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Marsilio de Padua

Acerca de su vida
Marsilio de Padua nació en una fecha incierta, entre los años 1285 y 1290, en Padua, rica y pujante ciudad
italiana. Su familia era una excelente expresión de esa clase ilustrada, con un fuerte influjo cultural, político y
económico en ascenso, pero con anclajes en el pueblo, que empezaba a asumir un importante protagonismo
político.

Las noticias biográficas de Marsilio empiezan a ser más abundantes a partir de su radicación en París, en
cuya universidad hizo estudios de filosofía natural, teología y medicina. En aquella ciudad, finalizo su escrito
más importante titulado “El defensor de la Paz”. Los contenidos de algunas tesis del libro fueron declarados
heréticos por la Iglesia y el italiano fue condenado a la pena de excomunión. Debido a esto, abandonó París
para refugiarse en Nuremberg, que en ese momento era la sede de la corte de Luis de Baviera. Se supone
que allí tuvo un protagonismo central en el diseño intelectual y doctrinario de todas operaciones de Luis de
Baviera contra el papa Juan XXII. La función de Marsilio cambiaria a la muerte de Juan XXII, debido a que Luis
inició con su sucesor negociaciones de paz. Por esto, durante ejercería la medicina, para morir finalmente en
Nuremberg, por el año 1342.

Análisis de su obra “El defensor de la paz” (1324)


Marsilio de Padua divide a su obra en tres partes. En la primera parte -la más interesante para los
politólogos- expone el origen, naturaleza y composición del gobierno civil. La segunda trata acerca del
gobierno eclesiástico, cuyo propósito es definir los poderes que detenta la Iglesia para la salvación de las
almas y sus diferencias con el gobierno civil. La tercera -omitiremos narrarla-, muy breve, recapitula las
conclusiones que fluyen de las dos partes anteriores.

Primera Parte
Del reino, la división del pueblo en partes, el régimen político y el legislador.

En esta parte, Marsilio sigue muy cercanamente las ideas de Aristóteles expuestas en la Política. Así, elabora
la teoría de “la polis aristotélica como reino”. La polis, adquiere ahora la forma de reino. Y las comunidades
básicas desde las cuales Aristóteles despliega la emergencia de polis, o sea, la familia (casa) y la aldea, ahora
se diversifican en las casas, las aldeas, las provincias y las ciudades, para culminar el reino. A partir del
nacimiento de la aldea, la ley es el fundamento de la comunidad. Siguiendo esta directriz, Marsilio entiende
el reino desde tres ángulos. Por una parte, el reino es una pluralidad de provincias y ciudades bajo un
régimen. En seguida, el reino es una monarquía moderada, es decir, un régimen cuyo gobernante tiene
poderes limitados por la ley. Y, por último, el reino es una comunidad perfecta para la felicidad de los
ciudadanos. De este modo, para Marsilio el reino solamente difiere en cantidad respecto de la ciudad-Estado
que Aristóteles tuvo a la vista. “[...] Reino, en una de sus significaciones importa pluralidad de ciudades o
provincias comprendidas bajo un régimen; según esta acepción no difiere reino de ciudad en la especie de la
política, sino más bien en la cantidad.” (El defensor del pueblo, Marsilio de Padua).

También siguiendo a Aristóteles, pero además a Cicerón, Marsilio divide a los individuos que componen a la
ciudad según las funciones que ejercen al interior de esta. Son partes de la ciudad aquellas que pueden
discernirse a partir de la división del trabajo: agricultores, artesanos, obreros, militares, sacerdotes y jueces.
La parte productora (agricultores, artesanos y obreros), realiza funciones necesarias para la satisfacción del
“mero vivir”, y la parte gubernativa o directiva (militares, sacerdotes y jueces), es la causa eficiente de la
existencia de la ciudad como una esfera del “bien vivir” o felicidad humana.

En la explicación de la parte gubernativa, Marsilio expone la idea de que en ella la potestad gubernativa, en
sentido estricto, está radicada en los que juzgan los asuntos públicos, el legislador y, en forma deriva, el
gobernante ejecutivo y los jueces. Este punto es capital porque Marsilio sostiene que el poder coercitivo,
cuyo instrumento es la milicia armada, está bajo la autoridad del gobierno y éste en última instancia, del
legislador. Y que, en consecuencia, también el sacerdocio está bajo la suprema y plena autoridad del
gobierno civil.

El estudio de la parte directiva -que ordena y da unidad a la ciudad- conduce a Marsilio al tema de la
constitución o el régimen político. En la circunstancia histórica en que transcurre su vida, la monarquía es el
régimen emergente con más difusión y legitimidad, por lo que su atención se concentra en ese régimen.
Marsilio distingue varios tipos de monarquía y entre ellas sostiene la superioridad y eminencia de la
monarquía regia en su modalidad “electiva”, que es aquel régimen que además de cumplir el requisito
básico de ser un gobierno unipersonal que realiza el bien común, está regulado por la ley, cuenta con el
consentimiento de los ciudadanos y, en fin, elige al titular del poder soberano. El gobernante, en suma, no
está “sobre” y libre “de” la ley. Pero si esto es así, ¿quién es el supremo legislador del cual emana la ley? El
legislador, según Marsilio, es el pueblo. Esta tesis le atribuye al pueblo, en lenguaje post-medieval, el
principio de la soberanía. Pero el pueblo no es una agregación de individuos, dotados de iguales derechos
políticos, sino un cuerpo, una corporatio. La división del pueblo se entiende de dos modos: en general, son
partes de la corporación denominada “pueblo” todos los varones libres, habilitados como ciudadanos. Al
cuerpo configurado por todas estas partes ciudadanas, Marsilio llama universitas civium. Pero en particular,
la corporación “pueblo” está compuesta por dos partes: la parte calificada y la parte sin calificaciones. Esta
distinción supone un criterio selectivo basado en la calidad y no en el número: los que son libres, ricos,
educados y nobles conforman la parte “prevalente”. Se supone que el resto -la parte “no prevalente”- está
integrada por los menos dotados y más ignorantes. La parte prevalente “represente” al universo de todos los
ciudadanos (universitas civium). La idea de representación aparece aquí relacionada con la pertenencia a un
mismo cuerpo, del cual se es una parte principal que asume o puede asumir el ejercicio de la voluntad del
todo. Como ya dijimos, para Marsilio de Padua el legislador es el pueblo. Ahora bien, ¿cómo legisla el pueblo
en la práctica? Marsilio le atribuye al pueblo, sin distinción de sus partes, una facultad general: es capaz de
juzgar el contenido de las leyes y discernir si son buenas o malas. Pero, en cambio, no es capaz de crear la
ley. Bajo estos dos supuestos Marsilio sostiene que el pueblo ejerce su función legisladora en la Asamblea,
que es la reunión de la totalidad de los ciudadanos. Ahora bien, el procedimiento que propone es el
siguiente, que la totalidad de los ciudadanos o parte prevalente elija a expertos y sabios en cuestiones
legislativas para que estos diseñen el o los proyectos de ley. El segundo trámite es que la parte prevalente
evalúe el proyecto de ley y establezca una propuesta final. Esta última debe ser sometida a la Asamblea de
todos los ciudadanos, para que cada miembro individual de ella sea cual fuera su pertenencia a esta o
aquella parte, exprese su juicio, pida enmiendas, por agregación o supresión de las disposiciones que ella
contenga, y, en definitiva, apruebe o rechace el proyecto de ley. “[...] Y por ello es conveniente y sobre
manera útil que las reglas, leyes futuras y estatutos de lo justo, útil y nocivo, lo que toca a las cargas
comunes y cosas semejantes, el buscarlas o descubrirlas y examinarlas, se encomiende a los prudentes y
expertos por la totalidad de los ciudadanos, de modo que, o bien separadamente, por cada una de las
primeras partes de la ciudad, enumeradas en el V de esta Parte, párrafo 1, según la proporción de cada una,
se elijan algunos, o bien por todos los ciudadanos congregados juntamente se seleccionen los varones
expertos y prudentes predichos. Y éste será el modo conveniente y útil de congregarse para la invención de la
ley sin hacer agravio a la restante multitud, a saber, de los menos doctos, que aprovecharía poco en el buscar
esas reglas y sería perturbada en sus otros trabajos necesarios para sí y para los demás. Pero encontradas y
diligentemente examinadas tales reglas, futuras leyes, deben ser propuestas en la asamblea de todos los
ciudadanos reunidos para su aprobación o reprobación, de forma que, si alguno de ellos le pareciere que hay
algo que añadir, quitar, mudar o totalmente reprobar, pueda decirlo, porque por aquí podrá la ley más
útilmente ordenarse”.

Con respecto a la elección del gobernante, en el caso de la monarquía electiva, Marsilio no es muy claro.
Aparentemente propone procedimientos similares a los que canalizan la aprobación de la ley. La
instauración de un príncipe electivo le corresponde a la totalidad de los ciudadanos.

De los géneros de gobierno y sus especies

Otro fragmento vitalmente importante de esta parte es aquel que versa acerca de los géneros de gobierno.
“Hay, pues, dos géneros de la parte gobernante o gobierno, uno templado y otro viciado; llamo bien
templado a aquél en el que el príncipe gobierna mirando a lo útil a la comunidad según la voluntad de los
súbditos, y viciado llamo al que falla en esto. Cada uno de estos géneros se divide en tres especies; el
primero, el templado, en monarquía regia, aristocracia y república; el otro, el viciado, en otras tres clases
opuestas, tiranía monárquica, oligarquía y democracia”. [...] la monarquía regia es un modo templado de
gobierno en el que uno solo manda para el común provecho, con la voluntad y consenso de los súbditos. La
tiranía a él opuesta es un gobierno viciado en el que uno solo manda para el provecho propio sin contar con
la voluntad de los súbditos. La aristocracia es un gobierno templado en el que manda una sola clase
honorable de acuerdo con la voluntad de los súbditos, o según el consenso y el provecho común. La
oligarquía a ella opuesta es un gobierno viciado en el que mandan algunos de entre los más ricos o más
poderosos, mirando al provecho de ellos, sin contar con la voluntad de los súbditos. La república importa un
modo de gobierno templado en el que todo ciudadano participa de algún modo en el gobierno o en el poder
consultivo, mirando al común bien y de acuerdo con la voluntad y consenso de los ciudadanos. La
democracia, a ella opuesta, es el gobierno en el que el vulgo, o la multitud de pobres, impone su gobierno y
rige sola sin contar con la voluntad y consenso de los demás ciudadanos, ni absolutamente mira al común
bien”. (El defensor de la paz, Marsilio de Pauda).

De acepción de la palabra “ley”

De todas las acepciones existentes con respecto a la palabra “ley”, Marsilio de Padua prefiere la siguiente:
“ordenación sobre lo justo y lo conveniente y sus opuestos, según la prudencia política, provista de fuerza
coactiva, es decir, sobre cuya observancia se da un precepto que cada cual ha de cumplir”. (El defensor de la
paz, Marsilio de Padua). Asimismo, Marsilio opina que “Bajo esta acepción de la ley se comprenden todas las
reglas de lo justo y útil civil, instituidas por la autoridad humana, como las costumbres, los estatutos, los
plebiscitos, las decretales y todas las semejantes que, según hemos dicho, se apoyan en la autoridad
humana”. (El defensor de la paz, Marsilio de Padua).

De la parte gobernante

En este apartado es importante mencionar las cualidades que Marsilio cree que debe poseer un gobernante
perfecto. Antes de la elección se necesitan, según el italiano, prudencia y virtud moral en el que ha de ser
elegido. Asimismo, es importante que este posea el poder armado, pero no antes de la elección, sino que se
le otorgue juntamente con el gobierno. Por último, Marsilio añade que el amor o la benevolencia singular
para con la comunidad política y para con los ciudadanos contribuye a la bondad y solicitud de sus acciones
civiles, aunque no se exige del gobernante con la misma necesidad que las antedichas cualidades.

También es necesario destacar las funciones que Marsilio le encarga a la parte gobernante. Según este, la
parte gobernante es la encargada de ejecutar los oficios y las cosas legales de la ciudad. “Porque aunque el
legislador, como primera y apropiada causa, es quien ha de determinar por quiénes y cuáles oficios hayan de
ejercitarse en la ciudad, la ejecución de los tales, como de las demás cosas legales”. (El defensor de la paz,
Marsilio de Padua). Sin embargo, en el mismo apartado, Marsilio aclara que el legislador puede corregir al
gobernante por desmérito o transgresión.

Segunda parte
En la segunda parte de su obra, Marsilio no solamente le niega al Papado la suprema y plena potestad sobre
el poder secular, sino que proclama la subordinación del sacerdocio al poder secular civil. Además, sostiene
que la Iglesia debe renunciar a la acumulación de bienes temporales para la realización de su fin salvífico. La
Iglesia, según Marsilio, sólo detenta un poder que el mismo denomina “de llaves”, las que permiten el
acceso de los hombres a la salvación y la gloria eterna. Básicamente esas “llaves” son el poder de absolver
los pecados y de administrar el sacramento de la eucaristía. Por último, Marsilio rechaza el uso del poder
coercitivo por parte del sacerdocio “Porque no le pertenece al obispo romano, ni a otro obispo, sacerdote o
cualquiera otro ministro sagrado, en cuanto tales, el cargo de gobierno coactivo sobre cualquier persona
particular”. (El defensor de la paz, Marsilio de Padua).

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