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El racionalismo de René Descartes

Durante el Renacimiento (Siglos XV y XVI) se puso en duda todo el


sistema fundamentado en las creencias de la época medieval; éste se había
caracterizado por el teocentrismo, poniendo la mayor atención en el tema del
“más allá” y la salvación del hombre. La obra de Santo Tomás de Aquino gira
en torno de Dios todo el tiempo, si bien se inspira en Aristóteles, y es
considerada la producción filosófica más importante de la Edad Media, sin
perjuicio de que se les debe a los árabes el haber reintroducido en el mundo
occidental las antiguas ideas clásicas.
Las nuevas artes y ciencias reflejan elocuentemente el cambio de época;
los estudios de anatomía, el tratamiento que se da al cuerpo, la nueva música,
la pintura, etc. También se comienzan a desenvolver nuevas concepciones de
la economía, la política, la vida en sociedad. El Renacimiento vino con
Copérnico y con el descubrimiento de América, y fue una época “sensual” por
excelencia, predominantemente profana y con poca “filosofía nueva”. Pero
constituyó una gran crisis, que desembocaría en el siglo XVI y durante la cual
se buscaría reeditar el pensamiento clásico. Todo esto se basó en un nuevo
modo de pensar, representado por varios filósofos importantísimos: Descartes,
Bacon, Spinoza, Hobbes, y de científicos tales como Galileo, Kepler, Leibniz,
que aparecen hasta comienzos del siglo XVII.
La Edad Moderna concibe la idea del PROGRESO. Y esto nos lleva a
tener que ocuparnos del MÉTODO: el método de la escolástica de la Edad
Media es inútil para el nuevo tiempo, pues impide el progreso científico. Un
caso de Resistencia al cambio a nivel comunitario, o tal vez hoy diríamos
global.
Se critica entonces lo existente, pues los paradigmas vigentes hasta
entonces ya no producen respuestas satisfactorias; es necesario reemplazarlos
de algún modo. El medievalismo tenía como criterio de verdad a la
AUTORIDAD. Y la autoridad emanaba de: a) La Iglesia; b) La Biblia; c)
Aristóteles. Estas instituciones simplemente no podían estar equivocadas. Por
ejemplo: Copérnico publica en 1543 una teoría sobre el heliocentrismo, de la
cual se dijo que era falsa porque (Josue X, 12-413) dice que Josué mandó
detener el sol, por lo tanto si lo hizo detener es porque es el sol el que se
mueve, y no la tierra. Esta teoría fue condenada en 1616 por el Santo Oficio
diciendo entre otras cosas que la “opinión” de que la tierra experimenta una
rotación diaria es “filosóficamente falsa”. Existe asimismo una carta de Galileo
a Kepler, quejándose amargamente de la terquedad de los filósofos de la
Universidad de Padua. Hoy en día hemos superado esos prejuicios, pero
parece que tenemos otros, fundamentados en otros libros, como los de Freud,
Marx, Heidegger, y aunque parezca mentira, La Biblia. Como si los prejuicios
fueran una parte constitutiva de lo humano, como si nunca pudiéramos
liberarnos de ellos del todo. Aquí cabe señalar que el filósofo contemporáneo
Hans Georg Gadamer nos muestra la cara positiva del prejuicio: no tendríamos
pueblos ni naciones si no fuera por sus tradiciones, que son una forma de
autoridad defendida por el Romanticismo, y las tradiciones están constituidas
mayoritariamente por prejuicios. Aun cuando los paradigmas cambien,
Gadamer sostiene que de algún modo algo de lo anterior siempre queda como
un rastro dentro de lo nuevo. De donde podríamos deducir que no todos los
prejuicios serían malos, si bien habría que revisar las tradiciones de vez en
cuando para verificar si no se han convertido en meras malas costumbres…
Volviendo al método escolástico, éste fue tildado de puro “verbalismo”,
lo cual significa que se discute acerca de las palabras en lugar de las cosas o
los hechos. Se discuten significantes y no significados, diríamos… Un ejemplo
de este modo de pensar aparece clarísima mente en la obra de teatro de
Molière “El enfermo imaginario”: cuando se le pregunta al estudiante de
medicina en su examen final por qué el opio produce sueño, el estudiante
contesta que se debe a que el opio posee la “virtud dormitiva”, así como el
alcohol posee la “·virtud embriagadora”.
Se critica también cierto aspecto de la lógica aristotélica, pues se dice
que el silogismo es un mecanismo que aun siendo verdadero como
razonamiento, no amplía el saber, puesto que la conclusión está implícita en la
premisa mayor; en la Edad Media había sido tenido como suficiente, y cierto es
que constituye un buen método de exposición de los hechos, pero no es un
método de descubrimiento pues no conduce a nada nuevo.

Descartes
René Descartes (1596-1650) Nació en Francia, estudió en su país y
también en Italia. Pero cuando decidió comenzar a publicar sus ideas se mudó
a Holanda, país en el cual la libertad de pensamiento era bastante mayor. No
es casual que otros grandes progresos e innovaciones en diversos campos
hayan acaecido en ese país y en esa época. (Anton Van Leeuwenhoek que
desarrolla el microscopio, los filósofos Locke y Spinoza, los pintores Rembrandt
y Vermeer, el educador y teórico Comenius, y muchos otros notables científicos
y artistas, no todos los cuales eran holandeses.)
El caso es que a Descartes le llama mucho la atención que la filosofía
haya dejado de producir ideas nuevas durante siglos, siendo que no ha podido
solucionar ninguno de sus problemas. Todo sigue siendo objeto de discusión, y
por lo tanto, todo es DUDOSO. Le perturba que el conocimiento no pueda ser
absolutamente seguro. A ello tal vez lo haya inducido en parte su actividad
científica muy notable, en materia de matemática, geometría analítica y la
enunciación de las leyes de refracción de la luz, los estudios sobre la inercia,
etc. Los que hicimos el nivel secundario nos acordamos seguramente de las
representaciones gráficas de funciones sobre ejes CARTESIANOS. Esta
palabra proviene de “Cartesius”, que es la latinización de su apellido.
Descartes se caracteriza por su “filosofía de la confianza”, y propone un
cambio RADICAL (desde las raíces) y comenzar a pensar todo de nuevo, como
si antes nadie hubiera hecho filosofía.
Pero por más que quiera, nadie puede empezar desde cero con todo. La
cultura, el lenguaje, y el conocimiento previo fueron de todos modos sus
herramientas, pero guiado por la DESCONFIANZA se centra en EVITAR EL
ERROR, lo cual le parece fundamental. Y para esto no solo hay que criticar la
realidad sino ante todo, ser críticos con uno mismos. Para ello quiere construir
un conocimiento que esté más allá de toda duda y para ello convierte la duda
en método.
Entonces se lanza a buscar aquello que sea absolutamente cierto. Para
ello es necesario Dudar de todo, y forzar la duda hasta sus últimos límites. Y
aunque no encontrásemos ese conocimiento último, al menos podremos
afirmar que no hay nada que buscar. Cito textualmente párrafos de sus
“Meditaciones Metafísicas”:

“Hace ya mucho tiempo que me he dado cuenta de que, desde mi niñez,


he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo
que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino
muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso seriamente
acometer, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las
opiniones a las que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los
fundamentos, si quería establecer algo firma y constante en las ciencias.” Y
más adelante dice: “Estamos apartados del conocimiento de la verdad por
numerosos prejuicios de los que creemos que no podemos librarnos de otro
modo que empeñándonos, una vez en la vida, en dudar de todas aquellas
cosas en las que hallemos una sospecha, aún mínima, de incertidumbre…
también será útil tener por falsas aquellas de las que dudaremos, a fin de hallar
tanto más claramente qué sea lo más claro y fácil de conocerse”

El método cartesiano consiste entonces básicamente en dudar. Sería


verdadero sólo aquello que resista la duda, aún la más exagerada. En
consecuencia a este modo de proceder para llegar a la verdad se le llama
DUDA METÓDICA, UNIVERSAL E HIPERBÓLICA.

Y entonces, lo primero que debemos criticar son las fuentes o facultades


del conocimiento, que son dos: los sentidos y la razón.

Crítica del saber sensible

Del conocimiento sensible hay que dudar, porque a veces los sentidos
se equivocan, y la prudencia nos dice que no conviene fiarse de los que ya nos
engañaron una vez, tal como ocurre en los negocios y otros vínculos. Entonces
podríamos decir que al menos no es seguro que no nos engañen y por eso
conviene dar por falso todo lo dudoso, todo lo que no podemos distinguir
claramente con los sentidos, como lo muy distante, lo muy pequeño, etc.
Aunque hay cosas de las cuales no se puede razonablemente dudar, como por
ejemplo, que estoy escribiendo esto aquí en mi escritorio, por ejemplo. Sin
embargo, como tengo a veces sueños, sé que en ellos me represento estas
cosas con la misma verosimilitud que en la realidad, y no encuentro el modo de
distinguir ese sueño de la vigilia.
La conclusión es que TODO EL CONOCIMIENTO SENSIBLE ES
DUDOSO.

Crítica del saber racional

Como era un estudioso de la geometría, sabía que muchos cometían


errores al razonar, siendo la matemática la más racional de las ciencias.
Incluso él podía equivocarse, entonces ¿cómo saber a cada paso que todo otro
conocimiento racional no sea falso también? Pero entonces vemos que este
argumento pone en duda el mismo proceso de pensar, el discurso. Pero el
razonamiento se apoya en principios (los principios ontológicos, o lo conocido
intuitivamente). Por ejemplo, sabemos intuitivamente que EL TODO ES
MAYOR QUE LA PARTE. Entonces no podría aplicarse el argumento anterior.
Por esto es que nos propone una estrategia diferente: supongamos que
existiera un “genio maligno” que nos indujera a equivocarnos siempre. O sea,
lleva la duda al límite, de modo hiperbólico, como para cubrir cualquier
posibilidad por más remota que fuere.
Señalemos en este punto que para Sócrates, la razón era una facultad
humana, pero no un problema; en cambio Descartes va mucho más allá pues
para él el problema es fundamentar la razón.
En este punto, y usando la duda como método, NADA es seguro, NADA
es indudable ni verdadero. Y como en el proceso de refutación de Sócrates,
estamos desorientados. Como el prisionero liberado de la caverna de Platón.
Pero al llegar a este extremo, resulta que la duda total se vuelve
CERTEZA: si yo pienso que todo es falso, es menester que yo sea alguna
cosa, entonces, “SI YO PIENSO, LUEGO SOY” y esta, por fin es al menos una
cosa de la que puedo estar seguro.
Porque aunque el supuesto “genio maligno” existiera, si yo mismo no
existiera ni siquiera podría ser engañado.

“COGITO, ERGO SUM” (PIENSO, LUEGO SOY)

Y esto es algo que es imposible poner en duda. Este “cogito” es


entonces el primer principio de la filosofía cartesiana. Es el fundamento de
cualquier otra verdad. El único conocimiento seguro: lo único indudablemente
existente soy yo mismo, en tanto pienso.

Criterio de Verdad

Una afirmación es verdadera si coincide con el objeto al que se refiere.


Si digo que la puerta está abierta, bastará con observar el objeto para saber si
mi afirmación es verdadera. Entonces, como veo muy claramente, ahora sí,
que para pensar es necesario ser, concluyo que aquellas cosas que se nos
presentan muy clara y distintamente son verdaderas. O sea. Lo evidente es
verdadero. Y entonces llegamos al problema del MÉTODO.

El Método

Para Descartes, consiste en “un conjunto de reglas ciertas y fáciles que


al ser observadas jamás se tome por verdadero lo que es falso, y así se llegará
al conocimiento de todo lo que seamos capaces”. O sea, la capacidad es el
límite, aunque no nos aclara en qué consiste esa capacidad.
Las reglas del método son cuatro: la primera es la de la EVIDENCIA:
“No admitiré como verdadero nada que no se presentare tan clara y
distintamente a mi espíritu que no hubiese ocasión de ponerlo en duda”
Como CLARO entiende algo PRESENTE y MANIFIESTO. Se opone a
OSCURO.
Como DISTINTO entiende algo QUE NO CONTENGA NADA QUE NO
LE PERTENEZCA. Se opone a CONFUSO.
Y entonces es necesario NO PRECIPITARSE (juzgar sin llegar a la
evidencia) y NO PREVENIRSE (guiarse por prejuicios)
Segunda regla: DIVIDIR cada dificultad en tantas partes como fuera
posible para su mejor solución. (Aspecto analítico) (Ej.: en el estudio de la
Anatomía, los órganos uno por uno)
Tercera Regla: ORDENAR: ir de lo simple a lo complejo, y suponer un
orden en todo aun cuando naturalmente no lo haya. (Aspecto sintético) (Ej. La
integración en sistemas y en un todo armónico)
Cuarta Regla: ENUMERAR. Hay que examinar con cuidado para no
“olvidar” nada, o sea, no dejar nada sin considerar. (Ej: Omitir un órgano, o un
paso en un teorema)

El problema del ser en Descartes

¿Qué soy?
Si bien puedo fingir o suponer –pensar- que no tengo cuerpo alguno ni
mundo en el que estar, no puedo pensar que no pienso. Así que digo que mi
naturaleza es pensar, y ello no depende de ninguna otra cosa: puedo entonces
decir que soy UNA COSA PENSANTE (Res cogitans). Esto comprende toda la
actividad psíquica consciente. O sea, pensar sería: dudar, entender, concebir,
afirmar, negar, querer, no querer, imaginar, sentir. Y todo ello sería
independiente del cuerpo, pues a éste lo conozco por las vivencias o
sensaciones, que son productos del “PENSAR·. En cambio la existencia del
alma, el COGITO, la “cosa pensante” (Res cogitans) está fuera de toda duda.

LAS IDEAS

Algunos pensamientos son especialmente importantes y Descartes los


llama IDEAS.

IDEAS

Hombre triángulo cosa

Sus representaciones son

ADVENTICIAS FICTICIAS
INNATAS

Rojo Amargo
Vienen de fuera las creamos nosotros El alma las
trae consigo
Etc.

Dios
Triángulo
Mayor y
menor
Etc.
TAMBIEN HAY AXIOMAS, O “VERDADES ETERNAS”, POR EJEMPLO,
“El todo es mayor que la parte” “Nada puede a la vez ser y no ser” (Principio de
contradicción); “De la nada, nada resulta” (Principio de razón suficiente). O sea,
los principios ontológicos, y algunas afirmaciones de las que se usan en
matemáticas.

Y el “GENIO MALIGNO”, ¿dónde quedó entonces…?


Y Descartes entonces pretende demostrar la existencia de Dios.
Parte de la IDEA DE DIOS, lo cual implica la idea de un ente perfecto,
dejando de lado si se cree o no en Dios.
Esa idea tiene que haber sido producida por algo o alguien, necesita una
causa. Y no puedo ser yo, pues soy imperfecto, ya que dudo. Y lo imperfecto
no puede ser causa de lo perfecto. Así que la IDEA DE DIOS fue puesta en mí
por Dios. O sea, Dios existe.
En otro sentido, si el ente es perfecto no puede faltarle nada, pues ya no
sería perfecto. Entonces no podría faltarle la existencia. Por lo tanto Dios
existe.

Dios sería una SUSTANCIA PENSANTE INFINITA. No puede ser


engañador y falaz, o no sería perfecto. Si nos ha dado la razón y las ideas
innatas es para que con ellas busquemos el conocimiento. Por lo tanto la
existencia de Dios es la GARANTÍA y fundamento de la verdad de todo
conocimiento claro y evidente.
Y si nos equivocamos es porque nos dejamos llevar por la precipitación
o por los prejuicios.

La substancia extensa

Dado que la sustancia pensante no necesita de lugar alguno para existir,


sino que es puro pensamiento, y encontrando que en mí están las facultades
de moverme, sentir sensaciones, concebir ideas del mundo exterior (color,
sabor, temperatura, etc.) debo saber si hay una causa para ello; moverse
implica la existencia de una sustancia espacial, y hay una fuerte inclinación en
mí a considerar que la causa de mis sensaciones son las cosas que me
rodean. La inclinación natural ha sido puesta en mí por Dios, y como Él no me
engaña, las cosas corporales existen. El carácter esencial de estas cosas es la
extensión, que equivale a corporeidad. No existe para Descartes el espacio
vacío.

Los supuestos del racionalismo (resumen)


Una idea clara y distinta es aquella cuyo significado se entiende en
función de sí misma, sin recurrir a ninguna imagen, sino partiendo de su
esencia, de su definición. Por eso la idea de Dios es más clara cuando no se
recurre a ninguna imagen; Dios no es entonces antropomórfico.
El racionalismo cree que partiendo de conceptos puros (como el de
punto, línea, etc.) se puede avanzar hasta los conocimientos más complicados,
y del mismo modo en filosofía, se podría deducir todo aquello que deseásemos
conocer siguiendo las reglas de la lógica. Para ello debe presuponer que la
realidad reposa sobre principios lógicos, que es un producto de la lógica, que
es afín al razonamiento, proveniente de una serie de pasos racionales o al
menos afines a la razón, que revelarían el verdadero ser de las cosas. O sea,
que entre la razón y la realidad debe existir un paralelismo o afinidad.
La razón no debe nada a la experiencia, sino que es una facultad
independiente de ésta. Es una facultad de conocer innata, dotada de ideas
innatas. Por eso no podemos encontrar en la realidad los conceptos.
Dios es quien nos ha creado y en su infinita bondad no puede querer
engañarnos; esto obra como garantía de que el conocimiento que la razón nos
proporciona es válido. La existencia de Dios se demuestra por el principio de
razón suficiente: nada es porque sí, todo tiene una causa, y la primera causa
de todo es Dios.
El concepto de substancia es fundamental: todo lo que es, o es cosa o
es propiedad o atributo de una cosa. Mi propio ser es sustancia pensante finita,
y Dios es la sustancia pensante infinita y como tal garantiza la percepción clara
y distinta de las cosas. La substancia es aquello que permanece inmutable
(por–debajp) a pesar de los cambios accidentales; aquello que no necesita otro
sustento (sub-stancia) para existir.

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