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NATALIE Z.

DAVIS O LA HISTORIA DE LAS MUJERES DESDE UNA HISTORIA SOCIAL


RENOVADA
Author(s): María José de la Pascua Sánchez
Source: Historia Social, No. 75 (2013), pp. 95-112
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/23496317
Accessed: 25-05-2018 16:04 UTC

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NATALIE Ζ. DAVIS O LA HISTORIA
DE LAS MUJERES DESDE UNA HISTORIA
SOCIAL RENOVADA

María José de la Pascua Sánchez

En la portada de la edición inglesa de Society and Culture in Early Modem France,1 los
ocho ensayos que Ν. Ζ. Davis publica en 1975, una estampa del xvi muestra a dos mujeres
que, escondidas, espían a sus maridos mientras estos contemplan los juegos de unos acró
batas; detrás de ellas, otras tres conversan, en actitud cómplice. El mensaje parece claro:
las mujeres están, miran, se reúnen, se hacen confidencias. Aparecen en la escena, pero
también se hallan tras el telón que separa el escenario de la tramoya, de los entresijos de la
representación. Pienso que Davis, como mujer historiadora, se puede ver representada en
esta ilustración. Como interesada por la Historia escrutando en el pasado, observando en
tre bastidores y como historiadora mujer, intentando comprender los diferentes roles socia
les de esas mujeres de los siglos xvi y xvn que estaban en todas partes, aunque no siempre
en el escenario principal.
Analizar la historia de las mujeres en N. Z. Davis separadamente del resto de su pro
ducción histórica es tarea imposible. Desde los primeros encuentros científicos sobre la
historia de las mujeres, mediada la década de 1970, Natalie Davis participa defendiendo
una perspectiva integradora que incluya, en el análisis del historiador, la pertenencia se
xual y la relación entre los sexos como elementos significativos de la configuración social
Por entonces manifestaba su opinión en el sentido que las mujeres habían sido definidas a
lo largo de la historia a partir de su relación con los hombres, consideración fundamental
que podía, según ella, modificar algunas de las concepciones de los historiadores sobre el
poder, la estructura social o la periodización histórica.2 Habida cuenta de lo inútil de esta
tarea de deslindes que, en modo alguno, serviría para comprender su trabajo, lo que haré
será seguir su propio método, analizando su investigación como historiadora social para
comprender sus ensayos sobre historia de las mujeres y viceversa, utilizar su producción
como historiadora de las mujeres para profundizar en su visión de la historia.
El perfil humano de un historiador también cuenta. Introducciones, notas de agrade
cimiento, prólogos o dedicatorias que abren, coronan o abrigan una amplia obra, ofrecen
indicios de un perfil de historiadora que se confiesa de mentalidad talmúdica, que, a pesar
de su condición de extraña respecto de la cultura que estudia, se revela cercana a las gentes

1 Polity Press-Basil Blackwell, Cambridge-Oxford, 1987.


2 Natalie Z. Davis, "Women's History in Transition. The European case", Feminist Studies, vol. 3, 3-4
(1976), pp. 83-103 [pp. 89-90],

Historia Social, n.° 75, 2013, pp. 95-112. 95

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del pasado. Tan cercana que oye los susurros y percibe los sentimientos, planteando abier
tamente sus propias dudas y deseos en un diálogo permanente con los protagonistas, a ve
ces interlocutores necesariamente silentes como Rabelais en el Hotel-Dieu,3 a veces res
pondones como sus Women on the Margins.4 Y lo hace desde una concepción de la
historia propia, equidistante del paradigma objetivista de una historia social clásica, a la
manera labroussiana, y del de la nueva historia cultural situada de forma casi excluyente
en el dominio de las tramas de significación que se imponen a los individuos; en ese terre
no medio, Davis persigue con paciencia y de forma creativa la comprensión de los proce
sos de subjetivación de las identidades sociales. Y se aproxima tanto a esos hombres y mu
jeres que tejieron sus vidas luchando por encontrar sentido en ellas, es tanta su simpatía
con ellos que comparte sus suspiros, oye sus súplicas y está atenta a sus plegarias.5 En su
trabajo, las voces de pueblo pierden su tradicional anonimato; pertenecen a protagonistas
indiscutibles de sus propias vidas, unas trayectorias que si bien están tejidas con las mate
rias, las técnicas y la moda de la época en la que han nacido, poseen texturas singulares y
se ordenan en una arquitectura espacial y en unas redes de relaciones que les proporcionan
significación sin hacerles perder un ápice de individualidad. Ν. Z. Davis busca en estos es
cenarios a sus protagonistas; para ello se mueve dentro del paradigma de lo concreto,6 de
lo concreto bien situado, por lo que lo general está presente tanto en sus objetivos como en
sus análisis. Se ha dicho de ella que no es una historiadora intelectualizada, enfrascada en
su propia teoría, lo que no quiere decir de ninguna manera que en su obra esté ausente la
reflexión sobre el quehacer histórico y ahí están desde sus numerosos trabajos sobre histo
riografía, a los prólogos que, junto a sus libros y de forma inseparable a ellos, incorporan a
la investigación empírica la reflexión teórica sobre la formas de alcanzarla. No hay límites
para obtener esta comprensión de la realidad social y de sus cambios en el tiempo, salvo
los que impone el conocimiento del oficio, incluida la tradición del mismo, y por ello las
alianzas son múltiples.
Aunque en la formación de Davis como historiadora las entradas pueden ser varias,
pienso que es útil imaginarla en un fructífero diálogo con el estructuralismo o, lo que pue
de ser lo mismo, con una razón encerrada en la idea de sistema. Un estructuralismo que,
en alianza con el marxismo clásico, constituye gran parte de la herencia de una historia so
cial concebida desde el objetivo analítico de la estructura social y sus cambios y que como
teoría dominante o paradigma científico se hallará en la base de la formación de los histo
riadores de la segunda mitad del siglo xx, también en la de Davis. Pero el estructuralismo
es algo más que un método para comprender la realidad, es en sí mismo una concepción de
la realidad, una filosofía total del ser humano individual y colectivo que se opone a una fi
losofía del hombre centrada en el sujeto consciente, racional y libre. En este sentido, una
historiadora que tuviera como objetivo comprender las relaciones, cambiantes en el tiem
po, entre el individuo y el grupo, establecería casi de forma obligatoria un diálogo, no ne
cesariamente cómodo, con esta filosofía -así lo harán, por cierto, y también con fortuna,
otros pensadores e historiadores de su tiempo como M. Foucault o C. Ginzburg. De este

3 Rabelais había sido médico en este hospital antes de los sucesos que se analizan, "Scandale à l'Hôtel
Dieu (Lyon, 1537-1543)", en La France d'Ancien Régime. Etudes reúnies en l'honneur de Pierre Goubert, So
ciété de démographie historique, Toulouse, 1984, vol. 2 [Natalie Zemon Davis, Sociedad y cultura en la Fran
cia moderna, Crítica, Barcelona, 1993, pp. 133-148],
4 Natalie Ζ. Davis, Women on the Margins. Three Seventeenth-Century Lives (1995) [Mujeres de los már
genes. Tres vidas del siglo χνιι, Cátedra, Barcelona, 1999, pp. 9-13].
5 Chandler Davis, "Tornada", en Natalie Z. Davis, Sociedad y cultura en la Francia moderna.
6 De una mentalidad talmúdica a otra, la visión germinal de W. Benjamin inspirará la renovación de la his
toria social del último cuarto del siglo xx con su propuesta de búsqueda del conocimiento a partir de fragmen
96 tos. Vid. Walter Benjamín, Libro de los Pasajes, ed. de Rolf Tiedemann, Akal, Madrid, 2009.

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tête à tête, la propuesta de la nueva historia social que Davis hace suya enfrentará a la con
sideración del papel determinante de la estructura social, la que apoya el juego versátil de
agrupamientos de diverso tipo -sexo/género, edad, linaje, raza, religión- en cuyo seno se
enmarcan procesos simultáneos y sistémicos de relaciones (de dominación-resistencia; ri
validad-complicidad, poder-intimidad). Así, la atención a lo social llevará implícito el de
bate en torno a la libertad del individuo, a su capacidad de enfrentarse a su mundo con es
trategias creativas y resolutivas que son, en la práctica historiadora de Davis, las que
forman socioculturalmente a mujeres y hombres más allá de los supuestos condicionantes
de las estructuras materiales y mentales. El sujeto es recuperado, y no sólo como objeto de
estudio sino también, y muy especialmente, como medida de conocimiento. Ahí están los
impresores de Lyon y su desobediencia militante como respuesta a la voluntad de llevar las
riendas de su vida7 o, en otros círculos, los jóvenes que se agrupaban en las "abadías de
mal gobierno", reuniones aparentemente festivas que servían para criticar el orden públi
co, cuestionar valores dominantes y hacer burla de los infractores de las tradiciones de la
comunidad.8 También las mujeres, actrices secundarias cuando transgreden su rol depen
diente en la familia, en las cencerradas que castigan a los maridos que se dejan gobernar
por sus esposas,9 o protagonistas cuando desde cotas de poder inusual imponen un orden
propio que resulta escandaloso.10 La atención al contexto,11 se halla también como condi
ción básica para la comprensión de las diversas posibilidades que se abrían a las gentes del
pasado, aunque en relación con su formación de historiadora inmersa en el debate sobre lo
cultural este es imaginado como campo de experimentación con categorías de significa
dos. La nueva historia social, apuntará Davis, es, sobre todo, historia social y cultural por
que los criterios culturales acaban siempre modelando los procesos sociales.12 Si la histo
ria social entre los 50 y los 70 se acercó en sus intereses y métodos a la economía y a la
sociología, a partir de los 80, en ese proceso de difiiminación de las fronteras entre lo ma
terial y lo cultural, se aproximará a la semiótica, la crítica literaria o la antropología cultu
ral, disciplinas más apropiadas para una historia social interpretativa. Ninguno de estos
acercamientos se hace en Davis sin aquilatar pros y contras. Las potencialidades del uso
por parte del historiador de los trabajos de los antropólogos,13 se evalúan críticamente, des
de la consideración de la trascendencia que para el historiador tienen las teorías sobre el
sistema social que adopta y, a pesar de ello, el eclecticismo del que habitualmente se hace
gala a la hora de elegir a los mentores antropólogos.14 Así Davis precisa que no acude a es
tos en busca de roles universales para el comportamiento humano, sino para establecer
comparaciones relevantes con los propios datos que como historiadora obtiene de las fuen

7 Natalie Ζ. Davis, "Huelgas y salvación en Lyon", en Sociedad y cultura en la Francia moderna, p. 22.
8 Natalie Z. Davis, "Las razones del mal gobierno", en Sociedad y cultura en la Francia moderna, p. 83.
9 Natalie Z. Davis, "Cencerrada, honor y comunidad en Lyon y Ginebra. Siglo xvii", en Sociedad y cultu
ra en la Francia moderna, pp. 113-115.
10 Natalie Z. Davis, "Mal gobierno en el Hôtel-Dieu (Lyon, 1537-1543)", en Sociedad y cultura en la
Francia moderna, p. 145.
11 Un paradigma triunfador en los cambios que sufre la historia social a finales del siglo xx es el de la "ac
ción situada". Vid. I. Lowy, "Universalité de la science et conaissances situées", en D. Gardey, I. Lowy (dirs.),
L'invention du naturel. Les sciences et la fabrication du féminin et du masculin, Éditions des archives contem
poraines, Paris, 2000, pp. 137-150.
12 Natalie Z. Davis, "Las formas de la historia social", Historia Social, 10 (1991), pp. 77-182 [p. 177].
13 "Anthropological writings have four features that make them useful for historians: close observation of
living processes of social interaction; interesting ways of interpreting symbolic behaviour; suggestions about
how the parts of a social system fit together; and material from cultures very différent from those which histori
ans are used to studying", Natalie Z. Davis, "The Possibilities of the Past", Journal of Interdisciplinary History,
vol. 12.2 (1981), pp. 267-275.
14 Ibidem, p. 273. 97

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tes. No hay sustitutos para el trabajo del historiador con las fuentes, y la influencia de la
antropología se percibe en su caso en el refuerzo de su sentido sobre la variedad de la ex
periencia humana y en la creencia sobre sus posibilidades de descubrir lo extraño y lo sor
prendente en el paisaje familiar de los textos históricos.15 El concepto de cultura en la obra
de Davis es deudor del que la antropología cultural de la mano de C. Geertz está difun
diendo en 1973, cultura como tramas de significación.16 No está emparentado con la no
ción de mentalidad que la historiografía francesa de los Annales está trabajando por esos
mismos años -mentalidad como estructura de troisième niveau-, sino más bien en la línea
en la que están descubriendo la cultura historiadores marxistas ingleses como R.
Williams.17 Vivir, ayer y hoy, es adentrarse en el mundo y adentrarse en el mundo es darle
sentido. En la perspectiva de Davis, el historiador debe operar como el antropólogo no
cuantificando gestos, ni valorando el carácter general o no de las presencias de estos ges
tos, sino desentrañando significados y para ello debe primero investigar las categorías cul
turales puestas sobre la mesa. En esta línea la influencia de pensadores e historiadores de
fuerte imposta hermenéutica como Paul Ricoeur y Michel de Certeau, también es evidente
y, en el caso de este último, la deuda se halla claramente reconocida.18
Algunas características más, muy significativas de la obra de N. Z. Davis, surgirán de
ese diálogo crítico y creativo con la historia social de corte estructuralista. Una de ellas es
la apuesta por la narratividad desde la premisa de que, al fin, la historia debe ser contada.
Su vinculación al "giro narrativo" no es solo un fruto de l 'air du temps. La crítica a la his
toria inmóvil de las estructuras de L. Stone,19 la influencia de las teorías asociadas al giro
lingüístico o el efecto de la propuesta narrativa de Hayden White,20 forman parte del con
texto de estos años, pero tampoco debe olvidarse que en la historia social que venía focán
dose en la tradición historiográfica de renovación marxista, el encuentro con los indivi
duos de los grupos subalternos venía marcando el estilo de la historia social desde los años
60 con obras de fuerte composición narrativa. Ahí están, entre otras, la dimensión literaria
como forma de construir la historia y no como mero ejercicio literario en The Making of
the English Working Class (1963) de E.P. Thompson, la historia como relato con voluntad
de verdad en II formaggio e i verni (1976) de C. Ginzburg o el Montaillou, village occitan
de 1294 à 1324 (1975) de E. Le Roi Ladurie, obra en la que, en opinion de Davis, la lo
cuacidad de sus habitantes y el testimonio de un inquisidor con furor documentalista ayu
dan al historiador en un admirable trabajo de contar una historia con arte.21 En Montaillou,
como sucede en muchas obras de Natalie Davis, los narradores son los propios protagonis
tas, campesinos cuyo talento como contadores de historias puede percibirse a través de los
expedientes inquisitoriales. De su mano, el historiador se introduce en una forma de perci
bir el mundo a la que no son ajenas las tradiciones literarias, presentes, como apunta Da
vis, en los documentos factuales del pasado evidenciando que los límites entre los relatos

15 Ibidem, p. 275.
16 C. Geertz, The Interprétation of Cultures, Basic Books, Nueva York, 1973.
17 Cultura como conjunto de descripciones mediante las cuales una sociedad otorga sentido a las experien
cias (Raymond Williams, Culture and Society. Coleridge to Orwell, Chatto and Windus, Londres, 1960), vid.
Raymond Williams, Palabras clave: un vocabulario de la cultura y la sociedad, Nueva Visión, Buenos Aires,
2000 (ed. amp., y rev.).
18 Natalie Z. Davis, Mujeres de los márgenes.
19 Lawrence Stone, "The Revival of Narrative. Reflections on a New Oíd History", Past and Present, 85
(1979), pp. 3-24.
20 Davis reconoce en este sentido otras deudas con Vladimir Propp y su Morphologie du conte (1970),
Roland Barthes (Le discours de l'histoire, 1985) y también con Hayden White (Metahistory, 1973), en Pour
sauver sa vie. Les récits de pardon au XVIe siècle, Seuil, París, 1988, p. 27.
98 21 Natalie Z. Davis, "Les conteurs de Montaillou", Annales ESC, vol. 34, 1 (1979), pp. 61-73.

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históricos y los relatos de ficción son, cuando menos, borrosos.22 En este libro, cuyo título
en la versión original {Fiction in the Archives, 1987) evoca sin tapujos la condición narra
tiva del trabajo histórico, Davis indaga en los cientos de cartas escritas por campesinos, ar
tesanos y mujeres del xvi autores de algún asesinato, y dirigidas al rey de Francia en soli
citud de perdón. En este caso, su análisis no recaerá sobre unos supuestos hechos
escondidos tras las palabras, sino precisamente en éstas o, con más propiedad, en todos los
elementos formales que construyen y modelan los relatos y participan en el arte de la na
rración. En pleno debate culturalista, Davis asume la percepción de Hayden White, de que
el mundo se nos presenta bajo la forma de historias bien construidas con sus protagonistas,
sus comienzos, desarrollos y desenlaces.23 El método es similar al que alaba en el Montai
llou de Le Roi Ladurie, son las gentes del pasado las que cuentan su historia; "aunque sus
palabras nos lleguen a través de escritos redactados por notarios o al amparo de las normas
legales, proporcionan al historiador su visión sobre lo que ocurrió, utilizando su propia
lengua y también el código de lo que es decible e indecible en la época".24 Una lectura lite
ral de estas cartas puede llevar al historiador a conclusiones erróneas; son relatos atravesa
dos por los códigos de lo conveniente que es preciso descifrar. En la perspectiva de que
toda narración es una transacción social,25 estamos ante los conceptos de "codificación" y
su complementario, "comunidad interpretativa" propios de la semiótica contemporánea26
que figurarán como herramientas en la nueva historia social, pero estamos también ante un
fuerte sentido de respeto por las gentes del pueblo que también caracteriza la obra de Da
vis. Una historiadora que se implica con el menu peuple, con aquellos cuya voz han silen
ciado varios siglos de práctica historiográfica más atenta a las manifestaciones del poder
que a las necesidades vitales de los hombres del pasado. Con ellos no duda en conversar
de los grandes problemas del vivir cotidiano intuido tras las risas y los rezos, condensado
en las emociones y en los chascarrillos a los que llega a partir de indicios y de fuentes más
utilizadas tradicionalmente por los antropólogos que por los historiadores (canciones, pro
verbios, rituales). En uno de sus trabajos en los que N. Davis se adentra por las fronteras
culturales y las relaciones entre cultura ilustrada y cultura popular en la Francia del xvi27 y
a la pregunta de si dejan rastros de la vida del pueblo las fuentes cultas, la respuesta llega
cargada de advertencias sobre la necesidad de precauciones al acercarse a través de frag
mentos a la percepción que las gentes del pueblo tienen del mundo que les rodea. Frag
mentos que son lo único que queda muchas veces tras la mirada despreciativa y correctora
del poder sobre ellos y a la que hay que sumar, según la historiadora, la falta de respeto
que los historiadores sentimos por esas mismas gentes. Aunque Davis dirige su pregunta
hacia un famoso médico compilador de proverbios franceses del xvi, Laurent Joubert,
cuando le plantea las razones de su desprecio por las parteras que ayudaban a las mujeres
de los pueblos, la pregunta podemos hacerla extensiva al conjunto de los historiadores y
extender la defensa de Joubert a los términos en que podrían hacerlo estos.28 Para Davis,

22 Natalie Ζ. Davis, Fiction in the Archives. Pardon Taies and Their Tellers in Sixteenth-Century France,
Stanford University Press, Stanford, 1987. Utilizo la version francesa: Pour sauver sa vie, pp. 18-22.
23 Ibidem, p. 19.
24 Ibidem.
25 Bárbara Herrnstein-Smith, "Narrative versions, narrative theories", Critical Inquiry, 7 (1980), cit., en
Ν. Z. Davis, "Introduction", Pour sauver sa vie, p. 27.
26 Cada interpretación descansa sobre un "trasfondo de sentido", no puede haber prácticas significativas al
margen de la cultura, Umberto Eco, La estructura ausente. Introducción a la semiótica, Lumen, Barcelona,
1968, pp. 156-163.
27 "Sabiduría proverbial y errores populares", Sociedad y cultura en la Francia moderna, pp. 225-265.
28 "Alabé a la partera Gervaise que asistía con regularidad a las disecciones públicas de cadáveres femeni
nos en Montpellier", ibidem, p. 265. 99

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en realidad, no se trata de eso -de alabar a aquellos que hacen lo que parece pertinente
desde nuestra lógica-, sino de considerar que todos los individuos, cualquiera que sean sus
pertenencias sociales y culturales, tienen capacidad de acción histórica. Este sistema de in
terlocución que Davis utiliza con las gentes del pasado -con Joubert en la obra citada o
con las tres mujeres de Mujeres de los márgenes- es una herramienta propia de la antropo
logía interpretativa que percibe el acto dialógico como parte del proceso cognitivo. Para
esta comunicación además de conocimiento, los historiadores precisan también imagina
ción. La imaginación no como mero ejercicio de fantasía, ni utilizada para la construcción
de un relato de ficción, sino desde una actitud empatia que el historiador debe mantener
con los antepasados y que produce también comprensión de las circunstancias y conoci
miento de significados.29 La historia, en Davis, es un relato con voluntad de verdad donde
la utilización de las técnicas del novelista,30 el conocimiento del arte de la oratoria en sus
distintos géneros, o el empleo del paradigma indiciario, deben estar presentes como fór
mulas de aproximación a un desciframiento de la realidad histórica, eso sí, a partir de ma
teriales debidamente analizados.
Desde esta perspectiva, de una historia social que atiende a los variados procesos de
relaciones que constituyen, en cada época, tramas sociales en las que se inserta un indivi
duo social y culturalmente formado y con capacidad de acción histórica, el género aparece
como una categoría de análisis más.

Género, identidad y experiencia en Ν. Z. Davis

Los 70 encontraron tras el sexo al grupo (género), percibido en general desde la identi
dad esencializada de "mujer" y los 80 hallarán en el grupo al sujeto plural (mujeres). Si una
concepción estructuralista imponía una noción de identidad personal fija, en gran medida
determinada por las estructuras económicas y sociales; en los 80, en un contexto político de
reivindicación de la alteridad, del derecho a ser diferente, como valores fundamentales de la
sociedad occidental, se dinamita esa noción de identidad que va a quedar vinculada cada
vez más en importantes perspectivas teóricas (filosofía de la diferencia y semiótica) a la ex
periencia y a la subjetividad. Entre las décadas 70 y 80 del siglo XX, una generación de filó
sofos (Foucault, Derrida, Lyotard, Chatelet o Deleuze) cambia su forma de acercarse a los
conceptos que ya no se utilizan para determinar la esencia de las cosas, sino para analizar
las circunstancias de cada cosa. El concepto, en esta perspectiva con fuerte impronta sobre
las Ciencias Sociales y la Historia, debe centrarse muy especialmente en los modos de indi
viduación. La ruptura con una noción esencialista de la identidad y la cuestión de las identi
dades pasa a primer plano. Después de unos primeros pasos en la década de los setenta
-primeros pasos en los que Davis colaboró activamente-31 la historia de las mujeres entrará
de lleno en el tema de las identidades centrándose la discusión sobre el concepto de
género,32 categoría sustentada en gran parte por las nuevas teorías sobre el lenguaie ν el

29 Cuando no hay forma de obtener crónicas imparciales de testigos presenciales, he recurrido a mi crite
rio, basándome en la comprensión general de las diversas posibilidades de comportamiento en el xvi. Han sido
mis guías las costumbres y castigos en el marco jurídico francés, pero también Rabelais, Pierre L'Etoile o Mon
taigne, en "Los ritos de la violencia", en Sociedad y cultura en la Francia moderna, p. 153.
30 "Traté de hacerme algunas de las preguntas que los novelistas podrían hacerse, pero traté de respon
derlas como historiadora, fuertemente arraigada a las pruebas", Ν. Z. Davis, Entrevista, en http://clionauta.
wordpress.com/2010/06/07/el-magisterio-de-natalie-zemon-davis-entrevista/.
31 Organización en Toronto, Canadá, del curso "Society and Sexes in Early Modem Europe and in Ameri
ca" (1971).
100 32 Joan W. Scott, "El género: una categoría útil para el análisis histórico", en James S. Amelang, Mary

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Natalie Ζ. Davis en la Universidad de Princeton, 1985

convencimiento de la responsabilidad del mismo en la construcción de la


realidad. Las historiadoras, como otras investigadoras de las ciencias sociales, utilizarán el
género para subrayar el carácter construido, social y culturalmente, de las diferencias entre
hombre y mujer (o de las identidades masculina y femenina). Mediada la década de los
ochenta del siglo xx, Joan Scott atribuía al concepto género la potencialidad del conoci
miento acerca de cómo las sociedades construyen el significado, es decir, cómo interpretan
y entienden el mundo que les rodea. Y más concretamente cómo la diferencia sexual, histó
rica y culturalmente variable aunque se presente como realidad fija y naturalizada, es deci
siva en la construcción de la identidad social, al definir no sólo lo que es un hombre o una
mujer, sino también al significar de forma relacional y a través de analogías o metáforas,
cualidades abstractas de lo masculino y lo femenino.33 En general, la crítica que se va a rea
lizar a sus supuestos no procede tanto de un desacuerdo sobre la formación cultural de las
identidades sexuales como de la radicalidad de los postulados de Scott que considerará al
lenguaje como único otorgador de sentido de la realidad y, por lo tanto, como único signifi
cante de las identidades. Por ello, aún consintiendo en la necesidad de prestar atención al

Nash (eds.), Historia y Género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Edicions Alfons el
Magnànim, Valencia, 1990, pp. 23-56 (ed. orig. 1986).
33 Joan W. Scott, "Sobre el lenguaje, el género y la historia de la clase obrera" y "Una respuesta a las críti
cas", Historia Social, 4 (1989), pp. 81-93 y 127-135. 101

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lenguaje y a sus relaciones referenciales con el estar-ser social, muchas historiadoras serán
partidarias de analizar la materialidad de la vida social como una realidad con relativa auto
nomía respecto del campo discursivo y hacer "que hombres y mujeres cobren vida a través
de los discursos".34 Aunque será Joan W. Scott, el nombre al que se asocie la divulgación
del concepto de género, la necesidad de un enfoque relacional en el análisis de las realida
des femenina y masculina había estado presente desde los primeros momentos de la Histo
ria de las Mujeres (2a Conferencia de Berkshire, Radcliffe College-Cambridge University,
1974) y en algunas intervenciones como la de Ν. Z. Davis de manera explícita, al entender
que los estudios en los que la actividad de las mujeres se analizaba aisladamente de la de
los hombres, estudios descontextualizados y alejados de la significación de los roles sexua
les en la vida social y en el cambio histórico, participaban de alguna manera de la vieja tra
dición de los Catálogos de mujeres célebres que desde la Antigüedad hacían memoria co
lectiva de las mujeres a partir de un discurso de la excelencia en el que se mezclaban
elementos reales y míticos.35 Pero el enfoque de género no sólo remite a una perspectiva re
lacional básica en una sociedad integrada por mujeres y hombres, sino que nos introduce de
lleno en el giro cultural y en la apuesta reconocida por una perspectiva discursiva en el aná
lisis de la Historia. En este sentido, a pesar de las similitudes de partida y de las influencias
notables y reconocidas por Davis en el giro cultural, nuestra historiadora hará su propia lec
tura y en ella me detendré por el interés que este tema tiene hoy en la historiografía feminis
ta española36 y la Historia de las Mujeres en general. El debate en la historia de las mujeres
en España está en gran parte mediado por el uso/no uso del concepto de género. Se argu
menta, que la historia de las mujeres en nuestro país, heredera del paradigma explicativo
económico social dominante desde la renovación de la historia social en las décadas centra
les del siglo xx, tanto de la mano del modelo francés de Annales (Braudel, Goubert, Duby)
y los historiadores situados en sus márgenes (Labrousse, Vilar, Agulhon) como del marxis
mo británico (Thompson, Hobsbawm), no se encuentra cómoda con una opción categorial
que rehúye de las prácticas, o mejor, que sólo las significa en un contexto discursivo.37
Ciertamente como sintetiza Ε Thébaud,38 el uso del concepto de género ha supuesto para la
Historia una serie de desplazamientos significativos en línea con la reorientación actual de
la disciplina (entre ellos: desde una historia supuestamente neutral a una historia sexuada,
desde una historia de mujeres a una historia de la construcción temporal de la diferencia se
xual, desde una realidad social permeada por diferencias sexuales "naturales" a una historia
de la construcción cultural de la diferencia sexual y del poder), pero su sesgo marcadamen
te discursivo en Joan Scott39 desconcierta a una historia social que recupera al individuo.
No sólo es la existencia de teorías influyentes que buscan como forma de conocimiento las
circunstancias de cada cosa y los modos de individuación, sino que en un contexto de crisis
de la Razón tradicional y de la idea de verdad absoluta, también dentro de la historia social

34 Bryan D. Palmer, "Respuesta a Joan Scott", Historia Social, 4 (1989), pp. 99-110.
35 Natalie Z. Davis, "Women's History in Transition. The European case", Feminist Studies, vol. 3, 3-4
(1976) pp. 83-103 [p. 83],
36 Vid. Cristina Borderías (éd.), Joan Scott y las políticas de la Historia, Icaria-AEIHM, Barcelona, 2006;
Gloria Franco y Ana Iriarte (eds.), Nuevas rutas para Clío. El impacto de las teóricas francesas en la historio
grafîa feminista española, Icaria-AEIHM, Barcelona, 2009, y Pilar Pérez-Fuentes (éd.), Subjetividad, cultura
material y Género. Diálogos con la historiografía italiana, Icaria-AEIHM, Barcelona, 2010.
37 En la interpretación de Scott el lenguaje opera como discurso, es decir, como "suma total de pensamien
to" que da su sentido a la realidad; la revisión del paradigma objetivista se fundamenta en una realidad que no
se halla fuera del discurso, en "La experiencia como prueba", en Judith Butler et al., Feminismos Literarios,
Arco/Libros, Madrid, 1999, pp. 77-112.
38 "Escribir la historia de las mujeres y del género en Francia: nuevas aproximaciones, nuevos objetos", en
Gloria Franco-Ana Iriarte (eds.), Nuevas rutas para Clío, pp. 25-53.
102 39 Joan Scott, "La experiencia como prueba", pp. 77-112.

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de corte estructuralista, y ya en la década de los 70, se había empezado a explorar un mapa
categorial que ampliaba la búsqueda hacia las superestructuras (Terceros Annales/ historia
marxista inglesa), descubriendo a la postre un nido de problemas en torno a la articulación
entre razón y sinrazón, individuo y grupo, libertad y normas. En este contexto el sujeto era
recuperado como objeto de conocimiento y como laboratorio de experimentación de la rea
lidad social. El regreso de Martín Guerre (1983)40 de Ν. Z. Davis, junto a otras obras de si
milar factura, marcarán los pasos de esa nueva historia social cuyo norte viene señalado por
las formas en las que interactúan lenguaje, experiencia e identidad para construir eso que
llamamos realidad. En esta obra, concretamente, las incógnitas que sobrevuelan sobre Be
rrande de Rolls proporcionan algunas claves para comprender cómo se articulan, en el que
hacer de Davis, estas tres instancias sociales que convergen en la construcción del género.
Sobre la base de abundantes fuentes primarias de diverso tipo que le permiten la recons
trucción de la vida campesina en el Languedoc de mediados del xvi y el apoyo de un relato
realizado por un contemporáneo a los hechos, la versión del juez Jean de Cors, Davis se
adentra en una historia muy popular en su tiempo (1540-1560), que contaba el caso de un
campesino Martin Guerre que al volver a su casa después de años de abandono, encontró a
su esposa, Bertrande de Rolls, conviviendo en armonía con otro hombre que había usurpa
do su identidad. No se trataba de realizar la biografía de una mujer abandonada por su mari
do que creyó recuperarlo en un impostor, ni tampoco la de este, sino de iluminar los com
plejos procesos de construcción de las identidades a la luz de vicisitudes biográficas y de
un contexto social que las hace posibles y comprensibles. La autora utiliza este caso para
adentrarse en el análisis de la relación entre verdad y mentira y la función de la mentira en
la creación de una identidad. También le sirve esta historia concreta para reflexionar sobre
el complejo juego entre lo socialmente admitido en la práctica y lo supuestamente válido
según las normas, así como en las distintas formas de resistencia a la asignación de roles
identitarios. Las declaraciones y testimonios sobre la vida de Bertrande de Rols, la esposa
abandonada, y Arnaud de Tilh, el impostor, durante los años que dura su convivencia como
esposos, sirven a Natalie Davis para penetrar, más allá de la "verdad" de esta historia prodi
giosa, hacia las condiciones sociales en las que se enmarcan los procesos de construcción
de identidades. La identidad en Davis no tiene sentido absoluto, no es tampoco algo dado o
derivado de... para siempre. Las identidades son móviles, son territorios de conflictos, don
de los sentimientos de pertenencia de un individuo pueden entrar en pugna debido a que, en
un momento dado, no son compatibles. Así les ocurrió a los oficiales impresores de Lyon
en 1566, cuando en un ambiente de cambio económico y de transformación social, tienen
que optar por abandonar la nueva fe reformada o su Compañía. Esta última era una organi
zación que les había proporcionado ayuda material, sentimientos de comunidad y control
sobre su destino, identidad en definitiva. En esta tesitura, volvieron a la iglesia católica sin
mucho entusiasmo,41 traicionando su nueva fe y los rasgos identitarios que habían obtenido
con ella. También Bertrande de Rolls tendrá que escoger entre el autoengaño o la soledad.42
Probablemente, según Natalie Z. Davis, conforme transcurrió el tiempo y las evidencias de
la impostura eran mayores, Bertrande fue ignorándolas. Al fin, el nuevo Martín hacía posi
ble que sus sueños se hicieran realidad: un hombre para vivir en paz, buen entendimiento y
algo de pasión y eso, para una mujer que había estado sola durante mucho tiempo, era sufi
ciente.43

40 Antoni Bosch, Barcelona, 1984.


41 Ν. Ζ. Davis, "Huelgas y salvación en Lyon", Sociedad y cultura en la Francia moderna, pp. 31-32.
42 Debate en Robert Finlay, "The Refashioning of Martin Guerre", American Historical Review, 93 (june,
1988), pp. 556-572, y Natalie Z. Davis, "On the Lame", American Historical Review, 93 (june, 1988), pp. 572
603 (AHR Forum: The Return of Martin Guerre).
43 Ibidem, pp. 576-577. 103

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Sobre el apoyo de los diversos planos que enmarcan la experiencia vital de los indivi
duos, Ν. Z. Davis propone una noción de identidad que pasa a estar definida a partir de
rasgos múltiples, vinculados a la experiencia y contextualizados en lo político. De paso
cuestiona la gran narrativa acerca de la construcción del sujeto moderno, insistiendo en el
carácter históricamente variable de la noción de sujeto y en la no pertinencia de la noción
de individualismo aplicada a las sociedades tradicionales.44 En línea con su pensamiento,
es preciso pensar las formas de autoconciencia en los siglos XVI y xvn, evitando la anacró
nica proyección al pasado de una noción de sujeto que gravita sobre la dualidad excluyente
entre lo colectivo y lo personal y que no forma parte de la vida social de esos siglos.45 Para
Davis, sobre un fondo de unidad entre el individuo y su pasado, la identidad es el resultado
complejo de un sistema de posesiones, parentescos, relaciones, derechos y obligaciones
sobre los que una persona y su memoria van pergeñando una semblanza de sí, una forma
de estar y relacionarse con el mundo. En esta concepción, la construcción de la identidad
es un hecho social mediado por la experiencia. ¿Pero queda ésta definida y constreñida en
su totalidad por los discursos? En una versión radical del género sí; la experiencia es un
acontecimiento lingüístico -no se produce al margen de significados ya establecidos- y las
categorías organizan la práctica social, de forma que no hemos de buscar significados en
las acciones de los individuos sino en los conceptos que las explican. En opinión de Scott
yerran los historiadores que utilizan una noción de experiencia que traduce, sistemática
mente, prácticas en realidades, comportándose a la manera de los historiadores positivistas
para quienes los hechos eran pruebas factuales.46 La identidad de mujer en Scott no está
esencializada, pero no porque se constituya a través de una experiencia aislada del signifi
cado, sino porque las categorías discursivas, como la de Mujer, que median la experiencia
de éstas, son históricamente variables.47 En general, la intervención del lenguaje en la
construcción de la realidad no se cuestiona, pero otra cosa son los márgenes de disidencia,
resistencia o reelaboración que tienen los actores históricos frente al poder omnímodo de
las prescripciones culturales. Categorías como las de codificación, campo discursivo o co
munidad interpretativa remiten a la mediación del lenguaje en la concepción del mundo
aunque también señalan la dirección de la discusión sobre la valoración de las prácticas en
la nueva historia social. En este sentido puede interpretarse el interés de Natalie Z. Davis
en Fiction in the Archives (1987) por los escritos de demanda de perdón que los franceses
dirigen a su rey en el siglo xvi y concretamente por las cualidades más literarias que con
tienen dichos relatos. Según nos cuenta, contrariamente al modo en que sus profesores le
habían enseñado a analizar un documento, limpiándolos de retórica, ella prefería centrar
su análisis justamente en esos elementos formales. Buscando a través de ellos las claves
que hacen comprensible -y perdonable- una determinada actuación (hábitos de explica
ción y descripción contemporáneos) y que son expuestas a través del discurso jurídico de
una época. A partir de estos objetivos, la autora se adentra en las prácticas narrativas que
compartieron los hombres y mujeres del xvi cuando respondían de sus actos ante la justi
cia; en ellas -concluye Davis- el arte del relato, realista y persuasivo, sirve al interés per
sonal y la "aptitud para inventar" se extiende al conjunto de la población franqueando ba

44 "Boundaries and the Sense of Self in Sixteenth-Century France", en Thomas C. Heller et al. (eds.), Re
constructing Individualism: Autonomy, Individuality and the Self in Western Thought, Stanford University
Press, Stanford, 1986, pp. 53-63.
45 Debate: John J. Martin, "The Myth or Renaissance Individualism", en Guido Ruggiero (éd.), A Compar
ion to the Worlds ofthe Renaissance, Oxford University Press, Oxford, 2002, pp. 208-224.
46 Joan Scott, "La experiencia como prueba", pp. 82-87.
47 Así explica el nacimiento del feminismo contemporáneo a partir de la percepción de las mujeres de las
contradicciones del discurso universalista que declaraba la igualdad de todos los seres humanos y su situación
real como excluidas de la esfera pública. Joan W. Scott, Only Paradoxes to Offer. French Feminist and the
104 Rights of Man. Oxford University Press, Cambridge, Mass., 1996.

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rreras de clase y cultura.48 ¿Quiere esto decir que Davis trabaja con una noción de cultura
que reposa sobre un contexto social indiferenciado, un reino de la neutralidad y de la iso
nomía? No, nos hallamos ante una historia cultural profundamente social y no porque las
diferencias económicas o de estatus determinen las representaciones culturales, sino por
que las implican. Cada grupo, cada segmento social ha heredado un diagrama de roles y
estatus desde los que accede a los códigos de significación disponibles y emprende tácti
cas y diseña estrategias de acuerdo con lo que valora como recomendable. La cultura no
está separada entre los grupos por barreras infranqueables, la estrategia interpretativa
adoptada por Davis es más bien la perspectiva circulacionista. En una de esas cartas de
perdón solicitadas al rey, la de Marguerite Vallée, que había asesinado a su marido, la ar
gumentación que intenta justificar la acción alude a los años de maltrato bestial, al miedo
y a la humillación ante la comunidad, pero muy especialmente y como en otras peticiones
de perdón protagonizadas por mujeres, se apoya en uno de los códigos dominantes de la
cultura de la época: la condición absoluta de la cólera femenina. Como arma arrojadiza y
alegato desautorizador este tópico recorrió lo más granado de la literatura misógina de los
siglos xv y xvi. "No hay ira más grande que la ira femenina" -sentenciaba el Eclesiastés y
recogerá el Malleus- y también formaba parte de una literatura médica que, de la mano de
la teoría galénica de los humores, encontraba explicable un desbordamiento ocasional y
atroz de ira en el caso de las mujeres debido a que sus humores frío y húmedo no permi
tían ninguna válvula de escape. Este carácter total de la cólera femenina, argumenta Davis,
era lugar común en proverbios, relatos y canciones del siglo xvi, pero en las cartas de per
dón aparece con una dimensión positiva: justificar jurídicamente un crimen. El perdón del
rey llega; una evidencia más, entre las que aportan estas fuentes, del talento narrativo de
estas mujeres -también de los hombres- que construyen su relato utilizando los materiales
que están a su disposición pero poniéndolos al servicio del interés personal.49 La interven
ción del individuo, aún ante la justicia, en un campo discursivo poblado de códigos y sig
nificados que él conoce y que usa en su propio beneficio, es evidente. El papel de la expe
riencia en la teoría del género parece excluir la noción de experiencia vivida y hace
imposible una noción de subjetividad al margen de la que supuestamente construye el po
der a partir de los discursos identitarios. En el quehacer historiográfico de Davis, sin em
bargo, nos hallamos ante un concepto de experiencia que permite una individualidad redi
mensionada por la subjetividad, aunque esta no se interpreta como acontecimiento sino
como práctica significada (reflexionada/valorada/utilizada).
El tema adquiere una gran relevancia en la historia social y en la historia de las muje
res puesto que se trata de un debate sobre el poder. Las operaciones de construcción de
sentido se consideran en el pensamiento de Scott, en línea con Foucault, operaciones de
poder. Se las define como articuladas dentro de sistemas completos de significados que
ocupan la visión de todo el campo social, por lo que suponen un ejercicio político a la vez
que totalitario de construcción del mundo que limita, cuando no anula, las posibilidades de
acción de los individuos hombres o mujeres. Sin embargo, en gran parte de la práctica his
toriográfica de la historia social y cultural, más que planteamientos antinómicos, hay mati
ces. Siguiendo a Chartier podríamos decir que aún consintiendo en el papel de los discur
sos en la construcción del sentido, las prácticas obedecen a otra lógica.50 En un símil con
la física cuántica, se podría decir que la ordenación en ellas de la materia, materia de la

48 Natalie Ζ. Davis, Pour sauver sa vie ibidem, pp. 18-19 y 235-237.


49 Natalie Z. Davis, "Le sang versé et la voix des femmes", en Pour sauver sa vie, pp. 169-175.
50 La historia de la cultura debe, en consecuencia, prestar atención a las condiciones y los procesos implí
citos en las operaciones de construcción de sentido, reconociendo que ni las inteligencias ni las ideas son desen
carnadas ni las categorías invariables sino históricas. Vid., Roger Chartier, "El mundo como representación",
Historia Social, 10 (1991), pp. 163-175. 105

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misma composición que la de los discursos, obedece a otra lógica -cruzada o antagonis
ta-, Por tanto, pueden funcionar socialmente como otra cosa. Una década antes, desde el
corazón de la nueva historia de Annales, M. de Certeau señalaba "las prácticas" como es
pacios de libertad efímera frente al poder normalizador de los discursos.51
¿No es así como se construye Mujeres de los márgenes?52 ¿Es sólo casualidad que el
libro esté dedicado a M. de Certeau? En el prólogo, Ν. Z. Davis se define primero como
una historiadora que escucha y observa desde las sombras lo que estas mujeres del siglo
xvii, desde ambientes muy diferentes, tienen que decir. Cuando la distancia entre ellas -una
judía, una católica y una protestante cuyo Dios es la ciencia-, parece hacer peligrar la con
secución de sus objetivos -comprender sus experiencias y las formas de autoconciencia que
generan-, la historiadora irrumpe subrayando las semejanzas. Davis sale de su escondite,
dialoga con sus protagonistas y les propone un camino para comprender el mundo que les
rodea y comprenderse ellas mismas tal y como son: iguales y diferentes a otras y otros. No
se trata de comparar en el sentido de operar con elementos homogéneos, sino de establecer
relaciones por encima de las distancias que pertenencias sociales diversas imprimen en es
tas mujeres. En este caso el hilo conductor que permite a la historiadora tejer estas historias
son memorias, documentos personales generados por las protagonistas (un diario en yídish
que escribe una comerciante judía, Glikl bas Judah Leib, la autobiografía de la monja ursu
lina Marie de L'Incarnation, y los dibujos y descripciones científicas de la artista-naturalista
Maria Sibylla Merian) y desde ellos una interrogación extensiva a todas las narrativas solip
sistas ¿es que acaso no habéis utilizado a los otros para explicaros a vosotras mismas?, ¿no
habéis usado vuestro mundo para construir otro que os gustaba más? En este libro Davis
presenta a tres mujeres de ámbitos sociales y culturales diferentes, cuyas vidas emanan
unas notas comunes alrededor de una parecida voluntad de afirmación. A través de sus his
torias, la autora trata de romper la tendencia esencialista, ese efecto perverso de una histo
riografía que tiende a subrayar enfáticamente las condiciones generales que socialmente se
derivaban del hecho de ser mujer y condicionaba la vida de las mismas y su visión del mun
do. Aquí, en cambio, tres trayectorias de vida rompen el molde; las tres mujeres cruzan
fronteras, no sólo espaciales -las tres son viajeras, Marie Guyart y María Sibylla Merian
atraviesan el atlántico, la primera para fundar en Canadá, la segunda en un viaje científico a
Surinam- sino sobre todo sociales y culturales. En definitiva actúan desde los márgenes
-fuera de los centros del poder político, fuera de los centros formales de la enseñanza y de
las instituciones dedicadas a la definición cultural. Las tres son mujeres fuertes53 y crearán
desde un lugar marginal, es decir, desde un espacio fronterizo donde los depósitos cultura
les permitían crecimientos híbridos sorprendentes.54 Fue un espacio fronterizo captado o
"adoptado" por ellas y convertido en centro de sus vidas y creaciones: (las redes judías para
Glikl, el convento para Marie, y el asentamiento labadista primero y la selva tropical des
pués para Marie Sibylla), desde donde esquivaron las múltiples jerarquías que señalaban a
las mujeres como individuos sometidos, y suavizaron los modelos identitarios impuestos
por el poder. Y ello fue posible a partir de unos rasgos comunes que compartieron por su
pertenencia a una época y a una cultura, y también unas características individuales que las
unían (pericia y flexibilidad laboral, capacidad para pasar a la acción, influencia de la reli
gión que les confirió una identidad a través de las que se filtraron otras y, a pesar de los

51 "Práctica" como producción, como poética y como acto enunciativo, en "Introducción general", La in
vención de lo cotidiano, Universidad Iberoamericana, México, 2000, vol. 1.
52 Women on the Mareins. Manejo la edición en español Mujeres de los márgenes.
53 Ibidem, p. 89.
106 54 Ibidem, p. 267.

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Cristina de Pisan

condicionantes de la época, cierta libertad respecto a las prescripciones patriarcales que se


imponían sobre las mujeres en la familia).55 Más allá de la comprensión de las vidas de es
tas mujeres, más allá de la evidencia de las posibilidades que se abrieron sin duda para otras
muchas mujeres del siglo xvn, Davis advierte de la complejidad de los espacios sociales y
culturales, y la complejidad también de las relaciones entre grupo e individuo, percepción
definitoria para una historiadora social que se ha situado, desde sus comienzos, en ese espa
cio efímero y montaraz de libertad que constituyen las prácticas.

55 Ibidem. 107

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La equidistancia que Davis mantiene respecto a posiciones extremas de deterninis
mo, provenga de las estructuras materiales o de los discursos, se percibe en otros trabajos
suyos. En lo que fue un significativo proyecto colectivo de Historia de las Mujeres, la His
toria de las Mujeres en Occidente que, bajo la dirección de George Duby y Michelle Pe
rrot, se publica entre 1990 y 1992 por iniciativa de la editorial italiana Laterza y la france
sa Pion, y concretamente en el volumen III coordinado por Ν. Z. Davis y Ariette Farge, se
profundiza en esta problemática que podría sintetizarse con sus propias palabras en una vi
sión de las mujeres ni como víctimas ni como heroínas, sino como sujetos de la historia.56
En su propuesta de Historia de las mujeres es preciso desprenderse de hábitos, transformar
la mirada -ellas están en todas partes- y no dejarse invadir por las representaciones, te
niendo en cuenta que discursos y realidades son interactivos.57 Es preciso, también, según
su planteamiento, convertir la relación entre los sexos en una producción social que se re
formula con el tiempo, que genera conflictos que el historiador debe analizar y compren
der. Pero precisamente por los objetivos que persiguen los discursos -normar, reglar, limi
tar- es necesario, también, situar a las mujeres en sus espacios y tiempos, en primer lugar
entre los trabajos y los días. De nuevo, Natalie Davis quiere situarse a ras de suelo, para
captar la presencia múltiple y diversificada de las mujeres en la sociedad de estos siglos.
La estructura de este tercer volumen sigue proporcionándonos información sobre su pro
puesta de Historia de las Mujeres. Los discursos también tienen cabida y bajo el lema
"Ella de la que tanto se habla", se reflexiona sobre su papel, no en tanto reflejo de lo que
las mujeres hacían o pensaban, sino como extraños espejos que el hombre puso ante ellas
para que se vieran a través de esos ojos. En estos discursos, en palabras de Davis y Farge,
la mujer adopta formas fantaseadas, imaginadas..., en fin, allí están las normas, pero tam
bién están allí las líneas de fuga,58 esos intersticios que utilizaron las protagonistas de Mu
jeres de los márgenes, como muchas otras mujeres han hecho a lo largo de la historia. La
tercera parte de esta obra colectiva trata de penetrar por estas líneas de fuga en busca de
las "Disidencias". Desde el postulado que sitúa el pensar, el decir-escribir, como un co
mienzo de disidencia, como una conquista por la que a menudo las mujeres hubieron de
pagar un elevado precio, hasta su presencia en la prostitución o la violencia. Las relaciones
entre las mujeres, y el pueblo en general, con la imprenta y la cultura letrada constituyen
otro de los focos de interés de Ν. Z. Davis, para quien esta problemática debe remitir a una
perspectiva global que se oriente a las relaciones entre texto y público lector en orden a
proporcionar un contexto de significados y la consideración del libro impreso no sólo
como fuente sino también como portador de relaciones.59 Según Davis, a pesar de unas ta
sas de alfabetización débiles para espacios como el rural o para colectivos como las muje
res y de una cultura oral todavía dominante, en el siglo xvi se fueron abriendo líneas de
comunicación con diversos conjuntos de materiales culturales y las gentes empezaron a
percibir las potencialidades de la letra impresa. No siempre con la claridad que expresa
Louise Labé, hija de un cordelero lionés que da a la prensa sus poemas en 1566 y alienta a
otras a que hagan lo propio,60 o la partera Louise Bourgeois, otra de esas interlocutoras ha

56 Ν. Ζ. Davis, Α. Farge, "Introducción", Historia de las Mujeres en Occidente. III, Del Renacimiento a la
Edad Moderna, Círculo de Lectores, Barcelona, 2003 pp. 11-17 [p. 15].
57 De nada serviría construir una historia de las mujeres que solo se ocupara de sus acciones y formas de
vida, sin tomar en cuenta el modo en que los discursos han influido sobre su manera de ser y a la inversa. Es
preciso restituir la actividad de las mujeres al campo de significados de su realidad mediada por las representa
ciones. Ibidem, ρ 12.
58 Ibidem, pp. 273-275.
59 "La imprenta y el pueblo", Sociedad y cultura en la Francia moderna, pp. 186-224.
60 "Ha llegado el momento de que las mujeres se apliquen a las ciencias y a las disciplinas..., y si alguna
de vosotras llega al punto en que puede poner sus ideas por escrito, entonces que se esfuerce y no sea reacia a
108 aceptar la gloria", en ibidem.

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bituales de la historiadora, que escribió sobre su arte para poner en evidencia los errores
de los médicos, incluido el propio Galeno,61 pero sí dando testimonio de un claro proceso
de avance de implantación de lo impreso también entre el colectivo de las mujeres.62
Prostitución y violencia han sido fuente de debate constante en el feminismo contem
poráneo y por lo que se refiere a la prostitución, a pesar de su ubicación entre las disiden
cias, Davis-Farge, mantienen sobre la misma una mirada de franca sospecha. Al fin, en
opinión de las historiadoras, la prostitución, en todo caso, es una disidencia que raramente
se escoge y aunque es un mal que invade el cuerpo de la mujer, en él el que se expresa es,
realmente, el hombre. Por otra parte, prostitución y regulación social caminan unidas sien
do el fundamento de la segunda una concepción de las relaciones entre lo masculino y lo
femenino que privilegia la violencia y la dominación masculina, al tiempo que la controla
para proteger a la sociedad del desorden patrimonial y la anarquía total.63 El volumen se
cierra con palabras de mujeres, por parte de Davis, con las que contiene el diario de la ju
día Glikl bas Judah Leib, el texto que elige Farge también es muy significativo proporcio
nándonos una magnífica visión de la utilización de un conjunto de saberes sociales por
parte de una artesana que, para recuperar a su hijo en el París de 1750, negocia con las au
toridades, investiga sobre los responsables del delito, no se deja engañar por el mundo po
licial y político, y en fin, aparece como sujeto de la historia.64
El tema de la relación de las mujeres con la violencia y el poder se halla muy presen
te en la obra de Natalie Davis. Ambos están relacionados con el papel potencialmente re
velador que la historiadora reconoce en los conflictos. El conflicto como lugar de las con
tradicciones se convierte en lo más específico de una sociedad, en nodulo de las tensiones,
en centro del cambio. En relación con ambos -poder y violencias- la mirada interrogativa
de Davis se dirige no sólo a problematizar presencias sino también ausencias. En Le Cha
rivari (1981),65 al analizar las características de las Abadías del mal gobierno constata el
carácter masculino de sus protagonistas sin pasar por alto la ausencia de mujeres en estos
ritos de paso y de control social, tendentes a la conservación del orden tradicional. ¿Es que
las mujeres no estaban o era sólo una cuestión de formas?66 La presencia de las mujeres en
esta vida festiva en la que la fiesta se significa como disidencia política es muchas veces
una presencia indirecta. Las cencerradas contra las esposas dominantes fueron las más fre
cuentes en las ciudades francesas del xvi y en ellas se concentraba la reacción de las gen
tes ante posibles inversiones del orden familiar. En algunos casos, la burla se dirigía contra
una mujer que transgredía ese orden,67 pero de forma más frecuente el blanco directo del
escarnio y el protagonista de la procesión vejatoria eran los hombres que se dejaban gol
pear por sus esposas o los maridos cornudos. Unas y otras prácticas remiten a un contexto

61 Ibidem, p. 216.
62 La lista de autores franceses de François de La Croix du Maine, de 1584, proporciona la cifra de 40 es
critoras de las que 16 tenían obra impresa, ibidem.
63 Ν. Ζ. Davis y A. Farge, "Introducción", Historia de las Mujeres en Occidente. III, Del Renacimiento a
la Edad Moderna, pp. 419-420.
64 Ν. Z. Davis, A. Farge, "Palabras de mujeres", Historia de las Mujeres en Occidente. III, Del Renaci
miento a la Edad Moderna, pp. 523-527.
65 "Cencerrada, honor y comunidad en Lyon y Ginebra en el siglo xvn", en Natalie Z. Davis, Sociedad y
Cultura en la Francia moderna, pp. 113-132.
66 En el campo y en la ciudad sólo los hombres podían formar parte de una abadía. Las mujeres participa
ban en estas fiestas de la disidencia a título de espectadoras; sólo ocasionalmente, como en Lyon en 1566, algu
nas mujeres disfrazadas desfilaron. Natalie Z. Davis, "Women on top", Society and Culture in Early Modem
France, pp. 124-151 [pp. 139-140].
67 Cencerrada contra la viuda Florie por casarse con un hombre más joven que trabaja para ella, situación
de la que se teme un matrimonio en el que el poder es ejercido por la mujer, Natalie Z. Davis, "Cencerrada, ho
nor y comunidad en Lyon y Ginebra en el siglo xvii", pp. 113-115.

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de miedo al poder femenino representado en la Mad Meg de Bruegel, esa figura gigantes
ca femenina símbolo del desorden y la destrucción, pero son reflejo igualmente de resis
tencias a un poder que se impone en la asignación de roles sexuales identitarios. La viuda
Florie, tras la cencerrada que la convierte en blanco de la ira de su comunidad por el ma
trimonio que celebra con un trabajador de su carretería más joven que ella, se revela como
una líder. Se defenderá utilizando el mismo lenguaje y organizando una contra-cencerrada
contra uno de los participantes, un marido cornudo.68 La relación de las mujeres con la
violencia no viene marcada por la pasividad, ni siquiera cuando la sufren. Davis subraya
que los espacios de transgresión y las disidencias no son iguales para todos; no lo son para
hombres y mujeres, pero tampoco lo son para todas las mujeres por igual. Una gran dis
tancia se percibe en su opinión según se trate de mujeres ricas o pobres, porque las prime
ras pueden escapar a sus roles utilizando la ciencia, la escritura o los espacios de sociabili
dad privilegiados y suelen desafiar el orden sin infringir la ley, mientras las otras más
audaces, desde la marginalidad subvierten el orden y la ley.69 La esfera de la política es,
según Ν. Z. Davis, la que refleja asimetrías más acusadas entre mujeres y hombres y el
ámbito en el que las transgresiones fueron más turbadoras. Ni el gobierno, ni los cargos se
confiaban normalmente a las mujeres, en un contexto cultural en el que una supuesta natu
íaleza inferior y desenfrenada de las mujeres percibía como monstruoso cualquier tipo de
gobierno de las damas. En este contexto y en una sociedad que, como todas las jerarquiza
das, gustan de representar un mundo al revés, Davis se pregunta qué significado y qué fun
ción social adquiere la imagen de la mujer rebelde.70 Aunque la inversión sexual fue una
forma generalizada de diversión cultural en las sociedades de estos siglos, Davis propone
una visión desde la perspectiva de la mujer rebelde subrayando un carácter polivalente que
podría haber operado, ampliando las opciones del comportamiento de las mujeres dentro y
fuera del matrimonio y sirviendo para sancionar el motín y la desobediencia política en
una sociedad con escasos medios de protesta social. Desde esta perspectiva la representa
ción de la mujer díscola bien pudiera haber constituido una oportunidad para las mujeres
de librarse temporalmente de la jerarquía tradicional y, como tal, mostrar una parte del
conflicto.71 Otras veces, las representaciones de la mujer rebelde responden a significados
más ambiguos -mujeres dominadoras, amorales, divertidas- que también tuvieron presen
cia real en estos siglos, como las filles de joie a cargo de las directoras del hospital de
Lyon en 1543, las únicas mujeres que ocuparon puestos en la administración municipal de
Lyon. Al trabajar en el Scandale à L'Hôtel-Dieu (1984),72 con los hechos que tienen lugar
en este hospital lionés a cargo de dos "madres" que ponen el mismo "patas arriba", Davis
define todos estos acontecimientos, entre festivos y transgresores, como una auténtica
Abadía del mal gobierno que en este caso implicaba a mujeres y estaba dirigida por ellas.
Las mujeres también están presentes en su recorrido por los ritos de la violencia en los
motines religiosos de la Francia del xvi que, lejos de un simple arranque de furor estéril,
como los veía la historiografía tradicional, son analizados desde la perspectiva que una
historia social renovada ha impuesto sobre la violencia de la multitud dotándola de signifi
cación política.73 Partiendo de lo desconcertante que es la aparente irracionalidad de la

68 Ibidem.
69 Ν. Ζ. Davis y A. Farge, "Introducción", a Del Renacimiento a la Edad Moderna, en G. Duby, M. Perrot
(dirs.). Historia de las Mujeres, pp. 11-17.
70 "Women on Top", trad., en James Amelang y Mary Nash (eds.), Historia y género, pp. 59-92.
71 Ibidem, p. 68.
72 Trad. español, "Mal gobierno en el Hôtel-Dieu (Lyon, 1537-1543)", en Natalie Z. Davis, Sociedad y
cultura en la Francia moderna, pp. 132-148.
73 Edward P. Thompson, The Making ofthe English Working Class, Penguin, Harmonds, 1984 (ed. orig.
1963) y Eric J. Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales
110 en los siglos xixy xx, Ariel, Barcelona, 1974 (ed. orig. 1968).

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mayoría de los motines religiosos del xvi, Davis, percibe a los alborotadores urbanos
como hombres y mujeres con intereses en su comunidad y no como masas inestables y de
sarraigadas. Su violencia, por cruel que sea, como la que se expresa en la noche de San
Bartolomé, no es fortuita sino que va dirigida sobre blancos bien definidos.74 Esta violen
cia tiene como objetivo la defensa de los valores de la comunidad. En la búsqueda de me
tas, actuaciones, participantes y organización, en el señalamiento de las diferencias entre
los del lado hugonote y los del católico, la interrogación sobre las mujeres está presente.75
Es en esta concepción de la historia que parte de una visión de lo social en la que se
articulan sociedad y cultura, tradición e innovación, disciplina y resistencia, identidad y
experiencia donde Davis sitúa su interrogación sobre la vida de las mujeres en el pasado.
Una historia social donde el contexto histórico significa y es significado por la acción de
los individuos, agrupados en segmentos sociales a partir de pertenencias varias, segmentos
que, por otra parte, no son realidades inmóviles ni fijas, sino que se deshacen y rehacen en
un juego eficaz de formaciones ad hoc. Formaciones que resultan de vínculos construidos
de la mano de la experiencia -una experiencia que genera conciencias de sí y no al revés-,
vertida en innumerables usos sociales (la solidaridad, la violencia, la huelga, la fiesta o el
rito), transformados todos en lenguaje político. Una historia en la que la mirada se despla
za, desde una lectura antropologizada a una lectura semiótica, porque encuentra en el jue
go festivo conflictividad y solidaridad, en el ritual cotidiano la conexión entre lo sagrado y
lo profano, en la cultura escrita expresión de la sabiduría oral y proverbial, en la disciplina
desorden y en el orden indisciplina, y que va a la búsqueda de nuevas fuentes, o mejor, de
otras fuentes halladas en la lectura atenta de una canción, un cuadro, un poema, tanto
como en un sermón, un diario, una solicitud de perdón. Y una historia en la que, como no
puede ser de otra forma, las mujeres están y están en todas partes. También interrogándose
por el pasado. La teoría de los dos cuerpos del rey de E. Kantorowicz, le sirve de guía para
reflexionar sobre la forma en que los historiadores e historiadoras han conceptualizado el
cuerpo del conocimiento histórico de forma separada al de su propia vida. Para ello utiliza
ejemplos de historiadores, hombres y mujeres contemporáneos, como David Hume y Ca
therine S. Macaulay, autores de una Historia de Inglaterra con perspectivas diferentes so
bre el significado que las revoluciones inglesas recientes había tenido,76 o en los años 30 a
dos especialistas en el mundo rural como la británica Elieen Power y el francés Marc
Bloch que compartieron las enseñanzas de Charles-Victor Langlois y que, desde uno y
otro lado del canal de la Mancha, supieron dar un giro a la historia medieval impulsando
un nuevo modelo de historia económico y social. Como historiadora que engarza las dos
grandes tradiciones de historia social del siglo xx -la de los Annales franceses y la historia
social marxista británica- y buena conocedora del mundo de los Annales, Davis se pre
gunta por el papel de las historiadoras en la historiografía francesa y su integración en la
academia annaliste.11 La biografía de Lucie Vargas, etnógrafa e historiadora, más allá de la

74 "The Rites of Violencia: Religious Riot in Sixteenth-Century France" (1973), trad. "Los Ritos de la vio
lencia", en Natalie Z. Davis, Sociedad y cultura en la Francia moderna, pp. 149-185.
75 El impacto para las mujeres de la Reforma protestante es objeto de análisis pormenorizado por parte de
N. Davis quien señalará las luces y las sombras de la fórmula asimilacionista de la propuesta reformada, que si
bien promovió cierta desexualización de los espacios religiosos que pudo repercutir favorablemente en la vida
religiosa de las mujeres, también privó de algunos ámbitos específicos, como los conventos, donde ellas podían
desarrollar roles alternativos a los impuestos en el hogar: "City Women and Religious Change", en Society and
Culture in Early Modem France, cap. 3, traducido al español en James S. Amelang y Mary Nash (eds.), Histo
ria y Género, pp. 127-165.
76 Natalie Z. Davis, "History's Two Bodies", The American Historical Review, 93, 1 (1988), pp. 1-30.
77 Natalie Z. Davis, "The world of the Armales", History Workshop Journal, 33 (1992), pp. 121-137, y
"Gender and Genre. Women as Historical Writers, 1400-1820", en P. Labalme (ed.), Beyond Their Sex.
Learned Women ofthe European Past, New York University Press, Nueva York, 1980. 111

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relación íntima entre Vargas y Febvre, permite valorar el intercambio intelectual entre el
historicismo germano y austríaco y el pensamiento histórico de Annales. Y por ende, tam
bién, el papel de las historiadoras en el trabajo histórico de Febvre no sólo de la mano de
Vargas, sino también de la de su propia esposa Suzanne Dognon, también historiadora, que
le ayudó leyendo sus manuscritos, con las fuentes alemanas cuando Febvre preparaba la
biografía de Lutero, y, en fin, a pesar de no querer, siendo su asistente. La esposa de Marc
Bloch, Simone Vidal, desarrolló también este papel, en este caso una labor reconocida y
agradecida por Bloch en sus publicaciones. El mundo de los Annales dejó de lado a las
mujeres; al menos hasta 1987, como evidencian los pocos artículos de firma femenina en
la Revista y la escasa valoración de los que aparecen. Así sucede, según Davis, con tres
fascinantes artículos publicados entre 1936 y 1947 (Thérèse Sclafert, L. Varga y Renée
Doehaerd) de orientación etnográfica que no fueron bien recibidos por el entorno; un en
torno hostil donde las investigadoras no encontraron un conducto apropiado para sus inno
vaciones, directores de tesis o un puesto dentro de las instituciones a los que pudieran as
pirar. Aún así en la École Practique des Hautes Études, que acogió a especialistas que
construirán la historia económica y social en la primera mitad del xx como Simiand o La
brousse, y en una atmósfera abierta a nuevas perspectivas intelectuales, unas pocas muje
res hallaron espacio para poner en marcha sus proyectos, aunque la mayoría en la sección
de filología.78 En esta larga tradición que puede establecerse entre todos aquellos que se
han ocupado de comprender a los hombres y mujeres del pasado se ubica esta historiadora,
que no reniega de la herencia recibida, pero que se inscribe de forma decidida en una ge
nealogía de mujeres historiadoras que batallaron por abrir nuevas perspectivas en la forma
de mirar al pasado desde un presente muchas veces hostil ante interrogaciones no conve
nientes.

112 78 Ibidem, pp. 126-127.

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