1. INTRODUCCIÓN
Los segmentos obstruyentes (que pueden ser sordos o sonoros) son aquellos que
oponen algún obstáculo a la salida del aire, aunque sea mínimo. Se encuadran dentro
de esta categoría las oclusivas (se incluyen en ellas las africadas), fricativas y
aproximantes de tipo espirante.
Las oclusivas son las que oponen el mayor obstáculo, puesto que impiden
totalmente la salida del aire; las fricativas oponen una gran resistencia a la salida del
aire por su estrechamiento en el punto de articulación, pero no la impiden por
completo; lo importante en esta categoría es que el aire, al pasar por una zona muy
estrecha, roza los órganos y esto produce turbulencias: ruidos que caracterizan a esta
subcategoría; y las aproximantes espirantes pueden ofrecer el mismo grado de
estrechamiento que las fricativas, pero el aire se desliza suavemente entre los órganos
sin producir turbulencia alguna o, por el contrario, pueden tener una mayor o menor
abertura de modo que no oponen gran resistencia a la salida del aire. Por otra parte,
su alternancia en la lengua con las oclusivas o su posible realización fricativa en
pronunciaciones enfáticas ofrece evidencias claras para su inclusión en la categoría
de las obstruyentes.
2. SONIDOS OCLUSIVOS
Los sonidos oclusivos orales se caracterizan, desde el punto de vista articulatorio, por
poseer un cierre absoluto en algún punto de la boca y en la rinofaringe, de modo que
el aire queda retenido y sale súbitamente tras la apertura de los órganos bucales. En
general, se articulan en tres tiempos: en el primero, los órganos se van cerrando
______________________________________
1 Publicado en Panorama de la fonética española actual, Madrid, Arco Libros, 2013, pp. 253-289.
1
paulatinamente; en el segundo, los órganos están cerrados y permanecen durante un
lapso de tiempo en esa posición y, en tercer lugar, los órganos se abren y entonces el
aire sale bruscamente; estos tres tiempos se conocen con los nombres de implosión,
oclusión y explosión, respectivamente. Como se ve, el nombre de esta clase de
sonidos se toma de ese segundo tiempo.
2
Figura 1: Espectrograma con los índices acústicos que caracterizan
una oclusiva sorda
Desde el punto de vista perceptivo hay experimentos que demuestran que el silencio
es lo más característico de una oclusiva, no obstante la ausencia de la explosión
puede conllevar a una confusión de sus puntos de articulación (Martínez Celdrán,
1991a).
3
presión, pues el aire sigue saliendo de los pulmones durante el tiempo de oclusión.
Sólo en la coda silábica puede faltar la explosión, sobre todo cuando sigue otra
oclusiva, pues el aire sigue retenido por la segunda oclusión, por ejemplo en óptico.
Si sigue una fricativa, tampoco el aire sale libremente pues está constreñido por la
estrechez que se forma para la realización fricativa, por ejemplo en cápsula. Sólo
ante una vocal la explosión es obligatoria.
Figura 2: Los índices acústicos de las oclusivas sordas: óvalo = máxima intensidad
de la explosión; rectángulo = VOT; línea blanca = transición del F2.
4
En la figura 2, se observa que el punto de máxima intensidad de la barra de explosión
está situado aproximadamente en 500 Hz en [p], 4000-5000 Hz en [t] y 2000 en [k].
La transición del F2 de la vocal siguiente es ascendente y comienza en 1100 Hz en
[p]; empieza en 1750 Hz en [t] y es ascendente y, por último, es descendente y se
inicia en 2000 Hz en [k]. Teniendo en cuenta que la vocal siguiente es [e], en los tres
casos, todas las pistas presentan diferencias destacadas. En cuanto al VOT:
obtenemos los siguientes datos aproximadamente: 11 ms para [p], 17 ms para [t] y 24
ms para [k], nuevamente encontramos diferencias. Pero estas oclusivas de la figura 2
son sólo una muestra del habla de una persona en un momento determinado.
Experimentalmente se han obtenido las siguientes medias, extraídas de las
producciones de varias personas, que ofrecemos en la tabla 1:
p t k
Frecuencia Máx. intensidad en la explosión. Media
en Hz (voz mas-voz fem) (Asensi et ál. 1997:233):
451-619 5535-6268 1794-1939
Media de duraciones de la expl. en ms (mas-fem) 4,8-6,4 6,2-7,8 12,9-15,5
VOT en ms (voz mas-voz fem) (Asensi et ál. ibid.) 11,9-17,4 17-23,4 34,1-36,8
VOT en ms (Castañeda 1986:98): 6,5 10,4 25,7
La tabla 1 presenta en primer lugar los datos del estudio de Asensi et al. que eran
ligeramente diferentes según el género, lo cual es lógico en la frecuencia, pero no lo
es tanto en la duración. Por supuesto, se trata de promedios que son orientativos, pero
no absolutos ya que suele haber una gran variación según el contexto. No obstante, la
frecuencia de la intensidad máxima de la explosión es siempre baja en la labiales, en
torno a los 500 Hz, medio baja en las velares, alrededor de 2000 Hz y medio alta en
las dentoalveolares, entre 5000 y 6000 Hz. La duración de la barra de explosión
sigue una progresión: bilabial < dentoalveolar < velar. La velar suele ser
relativamente larga y con frecuencia llega a ser doble. El VOT, aun siguiendo la
misma progresión ascendente (bilabial < dentoalveolar < velar), se presenta con
diferencias considerables entre los datos de Asensi et al. y los de Castañeda. Son
5
siempre medias orientativas. Por último, sólo hay que señalar que las medias
femeninas son siempre algo más elevadas que las correspondientes masculinas.
6
2.2.2. Oclusivas sonoras
Las oclusivas sonoras presentan la barra de sonoridad, además del silencio típico de
la oclusión (durante unas 57,18 ms), y la explosión (figuras 4 y 5). En todas se
observa un fenómeno comentado por Hayward (2000:179): “The voice bar is darker
at the begining than at the end of the constriction interval. This reflects a general
tendency for voicing to weaken and become more breathy in character over the
course of the interval”. Se puede ver claramente que en el momento de la explosión
los pulsos glotales de la barra de sonoridad tienen menos negror (señal de menor
intensidad) que al comienzo de la oclusiva sonora, lo cual significa que las cuerdas
vocales se van abriendo más, que no se llegan a cerrar perfectamente y por eso
adquiere el sonido un carácter más murmurado (inglés breathy) al final de la
oclusión.
Los sonidos que preceden a la oclusiva sonora se suelen alargar, comparados con los
que preceden a las sordas; este fenómeno no afecta sólo a las vocales precedentes,
7
también las nasales son más largas ante sonora que ante sorda. En un estudio realizado
para el español (Martínez Celdrán, 1997:336) obtuvimos una media de 81.85 ms en la
nasal que precedía a una oclusiva sorda, por ej. campo, mientras que la oclusiva sorda
tenía 76,94 ms. Por el contrario, la nasal que precedía a una sonora, por ej. cambio,
poseía 103,97 ms, mientras que la oclusiva poseía 29,51 ms. Es decir, en estos casos se
produce una compensación: la nasal se acorta ante una sorda, que a su vez se alarga; lo
contrario sucede en la sonora: se alarga la nasal y se abrevia la oclusiva.
En cuanto a los puntos de articulación, las oclusivas sonoras siguen las mismas
pautas que las sordas respectivas.
8
En la figura 6, el locus de cada punto de articulación está representado por un punto
negro, a él apuntan las transiciones del F2 de cada una de las cinco vocales del español.
Se percibiría labial siempre que la transición del F2 se dirigiera hacia un punto situado a
700 Hz, por ejemplo. Obsérvese el distinto ángulo de cada transición según sea la vocal.
Hemos colocado el locus de [t] a unos 1500 Hz para el español, pues no es una alveolar
pura; en inglés aparece en 1800 Hz.
Las aproximantes espirantes se producen con un cierto grado de abertura; por tanto,
dejan de ser oclusivas al no tener un cierre completo y, por eso mismo, tampoco
pueden tener explosión. El grado de abertura es variable por lo que resulta ser una
categoría no discreta, puede ir desde un cierre no completo hasta una abertura casi
vocálica. Por otra parte, lo que las distingue de cualquier fricativa es la tensión sobre
todo, pues en algún momento puede llegar a tener el mismo grado de constricción
que la fricativa, pero sin la tensión que esta última posee ya que en la fricativa los
órganos se han de mantener invariablemente muy próximos para que el aire pueda
rozarlos y producir turbulencias. Las aproximantes carecen totalmente de esas
turbulencias.
9
“aproximante espirante”; las “glides”, en mi opinión, son las semivocales
(paravocales o deslizantes, como otros las llaman, incluyendo las semiconsonantes).
El argumento necesita ser completado con algo que dice Johnson en un párrafo
anterior: “voiced fricatives are relatively unusual in the languages of the world […]
The difficulty […] arises because high volume velocity is needed to produce the
turbulent noise characteristic of fricatives, and the vibrating vocal cords impede the
flow of air through the vocal tract”. El movimiento de las cuerdas vocales impide de
alguna manera el paso de la corriente de aire necesaria para producir el aire
turbulento, de ahí que muchas fricativas sonoras pierdan la turbulencia y acaben
siendo aproximantes. Por tanto, el grado de constricción puede ser el mismo, no ha
de ser obligatoriamente menor para que deje de haber turbulencias. Pero el hecho
clave en las aproximantes espirantes del español es que ese grado puede ser el
mismo, pero también puede ser menor o mayor, de ahí que sea una categoría fonética
gradual.
10
líneas finas que demuestran la inexistencia de turbulencia alguna; se trata de una
aproximante espirante [β̞].
Alarcos (1950) considera que los fonemas /b d g/ poseen dos variantes alofónicas
cada uno de ellos: una oclusiva [b d g] y otra aproximante [β̞ ð̞ ɣ̞], respectivamente.
Estas variantes se rigen por el contexto: las oclusivas aparecen tras pausa y nasal y,
en los demás contextos, se presentan las aproximantes espirantes (Ejs.: haba, hada,
haga), excepto [d] que también se realiza oclusiva detrás de [l] (Navarro Tomás
1918). La influencia de la tradición hace que muchos autores tadavía continúen
llamando a estas articulaciones “fricativas”. Siguen anclados en el Manual de
pronunciación española de Navarro Tomás. Pero este autor, tras su artículo sobre el
rehilamiento (1934), dejó de llamarlas fricativas. En 1946 (p. 9), habló de las
variantes de la consonante sonora palatal y dijo: “la y de mayo, con pronunciación
suave, africada o rehilante…”. Navarro ya no utiliza el término fricativa, sino suave
(i.e.: aproximante) o rehilante (i.e.: fricativa); pero se ve que este artículo, ni el
anterior de 1934, no los ha leído la mayoría de fonetistas, de dialectólogos y de
historiadores de la lengua, todos tradicionales, pues siguen hablando de “fricativas”
(i.e.: aproximantes) y de “rehiladas” (i.e.: fricativas).
11
2.3.2. Aspectos acústicos
12
aproximantes abiertas poseen estrías a lo largo de las frecuencias con una ligera
disminución de la intensid ad (primera aproximante bilabial, ejemplo de aproximante
abierta). El porcentaje de aproximantes abiertas es mayoritario: 86,9%.
Hemos destacado en negrita los datos más importantes: la duración media de las
aproximantes es de 45,78 ms, lo cual representa un 25,31% del grupo, es decir, la
13
aproximante siempre posee una duración menor que los segmentos vecinos pues el
25,31% es bastante menos del tercio que le correspondería si los segmentos tuviesen
duraciones equivalentes. La caída media de la intensidad en una aproximante
respecto del segmento precedente es de 5,85 dB. Por tanto, son características
importantes de cualquier aproximante espirante su menor duración y su menor
intensidad comparada con cualquiera de los demás sonidos contiguos, tomando
ambos aspectos conjuntamente, lo cual es una consecuencia de su tensión menor en
la musculatura comparando con oclusivas o fricativas.
14
Figura 11: Sonorizaciones en coda
La pronunciación de la palabra atleta con <t> en posición de coda, y por tanto con la
sonorización que se detecta en el espectrograma de la figura 11, solo se realiza en el
español peninsular, pues en Latinoamérica en general ese sonido se traslada al ataque
de la sílaba y entonces se pronuncia sorda, como corresponde a su posición silábica,
no sólo con esa palabra sino siempre que se presente la combinación <t+l>.
15
parte de un hablante chileno. Además de su realización sorda, se observa un marcado
elemento esvarabático, ausente en la pronunciación peninsular, de forma semejante a
los elementos esvarabáticos que se presentan en oclusivas+vibrantes, por ej.: tres…
Por último, presentamos el caso más frecuente de las sonoras en coda (figura 14:
agnosia; adversario): se convierten en aproximantes. Hay que señalar que, cuando
son aproximantes, a veces aparece un pequeño elemento vocálico entre las dos
consonantes, como se puede ver en el espectrograma de la izquierda, transcrito con
una “schwa” pequeña y voladita.
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No queremos acabar este apartado sin comentar el hecho de que en zonas castellanas
existe una tendencia a pronunciar con la fricativa interdental sorda [θ] la <-d> final
de las palabras, por ej.: [ma'ð̞ ɾiθ]. Es una tendencia general incluso en clases cultas.
Se trata de un refuerzo para preservar la pérdida del sonido que es la solución más
frecuente en todo el dominio hispánico. También existe la tendencia en clases
populares de zonas castellanas a pronunciar como [θ] la velar, escrita <c>, en
posición de coda, por ej. pacto (['paθto]); esto último es posible que suceda por
tomar el sonido del nombre de la letra <c>, así se evita una omisión enojosa.
También puede tener el mismo motivo el cambio popular de la velar escrita <g>, que
tiende a una pronunciación fricativa velar [x], por ej.: ignorante ([ixno'ɾan̪ te].
Ladefoged y Maddieson (1996:90) consideran que las africadas son oclusivas, como
se ve en su propia definición: “affricates are stops in which the release of the
contriction is modified in such a way as to produce a more prolonged period of
frication after the release” (la negrita es nuestra). Lo que estos autores defienden es
que la naturaleza fundamental de estos sonidos es la de la oclusiva, solo que la
abertura de los órganos se produce de forma más lenta que en las demás oclusivas y,
por tanto, hay un periodo en que los órganos están próximos y el roce del aire al
pasar por ellos produce turbulencias, como sucede en cualquier fricativa. De ahí que
exista una segunda fase fricativa tras la oclusión inicial.
17
En la figura 15, se puede ver que tras la nasal hay una fase de silencio, indicio de
oclusión, que acaba con una barra de explosión, visible a partir de los 3500 Hz, y
sigue una masa informe que denota el ruido turbulento de la fricción.
18
transcripción: oclusiva más aproximante palatales con un arco superpuesto que
indica la doble articulación o la africación impropia.
3. Fricativas
La diferencia articulatoria entre una oclusiva, por un lado, y una fricativa y una
aproximante, por otro, está clara por el bloqueo total a la salida del aire hacia el
exterior en un punto de articulación determinado, en el primer caso, o por la
formación de un canal más o menos estrecho y más o menos estable, en el segundo.
Hay que llamar la atención sobre el cambio definitorio que hemos llevado a cabo en
las aproximantes. La definición más tradicional de este término aparece por ejemplo
en Ladefoged (1975:277) diciendo que se trata de «el acercamiento de un articulador
a otro pero sin que el tracto vocal llegue a ser tan estrecho que se produzca una
corriente de aire turbulenta». En esta definición sólo se toma en consideración la
abertura del tracto vocal para definir una aproximante, pero esto no tiene por qué ser
19
una condición sine qua non; está claro que si existe una abertura suficientemente
grande como para que el aire salga libremente sin rozar los articuladores,
evidentemente no se podrá hacer un sonido fricativo, sino aproximante. En esa
definición de 1975, Ladefoged incluía entre las aproximantes incluso a las vocales.
En 2001, Ladefoged define una aproximante diciendo que se trata de «un sonido en
el que el tracto vocal está sólo ligeramente estrecho»; ya no incluye a las vocales y
cita como aproximantes a las que coinciden con el inglés: [w, j, l, r]. En español,
hemos visto que existen versiones cerradas y abiertas de las aproximantes espirantes.
Las cerradas están próximas al cierre oclusivo, pero esa estrechez de los articuladores
se hace sin el grado de precisión que se necesita para producir la corriente turbulenta
de aire, ni tampoco se llega al cierre completo.
20
Así, pues, la diferencia principal entre fricativa y aproximante consiste en la
presencia de turbulencias o ruido en la primera y su ausencia en la segunda, donde se
presentan las estrías de los pulsos glotales (véase figura 17; palabra representada:
(dema-)-siado).
3.2. La sibilancia
Dentro de las fricativas se establece una división que suscita ciertas controversias,
pues no todos los autores están de acuerdo en la distribución de los sonidos en las
dos subcategorías de las fricativas. Ladefoged y Maddieson (1996:138) dicen que
«los sonidos fricativos pueden ser el resultado de la turbulencia generada en la
misma constricción o pueden ser debidos al chorro de aire de gran velocidad formado
por la estrecha constricción que se estrella contra el borde de una obstrucción como
la de los dientes». A estos últimos los llaman fricativos sibilantes. También indican
que un término más reciente para referirse a ellos es el de estridentes. Incluyen entre
las sibilantes: dentales, alveolares y postalveolares o alveolopalatales. Quedan fuera
de las sibilantes: labiales, labiodentales, interdentales, palatales y velares, que se
denominan no sibilantes o mates. Según esta clasificación en español serían
sibilantes sólo cuatro segmentos: [s̪ z̪ s z] y, dialectalmente, también los
postalveolares o alveolopalatales [ʃ ʒ], por ejemplo; y se sitúan en las no sibilantes o
mates [f, θ, x, h] y las sonoras correspondientes.
21
Figura 18 Perfil de la intensidad global para cada fricativa española (Tomado de
Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 106).
Figura 19: Espectrogramas donde aparece [s] con un alto nivel de intensidad y [θ]-[f]
con bajo nivel de intensidad: dice (lo) hace fi(nalmente).
22
3.3. El punto de articulación
Figura 21: Escala de intensidad acústica de las cuatro fricativas del español (Tomado de
Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 107).
23
Desde un punto de vista acústico, parece adecuado caracterizar la sibilancia por el
grado de intensidad, pero no por la frecuencia. Hay autores que definen la sibilancia
diciendo que se produce en una fricativa y se manifiesta «con una concentración de
energía en altas frecuencias» (Trask 1996:322). Todas las fricativas poseen ruido en
frecuencias altas. En ellas las sibilantes son más intensas. Si atendemos a la
intensidad de los picos en el espectro, en la figura 21 se ve que en altas frecuencias
están los picos de [f] y [θ], pero no tienen gran cantidad de energía; es decir,
intensidad. Por el contrario, [s] y [x] que son las que poseen mayor energía no son las
que poseen los picos más altos; aunque es cierto que sólo [s] acumula una enorme
energía desde los 3000 Hz hasta los 8000 Hz. Por tanto, sólo sería apropiado hablar de
sibilancia en [s] si se opta por una consideración binaria del rasgo sibilante. Pero
también Trask indica que es mucho más realista considerar la sibilancia como un
fenómeno gradual.
El punto de articulación queda bien establecido por las diferencias de intensidad y por
la frecuencia en que aparecen los picos más prominentes. La enorme intensidad global
del ruido que empieza sobre los 3000 Hz y presenta su pico más prominente hacia los
3400 Hz caracteriza a [s], sin lugar a dudas. La velar [x] frecuentemente posee unas
estriaciones verticales muy características, además es la que posee frecuencias más
bajas en su pico principal. Sólo [f] y [θ] pueden ser confundidas (de hecho, lo son
frecuentemente) ya que ambas poseen una baja intensidad y una frecuencia
relativamente alta, como se comprueba por los espectros y los espectrogramas.
24
Figura 22: Las transiciones en las fricativas
3.4. Variantes
Como se sabe, en la zona centro y norte de la península se pronuncia una [s] apical; en
el resto del dominio hispanohablante se pronuncia laminal o predorsal, aunque no
siempre la posición articulatoria se mantiene igual para todas las zonas geográficas que
presentan esta variedad, como ya indicó, en 1918, Navarro Tomás.
25
Figura 23: Diferencias entre [s] apical y [s] laminal
En la figura 23, se presentan claramente las diferencias entre la [s] apical y la laminal.
La primera es mucho más intensa pues posee alrededor de -28 dB de intensidad global,
mientras que la laminal presenta -39 dB: 11 dB de diferencia, lo cual se puede
visualizar en el espectrograma por el mayor negror de la apical frente al menor de la
laminal. Además, el primer pico prominente en el espectro es mucho más grave y posee
mayor intensidad en la apical: 4622 Hz y -45 dB. La laminal, por el contrario, tiene ese
primer pico a 6230 Hz y -56 dB. El comienzo de la mayor intensidad de ruido es
también muy diferente para ambas: la apical comienza en los 3500 Hz y la laminal en
los 5000 Hz. Está claro que en términos de Jakobson, Fant y Halle (1952) la apical es
un sonido denso o compacto porque concentra el punto de mayor energía en el centro
del espectro, mientras que la laminal es difuso porque dispersa la energía en un extremo
agudo. Y si atendemos al grado de sibilancia está claro que la apical tiene un grado
mayor que la laminal en esa escala de la figura 22. Indica Navarro Tomás (1918) que
ambos tipos de [s] se forman aproximadamente en el mismo punto de la boca pero
mientras que en la apical el dorso presenta una posición ligeramente cóncava; en la
predorsal, es más o menos plana o convexa.
Las únicas fricativas en posición de coda en español son /s/ y /θ/ (sólo
excepcionalmente encontramos [f] o [x]); generalmente, si anteceden a una consonante
sonora, se suelen sonorizar. Obsérvese la sonorización que aparece en el espectrograma
de la figura 24, en él hemos representado en la parte superior el oscilograma y
superpuestos están los pulsos glotales que indican la sonoridad marcando el inicio de
cada onda, en él se puede ver claramente la diferencia entre las dos “eses ortográficas”;
la frase dice los niños. La fricativa final no posee sonoridad y en el oscilograma hay un
26
ruido sin ninguna forma. La fricativa intermedia reproduce de forma ruidosa una serie
de ondas; también hay pulsos glotales. Todo esto es indicio de sonoridad. Además en el
espectrograma, en la parte inferior, sobre la línea de base cero aparece en la /s/
sonorizada un formante, llamado “barra de sonoridad”, debido a la vibración de las
cuerdas vocales, inexistente en la última. La sonorización se ha producido porque esa
primera <s> (“ese”) antecede a la /n/ de la palabra niños; se trata pues de una
asimilación anticipatoria de la sonoridad de la nasal siguiente. La misma sonorización
sucede con la fricativa interdental /θ/ en la posición de coda ej. jazmín.
Navarro Tomás (1918:142-43) describió una variante de la fricativa [x] con vocales
posteriores (también Fernández, 1963:438-40; Gili Gaya 1950:143; etc.). Se trata de
la uvular [χ]. En los espectrogramas de la 25, así como en los espectros
correspondientes a ambas fricativas, se observa que la diferencia principal entre
ambas es la menor frecuencia del primer pico (unos 960 Hz en la uvular, 1600 en la
velar). El ruido comienza prácticamente en la línea cero en ambos casos. En el
segundo pico coinciden alrededor de los 3900 Hz. El tercero está próximo a los 6000
Hz en ambos casos, pero el pico de la uvular es mucho más prominente que el de la
velar. Una simple reflexión introspectiva al pronunciar [xa]-[χu] nos hace ser
27
conscientes del cambio de punto de articulación en las dos consonantes, bastante más
posterior en el segundo caso, como su denominación indica.
28
Martínez Celdrán (1995 y 1996) expone a partir de los datos de cuatro informantes,
obtenidos mediante la técnica de la palatografía dinámica, que las diferencias entre
[s] y [s̪ ] en español son significativas estadísticamente para cada uno de los hablantes
estudiados puesto que la t de Student proporciona probabilidades de cometer error
inferiores al 1% en cada caso respecto a los contactos en f1 (fila de electrodos nº 1).
La aspiración tiene en el español moderno dos orígenes principalmente: en primer
lugar, a partir de la –s implosiva (es decir, la –s en posición de coda); y, en segundo
lugar, la procedente de la relajación de la [x] castellana. Ambos fenómenos se
extienden por el sur peninsular, Canarias y zonas de Latinoamérica.
Otra fricativa de origen dialectal es la postalveolar sorda. Puede tener dos orígenes
diferentes. Uno procedente de la pérdida de la oclusión en la africada sorda. En
Andalucía, por ejemplo, es un fenómeno con cierta extensión; concretamente, en
Granada se puede encontrar aunque aún es minoritaria su presencia en esta ciudad
(Moya y García, 1995). Lo mismo sucede en las zonas caribeñas de Latinoamérica
(Vaquero, 1996). El segundo origen es la pronunciación de la alveolopalatal lateral y
de la palatal aproximante central en la zona del Río de la Plata. El sonido
alveolopalatal lateral [ʎ] perdió en dicha zona, como en otros muchos dialectos, su
carácter lateral por lo que confluyó con la articulación aproximante [ʝ˕] de otras
29
zonas o en la misma península. Este sonido en la zona del Río de la Plata se
pronuncia como fricativa postalveolar o alveolopalatal sonora [ʒ], aunque
modernamente se está ensordeciendo [ʃ] (figura 28).
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