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PHILOSOPHIA VULGARIS

(scripta quodammodo philosophica)

REDACCIÓN

Marisa Mosto
Federico Caivano
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 3 – 2018
Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta
publicación.

1
ÍNDICE

Presentación p. 3

Felipe Matti. De interna voce p. 4

María Teresa Driollet de Vedoya. Esa sabiduría de los pequeños… p. 6

María del Carmen Fernández. Filosofando: “Sabiduría de


potrero y empedrado” p. 8

Attilio Salvatore. La disposición del infinito p. 10

Jonathan Georgalis. Un análisis de la casualidad en la filosofía


de Poe p. 14

El arcón de los recuerdos p. 20

Minima philosophica p. 24

2
PRESENTACIÓN

En este lugar encontrarás, amigo lector, algunos escritos


que se relacionan de algún modo con la filosofía. Tal relación se
manifestará en notas y minucias filosóficas: unas veces, con
humor; otras, con seriedad. Nos gustaría que nos acompañaras
con tu lectura y con tu pluma. De esta forma serás para nosotros
un nuevo Boecio, pues darás alegría y consuelo.
Radulfus

3
DE INTERNA VOCE
FELIPE MATTI

Así como donde quiere que estemos en la realidad, aquel lugar


que ocupamos lo hacemos en nuestro estado de unidad con el cuerpo;
también, al abandonar nuestra etapa infantil, asustados comenzamos a
vociferar internamente.

Una palabra silenciosa, de un sonido monótono que solamente


nosotros somos capaces de percibir.

¿Soy realmente aquél? De manera trepidantemente inmediata me


atreví muchas veces a decir que sí. Claramente, no podía ser sino yo
quien esboza aquellas hiperlúcidas palabras; que enceguecido no logro
captar hasta luego de haberlas percibido. Pero sin embargo algo me
llama a negar que solamente aquella difusa voz sea yo. Pues no grita, no
llora, y así como yo la escucho ella atiende a mis discursos.

Los soliloquios se tornan diálogos, pero aun así no me es claro.


Incluso ahora mi mente es constituida por un debate interno, perpetuo,
hasta que finalice de una vez y mi birome se aleje definitivamente del
papel. Mi voz ya sabe lo que quiero decir, ya la escuché en cuanto me
senté aquí sobre mi escritorio.

Pero no es más que una sensación, no hay palabras dibujadas ni


la idea completada. No hay trama ¿Quién, entonces, le otorga eso a la
pequeña voz si ella ha de ser mi yo completamente? Aquella ceniza
ardiente, brasas que debo abrigar y hacer arder para en el fragor
constituir detalladamente lo que mi solitud de manera disipada me
presenta.

Me interesa a la vez nuestra capacidad de entrar en aquel


espinoso y sumo diálogo. Quizás confundidos, por la contusión que
genera una distante e imprecisa contaminación auditiva; la voz siempre
es capaz de hablar por encima de todo ello. Como una lámpara o luz
cenital que genera sombra incluso a plena luz del día. Aun así, podemos
serle desobedientes; no prestarle atención. Desconfiar de ella. Podemos
omitir su discurso que nos encadena a su propia realidad. Podemos
oponernos de manera ferviente. Somos capaces de miles de mentiras,
como así también de piadosas falacias. No nos atañe por completo su
voluntad y por ello dudo de que ella constituya todo mi ser; mi yo.

4
Los franceses le dieron un nombre, l’appel du vide, a cuanto
engendra en nosotros la rasposa idealización de hacer algo indebido;
arremeter contra toda voluntad o ley natural.
En el momento en que la cólera nos invade, nuestros puños son
envueltos por la locura y diseminan el combustible de nuestra ira contra
una mesa. La pequeña, dismal y atemorizada, acalla. No se encuentra, se
desprende de su capacidad ígnea. No penetra más que su silencio. Sin
embargo en la fluvial inundación de la tristeza es donde ella se
vanagloria. Vil y ocluyente con fin de lastimar se ríe a carcajadas;
recordando continuamente las infames y nefastas razones para aquel
endiablado murmullo.
Se alimenta y nos incita a la furia, al temor, al accionar
adecuados a su imperio. Siendo sublevados como bardos destinados a
cantar sus razones; perdidos en un campo sin sombra alguna. Una
fantasía instantánea de eternidad, nada parece escaparle. Por eso creo
que ella no es yo, es parte de mí; de todos. La difamada voluntad,
temerosa pero ventajosa como arlequín quien el futuro conoce y percibe.
Irrumpe en cuanto a su deseo le atañe.
Aquella voluntad que sabe con antelación qué sentiremos y
comanda al cuerpo con su risueña y disfónica voz que alimenta nuestro
nublado movimiento. Prepara aquel preámbulo que somos capaces de
discernir; y en sus manos nos presenta la mecha. Pero hasta allí llega su
recorrido; la impía luego se esconde tras su luz. Es donde comienza el
diálogo.
Ese soy yo; el fruto de mi soliloquio.

FELIPE MATTI

5
ESA SABIDURIA DE LOS PEQUEÑOS...
TERESA DRIOLLET DE VEDOYA

Quizás hoy, en nuestra cultura, tendemos a confundir al sabio con


aquel que brilla intelectualmente acumulando títulos, conferencias o
numerosos reconocimientos. La cantidad de masters y de papers
parecieran definir la hondura de una persona. El mercado empapa
desgraciadamente estas, no del todo frecuentes, costas.

El sabio, nos indica Aristóteles, es aquel que mucho ha vivido y


que tanto ha saboreado sus experiencias, que traspasa las apariencias
sensibles, para rescatar lo eterno de lo que se le presenta. Por ello el
maestro es científico pero, además, con tanto ardor ha comprendido al
mundo, que llega a mirarlo desde el origen, desde los primeros
principios. La diafanidad del vidente-amante está hecha de
articulaciones. El sabio une, cual tejedor, los conocimientos más
diversos en una red coherente que es expresada generalmente con una
simpleza sin par. Los griegos no podían entender además la capacidad de
engendrar la verdad, sin la pureza o nobleza de vida. La búsqueda
amorosa de aquello que supera al mismo hombre lo torna puro y cercano
a la luz.

Los grandes maestros de sabiduría, curiosamente, se asemejan


mucho a los niños. Para los pequeños todo resulta causa de admiración.
Todos los días comienzan las mismas maravillas. Los niños juegan con
lo que les toca vivir y, sobre todo, gozan infinitamente su estar en el
mundo. La confianza, la capacidad de empezar, la admiración o el juego
son cualidades de un espíritu muy destacado, no dejaba nunca de
comentar Nietzsche.

La sabiduría es también una forma de la libertad. Libertad frente


a las opiniones ajenas. La vida de búsqueda y de contacto con la verdad
nos regala una visión propia difícil de atropellar por los distintos
sistemas de poder que podemos frecuentar durante la vida.

En múltiples ocasiones una gran sabiduría-nobleza se encuentra


también en ciertos enfermos y desvalidos que miran al mundo desde
cierta altura espiritual. El dolor asumido puede llegar a constituir una
forma muy especial de penetrar la vida. Una sabiduría casi muda, que
sabe más de hechos que de discursos, se puede presentar en seres que
casi no cuentan para el mundo.

6
Ciertos sabios cotidianos no saben de grandes palabras pero sí de
intensas donaciones. Las sabidurías sólidas y estables se testimonian con
la vida. Adherimos a la ciencia de los que aman silenciosamente.
Propagamos una comprensión que surge del arduo y sincero trabajo para
remontar fracasos, debilidades u obstáculos. Las llagas humanas
asumidas y trabajadas irradian luz propia.

Quizás… sólo valga la pena, después de sólo haber intentado


enumerar diversas formas de comprensión, trabajar en un saber que del
intelecto pase al corazón y se transforme en acción de nuestras manos.

TERESA DRIOLLET DE VEDOYA

7
FILOSOFANDO: “SABIDURÍA DE POTRERO Y
EMPEDRADO”
MARÍA DEL CARMEN FERNÁNDEZ

Escribo esto y pienso en este saborear Latino-Americano.


Aprendizaje muy nuestro con todo lo que ello implica.

Sabiduría profunda de esas que tocan los cimientos, sabiduría de


esas que no siempre entiende de técnicas, sino de corazón, y con ello no
aludo a ninguna afectividad vaga, sino a esa luz que es irradiada desde el
centro vital, a ese ojo clínico que perfora lo real con la mirada, que capta
el sentido y que no siempre tienen los doctos, sino la mayor parte de las
veces, el hombre sencillo pero penetrante…

Sin duda, la profundidad no es privilegio de nadie, se debe


cultivar, sí, pero fundamentalmente es un don que no todos tienen, aun
cuando se lo propongan clara y distintamente. Por algo hay, con palabras
de Pascal, un espíritu de fineza que es el que ausculta y penetra.

Viene a mi mente gente con esta sabiduría, como la llamo yo, de


potrero y empedrado, gente diversa sin división de esferas: intelectuales,
artistas, cantantes, deportistas, músicos, científicos, no sé, tantos otros.

La verdadera sabiduría toca lo esencial. Capta lo que otros no


ven. Pienso en Latino-América, pienso en otro lugar que conozco bien,
Uruguay, pienso en el sabor del candombe, en el sonido de los
tamboriles en la Feria de Tristán Narvaja los domingos por la mañana, y
veo que sólo el camino de la sabiduría los rescata, la sabiduría de
aquellos a quienes las cosas saben cómo realmente son…

Viene a mi mente algo de Borges, de sus últimos tiempos, algo


de alguien que jamás fue un hombre de barrio (La Nación) y sin
embargo que pudo paladear a Buenos Aires; el de las milongas, el de los
aljibes, el de los patios…

En esto reside, para mí, la sabiduría, que como decía al comienzo


no sabe de estratos, se tiene o no, pero cuando existe, ve la esencia de la
realidad, capta el logos de lo real, percibe lo que identifica, lo que es
substratum, lo que fundamenta a un ámbito.

Esa sabiduría que percibe la esencia de los pueblos…

8
Esa sabiduría que resalta cuando escuchamos por ejemplo: Desde
el alma, Recuerdo… y tantos otros tangos, esa sapida scientia que se ve
en los maestros, y si no, ¿qué decir del querido, tan querido maestro Don
Osvaldo, ese hombre con sabiduría de empedrado, que a los ochenta
años ejecutó en nuestro Colón de Buenos Aires?

Los que tantas veces lo hemos escuchado, sabemos cómo llega al


corazón a través de su música. Ha percibido lo real y lo pudo expresar…
Esa sabiduría de los artistas, de tantos anónimos, que realizan a través de
la obra la puesta en obra de la verdad…

Esa sabiduría que, en un mundial de fútbol 86, puso de


manifiesto un equipo, la mirada justa, precisa, que da en el blanco, esa
mirada que es tan necesaria en todos los campos… esa sabiduría que
llamo de potrero porque va más allá de la técnica, que necesita algo más,
que cooperación eso solo no basta para el logro de lo que se persigue…
sabiduría de serenidad, de distancia, serenidad propia del intelecto, no de
la razón.

La cultura es justamente: cultivo de lo que la naturaleza da. Esa


potencialidad depende del hombre el actualizarla o no, cultivo de las
disposiciones naturales, no es sólo cuestión de adquisición, de
información, de suma de conocimientos, recordando aquello de lo que
natura no da, Salamanca no presta.

MARÍA DEL CARMEN FERNÁNDEZ


Junio de 1986

9
LA DISPOSICIÓN DEL INFINITO1
ATTILIO SALVATORE

El Padre Edmundo Zanotti se reía a carcajadas de nosotros sin


importarle lo mucho que aquello nos incomodaba. Su secretario, el joven
Mauricio Piedrabuena, permanecía en silencio detrás de él; sin embargo
por el gesto de su cara se dejaba ver que toda aquella situación le daba
asco. No era para menos: la afabilidad con la que nos trataba el sacerdote
era claramente fingida y quedaba desmentida por la forma sobrante en la
que nos hablaba. Empero, no nos quedaba más opción que soportarlo y
esperar convencerlo de que nos diese la llave que necesitábamos para
seguir con nuestro camino. Con mi amigo Gustavo Arcoz habíamos
llegado ya hasta el quinto sector de la Clínica Psiquiátrica de la Sociedad
Médica; solo nos faltaban dos sectores más para poder salir de aquel
lugar al que llamaban la Casa de los Desdichados, pero primero
deberíamos escuchar un largo monólogo de uno de sus “peces gordos”.

–¡Por favor díganme que es un chiste! –dijo al fin el sacerdote.


Porque es lo más gracioso que he escuchado desde que llegué a este
lugar. ¿No es verdad, Mauricio, que estos muchachos son de lo más
divertido que hemos tenido en meses? ¡Eh! ¿Por qué esa cara, Mauricio?
No le hagan caso, está enojado porque no lo dejo seguir el camino a los
sectores inferiores… Él no lo entiende, lo hago por su propio bien.
Ustedes son un caso aparte, por supuesto. Tengo ganas de entregarles la
llave con tal de no escuchar más las tonterías que están diciendo. No, no
se ofendan. ¿Es que no se dan cuenta de que su idea de la bondad
humana es totalmente ilusoria? ¡Y se lo vienen a decir a un cura!
Muchachos… los entiendo. Cuando era joven como ustedes también
tenía esas ideas. “Si mañana todos los hombres despertasen de su letargo
verían que vivíamos en el paraíso y no lo sabíamos.” ¿Eran esas las
palabras de Dostoievski, cierto? Puras tonterías…

“Díganme una cosa: ¿escucharon hablar sobre el Evangelio


apócrifo del Profeta Jeremías? Tal parece que no y es una lástima ya que
de haberlo leído ustedes dos no pensarían de esa forma. Suena extraño,
lo sé. Después de todo ¿cómo podría el Profeta Jeremías haber escrito un
Evangelio si murió seis siglos antes de que naciese Jesucristo? Y sin
embargo… Verán, hace pocos años, al norte de Normandía, fue
encontrado en una antigua abadía un curioso manuscrito.

1
Fragmento de Los desdichados.

10
“Era evidente que lo habían tratado de ocultar muy bien, puesto
que estaba atado con cadenas a las manos de un difunto abad, ya puros
huesos, enterrado en unas catacumbas de las que no se tenía ningún
registro. ¿Me creerían si les dijese que además al pobre monje lo
guardaban no uno, sino siete ataúdes, uno adentro del otro? En fin, no
voy a aburrirlos con esos detalles. Lo importante es que fui uno de los
pocos hombres que llegaron a leer el manuscrito antes de que fuese
destruido. Estaba escrito en un latín confuso, difícil de descifrar, pero la
buena nueva que traía era clara.

“Según el autor del manuscrito, quien dice ser el mismo Profeta


Jeremías (aunque habla de sí mismo unas veces en tercera persona y
otras en primera, como si no se reconociese), debido a su devoto servicio
el Profeta fue recompensado tras su muerte con un don muy especial: se
le concedió hablar unos minutos con Dios, antes de descender a la
Espera de los Justos. El Profeta llegó al Cielo y lo encontró vacío, y eso
le dio miedo. Un ángel le explicó entonces que faltaba todavía la llegada
del Mesías y, cuando Jeremías preguntó quién sería aquél, el ángel le
reveló el Misterio de la Santísima Trinidad. Pasmado y sobrecogido de
emoción ante tal revelación, el Profeta aprovechó los minutos que se le
concedían para hablar con Dios y le rogó que le permitiese volver al
mundo para reunir a todos los pueblos en un solo rebaño que esperase
paciente la llegada de la Segunda Persona.

11
“En ese momento del relato hay un pasaje extraño: el autor
cuenta que tras su petición todos los coros de ángeles estallaron en
carcajadas que parecieron durar una eternidad y horrorizaron a Jeremías,
al punto que éste trató de esconder su rostro entre sus barbas. Después de
doscientos años humanos el Señor finalmente sonrió y, tras hacer callar a
sus ángeles, le permitió al Profeta Jeremías volver a vivir entre los
hombres, esta vez para no morir ya nunca.

De esa forma el Profeta volvió a la tierra, rasuró sus barbas y sus


cabellos, compró nuevas túnicas y, con un nuevo nombre, volvió a
visitar a su pueblo. Sabía que todavía faltaban unos cuantos años hasta
que llegase el Mesías, pero no tenía ninguna otra información sobre el
futuro. Esta vez, se dijo a sí mismo, no se gastaría en predicar a un
pueblo que no estaba en condiciones de escucharlo. En su lugar
alcanzaría la paz para su pueblo, los reuniría entorno a mesas opulentas,
y recién entonces, cuando sus conciudadanos tuviesen el corazón
relajado, les revelaría todo.

“¿Se imaginan el resto, verdad? Divisiones, odios, guerras…


Cada vez que el Profeta lograba alcanzar la paz por unos años, siempre
siendo un nuevo personaje, aparecía algún nuevo enemigo. Luego de un
siglo de luchas y esfuerzos sin cansancios Jeremías entendió que la única
forma que tenía de alcanzar su meta era por medio de la disposición del
infinito. En otras palabras, Jeremías sabía que si quería lograr la paz para
unos pocos hombres, su pueblo, debería ser capaz de disponer de todas
las cosas, o de lo contrario siempre aparecería un nuevo inconveniente.
Abandonó a los suyos y partió rumbo al naciente poder de Roma con un
único objetivo: conquistarlo todo. Sus planes y encuentros se extienden
por hojas. Si es cierto todo lo que allí se dice, prácticamente toda la
historia occidental es fruto de su ingenio y sus fracasos. Sí,
evidentemente el Profeta fracasó reiteradas veces, o de lo contrario
viviríamos en el paraíso que tanto desean ustedes.

“Tan empecinado estaba en lograr la disposición del infinito que


ni siquiera volvió a su hogar cuando llegó el momento del Mesías.
Siguió esforzándose por años solo para descubrir que lo único que
detenía una y otra vez sus planes era el hombre, el hombre y su maldita
libertad. El Evangelio del Profeta Jeremías termina abruptamente su
relato en el siglo dieciséis: ‘Me retiro –dice el Profeta. Debo esperar a
que lleguen tiempos nuevos y con ellos hombres nuevos. A unos pocos
son los que espero, solo aquellos que entiendan las más oscuras de las
revelaciones divinas’.

12
“¿Qué opinan? ¿Conmovedor, no? Y sin embargo es más falso
aún que su estúpida idea de la bondad humana. Pero no importa, basta
con que lo crean las masas. Las reuniré en torno a mí, y un día les diré
que yo soy ese Profeta Jeremías del que les hablo. De allí a la
disposición del infinito solo será cuestión de tiempo. Entonces sí, un día
los hombres despertaran en el paraíso, pero no porque ya existiese, sino
porque se los habré dado yo de mis manos. Y ahora tomen la llave y
váyanse. Me cansé de ustedes dos. Cuando logren salir de este lugar
tratarán de predicar a todos sus ilusorias ideas sobre la bondad humana y
demás. Fracasarán, lo profetizo. Será entonces cuando recuerden mis
palabras y vuelvan a verme, no antes, claro está, de haber anunciado a
los cuatro vientos que el Profeta Jeremías ha vuelto.

ATTILIO SALVATORE

13
UN ANÁLISIS DE LA CASUALIDAD
EN LA FILOSOFÍA DE POE
JONATHAN GEORGALIS

I
Oinos. –Entonces, ¿es todo movimiento, de cualquier naturaleza,
creador?
Agathos. –Así debe ser; pero una filosofía verdadera ha enseñado hace
mucho que la fuente de todo movimiento es el pensamiento, y que la
fuente de todo pensamiento es...
Oinos. –Dios.

II
La filosofía del arte consiste, fundamentalmente, en una
inmersión en la substancia creativa del artista y en una comprensión de
los resortes esenciales a su concepción, conjuntamente con el
mecanismo peculiar de la misma. Pero, para ello, es necesario
preliminarmente indagar en la filosofía que se encuentra detrás, y
adentro, de sus realizaciones simbólicas. La ratio profunda de una obra
artística es el sentimiento que se desborda. Pero sus límites se
encuentran fijados por la índole peculiar de la misma, en una
articulación lógica y racional que la administra y expresa.
La razón, lejos de oponerse al sentimiento, lo torna operativo. El
sentimiento, lejos de desvirtuar la inteligencia, le otorga dirección y
profundidad. La intuición es la combinación magistral de las facultades
coordinadas en su tarea de auscultación de la realidad substancial que
manifiestan los seres. La intuición, así, trascendiendo la contingencia,
comienza una especie de anclaje en lo eterno. Talento que es de unos
pocos grandes genios, muy espaciados a través de la historia y casi
siempre marginados en su tiempo.
En el caso de Poe, además de en Eureka, este escritor expone sus
ideas filosóficas en unos cuantos escritos que podríamos denominar
escatológicos. Ello es así, porque se sitúan en una esfera transmundana,
y desde allí, desde la perspectiva de lo que ya está completo, nos refieren
la historia y los acontecimientos del fin de esta nuestra vida carnal, de la
destrucción de ese pequeño mundo que nos soporta y del inerme
protagonista del drama humano que nos mantiene fascinados. Pero el
final, otorga la perspectiva adecuada de la evaluación de los eventos.

14
El Coloquio de Monos y Una narra los sucesos que siguen a la
muerte del protagonista. La pérdida de los sentidos, la evolución de las
sensaciones, el aturdimiento de las funciones y la emergencia de nuevas
formas de aprehensión cognoscitiva que vendrían a estallar en el
renacimiento de un cuerpo transfigurado. El Diálogo de Eiros y
Charmión narra los sucesos que preceden al estallido del planeta. El
encuentro con un cometa que se acerca, satura la atmósfera gaseosa en
un fluido combustivo y lo transforma en una gran masa ígnea.

Finalmente, tras la destrucción completa del mundo, El poder de


las palabras refiere el encuentro de dos personas renacidas, y su
conversación acerca de ciertos misterios del cielo que fundan el carácter
de los objetos creados. Allí ellos, ejercitándose en la posesión de
sentidos nuevos, surcan el cielo y abaten sus alas, sacudiendo la
atmósfera etérea de la inmensidad del infinito estrellado; el sentimiento
subyugado y la razón, reverente, se torna hacia el misterio de la creación,
hacia la pregunta filosófica relativa al origen del universo manifestado.
Ya no existen sueños en el Edén, no nos encontramos más presos
de fantasmas que nos subyugan. Por eso nuestros mismos nombres
deben ser modificados. Así, En el poder de las palabras, Agathos, uno de
los protagonistas, responde las inquietudes de Oinos, el otro recién
llegado. De este modo, en relación a la creación de los seres
contingentes, Agathos aclara:

Agathos. –Quiero decir que la Deidad no crea.


Oinos. –¡Explícate!

15
Agathos. –Solamente creó en el comienzo. Las aparentes criaturas que en
el universo surgen ahora perpetuamente a la existencia sólo pueden ser
consideradas como el resultado mediato o indirecto, no como el
resultado directo o inmediato del poder creador divino.
Oinos. –Entre los hombres, Agathos mío, esta idea sería considerada
como altamente herética.
Agathos. –Entre los ángeles, Oinos mío, sencillamente se la considera
una verdad.

Estas expresiones, con abordar un problema teológico perenne, se


inscriben en el marco de un contexto dado: en este caso, el ambiente
científico plantea la posibilidad de creación artificial de la vida. En ese
sentido, se entiende el problema acerca de si esa creación humana
vulnera la de Dios junto a la cuestión acerca de si esa creación artificial
puede ser esgrimida contra la natural y divina. La solución encontrada
ancla en la vieja idea de las razones seminales y la distinción entre
causas secundarias y primarias.

Ya en los albores de la reflexión teológica, Agustín abordó el


problema de la interpretación de las Escrituras. En un lugar, se afirma
que Dios creó todas las cosas juntas pero, por otro lado, en el comienzo
del relato del Génesis se habla de una creación sucesiva. Ahora bien, en
primer lugar, todas las cosas nacen juntas en tanto refieren al mismo
presente intemporal. En segundo lugar, todas las cosas se encuentran
complicadas en las causas fundamentales de la realidad. Del mismo
modo, en Poe, las causas fundamentales de la realidad, los principios
constitutivos que fundan la posibilidad de toda otra dinámica emergente,
se articulan de acuerdo al ímpetu primeramente impuesto en la matriz
fundamental, donde encuentra sustento toda potencialidad.
De esta manera, a las realizaciones concretas de la realidad
manifestada, se le abren, gradualmente, la posibilidad de nuevos cauces
a través de actualizaciones diferenciales, abiertas en la condición de
coexistencia del espacio y orientadas hacia el porvenir a través de la
dimensión diacrónica del tiempo. Se dará, así, una sucesión de formas
manifestadas, surgidas a través de la acción de causas secundarias, que
permiten dar cuenta de la aparición de otras realizaciones ontológicas
diferenciadas. Existe, de este modo, una creación en evolución, pero a
través de la idea de las razones seminales, todas las causas se encuentran
en la identidad convergente del origen:

Oinos. –Los mundos estrellados que surgen hora a hora en los cielos,
procedentes de las abisales entrañas del no ser, ¿no son, Agathos, la obra
inmediata de la mano del gran Soberano?

16
Agathos. –Permíteme, Oinos, que trate de llevarte paso a paso a la
concepción a que aludo. Bien sabes que, así como ningún pensamiento
perece, todo acto determina infinitos resultados. Movíamos las manos,
por ejemplo, cuando éramos moradores de la tierra, y al hacerlo
hacíamos vibrar la atmósfera que las rodeaba. La vibración se extendía
indefinidamente hasta impulsar cada partícula del aire de la tierra, que
desde entonces y para siempre era animado por aquel único movimiento
de la mano.

Todo movimiento es creador. El movimiento de las causas


secundarías crea los seres contingentes y las realizaciones mudables; el
de la causa primera, funda el carácter substancial de la realidad universal
en su desarrollo formativo. De esta manera, es posible descubrir la
cadena causal que sostiene los procesos y según la cual se desarrollan los
seres creados. La retrogradación matemática, permite, dado un estado
determinado de la realidad, encontrar el antecedente causal que le
corresponde. La reflexión relativa a esta capacidad de asignar todas las
causas a todos los efectos, no obstante su importancia, no se verificó en
las concepciones científicas. Y es que los matemáticos no vieron que:

De lo que sabían era posible deducir que un ser de una


inteligencia infinita, para quien la perfección del análisis algebraico no
guardara secretos, podría seguir sin dificultad cada impulso dado al aire,
y al éter a través del aire, hasta sus remotas consecuencias en las épocas
más infinitamente alejadas. Puede, ciertamente, demostrarse que cada
uno de estos impulsos dados al aire influyen sobre cada cosa individual
existente en el universo, y ese ser de infinita inteligencia que hemos
imaginado, podría seguir las remotas ondulaciones del impulso, seguirlo
hacia arriba y adelante en sus influencias sobre todas las partículas de
toda la materia, hacia arriba y adelante, para siempre en sus
modificaciones de las formas antiguas; o, en otras palabras, en
sus nuevas creaciones... hasta que lo encontrara, regresando como un
reflejo, después de haber chocado -pero esta vez sin perturbarlo- en el
trono inmaculado de la Divinidad.
En este caso, mediante una experiencia intelectual de
especulación pura, alcanzamos la materia imparticulada, la causa
fundamental de la realidad: Dios mismo, en su dinamismo creador,
verificado fuera del tiempo en las entrañas silenciosas de la vida divina.
En las profundidades de la causa primera, fuera del tiempo y aquende la
sucesión, se encuentra el origen esencial de todos los seres. El
movimiento procedente de Dios, se denomina pensamiento, el que
penetrando a través del éter conforma la materia, dando origen a la
realidad más densa y al conjunto de las manifestaciones percibidas por
nuestros sentidos groseros…

17
Estas cuestiones, deberán esperar ocasión más propicia, para ser
debidamente tratadas. Aquí, simplemente nos alcanza con consignar la
presencia de algunas nociones filosóficas: el eslabonamiento de causas,
y tras él, un presente contemporáneo a toda la serie, distinción entre
causas fundamentales y derivadas, y la concepción del movimiento
como creador.

Lo que subyace, en este diálogo, en acto literario y en la belleza


profunda de su efecto narrativo, es la consideración del verbo eterno y el
Lógos creador y divino. Razón, que penetra en la realidad manifestada,
constituyendo el andamiaje del encadenamiento causal, forjando, así, las
razones seminales que constituyen la trama del devenir universal. Aquí,
entendemos también, en un análisis más fino, que esta razón que nos es
específica será también agente de creación. La creación divina se
continúa en la humana.
Y el hombre actualiza su potencia en los movimientos creativos
de su razón, en la conformación de un nuevo estado de la realidad, capaz
de sobreponerse a las determinaciones más inmediatas de su naturaleza
diabólica o bestial. Es así como Poe, en este punto, termina el relato
afirmando los contrastes de la conformación humana y dando cuenta,
conjuntamente, de su dinamismo creador. Los contornos plásticos de la
materia transfigurada tórnanse, así, ocasión de una expresión simbólica
más sólida en realizaciones tangibles más fecundas acerca de los
destinos humanos y el papel vital del arte. Arte que crea la belleza,
sugiriendo una realidad contemporánea, arquetípica y eterna; orientación
vital única, con su capacidad intrínseca de dar vida, y tornar perenne, a
toda forma elevada de belleza.

18
III

Agathos. –Te he hablado, Oinos, como a una criatura de la hermosa


tierra que pereció hace poco, de impulsos sobre la atmósfera de ese
mundo lejano.
Oinos. –Sí.
Agathos. –Y mientras así hablaba, ¿no cruzó por tu mente algún
pensamiento sobre el poder físico de las palabras? Y es que cada
palabra, ¿acaso no es un impulso en el aire?
Oinos. –¿Pero por qué lloras, Agathos... y por qué, por qué tus alas se
pliegan mientras nos cernimos sobre esa hermosa estrella, la más verde
y, sin embargo, la más terrible que hemos encontrado en nuestro vuelo?
Sus brillantes flores parecen un sueño de hadas... pero sus fieros
volcanes semejan las pasiones de un corazón turbulento.
Agathos. –¡Y así es... así es! Esta estrella tan extraña... hace tres siglos
que, juntas las manos y arrasados los ojos, a los pies de mi amada, la
hice nacer con mis palabras apasionadas. ¡Sus brillantes flores son mis
más queridos sueños jamás realizados, y sus furiosos volcanes son las
pasiones del más turbulento e impío de los corazones!

JONATHAN GEORGALIS

19
EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS

En este arcón aparecen objetos peculiares de valor


incalculable. Venderlos no es una opción, pues al traducirlos en
dinero pierden significado. Sin embargo, queremos compartirlos
de alguna manera y por eso abrimos este espacio.

La cajita de los recuerdos: a propósito de Michel Houellebecq1


Hace unos días estaba leyendo un libro de ese escritor francés,
famoso por su extremo desenfado, por los provocativos personajes de
sus novelas y sus opiniones “políticamente incorrectas”. El libro se titula
El mundo como supermercado, el escritor es Michel Houellebecq.

De pronto me sorprendió la incontestable sensatez de su reclamo.


Se estaba refiriendo al acto de lectura. Decía que un genuino acto de
lectura se hace cada vez más difícil dado el estado de dispersión en que
vivimos, la velocidad en que nos movemos, el cambio permanente en
que nos hallamos inmersos, la actitud de descarte con que nos
relacionamos con los seres:

1
Nuestro agradecimiento a la autora por permitirnos reproducir aquí este artículo, que
habíamos publicado antes en otro lugar. [R.L.]

20
“Los libros piden lectores; pero estos lectores deben tener una
existencia individual y estable: no pueden ser meros
consumidores, meros fantasmas; deben ser también, de alguna
manera, sujetos. […] los occidentales contemporáneos ya no
consiguen ser lectores; ya no logran satisfacer la humilde petición
de un libro abierto: que sean simplemente seres humanos, que
piensen y sientan por sí mismos.”

Y enseguida, con una sorprendente y lúcida naturalidad traslada


Houellebecq su reflexión hacia otro campo:

“Con mayor motivo, no pueden desempeñar ese papel frente a


otro ser. No obstante, tendrían que hacerlo: porque esta
disolución del ser es trágica; y cada cual, movido por una
dolorosa nostalgia, continúa pidiéndole al otro lo que él ya no
puede ser; cada cual sigue buscando, como un fantasma ciego,
ese peso del ser que ya no encuentra en sí mismo. Esa resistencia,
esa permanencia; esa profundidad. Todo el mundo fracasa, por
supuesto, y la soledad es espantosa.”

A partir de ese momento de la lectura, Houellebecq se convirtió


para mí en cierta medida en un igual, un hermano. Su reclamo me llevó a
mi cajita de los recuerdos en la que hace muchos, muchos años había
dejado caer estas líneas:

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Los otros
Presencias que huyen
dejando tras de sí la tristeza inabarcable
de un gesto sin destinatario.
¿Qué busca el deseo?
Sólo presencias.
La luminosidad de una presencia
revela que es posible
que nada falte.
Buscando altura,
tiempo sin tiempo.
Tocar las desnudas entrañas de lo real.
Doloroso retorno.
¡Lo he visto en tantas formas!
Sé de lo que hablan.
Del misterio de la vida. De nuestra muerte.
Del deseo torturado de un encuentro

Sé también del monologar.


A menudo escucho el eco de mi voz en la dureza de sus oídos.
¿O será esa dureza el eco de sus propias voces?

***

¿De dónde surge, Michel, toda esa nostalgia de presencias?


(¿Tendrá la humanidad una “cajita común de recuerdos”?)
¿Por qué cuesta tanto satisfacerla?
¿Nos resulta más fácil permanecer inertes, fantasmas ciegos?
¿No somos ya capaces de levantar la mano y decir “presente”?
¿A dónde nos fuimos?
¿“Estamos” en algún sitio?
MARISA MOSTO

La caja, el cántaro y la lata


Al parecer no fue una caja la de Pandora, sino una suerte de
cántaro, un πίθος. De cualquier forma tengo algunos recipientes que me
traje desde Grecia, en mi carácter de “juntador” de cosas. Si bien la
Hélade está mucho más relacionada con el vino, esta vez me ocuparé un
poco de la cerveza.

22
Y me refiero a una marca muy célebre en la cuna de la
filosofía… aunque más bien hablaríamos de pensamiento pre-filosófico.
Es la que ves en la foto, amigo lector.

Si imaginamos un milagro a la griega, podemos pensar que


Homero, Hesíodo, Epiménides de Cnoso, Partenio de Nicea y varios
otros caben en la lata, una suerte de πίθος que les da cabida. Lo llamaré
el cántaro de Radulfus.
Radulfus

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MINIMA PHILOSOPHICA

Marasso y un recuerdo de Manilio


Marco Manilio fue un poeta y astrónomo romano del s. I AD.
Compuso (adapto lo que dice la Wikipedia) el poema más antiguo que se
conoce acerca de astrología y astronomía, Astronómicon o Astronómica,
cerca del año 10 d. C., que ha llegado a la actualidad bastante completo
en cinco cantos o libros; el último, incompleto. Un argentino, Arturo
Marasso (1890-1970), lo recordó en su poema “A Manilio.”
La noche llega, idéntica, áurea espuma
luciente; es un fulgor de mar el cielo;
de nebulosas diamantina bruma
extiende en negra cima ardiente velo.
Tu palabra despierta, entra esta hora
en olvidados siglos; tú miraste
la Vía Láctea, alba luz de aurora,
fuiste poeta y lo infinito amaste.
De aquel concorde espacio tu voz viene,
en ansiosas tinieblas adivina;
contigo el universo me retiene
y en mí su eterna emanación germina.
En la onda del tiempo, en la callada
noche que en cima lóbrega destella
y nos reúne, somos la mirada
del hombre mismo ante una misma estrella.

Sé que un estilo tan culto como el de este académico no es


fácilmente apreciado en estos días. Por otra parte, pienso que nadie más
calificado, en nuestras letras, que este hombre del verbo misterioso, si el
objeto de tal alabanza es otro vate de misterios insondables, los del
inefable cosmos. [R.L.]

El realismo complejo
Una célebre pero quizás poco conocida fórmula borgiana rezaba
así: “Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición
que no implique el universo entero” (“La escritura de Dios”, El Aleph,
Jorge Luis Borges). Lejos de querer comprenderla en la justa medida en
que lo hacía aquel gran pensador argentino, si es que lo hacía de una
única forma, he querido recogerla y asumirla dentro de lo que he optado
por llamar realismo complejo. En esta ocasión me gustaría poder
hablarles un poco sobre esta idea que poco a poco va tomando forma.

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¿Qué es el realismo complejo? O mejor dicho ¿Qué pretende ser
el realismo complejo? Como en muchas otras cosas, el objetivo es
sencillo de enunciar pero el camino difícil de recorrer (así, por ejemplo,
es fácil tener en claro que queremos llegar en forma al verano pero,
después del tercer día en el gimnasio, sabemos que la mano viene
dura…). ¡Intentémoslo! (me refiero al gimnasio, pero ya que estamos
también hablemos de filosofía). El realismo complejo busca ser una
visión renovada de la realidad que asuma en su reflexión precisamente
un componente que ha sido dejado de lado la mayoría de las veces a lo
largo de la historia: la complejidad de la realidad. Es cierto que ya otros
lo han pensado, como Borges, pero pareciera que pocos son los que se
han dispuesto a asumir un realismo atento a la complejidad inherente a la
realidad misma.

¿Qué puede significar que “no haya proposición que no implique


el universo entero”? En el realismo complejo esto significa que las
partes reclaman necesariamente el todo; es decir que cualquier ente
reclama para su existencia la totalidad de lo existente. Es una intuición
difícil, quizás en el fondo imposible de elucidar, pero ilustra
perfectamente la idea de la complejidad, que no queda reducida a ciertos
aspectos de la realidad sino que se extiende a toda ella. Traducida a una
cuestión técnica la intuición sería así: “para poder explicar a fondo un
solo ente habría que poder explicar la totalidad de lo que es”.
¿Complejo, verdad?

Ahora bien, ¿qué consecuencias se derivarían de esto? Por lo


pronto podemos imaginar dos:
1) Nuestras explicaciones de la realidad van a ser siempre
incompletas. No es nada nuevo, ya los escolásticos decían que no
podíamos ni siquiera llegar a conocer a fondo la esencia de un mosquito
debilucho. Esto no es en sí un problema, pero puede serlo si olvidamos
que no lo sabemos todo. La arrogancia epistémica puede ser fatal:
subirse a pilotear un avión sin saber bien cómo se hace tiene más
chances de terminar en un accidente que de ser una experiencia
divertida. Y sin saberlo muchas veces nos movemos en la realidad
pensando que la conocemos al dedillo aunque en verdad estemos
montando sobre un toro enfurecido que en cualquier momento nos va a
arrojar a varios metros de distancia. En el mejor de los casos solo
recibiremos un par de moretones y si tuvimos suerte un “ooohh” del
público alrededor. No podemos bajarnos de este toro, domarlo es muy
complejo: estemos al menos atentos a sujetarnos de donde podamos y
dejemos de lado la ilusión de andar montando en un bambi en hermosas
praderas.

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2) Nadie tiene nunca la última palabra, porque nunca se llega al
final de nada. Lo positivo de esto es que siempre puede volver a decirse
alguna novedad: aunque no haya nada nuevo bajo el sol, hay algunas
cosas que están todavía a la sombra. Es la perenne idea de que no
podemos agotar con nuestro entendimiento la inteligibilidad de la
realidad, que ahora descubrimos era mucho más compleja de lo que
pensábamos. Esto no tiene que ser entendido como un posible
relativismo, ni mucho menos un correlacionismo (donde las cosas son
por su relación).

En fin: adventure time! El realismo complejo es apenas un bebe


gateando entre los gigantes de la historia de la filosofía. ¿Hasta dónde
llegará?
Alejo Cercato
Tempus Fugit

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