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Tal fenómeno arrasó con la vida de muchos nativos de muchos países, incluyendo el
nuestro, siendo usados como muebles, siendo vendidos y usados para mano de obra. Los
españoles en innumerables ocasiones abusaron de los nativos, no solamente de sus
libertades sino de su condición digna. Para los cuales hubo algunos que defendieron los
derechos de estos, como lo fueron los frailes, como fray Bartolomé de las casas, defensor
de los derechos de los nativos.
La Historia Colonial de Guatemala
Sin embargo, no es solamente Antigua que ofrece la historia colonial. Conforme vayas
reconociendo Guatemala podrás ver iglesias edificios y fuentes que se originaron en los
tiempos coloniales
Durante la colonia de, los grupos y las personas ocupaban determinadas posiciones
jerárquicas que, en general, se determinaban por razones políticas económicas raciales y
de prestigio social. Para designar a esos distintos niveles se han usado términos como los
de capas, estamento, estratos, clases, etcétera. Entre los especialista existe todavía mucha
discusión sobre cual pudiera ser el termino más propio para llamar a los distintos
segmentos de la sociedad colonial. Sin embargo, el caso es que tales divisiones existían de
hecho y que, en general, así como producían relaciones de cooperación entre los grupos y
personas que jerárquicamente ubicados, integraban la sociedad colonial, se manifestaban
situaciones de oposición, de pugna y aun de conflicto permanente.
Las fuerzas centrifugas prevalecía, a veces, sobre las que unían a los distintos sectores
(fuerzas centrípetas), a si se explica el estallido de motines rebeliones allanamiento, e
incluso movimientos como la propia Independencia. La sociedad colonial, sin embargo,
permaneció como una unidad política a lo largo de tres siglos, aun cuando aquellos
divisionismos reflejaban problemas objetivos, como el poder político local o regional, la
discriminación sociocultural, la explotación económica la represión abierta o embozada, y
también, por otro lado, la resistencia pacífica, violenta y disimulada, de los indios. En los
estudios de las estratificaciones en Hispanoamérica se han utilizado de modo común, tres
categorías no necesariamente incluyentes, a saber: estamentos, una categoría, de origen
medieval que funcionaba en España. Los tres estamentos que se reconocían en Europa
eran la nobleza el clero y el estado llano a cada uno de los cuales se asignaban fueros
(leyes), privilegios y obligaciones diferentes. El sistema estamental no funciono del todo
en América, por varias razones; por ejemplo la Corona trató que en los territorios
colonizados no se desarrollara no aceptaron a ser ubicados en el estado llano, y,
finalmente, en el sector colonizado, es decir, entre los propios indígenas, habían también
peculiares categorías como los de caciques o Señores maceguales o gente común,
esclavos y siervos. Por otra parte, en determinados contextos como en los libros
parroquiales de las ciudades ( un ejemplo fue Santiago de Guatemala ) se clasificaban a
los pobladores así: españoles (blancos , de origen europeo , que incluían a los criollos );
gente ordinaria( mestizos mezclados con negros, , gente no europea y no indígena); y los
indios. Se usaban otros términos que, igualmente, reflejaban criterios peyorativos o
francamente discriminatorios, como los de gente decente y plebe, es decir personas
respetables y conocidas (españoles e individuos pobres o populacho. Se hablaban
también, de gente de razón, esto es de cultura occidental prehispánica. Desde el punto de
vista fiscal, los hombres estaban separados en tributos y no tributarios. Finalmente, las
personas se dividían en términos de raza y de casta. El término mestizo se utilizó para
referirse a los descendientes de indios y españoles, así como el de casta para aludir a
quienes tenían mezcla de negro aunque posteriormente se amplió el significado de la
segunda palabra indicada. En los primeros años de la colonia , como en toda
Hispanoamérica , existió una especie de : pigmentocracia , es decir un sistema de
estratificación basado en color de la piel, y en el que los blancos ocupaban el nivel
superior y los negros e indios , las posiciones inferiores ; sin embargo en el siglo XVII ,
cuando los españoles se habían mezclado con los otros grupos , se desarrollaron las clases
sociales económicas sin perder su trasfondo pigmentocratico . Durante el siglo XVI los
españoles ocupan la cúspide de la pirámide estratigráfica, la inmensa mayoría india se
situaba en un lugar intermedio y los esclavos africanos se ubicaban en la base. En los
primeros años, los españoles se distinguían por el hecho de haber nacido en España o en
las Indias (criollos) así como por haber o no recibido las rentas diversas, tales como
esclavos, encomiendas, ayudas de costas, cargos en el ayuntamiento, etcétera.
Los indígenas tenían sus propias diferencias de posición a las que ya se aludió antes, y los
africanos se diferenciaban por su calidad de esclavos o manumitidos. Este cargo sin
embargo, como ya se indicó oportunamente, se complicó con el surgimiento de las
mezclas. Al principio los españoles trataron de vivir sus rentas coloniales, (encomiendas,
ayudas de costa), ya que asignaban un carácter servil al trabajo directo. Se consideraban
Señores al servicio del Rey, pese a los orígenes realmente humildes de muchos de ellos,
los pocos que se dedicaron a los oficios artesanales fueron relegados a una oposición
inferior, aunque, rápidamente ellos no solo sacaron provecho de la urgente demanda de
sus servicios, sino que también pretendieron que se les reconociera también posiciones
privilegiadas. Estas pretensiones empero, se redujeron cuando los oficios artesanales
comenzaron a practicarse, así mismo, por mestizos y mulatos. A fines del siglo XVI surgió
un grupo importante grupo de prósperos comerciantes, cuyos miembros ocuparon cargos
importantes y acumularon apreciables fortunas. Estos y, en general quienes constituían la
elite, tanto en Santiago como en otras ciudades principales del Reino, sintieron
amenazada su posición social con la llegada , desde España de los altos funcionarios
designados por la Corona y otros peninsulares que prosperaban. Los integrantes de esta
nueva ola migratoria en unos casos asumieron los espacios altos determinados por la
riqueza y, en otros se casaron con hijas de las antiguas familias radicadas en los centros
urbanos. Todos estos nuevos ricos afirmaron su poder con los cargos que se le
atribuyeron a su poder en el cabildo, y construyeron un grupo abierto, del que
participaban peninsulares (españoles nacidos en España) y criollos. De esta manera
ocasionalmente los peninsulares dominaron el ayuntamiento en tanto que los criollos
viejos perdían riqueza y también poder político. En el siglo XVIII se distinguían tres grupos
en el sector de la elite: los criollos o antiguamente beneméritos, los criollos en transición y
los recién llegados de Europa. Los primeros eran descendientes de los antiguos
conquistadores y colonizadores, los segundos provenían de criollos viejos; y los últimos
eran adultos nacidos en España u otro país del exterior y de reciente ingreso a Guatemala.
Estos últimos dominaron el comercio y el ayuntamiento de Santiago, durante toda aquella
centuria. Ocurría con ellos, sin embargo, que pronto se “criollizaban“, ya que respondían,
casi de inmediato, de intereses y criterios de tipo local, que a los de España o a los de
aquellos lugares de donde procedían. No todos los españoles por lo tanto conformaban la
elite, los había también pobres o intermedios, más bien proclives al descenso social,
aunque ellos también se empeñaban en mantener la tez blanca y atender cualquier
posibilidad de una movilidad ascendente.
Este hecho fundamental —la limitación de la disponibilidad de indios— hay que tenerlo
presente en la explicación de ciertas características del desarrollo de la clase criolla. Su
rechazo y su miedo frente a la inmigración de nuevos españoles al reino, por ejemplo,
tenía ese problema en el fondo: tierra había suficiente para que grupos de españoles
llegaran periódicamente con miras de obtener trozos de ella; desde ciertos puntos de
vista, a la clase criolla le hubiera convenido ser un poco más numerosa; pero esas
consideraciones perdían toda su validez ante el hecho de que cada nuevo terrateniente
era un nuevo aspirante a indios. Guarda estrecha relación con lo que estamos señalando
la tendencia, muy acusada en la clase criolla, a constituir una sola gran familia, a ser una
parentela cerrada. Es evidente que de ese modo se conseguía acaparar la tierra en las
manos de un núcleo social compactado, unificar los intereses básicos e impedir la
penetración de advenedizos.
Mientras el bienestar de éstos reposaba sobra el trabajo semi-gratuito y por ende sobre la
miseria y de los ladinos pobres, el desarrollo del comercio hubiera exigido una elevación
de la capacidad de compra de las masas campesinas, la cual sólo podía alcanzarse con
reformas profundas. Los comerciantes hubieran deseado, según se ve en su documento,
cambios revolucionarios sin Independencia, mientras que los terratenientes deseaban una
Independencia sin cambios revolucionarios.
Desde entonces, se tomaron medidas efectivas para que tal práctica no continuara, y se
ordenó la liberación de muchos indígenas que se conservaban bajo dicho régimen.
Es justo reconocer, por otra parte, que también hubo fuertes voces de crítica, de
denuncia, de abierta condena a la política esclavista que España y los colonos españoles
desarrollaron en América central. Entre tales voces , a pesar de que había también
religiosos comprometidos en dichas prácticas , destacaron la del licenciado Cristóbal de
Pedraza , protector de los indios y Obispo de Honduras , quien envió una cruda”
Información “ sobre la situación esclavista en ese país y por supuesto la voz implacable
de celebérrimo Fray Bartolomé de las Casas. Y en España, precisa decirlo, algún eco
tuvieron aquellas voces detonantes, cuando menos en el ámbito del “debe ser”
inherente a las leyes nuevas.
Otra modalidad irregular, entre los muchos procedimientos usados para burlar el
precario control de la práctica esclavista, consistió en la venta, en calidad de esclavos, de
muchos indios sometidos al régimen de la encomienda. Estos por definición , eran
individuos libres , con la única obligación del pago del tributo a su encomendero, pero
este, en componenda con funcionarios, religiosos , traficantes y eventualmente con los
caciques locales , se las ingeniaba para participar en el mercado de esclavos , a expensas
de la libertad de sus encomendados y del ingreso regular que constituía el tributo
En cuanto a las políticas esclavistas institucionalizadas por España con relación con el
nuevo mundo, es significativo consignar que en 1518, Carlos I autorizo él envió masivo de
4000 negros a las islas del Caribe. Esta concesión de libero de impuestos por cuatro años,
y se prohibió toda negociación semejante por quienes carecieran de permiso expreso.
En la primera mitad del siglo XVII, el tráfico esclavista estaba generalizado en el Caribe, y
de él se beneficiaban las potencias europeas. La demanda comenzó crecer entre los
colonos Españoles, en cuyas filas figuraban miembros de las órdenes religiosas, como los
propios dominicos que, por otra parte, destacaron en la defensas de los indios. Ante la
posibilidad de trasladar esclavos blancos, que también los había disponibles en Europa
como judíos, rusos, egipcios, libaneses, guanches (originarios de las islas canarias), etc. Los
interesados es decir, vendedores y compradores, prefirieron a los Bozales, que eran los
esclavos capturados en África y que no habían tenido contacto directo con la civilización
occidental. Se suponía que estos podían ser más fácilmente cristianizados, en lo cual se
reflejaba los intereses de la iglesia; que estaban en capacidad de resistir las
enfermedades europeas, puesto que el contacto indirecto había desarrollado cierta
disposición inmunológica; que podía obtenerse su docilidad y sometimiento,
precisamente por su desarraigo; y que más, importante aún, estarían en aptitud de
desempeñar las tareas pesadas y peligrosas que, por razones de clima u otras similares,
ni españoles, ni indios podían asumir.
En los procedimientos de venta o de subasta los negros eran sometidos a exámenes para
detectar defectos físicos (verbigracia, mataduras en la piel, falta de dientes, extremidades
deformes) o supuestas taras “morales” (por ejemplo, la rebeldía la inadaptación por
nostalgia etc.) ya que ello determinaba su precio y, sobre todo su aptitud para calificar
como una “pieza”, es decir como un esclavo normal y joven. Por lo general eran marcados,
ya con el fierro del general, del asentista o de sus nuevos amos. En Guatemala las”
piezas” debían reunir ciertos requisitos, como altura, fuerza salud, etc. Y se les clasificaba,
según se tratara de niños, jóvenes o viejos, en las categorías denominadas “mulequin”
(hasta 6 años era media pieza), “muleque” (de 6 a 12 años) y “mulecón” (de 12 a 18 años),
respectivamente. Esto determinaba la demanda y el consiguiente precio.
Es interesante anotar que los primeros esclavos negros llegaron a Guatemala en la propia
expedición inicial de Pedro de Alvarado, aunque son precarias las informaciones precisas
al respecto. Arribaron, como tales, desprendidos de los grupos de sus congéneres que ya
existían en México y en la Antillas, cuando no se había iniciado todavía otras formas de
explotación de mano de obra nativa, como las que se relacionan con la propia esclavitud,
con la encomienda, el repartimiento y los servicios personales.
Las ocupaciones de los esclavos negros no variaron en la etapa final de la colonia, aunque
fueron objeto de regulaciones especiales; estas se referían también a la educación y, en
general al trato que debía darse a los esclavos sometidos al régimen en cuestión.
La encomienda
La encomienda es una institución muy peculiar, que tuvo un peso específico en el proceso
de la conquista y colonización de Guatemala. Se suele confundirla con el repartimiento de
indios e inclusive con la esclavitud y, al parecer, ello se debe a la forma difusa en la que
el termino se usó desde la época inicial del descubrimiento, a las distintas regulaciones a
las que fue sometida durante muchos años y, sobre todo ala enorme disparidad que
existió entre la concepción teórica de la institución y la utilización practica que hicieron
de ella los conquistadores, colonos e inclusive funcionarios españoles..
Desde las expediciones de colon, los reyes católicos resolvieron que los nativos de las
tierras descubiertas debían ser considerados y tratados como “vasallos libres” de la
corona.
El carácter mercantil de la empresa de la conquista y de la colonización, impuso
condiciones de interés económico, como las contenidas expresamente en las
“capitulaciones “, que no se pudieron soslayar, aun cuando ello significara violar los
principios de la equidad y de la justicia.
Como parte de la realidad colonial, existió siempre una contraposición entre los que
postulaban idealmente las leyes y la reacción que estas provocaban entre los actores de
las relaciones sociales que ellas regulaban.
La dinámica colonial, del mismo modo que ocurre en el ámbito de la dinámica social en
general, obligaba a una permanente adaptación y readaptación de las leyes frente a la
conducta real, lo que ocurría también a la inversa.
La disposición reiterada más de una vez por la reina, por la cual los indios fueron
declarados “súbditos de la corona”, es decir “vasallos libres”, obligados únicamente al
pago del tributo real derivado de dicha calidad, provoco también la decidida oposición
de los primeros colonos de la española, y una encendida polémica que trascendió a los
ámbitos políticos y académicos de la propia España. Se dispuso entonces que para
aceptar aquella calidad en los indios, era necesario demostrar que estos eran capaces de
“vivir solos”, “en policía” (políticamente organizados), como los españoles. Las opiniones
sobre este tema específico proliferaron en direcciones opuestas. Los argumentos que
negaban la aludida capacidad en los nativos solían remontarse a los postulados de
Aristóteles, en los que se aceptaba como legitimo el gobierno de los seres superiores. Se
aducía desde dichas posiciones, para demostrar inferioridad de los nativos, el
“salvajismo” de estos, su idolatría, su condición de “vagos”, “borrachos”, rebeldes e
inclusive, su falta de ambiciones o del simple deseo de adquirir riquezas. Se les
adjudicaban, en fin, muchos otros atributos negativos, que con el tiempo llegaron a
convertirse en sólidos estereotipos, en los cuales se apoyaba la tesis de que no podían
vivir sin la tutela o la supervisión de los españoles, es decir sin estar “encomendados “ a
estos.
Quienes sostenían la opinión contraria , como algunos frailes dominicos , entre los que ya
comenzaba a descollar Fray Bartolomé de las Casas , se apoyaban en los principios y
valores cristianos, en la avaricia de los españoles, en la inclinación de estos de amasar
fortuna con facilidad y a expensas del trabajo de otros, en la inconsistencia de la “guerra
justa “ y la consiguiente inviabilidad moral del derecho de conquista. Por encima de que
los indios fueran salvajes o racionales, se preguntaban muchos de quienes se perfilaban
ya como defensores de ellos: ¿era justo, y propio de cristianos, despojarlos de sus tierras,
ponerlos a trabajar, obligarlos a pagar tributo, convertirlos en esclavos y marcarlos como
tales?
Las posiciones parecían muy consolidadas en uno y otro bando. Un viejo colono de
nombre Antonio de Villasante, que residió en la española desde 1493, por ejemplo
basado en vivencias y hechos concretos, sostenía que los indios no eran capaces de
gobernarse solos y vivir en libertad. Las casas a su vez, consigno en algún pasaje de sus
obras que, cuando predico la primera vez contra la encomienda, los colonos
“manifestaron tanto asombro como si hubiera declarado que no tenían derecho a la
labor de las bestias en el campo”.
La aludida resolución real, sin embargo, como tantas otras emitidas a lo largo del periodo
colonial, “se acató pero no se cumplió “. Por el contrario los primeros colonos, que ya
tenían indios repartidos a su servicio y que se empeñaban en acumular riquezas de
manera rápida protestaron airadamente, e impulsaron un flujo de quejas u
argumentaciones ante la corona.
Con el fin de dilucidar la delicada situación en la que los hechos en torno a la colonización
se oponían las leyes, en 1516 la corte resolvió integrar una comisión de tres frailes
jerónimos encargada de resolver el asunto en las propias indias. En 1517, en la española,
los religiosos indicados recogieron la opinión de colonos viejos, de autoridades civiles, de
eclesiásticos, etc. Y su dictamen general fue categórico: los indios no eran capaces de vivir
solos en forma civilizada. Al parecer, los comisionados actuaron de manera un tanto
amañada o bajo la presión de circunstancias, lo que fue denunciado por los dominicos,
encabezados por la Casas. E n síntesis, y como resultado del informe de los frailes
jerónimos, los indios fueron agrupados bajo el control de administradores y frailes.
Por otra parte los indios, no fueron en general, reconocidos como esclavos, aunque
algunos se redujeron a esta condición en las circunstancias en las que se consideró
“esclavos de guerra” y de “rescate”. La referida y un tanto ambigua, situación de los indios
“encomendados”, tampoco significa que no existieran abusos, los malos tratos, y sobre
todo, lo servicios personales de los que fueron víctimas los aborígenes. En todo caso sin
embargo, los sujetos a la encomienda conceptualmente eran considerados “vasallos
libres” del rey y por lo tanto tributarios; no eran equiparados en una cosa mueble, objeto
de propiedad privada, vendible exportable, mercable, como fueron los típicos esclavos.
Tampoco eran equiparables del todo, a los que se llamaron “aborias“, ósea una especie
de empleados domésticos.
La encomienda en el continente
L a encomienda en Guatemala
Con todas las experiencias adquiridas en las Antillas y después en México, Pedro de
Alvarado emprendió la conquista y colonización de Guatemala, como también lo hicieron
Pedrarias Dávila, Gil González Dávila y otros que iniciaron sus respectivas campañas desde
Panamá, por supuesto recurrieron a la esclavitud de los indios, a la encomienda, al reparto
y a los servicios personales.
Para que los indios Quichés se sometieran en forma pacífica, Alvarado amenazó con
reducir a la esclavitud a quienes no obraren del modo requerido. Después de las acciones
bélicas en Quetzaltenango y Gumarkaaj, y de la ocupación de Iximché y la rebelión de los
Cakchiqueles, Alvarado redujo a una virtual esclavitud a muchos indios; considerados “de
guerra” o bien de “rescate”. Repartió indios al servicio suyo y la hueste española, también
estableció formalmente la encomienda. El pago de tributo era el rasgo que definía a la
última institución pero en ciertas ocasiones, Alvarado aceptó que los Señores Zutujiles
pagaran aquellos tributos con indios que fueron recibidos como esclavos. Alvarado
impuso al pueblo de Patinamit un irregular tributo que cada día cuatrocientos muchachos
y muchachas le diesen un canutillo de oro lavado del tamaño del dedo meñique.
La diferencia entre la esclavitud y la encomienda es que el segundo se condicionaba la
calidad de esclavo al incumplimiento del pago del tributo, rasgo, este último se
consideraba consustancial a la encomienda.
El primer gran reparto de pueblos en encomienda fue hecho, en 1528, por Jorge de
Alvarado, Gobernador y hermano de del jefe de la expedición de conquista en Guatemala.
Se repartieron más de cincuenta pueblos en la encomienda ello hizo que en 1529 se
suscitara una serie de protestas de parte de los afectados. Provocó el juicio de la
Residencia que ordenó la Audiencia de México contra el Gobernador, tenientes de
gobernador y otros funcionarios de Guatemala. Francisco de Orduña, que actuó como juez
no alteró el reparto hecho por Jorge de Alvarado se limitó a asignar a nuevos titulares de
las encomiendas que estaban vacantes. En 1530 Alvarado anuló el reparto hecho por su
hermano Jorge, e hizo uno nuevo; éste también suscitó aprobaciones e inconformidades.
Alvarado se adjudicó la encomienda de Atitlán, del cual la mitad le pertenecía a Sancho de
Barahona y Pedro de Cueto. Posteriormente tuvo que devolver la encomienda.
El sistema de encomiendas en la América Española fue modificado por las Leyes Nuevas,
modificaron las principales instituciones coloniales, prohibieron tácticamente la esclavitud
de los indios, y servicios personales, de lo cual habían abusado los colonos españoles. Por
de pronto se definió su naturaleza, exclusivamente en asociación con el cobro de los
tributos.
Entre las principales modificaciones se pueden citar las siguientes: se suprimió todo tipo
de dominio directo de los encomenderos sobre los encomendados; se aprobó el usufructo
de la encomienda por una sola vida en beneficio de los herederos inmediatos, se prohibió
la adjudicación de encomiendas a funcionarios reales; se ordenó que las que fueren
vacantes se transfirieran a la jurisdicción de la Corona; se afirmó la obligación
evangelizadora de los encomenderos, a través del pago a los curas doctrineros. Los
colonizadores debían estar dispuestos, mediante la tenencia a caballo y armas, a defender
las tierras, ante cualquier amenaza; se otorgó mayor poder a la Audiencia en cuanto al
control del sistema, se trató de eliminar el despojo de tierras y el trabajo excesivo; se
prohibió que los indios encomendados se utilizaran en el trabajo en la minas y trapiches
azucareros; se ordenó que el monto de los pagos correspondientes se basara en las
tasaciones hechas por la Audiencia; se estableció el derecho de los indios a formular
quejas, o denuncias de malos tratos y abusos. Y en caso que tales prescripciones
no fueran cumplidas, los encomenderos estaban sujetos a sanciones que podían incluir la
privación de la encomienda.
La promulgación de las Leyes Nuevas sacudió el ambiente social de manera notoria, sobre
todo por la importancia adquirida por la encomienda en el mantenimiento del sistema
colonial, como por el poder adquirido por los encomenderos. Las quejas, las críticas, los
ataques directos de todo tipo contra los funcionarios metropolitanos que habían
aprobado aquella legislación, si como respecto de aquellos a quienes se consideraba
responsables indirectos, tal el caso de Fray Bartolomé de Las Casas; inclusive un sector de
la iglesia, que se beneficiaba con el cobro dl diezmo sobre los tributos recolectados por los
encomenderos, adoptó una actitud beligerante contra las reformas en cuestión.
Para infortunio de los indios suerte de los encomenderos, el encargado de aplicar las
Leyes Nuevas en el Reino de Guatemala fue el primer Gobernador y Presidente de la
Audiencia, Alonso de Maldonado. Quien dirigió el juicio contra Alvarado, no solo asumió
una inicial posición contraria a la nueva legislación, sino que se confabuló con los
encomenderos para conseguir por todos los medios la frustración del régimen de
encomiendas. Maldonado incurrió en nuevos vicios de corrupción nepotismo y otras
arbitrariedades con el fin de impedir la aplicación de las reformas.
En 1548, Maldonado fue sustituido por Alonso López de Cerrato, y este nuevo Gobernador
se empeñó en hacer una correcta aplicación de las Leyes Nuevas. Uno de sus logros
consistió en ordenar una nueva tasación de los tributos, los que fueron reducidos
considerablemente. Se empeñó en establecer otras medidas dirigidas a evitas los abusos y
excesos de los encomenderos. Exacerbó los ánimos de éstos y provocó la simpatía de los
indios quienes registraron su testimonio en el Memorial de Sololá: “El señor Presidente
Cerrato, dio libertad a los esclavos y vasallos de los castellanos, rebajó los impuestos a la
mitad, suspendió los trabajos forzados, alivió verdaderamente los sufrimientos del
pueblo”.
A pesar de los esfuerzos de Cerrato, las condiciones en que se explotaba el trabajo de los
indios recobraron sus viejas características, aunque con procedimientos un tanto
diferentes, como el repartimiento, por ejemplo. Este retroceso contrasta con el hecho de
que en 1680, en la recopilación de las Leyes de Indias se incluyeron las reformas
contenidas en las Leyes Nuevas y se agregaron otras muchas regulaciones con las cuales
se pretendía mejorar la situación de los indios.
La institución comenzó a declinar a finales del siglo XVII, por el auge del cultivo de añil y de
ganadería; por la disminución de la población indígena; por las dificultades que imponía la
Corona en la concesión de nuevas encomiendas; finalmente los ingresos se destinaron a
cubrir gastos vinculados a la defensa e los puestos y las costas de América, asediados ya
por piratas y corsarios europeos. Algunas de Aquellas encomiendas se gravaron con el
impuesto de la “media anata” que consistía en el pago de la mitad de los ingresos
obtenidos, el primer año, por el usufructuario.” Otras se destinaron a las ayudas de costa”
que eran una especie de pensiones a los descendientes de conquistadores. Estas “ayudas
de costa” ya no tuvieron el carácter típico de las encomiendas. La terminación efectiva de
esta institución se puede situar en 1694, fecha en que el consejo de Indias aprobó una
consulta de la Corona en tal sentido.
Naborías y Tamemes
El termino naboría parece ser de origen antillano, pero también fue de uso común, con
connotaciones confusas y variables, por los españoles que participaron en la conquista y
colonización de México y Guatemala. Designaba a una especie de sirvientes domésticos,
cuyos servicios no siempre se circunscribían a los hogares establecidos por los españoles.
Las naborías se diferenciaron siempre de los esclavos, en cuanto que no existía derecho
alguno de propiedad sobre ellos; y, por otra parte, tampoco estuvieron sujetos al pago del
tributo, lo que les excluía también del régimen particular de la encomienda. En la segunda
mitad del siglo XVI, sin embargo, en Guatemala hubo casos de españoles que obtuvieron
algunos de dichos trabajadores por medio del repartimiento.
“En estas islas había para los españoles dos clases de esclavos perpetuos: primero,
aquellos que podían ser vendidos públicamente, como los tomados en la guerra; y
segundo, aquellos que no podían ser vendidos abiertamente y que eran llamados
naborías; estos se podían adquirir y vender de manera secreta y había mil argucias para
hacerlo. En su lenguaje común, los indígenas llamaban naborías a los criados y a los
sirvientes de la casa” (Bartolomé de Las Casa, Historia de las Indias).
Se sabe de una orden real, de 1512, por la cual se autorizó el uso de naborías a los
españoles radicados en Puerto Rico, así como de las interpretaciones y prácticas que
acercaban a dichos trabajares a la condición de esclavos o de indios sujetos a la
encomienda, En 1531, sin embargo, en una disposición aplicable ya a Guatemala, se trató
de definir con claridad la condición legal de dichos servidores, por ejemplo, se les eximio
de la obligación de pagar el tributo; se determinó que era necesario su propio
consentimiento para servir como tales, lo cual les colocaba en una posición diferente a la
del trabajo forzoso, aun cuando las circunstancias, por lo general, negaban esta
posibilidad; se prohibió que los servicios implicados tuvieran un carácter perpetuo; y,
finalmente, se estableció que no estaban sujetos al régimen de la encomienda de manera
alguna, y que podían escoger, con libertad, a la persona a la que prestarían sus servicios.
A pesar de las regulaciones prohibitivas, los naboris eran trasladados a distintos lugares
alejados de sus terruños, como lo hicieron Pedro de Alvarado y el Gobernador de
Nicaragua, Francisco Castañeda, en las correspondientes expediciones que realizaron al
Perú, en la década 1530. En distancias más cortas, que unían poblados del mismo Reino de
Guatemala, de igual manera procedieron otros colonos y funcionarios de menor rango
que el de los citados.
El uso de naborías, que persistió por muchos años en el régimen colonial, fue objeto de
regulaciones específicas, aprobadas por López de Cerrato en 1549. En 1564, empero, el
archidiácono de la Catedral de León (Nicaragua), Juan Álvarez de Ortega, denuncio que los
encomenderos seguían utilizando naboris, junto con indios de sus pueblos de
encomienda, en servicios domésticos impuestos forzosamente. En documentos referidos a
los primeros lustros del siglo XVII aparecen todavía referencias y regulaciones relacionadas
con los naborías, pero ya entonces el término comenzó a caer en desuso, aunque no así la
relación entre patrón y sirviente, que ha subsistido hasta la actualidad.
Los tamemes, por otra parte, eran cargadores que, sobre sus hombros, transportaban una
gran diversidad de bienes, a lo largo de distancias que podían extenderse entre pueblos
cercanos, así como entre la ciudad de México y la de Santiago, por ejemplo. Esta clase de
trabajo forzoso tuvo su origen en las sociedades prehispánicas, en las cuales se carecía de
caminos adecuados y de animales de carga.
Las denuncias reiteradas recibidas por la Corona en relación con las condiciones
infrahumanas en las que trabajaban los tamemes, obligaron a que , desde 1529, se tratara
de regular tal prestación de servicios, en aspectos como las distancias permitidas, el peso
de los objetos transportados, el alquiler o traspaso de los derechos sobre aquellos
cargadores, etcétera.
Las Leyes Nuevas, aun cuando aceptaron la existencia de los tamemes, impulsaron
medidas para controlar el pago de los salarios, los excesos en las cargas transportadas, las
distancias y otros aspectos de aquel tipo de trabajo que se imponía, por fuerza, a
individuos supuestamente “libres”.
Algunos religiosos, como Las Casa y Marroquín, denunciaron ante la Corona el uso u abuso
de los tamemes, pero los encomenderos, a su vez, contestaban que los propios frailes los
usaban sin interferencias. En cierta ocasión, por ejemplo, el Cabildo denuncio que un tren
de 400 tamemes había llegado, de la Verapaz a Santiago, con cargas que pertenecían a los
dominicos, y que tal hecho fue presenciado por los Oidores y por el propio presidente de
la Audiencia.
El trabajo artesanal
Los primeros artesanos llegaron en las propis filas expedicionarias que, comandadas por
Pedro de Alvarado, se instalaron sucesivamente, en las afueras de Iximche, en Almolonga
y, por último, en la ciudad edificada en el valle de Panchoy.
Del aprendizaje artesanal se beneficiaron indios que tenían la condición de esclavos antes
de la aplicación de las Leyes Nuevas, así como negros de la misma condición que, por
distintos medios, habían obtenido su libertad. Algunos de estos se quedaron a vivir en las
inmediaciones del convento de Santo Domingo, en la ciudad de Santiago y, como los
indios citados, estuvieron exentos del pago del tributo, cuando menos por algún tiempo.
Por estas razones, y porque además tenían pequeñas sementeras en los contornos de la
ciudad, así como un cierto contacto permanente con los religiosos mencionados, a
quienes se acusaba de aprovechar, en alguna medida, el trabajo de aquellos esclavos
convertidos.
El trigo, la caña de azúcar, los plátanos, varias otras frutas y verduras, la ganadería, la
minería, así como diversas actividades artesanales nuevas, demandaron el trabajo de los
indígenas, el cual se encauso por los diferentes procedimientos forzosos y voluntarios, de
los que se deponía en la sociedad colonial de la época. Muchos cultivos de autoconsumo,
así como los que se dedicaron después a la exportación, eran atendidos, por los
labradores aborígenes, al mismo tiempo.
El Cacao
Además del maíz, que tenía un considerable valor nutricional y una evidente connotación
cultural extremadamente importante entre la población nativa, otros productos de origen
americano atrajeron la atención empresarial de los españoles. Entre ellos ocupo un lugar
preferente el cacao que, además de bebida ceremonial muy apreciada, se usó como
moneda en muchas transacciones comerciales. Los españoles lo utilizaron en las dos
formas, y después lo exportaron a Europa. Las principales regiones cacaoteras del Reino
de Guatemala estaban situadas en los actuales territorios de soconusco, Suchitepéquez y
el Salvador, sobre la Costa del Pacifico, y allí, por lo tanto, se concentraba una buena parte
de la mano de obra indígena. El cacao sirvió, a los indios, para pagar el tributo en especial
el que demandaban los encomenderos, pero también sirvió a estos para cubrir el pago de
los salarios, cuando comenzó a generalizarse el repartimiento y el trabajo remunerado en
general. El valor del cacao estuvo sujeto a oscilaciones derivadas de los cambios a los que
estaba sujeto el régimen de trabajo, principalmente a raíz de las reformas introducidas
por López de Cerrato. También incidió dicho producto en la intrincada red de las
relaciones de poder, en la que, asimismo, actuaban activamente las Órdenes Religiosas,
así como los diferentes sectores que se disputaban la ocupación o control de los
principales territorios cacaoteras, tal es el caso de Los Izalcos y Tacuxcalco, en El Salvador,
y los otros, ya citados, en la costa de Chiapas y de Guatemala, sobre el Pacifico.
La Caña de Azúcar
Este cultivo, que requería inversiones, clima y procedimientos de producción un tanto más
especializados, no demando mucha mano de obra indígena, sobre todo cuando, por
medio de las Leyes Nuevas, inclusive se trató de proteger a los indios de los efectos
nocivos que aquella actividad causaba en su salud. Aun así, y a falta de suficientes negros
dedicados a la actividad azucarera, se utilizaron indígenas en ingenios y trapiches
localizados en varias regiones. Amatitlán, donde los jesuitas tenían grandes plantaciones
de caña; Verapaz, donde los dominios eran los grandes azucareros; y otros lugares, como
Sonsonate, Granada, León, Petapa, etcétera, fueron centros azucareros de importancia,
que absorbieron muchos trabajadores negros, esclavos o manumitidos, pero también un
volumen de mano de obra indígena relativamente importante.
Los contratos de trabajo, cuyos antecedentes más lejanos y generales pudieran localizarse
en la tradición del Derecho Romano, que no era extraña en el mundo occidental del que
formaba parte España, se celebraban ante un notario y en presencia de testigos que, en
muchos casos, era uno de los Principales del pueblo al que pertenecía el indígena
contratado. Más importante aún, en los contratos, de los cuales se suponía que se
celebraban libremente, se hacía consignar expresamente la voluntad de las partes
contratantes y se establecía, asimismo, en clausulas específicas, la clase de trabajo
contratado, el salario convenido, las condiciones en las que se prestaría el servicio, así
como otras exigencias de las partes, para asegurar el cumplimiento de la convención o
arreglo aprobado.
Muchos de los contratos aludidos, que se registraron en los Libros de Protocolos de los
escribanos, que todavía se guardan, por ejemplo, en el Archivo General de Centro América
(AGCA9, no pueden definirse exactamente como un instrumento para establecer una
prestación forzosa de servicios, aunque no por ello carecían de la fuerza coercitiva que
derivaba de su carácter legal especifico.
No se puede negar, por otro lado, que en las particulares circunstancias de la sociedad
colonial guatemalteca del siglo XVI, y aun de las centurias siguientes, las partes
contratantes no podían disponer de una equitativa capacidad contractual, y tampoco de la
misma posición de poder que indudablemente se refleja en la factura y la ejecución de un
contrato, pero ello, en mayor o menor grado, es un elemento inherente a casi todos los
compromisos de tipo jurídico. En todo caso, los indígenas disponían también de los
recursos legales para impugnar un contrato irregular, así como el incumplimiento, doloso
o no, de este tipo de instrumentos.
Los Libros de Protocolos, a los que se ha hecho referencia antes, datan principalmente de
1570 y de los años siguientes, y se refieren a una enorme diversidad de servicios. En un
caso especial, por ejemplo, un arriero fue contratado para conducir un patacho de mulas,
en un viaje de ida y vuelta a la ciudad de México, con derecho a comida, bebida y un
salario determinado, durante los siete meses que duraría el compromiso. Los libros
citados, asimismo, contienen contratos que se refieren a servicios prestados por vaqueros,
panaderos, labradores, trabajadores en los obrajes de añil, sirvientes, etcétera.
La economía colonial
En el presente capitulo, sin embargo, se dedica atención solo a algunos de los factores
intervienen en la producción, tales como la tierra, los bienes físicos de capital, la
tecnología, la agricultura, la minería, la manufactura, el comercio y las finanzas públicas. El
trabajo, que es, asimismo, uno de los factores más relevantes en los procesos de
producción, ya fue objeto de análisis en los capítulos precedentes.
La tierra
Los territorios descubiertos por Colón, como se indicó ya en páginas anteriores, fueron
adjudicados en propiedad, por medio de las bulas Intercederá emitidas por el Papa
Alejandro VI, a los reyes de España, quienes podían, además, traspasarlas a terceros, ya en
propiedad, ya en usufructo. A solicitud de los primeros expedicionarios, por lo tanto, y
después de presiones de muchos funcionarios reales, los reyes concedieron las primeras
mercedes de tierras, pocos años después del Descubrimiento.
En los centros urbanos que fundaron los españoles, en cuya traza se aplico el modelo
rectangular, o de “parrilla”, además de los solares urbanos otorgados a particulares para
que hicieran sus casa, se establecieron los ejidos y las dehesas, que se conocían también
con el nombre de “tierras de propios” y que, situadas en los alrededores del poblado, se
destinaban al uso común de los vecino. De la misma manera se procedió en relación con
los pueblos se indios, o “reducciones”, cuando estos fueron establecidos a mediados del
siglo XVI. Antes de esta fecha, en efecto , no se regulo, de modo alguno, la propiedad u
ocupación de los indios sobre sus tierras, esto último permitió una extendida practica de
despojos de tales bienes, que se trasladaron, en apreciable proporción, sobre todo en las
regiones cercanas a las ciudades, a algunos de los conquistadores y de los primeros
colonizadores.
Los indígenas, sin embargo, tenían sus propias concepciones sobre la relación entre los
hombres u la Tierra, en las cuales, a diferencia de los europeos, prevalecían los elementos
culturales sobre los puramente económicos. Ello no quiere decir que se ignoraran del todo
los derechos de propiedad privada, y aun los derechos comunales que ejercían ciertas
parcialidades prehispánicas sobre algunas tierras, estos últimos e reconocieron por las
autoridades coloniales, siempre y cuando se consumaran los trámites judiciales
correspondientes. Así lo indican también las “crónicas” o “títulos” indígenas que, por lo
general, se escribieron para legitimar aquellos derechos. En cuanto a la propiedad privada,
principalmente se consolido la que ejercían, desde antaño, los Señores o gobernantes de
los señoríos indígenas.
En las postrimerías del siglo XVI, la Corono impulso una política agraria mediante la cual se
trataba de recuperar las tierras poseídas sin “justo título”, pero dejo abierta vía de la
“composición”, que era un mecanismo legal para legitimar la posición de facto, o la
ampliación arbitraria de las propiedades inmuebles. Este procedimiento, que implicaba un
pago directo a la corona, permitió a esta agenciarse ingresos adicionales, los cuales le eran
necesarios y respondían, de modo más directo, a objetivos de carácter mercantil.
Posteriormente, la “composición” fue sustituida por la “composición” fue sustituida por la
“confirmación”, la que, a su vez, equivalía a un procedimiento de legalización de los títulos
de propiedad, o bien, fue reemplazada por la venta de tierras realengas en pública
subasta. Ambos métodos favorecieron a los propietarios españoles, ya que se
promovieron en desmedro de los antiguos derechos de los indígenas.
Los dos grandes repartos iníciales de tierras, el primero hecho por Jorge y el otro por
Pedro de Alvarado, provocaron protestas entre los vecinos desfavorecidos, pero el
segundo se consolido finalmente. Los nuevos propietarios, inclusive varios artesanos,
recibieron solares cercanos a la ciudad, los cuales estaban destinados a la agricultura y a la
ganadería.
La iglesia, que ya en el siglo XVI era la principal latifundista del reino, obtuvo tierras por
medio de mercedes reales y otros procedimientos, pero, principalmente, a través de
donaciones (herencias o legados), así como por la ejecución de obligaciones no cumplidas
por los deudores quienes había entregado préstamos hipotecarios, los jesuitas, dominicos,
mercedarios y agustinos eran ya grandes propietarios en el siglo XVII.
En las dos primeras centurias de la era colonial, las principales unidades de producción
fueron la hacienda, las tierras comunales y la pequeña propiedad. La primera se dedicaba,
principalmente, a de tierras por ladinos procedentes, en gran mayoría, de los centros
urbanos: la caña azúcar, al trigo, el añil y la ganadería; las segundas, al cacao, maíz, frijol y
otros productos alimenticio; la tercera se destinaba al trigo, añil, caña azúcar, etc., pero
con una tecnología e inversiones más limitadas.
Durante los siglos XVII y XVIII se agudizo el despejo de tierras que sufrían los indígenas
promedio de la composición, la usurpación y los otros mecanismos aludidos, en tato que
aumentó considerablemente la propiedad inmueble de la iglesia y la delos colones
españoles.
Agricultura
Durante los largos milenios que se iniciaron el descubrimiento del maíz, hace unos 5,000
años, y a lo largo de los periodos clásico y postclásico de la era prehispánica y de los casi
cinco siglos de las eras colonial y republicana, hasta el presente, la economía de lo que es
el actual territorio de Guatemala ha descansado básicamente en la agricultura.
Los productos agrícolas, por lo tanto, en sus distintas fases de cultivo, distribución y
consumo, han mantenido una estrecha interrelación con otros fenómenos económicos y
con los macroprocesos sociales en general.
Es importante reitera que el maíz, el frijol y las calabazas integran la traída agrícola en el
descanso, por siglo, la dieta básica de los antiguos pobladores prehispánicos, de sus
descendientes de la actualidad y, en buena medida de los estratos de la sociedad colonial
y republicana. El primero de dichos productos ha cobrado tal relevancia en los campos
gastronómicos, religioso, de las creencias y de las ideas en general que, en Guatemala, se
ha configurado, inclusive, una particular subcultura del maíz. Inicialmente fue incorporado
a la dieta de los conquistadores, hasta servir en algunas ocasiones para evitar que
murieran de inanición; después de 1524, sin embargo, los indígenas trataron de controlar
su distribución, como una medida estratégica de resistencia. A partir de 1539, los
españoles, a su vez, intentaron desbaratar dicha estrategia, para lo cual instituyeron el
cargo del juez de milpas, que era un funcionario encargado de controlar y exigir que los
indígenas cultivaran el maíz y el frijol, indispensables ya para los colonos hispanos. La
recolección de estos productos se canalizo por medio del cobro del tributo en especie, o
por el procedimiento de las subastas públicas, controladas por el ayuntamiento, y de las
cuales se beneficiaban las propias autoridades civiles y eclesiásticas, así como los colonos
más importantes.
La producción del maíz sufrió una baja sensible a partir de 1570, como consecuencia de las
epidemias y el consiguiente descenso de la población aborigen. Tal situación empeoró a
mediados del siglo siguiente (1660), cuando un gran número de indígenas estaba obligado
a cumplir el repartimiento y laboraba en plantaciones de trigo, caña de azúcar y otros
productor que entesaban mas a los españoles; y también se dedicaron en sus parcelas a la
siembra de trigo y de caña de azúcar.
La producción azucarera alcanzó niveles importantes a principios del siglo XVII, más que
todo para el consumo interno, porque, aunque se inició cierto flujo de exportación hacia
Europa, este nunca alcanzó los altos volúmenes registrados en las antias. A fines de dicho
siglo se producían en el reino cerca de 18,000 arrobas anuales, pero, a falta de otras
regulaciones, los beneficios obtenidos por la corona se reducían al cobro de la alcabala, es
decir, el impuesto relacionado con la operaciones de compra venta del azúcar.
Cultivos de Exportación
En la primera parte de la época colonial, dos productos agrícolas, el cacao y el añil, ambos
de origen prehispánico, cobraron una extraordinaria importancia den la economía de la
exportación. Esto se orientó, primero, a los mercados de nueva España y Perú; y después,
a los países europeos, done también tuvieron una abierta aceptación.
El cacao, que se comía en Mesoamérica como alimento y como venida ceremonial desde
unos 1500 años a.C., se utilizó, adicionalmente en ciudad de moneda, y también para el
pago del tributo. En especial, estas dos últimas modalidades fueron aprovechadas por los
españoles, en el marco inicial de la economía de la colonia. Las principales zonas
cacaoteras del reino de Guatemala se localizaban en Socotusco, Suchitepéquez,
Guazacapán, Isalco y otras áreas del pacífico, hasta el golfo de Nicoya, en Costa Rica. El
cacao se cultivó, asimismo, en Chiquimula y en las costas de Honduras y Nicaragua, sobre
el atlántico.
Otra de las posibles implicaciones socioeconómicas del cultivo de cacao fue descenso
cuantitativo de la población indígena y, por consiguiente, de la mano de obra disponible
en este sector. Tal reducción demográfica fue consecuencia de clima que afectaban a los
indígenas cuando trasladaban del antillano a las tierras bajas, en las que cultivaba el
cacao. A este hecho particular, en el siglo XVII se unió, como un factor más que redujo el
precio del grano producido en Guatemala, la competencia del cacao procedente de
Guayaquil (Ecuador), y el contrabando que de desarrolló entorno a la comercialización
interna y eterna del producto.
Muy semejante a la situación que presentaba el cultivo y comercialización del cacao, fue la
correspondiente al añil o xiquilite. Este y la cochinilla eran dos colorantes que utilizaron
los indígena, desde épocas muy remotas, en la escritura el teñido de telas y la pintura de
edificios y monumentos.
A mediados del siglo XVI, los españoles comenzaron a percatarse del valor comercial del
añil, y no demoraron mucho en incorporarlo en los mecanismos del cobro del tributo. La
corona, a su vez, tuvo noticias de dicho producto y, en 1558, solicito la correspondiente
información a las autoridades coloniales. En 1571, la exportación del añil guatemalteco a
España había alcanzado ya proporciones importantes. El cultivo, promovido por los
colonizadores, se extendió, entonces, desde las costas de Guatemala y las de Nicaragua,
sobre Océano Pacifico.
La creciente demanda que el colorante aludido alcanzó en Europa obedeció, a que la
industria textilera usaba un producto semejante, denominado “pastel”, con el cual se
obtenía el color azul en el teñido de las telas. Dicho producto, conocido precisamente con
el nombre añil (termino derivado del árabe añil, que sig. Azul), procedía del Lejano
Oriente, y su comercio estuvo, inicialmente, monopolizado por los portugueses y,
después, controlado por Francia e Inglaterra. De ahí la importancia que el colorante de
Guatemala adquirió en España.
Las condiciones propias del procesamiento del añil eran, por cierto, extremadamente
dañinas, en especial, por los trabajadores indios, según se consignó en documento de la
época:
“… que en este beneficio enferma y muere mucha gente por ser tan fuerte esta hierba que
de solo entrar las manos a los pies en el agua donde está la hoja cuando se a de sacar los
palos o piedras con que está debajo del agua y la misma hierba se les comen y canceran
las carnes; y después estando golpeando el agua se levanta un humo tan malo que
penetra los sesos y causan otros daños con que se han consumido muchos indios en las
partes donde se beneficia el añil”.
Los efectos perjudiciales que tuvo añilera entre los indios, los cuales culminaron en la
desaparición de pueblos enteros de origen prehispánico, obligaron a esa Corona a prohibir
la utilización de trabajadores nativos en los obrajes en los que se procesaba dicho
producto. Se emitieron, en tal sentido, varias cédulas reales entre 1545 y 1643, en
inclusive se nombraron jueces visitadores, para controlar el cumplimiento de tales
disposiciones. Estas, sin embargo, nunca se cumplieron a cabalidad.
La cochinilla proporcionaba un tinte de color púrpura, también usado por los indígenas,
desde la época prehispánica, en el teñido de sus telas. El interés de los españoles en este
producto data de 1573, cuando el Presidente Pedro de Villalobos recomendó a la Coona
que se incrementara la producción respectiva, con el objeto de aumentar y facilitar,
asimismo, el cobro del tributo de los indios. Villalobos recibió la autorización
correspondiente y, en 1575, la exportación de grana a la metrópoli mostraba ya un
ascenso notorio que, sin embargo, nunca alcanzo, una considerable importancia
económica.
La minería
Apena, superado el fragor de las primeras batallas, el mismo Pedro de Alvarado y sus
acompañantes de más rango ordenaron el lavado de oro en los ríos próximos a Iximché, a
Santiago y otros poblados. Los esclavos hechos en la guerra, así como los primeros indios
“repartidos”, fueron ubicados en los lavaderos auríferos o en las pocas minas conocidas. A
un aquello que, por su condición o por las circunstancias, se tenían por vasallos libres del
rey español, resistieron la ansiedad de los buscadores de los metales preciosos. Los
señores cachiqueles dejaron constancias en el memorial de Sololá: “durante este año
1530 se impusieron terribles tributos. Se tributó oro a Tunatiuh, se le tributaron
cuatrocientos hombres y cuatrocientas mujeres para ir a lavar oro”.
Aquella búsqueda afanosa barco también los territorios actuales de Panamá, Costa Rica,
Nicaragua, Honduras, El Salvador, Chiapas y Guatemala. Mas en esta última provincia,
Alvarado encabezó a aquellos que cortaron la mejor tajada. En el testamento que el
Obispo Marroquín hizo a nombre del Adelantado de Guatemala, quedó un registro
significativo.
“dejó muchos esclavos sacando oro en las minas de lo cual llevó muchas carga para su
ánima… dejó por libres a todos los indios esclavos, hombres y mujeres, y su hijos, que así
andan a sacar oro por el dicho Adelantado, y desde ahora todos sean libres para siempre,
con el aditamento y condición que saquen oro para pagar las dichas deudas que el dicho
Adelantado debe y dejo… y en él entre tanto que saquen oro sean muy bien mantenidos y
curados, tratados y doctrinados en las cosas de nuestra santa fe católica, todo a costa del
oro que sacaren, hasta tanto que se paguen la dichas deudas… Mando que los dichos
esclavos saquen oro en las minas, una demora que corre desde 1 de octubre hasta San
Juan, y que el dicho oro que así sacaren se reparta entre los hijos del dicho Adelantado”.
El oro y los otros metales preciados se recaudaron por medio del trabajo forzoso, de los
tributos, y por cuanta manera fuera posible. En carta enviada al rey Carlos I, el 6 de marzo
de 1524, el capitán Gil González Dávila relataba un hecho curioso: “llegué a un cacique
que se llama Nicoya, el cual me dio de presente 14000 castellanos de oro… Cuando me
partí me dijo el cacique que, pues ya él no habría de hablar con sus ídolos que me los
llevase, y me dio seis estatuas de oro de grandura de un palmo”.
El mismo González Dávila desde Española hizo después un cuantioso envió de oro, en
cinco “naos” que surcaron el Atlántico en ruta de retorno. El Tesoro Real, Andrés de
Cereceda, compañero de González Dávila, dejó un recuento detallado del aquel oro, que,
reducido a pesos y en forma de hachas y cascabeles, había sido objeto de “rescate” en la
parte sur de la América Central. Por su abundancia en objetos del valioso metal, Costa
Rica se llamó así desde entonces, pero de tal fama participaban también Panamá y
Colombia.
Otros muchos lugares específicos, en los cuales se recaudó oro, plata, plomo, hierro y
otros minerales, en montos y calidades distintos fueron los siguientes: KOPAN,
GOASCORÁN, YUSCARAN, CHOLUTECA, Gracias a Dios o cotepeque (en Honduras); Atitlán,
Nevaj, Joyavaj, Santiago Zamora, San Juan y San Pedro Sacatepéquez, el valle de jilote
pequé y Chiquimula (en Guatemala); Metapa, Ciguate guacán, Naozalco, Chilchuapa (en
Salvador).
Las mejores minas que se descubrieron a mediados del siglo XVI, eran las de Tegucigalpa,
Comayagua y Ocotepeque, en Honduras; las de las Segovia en Nicaragua; y
Huehuetenango, en Guatemala. En todos los lugares citados el trabajo se hacía, al
principio, por medios rudimentarios, como la trituración y la fundición, que después se
perfeccionaron mediante el uso del azogue o mercurio, transportado desde el Perú, a
partir de 1566.
Huehuetenango fue una región minera importante en los inicios de la época colonial, en la
que resultaba favorable el entorno ecológico y la disponibilidad de mano de obra
indígena. Fuentes y Guzmán relata el caso anecdótico del español Juan de Espinal o
espinar, que , cuando descansaba en un recodo del camino, vio casualmente una lumbre
que se encendía al pie de un árbol de pino y descubrió, además, que unas piedras
irradiaban fuego, tal si fueran brasas, y que, al enfriarse, cuajaron como piezas de plata.
Seguidos los trámites del caso, Espinar registro y exploto aquella rica veta, de la cual”
obtuvo grande opulencia para pasar a España, dejando cubierta la labor principal de los
metales acerados, con ánimo de volver a gozar lo que dejaba”. Las crónicas aluden a otro
caso semejante el de un cura de Cuilco, que descubrió una mina de oro en el pueblo de
Motosintla. Allí, después de que el fiscal de la iglesia le mostro una pepita de dicho metal,
los caciques a su ruego e instancias le llevaron al yacimiento con los ojos vendados y a
condición de que solo dispusiera del metal que podía cargar con sus manos, para
destinarlo a las sobras de la iglesia y otras necesidades.
Comercio
En relación con el comercio, que fue sin duda una de las columnas centrales de régimen
colonial, entre aquellas primeras medidas de gobierno estuvo la organización de la casa de
contratación, con sede inicia en Sevilla, cuya fundación se aprobó en 1503, y sus
estatutos, en 1510. Se le concibió como el agente fiscal y comercial de la Corona, aunque
después se le asignaron otras funciones colaterales, como la de investigación en los
campos de la navegación y la cosmografía.
Durante varios años, las relaciones comerciales con las colonias estuvieron centralizadas
en Sevilla, con excepción de ciertas actividades que se canalizaban por los puertos de
Cádiz y de san Lucas. La Casa de Contratación por lo tanto, acrecentó su actividad, al
punto de que, a finales del siglo XVII, cuando el régimen colonial estaba ya bien cimentado
en América, era un órgano de gobierno de enorme relevancia. Se le traslado a Cádiz,
cuando ese puerto sustituyo a Sevilla para la salida y llegada de las flotas indianas.
A lo largo del siglo XVI, el comercio entre España y América se hiso por medios de flotas de
barcos protegidos adecuadamente, ya que la acción depredadora de los piratas y
corsarios, respaldos por Inglaterra, Holanda y Francia, afectaba la comunicación entre la
metrópoli española y sus posesiones coloniales. En 1561, el tráfico comercial se hacía sólo
en primavera y en verano, en sendas flotas que, en la Antias, se dividían, ya que unas se
dirigía a Veracruz (México) y al golfo de Honduras, y la otra hacia Cartagena de indias y
puerto bello (Panamá).
Durante los siglos XVI y XVII, el Reino de Guatemala mantuvo relaciones comerciales,
legales e ilegales, con España, Nueva España, Perú, Nueva Granada, Filipinas, Inglaterra y
Francia. Para ello, se utilizaban atracaderos de Puerto Caballos y Trujillo, en Honduras;
Bodegas Golfo, en Guatemala; San Juan y el Realejo, en Nicaragua; Matina, en Costa Rica;
y acajutla, El Salvador. La comunicación terrestre se hacía por rutas agrestes que unían
puertos y poblados importantes, en las cuales las mercaderías se transportaban por
tamemes o por vestías mulares.
El sistema de lotas, sobre todo cuanto éstas, a partir de 1633, carecieron de la protección
armada, ocasionó periódicas carencias de mercancías europeas en Guatemala, ya que los
barcos no llegaban todos los años.
Bienes de intercambio
Algunos de los productos exportados por Guatemala, que obligadamente pasaban por
Sevilla primero y después por Cádiz, incluían añil, zarzaparrilla, palo de Brasil, cochinilla,
azúcar, cueros de reses, bálsamo y, por supuesto, metales preciosos, como oro y la plata.
De vuelta, los barcos traían vino, pasas, aceitunas, aceite, higos, paños, lino, hierro,
mercurio, etc.
El comercio alcanzó sus niveles más altos a principios del siglo XVII, y comenzó a declinar a
mediados de la década 1620, en un descenso que se agudizó en el decenio siguiente. Las
causas de esto último estaban vinculadas a una crisis de todo el sistema, del comercio
intercontinental y colateralmente, a la acción de los piratas en el Caribe.
Las guerras de conquista fueron dolorosas para la población indígena, aunque no duraron
mucho tiempo. El contacto de los naturales con los españoles causó una disminución
acelerada de su población, principalmente por las enfermedades que eran nuevas para
ellos y para las cuales carecían de defensas biológicas. Las epidemias de sarampión,
viruela, tifus, influenza y otras similares causaban gran mortalidad entre los nativos. A
esto hay que agregar las muertes por las guerras, la esclavitud que sufrieron en las
primeras décadas, y las hambrunas que padecían cuando las plagas de langosta o chapulín
destruían sus sementeras. Se estima que la población indígena había disminuido en un 50
por ciento, en 1550. Todavía siguió decreciendo en los siglos siguientes, lo que preocupó
seriamente a los españoles. Sólo a partir del siglo XVIII comenzó a recuperarse. Se calcula
que en 1820 la población de Guatemala era de unos 500 000 ó 600 000 habitantes, de los
cuales el 66 por ciento era de indígenas.
El descubrimiento de América y sus habitantes sorprendió a los europeos. Colón creía
haber llegado a las Indias Orientales, y por eso dio el nombre de indios a los habitantes del
Nuevo Mundo, Durante los primeros años hubo en España discusiones académicas y
religiosas sobre los indios. En ciertas ocasiones se llegó al punto de negar su condición de
humanos. Algunos los consideraban salvajes a los que era lícito conquistar por la fuerza y
esclavizarlos. Otros, entre ellos Bartolomé de Las Casas y Francisco de Vitoria, defendían a
los indios y aceptaban que se les cristianizara, pero respetando sus derechos naturales.
Más allá de los planteamientos académicos estaban los intereses económicos de los
conquistadores, quienes necesitaban mano de obra barata para sus empresas agrícolas y
mineras. Por eso, en los primeros años de la de la época colonial, los indios fueron
esclavizados en su condición de prisioneros de guerra, o por compra o rescate, cuando se
trataba de indios que ya eran esclavos de otros indios, puesto que la esclavitud existió
también la sociedad prehispánica.
La corona española sostenía que los indios eran súbditos libres del Rey, pero esta
disposición sólo se comenzó a cumplir después de 1542, cuando se emitieron las Leyes
Nuevas u Ordenanzas de Barcelona.
Aunque los indios ya no fueron esclavos oficialmente después de la aplicación de las Leyes
Nuevas, los hacendados, dueños de ingenios o de empresas agrícolas, siempre
encontraron los medios para utilizar el trabajo forzado de los nativos. Uno de tales
procedimientos fue la Encomienda. Ésta es una merced real, concedida a un español, a
veces conquistador venido a menos económicamente, a quien se daba o encomendaba un
número determinado de indios tributarios del Rey, quienes deberían pagar el tributo al
encomendero, a quien, además, prestaban otros servicios. Otras formas de trabajo que se
impusieron a los indios fueron los mandamientos y repartimientos.
En la misma época en la que surgió la encomienda se produjo un hecho que influyó
grandemente en la vida y costumbres de la población indígena. Éste fue la reducción a
poblados, es decir, la concentración en pueblos de los grupos indígenas que vivían en
asentamientos dispersos, desde la época prehispánica. Esta dispersión dificultaba la labor
de los curas doctrineros que tenían la obligación de cristianizar a los indios, y también la
labor de los funcionarios encargados de recoger el tributo que los indios pagaban a la
Corona.
Los poblados se fundaban en terrenos adecuados, rodeados de tierras destinadas a los
cultivos, con suficiente agua y donde se pudieran satisfacer diversas necesidades. Se
construían según el patrón castellano: trazo de cuadrículas, con calles que formaban
manzanas. En la parte central estaba el mercado, la iglesia y los edificios para el cabildo y
el gobernador indígena, que era un indio principal. Luego se asentaban los barrios para las
familias o parcialidades, que se habían concentrado en la reducción.
Alrededor del pueblo estaban las tierras comunales o ejidos, de extensión variable, según
el número de habitantes. Cada pueblo tuvo sus propias autoridades indígenas y sus curas
doctrineros. Los nuevos pueblos sirvieron para que los españoles controlaran a los
indígenas, pero éstos los aprovecharon también para preservar muchas de sus costumbres
y sus idiomas. Algunas de las modificaciones derivadas de sus relaciones con la cultura
española y mestiza, se conservan hasta nuestros días.
Durante la época colonial las comunidades indígenas manifestaron una serie de protestas
y motines contra sus gobernadores indios, los curas doctrineros y las autoridades
españolas. Era una reacción ante los abusos cometidos por los alcaldes indígenas,
corregidores, alcaldes mayores y otros funcionarios. Algunas de tales protestas tuvieron
en carácter de grandes rebeliones, como la de los indios zendales de Chiapas, en 1712.
En Totonicapán, en 1820, poco antes de la Independencia, ocurrió una rebelión contra las
autoridades coloniales, cuando los indios quichés de la región se opusieron a seguir
pagando tributo. El principal cabecilla de esta revuelta fue Atanasio Tzul, un principal de
San Miguel Totonicapán, quien, según la tradición indígena, llegó a coronarse rey de los
pueblos San Miguel y San Cristóbal Totonicapán, San Andrés Xecul, San Francisco El Alto,
Momostenango y Santa María Chiquimula. Los rebeldes fueron finalmente sometidos por
milicias que llegaron de Quetzaltenango.
Los primeros esclavos de raza negra arribaron con los españoles y vivieron en una
situación de esclavitud, salvo en aquellos casos en los que conseguían su libertad. Los
precursores llegaron desde 1524, con los conquistadores. Eran pocos, pero su número
aumento en los años siguientes. Pedro de Alvarado, al conquistar Guatemala, llevó al país
una buena cantidad de negros artesanos, carpinteros, herreros y calafateros, para
construir barcos en el pacífico.
En 1543, Alonso de Maldonado trajo unos 150 esclavos negros, destinados éstos a
trabajos vinculados con el comercio. Poco después, López de Cerrato ordenó la liberación
de los esclavos indios y autorizó la venida de otra buena cantidad de esclavos negros. Así
aumentó éste segmento, que llegó a conformar al tercer elemento étnico de la población
de la colonia.
Los grupos más numerosos de negros estuvieron en el Valle de Las Mesas, la ciudad de
Santiago, los ingenios de Amatitlán y Verapaz, La Gomera, Gualán y otros lugares. A fines
del siglo XVIII, el número de esclavos negros había disminuido, pues algunos obtuvieron su
libertad y trabajaban como artesanos libres. Otros se habían fugado y vivían, como
cimarrones, en lugares alejados de los centros urbanos.
En 1824, la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América decretó la abolición de la
esclavitud.
Las relaciones maritales entre personas de los distintos grupos étnicos originaron una
clase compleja de mestizos: español e indio, español y negro, indio y negro, mestizo y
mestizo. Al principio, éstos se diferenciaban con nombres como mulato, mestizo o zambo,
entre otros. Así se pretendía identificar el tipo racial de una persona. Pero esto se tornó
imposible a medida que el mestizaje fue más complejo, por lo que al final se llamó a todos
gente ordinaria o casta.
Con los años, la mezcla entre los tipos étnicos diluyó las diferencias físicas y se terminó
denominando ladino a todos los que no eran indios o españoles. Ladino es una palabra
con la cual se designó, en un principio, al indio españolizado culturalmente.
Los primeros esclavos de raza negra arribaron con los españoles y vivieron en una
situación de esclavitud, salvo en aquellos casos en los que conseguían su libertad. Los
precursores llegaron desde 1524, con los conquistadores. Eran pocos, pero su número
aumento en los años siguientes. Pedro de Alvarado, al conquistar Guatemala, llevó al país
una buena cantidad de negros artesanos, carpinteros, herreros y calafateros, para
construir barcos en el pacífico.
En 1543, Alonso de Maldonado trajo unos 150 esclavos negros, destinados éstos a
trabajos vinculados con el comercio. Poco después, López de Cerrato ordenó la liberación
de los esclavos indios y autorizó la venida de otra buena cantidad de esclavos negros. Así
aumentó éste segmento, que llegó a conformar al tercer elemento étnico de la población
de la colonia.
Los grupos más numerosos de negros estuvieron en el Valle de Las Mesas, la ciudad de
Santiago, los ingenios de Amatitlán y Verapaz, La Gomera, Gualán y otros lugares. A fines
del siglo XVIII, el número de esclavos negros había disminuido, pues algunos obtuvieron su
libertad y trabajaban como artesanos libres. Otros se habían fugado y vivían, como
cimarrones, en lugares alejados de los centros urbanos.
En 1824, la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América decretó la abolición de la
esclavitud.
Las relaciones maritales entre personas de los distintos grupos étnicos originaron una
clase compleja de mestizos: español e indio, español y negro, indio y negro, mestizo y
mestizo. Al principio, éstos se diferenciaban con nombres como mulato, mestizo o zambo,
entre otros. Así se pretendía identificar el tipo racial de una persona. Pero esto se tornó
imposible a medida que el mestizaje fue más complejo, por lo que al final se llamó a todos
gente ordinaria o casta.
Con los años, la mezcla entre los tipos étnicos diluyó las diferencias físicas y se terminó
denominando ladino a todos los que no eran indios o españoles. Ladino es una palabra
con la cual se designó, en un principio, al indio españolizado culturalmente.
Independencia de Guatemala
El 15 de septiembre de 1821 los Próceres de la Independencia lograron que se firmara el
Acta de Soberanía de Guatemala.
A finales del Siglo 18, el Imperio español había caído en un atraso tanto tecnológico como
económico e ideológico. En la vecina Francia, la revolución de 1789 termina con la
monarquía y proclama la República. Estas nuevas ideas asustan a las monarquías
europeas, que forman coaliciones para invadir Francia y restaurar al Rey y la monarquía.
España se une a la coalición, junto a varios países europeos que incluían a los imperios
británico, austríaco, Otomano, Rusia, Prusia... Pero han subestimado el poder de Francia y
la motivación de la joven República. España no tiene los medios para resistir el avance
francés y en 1808 es invadida por el ejército de Napoleón Bonaparte, que corona como
rey de España a su hermano mayor, José Bonaparte.
España se subleva. Lo que sigue son 4 años de caos, guerras de guerrillas, que exasperan
al ejército francés y agotan a los españoles. Los franceses se retiran en 1812 pero España
ha perdido el poco poder e influencia que le quedaban. Las ideas de la revolución francesa
calan en las colonias españolas, y con la metrópoli del imperio debilitada, suenan vientos
de independencia en toda América Latina.
Guatemala ganó su independencia de España sin sufrir las guerras que devastaron gran
parte de América Latina. El 14 de septiembre de 1821, el Brigadier Gainza convoca
precipitadamente a una reunión. La siguiente mañana, el 15 de septiembre de 1821, los
representantes del gobierno, municipalidad, Iglesia Católica, Universidad de San Carlos, el
Concejo de Comercio, la junta legal y otros grupos fueron invitados a reunirse a las 8h00
en el Palacio Nacional (ahora ubicado en el Parque Centenario de la zona 1). Aprobaron la
Declaración de Independencia con 23 votos a favor y 7 en contra.
Quienes firmaron el Acta de Independencia de Guatemala son llamados “Próceres de la
Independencia”. Ellos fueron: Mario de Beltraneja, Mario Calderón, José Marías Delgado,
Manuel Antonio de Molina, Mariano de Larrave, Antonio de Rivera, J. Antonio Larrave,
Isidro del Valle y Castriciones, Mariano de Aycinena, Pedro de Arroyave, Lorenzo de
Romaña, Domingo Diéguez, José Cecilio del Valle, Pedro Molina y Brigadier Gabino Gainza.
María Dolores Bedoya fue la primera en gritar “¡independencia!” luego de que se firmó la
declaración.
Guatemala se independiza de México.
El poder militar de Carrera también influenció varios eventos en los estados cercanos.
Carrera intervino varias veces en la política interna de El Salvador y Honduras, y en 1857
tropas guatemaltecas jugaron un papel importante en la expulsión del aventurero
estadounidense William Walker, quien se había hecho con el poder en Nicaragua.
CONCLUSIONES
Régimen colonial, en términos generales prevaleció en el Reino de Guatemala entre 1524 a 1821, la esencia
como la explotación económica de un territorio y del trabajo de los habitantes gozaron de autonomía.
Las principales funciones eran de parte de los españoles quienes conquistaron a la cultura que habitaba
Guatemala que explotaron muchos de los recursos que se encontraban en el área por los indígenas que los
volvían esclavos.
El descubrimiento de como planificarse mejor, la agricultura, la Religión.
Entre los que participaron los indígenas quienes fueron conquistados por los españoles, Jorge de Alvarado
quien distribuyo a los indígenas para la búsqueda de artículos, Francisco Marroquín quien tomaba la tasación
de cada tributo que le daban, Alonso Maldonado el evidenciaba el peso económico que cada ofrenda.
El trabajo artesanal fue evolucionando cada vez más al igual que la agricultura, cada producción que ejercían
se les entregaba a los españoles, mientras ellos iban dándoles un intercambio para su bienestar.
La evolución de la comunidad indígena por los españoles los hizo tener un cambio drástico, como en la
religión, el lenguaje, las políticas, la distribución de tierras, por lo que fue en cierta parte beneficiario como
en desventaja, porque se produjo lo que se le llama la esclavitud
Recomendaciones
Investigar más a fondo el origen étnico de las clases sociales de hoy en día,
incluyendo sus dialectos y costumbres.
Leer más sobre los tesoros de Guatemala exhibidos en museos de otros países del
mundo a raíz de la conquista y colonización.
Investigar sobre la colonización de forma detallada en cada lugar geográfico de
Guatemala históricamente importante.
E grafía
http://epocacolonialdeguatemala.blogspot.com/
https://wikiguate.com.gt/la-sociedad-tras-la-conquista-de-guatemala/