Anda di halaman 1dari 2

AL DIOS NO CONOCIDO

“Porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración,


hallé también un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues
lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo.” Hechos 17:23.

En el mundo existen decenas de religiones, centenares de credos y miles de


doctrinas distintas. Toda una multiplicidad de creencias acerca de alguna (o
varias) deidad que, ya sea desde detrás de un cuadro, desde algún lugar
desconocido, desde su trono en el séptimo cielo o desde el interior del propio ser
humano, nos observa, nos controla y determina nuestro destino.

Pero los griegos, desde la antigüedad, adoraban, además de la extensas lista de


sus dioses “conocidos”, a un Dios no conocido, a un ser cuya existencia no
ignoraban, pero del cual no sabían absolutamente nada.

Este Dios, llamado Agnostos por los helénicos, era la representación de las
fuerzas que no podían explicar, la ilustración de las maravillas que no podía
asignar a sus dioses.

Hoy en día, quizás sin saberlo, muchas personas adoran a Agnostos, de diversas
formas y bajo diversos nombres, pero por la misma razón: el propósito de llenar el
vacío que ninguno de sus otros dioses puede llenar.

Ni el dinero, ni la fama, ni los placeres del mundo ni ninguna otra cosa podrá llenar
el vacío que siente el ser humano ante la ausencia de ese Dios del cual no sabe
nada, pero cuya necesidad siente tan palpitante como la necesidad de respirar o la
de alimentarse.

Ese Dios desconocido, creador de todas las cosas, juez Todopoderoso del
universo, es realmente el único Dios que debe adorar el hombre, pero para que
dicha adoración sea genuina y verdadera es necesario que deje de ser el DIOS
NO CONOCIDO, que pase a ser un amigo el cual el hombre pueda decir “le
conozco”.
El único Dios verdadero del cual el apóstol Pablo dice “que hizo el mundo y todo lo
que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos
hechos por manos de hombres” (Hchs. 17:24), es el Dios por el cual clama el
corazón de los hombres, el que llena el vacío que todo ser humano intenta llenar
con aquello que llama felicidad.

“El Dios en quien no creen los sabios, y al que desconocen los ignorantes,
es el único Dios que merece adoración”.

El sabio, en su sabiduría, rechaza la existencia de un ser superior a él, y es por


ello que se constituye a sí mismo como su propio Dios, pero no logra llenar el gran
vacío de su vida.

El ignorante, en su ignorancia, desconoce al verdadero y único Dios, y es por ello


que busca sustituirlo con fábulas, tradiciones y mitos, pero tampoco logra llenar el
vacío que hay en su vida.

Sólo aquellos que le buscan le conocen; y al conocerle se libran de la incredulidad


del sabio y de la superstición del ignorante. Porque Él es la verdad y, como dice su
palabra: … y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn. 8:32).

He aquí la sabiduría del sabio: conocer al único Dios verdadero, creador del
universo, dador de la verdadera sabiduría y fuente de todo lo que existe. He aquí
la fe del humilde: conocer y reconocer a un ser superior, que por sobre todo es y
por el cual “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho” (Jn. 1:3).

Que el DIOS NO CONOCIDO se convierta en el Dios que conocemos y del cual


podamos decir. “Es mi amigo y yo lo soy de Él”.

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre [los que le
conocen], les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).

Anda mungkin juga menyukai