armado:tapaaa:
CUESTIONES DE
INFANCIA
Revista de Psicoanálisis con Niños - Año 2003 Vol. 7
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Cátedra Emilio Perina
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Cuestiones de Infancia
Revista de Psicoanálisis con Niños
Publicación de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños,
Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Asociación de
Psicólogos de Buenos Aires .
Directora
Lic. Beatriz Janin
Secretario de Redacción
Lic. Diego Moreira
COMITE CIENTIFICO
Coordinador
Lic. Gabriel Donzino
Integrantes
Lic. Rubén Dimarco
Lic. Alicia Hasson
Lic. Alicia Gamondi
Lic. Silvia Morici
Traducciones
Francés: Mónica Perrota
Inglés: María Paz Pereira
COMENTARIOS ACERCA DE
“QUE PUEDA ABRIR LA PUERTA PARA IR A JUGAR” 88
SILVIA MORICI
CARRERA DE ESPECIALIZACION EN
PSICOANALISIS CON NIÑOS 145
CUESTIONES DE INFANCIA 7
EDITORIAL
Los niños con “patologías graves” nos plantean interrogantes y dificultades,
lo que es un estímulo para la investigación permanente.
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Nos consultan... con pedidos de que resolvamos, ya, lo que los angustia. En
una urgencia marcada muchas veces por los tiempos de la escuela, o de la
mirada social...
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Considero que tanto en el caso de los autismos como en todas las psicosis
infantiles, así como en los casos en los que se diagnostica ADD o ADHD, o
en los que presentan trastornos gr aves de aprendizaje, en los niños con so-
matizaciones múltiples, en los encopréticos y en todas las manifestaciones
“severas”, son múltiples las posibilidades y que, para tratarlos, es básico
pensar a qué determinaciones responden. Así, prefiero no hablar de autis-
mo sino de autismos, ni de ADD sino de diferentes trastornos de la atención
o de la motricidad, así como considerar que hay múltiples determinaciones
en los diferentes trastornos.
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venir, ¿por qué esta tendencia a ubicarlo como “desastre”, como eterniza-
do en un funcionamiento patológico, o como un ser en el que los cambios
deben ser automáticos?
1 Podemos recordar aquí lo que plantea P. Aulagnier: “[...] la supuesta transformación defini -
tiva del cuerpo en una máquina programada por otro supondría que uno pudiera excluir a ese
‘delegado’ que el cuerpo envía a la psique, para que ésta, informada de sus necesidades, las
transforme en una representación pulsional que metabolice la necesidad del cuerpo en necesi -
dad libidinal. La ausencia de ese delegado traería consigo la exclusión de toda representación
del afecto, es decir de toda fantasmatización que tomara en préstamo sus materiales de la ima -
gen de cosa corporal. Ahora bien, a falta de esos materiales, simplemente no habría fantasma;
sería entonces un funcionamiento mental en que sólo tendrían sitio construcciones ideicas
cuya carga afectiva dependería exclusivamente del juicio que sobre ellas pronunciara el que
las oye y a quien están dirigidas” (Aulagnier, P., 1984: 232).
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Hay niños que están inmersos en un mundo en el que aquellos cuya inves-
tidura es imprescindible para ser, sostienen algo que implica, como dice M.
Enriquez (Enriquez, M.; 1993), una negación de la verdad biológica de los
vínculos de parentesco y de filiación (por ejemplo, cuando una madre di-
ce, en relación al nacimiento de su hijo: “es un milagro de mi madre des-
de el cielo”). Tendría que destruir ese discurso como verdadero para poder
pensarse a sí mismo en una sucesión generacional. Esto implica oponerse
al pensamiento de alguien que es a la vez imprescindible para la vida. Es
decir, para sostener un proyecto libidinal e identificatorio el niño deberá
desconectar, desconfundir las ligazones causales aberrantes que le son pre-
sentadas.
Así, las patologías graves nos proponen repensar el armado de ritmos, la ar-
ticulación de las zonas erógenas, el registro del afecto, la constitución de
una imagen unificada de sí, la diferenciación yo-no yo, la estructuración del
yo de realidad definitivo y del superyó e ideal del yo en una historia viven-
cial.
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Que los padres incidan en el niño y que las vivencias ocupen un lugar
fundamental, no implica pensar que es lo externo lo que determina el
funcionamiento psíquico. En principio, es un interno-externo indiferen-
ciado, pero en el que no podemos eludir el poder creativo de la psi-
quis.
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y ligadora. ¿Qué escucha él de los padres, cómo los ve? ¿Qué es lo que él
hace con esa realidad?
Tomando esta idea, podemos plantear que trabajando sobre lo que el niño
representa en la economía libidinal de la madre y el padre (que muchas ve-
ces sostienen representaciones diferentes) abrimos un camino transforma-
dor, pero que muchas veces no podemos prever los movimientos organiza-
dores y reorganizadores en el niño mismo.
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¿Autismo o autismos?
También pienso que más que autismo hay autismos, en tanto son muchas
las diferencias que encontramos entre los niños autistas.
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Frances Tustin habla del terror a “desaparecer”, a caer sin fin en un “aguje-
ro negro” (Tustin, F.; 1981, 1987, 1990).
Denys Ribas (Ribas, D.; 1992) realiza algunas reflexiones acerca del autis-
mo, planteando la relación entre el autismo y la pulsión de muerte, al ha-
blar de la dificultad para representar el autismo. Describe el autismo como
automutilación psíquica. El niño autista, dice Ribas, no come libidinalmen-
te a su madre, sino que la corroe. Ella no encuentra en él el placer que se
da en el vínculo con otro, sino que se enfrenta al funcionamiento de lo mor-
tífero. Esto también se da en los tratamientos, en que el analista puede sen-
tirse “corroído” por el niño.
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Por el contrario, con los niños que tienen producciones bizarras, a los
que F. Tustin llama psicosis pre-esquizofrénica, solemos encontrarnos
con que los padres hacen “sobreinterpretaciones” o interpretaciones de-
lirantes del accionar del infans. Así, una mamá entendía como “me
quiere destruir” los berrinches de su hijo de tres años y otra decía que
su hijo de cuatro años era “diabólico” porque tiraba al suelo todo lo que
tenía a mano.
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Hay niños que pueden sentir que los objetos animados cobran vida y se
convierten en terroríficos, niños en los que prevalecen las representaciones
cosas y el lenguaje es confuso y bizarro. Predomina la desestimación, con
agujeros representacionales, y los temores son a desintegrarse, a ser traga-
dos, a caer, a explotar, etc.
Los niños a los que se diagnostica como psicosis simbiótica se suponen exis-
tiendo en tanto fusionados con la madre y cuando ésta se va quedan paraliza-
dos, sin movimientos de búsqueda porque la separación del otro es vivida co-
mo desaparición (una nena de cinco años, al irse la madre a la sala de espera
a hablar por teléfono, se quedó quieta, inmóvil, con expresión de terror, obser-
vando en silencio la puerta abierta, sin atinar a llamarla ni a correr hacia ella).
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Pero, más allá de todas estas clasificaciones, con lo que nos encontramos
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Así, un niño de siete años por el que se había consultado a pedido de la es-
cuela debido a retracción, llanto inmotivado y ataques de ira, llega al con-
sultorio y se queda parado en la puerta, paralizado, llorando. A pesar de los
intentos del padre para que entre, no se mueve. Está rígido, ensimismado,
mirando hacia el piso. Le comienzo a hablar en voz muy baja, le digo que
puede quedarse ahí, que cuando él quiera va a entrar y que yo me voy a
quedar ahí con él (estamos cada uno de un lado de la puerta). Al rato, acep-
ta que el padre se retire y después, entra al consultorio. En ese momento,
comienza a decir, en forma reiterada, mientras sigue llorando: “siempre es
lo mismo, yo estoy tranquilo y ellos me molestan” ¿quiénes?, le pregunto.
“Todos, yo no molesto a nadie, yo estoy tranquilo y ellos me molestan”. Se
va aclarando que la tranquilidad a la que se refiere es un estado de retrac-
ción autista, retracción al vacío, a la nada, y que lo que le resulta intolera-
ble es que lo saquen de ese estado, vivenciando esto como una irrupción
agresiva, violenta.
La complejidad en juego
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Podemos ver en algunos niños una combinación de estas variantes. Hay una
desinvestidura radical y por momentos un intento fallido de restitución fren-
te al vacío, a la nada; no se puede sostener la unificación cinética, no hay
un “yo unificado” que permita moverse, la pulsión de dominio fracasa y no
se domina la propia motricidad. Falla el intercambio con el resto del mun-
do. Son investidos privilegiadamente los órganos internos, las sensaciones
cenestésicas, etc., en desmedro de la constitución de las zonas erógenas. Se
invisten los intercambios intracorporales. La erogeneidad es fundamental-
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Ramiro y el perro4
Ramiro llega a la consulta cuando tiene cinco años, después de haber reco-
rrido neurólogos y pediatras que le recomendaron tratamiento psicológico,
en tanto no le encontraron causas orgánicas. Su caminar es desorganizado,
se choca con los objetos. Cuando toma algo entre sus manos, se le cae con
facilidad. Es torpe en sus movimientos. Casi no habla. En la primera entre-
vista, se sienta a upa de la madre mientras le toca el pelo enroscándoselo y
se frota contra su cuerpo.
4 Una primera versión de este caso fue publicado en Actualidad Psicológica Nº 257.
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Los padres relatan que, cuando nació, “era muy feo, flaquito”. Afirma-
ción que en personas dedicadas a la decoración y a las artes plásticas
cobra el sentido de una sentencia de desinvestidura, de no-reconoci-
miento en el otro. No se podían acostumbrar a él. Estuvo tres días en in-
cubadora debido a su bajo peso. El contacto en esos días fue mínimo
porque la madre estaba deprimida. ¿Dificultad para simbolizar, para
constituir presencia en la ausencia por parte de madre y padre? ¿Qué
“fealdad” reencontraron en el niño? ¿Qué belleza no pudieron “agregar”
al cuerpo de un recién nacido? ¿Hubo un “desencuentro” que lo situó
“fuera de la historia”?
Este niño lleva el nombre de un tío paterno, menor que el padre, drogadic-
to, que murió en un accidente automovilístico a los veinte años.
Se conjugan dos movimientos siderantes: un nombre que alude a un dolor
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El padre tiene una clara preferencia por la hija mujer, a la que considera
más rápida, inteligente y simpática que Ramiro. Los fines de semana, mien-
tras él sale con la nena, el niño se queda con la madre, de la que no quie-
re separarse. A la vez, las propuestas del padre, como andar en bicicleta o
a caballo, lo asustan. No puede identificarse con el desempeño motor del
padre, vivido como terrible y todopoderoso. La actividad le está vedada...
Un episodio que se produce durante el análisis de Ramiro pone sobre el ta-
pete la relación padre-hijo: un perro al que el padre quiere mucho y al que
ha adiestrado, ataca al niño. Es necesario que esta situación se reitere de-
jando cicatrices para que el perro sea sacado de la casa.
La madre aparece como una sustancia gelatinosa, sin bordes. Suele tener
estados de confusión y entra en episodios depresivos de autodenigración. A
la vez, esta mamá que se queja de su soledad con relación a su marido (que
tiene una vida muy activa) tiene en Ramiro una compañía permanente, in-
condicional. Los dos son lo mismo.
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Son padres a los que les resulta difícil la metabolización de los procesos
del niño y en los que predomina la proyección masiva de los propios con-
flictos en el niño. De este modo, lo dejan a merced de un funcionamien-
to en el que predomina la desinvestidura, la desinscripción, la desliga-
zón... es decir, se entrona la pulsión de muerte. Les cuesta pensar al otro
como un semejante diferente. La madre no diferencia sus propias sensa-
ciones de las del hijo y el padre rechaza la pasividad del niño, fijándolo
a la misma. El no se reconoce en su hijo y proyecta sobre él su funciona-
miento narcisista.
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- Se introdujo la duda
El trabajo psicoanalítico
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A la vez, es fundamental pensar que, así como dijimos que no hay un autismo
sino autismos y así como hay niños neuróticos como funcionamientos autistas
acotados, todo niño autista tiene algún momento en el que emerge otro tipo
de investidura, de conexión con el otro. Es decir, después de un tiempo de tra-
tamiento, hay momentos en que un niño que parecía no registrarnos, nos mi-
ra a los ojos, se dirige a nosotros con gestos, llora, dice algunas palabras... en
un recorrido en el que se van construyendo redes representacionales.
Con relación a los niños autistas, considero fundamental que el analista en-
tre en contacto con los estados autistas (y los terrores que emergen) empá-
ticamente (como afirma F. Tustin). A la vez, el niño debe encontrarse con un
analista que quiera, efectivamente, que él exista como ser humano, vivo y
que lo trate como tal.
Es un lugar difícil, en el que hay que tolerar el borramiento del otro (que de-
ja la sensación de estar solo en la sesión) y por momentos la confusión ab-
soluta (en que el cuerpo del analista se confunde con el del paciente), ayu -
dándolo ya sea a conectarse como a separarse poco a poco, procurando
tanto confrontación como apoyo.
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- Que lo contenga.
Es frecuente que sea el analista el que quede ganado por el desánimo, por
la sensación de que nada es posible y que él es inoperante, por la pérdida
de sentido de su quehacer... La pulsión de vida, el deseo de curar, debe ser
sostenida por un analista que se siente solo, desamparado, frente al abismo.
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Cada una de estas intervenciones puede darse con diferentes recursos. Así,
la contención puede ser verbal pero también corporal y la verbalización de
los afectos puede darse a través de una referencia directa o a través de ha-
blar de un tercero (otro niño, un personaje, etc.).
De diagnósticos y urgencias
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Pienso que con estos niños las intervenciones del analista tienen un valor
estructurante cuando el analista: 1) sostiene el vínculo a pesar de la desco-
nexión del otro; 2) posibilita el registro de sus afectos a través de un funcio-
namiento empático; 3) va estableciendo diferencias yo-no yo; 4) abre un
mundo fantasmático, armando un espacio lúdico en el que se puedan ir
anudando metáforas; 5) no sólo construye una historia sino que funda un
código compartido (a partir del descubrimiento de cuáles son los esbozos
de código del paciente).
Pero esto implica algunas cuestiones claves, sobre todo con relación a las
intervenciones. No puede ser cualquier intervención la que se realice. No
todo vale. Justamente porque uno está escribiendo o, a veces, como es el
caso de los niños autistas (si tomamos la metáfora de D. Ribas), estamos
armando el papel para que las letras desordenadas tengan asidero... En-
tonces cuando golpeo la mesa armando una secuencia rítmica con un ni-
ño que no habla, estoy haciendo una intervención psicoanalítica; cuando
un niño está en estado de retracción al vacío y yo me acerco muy despa-
cito y le hablo en tono monótono, y respeto a ultranza su silencio y le doy
tiempo para que vaya desplegando lo que le pasa, estoy psicoanalizando
a ese niño.
CUESTIONES DE INFANCIA 33
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ra ese fin) (Green, A.; 1984). Yo estoy convencida de que cuando utilizo un
tono de voz particular y un ritmo... estoy posibilitando un armado y a la vez
descondensando, desarmando otro tipo de funcionamiento. Porque si lo
que predomina es la desestimación de todo contenido, y logro que no me
expulse, que no expulse mis palabras, o la representación que construyó de
mí, si puedo lograr que de una semana a otra me recuerde y sepa que yo lo
recuerdo a él, algo se va armando en un vínculo (que no es un vínculo cual-
quiera) y esto implica desarmar un funcionamiento regido por la compul-
sión a la repetición.
Hay una urgencia dada por el sufrimiento de un niño que nos impone tra-
bajar del mejor modo para paliar ese dolor.
Hay también una urgencia dada porque sabemos que trabajamos sobre una
historia que se está escribiendo.
Urgencias que tienen que ver con el niño mismo. Y que nos exigen afinar
nuestras intervenciones, comprometernos con la cura y poner en juego
nuestro deseo de curar.
Bibliografía
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pag. 11 a .38 5/2/06 2:58 PM Page 35 ramon OMEGA:zzlibros 2003:Cuestiones de Infancia:lib. armado:
(1920g) Más allá del principio del placer, en Obras Completas, Bs. As.,
Amorrortu, Vol. 18, 1979.
(1923b) El yo y el ello, en Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, Vol. 19, 1979.
Haag, Geneviève: (2000) “La pratique psychanalytique avec les enfants au-
tistes: aménagements techniques, processus possibles, développements mé-
CUESTIONES DE INFANCIA 35
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Mc. Dougall, Joyce, (1998) Las mil y una caras de Eros, Buenos Aires, Pai-
dós, 1998.
36 CUESTIONES DE INFANCIA
pag. 11 a .38 5/2/06 2:58 PM Page 37 ramon OMEGA:zzlibros 2003:Cuestiones de Infancia:lib. armado:
Resumen
Por último, se refiere al trabajo psicoanalítico con niños que presentan pa-
tologías graves.
Summary
The subject of severe mental disase in childhood, of its diagnosis and how
to approach it psychoanayitically are discussed within a theoretical frame-
work in which every child is thought of as a psychical apparatus in the pro-
cess of being structured. The problems of urgent demand and chronicity are
considered, the latter being a ghost that haunts children so affected. The po-
sition of the psychoanalyst in such cases is also discussed.
Finally, the task of the psychoanalyst as regards children suffering from se-
vere mental disease is adressed, while it is mantained that the psychoanaly-
tical theory enables us to deal with these patients.
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pag. 11 a .38 5/2/06 2:58 PM Page 38 ramon OMEGA:zzlibros 2003:Cuestiones de Infancia:lib. armado:
Résumé
Beatriz Janin
Av. Córdoba 3431, 10º “A”
(1188) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4963-4729; 4963-2777.
beatrizjanin@yahoo.com
38 CUESTIONES DE INFANCIA
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DUELOS EN LA INFANCIA.
CARACTERISTICAS, ESTRUCTURA Y
CONDICIONES DE POSIBILIDAD
Gabriel Donzino•
• Profesor de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio con
APBA).
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Respecto de ello Melanie Klein escribe: “Así, mientras que el dolor se expe -
rimenta con toda intensidad y la desesperación alcanza su punto culminan -
te, surge el amor por el objeto, y el sujeto en duelo siente más poderosa -
mente que la vida interna y la externa seguirán existiendo, a pesar de todo,
y que el objeto amado perdido puede ser conservado internamente. En es -
ta etapa del duelo el sufrimiento puede hacerse productivo. Sabemos que
experiencias dolorosas de toda clase estimulan a veces las sublimaciones,
o aún revelan nuevos dones en algunas personas, quienes entonces se de -
dican a la pintura, a escribir o a otras actividades creadoras bajo la tensión
de frustraciones y pesares. Otras se vuelven más productivas en algún otro
terreno –más capaces de apreciar a las personas y las cosas, más tolerantes
en sus relaciones con los demás– se vuelven más sensatas. En mi opinión,
este enriquecimiento se logra a través de procesos similares a aquellos pa -
sos que acabamos de investigar en el duelo. Es decir, cualquier dolor cau -
sado por experiencias dolorosas, cualquiera que sea su naturaleza, tiene al -
go de común con el duelo y reactiva la posición depresiva infantil. El en -
cuentro y la superación de la adversidad de cualquier especie ocasionan un
trabajo mental similar al duelo.”1
Freud, en Duelo y Melancolía se pregunta por qué este trabajo resulta tan
doloroso. “Cada uno de los recuerdos y esperanzas –escribe Freud– que
constituyen un punto de enlace de la libido con el objeto, es sucesivamen -
1 Klein, Melanie, (1940) “El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos”, en Contribu -
ciones al Psicoanálisis, O. C., pág. 293, Paidós, Buenos Aires.
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Ahora bien, si tomamos en cuenta los tres aspectos que Freud considera en
el párrafo citado (el examen de realidad, el lento proceso y la opción del
yo), tanto la construcción de la realidad como la constitución del yo en su
capacidad de seguir un mandato erótico son aspectos que en la infancia es-
tán en proceso de estructuración. ¿Está el niño en condiciones psíquicas de
realizar ese examen de la realidad y promover que su yo decida por las sa-
tisfacciones narcisistas de la vida, cuando la percepción del tiempo, la re-
lación con la realidad y la construcción de su narcisismo responden, como
investigó Winnicott, a un proceso gradual que implica al tiempo, donde
esos objetos externos son su apoyatura...?
2 Freud, Sigmund, (1915 [1917]) Duelo y Melancolía, Obras Completas, págs. 2092; 2098/9, Biblio-
teca Nueva, Madrid.
CUESTIONES DE INFANCIA 41
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He reunido una serie de fragmentos clínicos que tal vez nos permitan ex-
traer de ellos las características de los duelos en la infancia, sus diversas
presentaciones, las consecuencias para cada momento de estructuración y
sus períodos críticos.
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gros sueña es la que conoce a través de las fotos. Julia presencia los matu-
tinos episodios en los que llorando, Milagros le cuenta al padre sus sueños.
“La culpa es de la abuela por mostrarle esas fotos”, concluye Julia.
Julia ya había criado a dos sobrinas que convivían entonces con ella. Inte-
rrogada respecto de si ella hubiera deseado tener hijos propios, rompe en
llanto y cuenta que tuvo un hijo de soltera que estudiaba ingeniería en Tu-
cumán y que “desapareció” en la lucha contra la subversión. “Supongo que
está muerto –dice–, pero me dijeron que no hiciera nada porque podía de-
saparecer yo. Si supiera dónde están sus restos, para llevarle una flor. Ni si-
quiera en sueños puedo verlo”.
Presuntamente las niñas no sabían de este hijo de Julia. Sólo su esposo y las
sobrinas, cuando la veían llorar, entendían por qué lo hacía. Milagros, en
cambio, preguntaba con insistencia por qué cada vez que iban al cemente-
rio a visitar la tumba de su madre y hermanito, tenían que llevar una flor
para el osario común...
5 En el culto católico se recuerda a Deolinda Correa, “la Difunta”, como una mártir criolla, quien por
escapar de un malón en el norte argentino se pierde con su bebé en el desierto, encomienda la vida de
su hijo a la Virgen, muere en el desierto y amamanta a su pequeño aún después de morir.
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Consultan por Ariel, de recientes tres años de edad. Sus padres lo adoptan
a los veintidós meses aproximadamente (calculados sobre la base de unos
estudios que le realizan). Es llevado a un Juzgado por una señora que dice
que lo dejaron a su cuidado y no lo vinieron a buscar más. Agrega que lo
cuidaba el guardabarrera en la casilla del paso a nivel donde lo dejaron. Es
registrado como NN.
La primera vez que veo a Ariel, deambula sin parar por el consultorio mien-
tras sus padres dialogan conmigo. Uno a uno, muerde y arranca la mina de
todos los lápices. Amaso una bolita de plastilina delante de sus ojos y lue-
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go la achato entre mis dedos haciendo una tortita: es la primera vez que me
mira a los ojos.
Luego de varios meses de intenso trabajo con los padres, comienzo a traba-
jar con Ariel junto a su mamá. En una de las primeras sesiones la madre
amasa un caracol grande con plastilina. Ariel le pide: “Be-bé, be-bé”. La
madre lo amasa y Ariel hace que se besen. Luego aplasta al caracol grande
contra el escritorio mientras grita: “¡mamá, mamá!” Seguidamente aplasta
al caracolito bebé.
Más adelante, en otra sesión (ya a solas con Ariel), saca de mi bolsillo las
llaves, las sacude e imita el tañido de las campanas. ¿La campana del guar-
dabarrera?... ¿Era un recuerdo, o lo construido durante el trabajo con los pa-
dres? No lo sé. Lo central era que el camino de la construcción posible de
una historia estaba en marcha y si fueran una evocación o un constructo,
bienvenidos eran.
Durante incontables sesiones, más adelante, Ariel tirará objetos por la ven-
tana, intentando en más de una oportunidad, arrojarse él mismo. Luego de
casi tres años de tratamiento, Ariel me sorprende con el siguiente juego: yo
soy un señor que va a la veterinaria a comprar un perrito. El es un cachorri-
to en una jaula que me pide, rascándome con las patitas, que lo elija a él.
Este juego tiene muchas variantes: el dueño de la veterinaria me echa di-
ciéndome que no hay más perritos, mientras el perrito se queda llorando y
me dice que vuelva; me pide que lo lleve a él, pero que no puede irse por
su mamá, ante lo cual debo llevarme a los dos; me pide que lo lleve, pero
tiene bebés y debo llevar también a sus hijitos; me pide que lo lleve avisán-
dome que tiene bebés en la panza. Lo llevo y sobre el diván nacen los ca-
chorritos, a los que él cuida, como una madre celosa, gruñéndome para evi-
tar que me acerque. Otras, Ariel es el cachorrito nacido y con los ojitos en-
trecerrados hociquea buscando la teta hasta prenderse del botón de mi ca-
misa.
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Diego es fanático del fútbol, pero no puede jugar a la pelota o salir a la ca-
lle por temor a que “me descomponga”.
Diego dice: “A los doce años íbamos caminando por la calle y yo me cru-
cé delante de él. Se tropezó conmigo y lo hice caer. Cayó de frente en el pi-
so... medio se desmayó... fue por mi culpa...”
Lentamente, Diego empieza a “salir”. Trae un sueño que califica de “un po-
co lindo, un poco feo”: “Mi primo (personaje familiar adorado por Diego,
a quien el papá encomendó la crianza de su hijo) viene en un coche y to-
ca la bocina. Me asomo y mi primo me dice: ‘mirá quien viene...’. Y es mi
viejo que se asoma por el techo levantado del Citroën”. Se despierta angus-
tiado. Lo lindo es que soñó con el padre. Lo feo, que cuando se despertó
comprobó que no era posible.
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Quizá de los tres casos el más complejo sea el de Milagros. Un mito fami-
liar arrasador la deja en un comprometido lugar: ella no es el varón pedido
a la Virgen, pero su negación alude al lugar que le esperaba: reemplazar al
pequeño fallecido; desde ese lugar mítico es a la vez la que sobrevive ali-
mentándose de la madre muerta y la difunta que revive a su hijo; es la vir-
gen-madre que llora los hijos desaparecidos de otra madre. La falla de apro-
piación simbólica del objeto deja a Milagros confinada a la representación
de la pérdida a través de lo real de la muerte: los huesitos, los restos mate-
riales.
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La primera premisa que nos imponen los casos, es que un niño en due-
lo está inmerso en un medio ambiente aquejado también por una pér-
dida. No es posible el duelo de un niño aislado, ni desligado de una
historia. Ese medio ambiente es la familia, más específicamente los pa-
dres.
¿Cuáles son las condiciones que permiten que un duelo sea llevado adelan-
te o no?...
¿En qué medida el duelo del niño queda imposibilitado, frenado o dificul-
tado a partir de la mentira de los adultos, de su silencio?... Versiones tales
como “está en el cielo”, “se quedó dormida”, “se transformó en un ángel”,
etc., las vemos emerger en las más variadas formas sintomáticas y fobias.
Las del silencio, en otra variedad de cuadros quizá más graves, psicosomá-
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ticas, adicciones, vacíos. ¿Pero qué decir ante aquello que Freud descubrió,
que no hay representación?...
Arminda Aberastury6, se pregunta en uno de sus escritos por qué los padres
no pueden decir al niño lo que pasó, significar la muerte como tal. Consi-
dera que de esta manera los padres piensan que evitarían un sufrimiento al
niño. En realidad, identificados proyectivamente con el hijo, son los propios
aspectos infantiles de los padres que le hacen suponer que le están hablan-
do a sí mismos desvalidos respecto de esa muerte.
Este fenómeno no sería en sí algo problemático ya que forma parte del pri-
mer movimiento normal en todo duelo: la renegación (verleugnung) de la
pérdida. El riesgo estriba en una patologización de este mecanismo sosteni-
do por la versión parental coincidente con la renegatoria del chico mismo.
El caso de Milagros nos muestra otro aspecto del lugar parental en los due-
los. El niño no puede preguntar, no puede recurrir a un adulto que le ayu-
de a significar la situación de pérdida porque golpea en un punto de impo-
sibilidad del padre superviviente. Es decir, en sus propios conflictos y due-
6 Aberastury, Arminda, (1973) La percepción de la muerte en los niños, Ediciones Kargieman, Bue-
nos Aires, 1978.
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los pendientes. El niño lo intenta, pero pronto percibe que sus preguntas an-
gustian al otro y opta por proteger al adulto de ese dolor.
El niño, por su parte, “capta” que preguntar y querer saber hace sufrir al otro
(y él no quiere que su único objeto se ponga mal) y, además, que el otro
tampoco desea que él sufra por pensar en eso, por lo cual el niño debe ca-
llar. Algunos padres ven con alivio que el chico está muy bien, que no le
afectó, que sigue igual que antes. Motivo por el cual es poco frecuente que
recibamos consultas por que se suponga, o se tema, dolor en los niños que
han perdido seres queridos.
e) Manifestaciones de ansiedad:
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2ª) Que el sujeto no se identifique con la causa de la muerte del ser querido.
7 Casanova, E.; Merea, A.; Morici, S.; Pelento, M.; Popiloff, T.; Wainer, A., (1992) “Algunas consi -
deraciones sobre los duelos en la infancia”, en Diarios Clínicos 6 –Duelo y Trauma –, Buenos Aires,
Lugar Editorial, 1993.
Freud, Anna, (1958-60) “Análisis de los trabajos de John Bolwby sobre separación, dolor y duelo”,
en El psicoanálisis y la crianza del niño, Paidós, Barcelona, 1980.
Hornstein, L.; Aulagnier, P. Et all., (1991) Cuerpo, historia, interpretación, Paidós, Buenos Aires.
Scaluzub, Lidia, “El duelo y la niñez”, Psicoanálisis N° 2, Vol. XX –Abordajes en psicoanálisis de ni -
ños–, Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, Buenos Aires, 1999.
Winnicott, Donald, (1958) “Psicología de la separación”, en Deprivación y delincuencia, Paidós, Bue-
nos Aires, 1991.
8 Guerin, Guite: “Estar en duelo”, en El niño y la muerte, Raimbault, Ginette, Buenos Aires, 1995.
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diremos que sí, pero sólo desde el momento en que el niño posea lengua-
je y simbolización del objeto como ausente, distinción entre lo animado e
inanimado, pasado, presente y futuro y relaciones causa-efecto. A partir de
allí podremos hablar, teóricamente, de duelo en sentido estricto. Previo a
ello, la pérdida, será significada como abandono o inscripta como vacío.
Para pensar el estatuto de las pérdidas en cada momento crítico del arma-
do del psiquismo, precisemos los siguientes hitos en dicha estructuración:
2- La capacidad simbólica del niño desde los seis meses hasta el año y me-
dio, abre un panorama distinto. El niño empieza a diferenciar a la madre
como un objeto externo e independiente de él. La posición depresiva infan-
til plasma en el psiquismo del niño la posibilidad de pérdida del objeto to-
tal amado, el Yo unificado del niño estará en condiciones de soportar el do-
lor por su odio hacia el objeto. Además, el surgimiento de la pulsión de do-
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minio permite el ejercicio del juego del fort-da, hito central en la adquisi-
ción de la categoría simbólica de la ausencia. El tiempo y el espacio pasan
a tener otra organización en la mente del infante (Sami Ali; 1976) y el pro-
ceso secundario comienza a estabilizarse junto al surgimiento de la pala-
bra.
Si todo sale bien, las consecuencias para el futuro psíquico del niño serán
alentadoras. Las pérdidas reales en este período dejarán al niño no sólo sin
el amor del objeto sino sin el soporte identificatorio que ese objeto era pa-
ra él. Soporte identificatorio que lo sostiene en tanto ser. Las experiencias
relatadas por Spitz sobre el marasmo infantil son el ejemplo elocuente de
esto.
3- La adquisición del lenguaje, entre los dieciocho meses y los dos años,
marca el período donde la palabra aporta el mayor poder de ligadura repre-
sentacional. La capacidad de experimentar culpa y la fantasmatización de
escenas –posibilitada por la existencia de símbolos e imagos– permitirá el
despliegue lúdico y la interpretación de los hechos según los modelos pul-
sionales predominantes.
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Bibliografía
Casanova, E.; Merea, A.; Morici, S.; Pelento, M.; Popiloff, T.; Wainer, A.,
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Klein, Melanie: (1940) “El duelo y su relación con los estados maníaco-de-
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1986.
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Resumen
Se examinan las características y pasos del duelo tal como los describió
Freud, considerando que éstos son un trabajo sólo realizable con la condi-
ción precisa de que la categoría de objeto ausente se haya simbolizado.
Summary
This article puts forward hypothesis concerning the characteristics and con-
ditions of mourning in childhood and in its clinic characteristics.
The characteristics and the stages of mourning are examined just as they had
been described by Freud, considering their process as possible one only un-
der the precise condition that the object loss category had been already
symbolized.
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cess an extra element to be taken into account when dealing with its thera-
peutic approach.
Key words: mournings in childhood; losses at an early age; object loss sym-
bolizationue.
Résumé
On établit des fragments cliniques pour observer à partir d’eux les caracté-
ristiques des deuils dans l’enfance et l’adolescence, leurs diverses présenta-
tions cliniques (équivalents dépressifs dans l’enfance), les conséquences
pour chaque moment de structuration et leurs périodes critiques.
Gabriel Donzino
Sánchez de Bustamante 2010, 1° “C”
(1425) Buenos Aires
Tel: 5787-8803
gabdonzi@ciudad.com.ar
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Introducción
Vínculos y complejidad
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tivas sin que podamos saber a priori cual elegirá, ya que depende tanto de
las condiciones iniciales como de su historia y de las relaciones con su con-
texto específico.
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Pilares que enfrentan a una exigencia de trabajo: algo debe hacerse frente
a ellos. Se jugarán aquí diferentes posiciones según este mandato se repri-
ma, se desmienta o se repudie. Se trata, en fin, de cómo se las va a arreglar
la familia con las cuestiones de lo prohibido y lo imposible, con la tensión
entre endogamia y exogamia, con la renuncia pulsional a la continuidad ge-
nealógica.
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Ahora bien, si esta situación se transporta sin cambios a una tercera gene-
ración, lo innombrable para el hijo/padre se transforma en impensable pa -
ra el nieto/hijo, y aquí sí podremos toparnos con angustias masivas o apari-
ción de cuestiones bizarras.
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Bibliografía
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Resumen
Summary:
This paper intends to transmit and point out the distinctive and specific qua-
lities that a linking perspective in Psychoanalysis can bring concerning the
implication of the family environment on the child. The family constitutes a
complex, driving, narcissistic and symbolising framework from where sub-
jectivities derive, both those that are being worked on as well as those that
have already been constitued, since each one of us is always been affected
by successive bonds throughout our lifes.
The linking field creates both the appearance and burial conditions that ena-
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ble the possibility of psychic retranscription, and the family ways of dealing
with resignation to the impossible pleasure of the endogamic object that fra-
me the itinerary for a necessary loss required in order to build the represen-
tational world. In a family, when the procedure of the forbidden and the im-
possible fails to succeed in the construction of a barrier to the driving dash,
one of its consequences will be that the defensive logic at stake will neces -
sarily become radical. Therefore, questions of denial and rejection related to
the interdiction of the endogamic object shall prevail and continue circula-
ting.
Résumé
L’éclosion d’une psychose infantile met en évidence, dans l’une de ses mul-
tiples facettes, une sorte de retour ici et maintenant de ce qui avait été ré-
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pudié par les parents eux-mêmes ainsi que par les ancêtres, et qui se trou-
vait « jeté au dehors » de la trame interfantasmatique.
Silvia Gomel
Pico 1805
Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 11 4701-5328/ 11 4701-8728
sgomel@sinectis.com.ar
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Introducción
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En estas vicisitudes los padres aparecen tan afectados como las madres,
aunque la dinámica de su padecimiento sea diversa. En particular, la frus-
tración que recae sobre la relación con el hijo varón (recuérdese que esta
enfermedad afecta a cuatro veces más varones que niñas) golpea al hombre
en la zona siempre sensible de la identificación con su propio padre; por lo
tanto también en el corazón de su identidad sexual. Ese hijo con el que nun-
ca se podrá tener un diálogo “de hombre a hombre” –aunque siempre se sos-
tendrá en secreto tal fantasía, porque nada en la apariencia del niño autoriza
a perder las esperanzas–, simplemente porque jamás accederá a los códigos
tácitos que regulan las relaciones entre las personas en la cultura1, será siem-
pre una especie de muerto-vivo, que no brindará al padre la posibilidad de
dar vida a una parte de sí, y, por lo tanto, que no le facilitará la elaboración
de algunos de sus conflictos más profundos, en particular en lo relacionado
con la ambivalencia con su propio padre. Y el hecho de tener otro hijo varón
puede aliviar, pero seguramente no exculpa por completo.
1 Debe tomarse en consideración la enorme dificultad –si no imposibilidad completa– que re-
presenta, para estos niños, encontrar algún nivel de inscripción en una filiación simbólica, en
el sentido del “contrato narcisista” que desarrolla Castoriadis Aulagnier, P. (1975).
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Por otra parte, los investigadores que provienen de distintos ámbitos, den-
tro y fuera del Psicoanálisis, no terminan de ponerse de acuerdo en cuanto
a los límites de la clase. Desde el primer inventario de rasgos que hiciera
Kanner –por cierto, simplificado años después por el mismo autor, en lo que
algunos consideran un empobrecimiento de las categorías diagnósticas–
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Es significativo, en este sentido, que sea habitual la aparición del cuadro alre-
dedor del año y medio o los dos años de edad, una época de gran importancia
para de la constitución subjetiva. Esto puede abordarse desde ángulos diversos.
Según la metapsicología psicoanalítica, por ejemplo, es el tiempo de la consti-
tución del psiquismo en que se logra un primer nivel en la organización del lla-
mado Yo de Realidad definitivo, que ya no puede sostener ilusiones sobre la al-
teridad del objeto y que activa la angustia de pérdida como señal ante la temi-
da situación de desvalimiento psíquico por abandono. Es, también desde este
enfoque, la etapa del comienzo de la elaboración de situaciones potencialmen-
te traumáticas por vía simbólica, de la cual el juego del carretel (Freud, 1920)
es un ilustre ejemplo. Para la perspectiva epistemológica genética (Piaget,
1959), a su vez, corresponde al surgimiento de la función semiótica –cuyas ma-
nifestaciones iniciales son la imitación diferida, los juegos simbólicos y los pri-
meros niveles del lenguaje–, lo que representa un enorme avance en la posibi-
lidad de extender la propia acción en el mundo. Implica necesariamente el ha-
ber ya conquistado la permanencia de objeto y logrado organizar el espacio co-
mo un grupo objetivo de desplazamientos regidos por leyes precisas, es decir,
un espacio homogéneo. Es en este punto donde comienza a producirse el más
estruendoso fracaso adaptativo del niño autista. Surgen regresiones sorprenden-
tes y hasta llegan a perderse algunas palabras adquiridas, que a menudo eran
utilizadas con un sentido preciso. Pero, más aún, se observan anomalías en la
construcción del espacio, así como habitualmente dificultad para las praxias
complejas, aún cuando pueda alcanzarse, al mismo tiempo, un sentido de
orientación espacial en ocasiones excepcional, con habilidad para calcular tra-
yectorias y desplazamientos en forma rápida y con visión lateral.
Con respecto a la pregunta planteada más arriba, acerca del método para la
aproximación adecuada a estos casos, creo que vale adoptar, como punto
de partida, una posición decidida en el sentido de la exploración de cami-
nos posibles, más allá de todos los acartonamientos y las limitaciones que
podría imponer la sumisión a las reglas técnicas tradicionales. Como se di-
jo, los métodos habituales del Psicoanálisis son inaplicables en estos casos.
En una gran proporción de ellos el sujeto carece de lenguaje –la posibilidad
de adquirirlo parece marcar una diferencia fundamental en cuanto a la evo-
lución del tratamiento–, no se puede expresar por señas y ni siquiera mues-
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2 La referencia al mítico suplicio de Tántalo, que Green utiliza para ilustrar el funcionamien-
to psíquico en psicosis y estados fronterizos, resalta la tendencia al vacío, –“que arrastra al su-
jeto a un abismo sin fondo, hasta la alucinación negativa de él mismo”, agrega– que predomi-
na en esos casos y remite al concepto de “narcisismo primario absoluto” como tendencia a lle-
gar lo más cerca posible del grado cero de la excitación. Salvando las diferencias aludidas más
arriba, el concepto parece también útil para aplicar a los casos a los que se refiere el presen-
te artículo.
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cidido casi todos quienes se ocuparon del tema– que existe un importante
nivel de trastorno de lenguaje en todos los casos de autismo, aunque su gra-
do puede variar en gran medida de uno a otro. Estas disfasias son mixtas –de
expresión y de comprensión simultáneamente– aunque también es suma-
mente variable la proporción en que se encuentra cada una de ellas. Algu-
nos autores (Citados por Ajuriaguerra, 1977) superponen el autismo con las
afasias congénitas. En mi opinión debe considerarse que la dificultad abar-
ca por completo a la función simbólica, desde sus niveles elementales, lo
que afecta a la posibilidad de representación. Asimismo, un nivel también
variable de praxias fallidas parece encontrarse con regularidad (ver, por
ejemplo Bara, Bucciarelli.& Colle, 2001; Brighenti, Teatin & Malaffo, 2000).
Esto se confirma, por ejemplo, a partir de la respuesta favorable al sostén del
auxiliar en la ejecución de ciertas acciones complejas o muy específicas,
aún cuando a veces logren realizar con notable habilidad otras acciones.
Las dos cuestiones señaladas –que no son las únicas que pueden indicarse,
pero que pueden servir como ilustración de mi punto de vista– son básicas
para la construcción del sistema representacional, tal como este tópico está
considerado por la metapsicología psicoanalítica. El tema de la acción –o,
mejor dicho, la percepción de las acciones propias y de sus consecuencias–
forma parte de la génesis de la representación ya desde las primeras teoriza-
ciones freudianas (cf. Freud, 1950a (1895)). La cuestión de la acción propia
es también destacada en trabajos posteriores, en particular en relación con el
proceso de constitución del Yo (como, por ejemplo, Freud, 1915c). Esto im-
plicaría ya al nivel primordial de representación, el de las “Representaciones-
cosa” (Freud, 1915e). Resulta evidente, por su parte, la incidencia del trastor-
no de lenguaje en el funcionamiento del sistema preconsciente, construido
básicamente a partir de “representaciones de palabra”.
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Bibliografía
Bara, B. G., Bucciarelli, M.& Colle, L., (2001) “Communicative abilities in au-
tism: Evidence for attentional deficits”, Brain and Language, 77, 216-240.
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Biklen, D., (1993) Communication Unbound, Teachers College Press, New York.
Freud, S., (1915e) “Lo inconsciente”, en Amorrortu Editores, vol. 14, Bue-
nos Aires, 1976.
Freud, S., (1920g) Más allá del principio de placer, en Amorrortu Editores,
vol. 18, Buenos Aires, 1976.
Green, A., (1972) De locuras privadas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1990.
CUESTIONES DE INFANCIA 79
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Kanner, L., (1951) Tratado de Psiquiatría Infantil, Ed. Zig Zag, Sgo. de Chi-
le.
Manonni, M., (1996) ¿Qué ha sido de nuestros niños locos?, Nueva Visión,
Bs. As.
Resumen
Summary
This article outlines the need of an integrated theoretical view in order to in-
80 CUESTIONES DE INFANCIA
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crease the level of understanding on the subject. Out of research and clini-
cal material, the author suggests a revision of Psychoanalysis traditional way
of considering autism’s ethiology and bonds between the autistic child and
his/her family. With regard to research and treatment methodology this pa-
per also outlines the need of integrating different standpoints and technical
resources and discusses the analyst’s role in such chores. It states in turn, so-
me metapsychological consequences of these children’s usual dysfunctions
(specially dysphasia and dyspraxia) that influence the construction of repre-
sentational systems and the constitution of the psychic device.
Résumé
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pag. 82 a .87 5/2/06 3:37 PM Page 82 ramon OMEGA:zzlibros 2003:Cuestiones de Infancia:lib. armado:
l trabajo clínico con niños nos lleva a pensar en los diferentes momen-
tos de estructuración psíquica por los que atraviesan y por ende en las
distintas intervenciones que como analistas, estamos convocados a dar
en cada tiempo específico. Sabemos también que esa estructuración se da
en una historia signada por otros, entonces, es necesaria la escucha de
aquéllos que consultan por un niño: ¿De qué niño hablan? ¿Quién es el ni-
ño? ¿Cuantos niños aparecen, emergen del discurso parental?
Soledad a los cuatro años llega a través de los dichos de su mamá, Marta,
quien dice: “El problema de Soledad es que no habla bien, hay días que se
le entiende algo, otros nada. También es un poco agresiva; como no le en-
tienden lo que dice, pega. A veces la ‘fajo’ porque es caprichosa, no hace
caso”. Mediante un confuso discurso materno, la historia de Soledad co-
mienza a desplegarse ante mi escucha.
Marta –que estaba cursando tercer año del secundario– abandona porque
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Del embarazo de Soledad no recuerda nada, del parto sólo que la atendió
una partera porque los médicos estaban de paro. No hay recuerdos ligados al
afecto, a la ternura; dice: “Estuve yo sola... los médicos ni me fueron a ver pa-
ra saber cómo estaba”. Le pregunto por Soledad: “No me acuerdo, creo que
pasaron como dos o tres horas hasta que un médico la vio”.
No quiere que su mamá hable, tapa sus oídos con las manos o se retira a la
sala de espera cuando lo hace. Marta sanciona: “lo hace para llamar la
atención, son caprichos. Hay días que la encierro en el baño, a mí no me
va a ganar. Es tan inquieta, no para un minuto. Yo no sé de dónde saca esa
fuerza; me agota”.
Marta dice que Soledad en la casa no juega, por esa razón (y siguiendo la
sugerencia de un otorrinolaringólogo que vio a Soledad en la época que
asistía a Estimulación Temprana), la manda al jardín de infantes. “El médi-
co me dijo que la mandara al jardín aunque no hiciera nada, estar con chi-
cos la despertaría”. ¿De qué despertar se trataba? ¿Despertar de afectos, de
una subjetividad negada?
84 CUESTIONES DE INFANCIA
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Ante la escasa atención institucional posible de una vez por semana, ofrez-
co a Soledad una “muñeca-flor” para que la lleve a su casa. La mamá cree
que es de gusto, ya que no juega con muñecas. Sostengo la necesidad de
que probemos y señalo la importancia de que sea de uso exclusivo de la ni-
ña. Tiempo después, Marta sonriéndose dice que Soledad ensucia la muñe-
ca, le pinta la cara. Le digo que parece que empezó a jugar; “lo hace por-
que imita a la hermana, que juega con sus muñecas”, responde la madre
desestimando de este modo que Soledad tenga una iniciativa propia.
Pienso que los trastornos que presenta Soledad indican fallas en la consti-
tución de ligaduras que inhiban el desborde pulsional, la descarga masiva.
Por eso mis intervenciones apuntan a nombrar afectos, a diferenciar su
cuerpo del mío, delimitando espacios, conteniendo cuando estalla en llan-
tos y pataleos, calmando.
CUESTIONES DE INFANCIA 85
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- ¿Qué escuchas?
- “Dicen cosas feas”
- ¿Cuáles?
- “Tonta, mala, loco de la cabeza” (es lo que entiendo de lo que me dice).
86 CUESTIONES DE INFANCIA
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El trabajo con los papás de Soledad no es fácil, hay un papá con el que pu-
de en tres años tener una sola entrevista y una mamá que a pedido de otras
personas (pediatra, maestras) lleva a su hija a tratamiento y acude a las en-
trevistas por mí solicitadas, pero no sigue la sugerencia de tener su propio
espacio terapéutico.
Beatriz Janin dice que: “con los padres se hace imprescindible ocupar el lu-
gar de filtro, escuchando el sufrimiento que los desborda, hasta que el niño
está en condiciones de construir sus propios filtros. Que puedan mediatizar
sus pasiones, diferenciarse del niño y registrarlo como persona que siente,
es la meta del trabajo con ellos”.
Mariana Cervellini
marianacervellini@intercasares.com.ar
CUESTIONES DE INFANCIA 87
COMENTARIOS ACERCA DE
“QUE PUEDA ABRIR LA PUERTA PARA
IR A JUGAR”
Silvia Morici •
El título
El juego y la posición del analista
omenzaré mis comentarios del caso con una reflexión sobre el título
elegido por la autora: “Que pueda abrir la puerta para ir a jugar”, alu-
sión al célebre juego infantil del “Arroz con leche”, que ineludible-
mente metaforiza el mundo de lo infantil, el mundo de nuestra propia in-
fancia y EL MUNDO DE LA INFANCIA, así con mayúsculas, con la fuerza
que le otorga su carácter de concepto. Este mundo, a los adultos que supi-
mos ser infantes, nos despierta específico de la infancia al que el juego le
otorga su rasgo fundante, inevitablemente, añoranza y cálidos recuerdos; el
jugar nos queda asociado a aquello que nos habilitó el encuentro con otros
y a su vez mitigó soledades. Sin embargo, también nos desvela el secreto
temor de no poder hallarla en nuestros hijos ni en las generaciones por ve-
nir. El “arroz con leche”, que para varias generaciones no necesita explica-
ción alguna, para las nuevas representa a lo sumo parte de algún relato fa-
miliar, dando paso a los arrolladores y bélicos Mario Bros., Final Fantasy, o
el Mortal Kombat, juegos cibernéticos con nombres que nos resultan tan ex-
traños como importados de otras culturas y otras infancias.
Por eso este material, con este nombre tan propio de lo infantil, me invitó a
circular con comodidad en el descubrimiento de esta niña particular que
consigue jugar, convirtiéndose simplemente y complejamente en eso: una
niña. Porque un niño que juega, en el decir de Winnicott (Winnicott, D.,
1979), es definitivamente eso, un niño.
88 CUESTIONES DE INFANCIA
nomónica del juego en lo infantil, sino que metaforiza a su vez esa posición
particular a la que debe acceder un analista de niños, cuya función podría
resumirse en la habilidad de abrir el juego del análisis para posibilitar, en el
caso de esta niña, por ejemplo, el lento armado de las categorías faltantes
que intervienen en el entramado de un aparato psíquico.
Y creo que esta posición del analista, que se coloca en un lugar de genui-
na perplejidad, es lo que abre las puertas de acceso del inconsciente y en
este caso del juego, que en algún punto funcionan en sinonimia..
La consulta parental
En este caso en particular, la analista capta que debe descubrir al niño por
quien le consultan, quien se halla sumergido en el discurso materno.
Como ya sabemos, cuando los padres consultan por un niño hay dos nive-
les en esa demanda. Una consciente, manifiesta, y otra inconsciente, laten-
te.
CUESTIONES DE INFANCIA 89
La demanda inconsciente es la que hace pregunta en el analista. Se refiere
a la ubicación del niño en el narcisismo de los padres, en sus identificacio-
nes, en su condicionamiento transgeneracional, y en la representación de
hijo y deseo de hijo que estos porten.
La madre
90 CUESTIONES DE INFANCIA
su marido maltratador no porque le pegue sino porque le dice que es “ma-
la madre”, poniendo en duda además su honorabilidad sexual. Mujer orgu-
llosa y de inteligencia intuitiva, sabe reconocer en estas palabras mayor
maltrato que el golpe mismo. El mala madre fue más doloroso que los gol-
pes recibidos. A esto me refería sobre el dolor que implica el percibir la fa-
lla en la función que se porta.
Y creo que tuvo razón en ofenderse, porque una cosa es portar fallas en la
función (que de alguna manera representan límites en la propia estructura)
y otra muy distinta es ser mala madre, que también las hay. Me refiero a
aquella posible posición materna en donde prime el no deseo de hijo, o el
deseo hostil, o el odio inconsciente hacia el hijo del que habla Winnicott
(Winnicott, D., 1979).
Y de ahí en más se abre este otro espacio en donde asistimos emocionados y per-
plejos al devenir de un aparato psíquico que estaba detenido en algún tiempo mí-
tico, en ese limbo del que nos habla Winnicott, lugar atemporal, a categorial.
La niña
CUESTIONES DE INFANCIA 91
Soledad es una niña que no juega. Padece de no jugar. Para Winnicott (Win-
nicott, D.,1971), este era un síntoma grave en un niño, ya que un niño sin
capacidad lúdica reflejaba la ausencia de un buen proceso madurativo, que
en su teoría representaba lo peor que le podía pasar a un niño, es decir ser
un no niño, no ser. Me rectifico, la ausencia de juego en él representa mu-
cho más que un síntoma (que en realidad a veces puede ser la mejor tran-
sacción que un niño encuentra, siendo una forma válida de expresión de
conflicto). Significa no ser un niño. Y así se presenta Soledad a la consulta,
siendo no siendo.
Y va creando todos los momentos que podemos llamar evolutivos del jue-
go. El Fort-da, juego de ausencia-presencia, juego inaugural de mecanismos
princeps del armado del aparato, y así pasa por el descubrimiento del cuer-
po como primer objeto lúdico, sin olvidar que lo que abrió esta cadena fue
ese momento inaugural en que la analista-madre le ofrece ese primer obje-
to (niña-Flor). Primer objeto que rápidamente se transicionaliza (representa
la ausencia y por ende presencia de la analista).
92 CUESTIONES DE INFANCIA
El juego
Quisiera agregar alguna idea acerca de esta suerte de premisa que tenemos
los analistas de niños acerca del juego, como la activación de lo vivido pa-
sivamente.
Simplemente quisiera acentuar el carácter activo del juego. Creo que pue-
de no sólo estar representando la inversión de una experiencia vivencial pa-
siva, sino que aún si esta “experiencia pasiva” no existe, el juego es igual-
mente activo, es acto.
S. Freud (Freud, S., 1920g), en su artículo donde desarrolla el juego del Fort-
da recalca lo activo del jugar en su función elaborativa, con el modelo de
lo traumático.
M. Klein (Klein, M., 1929), a su vez, resalta la idea del juego como la pues-
ta en acto de una fantasía inconsciente, y para Winnicott es la puesta en ac-
to de un potencial creativo innato que el ser humano trae en su bagaje cons-
titucional.
CUESTIONES DE INFANCIA 93
meros indicadores de presencia de patología (por eso hablamos de patolo-
gía grave temprana).
Era un bebé-muerto.
Un bebé que elabora defensas autistas, como su nombre lo indica se está de-
fendiendo de alguna intrusión vincular (intrusión en el sentido de violencia se-
cundaria que también la ejerce una madre ausente o retraída para ese bebé).
94 CUESTIONES DE INFANCIA
madre es intrusiva, se retrae; si se ausenta, se vuelve expectante.
Creo que de esto se trata en la estructura clínica de Soledad: una niña que
perdió partes de su integración somato-psíquica en momentos incipientes
de estructuración, cuando la diferenciación Yo, no-yo aún no ha acaecido
(o está acaeciendo ) y por ende la distinción entre mundo interno y externo
es endeble (recuerden las voces que esta niña parece escuchar) por fallas en
la vincularidad temprana.
Bibliografía
Bleichmar, Silvia, (1984) En los orígenes del sujeto psíquico. Buenos Aires.
Amorrortu Editores, Bs. As.,1984.
Freud, Sigmund, (1920g) “Más allá del principio del placer”, Obras Com-
pletas, Vol. XVIII, Bs. As., A. E.
CUESTIONES DE INFANCIA 95
Golse, Bernard, “La depresión del lactante”, Conferencia realizada en el
Congreso Internacional de Psicopatología Infantil organizado por FLAPIA,
en la ciudad de Montevideo, en octubre del 2001.
Resumen
Palabras claves: posición del analista; juego; depresión del lactante; retrac-
ción autista.
96 CUESTIONES DE INFANCIA
Summary
The presented clinical material reports the analysis process of a little girl
with an early bonding disturbance that generated a deficient assembling of
her psychic device.
The richness of the material from the infantile analysis shows the importan-
ce of both the analyst’s standpoint that enables the full display of the infan-
tile fantasy through open, wishing and attentive listening, as well as the ga-
me position, as a privileged active player for the construction of the psychic
device.
This case in turn allows a more accurate diagnostic observation in early in-
fantile pathologies, distinguishing between primary autism, baby’s autistic
defences, and the unweaned infant’s primary depression.
Résumé:
CUESTIONES DE INFANCIA 97
dans les pathologies précoces de l’enfance, en faisant une distinction entre
l’autisme primaire, les défenses autistes du bébé et la dépression primaire
du nourrisson.
Silvia Morici
Arenales 3504 10ª 47
(1425) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 114825-2025
98 CUESTIONES DE INFANCIA
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UN SUJETO EN SOLEDAD:
PUNTUACIONES DE UN TEXTO CLINICO
Diego Moreira•
Presentación
Tiempos y escenarios
Se trata de tres escenas, dos de las cuales son repetición de la primera. Pe-
ro que se actualizan por resignificación a partir de la última, es decir, la
CUESTIONES DE INFANCIA 99
pags. 99 a 107 5/2/06 3:44 PM Page 100 ramon OMEGA:zzlibros 2003:Cuestiones de Infancia:lib. armado:
Entonces nos encontramos con tres tiempos que son lógicos y corresponden
a las diferentes generaciones que conforman la estructura familiar. ¿Qué es lo
que esto implica? Entre otras cuestiones, tiempos diferentes de maltrato y de
miradas ausentes, o no registradas como metas de la querencia (pulsión).1 Y
fundamentalmente tres sujetos encarnados por Soledad, la madre y el abuelo
materno, entre otros. Pero si continuamos con el relato clínico nos encontra-
mos con otro maltrato y con la ausencia de una mirada que excede el marco
de lo individual y de lo familiar. Me refiero a la carencia de asistencia y a la
ausencia de la mirada de un médico durante el nacimiento de Soledad, que
se enlaza a una perspectiva de escala mayor. Esta ultima ausencia inaugura
un tiempo y un escenario diferente: el comunitario-social.
Las similitudes de los primeros tres tiempos, y porque no del cuarto, no res-
ponden a un intento de encubrir las diferencias a partir del recorte de ciertos
términos, sino que se sostienen en la promoción de una verdad cuya estruc-
tura es de ficción.
Los tres primeros tiempos nos introducen en la serie de las tres generacio-
nes que se necesitan para establecer una producción psicótica, al estilo de
la alucinación acústica de Soledad. Mientras que el cuarto tiempo, el de la
cultura y economía capitalista oficia de contexto.
Ahora bien, los cuatro tiempos, escenarios, y los diversos sujetos se organi-
zan en función del verbo, que aparece como un hilo de Ariadna para el su-
jeto, que nos guía por los diferentes tiempos y laberintos de la estructura
que se actualiza en Soledad. ¿Pero porque el verbo? Considero que el ver-
bo moviliza al sujeto y en los diferentes tiempos circula entre unos y otros,
como luego veremos en el relato (Freud, 1919e).
1 El nombre de J. L. Etcheverry está relacionado con la traducción del término alemán: trieb
como pulsión al castellano. Sin embargo, en la traducción de las cartas a Fliess, prefiere para
trieb el término “querencia”, que toma de “La Dorotea” de Lope de Vega, y corresponde al cas-
tellano antiguo y rural. Considera que Freud toma este término de la teoría del sistema de la
eticidad de Fichte, discípulo de E. Kant. Es decir, que Etcheverry recupera el destino ético (qui-
zás literario) del trieb freudiano y de sus textos, velado en las sucesivas traducciones por con-
textos biológicos y/o físicos.
Los verbos que insisten en los cuatro tiempos del relato y que se despliegan
acorde con la gramática de la querencia (pulsión), son: pegar, decir, mirar,
y entender. Sin duda, esta insistencia deriva de la compulsión a la repeti-
ción e implica un goce particular. La misma repetición que Freud (1920g)
introduce en el psicoanálisis para responder a ciertas paradojas que apare-
cen en la clínica, relacionadas con la reacción terapéutica negativa, el jue-
go y los sueños de las neurosis traumáticas.
lante de los chicos que era mala madre y esa palabra... que empieza con
p... puta, cualquier cosa menos eso; mala madre y puta no’”.
En esa época, Soledad, sólo miraba pero no veía. La mirada suponía el ver
de la madre. El ser pegada seria el primer tiempo en la constitución de So-
ledad como sujeto.
“Marta dice que Soledad en la casa no juega, por esa razón y siguiendo la
sugerencia de un otorrinolaringólogo que vio a Soledad en la época que
asistía a Estimulación Temprana, la manda al jardín de infantes. ‘El médico
me dijo que la mandara al jardín aunque no hiciera nada, estar con chicos
la despertaría’.”
En el juego del espejo ve, pero cuando comienza a mirar, es decir, que de -
ja de ver, pega y oye voces.
“Al igual que Soledad que pega y es pegada, Marta carga una infancia lle -
na de golpes, su papá (alcohólico) maltrataba a su señora y a sus hijas, la
abuela materna también lo hacía determinando que a golpes sus nietas
‘iban a entender’”. También la abuela paterna golpea en ocasiones a Marta.
El abuelo paterno obnubilado por el alcohol, y vía desestimación mira pe-
ro no ve, oye (en el pegar) pero no escucha.
El maltrato ha sido típico de todos los tiempos, desde de los abuelos y pa-
dres hasta el contexto social, pero esos tiempos, hasta ahora, se han abste-
nido de redactar un argumento alucinatorio.
¿Qué podrá ser más convincente que interrumpir el juego y quedarse mi-
rando hacia un costado? Lo es de tal forma que la analista pregunta: “¿qué
escuchás? ‘Dicen cosas feas’. ¿Cuáles? ‘tonta, mala, loco de la cabeza’ es lo
que entiendo de lo que me dice. Miro yo también hacia el mismo costado,
me dirijo a las voces diciéndoles que Soledad no es tonta, mala ni loca de
la cabeza y que la dejen tranquila, que estamos jugando. Soledad sonríe,
parece aliviada”.
Se trata de tres tiempos que organizan una voz que se repite, que sólo pue-
de ser oída y no escuchada.
pasan por otro lugar: por las indagaciones acerca de la ausencia de una ma-
dre suficientemente buena al estilo de Winnicott. Sin embargo, y llamativa-
mente la ausencia de una mirada y el maltrato, insisten, pero esta vez no
sólo de la familia, sino desde el contexto social, falta la mirada y asistencia
del medico. Lo cual nos remite a un contexto de análisis de escala diferen-
te a la familiar. Es necesario incluir necesariamente el contexto cultural y el
económico.
“Del embarazo de Soledad no recuerda nada, del parto sólo que la atendió
una partera porque los médicos estaban de paro. No hay recuerdos ligados
al afecto, a la ternura, dice: ‘estuve yo sóla... los médicos ni me fueron a ver
para saber cómo estaba’. Le pregunto por Soledad. ‘No me acuerdo, creo
que pasaron cómo 2 o 3 horas hasta que un médico la vio’.”
A modo de conclusión
Los senderos de los destinos familiares convergen en una voz que sólo pue-
de ser oída. Y es precisamente esta voz la que sostiene la frase de la aluci-
nación acústica donde ella encuentra su ser: “es mala”. Este “ser mala” no
es otra cosa que un fragmento del juicio de atribución ligado a lo displa-
centero que retorna desde el superyó. Así la alucinación se despliega como
una resistencia ante la presencia de una muerte por imposición ajena, resis-
tencia que se renueva día a día, al estilo de los cuentos de Sherezada du-
rante las mil y una noches.
Resumen
Los tiempos abarcan un solo argumento con todas las permutaciones po-
sibles y se organizan en función del verbo, que aparece como un hilo de
Ariadna para el sujeto. Los tres primeros tiempos nos introducen en la se-
rie de las tres generaciones que se necesitan para establecer una produc-
ción psicótica, al estilo de la alucinación acústica de la pequeña; mien-
tras que el cuarto tiempo, el de la cultura y economía capitalista oficia de
contexto.
Summary
In this paper the author discerns four logical moments and their corres-
ponding scenes of abuse and luck of looking linked to the circuit of dri-
ve.
These moments include a sole argument with all its variations, which are or-
ganised by a verb that becomes like an Ariadna string. The three first mo-
ments introduce us into the three generation series required to establish a
psychotic production alike the girl’s acoustic hallucination, while the fourth
moment, that of culture and capitalist economy acts as context. This pro-
duction is not a question of decreasing libido but an expression of ethics, a
particular resistance to die according somebody else’s wish. Like in Shere-
zade’s tales this resistance renews day by day
Résumé
pitaliste, sert de contexte. Or, cette production est moins un reflet d’appauv-
rissement libidinal que l’expression d’une éthique, d’une particulière résis-
tance à mourir à la manière d’autrui, qui se renouvelle de jour en jour, sui-
vant le style des contes de Schéhérazade pendant les mille et une nuits.
Bibliografía
Freud, Sigmund, (1919e) Pegan a un niño, Vol. 17, Buenos Aires, Amorror-
tu Editores, 1979.
Freud, Sigmund, (1920g) Más allá del principio del placer, Vol. 18, Buenos
Aires, Amorrortu Editores, 1979.
Lacan, Jaques, (1966) Escritos I y II, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 1994.
Diego Moreira
Acuña de Figueroa 710, 1º. 1,
Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4865-5718
damoreira@yahoo.com
EL ATAQUE DE PANICO.
UN ESTUDIO PSICOANALITICO
Lic. José Andrés Cernadas•
Resulta altamente sugestivo descubrir, al poco andar, que Sigmund Freud rea-
liza su descripción sintomatológica en 1894, es decir a fines del siglo XIX
(Freud, S.; 1895b [1894]), bajo la denominación de “Ataque de angustia”.
Como está dicho más arriba, el encuentro con pacientes con crisis de angustia
me despertó un gran interés como psicoanalista debido a las características de
esta patología.
El marco teórico
(2) sudoración;
3) oleadas de sudor.
4) temblores y estremecimientos.
6) diarreas.
7) vértigo locomotor.
8) parestesias.
9) urgencia de orinar.
10) insomnio.
NEUROSIS ACTUALES
PSICONEUROSIS
DE TRANSFERENCIA NARCISISTAS
HISTERIA HISTERIA N.
DE DE OBSESIVA
CONVERSION ANGUSTIA
(FOBIA)
Lo que me interesa destacar aquí es que esta división entre neurosis actua-
les y psiconeurosis está atravesada por la primera teoría de la angustia. Re-
cordamos entonces que en el caso de las neurosis de angustia, Freud sostie-
ne que la causa de su producción se atribuye a la dificultad para la descar-
ga de la tensión sexual acumulada y que ésta, al no disponer de una vía de
salida se transforma en angustia. El punto de vista económico esta susten-
tando la teoría en los inicios. “¿Cómo se va a metabolizar ese quantum de
energía libre que, como pura excitación, deviene angustia traumática, es
decir intramitable?
Milrod (1995), quien plantea que cuando Freud “adopta su segunda teo -
ría de la angustia, él describe dos tipos de angustia. La más temprana for -
ma es la angustia traumática, que ocurre cuando el aparato psíquico in -
maduro es sobrepasado por los estímulos, la barrera de protección an -
tiestímulo aún no está formada y la función materna de protección falla
(Freud 1926). Con la maduración y el desarrollo, el yo y sus funciones se
vuelven más estructurados. La comprensión de la realidad por el niño, un
bagaje de memorias y la función de anticipación del yo, se desarrollan y
el niño puede anticipar peligros. En este punto del desarrollo el niño ad -
quiere la habilidad de dar una señal de angustia” (Milrod, B.; 1995:161).
En el ataque de angustia (P.A.) la angustia que emerge es la angustia trau-
mática sin el “apronte angustioso”; es decir, sin angustia señal hacia las
operaciones defensivas del yo, que apuntan a la superación y prevención
de la angustia traumática.
Quedan planteadas de este modo dos cuestiones que son ejes del tema y
que se destacan como lugares privilegiados a develar: el eje teórico con la
problemática de la angustia como telón de fondo y el eje técnico que hace
“estallar” el modelo clásico de encuadre en psicoanálisis.
Paula: 12 años 1
1 El presente caso fue trabajado en Supervisión con la Lic. Irma Borisonik, a quien agradezco
haberme autorizado su publicación.
”Pregunta si lo que ella ve está pasando, siente que era antes otra persona
y ahora no lo es. Vio una película que se llama “La aritmética del Diablo”,
trata sobre los nazis, de una chica judía actual que se transporta hasta la
Alemania nazi y después vuelve a la vida de hoy. Hace dos años que falle-
ció la bisabuela y cuando se siente mal piensa cosas malas.”
“Después de 3 años de casados nace Paula, tomó pecho hasta los 11 me-
ses, fue muy despierta, habló y caminó rápido, de carácter fuerte, a los 3
años quiso ir al jardín y después no quiso ir más, mordía.
”Demuestra ser muy madura, hace mandados, prepara la leche, cuida a sus
hermanas, es celosa, es responsable, Usó chupete hasta los 1 1/2 años, pa-
ñales hasta los 2 años; tuvo infecciones urinarias.
Parece grande para su edad, dice: “Tengo miedo de morirme”. Se pone a ar-
mar un rompecabezas, dice que le gustan mucho. No habla luego.
Algunas reflexiones
La referencia a la película “La aritmética del Diablo”, título que por sí mis-
mo es más que sugestivo, me pareció importante, dado que actúa como de-
sencadenante del cuadro según la hipótesis materna.
“real”. A ello podemos agregar el deseo de una madre a que muera su hijo
enfermo (ver argumento de la película y la compleja situación en torno a la
herencia de la familia del padre).
Cómo decirle a estos abuelos que la familia quiere salir, salir del encierro,
tener amigos, crecer con otros, salir del encierro del dogma.
Conclusiones
La irrupción del A.P. da cuenta de una situación vital más que de un hecho
puntual, es todo el proyecto de vida el que está amenazado, se forma co-
mo un embudo que hace resistencia a la subjetividad. Es la caída de las
pseudoadaptaciones con las que el sujeto intentó sostenerse en su existen-
cia, y señala sus dependencias y la falta de autonomía. En este sentido los
núcleos fusionales no han sido resueltos y el sujeto vuelve a ser un cuerpo
desmembrado, “rotos los lazos recíprocos”, a quien la madre sostenía con
su mirada en una unidad yoica endeble. Salir de esa “mirada”, proponerse
como sujeto autónomo, implica sostener su propia vida pulsional. Por lo
tanto si hay fallas, la tramitación psíquica se ve amenazada y sólo resta la
descarga en un cuerpo a modo de pararrayos pulsional.
Bibliografía
Ferro, Antonino, “Carla’s panic attacks, insight and transformation; what co-
mes out of the ‘cracks’-monsters or nascent thoughts?”, en The International
Journal of Psycho-Analysis. V. 77, pte. 5: p.997-1011, Londres, 1996.
(1921) Psicología de las masas y análisis del yo, Buenos Aires, A. E., Tomo
XVIII, 1986.
(1923) Inhibición, síntoma y angustia, Buenos Aires, A. E., Tomo XX, 1986.
Silver, Austin, (1989) “Panic Attacks facilitating recall and mastery implica-
tions for psychoanalytic technique”, en Journal of the American Psychoa -
nalytic Association, Editorial Madison, International Universities Press,
1989.
Resumen
Summary
From his experience with panicky patients, the author surveys the Freudian
work and other psychoanalytic authors’ writings in order to establish the re-
levance of Psychoanalysis for the approach and treatment of this pathology.
The case introduced, which involves Paula, a pubescent girl, allows clinical
practice to contribute to the tentative hypotheses of the conclusions. The
author holds that the Panic Attack reveals a broad process rather than a fact
in particular. It is the person’s whole life that is threatened. (...) The pseudo
adaptations, by which the subject has tried to support himself/herself in his-
/her existence, collapse, and this marks the subject’s dependence and lack
of autonomy.
Résumé
Le cas présenté ici à mode d’exemple, Paula, une jeune fille pubère, permet
de faire des apports, depuis la clinique, aux hypothèses provisoires des Con-
clusions.
Dans celles-ci, l’auteur soutient que “l’Attaque de Panique rend compte d’u-
ne situation vitale, plutôt que d’un fait ponctuel; c’est tout le projet de vie
qui se trouve menacé (...) C’est la chute des pseudo-adaptations par lesque-
lles le sujet avait tenté de se soutenir dans son existence, et elle marque ses
dépendances et son manque d’autonomie”.
Introducción
Desarrollo conceptual
“Si el trauma reviste cierta intensidad, será mayor la cantidad de libido re-
tenida en la acción defensiva y ello traerá como consecuencia una inhibi-
ción del desarrollo de algunas de las áreas de incorporación de aprendiza-
jes correspondientes a ese momento evolutivo. Inhibición en este contexto,
significa menor posibilidad de desarrollo o sea, una adquisición parcial de
esos aprendizajes” (Soifer, R. 1983).
Inhibición del yo
Impulsión
1. Cuestiones neurológicas
2. Maltrato familiar
3. Traumas familiares
4. Situaciones familiares actuales
5. Reactivos al ambiente familiar
6. Estructurales del niño
7. Proceso neurótico
8. Proceso psicótico
9. Enfermedades orgánicas crónicas
En este tipo de violencia, la madre o los padres hacen por el niño sin ense-
ñarle; lo que está obturado no es el aprendizaje sino el conocimiento y la
autonomía.
Como ejemplo puedo citar el caso clínico de un niño de 8 años, que llega
a la consulta derivado por insistencia del gabinete escolar. El motivo de
consulta era su conducta de falta de límites, estados de inquietud y ansie-
dad, tendencia a la indiferenciación (niño/adulto) y tiranía, que le ocasio-
naban trastornos de aprendizaje, en especial, el no terminar de copiar la ta-
rea en clase y una desatención permanente. Su grupo familiar consistía de
En las defensas debemos estar atentos a cómo el niño las utiliza. Si la inten-
sidad de las defensas es muy fuerte encontramos que la cantidad de libido
involucrada resulta mayor, produciéndose una detención del desarrollo.
Debemos vincular tanto las fijaciones pulsionales como las defensas con las
patologías del desvalimiento.
Estrategia de intervención
Bibliografía
Freud, S., (1920) “Más allá del principio del placer”, Volumen XVIII, Buenos
Aires, Amorrortu Editores.
Freud, S., (1926) “Inhibición, síntoma y angustia”, Volumen XX, Buenos Ai-
res, Amorrortu Editores.
Klein, Melanie, (1932) “El psicoanálisis de niños”, Buenos Aires, Ed. A.P.A.,
1948.
Soifer, Raquel, (1983) “Psiquiatría Infantil Operativa”, Tomo II, Buenos Ai-
res, Kargieman Editores, 1983.
Resumen
Tanto las inhibiciones como las impulsiones son manifestaciones que res-
ponden a distintas causas y van a depender de los factores eficaces. Ellos
son: cuestiones neurológicas, maltrato familiar, traumas familiares, situacio-
nes familiares actuales, reactivos al ambiente familiar, estructurales del ni-
ño, proceso neurótico, proceso psicótico y enfermedades orgánicas cróni-
cas. Se definen las estrategias adecuadas de intervención psicoterapéutica.
Summary
Résumé
Jorge G. Cantis
Avda. Gaona 2055, P. B. “A”
1416, Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4582-1149
cantisj@uolsinectis.com.ar
Introducción
Dichas frases y las plasmaciones gráficas implican los enlaces entre las exi-
gencias de los distintos erotismos y diferentes tiempos de organización del
yo. Es decir que los sueños y los grafismos requieren de una posibilidad aní-
mica que permita la captación diferencial cualitativa.
En ellos, así como en los dibujos, pueden apreciarse la riqueza de los ma-
tices afectivos, el empleo del color, los materiales utilizados en su produc-
ción, la fuerza de las líneas, el uso del espacio de la hoja, el orden y la re-
lación entre los elementos que se presentan.
De modo tal que el sueño y toda clase de formaciones del inconsciente lo-
gran encubrimientos eficaces de la vida pulsional y sus vicisitudes, mostran-
do sujetos deseantes, inmersos en una historia, que desgrana en las asocia-
ciones.
Dibujo 1, relato:
“Había una vez una chica llamada Sabrina, todos los días iba al bosque con
su padre a buscar leña. Un día caminaba bajo los pinos y escuchando a los
pájaros cantar, descubrió... Una cosa peluda y muy suave detrás de un pi -
no, se acercó y vio que era una dulce y linda ardillita que con sus ojos co -
lor negro la mira, y la observó detenidamente; ella la agarró, la acarició y
la llevó a su casa y se quedó como la mascota más amigable.”
Para cuando hizo este dibujo y la historia, padecía de una fobia a escuchar
las tormentas, que le llevaba a penetrar en la habitación de sus padres, y
permanecer allí hasta que la vencía el sueño. Acerca de las tormentas brin-
dó una serie asociativa como sigue: miedo al ruido de las tormentas, a los
truenos, a morir ahogada, a que se inunde su casa.
Pronto llegó a relacionar la cuestión del ruido, al “espiar con las orejas” en
la habitación de los padres, más adelante continuó hablando de asuntos ta-
les como su temor a que los padres se separaran y quedó en evidencia el
modo en que procuraba conocer y controlar todos los movimientos de su
padre. Otras veces era presa de la angustia por temor de que él sufriera un
accidente en el coche.
Para dar curso al estado de dormir se desinviste todo el “territorio del Yo”.
“Las investiduras así retiradas recaen sobre el yo, y quizás en especial sobre
el cuerpo”, si alguna moción pulsional intenta perturbar el retiro de las in-
vestiduras, la defensa actúa produciendo el sueño, que tiende por vía alu-
cinatoria a satisfacer la “pulsión de dormir” (Freud 1940, Maldavsky 1994).
De modo que la acción específica es la lógica por la cual se resuelve la ten-
sión vital, mientras que el sueño opera como guardián del dormir.
Además sería importante tener en cuenta las maneras del despertar. El dor-
mir como dejarse morir puede ser sucedido por un estado de somnolencia
sin diferenciación clara entre la vigilia y éste, del cual algunos pacientes
suelen salir con una pesadilla que se constituiría como “guardiana del des-
pertar” y como intentos de ligar un trauma, que en el caso de ser transmiti-
do transgeneracionalmente anudaría contenidos de “historias insoportables
e indecibles” (Maldavsky, 1996). Conducirían a la perpetuación del trauma
pero también habilitarían una lucha más eficaz contra las tendencias a la
inercia.
Una paciente, Victoria consultó porque se sentía muy deprimida. Ella atri-
buía su depresión a la jubilación que acababa de producirse. A poco de co-
menzar su tratamiento dijo un día: “Yo soy la mujer de las cicatrices”, en es-
ta presentación aludía a las múltiples marcas de operaciones que le habían
practicado a lo largo de su vida. La primera fue a raíz de un absceso pul-
monar, cuando solo tenía dos años de edad. Sufría enfermedades respirato-
rias a repetición durante la infancia a pesar de ser cuidada con esmero por
sus padres, según decía. A los cuarenta y dos fue operada de diversos tumo-
res, tuvo un sinnúmero de caídas y hepatitis. Su cuerpo se había constitui-
do en testimonio de un dolor arrasador, y al mismo tiempo una expresión
de su esfuerzo por sanar. Al principio pasaba del insomnio a un estado le-
tárgico. Pronto comenzó a trabajar nuevamente, pero lo hacía de forma
acelerada y agotadora.
Luego soñó con un bebé recién nacido muy blanco sobre una mesa de me-
tal, un rayo de sol comenzaba a calentarlo y su color se tornaba rosado y
vital.
Más adelante deseó visitar Italia. Cuando viajó encontró a sus primos, que
la recibieron cariñosamente, le comentaron historias familiares y la llevaron
al pueblo del abuelo. Describió Roma como “algo maravilloso; el sol del
amanecer la hacía aparecer como de oro”.
Para entonces comenzó a decir que a ella le gustaba dibujar, pero que le
costaba mucho manejar los colores. “Dibujo bien las formas, pero cuando
tengo que poner los colores se me mezclan y hago un enchastre...”, comen-
tó en una oportunidad.
Las “sensaciones de lápida” con parálisis del frío se parecían mucho en sus
efectos corporales a los estados de hibernación, eran acompañados por al-
teraciones de la respiración y ahogos. Probablemente resultaban de la tra-
mitación pulsional por medio de una alteración interna. Las construcciones
permitieron tejer una red de significantes, en la cual cobró eficacia la fun-
ción paterna tanto como los nombres del padre. Apareció la añoranza por
Un día pinta, en el medio de la hoja, su casa con marcador rojo para expli-
car donde está su habitación, en otras palabras, cuál es su lugar. Es un pla-
no en sentido vertical, intenta aclarar dónde duerme cada uno de los inte-
grantes de la familia. En las salidas que están en la parte inferior colocó
unas cuñas cerrándolas. Las aberturas dan al interior de la vivienda. La ha-
bitación de Marta, en primer lugar, es contigua a la del matrimonio, tam-
bién señalada como “Mat.”, que no se lee claramente. Nótese el remarca-
do en la pared que limita con el cuarto de la madre y la puerta asegurada.
Para concluir diré que estos gráficos y relatos, así como las pesadillas fijan
de alguna manera momentos traumáticos propios y ajenos signados por la
repetición y el retorno de lo forcluido. La cura en los casos presentados so -
bre todo en los primeros tiempos estuvo dirigida a promover la función in-
terrogativa perdida, cuestionando certezas al mismo tiempo que se trabaja-
ba en la recuperación de la investidura de la sensorialidad, construyendo
fragmentos de historias en las que el sujeto pudiera admitir sus pérdidas y
reconocerse en ellas como sujeto.
Dibujo 1 Dibujo 2
Bibliografía
Hammer, Emanuel, (1978) Los test proyectivos gráficos, Buenos Aires, Edi-
torial Paidós, 1978.
(1920g) Más allá del principio del placer, Vol.18, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 1979.
(1992) Teoría y clínica de los procesos tóxicos, Buenos Aires, Amorrortu Edi-
tores, 1992.
Resumen
En el presente trabajo se considera la función del dormir, los sueños, las pe-
sadillas los modos del despertar, la plasmación estética del mundo así co-
mo también la posibilidad de historizar.
Summary
In this work, sleep, dreams, nightmares, different ways of awakening, the aest-
hetic shaping of the world, as well as the possibility to assemble a story, are con-
sidered.
The clinical value of graphics and dreams to establish differences between tho-
se belonging to neurotics and those to children and adolescents seriously ill, is
also stressed. Finally traumatic events, foreclosure present in holophrases invite
us to think about the ways of treatment.
Key words: repairing rest-sleep; dreams; letargy; internal alteration; non signifi-
cative drawing; nightmares; aesthetic shaping; afective variations; holophrase;
interrogative function; construcctions; imaginary dimension; symbolic dimen-
sion.
Résumé
Dans le présent travail sont considérés la fonction de dormir, les rêves, les cau-
chemars, les manières de se réveiller, la forme esthétique du monde, aussi bien
que la possibilité de créer une histoire.
L’accent est mis sur la valeur clinique des productions graphiques et oniriques
dans les névroses afin d’établir des différences avec celles des enfants et adoles-
cents avec des souffrances graves. Enfin, les événements traumatiques et la for-
clusion présents dans les holophrases invitent à réfléchir sur la direction de la
cure.
Mots clés: repos réparateur; sommeil; léthargie; altération intérieure; dessin non
significatif – cauchemar – forme esthétique; nuance affective; holophrase; fonc-
tion interrogative; constructions; dimension imaginaire; dimension symbolique.
CARRERA DE ESPECIALIZACION EN
PSICOANALISIS CON NIÑOS
Aprobado por el Ministerio de Educación. Resol. 684/99
Acreditada por Resolución 341/00 de la Comisión Nacional de Evaluación
y Acreditación Universitaria – Título de validez nacional.
Comité académico: Dra. Silvia Bleichmar, Dra. Emilse Dio Bleichmar, Lic.
Beatriz Janin, Dr. David Maldavsky, Lic. Nilda Neves, Dra. Marilú Pelento,
Lic. Mario Waserman.
Fundamentos de la especialización:
La formación específica que los psicólogos y médicos deben tener para tra-
bajar con niños, emerge de la especificidad de los problemas y de las téc-
nicas necesarias para escucharlos y para incluir en el tratamiento a los que
los rodean.
1° año
2° año
• Psicopatología Infantil II
• Psicoanálisis con Niños: Desarrollos Post-Freudianos I (Aportes de M. Klein).
• Problemas Centrales del Psicoanálisis con Niños I
• Psicoanálisis con Niños: Desarrollos Post-Freudianos II (Aportes de J. Lacan).
• Supervisiones
3° año
Modalidad mensual