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Universidad Mariano Gálvez De Guatemala

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales


Sede Chinautla
Curso: Derecho Procesal Constitucional

CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

Byron Monterrosa Reyes


Carné No. 5850 13 22924
INTRODUCCIÓN

El control de convencionalidad ha sido desarrollado jurisprudencialmente en la sede


de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y su aplicación se hace
necesaria para que los jueces nacionales (y demás autoridades públicas) velen por
la efectiva protección de los derechos humanos.
La protección de los derechos humanos inicia con la aplicación del control de
constitucionalidad de las leyes, el cual consiste en el análisis jurídico que el juez
constitucional debe realizar entre la Constitución y la normativa ordinaria,
resguardando los principios y garantías que de la primera se derivan, a partir de
este examen de compatibilidad se protegen los derechos fundamentales que en l a
norma suprema imperan. Sin embargo, dicho reconocimiento no se agota ahí, ya
que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos ha influido en las
instituciones locales para adaptarlas a los pronunciamiento y directrices emitidos
por tribunales internacionales1, ejemplo de ello es la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Corte Europea
de Derechos Humanos y Tribunal de la Unión Europea, que de forma directa o
indirecta obligan a los Estados a acatar sus disposiciones legales como su
jurisprudencia.
El reconocimiento de los derechos humanos se ha extendido a la aplicación del
control de convencionalidad, a través del cual se ejerce el “examen de
compatibilidad de las normas nacionales con los tratados internacionales”; es decir,
el juez nacional debe velar porque las normas jurídicas internas se adecúen a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y a la jurisprudencia que ha
emitido el Tribunal Interamericano, para el efecto que los derechos humanos no se
vean mermados por la falta de observancia de las obligaciones convencionales a
las que se ha adherido un Estado que ha reconocido la competencia contenciosa
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
CONCEPTO DE CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

El control de convencionalidad, con dicha denominación, aparece por primera vez


en la jurisprudencia contenciosa de la Corte IDH en el caso Almonacid Arellano vs.
Chile. Con anterioridad, el juez Sergio García Ramírez, en sus votos de los casos
Myrna Mack y Tibi, había realizado una aproximación conceptual al control de
convencionalidad que se realiza en la sede interamericana y en el ámbito interno de
los Estados, pero en Almonacid Arellano la Corte precisa sus principales elementos.

La interrelación de los tribunales internacionales en materia de derechos humanos


y los tribunales nacionales es lo que se ha venido a denominar control de
convencionalidad, surgido a partir del aporte de la jurisprudencia interamericana, e
"implica valorar los actos de la autoridad interna a la luz del Derecho internacional
de los derechos humanos, expresado en tratados o convenciones"2, aunque no ha
logrado llegar a la "periferia" del derecho: los jueces de menor jerarquía.

El control de convencionalidad puede darse a nivel tanto internacional como interno


y, cuando se utiliza bien, contribuye a que las fuentes internas e internacionales del
derecho vigente en cada Estado puedan aplicarse por todas las autoridades de
manera ordenada, lógica, armónica y coherente. Así, entonces, la premisa del
control de convencionalidad "reside en la idea -que rige el comportamiento del
Estado parte en un tratado internacional- de que la norma de este carácter obliga al
Estado en su conjunto. Es éste, y no sólo algunos órganos o agentes, quien asume
los compromisos y los deberes de carácter internacional. Así las cosas, ningún
sector del Estado -nacional o regional, federal o local- podría sustraerse al
cumplimiento de esos deberes; en consecuencia, los tribunales internos deberían
analizar la observancia de aquéllos y ajustar sus decisiones a estos imperativos. De
ahí que ejerzan un control de convencionalidad que se extiende tanto a la actuación
de órganos no jurisdiccionales como a la de órganos jurisdiccionales, cuando esta
actuación queda sujeta a revisión por parte del tribunal que ejerce el control".
ORIGEN DE LA SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL

La instauración del origen de la supremacía de la Constitución ostenta relevancia


para su concepción, pues a partir de ello se le aprecia como la norma normarum del
ordenamiento jurídico.
Sus antecedentes inician en la época del constitucionalismo liberal con las primeras
Constituciones. En Atenas durante el “siglo de Pericles” [siglo V a. de C.], estuvo
vigente la acción denominada “graphé paranomón”, a través de la cual los
ciudadanos atenienses podían actuar como acusadores contra el autor de una
moción que pretendiera lesionar las leyes fundamentales de la polis. Un tribunal
podía anular la propuesta ilegal y castigar al autor con severas penas. Sin embargo,
con el tiempo dicha institución se transformó en un instrumento protector de los
abusos de la autoridad pública, convirtiéndose en un obstáculo para modificar las
leyes y en una amenaza para la libertad de palabra; uno de los atributos más
importantes de la democracia ateniense.
Durante la Edad Media, en el año de 1283, el fuero de Aragón -Privilegium Generale
Aragorum- creó la institución denominada “justicia de Aragón”, la que era la
encargada de velar por el estricto cumplimiento de las normas previstas en el Fuero.
Su titular era un funcionario nombrado por el rey; no obstante, en la práctica cumplía
su misión de defensa de las leyes, adquiriendo autonomía propia, que en ocasiones
se convirtió en un obstáculo para el monarca, pues le impedía el ejercicio de abusos
de poder.
Otro antecedente se produce en el siglo XVII, en la sentencia del juez inglés Edward
Coke, al resolver en 1610 el caso del Doctor Thomas Bonham, médico inglés que
ejercía su profesión en Londres y quien había sido sancionado con las penas de
arresto y multa por el Real Colegio de Médicos, por no tener autorización para
ejercer tal profesión. Ante dicha sanción, Bonham recurrió al juez Coke, expresando
que la sanción que le había impuesto violaba un postulado fundamental del common
law, que establecía que nadie podía ser al mismo tiempo juez y parte. Su
argumentación se basaba en que la multa que le había sido aplicada por el Colegio
de Médicos quedaba en poder de este. Por su lado, el Colegio de Médicos
argumentó la existencia de disposiciones legales que lo facultaban para reglamentar
el ejercicio de la profesión y castigar con prisión y multa las infracciones. El juez
Coke le dio la razón a Bonham sosteniendo que en muchos casos el common law,
en virtud de sus principios fundamentales, limitaba las leyes del Parlamento y estas
debían de ser consideradas inválidas.

FORMULACIÓN DEL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD


El control de convencionalidad es una institución del derecho procesal constitucional
que ha venido desarrollándose pretorianamente en el seno de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
Como primer antecedente, se tiene que el Magistrado Sergio García Ramírez, ex
Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos -en adelante Corte
IDH o Tribunal Interamericano- en su voto concurrente razonado proferido en la
sentencia del Caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala, utilizó por primera vez en el
alto Tribunal Interamericano la expresión denominada “control de
convencionalidad”, y al respecto manifestó: “…No es posible seccionar
internacionalmente al Estado, obligar ante la Corte sólo a uno o algunos de sus
órganos, entregar a estos la representación del Estado en el juicio –sin que esa
representación repercuta sobre el Estado en su conjunto- y sustraer a otros de este
régimen convencional de responsabilidad, dejando sus actuaciones fuera del
“control de convencionalidad” que trae consigo la jurisdicción de la Corte
Internacional.58” (Subrayado añadido).
Es a partir de este momento en que se inicia a utilizar el término “control de
convencionalidad”, al que posteriormente le siguieron varios fallos en el mismo
sentido, y finalmente dio lugar a que se consolidara como control de
convencionalidad.

En el Caso Raxcacó Reyes vs. Guatemala, la Corte Interamericana llevó a cabo el


“control de convencionalidad” entre el Pacto de San José y el Código Penal de
Guatemala y consideró que el Código Penal infringía los postulados de dicho Pacto,
por lo que dispuso que el Estado de Guatemala debía modificar la norma punitiva
que permite la pena de muerte en determinadas circunstancias, y que mientras no
cumpliere con tal mandato jurisdiccional “El Estado deberá abstenerse de dictar la
pena de muerte y ejecutar a los condenados por el delito de plagio y secuestro (…)”.

FUNDAMENTO JURÍDICO
El punto de partida que utiliza la Corte Interamericana de Derechos Humanos para
dejar asentado el criterio sobre el control de convencionalidad tiene cabida en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y en la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados, a partir de los cuales el ejercicio del control de
convencionalidad constituye una obligatoriedad para los Estados partes.
El artículo 1.1 de la CADH establece el contenido sobre la obligación de los Estados
partes de respetar los derechos que ahí se disponen:
“Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los
derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación
alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas
o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social.”
Así también, el artículo 2 establece el deber de los Estados partes de adoptar
disposiciones de derecho interno, al indicar:
“Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no
estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos
tales derechos y libertades.”
Sobre ese aspecto la Corte IDH ha expresado en el Caso Almonacid Arellano vs.
Chile que:
“(…) cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la
Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado,
también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos
de las disposiciones de la Convención no se vean mermadas por la aplicación
de leyes contrarias a su objeto y fin (…).
“En esta misma línea de ideas, esta Corte ha establecido que ´según el
derecho internacional las obligaciones que éste impone deben ser cumplidas
de buena fe y no puede invocarse para su incumplimiento el derecho interno´.
Esta regla ha sido codificada en el artículo 27 de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados de 1969.”
En igual sentido, en el Caso La última tentación de Cristo vs. Chile ha
precisado:
“En el derecho de gentes, una norma consuetudinaria prescribe que un
Estado que ha ratificado un tratado de derechos humanos debe introducir en
su derecho interno las modificaciones necesarias para asegurar el fiel
cumplimiento de las obligaciones asumidas. Esta norma es universalmente
aceptada, con respaldo jurisprudencial”.
Por último, la Corte IDH ha prescrito:
“(…) que la obligación de respetar los derechos no se agota con la existencia
de un orden normativo dirigido a hacer posible el cumplimiento de esta
obligación, sino que comporta la necesidad de una conducta gubernamental
que asegure la existencia, en la realidad, de una eficaz garantía del libre y
pleno ejercicio de los derechos humanos”.86
Los Estados partes que integran el sistema interamericano de derechos humanos -
en adelante sistema interamericano o sistema IDH- están llamados a aplicar
internamente las disposiciones establecidas tanto de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos como en la Convención de Viena sobre el Derecho de
los Tratados. Es por ello que deben adecuar su legislación normativa atendiendo a
las obligaciones internacionales suscritas y en cumplimiento para la consolidación
del estado de derecho, que tiene como una de sus características esenciales la
protección y el reconocimiento de los derechos humanos de los individuos, lo cual
se ve fortalecido en la aplicación de la Constitución como en la aplicación de los
tratados internacionales en materia de derechos humanos.
PARTICULARIDADES DEL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD
En este apartado se exponen los aspectos más importantes para el efectivo ejercicio
del control de convencionalidad, tales como a quién le corresponde ejercerlo, sobre
qué normas debe recaer y si la convencionalidad debe hacerse de oficio.

¿QUIÉNES DEBEN EJERCER EL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD?


Como punto primordial, es menester hacer mención de las dos manifestaciones del
control de convencionalidad. Así pues, los autores Néstor Pedro Sagüés y Humberto
Nogueira Alcalá han indicado que puede ser “control de convencionalidad en sede
internacional” y “control de convencionalidad ejercido por los jueces domésticos”.
En tanto que Eduardo Ferrer Mac-Gregor, hace la distinción al referirse a “control
concentrado de convencionalidad” y “control de constitucionalidad difuso”.

CONTROL DE CONVENCIONALIDAD EN SEDE INTERNACIONAL O CONTROL


CONCENTRADO:

Humberto Nogueira Alcalá refiere que el control de convencionalidad en el plano


externo al Estado, constituye la competencia que se le ha asignado a un tribunal
internacional o supranacional para que establezca cuando los Estados partes, a
través de su legislación normativa o actos internos, contradicen o vulneran el
derecho convencional, generando responsabilidad internacional para el Estado
Eduardo Ferrer Mac-Gregor expresa que el control de convencionalidad de carácter
concentrado obedece a las facultades inherentes de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, al resolver los casos contenciosos sometidos a su
consideración como guardián e intérprete final de la Convención Americana.
En la esfera internacional, prescribe Claudio Nash Rojas, es la Corte IDH la
encargada de ejercer propiamente el control de convencionalidad, consistente en la
expulsión de aquellas normas contrarias a la CADH, a partir de casos concretos que
se someten a su conocimiento.
En el sistema interamericano de protección de derechos humanos, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ejerce jurisdicción vinculante y cuyas
decisiones irrecurribles constituyen obligaciones para los Estados 96, ya que el
control de convencionalidad es la razón de ser de la Corte; es decir, ejerce un control
de compatibilidad entre la norma infringida y el Pacto de San José. En caso de
establecerse una infracción a los derechos fundamentales de la persona, sea por
acción u omisión, la responsabilidad internacional recae sobre el Estado, como a
los órganos nacionales y a sus autoridades, entre los que se incluyen a los jueces
de todos los niveles.
El ejercicio de control de convencionalidad consistente en la verificación de
compatibilidad entre la debida aplicación de la normativa interna y el Pacto de San
José es la natural competencia que la Corte Interamericana realiza en sede
internacional, y así lo ha expuesto Sergio García Ramírez en un voto concurrente
razonado:
“…la tarea de la Corte se asemeja a la que realizan los tribunales
constitucionales. Estos examinan los actos impugnados -disposiciones de
alcance general- a la luz de las normas, los principios y los valores de las
leyes fundamentales. La Corte Interamericana, por su parte, analiza los actos
que llegan a su conocimiento en relación con normas, principios y valores de
los tratados en los que funda su competencia contenciosa. Dicho de otra
manera, si los tribunales constitucionales controlan la ´constitucionalidad´, el
tribunal internacional de derechos humanos resuelve acerca de la
´convencionalidad´ de esos actos. A través del control de constitucionalidad,
los órganos internos procuran conformar la actividad del poder público -y,
eventualmente, de otros agentes sociales- al orden que entraña el Estado de
Derecho en una sociedad democrática. El tribunal interamericano, por su
parte, pretende conformar esa actividad al orden internacional acogido en la
convención fundadora de la jurisdicción interamericana y aceptado por los
Estados partes en ejercicio de su soberanía.”
En ese sentido, le corresponde a la Corte IDH el ejercicio del control concentrado
de convencionalidad, el cual debe ser aplicado subsidiariamente, cuando a nivel
interno se han agotado todos los mecanismos de defensa y los controles
jurisdiccionales han fallado, no logrando la restitución de los derechos humanos
conculcados, por lo que la persona recurre al sistema interamericano de protección
de derechos humanos para que dichos derechos sean reparados.
Dicho de otra manera, se acude al sistema interamericano de protección de
derechos humanos sólo si la jurisdicción interna del Estado no ha podido subsanar
el derecho considerado vulnerado por parte del individuo y quien habiendo agotado
los medios de impugnación sigue siendo afectado, recurriendo a la protección de
sus derechos humanos en el plano internacional.

CONTROL DE CONVENCIONALIDAD EJERCIDO POR JUECES DOMÉSTICOS O


CONTROL DIFUSO:

Sobre esta modalidad, el autor Juan Carlos Hitters ha inferido que debe aplicarse
primero el control de constitucionalidad por el juez local, quien también debe de
llevar a cabo el control de convencionalidad, con lo cual la norma debe analizarse
primero por los cuerpos judiciales internos y luego, si aún subsiste el agravio, por el
más alto cuerpo de justicia del país.

El control de convencionalidad ejercido por los jueces domésticos o control difuso


corresponde su aplicación a los jueces y tribunales nacionales, y consiste en aquel
examen de verificación que debe realizar el juez para determinar la compatibilidad
entre los actos y la Constitución, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y la jurisprudencia que la Corte IDH ha acuñado sobre la propia
Convención ADH.
El ejercicio de compatibilidad que debe ejercerse entre el derecho interno y el
derecho convencional implica que los Estados Partes reconozcan la fuerza
normativa de tipo convencional que se involucra a los criterios jurisprudenciales
emitidos por la Corte IDH, como órgano internacional que los interpreta. Ello quedó
establecido formalmente, por primera vez, en la sentencia Almonacid Arellano y
otros vs. Chile, de fecha 26 de septiembre de 2006, en la que se expresa:
“La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al
imperio de la ley, y por ello, están obligados a aplicar las disposiciones
vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando el Estado ha ratificado un
tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte
del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a
velar para que los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean
mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde
su inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial
debe ejercer una especie de ´control de convencionalidad´
entre las normas jurídicas internas que aplican a los casos concretos y a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea el Poder
Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la
interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete
última de la Convención”

¿SOBRE QUÉ NORMAS DEBE REALIZARSE EL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD?


Sobre esta temática, la Corte IDH no ha señalado expresamente sobre qué normas
debe recaer el control de convencionalidad; sin embargo, en Almonacid Arellano y
Trabajadores cesados del Congreso, sentencias emitidas por el Tribunal
Interamericano, refieren que el control de convencionalidad debe realizarse tanto
entre las leyes y las normas jurídicas internas que son incompatibles con la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. Es decir, que cualquier norma
jurídica doméstica o nacional (sea ley, decreto, reglamento, ordenanza, resolución,
etc.), debe de someterse al control de convencionalidad.
Asimismo, en los Estados Partes donde la jurisprudencia emanada de la Corte
Suprema de Justicia o del Tribunal Constitucional debe ser acatada por los juzgados
y tribunales inferiores, esta también reviste materialmente condición de norma, por
lo que también debe de realizarse el control de convencionalidad.
Otro aspecto importante de mencionar, es que la Constitución también comprende
otra de las normas sobre la cual debe recaer el control de convencionalidad. En ese
sentido, la compatibilidad entre las normas convencionales con la Constitución debe
realizarse al aplicar aquella norma que, de mejor manera, proteja a la persona
humana; de tal forma que en el caso que una norma brinde mayor protección, esta
deberá elegirse. Dicha aplicación deberá hacerse de conformidad con el principio
pro persona y no necesariamente de acuerdo al reconocimiento que un Estado parte
le otorgue al derecho internacional respecto a su derecho interno.
En Opinión Consultiva 4/84 de fecha 11 de enero de 1984, el Tribunal
Interamericano consideró: “siempre que un convenio se refiera a ´leyes internas´ sin
calificar en forma alguna esa expresión o sin que de su contexto resulte un sentido
más restringido, la referencia es para toda la legislación nacional y para todas las
normas jurídicas de cualquier naturaleza, incluyendo disposiciones
constitucionales.” (Subrayado añadido).
Con la anterior opinión consultiva emitida por la propia Corte IDH, se aprecia que
dicho tribunal puede ejercer el control de convencionalidad sobre toda norma que
forma parte del ordenamiento jurídico interno cuando sus disposiciones son
contrarias a la Convención Americana. A manera de ejemplo, se menciona el caso
conocido como La Última Tentación de Cristo vs. Chile, en el cual la Corte decidió
que el Estado debía “modificar su ordenamiento jurídico interno, en un plazo
razonable, con el fin de suprimir la censura previa…”.Agregó que: “se comprometió
la responsabilidad internacional del Estado, en virtud que el artículo 19 número 12
de la Constitución establece la censura previa en la producción cinematográfica y,
por lo tanto, determina los actos de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
violando así el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión consagrado en
el artículo 13 de la Convención Americana.”
Sin embargo, como lo afirma Néstor Pedro Sagués, el control de convencionalidad
no será fácil de aplicar en aquellos Estados en los cuales los tratados
internacionales tienen el mismo rango legal que las normas internas, o que son
superiores a las normas nacionales, pero no a la Constitución. Ello repercute porque
en el control de convencionalidad el Pacto de San José prevalece sobre la
Constitución. Sigue manifestando el referido autor, que dicha cuestión parte del
supuesto que, axiológicamente, el bien común internacional (regional) prevalece
sobre el bien común nacional, lo cual obliga a que la Convención Americana sobre
Derechos Humanos deba preferirse sobre la Constitución. En todo caso, el Estado
que no asuma el compromiso para adoptar la supremacía de los tratados
internacionales puede denunciar el Pacto de San José.
El control de convencionalidad recae sobre toda la normativa interna, en la cual se
incluye a la Constitución, con el objeto de hacer prevalecer a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y, a partir de ello, efectuar ese examen de
compatibilidad, en el cual el juez deberá determinar si una norma de carácter interno
se ajusta a las disposiciones convencionales. Además, deberá también tomar en
cuenta la jurisprudencia que la propia Corte IDH ha emitido sobre la Convención, ya
que todo Estado parte está obligado por la doctrina que la Corte ha sentado, aun
cuando no ha sido parte en un determinado caso.
El parámetro para ejercer el control de convencionalidad por parte del juzgado o
tribunal nacional para juzgar el derecho interno o local es la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, así como las sentencias y las opiniones consultivas de
la Corte IDH. Además, deben incluirse los tratados internacionales que conforman
el corpus iuris en materia de protección de derechos humanos, y la interpretación
que de los mismos ha realizado el Tribunal Interamericano.
El ex Magistrado Sergio García Ramírez en su voto razonado en el Caso
Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú, expresó: “… la Corte Interamericana
ha tenido a la vista la aplicabilidad y aplicación de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Pacto de San José. Sin embargo, la misma función se
despliega, por idénticas razones, en lo que toca a otros instrumentos de igual
naturaleza, integrantes del corpus juris convencional de los derechos humanos de
los que es parte el Estado: Protocolo de San Salvador, Protocolo relativo a la
Abolición de la Pena de Muerte, Convención para Prevenir y Sancionar la Tortura,
Convención de Belém do Pará para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer,
Convención sobre Desaparición Forzada, etcétera.”
En ese mismo sentido, en la Opinión Consultiva OC 16/99 el Tribunal Interamericano
sostuvo: “El corpus juris del Derecho Internacional de los Derechos Humanos está
formado por un conjunto de instrumentos internacionales de contenido y efectos
jurídicos variados (tratados, convenios, resoluciones y declaraciones). Su evolución
dinámica ha ejercido un impacto positivo en el Derecho Internacional, en el sentido
de afirmar y desarrollar la aptitud de este último para regular las relaciones entre los
Estados y los seres humanos bajo sus respectivas jurisdicciones.”
Con todo ello, claramente la Corte Interamericana deja claro que también es
importante tener en cuenta como parámetro del control de convencionalidad no
solamente la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sino que también
el resto de los tratados internacionales que forman parte del corpus iuris
interamericano en materia de derechos humanos, pues con ello se vienen a
garantizar aún más los derechos fundamentales.

¿CONTROL DE OFICIO?
Como bien se ha mencionado con anterioridad, la Corte IDH ha expresado que
“…los órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de
constitucionalidad, sino también ‘de convencionalidad’ ex officio entre las normas
locales y la Convención Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas
competencias y de las regulaciones procesales correspondientes.”120 Así también
se señala que: “Esta función no debe quedar limitada exclusivamente por las
manifestaciones o actos de los accionantes en cada caso concreto, aunque
tampoco implica que ese control deba ejercerse siempre, sin considerar otros
presupuestos formales y materiales de admisibilidad y procedencia de ese tipo de
acciones.”
Conforme a lo manifestado por la Corte IDH debe entenderse que los jueces y
tribunales nacionales tienen que ejercer el control de convencionalidad de oficio, sin
necesidad que sea solicitado por alguna de las partes intervinientes.
Pues, como también es deber de los jueces domésticos el ejercicio del control de
constitucionalidad, en ese sentido de la misma manera tiene que realizarse el
control de convencionalidad.
Para Eduardo Ferrer Mac-Gregor el control difuso de convencionalidad debe ser
ejercido por los jueces nacionales, independientemente si es invocado por las partes
en el caso en concreto que esté conociendo.
Víctor Bazán precisa que la declaración de anti convencionalidad, es decir cuando
el juez deja de aplicar una ley interna por ser contraria al Pacto de San José, es una
cuestión de derecho y no de hecho, por lo que la oficiosidad no quebranta el derecho
de igualdad de las partes en el proceso, ni tampoco se afecta el derecho de defensa.
De igual manera afirma el autor aludido, que la aplicación ex officio del control de
convencionalidad: “Tampoco implica que el juez falle extra petita ni soslaye el
principio de congruencia, en tanto el sentenciante se atiene a las cuestiones
planteadas y a las circunstancias fácticas invocadas en el proceso y, para dilucidar
la litis, solo sujeta la selección del derecho aplicable a su concordancia con la CADH
(que, cuando menos, debería ostentar cotización constitucional), tarea en la que
válidamente podría moverse con independencia de las pretensiones de las partes.”
En definitiva, se hace necesario que los jueces nacionales como parte del aparato
estatal están obligados a cumplir con las responsabilidades internacionales a las
que el Estado se ha adherido, dentro de las cuales se encuentra la de ejercer tanto
el control de constitucionalidad como el control de convencionalidad ex officio, a
manera de proteger y garantizar los derechos fundamentales, sin necesidad que su
verificación sea solicitada por las partes que en el caso en concreto intervienen.
REFERENCIAS

Cuadernillo de jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos


No. 7
Control de Convencionalidad

Tesis de Posgrado
El control de la convencionalidad: La necesidad de su aplicación
María Andrea García Aguilar
Universidad Rafael Landívar

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