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La globalización vs. La mundialización. Un tema de crecimiento y desarrollo


en México

Ahora que el sistema capitalista se despliega como modelo económico a seguir,


en la mayor parte del mundo, pero no de manera lineal, al contrario, de doble
movimiento donde un grupo de Estados-nación, geográficamente al norte, son los
más aventajados no sólo históricamente, sino en esta segunda década del siglo
XXI siguen marcando el paso a seguir en eso que llaman globalización, es decir,
las finanzas y el comercio internacionales pilares de este paradigma. Y se les
suele denominar “ganadores”; y por el otro lado, aquellos del sur, que son la
mayoría de los países, los cuales van en una carrera por no ser denominados
“perdedores”. Las características económicas de estos últimos son tan diversas
que la implementación de la globalización en varias regiones del sur no es
homogénea, por ello, se ha generado mejores dividendos económicos y sociales
en subregiones del sur que en otras; entre ellas también incluye a los países
desarrollados.

Esto se ha traducido en un crecimiento en los rubros macroeconómicos, en el


mejor de los casos, pero no necesariamente un mejor desarrollo económico
humano, para zonas bien focalizadas del planeta. Entre las más favorecidas se
encuentran Estados Unidos, Europa y Asía concretamente el Sureste y Oriental. Y
en la contraparte está América Latina, Medio Oriente, y África, de acuerdo con el
World Factbook de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). El objetivo
fundamental de este escrito es mostrar las cifras e interpretaciones de expertos
con diferentes enfoques en materia de crecimiento y desarrollo económico basada
en los últimos informes de algunas Organizaciones Intergubernamentales más
trascendentales para América Latina, y en particular de México, para evaluar el
comportamiento y el vínculo existente entre el comercio internacional y el
crecimiento- desarrollo a partir de la inserción al modelo de la globalización de los
países tanto prósperos como emergentes.

Las cifras de la ultima década que ofrece la Agencia Central de Inteligencia (CIA)
muestra como son los Estados-nación de la latitud sur, donde el índice Gini ---
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mide el grado de desigualdad de los ingresos familiares a través de un número


entre el 0 y 1 donde el primero muestra la igualdad, y el segundo la desigualdad; y
se expresa en porcentaje --- muestra que dentro de las primeras posiciones
menos favorables encuentran países como Namibia con 70.7, Sudáfrica, es la
segunda, con 65.0, Lesotho en el tercer puesto con 63.2; en el séptimo puesto
está Haití con 59.2, y en el octavo, Colombia con 58.5. En el caso de México
ocupa el lugar vigésimo octavo sitio con 48.2.

A pesar de lo dicho anteriormente, dentro de las mismas áreas favorecidas se han


creado mares de subdesarrollo, que no son otra cosa que áreas de muy poca
rentabilidad para la inversión pública y privada principalmente han emigrado a
otras partes, ya sea dentro del mismo Estado o donde se les ofrezca mejor
rentabilidad. Basta mencionar ciudades como Detroit, Pittsburgh, Glasgow; y en
los países emergentes hay islas de desarrollo. Los casos más famosos son:
Pekín, Shanghái en China, Dubái en los Emiratos Árabes Unidos, Seúl en Corea
del Sur, Singapur, Bangkok en Tailandia.

No es de extrañarse que bajo tales circunstancias sea imprescindible revisar con


más detalle la globalización, entendida como un nuevo período de expansión del
Capitalismo, a partir de allí, los teóricos han abarcado diferentes ámbitos y niveles
de aplicación; pero con la directriz de un proceso de transacciones que surge de
los intercambios establecidos en diversas partes del planeta, cuyo motor son las
empresas transnacionales o corporativas que favorecen las nuevas técnicas de
información y comunicación con el fin de acelerar los flujos comerciales y
financieros-- pilares de este modelo-- y desde luego, obtener mejores utilidades
con menor inversión. Al hacer un breve recorrido contemporáneo se puede
observar que se han aplicado reformas llamadas de primera generación, donde
involucra a las instituciones financieras, fiscales y bancarias, con el fin de
fortalecer la estabilidad macroeconómica en los años 80s, en la mayoría de los
países en vías de desarrollo; la segunda generación, consiste en reforma
educativa, salud pública, sistema penal, en favor de incrementar el progreso
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social, todo ello a inicios del 2000, en tanto, la tercera generación se plantea el
camino hacia la productividad a largo plazo en los últimos años.

De acuerdo con varios informes estadísticos, éstos, no dieron buenos resultados


para la mayoría de Estados-nación del sur, cuando en realidad se esperaba lo
opuesto, más bien, han sido mediocres, en términos de repartición de la riqueza,
es decir, la desigualdad radica primordialmente en la poca participación de las
masas salariales como en el caso mexicano, donde representó entre 30 y 33.3%
del Producto Interno Bruto (PIB) desde finales de la década de los 80s., y un
29.8% en el 2005. Mientras en el continente, si en 1980 cuatro de cada 10
latinoamericanos vivían bajo la línea de la pobreza, en 2006 son los mismos
cuatro de 10 que permanecen en ella. En ese mismo año existían 205 millones de
pobres en la región, 5 millones más que en 1990. Y por si fuera poco, algo similar
ocurrió en los países desarrollados, en efecto, la masa salarial llegó a representar
alrededor del 70% del PIB, en los 70s., y escasamente 59% en 2006. Como bien
lo afirma el maestro, Juan María Alponte, reiteradamente en sus artículos
periodísticos, “que en todos los países desarrollados la última década, ha
significado un desastre para las masa salarial y una violenta concentración –
expropiación -- del ingreso en un minoría”. El caso más emblemático, es Estados
Unidos, en 2004 el 10% de los hogares más ricos representaba el 70% de la
riqueza total del país, y la combinada riqueza neta de 1% de las familias fue mayor
que en el 90% más bajo. El 1% más rico acumuló más del 22% del Producto
Nacional Bruto (PNB). Eso explica el descenso brutal del papel de la masa salarial
en el PIB. Por tanto la pobreza creció también en Estados Unidos, entre 2000 y
2007 casi en 5.7 millones. Y por otro lado, que decir de África, donde la pobreza
persiste, las desigualdades al interior de estos Estados con una creciente
desigualdad de géneros, y los altos niveles de desempleo se sitúa entre las
regiones con más desempleo, alrededor del 30% entre los jóvenes, al igual que en
el Medio Oriente con el 25% de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional
(FMI) poco después de la crisis financiera de 2008-2009.
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Desde la perspectiva macroeconómica para los Estados desarrollados y


emergentes, particularmente en AL, como bien lo ha declarado el hombre más rico
del continente y del mundo, --Carlos Slim-- para el diario EL UNIVERSAL de
México en mayo del 2011 “los países nuestros de AL, unos más avanzados que
otros….tenemos un sistema financiero sano, tenemos las variables
macroeconómicas estables, son variables macroeconómicas que podríamos decir
que están muy sanas, no hay una situación estructural complicada”. Lo confirma,
el Banco Mundial (BM) al agregar que una buena fortaleza de la zona es el buen
sistema inmunológico macro-financiero, sus mayores nexos comerciales, con Asía
emergente y su buena integración a los mercados financiero”.

Al seguir esta misma línea, argumentos encontrados se pueden observar respecto


a las evaluaciones de las últimas décadas para AL principalmente, pero también
para otras regiones emergentes. Hay algunos investigadores que sin duda alguna
manifiestan las oportunidades del sistema, y otro más, hacen severas criticas al
orden imperante, entre ellas, la de Carlos Elizondo Mayer Serra, “América Latina,
en general tuvo un mal desempeño. Como región ha ido perdiendo peso en el
último medio siglo, en buena medida por su falta de productividad y un escaso
crecimiento en la productividad de los factores de producción” agrega el autor
“tampoco hemos sido capaces de construir una sociedad más justa………los
niveles de pobreza también se han mantenido altos y en cada crisis son los pobres
quienes pagan el costo mayor. Cabe resaltar, que la región en su conjunto es,
después de África la más desigual del mundo”. Dentro de esta misma tónica en
Bernardo Kliksberg comenta “América Latina es el continente más desigual del
mundo, y lo ha sido por mucho tiempo. No sólo es más desigual que Alemania,
Austria o Estados Unidos, (que todos hemos llegado a aceptar como algo normal),
sino incluso más que Angola, Corea o Tahití, y más desigual, como continente,
que los demás del planeta”.

Mientras tanto, Macario Schettino dice “Existe la creencia en México de que


somos un país muy pobre. La pobreza es uno de los temas más socorridos para
flagelarnos por lo mal que llevamos el país. Es, sin embargo, una creencia, y no
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tiene mucha relación con la realidad. Indudablemente hay en México una cantidad
muy importante de personas que tiene ingresos muy bajos, es decir, que vive en
situación de pobreza, como ahora se dice. Pero eso no es, por sí mismo, ninguna
información. Lo relevante es comparar con otras naciones, por ejemplo, o con
otros momentos del tiempo, para que cobre sentido el tema. De entonces en
adelante, la estabilidad financiera, y el crecimiento económico (Mediocre, como
sabemos), la fue reduciendo hasta que la crisis en los precios de alimentos en
2008 la volvió a incrementar. No tanto como en 1996, pero se perdieron dos años
de avances. Estas cifras, por más intentos que uno haga, resultan inaceptables
para quien cree que somos cada vez más pobres. No hay evidencia que destruya
una creencia, dicen, y con este tema es muy fácil de comprobarlo”.

Y es exactamente lo que Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín comentan


en particular sobre el caso mexicano, y en general de AL: “México es un país más
próspero, o menos pobre, que nunca en su historia. Nunca ha tenido un ingreso
per cápita mayor que el que tiene hoy: 13 mil 200 dólares en poder de compra,
cifra todavía lejana de la de un país próspero (25 mil y más) y sólo la cuarta parte
de Estados Unidos (47 mil), pero la más alta riqueza per cápita que hayamos
tenido nunca. Si hacemos caso al historiador John Coatsworth, la desproporción
de la riqueza per cápita entre México y Estados Unidos no ha cambiado mucho
desde 1850. Era cuatro y media veces en 1850 (32 dólares México, 132 Estados
Unidos) y es cuatro veces hoy (13 mil a 50 mil). México también es hoy un país
menos pobre que nunca en su historia. El continente de su pobreza es todavía
gigantesco, pero no es del tamaño que vio Humboldt en la Nueva España de
1808, ni de la del país rural de principios del siglo XX. La diferencia la hacen hoy
los millones de mexicanos que no son pobres: 60 o 70 millones de gentes,
miembros todos de las incipientes, naufragantes o consolidadas clases medias
urbanas que México no empezó a tener sino en la segunda mitad del siglo XX.” Y
en esa radiografía agregan algo más respecto al continente: “ Comparado con los
otros dos países latinoamericanos cuyos logros se reconocen
mundialmente…………El crecimiento promedio de Chile fue de 4.19% y el de
Brasil de 2.99%. La pobreza total de México (pobreza extrema más pobreza a
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secas) pasó de 47.7% en 1989 a 31.7% en 2006, una caída de 16%.6 En Chile
pasó de 38.6% en 1990 a 13.7% en 2006, mientras que en Brasil disminuyó del
48% en 1990 al 25.8% en 2008.7. En otras palabras, tanto en ingreso per cápita
como en tasa de crecimiento, a México le ha ido mejor en estos 15 o 20 años que
a Brasil y peor que a Chile, el campeón latinoamericano en todos los indicadores
de modernidad. En combate a la pobreza México arroja peores resultados que
Chile y Brasil, pero con una tendencia a la reducción parecida. El aumento en el
consumo per cápita de carne, electricidad o automóviles durante estos 15 años ha
sido semejante para los tres países. Ha sucedido lo mismo con la disminución de
la desigualdad: entre 1999 y 2008, según los cálculos de Luis Calva-López y Nora
Lustig (realizados para el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo),
México redujo su coeficiente Gini en más de 5%, Brasil en 3% y Chile en 1%.8”.

Las cifras que respaldan los argumentos presentados por Castañeda y Aguilar
Camín, y el propio Schettino, no son cuestionables de ninguna forma, pero mucho
menos los planteamientos de Meyer Serra, Kliksberg y Alponte. No se trata tomar
postura por alguna de ellas, es más bien, mostrar las interpretaciones que
presentan los teóricos como se ha propuesto, en los párrafos anteriores, de la
manera de exponer las ventajas y desventajas de la dialéctica de la globalización,
tanto para Estados emergentes como desarrollados, resulta importante agregar
que sí se ha roto el mito que tanto una cara como la otra de la moneda, no son
“buenas” ni “malas” en si mismas, se trata más bien de sus políticas empleadas
por parte de cada Estado (partiendo de la base de instituciones revalorizadas y
más activas para responder al mercado) y su eficacia, estas sí que ponen a las
naciones o ciudades en vías del progreso, junto al factor exógeno en la forma de
enfrentar las asimetrías ya existentes. Sobre este factor el caso mexicano dentro
de su inserción al mundo del comercio internacional a partir de los años 90s. tuvo
un éxito moderado (no todo lo esperado pues la idea que las empresas nacionales
se asociaran al capital extranjero, y creciera en un 12% el PIB en esos años, cosa
que no ha sucedido hasta hoy ninguna de ambas cosas), con la llegada de la
Inversión Extranjera Directa (IED) y la ruptura de la mono exportación del petróleo,
se creció en promedio desde 1994 hasta 2007 en 3.1% de acuerdo con la
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Comisión de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD).


Poco después con la crisis financiera del 2008-2009 México fue uno de los más
afectados por la conexión con Estados Unidos, por lo tanto, el PIB decayó al 2%
en el 2009. Y poco más tarde en el 2011 una leve mejoría de 4% aprox.

México optó por una estrategia de apertura donde las empresas transnacionales
contribuirían a formar recursos humanos, y al desarrollo tecnológico; en tanto las
nacionales serían las detonantes del crecimiento, al canalizar el IED y así
fortalecer la producción local. Pero en realidad a largo plazo no contribuyó al
desarrollo del país; más bien se dio una creciente interdependencia asimétrica con
Estados Unidos y una relación comercial con el resto del mundo más alejada, es
decir, un superávit con los vecinos del norte, y un déficit con los demás en la
balanza de pagos. ¿Cómo responder ante tal situación a favor de México? Ya no
se trata sólo del monto de las exportaciones e importaciones, sino de la
composición de ellas. Cada vez la creciente importancia de los bienes intangibles
y de conocimiento se torna competitiva para una mejor inserción en la economía
mundial que reflejan los nichos donde se incorpora al país y su potencial en las
rentas globales. Finalmente son las empresas mexicanas quienes determinan el
modo de inserción internacional, donde la mayoría se enfoca en el valor bajo-
medio del valor agradado, de acuerdo con la UNCTAD, con valor de ganancia muy
poco, por ejemplo en la rama automotriz, donde los niveles de innovación están en
las matrices y no en México donde la inversión en investigación y desarrollo
tecnológico no se presenta por parte de las empresas foráneas. En suma, sí ha
habido crecimiento económico, pero no como el esperado al momento de dejar las
políticas proteccionistas de los años anteriores, por consiguiente, se puede decir
que efectivamente las palabras de Mayer Serra resuenan en nuestros tímpanos.

La globalización, entretanto, no se centra en la economía exclusivamente, como


se ha dejado constancia, sino también existen cuestiones sociopolíticas que
representan en esencia, la idea de una democracia liberal, y la implementación de
los derechos humanos; donde la revalorización o reivindicación del ser humano
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para fructificar en soluciones políticamente viables para el bienestar social, la


igualdad, la justicia como se ha planteado una y otra vez por las Organizaciones
Intergubernamentales (OIG), las fuerzas transnacionales como son las
Organizaciones No Gubernamentales (ONG), y las propias firmas multinacionales,
además de la opinión pública internacional entre otros; gracias a todo ello, se han
presentado progresivas libertades como la de movimiento (migraciones) como una
constante dentro de las poblaciones, desde niveles locales hasta internacionales,
que implica un creciente intercambio cultural, en vez de una de una
homogeneización, hacia el interior de los Estados, llamado multiculturalidad, y
hacia el exterior, la interculturalidad. El primero de ellos, involucra la inclusión de la
pluralidad dentro de un mismo Estado en las formas de pensar, interactuar,
tradiciones, creencias, saberes, para crear más diversidad bajo la base de lo
incluyente. Sin olvidar que, sí hay diversidad, y además se favorece, pero con
igualdad de acceso, se aviva la cultura. Y el segundo, de ellos, se remite a la
importación selectiva de rasgos culturales que favorezcan no sólo a la propia, sino
que, al mismo tiempo, exporta rasgos propios que acrecientan a la cultura
mundial.

Esta otra cara del proceso es lo que se le ha dado por nombre la mundialización
del desarrollo humano (cultural). Vale recalcar que la globalidad y la
mundialización forman parte de un todo, es decir que abarca todas las
dimensiones o actividades del ser humano, y no sólo la temática económica, sino
más bien, abarca el aspecto cultural de desarrollo, entendido como la propia
Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de uno de los organismos
especializados, como es la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia, y la Cultura) dice al plantear la idea del significado de la
cultura como “La capacidad del ser humano de reflexionar sobre sí mismo, ella
nos hace racionales, críticos, éticamente comprometidos. Por medio de ella,
discernimos los valores, y efectuamos opciones; el hombre se expresa, se
reconoce como un proyecto inacabado, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos
significados, y crea obras que transcienden”. De acuerdo con lo anterior el género
humano, es llamado así, no sólo por tener raciocinio, sino lo más importante es el
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uso, en plena libertad, de sus capacidades y crear un ambiente propicio de una


vida larga, saludable y creativa que da como resultado el aumento de la riqueza de
la vida humana. Esto último empata con el proyecto que se tiene de desarrollo
humano, que a nivel intergubernamental está a cargo el Programa de Las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Cabe preguntarse ¿En que consiste
el desarrollo, de acuerdo con este organismo internacional?

Éste hace mención que el desarrollo, en contrasentido al crecimiento ya


evidenciado en párrafos anteriores, es un proceso de naturaleza multidimensional
y dinámica que ha venido evolucionando desde el fin de la segunda guerra
mundial. Hay varios indicadores que registran el desempeño de los Estados desde
los años 90s hasta el más reciente índice en el 2010. Este último mide los avances
en tres dimensiones principalmente: vida larga y saludable, acceso a la educación
y para comprender el valor de estas tres se define en una escala de 1 a 0. Cuanto
mayor es el valor mejor son los resultados alcanzados.

En términos generales se afirma que la mayoría de los países más pobres han
logrado avances dignos de mención en el índice desarrollo humano (IDH), en tres
dimensiones, el primero es en tema de salud, y con un indicador: esperanza
(mayor) de vida al nacer; el segundo es la educación con dos indicadores: años
promedios de instrucción, y años de instrucción esperados; y el tercero es el
estándar de vida con un indicador: INB (Ingreso Nacional Bruto per cápita) es
igual que el PIB pero la diferencia radica que se resta los recursos que salen al
exterior, como el pago de la deuda, las utilidades de las empresas extranjeras; y
se suma las cantidades que llegan al Estado como rentas financieras,
remuneraciones e intereses y las remesas. Y si fuese poco, la capacidad de elegir
sus dirigentes, influir en las políticas públicas, participación de las personas en
plasmar la equidad, el desarrollo y la sostenibilidad. Aquellos Estados que han
avanzado de manera vertiginosa en estos últimos años dentro de esta clasificación
son Omán, China (89), Corea del Sur (12), Nepal (138), Indonesia (108), y Arabia
Saudita (55), Túnez (81).
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No resulta tan sorprendente, que de los 169 Estados evaluados (más otros
territorios), los primeros diez países que encabezan la lista son aquellos que
aparecen por lo general en otras evaluaciones y con parámetros diversos. Ellos
son: Noruega (1), Australia (2), Nueva Zelanda (3), Estados Unidos (4), Irlanda (5),
Liechtenstein (6), Países Bajos (7), Canadá (8), Suecia (9), y Alemania (10).
Considerados dentro del IDH muy alto. Hay que notar que los Estados
latinoamericanos no aparecen en esta clasificación. Ellos aparecen en los
llamados índice alto; Chile es el mejor clasificado (45), después Argentina (46),
Uruguay (52), Panamá, (54) México (lugar 56 donde descendió dos lugares desde
el 2005 al 2010), Costa Rica (62), Perú (63), Brasil (73), Venezuela (75), Ecuador
(77), Belice (78), Colombia (79) y Jamaica (80). En otras palabras, el continente
sale bien clasificado en esta categorización, es optimista esta perspectiva que No
observa exclusivamente el ingreso. No obstante, no todo es favorable, no todos
los países han avanzado con igual rapidez, alrededor del mundo África
Subsahariana y ex republicas soviéticas, y en concreto en la región americana
Guatemala (116), Nicaragua (115), Honduras (106), Paraguay (96), Bolivia (95), y
El Salvador (90).Estas cifran llevan a decir que han avanzado menos una cuarta
parte de los Estados en desarrollo sólo un 20%, y la otra cuarta parte lo ha hecho
más, es decir, 65%.

Y si se evalúa otras listas tomando en cuenta el ingreso, y con tan diversas


variantes matemáticas, como hacen otros estudios especializados de
organizaciones internacionales tanto públicas como privadas, como el presentado
por la CIA, al inicio de este artículo, el de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo (OCDE) publicó el informe de “Indicadores Sociales, del mismo Banco
Mundial (BM) redactó sobre el desarrollo mundial “Conflicto, Seguridad y
Desarrollo”, y la Organización Mundial del Comercio (OMC) en las previsiones de
ampliar el libre comercio notificó “Informe sobre el Comercio Mundial 2011”, el
Word Economic Forum, (WEF) con el reporte “Mundial de Competitividad”, el
Fondo Monetario Internacional (FMI) divulgó “Tensiones derivadas de la
recuperación a dos velocidades”, y por si faltara uno más, el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) con el informe “Una región. Dos velocidades”; el horizonte
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dista mucho de los párrafos anteriores, en parte por el crecimiento económico


mayor que aquellos llamados ricos, en contraposición a los nombrados pobres, por
lo tanto, la brecha grande se mantiene en el mejor de los casos. Desde luego
todos de ellos son respetables y herramientas útiles para cada campo
especializado. Pero también incompletos. Vale preguntarse después de estos
diversos métodos estadísticos el aporte significativo del IDH. La respuesta pasa
por la economía del desarrollo humano, en términos de la mundialización, que
comprende primeramente la defensa y distinción del crecimiento económico en
términos de la globalización. Se trata del bienestar personal radica, no
exclusivamente en tener dinero, y gastarlo, es más bien, tener planes de vida
significativos como participar el las decisiones colectivas, y vivir en una comunidad
nacional e internacional respetuosa de los valores de todos sus miembros.

Finalmente, el continente, si bien ha ganado en el índice de desarrollo humano,


gracias al incremento del gasto púbico y políticas sociales, como la salud, la
educación, y estándares de vida básicas bien focalizadas, el reto es mantener
dicho estatus. Al mismo tiempo, sigue ocupando, en términos de crecimiento
económico un lugar desagradable en la división del ingreso al interior de los
Estados sólo por encima del África Negra y Asía Meridional. Hay que recordar
que, sin crecimiento económico, es muy complicado mantener o incrementar el
desarrollo humano. Y para el caso concreto de México, su inserción en el sistema
capitalista ha sido a través de diversos acuerdos comerciales internacionales
donde las rentas dependen cada vez de las manufacturas intensivas en
conocimiento (ideas) y tecnología, y no sólo de las manufacturas de valor bajo-
medio. La promesa radica en que mayor calidad de desarrollo humano el país se
instale mejor en los niveles de ingreso mundial, Sin caer en el error de anteponer,
el aumento del ingreso a toda costa, (como esta sucediendo con el deterioro del
medio ambiente), del bienestar, es decir, aumentar la riqueza de la vida humana.

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