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LAS NULIDADES PROCESALES VS.

LAS NULIDADES DEL CÓDIGO CIVIL

Jorge Luzuriaga Chiappe


Abogado

RESUMEN

A diferencia de las nulidades del acto jurídico tratadas en el Código Civil, en las
que el acto nulo no puede ser validado mediante su confirmación, las nulidades
procesales son actos viciados que pueden ser subsanados mediante su
convalidación, expresa o tácita. No obstante, hay autores que consideran que
ciertos actos procesales son absolutamente nulos y no pueden ser convalidados,
por lo que deben ser anulados por el juez ex officio, posición con la que no
convengo totalmente.

ABSTRACT

Unlike the nullities of the legal act dealt with in the Civil Code, in which the null
act can not be validated by its confirmation, the procedural nullities are flawed
acts that can be corrected through their validation, express or implied. However,
there are authors who consider that certain procedural acts are absolutely null
and can not be validated, so they must be annulled by the judge ex officio, a
position with which I do not fully agree.

1. LAS NULIDADES DEL CÓDIGO CIVIL.

Al revés de lo que indica el título voy a empezar por referirme a las nulidades del
Código Civil que, como es sabido, tornan en ineficaz el acto jurídico viciado de
nulidad; estos actos así viciados son actos ineficaces en sentido restringido (son
actos inválidos), puesto que existen dos tipos o categorías de ineficacia total del
acto jurídico: uno de ineficacia estructural (que abarca los conceptos de nulidad
y anulabilidad y que invalidan el acto por completo, aunque con distintos efectos)
por un lado, y otro de ineficacia funcional (que abarca los conceptos de
rescisión y resolución del acto y hacen cesar los efectos que éste venía
produciendo). Existen también los actos llamados “inoponibles, o relativamente
ineficaces, porque siendo eficaces para una generalidad de sujetos, no lo son
respecto de alguno o algunos.

1. 1 La nulidad es la forma de invalidez del acto jurídico más radical en nuestro


sistema de derecho (que no reconoce el acto inexistente), y solo se da, con
1
alcance general, en los supuestos enunciados en el art. 219 del Código Civil y
en el art. V del Título Preliminar del mismo código. Sin embargo, al lado de las
nulidades expresas, existen las llamadas nulidades “virtuales”, que son aquellas
que se deducen o infieren del texto legal, comúnmente por interpretación a
contrario, por lo que el proceso de subsunción del hecho a la norma presenta
mayores dificultades que en los casos de nulidades expresas (en las que la
subsunción del hecho a la norma legal aplicable es mucho más sencillo, porque
la propia norma se encarga de señalarlo); así, el ejemplo clásico de nulidad
virtual es del matrimonio entre personas del mismo sexo, que es nulo porque, si
bien no hay norma que así lo declare, se deduce del art. 234 del Código Civil.,
que define al matrimonio como la unión de un varón con una mujer.}

1. 2 La segunda categoría de acto jurídico inválido la forman los actos


“anulables”, que son los que enuncia el art. 221 del Código Civil y que, a
diferencia de los actos nulos, son susceptibles de ser subsanados mediante la
confirmación. Fuera de esos casos no existen otros actos anulables; a diferencia
del acto nulo, cuya legitimación es amplia, la declaración de nulidad de los actos
anulables solo se pronuncia a petición parte (art. 222 del CC). Existe otra
diferencia importante: los actos anulables son numerus clausus: no hay otros
que los que enuncia el art. 221 ya citado. Los actos nulos no se limitan a los
enunciados en los arts. 219 y V del TP: también hay nulidades virtuales, como
hemos visto. un acto jurídico inválido (sea nulo o simplemente anulable) es aquél
que tiene un defecto en su estructura desde el momento mismo de su formación,
y ese defecto viene siempre señalado por la ley, de manera tal que los todos los
casos de ineficacia estructural provienen de previsiones legales (por el “principio
de legalidad”: pas de nullité sans loi): la invalidez no puede ser jamás
consecuencia de la voluntad de las partes del negocio jurídico (ni aún en el caso
en que la inobservancia de la formalidad pactada por las partes sea causal de
nulidad del acto, pues la sanción viene de la ley).

2. LAS NULIDADES PROCESALES.

2. 1 A diferencia de las nulidades del acto jurídico, que invalidan el acto por la
existencia de defectos estructurales al tiempo de su creación, y que en el caso
de los actos nulos los hace inconfirmables (el equivalente a insubsanables), las
nulidades procesales cumplen una finalidad diferente, pues no existe nulidad
procesal que no pueda ser subsanada, a pesar de lo que establece el CPC en la
parte final del art. 176 que dice: “…los Jueces solo declararán de oficio las
nulidades insubsanables mediante resolución motivada, reponiendo el proceso
al estado que corresponda”. Este es un error de concepto grave, pues pretende
establecer la existencia de actos procesales insubsanables, cuando por

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definición toda nulidad de orden procesal es subsanable; la prueba está en la
misma redacción del artículo, según la cual el juez anula los actos viciados y
repone la causa al estado anterior; luego, los actos viciados se renuevan y la
causa prosigue libre de vicios. Hay una confusión entre lo que es la convalidación
del acto procesal viciado y lo que es la nulidad insubsanable, porque si bien hay
actos procesales que no pueden convalidarse, eso no significa que haya
nulidades insubsanables sino solo actos procesales no convalidables, que es
cosa muy distinta.

Imaginen, por ejemplo, un acto jurídico nulo como lo es la constitución de una


asociación con fines de tráfico de personas: el acto es nulo debido a la ilicitud de
su objeto y no existe manera de remediar esa nulidad; el acto es invalidado para
siempre, no puede rehacerse. En el derecho procesal eso no ocurre, porque los
actos viciados pueden ser convalidados y cuando no son convalidables pueden
ser anulados y rehechos (renovados), y el proceso prosigue hasta su finalización.
En el caso del acto jurídico nulo esto es inconcebible: si es nulo se le invalida a
perpetuidad; es imposible rehacerlo. Un ejemplo bastará para ilustrar este punto:
el caso de una sentencia anulada por causa de una insuficiente motivación o por
su defectuosa motivación, que el juez se ve obligado a rehacer para precluir la
instancia: el acto viciado se renueva, desapareciendo la primera sentencia para
dar lugar a la segunda. En el caso del acto jurídico nulo, el acto desaparece sin
dar lugar a otro: en eso consiste la nulidad absoluta.

En efecto, las nulidades procesales (de actos procesales, se entiende) son, en


la mayoría de los casos, subsanables, no solo mediante el mecanismo de su
convalidación por la parte perjudicada, sino también mediante su anulación de
oficio por el juez, cuando éste advierte que el vicio que padece el acto procesal
es de tal gravedad que de no dejarse sin efecto se afectaría gravemente el
proceso concebido como un conjunto de actividades (actos procesales) dirigidas
a la solución de un conflicto de intereses, donde las partes tienen igualdad de
oportunidades para pedir y contradecir e impugnar.

2. 2 Al tratar sobre la nulidad del acto jurídico, dije que un acto jurídico inválido
(sea nulo o simplemente anulable) es aquél que tiene un defecto en su estructura
desde el momento mismo de su formación, y ese defecto viene siempre señalado
por la ley, de manera tal que todos los casos de ineficacia estructural provienen
de previsiones legales (por el “principio de legalidad”: pas de nullité sans loi): la
invalidez no puede ser jamás consecuencia de la voluntad de las partes del
negocio jurídico (ni aún en el caso en que la inobservancia de la formalidad
pactada por las partes sea causal de nulidad del acto, pues la sanción viene de
la ley).

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A diferencia de las nulidades del acto jurídico, gobernadas por el principio de
legalidad según el cual no hay nulidad sin ley, lo que hace imposible que existan
otras nulidades que las que la ley señala, las nulidades procesales nacen de la
ocurrencia de un vicio de actividad que afecta al acto procesal al punto que lo
hace anulable, ya sea que se trate de actos procesales no contenidos en
resoluciones o de actos contenidos en resoluciones. A las nulidades procesales
no las informa el principio el principio “pas de nullité sans loi” sino el principio
“pas de nullité sans grief”, esto es, no hay nulidad sin agravio. No obstante lo que
acabo de señalar, el art. 171 del CPC parece acoger el principio que no hay
nulidad sin ley o texto legal que lo declare (“pas de nullité sans texte”), como
cuando dice que “La nulidad se sanciona sólo por causa establecida en la ley.
Sin embargo, puede declararse cuando el ato procesal careciera de los requisitos
indispensables para la obtención de su finalidad”. Es en esta última oración
donde queda claro que al margen de los casos en que la ley establece cuando
un acto procesal es nulo, hay muchos otros casos en que la nulidad no nace de
la ley, cosa que es impensable en las nulidades del acto jurídico reguladas por
el Código Civil.

2. 3 En principio, para que un acto procesal se anule se requiere que cause


perjuicio a una de las partes procesales; el principio que gobierna esta casuística
se llama “principio de trascendencia”. Si el vicio es irrelevante, si no causa
perjuicio, carece de sentido anular el acto y renovarlo, porque no se afecta el
proceso. En palabras de Couture “No existe impugnación de nulidad, en ninguna
de sus formas, sino existe un interés lesionado que reclama protección. La
anulación por anulación no vale”.

Efectivamente, no se anula un acto procesal porque no guarda las formas que la


ley prevé para el acto en cuestión; el ejemplo más común es el de la notificación;
si se alcanza la finalidad prevista por la ley para tal acto, no puede anularse
simplemente porque no se guardaron las formas establecidas para la misma. El
fin de las notificaciones es “… poner en conocimiento de los interesados el
contenido de las resoluciones judiciales”, conforme señala el art 155 del CPC. A
esto el código le llama convalidación, a la que define de la siguiente manera:
“…cuando el acto procesal, no obstante carecer de algún requisito formal, logra
la finalidad para la que estaba destinado” (art. 172, segundo párrafo, del CPC).

El “principio de trascendencia” de las nulidades está recogido en el art. 174


del CPC que establece que "Quien formula nulidad tiene que acreditar estar
perjudicado con el acto procesal viciado y, en su caso, precisar la defensa que
no pudo realizar como consecuencia directa del acto procesal cuestionado. Así
mismo, acreditara interés propio y especifico con relación a su pedido". Además,
se pide que debe ser el perjudicado quien solicite la nulidad, precisando cuál es

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“…la defensa que no pudo realizar como consecuencia del acto procesal
cuestionado” como también establece el mismo artículo.

Como una suerte de escudo, el acto procesal está protegido por ciertas reglas
de interpretación, mal llamados principios, que se resumen en dos reglas. La
primera es la de “conservación del acto”, según la cual en caso de duda debe
mantenerse la validez del acto procesal, porque se tiende a dar continuidad al
proceso y no a impedir su avance. Así el acto procesal, como ya señalamos
arriba, será válido aun siendo irregular o defectuoso, si ha logrado el fin al que
estaba destinado.

Como en realidad, lo importante no es querer convalidar sino no querer invalidar,


la otra regla es la de “protección del acto”, que descansa en la máxima “Nemo
auditur propriam turpitudinem allegans”, y que se traduce por “No se escucha a
nadie (en juicio) que alega su propia torpeza”, es decir que la parte que ha
propiciado la nulidad, no puede alegar la invalidez del mismo acto procesal que
es resultado de su actividad. Es el equivalente a lo que en derecho civil se conoce
como “Teoría de los Actos Propios”, que impide a quien los origina volverse
contra su propio comportamiento (“Adversus factum suum quis venire non
potest”). Es un principio de derecho que establece la inadmisibilidad de actuar
contra los propios actos anteriormente practicados por quien ahora quiere
ampararse en ellos para su particular beneficio, pues no es aceptable que una
persona pueda ir contra de su propio comportamiento anterior, incumpliendo la
exigencia de observar una actuación consecuente.

2. 4 En la ley procesal, la necesidad de un comportamiento coherente y de buena


fe en la relación procesal, está plasmada en el artículo IV del Título Preliminar
del CPC. que manda que “…todos los partícipes del proceso adecúan su
conducta a los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe”.

Lamentablemente, en la experiencia de los que litigamos con frecuencia, esto no


pasa de ser un buen deseo, pues casi nunca se castigan estas inconductas,
sobre todo cuando conciernen al concepto de buena fe procesal, cuyo
subjetivismo dista mucho del concepto de buena fe contractual, que puede
determinarse objetivamente. En efecto ¿usar medios impugnatorios
inconducentes a los fines del proceso puede definirse como actuar de mala fe,
cuando se contrapone al deber del abogado de proveer al cliente la mejor
defensa posible, que es un deber de lealtad, que también está protegido? Así,
como éste, hay multitud de ejemplos donde la línea divisoria es muy tenue. Otro
ejemplo preciso: en un Proceso Único de Ejecución el demandado, que no ha
formulado contradicción al mandato de ejecución, interpone recurso de apelación
contra el auto final que manda adelantar la ejecución y el juez, por ignorancia o

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lo que fuera, le concede el recurso con efecto suspensivo, cuando tal efecto solo
está previsto en ese tipo de proceso cuando ha mediado contradicción, conforme
al art. 691; en esta situación ¿debe el abogado del recurrente hacerle ver al juez
su error o dejarlo pasar, ya que esto último es lo que más conviene a su
patrocinado? ¿Falta a su deber de probidad por no hacerlo? Téngase en cuenta
que el abogado, a diferencia del juez, que tiene el deber de ser imparcial, está
parcializado con su cliente, de manera que exigirle eso es hacerle faltar a su
deber de lealtad para con aquél. En fin, el tema da para mucho más, pero la
digresión ya fue suficiente.

2. 5 El art. 173 se refiere a la extensión de la nulidad, precisando que la


declaración de nulidad de un acto procesal no alcanza a los anteriores ni a los
posteriores que sean independientes de aquél. En el siguiente ejemplo puede
verse como la declaración de nulidad de un acto c0nlleva la del acto posterior
que es consecuencia del primero.

Cuando la nulidad se hace valer como remedio contra el acto procesal


postulatorio del proceso, por considerar el nulidicente que la demanda no debió
admitirse a trámite porque no se había dado cumplimiento a un requisito de
admisibilidad (art. 426 del Código Procesal Civil), o porque no se había cumplido
con un requisito de procedibilidad (art. 427 del CPC), como cuando resulta
obligatorio, antes de interponer la demanda, seguir un procedimiento de
conciliación ante un centro autorizado y acompañar el acta respectiva que
demuestre que la conciliación fracasó por falta de acuerdo o por inasistencia de
la parte invitada. Si la impugnación es acogida por el juez, sus efectos se van a
extender más allá de la nulidad del acto postulatorio de inicio del proceso
solicitada; en efecto, si el juez declara la nulidad de dicho acto también se verá
obligado, por consecuencia lógica, a anular el auto admisorio de la instancia, que
es producto del efecto procesal de haber admitido a trámite esa demanda que
debió ser rechazada por el incumplimiento de un requisito de procedibilidad (dejo
en claro que este mismo ejemplo forma parte de un artículo que publiqué bajo el
título LA NULIDAD COMO REMEDIO Y COMO RECURSO en el portal
https//www.academia.edu).

3. LA CONVALIDACIÓN DEL ACTO PROCESAL VICIADO

La convalidación del acto procesal es informal siempre, a diferencia de la del


acto jurídico anulable, que requiere ser confirmado observándose la misma
forma que se observó al crearlo, conforme lo dispone el art. 232 del CC.

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3. 1 La convalidación puede ser expresa o tácita; en ambos supuestos es el
elemento que sanea los actos procesales afectados por un vicio de nulidad. La
convalidación tácita puede asumir dos formas: puede ser voluntaria o
involuntaria. La convalidación voluntaria es, en último término, dejar pasar, no
impugnar el acto procesal viciado que, por tal razón, pudo ser materia de
cuestionamiento.
3. 2 La convalidación tácita resulta en los supuestos de los tres primeros
párrafos del art. 172 del CPC., que pueden resumirse así: 1) los vicios de la
notificación se convalidan si el litigante actúa de manera tal que se da por
noticiado del acto; 2) cuando el acto procesal, careciendo de algún requisito de
forma, cumple la finalidad para la que estaba destinado; y 3) cuando el facultado
para pedir la nulidad no lo hace en tiempo oportuno; a esta última forma de
convalidación se le conoce como convalidación por conformidad, pues la
pasividad del afectado con el acto, que no lo impugna, se interpreta como
aceptación del acto irregular.

Aquí hay un supuesto de convalidación donde no interviene directamente la


voluntad del afectado, sino que se produce por sí sola, que es el segundo de los
tres supuestos que se ha visto, mientras que el primer caso y el último son
supuestos de convalidación voluntaria, por omisión del reclamo. Debo señalar
que algunos autores consideran que el supuesto descrito en el numeral 1) es
uno de convalidación expresa, porque consideran que la parte afectada con el
vicio realiza actos procesales que demuestran su pleno conocimiento del acto
viciado y su voluntad de no impugnarlo, contribuyendo a que el acto cumpla con
los fines previstos para el mismo.

3. 3 No todos los actos viciados requieren ser subsanados; en efecto, el art, 172
del CPC estable en su cuarto párrafo que: "No hay nulidad si la subsanación del
vicio no ha de influir en el sentido de la resolución o en las consecuencias del
acto procesal". Es el caso del acto procesal que presenta un vicio irrelevante y
que, por lo mismo, no influye en el sentido de la resolución o las consecuencias
del acto, como, por ejemplo, el clásico error en la fecha de la resolución..

En la convalidación tácita voluntaria impera el principio dispositivo: el afectado


con el acto es libre de impugnarlo o no; si lo acata, debe entenderse que está
conforme con lo resuelto y por eso lo deja pasar sin cuestionamiento.

3. 4 La integración judicial, también conocida como convalidación judicial, está


establecida en el CPC en los párrafos 4 y 5 artículo 172 del CPC, donde se
establece lo siguiente: "El juez puede integrar una resolución antes de su
notificación. Después de la notificación, pero dentro del plazo que las partes

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dispongan para apelarla, de oficio o a pedido de parte, el juez puede integrarla
cuando haya omitido pronunciamiento sobre algún punto principal o accesorio…”

El quinto párrafo dice: "El juez superior puede integrar la resolución recurrida
cuando concurran los supuestos del párrafo anterior. "

La integración consiste en subsanar la omisión en la que el propio juez ha


incurrido, pronunciándose sobre el punto o los puntos que omitió resolver, lo cual
constituye un modo de convalidar las resoluciones en donde existe una omisión
u otro tipo de vicio, y pude hacerlo hasta antes de su notificación a las partes o
en todo caso dentro del plazo en que las mismas pueden apelar la resolución,
en cuyo caso se computa el plazo para apelar a partir de la notificación de la
resolución que integra (art. 172, quinto párrafo, del CPC). Lo mismo ocurre con
el juez superior (la Sala competente), que puede integrar la resolución apelada
a condición de que se refiera a la omisión de pronunciamiento sobre algún punto
controvertido en la parte decisoria de la resolución, pero que contenga su
fundamentación en la parte considerativa de ella, de lo contrario se estaría
atentando contra el principio de la doble instancia. (art. X del Título Preliminar
del CPC).

4. LAS CLASES DE NULIDADES PROCESALES

Ya se ha visto que en el ámbito de las nulidades del acto jurídico solo existen
dos clases actos inválidos: el acto nulo y el anulable. El acto inexistente es una
categoría jurídica no receptada en nuestro Código Civil de manera independiente
del acto nulo, confundiéndose con este último (lo que, sin duda es un error, pues
el acto inexistente, a diferencia del nulo, no requiere ser declarado como tal para
inexistir).

4. 1 El acto jurídico nulo del derecho civil existe hasta que se declare su invalidez;
sin embargo, es inválido desde su nacimiento; mientras el acto nulo no puede
ser confirmado (el equivalente a la convalidación en el acto procesal) pero
necesita ser invalidado (declarado como tal), el acto anulable sí puede ser
confirmado, en cuyo caso es válido desde su origen; la nulidad relativa o
anulabilidad implica que el acto se reputa válido mientras no sea anulado y, en
tal caso, una vez anulado, es nulo desde su origen.

4. 2 En el terreno procesal, en una posición que yo no comparto, como dejé


establecido al comienzo, se habla de nulidad absoluta de ciertos actos
procesales, que nacería de la ley y que puede ser declarada por el juez de oficio
conforme al art. 171 del CPC; por otra parte, la nulidad relativa, según estos

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autores, requiere ser declarada a petición de parte o, en todo caso, que encaje
dentro de alguno de los supuestos de los tres primeros párrafos del art. 172 del
código. En todo caso, tanto el acto nulo como el anulable requieren de una
declaración judicial en ese sentido y, mientras tanto, producen los efectos que le
son propios.

También se habla de actos procesales inexistentes; la inexistencia implica que


un acto procesal carece de los requisitos esenciales para existir, de modo que al
no existir ni puede ser convalidado, ni necesita ser invalidado, por aquello de que
si no existe no puede ser declarado inexistente (ex nihilo nihil fit). El ejemplo
típico que se da es el de la sentencia dictada por quien no es juez, que no
requeriría ser anulada, pues no existe; en mi experiencia profesional he visto
casos de autos interlocutorios firmados únicamente por el auxiliar jurisdiccional,
cuando el art. 122, parte final, solo lo faculta para expedir decretos, y en tales
casos ha habido necesidad de pedir su nulidad, pues es el acto tuvo existencia
en el plano material.

4. 3 Arriba, en el primer párrafo del punto 2. sostuve que, por definición, toda
nulidad de orden procesal es subsanable; la prueba está en la misma redacción
del artículo 171 del CPC, según la cual el juez anula los actos viciados y repone
la causa al estado anterior; luego, los actos viciados se renuevan y la causa
prosigue libre de vicios.

También dije que, a mi parecer, hay una confusión entre lo que es la


convalidación del acto procesal viciado y lo que es la nulidad insubsanable,
porque si bien hay actos procesales que no pueden ser convalidados, eso no
significa que haya nulidades procesales insubsanables: son cosas distintas.

Lo que ciertamente existe son actos procesales que pueden ser convalidados y
actos procesales que deben ser anulados de todas formas, porque el vicio que
los afecta es tal que el juez de oficio está obligado a anularlos, tal como lo
establece el tan mentado art. 171 del CPC. Los otros actos, es decir aquellos
que pueden ser convalidados, caen dentro de alguno de los supuestos de hecho
de los tres primeros párrafos del art. 172, que también establece las formas en
que pueden ser convalidados.

4. 4 Sobre la oportunidad en que el perjudicado puede hacer valer la


impugnación contra el acto anulable, el art. 176 prescribe que debe hacerlo en
la primera oportunidad que tuviera para ello, antes de la sentencia; luego de
dictada la sentencia, debe hacerla valer en el escrito con el que interpone el
recurso de apelación contra la misma. En el primer caso el juez resuelve previo

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traslado por tres días; en el segundo, la Sala Civil resuelve oyendo a la otra parte
en auto de especial pronunciamiento o al absolver el grado.

En mi opinión, restringir la posibilidad de impugnar el acto viciado a la primera


oportunidad que tenga el perjudicado para hacerlo es un error que puede
causarle indefensión a éste y/o afectar seriamente el curso del proceso; en
efecto, ¿qué ocurre, por ejemplo, si el perjudicado no advierte el vicio cuando se
apersona al proceso, apersonamiento que suele ocurrir muchas veces
apresuradamente, teniendo en cuenta que para el demandado los plazos para
tachar o proponer excepciones o, incluso, contestar la demanda, son
particularmente breves? Según la letra del artículo 176 el perjudicado no solo
habría perdido la oportunidad para impugnar el acto viciado, sino que también
se habría operado la convalidación del mismo al no haberlo hecho en esa
primera oportunidad.

En la práctica los jueces son muy rigurosos en la observación de este mandato,


pasando por alto, al acatarlo ciegamente, situaciones que crean riesgo procesal
al vedarle al perjudicado el pedido de nulidad; considero que privilegiar el texto
legal por sobre situaciones que ameritan tramitar la impugnación es un error que
debe corregirse, porque lo apropiado es darle la oportunidad a aquél para que
pueda impugnar el vicio cuando razonablemente esté en condiciones de
conocerlo, y no limitar su derecho a la primera oportunidad que tenga para
hacerlo, como señala taxativamente el citado art. 176 del CPC (oportunidad que,
en la práctica, se da, para el juez, con el primer escrito que se presenta luego de
ocurrido el vicio procesal, lo que agrava aún más la situación del perjudicado).

Esto, desde luego, deberá ser materia de apreciación judicial en cada caso,
tomando en cuenta los motivos que pueda alegar el perjudicado para no haber
impugnado el acto viciado en la primera oportunidad que tuvo para ello. Además,
el juez está amparado por lo que manda el art. IX del TP del CPC (Principio de
vinculación y formalidad), según el cual el juez debe adecuar su exigencia (de
las formalidades) al logro de los fines de proceso. Esto, desde luego, respetando
el principio de preclusión, cuando deba observarlo por sobre toda otra
consideración.

Lima, junio de 2018

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