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Don Dimas de la Tijereta

La tradición tiene como núcleo la historia de don Dimas de la Tijereta, un escribano


miembro de la Real Audiencia, ya viejo, soltero, avaro, deshonesto en su función de su
oficio que por la extraña avaricia vivía solo, acaudalando el dinero proveniente de su
inmoral actuación. En la Vejez se enamora de Visitación, una bella joven de veinte años,
que no responde a sus pretensiones amorosas, pero que obtiene provecho al aceptar los
regalos y obsequios de los que la hacía objeto.
Para vencer el rechazo, don Dimas pacta con el diablo quedando en que le entregaría
su almilla después de que, por un tiempo, le permita disfrutar de los beneficios del amor.
En cumplimiento de lo convenido, el diablo cambia la conducta de Visitación y durante
tres años Don Dimas saborea la felicidad deseada.
Vencido el plazo, don Dimas entrega su almilla, es decir, la prenda de vestir parecida a lo
que hoy denominamos camiseta. El diablo intermediario lleva al escribano ante Satanás,
quien promueve un proceso que concluye en cortísimo tiempo, con la absolución de don
Dimas en virtud de que los jueces, en vida académicos, comprobaron que en
el Diccionario de la Real Academia la palabra almilla aludía a una pieza de la ropa, pero
no al diminutivo, ni mucho menos, al despectivo de alma. Vuelto a tierra, don Dimas
enfrenta el final del hechizo pues Visitación había abandonado la casa y refugiado en un
beaterio.

Aplicación de la interpretación finalista

Según afirma el artículo 170: “Las expresiones que tengan varios sentidos deben
entenderse en el más adecuado a la naturaleza y al objeto del acto” y en la presente obra
Don Dimas de la Tijereta y Satanás, a través de Lilit, celebran un contrato en el que
convienen el objeto del contrato y el plazo de vigencia, la contraprestación de la
obligación debida a Satanás es la entrega de su “almilla”. Por lo tanto, la cesión de su
“almilla” es la obligación de Dimas y derecho de Satanás.
Al presentarse ambigüedad por el hecho de que la palabra almilla tenía dos acepciones se
aplicó la interpretación finalista dando como resultado se le otorgue la razón a Don Dimas
de la Tijereta.

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