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LA ALABANZA QUE AGRADA A DIOS

Introducción

Por fe sabemos y estamos convencidos, que todo lo que existe, es el resultado de la obra
maestra de nuestro eterno Dios. Todas las cosas que Él ha creado, las ha creado con un
propósito. No existe nada que haya sido hecho por casualidad. Entonces debemos
preguntarnos ¿cuál es el propósito por el cual fuimos creados? El ser humano es la
máxima creación de Dios, y fue creado con el propósito de adorar y alabar a su Creador.
El cristiano debe estar consciente de este gran privilegio, pero al mismo tiempo debe
estar consciente de la gran responsabilidad y entrega que esto implica.

I. El cristiano debe rendir culto a su único y verdadero Dios.

El cristiano está llamado a rendir culto a su único y verdadero Dios. Recuerdo que hace
varios años atrás, cuando aún no era cristiano, me invitaron a ir a un “culto”, pero para
mí esa palabra me era desconocida. Quizá en nuestros días sientan lo mismo algunas
personas cuando nosotros les decimos “Te invitamos a que asistas al culto el domingo”.
Es posible que invitemos a otros a asistir a un culto a Dios, pero quizá no entendemos
todo lo que existe detrás de la palabra culto. Antes de continuar, quiero dejar en claro
que el culto que ofrece el cristiano a Dios puede ser privado, o público. Es privado
cuando el cristiano con un espíritu reverente se acerca a Dios para honrarle, adorarle y
alabarle a solas; en otras palabras, tiene una cita con Dios. El culto público, por lo
general, es un servicio o reunión de la familia de Dios, el mismo que es celebrado en un
lugar determinado, y eso es básicamente lo que hacemos en domingo.
Para un mejor entendimiento de la palabra “culto”, consideremos una definición de la
misma que la da un Diccionario de la Biblia: “Reverencia suprema que solamente es
debida a Dios. Incluye adoración, alabanza, acción de gracias, confesión del pecado,
imploración de gracia y la consideración de la divina voluntad". Otro diccionario la
define de la siguiente manera: "La actitud de humildad, reverencia, honor, devoción y
adoración que apropiadamente caracterizan la relación de los seres creados con su
Creador, especialmente en su presencia".

Podríamos decir entonces que un acto de culto a Dios en domingo es una reunión
dedicada a la adoración y alabanza de su nombre con una actitud reverente y de
corazón. Es una reunión en la cual podemos hablar con Dios por medio de la oración;
podemos alabar su gran nombre por medio de cánticos espirituales; podemos escuchar
la exposición de su palabra; podemos sentarnos a la mesa del Señor y participar en su
gran Cena; podemos ofrendar con amor; podemos disfrutar de la comunión con nuestros
hermanos en la fe.

El culto en domingo es un medio para estimular el crecimiento espiritual, es un acto


muy importante que no lo podemos perder por nada. Sin embargo, existen algunos
cristianos que reemplazan a este acto tan valioso para su vida espiritual con otras cosas
como: ir al fútbol, ir de paseo, dormir hasta más tarde, salir con los amigos, etc. No es
de extrañar que aquellos que así lo hacen, viven vidas espirituales superficiales, son
cristianos de nombre pero su corazón está anclado en las cosas que ofrece el mundo.
Para ellos asistir el domingo al lugar donde se reúne la iglesia, es una carga, y estarán
esperando que se termine el culto lo más antes posible para salir de él.
Sólo cuando estamos conscientes de lo que verdaderamente significa dar culto a Dios y
de los grandes beneficios que trae consigo para nosotros, podremos decir como el
salmista: Yo me alegré con los que me decían: a la casa de Jehová iremos. (Salmo.
122:1). El salmista se alegraba porque sabía que iba a estar en la presencia de Dios. Con
esto no quiero decir que tenemos que ir a un lugar físico para pensar que estamos en la
casa de Dios, porque la casa de Dios somos nosotros. Pero qué imagen tan maravillosa
es aquella en la que se puede contemplar al pueblo de Dios adorándole y alabándole con
un mismo corazón. Ese es el deseo de Dios para su pueblo.

El culto que ofrecemos a Dios en domingo es un acto sagrado que merece toda nuestra
atención. No puede ser realizado con indiferencia ni descuido. Si no existe reverencia a
Dios en cada uno de los actos que se están haciendo para agradarle a Él, de nada sirve lo
que hagamos. Debemos recordar que es necesario presentarnos ante Él con temor
reverente. Él es Santo y nosotros pecadores.

Lamentablemente se ha ido perdiendo la reverencia que Dios se merece. Se nos olvida


muchas veces que Él es el invitado principal y que todo su pueblo debería estar
esperándole a Él para postrarse a sus pies; sin embargo hay muchos que llegan
atrasados, como si estuvieran llegando a un evento cualquiera, como si le estuvieran
haciendo un favor a Dios llegando “aunque sea tarde”; otros están con su mente en
otras cosas cuando el predicador está exponiendo la Palabra de Dios; en fin, la
reverencia a Dios en muchas iglesias está ausente.

La reverencia que debemos expresar a Dios durante el culto en domingo no es sólo en el


momento de la Cena del Señor. He escuchado y seguramente también habré dicho lo
siguiente: “Hemos llegado a lo más importante, a la Cena del Señor, por lo tanto
mostremos reverencia, hagamos silencio”. Creo sinceramente que debemos corregir
nuestra forma de ver las cosas, porque si decimos que es un culto que está dedicado a
Dios, todo lo que se hace, debe ser reverentemente, por una gran razón: Dios es el
homenajeado, y nadie que se muestre irreverente podrá estar en su presencia. Es
necesario que juntos trabajemos para darle a Dios un culto verdadero en el cual nuestro
corazón está postrado ante Él de principio a fin. Sólo entonces nos convertiremos en
adoradores en espíritu y verdad, y el Padre eterno busca ese tipo de adoradores.

A partir de este momento vamos a enfocarnos en uno de los actos de servicio que
hacemos durante el tiempo del culto a Dios el cual es la Alabanza a Dios.

II. La Alabanza a Dios

La alabanza a Dios no debería ser parte de nuestra vida, debería ser nuestra vida misma.
En el cielo, los ángeles alaban a Dios incesantemente, y en la tierra sus hijos, hechos a
imagen y semejanza suya, los que han sido comprados con la sangre del Cordero, deben
hacerlo también. Si alguno está aburrido de la alabanza, no está listo para ir al cielo,
porque en el cielo alabaremos a Dios eternamente; es preciso que aprendamos a hacerlo
bien mientras estamos aquí en la tierra. Cierto escritor expresó: “La alabanza es el
vestido de los santos en el cielo; es apropiado que se lo prueben aquí abajo”.
La palabra alabanza encierra algunos significados como: Celebrar, glorificar, cantar, dar
gracias, dar loor, confesar palabras de agradecimiento, exaltar, engrandecer, y otros
más.
Si quisiéramos dar una definición de lo que es Alabanza podríamos decir que es una
expresión de admiración y aprobación. Es una respuesta interna del corazón del
adorador ante la revelación de Dios y su grandeza.
La alabanza a Dios jugó un papel muy importante en la vida del pueblo de Dios. En
nuestros días no puede ser la excepción. Dios no ha cambiado, exige que su pueblo le
alabe de corazón.
Hay muchas razones por las cuales debemos alabar a Dios; debemos refrescar nuestra
memoria. (Salmo 103) Debemos alabarle por la salvación eterna que nos ha dado por
medio de Jesús; porque somos real sacerdocio, nación santa, pueblo escogido; porque
Dios es bueno, poderoso, lento para la ira y grande en misericordia; porque Él se la
merece.

La alabanza verdadera :
a) Debe tener una actitud correcta. Debemos estar enfocados no en nosotros
mismos, sino en nuestro Dios, en sus atributos y cualidades. Esta actitud correcta
comienza cuando nos tomamos el tiempo necesario para meditar en la grandeza
de Dios y en su dignidad. La consecuencia de esto es que nos quedamos
admirados, quizá sin palabras y llenos de gratitud hacia Dios, y sólo allí
podemos reconocer que Él único digno de recibir nuestra alabanza es Dios.
b) Es un rebosar. Cuando hemos contemplado la belleza de nuestro Dios,
sentimos que nuestra copa está llena de alabanzas hacia Dios. No es algo que es
forzado u obligado, es la consecuencia natural de reconocer la grandeza de Dios
y de saber que Él es nuestro Dios. (Sal. 23:5)
c) Es un derramamiento del corazón en profundas expresiones de reverencia,
temor, maravilla y adoración a Dios. Es algo que no se puede contener, es algo
que no se puede callar, y que se expresa de algunas formas.
d) Debe ser reverente. No se puede hablar de alabanza genuina si nuestro corazón
no se ha rendido a su Creador ni ha sido capaz de entender su grandeza.

La alabanza genuina a Dios es poderosa, más allá de lo que podemos pensar. En las
Sagradas Escrituras encontramos algunos ejemplos valiosos que nos muestran cómo la
alabanza a Dios ofrecida por su pueblo con una actitud correcta, con reverencia, con un
derramamiento de todo su ser, trajo grandes victorias en situaciones difíciles. Veamos
algunos ejemplos.
• El rey Josafat dirigió al pueblo de Dios a la batalla contra sus enemigos. Era un
ejército que iba a luchar contra una gran multitud, pero no iba con armas en sus
manos sino con alabanza en su corazón y en sus labios para Dios. Fue una
estrategia loca para la mente natural, pero la más poderosa, porque estaban
alabando el nombre del Dios Todopoderoso, y quién contra Él. El resultado fue
que sus enemigos fueron destruidos. (2 Cr. 20: 21-22). ¿Cómo nos enfrentamos
a la batalla nuestra de cada día? No hay mejor manera de empezar nuestra
batalla alabando el nombre de Dios.
• En Hechos 16:11-26 vemos que Silas y Pablo estaban orando y cantando
himnos, cuando de pronto vino un terremoto y sus cadenas de soltaron. La
alabanza a Dios es poderosa para liberar.
La alabanza es poderosa porque Dios habita en medio de ella. (Salmo 22:3). Si nos
mantenemos saturados de alabanzas a Él, su presencia estará de continuo con nosotros.
En todo tiempo, tenga o no tenga ganas de hacerlo, debo alabar a Dios, es un mandato
(Sal. 34:1; He. 13:15).
La alabanza puede cambiar la atmósfera de nuestra casa, trabajo, lugar de estudio, etc.
Si queremos cambiar la atmósfera de la iglesia en la cual nos reunimos, debemos
aprender a alabar continuamente el nombre de Dios. Debemos levantar el nombre de
Jesús bien alto, pues como alguien lo dijo, el enemigo no soporta escuchar el nombre de
Cristo, porque le recuerda la derrota que sufrió hace más de dos mil años, allá en la
cruz.

En nuestros días, una de las maneras de alabar a Dios es por medio de los cánticos e
himnos espirituales. Hablando de este punto, al considerar la historia, vemos que los
primeros cristianos alabaron a Dios con un instrumento que no ha podido ser superado
hasta la actualidad, y es la voz, ese instrumento que le fue dado por Dios mismo. Pero
su alabanza a Dios fue impresionante para el mundo pagano, les impactó. Ellos tenían
un corazón hambriento de alabar a Aquel que los había comprado con su sangre, a
Aquel que los había amado desde la eternidad. A nuestros hermanos en la fe del primer
siglo no pudieron acusarlos de ladrones, de borrachos, de pendencieros; los acusaban
por levantarse al rayar el alba para cantar alabanzas a su Creador.
¿Sucede lo mismo con nosotros en la actualidad? ¿De qué nos acusaría el mundo: de
alabar el nombre de Dios con todo nuestro corazón? ¿Nuestra alabanza en el culto
impactaría a aquellos que no conocen a Dios a tal punto que ellos quieran conocer al
Dios a quien le adoramos y alabamos?
• Los primeros cristianos fueron acusados de levantarse al alba para alabar a su
Creador; hoy hay muchos que se amanecen en vela, pero no por alabar a Dios,
sino haciendo otras cosas, y vienen al culto que es ofrecido a Dios, y se quedan
dormidos allí…esa es su alabanza.
• Para los cristianos del primer siglo alabar a Dios era su prioridad y por ello se
levantaban temprano para dedicar lo mejor de su tiempo a su Rey; hoy en día,
hay muchos que dedican lo mejor de su tiempo a cosas vanas, y están mirando a
cada momento al reloj para ver a qué hora pueden retirarse.
• Los cristianos del primer siglo cuando cantaban lo hacían de corazón: alma,
mente y cuerpo juntos, y su alabanza llegaba a la presencia de Dios; hoy en día,
algunos, cuando se está cantando a Dios, están bostezando, riéndose,
conversando, burlándose de las mismas canciones, distrayendo a los demás;
haciendo de todo, menos alabando a Dios.
¿Cómo podemos enseñar a los demás que es algo maravilloso alabar a Dios cuando no
lo hemos descubierto porque no hemos dedicado tiempo para maravillarnos en la
grandeza de Él? ¿Cómo podemos enseñar a los demás que debemos alabar a Dios,
cuando nosotros no lo hacemos cuando nadie nos ve?

Es necesario alabar al Señor con el entendimiento. (Sal. 47:7; 1 Co. 14:15) Esto
significa que debo cantar con inteligencia, es decir, sabiendo lo que estoy cantando.
Muchas veces no sabemos lo que estamos cantando. Desconocemos el significado de las
palabras, y eso se convierte en un simple repetir y no en alabanza genuina a Dios.
Muchos cantan porque les dijeron que debían cantar; el discípulo de Jesús alaba porque
no puede quedarse callado, no puede contener la alabanza que su corazón quiere
rendirle a su Creador.
Es necesario alabar al Señor con todo nuestro ser, y una parte de nuestro ser está
formado por emociones como la alegría, el júbilo, etc. Muchos miembros de la iglesia
de Cristo, han pensado que por el hecho de que no se utiliza los instrumentos musicales
mecánicos como el piano, el órgano, la guitarra, se debe alabar a Dios con el ánimo por
los suelos, con la mirada perdida, con la cara larga, entre dientes, con su voz
agonizando. ¿Cómo es posible cantar “El que no escatimó ni a su propio Hijo…
ciertamente las dará” sin que nuestro ser se llene de gozo, de júbilo, de emoción, de
regocijo? ¿Cómo podemos cantar da una sonrisa cuando estamos más serios que en un
funeral? Es triste observar que muchos cantan con mucho sentimiento y a viva voz las
canciones del mundo, pero cuando se trata de alabar a Dios por medio del canto, su voz
se apaga.
Lo que existe en nuestro interior cuando alabamos se manifiesta en algo físico. No es lo
contrario. Jesús dijo que de la abundancia del corazón habla la boca, y si nuestro
corazón está hambriento de alabar y exaltar el nombre de Dios, eso se verá reflejado
cuando está alabando.

Todos tenemos que mejorar en esta área tan importante de nuestras vidas. Antes de
querer que los otros mejoren, debemos empezar mejorando nosotros mismos.
Finalmente vamos a considerar algunas sugerencias prácticas que nos pueden ayudar a
mejorar nuestra alabanza a Dios en el culto dominical. Estas sugerencias son sencillas y
están dirigidas especialmente para aquellos hermanos que tienen la gran responsabilidad
de dirigir la alabanza a Dios en la congregación o en reuniones de la iglesia entre
semana.
a) Prepárese al máximo.
b) Pida la guía de Dios para la selección de los cánticos.
c) Asegúrese de que la iglesia conoce los cánticos que ha seleccionado.
d) Exhorte a los hermanos a cantar con el entendimiento y el corazón.
e) Busque un tiempo en el cual pueda enseñar nuevos cánticos a la iglesia.
f) Todo lo que haga, hágalo para el Señor.
g) Procure permanecer oculto.

“Alabarán al Señor los que le buscan, pues si lo buscan lo encontrarán y si lo encuentran


lo alabarán”.

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