Mecasmo
Super Ficción 87
ePUB r1.0
libra 07.05.13
Título original: The Reproductive System
John T. Sladek, 1968
Traducción: César Terrón
T. Smilax
PROHIBIDO EL PASO A
PERSONAL NO AUTORIZADO
ESO VA POR USTED
ZONA ABSOLUTAMENTE
PROHIBIDA
ESTRICTAMENTE
CONFIDENCIAL
IV. La teoría
A partir de estos primeros
experimentos se ideó un sistema
modular o celular con funcionamiento
intermedio entre el de un polipidón y el
de una sociedad muy estructurada. Todas
las células debían:
V. La CUCA
La CUCA, o Computadora Universal
Cuantificable ADN, tal como fue ideada
en principio por T. Smilax, tenía tres
cualidades que la recomendaban para el
proyecto: (a) tamaño compacto, (b) una
memoria que podía ampliarse
prácticamente hasta el infinito, y (c)
adaptabilidad para aprender complejos
procesos analógicos. Además, T. Smilax
era el director del Proyecto 32.
GENUINOS MONSTRUOS
MARCIANOS
Saquean una casa, visten
camisas para lámparas de gas
AU REVOIR, NÔTRE
RÉSERVOIR
EN LA FERRETERÍA
Ávido artilugio engulle clavos y
escoplos
¡REVISTA VIOLADA!
Johnson en Omaha:
sonoros tictacs surgen del reloj
interior.
Siempre debe haber una víctima
del frío y secreto avance,
sin más motivo que el patriotismo
y el puro disgusto.
Vuelta al trabajo, sin botas;
buscad aquí un explosivo espíritu.
—¡Dios mío! —exclamó Susie—.
Eso de «explosivos» me recuerda que
debería estar preparando el examen de
química orgánica del lunes.
—Chis —dijo Ron—. No habrá
ningún pasado mañana.
—No sé la nomenclatura de
Ginebra, no sé nada.
Ron sonrió. Kevin Mackintosh
contempló a Susie, incrédulo.
—La nomenclatura de Ginebra está
muerta —dijo—. Igual que la
Convención de Ginebra. Igual que
Ginebra.
—Es el fin del mundo —explicó
Ron.
—Exacto —dijo otra persona—. Ya
se oye el estrépito del día del juicio
final.
—¿De qué estáis hablando? —
preguntó Susie, sonriendo ligeramente
—. No lo entiendo.
—Es el fin de todo, nena —dijo Ron
—. Lo que dijeron por la radio. ¿No has
oído las noticias?
—Ésta es nuestra fiesta de fin del
mundo —anunció Kevin Mackintosh—.
Montad la vuestra.
Alguien rió disimuladamente, pero
el poeta ni siquiera sonrió.
—Por favor, ¿alguien quiere
explicarme de qué va la cosa? —
preguntó Susie. Pensó y pensó, pero fue
incapaz de recordar lo que había visto
en las noticias de las seis.
—Eso de Altoona, Nevada —
explicó Ron—, puede ser un misil ruso,
Algo Horrible del espacio exterior o una
de nuestras sensacionales pesadillas. Si
es un misil ruso, nos vengaremos.
Después se vengarán ellos. Etcétera. El
fin.
»Si es un aparato del espacio
exterior, ¿por qué el gobierno guarda
tanto silencio? Porque es algo bastante
horrible, una cosa que ha engullido a
todo el pueblo, o monstruos atómicos
que han disparado rayos X por todo el
lugar. Algo que no podremos contener,
algo que se apoderará de todo.
»Si es una de nuestras armas que
está fuera de control, ¿qué puede ser?
¿Una bomba? No es probable, otros
países habrían puesto el grito en el
cielo. Es más probable que sea una
enfermedad peligrosa…, un cáncer
contagioso y universal, por ejemplo.
Todos los clientes habían
enmudecido. Era como si estuvieran
acurrucados en la penumbra a la espera
de una repentina luz cegadora que iba a
iluminarlos y transfigurarlos en un
instante final. Los actos y palabras más
importantes eran absurdos; los más
triviales rebosaban significado, casi
elevados a la categoría de sacramentos.
Brotaron lágrimas en los ojos de
Susie. Qué injusto era todo. Ella tenía
diecisiete años, todavía era virgen, y era
demasiado tarde. Ahora, cerca del fin de
Todo, lo que más deseaba Susie era
renunciar a una virtud absurda y tonta,
pero en cierto modo se trataba de un
sacrificio excesivamente pequeño
(además, siempre existía la remota
posibilidad de que el mundo no se
acabara, y en ese caso, ¿cómo narices
iba a explicárselo a Madge?). De
pronto, Susie odiaba furiosamente al
viejo Fin-del-mundo. ¡Qué ganas tenía
de sacarle los ojos a ese Fin-del-mundo!
—¡Yo…, yo creo que tendríamos
que salir a la calle para protestar! —
declaró mientras se levantaba. Los otros
la miraron, sin entender a qué se refería
—. ¡No tienen derecho a hacernos esto,
a nosotros! ¡No tienen ningún derecho a
quitarnos el mundo de esta forma, esos
malditos cerdos egoístas!
Se oyó una repentina risa, aguda y
explosiva, surgida de los labios de un
joven.
—¿Qué crees que deberíamos
hacer? —preguntó burlonamente—.
¿Dirigirnos al Congreso?
—No —dijo seriamente Susie—.
¡Pero no creo que podamos resolver
nada si nos quedamos sentados aquí,
caramba! ¡Deberíamos salir a la calle
y…, y protestar! Deberíamos marchar
sobre Alto…, sobre ese pueblo y
decirles lo que pensamos de ellos, y con
mucha claridad. —Susie dio un golpe en
el suelo con su bolita—. ¿O vamos a
permitir que nos quiten todo?
Hubo un alboroto en la cafetería.
Algunos clientes animaron a Susie, otros
meditaron las palabras de ésta. El
desdén de Susie era esplendoroso. Un
joven apuntó inútilmente que protestar
contra lo inevitable era absurdo.
—Naturalmente que es absurdo —
espetó Susie—. ¡No soy tan boba! Pero
quedarnos aquí sentados sólo para…
enfadarnos, eso si que no sirve para
nada, ¿no?
—Creo que ella tiene razón —dijo
Ron, sonriente—. ¿Por qué narices no
vamos allí y nos quejamos? Sólo son
diez horas de viaje.
—Protestamos… ¿de qué? —
preguntó Kevin—. ¿Del fin del mundo?
—Claro, ¿por qué no? —dijo Ron
—. En El ataque de los Fungoides se
protesta contra los experimentos
nucleares, ¿no? En Japón bajo el terror
del monstruo hay protestas contra la
impotencia de ejército, ¿os acordáis? Y
en La humanidad en peligro…
—Vale, vale, pero ¿de qué vamos a
protestar? —preguntó Kevin—. Y
perdona mi ignorancia.
—¿Qué os parece… que un pueblo
norteamericano ha quedado
incomunicado por la CÍA, con las
correspondientes violaciones de la
libertad de expresión? ¡Venga,
prepararemos carteles, y convenceremos
a gente con coche para que nos ayude!
Kevin accedió.
—Tu chica dirigirá el espectáculo
—sugirió—. Ha sido idea de ella. Pero
nunca pensé que pasaría mis últimas
horas preparando letreros.
—O detenido por la policía —
agregó Ron—. A los amigos no les
gustará nada este asunto.
—En cuanto vea al primer poli —
dijo el poeta— recordaré de repente que
tengo asuntos que resolver en Tánger.
Me meteré en este lío sólo por
diversión.
Para Kevin, y para casi todos los
presentes, podía ser una diversión
(todos estaban actuando, consciente o
inconscientemente imitando viejas
películas. «¡Eh, pandilla! —dijo alguien
—. ¿Cómo vamos a sacar dinero para
los uniformes del equipo?» Y otro le
contestó: «¡Ya lo tengo! ¡Daremos una
función sobre el fin del mundo!»). Pero
para Susie, el hecho significó
convertirse por unos instantes en una
especie de Juana de Arco. Cuando
salieron de la cafetería, ella iba delante,
dando garbosos pasos con sus botas
blancas, a la cabeza del desfile.
Nunca había preocupado menos a
Madge que alguien conquistara la
inocencia de su hija, puesto que acababa
de oírla insistiendo en la palabra
«trasero» mientras se sonrojaba al
pronunciarla. Qué inocente era Susie, y
qué experta había sido ella a la misma
edad de su hija.
Madge apenas notó el decreciente
estruendo de la Harley de Ron, casi no
veía los movimientos de su mano, que
acariciaba los botones de adorno en la
cinta de terciopelo del estuche de
vanidad de Susie. Madge estaba
viéndose mentalmente hacía dieciocho
años, yendo al Webster Beach Club en
compañía de un apuesto y joven agente
de seguros.
Cuánto se parecía el joven Suggs a
un amigo de Susie, Jim Porteus, pensó
Madge. Era extraño que su hija no lo
hubiera observado. Él era un muchacho
tan agradable, tan formal, tan serio con
sus gafas (siempre con montura de
solemne color negro), tan enérgico, tan
ansioso de prender fuego al mundo…
Madge pasó los dedos por el botón
amarillo que Jim había regalado a Susie:
«NO RETROCEDEREMOS,
DERROTAREMOS AL VIETCONG».
Jim ya valía su peso en oro por sí
mismo, aparte ser hijo de un eminente
ginecólogo y dirigir la organización
local de California de los Jóvenes
Norteamericanos Pro Defensa de la
Libre Empresa.
Cuando Jim hablaba en serio, su
seriedad era indiscutible. Madge
recordaba al detalle la primera
conversación que sostuvo con él.
—¿Piensa estudiar medicina igual
que su padre, señor Porteus?
—No, señora Suggs. —Jim se quitó
las gafas, y Madge se sorprendió al ver
los marcados planos del rostro del joven
—. No, me temo que la profesión
médica no tiene futuro actualmente. Pese
a todos nuestros esfuerzos para evitarlo,
la medicina social avanza…, y con ella,
la inanición para los médicos.
»No, me mantengo alerta mientras
estudio un curso de administración de
empresas. El análisis de mercado es
muy prometedor. Muy prometedor, se lo
aseguro. Hay escasa oferta de analistas
capacitados. Se trata de un campo que
no está atestado, donde un joven
enérgico y con ambiciones puede hacer
fortuna rápidamente. También puedo
optar a una carrera de derecho
empresarial, sobre todo para proteger a
las empresas jóvenes frente a la rapiña
del águila gubernamental, o algo
parecido. Supongo que la verdad es un
intermedio entre ambas cosas. Puedo
llegar a ser un modesto ejecutivo, un
factor desconocido pero vital en la
administración de una mediana empresa,
un lugar de trabajo donde la recompensa
no consista simplemente en el
engrandecimiento fiscal, sino en el pleno
compromiso a hacer uso juicioso del
poder. Yo distribuyo trabajo y
retribuciones, y sanciones, entre mis
subordinados, y recibo a cambio la justa
porción que me entregan mis superiores.
¡Un eslabón vital en la Gran Cadena del
Mando!
En muchos aspectos, reflexionó
Madge al recordar aquella
conversación, Jim parecía más adulto
que su marido.
Madge se alarmó al ver la hora. En
los siguientes cinco minutos fue una
ráfaga de actividad: se bañó, se
perfumó, se arregló el pelo y envolvió
su cuerpo en un diáfano pijama de color
niebla misteriosa poco antes de que
sonara el timbre. Se puso rápidamente el
botón amarillo y se apresuró a recibir a
Jim.
—¡Caramba! —dijo el joven—.
¡Esto está oscuro! Iluminemos mejor el
tema.
Encendió la luz y miró a la mujer.
—¡Caramba! —repitió—. Tienes un
aspecto fabuloso, Madge.
Se quitó el sombrero tirolés y la
besó.
Mientras se desnudaba, con
pulcritud y eficiencia, Jim se refirió a
las próximas elecciones de la
asociación de estudiantes, en las que su
Agrupación de Estudiantes
Ultraconservadores, de reciente
formación, esperaba obtener varios
escaños.
—Somos jóvenes y dinámicos,
aunque inexpertos —dijo mientras
plegaba cuidadosamente los calcetines y
los ponía en el respaldo de una silla—.
Los más viejos tendrán que apartarse y
dejarnos sitio.
Madge se apartó y dejó sitio a Jim
en la cama.
Esa misma noche, Woody estaba en
la oficina de la consigna, contemplando
ciegamente el impreso de Objetos
Perdidos que tenía delante. Durante
horas había sido incapaz de empezar su
extraño informe, pese a que veía hasta el
último detalle, con gran claridad, una y
otra vez.
Por la tarde, cuando el tren de
Woody se había detenido, sus
compañeros habían bajado y corrido
hacia la consigna, el lugar donde estaba
la cerveza. El viaje Altoona-Las Vegas
siempre hacía un alto en Double Flats
para que el personal bebiera cerveza, en
especial en días calurosos.
Oficialmente, como es lógico, el tren
hacía un alto para recibir instrucciones
de maniobra.
—¿Dónde está la cerveza? —
preguntó Fats, el guardafrenos, muy
animado.
—¡No soy tu esclavo! —chilló el
expedidor, que jamás hablaba en otro
tono—. ¡Ya sabes dónde la guardo!
Vosotros no sabéis lo que es trabajar. No
sabéis la suerte que tenéis, siempre
respirando aire puro. Ojalá yo estuviera
por ahí. Dios sabe cuánto lo deseo.
El hombre escupió en un rincón,
oscuro y lleno de papeles, donde bien
podía haber habido una escupidera.
Woody y los demás abrieron latas de
cerveza y se acomodaron en las
crujientes sillas de la mal iluminada
habitación. No tenían deseo ninguno de
volver al polvo y al calor del desierto,
aunque las condiciones fueran
favorables.
Trabajar en el ferrocarril era una
maravillosa novedad para Woody, a
pesar de que fingía odiar el trabajo tanto
como cualquiera de sus compañeros. Ya
iba entendiendo la jerga ferroviaria,
detalles como la diferencia entre
furgones, vagones, bateas y plataformas,
pero aún tenía mucho que aprender. Una
cosa que seguía sorprendiéndole era el
hecho de no tener que guiar la máquina.
La locomotora parecía guiarse ella sola,
de un modo que él todavía no había
podido desentrañar, incluso cuando
tomaba pronunciadísimas curvas. El
ferrocarril era un invento maravilloso,
Woody tenía que admitirlo.
La Nevada Southern era la única
empresa ferroviaria que utilizaba
locomotoras de vapor, al menos la única
que Woody había descubierto. Y él no
quería conducir otro tipo de máquinas.
Le gustaba el calor, el silbido del vapor.
—Sí —dijo, interviniendo en la
conversación—. El que se mete a
ferroviario es porque está loco.
Los demás asintieron.
—Yo no pienso quedarme —dijo
Fats—. Tengo un hermano en el negocio
de cereales envasados. Me iré con él.
Cereales envasados, ahí sí que hay
dinero.
—Te elogio —dijo solemnemente
Woody—. El vínculo fratricida.
La cerveza le había serenado, le
había hecho sentirse despejado. Pocas
horas antes, en Altoona, Woody había
sufrido una alucinación, sin duda a causa
del calor. El típico sueño de un deseo
que se cumple, eso había sido: le había
parecido ver que una mujer, una joven
que había conocido en otro estado, subía
al tren en Altoona. Incluso había
saludado a la alucinación. Pero la mujer,
dado que sólo era una alucinación, no le
había correspondido.
Acabó la cerveza, se puso los
guantes y cruzó la puerta. Y se detuvo.
Mac, el fogonero, se hallaba en el
andén, extremadamente aturdido. Fats y
el conductor se levantaron de un salto y
corrieron por la vía hacia el tren.
El tren avanzaba. Avanzaba y
aceleraba, con el regulador funcionando
a tope.
Pero era imposible que el regulador
funcionara a tope. No había nadie en la
cabina. Nadie estaba echando carbón a
la caldera. A efectos prácticos, la cabina
estaba vacía.
En medio del estruendo y el
traqueteo de la maquinaria, la
locomotora, el ténder y el solitario
vagón de pasajeros se alejaron. La
mujer de la alucinación parecía seguir
en el tren.
Fats se detuvo, jadeante. El
conductor intentó agarrarse al extremo
trasero del vagón, falló, y cayó al suelo.
Rodó junto a la vía mientras las últimas
ruedas pasaban con rapidez.
¿Un espejismo? ¿Hipnosis
colectiva?
Woody mojó en el tintero la plumilla
y garabateó en el impreso.
«NOMBRE: Elwood Trivian, doctor
en Filosofía. PROFESIÓN: Ingeniero.
OBJETO PERDIDO: Un tren.
DESCRIPCIÓN CIRCUNSTANCIAS:
Al parecer el tren fue robado por
una…» Borró una y escribió: «por lo
que parecía ser una caja de
herramientas, pequeña y de color gris».
9
Coincidencia
Los hombres que
arriesgan todo
lo hacen esperando
considerable provecho.
SHAKESPEARE
Símbol
Mensaje Significado
convenci
«Una… u
AAA otra… o v
ambas»
«Si…
CCC )
entonces…»
GGG «… y…» ·
«… equivales
TTT ≡≡
a…»
GAGGAG «cero» 0
GCGGCG «positivo» +
GTGGTG «negativo» -
TGTTGT «… igual a…» =
AGAAGA «Registrar…» (Recuerd
ATAATA «Suprimir…» (Olvida)
(Repite;
CGCCGC «Duplicar…»
Copia)
CTCCTC «Transmitir…» (Dime)
—¡Cinematógrafo! —gritó el
Profesor, examinando los extraños
aparatos del establecimiento de
artículos electrónicos—. ¡Fonograma!
¡Estereofonía!
Se detuvo ante un equipo de video.
Puesto que jamás había visto televisión,
a Brian le encantó la vieja grabación de
la sonda venusina, que igual avanzaba
de izquierda a derecha como a la
inversa, lo mismo que un palíndromo.
Clic-clac al andar
tic-tac al trabajar
bla-bla-bla, bla-bla-bla,
en su preciso precioso laborar.
ESTADOS UNIDOS
¿Qué está devorando Las
Vegas?
«Algo falló.» Todo empezó cuando
«algo falló» en el ultrasecreto Proyecto
32 en Millford, Utah, una operación que
al parecer pretende crear un nuevo tipo
de computadora. Después Nevada contó
sus ciudades y no le salieron las cuentas.
Cuando se es un estado tan pequeño
como Nevada (el número 47, con una
población estimada de 454.000
habitantes), la pérdida de una población
tan insignificante como Altoona (1.158
habitantes) se nota. Pero fue otra ciudad
la que se echó de menos de un modo
doloroso: Las Vegas.
Popularmente conocida como «la
capital de la diversión de Hollywood»,
este edén del juego con sus palacios
para cenar y bailar ha sido considerado
por los reformistas, desde hace mucho
tiempo, como un lugar preparado para
convertirse en un paraíso perdido…,
pero no en una sola noche. Y así, sin que
diera tiempo a preparar una baraja…
CIENCIA
El gran apagón
LA PRESIDENCIA
¿Carecemos de defensa?
LA ONU
El timo del cohete
Ratas y cenizos. Mientras el resto
del mundo está preocupado por la
inminente guerra accidental
consecuencia del incidente del NORAD
(véase Vida Moderna), Francia busca un
cohete lunar, perdido, robado o
extraviado, denominado Le Bateau Ivre
(El Barco Borracho).
Alguien, y Francia jura que ha sido
un norteamericano o un ruso, impidió
que el mundo se quitara el chapeau ante
el astronauta, Marcel Brioche
(pronunciado BRIÓSCH), y se fue con
la «mercancía» en el mejor estilo de
ratería. Fue visto por última vez yendo
a… la Luna, claro está. Si el viaje
culmina con éxito, afirma el embajador
francés ante la ONU, Francia reclamará
oficialmente la posesión de la Luna, sea
cual fuere la nacionalidad del piloto del
cohete.
Después del chaparrón, champaña.
En París, Marcel Brioche dirigió la
palabra al ingente gentío que soportaba
el chaparrón, antes de desfilar por los
Campos Elíseos como una víctima de la
agresión norteamericana (o rusa). Con la
cabeza vendada, el héroe herido
pronunció un discurso ante un grupo de
fabricantes alemanes de armas reunido
en una fiesta nocturna con abundante
champaña…
«UFO 004000600000 EN 42 DG
44M N 93 DG 40 M W
IDENTIFICADO AHORA
COMO NC 47946… LA SUMA
DE LOS CUBOS DE TODOS
LOS NÚMEROS
COMPRENDIDOS ENTRE 1 Y
N ES IGUAL AL CUADRADO
DE LA SUMA DE LOS
NÚMEROS COMPRENDIDOS
ENTRE 1 Y N… LA PERSONA
QUE HA ESCRITO ME LLAMO
AURORA CANDLEWOOD
QUEDA IDENTIFICADA
COMO AURORA
CANDLEWOOD NÚMERO DE
ARCHIVO 828286355119-A-
C… AL DECIR
«IDENTIFÍCATE». ¿SE
REFIERE USTED A ESTE
TECLADO O A TODA LA RED
DE COMPUTADORAS DEL
NORAD?… ¿DESEA
NÚMEROS IDENTIFICACIÓN
DE ESTE TECLADO O DE
TODA LA RED DE
COMPUTADORAS DEL
NORAD?… SUPONIENDO
QUE DESEE NÚMEROS
IDENTIFICACIÓN DE TODA
LA RED DE COMPUTADORAS
DEL NORAD. ¿DESEA
NÚMEROS IDENTIFICACIÓN
DE COMPONENTES DE
REPUESTO EN EXISTENCIA?
…» Hizo una pausa, y a
continuación como si quisiera
irse por lo seguro, agregó, «P-
Q4.».
1. EVIDENCIA SENSORIAL,
VERIFICADA MEDIANTE
TANTEOS REPETIDOS O
MEDIANTE MÁS DE UN
SENTIDO.
2. EVIDENCIA SENSORIAL, NO
VERIFICADA.
3. ÓRDENES DE LA ÚNICA E
INTACHABLE AUTORIDAD,
SMILAX.
4. ÓRDENES DE AURORA
CANDLEWOOD.
5. DOCUMENTOS PROCEDENTES
DE AUTORIDADES
RECONOCIDAS.
6. CUALQUIER OTRO DATO.»
«MILLFORD UTAH 10 35 AM
STOP NO MUERTO
PICADURA SERPIENTE STOP
HE ESTADO ANIMACIÓN
SUSPENDIDA ÚLTIMAS SEIS
SEMANAS STOP
FELICIDADES FELIZ PAREJA
STOP MI SALUD BIEN
APARTE CARRASPERA POR
EXCESIVO DICTADO
POSTRANCE STOP DIFÍCIL
SABER CÓMO SON SEIS
SEMANAS PENSANDO SIN
DESCANSO STOP HE
INVENTADO NUEVO
CÁLCULO INTEGRAL
ECONÓMICO Y TENGO
INTERESANTES IDEAS VIAJE
MÁS RÁPIDO LUZ STOP
ANIMACIÓN SUSPENDIDA
SERÁ PRÓXIMA SENSACIÓN
MUNDO DROGAS STOP
CRÉANME STOP HITA STOP
»POSDATA STOP INFORMEN
LOUIE ÉL ES OFICIALMENTE
TIJERAS NEGRAS STOP.»