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ELOY ALFARO

José Eloy Alfaro Delgado (Montecristi, Ecuador, 25 de junio de 1842 - Quito, Ecuador, 28
de enero de 1912) fue Presidente de la República del Ecuador en dos ocasiones en
períodos que comprenden entre 1897 a 1901 y 1906 a 1911, general de División del Ejército
del Ecuador desde 1895 y líder de la revolución liberal ecuatoriana (1895 - 1924). Por su rol
central en las batallas de la revolución y por haber combatido al conservadurismo por casi
30 años, es conocido como el Viejo Luchador. En ninguno de sus mandatos llegó al poder
por elección popular, siempre fue por medio de golpe de estado dado por los revolucionarios,
luego de lo cual se llamaba a asamblea constituyente para legitimar el poder.
Alfaro inició su lucha contra los conservadores católicos desde los años 60 del siglo XIX, las
fuerzas revolucionarias lo nombraron Jefe Supremo de las provincias
de Manabí y Esmeraldas, durante su rebelión en febrero de 1883, rebelión que terminó
el 11 de octubre del mismo año cuando fue organizado un gobierno provisional que restauró
el conservadurismo en el poder.
El 5 de junio de 1895, el pueblo de Guayaquil se pronuncia en contra del presidente
interino Vicente Lucio Salazar y lo nombra Jefe Supremo, por lo que Eloy Alfaro vuelve al
país desde el destierro en Panamá y se da inicio a la Revolución liberal y a una corta guerra
civil con la que conquista el poder.
El 17 de enero de 1897 es nombrado Presidente Constitucional con Manuel Benigno Cueva
Betancourt (tío del futuro Presidente Isidro Ayora Cueva) en el papel de vicepresidente,
hasta el 1 de septiembre de 1901, con lo cual entre sus principales logros estuvo
la separación entre iglesia y Estado. Después de su primer gobierno, apoyó a su
sucesor, Leónidas Plaza Gutiérrez, pero poco tiempo después surgieron diferencias entre
ambos. Se opuso contra el gobierno de Lizardo García el 1 de enero de 1906 y a pocos días,
el 17 de enero, se proclama Jefe Supremo y gobernó hasta el 12 de agosto de 1911. En el
segundo período de gobierno de Alfaro se realizaron varios cambios, entre los cuales consta
la legalización del divorcio, la construcción de numerosas escuelas públicas, se instauró
la libertad de expresión, se instituyó el laicismo, el derecho a la educación gratuita, así como
el matrimonio civil. Sin embargo, se considera como el mayor logro de este período el haber
finalizado la construcción del Ferrocarril Transandinoque unió las ciudades
de Guayaquil y Quito. Esto ayudó a la creación de la empresa ferrocarrilera dirigida por el
empresario quiteño Marco Antonio Benavides; que se convirtió, años después, en la mano
derecha de Eloy Alfaro.
Después del cese de sus funciones, durante el gobierno de Emilio Estrada Carmona, Alfaro
cuestionó severamente la administración del Presidente y pronto los coidearios de Alfaro,
empezaron a organizar una serie de sublevaciones militares. Alfaro fue desterrado
a Panamá durante el gobierno interino de Carlos Freile Zaldumbide. El 4 de enero de
1912 volvió al país y pronto se propuso dialogar con el Gobierno, sin embargo, el
general Leónidas Plaza lo encarceló. El 28 de enero de 1912, un tumulto de personas
en Quito ingresaron a la cárcel donde estaban detenidos Alfaro, sus familiares, y amigos, y
después de un linchamiento, arrastraron los cuerpos de los líderes liberales por las calles
de Quito hasta el parque "El Ejido" donde finalmente los incendiaron.
Se considera que su legado más importante fue la defensa de los valores democráticos, la
unidad nacional, la integridad territorial del Ecuador, el laicismo, la modernización de la
sociedad ecuatoriana, la educación, y los sistemas de transporte y comunicación.
La Escuela Superior Militar del Ejército Ecuatoriano lleva su nombre, el buque insignia de la
Escuadra Naval, múltiples avenidas, instituciones educativas militares (colegios, escuelas y
academias), parques y plazas en todo el Ecuador. Alfaro es considerado en la historia del
Ecuador como uno de los gobernantes y líderes más sobresalientes y con mayor impacto
en la vida del Ecuador.
Era poco después del mediodía cuando una turba, estimada en cuatro mil personas (según
los resultados de las investigaciones del fiscal Pío Jaramillo Alvarado en el año de 1919),
rodeó el Penal para asaltarlo. Los militares, según pudo establecer el fiscal, no solo que no
ofrecieron resistencia, sino que llamaron a la gente para darle armas y elementos para el
ataque. Solo la guardia interna del Penal resistió, asegurando las puertas con lo que tenían
a mano, pero estas fueron rápidamente destruidas. Todos los tiros disparados fueron
contra el Penal, sin que se hiciera fuego desde el interior. Según pudo establecer
Gangotena en una visita a los pocos días, los asesinos forzaron a tiros una ventana y una
puerta de madera, mientras que no pudieron romper la puerta principal. La puerta de
madera había sido asegurada con unos adobes, sin éxito. Quienes entraron abrieron luego
la puerta principal y supieron rápidamente en donde estaban los presos, pues se dirigieron
a la Serie E sin demoras.
El general Alfaro, que tenía 70 años, le dijo al director del Penal, Rubén Estrada, que se
ahogaba y pidió un cajón para sentarse, pues en la celda no había mueble alguno. El
director declaró que había dispuesto que le den una silla.
Un grupo de artesanos de Quito, armados con fusiles, pistolas y garrotes, ingresaron con
facilidad a las celdas donde se había conducido al ex presidente y sus tenientes. Las
puertas de las celdas estaban abiertas, pues, según declararon los empleados del
presidio, no tuvieron tiempo de asegurarlas con candados, salvo en el caso de la celda de
Flavio Alfaro.
Cuando el general anciano sintió un ruido, púsose en pie y se acercó a la puerta, en
ademán de imponer silencio. Un cochero llamado José Cevallos, al parecer un sicario
contratado por el ministro de Gobierno de Freile, Octavio Díaz, entró en la celda a matarlo.
Según Gangotena, el general llevaba consigo una botella de coñac, que lanzó contra él.
Según relató Gangotena, Ulpiano Páez había escondido un revólver en la bota, con el que
pudo defenderse y abatir a uno de los atacantes, antes de recibir un tiro fatal en el rostro.
Flavio Alfaro, que tenía la puerta de su celda cerrada, pudo resistir varios minutos a los
balazos que le disparaban desde el exterior, pero finalmente fue alcanzado por tiros de
rifle.
Los asesinos mataron a un preso común, al que confundieron con uno de los políticos
liberales.
En la versión de Andrade, un individuo de apellido Pesantes llamó al pueblo y abrió las
puertas, entregó los cadáveres y ordenó, que los arrastrasen y quemasen, según
estableció el fiscal Pío Jaramillo Alvarado en 1919 después de su investigación de estos
asesinatos, un grupo de artesanos mestizos, llamados José Cevallos, José Emilio Suárez,
Alejandro Salvador Martínez, Julio Vaca Montaño, María Mónica Constante, Emilia Laso y
Silverio Segura 9 fueron los principales cabecillas del grupo de asesinos que ingresó por la
fuerza al Penal de Quito y los organizadores del linchamiento, y posterior quema de los
restos. A pesar lo escrito por José María Vargas Vila, en su libro "La muerte del Cóndor",
no participaron en el crimen indígenas ni personas venidas de otras ciudades, pues casi
todos eran personas conocidas como artesanos y cocheros de Quito. Sobre Cevallos, el
fiscal no pudo concretar su relación con el ministro de Gobierno, Octavio Díaz, con quien al
parecer trabajaba y estuvo pocos minutos antes de sumarse a la turba y liderar el
asesinato de Alfaro. Esto fue negado siempre por Díaz.
El espectáculo fue horrendo. Los cadáveres desnudos fueron amarrados por la turba de
pies y manos. Al cadáver del periodista liberal Luciano Coral un abogado le cortó la lengua
y la llevaba en la punta de su bastón mostrándola a la gente.
Mujeres como María Mónica Constante, alías La Chimborazo y Emilia Laso encabezaron
la carnicería, arrastrando ellas mismas los restos de los generales asesinados por
prácticamente toda la ciudad, desde el Penal García Moreno en el centro hacia las
afueras, a un descampado en el norte de Quito conocido como El Ejido (hoy es un parque
de la ciudad) desde tiempos coloniales.
Los cadáveres de Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, fueron arrastrados por las calles Rocafuerte,
Venezuela y Guayaquil, pasando por las plazas de Santo Domingo y La Independencia,
para luego converger hacia El Ejido. Una vez ahí, se encendieron por lo menos cinco
hogueras para quemar los restos, ya muy deteriorados por el arrastre a lo largo de muchas
cuadras sobre calles pavimentadas de piedra.

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