Apuntes y bibliografía1
Raúl Porras Barrenechea, venido al mundo en 1897, tuvo en su niñez, al igual que otros
infantes peruanos de su tiempo, los primeros contactos con la obra de Ricardo Palma, el
insuperable mago de las Tradiciones peruanas, las cuales eran lectura obligada en el hogar y en
la escuela. Desde entonces y hasta el fin de sus días, Porras admiró a Palma como escritor y
como ciudadano, como creador literario y como patriota, y le dedicó no pocos estudios que
sustentan estos apuntes dedicados a la memoria del gran maestro sanmarquino en ocasión de
su centenario natal y del trigésimo séptimo aniversario de su muerte2.
La aproximación personal
Porras era un joven de dieciocho años estudiante de San Marcos cuando quizá se produjo su
primer acercamiento a Palma, achacoso octogenario radicado en el pueblo de Miraflores,
donde habitaba un rancho separado de la que sería su casa -sede hoy del Instituto que lleva su
nombre- por sólo una cuadra. En efecto, él y Guillermo Luna Cartland, redactores de la revista
Alma Latina, le escribieron para dedicarle la publicación como «exponente de todos los
anhelos de nuestra juventud», manifestándole haber colocado su retrato en la portada del
quincenario y confesándole su admiración: «Reciba Ud. este homenaje de la juventud que lo
venera y junto con él, una tímida súplica para que su pluma nos dirija una palabra de bondad y
de aliento»3. Como vemos, los jóvenes le pedían una colaboración, lo que era mucho pedir
pues todos sabían que Palma, cansado y alejado del mundo, se había retirado de la tarea
intelectual; por lo mismo, no debió sorprenderles la respuesta, en la cual, cordialmente, Palma
les agradeció con frases afectuosas que le consagran el primer número de Alma Latina,
lamentando no prestarles la colaboración solicitada por la prohibición formal de los médicos,
aunque les animara a seguir adelante deseándoles éxitos y felicidades4.
Al parecer, la relación amical con Angélica fue la más estrecha; las cartas que Porras le envió
en 1930 y 1934 revelan no sólo afecto sino expansión y convergencia de ideas7. En 1927, bajo
el título de «Las últimas obras de Angélica Palma», Porras había publicado una elogiosa reseña
de su breve pero sugestiva biografía de Dn. Ricardo y de las novelas Tiempos de la patria vieja
y Uno de tantos8. Al morir inesperadamente Angélica en 1935, Porras prosiguió la relación con
Augusta y Renée, haciéndose posible la edición del Epistolario (1949) citado más abajo; y
cuando a Porras le tocó cumplir aquel paso, no sorprendió a nadie que, en fraterno homenaje,
Augusta se expresara así: «La R y la P, letras que tanto significan para mí; ellas representan
República Peruana, mi grande amor a la patria; Ricardo Palma, mi íntimo sentir filial; y Raúl
Porras, mi prototipo de consecuencia en la amistad»9.
La Sociedad Amigos de Palma se formó a iniciativa de Porras para celebrar el centenario natal
palmino y designó como Presidente a José de la Riva-Agüero y secretario a su diligente
propulsor. El 7 de febrero de 1933 asistieron sus miembros a la ceremonia en que la
Municipalidad de Lima entregó a la Biblioteca Nacional una réplica de la cabeza en bronce de
Palma debida al escultor Manuel Piqueras Cotolí, pero su principal trabajo fue organizar la
Semana de Palma (7 al 14), constituida por conferencias, charlas y una magnífica exposición
bibliográfica, documental y testimonial. Porras ofreció la conferencia «Palma romántico» y
redactó la crónica, el catálogo y la bibliografía de la citada exposición. Posteriormente, Porras
presidió la Sociedad Amigos de Palma.
Porras compartió hacia el final de su vida los empeños de Augusta Palma y de Eugenio Alarco
para adquirir la casa miraflorina donde pasó sus últimos años y murió Palma, a fin de
establecer en ella el museo que desde 1969 es una realidad10.