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INTENSIVO SELECTIVIDAD - HISTORIA DE ESPAÑA

TEMA: La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

La incapacidad del sistema de la Restauración para renovarse y democratizarse acabó propiciando la


solución militar y, en 1923, el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera dio lugar a una dictadura que
se prolongó hasta 1930.

El contexto de crisis política y social en el que se veía envuelto el sistema de la Restauración vino dado,
entre otros, por la Semana Trágica de Barcelona, la creciente oposición al sistema (republicanos,
sindicatos, nacionalistas) y por las consecuencias derivadas de la Gran Guerra. Otras circunstancias
como la derrota española frente a los rebeldes marroquíes en 1921 en Annual (Desastre de Annual) y
la conflictividad obrera que derivó en el pistolerismo (práctica mediante la cual los patronos
contrataban a pistoleros a sueldo para asesinar a sindicalistas y acabar así con sus protestas),
terminaron por precipitar la descomposición del sistema de la Restauración.

Ante esta situación de inestabilidad que se vivía en España, el 13 de septiembre de 1923, el general
Primo de Rivera se pronunció contra la legalidad constitucional, declaró el Estado de guerra y se dirigió
al rey para exigir que el poder pasase a manos de los militares. Alfonso XIII aceptó un Directorio Militar
presidido por Primo de Rivera, quien suspendió el régimen parlamentario.

Los golpistas justificaron su acción aludiendo a una serie de razones: la inestabilidad del sistema
político parlamentario y su desprestigio debido al fraude electoral; el miedo a una revolución social ante
el auge de la conflictividad obrera y campesina; el aumento de la influencia del republicanismo y los
nacionalismos. Asimismo, pretendían evitar las responsabilidades de Annual, evitar la democratización
del sistema y acabar con el caciquismo y el bandidaje político. Todo ello lo expresó Primo de Rivera en
su manifiesto inaugural, de marcado carácter regeneracionista, populista e incluso moralista.

Así pues, se inició una dictadura que atravesó dos etapas. Inicialmente se desarrolló el Directorio
Militar (1923-1925), que se mantuvo hasta que comenzaron a intervenir en el gobierno personalidades
civiles, desembocando así en un Directorio Civil (1925-1930), aunque no se abandonó nunca el
régimen autoritario.

Las primeras medidas del Directorio Militar, que en un primer momento se planteaba con un carácter
provisional, mostraron su carácter dictatorial: disolución de las Cortes, cese de las autoridades civiles,
prohibición de los partidos políticos (conservadores, liberales..) y los sindicatos (CNT), y restricción de
derechos y libertades. Asimismo, se elaboró un Estatuto Municipal y otro Provincial para acabar con el
caciquismo. En esta primera fase, además, se puso fin al conflicto de Marruecos con el desembarco de
Alhucemas (1924) en colaboración con Francia.

Sin embargo, a partir de 1926 se fue abandonando la idea de una dictadura transitoria y Primo de
Rivera intentó institucionalizar su régimen, tomando como referencia algunos elementos del fascismo
italiano. El camino hacia un régimen autoritario se dio ya durante el Directorio Civil, y comenzó con la
convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva, de carácter corporativo, aunque carecía de poder
alguno. Del mismo modo, se creó un partido único para proporcionar apoyo social a la dictadura: la
Unión Patriótica. Se trataba de un partido oficialista que tenía como finalidad hacer propaganda de la
imagen del gobierno y divulgar la ideología nacionalista, conservadora y católica del régimen, y ya tal fin

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llego a contar con el apoyo de setenta periódicos oficiales. Es el propio Primo de Rivera el que marca la
línea ideológica del partido: rechazo de los ideales propias de la democracia liberal, desprecio del
sistema parlamentario, unicameralismo corporativista, nacionalismo centralista antirregionalista, y
defensa de la religión católica. El rechazo a la política de partidos y el anticomunismo son otros rasgos
que caracterizan a la nueva formación política.

En el terreno económico, la dictadura se benefició de la buena coyuntura económica iniciada en los


“felices” años veinte. Así, el régimen llevó a cabo el fomento de la economía española: intervención
estatal (protección empresas nacionales, aranceles, monopolios..), nacionalización de la economía
(compra de empresas extranjeras) y el fomento de obras públicas (carreteras, pantanos..). Se crearon
de este modo algunos grandes monopolios como CAMPSA o la Compañía Telefónica Nacional. En la
agricultura, por su parte, se promovió el regadío a través de la creación de las Confederaciones
Hidrográficas. Todo ello se financió mediante los llamados Presupuestos Extraordinarios, que
desembocaron en una gran deuda pública.

En el campo social, se pretendían eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del Estado,
la integración de los sectores moderados del movimiento obrero y la represión de las organizaciones
más radicales; permanecen los sindicatos moderados (UGT) y se prohíben los radicales (CNT). Así, se
crea la Organización Corporativa Nacional, que agrupaba a patrones y obreros y regulaba los
conflictos laborales mediante Comités Partidarios.
En cuanto a la educación, fue importante la labor de Primo de Rivera por rebajar el nivel de
analfabetismo de España, a través de medidas como la creación de nuevas escuelas.

En cuanto a la oposición de la dictadura, ésta estuvo integrada por algunos líderes de los partidos
dinásticos, por los republicanos, los comunistas, los anarquistas (Federación Anarquista Ibérica),
determinados sectores del ejército, los nacionalistas (En Cataluña las agresivas medidas tomadas
fueron acogidas con rechazo) y casi la totalidad de los intelectuales (Unamuno, Ortega Gasset) y
universitarios, que se organizaron en la Federación Universitaria Española. Asimismo, la CNT se
mostró contraria al régimen y fue intensamente perseguida; el PSOE, igualmente, mostro su oposición y
se pronunció a favor de la República.

De este modo, la creciente oposición a Primo se intensificó cuando el rey y su camarilla optaron por
retirarle su confianza a Primo de Rivera, ya que veían la dictadura un peligro para la pervivencia de la
monarquía. Finalmente, Primo de Rivera acabó dimitiendo en enero de 1930. EL general Berenguer fue
quien le sustituyó, con la misión de celebrar unas elecciones que permitieran volver a la normalidad
constitucional (dictablanda). La oposición comenzó a organizarse y los republicanos, catalanistas de
izquierda y el PSOE firmaron el Pacto de San Sebastián, un programa para presentarse a las
elecciones y constituir un comité revolucionario que debería convertirse en el gobierno provisional de la
futura República. No obstante, Berenguer fue incapaz de preparar las elecciones, siendo sustituido por
el almirante Aznar, quien convocó elecciones municipales para el 12 abril 1931, que se presentaron
como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía.

Finalmente, los candidatos republicanos triunfaron en todas las grandes ciudades, y ello fue determinó
el inevitable derrumbamiento del régimen monárquico. Alfonso XIII abdicó y el día 14 de abril fue
proclamada oficialmente la II República.

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TEMA: La Segunda República. La Constitución de 1931. Política de reformas y realizaciones


culturales. Reacciones democráticas.

Entre 1931 y 1936, España pasó por su Segunda República en un intento de crear un régimen
democrático que modernizara el Estado mediante un amplio programa de reformas económicas y
sociales.

La proclamación de la II República española debemos enmarcarla en el contexto de crisis política que


vivió España en los primeros cuarenta del siglo XX. El sistema de la Monarquía parlamentaria de la
Restauración basada en el turno pacífico de los gobiernos se hallaba desprestigiado y viciado por la
práctica del caciquismo. La solución extrema de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) no sólo no
salvó el sistema, sino que arrastró a la Monarquía en su caída. De este modo, tras la dimisión de Primo
de Rivera, el almirante Aznar, que había sustituido al general Berenguer, fijó unas elecciones
municipales para el 12 de abril de 1931 que se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de
la monarquía.

Las elecciones se celebraron mediante sufragio universal masculino y la participación fue muy alta. Las
candidaturas republicano-socialistas triunfaron en las principales ciudades. Dos días más tarde, e 14
de abril, se iza la bandera republicana en Eibar, un acto que se extendería rápidamente por todas las
grandes ciudades. Se proclamaba así la Segunda República. Ante esta situación, el rey Alfonso XIII
se vio obligado a renunciar a la potestad real y terminó exiliándose del país.

En Madrid, los representantes de los partidos firmantes del Pacto de San Sebastian constituyeron un
gobierno provisional, proclamando oficialmente la II Republica Española. Este gobierno decretó una
serie de medidas de urgencia tales como: la concesión de amnistía general para los presos políticos, la
proclamación de las libertades políticas y sindicales y la designación de altos cargos de la
administración. Asimismo, dicho gobierno convocó inmediatamente elecciones generales a Cortes
Constituyentes para junio, que dieron la victoria a la coalición republicano-socialista (250 diputados),
frente a la derecha, que se presentó mal organizada ante el colapso del régimen monárquico.

Tras las elecciones, las Cortes nombraron inmediatamente una comisión para elaborar un proyecto de
constitución, que fue aprobado en diciembre del 31. La Constitución de 1931 tenía un marcado
carácter democrático y progresista, garantizaba la soberanía popular, establecía una amplia declaración
de derechos y libertades (educación pública y obligatoria, expropiación de bienes para utilidad social,
igualdad de género y voto de la mujer,etc). Asimismo, se establecía la laicidad del Estado y se
reconocía el matrimonio civil y el divorcio, así como la supresión de los presupuestos del clero. En
cuanto a la división de poderes, en el ejecutivo estaba el Presidente de la República (nombrado por las
Cortes) y el Jefe de Gobierno, nombrado por el presidente; en el legislativo, las Cortes eran
unicamerales. En la organización territorial, el estado es unitario pero se admite la posibilidad de
gobiernos autonómicos (Cataluña, PV y Galicia)

Por otro lado, la etapa republicana inauguró un periodo de gran actividad política y sindical. En la
izquierda, los partidos republicanos principales eran el Partido Radical Socialista y Acción Republicana
con Manuel Azaña, así como los nacionalistas: Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y la ORGA

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(Organización Republicana Autonomista Gallega). Asimismo, estaban los partidos obreros: PSOE (I.
Prieto), UGT (F.L. Caballero), el Partido Comunista y POUM. En la centro-derecha, los partidos
republicanos estaban constituidos por el Partido Radical de Lerroux y Derecha Liberal-Republicana.

Algunos de estos partidos fueron los principales protagonistas de este período, turnándose durante los
años que duró la República. De este modo, podemos destacar tres etapas fundamentales durante la II
República, que coinciden con los cambios en el gobierno: El bienio reformista (1931-33), el bienio
conservador (1933-35) y la etapa del Frente Popular (1936).

El primer gobierno, presidido por Manuel Azaña e integrado mayoritariamente por republicanos de
izquierda y socialistas, que habían salido victoriosos tras las elecciones de 1931, impulsó un fuerte
programa de reformas con el objetivo de modernizar y democratizar la sociedad española.
En la cuestión religiosa, se intentó limitar la influencia de la Iglesia y secularizar la sociedad española,
algo que ya se había plasmado en la Constitución (Estado aconfesional, matrimonio civil y divorcio,
supresión de los presupuestos del clero). Asimismo, se secularizaron los cementerios, se retiró a las
órdenes religiosas de la enseñanza y se estableció la Ley de Congragaciones (disolución de los
jesuitas). Con todo ello, la República se ganó su primer enemigo: la Iglesia.
En cuanto a la reforma del Estado centralista, la nueva configuración del Estado permitía que
aquellas regiones con sentimientos nacionalistas tuvieran una organización propia. En Cataluña,
Francesc Maciá, presidente de la Generalitat, llevó a cabo un proyecto autonómico (Estatuto de Nuria)
que fue aprobado en referéndum popular y sometido a las Cortes de Madrid, que lo aprobaron, pero con
ciertos recortes. En el País Vasco el Proyecto de Estatuto Estella se consideró poco democrático e
incompatible, por lo que las Cortes de Madrid lo rechazaron. En Galicia, por su parte, se elaboró el
proyecto de Estatuto, aunque éste no llegó a referéndum.
Respecto a la reforma agraria, se procedió a la repartición de tierras a los campesinos, a la
expropiación de tierras por parte del Estado (a los grandes de España sin indemnización y las mal
explotadas con indemnización) y se creó el Instituto de la Reforma Agraria para facilitar los
asentamientos de familias campesinas
En cuanto al ejército, se promovió la jubilación voluntaria con sueldo permanente, con lo que se redujo
el número de militares (sobre todo se marcharon republicanos). Se cerró la Academia Militar de
Zaragoza y se creó la Guardia de Asalto.
En el campo educativo y cultural, se optó por la enseñanza obligatoria, pública, laica y mixta; se
crearon 10.000 escuelas, se aumentó la plantilla de maestros y se dobló el presupuesto de educación.
En cuanto a las realizaciones culturales, éstas estuvieron encaminadas a la extensión de la cultura
popular. El nuevo gobierno tomó la iniciativa de llevar a cabo un ambicioso plan de alfabetización y de
mejora del nivel educativo de amplios sectores de la población, en especial, obreros y campesinos. Su
objetivo era acabar con el atraso cultural que tenían gran parte de los españoles respecto a los
ciudadanos de los países europeos más avanzados. Se multiplicó la red de bibliotecas en las escuelas
primarias y se crearon las las Misiones pedagógicas, formadas por intelectuales ambulantes que
llevaban a los pueblos teatros y cines, siendo el caso de la Barraca de Lorca el más conocido.
Por último, en el terreno laboral, Largo Caballero (ministro de trabajo) inició una serie de reformas para
mejorar las condiciones laborales: Leyes de protección al campesino (jornadas de 8 horas, prórroga de
arrendaciones), la Ley de contratos de trabajo que regulaba la negociación colectiva, la creación de la
seguridad social, etc.

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No obstante, la lentitud de las reformas provocó el descontento de los trabajadores y campesinos, que
creían que la República acabaría con todos los problemas. Por ello, las huelgas e insurrecciones
campesinas, como las acaecidas en Castiblanco y Casas Viejas, fueron en aumento, a lo que se le
sumó la posición revolucionaria de la CNT y la UGT. Asimismo, el gobierno se vio afectado por una
coyuntura económica desfavorable debida a 3 factores: la crisis del 29, la deuda pública heredada de la
dictadura y una política económica restrictiva para el equilibrio presupuestario. A todo ello se le sumó el
cierre patronal, la falta de desinversiones y la huida de capitales.

Ante este desgaste del gobierno, la derecha se fue reorganizando en partidos como la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), con Gil Robles a la cabeza; Renovación Española,
con Calvo Sotelo; y partidos de corte fascista como la Falange, fundada por José Antonio Primo de
Rivera, o las JONS. Asimismo, algunos sectores del ejército se aprovecharon de la situación y el
general Sanjurjo protagonizó un golpe de Estado en 1932, aunque fracasó totalmente.

Debido a este contexto de inestabilidad, se hizo evidente la crisis del gobierno y Manuel Azaña, jefe de
gobierno, dimitió. Alcalá Zamora, presidente de la Republica, disolvió las Cortes y convocó elecciones
para noviembre de 1933, donde la derecha, que se presentó organizada, resultó vencedora frente a
una izquierda completamente desunida. Las 2 fuerzas que obtuvieron mejores resultados fueron el
Partido Radical y la CEDA.
Se iniciaba así el bienio conservador, presidido por Lerroux (Partid1o Radical). Este nuevo gobierno
inició la paralización de gran parte del proyecto reformista del bienio anterior: en el campo se frenó la
reforma agraria (devolución de tierras a la nobleza, total libertad de contratación...); se paralizó en las
Cortes la discusión del proyecto de estatuto vasco y el gobierno se enfrentó con la Generalitat; se
aprobó un presupuesto de culto y clero; se redujo bastante el presupuesto de educación, etc. Esta
obstrucción de las reformas impulsadas en el bienio de izquierdas tuvo como consecuencia una
radicalización del PSOE y la UGT.
En octubre del 1934 se dio la entrada en el gobierno de 3 miembros de la CEDA, entre ellos Gil Robles,
lo que fue interpretado por la oposición como un peligro para la estabilidad de la República. Esto dio
lugar a la Revolución de Octubre en ese mismo año: en Asturias el ejército de África actuó con
extrema dureza, mientras que en Cataluña fue fácilmente reprimida.

Todo ello, más varios escándalos de corrupción en el Partido Radical, aceleraron la caída del gobierno y
se convocaron elecciones generales para febrero del 1936, donde la izquierda y la derecha se
presentaron en dos bloques claramente diferenciados. Las elecciones dieron el triunfo a los partidos de
izquierdas (republicanos socialistas y comunistas), que formaron el Frente Popular, iniciándose así el
último período de la II República. El nuevo gobierno decretó una amnistía para los presos de la
Revolución de Octubre y reanudó el proceso reformista. El país estaba dividido y el Gobierno tuvo que
hacer frente a la violencia de la extrema izquierda y la extrema derecha. Finalmente, hechos como el
asesinato de Calvo Sotelo conmocionaron al país y precipitaron la sublevación de algunos militares
contra la República. El 17 de julio de 1936 estallaba un golpe de Estado que daría paso a un nuevo
período en la Historia de España: la Guerra Civil.

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TEMA: Sublevación militar y Guerra Civil (1936-1939). Dimensión política e internacional


del conflicto. Evolución de las dos zonas. Consecuencias de la guerra.

La Guerra Civil constituyó el hecho más relevante y trágico de la historia de España en el siglo XX. En
esta guerra se concentraron muchos de los problemas que la sociedad española contemporánea venía
arrastrando desde hacía décadas.

La principal causa de la Guerra Civil fue la división de la sociedad española en dos grupos claramente
diferenciados. Esta polarización, que se intensificó especialmente durante los años de la Segunda
República, enfrentó a los grupos tradicionalmente dominantes en España (aristócratas, grandes
propietarios agrícolas, empresarios, Iglesia, ejército), que se habían opuesto a las reformas
republicanas, contra las clases populares (campesinos, obreros, pequeña burguesía), que ya habían
organizado una revolución en 1934. A este hecho se sumaron otras causas internas como el
problema regional, provocado por la oposición de la derecha y del ejército a los nacionalismos
periféricos. En cuanto a las causas externas, cabría destacar la crisis de las democracias y el auge de
los regímenes totalitarios en Europa, como fueron los casos de Italia y Alemania.

Ante la oposición de buena parte de sectores conservadores españoles a la Segunda República, un


grupo de generales (Sanjurjo, Mola, Goded, Varela, Franco) acordó un “alzamiento que restableciese
el orden” con la colaboración de las organizaciones civiles de extrema derecha. Tras el triunfo del
Frente Popular en febrero de 1936, y la creación de un clima de violencia, estos golpistas vieron el
pretexto perfecto, pero el hecho determinante fue la muerte del dirigente monárquico Calvo Sotelo. Tras
ello, se aceleraron los planes golpistas y, el 17 de Julio de 1936, en Melilla, el coronel Yagüe se alzó en
armas contra la República. El alzamiento se extendió rápidamente por el resto del protectorado
marroquí, y los militares, falangistas y carlistas se unieron al golpe. Fue entonces cuando el general
Franco se dirigió hacia la Península al frente del ejército de África.

La sublevación triunfó prácticamente en toda la España interior, en Galicia, la Andalucía del


Guadalquivir (las capitales Sevilla, Córdoba, Granada, Cádiz.) y las zonas agrarias donde
predominaban la gran propiedad o los pequeños propietarios muy conservadores. Por el contrario, el
alzamiento fracasó en las zonas industriales del País Vasco, Cataluña, Madrid, Asturias, Santander,
Levante y parte de Castilla, Extremadura y Andalucía. De este modo, el fracaso parcial del golpe llevó a
la división del territorio en dos zonas (nacional y republicana); la división del país en dos bandos que
iban a enfrentarse en una cruenta guerra.

El bando de los sublevados estaba constituido por militares conservadores, monárquicos de derechas,
grupos católicos como la CEDA, falangistas, carlistas y por aquellos que se habían opuesto a las
reformas de la República. Los republicanos, por su parte, estaban constituidos por las clases más
populares: obreros y empleados urbanos, pequeña burguesía y campesinado sin tierras. Una de las
principales diferencias entre ambos bandos era que la zona nacional o sublevada contaba con un
ejército mucho más preparado, mientras que los republicanos contaban, al comienzo, con las milicias de
los sindicatos.

Desde el primer momento, la Guerra Civil española tuvo una gran repercusión internacional, y los dos
bandos buscaron desde un principio apoyo exterior. Los sublevados fueron los más favorecidos por este
apoyo extranjero, puesto que contaron con la ayuda de la Alemania de Hitler, que envió a su aviación,

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al Legión Cóndor, y de la Italia de Mussolini. Asimismo, dicho bando contó también con el apoyo de
voluntarios portugueses, irlandeses y de otras nacionalidades. El bando republicano, por su parte, tan
sólo recibió la ayuda militar de la URSS y de las Brigadas Internacionales, formadas por más de
60.000 voluntarios de todo el mundo. Gran Bretaña y Francia, con el objetivo de mantener la paz en
Europa, firmaron un pacto de No-Intervención junto con otros 27 países para no ayudar a ninguno de
los dos bandos.

En cuanto al desarrollo de la guerra, el conflicto atravesó por diferentes etapas durante los años que
duró. En sus inicios, las grandes batallas tuvieron lugar por el control de Madrid, después se centraron
en el Norte y, finalmente, en la zona mediterránea.

La contienda se inició, en 1936, como una guerra de movimientos. El ejército de África avanzó
conquistando la Andalucía Occidental y Extremadura y, tras ello, llegó a las puertas de Madrid, pero el
frente se estabilizó y la ciudad fue defendida de durísimos ataques. Tras fracasar en su intento de
atacar frontalmente a Madrid, Franco intentó cercar a la capital, intento que dio lugar a la batalla de
Jarama, que fue frenada por los republicanos, y a la batalla de Guadalajara, donde las tropas italianas
enviadas por Mussolini fueron derrotadas. Mientras, las tropas franquistas tomaban Málaga.

En la primavera del 37, tras el fracaso en Madrid, Franco decide abandonar temporalmente la toma de
la capital y se dirige a atacar la zona norte del país. Primero se conquista Vizcaya, en abril y, tras el
bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor y la ofensiva de Huesca, se conquista Bilbao en junio.
Para aliviar esta presión militar del norte, la República desencadenó el ataque a Brunete, cerca de
Madrid, y a Belchite, junto a Zaragoza, pero el fracaso fue total y finalmente las tropas franquistas toman
Santander y Asturias, concluyendo la conquista de todo el norte del País.

El avance de las tropas sublevadas quedó detenido cuando el ejército republicano, en un último para
ganar la guerra, desencadenó un poderoso ataque sobre el río Ebro en julio de 1938, pero la dureza de
la batalla provocó que los republicanos optasen por la retirada. Tras esto, Franco decidió emprender
definitivamente la ofensiva sobre Cataluña y, el 26 de enero de 1939, entraba en Barcelona sin
resistencia. En Madrid el coronel republicano Casado se subleva contra el gobierno de Negrín,
contrario la rendición. Casado gestionó la redición, pero no fue aceptada por Franco. El 28 de marzo,
las tropas nacionales entran en Madrid sin la menor resistencia y dos días después ocupan Levante y
Almería. Finalmente, el 1 de abril, Franco anunció en fin de la guerra.

A lo largo de la guerra, la evolución política de las dos zonas fue muy distinta. Durante el gobierno de
Largo Caballero (formado por republicanos socialistas, comunistas y anarcosindicalistas), que había
sustituido al de Giral, la zona republicana quedó dividida entre los partidarios de una fuerte República
burguesa (Republicanos, comunistas, PSOE) y entre los más revolucionarios que creían necesario
ganar la guerra (CNT y POUM). Esto dio lugar a un enfrentamiento en Cataluña, tras lo cual Largo
Caballero dimite, dando paso a un nuevo gobierno formado por el socialista Juan Negrín. Con este
nuevo gobierno, que se había trasladado de Valencia a Barcelona, el POUM es declarado ilegal, se
disuelven las unidades de milicia y se devuelven las tierras y empresas a sus dueños. Asimismo,
Negrín presentó en 1938 los llamados Trece Puntos, en los que proponía el cese de la lucha armada y
la permanencia de la República, y que fueron negados por el bando nacional.

En la zona sublevada, por su parte, fue el ejército quien se encargó del ámbito político. En primer lugar,
los militares sublevados crearon en Burgos una Junta de Defensa Nacional cuya función era gobernar
el territorio ganado. Tras la muerte de Sanjurjo, jefe de la Junta de Defensa Nacional, Franco fue
nombrado jefe militar y, después, jefe del Estado, convirtiéndose así en el principal protagonista de la
zona sublevada. La Constitución fue suprimida, así como los partidos políticos y sindicados, y se
paralizaron todas las reformas del período republicano. Asimismo, Franco se convirtió en el líder de un
partido único que unificaba a la Falange, las JONS y los carlistas. Se estaban configurando los

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principios ideológicos de lo que más tarde sería el Estado franquista. Finalmente, Franco formó su
primer gobierno en enero de 1938.

En cuanto a las consecuencias de la guerra, éstas fueron devastadoras tanto a nivel humano como
económico. La guerra trajo miseria y muerte para miles de personas de uno y otro bando. A las bajas en
los combates y las víctimas de la represión, hay que añadir las muertes producidas por la grave carestía
de alimentos, que fue especialmente grave en la zona republicana. Dentro de estas consecuencias
demográficas también habría que destacar el elevado número de exiliados que provocó la guerra, que
se elevan a más de medio millón y entre los que se encontraban algunos de los mejores intelectuales y
científicos del país, con lo que el panorama cultural quedó empobrecido.

Por otra parte, también se produjo una fuerte reducción de la producción industrial, debido, en
primer lugar, a la movilización de la población masculina para ir al frente. También en agricultura y
ganadería las pérdidas materiales fueron enormes. A todo ello se unió la desaparición de las reservas
del oro del Banco de España, la mayoría enviadas a Rusia por deudas de la guerra, y la destrucción de
gran parte de las infraestructuras y las comunicaciones.

En conclusión, la Guerra Civil supuso un punto de inflexión en la historia reciente de España, puesto
que fue el episodio más traumático que vivió la sociedad española durante el siglo XX. El dolor de la
mayoría y el rencor de muchos fue el denominador común de la España de los años posteriores a la
contienda.

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TEMA: La creación del estado franquista: fundamentos ideológicos y apoyos sociales.

El resultado de la Guerra Civil española (1936-1939) fue la consolidación de un régimen dictatorial


implantado por Francisco Franco que se prolongaría hasta la muerte de éste en 1975. Ya durante los
primeros años de la dictadura, el régimen fue consolidando sus bases ideológicas, sociales e
institucionales. Este primer período se caracterizó por el totalitarismo, el caudillismo, la configuración de
un Estado centralista y unitario, el integrismo religioso, la autarquía, la represión y el control de los
medios de comunicación.

En cuanto al totalitarismo, el franquismo nació como una dictadura inspirada en el modelo fascista
italiano y alemán. Así, el régimen de Franco intentó introducirse y dominar todos los aspectos de la vida
nacional y social. La Constitución de 1931 fue suprimida, los derechos individuales y colectivos y
abolidos, se clausuró el Parlamento y los partidos políticos y los sindicatos quedaron prohibidos. Franco,
investido con el título de Caudillo de España, era el Jefe del Estado, el presidente del gobierno, el
Generalísimo de todos los ejércitos y jefe nacional del partido.

Respecto a la concepción unitaria y centralista del Estado, el franquismo abolió los estatutos de
autonomía y fomentó la españolización de la población de los territorios influidos por los nacionalismos
catalán, vasco y gallego. Así, se prohibió el uso oficial de otras lenguas (catalán, gallego, euskera...)
además de banderas y demás símbolos nacionalistas. España sería una nación unida, centralizada y
uniforme (“Una, Grande y Libre”), según el modelo de Castilla. En este sentido, la nostalgia de un
pasado glorioso llevó a proclamar que la nación tenía un destino imperial, por lo que los modelos a
imitar eran la España de los Reyes Católicos y el viejo Imperio español del siglo XVI (Carlos V y Felipe
II).

Otra de los fundamentos ideológicos del régimen franquista era el integrismo católico o “nacional
catolicismo”. El régimen identificó la Patria con el Catolicismo, religión oficial del Estado, ya que se
consideró parte esencial del “alma española”, prohibiéndose cualquier otra religión o culto. La jerarquía
eclesiástica calificó la Guerra Civil como “cruzada” y apoyó el régimen, convirtiéndose en la gran
legitimadora de la dictadura franquista, a cambio de lo cual dominó la vida social y la educación. En el
país se impuso una estricta moral católica en lo público y en lo privado.

En economía, la autarquía (autosuficiencia) fue la política económica de esta primera etapa del
régimen. Se caracterizó por la intervención directa del Estado en la economía, imponiendo precios,
comprando y vendiendo mercancías, determinando qué se debía producir. Con estos métodos se
produjo un desabastecimiento y, para corregirlo, el Estado tuvo que imponer el racionamiento.
Asimismo, se fundó el Instituto Nacional de Industria (INI), que impulsó la creación de numerosas
empresas públicas.

Hubo también una fuerte represión de la oposición. Se procedió a la institucionalización de la represión


con leyes como la Ley de Responsabilidades Políticas, que afectaba a aquellos que habían colaborado
con la República, la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería y la Ley de vagos y maleantes,
que afectaba a vagabundos, homosexuales, etc.

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Otra de las bases del régimen franquista fue el control de los medios de comunicación, bien a través
de la censura (al principio previa y luego posterior), bien a través del control de otros medios de
comunicación como Radio Nacional de España y otros periódicos como El Alcázar o el Diario Arriba.

En cuanto a los pilares del régimen, fueron tres los grandes pilares institucionales de la dictadura: el
ejército, el partido único y la Iglesia Católica. El ejército fue el más firme defensor del régimen y
participó activamente en el poder, mientras que el partido único, FET y de las JONS, se encargó de
dotar al régimen de sus bases ideológicas, de controlar los medios de comunicación y de suministrar
buena parte de los cargos públicos. Asimismo, el partido constituyó cuatro organizaciones de masas
para procurar el apoyo social al régimen: el Frente de Juventudes, para adoctrinar a la juventud; la
Sección Femenina; el Sindicato Español Universitario, que pretendía controlar políticamente a los
universitarios; y la Central Nacional Sindicalista (CNS), que integraba a patrones y trabajadores.
Por otra parte, la Iglesia Católica apoyó desde el principio el levantamiento y Franco le dio un enorme
poder. Sin embargo, después del Concilio Vaticano II, una parte de la Iglesia dejó de apoyar el régimen.

En cuanto a los apoyos sociales, la dictadura contó desde sus inicios con el apoyo de las élites
económicas y sociales (terratenientes, empresarios, financieros, comerciantes…) y de los propietarios
agrícolas pequeños y medianos del Norte de España. Las clases medias, que veían en el régimen una
garantía para mantenerlos, se mostraron pasivas y apolíticas. Los sectores populares, por su parte,
mostraron pasividad política ante el miedo y la represión. Todos estos apoyos sociales se integraron en
las llamadas familias políticas, el modelo de grupos ideológicos que apoyaron la dictadura, ya que
estaban prohibidos los partidos políticos. Estas “familias” estaban constituidas por los militares,
falangistas, carlistas, ultracatólicos, monárquicos alfonsinos y los católicos, que estuvieron
representados por dos grandes asociaciones, además de la CEDA: la Asociación Católica Nacional de
Propagandistas (ACNP) y el Opus Dei.

Frente a estos grupos sociales que apoyaron el régimen, nos encontramos con una oposición política
al franquismo que tuvo que manifestarse desde la clandestinidad y estuvo sometida a una fuerte
represión policial y judicial. Durante la posguerra, la oposición democrática de los partidos obreros se
manifestó mediante la lucha armada de los guerrilleros, los “maquis. En los años cuarenta, Franco
también tuvo que enfrentarse con la oposición monárquica: aristócratas y generales que defendían la
vuelta a la monarquía, a la que se sumó D. Juan de Borbón en 1945. En los años cincuenta aparece un
movimiento de oposición al franquismo dentro de la Universidad, con gente de clase media de tendencia
liberal o democristiana, y surgen también las primeras protestas importantes del movimiento obrero en
las zonas mineras (Asturias) e industrializadas (País Vasco). Ya en los años 60 y 70, los cambios
sociales facilitaron la generalización de la oposición: el llamado “contubernio de Munich” (reunión
organizada por la oposición al franquismo, con Madariaga y hombres destacados de todas las
tendencias políticas, excepto comunistas); el movimiento obrero, en torno a CC.OO. y el PCE (el PSOE
estaba débil y dividido); los movimientos nacionalistas catalán y vasco (disidentes del PNV crearon ETA
en 1959 para reaccionar contra la pérdida de identidad del pueblo vasco); el movimiento estudiantil y de
los católicos de base.

En cuanto a la evolución política del régimen franquista, éste pasó por varias etapas bien
diferenciadas. La primera de ellas, que duró desde 1939 hasta 1959 aproximadamente, se caracterizó
por la consolidación de las bases ideológicas del régimen, la autarquía, el aislamiento internacional y la
dureza de la represión. Asimismo, durante este período se promulgaron las Leyes Fundamentales del
Reino, que sirvieron para institucionalizar el régimen y para asegurar la continuidad del franquismo.
Algunas de estas leyes fueron el Fuero del Trabajo, que contenía la legislación social supeditada al
interés de la nación: convenios colectivos, seguridad social, sindicatos verticales; Ley constitutiva de
Cortes (1942), que establecía una asamblea deliberante poco representativa, pues Franco designaba la
mitad de los procuradores, y no controlaba la acción del Gobierno; el Fuero de los Españoles, que
cubría la falta de una declaración de derechos, aunque eran muy limitados; y la Ley de Referéndum

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Nacional, para dar a entender que en España funcionaba el sufragio universal, pero era fácilmente
manipulado desde el poder, al no existir libertad política ni de prensa. Otras de estas leyes fueron la Ley
de Sucesión, la Ley de Principios del Movimiento y la Ley Orgánica del Estado.

En la década de los 50, la guerra fría benefició al franquismo, régimen muy anticomunista, para romper
el aislamiento: en 1953 España firmó un Concordato con la Santa Sede, en 1953 un acuerdo con los
EEUU y fue admitida en la ONU en 1955. Esto permitió consolidar el régimen, que promulgó la Ley de
Principios del Movimiento (1958), en la que pervive el ideario falangista y del nacional catolicismo, y
define España como una “monarquía tradicional, católica (Estado confesional), social y representativa.

A partir de 1959 se inicia una nueva etapa dominada por el Plan de Estabilización y por el
desarrollismo de los años 60, en los que España experimenta un rápido y desequilibrado crecimiento
económico, que transforma la sociedad española y contribuye al aumento de la oposición al régimen
franquista. Este crecimiento económico fue debido en parte a los tecnócratas (profesionales bien
preparados) del Opus Dei que Franco nombró como ministros y que ocuparon los cargos de mayor
responsabilidad económica. Hubo asimismo una tímida apertura política con la Ley de Prensa (Ley
Fraga, 1966), y la Ley Orgánica del Estado (1967), que sustituía el Estado nacional-sindicalista por la
“democracia orgánica”, basada en la familia, el municipio y el sindicato, unidades naturales
representativas de la sociedad, consideradas superiores a los partidos políticos. En 1969, Franco
designó como su sucesor, a título de rey, al príncipe Juan Carlos.

Finalmente, a partir de 1969 se inicia una fase de descomposición del régimen. Franco, deteriorado
físicamente, delegó la Jefatura del Gobierno en su hombre de confianza, el almirante Carrero Blanco, y
van apareciendo signos de descomposición del régimen: el distanciamiento de la Iglesia, la capacidad
movilizadora de la oposición, y, sobre todo, las tensiones dentro del régimen entre inmovilistas y
aperturistas. El 20 de diciembre de 1973 ETA asesinó a Carrero Blanco, y se endureció la represión: la
ejecución en septiembre de 1975 de cinco militantes de ETA y del FRAP, ocasionó la protesta
internacional. Al mismo tiempo, los marroquíes iniciaron la “Marcha Verde”. En este contexto de
desmembramiento del régimen, Franco moría el 20-11-1975.

En conclusión, el franquismo evolucionó desde un régimen próximo al fascismo, que buscaba la


autarquía económica en un contexto de aislamiento internacional, a una dictadura paternalista que se
institucionalizó para obtener respaldo internacional, aunque sin evolucionar en lo sustancial (la represión
política y social, el poder de Franco, los valores católicos). A pesar de todo, el Estado franquista no
sobrevivió a la muerte del dictador, pues no pudo hacer frente a los cambios sociales que exigían
libertad, y finalmente fue sustituido por un sistema democrática tras varios años de transición

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5-El proceso de transición a la democracia y la Constitución de 1978


Desde noviembre de 1975, tras la muerte de Franco, se desarrolló en España un proceso de transición
política mediante el cual se estableció un sistema de monarquía constitucional y, en pocos años,
España se situó al mismo nivel que las democracias parlamentarias europeas. La transición duro desde
la subida al trono del rey Juan Carlos I en 1975 hasta la llegada al poder del PSOE en 1982.

El panorama español de la década de 1970 presentaba 3 alternativas: los franquistas, que querían
continuar con el régimen de Franco; los aperturistas, que pretendían realizar cambios en el franquismo
pero sin llegar a sustituirlo por la democracia plena; los reformistas, buscaban establecer el sistema
democrático, pero sin romper abiertamente con el franquismo; y, la mayoría de la oposición, quería
romper abiertamente con el franquismo, convocar elecciones libres y elaborar una Constitucion
democrática.

El 22 de noviembre de 1975, justo después de la muerte de Franco, Juan Carlos de Borbón fue
proclamado rey. Juan Carlos mantuvo las mismas Cortes que dejó Franco, así como al mismo jefe de
Gobierno, Carlos Arias Navarro, cuya misión principal era iniciar un proceso democratizador que no
provocara a los más reaccionarios. Pero los meses pasaban, esta misión no se cumplía y el
entendimiento entre el rey t su primer ministro era cada día más difícil.

Mientras tanto, las movilizaciones populares fueron en incremento, especialmente en el invierno de


1975 y 1976. SE contabilizaron, por parte de los antifranquistas, numerosas huelgas, manifestaciones,
etc. Las más importantes se dieron en Cataluña, el País Vasco y Madrid. Especialmente grave fueron
los sucesos de la huelga general de Vitoria, en marzo del 76. Asimismo, la Junta Democrática y
Plataforma de Convergencia Democrática se unieron en la llamada Coordinacion Democrática, con el
objetivo de romper totalmente con el régimen de Franco y poner las bases del nuevo sistema político.

Ante esta tensa situación del país, el 1 de Julio dimitía de su cargo Arias Navarro y el dia 3 era
nombrado nuevo presidente del gobierno Adolfo Suárez, un joven político procedente de los sectores
reformistas del Movimiento.
El nuevo presidente presentó un proyecto de reforma política (Ley de Reforma Política), que fue
aprobada por el Consejo Nacional y, tras diversas negociaciones con procuradores franquistas, fue
aprobada por las Cortes. Más tarde se fue sometida a referéndum, siendo aprobada por el 81% de los
votantes.
El siguiente paso fue la legalización de los partidos políticos, entre ellos el PCE, así como la garantía de
la libertad sindical y una amplia amnistía para los delitos políticos cometidos durante el franquismo.

De este modo, garantizada la legitimidad democrática, se procedió, en junio del 77, a las primeras
elecciones democráticas tras el franquismo. La victoria fue para la UCD, con A.Suarez, Seguido del
PSOE, con Felipe Gonzalez. Muy por debajo, el tercero era PCE, con Carrillo, y después la recién

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creada AP, con Manuel Fraga. A estos le seguían los nacionalistas, tanto vascos como catalanes, que
consiguieron la mayoría en sus respectivas zonas.

La principal tarea del nuevo gobierno, presidido por Suarez, era elaborar una Constitución democrática
que articulara el nuevo sistema político. En junio del 77 se eligieron las Cortes, que inmediatamente se
convirtieron en Cortes Constituyentes. Para la redacción de la Constitución se eligió una Ponencia
formada por diputados de los principales partidos representados en las Cortes (a excepción de los
vascos). La redacción de la Constitución inicio la llamada política de consenso, mediante la cual cada
partido renunció a posiciones maximalistas en beneficio del consenso, del entendimiento.

Tras lógicas discrepancias en la negociación constitucional, la comisión logró llegar a un acuerdo, y el


texto pasó a debatirse en el Congreso y en el Senado, que acabaron aprobándolo por mayoría. El 6 de
diciembre de 1978 fue aprobada por referéndum popular.

La Constitución adoptó un carácter progresista, aunque presentaba cierta ambigüedad, producto del
consenso. Se define España como un “Estado social y democrático de Derecho”, organizado como una
monarquía parlamentaria, en la que la Corona tiene básicamente funciones representativas, y en la que
el ejército queda sometido al poder civil. Asimismo, el texto establece la no confesionalidad del Estado,
se abole la pena de muerte y desarrolla una amplia declaración de derechos fundamentales y libertades
civiles y políticas que incluyen el derecho a la huelga y a la libre sindicación. En la Constitucion se
recogen también los principios rectores de la política social y económica, como la libertad de mercado.

Por otro lado, la Constitucion posibilitaba la creación de Comunidades Autónomas. El primer paso fue el
de las preautonomias, es decir, la concesión de una autonomía provisional cuyos representantes la
solicitara. El siguiente paso fue la aprobación de los Estatutos de Autonomía, con los que la
Constitucion reguló definitivamente el régimen autonómico.

Desde el punto de vista económico, la transición política coincidió con la llegada a España de los
efectos de la crisis económica mundial de los años setenta. Como consecuenca de esta crisis, derivada
en gran parte por la gran subida del precio del petróleo, provocó un aumento del paro y el índice de
inflación se dispara.
En este contexto, los principales partidos firmaron los Pactos de la Moncloa (oct 77), que contenían una
serie de acuerdos para la reforma y saneamiento de la economía y un programa de actuación jurídica y
política. En el terreno político, el gobierno se comprometió a una regulación de la vida pública según los
principios democráticos; en lo económico, los objetivos fundamentales fueron la reducción de la inflación
y un conjunto de reformas para repartir equitativamente los costes de la crisis; se procedió a una
reforma tributaria y de la Seguridad Social, así un nuevo marco de relaciones laborales. En cuanto a la
reforma de la Hacienda, se articuló un sistema fiscal moderno basado en la implantación de tres
grandes contribuciones: la renta de las personas físicas, los impuestos sobre el gasto y las
transmisiones, además de iniciar una política de persecución y castigo de los defraudadores. Los
efectos de los Pactos de la Moncloa se dejaron pronto ver en la mejora del clima de paz social, que se
tradujo en el descenso de la conflictividad y la normalización de las relaciones laborales.

Tras esto, Entre 1979-82 tuvo lugar una nueva etapa en la Transición. Aprobada la Constitución se
disolvieron las Cortes y se convocaron nuevas elecciones (marzo 1979). La UCD ganó por segunda vez
y volvió a gobernar en minoría.
CONCLUSION

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