Con el fin de justificar ciertos discursos, el lugar común apela salido de la mente de Luis Acosta Moro. No es casualidad que, si-
a los contextos de crisis como estimulantes de la creatividad, que
activan mercados y capitalizan ideas que siempre han estado ahí, colección Palabra e Imagen, ideada por la editora Esther Tusquets
solo que en los márgenes. La fotografía española, cómoda en su y el diseñador Óscar Tusquets. La editorial Lumen dijo entonces
endogamia profesionalizada, se ha visto atropellada en los últimos de las obras que componían su colección: «no son libros de arte,
tiempos por el cambio tecnológico —el conocido tránsito a lo di- no son libros de fotografía, no son obras literarias; son un concepto
gital— e, irónicamente, en tiempos de lo virtual, por la eclosión nuevo», apareciendo como la gran aportación española en la his-
en nuestro país del fenómeno del fotolibro. Una sana costumbre toria del fotolibro internacional, pues durante quince años fue un
que fotógrafos clásicos como Cartier Bresson, y su «instante deci- laboratorio donde se pudieron experimentar y poner en práctica
- distintas variantes de un modelo editorial colectivo donde edito-
ca, también para las masas, pero sobre todo para dar a conocer su res, fotógrafos, diseñadores y escritores jugaban a crear. Formaron
trabajo más allá de las paredes, de las revistas y de las galerías de parte de este experimento Francesc Catalá Roca, Joan Colom, Co-
fotos y libros. España 1905-1977 lita, Ramón Masats, Ignacio Aldecoa, Rafael Alberti, Ana María
—que hasta el 5 de enero del 2015 puede visitarse en el Museo Matute y Julio Cortázar, entre muchos otros.
Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS)— como «una Con la democracia aproximándose, se amplía el campo de ba-
publicación compuesta por fotografías ordenadas como conjuntos talla y se sube el volumen político e ideológico, pero también
- crítico-cultural, de las obras. Fotolibros como Pintadas del refe-
libro tiene como objetivo, «presentar, comunicar y leer fotos». Es réndum, Punk, de Salvador Costa, o Antifémina, de la fotógrafa
decir, un medio de expresión y, por ende, también un lenguaje. Colita y la escritora María Aurelia Campmany, son algunos de
los ejemplos recogidos en esta muestra. De este último, Anti-
Palabra e imagen fémina, rescatamos una cita que hermana aquella época con la
La exposición comisariada por Horacio Fernández, y que ha con- actual, al menos en intención y espíritu; en despertar y conscien-
tado con la colaboración de Acción Cultural Española (AC/E) cia: «He aquí el ideal, la mujer absolutamente disponible, que no
para trabajar y hacer pública la línea de investigación del MN- dice nada, que se abandona completamente, que lo admite todo,
CARS en torno a la adquisición, archivo y exposición del foto- caricias o vesania… muerta o viva, lo mismo da». Esta grave-
libro en España, bucea en los orígenes del concepto de fotolibro dad, este apoyarse en el verbo, queda diluido hoy en el juego y la
en nuestro país. Desde la voluntad documentadora de la cultura intervención, pues las palabras han dejado de valer. La ganadora
popular de obras que ya son clásicos, como el pionero España, del Premio al Mejor libro en categoría internacional de la edición
tipos y traje 2014 de PhotoEspaña, Party. Quotations from Chairman Mao
cuyo objetivo siempre ha sido «preservar modos de vida en extin- Tse-Tung, Cristina de Middel, fue fotoperiodista hasta que le vio
ción». Durante la Segunda República, las llamadas Misiones Pe-
dagógicas, aquellas iniciativas culturales donde los universitarios dejar al descubierto la realidad, aunque esto conlleve el riesgo
hacían por la divulgación del arte, la música, el cine y el teatro en de crear una nueva. En esta liga juega también Carlos Spottorno,
contextos rurales, también documentaron realidades con un obje- mención especial del jurado con The Pigs. Ambas publicaciones
tivo ideológico, no tanto de conservación como de proyección: la son, además de fotoli-
idea era pensar en un futuro mejor a través de la cultura. También bro, crítica al sistema
la «fotogenia» de la Guerra Civil quedaría registrada en fotolibros de representación. Es
como Madrid, donde se dieron cita nombres del fotoperiodismo por eso que Middell
internacional, como los de Robert Capa, Chim o Hans Namut. y Spottorno se valen
«Un tipo de propaganda cultural característica del bando repu- del formato híbrido
blicano, donde la palabra y la imagen están unidas», siendo los para sus propósitos
textos de Antonio Machado también protagonistas. Mientras, en intervencionistas; en
el otro bando, mandaba el culto a la personalidad, en Forjadores este caso el libro rojo
de imperio, del fotógrafo Jalón Ángel, y la asignación de roles que de Mao y un simula-
bien puede verse en la publicación Mujeres de la Falange, una cro de la revista The
colección de fotos de José Compte publicada en revistas de lujo. Economist, respecti-
Turismo, literatura y cierto costumbrismo fueron la norma en vamente. Porque, los
los fotolibros de la década de los sesenta: Costa Brava Show, de tiempos de cambio
Miserachs; Los Sanfermines, de Ramón Masats; Nuevas escenas son tiempos de opor-
matritenses, un conjunto de 63 relatos urbanos escritos por Camilo tunidad, de expan-
José Cela a partir de las imágenes de Enrique Palazuelo, o la vuelta sión, pero también de
al símbolo de Cabeza de muñeca, una propuesta poética, «un tipo ruptura, de rebelión.
The Pigs, de Carlos Spottorno
nuevo de libro entendido como película-novela-ensayo artístico» De renovación.
Entrevista a Juan Cires, fundador del espacio de crítica y divulgación online del
fotolibro Cuatro Cuerpos