Política
26 May 2018 - 9:00 PM
Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
Carlos Negret se alarma ante el ataque que sufrió uno de sus equipos en el Naya
por parte de hombres armados, para arrebatarle a un líder social y secuestrarlo
delante de todo el grupo protegido por el derecho internacional humanitario, pese
a las insignias que portaba. Se refiere también al compromiso de los candidatos
presidenciales, gane quien gane, de respetar los derechos de la gente. Y a la
verdad que encierra la denuncia sobre la existencia de sitios en Tumaco para
desmembrar cadáveres.
“El próximo presidente de la República tendrá la obligación de reconciliar a los colombianos”, advierte
el defensor del Pueblo, Carlos Negret. / Gustavo Torrijos
¿Afirma que las disidencias de las Farc han atacado a exintegrantes de las
mismas Farc, es decir, a sus antiguos compañeros, cuando estos intentan
hacer proselitismo político legal?
Sí. Uno de los casos más sonados es el de Peque (Antioquia): dos miembros de
las Farc en desmovilización asistieron a una reunión para promover candidatos al
Congreso de su partido, Fuerza Alternativa. Cuando salieron del municipio
fueron asesinados. Según se informó, no solicitaron acompañamiento ni
esquemas de seguridad. Luego se supo que quienes los atacaron fueron sus
excompañeros, disidentes de la misma guerrilla (ver información adicional en la
parte superior de la página).
Hace un par de años la Defensoría publicó otro informe con relación a casas
de pique en Buenaventura. La situación en Tumaco, ¿es idéntica a la del
puerto vallecaucano?
En general, todo el andén Pacífico –desde Chocó hasta Nariño incluidos los
municipios de Guapi, Timbiquí, López de Micay (Cauca) y Litoral del San Juan
(Chocó), entre otros– sufre el drama asociado al narcotráfico, con un resultado
poco alentador por la ausencia del Estado. Aprovecho su pregunta para rechazar
una vez más lo sucedido el pasado 5 de mayo con una comisión de la Defensoría
del Pueblo en el río Naya, donde fue asaltada por un grupo armado ilegal que
secuestró a Iber Angulo Zamora, defensor de derechos humanos y líder social.
También repudiamos el hecho de que nuestra sede regional Pacífico haya sido
objeto de una amenaza representada en una bala arrojada por debajo de la puerta.
Es cierto: esos hechos son gravísimos porque implica que esas bandas que
antes tenían ciertos límites mínimos, aunque fueran escasos, ahora ni
siquiera respetan a los delegados humanitarios, que no tienen color militar o
político. ¿Cómo secuestraron al líder social Iber Angulo?
Días antes de lo ocurrido, el consejo comunitario del Naya había solicitado que
una entidad defensora de derechos diera la posibilidad de acompañar, en su salida
de la zona, a los hermanos Angulo. Coordinamos una misión con todos los
protocolos internacionales del derecho internacional humanitario, incluidas las
identificaciones claras y a la vista. Veinte minutos después de recogerlos en una
lancha fuimos abordados por un grupo de hombres que llevaban armas de largo y
corto alcance. Nos dejaron avanzar, pero más adelante el mismo grupo, ya muy
agresivo y de manera intimidatoria, preguntó quién era Iber Angulo y nos lo
arrebataron. Antes habían hecho lo mismo con hermanos de la misma familia. A
la fecha no sabemos qué pasó con ellos.
¿Es usual que hechos criminales como este le ocurran a la Defensoría del
Pueblo?
No. Todo es grave en este incidente, pero lo más delicado es que nunca, durante
la existencia de la Defensoría, una de nuestras misiones había sido atacada, a
pesar de las zonas difíciles que penetramos. A los grupos armados ilegales les
hacemos saber que el derecho internacional humanitario debe ser respetado en
todo tiempo y lugar, para asegurar garantías mínimas en la confrontación, y que
casi todos sus similares en el mundo se cuidan de afectar las misiones con estas
características por las consecuencias que derivan para sus integrantes en donde
quiera que se encuentren, e incluso debido a que esas misiones podrían servir
algún día a sus propios miembros. Por eso, organismos como las propias
Naciones Unidas y ONG como Human Rights Watch dieron su voz de alarma
ante el caso Angulo.
Una pregunta que no puedo dejar de formularle como Defensor del Pueblo:
en las zonas rurales que recorren sus funcionarios, ¿se ha notado el cambio
en la vida de los pobladores después del Acuerdo de Paz?
Mi período comenzó pocos días antes de la firma del Acuerdo de Paz. Empecé a
recorrer el país y a constatar personalmente cuál era el clima con que las
comunidades iban a recibir el Acuerdo. Y créame que por donde iba se sentía la
esperanza que despertaba, no sólo el hecho de desarmar a la guerrilla más grande
de Colombia, sino que llegara el Estado. Después del plebiscito y de los ires y
venires para empezar la fase de implementación, parte de esa sensación se fue
morigerando. Pero le puedo afirmar, sin duda, que no hay un lugar en la
Colombia rural en donde no se reconozca la importancia de haber retirado más de
7.000 armas de la guerra. Acabar con un conflicto de medio siglo lleva tiempo,
frustraciones y decepciones. No obstante, las vidas que se han conservado, las
víctimas que le robamos a ese registro de casi 8’700.000 producto de la guerra,
son suficientes. Sólo por eso, el Acuerdo valió la pena.