Cuando la
industria de la televisión estadounidense intentó
persuadir a las naciones en vías de desarrollo para
que la adoptasen, la presentó como una televisión
utópica. Países enteros se convertirían en aulas, y
hasta las zonas más remotas sintonizarían programas
educativos sobre temas tan importantes como
técnicas agropecuarias, conservación del suelo y
planificación familiar. Los niños podrían aprender
física y química y beneficiarse de un intercambio
cultural que ampliaría sus horizontes.