Matrimonio, fundamento de la
familia, la sociedad y el Estado
Víctor Rojas Rodríguez, Pbro.
Para El Visitante
Con el rechazo de la Resolución 107 de la
Cámara de Representantes de Puerto Rico hemos
encontrado igualmente un rechazo al matrimo-
nio y la familia «como debe ser». Más aun, los
argumentos presentados para rechazarla, con
Diócesis de Arecibo
tanta urgencia y secretividad, delatan, a mi juicio,
sino un temor a las responsabilidades de lo que la
Resolución argumenta, por lo menos desconoci-
miento del fundamento racional y sustantivo de
lo que ello implica como un valor inalienable: que
el matrimonio entre un hombre y una mujer es
el fundamento de la familia, y ésta es, a su vez,
fundamento de la sociedad y del Estado.
El matrimonio posee sus propios valores en
tanto que no es creación debida a convenciones
humanas o imposiciones legislativas. Ello, porque
el matrimonio tiene características propias, origi-
narias y permanentes y porque es un derecho na-
tural que ningún poder puede abolir: no se pue-
den modificar sus características ni su finalidad.
Entre estas características propias del ma-
trimonio se destacan, por naturaleza, la entrega
total y recíproca de todos los aspectos físicos y
espirituales de las personas que lo constituyen, el
varón y la fémina. Los esposos, unidos en una sola
carne y en un solo espíritu, se abren naturalmente
a la fecundidad de sus vidas como un regalo para
ellos mismos como padres, para la familia misma
y para la sociedad que lo custodia. Es por ello el
matrimonio ha sido prácticamente respetado en
su dignidad, en todos los tiempos y culturas, aun-
que no siempre con la misma claridad.
La sociedad no puede disponer del vínculo
matrimonial aunque le compete ciertamente re-
gular en sus principios fundamentales sus efectos
por las diócesis
civiles, a pesar de los comportamientos de hecho,
y de las situaciones concretas que se alejan de él.
Lo contrario niega su profundo valor porque es
contrario a la igual dignidad personal del hombre
26 de septiembre al 2 de octubre de 2010 ev: 21
y de la mujer, que en el matrimonio se dan con
un amor total y por lo mismo único y exclusivo.
El matrimonio entre un hombre y una mujer
constituye la familia. Ella es célula, vital y natural,
titular de derechos propios y originarios, situa-
da en el centro de la vida social, lugar primario
de relaciones interpersonales, de la sociedad. De
aquí la grande importancia de la familia para la
persona, en tanto que la familia es cuna de la vida
y del amor, donde el hombre nace y donde crece;
ella es la primera estructura fundamental a favor
de la ecología humana. Se destaca igualmente la
grande importancia de la familia como primera
sociedad, convirtiéndose en garantía del buen
funcionamiento de la sociedad misma mediante
la transmisión de los valores espirituales y el patri-
monio cultural de la Nación que la custodia.
La familia precede a la sociedad y al Estado,
en tanto que en su función procreativa es condi-
ción misma de la existencia de aquellos. La socie-
dad y el Estado deben, por lo tanto, garantizar
la familia como su principio-fundamento por su
importancia y valor. La familia no está en función
de la sociedad y el Estado sino todo lo contra-
rio. Todo modelo social que busque el bien del
hombre no puede prescindir de la centralidad y
de la responsabilidad social de la familia, ni debe
substraer a la familia de las tareas que puede des-
empeñar sola o libremente asociada con otras fa-
milias. La sociedad y el Estado tienen el deber de
auxiliar a la familia, asegurándole las ayudas que
necesita para asumir de forma adecuada todas
sus responsabilidades.
Estos argumentos hacen entender que no
estamos trabajando con razonamientos cosméti-
cos y secundarios sino con elementos esenciales
y sustantivos que dan consistencia al valor del
matrimonio y la familia «como debe ser», funda-
mento de la sociedad y del Estado que la deben
proteger. (Cf. Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia, 2005, nn. 212-218).