los pueblos, por las circuns-
tancias que hemos ya explicado, han cambiando y comienzan a rea-
lizar las compras semanales en las ciudades o pueblos grandes, ya
que van unidas al uso de servicios de ocio que ofrecen estos últimos.
Efectivamente, la carencia de servicios en el medio rural contri-
buye a estas tendencias, que incluso en el área de educación y sani-
dad también comienzan a detectarse. En el caso de la educación
parece el más claro: la mayoría de los jóvenes rurales cuando ter-
minan generalmente la ESO tienen que desplazarse a colegios
públicos de pueblos grandes o de ciudades y muchas familias rura-
les han optado por el traslado a viviendas de esos núcleos.
Esta disminución de la identidad con el pueblo, no solo tiene
repercusiones en el detrimento de actividades e iniciativas económi-
cas, sino en el grado de implicación en las actividades sociales y
políticas del municipio de este segmento de la población rural, así
como en su posible contribución al mantenimiento del acervo cultu-
ral de los pueblos.
3º.- Otro factor a tener en cuenta es la repercusión en el gasto de
los presupuestos municipales en el mantenimiento de estas nuevas
superficies urbanizables, a pesar de que esto suponga mayor núme-
ro de contribuyentes. Desde este punto de vista el mantenimiento de
la red de agua y saneamiento, las averías, reparación y asfaltado de
viales, etc. supondrá una nueva carga para los ayuntamientos.
A ello contribuye, la falta de “planes de ordenación urbana” en
muchos municipios y la carencia de criterios urbanísticos a largo
plazo, seguido de la falta de formación e información. Esta falta de
planificación contribuye a:
- que se privilegie la construcción nueva sobre la rehabilitación,
arguyendo criterios economicistas,
1268
- que se releguen los aspectos sociales, culturales y medioam-
bientales como fenómenos a no tener en cuenta y no se valoren a
largo plazo, como hemos explicado.
A modo de conclusión: Es posible que la “buena voluntad” de
construir viviendas sociales en los pueblos por parte de las autorida-
des locales tenga que ver con la política de bienestar y la intención
de mantener a la población rural en su medio, atendiendo a las
directivas de la UE. Pero lo que no puede obviarse son las repercu-
siones y efectos negativos que tiene y puede tener en no optar por
una política de inserción de la población joven de los pueblos. En
este sentido no consistiría en eliminar la construcción de viviendas
sociales de nueva planta, sino en intensificar la inversión pública en
la reconstrucción de viviendas en cascos antiguos de los pueblos y
asentar la población joven en los mismos.
1269
Esta política de asentamiento puede ser que sea costosa y difícil
de llevar a cabo, pero un modelo de desarrollo rural sostenible, y las
formas de construcción forma parte de él, debe de contemplar que
las dificultades del asentamiento de la población joven en los cascos
antiguos, son superables con información e imaginación:
- información sobre los terrenos en los que se va a construir. En
muchos municipios el casco antiguo está compuesto por olivares,
cercas, huertas abandonadas o espacios privados. Estos predios
pueden ser objetos de permuta en los espacios públicos, propiedad
del Ayuntamiento o del Estado (ejidos, baldíos, dehesas boyales,
etc.) De esta forma, se construiría en nueva planta dentro de los
casos antiguos y se favorecería la integración de la población en su
medio social.
- información sobre las “verdaderas” necesidades de vivienda.
Son conocidos casos en que los habitantes “tienen derecho” a la
vivienda social y al mismo tiempo tienen vivienda en el mismo casco
antiguo o en otros pueblos o ciudades.
Existen casos de acceso a este tipo de vivienda de familias con
ingresos que no le corresponden y camuflan sus rentas a través de los
títulos de propiedad a nombre de los padres o parientes cercanos.
- imaginación para la construcción o reconstrucción siguiendo
formas y métodos que estén de acuerdo con los modelos de vivien-
da de tipo tradicional en los pueblos o en las comarcas.
Podemos concluir diciendo que una política de construcción y
rehabilitación de viviendas en el medio rural, como la seguida hasta
ahora, a pesar de la “buena voluntad” de conseguir una justicia
social para los habitantes de las zonas rurales, más que conseguir
dicho objetivo, está provocando efectos perversos en cuanto al man-
tenimiento de un “mínimo vital” de habitantes en nuestros pueblos,
y los efectos de esta insostenibilidad puede provocar un proceso de
deterioro demográfico con efecto irreversible como está ocurriendo
en otras regiones españolas.
1270
Casa tradicional de la comarca de Montánchez
1271
ESTUDIO VIII
1275
Así entendida, la arquitectura vernácula es la respuesta de una
comunidad a las condiciones del medio ambiente natural, cultural,
físico y económico. Una arquitectura propia que evoluciona en fun-
ción de cambios materiales, culturales, sociales y económicos y cuyas
formas, estructuras, tipologías y materiales están condicionadas por
el clima, la geología, la geografía, la economía y la cultura locales.
Sin embargo, el acelerado proceso de industrialización-terciari-
zación y urbanización del último siglo y medio, el desarrollismo de
los años sesenta y setenta del siglo XX y la globalización socioeco-
nómica del siglo XXI han esquilmado y continúan arruinando el
patrimonio tradicional, en medio rural y en centros históricos urba-
nos, extremadamente vulnerable por su obsolescencia morfológica
y funcional y por las dificultades de integración en los parámetros
modernos de habitabilidad.
1276
y los préstamos culturales a escala mundial, convirtiéndose de forma
progresiva en producto efímero y mimético de una mano de obra
cada vez menos cualificada.
El abandono de las prácticas rurales ha tenido una incidencia
directa en la progresiva transformación del paisaje y en la paralela
desaparición de magníficos ejemplares de arquitectura vernácula,
abandonada, arruinada y renovada. En las últimas décadas pueblos
enteros han cambiado su fisonomía para mejorar las precarias con-
diciones de habitabilidad, bajo el mimetismo de lo urbano y de la
cultura televisiva, si respeto por los estilos, volúmenes, materiales,
texturas, colores locales y técnicas heredadas, hasta convertirse en
meros catálogos de materiales de construcción.
Desde los Concursos de Embellecimiento de pueblos de los años
sesenta, cargados del folklorismo y pintoresquismo nacional, inhe-
rentes a las políticas de la Dirección General de Bellas Artes, las
restauraciones se vienen realizando sin criterio estético coherente
con los principios básicos de conservación, derivando en pastiches
neo-regionalistas.
La consideración de los valores históricos, arquitectónicos, artís-
ticos, antropológicos y culturales de la arquitectura vernácula debe
permitirnos su caracterización patrimonial y su conservación sosteni-
ble para mantener vivas las señas de identidad cultural. Es preciso
generar una conciencia colectiva de patrimonio vernáculo como
“herencia cultural, cuyo conocimiento, respeto, acrecentamiento, dis-
frute y transmisión a las generaciones futuras nos permita encontrar
nuestras señas propias de identidad y la conciencia de arraigo a la
tierra” (Preámbulo de la Ley 16/85, de 25 de junio, del Patrimonio
Histórico Español).
Por triste ironía del destino, en un mundo entregado a las fuerzas
de la globalización y de la anomía cultural de países sin Historia, y a
las piruetas identitarias de añejos nacionalismos fundamentalistas, la
mayor contribución de los conjuntos y de las arquitecturas vernáculas
estriba en la perpetuación de la autenticidad histórica y de la diversi-
dad étnica como patrimonio cultural de la Humanidad (Documento
Nara sobre la Autenticidad, ICOMOS, 1994, art. 4).
1277
Balconada tradicional de La Garganta (Valle del Ambroz)
1278
sociedad (art. 5) e implicando la conservación paralela de su marco
a su escala (art. 6), porque el monumento es inseparable de la his-
toria de que es testigo y del lugar en que está ubicado (art. 7).
La Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial. Cultu-
ral y Natural, ratificada por la 17ª Conferencia General de la Orga-
nización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura en París, del 17 de octubre al 21 de noviembre de 1972),
considera patrimonio cultural “a los conjuntos o grupos de construc-
ciones reunidas o aisladas, cuya arquitectura, unidad e integración en
el paisaje les confiera un valor universal excepcional desde el punto
de vista de la historia, del arte o de la ciencia” (art. 1).
La Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico adoptada por el
Comité de Ministros del Consejo de Europa en Ámsterdam, del 21
al 25 de octubre de 1975 considera que el patrimonio arquitectóni-
co europeo no solamente se encuentra conformado por monumen-
tos, sino por conjuntos que constituyen nuestras ciudades antiguas y
sus entornos naturales o construidos (art. 1), y que el patrimonio
arquitectónico es un capital espiritual, cultural, económico y social
con valores irremplazables (art. 3).
La Carta de Burra de ICOMOS Australia para Sitios de Significa-
ción Cultural de 1979, (modificada en 1981, 1988 y 1999), dispone
que los conjuntos, arquitecturas vernáculas y sitios patrimoniales de
interés cultural han ser conservados con el objetivo de preservar su
significación cultural, considerando la conservación como parte inte-
gral de una buena gestión para su salvaguarda, a fin de no ser
sometidos a riesgo, ni expuestos a un estado vulnerable, incluyendo
los procesos de mantenimiento, preservación, restauración, recons-
trucción, adaptación e interpretación (arts. 2 y 14).
La Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, del Comité Cientí-
fico Internacional de Arquitectura Vernácula (CITAV) de ICOMOS,
ratificada por la 12ª Asamblea General, reunida en México del 17
al 24 de octubre de 1999), constituye la normativa internacional
específica para la protección activa del patrimonio vernáculo. Sus
postulados de interpretación del patrimonio, principios de conserva-
ción y líneas de acción se contienen literalmente recogidos en el
(Anexo 1).
1279
Considera que la arquitectura vernácula conforma un valioso
patrimonio material que es preciso conservar, como parte de la cul-
tura viva de la comunidad. De ahí que responsables políticos, admi-
nistraciones competentes, profesionales, instituciones y ciudadanos
se ocupen de su conservación y de su integración respetuosa, racio-
nal y sostenible en el mundo urbano actual.
A tal fin resulta urgente la elaboración de criterios e indicadores,
unificados y coherentes, de investigación, catalogación, conserva-
ción, restauración y reconstrucción de conjuntos históricos y arqui-
tecturas vernáculas en medio rural, como soporte científico para la
conservación/protección del patrimonio vernáculo y como modelo
de trabajo para nuevas actuaciones en el marco de los Planes Espe-
ciales de Protección.
A los efectos metodológicos de inventario-catalogación de arqui-
tecturas patrimoniales vernáculas de Extremadura, proponemos la
utilización de la ficha técnica de inventario de arquitectura civil,
recomendada por el Comité Científico Internacional de Itinerarios
Culturales ICOMOS, cuyos epígrafes de documentación escrita, pla-
nimétrica, gráfica y fotográfica sintetizamos en el (Anexo 2).
1280
En consecuencia, cada territorio, cada comarca y cada municipio
de Extremadura deben cumplir el mandato de la Ley 2/1999, de
Patrimonio Cultural de Extremadura, en cuanto a la dotación de pla-
neamiento especial de protección a los 33 Conjuntos Históricos
declarados (art. 40), constitución de las ARIs de apoyo inestimable a
la gestión patrimonial del municipio, catalogación exhaustiva de ele-
mentos patrimoniales y normativa urbanística de protección (art.
41), rehabilitación de bienes inmuebles (art. 85), ayudas al planea-
miento en Conjuntos Históricos (art. 86) e integración de políticas
urbanísticas, arquitectónicas, patrimoniales, culturales, turísticas y
ambientales (paisaje y medio natural protegible) para la puesta en
valor de los espacios culturales y naturales, como factores integra-
dos generadores de riqueza.
Se impone la reconsideración de los marcos normativos legales
(estatales y autonómicos) que salvaguarden morfologías, estructuras
y tipologías arquitectónicas de pueblos, villas, comarcas y pequeños
municipios, para otorgar operatividad a la rehabilitación, restaura-
ción y nueva construcción. Los marcos legales han de contemplar
vías de financiación pública para la rehabilitación integrada del
patrimonio vernáculo. Ésta ha de realizarse por los profesionales
especialistas (arquitectos, aparejadores, constructores, albañiles,
artesanos) competentes en conocimiento y uso de técnicas tradicio-
nales y de materiales vernáculos, con el asesoramiento multidiscipli-
nar de los profesionales de las ARIs, adscritas a los Conjuntos His-
tóricos declarados, y por los técnicos de los Talleres-Escuela.
No existen recetas específicas para la intervención en el patrimo-
nio vernáculo y, por lo tanto, en ausencia de criterios específicos,
deben aplicarse los criterios de intervención del patrimonio arquitec-
tónico y monumental que ICOMOS ha defendido siempre y que se
encuentran genéricamente contenidas en las Directrices Prácticas de
Aplicación de la Convención del Patrimonio Natural y Cultural (1999-
2005).
1281
ANEXO 1
Introducción
El Patrimonio Tradicional ocupa un privilegiado lugar en el afec-
to y cariño de todos los pueblos. Aparece como un característico y
atractivo resultado de la sociedad. Se muestra aparentemente irre-
gular y sin embargo ordenado. Es utilitario y al mismo tiempo posee
interés y belleza. Es un lugar de vida contemporánea y a su vez, una
remembranza de la historia de la sociedad. Es tanto el trabajo del
hombre como creación del tiempo. Sería muy digno para la memo-
ria de la humanidad si se tuviera cuidado en conservar esa tradicio-
nal armonía que constituye la referencia de su propia existencia.
El Patrimonio Tradicional o Vernáculo es la expresión fundamental
de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio
y, al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo.
El Patrimonio Vernáculo construido constituye el modo natural y
tradicional en que las comunidades han producido su propio hábi-
tat. Forma parte de un proceso continuo, que incluye cambios nece-
sarios y una continua adaptación como respuesta a los requerimien-
tos sociales y ambientales. La continuidad de esa tradición se ve
amenazada en todo el mundo por las fuerzas de la homogeneiza-
ción cultural y arquitectónica. Cómo esas fuerzas pueden ser contro-
1282
ladas es el problema fundamental que debe ser resuelto por las dis-
tintas comunidades, así como por los gobiernos, planificadores y
por grupos multidisciplinares de especialistas.
Debido a esa homogenización de la cultura y a la globalización
socio-económica, las estructuras vernáculas son, en todo el mundo,
extremadamente vulnerables y se enfrentan a serios problemas de
obsolescencia, equilibrio interno e integración.
Es necesario, por tanto, como ampliación a la Carta de Venecia
(1964), establecer principios para el cuidado y protección de nues-
tro Patrimonio Vernáculo.
Consideraciones generales
1. Los ejemplos de lo vernáculo pueden ser reconocidos por:
- Un modo de construir emanado de la propia comunidad.
- Un reconocible carácter local o regional ligado al territorio.
- Coherencia de estilo, forma, apariencia y uso de tipos arqui-
tectónicos tradicionalmente establecidos.
- Sabiduría tradicional en el diseño y en la construcción, que es
trasmitida de manera informal.
- Una respuesta directa a los requerimientos funcionales, socia-
les y ambientales.
- La aplicación de sistemas, oficios y técnicas tradicionales de
construcción.
2. El éxito en la apreciación y protección del patrimonio vernácu-
lo depende del soporte de la comunidad, de la continuidad de uso
y del mantenimiento.
3. Gobiernos y autoridades deben reconocer el derecho de todas
las comunidades a mantener su modo de vida tradicional y a prote-
gerlo a través de todos los medios posibles, legales como adminis-
trativos y financieros y legarlo a las generaciones futuras.
Principios de conservación
1. La conservación del Patrimonio Vernáculo construido debe ser
llevada a cabo por equipos multidisciplinares de expertos, que reco-
nozcan la inevitabilidad de los cambios, así como la necesidad del
respeto a la identidad cultural establecida de una comunidad.
1283
2. Las intervenciones contemporáneas en edificios, conjuntos y
asentamientos vernáculos deben respetar sus valores culturales y su
carácter tradicional.
3. Lo tradicional se encuentra sólo en ocasiones representado
por estructuras singulares. Es mejor apreciado y conservado por el
mantenimiento y preservación de los conjuntos y asentamientos de
carácter representativo en cada una de las áreas.
4. El Patrimonio Vernáculo construido forma parte integral del pai-
saje cultural y esta relación ha de ser como tal, tenida en considera-
ción en el transcurso de los programas de conservación y desarrollo.
5. El Patrimonio Vernáculo no sólo obedece a los elementos
materiales, edificios, estructuras y espacios, sino también al modo
en que es usado e interpretado por la comunidad, así como a las
tradiciones y expresiones intangibles asociadas al mismo.
Líneas de acción
1. Investigación y documentación.
Cualquier intervención material en una estructura vernácula debe
ser precedida de un completo análisis de su forma y organización,
antes de comenzar los trabajos. Esta documentación debe localizar-
se en un archivo de acceso público.
2. Asentamientos y paisaje.
La intervención en las estructuras vernáculas debe ser implemen-
tada siempre y cuando respete y mantenga la integridad de los con-
juntos de edificios y asentamientos, así como su relación con el pai-
saje y otras estructuras.
3. Sistemas tradicionales de construcción.
La continuidad de los sistemas tradicionales de construcción, así
como de los oficios y técnicas asociados con el Patrimonio Vernácu-
lo, son fundamentales como expresión del mismo y esenciales para
la restauración de dichas estructuras. Tales técnicas deben ser con-
servadas y legadas a las futuras generaciones, mediante la educa-
ción y formación de artesanos y constructores.
4. Sustitución de partes o elementos.
Las intervenciones que respondan legítimamente a las demandas
del uso contemporáneo deben llevarse a cabo mediante la introduc-
1284
ción de técnicas y materiales que mantengan su equilibrio de expre-
sión, apariencia, textura y forma con la estructura original.
5. Adaptación.
La adaptación y reutilización de las estructuras vernáculas debe
ser llevada a cabo de modo que respete la integridad de su confi-
guración, siempre que sea compatible con los niveles de habitabili-
dad deseados. Cuando se ha conservado la continua utilización de
las formas vernáculas, un código ético puede servir a la comunidad
como pauta de actuación.
6. Cambios y periodo de intervención.
Los cambios a lo largo del tiempo deben ser considerados como
parte integrante del Patrimonio Vernáculo. Por tanto, la vinculación de
todas las partes de un edificio a un solo periodo histórico no será nor-
malmente el objetivo de los trabajos sobre arquitectura vernácula.
7. Educación y difusión.
Para conservar los valores del legado tradicional gobiernos, auto-
ridades, grupos y organizaciones deben poner énfasis en lo siguiente:
a) Programas educativos para conservadores, sobre los princi-
pios del patrimonio tradicional;
b) Programas de especialización para asistir a las comunidades
en el mantenimiento de los sistemas tradicionales de construcción,
así como de los oficios correspondientes.
c) Programas de información que promuevan la conciencia colec-
tiva de la cultura autóctona, en especial a las nuevas generaciones.
d) Promoción de redes regionales de arquitectura vernácula para
el intercambio de experiencias y especialistas.
1285
ANEXO 2
DENOMINACIÓN:
PAÍS:
UBICACIÓN:
1286
PLANO DE UBICACIÓN DEL AREA EN LA QUE SE ENCUENTRA
EL EDIFICIO (Identificación del mismo).
ENTORNO: Paisajístico, Industrial, Urbano. Natural. (Total, predo-
minante o parcial).
(Describir además su carácter preponderante: homogéneo, hetero-
géneo, contínuo, discontínuo, etc., y de que manera el edificio es
parte de ese conjunto).
LOCALIZACION POLITICO - ADMINISTRATIVA: (Barrio, Distrito
municipal o zonal, Municipio, Comarca, Provincia, Comunidad o
región, Estado, etc.).
DATOS DE LA PARCELA: Superficie de la parcela, superficie edifica-
da, zonificación, factor de ocupación del suelo, coeficiente de edifi-
cabilidad, número de pisos, altura total, etc.
DATOS GENERALES DEL EDIFICIO:
CARÁCTER: urbano, rural o mixto.
AGRUPACION: concentrada o dispersa.
EDIFICIO INDIVIDUAL O PARTE DE UN CONJUNTO:
PROPIETARIO: original, actual, otros.
PROYECTISTA Y/O CONSTRUCTOR: Nombre, titulación, etc., y en
su caso, datos de interés. Si ha habido reconstrucción, mencionar
quien la han llevado a cabo.
AÑO DE PROYECTO Y/O CONSTRUCCIÓN, Y/O RECONSTRUC-
CION: modificaciones posteriores, etc., y observaciones que se esti-
men necesarias.
USOS: (original, intermedios si los hubiere, actual. Palacio, museo,
hospital, otras dotaciones públicas, vivienda individual, colectiva u
otros. Especificar).
CANTIDAD DE PERSONAS/GRUPO FAMILIAR QUE HA HABITADO
Y ACTUALMENTE VIVEN EN EL EDIFICIO: (datos sucesivos, con
fechas si fuera posible).
CONDICIONES DE HABITABILIDAD EN SERVICIOS, VENTILACION
E ILUMINACION: Buena, regular, mala. Especificar los datos que
considere de interés.
CORRIENTE ESTILISTICA O MOVIMIENTO AL QUE PERTENECE:
(Exterior e interior).
1287
PRINCIPALES DATOS Y ETAPAS HISTÓRICAS:
DESCRIPCION ARQUITECTONICA
TIPOLOGIA EDIFICATORIA:
COMPONENTES TECNICO-CONSTRUCTIVOS:
MATERIALES DE CONSTRUCCION:
OTROS ELEMENTOS DE INTERES: (ornamentales, artísticos, etc.)
1288
AUTENTICIDAD DEL ENTORNO: Especificar en cada caso según la
naturaleza del mismo: urbano, industrial, paisajística, marítima, etc.
INTEGRIDAD DEL ENTORNO: grado de conservación o, en su caso,
destrucción total o parcial, alteraciones sustantivas o leves, etc. Espe-
cificar.
AGRESIONES: Naturales o causadas por el hombre; degradación
ambiental, etc.
DEGRADACIÓN AMBIENTAL: (Alta, media, baja, inexistente).
PROPUESTAS DE ACTUACION:
FOTOGRAFÍAS:
PLANIMETRIA DEL EDIFICIO:
(con orientación y escala gráfica).
PLANOS DE DETALLES
(componentes constructivos, ornamentales, etc., que considere
de interés).
1289
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