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LOS SONIDOS OBSTRUYENTES EN LA CADENA HABLADA.

Eugenio Martínez Celdrán


Laboratori de Fonètica. Universitat de Barcelona
martinezceldran@ub.edu

1. INTRODUCCIÓN

Los segmentos obstruyentes (que pueden ser sordos o sonoros) son aquellos que
oponen algún obstáculo a la salida del aire, aunque sea mínimo. Se encuadran dentro
de esta categoría las oclusivas (se incluyen en ellas las africadas), fricativas y
aproximantes de tipo espirante.

Las oclusivas son las que oponen el mayor obstáculo, puesto que impiden
totalmente la salida del aire; las fricativas oponen una gran resistencia a la salida del
aire por su estrechamiento en el punto de articulación, pero no la impiden por
completo; lo importante en esta categoría es que el aire, al pasar por una zona muy
estrecha, roza los órganos y esto produce turbulencias: ruidos que caracterizan a esta
subcategoría; y las aproximantes espirantes pueden ofrecer el mismo grado de
estrechamiento que las fricativas, pero el aire se desliza suavemente entre los órganos
sin producir turbulencia alguna o, por el contrario, pueden tener una mayor o menor
abertura de modo que no oponen gran resistencia a la salida del aire. Por otra parte,
su alternancia en la lengua con las oclusivas o su posible realización fricativa en
pronunciaciones enfáticas ofrece evidencias claras para su inclusión en la categoría
de las obstruyentes.

2. SONIDOS OCLUSIVOS

2.1. Definición y aspectos generales

Los sonidos oclusivos orales se caracterizan, desde el punto de vista articulatorio, por
poseer un cierre absoluto en algún punto de la boca y en la rinofaringe, de modo que
el aire queda retenido y sale súbitamente tras la apertura de los órganos bucales. En
general, se articulan en tres tiempos: en el primero, los órganos se van cerrando
______________________________________
1 Publicado en Panorama de la fonética española actual, Madrid, Arco Libros, 2013, pp. 253-289.

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paulatinamente; en el segundo, los órganos están cerrados y permanecen durante un
lapso de tiempo en esa posición y, en tercer lugar, los órganos se abren y entonces el
aire sale bruscamente; estos tres tiempos se conocen con los nombres de implosión,
oclusión y explosión, respectivamente. Como se ve, el nombre de esta clase de
sonidos se toma de ese segundo tiempo.

Desde un punto de vista acústico, la implosión se presenta a través de las transiciones


de la vocal precedente, sobre todo en el F2, (las transciones son los movimientos
ascendentes, descendentes o rectos de los formantes vocálicos debidos a la influencia
del punto de articulación de las consonantes contiguas). La oclusión, como
interrumpe la salida del aire completamente, sólo puede manifestarse mediante un
silencio. Por último, la explosión posee su propia entidad en una barra de ruido que
se exhibe a lo largo de las frecuencias, aunque la consonante todavía influye en la
vocal siguiente provocando transiciones que son debidas al punto de articulación de
la consonante. Cuando existe sonoridad se materializa mediante la denominada
barra de sonoridad que está presente en todo el periodo oclusivo. Se trata de un
componente periódico de baja frecuencia. Si el sonido es sordo, entonces dicha barra
no aparece. El denominado VOT (Voice Onset Time), es decir el comienzo de la
vibración laríngea antes o después de la explosión, señala dos fenómenos: la
sonoridad, pues si la vibración comienza antes de la explosión el sonido será sonoro
y si comienza después será sordo, y el tipo oclusivo puro o aspirado. Esto es, si el
sonido es sordo y la vibración de las cuerdas vocales comienza relativamente cerca
de la explosión (VOT), la oclusiva será “no aspirada”, si el inicio se demora más allá
de las 40 ms, entonces será “aspirada”. Las oclusivas españolas suelen ser no
aspiradas frente a las del inglés, por ejemplo, que sí lo son en buena parte de los
contextos, sobre todo en el ataque silábico. Precisamente [k] es la oclusiva que tiene
un mayor VOT.

En el espectrograma de la figura 1 se observa que el silencio se manifiesta como un


blanco entre las vocales del entorno. La barra de explosión expresa el momento de la
abertura de los articuladores y salida brusca del aire y, en este caso, el VOT de unas
12 ms. caracteriza un sonido sordo no aspirado y bilabial. Las transiciones del F2
marcan también la influencia de la consonante sobre las vocales e indican el punto de
articulación.

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Figura 1: Espectrograma con los índices acústicos que caracterizan
una oclusiva sorda

Desde el punto de vista perceptivo hay experimentos que demuestran que el silencio
es lo más característico de una oclusiva, no obstante la ausencia de la explosión
puede conllevar a una confusión de sus puntos de articulación (Martínez Celdrán,
1991a).

2.2. Las oclusivas: aspectos acústicos

2.2.1. Oclusivas sordas

Como se ha dicho, la característica principal de cualquier oclusiva desde un punto de


vista acústico es su silencio, que se manifiesta mediante la ausencia de cualquier tipo
de sonido durante un lapso de tiempo (una media de 87,66 ms) en las oclusivas
sordas. La única fuente de sonido posible en las oclusivas es la voz que se
materializa mediante un formante, denominado ‘barra de sonoridad’, que suele estar
situado alrededor de los 250 Hz y que caracteriza las llamadas oclusivas sonoras.

En el momento de la abertura de los articuladores, se produce la denominada


explosión, que se manifiesta mediante una barra de ruido a lo largo de las
frecuencias. La explosión no es opcional (Johnson, 2003:139), se debe al hecho de la
salida brusca del aire retenido tras los órganos cerrados ya que ha ido aumentando su

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presión, pues el aire sigue saliendo de los pulmones durante el tiempo de oclusión.
Sólo en la coda silábica puede faltar la explosión, sobre todo cuando sigue otra
oclusiva, pues el aire sigue retenido por la segunda oclusión, por ejemplo en óptico.
Si sigue una fricativa, tampoco el aire sale libremente pues está constreñido por la
estrechez que se forma para la realización fricativa, por ejemplo en cápsula. Sólo
ante una vocal la explosión es obligatoria.

Tras la explosión puede suceder que la vocal comience inmediatamente o que se


produzca algún tipo de ruido. Este puede tener dos orígenes diferentes, en el caso de
una oclusiva aspirada se produce por el roce del aire en su paso a través de las
cuerdas vocales, pero otro posible origen es el roce del aire en su paso por una zona
estrecha que se realiza durante un lapso de tiempo en el punto de articulación. Esto
ocurre sobre todo en las zonas próximas al paladar cuando hay una aproximación
mediante la lámina o el (pre)dorso lingual, de ahí que las africadas más frecuentes en
las lenguas del mundo tengan su origen en la zona palatal y alveolar (Maddieson
1984:39). No conviene confundir, pues, este ruido y tomarlo siempre como
aspiración. Es usual que las dentoalveolares laminales y las velares palatalizadas, por
preceder a vocales anteriores, manifiesten este tipo de ruidos.

Los puntos de articulación se manifiestan a través de varias pistas: dirección de las


transiciones de F2, punto frecuencial de la mayor intensidad en las barras de
explosión, duración de la explosión y VOT. No siempre están presentes las tres pistas
simultáneamente, pero es seguro que alguna de ellas sobresaldrá de modo que no es
posible la confusión perceptiva.

Figura 2: Los índices acústicos de las oclusivas sordas: óvalo = máxima intensidad
de la explosión; rectángulo = VOT; línea blanca = transición del F2.

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En la figura 2, se observa que el punto de máxima intensidad de la barra de explosión
está situado aproximadamente en 500 Hz en [p], 4000-5000 Hz en [t] y 2000 en [k].
La transición del F2 de la vocal siguiente es ascendente y comienza en 1100 Hz en
[p]; empieza en 1750 Hz en [t] y es ascendente y, por último, es descendente y se
inicia en 2000 Hz en [k]. Teniendo en cuenta que la vocal siguiente es [e], en los tres
casos, todas las pistas presentan diferencias destacadas. En cuanto al VOT:
obtenemos los siguientes datos aproximadamente: 11 ms para [p], 17 ms para [t] y 24
ms para [k], nuevamente encontramos diferencias. Pero estas oclusivas de la figura 2
son sólo una muestra del habla de una persona en un momento determinado.
Experimentalmente se han obtenido las siguientes medias, extraídas de las
producciones de varias personas, que ofrecemos en la tabla 1:

p t k
Frecuencia Máx. intensidad en la explosión. Media
en Hz (voz mas-voz fem) (Asensi et ál. 1997:233):
451-619 5535-6268 1794-1939
Media de duraciones de la expl. en ms (mas-fem) 4,8-6,4 6,2-7,8 12,9-15,5
VOT en ms (voz mas-voz fem) (Asensi et ál. ibid.) 11,9-17,4 17-23,4 34,1-36,8
VOT en ms (Castañeda 1986:98): 6,5 10,4 25,7

Tabla 1: Índices acústicos del punto de articulación

La tabla 1 presenta en primer lugar los datos del estudio de Asensi et al. que eran
ligeramente diferentes según el género, lo cual es lógico en la frecuencia, pero no lo
es tanto en la duración. Por supuesto, se trata de promedios que son orientativos, pero
no absolutos ya que suele haber una gran variación según el contexto. No obstante, la
frecuencia de la intensidad máxima de la explosión es siempre baja en la labiales, en
torno a los 500 Hz, medio baja en las velares, alrededor de 2000 Hz y medio alta en
las dentoalveolares, entre 5000 y 6000 Hz. La duración de la barra de explosión
sigue una progresión: bilabial < dentoalveolar < velar. La velar suele ser
relativamente larga y con frecuencia llega a ser doble. El VOT, aun siguiendo la
misma progresión ascendente (bilabial < dentoalveolar < velar), se presenta con
diferencias considerables entre los datos de Asensi et al. y los de Castañeda. Son

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siempre medias orientativas. Por último, sólo hay que señalar que las medias
femeninas son siempre algo más elevadas que las correspondientes masculinas.

Los datos de VOT proporcionados por Borzone (1980:130), basados en hablantes


argentinos, son los siguientes: 10 ms para la bilabial, 15 para la dental y 25 para la
velar. Como se ve, los dos primeros están próximos a los masculinos de Asensi et al.
y el último coincide con el dato de Castañeda. Williams (1977) y Rosner et al. (2000)
proporcionan datos similares, pero no idénticos. Es posible que existan pequeñas
diferencias entre los dialectos del español (Hualde 2005:140).

Figura 3: Cambios en transiciones y frecuencias de la barra de explosión en


velares

Como se observa en el espectrograma de la figura 3, la [k] cambia la dirección de las


transiciones de su F2 y la posición frecuencial de su punto de máxima intensidad en
la explosión, según le siga una vocal posterior o anterior. La máxima intensidad
(señalada con un círculo) se sitúa alrededor de 1000 Hz cuando siguen vocales
posteriores y 2200 Hz con anteriores. Además, las transiciones del F2 (señaladas con
líneas delgaditas blancas) son ligeramente ascendentes con las vocales posteriores y
descendentes con las vocales anteriores.

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2.2.2. Oclusivas sonoras

Las oclusivas sonoras presentan la barra de sonoridad, además del silencio típico de
la oclusión (durante unas 57,18 ms), y la explosión (figuras 4 y 5). En todas se
observa un fenómeno comentado por Hayward (2000:179): “The voice bar is darker
at the begining than at the end of the constriction interval. This reflects a general
tendency for voicing to weaken and become more breathy in character over the
course of the interval”. Se puede ver claramente que en el momento de la explosión
los pulsos glotales de la barra de sonoridad tienen menos negror (señal de menor
intensidad) que al comienzo de la oclusiva sonora, lo cual significa que las cuerdas
vocales se van abriendo más, que no se llegan a cerrar perfectamente y por eso
adquiere el sonido un carácter más murmurado (inglés breathy) al final de la
oclusión.

Figura 4: Oclusivas sonoras

Figura 5: Espectrogramas de oclusivas sonoras tras nasal

Los sonidos que preceden a la oclusiva sonora se suelen alargar, comparados con los
que preceden a las sordas; este fenómeno no afecta sólo a las vocales precedentes,

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también las nasales son más largas ante sonora que ante sorda. En un estudio realizado
para el español (Martínez Celdrán, 1997:336) obtuvimos una media de 81.85 ms en la
nasal que precedía a una oclusiva sorda, por ej. campo, mientras que la oclusiva sorda
tenía 76,94 ms. Por el contrario, la nasal que precedía a una sonora, por ej. cambio,
poseía 103,97 ms, mientras que la oclusiva poseía 29,51 ms. Es decir, en estos casos se
produce una compensación: la nasal se acorta ante una sorda, que a su vez se alarga; lo
contrario sucede en la sonora: se alarga la nasal y se abrevia la oclusiva.

En cuanto a los puntos de articulación, las oclusivas sonoras siguen las mismas
pautas que las sordas respectivas.

2.2.3. Locus: Concepto clásico

Delattre, Liberman y Cooper (1955), autores que desarrollaron su actividad


investigadora en los famosos Laboratorios Haskins, comprobaron mediante la síntesis
de habla que las transiciones vocálicas del F2 se dirigían a un punto frecuencial, que
llamaron locus, e hipotetizaron que existían tres loci distintos en consonancia con los
tres diferentes puntos de articulación (700 Hz para labiales; 1800 para alveolares y 3000
para velares (posteriormente, se subdividió el locus de las velares y se ofrecieron dos
valores: 3000 con vocales anteriores y central y 800 con vocales posteriores). No
obstante, en estudios de análisis acústicos posteriores no se ha podido comprobar la
existencia de dicho locus, por lo que se ha concluido que era realmente un concepto
articulatorio, no tanto acústico.

Figura 6: El locus de Haskins


(se reflejan solo los segundos formantes de las vocales)

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En la figura 6, el locus de cada punto de articulación está representado por un punto
negro, a él apuntan las transiciones del F2 de cada una de las cinco vocales del español.
Se percibiría labial siempre que la transición del F2 se dirigiera hacia un punto situado a
700 Hz, por ejemplo. Obsérvese el distinto ángulo de cada transición según sea la vocal.
Hemos colocado el locus de [t] a unos 1500 Hz para el español, pues no es una alveolar
pura; en inglés aparece en 1800 Hz.

2.3. Variantes aproximantes espirantes

2.3.1. Definición y aspectos generales

Las aproximantes espirantes se producen con un cierto grado de abertura; por tanto,
dejan de ser oclusivas al no tener un cierre completo y, por eso mismo, tampoco
pueden tener explosión. El grado de abertura es variable por lo que resulta ser una
categoría no discreta, puede ir desde un cierre no completo hasta una abertura casi
vocálica. Por otra parte, lo que las distingue de cualquier fricativa es la tensión sobre
todo, pues en algún momento puede llegar a tener el mismo grado de constricción
que la fricativa, pero sin la tensión que esta última posee ya que en la fricativa los
órganos se han de mantener invariablemente muy próximos para que el aire pueda
rozarlos y producir turbulencias. Las aproximantes carecen totalmente de esas
turbulencias.

La primera caracterización de las aproximantes sólo hacía mención del grado de


abertura y eran definidas por tener siempre un grado de abertura mayor que las
fricativas, lo cual impedía las turbulencias que estas presentan (Ladefoged, 1975).
Con el tiempo, investigaciones más recientes (Romero, 1995) han demostrado que no
es cierto que forzosamente hayan de tener mayor abertura, pueden tenerla incluso
menor. Johnson (2003:124) da un explicación muy interesante que se puede aplicar a
este hecho: “Because a certain degree of airflow is necessary in order to produce
turbulence, voiced fricatives may lose their frication, and become glides. Note that
this alternation does not necessarily involve a change in the degree of vocal tract
constriction; you can produce either a voiceless fricative or a voiced glide with the
same degree of vocal tract narrowing”. Johnson no utiliza el término aproximante,
pero cada vez que se refiere a una “glide”, en realidad se está refiriendo a una

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“aproximante espirante”; las “glides”, en mi opinión, son las semivocales
(paravocales o deslizantes, como otros las llaman, incluyendo las semiconsonantes).
El argumento necesita ser completado con algo que dice Johnson en un párrafo
anterior: “voiced fricatives are relatively unusual in the languages of the world […]
The difficulty […] arises because high volume velocity is needed to produce the
turbulent noise characteristic of fricatives, and the vibrating vocal cords impede the
flow of air through the vocal tract”. El movimiento de las cuerdas vocales impide de
alguna manera el paso de la corriente de aire necesaria para producir el aire
turbulento, de ahí que muchas fricativas sonoras pierdan la turbulencia y acaben
siendo aproximantes. Por tanto, el grado de constricción puede ser el mismo, no ha
de ser obligatoriamente menor para que deje de haber turbulencias. Pero el hecho
clave en las aproximantes espirantes del español es que ese grado puede ser el
mismo, pero también puede ser menor o mayor, de ahí que sea una categoría fonética
gradual.

Denominamos espirantes a esta subclase de aproximantes, siguiendo a Martinet


(1956:24), porque reconocemos que existen otros tipos de aproximantes: laterales,
róticas y semivocales (véase el capítulo anterior). Todas ellas coinciden en no poseer
turbulencias y un cierto grado de abertura, además de las características particulares
que las convierten en laterales, róticas o semivocales (Martínez Celdrán, 2004). Las
espirantes son variantes de las oclusivas, ésta es su característica principal. En ellas
los órganos dejan de tener un cierre completo y dejan de estar apretados entre sí;
Catford (1977:118) decía que estas eran las dos características esenciales de
cualquier oclusiva: “complete, tight closure of a stop like [p] or [b]”. Cuando el
cierre no es completo y los órganos no están apretados (ing. “tight”), entonces
aparece una aproximante espirante, entre otras cosas porque este hecho sucede por
una relajación de la oclusión, que no permite tampoco la precisión articulatoria
necesaria para producir turbulencias (Ladefoged y Maddieson 1996:137).

En la figura 7 presentamos dos oscilogramas tomados del centro de sendos sonidos.


El primero corresponde a una fricativa labiodental sonora no estridente [v] que,
aunque posee poca turbulencia, tiene la suficiente para ser clasificada como fricativa.
En el oscilograma hemos señalado con flechas esa “pelusilla” adherida a la curva que
indica el ruido. El segundo oscilograma está completamente limpio, las curvas son

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líneas finas que demuestran la inexistencia de turbulencia alguna; se trata de una
aproximante espirante [β̞].

Figura 7: Oscilogramas de una fricativa sonora (arriba) y de una aproximante


espirante (abajo)

Alarcos (1950) considera que los fonemas /b d g/ poseen dos variantes alofónicas
cada uno de ellos: una oclusiva [b d g] y otra aproximante [β̞ ð̞ ɣ̞], respectivamente.

Estas variantes se rigen por el contexto: las oclusivas aparecen tras pausa y nasal y,
en los demás contextos, se presentan las aproximantes espirantes (Ejs.: haba, hada,
haga), excepto [d] que también se realiza oclusiva detrás de [l] (Navarro Tomás
1918). La influencia de la tradición hace que muchos autores tadavía continúen
llamando a estas articulaciones “fricativas”. Siguen anclados en el Manual de
pronunciación española de Navarro Tomás. Pero este autor, tras su artículo sobre el
rehilamiento (1934), dejó de llamarlas fricativas. En 1946 (p. 9), habló de las
variantes de la consonante sonora palatal y dijo: “la y de mayo, con pronunciación
suave, africada o rehilante…”. Navarro ya no utiliza el término fricativa, sino suave
(i.e.: aproximante) o rehilante (i.e.: fricativa); pero se ve que este artículo, ni el
anterior de 1934, no los ha leído la mayoría de fonetistas, de dialectólogos y de
historiadores de la lengua, todos tradicionales, pues siguen hablando de “fricativas”
(i.e.: aproximantes) y de “rehiladas” (i.e.: fricativas).

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2.3.2. Aspectos acústicos

La figura 8 presenta un espectrograma con las tres aproximantes espirantes. La


imagen espectrográfica de cualquier aproximante espirante es de un sonido con las
estrías de los pulsos glotales que poseen una intensidad y una duración bastante
menor que las vocales vecinas (en este espectrograma; medias de duración: 42 ms,
las aproximantes, frente a 66 ms, las vocales; medias de intensidad: 76.3 dB, las
aproximantes, frente a 80 dB las vocales) y que muestra un deslizamiento suave:
vocal-consonante-vocal. Además, como se ve en el espectrograma, la intensidad es
gradual: velar (79 dB) > bilabial (77 dB) > interdental (73 dB), en este
espectrograma concreto (dice: ‘llegaba de(Alemania)’).

Figura 8: Curva de intensidad y espectrograma de las aproximantes espirantes

Como clase gradual que es, existen aproximantes cerradas y abiertas. En el


espectrograma de la figura 9 se muestra qué queremos decir: las aproximantes
cerradas pierden casi todas las estrías por encima de la barra de sonoridad, pero
carecen de explosión, lo cual significa que los órganos están bastante cerrados, pero
no llegan al cierre completo y, lo que es más importante, no están apretados, por eso
no existe la explosión (obsérvese la segunda aproximante bilabial, como ejemplo de
aproximante cerrada). Naturalmente, la intensidad sufre una caída importante. Las

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aproximantes abiertas poseen estrías a lo largo de las frecuencias con una ligera
disminución de la intensid ad (primera aproximante bilabial, ejemplo de aproximante
abierta). El porcentaje de aproximantes abiertas es mayoritario: 86,9%.

Figura 9: Diferencias de grado entre aproximantes

En la tabla 2 se ofrecen los datos de duración e intensidad obtenidos en un análisis


espectrográfico de las aproximantes. La duración del grupo se refiere a la
aproximante, al sonido que la precede y al que la sigue. Esto sirve para estandarizar
la duración y saber qué representa la duración de la aproximante, dato que se da en
porcentaje respecto del grupo. La velocidad de habla era cómoda: ni rápida ni lenta.
La intensidad también está estandarizada al reflejar la diferencia entre la
intensidad de la aproximante y la del segmento inmediatamente precedente.
N Mínimo Máximo Media Desviación típ
Duración del grupo (ms) 306 120 267 181,67 28,12
Duración aproximante (ms) 306 24 87 45,78 10,27
dB V/C precedente 306 62 88 76,42 3,54
dB aproximante 306 57 81 70,57 4,17
Duración aproximante (%) 306 14,46 40,00 25,31 4,69
Diferencia intensidad VC 306 ,00 17,00 5,85 3,16

Tabla 2: Datos acústicos que caracterizan a las aproximantes espirantes

Hemos destacado en negrita los datos más importantes: la duración media de las
aproximantes es de 45,78 ms, lo cual representa un 25,31% del grupo, es decir, la

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aproximante siempre posee una duración menor que los segmentos vecinos pues el
25,31% es bastante menos del tercio que le correspondería si los segmentos tuviesen
duraciones equivalentes. La caída media de la intensidad en una aproximante
respecto del segmento precedente es de 5,85 dB. Por tanto, son características
importantes de cualquier aproximante espirante su menor duración y su menor
intensidad comparada con cualquiera de los demás sonidos contiguos, tomando
ambos aspectos conjuntamente, lo cual es una consecuencia de su tensión menor en
la musculatura comparando con oclusivas o fricativas.

2.4. Variantes sonorizadas o ensordecidas

Aunque en habla relajada o semiformal, la mayor parte de autores aboga por la


sonorización de las oclusivas sordas en la coda de la sílaba (Navarro Tomás, 1918) e,
incluso, por su conversión en aproximantes, lo cierto es que en esta posición
predomina una gran variedad de realizaciones fonéticas que van desde la omisión, la
asimilación o el mantenimiento, aunque existe una tendencia bastante amplia a la
asimilación; es decir, a mantenerse sordas ante consonantes sordas y a sonorizarse
ante sonoras (Faginas, 2002; D’Introno et al. 1995).

Figura 10: Oclusivas sordas ante consonantes sordas

En la figura 10, vemos oclusivas sordas ante consonantes sordas (cápsula-acto).


Parece en ambos casos que la explosión de la consonante de la coda no aparece,
porque detrás o viene una fricativa o una oclusiva; por tanto, el aire no sale de forma
brusca como cuando le sigue a la oclusiva una vocal, por eso no existe dicha
explosión.

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Figura 11: Sonorizaciones en coda

En la figura 11 presentamos casos de sonorizaciones. Parece que la sílaba tónica


favorece el mantenimiento de la sordez, pues en la figura 10 se mantenía la no
sonorización porque la sílaba en cuestión era tónica, pero en la figura 11 vemos que
hay sonorización porque la coda se presenta en una sílaba átona: en atleta hay un
caso evidente de asimilación de sonoridad, aunque se mantiene perfectamente la
oclusión, además hay una barra de explosión clara: es una oclusiva sonora con todas
sus características; pero en atmófera no solamente hay sonorización sino que,
además, aparece una aproximante.

La pronunciación de la palabra atleta con <t> en posición de coda, y por tanto con la
sonorización que se detecta en el espectrograma de la figura 11, solo se realiza en el
español peninsular, pues en Latinoamérica en general ese sonido se traslada al ataque
de la sílaba y entonces se pronuncia sorda, como corresponde a su posición silábica,
no sólo con esa palabra sino siempre que se presente la combinación <t+l>.

Figura 12: Dental sorda en ataque de sílaba con lateral tautosilábica

El conjunto –tl–, pues, pasa de ser heterosilábico en la Península a ser tautosilábico


en Latinoamérica. En la figura 12 presentamos la pronunciación de esta palabra por

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parte de un hablante chileno. Además de su realización sorda, se observa un marcado
elemento esvarabático, ausente en la pronunciación peninsular, de forma semejante a
los elementos esvarabáticos que se presentan en oclusivas+vibrantes, por ej.: tres…

Figura 13: Ensordecimiento y mantenimiento

En la figura 13 presentamos dos casos de segmentos sonoros en coda con diversa


solución: en adjetivo la <d> pierde su sonoridad en su mitad posterior. La hemos
transcrito con el símbolo de la fricativa porque parece que posee ruidos en altas
frecuencias, pero está visiblemente ensordecida al final; en cambio, objetivo se ha
realizado como oclusiva con una clara barra de explosión y con mantenimiento de la
sonoridad, aunque acabe siendo un tanto murmurada, como ya se ha comentado.

Figura 14: Mantenimiento de la sonoridad y realización aproximante

Por último, presentamos el caso más frecuente de las sonoras en coda (figura 14:
agnosia; adversario): se convierten en aproximantes. Hay que señalar que, cuando
son aproximantes, a veces aparece un pequeño elemento vocálico entre las dos
consonantes, como se puede ver en el espectrograma de la izquierda, transcrito con
una “schwa” pequeña y voladita.

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No queremos acabar este apartado sin comentar el hecho de que en zonas castellanas
existe una tendencia a pronunciar con la fricativa interdental sorda [θ] la <-d> final
de las palabras, por ej.: [ma'ð̞ ɾiθ]. Es una tendencia general incluso en clases cultas.
Se trata de un refuerzo para preservar la pérdida del sonido que es la solución más
frecuente en todo el dominio hispánico. También existe la tendencia en clases
populares de zonas castellanas a pronunciar como [θ] la velar, escrita <c>, en
posición de coda, por ej. pacto (['paθto]); esto último es posible que suceda por
tomar el sonido del nombre de la letra <c>, así se evita una omisión enojosa.
También puede tener el mismo motivo el cambio popular de la velar escrita <g>, que
tiende a una pronunciación fricativa velar [x], por ej.: ignorante ([ixno'ɾan̪ te].

2.5. Las africadas

Ladefoged y Maddieson (1996:90) consideran que las africadas son oclusivas, como
se ve en su propia definición: “affricates are stops in which the release of the
contriction is modified in such a way as to produce a more prolonged period of
frication after the release” (la negrita es nuestra). Lo que estos autores defienden es
que la naturaleza fundamental de estos sonidos es la de la oclusiva, solo que la
abertura de los órganos se produce de forma más lenta que en las demás oclusivas y,
por tanto, hay un periodo en que los órganos están próximos y el roce del aire al
pasar por ellos produce turbulencias, como sucede en cualquier fricativa. De ahí que
exista una segunda fase fricativa tras la oclusión inicial.

Figura 15: Realización de la africada alveolopalatal sorda

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En la figura 15, se puede ver que tras la nasal hay una fase de silencio, indicio de
oclusión, que acaba con una barra de explosión, visible a partir de los 3500 Hz, y
sigue una masa informe que denota el ruido turbulento de la fricción.

Figura 16: Realizaciones africada y aproximante de la palatal sonora.

En español, se habla de otra consonante africada sonora en palabras como yo,


conyuge, el yate, etc. (Navarro Tomás, 1918); se trata de un sonido palatal que en
posición inicial absoluta, tras nasal o detrás de /l/ se produce como una africada y, en
los demás contextos suele ser aproximante: ayer, mayo, payaso, etc. Sólo en el habla
enfática aparece la fricación en estos mismos sonidos. Sin embargo, esta africada no
lo es propiamente considerando que esa segunda parte no se manifiesta como
fricativa habitualmente, sino como aproximante. En la figura 16 (parte izquierda),
aparece este sonido en la palabra ya en principio absoluto, se observa que tras la
oclusión hay un comienzo con baja intensidad pero con las estrías típicas de los
sonidos aproximantes, que nunca poseen turbulencia alguna, como se ve en la parte
derecha de la figura en la palabra haya. Lo característico es la baja intensidad frente
a las vocales vecinas y una menor duración. Por tanto, este tipo de africadas
impropias debieran considerarse simplemente como dobles articulaciones (Cfr.
Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2001).

Decimos que es palatal, pues en estudios electropalatógráficos se ha demostrado


(Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007:58 y sigs.) que efectivamente se
pronuncia más atrás que la africada sorda que hemos denominado alveolopalatal; por
tanto, no es el sonido sonoro correspondiente a este otro, de ahí su diferente

18
transcripción: oclusiva más aproximante palatales con un arco superpuesto que
indica la doble articulación o la africación impropia.

3. Fricativas

3.1. Naturaleza de las fricativas

Ladefoged y Maddieson (1996:137) definen los sonidos fricativos como “aquellos en


los que se produce una corriente de aire turbulenta (turbulent airstream) en el tracto
vocal”. Si no existen turbulencias, el sonido no puede ser clasificado como fricativo.
Estamos, pues, muy lejos de las definiciones antiguas que consideraban las fricativas
simplemente opuestas a las oclusivas; es decir, si había cierre completo de los
órganos, los sonidos resultantes eran oclusivos y, si no lo había, eran fricativos. Este
es el planteamiento de autores clásicos como Grammont, Navarro Tomás, Gili Gaya,
etc.

La diferencia articulatoria entre una oclusiva, por un lado, y una fricativa y una
aproximante, por otro, está clara por el bloqueo total a la salida del aire hacia el
exterior en un punto de articulación determinado, en el primer caso, o por la
formación de un canal más o menos estrecho y más o menos estable, en el segundo.

La distinción clásica entre oclusivas y fricativas en función del cierre completo o no


de los articuladores supraglóticos, por tanto, resulta claramente insuficiente puesto
que no permite distinguir entre fricativas y aproximantes. Respecto a la distinción
fricativa-aproximante, la fricativa debe asegurar unos requisitos articulatorios
estrictos para poder producir su turbulencia característica, más estrictos que los que
exigen las aproximantes y las oclusivas.

Hay que llamar la atención sobre el cambio definitorio que hemos llevado a cabo en
las aproximantes. La definición más tradicional de este término aparece por ejemplo
en Ladefoged (1975:277) diciendo que se trata de «el acercamiento de un articulador
a otro pero sin que el tracto vocal llegue a ser tan estrecho que se produzca una
corriente de aire turbulenta». En esta definición sólo se toma en consideración la
abertura del tracto vocal para definir una aproximante, pero esto no tiene por qué ser

19
una condición sine qua non; está claro que si existe una abertura suficientemente
grande como para que el aire salga libremente sin rozar los articuladores,
evidentemente no se podrá hacer un sonido fricativo, sino aproximante. En esa
definición de 1975, Ladefoged incluía entre las aproximantes incluso a las vocales.
En 2001, Ladefoged define una aproximante diciendo que se trata de «un sonido en
el que el tracto vocal está sólo ligeramente estrecho»; ya no incluye a las vocales y
cita como aproximantes a las que coinciden con el inglés: [w, j, l, r]. En español,
hemos visto que existen versiones cerradas y abiertas de las aproximantes espirantes.
Las cerradas están próximas al cierre oclusivo, pero esa estrechez de los articuladores
se hace sin el grado de precisión que se necesita para producir la corriente turbulenta
de aire, ni tampoco se llega al cierre completo.

La producción de las aproximantes, en cambio, puede presentar mayor o menor


abertura de los articuladores. De esta variabilidad en la posición de los articuladores
se deduce la menor tensión en la articulación de este tipo de sonidos, cosa que
explica que cuando los articuladores están tan próximos que presentan un canal muy
estrecho semejante al que muestran las fricativas no produzcan turbulencia.

Figura 17: Fricativa y aproximante

20
Así, pues, la diferencia principal entre fricativa y aproximante consiste en la
presencia de turbulencias o ruido en la primera y su ausencia en la segunda, donde se
presentan las estrías de los pulsos glotales (véase figura 17; palabra representada:
(dema-)-siado).

3.2. La sibilancia

Dentro de las fricativas se establece una división que suscita ciertas controversias,
pues no todos los autores están de acuerdo en la distribución de los sonidos en las
dos subcategorías de las fricativas. Ladefoged y Maddieson (1996:138) dicen que
«los sonidos fricativos pueden ser el resultado de la turbulencia generada en la
misma constricción o pueden ser debidos al chorro de aire de gran velocidad formado
por la estrecha constricción que se estrella contra el borde de una obstrucción como
la de los dientes». A estos últimos los llaman fricativos sibilantes. También indican
que un término más reciente para referirse a ellos es el de estridentes. Incluyen entre
las sibilantes: dentales, alveolares y postalveolares o alveolopalatales. Quedan fuera
de las sibilantes: labiales, labiodentales, interdentales, palatales y velares, que se
denominan no sibilantes o mates. Según esta clasificación en español serían
sibilantes sólo cuatro segmentos: [s̪ z̪ s z] y, dialectalmente, también los
postalveolares o alveolopalatales [ʃ ʒ], por ejemplo; y se sitúan en las no sibilantes o
mates [f, θ, x, h] y las sonoras correspondientes.

Muchos autores conciben el rasgo estridente o sibilante como un rasgo binario; es


decir, un sonido es estridente o no lo es; pero algunos otros fonetistas plantean la
estridencia de forma gradual: «puede concebirse como una escala perceptiva de la
intensidad global de las fricativas: desde este punto de vista todas las fricativas
entrarán en la escala, donde los sonidos como [f] o [θ] tendrían el valor más bajo y
[ʃ] o [s] el valor más elevado» (Laver 1994:260; también Crystal 2000). Laver,
además, pone de manifiesto la falta de consenso entre los fonetistas respecto a la
división entre estridentes y no estridentes.

21
Figura 18 Perfil de la intensidad global para cada fricativa española (Tomado de
Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 106).

En la figura 18 presentamos la intensidad global de cada fricativa a lo largo de su


desarrollo temporal. [s] es el sonido más intenso; le sigue [x] con ciertos altibajos, a
continuación [f] que comienza con una intensidad menor y que asciende conforme se
aproxima a la vocal siguiente y, por último [θ] que es la de menor intensidad, pero sigue
muy de cerca a la intensidad de [f], sólo se distancian un poco en las cercanías de la
vocal siguiente. En la figura 19, se puede apreciar en espectrogramas el nivel de
intensidad, que se manifiesta por la cantidad de negror que manifiestan.

Figura 19: Espectrogramas donde aparece [s] con un alto nivel de intensidad y [θ]-[f]
con bajo nivel de intensidad: dice (lo) hace fi(nalmente).

22
3.3. El punto de articulación

Respecto al punto de articulación en las fricativas, obsérvese la figura 20.

Figura 20: Espectros superpuestos de las cuatro fricativas españolas (Tomado de


Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 107).

En la figura 20, presentamos los cuatro espectros superpuestos de las fricativas


españolas en la voz masculina. En ellos hemos señalado con el símbolo de la fricativa
en cuestión los picos más relevantes, los de mayor intensidad. La velar [x] lo presenta a
1770 Hz; le sigue la [s] apical que lo tiene a 3388 Hz; más arriba, lo presenta [f] a 5467
Hz y, por último, [θ] a 5929 Hz. Estos son los picos más característicos. No obstante,
hay otros picos a lo largo de las frecuencias: [x] posee un segundo pico cerca de los
4000 Hz y un tercero en los 6000; [f] tiene un primer pico cerca de los 2000; [s] posee
un pico muy relevante alrededor de los 7500 Hz y [θ] posee otro cerca de los 4000.
Nuevamente se comprueba que la intensidad es una de las características que
caracterizan a las diferentes fricativas y siguen la escala establecida que se expone en la
figura 21. La intensidad en el pico más alto es de -45 dB para [s]; -50 dB para [x]; -55
dB para [f] y -65 dB para [θ]; cuantificando estos datos de menor a mayor resulta que
[f] posee 10 dB más que [θ]; [x] manifiesta 5 dB más que [f] y 15 dB más que [θ]; por
último, [s] tiene 20 dB más que [θ], 10 dB más que [f] y 5 dB más que [x].

Figura 21: Escala de intensidad acústica de las cuatro fricativas del español (Tomado de
Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 107).

23
Desde un punto de vista acústico, parece adecuado caracterizar la sibilancia por el
grado de intensidad, pero no por la frecuencia. Hay autores que definen la sibilancia
diciendo que se produce en una fricativa y se manifiesta «con una concentración de
energía en altas frecuencias» (Trask 1996:322). Todas las fricativas poseen ruido en
frecuencias altas. En ellas las sibilantes son más intensas. Si atendemos a la
intensidad de los picos en el espectro, en la figura 21 se ve que en altas frecuencias
están los picos de [f] y [θ], pero no tienen gran cantidad de energía; es decir,
intensidad. Por el contrario, [s] y [x] que son las que poseen mayor energía no son las
que poseen los picos más altos; aunque es cierto que sólo [s] acumula una enorme
energía desde los 3000 Hz hasta los 8000 Hz. Por tanto, sólo sería apropiado hablar de
sibilancia en [s] si se opta por una consideración binaria del rasgo sibilante. Pero
también Trask indica que es mucho más realista considerar la sibilancia como un
fenómeno gradual.

El punto de articulación queda bien establecido por las diferencias de intensidad y por
la frecuencia en que aparecen los picos más prominentes. La enorme intensidad global
del ruido que empieza sobre los 3000 Hz y presenta su pico más prominente hacia los
3400 Hz caracteriza a [s], sin lugar a dudas. La velar [x] frecuentemente posee unas
estriaciones verticales muy características, además es la que posee frecuencias más
bajas en su pico principal. Sólo [f] y [θ] pueden ser confundidas (de hecho, lo son
frecuentemente) ya que ambas poseen una baja intensidad y una frecuencia
relativamente alta, como se comprueba por los espectros y los espectrogramas.

24
Figura 22: Las transiciones en las fricativas

En la figura 22 se observan las transiciones de los segundos y terceros formantes. Se


puede comentar que no tienen, en el caso de las fricativas, un valor crucial para el
determinar el punto de articulación. La frecuencia e intensidad del ruido es suficiente
para localizar su lugar.

Articulatoriamente, dentales, alveolares y palatoalveolares son las más sibilantes, las


que presentan una constricción que provoca que durante su producción el chorro de
aire choque contra los dientes. Siguen en la gradación las velares cuya constricción
está bastante más alejada de los dientes pero en su salida al exterior el aire los
encuentra a su paso. Las menos sibilantes −interdentales y labiodentales− incluyen a
los incisivos superiores en la formación de la constricción con lo cual el aire
turbulento no choca contra los dientes en su salida al exterior.

3.4. Variantes

Como se sabe, en la zona centro y norte de la península se pronuncia una [s] apical; en
el resto del dominio hispanohablante se pronuncia laminal o predorsal, aunque no
siempre la posición articulatoria se mantiene igual para todas las zonas geográficas que
presentan esta variedad, como ya indicó, en 1918, Navarro Tomás.

25
Figura 23: Diferencias entre [s] apical y [s] laminal

En la figura 23, se presentan claramente las diferencias entre la [s] apical y la laminal.
La primera es mucho más intensa pues posee alrededor de -28 dB de intensidad global,
mientras que la laminal presenta -39 dB: 11 dB de diferencia, lo cual se puede
visualizar en el espectrograma por el mayor negror de la apical frente al menor de la
laminal. Además, el primer pico prominente en el espectro es mucho más grave y posee
mayor intensidad en la apical: 4622 Hz y -45 dB. La laminal, por el contrario, tiene ese
primer pico a 6230 Hz y -56 dB. El comienzo de la mayor intensidad de ruido es
también muy diferente para ambas: la apical comienza en los 3500 Hz y la laminal en
los 5000 Hz. Está claro que en términos de Jakobson, Fant y Halle (1952) la apical es
un sonido denso o compacto porque concentra el punto de mayor energía en el centro
del espectro, mientras que la laminal es difuso porque dispersa la energía en un extremo
agudo. Y si atendemos al grado de sibilancia está claro que la apical tiene un grado
mayor que la laminal en esa escala de la figura 22. Indica Navarro Tomás (1918) que
ambos tipos de [s] se forman aproximadamente en el mismo punto de la boca pero
mientras que en la apical el dorso presenta una posición ligeramente cóncava; en la
predorsal, es más o menos plana o convexa.

Las únicas fricativas en posición de coda en español son /s/ y /θ/ (sólo
excepcionalmente encontramos [f] o [x]); generalmente, si anteceden a una consonante
sonora, se suelen sonorizar. Obsérvese la sonorización que aparece en el espectrograma
de la figura 24, en él hemos representado en la parte superior el oscilograma y
superpuestos están los pulsos glotales que indican la sonoridad marcando el inicio de
cada onda, en él se puede ver claramente la diferencia entre las dos “eses ortográficas”;
la frase dice los niños. La fricativa final no posee sonoridad y en el oscilograma hay un

26
ruido sin ninguna forma. La fricativa intermedia reproduce de forma ruidosa una serie
de ondas; también hay pulsos glotales. Todo esto es indicio de sonoridad. Además en el
espectrograma, en la parte inferior, sobre la línea de base cero aparece en la /s/
sonorizada un formante, llamado “barra de sonoridad”, debido a la vibración de las
cuerdas vocales, inexistente en la última. La sonorización se ha producido porque esa
primera <s> (“ese”) antecede a la /n/ de la palabra niños; se trata pues de una
asimilación anticipatoria de la sonoridad de la nasal siguiente. La misma sonorización
sucede con la fricativa interdental /θ/ en la posición de coda ej. jazmín.

Figura 24: Sonorización de la fricativa alveolar ante consonante sonora

Navarro Tomás (1918:142-43) describió una variante de la fricativa [x] con vocales
posteriores (también Fernández, 1963:438-40; Gili Gaya 1950:143; etc.). Se trata de
la uvular [χ]. En los espectrogramas de la 25, así como en los espectros
correspondientes a ambas fricativas, se observa que la diferencia principal entre
ambas es la menor frecuencia del primer pico (unos 960 Hz en la uvular, 1600 en la
velar). El ruido comienza prácticamente en la línea cero en ambos casos. En el
segundo pico coinciden alrededor de los 3900 Hz. El tercero está próximo a los 6000
Hz en ambos casos, pero el pico de la uvular es mucho más prominente que el de la
velar. Una simple reflexión introspectiva al pronunciar [xa]-[χu] nos hace ser

27
conscientes del cambio de punto de articulación en las dos consonantes, bastante más
posterior en el segundo caso, como su denominación indica.

Figura 25: Comparación entre la fricativa sorda velar y la uvular (Tomado de


Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 112).

Otra variante descrita por Navarro Tomás fue la dentalización de s delante de


consonantes dentoalveolares. En la figura 26, se observa que [s̪ ] posee una ligera
diferencia de alrededor de 58 Hz mayor que [s] en el pico más prominente, además
posee un ancho de banda inferior (98<152). Como se defendió con anterioridad
(Martínez Celdrán, 1995), no parece que acústicamente haya diferencias notables
entre estas dos variantes. Pero las diferencias aumentan en el plano articulatorio, lo
cual no es extraño puesto que la relación ente el parámetro acústico y el articulatorio
no es lineal ni proporcional como puso de manifiesto Stevens (1972, 1989) a través
de la teoría sobre los quanta: diferencias articulatorias pueden producir cambios
acústicos muy destacables o por el contrario, cambios mínimos.

Figura 26: Diferencias acústicas entre la -s- dentalizada (izquierda) y la alveolar


(derecha) (Tomado de Martínez Celdrán y Fernández Planas, 2007: 113).

28
Martínez Celdrán (1995 y 1996) expone a partir de los datos de cuatro informantes,
obtenidos mediante la técnica de la palatografía dinámica, que las diferencias entre
[s] y [s̪ ] en español son significativas estadísticamente para cada uno de los hablantes
estudiados puesto que la t de Student proporciona probabilidades de cometer error
inferiores al 1% en cada caso respecto a los contactos en f1 (fila de electrodos nº 1).
La aspiración tiene en el español moderno dos orígenes principalmente: en primer
lugar, a partir de la –s implosiva (es decir, la –s en posición de coda); y, en segundo
lugar, la procedente de la relajación de la [x] castellana. Ambos fenómenos se
extienden por el sur peninsular, Canarias y zonas de Latinoamérica.

Figura 27: Aspiración de /s/ en coda.

En la figura 27 presentamos una aspiración; un hablante murciano dice “que es


pueblecico”, alarga la [e] y acaba con una aspiración clara de /s/ delante de [p].

Otra fricativa de origen dialectal es la postalveolar sorda. Puede tener dos orígenes
diferentes. Uno procedente de la pérdida de la oclusión en la africada sorda. En
Andalucía, por ejemplo, es un fenómeno con cierta extensión; concretamente, en
Granada se puede encontrar aunque aún es minoritaria su presencia en esta ciudad
(Moya y García, 1995). Lo mismo sucede en las zonas caribeñas de Latinoamérica
(Vaquero, 1996). El segundo origen es la pronunciación de la alveolopalatal lateral y
de la palatal aproximante central en la zona del Río de la Plata. El sonido
alveolopalatal lateral [ʎ] perdió en dicha zona, como en otros muchos dialectos, su
carácter lateral por lo que confluyó con la articulación aproximante [ʝ˕] de otras

29
zonas o en la misma península. Este sonido en la zona del Río de la Plata se
pronuncia como fricativa postalveolar o alveolopalatal sonora [ʒ], aunque
modernamente se está ensordeciendo [ʃ] (figura 28).

Figura 28: El sonido fricativo postalveolar sordo rioplatense: [ʃ] en la


palabra mejilla.

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