1.- ¿Como debe ser Su Nueva Vida en Cristo: personal, familiar y ministerial? R.- Personal.- Tenemos que vivir como es digno de la vocación o llamamiento que hemos recibido. Es un llamado a vivir en un nivel acorde con la posición que tenemos en Cristo. Mi manera de vivir debe de ser de la de una verdadera hija de Dios, según su voluntad, dando buen testimonio en todos los aspectos de mi vida. Así como escribió Pablo a los Colosenses 1:10: "10Así podréis andar como es digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios".
Si queremos vivir en compañía de Dios, tenemos que vivir a la luz de Su
Palabra, además de vivir en humildad, amabilidad, benignidad de carácter y servicio a mi prójimo. Tener paciencia, saber esperar ya que es un fruto del Espíritu Santo, como podemos ver en Gálatas 5:22 “22En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios,” Es importante saber que el fruto del Espíritu solamente se puede ver en una persona que ha nacido de nuevo. Lo primero siempre es que nos veamos como pecadores y nos arrepintamos por completo aceptando la obra redentora de Cristo. Después de esto recibimos la vida nueva, o en otras palabras, recibimos al nuevo hombre. Después es importante que andemos en novedad de vida y eso se llama santificación.
Pero requiere un esfuerzo nuestro para andar en la vida práctica digno de la
vocación de nuestro Señor. Para poder guardar la unidad en el vínculo de la paz no tenemos que sacrificar la verdad, sino andar en ella, mostrando atributos de: - humildad - mansedumbre - soportarnos unos a los otros
Debo de alimentar esta nueva vida. Este alimento consiste en:
- leer y meditar en la Biblia - orar con constancia - tener comunión con los hermanos - llevar el mensaje del evangelio- servir al prójimo, etc.
Desechando la vieja naturaleza de pecado, malas palabras, alejarme de falsas
doctrinas que solo confunden y engañan. Cuidándome a lo que presto atención y a quien escucho, porque muchos vienen con enseñanzas desvirtuadas de la Verdad de Cristo.
1 La verdad y la justicia siempre deben acompañarme como una digna representante del dios a quien sirvo. Afirmando cada día mi confianza en Dios. Procurando siempre hacer bien a otros, dominando mi carne y sujetándola a Cristo.
La voluntad de Dios para nosotros es la santificación. Eso quiere decir que
debemos parecernos cada día más y más al modelo supremo: Jesús. Esto no es nada más que manifestar lo que somos: hijos de Dios. De la hija de un rey se espera que se comporte como una princesa.
Familiar.-El hogar cristiano es un centro de apoyo, protección y edificación
mutua. Por medio del hogar, se atienden las necesidades materiales y también se enseña a los hijos lo que necesitan saber para enfrentar la vida. Por otro lado, si Cristo no reina en el hogar, lejos de ser un refugio, se convierte en un campo de batalla y frustración. Como esposa debo estar sujeta a mi esposo, por que él es la cabeza del hogar, así como Cristo es la cabeza de la Iglesia. Debo honrar a mis padres y criar a mis hijos en el temor y amor a Dios.
Ministerial.-Debo exhortar con amor a quien no conoce de Cristo, sin llegar a
hacerme cómplice de sus malas acciones, con paciencia, mansedumbre y sabiduría, en todo siempre antes pidiendo ayuda al Espíritu Santo que nos capacita para toda buena obra. Siempre estando lista para anunciar el evangelio, “a tiempo y fuera de tiempo”, dando testimonio de cómo Cristo cambio mi vida, y explicando por qué confió en El y sus promesas, con amabilidad y respeto, revistiéndome de la armadura de Dios para poder resistir las tentaciones del día a día. Capacitándome, aprendiendo y profundizando en la Palabra de Dios, para así poder enseñar y guiar las vidas de quienes Dios me entregue como discípulas, reconociendo que las ovejas son del Señor no mías, amándolas a todas por igual. Buscare tener un excelente testimonio de vida, dando buen ejemplo y viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios, sirviéndolo con alegría.