C A S T U L O II
MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION GENERAL DEL PATRIMONIO ARTISTICO, ARCHIVOS Y MUSEOS
SUBDIRECCION GENERAL DE ARQUEOLOGIA
1979
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN ESPAÑA
CASTULO II
MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION GENERAL DEL PATRIMONIO ARTISTICO, ARCHIVOS Y MUSEOS
SUBDIRECCION GENERAL DE A R Q U E O L O G I A
1979
Imprenta Ministerio de Cultura
Depósito legal: M-23470-1980
I.S.B.N.: 84-7483-091-5
a
J . M . Blázquez, J . Arce, A. M . Canto, R. Contreras, S. Mariner, F.
Molina, R. Olmos, J . Remesal, J . Urruela, J . Valiente y M . A. Elvira.
Director: J. M . Blázquez.
Arquitecto: B. Schwaar.
Dibujante: M . Garzón.
Fotografía: J. Urruela, J. Remesal y J . Valiente.
Planos: B. Schwaar, J. Remesal y J. Urruela.
Los objetos están depositados en el Museo Monográfico de Linares.
INDICE G E N E R A L
Página
APENDICES
5
INTRODUCCION
7
Se ha excavado en estas campañas en dos cementerios romanos y uno
turdetano. Se limpió la muralla y las termas de una villa urbana. Los
problemas que plantean estas excavaciones no están totalmente esclareci-
dos y es de suponer que lo sean en futuras campañas.
Con ocasión del Congreso Arqueológico Nacional, que en 1972 se
celebró en Jaén, el yacimiento fue visitado por SS. M M . Don Juan Carlos
y Doña Sofía, Reyes de España.
Queremos agradecer vivamente a los distintos inspectores de excava-
ciones de estos años, profesores D. M . Almagro, D. J. Maluquer y D. A .
Blanco, las atenciones recibidas continuamente de ellos. D. Juan González
Navarrete, director del Museo de Jaén y delegado provincial de Bellas
Artes y don Rafael Contreras, Director del Museo Monográfico de Lina-
res, han facilitado nuestra labor y en ambos, como siempre, hemos encon-
trado unos guías seguros y desinteresados.
El actual Subdirector General de Excavaciones, Dr. M . Fernández Mi-
randa, ha facilitado con su intervención atinada la rápida publicación de
este volumen. Estamos igualmente reconocidos al doctor Luis Caballero
Zoreda, subdirector del Museo Arqueológico Nacional, que durante su la-
bor al frente de la Subdirección General de Arqueología se tomó gran
interés en la edición de este libro.
J. M . Blázquez
8
I. NECROPOLIS DE LA PUERTA NORTE
Campañas de 1971 y 1972
9
acumulaban, su estado de conservación no puede compararse con el de las
tumbas anteriores. Se ha continuado, pues, la numeración inicial, totali-
zando un conjunto de cien tumbas, de las que ahora se ofrecen 61.
La excavación de esta necrópolis se ha presentado relativamente senci-
lla, por la poca profundidad a que aparece (entre los 12 y los 75 cm.,
como términos extremos) y por el tipo de tierra, poco compacta, a excep-
ción de la zona superficial, y que en ocasiones está totalmente suelta, por
contacto con las afloraciones de roca natural; esta roca es de tipo arenoso,
amarilla, semejante, por ejemplo, a la de los sillares de la villa excavada
también en 1971, y que se estudia en otra parte de esta publicación.
Normalmente, considerábamos llegar a suelo virgen al aparecer la veta
arenosa y estéril del fondo.
Sin embargo, esos dos factores, considerados como ventajosos, fueron
también un inconveniente, porque la poca profundidad facilitó el destrozo
por los arados de gran parte de los materiales, y la tierra suelta impedía
verificar el rastro de los hoyos hechos para depositar los conjuntos (Lám.
n, i).
Casi el total de la necrópolis está cruzado por muros, de poca consis-
tencia (Lám. III), pero muy definidos, entre los que se observa uno
principal SE-NO, y otros que se cruzan con él o se disponen independien-
temente. Están levantados con piedras y guijarros de tamaño variable,
ligados con barro, y tienen una altura media de 40 cm., a veces algo más.
En algunas ocasiones hemos visto claramente que las hiladas de piedra se
asentaban sobre una potente capa de tierra apisonada, como en el perfil
norte de la cuadrícula A - V ; en estos casos, la hilada de piedra no sobrepa-
saba los 10 cm.
Los muros se entrecruzan dejando espacios, algunos de forma capri-
chosa, pero en general tendiendo al rectángulo, siempre partiendo del eje
que supone el largo muro SE-NO de 27 metros de longitud. Como se
puede observar en el plano, las urnas se acumulan en forma alargada en
las franjas II y III, quedando algunas urnas ya muy aisladas en las demás
zonas. El resto del área aparece de esta forma casi vacío de enterramien-
tos. Sin embargo, se vio con claridad durante la excavación que estos
muros son posteriores a los enterramientos, pues hay, al menos, una urna
tapada por aquéllos.
Hay que registrar también la aparición, durante los trabajos de 1971 y
1972, de ciento treinta y siete monedas, de las que ciento treinta y seis
son pequeños bronces de datación tardoimperial, esencialmente de Cons-
tantino y sucesores inmediatos. Esta ingente cantidad de monedas tardías
resulta uno de los elementos cronológicos más discutidos, puesto que la
profundidad media a que aparecen las tumbas se sitúa entre los 20 y los 45
cm., mientras que las monedas han llegado a salir hasta en los 60 y 73 cm.
de profundidad, pero en las zonas donde no hay enterramientos; en nues-
tras dos campañas no hemos encontrado ninguna moneda en el interior de
las urnas.
Los niveles superiores se presentan revueltos, con aparición de cerá-
10
mica ática, suritálica y campaniense, junto con otras de tradición turde-
tana, aretina fina y sigillata hispánica, en fragmentos aislados, que de-
muestran hubo un relleno con tierras procedentes de otros lugares de la
ciudad. Sin embargo, en algún punto de los más altos hemos podido
distinguir niveles intactos. De ellos hablaremos más adelante.
En cuanto a hallazgos menores, no han sido muy relevantes, dentro de
un ambiente de general pobreza: tegulae y ladrillos rotos en las cuadrícu-
las A-1I y III, fragmentos de huesos humanos y de equino, un pendiente
incompleto de bronce en forma de lágrima, de tipo bizantino, placas
amorfas de hierro, un anillo de bronce en buen estado, una hoja de puñal
de hierro, escoria de plomo y un fragmento de mármol blanco, de 10 cm.
de longitud, con la inscripción MILIA en capitales actuarías del siglo II,
de todo lo cual se ofrece una selección en la figura 65.
En total, como puede observarse, la necrópolis es bastante pobre. Para
la tipología de los enterramientos, nos remitimos a la publicación ya
citada, pues los tipos son los mismos, repetidos con mayor o menor
frecuencia. No ha habido ningún otro caso de inhumación, representada
dos veces con anterioridad, aunque algunos huesos sueltos sin calcinar
pudieran ser restos de algún enterramiento de este tipo. Pasaremos a
describir los materiales, dejando para el final su estudio, así como la
interpretación de la necrópolis y su cronología.
CAMPAÑA DE 1971
T U M B A X L (Fig. 1)
Cuadrícula B-II. Situación: 0,65 m. Sur y 0,37 m. Este. Profundidad;
20 cm. Tipo A.
o) Cuenco de perfil troncocónico, borde büobulado, en pasta de color blanquecino,
con degrasante mineral por reducción, de dureza media. Sin decoración.
Medidas: altura, 45 cm.; diámetro boca, 14 cm., de base, 5; grosor medio, 5 mm. N . °
inv. 71. PN. 1. (3).
b) Anilla de hilo de hierro anudado. Diámetro máximo, 5,1 cm.; grosor medio, 3 mm.
N . ° inv. 71. P N . 2.
(3) La clave se refiere al año de campaña, zona y número de inventario, que es correlativo.
11
Fig. I- Puerta Norte. Ajuar de la tumba XL.
T U M B A X L I I (Fig. 3 y L á m . I V , 1)
Cuadrícula B-ll. Situación: 0.10 m. Este y ¡.13 m. Sur. Profundidad:
28 cm. Tipo A.
a) Urna de perfil alargado, forma ovoide. Pasta de color blanco amarillento, d e s a -
sante mineral por r e d u c c i ó n , dureza media, sin poros. Pintura de color rojo achocolatado
formando bandas (cuatro, de 5, 0,6. 4.5 y 0.9 cm.), meandros verticales y rayas paralelas
a peine en sentido oblicuo. Restaurada.
Medidas: altura, 25,6 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 20. 14 y 7.5 c m .
respectivamente. N . ° inv. 71. P N . 4.
b) Cuenco de perfil t r o n c o c ó n i c o , de boca perfilada. Pasta de color blanquecino,
engobe amarillento, degrasante mineral por r e d u c c i ó n , muy dura. D e c o r a c i ó n en la parte
interna formando bandas: rojo oscuro la del borde y las d e m á s , rojo achocolatado: se
delimitan en dos grupos de 4 y 5 bandas y un círculo central de ocho. Restaurado.
Medidas: altura, 5.5 c m . ; d i á m e t r o de la boca, 15 c m . . v del fondo 5,8 c m . N . ° inv. 71.
P N . 5.
c) Urna de forma globular, deformada en la boca y el cuello antes de su c o c c i ó n .
Pasta de color blanco amarillento, desgrasante mineral por r e d u c c i ó n , pasta no muy dura y
poco porosa; presenta el fondo rehundido. Carece de d e c o r a c i ó n . Restaurada.
Medidas: altura, 28,5 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca, 29,5 c m . y m í n i m o , 24,3;
fondo, 7,5 c m . N . ° inv. 71. P N . 6.
T U M B A X L I I I (Fig. 4)
Cuadrícula C-II, pegada al muro. Situación: OJO m. Oeste y 0,75 m.
Norte. Profundidad 20 cm. Tipo E.
a) Cuenco de perfil t r o n c o c ó n i c o , con borde muy sobresaliente y hacia abajo al
exterior. Pasta de color blanco, algo anaranjada. Degrasante mineral por r e d u c c i ó n ; no
muy bien decantada, de poca dureza. Carece de d e c o r a c i ó n . Fragmentado.
12
Fig. 2. Puerta Norte. Ajuar de la tumba XI A.
13
Flg. 3. Puerta Norte. Ajuar de la tumba XLII.
14
I I
T U M B A X L 1 V (Fig. 5)
Cuadrícula C-ll. Situación: 0,58 m. Norte y 0,29 tu. Oeste. Profundi-
dad: 20 cm. Tipo A.
ai L i n a de forma ovoide y perfil cilindrico. Pasta de color amarillento, poros finos,
dureza media. Decorada en color rojo oscuro, con bandas horizontales, entre las cuales
alternan meandros verticales y semicírculo. Restaurada.
Medidas: altura. 2K cm ; d i á m e t r o s de boca, cuello, panza y fondo. 16, 13, 20 y X c m .
respectivamente; las bandas. 5,5 y 5 c m . N . " inv. 71. P N . 10.
15
/•'/.tí. 5. Puerta Norte. Pieza de la nimba XUV.
16
F/#. 6. Puerta Norte. Ajuar de la tumba XI.V.
T U M B A X L V (Fig. 6 y L á m . I V , 2)
Cuadrícula C-II. Situación: 0,16 m. Norte y 0,85 m. Oeste. Profundi-
dad, 20 cm. Upo E.
al Urna de forma ovoide y perfil cilindrico. Pasta amarillenta, dureza media, poco
porosa. Decorada en color rojo achocolatado con cuatro bandas de 4, 5,5 I y 0,2 c m . ,
meandros verticales y motivos a peine oblicuos.
Medidas: altura. 30 c m . ; d i á m e t r o de panza, 20 c m . y de base, 7; grosor medio. 6 mm.
N . ° inv. 71. P N . II.
h) Urna globular de perfil ovoide. Pasta de color amarillento, de poros finos, dureza
media. D e c o r a c i ó n de bandas en color rojo achocolatado sobre engobe amarillento.
Medidas: altura, 12 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , de boca y base, 8.5 14 y 5,5 c m . respecti-
vamente. N . ° inv. 71. P N . 12.
17
17
/•(#. 7 v /'/>. <S. Puerta Norte. Núm.s. 14 v 15. fragmentos ele la tumba XLV1; núm. 17. de la tumba
XLVU.
18
Fig. 9. Puerta Norte. Urna de la tumba XLVIII.
T U M B A X L V I (Fig. 7)
Cuadrícula B-II. Situación: 0,07 ni. Norte y 0,10 ni. Este. Profundidad,
18 cm. Tipo E.
19
Fig. 10. Puerta Norte. Pieza de la tumba XLIX.
T U M B A X L V I I (Fig. 8)
Cuadrícula C-Il. Situación: 0,10 ni. Norte y 0,19 ni. Oeste. Profundi-
dad, IS cm. Tipo /•'.
a) Fragmento de base de urna. Base algo rehundida. Pasta blanquecina, con acusadas
huellas de torno en el interior. Conserva restos de pintura de color rojo achocolatado, a
bandas, en el exterior.
Medidas: Altura, 3,5 c m . ; d i á m e t r o de la base, 7 cm.; grosor medio, 4 mm. N . ° inv.
71. P N . 17.
h) Fragmento de borde de una p e q u e ñ a urna, pasta de color anaranjado, c o n pintura
de color rojo achocolatado. Dureza media, poco porosa. Mide 1.5 c m . N . ° inv. 71. P N . 18.
T U M B A X L V I I I (Fig. 9)
Cuadrícula C-II. Situación, pegada al lado Norte y 1,70 ni. Oeste.
Profundidad, 17 cm. Tipo C.
20
a) Urna de forma ovoide, perfil cilindrico. Pasta r o s á c e a , dura y de poros finos.
Decoración en color ocre rojizo en bandas, semicírculos y meandros verticales a peine.
Está muy deteriorada.
Medidas: altura, 27 c m . ; d i á m e t r o s de la boca, panza y base, 7,5 18,5 y 6 c m .
respectivamente. N . ° inv. 71. P N . 19.
T U M B A X L I X (Fig. 10)
Cuadrícula C-III. Pegada al lado Oeste y 0,90 m. Norte. Profundidad,
18 cm. Tipo D.
a) Fragmento de base de urna, de pasta color blanquecino, muy porosa, dureza
media. L l e v a una d e c o r a c i ó n de pintura anaranjada con bandas horizontales en color ocre
rojizo.
Medidas: altura conservada, 8 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 16 c m . y de la base, 7 c m . N . °
inv. 71. P N . 20.
T U M B A L (Fig. 11 y L á m . I V , 3)
Cuadrícula B-III. Situación: 0,70 m. Sur y 0,19 m. Este. Profundidad,
22 cm. Tipo A.
a) Urna ovoide, con cuello cilindrico y borde vuelto. Pasta amarillenta, muy porosa y
dura. Decorada de forma tosca con bandas de diferentes grosores; en el hombro, cuartos
de círculo formando un zig-zag a peine; en la panza, líneas oblicuas. E s t á restaurada.
Medidas: altura, 25 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 22, 18 y 9 c m . respecti-
vamente; grosor medio, 6 m m . L a s bandas, 3,4, 3,5, 3,6 y 1 c m . N . ° inv. 71. P N . 21.
b) Fragmento de borde de cuenco, recto, con lóbulo al exterior. Pasta blanquecina,
de poros finos y degrasante silíceo. Carece de d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura, 3,7 c m . ; d i á m e t r o de boca, 14,2 c m . y 5 mm. de grosor medio. N . °
inv. 71. P N . 21 bis.
c) Fragmento de cuello de c á n t a r o , con arranque de asa estriada. Pasta anaranjada,
con degrasante calizo. Mide 2,9 c m . de altura y 1,1 de grosor en el asa. N . ° inv. 71. P N . 22.
21
Fig. 12. Puerta Norte. Ajuar de la tumba Ll.
22
Fig. 13. Puerta Norte. Ajuar de la tumba l.ll.
T U M B A L l (Fig. 12)
Cuadrícula C-III. Situación: 0,32 m. Este y 1.20 m. Sur. Profundidad,
22 cm. Tipo I).
a) Fragmento de pan/a de urna, de pasta blanquecina, con poros finos y degrasante
calizo, lista decorada con engobe anaranjado y pintura de color ocre rojizo Formando
círculos c o n c é n t r i c o s y meandros verticales entre bandas.
Medidas: altura conservada, 24 c m . ; d i á m e t r o aproximado, 27 cm. m á x i m o ; grosor, 9
mm. N . ° inv. 71. P N . 23.
h) Fragmento de borde de cuenco, labio bilobulado. Pasta color blanco r o s á c e o , con
degrasantes calizos. Carece de d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura. 4.4 c m . ; d i á m e t r o aprox. borde, 15 c m . ; ancho del lóbulo, 9 mm.;
grosor medio. 7 mm. N . " inv. 71. P N . 24.
23
Fig, 14. Puerta Norte, Ajuar <A la tumba l.lll.
T U M B A L U I (Fig. 14)
Cuadrícula C-III. Situación: 1,40 m. Este y 0,85 m. Sur. Profundidad,
25 cm. Tipo E.
a) Fragmento de borde y panza de nina, en pasta grisácea, con poros finos y
acusadas huellas de torno en el interior. Borde exvasado. Está decorada con pintura en
color ocre rojizo, formando bandas y semicírculos a peine intercalados con meandros
verticales.
Medidas conservadas: altura. 26 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 18,5 c m . y de la boca, 12. N . °
inv. 71. P N . 26.
h) Cuenco de forma t r o n c o c ó n i c a . con el borde lobulado hacia el exterior. Pasta
amarilla clara, dureza media, poco porosa. Carece de d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura. 5.5 c m . : d i á m e t r o de la boca. 14.5 y de la base. 7 cm. N . " inv. 71.
P N . 27.
T U M B A L I V (Fig. 15)
Cuadrícula C-III. Situación: pegada al lado Oeste y 1,90 m. Sur.
Profundidad, 13 cm. Tipo A.
a) Fondo y parte de la panza de una urna, de base rehundida y pie anular. Pasta de
color anaranjado, dureza acusada, porosa. Está fragmentada y sin restaurar. Decorada de
forma imprecisa con pintura roja. Mide 8 c m . de altura por 13 y 8 c m . de d i á m e t r o s
m á x i m o y de base. N . ° inv. 71. P N . 28.
h) Fondo de p e q u e ñ a urna de forma t r o n c o c ó n i c a . Pasta anaranjada, con huellas
pronunciadas de torno en el interior. Carece de d e c o r a c i ó n . Mide aproximadamente 3,5
cm. de altura por 8 de d i á m e t r o m á x i m o y 4 en la base. N . ° inv. 71. P N . 28 bis.
c) Tapadera: le falta el pivote. Pasta amarillenta, sin d e c o r a c i ó n . Mide 4 c m . de
altura y 15,5 de d i á m e t r o m á x i m o . N . ° inv. 71. P N . 29.
24
29
: — i — i — -
25
Fif>- 16. Puerta Norte. Piezas de I••< tionluts / v M / respectivamente.
r
26
a) Urna cilindrica, de fondo rehundido y borde vuelto. Pasta de color blanquecino, de
poros finos, gran dureza, recubierta con un engobe amarillento. Decoración en pintura de
color ocre rojizo, alternando entre bandas horizontales círculos y meandros verticales.
I .igeramente restaurada.
Medidas: altura. 27 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca, cuello y base. 19, 14. 12 y 8 cm.
respectivamente: grosor medio, 6 m m . N . " inv. 71. P N . 31.
b) Cuenco de forma t r o n c o c ó n i c a y borde lobulado al exterior; pasta de color c a s t a ñ o
claro, dura y de poros finos. Carece de d e c o r a c i ó n . Huellas muy pronunciadas de torno en
el exterior. Base con anillo, algo rehundida.
Medidas: altura. 6 c m . ; d i á m e t r o de la boca. 13,5 cm. y de la base, 5 c m . N . ° inv. 71.
P N . 32.
c) Pequeña urna votiva, de perfil en ese. Panza ovoide y cuello cilindrico, con labio
exvasado. Pasta blanca, de gran dureza, con poros finos y escasos. Carece de d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura. 4.5 c m . ; d i á m e t r o de la boca, 4 cm. y de la base. 3 cm. N . ° inv. 71.
P N . 33.
T U M B A L V I I I (Fig. 18 y L á m . I V , 4)
Cuadrícula B-III. Situación: 0,25 ni. Oeste y 0,20 m. Sur. Profundidad:
20 cm. Tipo E.
al L i n a de forma ovoide, casi circular. P e q u e ñ o cuello con labio exvasado. F a base
rehundida hacia dentro. Pasta blanquecina, de poros finos, con degrasante silíceo. Deco-
rada con meandros a peine verticales, círculos c o n c é n t r i c o s y bandas en pintura de color
rojo achocolatado. Fsta restaurada.
Medidas: altura. 26 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base. 28. 12 y 9 c m . respecti-
vamente. Las bandas, de 1.5. 4. 6.5 y 1,5 c m . N . ° inv. 71. P N . 34.
h) P e q u e ñ a urna votiva, de perfil en ese. similar a la n ú m e r o 33. de la tumba 1.V1I.
N . ° inv. 71. P N . 35.
27
Fig. 19. Puerta Norte. Ajuar Je la tamba /..Y.
TUMBA LIX
Cuadrícula C-III. Situación: 1.23 ni. Norte y 0.12 ni. Oeste. Profundi-
dad: 10 cm. Tipo F, muy destruido.
a) Diversos fragmentos sueltos, de un ajuar muy destrozado. Son dos fondos de
cuenco, el borde de una urna y varios otros fragmentos, posiblemente de la misma urna,
con restos de pintura en color rojo achocolatado. L a del borde es de un rojo m á s intenso.
E l fragmento mayor mide 6 c m . N . ° inv. 71. P N . 36.
T U M B A L X (Fig. 19 y L á m . V , 1)
Cuadrícula C-III. Situación: 1.15 ni. Norte y 0,15 ni. Oeste. Profundi-
dad: 21 cm. Tipo F.
a) Urna esférica, de pasta color b l a n c o - g r i s á c e o , muy porosa, de dureza media, corte
rugoso. Carece de d e c o r a c i ó n . L e faltan fragmentos del cuello y borde.
Medidas: altura, 10,4 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 12,5 7,5 y 4 c m . :
respectivamente. N . ° inv. 71. P N . 37.
b) Lucerna en forma de platillo, de un solo pico, en pasta color anaranjado, de
dureza media, poros finos y degrasante silíceo. Carece de d e c o r a c i ó n . Está restaurada.
Medidas: altura, 3 c m . ; d i á m e t r o anteroposterior, 10 c m . , y transversal, 9.7 c m . N . °
inv. 71. P N . 38.
28
Fi/i. 20. Puerta Norte. Piezas de las tumbas LXI (39-41) y I.XII (42).
29
Fig. 21. Piuría Norte, \juar de la tumba LXIIl.
30
b) Fragmentos del borde de un plato, de barro anaranjado claro, duro, con degrasante
mineral silíceo; corte rugoso. El fragmento mayor mide 3,5 cm. N . ° inv. 71. PN. 43.
c) Fragmentos de fondo y panza de una urna. Pasta de color blanquecino, muy dura,
de poros finos. Decoración uniforme en el exterior y el interior con pintura de color rojo
claro, con bandas de rojo achocolatado. Fondo rehundido. Diámetro del fondo con pie, 7,2
cm. N . ° inv. 71. P N . 44.
T U M B A L X I V (Fig. 22)
Cuadrícula B-III. Situación: 0,12 m. Este y 1,60 m. Norte. Profundi-
dad, 16 cm. Tipo A. .
a) Urna ovoide de cuello cilindrico, labio exvasado y panza globular. Pasta blanca
con tonos amarillentos, muy porosa y con degrasante silíceo. Decorada con motivos de
bandas horizontales, círculos y meandros verticales a peine, en pintura castaño rojizo. Está
restaurada.
Medidas: altura, 27 cm.; diámetro de boca, 13 cm., máximo, 22 y de la base, rehun-
dida, 8 cm. N . ° inv. 71. P N . 47.
b) Urna esférica, sin cuello, de borde vuelto, en pasta blanquecina, con señales
externas de torno, de poros finos, con escaso degrasante. Carece de decoración.
Medidas: altura, 8,4 cm.; diámetros máximo, de boca y base, 9,8, 6,5 y 3,7 cm.
respectivamente; grosor medio, 4 mm. N . ° inv. 71. P N . 48.
c) Fragmento de tapadera, sin pivote, en pasta rosácea, de poros finos y degrasante
silíceo. Está decorada con una banda horizontal en la parte interna, de color castaño
rojizo.
Medidas: altura, 2,7 cm.; diámetro máximo, 15 cm.; grosor, 6 mm. N . ° inv. 71. P N . 49.
T U M B A L X V (Fig. 23)
Cuadrícula B-III. Situación: 0,13 m. Oeste y 1,83 m. Sur. Profundidad:
13 cm. Tipo E.
a) Tapadera de perfil troncónico, de borde biselado, en pasta de color blanquecino,
con poros finos y abundantes. Carece de decoración. Está restaurada.
Medidas: altura, 5 cm.; diámetros de boca y de base, 8,7 y 3,5 cm.; altura del pivote, 7
mm. N . ° inv. 71. PN. 50.
b) Fragmentos, posiblemente de una urna, en pasta blanquecina, con decoración de
pintura rojiza, sin posible reconstrucción. El mayor mide 3 cm. N . ° inv. 71. P N . 51.
31
Fig. 23. Huerta Norte. Pieza del ajuar de la tumba LXV.
T U M B A L X V I (Fig. 24)
Cuadricula B-III. Situación: 1,12 ni. Sur y 0,61 ni. Este. Profundidad:
27 cm. Tipo E.
ei) Urna incompleta, base y parte de la pan/a, en pasta blanco grisácea, de poros
finos y cubierta de engobe rojo. Kstá decorada con pintura c a s t a ñ o rojizo en bandas
horizontales. Base rehundida.
Medidas: altura m á x i m a , 14 c m . : d i á m e t r o m á x i m o , 12. y de base, 4,7 c m . ; grosor, 4
mm. N . ° inv. 71. P N . 52.
TUMBA LXVII
Cuadrícula B-III. Situación: 0,17 ni. Este y 1,30 ni. Sur. Profundidad:
22 cm. Tipo E.
Está destruida hasta tal punto que no es posible reconstruir nada. Quedan apenas algu-
nos fragmentos de c e r á m i c a del tipo de las ninas, con restos de pintura, y parte de una
panza en ese, posiblemente de una umita votiva del tipo corriente en la n e c r ó p o l i s . Se
deduce que eran de un solo conjunto por no aparecer en su alrededor y nivel c e r á m i c a de
otro tipo.
T U M B A L X V I I I (Fig. 25)
Cuadricula B-III. Situación: 1,90 ni. Sur y 1,35 ni. Este. Profundidad:
20 cm. Tipo A.
a) Fragmentos de fondo y parte de la panza de una urna cilindrica. Pasta de color
c a s t a ñ o claro, de poros finos y con degrasante silíceo. Tiene d e c o r a c i ó n pintada en bandas
de color ocre rojizo. Fa base es rehundida.
Medidas: altura aproximada, 15,6 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 18.6 c m . . y de base. 9,4;
grosor, 4 mm. N . ° inv. 71. P N . 53.
32
Fig. 24. Puerta Norte. Pieza de la tumba LXVI.
TUMBA LXIX
Cuadrícula B-III. Situación: 0,93 ni. Norte y 0.12 m. Este. Profundi-
dad: 23 cm. Tipo F.
a) Fondo y parte de la panza de una urna de forma t r o n c o c ó n i c a . Pasta de color
c a s t a ñ o rojizo, con acusadas huellas de torno en el interior y muy porosa. Carece de
decoración.
Medidas: altura aprox.. 11.5 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 19 c m . y de la base, 7,5; grosor
medio, 6 mm. N . ° inv. 71. P N . 54.
TUMBA L X X
Cuadrícula B-III. Situación: 0,81 m. Norte y 0,28 m. Oeste. Profundi-
dad: 11 cm. Tipo no identificable.
Varios fragmentos de pasta roja clara, y otros de pasta blancuzca. Estos últimos, deco-
rados con pintura de color rojo achocolatado en bandas y círculos c o n c é n t r i c o s , que posi-
blemente correspondan a una urna. N . ° inv. 71. P N . 55.
33
Fig. 25. Hiicria Norte. Urna de la tamba LXVlll.
T U M B A L X X I (Fig. 26 y L á m . I X , 1)
Cuadrícula B-III. Situación: 1,23 m. Norte y 0,68 m. Este. Profundi-
dad: 16 cm. Tipo A.
a) Urna de forma cilindrica con cuello deprimido, labio vuelto al exterior y base
rehundida. Pasta amarillenta, muy porosa y dura. Está decorada con motivos geométri-
cos, alternando meandros verticales a peine, círculos c o n c é n t r i c o s y bandas horizontales, en
pintura de color c a s t a ñ o rojizo. La boca está algo deformada.
Medidas: altura, 25 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base. 20. 14 y 8 c m . respecti-
vamente: grosor medio, 8 mm. N . ° inv. 71. P N . 56.
h) Tapadera circular con pivote central, en pasta amarillenta, poco porosa, con
degrasante silíceo y huellas de torno en la parte interior superior. Carece de decoración.
Bien conservada, como la anterior.
Medidas: d i á m e t r o , II c m . ; altura, 15 c m . ; altura y grosor del pivote. 1.5 y 2,3 c m . N . °
inv. 71. P N . 57.
c) Urna esférica de base plana y labio exvasado al exterior. Pasta blanca c o n tonali-
dades g r i s á c e a s , muy porosa, blanda y con degrasante silíceo. Carece de d e c o r a c i ó n . Bien
conservada.
Medidas: altura. 10,5 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 13,2. 7,6 y 6 c m .
respectivamente; grosor medio, 3 m m . N . ° inv. 71. P N . 58.
34
57
35
Fig. 27. Puerta Norte. Ajuar de ¡a tumba LXXll.
36
Fig. 28. Puerta Norte. Ajuar de la tumba IXXlll.
37
a) Urna ovoide de cuello cilindrico: labio recto, exvasado al exterior; base rehun-
dida, de superficie ondulada, sobre un pie de 8 mm. de altura. Pasta amarillenta, con
acusadas huellas de torno en el interior. Toda la pared externa está decorada con pintura
anaranjada en bandas horizontales, y entre el cuello y la panza se alternan círculos
c o n c é n t r i c o s y meandros verticales. Restaurada.
Medidas: altura, 27 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 25. 21 y 9 c m . respecti-
vamente; grosor medio, 8 mm. N . ° inv. 71. P N . 61.
h) Urna ovoide de labio exvasado al exterior; base troncocónica y ligeramente rehun-
dida. Pasta amarillenta, dura, muy porosa y con degrasante silíceo. Conserva d e c o r a c i ó n
de bandas horizontales, en pintura c a s t a ñ o rojizo, en el cuello y parte superior de la panza.
Medidas: altura, 11,2 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base. 11,9 9 y 5.3 c m .
respectivamente; grosor medio. 3 mm. N . ° inv. 71. P N . 62.
c) Cuenco de forma t r o n c o c ó n i c a y base plana con pie de 5 mm. de alto. Pasta
blanquecina, muy porosa, medianamente dura y con degrasante calizo. Carece de decora-
ción. Le faltan algunos fragmentos.
Medidas: altura. 5,5 c m . ; d i á m e t r o s de boca y base, 12,3 y 5.3 c m . ; grosor, 6 mm. N . °
inv. 71. P N . 63.
T U M B A L X X I V (Fig. 29)
Cuadrícula C-III. Situación: 0,73 ni. Norte y 0,23 ni. Oeste. Profundi-
dad, 26 cm. Tipo F.
ti) Urna cilindrica, de labio vuelto al exterior, base muy rehundida. Pasta blanque-
cina, con tonalidades amarillentas, dura y de poros finos. Decorada en pintura ocre-rojiza
con bandas horizontales, círculos c o n c é n t r i c o s y meandros verticales. Restaurada.
Medidas: altura, 28 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 18. 15 y 8 cm. respecti-
vamente; grosor, 6 mm. N . ° inv. 71. P N . 64.
h) Urna esférica, de base plana y superficie poco uniforme. Pasta rosácea, muy
porosa y dura. Carece de d e c o r a c i ó n . M u y bien conservada. Huellas de torno interiores.
Medidas: altura, 7,5 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 9,3, 6 y 5 c m . respecti-
vamente; grosor medio, 3 mm. N . ° inv. 71. P N . 65.
38
Fig. 30. Puerta Norte. Ajuar Je la lamba I.XXV.
T U M B A L X X V (Fig. 30 y L á m . VII)
Cuadrícula C-III. Situación: 1,95 m. Oeste y 0,82 m. Norte. Profundi-
dad, 28 cm. Tipo F.
a) Urna cilindrica de labio exvasado al exterior, con vuelta curva, base rehundida.
Pasta amarillenta, dura, de poros finos y degrasante silíceo. Decorada con pintura rojiza a
base de círculos c o n c é n t r i c o s , meandros a peine y bandas horizontales. Bien conservada.
Medidas: altura, 27 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 18, 15 y 7 c m . respecti-
vamente; grosor medio, 6 mm. N . ° inv. 71. P N . 66.
b) Taza semiesférica de labio c ó n c a v o hacia el exterior. Base plana de pie bilobulado.
Asas arrancando en forma vertical del cuello y de la panza, divididas por acanaladura
central. Estrías muy finas en toda la superficie. Pasta rojiza. Carece de d e c o r a c i ó n .
Restaurada.
Medidas: altura, 7,5 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 8,5 7,4 y 3,8 c m .
respectivamente; grosor medio, 3 mm. N . ° inv. 71. P N . 67.
c) P e q u e ñ a urna votiva, de forma ovoide y perfil en ese. Pasta de color gris muy
claro, con poros finos y degrasante calizo. Carece de d e c o r a c i ó n . Faltan fragmentos del
cuello y la boca.
Medidas: altura, 6 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 5, 4,2 y 2,3 c m . respecti-
vamente; grosor medio, 2 mm. N . ° inv. 71. P N . 68.
39
Fig. 31. Puerta Norte. Pieza de la tumba LXXVI.
T U M B A L X X V I (Fig. 31 y L á m . V I , 2)
Cuadricula C-III. Situación: 1,90 ni. Oeste y 0,80 ni. Norte. Profundi-
dad: 28 cm. Tipo F.
a) Urna cilindrica de borde exvasado y base rehundida. Pasta amarillenta, bien
decantada, de dureza media. Decorada con pintura c a s t a ñ o rojizo, formando círculos
c o n c é n t r i c o s , meandros verticales a peine y bandas horizontales. Está restaurada.
Medidas: altura, 29,2 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, IX. 13 y 7 c m .
respectivamente; grosor medio. 7,5 mm. N . ° inv. 71. P N . 69.
b) U n g ü e n t a r l o de panza ovoide, base plana y largo cuello con boca de labio vuelto al
exterior. Pasta r o s á c e a . Decorado con pintura rojiza en la zona interna del cuello y bandas
horizontales en la panza. Restaurado con cera.
40
Medidas: altura. 36,8 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 6,7, 3,2 y 3 c m .
respectivamente; grosor, entre 2 y 4 mm. N . ° inv. 71. P N . 70.
c) Urna esférica de labio vuelto al exterior, base plana, sin cuello. Pasta g r i s á c e a , de
poros finos, no muy dura. Carece de d e c o r a c i ó n . L e faltan fragmentos del labio y la panza.
Medidas: altura, 9,5 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 10,4 6,3 y 4,2 c m .
respectivamente; grosor, 2 mm. N . ° inv. 71. P N . 71.
T U M B A L X X V I I (Fig. 32)
Cuadrícula C-III. Situación: 1,90 m. Oeste y 0,75 m. Norte. Profundi-
dad: 26 cm. Tipo E.
a) Fragmento de base de urna de posible forma ovoide, en pasta blanquecina, deco-
rada c o n pintura roja en una banda horizontal. Base ligeramente rehundida, con p e q u e ñ o
pie. Mide 5 c m . de altura, 7 de d i á m e t r o conservado y 7 m m . de grosor en la pared. N . °
inv. 71. P N . 72.
b) Fragmentos de una urna, posiblemente la panza, en pasta de color rojo oscuro,
muy basta, con degrasante mineral, mica y paja. M a l cocida, muy porosa y dura. Huellas
de torno en el interior. Carece de d e c o r a c i ó n . E l fragmento mayor mide 7 c m . N . ° inv. 71.
P N . 73.
c) Fragmentos, posiblemente pertenecientes a una urna de p e q u e ñ a s proporciones,
entre ellos un borde exvasado de 5,1 c m . de largo por 2,5 de alto. Pasta de color r o s á c e o ,
con engobe rojo claro y pintura rojo oscuro en d e c o r a c i ó n de bandas y fragmentos de
círculos c o n c é n t r i c o s . N . ° inv. 71. P N . 74.
T U M B A L X X V I I I (Fig. 33)
Cuadrícula B-III. Situación: 1,60 m. Norte y 0,10 m. Este. Profundi-
dad: 20 cm. Tipo E.
a) Urna de forma ovoide, con borde de labio exvasado en ángulo recto. Base ligera-
mente rehundida. Pasta amarillenta, dura y de poros finos. Decorada en pintura color
c a s t a ñ o rojizo, formando bandas horizontales, círculos c o n c é n t r i c o s y meandros verticales.
Está restaurada.
41
Fig. 33. Puerta Norte. Ajuar de la tamba LXXVII!.
T U M B A L X X I X (Fig. 34 y L á m . VIII)
Cuadrícula B-III. Situación: l,50 ni. Norte y 0,15 ni. Este. Profundi-
dad: 19 cm. Tipo A.
a) Urna cilindrica, de labio exvasado al exteiix \ base rehundida. Pasta blanquecina,
con profundas huellas de torno en el interior, poco porosa y dura. Degrasante mineral, con
mica. Decorada con pintura c a s t a ñ o rojiza, formando bandas horizontales, círculos con-
c é n t r i c o s y meandros verticales a peine. Restaurada.
Medidas: altura, 28 c m . ; d i á m e t r o s m á x i m o , de boca y base, 20, 15 y 7.5 c m . respecti-
vamente: grosor medio. 4 mm. N . ° inv. 71. P N . 77.
42
Fig. 34. I'uería Norte. Ajuar de la tamba I.XXIX.
43
b) Cuenco troncocónico, labio biselado y pequeño pie, en pasta castaña clara, poros
finos, con señales de torno. Carece de decoración. Perfecta conservación.
Medidas: altura, 6 cm.; diámetro de la boca, 14 cm. y de la base, 5,5. N . ° inv. 71.
PN. 78.
c) Vaso de paredes finas, casi completo, de forma ovoide y cuello troncocónico.
Fondo plano con pequeño pie. No se conserva el borde. Pasta de color castaño oscuro;
decorado a la barbotina, formando tres líneas oblicuas en la pared externa. Restaurado.
Medidas: altura aproximada, 7,7 cm.; diámetro máximo, 8,1 cm., y de base, 3,4; grosor
medio, 1 mm. N . ° inv. 71. P N . 79.
d) Vaso muy semejante al anterior, de panza algo más achatada, en pasta castaño
oscuro, muy dura, con degrasante mineral y poros finos y escasos. Presenta restos de
pintura de color castaño verdoso en el cuello y la panza, y rojizo tostado en la base y el
pie, combinada con decoración a la barbotina en tres franjas oblicuas en la panza. No se
conserva tampoco el borde. Restaurado.
Medidas: altura aproximada 7,2 cm.; diámetro máximo, 8,4 cm. y de base, 3,7; grosor,
1 mm. N . ° inv. 71. P N . 80.
C A M P A Ñ A D E 1972
44
Otro aspecto insólito es una formación consistente en una gran piedra,
sin desbastar, rodeada de otras menores. De ellas hemos encontrado dos,
siendo una de ellas muy clara (Lám. III, 2, cuadrícula B-V). Al final de
la excavación las desmontamos, pero bajo ellas no había absolutamente
nada. Ignoramos, pues, su utilidad o significado, pudiéndolas relacionar en
todo caso con las tumbas tipo D, que aparecen rodeadas de pequeñas
piedras, así como con antiguos simbolismos funerarios.
Son de resaltar también las piezas de umbral y de quicio que aparecen
reutilizadas en esta campaña. Aparte de la ya mencionada en D-IV, en
Amp-II aparecen dos de quicio y una de umbral, a continuación de un
pequeño muro en el que está situada la tumba XCII. Sin embargo, es muy
problemática su utilización como tales, pues el muro no continúa.
Hay un nuevo caso de enterramiento sobre tégula (tipo B de
Blázquez-Molina), el n.° X C , bien apreciado; el resto se distribuye dentro
del tipo A y, la mayoría, del F , es decir, ajuar depositado en la tierra sin
mayor protección.
Hallazgos menores han sido muy escasos, destacando la abundancia de
clavos de hierro, un pasador de bronce, dos cuentas de collar, un frag-
mento de piedra de molino, dos de inscripciones en mármol y otras piezas
que se ofrecen en la figura 65.
Como ya mencionamos en la introducción a la campaña de 1971,
debemos registrar en 1972 la aparición de 59 monedas, de las que todas,
a excepción de un gran bronce de Augusto, son tardías, entre fines del
siglo III d. C . y el siglo IV, aunque ninguna en un ajuar cerrado. Una pieza
cerámica de mucho interés para la cronología de la necrópolis, como
veremos, es la de la tumba L X X X V I I .
T U M B A L X X X (Fig. 35)
Situada en la cuadrícula A-II1, a 1,50 m. Este y 0,78 m. Sur. Profun-
didad, 65 cm. Tipo E.
a) Fragmento de borde, cuello y panza de una urna votiva. Pasta blanco-grisácea, de
poros abundantes y finos. Degrasante calizo. Huellas de torno en ambas caras. Carece de
decoración.
Medidas: altura, 2,8 cm.; diámetro aproximado de boca, 5 cm. y de panza, 6. N . ° inv.
72. PN. 748.
b) Fragmento de la panza de un ánfora. Pasta blanquecina, de poros finos, muy dura.
Carece de decoración. Mide 31,5 cm. de altura y 15 mm. de grosor medio. N . ° inv. 72.
PN. 748 bis.
(4) Hemos de advertir que en esta campaña se realizó una numeración corrida para toda la
cerámica de las diferentes excavaciones de Cástulo, con lo que el inventario del material de la Puerta
Norte comienza en el 601 hasta el 903, correspondiendo a los ajuares completos del 748 al 822.
También advertimos que dada la conservación de estos nuevos materiales hemos considerado
suficiente representarlos con los dibujos, por lo que no ofrecemos fotografía de ellos.
45
Fig. 35. /'mu,; \ ••!,•. Piezas de la tumba LXXX.
46
Fig. 37. Puerta Norte. Piezas de lo tumba LXXXU,
T U M B A L X X X I (Fig. 36)
Situada en la cuadricula A-lll, a 1,67 ni. Oeste y 0,35 m. Sur. Profun-
didad, 60 cm. Tipo E.
a) Fragmento de panza de ánfora, en pasta de color muy claro, porosa y dura, media
de d e c a n t a c i ó n y con degrasante mineral. Carece de d e c o r a c i ó n . Mide 45,5 c m . de altura y
entre 12 y 24 m m . de grosor medio. N . ° inv. 72. P N . 749.
b) Fragmento de fondo y parte inferior de la panza de una urna. Pasta de color
blanquecino, porosa, bien decantada, con degrasante silíceo. Huellas marcadas de torno en
el interior. N o se le aprecia d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura, 15,5 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 26 c m . y de base, 10,1; grosor, entre 6 y
15 mm. N . ° inv. 72. P N . 749 bis.
T U M B A L X X X I I (Fig. 37)
Cuadrícula A-lll. Situada a 1,35 m. Sur y 1,35 m. Oeste. Profundidad,
65 cm. Tipo E.
a) Fragmento del cuerpo de un ánfora, de 43,5 c m . de altura y 5 m m . de grosor de
pared. Pasta blanquecina, muy porosa y dura, bien decantada y con degrasante mineral.
u
Sin d e c o r a c i ó n . N . inv. 72. P N . 750.
b) Fragmento de fondo de urna, con base plana; pasta de color blanco con matices
pardos de la c o c c i ó n ; degrasante calizo. Pronunciadas huellas de torno en la base. N o tiene
decoración.
Medidas: altura, 3 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 16 c m . y de base, 8; grosor, 6-7 m m . N . °
inv. 72. P N . 750 bis.
47
Fifí. 3R. Puerta Norte. Fragmento Je uno pieza de la tamba LXXXlll.
T U M B A L X X X I I I (Fig. 38)
Cuadricula A-lll. Situación, 1,60 ni. Oeste y 1,72 ni. Sur. Profundidad,
17 cm. Tipo F.
o) Fragmentos del fondo y parte inferior de una misma urna, de forma pronunciada-
mente globular; pasta g r i s á c e a , medianamente porosa, con degrasante calizo. Huellas de
torno en el interior. Conservaba restos de ceniza adheridos. N o tiene d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura conservada. 6 c m . ; d i á m e t r o aprox.. 18,2 c m . ; de la base, 8,4 c m . ;
grosor de pared, entre 7 y 9 m m . N . ° inv. 72. P N . 751.
48
íg. 40. Puerta Norte. Piezas de la tamba LXXXV.
49
T U M B A L X X X I V (Fig. 39)
Cuadrícula A-lll. Situada a 1,78 m. Oeste y 1,50 m. Sur. Profundi-
dad, 18 cm. Tipo E.
a) Fragmento de panza de urna, en pasta de color castaño muy claro, de poros finos,
decantación media y degrasante mineral. Mide 30,5 cm. de altura y 5 mm. de grosor
medio. Superficie rugosa. N . ° inv. 72. P N . 752.
b) Fragmento de cuerpo de ánfora, con el arranque del asa. Pasta amarillenta, con
poros gruesos y abundantes, blanda y con degrasante calizo. Huellas de torno internas.
Carece de decoración.
Medidas: altura, 9,2 cm.; ancho máximo, 5,5 cm.; grosor medio, 8 mm. N . ° inv. 72.
PN. 752 bis.
T U M B A L X X X V (Fig. 40)
Cuadrícula A-V. Situación: 1,20 m. Sur y 1,60 m. Este. Profundidad,
60 cm. Tipo E.
a) Fragmento de panza de ánfora, de 28,5 cm. de altura y 5 mm. de grosor medio.
Pasta blanquecina, muy porosa y bien decantada, de gran dureza, con degrasante mineral.
Sin decorar. N . ° inv. 72. PN. 753.
b) Fragmento de cuerpo de urna, en pasta anaranjada, de poros finos y degrasante
calizo; decorada con pintura en bandas de color rojo achocolatado, y cuartos de círculos a
peine.
Medidas: altura, 6,6 cm.; ancho, 3,2 cm.; grosor, 6 mm. N . ° inv. 72. P N . 753 bis.
T U M B A L X X X V I (Fig. 41)
Cuadrícula A-lll. Situación: 0,70 m. Sur y 0,75 m. Oeste. Profundidad,
21 cm. Tipo D.
a) Urna de forma esférica, sin cuello ni borde. Fondo rehundido. Pasta de color
blanco amarillento, blanda, muy porosa, con degrasante calizo. Huellas de torno internas y
externas. No tiene decoración.
Medidas: altura, 14,4 cm.; diámetros de panza y base, 20 y 7 cm. respectivamente;
grosor medio, 6 mm. N . ° inv. 72. PN. 754.
b) Cuenco de paredes finas, sin borde. Pasta anaranjada, sin poros, degrasante calizo;
acusadas huellas de torno en ambas caras. Decoración de pintura negruzca formando
bandas estrechas.
Medidas: altura, 8,4 cm.; diámetros máximo, de boca y base, 11,4, 7 y 4 cm. respecti-
vamente; grosor, 3 mm. N . ° inv. 72. PN. 755.
c) Varios fragmentos del borde de un cuenco, con labio vuelto al exterior; pasta
amarillenta, con poros gruesos y degrasante calizo. Hay leves restos de engobe rojizo. E l
mayor de los fragmentos mide 3,6 cm. de altura, 7 de anchura y 5 mm. de grosor. N . ° inv.
72. P N . 756.
50
Fig. 42. Puerta Norte. Urna de la tamba LXXXV1I.
color ocre rojizo; faja de rosetas estampilladas de 1.5 c m . de d i á m e t r o ; banda pintada que
pisa ligeramente las estampillas, y fondo sin decorar.
Medidas: altura conservada. 16 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 18,4 c m . y de base, 8,2; grosor,
5 m m . N . ° inv. 72. P N . 757.
b) U n g ü e n t a d o de cuerpo ovoide y cuello alto, del que se ha perdido la parte
superior. Pasta de color c a s t a ñ o muy claro, bien cocida. Presenta un p e q u e ñ o ó v a l o
pintado en rojo oscuro en la parte baja de la panza. Mide 10 c m . de altura por 6,5 de
ancho. N . ° inv. 72. P N . 757 bis.
T U M B A L X X X V I I I (Fig. 43)
Cuadrícula A-ll. Situación: 0,56 in. Norte y 0,28 in. Oeste. Profundi-
dad, 10 cm. Se hallaba encajada sobre el muro. Tipo A, muy destrozada.
El ánfora estaba volcada y las piezas salidas de su interior, rotas por los
arados.
<i) Anfora de forma tendente al cilindro a la que faltan la boca, las asas y la base c o n
pivote. Pasta de color muy claro, de poros finos, gran dureza y degrasante mineral.
Restaurada.
Medidas: altura. 53,4 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 39 c m . ; grosor medio. 17 mm. N . " inv.
72. P N . 758.
b) Fragmento de borde de urna, posiblemente globular. Pasta de color pardo g r i s á c e o ,
muy basta, c o n degrasante calizo de grano grueso. L a b i o exvasado al exterior en vuelta
curva. Carece de d e c o r a c i ó n . M i d e 4,5 c m . de altura, 6,5 de ancho y 9 m m . de pared. N . °
inv. 72. P N . 758 bis.
c) Fragmento de borde de cuenco en pasta de color c a s t a ñ o claro. E l borde, recto, se
curva hacia el interior. Huellas de torno internas, degrasante calizo. Sin d e c o r a c i ó n .
Mide 5,4 c m . de altura, 5,6 ancho y 8 m m . de grosor. N . ° inv. 72. P N . 759.
51
Fig. 43. Puerta Norte. Anima v fragmentos de la tumba I.XXXYIII.
52
T U M B A X C (Fig. 45)
Cuadrícula Amp-II. Situada a 1 JO m. Este y 1,80 m. Norte. Profundi-
dad, 20 cm. Tipo B, sobre una tégula. Muy destrozada.
a) Urna fragmentada, en tres trozos mayores, fondo, panza y borde, cilindrica, de
tipo kalathos. Pasta rosácea, de poros finos, degrasante calizo, con acusadas huellas de
torno interiores. Decorada con bandas alternas de pintura rojo oscuro y naranja, de unos
25 mm. de ancho. Sobre las bandas naranja hay líneas verticales y onduladas a peine.
Otras muy finas de color achocolatado en el centro y parte inferior de la panza, así como
algunas en el labio exvasado.
Medidas aproximadas: altura, 33 cm.; diámetros máximo, de boca y base, 15, 17 y 10
cm. N . ° inv. 72. PN. 784.
b) Fragmento de borde de urna, posiblemente globular, en pasta de color blanque-
cino, degrasante silíceo, con poros. Labio vuelto al exterior. Carece de decoración. Mide
2,8 cm de altura, 8,3 de anchura y 13 mm. de grosor en el labio. N . ° inv. 72. PN. 785.
c) Fragmentos de la parte superior central de una lucerna. Pasta rosácea, con degra-
sante calizo. Decoración de estrías en círculos concéntricos y estrechas líneas de pintura
roja. Mide 5 cm. de ancho, 3 en la parte central y 4-6 mm. de grosor. N . ° inv. 72. P N . 786.
53
788
54
Fig. 47. Puerta Norte. Ajuar de la tumba XCII.
55
T U M B A XCIII (Fig. 48, arriba)
Cuadrícula Amp-II. Situada a 0,65 m. Norte y 0,95 m. Este. Profundi-
dad, 25 cm. Tipo F.
a) Pequeña urna votiva de perfil en ese, panza esférica y boca exvasada. Base con
pie muy rehundido. En la parte inferior de la panza hay una estría de 2 mm. de ancho.
Pasta blanquecina, con acusadas huellas de torno en la pared interior. Le falta parte del
cuello y labio. Sin decorar.
Medidas: altura, 7,2 cm.; diámetros máximo, de boca y base, 6,4, 6 y 2,6 cm.
respectivamente; grosor, 5 mm. N . ° inv. 72. P N . 791.
h) Fragmento de borde 'de cuenco, con labio biselado de 1 cm. Pasta blanquecina,
con degrasante silíceo y porosidad media. Carece de decoración. Mide 3,5 cm. de altura,
19 cm. aproximadamente de diámetro de boca y 5 mm. de grosor. N . ° inv. 72. P N . 792.
v) Fragmento de borde de urna, exvasado al exterior. Pasta de color desigual por la
c o c c i ó n , entre blanco, rosáceo y gris; porosa con degrasante calizo. Tiene huellas de torno
en ambos lados. Sin decorar. Mide 3,2 cm. de altura, 2,6 de ancho y 8 mm. de grosor. N . °
inv. 72. PN. 793.
T U M B A X C V (Fig. 49)
Cuadrícula Amp-III. Situación: 0,60 m. Este y 1,60 m. Sur. Profundi-
dad, 16 cm. Tipo F, muy destrozada, como la anterior.
a) Fragmentos de borde, cuello y panza de una urna de forma esférica y labio
exvasado al exterior. Pasta de color rojizo, muy porosa, con degrasante calizo y acusadas
huellas de torno. Lleva pintura de color rojo oscuro en bandas horizontales, cuatro finas en
la panza y otra de 17 mm. en el cuello.
Mide 4,3 cm. de altura por 4 de anchura y 4 mm. de grosor. N . ° inv. 72. PN. 795.
56
795
Fig. 49. Puerta \orte. Vaso Je la tumba XCV.
1 1
• • .'I ^53C •
57
Fifi. 51. Puerta Surte. Fragmentos del ,¡¡.,„i ,/. la tumba \'C'\ 11.
T U M B A X C V I I (Fig. 51)
Cuadrícula Amp-M. Situación: 1,10 ni. Oeste y 1,80 ni. Sur. Profundi-
dad, 43 cm. Tipo E.
a) Borde y hombros de una urna de tendencia esférica; labio exvasado al exterior con
una vuelta a bisel de 21 mm. y carena entre el arranque del labio y el borde. Pasta de color
ocre, de poros gruesos y abundantes, con degrasante calizo y huellas de torno en el
interior. Conserva restos de engobe anaranjado. Sin d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura, 7,6 c m . ; d i á m e t r o m á x i m o , 39 c m . , de boca, 34 c m . ; grosor. 7 mm.
N . ° inv. 72. P N . 806.
b) Fragmento de borde y cuello de urna en pasta anaranjada, con poros gruesos y
abundantes y degrasante calizo. Labio exvasado al exterior con vuelta recta de 24 mm.
Carena entre el cuello y el hombro. Conserva restos de engobe rojizo en la pared interna y
anaranjado en la externa. Carece de d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura, 3,6 c m . ; d i á m e t r o aproximado de la boca, 37 c m . ; grosor en la pared.
7 m m . y en el labio, 12. N . ° inv. 72. P N . 807.
58
Fig. 52. Puerta Norte. Ajuar de la tumba XCVIII.
59
T U M B A X C V I I I (Fig. 52)
Cuadrícula Amp-III. Situación. 0.80 m. Oeste y 1,90 m. Norte. Pro-
fundidad. 30 cm. Tipo F.
a) Fragmento de panza y comienzo del fondo de una urna cilindrica, en pasta
blanquecina, muy porosa y con degrasante calizo. Pronunciadas huellas de torno en el
interior. L l e v a una d e c o r a c i ó n en pintura rojo achocolatado en banda de 28 m m . . círculos
c o n c é n t r i c o s y meandros verticales a peine.
Medidas: altura. 18 c m . ; d i á m e t r o s máximo, 19. v de fondo, 10 c m . ; grosor. 5 mm.
N . ° inv. 72. P N . 808.
h) U n g ü e n t a r á ) de c e r á m i c a espatulada en dos fragmentos, faltándole el cuello y la
boca; pasta anaranjada, de poros finos y degrasante calizo. Carece de d e c o r a c i ó n .
Medidas: altura conservada. 6.7 c m . : d i á m e t r o m á x i m o . 7.5 c m . . y de base, 4; grosoi
entre 4 y 5 mm. N . " inv. 72. P N . 809.
60
T U M B A XCIX (Fig. 53)
Cuadrícula Amp-III. Situada a I m. Oeste y 1,60 m. Norte. Profundi-
dad, 30 cm. Tipo E. (Esta y las dos anteriores aparecían agrupadas).
a) Fragmentos de panza y borde de una misma urna, ligeramente esférica. Labio
exvasado al exterior con vuelta curva de 9 mm. Pasta de color ocre, de poros finos, bien
decantada, con degrasante a base de sílice y polvo de cerámica. Huellas de torno en el
interior. El fragmento de la panza tiene decoración de bandas horizontales y líneas finas
verticales a peine.
Medidas: del borde, 3,8 cm. de altura y 9 mm. de grosor; del cuerpo, 9,7 cm. de altura
por 6.5 cm. de ancho y 5 mm. de grosor. N . ° inv. 72. P N . 810.
b) Fragmento de ánfora con arranque de asa. Pasta anaranjada, degrasante calizo con
mica, abundantes y gruesos poros, corte rugoso. Huellas de torno en el interior. El asa es
geminada. Carece de decoración o marcas.
c) Fragmento de borde y hombro de urna en pasta de color rojo-ocre, mal decantada,
con degrasante calizo de grano grueso. Huellas de torno en ambas caras. Borde exvasado y
recto de 2,5 cm.
Medidas: altura, 4,5 cm.; diámetro aproximado, 40 cm.; grosor medio, 11 mm. N . ° inv.
72. P N . 813.
T U M B A C (Fig. 54)
Cuadrícula Amp-III. Pegada a la pared Este, y a 45 cm. de la Sur.
Profundidad 15 cm. Tipo F.
a) Fragmento de panza de anforita, cilindrica, con el cuello troncocónico y un cambio
brusco en la carena. Pasta blanquecina, con degrasante silíceo, poros finos y corte liso.
Acusadas huellas de torno en el interior. Decoración de una banda de 54 mm. en pintura
de color rojo achocolatado, a partir de la carena.
Medidas: altura, 16 cm.; diámetro de la panza, 19 cm.; grosor medio, 5 mm. N . ° inv.
72. P N . 816.
b) Fragmentos de borde y hombro de urna de labio exvasado al exterior con vuelta
de 18 mm. Pasta de color ocre por la c o c c i ó n , mal decantada y con degrasante calizo.
Fuerte carena entre el labio y el hombro. Carece de decoración.
Medidas: altura, 4,6 cm.; grosor de la pared, 8 mm. y del labio, 14. N . ° inv. 72. PN.
817.
c) Fragmento del borde de una pequeña urna con el labio vuelto. Pasta blanquecina,
con degrasante silíceo y poros finos. Leves huellas de torno. Lleva pintura castaño rojizo
en dos bandas, una en el labio, y restos de otra en el hombro.
Medidas: altura, 2,5 cm.; diámetro aproximado, 14 cm.; grosor medio, 8 mm. N . ° inv.
72. P N . 818.
61
Fi/>. 54. Fuella Norte. Restos de la tamba C.
62
Fig. 55. Puerta Norte. Cuenco Je lo cuadrícula Amp.-IV, nivel I.
63
h'if!. 56. I'ut'itit Norte. Bocas ¡le autoras.
64
601
/ i
I ig. 58. Puerta Norte. Cuadriculo A-V. Fragmentos de cerámica griega (612 a 617) y ano estampillado
(625). Iodos del nivel 1. a excepción del 637, que pertenece al II.
65
Fig. 59. Cuadricula A-Y. Fragmentos cerámicos del nivel II.
67
680
679
68
Fig, 64. Puerta Norte. Fragmentos cerámicos de la cuadricula D-III, fuera de la zona de enterramien-
tos. Todos ellos entre 45 y 60 cm. de profundidad.
69
65. Puerta Norte. Algunos Je los objetos Je hierro, bronce y marmol aparecidos Jurante la
excavación.
r
I ig. 66. Puerta Norte. Cuadrícula Ext.-I. Pie/as del ajuar.
71
Estudio de los materiales
Anforas
En un buen número de casos cubren y protegen el ajuar. No se ha
encontrado en ningún caso ánforas completas, pues se les cortaba la boca
y el fondo al objeto de meter dentro los demás vasos; boca y fondo que son
los mejores elementos para la datación de estos recipientes. Sin embargo,
aparecieron durante la excavación cinco bocas (Fig. 56) que creemos, a
falta de otras, que pueden relacionarse con los cuerpos y asas que tene-
mos (5).
La mayoría de las bocas y los cuerpos son de pasta blanquecina, muy
porosa y dura y con degrasante mineral. Nos hemos basado para su
datación en las tablas de Dressel (6), M . Vegas (7), M . Beltrán (8) y
Pelichet (9). Parecen pertenecer a la forma Dressel 7-14, que va desde el
siglo I a. C. hasta mediados del I d. C . Aunque el tipo perdura, suponién-
dose que la forma Dressel 41 es una prolongación en el siglo m, las
antiguas son de pasta blanco-amarillenta, mientras que las tardías son de
color castaño rojizo, como las de Ostia y Pollentia (10).
Para M . Vegas, son de fabricación bética, cuerpo ovoide y, más tarde,
fusiforme, borde engrosado e inclinado hacia fuera, asa con surco en
medio; servían para el transporte de salsas derivadas del pescado, como
garum, liquamen, muria, etc.
El cuerpo muy panzudo del ánfora del ajuar L X X V lo obtendríamos
eliminando boca y fondo del tipo 53, n.° 7, de Vegas, y Dressel-Lamboglia
6, fechado en el siglo I d. C . en el pecio 4 de la Isla Planier (11). E l
estudio de las bocas sueltas coincide con la datación a mediados del siglo I
d. C.
En cuanto a la clasificación de M . Beltrán (12), corresponde con su
forma Imperial I, y los ejemplares más directamente relacionados parecen
ser los del Museo de Córdoba (Figs. 162 a 165 de Beltrán), Zaragoza (13),
(5) Número de inventario de las piezas: Cuerpos: 9, 748 bis, 749, 750 y 758; bocas, 899, 900, 901,
902 y 903; asas, 761, 765, 781 y 897.
(6) Corpus ¡nscríptionum Latinarum, XV, y posterior por Lamboglia.
(7) M. Vegas, Cerámica común romana del Mediterráneo Occidental, Barcelona, 1973, tipo 53,
figura 48, quien aduce también Oberaden 80-81. Es antigua especialmente la que lleva collarino.
(8) M. Beltrán, Anforas romanas en España, Zaragoza, 1970, figura 63 y pág. 388 y ss.
(9) En Zeitschrift fiir schweizerische Archáologie und Kunstgeschichte VIH, 1946, págs. 198 y ss.
aunque, como dice Beltrán, sea peligroso este estudio por no tener en cuenta los recipientes.
(10) M. Vegas, loe. cit., figura 49.
(11) M. Vegas, loe. cit., pág. 133 y Gallia XX, 1962, pág. 155.
(12) M. Beltrán, op. cit., pág. 388 y ss.
(13) M. Beltrán, «Las ánforas romanas del Museo Arqueológico de Zaragoza», X CAN, Zaragoza,
1969, pág. 428.
72
Vindonissa y Augst, de origen hispano (Fig. 154, 11 y 13) y Museo de
Jerez (Fig. 160, 56), además de otros muchos ejemplos. Coinciden también
el tipo de pasta, las asas con uno o varios surcos, reborde vuelto hacia el
exterior y collarino a la altura de las asas o ligeramente superior. Beltrán
asigna para este tipo, de origen bético, una cronología dentro del siglo I d.
C., yendo unos tipos más hacia la primera mitad y otros más hacia la
segunda (14).
La forma II A - l está sensiblemente relacionada con la anterior, pero
con la panza más abultada y pasta también clara, centrada asimismo a
mediados del siglo I, aunque haya ejemplares anteriores y posteriores.
En conjunto, pues, creemos factible la atribución de los cuerpos, asas
y bocas de las ánforas de la Puerta Norte al tipo descrito, de origen
bético, fechable en torno al cambio de Era y siglo I. En todo caso, podría
ser una variante muy localizada del tipo, pero no creemos que sus carac-
terísticas coincidan con las de las ánforas tardías. En el caso de ser muy
local, como podría pensarse, el argumento por exclusión podría aplicarse
lo mismo a cualquier época, debiendo apoyarse entonces la cronología en
materiales más fechables aún.
Urnas
Las urnas de esta necrópolis, como en casi todas las de cremación,
son la pieza fundamental del conjunto, por contener las cenizas y por
estar por lo general cuidadosamente decoradas. Su catalogación ha sido
para nosotros quizá la más problemática, porque su tipología no responde
con exactitud a ninguna otra de las necrópolis conocidas.
El tipo de decoración que presentan estas urnas ha sido la base princi-
pal de la conocida polémica surgida en torno a esta necrópolis. Efectiva-
mente, sobre una pasta de color claro, que a veces presenta un matiz
rosáceo, aparece o no una aguada de color naranja, sobre la que se
dispone a su vez una decoración siempre geométrica en color rojo achoco-
latado o rojo vinoso. Esta se compone de bandas de mayor o menor
grosor, semicírculos concéntricos y meandros verticales a peine, apare-
ciendo con mucha menor frecuencia escaleriformes y cuartos de círculo.
La decoración es de la más pura tradición ibérica, representada en casi
todos los yacimientos hispanos de Centro, Aragón, Levante y Sur desde el
siglo IV a. C , más o menos, hasta el cambio de Era, y centrada más en lo
turdetano por la ausencia total de figuraciones.
Hemos distinguido en ellas ocho tipos, diferentes sólo en cuanto a la
forma, puesto que las decoraciones son totalmente semejantes. Nos ha
parecido indispensable tener en cuenta también las de la campaña de 1970,
por ser un solo conjunto.
El tipo I es el más corriente en la necrópolis, representado en veinti-
siete de las tumbas. Es una urna de perfil ovoide, casi cilindrico, con
(14) También M. Sotomayor, «Hornos romanos de ánforas de Algeciras», X CAN, 1969, pág. 389,
y M. Jiménez Cisneros, en Gemianía XXXVI, 1958, pág. 469.
73
pequeño cuello y borde vuelto. La base, como en casi todas, se presenta
rehundida (lo que establece una relación con la Meseta y una diferencia
con Levante, en donde suelen tener pie). Atribuimos a este tipo las de las
tumbas IV, V , VI, VIII, IX, XI, XII, XIII, XIV, X V , XXII, XXVIII,
X X X I y X X X I V , de 1970, y X L I , X L I V , X L V , XLVIII, L U I , LVII,
LXIII, L X X I , L X X I V , L X X V , L X X V I , L X X I X y XCVIII de las que
ahora se publican (Lám. VI, 2).
El tipo II es una ligera variante del anterior, en la que el cuerpo se
presenta bastante más globular. A él van las urnas XLII y LXXII (Lám.
V, 2).
El tipo III (Lám. IV, 3) presenta un cuerpo ya completamente globu-
lar, con la base algo marcada y cuello levemente abocinado, en él se
sitúan las urnas X (con asa pegada), X V I , X X , X X X V I , y L , LI, L X V I ,
LXXIII, LXXVII, LXXVIII y XCVI (con doble asa pegada y pintada).
En el tipo IV la urna tiene un perfil casi circular, cuello muy poco
marcado y borde exvasado, siendo la base también rehundida. En él se
incluyen la tumba XXVII, la LVIII (Lám. IV, 4) y posiblemente la X C V I .
El tipo V corresponde a una urna en forma de botella, con cuerpo
piriforme, cuello más largo y borde exvasado. Son de esta forma las urnas
de las tumbas II, XIX, XXXIII y LXIV (Fig. 22).
El tipo VI, siendo el menos representado, parece corresponder al
prototipo más antiguo, el de los vasos denominados «de tulipa»» o «char-
don». Estos vasos, ampliamente conocidos en España durante el período
orientalizante, son también frecuentes entre los siglos V-III a. C . Corres-
ponden a este tipo VI la urna de la tumba I y posiblemente la n.°
L X X X V I I (Lám. IX, 2), en la que se combinan con esa forma y la
decoración en bandas y meandros de tipo ibérico o turdetano, una banda
de rosetas estampilladas de tradición antigua. Por lo que sabemos, este
tipo de recipientes no perdura en época imperial romana.
En el tipo VII se incluyen las urnas de tipo kalathos o formas asimila-
das. Quizá el más propiamente kalathos sea el de la tumba X C (Fig. 45),
pero parece claro que el tipo se achata posteriormente, aunque conser-
vando la verticalidad del perfil. Las tumbas XVIII, X X I , XXIII, X X I V ,
X X V , XXVII, X X X V , LII, XCIV y XCVII han dado las urnas más
parecidas, pero es indudable que este tipo presenta grandes concomitan-
cias con el I, de modo que creemos factible pensar que el tipo kalathos,
más antiguo, evoluciona hacia formas menos cilindricas y después a las
ovoides, que constituyen el tipo I. Paralelos para todas ellas existen con
preferencia en la zona contestana (15).
Por último, hay un tipo que podemos denominar «de cantimplora»,
(15) E. Llobregat, Contestania ibérica, Alicante, 1972, pág. 178 y ss. y figs. 95, 100, 101, etc., de la
Serreta, les Alcuses y otros yacimientos. S. Nordstrom, La céramique peinte iberique de la province
d'Alicante I (Estocolmo, 1968) y II (Estocolmo. 1973), por ejemplo sus FG 2A (2), 2B (2), 4 (4, 5 y 6),
etc., dejando aparte las decoraciones figuradas, naturalmente.
74
sólo representado en la tumba C (Fig. 54), con hombro oblicuo, pero del
que no tenemos la boca ni el fondo (16).
Estos son, pues, los ocho tipos de urnas que aparecen en la necrópolis,
con formas de carácter muy localizado. En la publicación de A. Blanco de
las excavaciones de La Guardia, de Jaén (17), este autor analiza de forma
clara la relación indudable entre la zona oretana, en la que Cástulo es el
foco principal, y la zona costera del S E . Cástulo, Tugia, Baza, Guadix, La
Guardia, Castellones de Ceal, Vélez Blanco y Lorca serían algunos de los
jalones de esa relación. En todas estas localidades hemos encontrado
puntos de contacto en cuanto a las urnas con las de la Puerta Norte de
Cástulo. Naturalmente que el marco cronológico en que aquéllas se de-
senvuelven está entre los siglos IV y II a. C , y se observan algunas
diferencias entre los materiales de unas y otras, pero esto es producto de
una evidente evolución.
En Cástulo hemos buscado los paralelos, como siempre, en las necró-
polis antiguas (18), y en una urna de la muralla, bien fechada en el siglo I
d. C , pues salió con barbotina (19), y que es idéntica al tipo III de la
Puerta Norte. Por el momento, es el paralelo más aproximado y bien
fechado que hemos encontrado.
La cerámica ibérica pintada de la necrópolis tiene también su corres-
pondencia con los estratos III (ibérico pleno) y, sobre todo, II (ibero-
romano) de Galera (20), y con el estrato III (tercera fase de ocupación) del
Pajar de Artillo de Itálica (21), momento ibero-romano, aunque en este
último una romanización más temprana hace desaparecer antes los múlti-
ples motivos decorativos que aún vemos en Cástulo, reduciéndolos a ban-
das con algunos semicírculos y meandros.
Sin embargo, no son los del sur y SE los únicos puntos de contacto de
la cerámica de Cástulo. Observando algunas necrópolis de incineración de
la Meseta se aprecia una evidente relación en lo que a urnas y otros
materiales se refiere; allí podemos ver urnas pintadas que son prototipos
en cuanto a la forma de algunas de la Puerta Norte (22). Quizá la más
reciente sea la de Riba de Saelices, fechada por su excavador (23) en el
tercer tercio del siglo II a. C. por la ausencia de armas. E l esquema de
(16) Conocemos una pieza entera, inédita, en Priego (Córdoba), con un ajuar fechable en época
helenística, quizá siglo ll a. C.
(17) A. Blanco, «Excavaciones arqueológicas en la provincia de Jaén», BIEG VI, n.° 22, 1959,
págs. 89-125.
(18) J. M. Blázquez, op. cit., tumbas V, VI, VII, VIII, XIV, XVII, todas de Baños de la Muela.
(19) J. M. Blázquez y P. Fdez. Uriel, «Urna oretana en la muralla de Cástulo», Zephyrus XXIV,
1974, págs. 343-350.
(20) M . Pellicer y W. Schüle, El Cerro del Real (Galera, Granada). El corte estratigráfico IX,
EAE 52, Madrid, 1966. Del estrato III, figura 5, 6 nos. 20, 21, 22, 16 y 17. Del estrato II, figura 4,
nos. 1, 2, 15 y 16.
a
(21) J. M . Luzón, Excavaciones en Itálica. Estratigrafía en el Pajar de Artillo, EAE 78, Madrid,
1973, láminas LXVIII a LXXIV.
(22) M. Almagro Gorbea, La necrópolis celtibérica de Las Madrigueras (Carrascosa del Campo,
Cuenca), Bibil. Preh. Hisp. X, Madrid, 1969, especialmente tumbas IX, XI y XXXVII.
(23) E. Cuadrado, Excavaciones en la necrópolis celtibérica de Riba de Saelices (Guadalajara),
EAE 60, Madrid, 1968.
75
todas esas necrópolis aparece ya definido en el Hallstatt I, y continúa de
forma parecida: incineración del cadáver y colocación de las cenizas
dentro de una urna, acompañada de otros vasos y ajuar, que se protege
con piedras o lajas (función que en la Puerta Norte realizan las ánforas).
En todas ellas, como hemos dicho, encontramos elementos que aparece-
rán luego en la necrópolis que estudiamos.
En resumen, muchos de los prototipos de estas urnas los encontramos
tanto en necrópolis de la Meseta (Las Madrigueras, Buenache, Riba de
Saelices, etc.) como en Levante (Solivella, la Bastida), en el Sudeste
(Albacete, el Cigarralejo), y en el Mediodía (Baza, Tugia, Guadix, Caste-
llones, La Guardia) en épocas plenamente ibéricas. En momentos ya
ibero-romanos las vemos en Galera, Pajar de Artillo, Monte Cildá (estrato
I, siglos 1 a. C.-l d. C.) y muralla de Cástulo (siglo l d. C ) . El problema que
plantea su decoración y la imposibilidad de ser tardías lo veremos más
adelante, en la síntesis de este estudio.
76
antiguo dentro del mismo Cástulo, donde los de Baños de la Muela son el
prototipo, que evoluciona ligeramente, llegando hasta el cambio de Era o
poco después en la Puerta Norte. No hay en la cerámica romana imperial
ni en la tardía vasos parecidos ni en la forma ni en la decoración ni en la
función.
a
(26) J. M . Luzón, op. cit., pág. 39 y lám. IV, especialmente C, E y H.
(27) K. Raddatz, Die Schatzfunde der iberischen Halbinsel, Berlín, 1969, pág. 80.
(28) A. Blanco, «Orientalia II», AEspA 1960, pág. 32.
a
(29) J. M . Blázquez, op. cit., tumba XI (Fig. 98, n.° 53), corte 10 (Fig. 124, n.° 25), etc. M.
Bendala, La necrópolis romana de Carmona (Sevilla), Sevilla, 1976, pág. 111 y lám. X L V , n.° 19,
forma única en la necrópolis, muy bien fechada en el siglo i d. C.
(30) S. Nordstrom, La céramique peinte ibérique de la province d'Alicante, Estocolmo, 1969, V.
tablas de formas.
(31) M. Vegas, op. cit., no la considera ya, ni aparece tampoco en W. Hilgers, Lateinische
Gefassnamen, Dusseldorf, 1969.
77
Ollas globulares
Estos vasos están muy ampliamente representados en la necrópolis,
siendo uno de los tipos más corrientes. Catorce salieron en la campaña de
1970, y en las que ahora se publican aparecieron siete ejemplares iguales
(tumbas L X , LXIII, L X I V . L X X I , L X X V I y XCII), más ocho que se
pueden considerar variantes de la misma forma, diferenciados sólo por el
tamaño y la pasta (tumbas X L V , L V , LVIII, LXXIII, L X X I V , L X X X V I ,
LXXXVIII y XCV) (Figs. 19, 21, 22, 26, 31, 47, y 6, 16, 28, 29, 41, 43).
Son vasos globulares, con base plana y labio ligeramente exvasado. La
pasta cambia poco, de blanquecina a amarillenta. Suelen tener una altura
variable entre 8 y 14 cm. (salvo un ejemplar aislado, de 26) y un grosor
entre 3 y 4 mm. Unos aparecen pintados, con bandas más o menos
estrechas, y otros carecen de decoración.
Esta forma no aparece en la necrópolis antigua de Baños de la Muela,
lo que indica que es posterior al siglo IV a. C. Sin embargo, es un tipo
muy corriente en la necrópolis de Los Gordos, también del mismo Cástulo,
fechada en torno al cambio de Era, y que estudiamos en otra parte de esta
publicación. Durante su excavación, en la que participamos el año 1971,
apareció una gran pira de cenizas y, entre éstas, un total de siete vasos,
ennegrecidos, de idénticas características a los que estudiamos
(Láms. X X X V I y XXXVII). Como esta otra necrópolis está bien fechada
por sus otros materiales, que son mucho más ricos que los de la Puerta
Norte, con tumbas de cámara, de vidrios y de losas, se puede asignar a
estas ollas globulares una cronología en torno al cambio de Era, decenios
antes o después. No aparecen tampoco entre los materiales de Levante. En
cambio, son extremadamente frecuentes en el Pajar de Artillo (32). Aunque
allí son de barro negruzco, para usos de cocina, esto no impide un uso
funerario, como en Cástulo, donde están algunos pintados.
La forma exacta no aparece en la tipología de Mercedes Vegas, pero
se podrían considerar dentro de su tipo 1 (33), en el que los más parecidos
a éstos son los de época tardorrepublicana de Numancia y Pollentia.
También entre el material recogido por L . Caballero en Alconétar (34)
figuran muchas de estas ollas, pintadas y en barro claro como las de
Cástulo. Aunque allí carecen de cronología, veremos cómo cabe su atribu-
ción al siglo I d. C .
Por todo lo expuesto, y con los paralelos del Pajar de Artillo, de
Alconétar y, sobre todo, de la necrópolis del Cerrillo de los Gordos o
Casablanca, del mismo Cástulo, creemos poder centrar estas ollas globula-
res después del siglo ll a. C. y antes de mediados del I d. C . La fecha
precisa dentro de este marco nos la darán los otros materiales.
(32) J. M. Luzón, op. cit., forma 14, láms. XX y XLVII, págs. 14, 24 y 28, donde se hallan en las
tres fases de ocupación, a partir del siglo n a. C.
(33) M . Vegas, op. cit., pág. 11, figura 1, n.° 4 y 7.
(34) L. Caballero, Alconétar, en la vía romana de la Plata (Garrovillas, Cáceres), EAE 70, 1970,
págs. 19 a 22 yfigura4, especialmente números 38 a 52.
78
ungüentarlos de cerámica
Son de los elementos que mejor fecha aportan de la necrópolis. L a
campaña de 1970 ofreció cinco, de los que uno era de vidrio. En estas dos
campañas hemos hallado tres más, también en cerámica y de formas
coincidentes, en las tumbas L X X V I , LXXXVII y XCVIII (Figs. 31, 52 y
Lám. IX, 2).
En general, son de pasta rosácea o anaranjada, de una altura entre 10 y
12 cm. (salvo el excepcional de la tumba L X X V I , con 38 cm. de altura),
panza piriforme, cuello largo con borde vuelto y base plana. Unos carecen
de decoración y otros aparecen pintados a bandas. Un ejemplar presenta
sólo un pequeño óvalo pintado (tumba LXXXVII).
Los ungüéntanos de cerámica se pueden fechar bastante bien. Las
formas de cuello largo y base plana aparecen a mediados del siglo I a. C ,
sustituyendo a los de base troncocónica y estrecha, que son los que
aparecen, por ejemplo, en lo viejo de Ampurias o en Carmona. A su vez,
los de base plana, que tienen su apogeo en la primera mitad del siglo I
d. C , son reemplazados por los de igual forma, pero de vidrio (35).
Así, los hay en el momento julio-claudio de Ampurias (36), reciente de
Carmona (siglo I d. C) (37), Gabii, Pollentia, etc. El ejemplar en vidrio de
la tumba II de 1970 (38), único en la necrópolis, podría ser precedente de
los que aparecen en el siglo I y tendrán su apogeo en el II d. C.
Creemos, por tanto, que su cronología, como la establecen M . Vegas y
M . Almagro Basch, está bien situada entre mediados del siglo I a. C . y
mediados del I d. C . Se puede afirmar que después de este momento no se
usan ya ungüéntanos cerámicos, sino de vidrio. Resultan así un elemento
cronológico muy seguro.
Lucernas de plato
Contamos con tres ejemplares de estos platitos, en las tumbas XIII y
XVIII de 1970, y L X (Fig. 19). Su uso como lucernas ha sido demostrado
a
recientemente por J. M . Luzón (39). Son de barro claro, borde ligeramente
vuelto hacia el interior, con o sin pequeño pellizco en él; la base carece de
anillo.
Es un tipo muy conocido y abundante en los yacimientos ibéricos,
tanto de Levante (Solaig, la Albufereta, Burriana, L a Escuera) como de
(35) M . Vegas, op. cit., pág. 153, tipo 63, nos. 6-8.
(36) M. Almagro Basch, Las necrópolis de Ampurias, Barcelona, 1955, t II: incineraciones
Bonjoan, Pi, Ballesta, Torres, Nofre, etc. y pág. 30: «... sin embargo, la relativa rareza de productos
de vidrio en este cementerio es una prueba de que la mayoría de las tumbas caen antes de Claudio,
época en que comienzan a generalizarse estos ungüentarios de vidrio, que acaban sustituyendo a los
ungüentarios de barro de vieja tradición ampuritana, los cuales desaparecen ya casi completamente
hacia la época de este emperador...»
(37) G. Bonsor, An arcliaeological Sketch-Book of the Román Necrópolis at Carmona, Nueva
York, 1931, lám. XXXVI, y M. Bendala Galán, La necrópolis romana de Carmona, Sevilla, 1976,
lám. XLVI, 23.
a
(38) J. M . Blázquez, Cástulo I, op. cit., pág. 241 y figura 138.
1 (39) J. M . Luzón, op. til., forma 2 de su tipología, p. 37 y láms. II y III, especialmente A y D.
a
79
Andalucía (recintos de Córdoba y J a é n , Colina de los Quemados, Itálica,
etc.). Paulatinamente es sustituido este tipo de lucernas por las cerradas
romanas, de modo que es imposible que un objeto tan funcional como éste
aparezca así en él Bajo Imperio, después de tres siglos de lucernas cerra-
das. Su cronología va desde el siglo v a. C . (ejemplares de Ampurias) a la
tercera fase de ocupación en el Pajar de Artillo, en la primera mitad del
siglo I. Platitos similares, pero quizá con distinta función, pues son algo
mayores y pintados en el borde, como los del Pajar de Artillo, son los de
Mulva, fechados allí dentro del siglo I d. C . (40).
Es verosímil, pues, que aparezcan estos ejemplares de Cástulo en el
momento del cambio de Era, pero en modo alguno, creemos, en el siglo IV
d. C.
Tapaderas
Las urnas suelen aparecer tapadas con platos de perfil troncocónico,
pero en algunos casos lo están con tapaderas de cerámica. Es el caso de
las tumbas IX, LIV, LXIV (pintada) y LXXI (Figs. 15, 22 y 26), más la
problemática de la tumba L X V (Fig. 23), que parece más una lucerna de
plato que una tapadera.
Las tapaderas, como apunta M . Vegas (42), no ofrecen un criterio de
datación, pues su forma no varía con el tiempo. En las de Cástulo, su
barro de color claro las excluye de los usos de cocina, y la decoración en
una de ellas confirma su fabricación para un uso funerario. No obstante,
son muy aproximadas las de Munigua (43) y Ampurias (44), entre otras,
fechadas a mediados del siglo I d. C . Insistimos, sin embargo, en que no
son elemento fiable de datación.
Otros materiales
Otras formas cerámicas, ya escasas, aparecen entre los ajuares de la
Puerta Norte. Son poco relevantes por estar representadas una o dos
veces, y porque lo ya estudiado es el bloque principal de los materiales
que aparecen en la necrópolis. Como se ve, estos ajuares tienen una cierta
monotonía, radicando la mayor variedad en las formas de las urnas.
Sin embargo, se pueden destacar aún las pequeñas tacitas de un asa
bilobulada de las tumbas IX y XII de 1970. Tienen una altura de 7,5 y 7,8
cm., y una de ellas presenta una aguada anaranjada en su interior y
exterior. Conocemos la presencia de vasitos muy semejantes, incluso con la
(40) M. Vegas, «Munigua. Rómische Keramik des 1. Jahrhunderts n. Chr», MM X, 1969, pág. 220
y figura 5.
(42) M. Vegas, op. cit., forma 17, pág. 53, y figura 18, n.° 5.
(43) M. Vegas, «Munigua...» art. cit., pág. 233 y figura 10, especialmente 230 y 231.
(44) M. Almagro Basch, op. cit., tomo II, incineraciones Torres 16, n.° 25 (pág. 160), Torres 53,
n.° 16 (pág. 183), Torres 60, n.° 10 (pág. 191), entre otras muchas.
80
aguada anaranjada, en Sutri (45), fechados por M . Vegas entre los años
60-70 d. C , aunque los primeros del tipo aparecen ya en época tardorre-
publicana. En cuanto a su desaparición, esta forma, con el asa saliendo de
la boca o muy cerca de ella, no pasa de comienzos del siglo II d. C.
Podemos señalar todavía la taza de dos asas de la tumba L X X V (Fig.
30), con pie de doble anillo, que debe estar emparentada con las tazas de la
forma 33 de Vegas (46), aunque simplificada, sin lengüetas ni discos, que en
Ampurias son de hacia el cambio de Era (47).
Los vasos de paredes finas tipo cubilete de las tumbas III y XIII, de
1970, tienen su paralelo hispano en el de la incineración Ballesta n.° 19, de
Ampurias (48), fechada en época de Augusto.
Sobre los tres vasos decorados a la barbotina de las tumbas XXIII y
L X X I X (Fig. 34, Lám. VIII, 2), que llevan también pintura, podemos
señalar su semejanza con vasos idénticos que llevan sólo pintura, por
ejemplo los de la tumba IX. El hecho de combinar una decoración tan bien
fechada en momentos antiguos como la barbotina, con pintura igual a la de
los demás vasos, parece concluyente.
La incineración
81
moda etrusca de la inhumación. Una segunda influencia inhumante es la
aportada por el aflujo de orientales a la curia antonina y, en general, desde
Adriano hasta Cómodo (49).
A comienzos del siglo II d. C , pues, la inhumación comienza a ganar
terreno. A mediados del siglo I d. C . , Tácito afirma que Popea había sido
enterrada según la romanus mos, refiriéndose a su incineración (50), pero
para Marco Aurelio, la inhumación era ya el sistema idóneo de acuerdo
con sus doctrinas (51). Así, la necrópolis de Isola Sacra, creada a comien-
zos del siglo II (del 123 son los bolli laterici más antiguos), tiene mezcla
de ambos ritos, pero con claro predominio de la inhumación al paso de los
años. Sólo hay un campo de incineración, en ánforas de pie, gráficamente
denominado «campo dei poveri» (52), de un momento inicial de la gran
necrópolis.
Ya Sexto Empírico, a comienzos del siglo III d. C , decía que «algu-
nos» quemaban los cadáveres. Por su parte, Tertuliano (53) afirma que la
inhumación se practicaba, sobre todo, por pensar que de alguna manera el
alma continuaba viviendo en el cuerpo. A los neopitagóricos les estaba
formalmente prohibida la incineración (54), y si la costumbre de inhumar
prosperó tanto, le ayudó mucho el respaldo de ciertas doctrinas, entre las
que hay que citar forzosamente el judaismo o el cristianismo, que le dio
fuerza hasta nuestros días.
Podemos decir, por tanto, que desde el siglo II d. C . al menos, y
hablando en general, es la inhumación el rito más común de enterramiento
en el mundo romano, desplazando totalmente a la incineración, de forma
que se puede afirmar que en el siglo IV ya no se incineraba, a excepción
de lugares muy concretos en Galia y Germania (55), donde una fortísima
tradición de campos de urnas impidió perder totalmente la vieja costum-
bre. Naturalmente, no creemos que sea éste el caso de España, y menos
en una zona tan romanizada como la andaluza.
Nos inclinamos por una datación temprana de la necrópolis, además de
por las conclusiones resultantes del estudio del material, porque todas las
necrópolis conocidas en España del Bajo Imperio son de inhumación.
(49) R. Turcan, «Origines et sens de l'inhumation á l'époque impériale», REA L X , 1958, pág. 323
y ss. A. Audin, «lnhumation et incinération», Lalomiis XIX, 1960, pág. 312.
(50) Tácito, Anales, XVI, 6. J. M. C. Toynbee. Dealh and Burial in the Román World, Londres,
1971, p. 40. La Dra. Toynbee da algunos casos de pervivencia de la cremación junto a la inhumación,
pero reconoce la superposición gradual de ésta sobre aquélla desde comienzos del siglo ll d. C : «But
during the reign of Hadrian the suddenfloweringin the Román world of the art of sarcophagus carving
spelt the beginning of a gradual, but steadily increasing, supersession of cremation by inhumation
during the second century A.D., a process which by the middle of the third century had won its way
throughout the provinces...» (ibidem.)
(51) Meditaciones IV, 21.
(52) R. Calza y E. Nash, Ostia, Florencia, 1959, pág. 113 y figura 156.
(53) De anima, 51, 1 y ss.
(54) F. Cumont, Recherches sur le symbolisme funéraire chez les Romains, París, 1942 (1966),
pág. 167.
(55) Agradecemos esta precisión a la señorita Rosa Romero, cuya tesis de doctorado, a punto de
finalizar, estudia justamente la tipología de los enterramientos romanos en la Península.
82
Síntesis del estudio
Con todo lo que antecede, está claro que en la Puerta Norte se nos
ofrecen dos elementos de peso que no concuerdan entre sí: el material
cerámico de las cien tumbas, cuya datación en torno al cambio de Era o
primera mitad del siglo I d. C. nos parece suficientemente clara, y las
ciento treinta y seis monedas tardías.
En la campaña de 1972, que nosotros hemos llevado personalmente
bajo la dirección del profesor Blázquez, las monedas se encuentran perfec-
tamente situadas en plano y en profundidad. Son cincuenta y nueve,
y proceden de las cuadrículas Amp-IV y V , A-IV y V , D-1II (con veintiún
ejemplares) y criba de D-I1I. Como se puede apreciar, de cuadrículas
donde no hay enterramientos. Este es un dato objetivo, al que hay que unir
el que la mayor parte de las monedas, después de limpias, parecen ser de
Constantino e inmediatos sucesores, aunque el estudio que realice sobre el
total del monetario el doctor J. Arce, en esta misma publicación, llegará a
conclusiones precisas (56).
De las monedas halladas en la campaña de 1971, cuyo número asciende
a ochenta y una, no podemos responder de su situación, ni los datos
registrados en el diario son tan precisos como para afirmar con exactitud
su posición respecto de las urnas de incineración. Para nosotros, pues, las
monedas salen en niveles superficiales o, por el contrario, más profundos
(por el desnivel que ya hemos mencionado), pero en las zonas donde no
hay tumbas. Hay, en efecto, muchas de ellas entre los 70 y 73 cm., pero
en la cuadrícula D-III, lejos del conjunto de incineraciones.
Otro problema es el de los muros. Es posible que su parte superior
fuera de tapial, por lo que han desaparecido con la erosión y los cultivos
sin dejar otro rastro que la débil cimentación de piedra a profundidad
variable con respecto a las urnas. La utilización de muros de materiales
pobres como éstos es frecuente en fechas tardías, que corresponderían
con la datación de las monedas, sin que los enterramientos guarden rela-
ción alguna con esta ocupación posterior.
Por otra parte, en la Puerta Norte resta un trozo claro de muro, no
cimentación, en la cuadrícula A-IV (Lám. III, 1), con cuatro hiladas
ligadas con barro, además de dos pavimentos, cuya explicación en una
necrópolis no procede, pues están más altos que las urnas, al nivel de
donde comenzarían los muros, uno de pequeños guijarros y otros de
trozos de ánforas (Lám. II, 2).
La cantidad considerable de piedras, trozos de ladrillos, tégulas e
imbrices salidos durante la excavación, podrían pertenecer al alzado de
83
estos muros. A ello se añaden las tres piezas de quicio y umbral reaprove-
chadas (Lám. II, 3).
Contamos también con la excavación de la cuadrícula Exterior-I (cfr.
plano 3), unos cien metros al norte de la excavación principal. En ella
aparecía, a 35 cm. de profundidad, y con dos monedas bajoimperiales, los
restos de una habitación pavimentada con opus signinum, en la que se
conservaba parte de un lado, recorrido por un cuarto de círculo, de fin
hidráulico. Algo más abajo aparecía la misma solería rota y hundida. Dos
muros, de 70 cm. de espesor y ejecutados igual que los de la necrópolis,
completaban este nivel. En la esquina N E de esta cuadrícula, y a 80 cm.
de profundidad, claramente por debajo de los muros y el pavimento, una
zona de tierra quemada y un gran ánfora que conservaba en su interior un
ajuar de incineración del mismo tipo que los del resto de la necrópolis, y
por cierto de los mejores (Lám. IX, 3 y fig. 66).
En fin, no queremos extendernos más. Creemos que este conjunto de
cimientos y de muros debe corresponder a viviendas tardías, de gran
pobreza de construcción y cuya utilización sería muy breve. El tipo de
muro, de piedras medianas y guijarros grandes ligados con barro, es
semejante, aparte de un ejemplo de Itálica que estamos estudiando, a las
casas tardías que se excavaron junto a la necrópolis de Tarragona (57). La
idea de que los muros respondan a una separación dentro de la necrópolis
por grupos de familias no explica el que la mayor parte del área excavada
carezca de enterramientos.
No cabe duda de que la interpretación de la necrópolis de la Puerta
Norte es compleja. Por ejemplo, la gran cantidad de cerámica ática de los
siglos V y IV a. C. (Fig. 58), mezcladas con las de tipo ibérico fragmen-
tada, o sigillata clara e hispánica, creemos puede obedecer sólo a un
relleno efectuado para nivelar el terreno y poder construir. Por ello,
aparecen siempre en los primeros 30 cm. de cada cuadrícula, y especial-
mente en D-III y Amp-IV y V .
Queda, por último, el problema de la pervivencia de la cerámica de
tipo ibérico (aunque estamos de acuerdo en que esta denominación debía
reservarse al área Ebro-Levante) o turdetano. Se ha demostrado en diver-
sas excavaciones que existe un período ibero-romano, desde el siglo ll
a. C. al cambio de Era, más o menos, en que la romanización no incide
aún profundamente en la producción cerámica andaluza, de modo que con
la vajilla de barniz negro utilizada por Roma en esta época y abundantí-
sima en España, continúan fabricándose formas plenamente indígenas y
otras, imitaciones de aquélla, pero que conservan la decoración pintada
local.
Posteriormente, cada vez se ha querido prolongar más el fenómeno de
la pervivencia de la cerámica indígena en época imperial, siendo la de
(57) J. Serra Vilaró, Excavaciones en la necrópolis romanocristiana de Tarragona, MJSEA 104,
Madrid, 1929. Los recintos aquí aparecidos están totalmente abarrotados de tumbas que, si bien son en
ánforas en su mayor parte, éstas son totalmente diferentes y siempre corresponden a inhumaciones.
84
Cástulo el ejemplo extremo, con una supuesta datación en el siglo IV d. C.
(57 bis). Caballero, en el estudio de Alconétar (58), resume los materiales y
yacimientos que se suelen aportar para probar este fenómeno: Lancia (59),
Monte Cildá (60), Ciudad Rodrigo (61), Soria (62), Caparra (63) y el propio
Alconétar.
Ahora bien, revisando las condiciones en que aparece la cerámica
pintada en cada uno de estos yacimientos, se llega a la conclusión de que
esa datación tardía está por demostrar. En Lancia, el vaso globular pin-
tado objeto del comentario aparece «por debajo del nivel II b». Este nivel
va desde 1,10 m. a 1,35 m. de profundidad, situándose el vaso a 1,35 m.
exactamente, como bien dice su excavador, «dentro de las primeras eta-
pas de la romanización» y después del 78 a. C , en que se funda el cam-
pamento de la Legio VII Gemina.
En el Monte Cildá, este tipo de cerámica aparece en el estrato III, cuya
vida va del siglo I a. C. al I d. C. Precisamente entre los siglos II y IV d. C .
no hay vida en el yacimiento, ya que la población se traslada al valle, en
Santa María de Mave. Cuando regresan es en el estrato II, del siglo V , en
que ya no hay esta cerámica pintada.
En cuanto a la salida en Ciudad Rodrigo, aparecieron dos fragmentos
«en un nivel romano del I al I V » , sin nivel indígena. El otro fragmento
publicado apareció durante unas obras, sin excavación, pero «fechable en
el siglo I d. C . . . con tégulas, cerámica atípica y pesas de telar».
Los yacimientos sorianos son una valiosa aportación, pero ni las for-
mas cerámicas ni la decoración, muy tosca en general, tienen parecido con
10 que aquí estamos estudiando. El nivel I, de El Quintanar, es fechado
por García Merino a fines del siglo I y II d. C , y el II o 2.° estilo, en el
IV. Se aprecia, como dice la autora, la influencia del «pintor de los
pájaros y las liebres» de Clunia, que es algo absolutamente distinto de lo
de Cástulo. Nos parece, pues, que no se puede aportar como paralelo.
Por lo que respecta a Caparra, los fragmentos salidos en el templo n.°
11 son grises con pintura en negro, y algunos de los motivos son ajenos a
los puramente ibéricos. En todo caso, el profesor Blázquez propone para
este edificio una data del siglo I d. C . (64).
Resta, por último, la publicación excelente de los materiales de Alco-
nétar. La cerámica indígena pintada relativamente abundante, no salió en
85
excavación, ya que ésta tenía por objetivo la calzada y la basílica cristiana
ubicadas al otro lado del río, sino que fue recogida en superficie para
hacerse una idea del tipo de yacimiento.
El material está compuesto por vasos a la barbotina del siglo 1, otros de
paredes finas, sigillata hispánica, cerámica indígena pintada y sigillata
hispánica tardía. Tomando los dos extremos bien fechados, la barbotina y
la sigillata tardía, el autor afirma: «dentro de este lapsus de tiempo (siglo I-
siglo IV) queda la interesante cerámica indígena pintada», cuando esta
cerámica, por no estar fechada estratigráficamente, puede lo mismo ser
anterior o coetánea de la barbotina, sin tener que situarse en el siglo II ó
III d. C.
En Cástulo creemos puede quedar ya bien fechada la cerámica de este
tipo, pues algunos de los materiales que la acompañan son cronológica-
mente indudables: especialmente los ungüentarios de cerámica, los vasitos
de perfil en ese, la barbotina, las lucernas de plato y las ollitas globulares.
Los demás tipo de vasos se fechan también en torno al cambio de Era,
pero si se quiere son menos inamovibles: ánforas, urnas, platos pintados,
tazas de una o dos asas, etc.
Sólo nos queda ofrecer una visión de esta necrópolis, que, como tantos
otros temas de la arqueología, sea de poco probable comprobación. Por
todos los datos que la excavación y el estudio nos ofrecen, parece que
hubo junto a la vía de entrada norte de la ciudad un cementerio de
incineración en una fecha que podríamos fijar en torno a los primeros
años, quizá la primera mitad del siglo I d. C , cuyos materiales, por
corresponder a gentes humildes, no son valiosos, pero sí fieles a la tradi-
ción decorativa indígena. Esta necrópolis es coetánea de la del Cerrillo de
los Gordos, de parecida fecha pero mucha mayor riqueza, en la que
también hay incineración en urnas. Otras gentes del mismo momento se
entierran a su vez al pie de la muralla. Un sencillo hoyo en la tierra con
un ajuar de dos o más vasos que cubren con ánforas o trozos de ellas o
sin ninguna protección.
Esta necrópolis indígena se abandona y, posiblemente olvida, durante
trescientos años, sin señales exteriores que la delaten. Hacia el año 354
d. C . (fechado por una moneda de Constancio dentro de uno de los muros
excavados en 1970), época en la que la población se suele expandir hacia
los arrabales de las ciudades, se haría un allanamiento del terreno, por
naturaleza desigual, con relleno de otros lugares, en el que irían las
cerámicas áticas, campanienses, indígenas, sigillatas, de todos tipos. Sobre
ello se elevarían unas cuantas casas de muy mala calidad, con pavimentos
muy toscos y reaprovechamiento de materiales. Encajaría en una época de
gran pobreza, en la que el abandono de la minería y la desorganización
estatal habrían sumido a Cástulo en el mayor descuido. Las casas debie-
ron tener una vida muy breve, pero lo suficiente como para dejar la
cerámica común tardía en los niveles altos, y una parte de las monedas
que aparecieron durante la excavación. El grueso de ellas, sin embargo,
que corresponden a Valentiniano y sucesores inmediatos, pueden pertene-
86
cer verosímilmente a un tesorillo (cfr. nota 66, de J. Arce) que los arados
de muchos años han dispersado por toda la excavación. Como es lógico,
emitimos esta hipótesis con las oportunas reservas.
En todo caso, el estudio de los materiales de la Puerta Norte nos
puede hacer ver cómo la potencia de la tradición indígena pudo ser muy
fuerte, pero no sobrevivir a un dominio aplastante sobre ella.
a
A. M . Canto
87
Notas sobre la necrópolis
88
descrita por Estrabón, no se explica esta pobreza. Tampoco la no apari-
ción de ninguna lucerna, salvo una recogida superficialmente, helenística,
ni de térra sigillata, ni cerámica campaniense de ningún tipo.
— Sobre el suelo de las termas, entre cerámicas vulgares, fechadas en
el siglo IV y otras paleocristianas, se recogieron varios fragmentos de
cerámicas pintadas, lo que prueba que estas cerámicas, de tradición indí-
gena, se utilizaron en el Bajo Imperio.
— No negamos que hay material cerámico que, por la forma, pueda
fecharse a comienzos del Imperio.
— Hemos propuesto la teoría que en Hispania, al aflojarse la presión
de Roma, a causa de la crisis del siglo III, rebrotaron, como en Galicia,
Germania y Norte de Africa, formas indígenas ya caídas en desuso (P. R.
MacMullen. The Celtic Renaissance, Historia 14, 1965, 93 ss.). El mismo
fenómeno se da con la cerámica de Clunia y con la celtibérica, como seña-
lan las excavaciones de P. de Palol, T. Ortego, A. Beltrán y D. Fdez.
Galiano.
— El mismo rito de la incineración está atestiguado en el Bajo Impe-
rio, según el estudio de J. Arce, aunque no es el corriente de la Bética.
J . M . Blázquez
89
II. ESTUDIO DE LAS MONEDAS DE LA PUERTA
NORTE
(65) Algunas abreviaturas usadas: g: guerrero; d: diademado; den.: derecha; FH: «Falling Horse-
man»; LRBC: Carson-Kent-Hill: Late Román Imperial Brome Coinage, London, 1960.
91
Ello hace que, por mi parte, no me atreva a dar aquí otras conclusiones
que no sean las puramente numismáticas. Hasta qué punto ellas sirven
para una datación precisa y rigurosa del material hallado en la excavación
lo juzgará el lector, atendiendo a los otros informes de la excavación
contenidos en este libro y que reflejan el diario de la campaña arqueoló-
gica (66).
Dentro de la numismática tardorromana el conjunto estudiado no pre-
senta novedad alguna, y habla en favor de una cierta abundancia de
determinados tipos monetarios, como es el caso del tipo F E L I X T E M -
PORVM REPARATIO en sus diversas variantes. La pobreza del bronce
es una característica general, y casi todas las piezas destacan por una
calidad francamente mediocre.
Las cecas representadas y que se han podido leer son muy pocas:
a) Ceca de Arles (Constantina): representada nueve veces.
b) Ceca de Roma: representada cuatro veces.
c) Ceca de Treveris: representada una vez.
En el resto, tengo dudas de que el número 29 sea Antioquía, y no s é si
la número 60 es de Nicomedia. La número 73 es de Aquileia, mientras que
las números 115 y 57 son de Cyzicus. Del resto, o tengo dudas o es
absolutamente imposible leer nada.
La cronología más avanzada está representada en el número 145 (457-
474) y la más antigua —dentro de los ejemplares tardorromanos— se
fecha en época constantiniana (67).
En general, se puede afirmar que hay una uniformidad cronológica
muy grande en todo el conjunto, cuya datación general puede situarse de
forma global en la primera mitad del siglo IV d. C . Respecto a la cronolo-
gía he adoptado criterios generales en los casos en que no me era posible
precisar más por falta de datos (así en las leyendas de los reversos
GLORIA E X E R C I T V S , en los que la rotura o interrupción de la leyenda
es básica para la cronología). Respecto al tipo de bronce todos los ejem-
plares del Bajo Imperio se integran en los que se denominan A E S II-III y
IV (68).
(66) En un principio pensé que las 59 primeras monedas del catálogo pertenecían a uno de los
llamados «tesorillos» tan abundantes en la Península en los siglos III-IV d. C , destruido por cualquier
razón o azar, debido a la cierta uniformidad del material. Ello es probable, pero la diversidad de
lugares del hallazgo y las profundidades diversas invitan a desechar esta suposición.
(67) Que muchas veces no es posihle precisar con mas detalle por la condición de las monedas.
(68) Para estas denominaciones, véase en este mismo libro un conjunto de monedas tardorroma-
nas hallado en Cástulo.
92
MONEDAS DE L A NECROPOLIS D E CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
1 PN. Cuad. A - l
E 1-47; S 75 DNCONSTAN-TIVS FEL. TEMP. REPARATIO CONS AES III 346-361
Prof. 50 cms. PFAVG. d. dch. (FH)
2 PN. Cuad. A-l
E 1.60; N 1 DNGRATIA-NVS AES II
Prof. 50 cms. PFAVG. d. dch.
3 PN. Cuad. A - l
S 60; O 80 DNCONSTAN— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 40 cms. d. dch. (FH)
4 PN. Cuad. A-l
O 2.30; S 1 DNCONSTANTIVS AES III Epoca constanti-
Prof. 30-35 cms. niana
5 PN. Cuad. A-2 En el reverso es im-
N 1.89; O 2 CONSTANTI-VS GLORIA EXERCITVS —R— AES III 330-337 posible apreciar dón-
Prof. 30 cms. PFAVG. d. dch. Dos g. en el centro un estandarte de se parte la leyenda.
6 PN. Cuad. A-2
N 45; O 2.10
Prof. 35 cms.
7 PN. Cuad. A-4
GLORIA EXERCITVS AES III 330-337
Dos g. en el centro un estandarte
8 PN. Cuad. A-4
SPES REIPVB AES III No más allá del
Emp. iz. lab. y globo 395
11 PN. Ampl. A-4 CONSTANS PFAVG GLORI-AEXER-CITVS TRP (?) AES III 335-337 LRBC 1028
Prof. 30 cms. dch. r. Dos g. con lab. en medio FOTO
12 PN. Ampl. A-4 CONS— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 30 cms. d. dch. (FH)
MONEDAS DE L A NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
13 PN. Ampl. A-5
S 50; O 1.75 DNCONSTANTIVS FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 40 cms. PFAVG d. dch. (FH)
14 PN. Ampl. A-5
M 35; 0 1.88 FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 45 cms. (FH)
15 PN. Ampl. A-5
S 1.80; O 1.72 DNFLCONSTANTIVS GLOR-IAEXERC-ITVS AES III 337-340 LRBC, p. 9
Prof. 45 cms. AVG d. dch. Dos g. con lab. en medio FOTO
16 PN. Cuad. A-5
Perfil O
Prof. 35 cms.
17 PN. Cuad. D-3
centro FEL. TEMP. REPARATIO CONS AES III 351-354 LRBC 2625
Prof. 57 cms. (FH) FOTO
18 PN. Cuad. D-3
E 85; S 20 DNCONST-ANS FEL. TEMP. REPARATIO SMR (?) AES III 346-350 LRBC, p. 41.
Prof. 35 cms. PFAVG. d. dch. (Fénix-type) FOTO
19 PN. Cuad. D-3 IMPCVALLICINI
zona central LICINIVSPFAVG IOVI CONSERVATORI S AES III 314-315
Prof. 57 cms. d. dch. Emp. izq. con lanza y victoria
20 PN. Cuad. D-3
S 20; O 1.95 DNCONSTAN— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361 FOTO
Prof. 20 cms. (FH)
21 PN. Cuad. D-3 REPARATIO REIPVB
en la criba Emp. ayudando a levantarse a AES III A partir de
Prof. 60-75 cms. una mujer («turreted woman») Valentiniano I
22 PN. Cuad. D-3
en la criba SPES REIPVB AES III 355-361 LRBC 2504
Prof. 60-75 cms. Emp. ¡z. lanza y globo
23 PN. Cuad. D-3
E. 85; S 20 AES III
Prof. 35 cms.
24 PN. Cuad. D-3
en la criba GLORIA EXERCITVS AES III !.• mitad s. IV LRBC 1028
Prof. 60-75 cms. Dos g. con lábaro en el centro
MONEDAS DE LA NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
25 PN. Cuad. D-3
E 45; S 50 FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 40 cms. (FH)
26 PN. Cuad. D-3
E 85; N. 40 DNCONSTAN-TIVS FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 75 cms. PFAVG d. dch. (FH)
27 PN. Cuad. D-3
E 85; N 40 CONST— AES III
Prof. 75 cms.
28 PN. Cuad. D-3
O 1.70; S 95 VIRTVS—? Vespasiano?
Prof. 73 cms. S C
29 PN. Cuad. D-3 N|
E 1.95; S 165 DNCONSTANTIVS FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361 FOTO
Prof. 73 cms. PFAVG. D. dch. ANP(?) (FH)
30 PN. Cuad. D-3
E 1.95; S 1.65 DNCONSTANTINVS FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
Prof. 73 cms. PFAVG. D. dch. (FH)
31 PN. Cuad. D-3 GLORIA ROMANORVM
E 1.95; S 1.65 Emp. con labarum sujetando a AES III 364-392
Prof. 73 cms. un bárbaro
32 PN. Cuad. D-3
E 1.95; S 1.65
Prof. 73 cms.
33 PN. Cuad. D-3 DNCONSTANTINI
centro MAXAVG PROVIDENTIA GAESS AES II 324-327 LRBC, Pl. I, 49
Prof. 57 cms. Emp. iz. d. Puerta; encima dos estrellas
34 PN. Cuad. D-3
centro SPES REIPVBLICAE AES III Mitad s. IV
Prof. 57 cms. Emp. con lanza y globo
35 PN. Cuad. D-3
centro DEA ROMA Loba y los dos gemelos AES II a
1. mitad s. IV
Prof. 57 cms. Roma con caso iz.
36 PN. Cuad. D-3
centro CONS— GLORIA AVGG AES III 337-355
Prof. 57 cms. Emp. iz. sosteniendo una victoria
MONEDAS DE L A NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
37 PN. Cuad. D-3
centro
Prof. 57 cms.
38 PN. Cuad. D-3
centro
Prof. 57 cms.
39 PN. Cuad. D-3
centro
Prof. 57 cms.
40 PN. Cuad. D-3 CONST— GLORIA EXERCITVS PNC(?) AES III 330-335 FOTO
en la criba Dos g. con estandartes
41 PN. Cuad. D-3 CONST— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
en la criba (FH)
42 PN. Cuad. D-3 CONST— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
en la criba (FH)
43 PN. Cuad. D-3 DNCONSTANTIVS FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
en la criba PFAVG d. dch. (FH)
45 PN. Cuad. D-3 CONST— GLORIA EXERCITVS CONS(?) AES III 335-337
en la criba Dos g. están.
67 PN. Sector 1
68 PN. Sector 1
70 PN. Sector 1
73 PN. Sector 1 DN VALEN TIN IANVS FELICITAS ROMANORVM SMAQP AES II 367-375 LRBC 1009
PFAVG d. dch.
74 PN. Sector 1 DNCONSTANTIVS FEL. TEMP. REPARATIO PCON AES III 346-361
(FH)
76 PN. Sector 1
(Bartolomé)
80 PN. Sector 1
81 PN. Sector 1
82 PN. Sector 1
83 PN. Sector 1
84 PN. Sector 2
MONEDAS DE L A NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
85 PN. Sector 2 DNVALENTINIANVS? GLORIA ROMANORVM 367-375 LRBC, Pl. III, 338
a
88 PN. Sector 2 DNCONSTAN— GLORIA EXERCITVS CON AES III 1. mitad s. IV
Dos g. con estandartes
a
91 PN. Sector 2 GLORIA EXERCITVS AES III 1. mitad s. IV
92 PN. Sector 2
93 PN. Sector 2
94 PN. Sector 2 DNDECENTIVS (?) FELIX. TEMP. REPARATIO AES III 346-361 (?)
(FH)
96 PN. Sector 2
MONEDAS DE L A NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
97 PN. Sector 2
99 PN. Sector 2
a
101 PN. Sector 2 GLORIA EXERCITVS AES III 1. mitad s. IV
106 PN. Sector 2 DNTHEODOSIVS (?) SALVS REIPVB AES IV 423425 LRBC 837/8-40
PFAVG
108 PN. Sector 3 DNTHEODOSIVS (?) GLORIA ROMANORVM AES III ca. 400 LRBC 2214
MONEDAS DE L A NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
109 PN. Sector 3 DNCONSTANT-IVS GLORIA EXERCITVS AES III Mitad s. IV FOTO
MAXAVG. d. r.
110 PN. Sector 3 DNGRATIA-NVS SECVRITAS REIPVB SMR(?) AES III 367-375 LRBC 527. FOTC
PFAVG d. dch.
114 PN. Sector 3 DNCONSTAN— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
(FH)
115 PN. Sector 3 DNFLCONSTANTIVS SPES REIPVB SMKA AES III 355-361
PFAVG d. dch.
116 PN. Sector 3 DEA ROMA Loba y gemelos PCON AES III 330-335 FOTO.
(Roma con casco iz.)
118 PN. Sector 3 CONST— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
(FH)
144 PN. Sector 4 CONST— FEL. TEMP. REPARATIO CONS AES III 346-361
(FH)
MONEDAS DE L A NECROPOLIS D E CASTULO
Núm. Localización A R Ceca 1 Tipo Cronología Observación»
154 Villa. E-12 DNCONSTANTIVS F E L . TEMP. REPARATIO CONS AES III 346-361 FOTO
(FH)
(*) Hasta 161 y los números 182-184 proceden de la villa urbana, halladas en superficie (para el «tesorillo» de esta villa cfr. infra).
O MONEDAS DE L A NECROPOLIS DE CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
157 VUla E-12 CONST— FEL. TEMP. REPARATIO AES III 346-361
(FH)
165 Idem
166 Idem
167 Idem
168 Idem
MONEDAS DE L A NECROPOLIS D E CASTULO
Núm. Localización A R Ceca Tipo Cronología Observaciones
171 Idem
174 Idem
177 Idem
178 La Muralla
179 Idem SC S
J . Arce
III. LA VILLA URBANA DEL OLIVAR
109
mente, de losas regulares e irregulares, zona ésta que denominamos habi-
tación J.
Siguiendo el contorno exterior de los muros de todo este conjunto fue
excavada una zanja que pone al descubierto la gran potencia de éstos, y
cuyos materiales fueron reunidos en distintos grupos en zonas localizadas
que constituyen cada una una habitación.
La zona que presenta mayor unidad es la situada al noroeste, que está
constituida por una serie de dependencias de carácter termal, que cons-
truida en materiales más pobres (hormigón, argamasa y piedra mediana)
conserva aún su hipocausto, piscina..., y que hemos considerado habita-
ciones A y B.
Antes de inventariar y estudiar los materiales daremos, en cada caso,
una somera descripción del sector o habitación de donde proceden, ha-
biendo creído conveniente aplicarles la común denominación de habitacio-
nes, que, aunque muchas veces sabemos es inapropiada, la consideramos
práctica desde el punto de vista metodológico.
Por otro lado, hemos de pensar la dificultad que siempre entraña un
material recogido por zonas y no por alzadas; de ahí que en todas nuestras
habitaciones —en número de diez— se observe la presencia de materiales
que cronológicamente abarcan una época relativamente extensa, hasta su
última utilización.
Que estamos ante una villa urbana parece indicarlo ese sector que
hemos llamado dependencias termales, que con toda seguridad eran de
tipo privado, como nos lo prueban sus múltiples paralelos con otros
conjuntos similares.
El edificio se construyó con material de derribo, según se indicó ya,
procedente de las destrucciones de la ciudad, efectuadas, probablemente,
por la invasión de francos y alamanes, en época de Galieno (69). La
fecha de su última utilización queda relativamente bien establecida por la
presencia de la cerámica sigillata clara D, y tesorillo de monedas que nos
bajan su cronología al 395-400.
Indicaremos también que presentamos una planta general (Plano 4) y
una serie de secciones (Planos 5 y 6) que ilustran las pequeñas descrip-
ciones de cada sector del edificio, que van a continuación delante del
estudio de sus materiales.
(69) J. M. Blázquez, «La crisis del siglo lll en Hispania y Mauritania Tingitana», Híspanla 108
1968, págs. 5 ss.
110
Termas de la villa. Habitaciones A y B
DESCRIPCION
(70) E. García Sandoval, La casa romana del anfiteatro de Mérida, Madrid 1969. Sobre la
cronología de estas casas emeritenses cf. A. Balil, «Sobre la arquitectura doméstica en Emérita»,
Augusta Emérita, Actas del Bimilenario de Mérida, Madrid 1976, págs. 75 ss.
(71) J. Serra Vilaro, «Estación ibérica, termas romanas y taller de "térra sigillata", Solsona», JSEA
63, 3, Madrid 1924, págs. 1 ss. Toda la bibliografía fundamental sobre termas en Hispania cf. G.
Gamer «Reste einer Thermenaulage bei San Francisco de Olivensa (Prov. Badajoz)», MM 14, 1973,
págs. 180 ss. J. Alvarez, «Las termas romanas de Alange», Hahis 3, 1972, págs. 267 ss.
(72) B. Taracena, «El palacio romano de Clunia», AEArq. 19, 1946, 29 ss. Sobre esta casa cf. P.
de Palol, Guia de Clunia, Valladolid 1974, ver plano.
(73) A. Floriano, «Excavaciones en Mérida (Campañas 1934 y 36)» AEArq. 17, 1944, págs. 151 ss.
111
de calor de su caldarium, así como tampoco los hornos que lo alimenta-
rían. Esta clase de hornos especiales para termas suelen estar enlosados
de piedra caliza resistente al fuego, y ningún resto de ese enlosado se
encuentra aquí, por lo menos en lo que se refiere a la zona excavada. Lo
necesario de su existencia nos hace suponer que al norte de las salas
hipocaustas, y en una zona aún sin excavar, se encuentran estos hornos
que irían colocados en unas pequeñas habitaciones que formarían el laco-
nicum.
Nada más puede decirnos esta habitación A , dado su estado de con-
servación, aparte de la mucha ceniza, cascotes y material arqueológico
que dio su excavación. Lo heterogéneo de este material, amén de lo
extraño de su localización (no se trata de un lugar de habitación propia-
mente dicho) nos hace suponer se trate de un relleno posterior. Por otro
lado, nos parece curiosa la ausencia de los tubos de arcilla cocida, que
servían para la salida del aire caliente.
Al sur de esta doble habitación se encuentra otra dependencia que
hemos llamado B (Lám. X V I , 2), y que está toda ella ocupada por un
baño o piscina, que constituiría el frigidarium de nuestras pequeñas ter-
mas. De 6 por 2,60 m. está construida de hormigón, que es hidráulico,
como ocurre incluso en las termas más modestas (opus signinum), te-
niendo sus paredes un fuerte revoco que cubre toda la habitación; el pie
de estas paredes es recorrido por un baquetón que se continúa, ascen-
diendo en los ángulos; y, por otra parte, a lo largo del lado O corre un
escalón o banco de la misma factura.
En la parte sur de esta piscina la rotura del pavimento (Lám. X V I , 1)
permite ver las sucesivas fases de su utilización, y en toda su extensión
—más claramente aún— vemos las dos últimas en las que la piscina es
reducida, al menos, en dos metros, pero que conserva el banco, el baque-
tón e incluso la misma factura en todos sus detalles.
Con respecto a la entrada y salida de agua no se ve clara en la
habitación más moderna, pero en la inferior se puede observar en el
ángulo noroeste una perforación que, seguramente, comunicaría a una
conducción que estaría en contacto con el canal general que se sitúa en
esa zona; lo que hace, pese a su bajo nivel, descartar la posibilidad de que
se trata de un desagüe, que además sería, en ese caso, de construcción
más cuidada, como suelen serlo las cloacas de este tipo de dependencias.
Como vemos, es precisamente en el caso del baño en donde menos
claro se ve el sistema de abastecimiento y desagüe, lo que se hace
paradójico cuando, como iremos viendo, en el resto del edificio puede
seguirse perfectamente la conducción del agua.
Como en la habitación A , también se recogió gran cantidad de material
arqueológico, heterogéneo, procedente de relleno.
En esta zona de termas se ven en el plano general afloramientos y
restos, ya de muros, ya de pavimentos, que formarían nexo con estas
dependencias que acabamos de describir someramente, y que tendrían
posibilidad de completarse en futuras excavaciones.
112
MATERIALES
HABITACION A
113
71E.A1-11
1-14
12. Fragmento del cuerpo de una vasija de pasta color crema. La superficie exterior
presenta, sobre engobe crema, restos de una decoración de dos series de semicírculos
concéntricos; debajo otra serie de semicírculos concéntricos y punto pintada en color
vinoso.
Medidas: altura del fragmento 4,6 cm.
13. Fragmento amorfo de vasija de pasta rosada. La superficie exterior, sobre engobe
crema, presenta una banda ancha horizontal pintada en color vinoso; paralela a ella
restos de otra pintada en color vinoso; paralela a ella restos de otra pintada en el
mismo color.
Medidas: altura del fragmento 3,4 cm.
14. Fragmento amorfo de vasija de pasta amarilla. La superficie interior está pintada de
ocre. L a superficie exterior, sobre pintura ocre-amarillento, presenta restos de seis
finas bandas horizontales y paralelas de color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,3 cm.
15. Fragmento del cuerpo de una vasija con carena de pasta ocre-amarillento. L a superfi-
cie exterior presenta una banda ancha de la que parte una serie de finas líneas
onduladas pintadas en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm.
16. Fragmento amorfo de vasija de pasta amarilla. L a superficie exterior, sobre pintura
ocre, presenta restos de decoración de cuartos de círculos pintados en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,3 cm.
17. Fragmento amorfo de una vasija de pasta color ocre-amarillento. L a superficie exte-
rior presenta restos de decoración de serie de líneas onduladas pintadas en color
vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3 cm.
HISPANICA
115
71E.A12-26
fío, 6.V. Villa. Cerámica piulada (12-17). ¡ iaapanien.se (IX) y sigillata hispánica (19-25) de la habita-
ción A. El fragmento n." 26 es clara /).
I 16
71E,A27-31
I 17
CLARA (Fig. 68-69)
26. Fragmento de un plato de sigillata clara D, forma Lamboglia 54, Hayes 61, Antioch
830-831.
Medidas: altura del fragmento 4 cm.
27. Fragmento de un plato de sigillata clara C , forma Hayes 50, Lamboglia 44, Antioch
836, Salomonson C I.
Medidas: diámetro de la boca 24 cm., altura del fragmento 5,4 cm.
28. Fragmento de un vaso imitación de sigillata clara C común.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 6,4 cm.
29. Fragmento de un vaso de sigillata hispánica, forma 4 ó 5. L a superficie exterior del
borde presenta decoración a ruedecilla.
Medidas: altura del fragmento 4,5 cm.
32. Fragmento del asa de una lucerna de pasta color amarillento. La superficie exterior
tiene tres acanaladuras paralelas, donde se observan restos de pintura roja.
Medidas: altura del fragmento 3,4 cm.
33. Fragmento del asa y cuerpo de una lucerna de pasta color castaño. El asa es recta y
alargada sin perforación. Sobre el disco, y en alto relieve, presenta la figura humana
de una posible mujer desnuda tumbada. Rodeando el orificio del aceite tiene decora-
ción de ovas.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm., anchura del fragmento 7 cm.
34. Asa de una lucerna de pasta de color amarillento.
Medidas: altura 3,5 cm.
35. Fragmento de un cuenco de forma troncocónica. Pasta rosada. Presenta ligera visera
exterior.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 4,8 cm.
36. Fragmento de un cuenco de pasta color parduzco.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
37. Fragmento de ánfora de borde horizontal engrosado con suave acanaladura en la parte
superior. Cuello largo con inflexiones. Pasta color banco-amarillento.
Medidas: diámetro de la boca 15 cm, altura del fragmento 5,5 cm.
38. Fragmento de ánfora de borde engrosado y vuelto hacia afuera, cuello largo. Pasta
color rojizo.
Medidas: diámetro de la boca 13 cm., altura del fragmento 5,4 cm.
39. Fragmento de jarrita con un asa, borde inclinado hacia afuera y cuerpo globular.
Pasta color anaranjado.
Medidas: diámetro de la boca 5 cm., altura del fragmento 5,8 cm.
118
71E,A32-38
l-lf!. /(). Villa. Lucernas (32-34) y otros fragmentos de cerámica coman de la habitación A
71E.A39-55
MARMOL
60. Disco de mármol blanco con vetas grises.
Medidas: diámetro 3,5 cm, grueso 1 cm.
61. Disco de mármol rosado con vetas rojizas.
Medidas: diámetro 4 cm., grueso 1,5 cm.
62. Fragmento de disco de mármol blanco.
Medidas: diámetro 4,2 cm., grueso 1,8 cm.
63. Fragmento amorfo de mármol gris.
Medidas: longitud 11,2 cm., grueso 1 cm.
64. Fragmento de mármol con dos bordes lisos formando ángulo obtuso. Color gris con
vetas de color verde y crema.
Medidas: longitud 7,5 cm., grueso 1 cm.
66. Fragmento de mármol, con un borde liso, de color blanco con vetas negras y grises.
Medidas: longitud 6 cm., grueso 1,5 cm.
67. Fragmento de mármol con un borde liso y biselado. Color crema con vetas rojizas.
Medidas: longitud 4,5 cm., grueso indeterminado.
68. Fragmento de un vaso de vidrio color verde, de paredes muy finas, borde engrosado
y decoración exterior de leves incisiones.
Medidas: diámetro de la boca 10 cm., altura del fragmento 1,5 cm.
69. Fragmento del fondo de un vaso de vidrio de color verde, con un aro saliente que le
sirve de base.
Medidas: diámetro 6 cm., altura del fragmento 0,9 cm.
121
71E.A56-73
1
Villa. Cerámica común 156-59), piezas de mármol 160-67), vidrio (68-69), bronce (70i y hierro
(71-73) de la habitación A.
BRONCE (Fig. 72)
HUESO
HABITACION B
CERAMICA PINTADA (Fig. 73)
1. Fragmento del borde de urna vuelto hacia afuera. Las superficies muestran restos de
barniz rojo. Pasta compacta y depurada de color amarillento.
Medidas: altura del fragmento 1,6 cm., diámetro de la boca 16 cm.
2. Fragmento del cuerpo de una vasija cuya superficie exterior presenta restos de dos
bandas anchas barnizadas en color castaño claro, separadas entre sí por una fina
exenta. Pasta compacta de color amarillento.
Medidas: 4 cm. de alto por 3,8 cm. de ancho.
3. Fragmento del cuerpo de un vaso. L a superficie exterior presenta restos de una banda
ancha de color vinoso, de la que parten cinco líneas curvas de color rojo. Pasta
compacta de color rojizo.
Medidas: altura 4,5 cm., ancho 5,3 cm.
TERRA SIGILLATA
123
HAB. B
71E.B1-12
Fig. 73. Villa. Cerámica piulada (1-3), sigillata hispánica (4-5). clara B (6) y coman (7-12) de
habitación B.
124
CERAMICA COMUN (Figs. 73-75)
7. Fragmento del borde de una vasija vuelto hacia afuera con una suave acaladura en su
parte superior. La pasta de color parduzca. La superficie interior muestra las marcas
del tomo.
Medidas: diámetro 16 cm., altura 5,2 cm.
8. Fragmento de vaso de forma posiblemente ovoide, el borde grueso y vuelto hacia
afuera del que se inicia un asa.
Medidas: diámetro 12 cm., altura 6,9 cm.
9. Fragmento de un asa. L a superficie exterior presenta una acanaladura central. Pasta
amarillenta.
Medidas: largo 4,6 cm., ancho 2,5 cm.
10. Fragmento de asa. Pasta de color rosado, las superficies amarillentas.
Medidas: largo 5,1 cm., ancho 3 cm.
11. Fragmento del cuello de una vasija, del que se inicia el asa, ancha, con una amplia
acanaladura central. Pasta rojiza.
Medidas: diámetro del cuello 6 cm., ancho máximo del asa 5,5 cm., ancho de la
acanaladura 1,8 cm.
'2. Fragmento del asa de una vasija. Presenta en la superficie exterior tres finas acanala-
duras y el inicio de otra en su extremidad derecha. Pasta amarillenta.
Medidas: largo 9,6 cm., ancho 4 cm.
'3. Fondo de una vasija grande. La base es simple y plana. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la base 13 cm., altura del fragmento 6,5 cm.
14. Fragmento del fondo de una vasija de regular tamaño. La base es simple y plana. La
pasta en su interior es amarilla, con una veta rosada, el color de las superficies es
amarillo.
Medidas: diámetro 10 cm., altura del fragmento 4,7 cm.
15. Fragmento del fondo de una vasija de regular tamaño. La base es simple, plana,
levemente inclinada. Pasta poco depurada con abundante sílice y mica, color rojizo.
Medidas: diámetro de la base 9 cm., altura del fragmento 3,8 cm.
16. Fondo de una pequeña vasija, de base simple y plana, con un ligero ensanchamiento
interior. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro 4 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
17. Fragmento del fondo de una vasija de paredes rectas de regular tamaño. Base plana.
Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la base 13 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
18. Fondo de una vasija grande. La base es simple con el exterior rehundido con un
pequeño círculo que sobresale hasta casi el plano de la base. L a superficie interior
muestra las señales del tomo, con un saliente central. La pasta, con abundancia de
sílice y mica, es amarilla.
Medidas: diámetro 10 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
19. Fragmento del fondo de una vasija. L a base marcada y rehundida. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la base 12 cm., altura del fragmento 2 cm.
20. Fragmento del fondo de un plato con el pie ligeramente saliente y con el exterior
rehundido. Pasta de color rojizo con granos de cuarzo y sílice como desengrasante.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
21. Fragmento del fondo de un plato con pie marcado y fondo rehundido. Pasta rojiza.
Medidas: diámetro de la base 6,5 cm.; altura del fragmento 1,9 cm.
22. Fragmento del fondo de un plato con pie marcado y fondo rehundido. Pasta interior
castaño oscuro, mientras que las superficies muestran un color rosado.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 1,6 cm.
23. Fragmento de un vasito de posible forma bitroncocónica y base plana. Pasta de color
parduzco.
Medidas: altura del fragmento 3,8 cm., diámetro m á x i m o 4,5 cm.
24. Contera de ánfora. Pasta de color parduzco.
Medidas: altura del fragmento 9,3 cm.; diámetro máximo 4,8 cm.
125
71E.B13-17
71E.B18-28
25. Contera de ánfora. Pasta color parduzco.
Medidas: altura del fragmento 10 cm., diámetro máximo 4,5 cm.
26. Disco de arcilla. Pasta rojiza.
Medidas: diámetro 3,5 cm.
MARMOL
HUESO
TEJAS
32, 33 y 34.—Tres fragmentos de imbrices.
Habitación C
DESCRIPCION
128
MATERIALES
TERRA SIGILLATA
129
71E.C1-16
Fig. 76. Villa. Cerámica pintada (1-2), .sigillata hispánica (3-9) y clara (10-16) de la habitación C.
130
71E,C17-23
17. Fragmento de un vaso de sigillata clara D, forma 42.
Medidas: diámetro de la boca 38 cm, altura del fragmento 2,8 cm.
18. Fragmento de un vaso de sigillata clara D, forma 54.
Medidas: diámetro de la boca 38 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
19. Fragmento del borde de un vaso de sigillata paleocristiana, de forma sencilla. Pasta
negruzca. Sobre el borde y parte media del cuerpo dos líneas de decoración a ruedeci-
lla.
Medidas: altura del fragmento 2,7 cm.; diámetro de la boca 14 cm.
20. Fragmento del fondo plano de un vaso de sigillata paleocristiana. Pasta gris con las
superficies de color castaño claro. Mala cocción. Ambas superficies presentan deco-
ración a ruedecilla.
Medidas: altura del fragmento 1,5 cm.; diámetro de la boca 30 cm.
21. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana. El borde casi recto es separado del
cuerpo cóncavo por una acusada carena. Pasta anaranjada. La superficie exterior pre-
senta decoración y ruedecilla. Forma 18 Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 5,6 cm.
22. Fragmento del cuerpo, c ó n c a v o , de un vaso de sigillata paleocristiana. Forma 18
Rigoir. Arcilla rosada. La superficie exterior está decorada a ruedecilla.
Medidas: altura del fragmento 2,7 cm.
23. Dos fragmentos de jarrita de sigillata paleocristiana gris. Forma 26? Rigoir, corres-
ponden al borde, vuelto al exterior, y parte del cuerpo y fondo con base simple
indicada. E l borde presenta arranque de asa horizontal. L a parte inferior del cuerpo
presenta dos acanaladuras horizontales. Pasta gris. Las superficies gris oscuro.
Medidas: altura aproximada 19 cm., diámetro de la boca 8 cm., diámetro de la base
8 cm.
24. Fragmento de una lucerna. Pasta amarilla. Presenta decoración vegetal de la que se
puede apreciar con claridad un racimo de uvas. Presenta en la superficie exterior
restos de pintura de color castaño rojizo.
Medidas: longitud del fragmento 8,7 cm.
25. Asa de una lucerna. Pasta amarilla. Tres acanaladuras paralelas decoran la superficie
exterior.
26. Asa horizontal de un vaso de pasta amarilla. Presenta decoración a base de unas
líneas rectas incisas. L a superficie exterior estuvo pintada en color castaño rojizo.
Medidas: altura del fragmento 5 cm.
27. Fragmento del cuerpo y cuello de un vaso con asa vertical de la que conserva el
arranque inferior. Vaso fabricado con molde, pudiéndosele observar por el interior la
zona de unión de la arcilla en la zona del asa. La superficie exterior presenta
decoración de un friso con una serie de rosetas y motivos circulares. L a parte inferior
del cuerpo muestra una serie de gallones inclinados. Ambas superficies presentan
restos de pintura roja.
Medidas: altura del fragmento 6,5 cm.
28. Fragmento amorfo de un vaso de pasta color castaño oscuro. L a superficie exterior
presenta una acanaladura y a ambos lados decoración de ruedecilla.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm.
29. Olla de forma ovoide, borde vuelto hacia afuera, base simple levemente indicada. El
cuello presenta dos leves acanaladuras. Pasta rojiza. L a superficie exterior negruzca,
la interior rojiza.
Medidas: altura aproximada 18 cm., diámetro de la boca 14 cm., diámetro de la base
8 cm., diámetro máximo 18,5 cm.
132
30. Fragmento de olla de forma posiblemente ovoide, borde vuelto hacia afuera. La
superficie exterior presenta una acanaladura. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 15 cm., altura del fragmento 6,8 cm.
31. Fragmento de olla de forma posiblemente ovoide, borde vuelto hacia afuera. La
superficie exterior presenta dos series de pequeñas acanaladuras. Pasta castaño ro-
jizo. Superficie exterior de color parduzco y la interior castaño rojizo. L a pasta
contiene abundancia de granos de sílice y mica.
32. Fragmento de olla ovoide con borde vuelto hacia afuera. Pasta rosada.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 6,3 cm.
33. Fragmento de mortero con visera. Pasta ocre-amarillenta, superficies anaranjadas,
grano grueso.
Medidas: diámetro de la boca 42 cm.. altura 4,5 cm.
34. Fragmento del borde de una olla vuelto hacia afuera. Pasta negruzca.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
35. Fragmento de jarrita con borde liso y cuello estrecho. Pasta de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 3 cm., altura del fragmento 5,4 cm.
36. Olla de borde engrosado horizontal. El filo exterior del borde muestra unas impresio-
nes que le dan una serie de ondulaciones. Presenta restos de un asa que sale desde el
mismo borde. Pasta ocre.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
37. Fragmento de jarra de asa con boca y cuello anchos. El asa sale del borde de la
vasija. Barro amarillento.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm.
38. Fragmento de jarra de un asa con boca y cuello ancho. El asa sale del borde de la
jarra. Barro amarillo-verdoso.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 3,7 cm.
39. Cazuela con borde vuelto hacia afuera y asa horizontal que sale inmediatamente
debajo del borde. Pasta amarillo verdoso.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 5,5 cm.
40. Fragmento de jarrita con alto borde c ó n c a v o , cuello corto con arranque de un asa.
Pasta amarilla-verdosa.
Medidas: diámetro de la boca 5 cm., altura del fragmento 5 cm.
41. Fragmento de contera de ánfora. Pasta amarilla.
Medidas: altura del fragmento 3,6 cm.
42. Fragmento del fondo de un ánfora. Pasta color ocre.
Medidas: altura del fragmento 4 cm.
43. Contera de ánfora. Pasta rojiza con superficie exterior amarillo-verdosa.
44. Fragmento del fondo plano de una olla de gran tamaño. Pasta ocre con grueso grano.
Superficies de color avellana.
Medidas: diámetro 14 cm., altura del fragmento 5,5 cm.
45. Fragmento del fondo, plano, de una olla pequeña. Pasta rojiza con grano muy grueso
y abundante mica.
Medidas: diámetro 5 cm, altura del fragmento 3,8 cm.
46. Fragmento de fondo, plano, de olla. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro 10 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
47. Fragmento del fondo, plano de una olla. Pasta ocre. Superficie exterior oscurecida
por el fuego, la interior color castaño claro.
48. Fragmento del fondo, plano, de una olla. Señales interiores del torno. Pasta de color
rosado.
Medidas: diámetro 8 cm., altura del fragmento 4,7 cm.
49. Fragmento del fondo, plano, de una olla, base levemente indicada. Estrías interiores
del torno. Pasta color ocre.
Medidas: diámetro 8 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
50. Fragmento del fondo, plano, de una olla con base levemente indicada. Pasta de color
crema.
Medidas: diámetro 9 cm., altura del fragmento 4,3 cm.
133
71E.C24-29
71E,C44-60
51. Fragmento del fondo, plano, de un vaso con base indicada. Pasta color amarillo-
verdoso.
52. Fragmento del fondo, plano, de una olla con base indicada y estrecha. Pasta color
castaño oscuro. Con granulado y abundante mica.
Medidas: diámetro 5 cm., altura del fragmento 5 cm.
53. Fragmento del fondo de una olla con base indicada, plana y estrecha. Pasta amari-
llenta con granulado fino.
Medidas: diámetro 5 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
54. Fragmento del fondo de una olla con base indicada, plana y estrecha. Pasta color
castaño claro.
Medidas: diámetro 4 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
55. Fragmento del fondo de una olla de base indicada y plana. Pasta de color rosado.
Medidas: diámetro 8 cm., altura del fragmento 4,9 cm.
56. Fragmento del fondo de un vaso con base rehundida y pie indicado. Pasta color
amarillo.
Medidas: diámetro 9 cm., altura del fragmento 5,8 cm.
57. Fragmento del fondo y pie de un vaso. El pie elevado presenta decoración de dos
molduras. La base posiblemente era plana. Pasta amarillenta.
Medidas: diámetro 8 cm., altura del fragmento 5 cm.
58. Disco de arcilla de color amarillento.
Medidas: diámetro 6,5 cm., grosor 2,2 cm.
Habitaciones D, E , y K
DESCRIPCION
137
Así pues, el nivel inferior de esta habitación, que hemos llamado E ,
fue recogido mediante la excavación bajo el pavimento por la puerta, que
cegada por éste comunicaba a la habitación abovedada K (Lám. XIX, 1);
precisamente la construcción y potencia de este pavimento se ve perfec-
tamente desde dicha puerta, en todo similar a la que se abría al pasillo C ,
es decir, con un dintel biselado y una losa grande como umbral.
Poco podemos decir de esta primera fase de la habitación (E) que
presentaba un relleno heterogéneo, donde entre sillares caídos se encon-
traron fragmentos de una escultura en mármol, entre los que se encontra-
ban una mano, dedos fragmentados y parte de un rostro. Entre los sillares
caídos, que sirvieron a su vez como aprovechadas pilastras para la cons-
trucción del pavimento de la fase posterior, se encuentra uno de grandes
dimensiones y forma rectangular, que en su parte posterior tiene dos esco-
taduras cuadradas y en la anterior se puede leer parte de una inscripción
de grandes letras (20 cm.) que apuntamos:
VEFL
NOH
138
MATERIALES
HABITACION D
TERRA SIGILLATA
3. Fragmento de un vaso de térra sigillata hispánica, forma Dragendorff 18. Barniz rojo
de muy buena calidad.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm.?, altura del fragmento 3,4 cm.
4. Pequeño fragmento de un vaso de sigillata hispánica.
Medidas: diámetro de la base 8 cm.?, altura del fragmento 1,4 cm.
6. Fragmento del borde de un vaso de sigillata lucente. Forma 33 Lamboglia, con barniz
amarillo Ñ a p ó l e s , en bastante mal estado de conservación.
Medidas: diámetro 20 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
7. Fragmento del borde de un vaso de sigillata lucente, forma 33 Lamboglia, barniz
grisáceo con manchas ocre. Pasta de color ocre. Las superficies barnizadas en color
castaño oscuro.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura 3,7 cm.
9. Fragmento de una lucerna, corresponde al asa y parte del cuerpo. Pasta de color
amarillo claro.
Medidas: altura 5,5 cm.
139
71E,D1-20
Fig. (SI. Villa. Cerámica pintada (1-2). sigillata hispánica (3-4). paleocristiana 15 y 8), lácenle (6-7).
lucernas (9-13) y común (14-20) de ta habitación /),
140
10. Fragmento del disco de una lucerna con decoración vegetal. La pasta es de color
rosado.
Medidas: longitud 4,5 cm.
11. Fragmento del disco de una lucerna con decoración de dos rosetas. La pasta es de
color ocre.
Medidas: longitud del fragmento 5,4 cm.
12. Fragmento del fondo de una lucerna con decoración vegetal. Pasta de color amarillo.
La superficie exterior muestra restos de pintura de color rojo.
Medidas: longitud del fragmento 5,7 cm., altura 2,1 cm.
13. Fragmento del asa de una lucerna de pasta de color amarillo.
Medidas: altura del fragmento 3,7 cm.
14. Fragmento de una jarra de cuello largo con suaves anillos. Pasta de color castaño-
rojizo. Grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 5 cm., altura del fragmento 9 cm.
15. Fragmento de olla con borde vuelto hacia afuera. Pasta de color anaranjado. Fino
granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 8 cm., altura del fragmento 5,2 cm.
16. Fragmento del borde de una olla vuelto hacia afuera. Pasta color amarillento con
grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
17. Fragmento del borde de una jarra? vuelto hacia afuera. Pasta color amarillo.
Medidas: diámetro 10 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
18. Fragmento de vasija con el borde redondeado hacia el interior. Pasta rojiza con
grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 4,8 cm.
19. Fragmento de olla con borde vuelto hacia afuera. Pasta de color negruzco con gran
abundancia de mica.
Medidas: diámetro 18 cm., altura del fragmento 4 cm.
20. Fragmento de cazuela con borde recto redondeado por el exterior y cuerpo carenado.
Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 5,7 cm.
21. Olla de forma ovoide, borde vuelto hacia afuera, suave moldura en el cuello y fondo
plano. Pasta rojiza con grueso granulado de sílice y mica. La superficie exterior
negruzca.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., diámetro de la base 8 cm., altura 18 cm.,
diámetro máximo 18,5 cm.
22. Fragmento de jarra con un asa y cuello poco diferenciado del resto de la vasija. El asa
parte desde el mismo borde. Pasta de color naranja con grueso granulado de sílice y
finas partículas de mica.
Medidas: diámetro de la boca 8 cm., altura del fragmento 17,5 cm.
23. Fragmento del borde y asa de una jarra que parte desde la misma boca. Pasta
amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 10 cm., altura del fragmento 12 cm.
24. Fragmento de jarra de cuello corto con un asa que parte desde el mismo borde. Pasta
amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 6 cm.
25. Fragmento de jarra de un asa que parte desde el borde con el cuello corto. Pasta
amarilla con grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
26. Fragmento de jarra de cuello corto, con un asa que parte desde el mismo borde,
vuelto hacia afuera. Pasta color naranja.
Medidas: diámetro de la boca 8 cm., altura del fragmento 4,7 cm.
141
71E,D21-22
144
71E,D45-56
HIERRO (Fig. 85)
50. Fondo de un vaso de vidrio de color verde claro con base rehundida.
Medidas: diámetro de la base 6,5 cm., altura del fragmento 1,5 cm.
51. Fragmento de mármol de una lápida epigráfica, en la que se pueden observar una
posible F y el inicio de otra letra difícil de determinar. Mármol de color rosado.
Medidas: alto 7,3 cm., ancho 6,8 cm., grueso 2 cm.
52. Fragmento amorfo de mármol gris con vetas blancas.
53. Pequeño disco de mármol blanco.
Medidas: diámetro 1,5 cm., grosor 0,5 cm.
54 y 55. Dos fragmentos amorfos de mármol gris con vetas blancas.
56. Fragmento amorfo de mármol blanco con vetas grises.
PLOMO
HABITACION E
1. Fragmento del borde vuelto hacia afuera de un vaso de pasta anaranjada. La superfi-
cie exterior está barnizada de rojo y la interior presenta una banda de 1 cm. de ancho
barnizada en el mismo color.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 2,3 cm.
2. Fragmento amorfo de un vaso de pasta anaranjada. L a superficie exterior muestra una
banda ancha pintada en color castaño claro; de la parte superior parten restos de tres
finas bandas inclinadas de color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm.
3. Fragmento amorfo de un vaso de pasta amarilla. L a superficie exterior muestra restos
de tres finas bandas paralelas pintadas en color vinoso sobre unas suaves acanaladu-
ras.
Medidas: altura del fragmento 6,3 cm.
4. Fragmento amorfo de un vaso de pasta amarillenta. L a superficie exterior presenta
restos de tres finas bandas paralelas pintadas en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,2 cm.
5. Fragmento amorfo de un vaso de pasta amarillenta. L a superficie exterior se halla
barnizada de color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3 cm.
TERRA SIGILLATA
147
71E,E1-16
Fig. 86. Villa. Cerámica pialada i 1-5). sigillata. hispánica (6-8) y paleocristiana (9-16) de la habita-
ción E.
148
7. Fragmento de un vaso de sigillata hispánica forma 10.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 3,2 cm.
8. Fragmento del cuerpo de un vaso de sigillata hispánica.
Medidas: altura del fragmento 4,2 cm.
17. Fragmento de lucerna perteneciente al asa y parte posterior del cuerpo. Pasta amari-
llenta. L a superficie exterior presenta restos de pintura rojiza.
Medidas: altura del fragmento 5,8 cm.
18. Asa y parte del disco de lucerna de pasta amarillenta. El disco presenta decoración
vegetal. L a superficie exterior muestra leves restos de pintura rojiza.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm.
19. Fragmento de lucerna de pasta color rosado. E l asa está decorada con un motivo
vegetal. El disco está decorado por una serie de rosetas. El fondo presenta decora-
ción de pequeños círculos incisos con un punto central. L a superficie exterior pre-
senta restos de pintura rojiza.
Medidas: altura del fragmento 5,4 cm.
149
22. Fragmento de olla con el borde vuelto hacia afuera. Pasta de color ocre. L a superficie
interior presenta restos de pintura color naranja.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 6,8 cm.
23. Fragmento de olla, de borde vuelto hacia afuera con la pasta de color ocre. Las
superficies están pintadas de color castaño oscuro.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 4,4 cm.
24. Fragmento de olla de borde ensanchado y vuelto ligeramente hacia afuera. Pasta de
color naranja con las superficies amarillentas.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 9 cm,
25. Fragmento de vaso con borde ensanchado ligeramente vuelto hacia afuera, de pasta
color rojizo y superficies de color ocre-amarillento.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 3,6 cm.
26. Fragmento de vaso con borde ligeramente vuelto hacia afuera de pasta color rojizo.
Medidas: diámetro de la boca 10 cm., altura del fragmento 2,3 cm.
27. Fragmento de olla con el borde engrosado y vuelto ligeramente hacia el interior. Pasta
de color rojizo con grueso granulado de sílice.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
28. Fragmento de fuente de borde escalonado. Pasta gris, por fuera negruzca, con granu-
lado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 6,1 cm.
29. Fragmento de un cuenco sencillo de pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 13 cm.; altura del fragmento 4,3 cm.
30. Fondo plano de una olla de pasta de color castaño oscuro con las superficies grises.
Fino granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la base 6,5 cm., altura del fragmento 1,4 cm.
31. Fragmento del cuerpo ovoide de una olla de base plana. La pasta es de color avellana
con granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 6,8 cm.
32. Fragmento del fondo de un vasito de base plana ligeramente indicada. Pasta anaran-
jada.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
33. Fragmento del fondo de una olla de base plana ligeramente indicada. Pasta gris con
superficie exterior negruzca. Granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 5,3 cm.
34. Fragmento del cuerpo inferior de una vasija de base plana y levemente indicada. Pasta
ocre con superficies anaranjadas.
Medidas: diámetro de la base 9,5 cm., altura del fragmento 9 cm.
35. Fragmento de un asa cilindrica. Pasta anaranjada con fino granulado de sílice.
Medidas: diámetro 2,7 cm., longitud del fragmento 6,2 cm.
36. Fragmento de asa con acanaladura central de pasta color amarillo-verdoso.
Medidas: ancho 3.4 cm., largo del fragmento 11,6 cm.
37 a 55. Diecinueve discos de arcilla obtenidos de fragmentos de vasijas de distintos
grosores.
150
71E,E17-29
29
Fig. 87. Villa. Fragmentos de lucernas <¡7-19) v de cerámica común 120-29) de la habitación E.
151
71E,E30-34
152
Fig, 89. Villa. Cerámica común (35-36) y día ¡nueve discos de arcilla procedentes de la habitación E.
153
65. Fragmento de mármol color avellana.
Medidas: largo 8,3 cm., ancho 6 cm., grueso 2,6 cm.
66. Fragmento de mármol de color gris claro.
Medidas: largo 8 cm., ancho 4,7 cm., grueso 1,1 cm.
67. Pequeño fragmento de mármol veteado en blanco y castaño-rojizo.
Medidas: largo 2 cm., ancho 1,9 cm., grueso 1,2 cm.
68. Pequeño listón de mármol de color verde claro con vetas rosadas.
Medidas: largo 4,7 cm., ancho 1 cm.
PAVIMENTO
74 a 76. Tres fragmentos de pavimento fabricado con yeso y grueso granulado de sílice y
algo de mica. No dibujados.
ESCORIA
VIDRIO
154
Fig. 90. Villa. Fragmentos marmóreos (56-68) y de hierro (69-73) de la habitación E.
155
Habitaciones F y G .
DESCRIPCION
MATERIALES
HABITACION F
156
Fig. 91. Villa. Cciiiinita pintada II y 2). sigillata hispánica 13-7). clara D 110-12) y paleocristiana 18,
9 y 13-20) procedentes del ambiente F.
157
TERRA SIGILLATA
11. Fragmento de un vaso de sigillata. Esta forma no la recoge Rigoir. Pasta anaranjada
con el interior gris.
Medidas: diámetro 12 cm., altura del fragmento 4,7 cm.
12. Fragmento de plato de sigillata. Forma 8 Rigoir. Pasta anaranjada con interior gris.
Medidas: diámetro de la boca 36 cm., altura del fragmento 3,7 cm.
13. Fragmento de un plato de sigillata paleocristiana. Esta forma no la recoge Rigoir.
Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 4 cm.
14. Fragmento de un plato de sigillata paleocristiana. Esta forma no la recoge Rigoir.
Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
15. Fragmento de un plato de sigillata paleocristiana forma 1 Rigoir. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 48 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
16. Fragmento de una tapadera de sigillata paleocristiana. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro 17 cm.
17. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata paleocristiana. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 3,3 cm.
18. Fragmento de un plato de sigillata paleocristiana forma 8? Rigoir. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 28 cm., altura del fragmento 6,3 cm.
19. Fragmento del fondo de un plato de sigillata paleocristiana. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 28 cm., altura del fragmento 3,7 cm.
20. Fragmentos de un vaso de sigillata paleocristiana gris. Pasta gris.
Medidas: diámetro de la base 7 cm., altura del fragmento 1,6 cm.
158
21. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana . L a forma no la recoge Rigoir. La
superficie interior del fondo presenta decoración a ruedecilla. Las superficies mues-
tran las estrías del torno. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 24 cm., diámetro de la base 20,5 cm., altura 4,7 cm.
22. Vaso de sigillata paleocristiana con el borde vuelto hacia adentro y la base rehun-
dida. El tercio superior de la superficie exterior presenta una banda barnizada en
color ocre; está limitada en la parte inferior por una línea incisa y decoración a
ruedecilla, por la superior, en el borde, decoración en zig-zag. El resto de la
superficie exterior y la interior está barnizada en color anaranjado. Pasta anaranjada.
Forma no recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., diámetro de la base 8 cm., altura 5.3 cm.
23. Vaso de sigillata paleocristiana de borde vuelto hacia adentro y base rehundida con
un pequeño aro. Forma no recogida por Rigoir. La mitad superior está barnizada en
color crema y el resto del vaso en color anaranjado. La superficie exterior, en la
zona media del vaso, presenta una banda ancha decorada a ruedecilla. L a superficie
interior en el fondo tiene un círculo de ruedecilla. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., diámetro de la base 7 cm., altura 4,6 cm.
24. Fragmento de un vaso de sigillasta paleocristiana de borde vuelto hacia adentro.
Forma no recogida por Rigoir. Ambas superficies presentan decoración a ruedecilla,
la exterior está barnizada en color ocre-rojizo y la interior anaranjada. Pasta anaran-
jada.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 3,7 cm.
25. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana de borde vuelto hacia adentro.
Forma no recogida por Rigoir. Presenta una banda ancha barnizada en color crema
claro limitada por dos líneas de decoración a ruedecilla. El resto de las superficies
tienen el color castaño claro. Pasta de color castaño.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 3,6 cm.
26. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana. Se asemeja a la forma 36 de Rigoir
con el filo del borde más elevado. La superficie interior del borde presenta decora-
ción a ruedecilla. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
27. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana con el borde levemente vuelto
hacia adentro. Forma no recogida por Rigoir. La superficie exterior barnizada en
color ocre presenta decoración a ruedecilla, la interior barnizada en castaño-rojizo.
Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
28. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana con el borde vuelto hacia el interior.
La superficie exterior presenta dos líneas decoradas a ruedecilla. Pasta anaranjada.
Forma no recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
29. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, borde inclinado hacia adentro con
un pequeño reborde exterior, el galbo presenta una fuerte carena. Forma no recogida
por Rigoir. La parte media inferior del cuerpo presenta decoración de estrías. Pasta
anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 2,5 cm.
30. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana de borde vuelto hacia el interior.
Forma no recogida por Rigoir. La superficie exterior presenta una banda barnizada
en ocre limitada por dos líneas a ruedecilla, el resto de las superficies de color
anaranjado, así como la pasta.
Medidas: diámetro de la boca 10 cm., altura del fragmento 4 cm.
31. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir. Las superficies
presentan decoración a ruedecilla. Pasta anaranjada con el interior gris.
Medidas: diámetro de la boca 15 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
32. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir. La superficie
exterior presenta tres bandas de decoración a ruedecilla, la inferior sirve de límite a
la zona barnizada en castaño oscuro, el resto presenta una coloración anaranjada. La
159
71E.F21-25
160
71E,F26-31
71E,F32-40
162
superficie interior sobre la carena presenta unas finas bandas de color gris, pero a
partir de la carena adopta un color castaño oscuro; el resto color anaranjado. Pasta
anaranjada o castaño, según coloración de las superficies.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 8,6 cm.
33. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, posiblemente forma 18 Rigoir o
variante. La superficie exterior presenta, a mitad del cuello, una banda decorada a
ruedecilla y alterna una coloración gradual desde el borde en gris, castaño claro y
castaño oscuro. L a superficie interior adopta una coloración castaño oscuro. Pasta
gris.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 6,7 cm.
34. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, posiblemente forma 18 Rigoir o
variante. La superficie exterior presenta restos de dos bandas decoradas a ruedeci-
lla. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 38 cm., altura del fragmento 9,1 cm.
35. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata paleocristiana. L a superficie interior
presenta decoración a. ruedecilla. Pasta anaranjada con el centro castaño.
Medidas: diámetro de la base 8 cm.; altura del fragmento 3,1 cm.
36. Fragmento del cuerpo de un vaso de sigillata paleocristiana. La superficie exterior
presenta una banda decorada a ruedecilla y una coloración irregular con zonas grises
y castaño-rojizas. La superficie interior como la pasta tiene un color anaranjado-
rojizo.
Medidas: altura del fragmento 5,3 cm.
37. Fragmento del cuerpo de un vaso de sigillata paleocristiana. La superficie exterior
tiene una banda decorada a ruedecilla. Pasta anaranjada con el centro gris.
Medidas: altura del fragmento 3,4 cm.
38. Fragmento del fondo plano de un vaso de sigillata paleocristiana. L a superficie
interior presenta dos círculos concéntricos decorados a ruedecilla. La exterior restos
de cinco finas acanaladuras concéntricas. El color de las superficies es ocre. Pasta
anaranjada.
Medidas: longitud del fragmento 5,6 cm.
39. Fragmento del fondo plano de un vaso de sigillata paleocristiana. La superficie
interior presenta una fina acanaladura circular, a partir de la cual tiene decoración a
ruedecilla; en el interior del círculo restos de círculos concéntricos de color gris. L a
superficie interior es de color castaño-rojizo y la exterior ocre. Pasta anaranjada.
Medidas: longitud del fragmento 8,2 cm.
40. Fragmento del cuerpo y fondo de un vaso de sigillata paleocristiana. El fondo tiene
una base indicada y está un poco rehundido. La superficie exterior del cuerpo
presenta una banda decorada a ruedecilla. Superficies de color ocre-rojizo. Pasta
cuya coloración no es uniforme, oscila entre el castaño y el gris.
Medidas: diámetro de la base 9 cm., altura del fragmento 4,3 cm.
4L Fragmento de lucerna que corresponde a parte del cuerpo, asa y disco. Este
presenta decoración vegetal de hojas de parra, pámpanos y racimos de uvas. El asa
tiene tres acanaladuras longitudinales paralelas. Muestra restos de pintura roja. Pasta
color avellana.
Medidas: altura máxima 5 cm., longitud del fragmento 4,1 cm.
42. Fragmento de una lucerna. Presenta decoración en el disco de racimos de uvas. El
asa tiene tres acanaladuras longitudinales paralelas. Presenta restos de pintura roja.
La pasta color rosado.
Medidas: altura máxima 3,8 cm., longitud del fragmento 4,4 cm.
163
Hft. 95. Villa, I'raímenlos de lucernas procedentes del ambiente /•'.
164
43. Fragmento de lucerna. Presenta decoración en el diaco de «perlas». El asa tiene dos
acanaladuras paralelas. Pasta de color amarillento.
Medidas: altura máxima 5,4 cm., longitud del fragmento 4,5 cm.
44. Fragmento de lucerna. Presenta en el disco una fina acanaladura circular que corta
una serie de trozos de finas acanaladuras paralelas. El asa tiene tres acanaladuras
longitudinales paralelas. Pasta color avellana.
Medidas: altura máxima 5,5 cm., longitud del fragmento 4,3 cm.
45. Framento de lucerna. Presenta en el disco restos de decoración incisa. El asa tiene
tres finas acanaladuras paralelas. Pasta amarillenta.
Medidas: altura máxima del fragmento 3,9 cm., longitud 3,5 cm.
46. Fragmento de lucerna con decoración radiada en el disco. Pasta amarillenta.
Medidas: altura máxima del fragmento 3,7 cm., longitud 3,6 cm.
47. Fragmento de lucerna. El disco presenta decoración radiada. Pasta amarillenta.
Medidas: longitud del fragmento 4,2 cm.
48. Fragmento de lucerna con decoración circular con pequeños resaltes en el disco. El
asa muestra perforación insinuada. Restos de pintura roja. Pasta anaranjada.
Medidas: longitud del fragmento 4,2 cm.
49. Fragmento del disco de una lucerna con decoración radial. Pasta amarillenta.
Medidas: longitud del fragmento 6,7 cm.
50. Fragmento del disco y arranque del asa de una lucerna con decoración en relieve.
Presenta restos de pintura rojiza. Pasta anaranjada.
Medidas: longitud del fragmento 6,4 cm.
51. Fragmento de lucerna con el disco decorado con una rosa de pétalos anchos, en el
centro, y dos finas acanaladuras circulares que enmarcan una serie de otras perpen-
diculares y paralelas. El asa sin perforación presenta una acanaladura central. Pasta
rojiza.
Medidas: altura del fragmento 3,6 cm., longitud 3,9 cm.
52. Fragmento del disco de una lucerna con decoración de cuentas. Pasta amarillenta.
Medidas: longitud del fragmento 5,6 cm.
53. Fragmento del disco de una lucerna con decoración radial. Pasta amarillenta.
Medidas: longitud del fragmento 7,6 cm.
54. Fragmento de un asa de lucerna de pasta color avellana.
Medidas: altura del fragmento 4,5 cm.
55. Fragmento de lucerna zoomorfa. Pasta anaranjada.
Medidas: altura máxima 3,1 cm., longitud del fragmento 5,2 cm.
57. Fragmento de jarrita de un asa, cuello corto combado, con la parte más estrecha
hacia la mitad del mismo. El borde vuelto hacia afuera del que parte inmediatamente
bajo el asa, que presenta acanaladura central. La pasta es anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 4,5 cm., altura del fragmento 3,7 cm.
58. Fragmento de jarrita de un asa, cuello largo, borde vuelto hacia afuera del que
arranca el asa con un amplio rebaje central. Pasta color amarillento.
Medidas: diámetro de la boca 5 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
165
l-¡u. 96. V i l l a , i-raxmento tic sigillnta paleocristiana gris (56) y cerámica común 157-65) del ambiente
166
Fig. 97. Villa. Cerámica común del ambiente F.
167
59. Fragmento de jarrita de un asa, cuello c ó n i c o , borde horizontal, ensanchado hacia el
interior estrechando la boca. Desde el mismo borde arranca el asa. Pasta gris muy
depurada.
Medidas: diámetro del borde 4,5 cm., diámetro de la boca 2 cm., altura del frag-
mento 3,5 cm.
60. Fragmento de una jarra de un asa con boca ancha y cuello poco marcado, que sin
transición alguna pasa al cuerpo de la vasija. El borde inclinado hacia afuera leve-
mente engrosado. E l arranque superior del asa en el borde. La pasta es de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 5 cm.
61. Fragmento de jarra de un asa con boca ancha y cuello poco marcado, con el borde
levemente inclinado hacia afuera. El arranque superior del asa en borde y cuello. El
asa presenta ancha acanaladura. Pasta de color amarillo.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
62. Fragmento de jarra de un asa con boca ancha y cuello poco marcado, con el borde
vuelto hacia afuera y levemente engrosado. El asa arranca desde el borde y cuello.
Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 6 cm.
63. Fragmento de jarra de un asa con boca y cuello anchos, el asa sale del borde de la
vasija. Pasta ocre y algo harinosa.
Medidas: diámetro de la boca 9 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
64. Fragmento de cuello de jarra con abultamiento a la altura del arranque del asa. Pasta
castaño-rojizo con la superficie exterior ocre.
Medidas: altura del fragmento 6,2 cm.
65. Fragmento de asa de una jarrita de sigillata gris.
Medidas: altura del fragmento 5 cm.
66. Fragmento de cuenco de borde vuelto hacia afuera, horizontal. El cuerpo se inicia
con una marcada carena. Presenta un asa horizontal. Pasta amarilla. Interior engobe
color crema.
Medidas: diámetro de la boca 40 cm., altura del fragmento 11 cm.
67. Fragmento de cuenco de borde vuelto hacia afuera, horizontal. El cuerpo se inicia
tras una marcada carena. Pasta amarilla. La superficie interior presenta un engobe
crema.
Medidas: diámetro de la boca 40 cm., altura del fragmento 7 cm.
68. Fragmento de una gran vasija con borde vuelto hacia afuera y cuerpo troncocónico.
Pasta color ocre-rosado.
Medidas: diámetro de la boca 36 cm., altura del fragmento 6 cm.
69. Fragmento de una gran vasija con borde vuelto hacia afuera, de cuerpo posiblemente
troncocónico. La superficie exterior presenta estrías del torno. Pasta de color ocre-
rosado.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 7,5 cm.
70. Fragmento de jarra de boca y cuello anchos. El borde engrosado está vuelto leve-
mente hacia afuera. Presenta inicio del arranque del asa superior debajo del borde.
La pasta color amarillo.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 6,8 cm.
71. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera. Pasta negruzca con fino granulado
de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
72. Fragmento de un vaso de paredes rectas y borde levemente marcado por una
acanaladura exterior. Pasta de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 3 cm.
73. Fragmento de cazuela de borde recto. Pasta castaño oscuro con granulado de sílice y
mica. Las superficies presentan un engobe de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 22 cm., altura del fragmento 5 cm.
74. Fragmento de olla con ranura en el borde que está engrosado hacia afuera. Presenta
arranque de asa horizontal. Pasta de color ocre-rosado.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 3 cm.
168
71E,F81-86
169
75. Fragmento de vasija con acanaladura en el borde, escalonado y vuelto hacia afuera.
Pasta de color ocre-amarillento.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
76. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera. Pasta de color castaño oscuro, con
grueso granulado de sílice y mica. Superficies rugosas.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 6 cm.
77. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera y asa horizontal. Pasta de color
ocre-rosado.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm, altura del fragmento 5 cm.
78. Fragmento de un vasito con borde inclinado levemente hacia afuera. Pasta de color
ocre.
Medidas: diámetro de la boca 6 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
79. Fragmento de una vasija con el borde con una ligera visera. Pasta de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 6,5 c.m.
80. Fragmento de mortero con visera debajo del borde. La superficie exterior presenta
las estrías del torno. Pasta castaño-rojizo.
Medidas: diámetro de la boca 40 cm., altura del fragmento 7,8 cm.
81. Fragmento de un asa de jarra de cuello estrecho. La superficie interior presenta
acanaladuras. Pasta anaranjada.
Medidas: longitud del fragmento 9,2 cm., ancho 3,3 cm.
82. Fragmento de un asa de sección circular. Pasta color castaño-rojizo y superficies
ocres.
Medidas: longitud del fragmento 6,2 cm.
83. Fragmento del asa de una jarra de boca ancha. Presenta una ancha y acusada
acanaladura central. Pasta rosada.
Medidas: longitud del fragmento 6 cm.
84. Fragmento del asa de una jarra. Pasta rojiza.
Medidas: longitud del fragmento 8,5 cm.
85. Fragmento del asa de una jarra que parte del mismo borde. Presenta una ancha
acanaladura central donde tiene una decoración a base de incisiones. Pasta amarilla.
Medidas: longitud del fragmento 5,4 cm.
86. Fragmento de un asa de jarra de cuello estrecho que arranca desde el mismo borde.
Presenta estrecha acanaladura central. Pasta rojiza y superficies castaño oscuro.
Medidas: longitud del fragmento 8,2 cm.
87. Fragmento de un vaso de base plana de pasta de color ocre con grueso granulado de
sílice.
Medidas: altura del fragmento 5,5 cm., diámetro de la base 6 cm.
88. Fondo de una pequeña vasija de base plana. Pasta de color ocre con abundancia de
mica.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
89. Fragmento del fondo de una vasija de base plana. Pasta de color amarillo-verdoso.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 4 cm.
90. Fragmento del fondo de una vasija de base plana. Pasta de color amarillo-verdoso.
Medidas: diámetro de la base 9 cm.; altura del fragmento 4,8 cm.
91. Fondo de una vasija de base plana levemente indicada. En las superficies estrías del
torno. Pasta de color rojizo, y la superficie exterior negruzco con grueso granulado
de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
92. Fondo de una vasija con la base levemente rehundida. La pasta color ocre con
grueso y abundante granulado de sílice.
Medidas: diámetro de la base 12 cm., altura del fragmento 3,3 cm.
93. Fragmento de contera de ánfora. Pasta castaño-rojizo.
Medidas: diámetro máximo 4,3 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
94. Fragmento de contera de ánfora. Pasta color ocre-claro.
Medidas: diámetro máximo 3,5 cm., altura del fragmento 6,3 cm.
170
71E,F87-101
Fig. 99. Villa. Fragmentos de cerámica común 187-95), piedras (96), mármol (97), bronce (98 y 100),
hierro (99) y vidrio (101) del ambiente F.
171
95. Fragmento de contera de ánfora. Pasta de color amarillo.
Medidas: diámetro máximo 4,5 cm.. altura del fragmento 5,8 cm.
VIDRIO
101. Dos fragmentos de un vaso de vidrio de color verde claro con fondo rehundido.
Medidas: diámetro de la boca 9 cm., diámetro de la base 6 cm., altura posible
10 cm.
Habitación G
1. Fragmento del cuerpo de una vasija de pasta amarilla. La superficie exterior presenta
restos de decoración pintada en rojo vinoso de lo que debió de ser una serie de cuatro
círculos concéntricos, el primero formado por una banda ancha y los restantes por
bandas finas, limitada esta decoración por restos de una banda ancha horizontal.
Medidas: altura del fragmento 10 cm.
TERRA SIGILLATA
172
3. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata hispánica de forma indeterminada.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 2,5 cm.
173
71E.G1-7
Fig. ¡(X). Villa. Cerámica ¡tintada (I). sigillata hispánica 12 y 3). lucernas (4 y 5) y cerámica comúi
(6 y 7) de la zanja (i.
174
Fig. 101. Villa. Cerámica común de la zanja G.
175
Hf¡. 102. Villa. Cerámica común de la habitación (1.
176
16. Fragmento de cuenco o mortero con borde ensanchado en forma de T . Pasta de color
rosado.
Medidas: diámetro de la boca 28 cm., altura del fragmento 5 cm.
17. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera. Pasta de color castaño oscuro con
grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 6 cm.
18. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera. L a superficie exterior muestra estrías
del torno. Pasta de color rojizo y las superficies ocres.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 5,8 cm.
19. Fragmento del fondo de una vasija con la base plana y muy fina. L a superficie
interior muestra fuertes estrías del torno. Pasta de color amarillento.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 5,8 cm.
20. Fragmento del fondo de una vasija con la base plana muy delgada. L a superficie
interior presenta las estrías del torno. Pasta de color amarillo.
Medidas: diámetro de la base 12 cm., altura del fragmento 5,3 cm.
21. Fragmento del fondo de una pequeña vasija de base plana. Pasta de color rosado y las
superficies avellana.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 5,7 cm.
22. Fragmento del fondo de una vasija de base plana con la superficie interior con señales
de estrías del torno. Pasta rosada.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
23. Fragmento del fondo de una vasija de base indicada, estrecha y plana. Pasta de color
anaranjado.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 5,2 cm.
24. Fondo de una vasija de base indicada y plana. Pasta de color castaño-rojizo. En el
interior estrías del torno.
Medidas: diámetro de la base 10 cm., altura del fragmento 4,8 cm.
Habitación H
DESCRIPCION
MATERIALES
1. Fragmento de olla con ranura en el borde que es horizontal. Pasta de color rojizo con
engobe avellana en la superficie interior.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 7,3 cm.
177
2. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera. Pasta color anaranjado.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 2,9 cm.
3. Fragmento de jarra con un asa inmediatamente bajo el borde que está ligeramente
vuelto y presenta una leve ranura en la parte superior. Pasta amarillo-verdosa.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 3,8 cm.
4. Fragmento de un cuenco con reborde exterior. Pasta amarillo-verdosa.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 5,2 cm.
5. Fragmento de la boca de un ánfora de borde de sección triangular. Pasta color
avellana con superficie exterior amarillo-verdosa.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 6,8 cm.
6. Fragmento del inicio del cuello y parte del cuerpo de una vasija. L a superficie exterior
presenta decoración incisa con motivo arborescente. Pasta color amarillento.
Medidas: altura del fragmento 6,2 cm.
7. Disco de arcilla de pasta color ocre.
Medidas: diámetro 4,5 cm.
8. Pequeño disco de arcilla de pasta rosada.
Medidas: diámetro 3 cm.
9. Fragmento de asa y parte del cuerpo de una vasija de pasta amarillo-verdosa.
Medidas: longitud del fragmento 10,6 cm., ancho del asa 3,5 cm.
10. Fragmento de un asa con ranura central. Pasta amarilla.
Medidas: longitud del fragmento 6,6 cm., anchura media 3 cm.
11. Fragmento de asa con acanaladura central de pasta amarilla.
Medidas: longitud del fragmento 6 cm., anchura 3 cm.
12. Fragmento de un asa pequeña de pasta roja y superficies de color castaño.
Medidas: longitud del fragmento 5 cm., anchura 1,5 cm.
13. Fragmento de un asa de pasta de color ocre.
Medidas: longitud del fragmento 5,3 cm., anchura 3,5 cm.
14. Fragmento de'un asa con ranura central y pasta de color rosado.
Medidas: longitud del fragmento 5,8 cm., anchura 3 cm.
15. Fragmento de una vasija con la base indicada y fondo rehundido. Fuertes estrías del
torno en el interior. Pasta de color amarillo.
Medidas: diámetro de la base 7,5 cm., altura 6,4 cm.
16. Fragmento de un disco de piedra caliza. Una de las superficies presenta dos acanala-
duras concéntricas.
Medidas: diámetro 11 cm., anchura 4 cm.
Habitación I
DESCRIPCION
178
Fig, 103. Villa. Cerámica común de la habitación H.
179
71E,H9-16
Fig, 104. Villa. Cerámica común (9-15) y ¡listo de piedra <I6) de lo habitación 11.
180
Tras una extensa área pavimentada en pequeños guijarros, que consti-
tuye la zona excavada más al Norte, encontramos un patio cerrado en su
lado Oeste y Sur, y abierto hacia el Norte por tres pilastras que dejan
entre sí unos 2 m. aproximadamente, y al interior 3 m. de enlosado
irregular que se pierde en numerosas ocasiones. El muro que lo cierra al
sur presenta además de los sillares acostumbrados una zona de ladrillo
(Lám. X I V , 2) que pudiera ser o bien la clausura de una zona inicial-
mente abierta o la reconstrucción con un material más pobre en susti-
tución de su paramento original.
Igual caso parece observarse en la zona central del muro Oeste, en
donde los sillares han sido sustituidos aquí por piedras de mediano tamaño
en un momento posterior.
Las pilastras citadas (Lám. XXII, 2) han sido igualadas en altura por
un zócalo de piedras y argamasa para salvar el natural desnivel del
terreno. A la altura de la segunda de esta pilastras se corta, de una
manera regular, el pavimento de losas de irregular tamaño que antes
citamos, y al pie de la tercera se observa claramente el paso de un
pequeño canal que la bordea respetándola, lo que nos habla de su poste-
rior construcción. Este canal se continúa atravesando la dependencia
hasta el muro sur, al que traspasa, probablemente para alimentar la
acequia de la habitación J.
Es, a la altura de las escaleras que acceden al matadero, donde vuelve
a aparecer el enlosado que hemos visto al otro lado de este pórtico o patio
(Lám. XXII, 1). Tras él, y por dos escalones bien formados, encontramos
la puerta que dará acceso a la pequeña habitación de donde procede el
material inventariado. Esta puerta, abierta al oeste de la habitación, está
asociada a un pavimento de ladrillo que aprovecha para su mejor asenta-
miento un escalón que formaban los sillares del muro Sur. Es decir, el
material recogido pertenece al relleno existente sobre ese pavimento de
ladrillo. Esta puerta oeste, que tiene una considerable profundidad
(1,50 m.), se construye en su jamba sur con buenos sillares (reutilizados
de algún otro lugar del edificio) que se adosan al muro antiguo; de su
reutilización nos habla el sillar más bajo que tiene un inservible hoy
orificio de grapa.
La jamba norte, pese a que también utiliza los sillares usuales, pre-
senta en muchos lugares ladrillos que los calzan o completan. También la
argamasa refuerza la construcción de esta puerta, dándose el caso curioso
de que en ella se dibuja, simuladamente, el paramento. (Lám. X X , 3.)
La pequeña habitación a la que se accede por la puerta descrita tiene
unas dimensiones casi cuadradas de 2,20 m. por 2,50 m., y aún está
provista de otra puerta, esta vez en su lado norte, pero es más antigua que
el pavimento, ya que su umbral se encuentra a casi 1 m., por debajo del
de la puerta oeste, poniéndola en contacto con el recinto abovedado (K).
(Lám. X X I , 1 a la derecha.)
181
CERAMICA PINTADA (Figs. 105-106)
1. Fragmento de olla con borde vuelto con leve acanaladura en el reborde. L a superficie
exterior está pintada en color vinoso. Pasta color avellana.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 5 cm.
2. Fragmento de olla con borde vuelto con leve acanaladura en el reborde. La superficie
exterior está pintada de rojo vinoso. La parte superior del borde presenta una banda
ancha del mismo color. El interior castaño. Pasta color castaño.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 2,5 cm.
3. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera casi horizontal. La superficie exterior
está barnizada en color castaño claro. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 46 cm, altura del fragmento 2,7 cm.
4. Fragmento de plato troncocónico con reborde exterior. El borde e inicio de la
superficie interior se hallan barnizados en color rojo vinoso. Pasta de color castaño.
Medidas: diámetro de la boca 22 cm., altura del fragmento 4 cm.
5. Fragmento de plato troncocónico con borde muy vuelto hacia afuera. Parte superior
del borde e inicio de la superficie interior se encuentran pintados en el color rojo
vinoso. Pasta color castaño oscuro y las superficies en ocre.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
6. Fragmento de plato de forma sencilla, pasta castaño oscuro con superficies ocre. La
superficie interior presenta siete finas bandas concéntricas de color vinoso.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 3,2 cm.
7. Fragmento de plato de forma sencilla, pasta color castaño oscuro con las superficies
color ocre. La superficie interior presenta seis bandas finas concéntricas de color
vinoso.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 2,6 cm.
8. Fragmento del cuello y cuerpo de un pequeño vasito de pasta de color ocre. En el
cuello presenta cuatro finas bandas paralelas, en el cuerpo una banda ancha, pintadas
en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,7 cm.
9. Fragmento del cuerpo de una vasija de pasta color castaño claro. L a superficie
exterior presenta restos de dos batidas anchas que enmarcan una decoración de líneas
onduladas pintadas en rojo.
Medidas: altura del fragmento 3,2 cm.
10. Fragmento del cuerpo de una vasija de pasta de color ocre. La superficie exterior
presenta restos de decoración alternada de series de líneas onduladas y semicírculos
concéntricos pintados en rojo.
Medidas: altura del fragmento 2,9 cm.
11. Fragmento del cuerpo de una gran vasija de pasta de color ocre. L a superficie
exterior presenta restos de una banda que debía ser ancha, de la que parte una serie
de líneas onduladas alternando con semicírculos concéntricos de color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 6 cm.
12. Fragmento amorfo de un vaso de pasta color amarillo-rosado. L a superficie exterior
presenta una banda ancha, bajo ella una fina, de la que parten restos de cuatro
semicírculos concéntricos pintados en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 3,1 cm.
13. Fragmento del cuerpo de una vasija de pasta amarilla. La superficie exterior presenta
restos de una banda fina horizontal, bajo ella una banda ancha entre dos finas
paralelas pintadas en color rojo vinoso.
Medidas: altura del fragmento 6,2 cm.
14. Fragmento del cuerpo de una vasija de pasta de color avellana. La superficie exterior
presenta sobre un engobe amarillo restos de bandas horizontales grises. Sobre esta
decoración se halla otra de restos de cuatro semicírculos concéntricos y restos de
líneas onduladas.
Medidas: altura del fragmento 3 cm.
182
HAB.I
71E,11-14
184
71E.I15-31
185
parten restos de diez semicírculos concéntricos y parte de otro perteneciente a otra
serie pintados en el mismo color.
Medidas: altura del fragmento 6,1 cm.
30. Fragmento del cuerpo de un vaso de pasta color amarillo-verdoso. L a superficie
exterior presenta dos finas bandas de color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 6 cm.
31. Fragmento del fondo de un platito de pasta de color naranja. La base indicada. La
superficie interior presenta restos de tres finas bandas circulares concéntricas pintadas
en color vinoso.
Medidas: diámetro de la base 4,5 cm., altura del fragmento 1 cm.
32. Fragmento del borde de un vaso de cerámica campaniense B, forma 5. Pasta color
rosado.
Medidas: diámetro de la boca 24 cm., altura del fragmento 2 cm.
TERRA SIGILLATA
39. Fragmento del cuerpo y fondo de un vaso de sigillata paleocristiana. Pasta anaran-
jada.
Medidas: diámetro de la base 7 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
40. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma no recogida por Rigoir. L a
superficie exterior presenta una banda barnizada en ocre claro, a partir del borde
ocupando un tercio del vaso. L a interior presenta restos de finas bandas concéntricas
grises. Superficies color anaranjado y pasta gris.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 6 cm.
41. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma no recogida por Rigoir.
Superficies color anaranjado, la exterior presenta bajo el borde una posible banda
barnizada en color castaño oscuro, dentro de la cual muestra decoración a ruedecilla.
186
71E, 1 3 2 - 4 3
Fig. 107. Villa, ¡¡alimentos de cerámica cainpanien.se 132). sigillala hispánica 133-38) y paleocris-
tiana (39-43) de la habitación I.
187
La superficie interior presenta restos de finas bandas concéntricas barnizadas en gris.
Pasta color gris.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 3 cm.
42. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata paleocristiana. L a superficie exterior es
de color castaño oscuro, la interior ocre. Pasta color gris.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
43. Fragmento del cuerpo y fondo de un vaso de sigillata paleocristiana. L a superficie
exterior presenta decoración a ruedecilla. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
44. Asa de lucerna y parte del disco con decoración radiada. Pasta de color rosado.
Medidas: altura del fragmento 2,6 cm.
45. Fragmento de la parte posterior de un asa de lucerna con dos acanaladuras paralelas.
Pasta de color amarillo-verdoso. L a superficie exterior muestra restos de pintura roja.
Medidas: altura del fragmento 4,7 cm.
46. Pico redondo de lucerna y fragmento del fondo. Pasta de color gris. L a superficie
interior ocre y la exterior rosada.
Medidas: altura del fragmento 3,5 cm.
47. Fragmento de la superficie y fondo con decoración desgastada por el uso. Pasta
rosada. Las superficies presentan restos de pintura de color rojo.
Medidas: altura del fragmento 3,3 cm.
48. Fragmento de lucerna que corresponde al asa y parte del disco que presenta decora-
ción radiada. Pasta color avellana. Las superficies presentan restos de pintura de
color rojo.
Medidas: altura del fragmento 4,6 cm., longitud 6,7 cm.
49. Fragmento de jarra de un asa, boca y cuello estrecho y engrosado. Pasta amarilla con
la superficie interior rosada.
Medidas: diámetro de la boca 3 cm., diámetro del ensanchamiento del cuello 6 cm.
50. Fragmento de jarra de un asa con boca y cuello ancho. Pasta color rosado con la
superficie exterior crema.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm.
51. Fragmento de jarra de un asa con boca ancha y cuello corto. E l borde con acanala-
dura, escalonado. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 4,9 cm.
52. Fragmento de una jarrita de un asa borde c ó n c a v o , cuello c ó n i c o que se ensancha
hacia abajo. L a pasta es de color rosado, la superficie exterior amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 4,5 cm., altura del fragmento 4,8 cm.
53. Fragmento de jarra de un asa, boca y cuello ancho poco marcado. El borde con fuerte
acanaladura, para encajar la tapadera.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 7,3 cm.
54. Fragmento de olla de borde vuelto, pasta gris parduzca, con grueso granulado de
sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 22 cm., altura del fragmento 9 cm.
55. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera. L a pasta de color gris parduzco con
grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 7,4 cm.
188
71E 1 4 4 - 5 3
/•/i,'. 108. \ illa, liliquientos de lite í't'tui.s (44-4H) v cerámica común (49-53) de la habitación /.
189
71E. 1 5 4 - 6 1
190
71E162-76
I9l
56. Fragmento de olla de borde vuelto, pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 11 cm.; altura del fragmento 6,4 cm.
57. Fragmento de olla de borde vuelto y pasta castaño negruzca. Superficie interior
castaño-rojizo, el interior del borde y superficie exterior negruzca.
Medidas: diámetro de la boca 9 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
58. Fragmento de olla de borde vuelto. Pasta color gris parduzco, con grueso granulado
de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 3 cm.
59. Fragmento de olla de borde vuelto, pasta color negruzco con grueso granulado de
sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm.; altura del fragmento 5,5 cm.
60. Fragmento de olla de borde vuelto triangular. L a pasta color castaño con granulado
de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 4 cm.
61. Fragmento de olla, cuello recto con pequeño reborde y pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 5 cm.
62. Fragmento de ánfora con borde engrosado y vuelto hacia afuera de forma horizontal.
Pasta de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 6,7 cm.
63. Fragmento de ánfora con borde engrosado y vuelto hacia afuera de pasta rosada.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
64. Fragmento de ánfora de borde muy vuelto hacia afuera. Pasta de color amarillo-
rosado.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 5,3 cm.
65. Fragmento de un plato de forma troncocónica, con un reborde engrosado en el
exterior. Pasta color ocre-rosado.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
66. Fragmento de un plato de borde inclinado hacia afuera y fondo plano. Pasta de color
rojo ladrillo, con fino granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
67. Fragmento de plato de forma sencilla con pequeño y leve reborde interior. Pasta
castaño-rojiza.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
68. Fragmento de cazuela de forma troncocónica, borde escalonado con acanaladura
sobre él, para el asiento de la tapadera, y el fondo es plano. L a pasta es de color
parduzco con la superficie exterior negruzca, presentando grueso granulado de sílice y
mica.
Medidas: diámetro de la boca 24 cm., altura del fragmento 7,2 cm.
69. Fragmento de tapadera de pasta anaranjada con grueso granulado de sílice y mica. El
borde está quemado por acción del fuego.
Medidas: diámetro 20 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
70. Fragmento del asa de una jarra de pasta amarilla.
Medidas: longitud 7,7 cm., anchura 2,8 cm.
71. Disco de arcilla de color ocre.
Medidas: diámetro 4,5 cm.
72. Disco de arcilla de color ocre.
Medidas: diámetro 3 cm.
73. Disco de arcilla de color amarillo.
Medidas: diámetro 2,5 cm.
74. Disco de arcilla de color anaranjado.
Medidas: diámetro 3,5 cm.
75. Disco de arcilla de color avellana.
Medidas: diámetro 4 cm.
76. Disco de mármol de color verde oscuro con vetas más claras.
Medidas: diámetro 2 cm.
192
71E, 1 7 7 - 8 6
Fig. ¡II. Villa. Fragmentos de cerámica común (77-82), hierro (83 y 84) y mármol (85 y 86) de la
habitación I.
193
77. Fragmento de una gran vasija, de paredes rectas y gruesas, la base plana y con forma
ovalada. Pasta de color gris parduzco.
78. Fragmento del fondo de una pequeña olla de base plana. Pasta color rojizo, con la
superficie exterior gris negruzca.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 3,2 cm.
79. Fragmento del fondo de una vasija de base plana con una acanaladura circular. Pasta
color avellana.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 2,1 cm.
80. Fragmento del fondo de una vasija de base plana con acanaladura circular. Pasta
color ocre.
Medidas: altura del fragmento 6 cm.
81. Fragmento del fondo de una vasija de base plana. Pasta color ocre.
Medidas: diámetro de la base 7 cm., altura del fragmento 4,2 cm.
82. Fragmento del fondo de un vaso de pie indicado y base plana. L a superficie interior
muestra las estrías del torno. Pasta de color gris.
Medidas: diámetro de la base 5,5 cm., altura del fragmento 5,4 cm.
VIDRIO
MONEDAS
88. Tres monedas muy desgastadas e ilegibles del Bajo Imperio ¿siglo IV? (No reproduci-
das.)
Habitación J
194
plazada) y la acequia que lo recorre pegada (Lám. X X I , 2) a sus cuatro
muros. Además conserva —el patio—, en muchas de sus partes, el pavi-
mento que lo recubrió en toda su extensión, no pudiendo afirmarse, en
cambio, que estuviera dotado de peristilo, ya que no se observan, aunque
en sus alrededores se han encontrado fragmentos de fuste de columnas, ni
las basas, ni ningún otro dato que pudieran hacerlo suponer. Indicaremos
también que es, esta habitación J , la que está situada en la mayor altura
del edificio.
Se rodea toda ella de unos muros formados por esos sillares bien
escuadrados que hemos ido encontrando en las demás dependencias, que
al exterior alcanzan en ocasiones una considerable potencia, mientras que
al interior ésta no excede a una hilada. De la acequia que rodea este
patio hemos de decir que no tenía revestimiento, o si lo tuvo sería de un
guijarro pequeño hoy perdido, pero su existencia está bien probada por el
remate de piedras, medianas y bien alineadas, en que termina el pavi-
mento de ladrillo que recubre la habitación. El desagüe de esta acequia se
encontraría con certeza en su lado Oeste, de donde iría a desembocar en
uno de los canales que recogen el agua de esta zona, como nos indica el
propio declive natural del terreno.
El pavimento lo forman ladrillos colocados de canto sobre el suelo, de
tal manera que adoptan un dibujo en espiga, opus spicatum (Lám. XXIII, 2).
Sobre él, y en el centro, debió de estar colocada la fuente cuya concha
todavía se encuentra, aunque desplazada, en la habitación, de 1,50 m de
diámetro, borde ondulado, con la silueta de un pececillo de plomo incrus-
tado en su centro y sin orificio de salida de agua.
Aun teniendo en cuenta sus grandes dimensiones es notable la cantidad
de material recogido en este patio, en el que haremos notar un enorme
porcentaje de cerámica sigillata paleocristiana, lo que junto con la altura
en que está situado nos permite afirmar que se trata de la época más
moderna de ocupación del edificio.
También pertenece a este sector un tesorillo de 47 monedas pertene-
cientes al Bajo Imperio (Véase su estudio en este mismo volumen).
En el lado Sur del patio descrito, por una puerta de umbral semejante
al que encontrábamos en el lado Oeste, se pasa a un pequeño recinto cuyo
suelo esta formado por grandes losas rectangulares o cuadradas perfecta-
mente dispuestas en dos niveles que separa un escalón. (Lám. X X I , 2, al
fondo) Lo rodea en su lado Sur un grueso muro de sillares, incluso un
Poco mayores que los del gran patio, al pie del cual se abrió una zanja de
1,50 m. de ancho, en donde, además de cascotes, cenizas y sillares caídos,
había dos fragmentos de fuste estriado que quizá proviniesen del recinto
descrito. Por otro lado, y ya en una zona que no fue excavada, también
hacia el Suroeste, puede observarse la existencia de ladrillo parecido al
que cubría el patio central colocado a su misma altura, lo que nos hace
Pensar que toda esta zona J formó durante una época un conjunto de
habitaciones perfectamente coherente. De este último sector no hemos
dispuesto de material.
195
MATERIALES
1. Fragmento de una cazuela con el borde vuelto hacia afuera horizontal. L a pasta es
de color amarillo. Las superficies presentan restos de pintura color rojo.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 3,8 cm.
2. Fragmento de un plato de forma troncocónica. Pasta castaño claro. L a superficie
exterior presenta restos de tres bandas pintadas en color vinoso, la interior muestra
restos de seis bandas finas concéntricas pintadas en el mismo color.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 3 cm.
3. Fragmento de una olla de borde vuelto hacia afuera. Pasta de color rosado. L a su-
perficie exterior y la parte superior del borde presentan restos de barniz color anaran-
jado.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
4. Fragmento de un plato de forma troncocónica, el borde está engrosado con un re-
borde exterior. Pasta color castaño claro. Una banda ancha barnizada en color vi-
noso recorre la parte superior del borde e inicio interior del cuerpo.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 4 cm.
5. Fragmento de una olla con borde vuelto hacia afuera. Pasta de color amarillo. L a
superficie exterior, la parte superior del borde, muestran restos de pintura de color
anaranjado.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 3,8 cm.
6. Fragmento del cuerpo de una olla de pasta de color ocre. L a superficie exterior
muestra restos de una banda ancha barnizada en color anaranjado, que está enmar-
cada por otra banda fina en color vinoso en su parte inferior, debajo otra fina banda
paralela pintada en el mismo color vinoso. *
Medidas: altura del fraemento 5 cm.
7. Fragmento del cuerpo de un vaso de pasta de color ocre. L a superficie exterior se
halla barnizada en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 5 cm.
8. Fragmento amorfo de un vaso de pasta de color naranja. La superficie exterior pre-
senta restos de una banda ancha horizontal pintada en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 5 cm.
9. Fragmento amorfo de un vaso de pasta color castaño claro. La superficie exterior
presenta una banda ancha horizontal pintada en color vinoso.
Medidas: altura del fragmento 5,9 cm.
10. Fragmento amorfo de un vaso de pasta amarilla. La superficie exterior está barni-
zada en color castaño claro. Sobre el barniz presenta restos de una decoración pin-
tada en color vinoso de dos líneas rectas en ángulo agudo, que limitan una serie de
trazos circulares concéntricos.
Medidas: altura del fragmento 3,9 cm.
TERRA SIGILLATA
196
71E.J1-22
ig. 112. Villa. Cerámica pintada 11-10). sigillata hispánica (11-14 y 16. 20 y 22). clara 1) (15 y 18-19)
y lucente (17) del patio J.
197
13. Fragmento del fondo de un plato de sigillata hispánica. Arcilla muy mal depurada,
granulado de cuarzo, color terroso. Barniz siena tostado mate.
Medidas: diámetro de la base 8 cm., altura del fragmento 2,1 cm.
14. Pequeño disco utilizando un fragmento de un vaso de sigillata hispánica decorada
con pequeños círculos concéntricos divididos por un pequeño baquetón. Posible-
mente de forma Dragendorff 37.
Medidas: diámetro 2,2 cm.
16. Fragmento de un vaso de sigillata hispánica, forma 37 tardía, decorada con elemen-
tos angulares.
Medidas: altura del fragmento 6,8 cm.
20. Fragmento de plato de sigillata hispánica, forma 49. Barniz rojo-anaranjado, bastante
perdido en el borde.
Medidas: diámetro de la boca 30 cm., altura del fragmento 3,3 cm.
21. Fragmento de plato de sigillata hispánica, forma 49.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 4,1 cm.
22. Fragmento de un plato de sigillata hispánica, forma 49.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
17. Fragmento de un vaso de sigillata lucente, forma 33. Barniz amarillo ñapóles.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 3,6 cm.
198
PALEOCRISTIANA (Fig. 113)
199
71E,J 2 3 - 3 4
200
71E,J 3 5 - 4 0
Fig, i 14. Villa. Sigillaia paleocristiana 136 y 40) y dura (35 y 37-40) del patio J.
201
71E,J41-45
202
71E.J46-57
203
43. Fragmento de un cuenco de sigillata paleocristiana, con el borde suavemente vuelto
hacia adentro. L a pasta anaranjada. L a superficie exterior presenta decoración a
ruedecilla. Forma no recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm.; altura del fragmento 3,7 cm.
44. Fragmento de un cuenco de sigillata paleocristiana con el borde vuelto hacia el inte-
rior, pasta anaranjada. L a superficie exterior presenta decoración de guilloches.
Forma no recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 4,7 cm.
45. Fragmento de un cuenco de sigillata paleocristiana con el borde levemente vuelto
hacia adentro y la pasta de color anaranjado. L a superficie exterior presenta dos
líneas paralelas de decoración a ruedecilla. Forma no recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
46 y 47. Dos fragmentos de un vaso de sigillata paleocristiana con inicio del borde que
se inclina hacia adentro. Pasta anaranjada. La superficie exterior presenta decora-
ción de guilloches.
Medidas: diámetro máximo 26 cm., altura del fragmento 5,3 cm.
48. Fragmento de un cuenco de sigillata paleocristiana con el borde suavemente incli-
nado hacia adentro y la pasta anaranjada. L a superficie exterior presenta decoración
de guilloches. Forma 56 Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 4,2 cm.
49. Fragmento de un cuenco de sigillata paleocristiana con el borde levemente vuelto
hacia adentro y la pasta anaranjada. No la recoge Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 3,9 cm.
50. Fragmento de un cuenco de sigillata paleocristiana con el borde vuelto hacia aden-
tro. Pasta anaranjada. L a superficie exterior presenta una banda ancha sobre el
borde de color castaño y sobre ella muestra una decoración a ruedecilla. Forma no
recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
51. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana con el borde vuelto hacia el interior.
Pasta color castaño oscuro y superficies gris. No la recoge Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
52. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, con el borde levemente vuelto ha-
cia adentro de pasta anaranjada. La superficie exterior presenta decoración estam-
pada. No la recoge Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 14 cm., altura del fragmento 6,1 cm.
53. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a superficie
exterior presenta una línea de decoración a ruedecilla. No recoge Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm, altura del fragmento 2,7 cm.
54. Fragmento amorfo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. La
superficie exterior muestra decoración estampada.
Medidas: altura del fragmento 1,8 cm.
55. Fragmento del cuerpo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. La
superficie exterior muestra decoración estampada.
Medidas: altura del fragmento 2,6 cm.
56. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana forma 21? Rigoir de pasta anaran-
jada. L a superficie exterior presenta decoración de guilloches.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 6 cm.
57. Fragmento del cuerpo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. La
superficie exterior presenta decoración estampada.
Medidas: altura del fragmento 3,2 cm.
58. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana. El borde suavemente vuelto hacia
afuera, el fondo plano con tres acanaladuras concéntricas. El color de la pasta cam-
bia de gris a castaño oscuro. L a superficie exterior es de color castaño, destacando
una banda ancha en la parte central del cuerpo de color gris. L a superficie interior
castaño con una serie de finas bandas concéntricas grises. Forma no recogida por
Rigoir.
204
Medidas: diámetro de la boca 30 cm., diámetro de la base 22 cm., altura del frag-
mento 6,5 cm.
59. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir. Pasta anaranjada
con superficies barnizadas en gris. L a superficie exterior presenta decoración de
guilloches.
Medidas: diámetro de la boca 28 cm., altura del fragmento 4,1 cm.
60. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir. L a pasta anaran-
jada. L a superficie exterior presenta decoración incisa.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 7,7 cm.
61. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir, de pasta anaran-
jada. La superficie presenta decoración incisa.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 5,2 cm.
62. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir, de pasta anaran-
jada. Las superficies presentan decoración a ruedecilla.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 5,2 cm.
63. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir, de pasta anaran-
jada. Las superficies presentan decoración a ruedecilla.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 3,8 cm.
64. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir, de pasta anaran-
jada. L a superficie exterior presenta decoración incisa.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 4 cm.
65. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir, de pasta castaño-
grisácea. L a superficie exterior presenta una banda ancha de barniz gris en el borde
sobre el barniz castaño del vaso y decoración a ruedecilla. L a superficie interior
presenta finas bandas de barniz gris.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 4,9 cm.
67. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 5 B Rigoir. Pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura 3,9 cm.
68. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana de paredes rectas y pasta anaran-
jada. No recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 5,5 cm.
69. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18? Rigoir, de pasta anaran-
jada.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
70. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir. Pasta anaranjada
con el centro gris. La superficie exterior presenta una banda ancha gris, que recorre
el borde.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 4,8 cm.
71. Fragmento de un vaso de sigillata paleocristiana, forma 18 Rigoir. Pasta anaranjada
con el centro gris. Presenta una banda ancha en el borde de color gris.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 3,2 cm.
72. Fragmento de un vasito de sigillata paleocristiana" de pasta anaranjada. Forma no
recogida por Rigoir.
Medidas: diámetro de la base 4,5 cm., altura del fragmento 5 cm.
73. Fragmento de un vasito de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a superficie
exterior presenta una banda ancha en barniz castaño oscuro. Forma no recogida por
Rigoir.
Medidas: diámetro de la base 4,5 cm., altura del fragmento 4,5 cm.
74. Fragmento del fondo de un plato de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. En
la superficie interior presenta decoración a ruedecilla.
Medidas: diámetro de la base 14 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
75. Fragmento del fondo de un plato de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a
superficie interior presenta decoración de guilloches.
Medidas: altura del fragmento 1 cm.
76. Fragmento del fondo de un plato de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a
superficie interior presenta decoración a ruedecilla.
205
71E,J58-65
206
71E,J66-77
Fig. 118. Villa. Sigillata clara 166) y paleocristiana (67-77) procedente del palio J.
207
Medidas: altura del fragmento 0,5 cm.
77. Fragmento del fondo de un plato de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a
superficie exterior está barnizada en castaño oscuro y la interior presenta decoración
a ruedecilla.
Medidas: diámetro de la base 18 cm., altura del fragmento 2,7 cm.
78. Fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a superficie exte-
rior presenta decoración de guilloches.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
79. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a
superficie exterior presenta decoración de guilloches y finas líneas concéntricas.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 3,8 cm.
80. Fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a superficie
exterior presenta decoración a ruedecilla.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 5,8 cm.
81. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a
superficie exterior presenta decoración a ruedecilla y finas líneas del torno.
Medidas: diámetro de la base 10 cm., altura del fragmento 4,3 cm.
82. Fragmento del fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 7 cm., altura del fragmento 2,5 cm.
83. Fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada. L a superficie
exterior presenta estrías del torno.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura del fragmento 2,1 cm.
84. Fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 7 cm., altura del fragmento 1,8 cm.
85. Fondo de un vaso de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 5,5 cm., altura del fragmento 3 cm.
86. Fragmento del fondo de sigillata paleocristiana de pasta anaranjada.
Medidas: diámetro de la base 16 cm., altura del fragmento 2,6 cm.
87 a 91. Cinco fragmentos de fondos de vasos de sigillata paleocristiana de pasta
anaranjada.
208
Fig. ¡19. Villa. Sigillata paleocristiana del patio J.
209
71E.J92-105
210
99. Fragmento del disco de una lucerna de pasta amarilla. Presenta decoración radiada.
Medidas: longitud del fragmento 5,4 cm.
100. Fragmento de una lucerna de pasta ocre. Presenta decoración incisa con una esferita
incisa. L a superficie exterior está pintada en rojo.
Medidas: longitud del fragmento 4,6 cm.
101. Fragmento del disco de una lucerna amarilla. Presenta decoración vegetal un tanto
desgastada. Se observan restos de pintura de color ocre.
Medidas: longitud del fragmento 6,4 cm.
102. Fragmento del disco de una lucerna amarilla. Presenta decoración vegetal un tanto
desgastada. Posiblemente fue fabricada con el mismo molde del número 100.
Medidas: longitud del fragmento 6,9 cm.
103. Fragmento del disco de una lucerna de pasta amarillo-verdoso. Presenta decoración
de una roseta. Se observan restos de pintura color rojizo.
Medidas: longitud del fragmento 3,4 cm.
104. Fragmento de una lucerna de pasta ocre. Presenta restos de decoración vegetal.
Medidas: longitud del fragmento 4,7 cm.
105. Fragmento del disco de una lucerna de pasta rosada y la superficie exterior de color
ocre-amarillento. Presenta decoración vegetal desgastada.
Medidas: longitud del fragmento 5,3 cm.
211
Fig. 121. Villa. Cerámica común del palio J.
212
71E,J115-120
213
Fig. 123. Villa. Cerámica coman del patio J.
214
117. Fragmento de una gran vasija de borde vuelto hacia afuera. E n las paredes se
aprecian estrías del torno. Pasta color ocre-amarillento.
Medidas: diámetro de la boca 25 cm., altura del fragmento 8,3 cm.
118. Fragmento de olla con borde vuelto hacia afuera de pasta rojiza, con la superficie
exterior rfegruzca con grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 16 cm., altura del fragmento 6,9 cm.
119. Fragmento de una gran olla de borde vuelto hacia afuera. Pasta rojiza con las
superficies color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 18,5 cm., altura del fragmento 5,9 cm.
120. Fragmento de una vasija de borde triangular. Presenta una moldura en el cuello.
Pasta color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 6,5 cm.
121. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera de pasta castaño claro con grueso
granulado de sílice y mica. L a superficie exterior presenta cinco finas acanaladuras
paralelas.
Medidas: diámetro de la boca 22 cm., altura del fragmento 5,5 cm.
122. Fragmento de olla de borde vuelto hacia afuera, pasta color castaño con grueso
granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 7 cm.
123. Fragmento de olla con borde vuelto hacia afuera, pasta color gris con granulado de
sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 10 cm., altura del fragmento 5 cm.
124. Fragmento de ollita con el borde vuelto hacia afuera, pasta color crema.
Medidas: diámetro de la boca 9 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
125. Fragmento de una olla con borde engrosado y vuelto hacia afuera. Pasta anaranjada.
Las superficies presentan un engobe de color crema.
Medidas diámetro de la boca 10 cm., altura del fragmento 5,6 cm.
126. Fragmento de olla con el borde vuelto hacia afuera de pasta color crema.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., altura del fragmento 5,4 cm.
127. Fragmento de mortero con visera, pasta de color castaño con fino granulado de sílice
y mica. L a superficie exterior presenta engobe de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 6 cm.
128. Fragmento de un mortero con visera bajo el borde. L a pasta es de color castaño con
fino granulado de sílice y mica. L a superficie exterior presenta engobe gris.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 4,6 cm.
129. Fragmento de un posible mortero con visera y decoración digital. L a pasta de color
avellana con grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 5,3 cm.
130. Fragmento de mortero con visera que parte desde el borde y pico para verter. Pasta
castaño-rojiza con grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 26 cm., altura del fragmento 7,7 cm.
131. Fragmento de mortero con visera de pasta color castaño con fino granulado de sílice
y mica. L a superficie exterior tiene engobe de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 20 cm., altura del fragmento 5,8 cm.
132. Fragmento de un mortero con visera y pico para verter. Pasta de color castaño con
grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la boca 32 cm., altura del fragmento 5,5 cm.
133. Cuello de un vaso de pasta rosada y las superficies con engobe ocre. Presenta seis
orificios.
Medidas: diámetro máximo 8 cm., altura 3,8 cm.
134. Fragmento de la boca de un ánfora de borde ensanchado triangular. Pasta amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 18 cm., altura del fragmento 8 cm.
135 a 140. Seis fragmentos de ollas de borde vuelto hacia afuera.
141. Fragmento de un ánfora de cuerpo posiblemente ovoide, cuello corto, inicio de asas
arqueadas, que parten del borde levemente inclinado al exterior y con gancho-suaVe
en el interior. Pasta amarilla.
215
71E.J127-140
216
71E.J141-148
217
Fig. 126. Villa. Cerámica común procedente del patio ./.
218
Medidas: diámetro de la boca 6,5 cm., altura del fragmento 7,2 cm.
142. Fragmento de una jarra de boca ancha, cuello alto con unas molduras en el centro y
borde vuelto hacia afuera. Pasta color crema.
Medidas: diámetro de la boca 10 cm. altura del fragmento 6,4 cm.
143. Fragmento de jarra de cuello alto, borde inclinado hacia afuera con gancho en el
interior. Pasta de color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 8 cm., altura del fragmento 7,3 cm.
144. Fragmento de una jarra de un asa, cuello alto con visera bajo el borde. Pasta
amarilla.
Medidas: diámetro de la boca 7 cm., altura del fragmento 5,4 cm.
145. Fragmento de jarra de un asa, cuello alto, boca estrecha. Una moldura separa el
cuello del borde que es c ó n c a v o . Pasta ocre-amarillenta.
Medidas: diámetro de la boca 4 cm., altura del fragmento 6,3 cm.
146. Fragmento de jarra de un asa, boca estrecha y moldura de separación entre el cuello
y borde. Pasta color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 13,5 cm., altura del fragmento 4,3 cm.
147. Fragmento de jarra de un asa, boca estrecha y borde c ó n c a v o . Pasta color avellana.
Medidas: diámetro de la boca 5 cm., altura del fragmento 3,5 cm.
148. Fragmento de jarra de un asa que parte del borde que se inclina hacia afuera, la boca
es estrecha. Pasta color ocre.
Medidas: diámetro de la boca 6 cm., altura del fragmento 3,4 cm.
149. Borde del que parte el asa de una jarra de pasta amarilla.
Medidas: longitud del asa 14,3 cm.
150. Fragmento del borde del que parte el asa de una jarra de pasta color anaranjado con
engobe crema en las superficies.
Medidas: diámetro de la boca 12 cm., longitud del fragmento de asa 6,8 cm.
151. Fragmento del asa de una jarra con acanaladura central. La pasta es de color
anaranjado con las superficies de color ocre.
Medidas: longitud del fragmento 10 cm.
152. Fragmento del borde de una jarra del que parte un trozo de asa con acanaladura
central. La pasta de color rojizo con las superficies de color crema.
Medidas: diámetro de la boca 7 cm.
153. Fragmento de jarra de un asa, borde levemente inclinado hacia afuera, cuello corto y
cuerpo ovoide. Pasta amarilla con engobe ocre en las superficies.
Medidas: diámetro de la boca 7 cm., altura del fragmento 11,5 cm.
154. Fondo de un vaso de base plana con estrías del torno en la superficie interior. Pasta
color amarillo con grueso granulado de sílice y mica.
Medidas: diámetro de la base 6,5 cm.; altura del fragmento 5,2 cm.
155. Fondo de un vaso de base plana y estrecha. Pasta ocre con grueso granulado de
sílice. Las superficies tienen color amarillo.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 5,6 cm.
156. Fondo de una olla de base plana ligeramente indicado. Pasta color castaño con fino
granulado de sílice y mica. L a superficie exterior está negruzca por la acción del
fuego.
Medidas: diámetro de la base 5,5 cm., altura del fragmento 7 cm.
157. Fragmento de un vaso de cuerpo ovoide y base plana levemente indicada. Pasta
color rosado.
Medidas: diámetro de la base 4,5 cm.; altura del fragmento 9,1 cm.
158. Fondo de una olla de base plana e indicada. L a pasta de color rojizo. L a superficie
exterior adopta tonalidades grises y parduzcas por la acción del fuego.
Medidas: diámetro de la base 10 cm., altura del fragmento 2,8 cm.
159. Fondo de un vaso de base plana levemente indicada de pasta color ocre.
Medidas: diámetro de la base 6 cm., altura 2,6 cm.
160. Fondo de un vaso de base plana levemente indicada de pasta color crema.
Medidas: diámetro de la base 6,5 cm., altura del fragmento 3,6 cm.
219
71E,J154-164
220
?
1E,J165-179
l
'ig. 128. Villa. Cerámica común (165-171) y piezas de piedra (172), mármol (173) y vidrio (174-178)
de la habitación J. El n." 179 es un clavo de hierro.
221
161. Fragmento del fondo de un vaso de base plana indicada y estrecha. L a pasta es de
color crema. L a superficie interior presenta estrías del torno.
Medidas: diámetro de la base 4,5 cm., altura del fragmento 3,6 cm.
162. Fragmento del fondo de un vaso con un pequeño pie en la base. Pasta de color
anaranjado.
Medidas: diámetro de la base 5 cm., altura del fragmento 3,1 cm.
163. Fragmento del fondo de una vasija de base plana indicada. L a pasta es rojiza. L a
superficie está espatulada y presenta un engobe del mismo color.
Medidas: diámetro de la base 16 cm., altura del fragmento 6,5 cm.
164. Fragmento de un plato de borde muy vuelto hacia afuera y fondo un poco convexo.
Medidas: altura del fragmento 3 cm.
165. Fragmento de una pesa de telar fabricada en arcilla de color amarillo.
Medidas: diámetro mayor 9 cm., diámetro menor 1 cm.
166. Fragmento de pesa de telar circular de arcilla anaranjada con grueso granulado de
sílice y mica.
Medidas: diámetro mayor 6 cm., diámetro menor 1,5 cm.
167. Fragmento de pesa de telar circular de arcilla amarillenta con grueso granulado de
sílice.
Medidas: diámetro mayor 7 cm., diámetro menor 1,5 cm.
168. Disco de arcilla de color amarillo.
Medidas: diámetro 5,2 cm.
169. Fondo de un vasito que ha sido recortado para ser utilizado como disco. Pasta color
crema.
Medidas: diámetro 4 cm.
170. Disco de arcilla de color ocre.
Medidas: diámetro 5,5 cm.
171. Disco de arcilla de color crema.
Medidas: diámetro 3,5 cm.
222
ESTUDIO DE LA CERAMICA
223
del Imperio, pero que en imitaciones, o simplemente por evolución, puede
llegar hasta el siglo III d.J. C . ya con ese barniz opaco y leve de los
ejemplares que estudiamos.
Encontramos en la villa de Cástulo una forma que Mezquiriz (75) consi-
dera típicamente hispánica; se trata de un plato de borde vuelto hacia
afuera que recuerda a la forma 36 (también presente en el material de que
disponemos), y que fue encontrado en Pamplona en un estrato del siglo IV
d. J. C.
Como vemos, en la larga vida que la térra sigillata hispánica tiene
desde el siglo I al IV d. J. C , los ejemplares del edificio tienden en
conjunto, ya no sólo por las formas, sino por la calidad del trabajo de su
arcilla y, sobre todo, por su barniz, a colocársenos en el último período de
su existencia.
Los tipos de hispánica que aparecen en nuestro edificio son lo suficien-
temente evolucionados y corrientes para encontrar paralelos en numerosos
establecimientos romanos de su época o en los estratos más altos de
aquellos pocos que, como Pamplona, tienen estratigrafía (76). Así, nues-
tra sigillata hispánica va a ser semejante a la de Solsona (77), la necrópo-
lis romano-cristiana de Tarragona (78) y Pollentia (79).
Otro de los tipos de cerámica que se encuentra en los últimos tiempos
del Imperio en casi todas las provincias mediterráneas de éste y que
también aparecen en el edificio de Cástulo es la sigillata clara C . Pocos
fragmentos encontramos de esta clase de cerámica de térra sigillata, de
arcilla muy rosa, que da un sonido metálico y un corte recto en su
fractura. Aparece en nuestros fragmentos como forma más corriente la 40,
que parece tratarse de un tipo nuevo, frecuente en fabricaciones regiona-
les, que viene a ser como una pátera carenada, casi sin pie. También,
pero mucho menos representada, encontramos la forma que en la clasifi-
cación de Lamboglia lleva el número 44 (80).
En cuanto a la cronología de esta térra sigillata, por los datos que
aporta Ampurias (81), no puede colocarse más que después del 250
d. J. C , puesto que el estrato II de las excavaciones realizadas por los
(75) Terra Sigillata Hispánica, Valencia 1961, passim. Para la sigillata del Bajo Imperio son
fundamentales los trabajos de L. Caballero, «Estado actual del estudio de la cerámica sigillata clara en
el Mediterráneo Occidental», Ampurias 28, págs. 139 ss. Idem, «Nuevos datos sobre cerámica sigillata
hispánica y cerámica sigillata clara de tipo B», Trabajos de Prehistoria 27, 1970, págs. 304 ss. Idem,
«Cerámica sigillata clara decorada de los tipos A, A/C y C», Trabajos de Prehistoria 28, 1971, págs.
237 ss. Idem, «Cerámica sigillata gris y anaranjada paleocristiana en España», Trabajos de Prehistoria
29, 1972, págs. 184 ss. M. Fernández Miranda, L. Caballero, Abdera. Excavaciones en el Cerro de
Montecristo (Adra, Almería), Madrid 1975, págs. 231 ss.
(76) M. A. Mezquiriz, La excavación estratigráfica áe Pompaelo. L Campaña de 1956. Pamplona
1958.
(77) J. Serra Vilaró, op. cit. passim.
(78) J. Serra Vilaró, «Excavaciones en la necrópolis romano-cristiana de Tarragona», JSEA 6,
Madrid 1928, passim; 7, 1929, passim.
(79) A. Arribas, M. Tarradell, D. Woods, Pollentia I, Excavaciones en Sa Portella. Alcudia
(Mallorca). Madrid 1975, passim.
(80) N. Lamboglia, «Nuove osservazioni sulla térra sigillata, II», RSL 29 1963, págs. 145 ss.
(81) M. Almagro, N. Lamboglia, «La estratigrafía del decumano A de Ampurias», Ampurias 21,
1959, pág. 1.
224
doctores Almagro y Lamboglia no contiene nada de sigillata clara C ,
presentándonos solamente los tipos A y B. El estrato I, en cambio, que
llega ya al 300 d. J. C , contiene, en cambio, el tipo que estudiamos. En
cuanto al tope final de esta cronología encontramos un indicio en Albinti-
miglium (82), en donde, tras el estrato II fechado al principio del siglo IV
d. J. C , desaparece la sigillata clara C a la vez que la «lucente».
El último tipo de cerámica citado, que por el barniz metálico que le da
nombre no debiera entrar dentro de las sigillatas, es, sin embargo, nor-
malmente incluido en ellas por la relación que su barniz anaranjado le da
con la sigillata clara B. En nuestro edificio hemos encontrado solamente
tres fragmentos, escasez que es lógica en el momento en que se mira un
mapa de dispersión de esta cerámica, que nos la localiza en España en
Cataluña y solamente con una probable proporción hacia el Sur (83). Los
tres ejemplares de Cástulo pertenecen todos ellos a la forma 33 que
Lamboglia encuentra en Ventimiglia en un estrato del siglo IV d. J. C , se
trata de un vaso de paredes rectilíneas con el pie ligeramente realzado.
En el edificio, más abundante que estas dos últimas clases de sigillatas
claras es la D, que, como sabemos, aparece en el Mediterráneo occidental
en torno al 300 d. J. C . en el momento en que la lucente está en expan-
sión. Es ahora cuando desaparecen las más típicas formas de la sigillata
clara A , B y C, y aparecen otras nuevas que se reúnen bajo el término
genérico de sigillata clara D. Así pues, la clara D ocupa cronológicamente
el siglo IV d. J. C. y geográficamente el ámbito occidental del Mediterrá-
neo. Tiene un barniz semejante al de la sigillata clara A , pero se funde
más con el color de la arcilla y la relación con ese tipo A y su descono-
cido centro de producción son los puntos todavía sin resolver de su
problemática. Lamboglia (84), siguiendo a Jodin y Ponsich (85), afirma
debe buscarse este origen en la costa africana, pero los indicios son, por
el momento, escasos para mantener esta hipótesis, aunque no hay duda
que el fenómeno tanto de su aparición como de su permanencia es una
consecuencia del momento político-económico por el que pasa el Imperio
Romano en el siglo IV d. J. C.
L a cerámica del tipo D que la villa nos ha dado no presenta, sin
embargo, el problema de su centro importador, pues todo parece indicar-
nos se trata de una imitación de esta clase de sigillata que en los últimos
momentos de ocupación del edificio debía ser ya muy corriente en la
zona. Esta producción local la encontramos, en nuestro caso, perfecta-
mente apoyada en la enorme semejanza que la sigillata clara D de Cástulo
tiene con la paleocristiana del mismo yacimiento, cuya fabricación se
llevaba a cabo en alfares locales, y en los análisis de arcillas que sobre
225
nuestros ejemplares han sido llevados a cabo por los doctores Linares y
Barahona en la estación experimental del Zaidín, de la Universidad de
Granada.
La forma que aparece más frecuentemente dentro de la sigillata clara D
en el edificio castulonense es una gran pátera de amplio diámetro que
lleva el número 54 de clasificación de Lamboglia, que pese a sus pocos
indicios cronológicos es una de las formas más típicas. Otra de ellas que
encontramos con relativa frecuencia es la forma 51, que es un profundo
plato de ancho borde y fondo apenas insinuado, que tiene cierta seme-
janza con la forma 42, también aparecida en la villa, y que es una de las
más frecuentes en la térra sigillata clara D. La forma 9 —una enorme
pátera de borde recto— y la forma 24/25 —un cuenco con listón con forma
de visera inmediatamente bajo su borde— son otras de las que en nuestro
edificio se documentan; ambas aparecían ya en «térras sigillatas», bien
que en tamaños más discretos, y aparecerán también en la cerámica
paleocristiana como puede verse en otro apartado de este mismo capítulo.
De imitaciones de la sigillata clara D contamos en la Península con
numerosos paralelos, entre los que citaremos por su semejanza con Cás-
tulo, en lo referente a pequeño centro de producción, los ejemplares del
teatro romano de Málaga (86).
Por otra parte, hemos de indicar también la presencia de dos fragmen-
tos de campaniense B, cuyo valor cronológico, dada su pequeña propor-
ción, nos parece poco determinante como para colocar en la fecha de esta
cerámica el inicio de la construcción del edificio. Diremos, sin embargo,
que se trata de una forma 5 que, como sabemos, es una pátera con el
fondo bien marcado precedente de una forma aretina e imitación de una
forma de la campaniense A , que se fecha en el siglo II (87).
I. INTRODUCCION
Pocos son los estudios que sobre esta especie de cerámica existen;
hasta unos recientes artículos de Yves y Jacqueline Rigoir (88) no se tenía
establecida ni su filiación ni sus denominaciones. La vemos estudiada
(86) E. Serrano, «La "térra sigillata" del teatro romano de Málaga», Málaga 1970, passim.
(87) N. Lamboglia, «Per una classificazione preliminare della cerámica camppane», Atti del I."
Congresso Internationale di Studi Lignri, Bordighera 1952, passim.
(88) J. Rigoir, «Les sigillées paléochréliennes grises et orangées», Callia 26, 1968, págs. 178 ss. J.
M. Blázquez, siguiendo a L. Caballero, es de la opinión de que estas cerámicas no deberían llamarse
paleocristianas, pues no tienen símbolos cristianos, pero mantenemos la nomenclatura aceptada por
otros investigadores.
226
por primera vez en Déchelette (89), cuando trató de sistematizar la «térra
sigillata» a principios de siglo. Más reciente es el trabajo de Zeiss (90),
investigador alemán que denomina a la cerámica que estamos estudiando
«Spátantike»; término usado también por Palol (91) y otros especialistas, y
que con el de visigoda eran, hasta el citado estudio de los Rigoir, las
denominaciones usuales. Nos dan estos investigadores franceses la razón
de esta preferencia en la terminología haciéndonos notar que la aparición
de esta cerámica es anterior a la llegada de los visigodos, además de que
su dispersión alcanza regiones no dominadas por este pueblo.
Es una cerámica fina, tanto en su textura —sus pastas están siempre
bien barnizadas— como en su superficie. Su color varía de un ocre
amarillo a un gris más o menos oscuro pasando por un color anaranjado
casi del mismo tono de la «térra sigillata clara», color que depende de su
cocción. Las pastas claras, por lo general, tienen como desgrasantes
pequeños fragmentos de pirita, calcitas y cuarzo, suelen tener su superfi-
cie recubierta de un barniz ligeramente más oscuro poco brillante o en el
mismo tono de color, e incluso pueden carecer de él. Este color lógica-
mente depende, como la dureza de la cerámica, de la composición de la
arcilla, de la temperatura y del ambiente de cocción; lo general de la
cocción en atmósfera reductora va a dar a estas sigillatas un color gris
característico, siendo las modificaciones de colores en un mismo vaso el
producto de alteraciones en esta atmósfera.
Otra de las características que nos definen esta cerámica paleocristiana
es su decoración, pues si bien abundan las formas lisas o también las que
usan como único motivo decorativo las líneas que consigue el torno,
existen multitud de técnicas y motivos de decoración como es el estam-
pado que le dio el nombre y que se logra con el punzón o sello aplicado
sobre la cerámica ya ligeramente endurecida. Pero el procedimiento que a
nosotros nos interesa es aquel que consigue la decoración estampada por
medio de una ruedecilla, técnica que si bien no muy corriente, la vemos
en Cástulo ampliamente representada. En cuanto a los motivos decorati-
vos, van a ser principalmente geométricos, zoomorfos y florales, pero
siempre —en estas dos últimas variantes— de manera esquemática y gusto
geométrico. Lógicamente, los motivos propiamente paleocristianos (cru-
ces, peces, palomas...) van a estar presentes en esta clase de cerámicas,
pero es la decoración geométrica, distribuida circularmente en el interior
del vaso, a la que le dedicaremos más atención por su presencia en
nuestro yacimiento. Igualmente se nos presenta como interesante la deco-
ración llamada de «guillochis» que, para J. Rigoir (92), presenta una cierta
(89) Les vases céramiques ornes de la Gaule romaine, París 1904, 327 ss.
(90) «Spátromische stampeelversierte Keramik aus Portugal und Spanien», Homenaje a Martins
Sarmentó, Gu ¡maraes 1933, págs. 466 ss.
(91) «La cerámica estampada romano-cristiana», CASE 4, 1949, págs. 454 ss. Idem, «Cerámica
estampada paleocristiana», / Congreso de Marruecos Español, Tetuán 1954, 431 ss.
(92) Op. cit.
227
similitud con las decoraciones de estrías paralelas en cerámicas más anti-
guas, como son las áticas y campanienses.
El primer problema que va a presentarnos esta cerámica paleocristiana
es el de su origen que, pese al avance realizado en su conocimiento y
terminología, no ha podido aún precisarse. Con seguridad sólo puede
afirmarse que en un determinado momento comienza a sustituir a las
sigillatas tardías, afirmando Rigoir (93) —cuyos estudios sobre esta cerá-
mica son fundamentales—, aparece siempre en estratos superiores a los
que figura en abundancia la sigillata clara B. Es decir, bien que coexista
con sigillatas claras, éstas son siempre anteriores a la paleocristiana. Es
más, la investigadora citada considera, y con ella la mayor parte de los
autores, que esta cerámica que estudiamos deriva directamente de las
sigillatas claras, no en vano la cerámica paleocristiana es también una
clase de sigillata. En cuanto a su origen más concreto, Caballero (94) nos
la hace derivar directamente de las producciones sudgálicas a través del
tipo B de las sigillatas claras; evolución que por otra parte había apuntado
ya Lamboglia (95), pero realmente obtienen de la sigillata clara D la
técnica de ornamentación, así como numerosos motivos decorativos, suje-
tos como es lógico a muchas variantes en esta nueva sigillata, y conservan
de la clara B y de las llamadas «lucentes» la pasta depurada e incluso los
engobes anaranjados o grises. Sin embargo, como totalmente nuevo se nos
presenta la ya citada técnica de cocción que hace su aparición con las
sigillatas paleocristianas
En cuanto a su cronología, pocos son los elementos de datación de los
que disponemos en el estado actual de la investigación, reduciéndose éstos
a los hallazgos de monedas o a las conclusiones estratigráfícas que pudie-
ran relacionarse con un período de investigaciones. Pero bien sabemos
que las monedas sólo tienen verdadero valor cronológico en épocas de
mucha emisión y circulación.
Por otro lado, también encontramos dificultades en la interpretación de
las estratigrafías que nos presenta siempre dudosa la asociación de un
nivel de destrucción o incendio como producto de una invasión. Además
de que los yacimientos con cerámica paleocristiana raras veces disponen
de una estratigrafía. Aun así, la citada J. Rigoir considera que las únicas
invasiones que deben tenerse en cuenta en este caso son las de principio
del siglo V , siendo por otro lado el único indicio cronológico que esta
autora nos da (96).
Para el estudio de la distribución de esta sigillata en Francia hemos de
remitirnos una vez más a J. Rigoir, la cual se basa para esta clase de
estudio en los porcentajes con que en los centros de producción encuentra
las dos variantes de esta clase de cerámica: la gris y la anaranjada.
228
Cuando la citada autora indica sus investigaciones sobre esta cerámica la
denomina precisamente «sigillata paleocristiana gris», porque en el centro
de producción de Marsella (97) predomina este color sobre el anaranjado,
representado únicamente por unos fragmentos. Más tarde, cuando estudia
el grupo Languedoc, que se extiende al sur de Auvergne y oeste de
Languedoc con centro principal en Narbona, encontramos el caso contra-
rio: la anaranjada llega a suponer un 60 por 100. El color gris vuelve a ser
el más presente en el grupo que ella llama atlántico con centro de produc-
ción en Burdeos. Claro está que no es sólo el color el factor que diferen-
cia estos grupos, también la decoración juega en la personalización de
cada centro un importante papel.
También en la Península Ibérica son abundantes los hallazgos de este
tipo de cerámica, bien que todavía no existe ningún estudio que trate la
materia en profundidad. En nuestro país es la variante anaranjada la de
mayor dominio, mientras que la gris, aunque bien representada, es la más
escasa (98), pero no siendo en ningún caso la localización de ambas
definitoria.
En el estado actual de la investigación, es poco lo que con respecto a
la distribución de esta cerámica se puede decir en España. Pero si se
colocan sobre un mapa los hallazgos, vemos cómo lo hacen sobre una
franja costera en el Mediterráneo, que sería continua a no ser por un vacío
existente, atribuible a una casual falta de hallazgos en la región valen-
ciana, donde sólo encontramos el yacimiento de Castellnovo (99). El que
se observe una mayor abundancia de hallazgos en las zonas costeras no
quiere decir que no exista una penetración hacia tierras interiores como
nos prueban los ejemplos de Segóbriga (Cuenca) (100) y de la provincia de
Badajoz, en donde encontramos fragmentos procedentes del anfiteatro de
Mérida, estudiados por Zeiss (101) y Ponsich (102), así como los existen-
tes en el Museo Arqueológico Nacional (103).
Y a en la zona septentrional de nuestro país nos encontramos en la
provincia de Palencia, en Monte Cildá, el yacimiento de Olleros de Pi-
suerga (104), que nos ofrece numerosos fragmentos de paleocristiana gris.
También en la provincia de Alava encontramos algunos ejemplos de esta
(97) J. Rigoir, «La céramique paléochrétienne sigillée grise», Provence Historique 10, 1960,
passim; J. Rigoir, Yves, «Les dérivées des sigillées paléochrétiennes en Espagne», Omaggio á
Fernand Benoit, Bordighera 1972, págs. 33 ss. G. Rigovi, J. Mefree, «Les dérivées des sigillées
paléochrétiennes du groupe atlantique». Gallia 31, 1973, págs. 207 ss. Son también importantes para
nuestro trabajo A. Bourgeois, «Céramique paléochrétienne de Barcelone (Museo de Historia de la
Ciudad)», Mélanges de la Casa de Velázquez 6, 1970, 53 ss. J. W. Hayes. Late Román Pollery. A
Catalogue of Román Fine Wares. Londres 1972.
(98) P. de Palol, «La cerámica estampada», págs. 454 ss.
(99) D. Fletcher, «La cueva y el poblado de la Torre del Mal Paso (Castellnovo-Castellón)», APL
5, 1954, págs. 210 ss. J. Rigoir, «Les sigillées paléochrétiennes», págs. 178 ss.
(100) L. Caballero, «Nuevos datos sobre cerámica sigillata hispánica», págs. 304 ss.
(101) Op. cit.
(102) A. Jodin-M. Ponsich, op. cit.
(103) L. Caballero, «Cerámica sigillata gris», págs. 189 ss.
(104) M. A. García Guinea, J. González-Echegaray, S. Miguel Ruiz, Excavaciones en Monte
Cildá. Olleros de Pisuerga (Palencia), Madrid 1966, 11 ss.
229
cerámica hallados en el oppidum de Iruña (105), y a su vez, publicado por
Zeiss (106), existe un fragmento procedente de Pamplona. Como vemos,
todos estos ejemplares del norte de la Península pertenecen a la variante
gris como también son grises la mayoría de los hallazgos de la provincia
de Gerona, en los centros de Rosas (107) y Ampurias (108). Barce-
lona (109) y Tarragona (110). En patente relación con los citados ejempla-
res podemos considerar los de las Islas Baleares, en los yacimientos de
Alcudia (111) y en la necrópolis de Garrotxe de A r t a (112); así como en la
isla de Ibiza un fragmento conservado en el Museo de la Necrópolis de
Puig des Molins (113).
En el Mediterráneo sud-oriental encontramos el importante centro de
La Alcudia de Elche (114), en donde nos aparecen tanto una como otra
variante así como, ya en la provincia de Almería, Villaricos (115). En esta
misma provincia encontramos además otros ejemplos, como en el Chuche
y en la Alcazaba de la capital (116). También existe esta clase de cerámica
en la provincia de Murcia, en el yacimiento del «Castillo de los Ga-
rres» (117) , en donde se encontraron varios fragmentos, así como uno
que Caballero nos señala en el Museo de Murcia.
En el Mediterráneo sur, en la provincia de Málaga, además de El Faro
de Torrox (118), últimamente E . Serrano (119), al estudiar la cerámica del
teatro romano de Málaga, nos señala la presencia de varios ejemplares.
230
II. L A TIPOLOGIA D E L A S I G I L L A T A P A L E O C R I S T I A N A E N
C A S T U L O (Fig. 129)
231
CERAMICA
PALEOCRISTIANA
232
La F O R M A 5 deriva de la Dragendorff 32, y suele ser una especie de
copa de no muy grandes dimensiones, que en su variante 5b, que es
precisamente la que encontramos en Cástulo, alcanza mayores dimensio-
nes y sobre todo más profundidad. Forma muy poco frecuente, encontra-
mos un paralelo en Pas-de-la-Selle que nos muestra un borde idéntico,
pero que, debido a la ausencia de fondo en el ejemplar que poseemos, nos
hace pensar con reserva su inclusión en la forma 5b de Rigoir.
Más clara encontramos en Cástulo la F O R M A 8, que además de
presentársenos con relativa frecuencia, lo hace con bastantes variantes,
bien que siempre con ese borde en almendra que la define. Es un plato-
cuenco derivado de la forma 53 a 55 de la sigillata clara D, que presenta
un fondo plano sin pie. Menos un solo ejemplar, que proviene de la región
atlántica, casi toda la producción francesa pertenece al centro de Marsella.
La F O R M A 18 está bien representada en Cástulo, no en vano es la
más característica de las sigillatas paleocristianas. J. Rigoir considera que
deriva muy directamente de las sigillatas sudgálicas (Dragendorff 37) y a
través de las sigillatas claras B y lucentes, en su forma 2 y 2/37 respecti-
vamente, sin que su génesis tenga que ver nada con los tipos A , C y D.
Esta forma tiene el galbo y el cuello muy bien diferenciados. Las dimen-
siones son variables y las proporciones entre el cuello y galbo también,
estando algunas de estas formas provistas de un cuello exageradamente
alto; la inclinación de éste también varía, llegando a ser en ocasiones
totalmente vertical. Los cuellos de los ejemplares de esta forma 18 que
Cástulo nos ha dado son bastante altos, uniéndose a veces con un galbo
de carena muy marcada, de una manera muy violenta en ocasiones, que
nos recuerda a un ejemplar de La Nerthe y otros de Cimiez, ambos
presentados por Rigoir en las tablas tipológicas del citado artículo. Suelen
los ejemplares franceses tener el borde engrosado de tal manera que forma
una especie de reborde exterior; esta característica aparece en Cástulo
raramente. De todas maneras, la asimilación de los ejemplares de Cástulo a
esta forma 18 es clara, bien que lo fragmentado de éstos, y sobre todo la
ausencia de un caso con fondo, no ha permitido ninguna reconstrucción.
Interesante nos parece señalar que esta forma, como ya hemos dicho,
abundante en la mayor parte de los sitios, no existe en el grupo atlántico.
Vamos ahora a examinar aquellas formas que, procedentes de nuestro
yacimiento, no se encuentran representadas en la tipología que hasta
ahora hemos venido examinando:
Hemos llamado F O R M A I a un tipo de fuentes, de gran diámetro y
no escasa profundidad, que no encontramos paralelizado con ninguno de
los ejemplos de platos o fuentes (forma 1, 4, 8, 11 y 12) de J. Rigoir. El
borde no es excesivamente abierto, presentando uno de los ejemplares una
carena en la mitad de su altura y el otro una suave inflexión, teniendo
ambos en común un fondo totalmente plano.
Bajo la denominación de F O R M A II hemos agrupado un numeroso
conjunto de fragmentos que tienen en común un borde reentrante, que
dejando más o menos marcada una carena, más bien alta, pertenecen a
233
cuencos de mediano tamaño. Pocas veces se ha conservado su fondo,
pero cuando es é s e el caso, lo presenta de aro levemente marcado. Dentro
de este conjunto y basándonos en lo acusado de las carenas, hemos hecho
tres subgrupos a-b y c que los diferencia respectivamente, en el caso en
que ésta sea muy suave, muy marcada, y relativamente acusada, pero con
una tendencia a ocupar la parte alta del vaso en el grupo que denomina-
mos lie, que por otro lado es el caso más abundante. Encontramos
también algunos ejemplares en que esa corta parte entre el borde y la
carena presenta un ligero engrosamiento en el perfil. De todos los cuencos
que Rigoir incluye en su tabla tipológica, el más aproximado sería el que
ella coloca en la forma 5a, pero ni las carenas son tan nítidas ni el borde
tan simple como nuestra forma II, presentándonos en los casos franceses
una acanaladura que nos lo marca al exterior.
La F O R M A III de Cástulo, de la que sólo hemos encontrado un
ejemplar, que por cierto es de una excelente calidad, es un cuenco que
nos presenta un borde vuelto al exterior y una forma troncocónica que no
existe en ninguna de las formas catalogadas, pese a encontrarnos con la
dificultad de que el fragmento no permite la reconstrucción de su pie.
La F O R M A IV queda representada en dos pequeños vasos que, care-
ciendo de borde, nos presentan fondos e incluso formas muy distintas,
pero su pequeño tamaño y el pertenecer ambos a ese tipo que Rigoir
denomina «gobeletes». De superficie exterior muy cuidada, nada parece
indicarnos su finalidad.
La F O R M A V es un cuenco profundo, hemisférico, que podría presen-
tar algunas similitudes con la forma 6a de Rigoir, pero en nuestro caso el
borde no se señala, con una o varias ranuras, como en el caso de los
ejemplares franceses, además de que el cuenco de Cástulo es menos
profundo y más sencillo.
Si entre los ejemplares franceses habíamos visto que eran escasos
aquellos vasos destinados a contener líquidos, igual sucede en Cástulo en
donde sólo encontramos dos casos, de los que uno de ellos permite la
reconstrucción: es una jarra, en nada similar a la que J. Rigoir nos
presenta bajo la denominación de forma 26. Hemos llamado a la nuestra
F O R M A VI, que con un tamaño considerable nos presenta un asa hori-
zontal en cinta, que con un estrangulamiento en la parte inferior del
cuerpo da paso a un pie totalmente plano. Hemos de hacer notar también
que es uno de los pocos casos de la variante gris que aparece en el
yacimiento.
III. L A S D E C O R A C I O N E S D E L A S I G I L L A T A P A L E O C R I S T I A N A
DE CASTULO
234
peninsulares, como son las que Rigoir (121) nos da a conocer en 1972.
Estas decoraciones suelen repetir unos ciertos motivos que ella agrupa en:
ruedas de diversa composición, palmetas, arcos, columnas y decoraciones
diversas, subdividiéndolos según sus elementos constitutivos: trazo con-
tinuo, puntillado, trazos cortos...
En estas decoraciones y en la determinación exacta de los «poingons»
ha basado siempre esta autora sus estudios de distribución, así como el
origen de esta clase de cerámica en el Midi francés y su posterior expan-
sión, por vía marítima y siempre en dirección norte-sur, por la costa de
nuestro país.
Efectivamente, todas las decoraciones citadas, como dijimos anterior-
mente, vamos a encontrarlas en los yacimientos españoles, así en Ampu-
rias los estratos V , VI y VII van a presentarnos cerámica paleocristiana
decorada con ruedas, palmetas y ovas (122), y en la necrópolis romano-
cristiana de Tarragona que, muy rica en sigillata paleocristiana, nos mues-
tra infinidad de decoraciones que pese a su riqueza no hacen sino repetir
los mismos motivos. Destaca un fragmento con un crismón y también una
posible decoración a ruedecilla o «guillochis» sobre una forma 18, pero el
resto de las decoraciones no son más que diversas combinaciones de
arcos, palmetas, columnas, ovas..., formando a veces, en los interiores de
los platos, grandes estrellas complicadas y barrocas bandas, que combinan
arcos, palmetas y ruedas, en los galbos de las vasijas de mayor ta-
maño (123).
En Solsona (124) volvemos a encontrar las mismas palmetas, ruedas e
incluso dos fragmentos que presentan una especie de cadeneta que pudiera
haber sido hecha a ruedecilla.
Los todavía no muy numerosos hallazgos de sigillata paleocristiana en
España que hemos visto brevemente al estudiar su distribución, nos darían
los mismos motivos en su decoración, por ello —y evitando repetirnos—
vamos a pasar a examinar las decoraciones propias de Cástulo, en donde,
ya apuntamos, no vamos a encontrar las estudiadas por J . Rigoir.
Sencillas y también repetidas son las decoraciones que vamos a en-
contrar en nuestro yacimiento, en las que quizá lo más destacado sea un
constante empleo de la ruedecilla o lo que Rigoir parece llamar «guillo-
chis». Esta ruedecilla dibuja agrupaciones de una, dos o tres figuras
—pequeños rombos o triángulos que recordarían la forma de una media
luna— que recorren formando una franja más o menos ancha toda la
superficie del vaso. Estas bandas se combinan a veces con las huellas del
torno, separando con frecuencia coloraciones de,engobe diferente; su
separación sobre el vaso es variable: corriente es que se coloque una de
235
estas bandas junto al borde y otra sobre la carena, como ocurre en el
número 19 de la habitación C y en el 25 de la habitación F. Otras veces es la
zona inferior del vaso la que recorre la ruedecilla, formando zonas deco-
radas, alternando con lisas, o bien una ancha franja en la zona inferior,
como ocurre en el número 23 de la última habitación citada, en donde nos
la forman seis filas paralelas y unidas entre sí, o incluso que cubre todo el
vaso dejando solamente libre un pequeño espacio junto al borde. Esta
distribución de la decoración en franjas es frecuente hallarla en los cuen-
cos que hemos agrupado dentro de la forma II en cualquiera de sus
variantes, existiendo casos en que también se encuentra decorado su
interior, como ocurre en el número 24 de la habitación F , en donde la
decoración se hace más grande según nos acercamos al fondo. A veces es
sólo éste el que nos presenta su interior decorado con una línea, natural-
mente a ruedecilla, cosa relativamente frecuente en todos los fondos
aparecidos en el yacimiento, como por ejemplo, en los números 30 y 31 de
la habitación A.
Sobre la forma 18 también la ruedecilla dibuja franjas, normalmente
más simples en el cuello, como en los números 21 y 22 de la habitación C ,
siendo algo más profusa en el galbo. La forma 36, que presenta su
característico borde en forma de estrella (número 12, habitación Q , ade-
más del reborde marcado a poca distancia de su borde exterior, sólo tiene
una decoración de «chevrons» entre ambos, presenta en el exterior una
decoración de lengüetas de tamaño mediano, formando una ancha franja,
siendo este caso una de las ocasiones en que la decoración no está
producida por ruedecilla. Otro lo encontramos en el número 29 de la
habitación F , sobre nuestra forma III, que nos presenta bajo la carena una
decoración en estrías que raramente podría haberse ejecutado con una
ruedecilla. No tan dudoso es el caso del número 36 de la misma habita-
ción, en el que pese a que la decoración, profunda y continua, se aleja de
lo que nos tiene habituados la sigillata paleocristiana de Cástulo, sí parece
haberse servido de la misma técnica.
Son de destacar algunos fragmentos en que la decoración, aunque
repite los mismos modelos, es muy suave y menuda, como ocurre en los
números 42 y 45 de la habitación J, que nos presentan líneas de pequeñí-
simos motivos estampados, o incluso toda una zona en la parte media del
cuenco, como ocurre en los números 40, 43 y 44 de la citada habitación. De
esta clase de cuencos —nuestra forma II— y con esta misma decoración
de líneas finas y suaves, hemos encontrado uno de los pocos paralelos en
la Península Ibérica. Se trata de un vaso procedente de la Alcudia de Elche
(Alicante) (125), con fondo plano y perfectamente asimilable a nuestra
citada forma II, que presenta tres líneas de ruedecilla muy simples coloca-
das, respectivamente, en el borde, en la carena y un poco más abajo de
ésta. Aunque Ramos Folqués publica en su trabajo un poblado del siglo 111
(125) A. Ramos Folqués, «Unos pozos manantiales de época romana en la Alcudia de Elche»,
AEArq. 36, 1963, págs. 234 ss.
236
d. C , el cuenco que citamos pudiera muy bien pertenecer a un segundo
poblado superior —del siglo IV y principios del V — , cuyo material, nos
dice el autor, pasó al Seminario de Arqueología de la Universidad de
Valladolid, que creemos nunca llegó a publicarse.
Esta decoración que J. Rigoir denomina «guillochis», y que nosotros
hemos preferido llamar de ruedecilla, se encuentra con relativa frecuencia
en los centros de producción franceses, apareciendo, sin embargo, rara-
mente en los yacimientos españoles conocidos. Por el contrario, esta
técnica es casi única en Cástulo, lo que nos marca una enorme diferencia
entre nuestro yacimiento y los demás peninsulares; particularidad a la que
se une lo peculiar de los motivos decorativos de Cástulo, lo que nos da
una posible base para apuntar un origen local de nuestra producción. Esto
parece contradecir la opinión general sobre la procedencia de estas cerá-
micas del sur de España, de los centros de producción franceses, hipótesis
que si bien nos parece lógica, para el caso de Ampurias y, en general, de
los yacimientos costeros de nuestro Mediterráneo, aparece como un poco
aventurada para núcleos interiores por muy bien comunicados que estu-
viesen, ya que las comunicaciones terrestres en esta época de Cástulo no
eran tan fluidas ni tan seguras como en tiempos del Alto Imperio, a la vez
que imitaciones locales de otro tipo de cerámica —como la sigillata clara
L>— nos permiten suponer como posibilidad una producción local de
sigillata paleocristiana.
IV. CONCLUSIONES
237
ellos —llamado por J. Rigoir atlántico— tendría su centro en Burdeos; un
segundo grupo en el Languedoc lo tendría en Narbona, y Marsella sería el
centro de mayor producción en el tercer grupo, el más oriental, que
podríamos llamar provenzal.
A este origen francés, que parece ser el más aceptado, tendríamos que
añadir el que insinúa que la cerámica sigillata paleocristiana española sería
importada del norte de Africa. Origen norteafricano que nos parece muy
dudoso, aunque posible dentro de esa corriente de influencias norteafrica-
nas que sufre nuestro país en el Bajo Imperio.
Este origen de más allá de los.Pirineos nos parece en cambio perfec-
tamente lógico para los hallazgos mediterráneos occidentales, pues este
mar ha tenido siempre una cierta unidad conservada temporal y cultural-
mente. Por otro lado, ninguna otra clase de vía comercial tendría, en la
época que nos ocupa, más éxito que la marítima. Pero, ¿qué pasaría con
los hallazgos del interior? (Fig. 130). Así en el caso de Mérida presenta
casi igual dificultad imaginar una vía marítima, que había de pasar el
estrecho de Gibraltar y llegar a la ciudad por vía fluvial, que una terrestre.
Más explicable sería la hipótesis de la importación francesa en el caso de
los yacimientos del norte, como Clunia (Aranda del Duero) (126) e Iruña
(Alava), que por su proximidad con los centros de producción del «Midi»
hacen la idea posible. Pero otros hallazgos más al interior, que hacen
pensar en una vía terrestre, no presentan más que dificultades para asimi-
larse a ella. Hay que pensar que estamos en una época de crisis social,
difícil a los contactos comerciales, por lo que a no ser que esta cerámica
paleocristiana poseyese una fuerza de expansión suficiente, habríamos de
poner la posibilidad de importación desde Narbona o Marsella como
dudosa.
Si llegase a admitirse el origen norteafricano (127), la cronología de
importación de esta cerámica a la Península tendría un tope —y aquí
seguimos a Palol— en la toma de Cartago por los vándalos, es decir, en el
439 d. C . Si creyésemos, por el contrario, que la sigillata paleocristiana
procede de la sudgálica a través de las claras, podríamos fechar su co-
mienzo en un siglo IV avanzando hasta un VI d. J. C . Rigoir al hacer un
intento de cronología en su trabajo de 1968, se basa en los elementos,
escasos por cierto, que le proporciona el yacimiento de Saint Blaise. En la
estratigrafía de este yacimiento aparece con profusión la paleocristiana en
sus estratos Ilb y lie, en donde identifica un nivel de incendio que
correspondería a las invasiones del siglo v d. J. C , y la autora, en vista de
esta débil precisión cronológica obtenida, se asimila a esa opinión genera-
lizada de colocar esta clase de cerámica entre la mitad del siglo IV hasta el
VI d. J. C ; esta última fecha documentada en Saint-Bertrand-de-Comminges.
(126) Sobre las cerámicas del Norte de la Meseta cf. P. de Palol, J. Cortés, Excavaciones en la
villa romana de la Olmeda, Madrid 1974, págs. 137 ss.
(127) Para la cerámica con apliques se defiende hoy una procedencia africana, de Hadrumetum.
A. Bourgeois, «Plats á reliefs d'applique de Belo», «Mélanges de la Casa de Velázqnez 5, 1969, 31 ss.
238
La sigillata paleocristiana de Cástulo entra perfectamente, por sus ca-
racterísticas, en el grupo cultural que hemos examinado, y si hemos encon-
trado formas ya conocidas y bien clasificadas tipológicamente por J. Ri-
goir, también observamos la aparición de un buen número de ellas no
recogidas por esta investigadora. Si a esto añadimos la circunstancia de
que en nuestro yacimiento no existan las decoraciones que aparecen y se
consideran típicas de los demás yacimientos españoles, podemos llegar a
pensar fácilmente que estamos, más que ante un fenómeno de importa-
ción, frente a un proceso de producción local nacido de la imitación de los
ejemplares de esta cerámica que, como antes dijimos, realizaron una
segura expansión por los núcleos costeros.
Tras los análisis químicos de las arcillas realizados sobre sigillatas
paleocristianas de Cástulo por los doctores Linares y Barahona, se ha
podido observar c ó m o la arcilla utilizada para la fabricación de la paleo-
cristiana gris es muy semejante a la de la cerámica común romana. Por
otra parte, la arcilla de la sigillata hispánica es también muy similar a la
de la sigillata paleocristiana anaranjada. Creemos que el resultado de estos
análisis químicos apoyan aún más nuestra idea de una fabricación local de
la sigillata paleocristiana de Cástulo, proceso que se inicia a través de la
imitación de los tipos fabricados en los centros de producción franceses,
llegando a la creación de tipos y decoraciones originales, propios de los
alfares castulonenses.
La cerámica pintada
239
Este tipo de cerámica pintada, con pervivencia de técnicas de decora-
ción ibéricas, ha sido hallada anteriormente en Cástulo en la necrópolis de
la Puerta Norte y fue motivo de una comunicación por parte nuestra al XII
Congreso Nacional de Arqueología, con ocasión de la sesión celebrada en
Linares, y de una extensa publicación que en la actualidad se encuentra en
prensa; fechándose por una serie de monedas del siglo IV que aparecen en
la necrópolis citada, así como por el tipo de ánforas que sirven de cubierta
de los vasos funerarios pintados.
Creemos por tanto que el hallazgo de la cerámica pintada con una
cronología tan baja como la que presenta nuestro edificio no debe repug-
nar, sino aceptarse como una novedad que ha de irse confirmando con
nuevos hallazgos en el transcurso de próximas excavaciones, no sólo en la
ciudad de Cástulo, sino también en yacimientos de otros puntos de la
geografía hispana.
La cerámica común
I. INTRODUCCION
(128) Glí scavi di Albintimilium e la cronología delta cerámica romana, Bordighera 1950, passim.
(129) «Cerámica común romana del Mediterráneo occidental», IAP 22, Barcelona 1973.
240
*grls
O anaranjada
Fig. ¡30. Distribución de la sigiliata paleocristiana gris y anaranjada en España (según Federico Molina).
de cerámica vulgar suele, en lugares de habitación, aparecer muy fragmen-
tada, por lo que normalmente su clasificación ofrece una gran dificultad.
Aun así, y cada vez más, va prestándosele atención a esta clase de
estudios, como en la recientemente leída Tesis Doctoral, de E . Serrano, en
donde además de seguir esta nueva orientación, nos presenta la intere-
sante circunstancia de ser material procedente de unos hornos de Gra-
nada es decir, de un centro local de producción.
En esta misma línea vamos a situar el intento de tipología que, basado
en la cerámica común de Cástulo, hemos considerado como una pequeña
aportación al todavía muy vacío campo de esta clase de estudio;
encontrándonos con la dificultad que supone la ausencia no sólo de
publicaciones científicas, sino con esa falta absoluta en las publicaciones
de yacimientos romanos de los fragmentos de cerámica común.
Hemos seguido en nuestro estudio el citado trabajo de M . Vegas, que
consideramos fundamental, agrupando el material de que disponíamos de
una manera similar a esta autora, ya sea por su funcionalidad como por su
forma. Así encontramos también en Cástulo las divisiones en: vasijas de
cocina, vasijas de mesa y para guardar provisiones. Por otro lado, es de
tener en cuenta que nuestro material procede de un lugar de habitación,
encontrándonos sólo objetos de uso doméstico, por lo que queda fuera la
funcionalidad funeraria y ceremonial de este tipo de cerámica.
Hemos recogido en las figuras 131 a 133 todos los tipos de cerámica
común que se encuentran en Cástulo, agrupándolos y tratando de seguir
todas las variantes que en sus perfiles nos han aparecido significativas.
Ollas, (a-e). La vasija de cocina más corriente en todo el mundo
romano es la olla, que suele tener, por lo general, un cuerpo globular o
troncocónico, un corto cuello con el borde vuelto hacia afuera y fondo
plano. Son innumerables las variantes de este tipo, tanto en tamaño como
en forma. Como la encontramos geográfica y cronológicamente extendida
en todo el Imperio, todas esas variantes no van a tener ninguna significa-
ción, aunque M . Vegas (130) considera que ciertos detalles de esta forma
puedan darnos un indicio cronológico, como ocurre con los bordes angu-
losos y de perfil triangular de las ollas de los niveles inferiores de la calle
porticada de Pollentia (131), así como de los campamentos republicanos de
Numancia (132), que los sitúan en una época temprana; tipo que efectiva-
mente no encontramos en el edificio de Cástulo de época más tardía.
242
Esta forma era fabricada normalmente en alfares locales, lo que unido
a su abundancia, como antes dijimos, poco nos puede decir, a no ser que
es un vasija ideada para estar en contacto con el fuego, por lo que además
de su superficie rugosa —que presenta a veces estrías de torno— tiene el
exterior ennegrecido.
Hemos agrupado en cinco tipos las ollas del edificio según las caracte-
rísticas de su borde, a lo que hemos denominado con letras. En los tres
primeros reunimos las ollas de «borde vuelto hacia afuera». E l primero
nos presenta un borde relativamente anguloso y bastante inclinado hacia el
exterior, que nos marca perfectamente el cuello. El «b» reúne las ollas de
borde levemente engrosado. Este engrosamiento se observa también en el
grupo «c», pero aquí el borde vuelve casi exageradamente hacia el exte-
rior. Cuando el borde se engrosa en forma de almendra llegando su incli-
nación casi a la horizontalidad, incluimos a estos vasos en el apartado
«d».
Con el borde inclinado hacia afuera, pero muy caracterizado por una
ranura que presenta en la parte interior del mismo, llegando a veces a una
acanaladura pronunciada y bastante amplia, que sirve para asiento de la
tapadera. Característica que no tiene ningún valor cronológico, porque
desde la República continúa su supervivencia hasta el siglo VI d. J. C.
(133), documentada en las excavaciones de Saint-Blaise (Ugium), encontrán-
dolo también en la Casa de los Tesoros de Pollentia (134).
Nos queda suelto un ejemplar que nos presenta un cuello pronunciado
con molduras y el borde levemente inclinado hacia afuera.
Con cierta frecuencia las ollas de Cástulo nos presentan uno de los
pocos indicios cronológicos que puede indicar esta forma; bien que es
simplemente una mera ayuda, la presencia de estrías producidas por el
movimiento del torno, siempre indica una época tardía.
Platos, (f) En el apartado «f» de nuestras tablas tipológicas hemos
agrupado los platos o fuentes de cocina que, con base plana y paredes
ligeramente curvas, tienen de común con las ollas esa superficie poco
cuidada y a veces ennegrecida por el fuego, que nos hablaba de su funciona-
lidad. No encontramos en el edificio una gran abundancia de esta forma,
siendo escasas sus variantes.
Los ejemplares de que disponemos tienen de común un diámetro de
mediano tamaño y un fondo profundo, abundando sobre todo aquel tipo
que M . Vegas denomina «platos con borde escalonado», forma de la que
nos dice que es corriente en la Bética, y que ella hace derivar de los
platos de borde bífido. Nuestros platos presentan el borde dividido en dos
partes, siendo su parte interior más baja que la exterior, de manera que
queda una pequeña plataforma, que incluso presenta una pequeña ranura
donde lógicamente se asentaría la tapadera.
243
TIPOLOGIA DE L A C E R A M I C A COMUN
245
/•'/'V. Villa, ¡orinas de fundos de cerámica común.
246
Cuencos, (g-h). Los cuencos son una de esas formas que aunque bas-
tante abundantes no permiten apenas precisiones de valor cronológico,
aunque existen formas típicas; se extiende a lo largo de la romanización,
porque después de las ollas son los cuencos la vasija más usada para
cocer alimentos. En el apartado «g» presentamos algunas de las formas
que con mayor frecuencia tenemos documentadas en Cástulo; así, encon-
tramos desde la forma más sencilla hasta los que presentan una carena en
la mitad de su cuerpo, pasando por los que M . Vegas denomina «cuencos
con visera».
El último de los tipos citados, que presentan una visera que sale por
debajo del borde, tendría probablemente un punto de contacto con los
morteros que, también con visera, estudiaremos posteriormente. Se fechan
estos cuencos en la época del Bajo Imperio, encontrándose en la Casa de
los dos Tesoros de Pollentia; siendo también numerosos en los estratos
E / F del Claustro de Tarragona (136). Forma que se fecha en Ugium en los
siglos V-VI d. J. C.
Recordemos que este tipo de cuenco también aparece en la térra
sigillata clara D (137).
Aunque existen, como antes apuntamos, cuencos muy sencillos y sin
ninguna particularidad en su borde, señalaremos también la presencia de
otro tipo, que sin llegar a ser lo que llama M . Vegas «cuenco con borde
aplicado», nos presenta un borde mas complicado que señala un engro-
samiento; en el dibujo que presentamos se nos muestra a modo de
visera atrofiada, que marca un reborde exterior.
La última de las formas presentadas, un cuenco con perfil carenado y
borde ligeramente vuelto al exterior, nos hace pensar más en la forma que
estudiamos seguidamente (cuencos con pitorro), aunque lo incluimos den-
tro del apartado de los cuencos debido a que su borde no se vuelve tan
marcadamente como en el caso de los cuencos con pitorro. Hemos de
hacer notar que las carenas en los cuencos suelen indicar una fecha tardía,
aunque falta aquí uno de los elementos —las estrías— que podrían darnos
con mayor seguridad este indicio cronológico.
En el apartado «h» reunimos aquellos cuencos que se han venido
llamando cuencos con pitorro. En ellos se preparaban los alimentos líqui-
dos y, como indican sus paredes, no se ponían en contacto con el fuego.
Ese pico en forma de embudo, que los caracteriza, existe en otras formas
de cerámica romana de diversas épocas, pero en cuencos y de una manera
profusa sólo aparece en el período tardío-imperial. Su borde se inclina
inmediatamente por encima del pitorro, colocado por tanto siempre en la
parte alta de la pared del vaso, pero a veces ese borde inclinado hacia
afuera no existe o incluso la inclinación es hacia adentro, bien que este
último caso no está representado en Cástulo.
(136) Ch. B. Rüger, «Rómische Keramik aus dem Kreuzgang der Katedrale von Tarragona», MM
9, 1968, págs. 237 ss.
(137) N. Lamboglia, «Nuove osservazioni» 11, págs. 45 ss.
247
Como en nuestro caso, en todos los yacimientos y niveles en que
aparece esta forma, queda fechada en el siglo IV d. J. C , como ocurre en
los estratos E / F del Claustro de Tarragona (138), en los estratos II de
Albintimilium (139) y la Casa de los dos Tesoros de Pollentia (140).
Morteros, (i-j). Con la misma función que hoy conservan estas vasijas.
Tienen forma de cuencos, en cuyo borde puede tener un pico más o
menos pronunciado para verter su contenido; pico que no tiene más
complicación que la de una simple hendidura practicada en su borde.
No excesivamente frecuente en las poblaciones, abunda, sin embargo,
en los campamentos militares. Pese a ello, en nuestro yacimiento lo hemos
encontrado con relativa frecuencia. Aunque su forma varía poco, presen-
tamos cinco de las más corrientes halladas en el edificio, teniendo todas
en común una visera que sale por debajo del borde, característica ésta que
permite a M . Vegas agruparlos en su variante d, que permite, por su
presencia en la Casa de los dos Tesoros de Pollentia, fecharlas más acá
del siglo III d. J. C. Esta datación se confirma en Albintimilium, Jávea
(141) y podría también apoyarse en el parecido con los cuencos con visera
de los que antes hablamos y que tan bien fechados estaban en Tarragona y
Ugium.
Jarras, (k-n). Forma muy abundante en el mundo romano, existe en
multitud de variantes en esta cerámica común, del mismo modo que
también estaban presentes en la cerámica fina, especialmente en la térra
sigillata. De las que estudiamos, que formaban parte de la vajilla de
cocina, no puede decirse lo que normalmente se afirma de las ánforas, es
decir, que la forma estaba determinada por el contenido.
Su datación representa siempre un problema, porque hay en este tipo
de vasijas innumerables pervivencias e incluso formas que, apareciendo
en época helenística, derivan de antiguas formas griegas y llegan incluso
hasta época tardía del Imperio.
En Cástulo conservamos la mayoría de las veces sólo la parte superior
de este tipo de vasijas, que frecuentemente conservan el arranque del asa;
es por eso que hemos establecido nuestra tipología atendiendo a las
variantes de algunos detalles de su borde, es decir, de su boca y cuello,
siguiendo, en lo posible, aquellos tipos que M . Vegas establece en su
Tesis Doctoral.
En el primer grupo —que encontramos en la tabla bajo el epígrafe
«k»— presentamos las dos formas de jarras que, provistas de dos asas y
cuello largo, encontramos en Cástulo; y aunque sólo conservamos, como
ya antes hicimos notar, ese cuello largo de que están provistas, por la
tipología del mismo, podemos afirmar la existencia de un cuerpo inferior
panzudo, diferenciado perfectamente del fragmento que conservamos.
248
Aunque a veces la forma del borde puede llegar a ser lisa, los bordes de
Cástulo son bastante más complicados, aunque tal característica no tiene
ninguna importancia cronológica. Aún así haremos constar que corriente-
mente no suele estar presente en épocas demasiado tardías.
En el apartado «1» reunimos un tipo mucho más abundante en nuestro
yacimiento, tanto en número como en formas: las jarras de un asa y cuello
largo. Y aunque a primera vista podría parecer un tipo similar al anterior
—la diferencia a primera vista estaría solamente en un asa— si nos fijamos
en nuestra tabla tipológica veremos que poseen un cuello, que si bien es
igual de largo, es mucho más estrecho.
Aunque encontramos algunos ejemplares en que el borde es totalmente
liso presentando solamente las marcas del torno, más abundantes son los
que tienen el cuello decorado con anillos, molduras e incluso con visera.
Estas últimas, sin embargo, no aparecen en época tardía como la que
parece corresponder al edificio de Cástulo.
Las características tan similares a las anteriores que hemos encontrado
en el tipo 42 de M . Vegas, nos han hecho agruparlas en el apartado «1»,
pues como única diferencia entre sí presentan también, en el largo y
estrecho cuello, molduras o engrosamientos. Estas jarras son también
globulares o piriformes, y aunque las molduras de su cuello pueden encon-
trarse desde época muy temprana, como en Ostia II (142), aparecen no
sólo en el Alto Imperio, sino también en la época tardo-imperial, como
atestigua su presencia en el estrato D de Tarragona (143). En los ejemplos
que presentamos en nuestra tabla encontramos jarras con un cuello lige-
ramente cónico o simplemente con abultamientos en él que tienen sus
paralelos en los estratos II y I de Albintimilium y en el citado D de
Tarragona. También son muy características las que presentan un cuello
arqueado con un saliente muy angular en su mitad, que también están
documentadas en los estratos II y I de Albintimilium y en el estrato D de
Tarragona.
Con la dificultad que repetidamente encontramos de disponer sola-
mente del fragmento perteneciente a su boca, hemos reunido en el apar-
tado «m» las jarras que con un asa tienen un cuello poco diferenciado de
la vasija. Si bien hay que hacer notar que en los paralelos que encontramos
en la publicación de M . Vegas estas jarras están provistas de dos asas.
Con un cuerpo que podríamos llamar «escurrido», tienen, como la
mayoría de las vasijas pertenecientes a este tipo, un cuerpo piriforme,
aunque no excesivamente ancho y es el cuello combado el que va propor-
cionando paulatinamente esta anchura, sin transición alguna entre éste y el
resto de la vasija. Su borde, por lo menos en los ejemplares de Cástulo,
suele estar engrosado, arrancando su asa de éste, cosa que las caracteriza
en gran manera. Este tipo de jarras, de las cuales el último ejemplo
presentado en nuestra tabla tipológica ha permitido su reconstrucción casi
(142) Varios, «Ostia II» «Studi Miscellanei» 16, 1970, págs. 55 ss.
(143) Ch. B. Rüger, op. cit., págs. 237 ss.
249
completa, son muy antiguas, encontrándose ejemplares desde el siglo III
a. J. C. (144), pero con muchísima más frecuencia se encuentra en época
del medio y tardo-imperio (145).
Podríamos considerar casi como una variante del tipo de jarra anterior
el que hemos reunido en el apartado «m». Aquel cuello poco diferenciado
del cuerpo de la vasija que era la característica que más personalizaba la
forma «m», volvemos a encontrarlo aquí, pero hemos considerado acer-
tado hacer un nuevo subgrupo con aquellos ejemplares que presentan una
mayor complicación en su borde —escalón en su labio, borde engrosado o
una pequeña visera— o aquellos otros que tienen ya una ligera entalladura
por debajo del borde, que anuncian ya la diferenciación perfecta entre
boca y cuerpo, que vamos a encontrar en el grupo siguiente.
Esta entalladura nos va a permitir agrupar en el apartado «n» las jarras
que, aun teniendo el cuello corto de los anteriores subgrupos, se caracte-
rizan por un borde inclinado hacia afuera, normalmente liso y que se
engrasa en su parte superior, de donde casi siempre arranca el asa, es
decir, que sigue sin haber transición en el paso de la boca al cuerpo, que
generalmente es piriforme.
Los últimos tipos de jarras que hemos descrito abundan mucho en la
cuenca mediterránea occidental, sobre todo desde el siglo II d. J . C , lo
que no impide que se encuentren en Numancia (146), en Sutri (147)
—tanto en el poblado como en el alfar—, en donde se fechan en el siglo II
a. J. C , aunque en la necrópolis de Barcelona tienen una datación más
posterior (siglo II y III d. J. C.) (148). Esta amplitud cronológica nos
demuestra que este tipo no sufrió apenas cambios en casi cinco siglos, lo
que hace imposible fechar por separado esta forma de M . Vegas, denomi-
nada «bocales de un asa con boca ancha y cuello poco marcado».
Los dos últimos ejemplos presentados en el apartado «n» de nuestra
tabla tipológica pertenecen sin duda al grupo que estamos estudiando, bien
que con la particularidad de tener mucho menor el diámetro de su boca, lo
que hace que la entalladura que caracteriza la forma sea más acusada,
dejándonos un cuello, que si bien corto adquiere mayor importancia.
Estos detalles nos la separan del tipo que acabamos de citar de M . Vegas,
puesto que se trataría ya de jarras más que de verdaderos bocales.
Hemos de hacer notar que casi todas las jarras de Cástulo que acaba-
mos de ver tienen documentada una sola asa. Incluso el grupo que hemos
llamado «k», que por las características de su cuello podía asimilarse al
tipo 37 de M . Vegas —que posee efectivamente dos asas— no conserva,
en los fragmentos encontrados en el edificio, el arranque de sus asas.
250
Las asas de Cástulo, de las que encontramos abundantes ejemplos en
los dibujos que ilustran el presente trabajo, no son excesivamente anchas,
como es propio de las fechadas después del siglo II d. J. C , y suelen
estar casi siempre estriadas, aunque no falte algún ejemplo liso.
Anforas. No son excesivamente abundantes las ánforas aparecidas en el
edificio de Cástulo, si bien este tipo de vasija, que servía para el trans-
porte y conservación de alimentos, está perfectamente documentado entre
los materiales de que disponemos, especialmente en sus bordes, que
permiten la reconstrucción de su boca, asas y conteras; aunque desgracia-
damente en ningún caso hemos podido obtener la forma completa. Esta
escasez de datos no nos ha permitido hacer una tipología, y, al mismo
tiempo, tampoco hemos podido asimilar nuestras formas a las que M .
Vegas estudia en su Tesis Doctoral, pese a lo interesante que resultaría
efectuar un estudio comparativo entre formas y contenido en la línea de
los realizados por H . Dressel y F. Zevi (149).
Así pues, hemos creído conveniente incluir en la tabla tipológica los
bordes más representativos, que nos indican solamente las variantes exis-
tentes, como las de perfil triangular presentadas en primer término, que
muestran un borde engrosado que se traduce al exterior por un ancho
reborde. Destacaremos una, de perfil complicado, que, además, posee un
segundo reborde bajo el citado, además de molduras al interior y exterior
de la vasija. Las dos siguientes, también de borde engrosado, tienen las
paredes de su cuello ligeramente inclinadas hacia afuera, lo que podría
permitirnos asimilarlas a la forma 53 de M . Vegas, aunque para ello nos
encontraríamos con la dificultad de su perduración hasta épocas tan tar-
días como la de nuestro yacimiento. Solamente once fragmentos encontra-
dos en la Casa de los dos Tesoros de Pollentia permiten afirmar su
existencia por lo menos en el siglo III d. J C.
El último ejemplar presentado es el único que conserva sus asas, que
arrancan justamente del borde reentrante, siendo su boca mucho menor.
Nos presenta en el interior una serie de entrantes y salientes hasta donde
su cuello se estrangula para dejar paso a un cuerpo que, probablemente,
fuera cilindrico. Aunque nuestros elementos de juicio son escasos, este
tipo de ánforas tendrían una fecha tardía (III-IV d. J. C ) , como parecen
indicar algunos paralelos en Ostia (150), Pollentia (151). Por otro lado,
apuntaremos que los autores se inclinan a creer que sirvieron para el
transporte de «garum» o de aceitunas.
Grandes vasijas. En un último apartado —el denominado en la tabla con
la letra «p»— presentamos las vasijas que pertenecen al tipo 12 de M .
Vegas; es decir, los grandes vasos cilindricos que, en forma de cono
truncado y con base plana, nos recuerdan a los cubos actrales. De tamaño
considerable, debían usarse para lavar, puesto que sus paredes no conser-
(149) «Apunti sulle anfore romane», A. C. 18, 1966, págs. 208 ss.
(150) Varios, «Ostia I», Studi Miscellanei 13, 1967-1968, págs. 97 ss.
(151) M . Vegas, «Spátkaiserzeitliche», págs. 108 ss.
251
van huellas de haber sido puestas en el fuego. Su boca, tan ancha, parece
excluir que se destinasen a guardar provisiones, aunque tal hipótesis
tampoco puede ser descartada.
Suelen tener, y de ello encontramos muchos ejemplos en las prove-
nientes del edificio de Cástulo, el borde vuelto hacia afuera, aunque
tampoco faltan casos en que el borde es totalmente recto. Ese borde
presenta diversas variantes desde el ligeramente inclinado hasta el total-
mente horizontal, pasando por el que sólo presenta un pequeño engrosa-
miento en forma de bastoncillo. Alguno de ellos presenta incluso una
enorme complicación, como es el segundo ejemplar presentado en nuestra
tabla.
Como exige su gran tamaño, las paredes de estas clases de vajilla son
gruesas, recordándonos en su calidad a las ánforas y presentando en ellas
estrías de torno muy acentuadas que hacen onduladas las líneas de su
perfil. Esta clase de paredes nos fechan a las «grandes vasijas» en la
época tardo-imperial, ya que han sido siempre encontradas en yacimientos
que confirman esta datación, como son los estratos más modernos del
Claustro de Tarragona y Albintimilium, siendo también numerosas en la Casa
de los dos Tesoros de Pollentia. Y si bien su fecha terminal la da su
presencia en Tarragona, se encuentran ya en la primera mitad del siglo II
d. J. C . en Ostia y en Chemtou, como señala M . Vegas en su estudio de
cerámica común romana.
Como vemos, incluso a efectos de datación, el prestarle atención a las
características tipológicas de la cerámica común romana puede ser intere-
sante. Según hemos ido viendo a lo largo del pequeño' estudio que hemos
realizado, ciertos detalles tipológicos e incluso ciertas formas sirven, en el
momento de encuadrar un yacimiento, casi en pie de igualdad como la
cerámica que tradicionalmente se ha usado para este cometido.
Presentamos también las formas más corrientes que de fondos nos ha
dado el edificio, aunque sólo a efectos informativos, ya que sería imposi-
ble sacar alguna conclusión de ellos.
Lucernas
252
La mayoría de las lucernas de Cástulo, y también del edificio, han sido
(como sucedía en las otras clases de cerámicas) fabricadas en los alfares
locales, como prueba el hecho de haberse encontrado varias de ellas
realizadas con el mismo molde; además algunos ejemplares, como el
encontrado en la habitación A (n.° 33), cuya originalidad no permite
encontrar paralelos, pertenece visiblemente a un arte totalmente local.
En la habitación C encontramos dos fragmentos de lucernas que con-
servan el asa perforada, siendo una de ejlas estriada, la número 25, y otra
con una pequeña decoración floral que Simula hojas (n.° 24). Esta última,
que presenta sobre su borde una decoración alternada de racimos y rose-
tas en relieve, encuentra sus paralelos en el Museo de la Meróbriga
(Santiago do Cacem) (152). Conserva restos de pintura roja.
Poco dicen los fragmentos aparecidos en la habitación D, aparte del
fondo (n.° 12) que se decora con motivos vegetales.
En la habitación E encontramos el fragmento de un disco cuya asa,
simplemente agujereada, nos indica pertenecer a una fecha colocada entre
el fin del siglo III y principios del IV d. J. C ; y aunque no conservamos
su pico pertenecería al tipo XI B de Deneauve (153), pues, aunque los
surcos radiales tienen una decoración vegetal, es muy similar a ese tipo.
En cambio, en la habitación F encontramos representado ese tipo XI B de
lucernas de una manera perfecta, es decir, con un borde ancho y abun-
dante galbo que reduce a casi nada al disco, alrededor del cual presenta
unos surcos radiales (n.° 46 y 47). La fecha de estas lucernas que llega al
siglo IV d. J . C , queda compensada por otros fragmentos de borde que
presentan una decoración de pámpanos y racimos de uvas que pueden
pertenecer a principios del siglo III y que tienen perfectamente redondo el
cuerpo, no como en el caso del tipo XI y las lucernas paleocristianas,
cuyo cuerpo se alarga. En esta misma habitación aparecen también frag-
mentos de pleno siglo IV pertenecientes a lucernas paleocristianas. Tardía
parece también la que lleva el número 4 en la habitación G , que, aunque
no presenta las características formales de las lucernas del siglo IV
d. J. C , la textura en su pasta, la pintura amarronada de la superficie y
su decoración hacen suponer sea ésa su cronología.
En las habitaciones J e I vamos a encontrar también el tipo XI B que
llama Deneauve «lucernas de pico redondo», en que éste no se separa del
resto de una manera clara como ocurre en el número 96 de la habitación
J, y que su decoración de surcos radiales, alrededor de una, casi siempre,
cubeta, tiene un aspecto vegetal como ocurre en el número 29. Estos
bordes muy galbados están asociados, a veces, en la misma lucerna a un
asa que ya no está perforada (asa pezón), es el caso del número 97.
Al lado de este tipo, el más tardío del edificio, y que repetimos llega
hasta el siglo IV, encontramos en las dos habitaciones citadas una serie
(152) J. A. Ferreira, Inlroducao ao esludo das lucernas romanas em Porta/tal, Lisboa 1952,
passim.
(153) Lampes de Carthage, París 1969, págs. 222 ss.
253
de fragmentos que nos presentan sobre su borde una decoración floral
muy evolucionada y que probablemente provenga de los pámpanos y
racimos de las lucernas del siglo III d. J . C , en versión local: son hojas y
rosetas enlazadas por tallos que forman distintas seriaciones como pode-
mos ver en los números 100 a 105 inclusive de la habitación J.
Semejantes a los ejemplares de Cástulo se encuentran algunas lucer-
nas, ya tardías, en el Museo Arqueológico de Sevilla (154), pero el que las
nuestras sean producto de una fabricación en el mismo Cástulo les hace,
en cierto modo, tan características que, pese a la extensa bibliografía
consultada, no hemos conseguido encontrar un paralelo justo en el caso de
las aparecidas en el edificio. Que como vemos son de cronología mucho
más baja que aquellas que hemos incluido en el estudio general de los
materiales castulonenses, en la primera parte del presente trabajo.
Como vemos, todas las lucernas aparecidas en el edificio tienen una
fecha que no puede pasar más arriba del 200 d. J. C , y que se prolonga
hasta el 400 d. J. C , abundando sobre todo el tipo XI B de la clasifica-
ción de Deneauve, y presentando una serie de características locales.
Ambas circunstancias encajan perfectamente en la cronología de los de-
más materiales, y nos ilustran, en la ausencia de lucernas de fecha ante-
rior al siglo III d. J. C , en el problema de la cerámica pintada de tradición
indígena y a ellas aparece asociada.
a
J. M . Blázquez
F. Molina
(154) C. Fernández Chicarro, «La colección de lucernas antiguas del Museo Arqueológico de
Sevilla», MMAP 13-14, 1952-53, págs. 61 ss.
254
ESTUDIO D E L A CERAMICA D E CASTULO POR DIFRACCION DE
RAYOS X
1. Materiales
Las muestras que se seleccionaron para este estudio son las que se
relacionan a continuación:
1. Campaniense
2. Sigillata hispánica.
3. Sigillata hispánica.
4. Lucente.
5. Sigillata clara «C».
6. Sigillata clara «C».
7. Sigillata clara « D » .
8. Sigillata paleocristiana gris.
9. Sigillata paleocristiana anaranjada.
10. Sigillata paleocristiana anaranjada.
11. Ibérica.
12. Ibérica.
13. Común grosera.
14. Común fina.
255
2. Métodos experimentales
3. Resultados experimentales
256
con las condiciones más o menos fuertes de meteorización a las que han
estado sometidos los fragmentos o bien con la riqueza de los mismos en
compuestos fácilmente alterables.
Tanto las fases neoformadas como las residuales reflejan por un lado la
composición de las materias primas y por otro la temperatura a la que se
cocieron las piezas, no siendo siempre fácil el separar ambos efectos.
Barahona (1974), en un estudio de las fases de cocción que aparecen en
arcillas de ladrillería, encuentra las siguientes relaciones que pueden servir
de guía para la interpretación de los diagramas:
1. Las fases neoformadas que aparecen con más frecuencia en las
arcillas calcáreas son gehlenita, wollastonita y plagioclasa calcica (anor-
tita).
2. Las muestras ricas en dolomita dan además diópsido.
3. L a presencia de plagioclasa sódica parece tener relación con la
presencia de paragonita en las materias primas.
4. La escasez en las fases anteriormente citadas y la presencia de
hematites son un inicio de que las materias primas son poco o nada
calcáreas.
En cuanto a las implicaciones de la mineralogía con la temperatura de
cocción, Barahona (155) indica que:
1. L a presencia de abundante calcita indica que la cocción se ha rea-
lizado a una temperatura inferior a 800° C.
2. La presencia de abundante gehlenita indica, por el contrario, que
la cocción ha sobrepasado esta temperatura.
3. Si no aparece mica anhidra es probable que la cocción haya sobre-
pasado los 1.000° C .
4. L a abundancia de diópsido, wollastonita o plagioclasa calcica tam-
bién invita a pensar en una temperatura de cocción alta.
257
0= C u a r z o
F=Feldespatos
Z= Zeolitas
2 3 h 5 6 7 8 9 10 20 30 d(A)
1 1 1
'• • <l , I | S • '1 I ! ' l 'i I t i i r 1
I '. I 1
I 1
! 'l '| 'I ' l ' l \ I 1
l ' . ' l i i . I' J' J "• 'i I • . |
kO 30 ' 2 0 10 0
Fig. °29
Fig. 134. Villa. Análisis mineralógico de diferentes tipos de cerámica.
258
Fig. 135. Villa. Análisis mineralógico de diferentes tipos de cerámica.
259
en la muestra 14 éstas son muy abundantes. En resumen, la muestra 14
parece fabricada a partir de una marga muy calcárea, mientras que tanto
la textura como la composición de la muestra 13 invitan a pensar en una
arcilla no calcárea, probablemente procedente de la alteración de materia-
les graníticos. En el esquema geológico de la figura 137 se observa que
dentro de la región afloran fundamentalmente tres tipos de materiales:
rocas plutónicas acidas (granitos) y rocas sedimentarias triásicas y mioce-
nas. Se puede pensar razonablemente que la muestra 13 se ha debido
fabricar con materiales procedentes de la meteorización de los granitos «in
situ» o quizá de materiales semejantes transportados por los aluviones
del río. Por el contrario, la muestra 14 debe proceder de las margas del
Mioceno.
b) Cerámica ibérica.— L a tabla 2 permite comparar la composición
de las cerámicas ibéricas números 11 y 12 con las cerámicas comunes
anteriormente descritas (números 13 y 14). E l cuarzo es algo más bajo, los
feldespatos son de tipo plagioclasas y se detectan claramente fases calci-
cas del tipo gehlenita y diópsido, y son muy ricas en calcita. La riqueza
en calcita hace pensar en que las arcillas fueron cocidas a baja tempera-
tura, lo que explica la escasa proporción de gehlenita y diópsido. Hay más
semejanza entre la cerámica ibérica con la común grosera. Las materias
primas podrían ser arcillas del mioceno algo menos calcáreas que las
utilizadas para la fabricación de cerámica común fina, aunque no se
descarta la posibilidad de que haya mezcla con otras arcillas no calcáreas
como la del Trias.
c) Sigillata paleocristiana gris.—En la tabla 3 se pone de manifiesto
la gran semejanza que existe entre este material (muestra número 8) y la
cerámica común grosera (número 13). Ambas pueden proceder de los
mismos materiales, aunque la textura mucho más fina de la 8 hace pensar
que se trata de un material semejante al de la 13, pero en el que se han
seleccionado los finos por lixiviación. El color gris de ambas piezas se
debe probablemente a la grafitización del carbono orgánico en ambiente
reductor; ahora bien, las principales reflexiones del grafito coinciden con
las del cuarzo y quedan enmascaradas por ser este último un componente
mayoritario. Aunque coincida el que ambas piezas sean ricas en mica, éste
es un carácter que no se puede relacionar con el color.
d) Cerámica sigillata roja.—En la tabla 4 se resumen los datos
correspondiente a las diversas piezas de cerámica sigillata. Todas ellas
tienen cantidades de cuarzo que son moderadas o altas; son pobres en
feldespatos, salvo la muestra número 6, que tiene cantidades moderadas
del mismo. L a mica se presenta a lo sumo en forma de trazas, y las
cantidades de fases ricas en calcio son siempre pequeñas o nulas. Todas
las muestras a excepción de la número 9 tienen cantidades apreciables de
hematites, que es la que les confiere un color rojo en la masa. En el caso
de la muestra 9 la ausencia de hematites puede deberse a unas condiciones
de cocción más reductoras y, en efecto, en este caso la coloración roja se
limita al exterior de la pieza. En conjunto su composición permite decir
260
2
3 ¡* 5 6 7 8 9 10 20 30 d(A)
1
'• • 1 • I i S ••• I ••• •• i I i . •• i •• 1
•• \ ^ ' i , \ |')'J"|I, 1 , , |
'tO 30 20 10 O
Fig. "20
Fig. 136. Villa. Análisis mineralógico de distintos tipos de cerámica.
261
CUATERNARIO: Terreno aluvial.
Gran i t o s .
262
que se prepararon a partir de arcillas poco o nada calcáreas, pero diferen-
tes de las que se utilizaron para fabricar las piezas 8 y 13, ya que éstas
son ricas en mica y feldespatos. Puesto que estas últimas se consideran
como probablemente autóctonas, se podría pensar, y partir de los datos de
composición mineralógica, que las piezas de cerámica sigillata no lo son.
Esto, sin embargo, no es necesariamente así, ya que aún quedan en la
región materiales arcillosos distintos, tales como las arcillas triásicas, a
partir de los cuales se ha podido preparar este tipo de piezas cerámicas.
e) Cerámica campaniense y lucente.—La tabla 5 nos permite com-
parar estas cerámicas con los fragmentos de cerámica ibérica números 11
y 12. En conjunto la composición es bastante parecida en todos los casos.
Las cantidades de cuarzo son moderadas o bajas; los feldespatos son más
bien elevados y hay cantidades detectables de fases calcicas (gehlenita,
diópsido y wollastonita). La diferencia principal estriba en que las mues-
tras de cerámica ibérica son claramente más ricas en calcita, lo que indica
que probablemente han sido cocidas a más bajas temperaturas. Las mate-
rias primas con las que se han preparado las piezas de cerámica lucente y
campaniense han podido ser tanto margas del mioceno modernamente
calcáreas o materiales semejantes a ellas.
5. Conclusión
(156) P. E. Hedges, «Crystailine and glass phases in commercially fired bricks». Bull. Am.
Ceram. Soc. 40, 1961, págs. 371 ss.
263
Composición mineralógica del material cerámico
TABLA 1
Muestra Q F Mi Ca Ge Dw Ze He
1 XX XXX — t X X X —
2 XXX X — XX X t XX X
3 XX t — — X — t XX
4 X XXX — — XX XX t —
5 XX t t — — — XXX XX
6 XX XX t — — — XXX XX
7 XXX X — t — t X XX
8 XX XX XX — — t X —
9 XX t t — — — XXX —
10 XX t — X — — XX XX
11 X XXX — XX X t XX —
12 X XX — XXX XX X XX —
13 XX XXX XX X — X X —
14 XX X — XX XXX XXX X —
TABLA 2
Muestra Q F Mi Ca Ge Dw Ze
11 X XXX XX X t XX
12 X XX — XXX XX X XX
13 XX XXX XX X — X X
14 XX X — XX XXX XXX X
264
TABLA 3
Muestra Q F Mi Ca Ge Dw Ze
8 XX XX XX — — t X
13 XX XXX XX X — X X
TABLA 4
Muestra Q F Mi Ca Ge Dw Ze He
2 XXX X X t t XX XX
3 XX t — — X — t XX
5 XX t t — — — XXX XX
6 XX XX t — — — XXX XX
7 XXX X — t — t X XX
9 XX t t — — — XXX —
10 XX t — X — — XXX XX
TABLA 5
Muestra Q F Mi Ca Ge Dw Ze
1 XX XXX t X X X
4 X XXX — — XX XX t
11 X XXX — XX X t XX
12 X XX — XXX XX X XX
265
Q = Cuarzo. F = Feldespatos. Mi = Mica. Ca = Calcita. Ge - Gehle-
nita. Dw = Diópsido-Wollastonita. Ze = Zeolitas. He = Hematites,
xxx = Muy abundante,
xx = Cantidad moderada,
x = Poca cantidad,
t = Trazas.
— = No detectado.
Linares y Barahona
266
FAUNA H A L L A D A EN L A VILLA URBANA
A. Ruiz Bustos
267
IV. LA MURALLA DE CASTULO (*)
(*) Adelantamos aquí unos primeros informes sobre las excavaciones en la muralla; su estudio
pormenorizado se ofrecerá próximamente.
(157) «Un gran bienhechor de Cástulo: Quinto Torio Culeón», Oretania 20, 1965, págs. 63 ss.
(158) «La part prise par les chevaliers romains originaires d'Espagne á l'administration impé-
riale», Les Empereurs Romains dEspagne, París 1965, pág. 113.
(159) «The Procurator as Civic Benefactor». JRS 64, 1974, págs. 79 ss.
268
en el manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional (160). Pretende
haber visto la muralla en casi toda su extensión alcanzando ésta hasta los
tres metros de altura en algunos puntos, señalando también la presencia
de numerosos torreones y la existencia de cuatro puertas perfectamente
localizadas a las que bautizó, sin fundamento alguno, con cuatro pintores-
cos nombres: Aureata, Argentina, de las Cisternas y de la Fortaleza. En el
citado manuscrito presenta López Pinto una «planta de Cástulo», en
donde con una letra nos señala las cuatro puertas situadas en los cuatro
puntos cardinales del recinto, llegando incluso en el caso de la oriental a
describírnosla como monumental de la siguiente forma: «... labrada a toda
costa de grandes follajes y molduras subida como en el cielo por la alta
eminencia y profundidad que hay por allí al oriente...»; afirma el estudioso
por otra parte que se descubrió una inscripción con el siguiente texto:
«Porta Aureata», lo que consideramos un tanto fantástico.
A finales del siglo xvm, Rosarte (161), en el discurso que pronunció en
la Real Academia de la Historia en 1799, se lamenta de que autores más
antiguos que él, visitantes en su día de Cástulo, no hubieran dejado la
descripción del estado de la muralla en un momento que él supone debió
estar mejor conservada, viéndola en el estado que prácticamente se en-
cuentra hoy. Aun así nos señala en el capítulo II de su discurso las tres
salidas que se advertían en los días de su visita, dándonos una somera
descripción de la muralla, de la que nos dice que parece fue doble
«especialmente por la parte superior, pues además de la cerca de argama-
són hecha por el lado de adentro otra pieza de sillares muy fuertes como
se ve por los cimientos que han quedado y por las muchas que se sacan
para otras obras».
En el mismo estado las vio lógicamente José Martínez de Mazas (162),
deán de la catedral de Jaén, corroborándonos la opinión de Rosarte de que
ya no quedaban otros vestigios que los que hoy pueden verse.
Pero la mejor descripción, hecha ya con un criterio arqueológico, se la
debemos a M . Góngora (163), que levantó un plano topográfico del con-
torno de Cástulo, donde señala claramente lo que en su época quedaba de
la muralla. Nos habla Góngora de los «cimientos de muros» descubiertos
por él, lo que nos indica la veracidad de su descripción. Señala también la
existencia de las puertas de la ciudad, coincidiendo en su situación,
orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, con L ó p e z Pinto: «la pri-
mera, que mira al Norte, daba paso al camino que hoy se dirige a Linares,
y en tiempos de los romanos iba a buscar la vía que desde Noulas se
encaminaba a Ad Aras; otra de ellas era la de Oriente, de la que salía la
(160) G. López Pinto, Historia apologética de la muy antiquísima ciudad de Cástulo. Manuscrito
de la Biblioteca Nacional, núm. 1.251, Madrid 1657.
(161) Memoria de ingreso en la Real Academia de la Historia, Madrid 1799.
(162) Descripción del sitio y minas de Cástulo. Manuscrito E 144 (Colección Salazar), Real
Academia de la Historia, Madrid 1788.
(163) Viaje literario por las provincias de Granada y Jaén. Manuscrito II, 3, 7, 18, Madrid 1860.
269
vía que, descendiendo al pie de un altozano, se dirigía rectamente a Ad
Morum y partía hacia Tugía y Accí. De la puerta de Poniente, cerca de la
cual hallé mucho trigo carbonizado, salía otro camino hacia Córdoba por
las vegas de Torrubia; y a la margen izquierda del Guadalimar, desde la
puerta del Sur. descendía una cuarta vía que se enlazaba a la de Tugia,
separándose hacia Mentesa Bastia».
De los años que siguió de destrucción de la muralla —y de la propia
ciudad de Cástulo— entre el abandono de la ciudad y los primeros cronis-
tas del Renacimiento, queremos hacer una breve reseña histórica que nos
ilustra sobre todo de la lenta devastación que sufrió el oppidum a costa de
las construcciones de los municipios y cortijadas vecinos.
En otro momento hemos apuntado que Cástulo desaparece en los
albores de la Edad Media, pero que nada puede decirse de los motivos de
este abandono o fin. El caso es que cuando se celebró el XI Concilio de
Toledo (año 675) la Diócesis que tenía sede en Cástulo ya no existía,
siendo durante la dominación árabe cuando el castillo del que todavía
podemos ver su torre central fue construido a expensas de gran parte de
los sillares de las murallas. Por otro lado, en el citado manuscrito de
Rosarte se nos dice que Mohamed Abbencobba hizo llevar a Baeza mu-
chos mármoles y otras piedras de Cazlona para edificar el Alcázar por los
años 731. Llegada la Baja Edad Media encontramos, sin embargo, varias
veces citada, por don Martín Jimena, como ciudad a Cástulo, bien que con.
escasa población, aunque en el año 1473 determina el Ayuntamiento de
Linares derribar lo que de ella quedaba porque servía solamente de refu-
gio a los ladrones que por entonces infestaban la zona. Efectivamente, y
aun antes de esta época, Cástulo era ya un descampado como puede
suponerse de las tres reales cédulas que existen en el Archivo Municipal
de Linares, estudiadas por Sánchez Caballero (164) y referentes todas
ellas al pleito que Baeza y Linares sostuvieron por la pertenencia de la
dehesa de Cazlona. El rey Fernando III otorga el descampado de Cástulo
a Linares, solución confirmada por sus sucesores Alfonso X el Sabio,
Fernando IV el Emplazado y Alfonso XI. Por otro lado, consideramos
interesante que el mismo día (30 de noviembre de 1227) que las tropas del
rey San Fernando conquistaban Linares, Cástulo pasaba a formar parte de
la corona de Castilla.
En el verano de 1971 (plano anexo 7), se realizó una campaña de
excavación, durante la cual se procedió a la limpieza de grandes trechos
de la muralla de Cástulo en la zona Norte, dirigida por el profesor
Blázquez, de la Universidad de Madrid. La muralla puesta al descubierto
fue visitada por los asistentes al XII Congreso Nacional de Arqueología,
celebrado en Jaén en octubre del mismo año. Posteriormente ha sido
restaurada por la Dirección General de Bellas Artes.
(164) «Historia de la independencia de Linares. 1». Oretania 11, 1962, págs. 183 ss.
270
Precisamente en la zona Norte, en donde se efectuó tal limpieza, es
donde se conservan de una manera perfecta los sillares de traza romana,
aunque, en general, los cimientos de la muralla pueden seguirse en casi to-
do su contorno. En esta zona, que ilustramos en las láminas X X V y X X V I ,
la muralla está construida de sillares de tamaño mediano de piedra are-
nisca, tan corriente en la región, sin que se note en ninguna de sus partes
la existencia de mortero. E l aparejo de este tramo de la muralla es
desigual y no forma casi nunca hiladas regulares, no observándose tam-
poco en la mayoría de este sector los fundamentos que, en la mayoría de
las murallas de esta época, están constituidos por grandes sillares. A ú n
así en algún lugar puede apreciarse algún aparejo, si no ciclópeo, al
menos de mayor tamaño que el normalmente usado (Lám. XXVI). E l estar
formado el recinto por aparejos de distinto tamaño y forma no puede
extrañarnos, puesto que tal circunstancia se da en las murallas de numero-
sas ciudades romanas; como ocurre en el sector de «Casa Pastor» de la
muralla de Gerona (165), y en la muralla romana de Ager (166), ambas
parecidas a la de Cástulo en esa sillería mediana y colocada en seco.
(165) J. de C. Serra Rafols, «El recinto antiguo de Gerona», AEArq. 15, 1942, págs. 114 ss.
(166) R. Pita, «La muralla romana de Ager (Lérida)», AEArq. 40, 1967, págs. 104 ss.
(167) A. Ramos Folqués, «Mapa arqueológico del término municipal de Elche (Alicante)»,
AEArq. 26, 1953, págs. 323 ss.
271
zación, como en las murallas de Tarragona (168), Ampurias, Ibros (169),
Carmona, etc.
(168) J. Serra Vilaró, «La muralla de Tarragona», AEArq. 22. 1949, págs. 221 ss. La muralla de
Tarragona es de comienzos de la romanización cf. A. Beltrán, «La muralla ciclópea de Tarragona»,
Arquitectura megalitica y ciclópea catalano-balear, Barcelona 1965, págs. 123 ss. N. Lamboglia, «II
problema delle mure e delle origjni di Tarragona», Miscelánea Arqueológica l, Barcelona 1974, págs.
397 ss.
(169) G. Nicolini, Les ib'eres. Art et civilisation, 1973, figura 33. Responde este aparejo al de los
recintos fortificados de la Bética cf. J. Fortea, J. Bernier, Recintos y fortificaciones en la Bética.
Salamanca 1970. La muralla de Carmona parece ser de época cesariana, según nos comunica A.
Jiménez; debajo hay otra de época de los bárquidas.
(170) «Cerámica común romana», passim.
(171) J. Urruela, «Ajuares funerarios de la necrópolis del "Cerrillo de los Gordos"», Revista de
la Universidad Complutense de Madrid 86, 1973, págs. 177 ss.
272
71M1-2
Fig. 138. Muralla. Vasos completos procedentes de la zanja exterior, al pie de la muralla.
71M3-4
Fig, 139. Muralla. Vasos completos procedentes de la zanja exterior, al pie de la muralla.
274
275
71M7-8
276
A continuación presentamos diversos objetos de metal (Fig. 142) apa-
recidos en la limpieza de la muralla, así como una serie de puntas de
flecha de bronce del tipo «Macalón», es decir con un solo apéndice o
anzuelo, con vastago de enmangue hueco y dos filos que se separan por
una nervadura central. E n cuanto a su posición cronológica, García G u i -
nea (172) coloca la fecha de su inicio en el final del siglo V i l y principios
del v i a. J. C . , por su presencia en el nivel I X del corte C 2 (173), pero en la
necrópolis de E l Cigarralejo aparece una punta de este tipo en un ambiente
cerámico de fines del v a mediados del IV (174). Las puntas de Cástulo
(Fig. 142), que no están en un ambiente preibérico como el del Macalón, se
acercan más a la fecha de E l Cigarralejo, que señalaría el arranque de una
fortificación en aquel lugar en é p o c a ya ibérica. U n poco m á s tardía se
sitúa la aparecida en una tumba de la necrópolis ibérica de Baños de la
Muela, en el mismo Cástulo, que por la c e r á m i c a griega de figuras rojas que
completaba el ajuar puede llegar hasta finales del siglo IV a. J . C . (175).
Ofrecemos también una serie de material c e r á m i c o (Figs. 143-145)
fragmentado procedente de la limpieza de este tramo de la zona Norte de
la muralla. E s , por lo tanto, un material mezclado que da cabida a casi
todos los tipos de cerámica que han aparecido en otros sectores excava-
dos en nuestra ciudad, como por ejemplo en la villa, que hemos estudiado
en el capítulo anterior. E s sobre todo abundante la que hemos llamado
cerámica pintada, de la que seleccionamos, en dos láminas de figuras, los
motivos de decoración m á s repetidos, en los cuales pueden verse caracte-
rísticas que se vienen tomando como antiguas. Cosa en cierto modo
lógica, si se tiene en cuenta que la construcción de esa muralla debe
pertenecer a una fase antigua de la ciudad. A l lado de estos motivos
antiguos encontramos también otros considerados incluso muy tardíos,
cosa que tampoco debe e x t r a ñ a r porque sabemos que en Cástulo esta
clase de c e r á m i c a tiene una enorme pervivencia, llegando incluso a alcan-
zar el siglo IV d. J. C .
También están representadas las cerámicas finas, tanto la «térra sigi-
llata», como la que se viene llamando «de paredes finas». Entre las
sigillatas se encuentra, sobre todo, documentada la hispánica, especial-
mente en sus formas lisas, siendo las m á s abundantes la Dragendorff 15/17
y la Dragendorff 27; e n c o n t r á n d o s e también varios fragmentos de esas
cantimploras que Hermet llama forma 13. T a m b i é n se encuentra gran
cantidad de c e r á m i c a común muy fragmentada.
Vemos, pues, el amplio espacio cronológico que abarcan estos materia-
les, como pertenecientes que son a uno de los testimonios arqueológicos
(172) « L a s puntas de flecha con anzuelo y doble filo y su proyección hacia o c c i d e n t e » , AEArq.
40, 1967, págs. 69 ss. J . S á n c h e z Meseguer, « N u e v a s aportaciones al tema de las puntas "á babi-
l l o n " » . Cuadernos de Prehistoria y Arqueología 1, 1974, págs. 71 ss.
(173) M . A . García Guinea, « E x c a v a c i o n e s en la provincia de Albacete 1948-1959», AEArq. 38,
1959, págs. 135 ss., figura 4.
(174) M . A. García Guinea, «Las p u n t a s de flecha», págs. 69 ss.
(175) J. M . Blázquez, Cástulo I. tigs. 88 y 106.
277
71M9-29
Fig. 142. Muralla. Objetos de brome aparecidos durante la excavación de la cara exte¡
278
71M30-41
Fig. 143. Muralla. Selección de cerámica hallada durante la limpieza de la cara Norte.
279
71M42-51
Fig. 144. Muralla. Selección Je cerámica hallada Jurante la limpieza Je la cara Norte.
280
281
más estables que puede haber en una ciudad, como es el recinto amura-
llado que la delimita y que incluso después de abandonada la ciudad
continúa en pie en algunos tramos.
La villa construida con material de rehecho y la muralla de Cástulo
prueban que la ciudad fue arrasada, como otras muchas, durante el siglo
III (176).
J . M . Blázquez
F. Molina
(176) A. Balil, «La defensa de Hispania en el Bajo Imperio. Amenaza exterior e inquietud
interna». Legio Vil Gemina, León 1970, págs. 601 ss.
282
V. UN CONJUNTO DE MONEDAS
TARDORROMANAS HALLADO EN CASTULO
Abreviaturas: CTh = Codex Theodosianus; RIC = Román Imperial Coinage; LRBC = Carson-
Kent-Hill, Late Román Brome Coinage, London, 1960; RC = H . Mattingly, Román Coins, London,
1962.
(177) Sobre monedas ibéricas véase en general A. M. de Guadán, Numismática ibérica e ibero-
romana, Madrid, CS1C, 1969; sobre la moneda hispánica, J. M. de Navascués, Las monedas hispáni-
cas del Museo Arqueológico Nacional, II vols. Barcelona, 1969; sobre las monedas cartaginesas, L.
Villaronga, Las monedas hispano-cartaginesas, Barcelona, 1973; sobre monedas romanas cf. el im-
portante estudio de F. Chaves, Las Monedas de Itálica, Sevilla, 1973.
(178) Por citar uno, entre otros, mencionaré el trabajo de F. Fariña Bustos, Estudios de Numis-
mática Romana I, Studia Archaelogica, 19. Valladolid, 1973.
(179) Véase un inventario de ellos en D. Nony, Un trésor monetaire du Bas-Empire á Tarifa
(Cádiz), Melánges Casa Velázquez, 111, 1967, pág. 93-114 (en adelante citado Nony, Trésor...).
283
puede no tratarse de «tesaurización» en el sentido de la usura— es signo
de «crisis» o situación de invasión. Los aspectos monetarios en sí mismos
considerados han sido relegados, si no abandonados completamente, lo
mismo que los aspectos políticos y de significación propagandística de las
monedas.
El hallazgo durante el curso de una campaña de excavaciones de un
conjunto monetario homogéneo (Láms. XXVIII a XXXI) en las ruinas de
la antigua ciudad de Cástulo (Linares, Jaén), nos ha permitido intentar un
estudio de conjunto, en el que se procuran investigar todos los aspectos
que un descubrimiento de este tipo ofrece, tanto para el historiador como
para el numismático. Es probable que no hayamos conseguido abarcarlos
todos, pero este trabajo, al menos, pretende ser un acicate para que se
realicen nuevas y más amplias y profundas investigaciones sobre el tema
que puedan arrojar luz y causar discusión sobre los importantes problemas
que plantea la historia romana tardía.
284
II. Catálogo
2 DNVALENT1NIANVSPFAVG
3 DNGRATIA-NVSPFAVG
4 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
5 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
6 DNGRATIA-NVSPFAVG
7 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
8 DNTHEODO-SIVSPFAVG
(*) Abreviaturas: Emp.= Emperador; d= diademado; dcha= a la derecha; izq.= a la izquierda; pal.= paludamentum; l.= levantando; m.= mujer; a.=
arrodillada; t. = torreada; g] = con globo; v. = coronado por una victoria.
lo
oc Catálogo (Continuación)
9 DNVALENTI-N1ANVSPFAVG
11 DN VALENTIN i ANVSPFAVG
12 DNGRATIA-NVSPFAVG
13 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
14 DNTHEODO-SIVSPFAVG
RIC, IX, p. 123 y p. 125,
Idem SMRT 5,780 i AES II 43 d
15 DNTHEODO-SIVSPFAVG
16 DNTHEODO-SIVSPFAVG
17 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
18 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
19 DNGRATIA-NVSPFAVG
Idem SM 6,000 1 A E S II
20 DNGRATIA-NVSPFAVG
21 DNMAGMAX-IMVSPFAVG
22 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
Idem ? 4,920 i A E S II
23 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
24 DNGRATIA-NVSPFAVG
IS
Idem LVGS 5,200 l A E S II RIC, IX, p. 47,28 a
oc
^1
Catálogo (Continuación)
25 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
Idem 7 5,360 T A E S II
l s
26 DNVALENT1NIANVSIVNPFAV G
27 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
28 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
29
30 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
31 DNVALENTINIANVSPFAVG
32 DNGRATIA-NVSPFAVG
Idem 7 5,300 T A E S II
Catálogo (Continuación)
33 DNVALENTINIANVSPFAVG (? )
34 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
35 DNGRATIA-NVSPFAVG
36 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
0
Idem 4,220 T AES II
l
37 DNGRATIA-NVSPFAVG s
3S DNGRATIA-NVSPFAVG
39 DNMAGMAXI-MVSPFAVG | S
LVGS
Idem 4,700 i AES II RIC, IX, p. 49. 32
40 DNMAGMAXI-MVSPFAVG (?)
41 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
42 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
43 DNMAGMAXI-MVSPFAVG
44 DNGRATIA-NVSPFAVG
l
45 DNGRATIANVSPFAVG s
46 DNGRATIA-NVSPFAVG
47 DNARCADIVSPFAVG
a) El sistema monetario.
El primer punto que hay que abordar es el de la denominación exacta
de los especímenes aparecidos. E l tema es complejo y no resuelto satisfac-
toriamente —quizás debido al hecho de que es imposible resolverlo— por
los investigadores. Como se puede observar en la columna del catálogo
correspondiente al epígrafe «valor», he adoptado la terminología A E S II,
que es la seguida por la publicación de Pearce en RIC, IX y por Carson-
Kent-Hill en LRBC. Esta designación hace referencia al módulo de las
monedas por orden decreciente hasta IV: así A E S I, II, III, IV son
bronces ordenados según su tamaño de mayor a menor. Este criterio de
nomenclatura no suele ser el adoptado por las publicaciones de conjuntos
monetarios en España, primando, sin embargo, en ellas la antigua deno-
minación de Cohén, «Gran Bronce», «Medio Bronce» y «Pequeño
Bronce». Una vez establecido el módulo y el peso de los A E S I, II, III,
IV, me parece mucho más precisa y exacta la nomenclatura de Pearce, ya
que inmediatamente determina la categoría de la moneda y se presta
menos a confusiones.
Ahora bien, estas denominaciones convencionales deberían, al menos,
corresponder teóricamente a una nomenclatura en la Antigüedad. Y es
aquí donde reside el problema. Porque si para el oro y la plata no tenemos
dificultades especiales —aunque sí algunas— ya que solidus y siliqua
están atestiguados en los textos con seguridad como definitorios de las
monedas áureas y argénteas, respectivamente, para el siglo IV d. C. en
cuanto al bronce no estamos en la misma situación. Los distintos tipos de
la amonedación de bronce no poseen una nomenclatura exacta y definida;
y la discusión —no del todo resuelta— se ha centrado en este punto.
En una ley del año 356, recogida en CTh-lX-23-í, se mencionan las
maiorinae vel centennionales communes, lo cual quiere decir, dado el
carácter de la disyuntiva latina, que había dos denominaciones para una
misma moneda. Por ello se ha pensado, en mi opinión acertadamente, que
maiorinae era la denominación popular, mientras que centennionales era
su nomenclatura oficial (180). E l problema está en saber a cuál de los
cuatro módulos atestiguados para el bronce (AES I-IV) en el siglo IV,
corresponde la denominación pecunia maiorina. Parece evidente que,
puesto que maiorinae vel centennionales están mencionadas en un texto
contemporáneo —el citado del Codex Theodosianus—, sean éstas las de
la reforma de Constancio II, hecha en el 348 (o 346, como sugieren
Carson-Kent) con un peso de ca. 5,20 gr., que denominamos A E S II, y su
fracción de 2,60 gr. que sería la semi-maiorina A E S III, la cual pudo
(180) Oficial porque cabe imaginar que la denominación centennionalis hace referencia a cien
unidades, de la misma forma que mMúrense haría referencia a mil unidades. Otros autores piensan que la
maiorina es igual al AES II, mientras que el centennionalis es igual al AES III.
291
haberse llamado, como sugiere Pearce, igualmente centennionalis (181). El
A E S I, de ca. 8 gr., introducido en la reforma del bronce por el Empera-
dor Magnencio, se continuó con ligeras variantes con Juliano, conclu-
yendo durante el breve reinado del Emperador Joviano (182). Con Gra-
ciano tuvo lugar otra reforma del bronce, en la que al A E S III de Valenti-
niano I se añadió el A E S II y el A E S IV, este último con un peso de ca.
1,49 gr. (183), siendo esta moneda utilizada exclusivamente para las emi-
siones de V O T A imperiales. A la muerte de Graciano su sistema desapa-
reció y el A E S II REPARATIO REIPVB —que se constata esporádica-
mente con Valentiniano II— continuó con Máximo. Después del nombra-
miento de Víctor como Augusto, el A E S II no se volvió a emitir en
Occidente. Máximo no acuñó A E S III, y después de su muerte en Aqui-
leia, el A E S IV se emitió profusamente en todo el Occidente (184). El
resto de las modificaciones y cambios sufridos por el sistema monetario
del bronce, que no atañe al conjunto numismático aquí estudiado, se
puede seguir con claridad en el libro de Pearce (185).
Nos encontramos, pues, con que todos los especímenes aparecidos en
el hallazgo de Cástulo corresponden a la moneda denominada antigua-
mente como pecunia maiorina o centennionalis con un peso de ca. 5 gr.
(tengamos en cuenta el desgaste sufrido por el tiempo) que denominamos
A E S II, con una sola excepción, el n.° 47 del catálogo, que sería un
A E S IV, semi-maiorina en la denominación de Elmer (186).
Ahora bien, esta terminología y estas equivalencias no son aceptadas
unánimemente por los investigadores. Para observar las discrepancias y
coincidencias de la discusión, puede resultar útil resumirlas en el siguiente
cuadro:
(181) Por extensión y analogía con el mismo fenómeno que ocurrió con la siliqiui; cf. Pearce,
RIC. IX, pág. 29.
(182) Sobre la reforma de Magnecio cf. P. Bastien. Le Monnaxage de Magnetice (350-355),
Wetteren, 1964, pags. 91-92; sobre la de Juliano cf. G. Elmer, Die Kupfergeldreform unter Julianus
Philosophus, NZ, 1937, 25 ss.
(183) Cf. A. Alfóldi, Der Unlergang der Rómerherrschajt in Pannonien, Berlín-Leipzig. 1924, pág.
14 (citado en Pearce, RIC, IX, pág. 31).
(184) Pearce, RIC, IX, pág. 31.
(185) Pearce, ibidem.
(186) G. Elmer, Verzeichnis der romischen Reichspriigttngen. Viena, 1933 (Pearce. RIC, pag. XXX).
292
COHEN PEARCE U.-BANSA BASTIEN MATTINGLY
G. B. AES I Pecunia
maiorina
M . B. AES II Pecunia Maiorina Pee. maior.l
(pecunia maiorina cent.
maiorina vel (reducida)
centennionalis)
P. B. AES III Centennio- Semi-maiorina
(centennionalis) nalis
communis
P. B. Q. A E S IV Nummus Centennionalis
(semi-maior.) centennio- (a partir del
nnlis 395 d. C ;
cf. CTh.
9.23.2 y
RC, p. 221)
(187) El cuadro es un resumen de las exposiciones hechas por Pearce. RIC, IX, XXX-XXXI;
Bastien, Monnayage. págs. 90-1 y Mattingly, RC, págs. 220-1.
293
Destaca, como era lógico esperar en un conjunto homogéneo de época
de Máximo en Occidente, la ausencia de cecas orientales. Para Máximo en
Arles emiten las officinae P(rima), S(ecunda) y T(ertia); en Tréveris lo
hace la P(rima). Para Graciano emiten ^n Lugdunum la prima y la se-
cunda, en Arles la P(rima)y en Roma y Aquileia la secunda (B y S
respectivamente). Para Valentiniano 1! emiten la T(ertia) de Roma la
P(rima) de A r l e s , la P(rima) de Lugdunum y la de Siscia. Y para Teodo-
sio la P y la S de Aquileia y la T de Roma.
Lyon y A r l e s son las más numerosas, lo cual coincide con la gran
actividad de estas cecas en la producción de bronce durante el siglo IV.
En concreto en época de Máximo, Lugdunum es la principal ceca emisora
de bronce para la Diócesis Galliarum y quizás para todo el Occi-
dente (188). En la de Roma destaca el hecho del uso del numeral griego B
a
para designar la officina secunda oponiéndose a la S, que equivale a la 6.
ofjicina (189).
Un detenido análisis de las cecas en funcionamiento y sus correspon-
dientes officinae, de acuerdo con los datos que presenta el hallazgo de
Cástulo, confirma —en base a los trabajos de Pearce— que la fecha más
antigua asignable para las monedas correspondientes a Graciano, Teodosio
y Valentiniano II es el 378, y la más moderna el año 383. Las de Máximo
se extienden entre 387 y 388, fecha de su muerte (que ocurrió el 28 de
agosto de este año). E l conjunto tiene, pues, una cronología de un máximo
de diez años.
c) Leyendas: 1: Anversos.
DNMAGMAXI-MVSPFAVG.
DNMAGMAX-IMVS PFAVG.
DNTHEODO-SIVSPFAVG.
DNARCADIVSPFAVG.
DNGRATIA-NVSPFAVG.
DNVALENTINIANVSPFAVG.
DNVALENTINIANVSIVN PFAVG.
294
totalmente indebida (190), la preeminencia de Teodosio sobre am-
bos (191).
2. Reversos.
En 46 ejemplares de los 47 aparecidos se da la leyenda REPARATIO
REIPVB (licae). E n la n.° 47, de Arcadio, se celebran los V O T A X / X X .
La leyenda puede hacer referencia a la superación del peligro godo en
época de Graciano (192).
d) Iconografía.
En los anversos se representan los retratos de los Emperadores con el
característico ornamento del Bajo Imperio: doble diadema de perlas (o a
veces rosetas) ciñendo la cabeza; paludamentum militar sujeto por una
fíbula redonda. L a iconografía es bastante uniforme, genérica y que no
atiende decididamente a diferenciar rasgos fisionómicos del retratado.
Los reversos presentan constantemente el mismo motivo: Un Empera-
dor ayudando a levantarse a una mujer que lleva en la cabeza una corona
semejante a una corona mural con pequeñas torres («turreted woman»). El
Emperador lleva una esfera en la mano; sobre la esfera una Victoria con
corona de laurel en la diestra, en actitud de ponérsela al Emperador. Esta
iconografía o grupo iconográfico es, posiblemente, una alusión —por la
asociación con la leyenda R E P A R A T I O — a la victoria sobre los bárbaros
y a la largueza del Emperador para con los vencidos (193).
(190) Sobre el tema, véase, entre otros, J. Arce, El missorium de Teodosio I: Precisiones y
observaciones, AEspA, 49, págs. 124-6 con la bibliografía allí mencionada.
(191) Pearce, RIC. IX, pág. 33.
(192) Pearce, ibid. p. L.; pero véanse las objeciones presentadas por A. H . M. Jones a la teoría
del valor propagandístico y simbólico de los reversos de las monedas en «Numismatics and History», en
The Román Economy. Oxford, 1974, pág. 62 ss, con la respuesta de C. H . V. Sutherland, JRS. 1959,
Pág. 46.
(193) Mattingly, RC. pág. 220.
295
En primer término es importante observar que, según varios especialis-
tas, la moneda de bronce A E S II (así como los otros bronces en uso)
poseía un ligero contenido de plata en superficie (194), lo cual hace que
debamos considerar que para su poseedor en la Antigüedad debía de tener
un aspecto y un valor muy diferente del que tiene para nosotros, que no
conservamos ya ningún rastro de ese baño de plata. En principio se puede
afirmar, pues, que la moneda de bronce era moneda no fiduciaria, aunque
su valor intrínseco fuera mínimo (195). Para intentar hacernos una idea
aproximada del valor real posible de este conjunto monetario conviene
recurrir a la relación establecida entre 1 centennionalis y 1 nummus y la
relación de ambos con 1 solidas. Esta relación ha sido expresada por
distintos autores de distinta forma. H . Mattingly, por ejemplo, establecía
la siguiente proporción: 1 solidas = 12 miliarensia = 24 siliquae = 120
centennionales = 240 semi-centennionales. Oscar Ulrich-Bansa establecía
la ratio de forma sensiblemente diferente: AES I: 1/600; AES II: 1/900;
AES III: 1/2.400 y AES IV: 1/4.800.
No hay, como se puede apreciar, un consenso decidido entre los
especialistas sobre la exactitud de estos cálculos. Pero si admitimos,
aunque sólo sea de forma provisional, el sistema de Mattingly (196), ten-
dremos que estas 47 monedas del hallazgo de Cástulo representan un poco
menos de la mitad de 1 solidas (197), lo cual, en términos de valor adqui-
sitivo, se puede calcular de manera más o menos aproximada analizando
algunos textos contemporáneos, todo ello teniendo las reservas necesarias
sobre los problemas inflacionísticos, deflacionísticos y fluctuaciones de la
moneda y considerando el gran abismo que separa nuestra concepción de
la economía con la economía antigua. Veamos, por lo tanto, algunos da-
tos.
En primer lugar hay que decir que las leyes son bastante parcas en
proporcionar datos concretos. Cuando lo hacen, la terminología utilizada
para las monedas no suele ser precisa y a veces responde no al momento
al que se refiere la ley, sino al de la redacción del Codex. En CTh. 14.19.1
el pañis Ostiensis se obtenía con 1 nummus (año 398): ¿es el nummus
aquí mencionado el nummus centennionalis A E S II de que tratamos o es
el A E S IV? La ley 8.4.17 del 389 establece, después de señalar que a las
tropas limitanei se les debe pagar en numerario y al officium del Prefecto
del Pretorio del Illyricum en oro, que 80 libras de cerdo (198) valen 1
(194) RIC, IX, XXIX: «it is generally accepted that the brorize throught our period (esto es,
durante el siglo iv) was supposed to contain a slight alloy of silver, which would materially increase ¡ts
valué above that of the normal ratio of unalloyed bronze to gold and silver, viz. AV 1: AE 1.000; AR
1: A E 125»; cf. también H. L. Adelson, The Bronze Alloys of the Coinage of the Later Román
Empire, ANSMuseitmNotes, VI, 1954, págs. 111-129. ¿El decargyrus ( mtiioriiwl se llamaba así por
su contenido de plata?
(195) Sobre este tema cf. J. Arce, Estudios sobre las fuentes literarias, epigráficas y numismáti-
cas para la historia del Emperador Juliano, 1975 (en prensa).
(196) Mattingly, RC, pág. 221; Bastien, op. cit. pág. 92 (de donde he tomado la información sobre
las equivalencias de U.-Bausa).
(197) Un poco más de la cuarta parte.
(198) La libra romana es igual a 327 gr.
296
solidas y 80 libras de aceite, también 1 solidas. La ley del Emperador
Juliano del 363, recogida en CTh. 14.4.3, establece que una libra de cerdo
cuesta 6 folies (¿6 maiorinae"?) e indica también que el precio de este
producto en la Campania no debe ajustarse al de Roma. Más interesantes
son los datos de CTh. 13.2.1 (del 397), que señala que una libra de plata
vale 5 solidi y el de una ley del año anterior (396) recogida en CTh 11.21.2
que indica que 25 libras de bronce cuestan 1 solidas. En el año 413 los
compradores de pescado no tenían suficiente para adquirir 30 libras de
este producto con 1 solidas y la ley CTh 14.20.1 determina que por 1
solidus se pueden adquirir 20 libras de pescado de primera calidad.
Durante la época de Valentiniano I es conocido el episodio en el que
interviene el procónsul Hymetius, quien, con motivo de un hambre en
Cartago, vendió el trigo a 1 solidas los 10 modii (cf. Amm. Marc.
28.1.17-18) y al año siguiente consiguió comprar los 30 modii a 1 soli-
dus (199). Si tenemos en cuenta que 1 modius eran ca. 6.5 litros, resulta
que 195 kg. de trigo costaban 1 solidus. ¿Qué capacidad de mantenimiento
tenía una familia con esta cantidad de trigo? Tenemos motivo para pensar
que con ella se podía vivir bastante tiempo y atender a las necesidades
primordiales (200).
Todos estos datos, de los que podríamos hacer un análisis cuantitativo
mucho más extenso, permiten hacerse una idea, aunque sea muy aproxi-
mada y general, ya que los precios variaban de una región a otra y de una
estación del año a otra, como ya atestigua el propio Codex, de la capaci-
dad adquisitiva de estas 47 monedas que integran el hallazgo de Cástulo y
que eran casi equivalentes a la mitad de un solidas, si admitimos la
ecuación de H . Mattingly. Porque en efecto, aceptada ésta y con todas las
reservas pertinentes, hemos de convenir en que 46 centennionales, si bien
no eran una fortuna, tampoco era una cantidad despreciable absoluta-
mente, y si añadimos a ello la segura, aunque pequeñísima, cantidad de
plata que contenían estas monedas en la antigüedad, se explica mejor una
ocultación como la que nos ocupa.
A este respecto puede resultar ilustrativa la comparación con otros
hallazgos monetarios de la Península. Siguiendo el inventario de conjuntos
monetarios de época tardía que efectuó D. Nony (201), se obtienen las
siguientes cifras (indico solamente los más importantes):
Conjunto de la Alcudia (Nony, n.° 2): 2 solidi de Honorio y 1 semis de
Arcadio.
Conjunto de Figueras (Nony, n.° 3): 4 solidi de Graciano.
Conjunto de Garcíaz (Nony, n.° 3 bis): 1.634 bronces (tipos A E S I-IV).
Conjunto de Grado (Nony, n.° 4): 9 solidi y 2 trientes de Teodosio,
Arcadio, Honorio y Constantino III.
Conjunto de Lara de los Infantes (Nony, n.° 5): ca. 50 bronces
(AES I-IV).
(199) Sobre este pasaje de Amiano cf. Jones, LRE, pág. 445.
(200) Se puede calcular que con esta cantidad se tendría para 5 o 6 meses.
(201) Cf. el artículo de Nony citado en n. 3.
297
Conjunto de Aljezares (Nony, n.° 6): 64 bronces (AES I-II) de Cons-
tantino hasta Valente.
Conjunto de Ossa de Montiel (Nony, n.° 7): 14 bronces (de
Graciano-Máximo).
Conjunto de Pino (Nony, n.° 8): 3 solidi de Honorio.
Conjunto de Tarifa (Nony, n.° 9): 132 bronces, época teodosiana.
Otros conjuntos monetarios, reseñados también en el catálogo de
Nony, han ofrecido diversas cantidades: 21 kg. de bronces en Albufeira
(Portugal); 700 bronces en Budens (Portugal); 4 kg. de bronces en Aboim
das Chocas (Portugal); 5 kg. en Barao de San Martinho; 200 bronces en
Pias (Portugal); 800 en Portimaeo (Portugal), etc. Como se ve no faltan los
solidi en estos enterramientos, pero éstos nunca se encuentran en número
superior a 10. Los bronces se encuentran en cantidades relativamente
elevadas, siendo el conjunto de Ossa de Montiel y el de Cástulo que aquí
se estudia los de menor cantidad numérica. Pero, hecha excepción de los
14 de Ossa de Montiel, el resto se presenta en número suficiente como
para poder pensar que se ocultan porque tienen un valor adquisitivo
importante, equivalente unas veces a 1 solidus, a 2 o a más. Si ello es así,
quiere decir que la economía monetaria tenía todavía un cierto valor en
esta época (202), pero ello no quiere significar de forma inequívoca que
este numerario sirviera para intercambios comerciales o de compraventa
de mercancías: más probablemente este numerario serviría para la compra
de solidi al Estado, moneda en la que se debían pagar los impuestos y
tasas, tan abundantes (y agobiantes) en época tardorromana (203), al mar-
gen del hecho de que, como se ha visto, en la transacción se establecía
como moneda de pago el solidus y las monedas de plata principalmente.
Otro problema que plantea el estudio de un hallazgo como el que aquí
se analiza es el de la circulación monetaria. No son muchas las conclusio-
nes que se pueden obtener con un tan escaso número de ejemplares
analizados, pero se pueden dar algunas indicaciones. Como ya hemos
observado, la totalidad del conjunto monetario está acuñado en cecas
Occidentales, siendo las de Arles, Lugdunum y Roma las mejor represen-
tadas. Este fenómeno es lógico y frecuente en este tipo de conjuntos
monetarios hallados en la Península Ibérica. Ello se debe a dos razones:
primero, a que, al no tener la Diócesis Hispaniarum una ceca propia, se
suministra de los centros de acuñación más cercanos; y segundo, porque
la usurpación de Máximo supuso, momentáneamente al menos, el control
de la zona más occidental del Imperio y por lo tanto de los centros de
producción de moneda (204).
298
El problema de ausencia de una ceca en la Diócesis Hispaniarum en el
siglo IV no ha sido planteado por los historiadores españoles de forma
satisfactoria. Se ha pensado que tal carencia se debe a la poca importancia
de la Diócesis en el siglo IV, ya que la Península se encontraba alejada de
los focos principales en los que se desarrollan los grandes problemas de
Imperio. Esta explicación es incompleta, aunque no totalmente inexacta.
Como ya señalara acertadamente A . H . M . Jones, «la localización de una
ceca no tiene necesariamente relación con el lugar donde las monedas se
ponían en circulación, pues las cecas, al menos durante el Bajo Imperio,
estaban en su mayoría situadas cerca de los centros de paso: uno puede
observar la concentración de cecas en Constantinopla y sus alrededores
(Nicomedia y Cycico) donde había, junto a la corte, una enorme concen-
tración de funcionarios y tropas» (205). A esta misma dirección y conclu-
sión se dirigen los resultados de M . Hendy, que los completa y amplía en
base a antiguas observaciones de Mommsen. Hendy insiste en ¡a idea de
que la producción de moneda en el siglo IV no fue un hecho descontro-
lado, como pretendió Lactancio (De mortibus VII, 9), sino que la
creación de cecas (o viceversa, su desaparición o cierre) está en relación
con las unidades administrativas y fiscales, con diversas consideraciones
políticas y con las concentraciones de tropas (206). Dado que la Diócesis
Hispaniarum poseía un relativamente reducido número de tropas (207),
ésta es, sin duda, una de las razones que explican la ausencia de cecas en
la Península Ibérica en el siglo IV (208).
299
nista que, en este período, no llegó a adquirir otro carácter que el de la
controversia ideológica no violenta (210). Al menos, por lo tanto, no hay
una conocida razón para pensar que en el hecho de la ocultación de estas
monedas interviniese un factor de inquietud militar o peligro inminente en
una zona como la de Cástulo. Pero podríamos razonar así si consideráse-
mos que las monedas fueron ocultadas en el año 388, última fecha propor-
cionada por el conjunto monetario. Pero ello no es así. Se ha calculado
razonablemente que la duración en circulación de las monedas puede
alcanzar un término medio de 5 a 10 años. El propio A . H . M . Jones se
plantea a este propósito lo que él llama «la vida de las monedas antiguas»
y pone ejemplos totalmente convincentes de c ó m o «tipos preferidos»
podían durar muchos años, incluso siglos (211). Esto podría explicar el
hecho —tampoco, a mi entender, nunca satisfactoriamente explicado en las
publicaciones españolas sobre el tema— de la presencia en «tesorillos»
uniforme y genéricamente tardorromanos (esto es, de cronología precisa,
por ejemplo, del siglo IV), de algunos ejemplares del siglo III, del II, o
incluso del I. Pero en nuestro caso tenemos un terminas post qaem que, al
menos, puede ser indicativo: la ley de CTh 9.23.2 desmonetiza la pecunia
maiorina dejando el centennionalis como moneda en curso. Esto indica
que el tipo A E S II ya no se emitiría, y sí, en cambio, se emite el A E S IV
que, según Mattingly, tomó entonces la denominación de centenniona-
lis (212). ¿Se podría decir que a partir de esta fecha el A E S II ya no
circula? En teoría sí; en la práctica su duración pudo continuar varios
años más.
Si consideramos que la duración de las monedas en circulación tiene
un ámbito cronológico de entre 5 y 10 años, podemos establecer por lo
tanto la cronología del enterramiento del conjunto de Cástulo entre ca.
395-400, incluso algo más. La razón, pues, de tal tesaurización no estaría
en relación con ningún fenómeno histórico conocido que lo motivase, sino
con algún hecho que se nos escapa y que desconocemos (213).
(210) El aspecto de movimiento social, atribuido por algunos autores a la herejía priscilianista,
además de ser muy poco demostrable, en todo caso surgiría más tarde.
(211) Jones. Numismatics and History, pág. 78.
(212) Sobre los tesorillos y su interpretación cf. J. Lafaurie, Xll Suppl. Gallia, 1958, pp. 275-345.
M. Crawford. Coin Hoards and the Pattern of violence in the Late Republic. PBSR. 37, 1969, pp. 76-81.
(213) RC. pág. 221.
300
que demuestra este poblamiento tardío, como se desprende del material
arqueológico hallado (214). El lugar donde fue hallado el conjunto moneta-
rio aquí analizado presenta una gran complejidad de interpretación arqueo-
lógica. Informes verbales de los excavadores y la visión directa del mismo
llevan a pensar que se trata de un complejo incluido en una villa subur-
bana reconstruida en época muy tardía con notoria inhabilidad arquitectó-
nica. El conjunto de monedas hallado en uno de sus patios nos fecha
grosso modo su utilización hasta, al menos, los últimos años del siglo IV
d. C.
Javier Arce
301
VI. CERRO DEL TEATRO
CAMPAÑA DE 1972
Introducción
303
cuadrícula de las mismas dimensiones que las anteriores, junto al lado sur,
dejando un testigo de 50 cm.
Bajo la capa de humus vegetal apareció un nuevo muro (muro «C»),
de 60 cm. de anchura media, de dirección paralela al muro « A » . Este
nuevo muro «C» se halla apoyado sobre un corte de argamasa natural
(como puede verse en el corte estratigráfico, plano 9). El muro está
partido en su mitad y en el hueco que resulta, una vez limpiado hasta el
nivel natural, hay canalillos análogos a los mencionados en la cuadrícula
anterior.
Formando parte de este muro encontramos una pila de fundición
partida en dos mitades y reutilizada para su construcción (Lám.
XXXII, 2).
Próximo al vértice norte de la cuadrícula encontramos un cierto nú-
mero de fragmentos cerámicos de grosor considerable, pertenecientes a
vasijas de gran tamaño, y restos de plomo y hierro.
Entre el muro y el testigo aparecieron restos de un pavimento de
cantos rodados, idéntico al de la cuadrícula «2».
Se procedió a quitar el testigo comprendido entre las cuadrículas 2 y 3
para libertar los dolia y bajo éstos apareció el citado pavimento, el cual
estaba enmarcado por una hilera de ladrillos de 30 x 15 x 4 cm. que
formaban restos de una pared como dijimos más arriba (Láms. XXXII, 1 y
4).
Buscando la dirección de los muros «A» y «B», se prolonga la cuadrí-
cula «2» y se descubre todo el muro « B » , pudiéndose entonces comprobar
que parte de las piedras que lo formaban tienen una pronunciada inclina-
ción hacia el este y que la pared de ladrillos citada anteriormente se ajusta
perfectamente a la intersección de los muros (Lám. XXXII, 3).
Estratigrafía
(215) Vid. Mezquiriz, Terra sigillata hispánica. Valencia, 1961, T. I, pag. 106, lám. 34.
304
pertenece a la forma Ritterling 8, de fecha más problemática, pues este tipo
se difunde desde época de Augusto hasta el siglo IV d. C. (216).
En el fondo del silo apareció una moneda en muy mal estado de
conservación, con doble leyenda, en latín y en signos ibéricos. En el
actual estado de nuestros conocimientos podemos considerar como fecha
tope de estas emisiones monetarias el año 49 a. C , fecha post quem para
este nivel.
El resto de los fragmentos cerámicos no ofrecen ningún dato cronoló-
gico, debido a que, en su mayoría, son cerámica común iberorromana e
ibérica pintada, muy difundidas a lo largo del Imperio.
El Nivel II ofrece varios problemas de interpretación. Podemos encua-
drar en él los dalia, los muros, el nivel de ladrillos y el suelo de cantos
rodados que rodea los ladrillos y cubre un pavimento de cemento anterior.
Existe en el muro «C» una pila de fundición partida por la mitad y
reutilizada, que prueba la posterioridad del muro a la fundición, cuya
existencia, por otra parte, se confirma por los canales labrados en la roca
natural.
Al mismo momento cronológico de la fundición pertenecerían el nivel
de ladrillos y el pavimento de cantos rodados. De fecha anterior sería el
subsuelo de cemento, sobre el que se construyó el habitat de fundición y
del que apenas quedan restos.
Dentro del Nivel II se pueden diferenciar tres subniveles: El Subnivel
1I-A sería el primer subsuelo de cemento, del que no tenemos material de
estudio. El II-B correspondería al habitat de la fundición, las pilas reutili-
zadas en el muro «C», los canales, los ladrillos y el suelo de cantos
rodados. El II-C sería el muro, que por utilizar los materiales anteriores,
pertenecería a una fecha inmediatamente posterior, como ya dijimos más
arriba.
Los dolia, por su profundidad, parecen posteriores a la fundición, y
por su aproximación al nivel del muro pueden ser coetáneos a la é p o c a en
que éste sirvió de habitación.
Una característica esencial del Nivel II, común a los tres Subniveles
A, B y C , es la tierra suelta y blanda que cubría todo ello, que nos hace
pensar en un nivel de materiales arqueológicos revueltos, sin una posible
estratigrafía en profundidad. Mezclados con la tierra aparecieron abundan-
tes escorias y fragmentos cerámicos.
Entre los materiales arqueológicos (en su mayoría fragmentos amorfos
de hierro y cerámica ibérica y romana) que pueden facilitarnos una fecha
para el Nivel II, se encuentran dos fragmentos, número 86 y 127, hallados
en este nivel. El fragmento 86 (Fig. 146) es el centro del disco de una
lucerna de térra sigillata hispánica, que representa un rostro frontal de
figura humana. Su cronología se extiende de los siglos I a. C. al III d. C .
Este tipo de rostro es de origen helenístico, procede de Alejandría y su
difusión alcanza los siglos II y III d. C. Representa la cabeza de Dio-
305
nisos (217), o la de Gorgona (218), que nos daría una fecha posterior, en
torno al siglo III d. C .
Los paralelos de esta lucerna, fechados en ese mismo siglo, se encuen-
tran en la Mauritania Tingitana. Son del tipo II1-B-2, de pico redondo,
según la clasificación de Ponsich. Este autor denomina el relieve como
«cabeza de mujer de frente», y no identifica en él ninguna posible divini-
dad concreta (219).
De la misma cronología se han encontrado ejemplares semejantes en
España; concretamente en Ampurias. Han sido estudiadas por Palol, que
las califica de «figura femenina» simplemente (220).
Del siglo II d. C. hay un paralelo en Cartago. Es una lucerna de barro
gris claro, con restos de engobe rojo oscuro. El rostro del disco central,
según Deneuve, es «una cabeza de Medusa en pronunciado relieve» (221).
En Cartago también hay lucernas del siglo I d. C. semejantes al fragmento
número 86. Son de barro rojo, sin engobe, con volutas en el pico, repre-
sentando siempre, según Deneuve, la cabeza de Medusa (222).
Hay una lucerna parecida en el Museo de Mainz, estudiada por Men-
zel. Es de procedencia desconocida y está fechada en el siglo II d. C .
Tiene tres fuegos y en el centro la cabeza de Medusa dé frente (223).
El otro fragmento del Nivel II que puede darnos una posible fecha es
el número 127. Es una parte de borde y pared superior de un vaso de térra
sigillata hispánica de la forma Dragendorff 29 decorada. La decoración es
vertical, de elementos geométricos y vegetales alternados. Estos últimos
son una doble hilera de espigas.
Esta forma está fechada en torno al año 50 d. C. y aparece en numero-
sos yacimientos romanos de España, como Mérida, Abella, Numancia y
sobre todo Julióbriga (224).
El posible Nivel I ofreció una tierra blanda y removida, sobre un suelo
de roca natural imposible de ser excavado. No aparecieron elementos de
construcción, sólo fragmentos de cerámica vulgar ibero-romana e ibérica
pintada (Figs. 146 y 147) difíciles de datar por su prolongada cronología y
por pertenecer a una tipología muy difundida. Este nivel posterior podría
fecharse entre los siglos III y IV d. C , avanzado ya el Bajo Imperio
romano.
(217) Vid. H. B. Walters, Catalogue of the greek and román Lamps in the British Mtiseum,
Londres, 1914. 58, núm. 400.
(218) Op. cit., 170, núm. 1128.
(219) Vid. Ponsich, M . , Les lampes romaines en terre-caile de la Maurétanie-Tingitane, Puhlica-
tions du Service des Antiquités du Maroc, Fase. 15, Rabat, 1961, 103, lám. XXIII, núm. 319.
(220) Vid. P. Palol, «La colección de cerámica procedente de Ampurias en el Museo arqueológico de
Gerona», en M.M.A.B., núm. X. 1947, 233 y 265, fig. 116.
(221) Vid. Deneuve, Lampes de Carthage, París, 1969, 147, núm. 554.
(222) Op. cit., pág. 145, núm. 543.
(223) Vid. Menzel, Antike Lampen im Rómisch-Germanischen Zentralmuseum zu Mainz. Mainz,
1954, pág. 22, fig. 19, núm. 2.
(224) Vid. Mezquiriz, op. cit., t. 1, 83, lám. 212. 239, 287 y 147.
306
Inventario del material en la figura 146:
72.CT.38
1. Prof. 30 cm.
72.CT.39
1. Prof. 30-40 cm.
72.CT.40
1. Prof. 30-40 cm.
72.CT.41
2. Prof. 50 cm.
72.CT.42
2. Prof. 50 cm.
307
. /a,', /-/o. Cerní del Tetilla. Selección tic materiales.
.H)X
72.CT.43
2. Prof. 55 cm.
72.CT.44
2. Prof. 55 cm.
72.CT.45
2. Prof. 55 cm.
72.CT.54
2. Prof. 55 cm.
72.CT.56
2. Prof. 55 cm.
309
72.CT.57
2. Prof. 60 cm.
72.CT.58
2. Prof. 60 cm.
72.CT.59
3. Prof. 40 cm.
72.CT.60
3. Prof. 40 cm.
72.CT.63
3. Prof. 40 cm.
310
72.CT.64
3. Prof. 40 cm.
72.CT.67
3. Prof. 40 cm.
72.CT.68
3. Prof. 40 cm.
72.CT.69
3. Prof. 40 cm.
72.CT.70
3. Prof. 40 cm.
311
72.CT.76
2. Prof. 70-85 cm.
72.CT.77
2. Prof. 70-85 cm.
72.CT.78
3. Prof. 50 cm.
72.CT.80
2. Prof. 90-95 cm.
72.CT.81
2. Prof. 95 cm.
312
72.CT.82
2. Prof. 95 cm.
72.CT.84
3. Prof. 50 cm.
72.CT.86
2. Prof. 95 cm.
72.CT.87
2. Prof. 95 cm.
72.CT.88
2. Prof. 95 cm.
313
En la figura 147:
72.CT.89
2. Prof. 95 cm.
72.CT.90
3. Prof. 50 cm.
72.CT.91
2. Prof. 95 cm.
72.CT.94
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.95
2. Silo. Prof. 2,80 m.
314
72CT89-127
315
72.CT.96
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.97
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.98
2. Silo. Prof. 2,80 cm.
72.CT.99
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.100
2. Silo. Prof. 2,80 m.
316
72.CT.101
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.102
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.118
2. Silo. Prof. 2,80 m.
72.CT.120
3. Prof. 83 cm.
72.CT.121
3. Prof. 1 m.
317
72.CT.123
2-3. Prof. 1 m.
72.CT.124
2-3. Prof. 1 m.
72.CT.125
2-3. Prof. 1 m.
72.CT.126
2-3. Prof. 1 m.
72.CT.127
2-3. Prof. 1 m.
318
72 CT.151
2-3. Prof. 1 m.
P. Fernández Uriel
"S. J. Urruela
319
VIL NECROPOLIS DEL «CERRILLO DE LOS
GORDOS»
(Campaña de 1971)
(225) Como dato anejo, añadiremos que a unos 400 m. hacia la necrópolis del Haza del Pozo
existe una especie de estanque de forma ovalada, parte de cuya pared se ha caído al suelo. Cerca de
él, el terreno ofrece una forma semicircular, como si pudiera haber habido allí un pequeño teatro u
odeón, ya que un teatro de mayores dimensiones se encuentra localizado en la falda Oeste del Cerro
del Cortijo Nuevo, dentro del perímetro de la muralla. Unos 200 m. más adelante hay otro estanque
similar al anterior. Ambos podrían quizá relacionarse con el sistema de traida de aguas.
321
Se hizo después una zanja de 70 cm. de ancho alrededor, por el Sur en
sentido Oeste-Este, y por el Este en sentido Sur-Norte, a 2 m. del recinto
de la cámara. Esta zanja determinó que se ampliara la excavación, porque
dio otros tres enterramientos y el comienzo de una pira de cenizas. L a
bóveda de argamasa continuaba hacia el Sur, donde se había perforado en
semicírculo un banco de arena natural, sobrepasando la superficie de la
cámara.
De tal modo se halló, el día 13, en el ángulo Noroeste entre la escalera
y el sillar largo, la siguiente pieza:
71/120 (Fig. 148 y Lám. X X X V ) . Máscara de terracota en forma de cara
de sexo indefinido, con peinado a raya central y ondas a los lados, y una
taenia sobre la frente. Son de notar los caracteres de simetría del rostro,
con rizos a ambos lados a la altura de los ojos, párpados bien marcados y
nariz fina y recta. Es obra de estilo griego, y apareció simplemente
colocada boca arriba. Su carácter funerario parece claro, por el contexto
en que se sitúa.
Estilísticamente, este tipo de cara parece arrancar de la estatuaria de
los siglos V-iv a. C , revelando esta pieza un sistema de copia en terracota
de prototipos clásicos (226) que debió extenderse con anterioridad al Im-
perio Romano. Caso de tratarse de una cara masculina, más probable,
podría tratarse de un Apolo o de un Dionysos (recuérdese el detalle de la
taenia) (227), y, en cualquier caso, su carácter helénico es tan claro que se
podría fechar en el primer tercio del siglo I d. C , o incluso antes.
(226) Seguimos en esto las indicaciones de don A. Blanco Freijeiro y de don José M. Blázquez.
Vid. Neuktsch, B.: Studien zur vortanagráischattischen Koroplastik D.A.I. Berlín, 1952, págs. 6 y ss.,
Lám. I, 1 y 2. Algún posible prototipo puede encontrarse en Lippold, G..: Handbuch der Archáologie.
Die griechische Plaslik, en Rahmen des Handbuchs der Altertumswissenchaft. Munich, 1950, Láms
67-4 y 109-3, prototipos fechables entre 480-400 a. C , alkaménicos.
(227) Cf. Blanco, A.: Un molde de terracota, de Baena, en AEspA 40 (1967), págs. 89-92.
322
Fig. IJK. Cerrillo de Los Gordos. 1971. Máscara de terracota Indiada junto a la lamba de cámara.
323
1) L(uci¡) Anni
Capellae
Segobrigens(is)
2) In f(ronte) p(edes) XXXV
In a(gro) p(edes) XXXV
Las dos llevan la inscripción boca abajo, y entre ellas se había practi-
cado un orificio cuadrado, verosímilmente para introducir las libaciones u
ofrendas.
En esta tumba no apareció ajuar alguno (227 bis).
(227 bis) Estas inscripciones han sido publicadas recientemente por A . D'Ors y R. Contreras,
«Miscelánea epigráfica». Emérita X L V , 1977, 1.°, p. 7, vid. especialmente p. 16.
324
Fig. 149. Cerrillo de Los Gordos. 1971. Ajuar de la lamba III.
325
Ajuares:
Fifi, t50. Cerrillo Je Uh\ (¡ordos. 197/. Ajuar Je /«/ Utmlni II.
326
Este tipo está fechado en Ampurias en época de Augusto a Ne-
rón (228). Charleston fecha el prototipo romano en el siglo l (229), y
también lo tenemos en Carmona (230), posiblemente hacia el final del
siglo. Vegas, asimismo, da paralelos en el siglo l d. C . (231).
71/106.—Fragmento de tapadera de 132 mm. de diámetro, hecha en
pasta blanquecina de poros finos (como las piezas 71/112 y 71/107, de las
tumbas III y VI, respectivamente). Obra de tradición indígena.
71/117.—Urna de cerámica de tradición indígena, de forma cilindrica,
base cóncava y labio exvasado. Su altura es de 290 mm., el diámetro de la
boca, de 130, y el ancho de la parte cilindrica, de 164 mm. La pasta es de
color blanquecino, con decoración en bandas de 82, 32 y 18 mm. en boca,
panza y pie.
(228) Almagro, M.: Las necrópolis de Ampurias. Madrid, 1953-1955. Tipo VIII de la tabla de
formas.
(229) Charleston, R.; Román Pottery. Londres, 1955, Lám. 16, 58 y 59.
(230) Bonsor, G. E . : An Archaeological Sketch-book of the román Necrópolis at Carmona.
Nueva York, 1931, Lám. LXXV.
(231) Vegas, M.: Cerámica común romana del Mediterráneo Occidental. Barcelona, 1973, pág.
31. Fig. 25.
327
/'7¡,'. 151. Cerrillo ele Los (Ionios. 1971. Ajuar de la tumba IV.
328
más ancha de la panza alcanza los 82 mm. El grosor de la pared es de 2
mm.
Pertenece a un tipo muy difundido en el mundo romano y que con
ligeras variantes aparece desde el siglo I a. C. hasta el siglo II d. C .
Eisen (232) lo fecha en época de Augusto, así como Morin-Jean (233), en
cuya tabla tipológica tiene el número 69.
329
Fig. 153. Cerrillo de Los Gordos. ¡971, Ajuar de la tumba VI,
330
Carmona en fecha análoga (236) y Charleston (237) nos da un ejemplar
del Museo Británico como del tercer cuarto del siglo I d. C .
331
Fig. 154. Cerrílo de Los (ionios. 1971. Ajuar de la lamba VI; las piezas 121. 122 y 123 a escala 1.
332
Las hipotéticas tumbas VIII, IX y X (Fig. 155)
La pira funeraria
71.CG.96
(Fig. 156)
71.CG.97
(Fig. 156)
333
Fig. 155. Cerrillo de Los Gordos. 1971. Artesas de barro, posibles lambas VIII y FX.
334
Vaso de forma ovoide de 8,4 cm. de altura, 9,6 de diámetro máximo,
8,3 de diámetro de boca, 3,5 de base y 3 mm. de grosor. La base es plana,
no tiene cuello y el labio está vuelto hacia el exterior. L a pasta es roja, de
poros finos, degrasante de grano muy grueso y acusadas huellas de torno
en la parte baja de la panza. Está incompleta y carece de decoración.
71.CG.98
(Fig. 156)
71.CG.99
(Fig. 156)
71.CG.100
(Fig. 156)
71.CG.101
(Fig. 156)
335
Fig. 156. Cerrillo de Los (¡ordos. 1971. Materiales aparecidos en el meo de la piro funeraria.
336
71.CG.102
(Fig. 156)
71.CG.103
(Fig. 156)
71.CG.104
(Fig. 150)
71.CG.105
(Fig. 150)
71.CG.106
(Fig. 150)
337
71.CG.107
(Fig. 153)
71.CG.108
(Fig. 153)
71.CG.109
(Fig. 153)
71.CG.110
(Fig. 149)
338
71.CG.111
(Fig. 151)
71.CG.112
(Fig. 149)
71.CG.113
(Fig. 149)
71.CG.114
(Fig. 152)
71.CG.115
(Fig. 152)
339
medio. El labio es plano y exvasado al exterior, el fondo es plano y carece
de cuello. La pasta es rojiza, de poros finos, con degrasante silíceo y
engobe de color rojo ladrillo. Se conserva en muy buen estado.
71.CG.116
(Fig. 152)
71.CG.117
(Fig. 150)
71.CG.118
(Fig. 153)
71.CG.119
(Fig. 151)
340
71.CG.120
(Fig. 148)
71.CG.121
(Fig. 154)
71.CG.122
(Fig. 154)
71.CG.123
(Fig. 154)
71.CG.124
(Fig. 151)
341
71.CG.125
(Fig. 154)
71.CG.126
(Fig. 155)
71.CG.127
71. CG.128
(Fig. 155)
En la figura 157:
72. CG.501
72.CG.502
342
514
Fig. 157. Cerrillo Je Los Gordos. 1972. Material procedente de la pira (511-513) v superficial (501-
510).
343
72.CG.503
72.CG.504
72.CG.505
72.CG.507
72.CG.508
72.CG.509
72.CG.510
344
de grosor medio. L a pasta es grisácea, de mala calidad, dura, muy porosa
y con degrasante mineral de grano grueso. Sin decoración.
72.CG.511
72.CG.512
72.CG.513
72.CG.514
72.CG.515
345
Conclusión
Por todos los datos y paralelos que hemos ido mencionando a lo largo
de las páginas anteriores, es indudable que el sector excavado de la
necrópolis del «Cerrillo de los Gordos» corresponde al siglo I de nuestra
Era, pudiendo haber comenzado su utilización algunos años antes. La
tumba I, pese a ser de inhumación, debe ser contemporánea de las demás.
L a tumba de cámara y la enorme pira encuentran su paralelo más
inmediato, aunque con las debidas diferencias lógicas, en los hipogeos de
Carmona. Tanto dicha costosa tumba como los ajuares de vidrios romanos
nos indican que las gentes enterradas en esta necrópolis pertenecían a una
clase acomodada, y la presencia amplia de urnas y vasijas de tradición
ibérica nos llevan a pensar en miembros de la alta sociedad indígena
romanizada. Nos parece que es oportuno contraponer esta rica necrópolis
a la más humilde de la Puerta Norte (cfr. pág. 9), coetáneas pero separa-
das, lo que introduciría un dato de comportamiento sociológico intere-
sante; es de tener en cuenta la similitud total de casi todos los materiales,
tales como las urnas pintadas, las ollas globulares, los cuencos troncocó-
nicos, los ungüentarios cerámicos, la barbotina, etc., entre ambas necró-
polis.
En dicho aspecto, es interesante observar c ó m o las urnas cilindricas
ibéricas, cuya remota procedencia se halla acaso en la degeneración de
una forma púnica, y cuyo primer eslabón podría hallarse en Galera y
Villaricos (245), se mantienen en una fecha tan tardía como el siglo I d. C .
Se evidencia así la pervivencia de ciertos elementos culturales indígenas,
persistentes, por otra parte, en una zona de temprana romanización, como
es la Bética, a la que Cástulo se adscribe, si no administrativamente, sí
desde el punto de vista geográfico (246).
Advertencia final
a
Alicia M . Canto
Jesús J . Urruela
(245) Vid. Cabré, J.: La necrópolis ibérica de Túlugi. (Galera, Granada). M.J.S.E.A., núm. 25,
1918; Olaria: «A propósito de dos ánforas pintadas de Villaricos», en Pyrenae, núm. 8, 1972; Almagro,
M.: «Dos ánforas pintadas de Villaricos». R.S.L., 1967, págs. 345 y ss. Para indicar la procedencia
púnica, vid. Blanco, Luzón, Ruiz Mata: «Panorama tartésico en Andalucía Occidental», en Tartessos
y sus problemas. Barcelona, 1969, págs. 132 y ss.
a
(246) Vid. Blázquez, J. M . : «Estado de la romanización de Hispania bajo César y Augusto».
Emérita, 1962, pág. 30, donde hallará el lector muchos datos al respecto.
346
VIII. LA NECROPOLIS DEL ESTACAR DE ROBARINAS
Reunimos aquí el estudio de las campañas 1973 y 1976, realizadas en el
olivar de «El estacar de Robarinas». Y a se han dado breves informaciones
sobre estas campañas (247), pretendemos ahora dar a conocer todos los
materiales hallados, así como hacer el estudio de conjunto.
Optamos como método por describir primero los procesos de excava-
ción y sus resultados, en segundo lugar analizaremos los materiales apare-
cidos en conjuntos cerrados; por último, estudiaremos el resto de los
materiales agrupándolos tipológicamente.
347
La zona, al Oeste de Cástulo, separada del recinto amurallado de la
ciudad por la vaguada del arroyo de San Ambrosio se nos presenta como
una extensa área de necrópolis donde hasta ahora tenemos una buena se-
cuencia del siglo Vil al IV a. C .
PRIMERA PARTE
1. CAMPAÑA DE 1973
CORTE I
348
y un cuchillito afalcatado (251) que conserva cuatro remaches en el mango y
rastros de madera. En el exterior de la cista, en su pared Sur, apareció
una fíbula anular hispánica fragmentada (252).
En el ángulo Sudoeste de la zona excavada aparece un conjunto de
piedras, entre 0 y 25 cm. de profundidad, que parecen determinar un área
circular, parte de la cual está ocupada por tierra cenicienta (Plano 13,
rayado). Nada podemos decir de este conjunto, pues su centro cae fuera
del área excavada. En los perfiles del corte sigue apreciándose tierra
cenicienta.
A nuestro parecer, en este corte hay dos conjuntos funerarios distin-
tos: el del ángulo Sudoeste, del que nada podemos decir, y el que ocupa el
resto del corte que interpretamos así:
Se encendió una pira donde se incineró el cadáver, en torno a esta pira
se amontonó la tierra de su alrededor ennegrecida por el fuego: tierra
cenicienta. Se cavó una zanja en la que se construyó la cista y se dejó
espacio para depositar las cenizas, el pozo se separa de la cista sólo por la
losa Este de aquélla.
La tierra virgen, rojiza y compacta, aparece al nivel de la losa que
tapaba el pozo de cenizas, 20 cm. de profundidad con relación al terreno
en este punto y 34 cm. de profundidad en relación con el punto «cero»
determinado por nosotros, punto más alto del terreno excavado, coinci-
dente con la intersección de los lados Sur y Oeste del corte.
En la pira encontramos una fusayola bitroncocónica y en la tierra
cenicienta que la rodea una fíbula anular hispánica completa (lám. L , 4,
fig. 158) y un pequeño fragmento de aro de bronce.
C O R T E II
(251) De 87 mm. de longitud. 23 mm. de anchura y 5 mm. de grosor medio. Las falcatas.
cuchillos afalcatados y regatones obedecen a un tipo perfectamente documentado en Hispania. como
lo indican los ejemplares de Almedinilla. donde también aparecen hojas de lanzas, regatones del tipo
de los de Cástulo y cuchillos afalcatados y falcatas; las falcatas de Tozar y las falcatas y cuchillos
afalcatados de Alcacer do Sal (W. Schüle. Die Mesela-Knlliiren der Iberischen Halbinsel. Berlín.
1969. láms. 73-77, 84, 98-99. Sobre la distribución de la falcata en la Península Ibérica, cf. mapa 22 G.
Nieto, A. Escalera, Estudio y tratamiento de una falcata de Almedinilla. Informes y trabajos del
Instituto de Consen-ación y Restauración de Obras de Arte. Arqueología y Etnología. 10, 1970, 5 ss.).
En Moraleda de Zafayona se halló una hoja de lanza muy parecida a la de Cástulo, aquí también
hay clavos similares (W. Schüle, op. cit.. lám. 82. núms. 3 y 9) y en La Osera se recogió la parte
interior de dos escudos gemelos del de Cástulo (W. Schüle, op. cit., láms. 122. núm. 3; núm. 4. J.
Cabré. M. E . Cabré La caetra v el scutum en Hispania durante la segunda Edad del Hierro. BSAA. 6,
1939-40. 57 ss.).
(252) Largo del puente. 51 mm.; anchura máx., 10 mm.; grosor puente, I mm.; sección aro. 3
mm.: muelle de cuatro vueltas a cada lado.
349
Fig. 158. Estacar de Robarinas. Materiales procedentes de los cortes 7311 y 73111.
350
natural, que aquí se encuentra a una profundidad máxima de 75 cm. Entre
la greca y el enlosado encontramos una urna con restos humanos (253) y
varios conjuntos de piedras. En la argamasa natural se había excavado
unos pequeños hoyos en algunos de los cuales encontramos ajuares de
bronce y hierro (Fig. 158).
E L ENLOSADO
L A G R E C A (Lám. X L I , 2)
351
Las grecas hasta ahora encontradas están formadas invariablemente
por dos bandas que las limitan a cada uno de sus lados, formadas por dos
hileras de cantos azules entre las que discurre una hilera de cantos blan-
cos; entre estas bandas el fondo del dibujo está formado por cantos
blancos partido por líneas en forma de «L» hechas con cantos azules que
arrancan alternativamente de una y otra banda.
En el ángulo Noroeste encontramos otro pequeño conjunto de cantos
blancos y azules, éstos están fuera de la línea de prolongación de la greca
próximo a ella, se trata, a nuestro parecer, de un rosetón del que sólo se
conserva un cuarto, limitado en su exterior por dos hileras de cantos
azules, en su interior cantos blancos.
En el ángulo Noroeste de lo excavado (Plano 14) encontramos otro
fragmento de greca con dirección Este-Oeste y paralelo al lado Norte del
enlosado; la línea de prolongación de esta greca queda más próxima al
lado Norte del enlosado que la del Oeste a su lado correspondiente. Según
nuestra previsión debería quedar del lado Norte a 1,30 o 1,40 m.
En el ángulo Sudeste de lo excavado tenemos otros dos trozos de
grecas, uno, el de mayor extensión, paralelo al lado Sur del enlosado, el
otro, en muy mal estado de conservación y con poco trayecto, paralelo al
lado Este. El trozo paralelo al lado Sur del enlosado parece estar inclinado
con relación a él, pero creemos que no es así, que esa inclinación se debe
a que el arado ha cortado la greca en esta dirección desplazando a los
cantos rodados que quedasen al exterior de la reja. Según nuestra previ-
sión, también esta greca, al igual que la del lado Norte, debería de estar a
1,30 o 1,40 m. del límite del enlosado (254).
La greca del lado Este parece que estuvo más próxima al enlosado,
entre 1 y 1,10 m. Pero es tan poco y en tal mal estado lo que se conserva
de ellas que no podemos precisarlo.
Las grecas hechas con guijarros claros y oscuros pertenecen a un tipo
documentado de mosaicos, pebble-mosaics, cuyos paralelos más próximos
para los ejemplares de Cástulo se encuentran en Motya y son una prueba
más del influjo semita sobre el arte turdetano e ibérico. La técnica de
confeccionar mosaicos con piedrecillas ha sido bien estudiada por C. M .
Robertson en su trabajo Greek Mosaics, JHS 85, 1965, 72 ss. Esta técnica
gozó de una gran aceptación en el siglo IV a. C , pues con ella se fabrica-
ron los celebérrimos mosaicos de la corte de Pella, obra cumbre del arte
musivario griego (J. Charbonneaux, R. Martin, F. Villard, Grecia helenís-
tica, Madrid, 1971, 109 ss.), fabricados en su mayor parte, como en
Cástulo, con guijarros claros y oscuros. Como señala Robertson, a quien
seguimos, «the earliest pebble-mosaics are of a simple, decorative charac-
ter (como los de Cástulo); later they become much more pictorical and
sophisticated». La técnica de construcción del mosaico consiste en: «a
layer of coarse cement or plaster as a foundation and above that one finer
quality into which the pebbles are pressed». Esta técnica no implica, de
E L L A D O O E S T E (Plano 14)
(255) Petsas, Ph., Mosaics from Pella, La Mosalque Gréco-romaine. I, París, 1965 , 41 ss.
353
puestas sobre un cimiento de barro pisado y unidas por este mismo
material. Entre el círculo de grandes losas y amontonamiento de piedras
que le rodea por el Noroeste encontramos a 48 cm. de profundidad un
pequeño suelo de cantos rodados.
Bajo una de estas piedras (Plano 14, E) se hallaron, rotos por la
presión, restos de una urna a bandas y trozos de un plato. Muy superfi-
cialmente encontramos el puente de una gran fíbula anular y un fragmento
de aro de cobre (Lám. L , 4 y Fig. 158).
Al Sur de este conjunto encontramos, apoyado en el perfil del lado
Oeste del enlosado y a una profundidad de 36 cm., una solería compuesta
por pequeños cantos rodados de forma trapezoidal (Plano 14, L).
Encontramos otro conjunto de la misma categoría y forma, pero a 22
cm. de profundidad, en el lado Norte (Plano 14, K).
Al Sudoeste del conjunto «L» había una serie de piedras que no parecen
tener vinculación entre sí y a una profundidad comprendida entre los 18 y
los 52 cm. (Fig. 158, n.° 713), entre ellas apareció una campanilla y un
montón de tierra cenicienta con tan poca potencia y extensión que no la
creemos una pira (Plano 14, G). En el ángulo Sudoeste y levantado este
primer nivel sólo encontramos otra losa debajo a 55 cm. de profundidad.
Próximo al testigo Oeste, en el ángulo Sudoeste, aparece otro conjunto
que queda fuera de la excavación (Plano 14).
E L L A D O SUR
EL LADO ESTE
354
Fig. 159. Estacar de Robarinas. Ajuar del corte 73111.
355
Fig. 160. Estacar Je Robarinas. Pieza 731538. Urna Je la cista (73/1).
356
Fig. 161. Estacar de Robarinas. 1973. Algunas piezas del conjunto F, en la tumba del corle 11. A su
tamaño.
357
Fig. 162. Estucar de Robarinas. Tres tic los fragmentos procedentes del conjunto H (Corte 76ÜI).
358
EL LADO NORTE
NIVEL D E BASE
359
En el lado Norte abundan mucho más: hay uno de pequeña profundi-
dad de forma romboidal donde están colocados el kalathos y su ajuar
(Plano 14, 4).
Próximos al ángulo Noroeste hay tres, dos circulares de 8 y 11 centí-
metros de profundidad (256) y otro alargado de 16 cm. de profundidad en el
que apareció el ajuar VI, plano 14, I).
Hay otro de forma oblonga de 13 cm. de profundidad que en su
extremo Norte tiene ahondados 18 cm. m á s , formando un pozo circular
Al límite de la excavación encontramos otro de 5 cm. de profundidad
(Plano 14, I).
Casi en el centro del lado Norte y frente al área no excavada por
hallarse en ese lugar un olivo, aparece el gran pozo saqueado de 105 cm.
de profundidad (Plano 14, 10) que había sido rellenado con grandes pie-
dras.
360
monumento las grecas del ángulo Sureste y tal vez la de la cara Oeste,
pero pensamos que la del ángulo Noroeste está en relación con las apare-
cidas en el corte II de la campaña 1976.
El conjunto circular adosado al enlosado (Plano 13, E), hecho con el
mismo tipo de piedras, la misma técnica, piedras unidas con barro, parece
formar parte de la organización primitiva y desempeñar una función pre-
cisa.
Pero qué ritos se practicaban aquí es algo desconocido para nosotros.
¿Es acaso un «tophet»? En este sentido el haber encontrado una sepultura
de niño junto a este recinto, la tumba de corte I, favorece esta interpreta-
ción. Sería preciso seguir excavando alrededor para comprobar si las
sepulturas próximas también son de infantes.
Aunque no tenemos, como decíamos, noticia directa de algo similar en
la Península, podemos rastrear algo comparable en excavaciones de ne-
crópolis próximas a Cástulo. A s í , doña C . Fernández Chicarro escribe en
su publicación sobre la necrópolis de Ceal:
«El día 14 se decide excavar al Oeste de la cista mencionada, descu-
briéndose, a poco, una superficie rectangular con losas que midió 2,32 m.
de longitud Este-Oeste y 1,75 m. de ancho en dirección Norte-Sur. Levan-
tadas las losas y a 30 centímetros de profundidad se encontró una hoja de
lanza, de hierro, muy completa, aunque falta el a s t i l , de 17 cm. de
longitud y 6 cm. de anchura en la base. Salieron también fragmentos
cerámicos, de época ibérica, pero sin más ajuar...» (257).
361
Este enlosado de proporciones mucho menores que el nuestro creemos
que puede tener la misma función sacra que el que estudiamos: debajo de
él, como indica su excavadora, no apareció nada que pueda entenderse
como ajuar, nada que lo vincule a una tumba concreta, pero desde luego,
a nuestro parecer, es algo funcional en la necrópolis. E l material de Ceal
es perfectamente equiparable al que ahora tratamos.
En otro lugar, en la excavación de la famosa cámara de Ceal, nos dice
su excavadora:
«Día 23... A l iniciarse la operación del desbroce de la tierra, a dos
metros al Este de la puerta de entrada de la cámara, comienza a verse un
empedrado...» (258).
«Día 24... Seguimos excavando en la zona empedrada del día anterior,
descubrimos casi a flor de tierra y sobre el empedrado que comenzó a
verse ayer, un enterramiento (Fig. 5, 12) muy rico en vasijas y fragmentos
de armas...» (259).
«...Se pone al descubierto gran parte del empedrado que comenzó a
verse el día anterior, el cual sale a una profundidad de 90 cm. del suelo
natural, a espaldas de la tumba (pudiendo quedar aún soterrado en parte a
Poniente y Mediodía), midiendo la parte visible 2,60 m. de longitud y 2,16
de ancho. Se comienza a quitar el empedrado, debajo del cual salieron
algunos fragmentos de armas, muy escasos y deshechos, una capa de
tierra de 15 cm. de espesor y, luego, nuevo empedrado...» (260).
«Día 25... Procediendo a levantar el nuevo empedrado y excavando
hasta llegar a una profundidad de 2,90 m. desde el suelo vegetal hallando a
esta profundidad al Este de la cámara sepulcral, y bajo seis o siete hileras
de adobes y un pozo de piedras, la boca de un nicho prismático (Fig. 5,
13)» (261).
A nuestro parecer este empedrado tampoco tiene nada que ver con
ninguna tumba. Parece demasiado extenso para estar en relación con el
enterramiento que está sobre él. Es más, se señala la existencia de otro
empedrado similar a 15 cm. del primero, entre ellos «algunos fragmentos
de armas muy escasos deshechos». Tampoco hay relación a nuestro
parecer, entre el segundo empedrado y la tumba que se sitúa a 1,90 m.
más abajo.
Creemos que estas notas, tomadas de las excavaciones en la necrópolis
de Castellones de Ceal, confirman nuestra hipótesis máxime siendo sus
materiales tan paralelos a los nuestros. Por esto, deducimos que dentro
del rito funerario, o del culto a los muertos, existía un lugar, en la
necrópolis, donde se debía celebrar algún tipo de culto o rito funerario.
Podría tratarse también de un mausoleo, en este sentido se entenderían
los conjuntos de piedras, algunos de los cuales pueden ponerse en relación
362
con los hoyos cavados en la roca y sus ajuares como sepulturas simbólicas
o como ofrendas a muertos cuyos cuerpos no descansan aquí.
2. CAMPAÑA 1976
(262) Es de planta casi cuadrada. Sólo pueden tomarse medidas precisas sobre la cara Este (7,80
m.) y la cara Sur (6,62 m.).
(263) De 1,35 x 1,80 m.
(264) Considerando como hipótesis que fuera escalonado y que cada hilera estuviese retranqueada
3/4 de la anchura del sillar más estrecho y que todos los sillares tuvieran la misma altura (30 cm.), se
le podría suponer una altura de 3,90 m. y 10 hiladas de sillares.
(265) En la figura señalamos sólo los más significativos: los restantes estaban muy destruidos y
parecen el producto de una destrucción vandálica in situ. Lo deleznable de la piedra ha reducido la
mayoria de ellos a arena.
363
Ningún otro enterramiento ha aparecido en este área. Se han en-
contrado dos fíbulas anulares hispánicas intactas (Lám. L l , 1) que tal vez
correspondan a enterramientos muy superficiales destrozados por el
arado, o procedan del saqueo de la cámara.
Al excavar hasta el nivel de base en que aparece argamasa natural,
encontramos cuatro pequeños pozos colocados en los extremos de las
caras Este y Oeste, que están sin duda en relación con el monumento; por
desgracia carecían de ajuares.
Hacia la mitad de la cara Oeste apareció una cista cubierta por dos
capas de grandes losas. Esta había sido hecha con la misma técnica que la
cámara: primero se había cavado un hoyo de mayores proporciones y
luego se hicieron unas paredes con lajas, en este caso puestas vertical-
mente. Dentro de la cista no existía enterramiento alguno; sólo un ajuar
compuesto por cuentas de ámbar, de plata y de piedra, aros de bronce,
caracoles marinos, entre ellos una «orejita» (266), y un alambre de bronce
que parece ser un asa (Lám. L l , 3 y 4).
Esta cámara funeraria es gemela a las halladas por C. Fernández
Chicarro y por A . Blanco (267) en L a Guardia (Jaén). Las hay igualmente
en Tútugi, Tugia, Setefilla, Baria, etc. Afirma Blanco que se parece este
tipo de cámara enormemente a las encontradas en Chipre y sería un
argumento más a los ya señalados (268), de la importancia excepcional
que esta isla desempeñó en la formación de las culturas turdetana e
ibérica. Cámaras con el mismo sistema de construcción se hallan en las
necrópolis fenicias de la región de Tánger, pero con inhumaciones y más
pobres, como la tumba n.° 5 de Ain Dalhia Rehira (269), o la tumba n.° 42
de la misma necrópolis africana (270), o la n.° 78 (271).
(266) Las «orejitas» son extremos del caparazón de una especie de caracol marino que se desprenden
de forma natural. Se encuentran frecuentemente en la costa gaditana e incluso se engarzan como
pendientes.
(267) Excavaciones arqueológicas en la provincia de Jaén, BIEG 6, 1958, 95 ss.; 108, fig. 6; 116,
fig. 33.
(268' J. M. Blázquez, Tarlessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente., Sala-
manca, 1973, passim; Idem, Relaciones entre Hispania y los semitas (Sirios, Fenicios, Chipriotas,
Cartagineses y Judíos) en la Antigüedad, Beitrage zar Alten Geschichte and deren Nachleben, 42 ss.;
Idem, Figuras animalisticas turdetanas, 87 ss; Idem, Diccionario de las religiones prerromanas de
Hispania, Madrid, 1975, passim; M. Almagro, Las raíces del arte ibérico, Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia, 11, 1975, 251 ss.; Idem, Resistencia y asimilación de elementos culturales
del Mediterráneo oriental en la Iberia prerromana, Assimilation et résistance a la culture gréco-
romaine dans le monde ancien, Bucarest, París, 1976, 117 ss.; M. Tarradell, El Impacto greco-fenicio
en el extremo occidente; resistencia y asimilación, Assimilation, 343 ss. El influjo griego se ha
señalado por: M. Almagro, L'influence grecque sur le monde ibérique, VIII Congrés international
d'Archéologie classique, París, 1963 , 26 ss.; Idem, L'influence grecque sur le monde ibérique. Le
rayonnement des Civilisations grecque et romaine sur les cultures periphériques, París, 1965, 87 ss.; P.
Bosch-Gimpera, Les Grecs et les Ibéres, Le rayonnement, 111 ss.; A. Blanco, Die klassischen
Wurzeln der iberischen Kunst, MM 1, 1960, 101 ss. Continuamente aparecen en estas necrópolis
oretanas diversos materiales de influjo púnico, baste recordar las máscaras de tamaño diminuto de la
tumba de Cástulo (J. M. Blázquez-J. Remesal, Hallazgos en la necrópolis oretana de Cástulo, CAN
13, 657 s. Lám. IX, 1).
(269) M. Ponsich, Nécropoles feniciennes de la región de Tánger, Rabat, 1967 , 49, fig. 13.
(270) M. Ponsich, o. c. 87, Lám. XXI.
(271) M . Ponsich, o.c. 120 Fig. 42.
364
La cámara funeraria estaría cubierta con grandes losas, como algunas
de Ain Dalhia Kebira, n.° 2, 5-6, 12-13, 20 (272), etc. También en esta
necrópolis hay tumbas rodeadas de un encachado de piedra, a veces
circular, como las tumbas 36 y 67 (273). Otra tumba tiene una plataforma
rectangular formada por grandes losas (274). Posiblemente la tumba de
Cástulo era escalonada; tumbas escalonadas, según se ha indicado, están
documentadas en Cástulo y en el Corral de Saur (275), en Ain Dalhia
Kebira hay tumbas como las citadas n.° 66 y 67, con túmulo de piedra.
Tumbas escalonadas se han hallado igualmente en el Cigarralejo (276), que
constituyen un paralelo próximo para la tumba de Cástulo; obedecen a
prototipos griegos, bien documentados en la cerámica griega, como en los
lekythoi del «pintor de las mujeres» de Eretria (277), del pintor Lupoli de
Tarento (278), del pintor de Thanatos de Ampelokipi (279), del pintor de
Carneto de Eretria (280).
Este tipo de tumba indica bien claramente que la influencia griega fue
grande, junto a la semita, entre los íberos y los turdetanos, y que en un
mismo monumento funerario se combinan ambas influencias. Sobre el
borde del lado Oeste del monumento debían encontrarse como animales
protectores, pero no formando parte de la pared, sino sobre el borde, los
ciervos y el toro, que han aparecido echados delante de este lado, al igual
que en L a Guardia, de Jaén (281). Estos animales en Cástulo indican bien
el significado funerario de todos estos ciervos, conservados en los museos
arqueológicos de Jaén y Córdoba. Estas esculturas han aparecido macha-
cadas de antiguo. Quizás la conquista bárquida o las luchas intestinas de
unos pueblos oretanos contra otros, o las razzias de los lusitanos contra la
Turdetania, ocasionaron estas destrucciones, que se documentan en dife-
rentes lugares de la Bética y también en el Levante ibérico por la misma
fecha.
L a cista hallada en la cara Oeste tiene, a nuestro parecer, un carácter
cenotáfico, pues en ella no existe enterramiento, sino sólo un depósito de
(272) M . Ponsich, o. c. 42, Fig. 11; 49, Fig. 14; 60, Fig. 18; 66, Fig. 20. Las tumbas de cista de
esta necrópolis tienen un paralelo exacto en dos tumbas, una dentro de otra, de Cástulo, todavía
inédita y con pirámide escalonada de adobes sobre ella. En las excavaciones de Los Castellones de
Ceal, efectuadas por C. Fernández Chicarro (BIEG 3, 107, 111 a 115) se hallaron también adobes junto
a las tumbas. Aparece este tipo de tumbas en La Guardia (A. Blanco, BIEG, 115) y en Hinojares
(Jaén) (C. Fernández Chicarro, Prospecciones arqueológicas en los términos de Hinojares y de La
Guardia (Jaén), BIEG, 2, 1955, 89 ss. 95).
(273) M. Ponsich, o.c. 106 ss. fig. 36-37.
(274) M. Ponsich, o.c. 120, fig. 78, Lám. XXXI, lo mismo, al parecer en Hinojares (C. Fernández
Chicarro, BIEG, 92 s.).
(275) D. Fletcher, E . Plá, Las esculturas en piedra de «£/ corral de Saur» (Valencia), Bellas
Artes 74, 36, 38 s.
(276) E. Cuadrado, Tumbas principescas de El Cigarralejo, 148 ss. Sobre el tema en general cf
E. Cuadrado, Las tumbas ibéricas de empedrado tumular y la celtización del sureste, CAN 2, 1952,
247 ss.
(277) P. A. Arias, E C III, XI, Vol. V, Lám. LXXIX.
(278) P. A. Arias, o.c. LXXIX.
(279) P. A. Arias, o. c. LXXXII.
(280) P. A. Arias, o.c. LXXXIII.
(281) A. Blanco, BIEG 117.
365
materiales. Estos parecen corresponder más a una mujer que a un gue-
rrero, pues en las tumbas de éstos aparecen armas, mientras que en esta
sólo se han hallado adornos.
Nada podemos afirmar del individuo inhumado, tal vez ni siquiera
corresponda a la misma época.
366
y al norte de la greca queda el arranque de otra composición de dibujo
curvo.
En el ángulo Noroeste, y fuera de este conjunto, aparece una verda-
dera greca de orientación distinta, bien conservada en parte (Lám. X L V I , 2).
La del lado Este, mal conservada, también representa una greca limi-
tada por cantos azules. La línea de la greca está formada por trazos en
«L» de guijarros azules. El motivo decorativo de las grecas es el mismo
que el de algunos vasos griegos de la tumba. Presenta la particularidad de
tener las piedras puestas planas en vez de estar de canto (Plano 19). Entre
ésta y los restos de la que viene del ángulo Noroeste existen restos de una
decoración de líneas curvas.
En la cara Sur perviven también restos de otra greca de motivo
difícilmente interpretable. En este caso parece estar hecha a base de
metopas (Plano 19). En una existía un dibujo de línea curva: en el centro
de lo conservado hay una greca, y a la derecha una cruz gamada. Tam-
bién podría tratarse de la interacción de dos grecas.
En el costado Oeste es donde mejor se conserva la cenefa del segundo
nivel. En su extremo Norte ha sido rota por otro pozo relleno de piedras.
Las dos bandas exteriores son azules: por el centro corre otra paralela a
ellas: de exterior a exterior parten unas líneas oblicuas también azules
formando rombos que alternativamente están rellenos de cantos azules y
blancos. En la mitad Sur se altera el dibujo apareciendo líneas oblicuas de
orientación contraria, creando así un campo de tres rombos de colores
alternativos, aunque no regulares. El extremo Sur vuelve a repetir el
dibujo de la mitad Norte.
En el ángulo Noroeste apareció un círculo radiado con piedras azules y
el interior de blancas. Junto a él, más al Norte, ha aparecido un roleo
hecho con línea de cantos azules sobre fondo blanco (Lám. XLVII, 2)
En E-4 (plano 19) aparecieron escasos restos de una greca, que parece
relacionarse con un pozo que hay en este lugar.
Del tercer nivel de grecas sólo conocemos un trozo en el costado
Norte, con dos grecas: una maciza de cantos azules y otra de trazo doble.
Sólo al imbricar los planos de esta campaña con los de la del año 1973
pudimos comprender la estructura de este sector. Cada una de las grecas,
y eso explica sus diferentes construcciones, corresponde a enterramien-
tos distintos, es decir, que, según parece, con los datos actuales de que
disponemos, hemos excavado el espacio exterior a las tumbas que delimi-
tan cada una de las grecas halladas en este corte.
La greca del ángulo Noroeste de la campaña 1973 parece ser la conti-
nuación de la greca del lado Sur de este corte. Esto nos obliga, como
hemos indicado antes, a replantear un problema: tal vez la plataforma
descubierta en 1973 no estaba rodeada por grecas, como creíamos, sino
que las encontradas corresponden a otro tipo de construcción funeraria,
de la que por desgracia aún no hemos descubierto ninguna completa.
L a función del amontonamiento de piedras y de los pozos descubiertos
367
en este corte permanece sin explicar, y nos remite a la creencia de la
existencia de enterramientos de carácter cenotáfico.
En el plano anexo 20 presentamos un conjunto del área excavada. Los
2
235 m excavados están densamente ocupados: sin embargo, sólo se han
hallado tres tumbas, una, la correspondiente a la cámara del túmulo; otra,
en cista en el corte 1/1973, y la tercera, en la que la urna y el ajuar
estaban semiincrustadas en un hoyo, corresponde al conjunto D del corte
II 1973.
Contra estos tres enterramientos seguros tenemos la plataforma del
corte 11/73, la cista del corte 1/76, el conjunto F del corte 11/73 y el pozo
B-6 del corte 11/76, en los que aparecen ajuares, pero no tumbas, y el resto
de los pequeños pozos excavados en todo el área cubiertos con amonto-
namientos de piedras, en los que no aparecieron ajuares, pero que induda-
blemente son funcionales.
En nuestra opinión, como ya hemos indicado, deben interpretarse
como enterramientos cenotáficos o como ofrendas.
Sería preciso excavar un área mucho mayor para poder delimitar con
certeza la función y organización de las grecas que, posiblemente, en
algunos puntos, lleguen a convertirse en auténticos mosaicos, como quizás
pueda deducirse de los roleos aparecidos en el ángulo Noroeste del corte
11/76. El por qué de esta densidad de «loculi» cenotáficos es algo que se
nos escapa.
SEGUNDA PARTE
1. CAMPAÑA D E 1973
CORTE I
368
Inventario
73/538. Urna de perfil bitroncocónico, labio muy exvasado y vuelto a bisel, base
rehundida. Pasta amarillo ocre-claro, degrasante silíceo de grano fino, poros finos y
abundantes. Decorado con grupos de bandas paralelas de pintura roja. Con señales de
tejidos en la base y parte inferior del cuerpo (Fig. 160).
75/536. Fíbula anular hispánica de puente con sección elipsoide. El muelle, en el
arranque del pasador, tiene cuatro vueltas a cada lado del puente y seis en el otro extremo
(Fig. 158)
73/551. Cuchillito afalcatado de hierro, en el mango tiene cuatro remaches, conserva
restos de madera de la empuñadura (Fig. 158, L á m . L l , 1).
En la pira próxima a esta tumba aparecieron algunos fragmentos de huesos humanos.
Fragmentos atípicos de cerámica (Inv. n.° 73/525, 526, 532, 533) y las siguientes piezas:
73/531. Fragmento de borde biselado de un cuenco. Pasta blanquecina de poros finos,
degrasantes silíceos. Conserva restos, casi inapreciables, de pintura roja a bandas.
73/540. Fusayola bitroncocónica con terminales de orificio rehundidos. Pasta de color
gris negruzco, degrasantes muy finos, superficies bruñidas.
73/534. Fragmento de anilla de bronce de sección casi esférica.
73/535. Fragmento de fíbula anular hispánica en bronce de puente de cinta, decorado
con finas incisiones. Muelle de cuatro vueltas a cada lado del puente, se conserva parte del
anillo y el puente casi completo (Fig. 158, L á m . L , 4, n.° 2).
C O R T E II
369
en el que sólo encontramos un ajuar, compuesto por pequeños dijes de
bronce con sección circular.
73/749. Dos verguillas y de extremos sobrepasados, terminados en cabezas de serpiente.
73/750. Dos verguillas de bronce con s e c c i ó n circular, en éstas los extremos están
afrontados y en cada uno de ellos hay cuatro acanaladuras.
73/751. Clavo de bronce, con cabeza hemiesférica y espigón de sección circular.
73/752. Botón de bronce, con cuerpo c ó n i c o y ala circular, asidero semicircular.
73/753. Dos pequeñas argollas de bronce, con sección romboidal, parecen formar parte
de una misma pieza y se unirían por un pequeño vastago.
73/754. Fragmentos de una anilla en bronce de sección rectangular.
73/755. Ejemplar de ciprea moneta, desgastada en parte, usada seguramente como
cuenta de collar.
73/756. Cuatro fragmentos de huesos largos de animal.
73/757. Trozo de carbón, del que no hemos podido determinar la materia base.
PIRA E N T R E L A S LOSAS
370
73/835. a) Placas semejantes a las anteriores (73/834), pero sin el resalte en la cara
posterior.
b) Una placa circular con la cara exterior abombada, pero sin taladro para clavo.
73/836. Chapa informe de bronce atravesada por una argolla de hierro; la chapa tiene un
espigón hueco de sección cuadrada.
73/837. 4 fragmentos de bronce que parecen constituir una hoja, quizá de un cuchillo.
73/838. Fragmento de una argolla de bronce de sección circular.
73/839. Fragmento de bronce que parece el extremo de la punta de una contera.
73/840. Fragmentos de hierro, entre ellos un clavo de cabeza circular y espigón cua-
drado.
371
2. CAMPAÑA DE 1976
CORTE I
En el^ado Oeste del túmulo apareció una cista sellada por dos tandas
de piedras, dentro de ella, como hemos dicho, no apareció ninguna traza
de incineración, sólo un ajuar, compuesto por pequeños adornos, que nos
obliga a preguntarnos si se trata de un enterramiento, que en todo caso
sería cenotáfíco, o si se trata sólo de una ofrenda; el hecho de haber sido
cuidadosamente construida la tumba, y no un simple depósito en un hoyo,
como sucede en el conjunto F del corte 73/11, nos inclina a pensar en la
primera hipótesis. En ambos casos el depósito consiste en piezas de ajuar
que podríamos considerar «femeninas». ¿Acaso están indicando unos mo-
dos distintos de enterramientos según los sexos? Es ésta una cuestión para
nosotros, por el momento, irresoluble, sólo solucionado si se excavan
grandes áreas de necrópolis pertenecientes a esta época.
76 R/484. Cinco cuentas de collar en ámbar, fusiformes, con taladro en uno de sus
extremos, y dos cilindricas con agujero central (Lám. L l , 4).
372
76 R/485. Cuatro caracoles marinos, usados como cuentas, y una «orejita» con taladro
central (Lám. L l , 4).
76 R/486. Cinco pequeños aros en bronce (Lám. L l , 3).
76 R/487. Cinco cuentas de collar cilindricas de jadeíta con taladro longitudinal (Lám.
L l , 4).
76 R/488. Cuenta de collar bitroncocónica de mármol blanco, el taladro ha sido iniciado
desde ambas bases formando un taladro en forma de diábolo (Lám. L l , 4).
76 R/489. Pequeña cuenta cilindrica de pasta vitrea de color azul, con tres protuberan-
cias donde se alternan dos capas de color blanco con otras tantas azules (Lám. L l , 4).
76 R/490. Tres cuentas de collar cilindricas, formadas al enrollar sobre sí una fina
lámina de cobre (Lám. L l , 4).
76 R/491. Cuenta cilindrica de pasta vitrea de color blanco.
76 R/492. Fragmento de alambre de cobre con uno de sus extremos vuelto, tal vez es la
parte de un collar (Lám. L l , 3).
TERCERA PARTE
A. RESTOS ESCULTORICOS
C A M P A Ñ A DE 1973
373
Madrid, 1975, 58 ss.), así como de los leones (J. M . Blázquez, El arte
neohitita y los orígenes de la escultura ibérica y turdetana, Goya 120,
1974, 345 ss.).
C A M P A Ñ A D E 1976
76/1. En la cara Oeste, y sólo en ella, del túmulo del corte aparecieron
numerosos fragmentos, todos de bulto redondo, hechos en arenisca del
lugar, la mayoría inidentificables, que fuerzan a pensar que en esta área
del monumento existía un conjunto de esculturas, colocadas probable-
mente sobre el escalón base del túmulo (Lám. L U I , 3 y 4). Todas estas
piezas serán objeto de un estudio más minucioso próximamente.
(282) Decoraciones hispanas, AEAA 4,1928, 97 ss., 13, 1937, 93 ss. El autor estudia en estos
trabajos también algunos elementos arquitectónicos con decoración parecida. C. Fernández Chicarro,
Un broche de cinturón de tipología hispánica en la Colección Fernández Zampaya, de Jaén, AEA, 31,
1958, 181 ss.
(283) En torno a las joyas de Lebuqáo, Rev. de Guimaráes, 68, 1968, 179 ss.
(284) E. Cuadrado, Tumbas principescas de El Cigarralejo, MM 9, 1968, 174 s., Fig. 21.
374
Fig. 163. Estacar de Roharinas. Placa de pizarra aparecida en el corte 76/7/. Anverso y reverso.
aunque el brazo izquierdo, la boca del animal y sus manos son de una
gran imperfección.
La actitud del jinete parece copiada de un vaso griego semejante; a
paso de marcha son bien conocidas, tanto en Italia, en pintura, como en
Grecia en pinturas y esculturas, como en el arte fenicio, en páteras. Basta
recordar el personaje heroizado y representado a caballo en una tumba de
Paestum, fechada entre los años 340-320 a. C . (285), o los jinetes de las
otras tumbas de Paestum, datadas igualmente en el siglo IV a. C. (286);
375
varias pinturas sobre vasos griegos, como sobre un ánfora de Clazomenes,
fabricados entre los años 540-543 a. C. (287), o la copa de Eufonios,
fechada en torno al 500 a. C . (288), en la que el jinete lleva clámide al
viento y doble lanza, similar al jinete de Cástulo, o relieves del friso del
Partenón con jinetes al galope con chitón corto y piernas desnudas (289),
algunos con clámide al viento, o la estela de Dexelios con chitón corto y
clámide echada atrás (290).
La manta sobre el caballo con dos nudos, a modo de silla, que parece
una piel de oveja, es diferente a las monturas representadas sobre los
exvotos ibéricos, sobre los caballos de El Cigarralejo y sobre los de
Liria (291); tampoco aparece frecuentemente representada sobre los caba-
llos de los vasos griegos. Un jinete sobre una piel se representa en un
vaso griego ático de comienzos del siglo IV a. C . (292). El bocado del
caballo no obedece al tipo de los conocidos en los exvotos equinos de El
Cigarralejo, ni en los bronces ni esculturas ibéricas o en las pinturas (293).
Es de tipo griego y gemelo al que lleva el caballo en la citada ánfora de
Clazomenes. Posiblemente el artista que decoró esta pizarra era un ore-
tano con facilidad para el dibujo; copió un tema directamente de un vaso
griego. Quizás se arrojó la pizarra a la tumba por existir la creencia, entre
los oretanos, en la heroización ecuestre, como entre otros pueblos hispa-
nos (294), en Etruria (295), en Paestum, en algunas de las pinturas citadas
y en Grecia (296).
376
escalonado en el interior, y ancha y suave acanaladura en el exterior, y
los de figuras rojas, de borde sin diferenciar del galbo (Figs. 165 y 166).
Entre los fragmentos de crátera hay que distinguir los números 76 R-
179 y 182, que presentan el mismo tratamiento del cabello. En este último
puede reconocerse la representación de Baco, coronado de laureles, sen-
tado y con el tirso en la mano derecha (Fig. 164 y Fig. 167).
Por lo que puede reconocerse en estos fragmentos de crátera, la temá-
tica es conocida y casi uniforme en las necrópolis de Cástulo (297). Son
cráteras de tema dionisíaco en la cara A ; en la cara B aparecen j ó v e n e s
afrontados, tema relacionado con ideas de ultratumba y muy representa-
dos a principios del siglo IV a. C. (298).
Existen algunos fragmentos, tales como los correspondientes a la crá-
tera de columnas del conjunto H del corte 73/11 ( N . ° 73/779) y algunos
fragmentos correspondientes a un skyphos del tipo St. Valentín ( N . ° 76/462
y 444), fechables a finales del siglo v a. C . (Fig. 164). Véase al final el
estudio de los principales fragmentos.
(297) A. Arribas Palau y F. Molina Fajardo, La necrópolis ibérica del Molino de Caldona (finca
Torrubia), Oretania, 28-33, 1968-1969, 160 ss.
J. M . Blázquez y F. Molina, La necrópolis ibérica de los Patos en la ciudad de Cástulo (Linares,
Jaén), CAN 12, Jaén, 1973, 639 ss.
J. M . Blázquez y J. Remesal, Hallazgos en la necrópolis oretana de Cástulo, CAN 13, 1973, 639
J. M. Blázquez, Cástulo I, Acta Arqueológica Hispánica, 8, 1975.
(298) E. Metzger, Les representations dans les céramiques attiques du IV siecle, París, Boccard,
1951.
(299) G. Trías, Estudio de las cerámicas áticas decoradas de la necrópolis del Molino de
Caldona, Oretania, 28-33, 1968-69, 222-229.
La misma decoración delfragmento76 R/444 aparece en Ampurias fechado en la segunda mitad
del siglo v a. C. Ver G. Trías, Las cerámicas griegas de la Península Ibérica, Valencia, 1967, Tomo
I, 161, Tomo II, Lám. L X X X V , 3.
(300) Cerámicas a tomo decoradas con bandas y círculos concéntricos de pintura roja y cerámicas
grises. Para ello ver: A. Arribas y F. Molina, op. cit., J. M . Blázquez y F. Molina, op. cit., J. M.
Blázquez y J. Remesal, op. cit. y J. M . Blázquez, op. cit. (Cástulo I), passim.
Este ánfora es exactamente igual a las encontradas en la Necrópolis del Cortijo de las Sombras (A.
Arribas y J. Wilkins, La Necrópolis fenicia del Cortijo de las Sombras (Frigiliana, Málaga), en
Pyrenae 5, 1969, Láms. VI 2 y VII, 225 y 231 ss.), y en Medellín (M. Almagro-Gorbea, El Bronce
Final y el Período Orientalizante en Extremadura, Madrid, 1977, 300 ss.). Estas ánforas obedecen a un
tipo frecuente en la Cruz del Negro, del siglo vi a. C.
377
Fig. 164. Estacar de Robarinas. Selección de la cerámica griega del curte 76,7.
378
Fig. 165. Estucar de Robarines. Corte 7611 y 76/11. Selección de Kylikes.
379
Fig. 166. Estacar de Robarinas. Selección de fragmentos de Kylikes (73,1-11) y de skypboi (7311-11)
respectivamente.
380
792 794
1973 ESTACAR DE ROBARINAS
Fig. 167. Estacar Je Roharinas. 1973. Fragmentos Je cráteras .griegas.
Entre las cerámicas pintadas hay que destacar unos fragmentos con
bandas y círculos concéntricos con pintura verde claro (76 R/420) (301), y
varios fragmentos de vaso globular de cuello cilindrico y labio exvasado
con pequeñas asas de sección elíptica que presenta una decoración nueva
en Cástulo: bajo el asa hay una línea de puntos de color negro, y entre
ésta y el cuello existen cuatro puntos negros radiados: en el extremo de
(301) Cerámicas con este tono ya han aparecido en Cástulo. Vid. A Blanco, Tarros de cerámica
andaluza, Oretania, 14-15, Mayo-Diciembre 1963, 85 ss.
381
\
522 537 559 561 583 A 585
4r\
5 73 575 587 588 590 593
597
651 * ~
681 7¡ 685
684
4cm
Fig. 168. Estacar de Roharinas. 1973. Selección de fragmentos de urnas de cerámica indígena.
3X2
V \
531 560
i'
602 616
-1
621 650 W
636
800
v v
r
584 594 596 592 611
4cm
598
743
Fig. 169. Estucar de Roharinas. 1973. Selección de cerámica indígena: nos. 531 a 589, de cuencos;
584 a 743, vasos.
383
692 693 703 720 721 724
V 1
*l %>
T *
798 810
*r
813
y j
','819 820
4cm
821
los radios, de color castaño claro, hay también puntos negros. Hacia el
centro de la pasta tiene otra línea de puntos negros: entre ambas líneas de
puntos existen, de arriba abajo, una banda negra, otra ancha de color
castaño oscuro, otra negra, tres rojas y finalmente una negra. Junto al pie
hay una banda rojo achocolatado y sobre ella una línea negra, cuatro de
color rojo achocolatado y otra negra (76 R/115).
A d e m á s han aparecido algunos tipos nuevos, por desgracia poco repre-
sentados n u m é r i c a m e n t e , sobre los que pretendemos llamar la atención.
Las cerámicas griegas debieron ejercer una gran influencia sobre las
cerámicas de los oretanos, que pretendían imitarla de dos maneras: o imi-
tando el barniz o la forma.
384
A) Imitaciones de barniz.
El número 76 R/352 parece ser un pie de copa de pasta gris muy com-
pacta, con degrasantes muy finos. E l otro son dos fragmentos de galbo (76
R/474) de un vaso globular de pasta roja laterítica, con degrasantes finos y
vacuolas alargadas: tiene barniz tanto en el interior como en el exterior.
E l fragmento 73/574 corresponde igualmente a este tipo, corresponde a la
zona de unión entre el pie y el cuerpo de una copa o crátera.
B) Imitaciones de forma
Son igualmente escasos estos fragmentos (76 R/29, 84 y 219). Las tres
corresponden a la imitación de un kylix, asa, galbo y pie. Esta cerámica es
de color gris oscuro, casi negro, en la superficie, algo más claro en el
interior, muy compacta, con degrasantes muy finos, porosa y con la su-
perficie bruñida (302) (Figs. 174 y 175).
Existe también un fragmento hecho a mano, de pasta castaño oscuro al
interior y negruzca en superficie, con degrasantes de grano muy grueso,
que imita, según parece, un asa de crátera (76 R/432), al igual que el frag-
mento 73/574.
Esperamos que estas notas sirvan para llamar la atención sobre estos
intentos de imitación, de los que no sabemos si llegaron a cuajar y a
producir piezas equiparables a la cerámica griega, o si acaso éstas se lle-
garon a producir en la región.
Hay aún otros fragmentos exóticos: parecen corresponder a un gran
cuenco o plato carenado con pie. L a pasta es de color anaranjado con
abundantes puntas blancas y vacuolas circulares (303). Tiene un barniz
anaranjado brillante: en el fondo, en su cara interior, está decorado con
líneas en «S» entrelazadas, de color anaranjado dentro de un círculo ne-
gro; en el exterior se repite el mismo tema y la misma disposición, sepa-
rados y enmarcados también por una línea negra (76 R/35) (Lám. LII).
Hay dos fragmentos de borde y pared, uno de ellos con asa de puente,
idénticos a otros hallados en el estrato 10 de Colina de los Quemados
(Córdoba), que allí se fechan en el siglo VI a. C.
Cabe destacar también algunos fragmentos de cerámica a mano halla-
dos en ambas campañas, generalmente imitan las formas de la cerámica a
torno, existen algunos fragmentos de vasos de grandes proporciones
(Fig. 176).
Añadimos igualmente una selección de cerámica común aparecida en la
campaña de 1976 (Fig. 177).
(302) Se distingue muy bien de las cerámicas grises típicas: éstas son de color claro con desgra-
santes de grano más gruesos.
(303) De este tipo ya aparecieron algunos fragmentos amorfos en la campaña de 1973, en este
lugar.
385
Fifi. 171. Estacar tic Robarinas. ¡976. Selección de cerámica ibérica.
386
Fig. 172. Estacar Je Robarinas. 1976. Selección de vasos ibéricos.
387
3í
Fig, 173. Estacar de Roharinas. 1976. Selección de urnas ibéricas.
OBJETOS D E BRONCE
CAMPAÑA D E 1973
(304) Glaucker, op. cit. Véase una en la tumba 158, p. 57, pl. C X L y otra en la tumba 327, p. 177,
Lám. CLXVII1. Para otros paralelos de la mascarilla, cf. F. Barrega, La civiltá di Cartagine, Cagliari,
1964, Fig. 7 de Olbia; D. Harden, op. cit., Láms. 55-56 de Cartago, siglo iv a. C. Sobre las máscaras
púnicas, cf. C. G . Picard, Sacra pánica. Eludes sur les masques et rasoirs de Carthage, Karthago,
XIII, 1967, 36 ss. Sobre el significado de las máscaras, cf. Y . Yadin, Symhols of Beitres at Zinjirli,
Carthage and Hazor, Near Eostern Archeology in the Twentieth Century, Nueva York, 1970, 221 s.
T. E . Haevernik, Geschichtsperlen, M M ¡8, 1977, 152 ss. Es el trabajo fundamental.
388
Fig. 174. Estacar de Robarinas. 1976. Selección de vasos ibéricos.
389
638 641 671 811 825
824 5 2 4
576
r r
Fig. 175. Estocar de Roharinas. 1973. Selección de cerámica gris.
47 51
76
V 77 132
245 270
283
v
286
V
323 m
v
349
469 467
Fig. 176. Estacar de Roharinas. 1976. Selección de cerámica gris.
390
Fig. 177. Estacar de Robarinas. Selección de fragmentos de cerámica común.
391
barbilla queda una profunda escotadura, la sotabarba es plana de modo
que sobre ella puede mantenerse en pie, los pómulos bien marcados.
Parece estar cubierta la cabeza por un casco con carrilleros y nariguera.
L o s rasgos parecen negroides y a primera vista tienen una expresión
burlesca. Por su parte posterior es hueca.
En el lado Oeste del corte 73/11 a p a r e c i ó el puente en cinta de una
fíbula anular hispánica de t a m a ñ o grande (73/627) (Fig. 158). E n esta
misma área y cerca del ángulo Suroeste aparecieron un pendiente de
bronce en forma de aro abierto ( L á m . L I V , 4) (73/712) y una campanilla
de bronce de forma troncocónica y asidero plano; el badajo, formado
por una laminita de hierro, pende de una cinta de bronce que sale por la
cúpula de la campanilla y se relia a cada uno de los lados del asidero a
partir del taladro de sujeción (73/713) (Fig. 158, L á m . L I V , 3).
392
CAMPAÑA DE 1976
HIERROS
PASTA V I T R E A
393
76 R/494. Fragmento perteneciente a la base de un ungüentario, el
color base de la pasta es el amarillo, la decoración con bandas en zig-zag
azul y castaño oscuro.
L a fechan entre los siglos V-iv a. C . (306).
En la zona destrozada del primer saqueo del túmulo aparecieron un
grupo de hierros, armas y arreos de caballo, que posiblemente proceden
de la cámara.
76R/57A. Bocado articulado formado por dos eslabones que en sus
cuerpos llevan adosados cinco aros del mismo metal (Lám. L l , 1).
76 R/58 y 76 R/59. Fragmentos de bocados del mismo tipo pero sin
aros en el cuerpo (Lám. L l , 1). (307).
76 R/60. Fragmento de enmangue de una lanza (Lám. L l , 2). Tiene
la particularidad de estar damasquinada con plata y cobre (308).
En la parte inferior de lo conservado, entre dos bandas de plata hay
rollos de plata encadenados.
Sobre esta composición y limitada en su parte inferior por una banda
de plata, hay tres pares de bastones afrontados con las volutas dispuestas
verticalmente: bajo las volutas menores hay un semicírculo de cobre con
arranque en la banda base. Este tema" se repite cuatro veces.
Sobre este tema hay otro, aún no visto con claridad, que parece ser
una combinación de «S» y semicírculos terminado en volutas, tema igual-
mente repetido cuatro veces según parece conforme a la disposición
general. Pequeños trazos rectos de cobre contornean estos temas.
Conclusiones
(306) M. Vigil, El vidrio en el Mundo Antiguo, Madrid, 1969, 54 ss. P. Fossing, Glass Vessels
befare Glass-Blowing, Copenhague, 1940, 58 ss. 160 ss. F. Neuburg, Glass in Antiquity, Londres, 1944,
Figs. 6-19, 42-45, 12 ss.
(307) En esta tumba sólo han aparecido bocados de caballos, no sus huesos depositados. Ente-
rramientos de carros, como en Salamina de Chipre (V. Karageorghis, Salarais in Cyprus. Homeric,
Hellenistic and Román, Londres, 1969, 23 ss.), y en Etruria (J. M. Blázquez, Imagen y mito. Estudios
sobre las religiones mediterráneas e ibéricas, 114 ss.) y en Grecia (J. M . Blázquez, Imagen y mito, 42
ss.) han aparecido en la Península Ibérica, en el Cabecico del Tesoro (Murcia), en Baza (Granada), en
Peal del Becerro (Jaén) y en Huelva (J. M. Blázquez, Imagen y mito, 26Í ss.). La presencia del
bocado, así como de la placa, indican que el difunto era un caballero.
Es del tipo del hallado en Espejo (Córdoba) (J. M. Blázquez, Bocados antiguos inéditos del Museo
Arqueológico Nacional y del Instituto de Valencia de don Juan, de Madrid, Viriatis 2, 1957, 1 ss. con
paralelos).
(308) En el tiempo transcurrido desde la excavación hasta la presentación de este trabajo, no ha
podido ser limpiado en toda su superficie, lo que nos impide hacer una descripción correcta de la
decoración.
394
a los muertos, pero cuya significación exacta no podemos, por el mo-
mento, precisar.
b) Este «espacio sagrado» es anterior a los materiales de la pira bajo
las losas.
c) Anterior a los conjuntos de piedra que rompen la banda de grecas,
y, por tanto, indican una reutilización.
J. M . Blázquez-J. Remesal
395
ESTUDIO SOBRE L A C E R A M I C A A T I C A D E L E S T A C A R D E
ROBARINAS ( C A S T U L O , JAEN)
1. Estudio analítico
1. KRATERES D E COLUMNAS
2. KRATERES DE CAMPANA
396
sin duda, dionisíaco: la actitud extática y posiblemente expansiva de la
mujer (¿una ménade?) así parece corroborarlo.
775. Fragmento del cuerpo de un krater con una escena estereoti-
pada de la cara secundaria: dos j ó v e n e s , de pie, envueltos en amplios
mantos. El de la derecha apoya su mano en un grueso báculo. Cuelga del
fondo un disco con cruz inscrito y puntos en sus ángulos.
316. Fragmento con el arranque de la escena figurada: banda con
metopa con aspa inscrita y meandro hacia la derecha.
290. Fragmento con la banda decorativa: metopas-meandro orienta-
dos hacia la derecha. Quedan restos de figuras, probablemente los pies de
jóvenes de la cara B.
174. Fragmento de la banda decorativa: aspa inscrita con punteado y
metopas-meandro orientadas hacia la izquierda.
181. Fragmento del cuerpo de un krater con el torso de un joven. E l
joven está orientado hacia la derecha pero vuelve su rostro hacia atrás.
Sobre sus brazos lleva una clámide. En su mano derecha presenta un
objeto indeterminable.
182. Fragmento de la parte central de un krater. Restos del torso de
una divinidad sentada. E l dios, orientado hacia la izquierda, (¿Apolo?
¿Dioniso?) es un efebo con largos cabellos que caen sobre sus hombros.
Una corona vegetal parece ceñir su cabeza. En su mano sostiene una
rama florida. Levanta el rostro ligeramente, hacia un nivel superior donde
hubo de haber otras figuras.
El esquema compositivo i reconstruible podría ser el de la divinidad
sentada rodeada de su cortejo.
776 y 777. Fragmento de la parte inferior del cuerpo de un krater de
campana de grandes dimensiones. La ornamentación de la base consta de
un friso de ovas de doble contorno alternando con un punto en los
interespacios. Restos de decoración figurada: a la izquierda un personaje
envuelto en su manto está de pie frente a un animal o monstruo del que
sólo queda su garra de felino.
337 y 335. Fragmento del cuerpo de un krater con restos de decora-
ción figurada. ¿Se trata de una kline y una trapeza para el banquete?
180. Torso en tres cuartos de joven desnudo, hacia la derecha. Pa-
rece estar sentado con su brazo derecho apoyado, como en una roca, en
actitud de reposo.
272. Personaje desnudo ¿una mujer? (hacia la derecha) con báculo,
lanza o jabalina en su mano.
776. Fragmento del centro del cuerpo de un krater de campana con
una mano tocando una alargada lira. Las cuerdas de ésta están dibujadas
en línea de relieve sobre el barniz negro.
786. Fragmento de la parte superior del cuerpo de un krater con el
rostro exótico de un personaje bárbaro y oriental: cabellos, barbas y
largos bigotes no griegos. Cubre la parte superior de su cabeza un gorro
frigio, en blanco con indicaciones doradas.
El fragmento 776 y el 786 pueden relacionarse temáticamente en una
397
escena única: Orfeo, sentado, tañe su lira ante los tracios extasiados. E l
motivo, representado sobre una famosa krater de Berlín del Pintor de
Orfeo, aparece imitado casi literalmente en un krater de columnas de
Villaricos, conservado en el Museo Arqueológico Nacional. Sobre su
significado iconográfico y justificación en la Península vid. infra conclu-
siones.
792. Pie de un krater. E l perfil es característico de los krateres de
campana de la primera mitad del siglo IV hallados en Andalucía.
Fragmentos números 272 y 180.Es preciso examinar estos fragmentos
directamente r>ara poder determinar la morfología del objeto al que perte-
neció (¿krater de columnas? ¿krater de campana, etc.)
Número 180. Torso de joven desnudo.
Número 272. Joven desnudo (hacia la derecha) con báculo o jabalina
en su mano. Su actitud parece llena de movimiento: el brazo derecho se
mueve hacia atrás; por la actitud del pecho el izquierdo podría estar
dirigido hacia adelante. Me recuerda esta actitud la que muestran muy
frecuentemente los j ó v e n e s en el symposion (actitud de participación y
exhortación) como la del joven de la izquierda del krater de columnas de
Ampurias conservada en Barcelona (n.° 607; G . Trías. CPI lám. XCII):
joven que exhorta a la danza.
398
4. VASOS TIPO « S A I N T V A L E N T I N »
5. VASOS D E BARNIZ N E G R O
a) Kylikes
Número 426. Fragmento de labio de una Kylix de labio cóncavo y
moldura interna. Corresponde al tipo de «inset lip» de B . A . Sparkes y L .
Talcott, The Athenian Agora, XII (1970), I, p. 101 y 102. Para los parale-
los en la Península Ibérica y la sistematización de esta forma en caste-
llano, cf. M . Picazo, La Cerámica ática de Ullastret número 299, figuras
5, 4 en página 101: «principio del siglo IV a. de C.»
Número 405. Fragmento similar al anterior, pero de una copa distinta:
el borde interior es convexo.
b) Kylikes-skyphoi
Número 375. Fragmento del pie de una probable Kylix-Skyphos. E l
medallón interior está decorado con uña franja de lengüetas incisas. Sobre
esta forma cf. Sparkes y Talcott, o.c. p. 411.
450. Fragmento de pie de una kylix-skyphos. En el interior, banda
circular con pequeñas ovas impresas. E n el fondo exterior círculos con-
céntricos de barniz. L a decoración de las pequeñas ovas es muy caracte-
rística de las kylikes-skyphoi. Cf. Sparkes y Talcott, o.c. p. 117 y nos.
617-19 (410-400 a. C.)
399
466. Fragmento del pie de una kylix-skyphos. E l pie consta de un
cuello y una base más ancha en la que apenas se vislumbra aquí el surco
característico de estos vasos. En el cuerpo, junto a la unión con el pie, un
surco reservado. En el medallón interior decoración de líneas radiales. E l
fondo exterior está muy cuidado. Alternan las bandas reservadas, con la
superficie muy roja por el baño de miltos, con círculos en barniz negro y
un surco. Este ejemplar puede datarse en torno al año 410 a. de C .
463. Cuerpo agallonado de lo que puede ser una kylix-skyphos. Cf.
Sparkes y Talcott número 612 figura 5. De acuerdo con esta forma cabría
fechar este fragmento entre el 420-410 a. de C .
c) Skyphoi
Número 192. Fragmento de la parte superior de un skyphos de barniz
negro. E l perfil, en doble curva, de este fragmento, del que se conserva el
arranque de las asas, apunta a un momento avanzado en la producción
ática de esta forma. L . Talcott en Attic Black Glazed stamped Ware and
other Pottery from a fifíh century well en Hesperia IV (1935) página 505,
lo fecha en el segundo cuarto del siglo IV a. de C . Sobre esta forma
en la Península Ibérica cf. M . Picazo, o.c, p. 107 (abajo) y nos. 329 (lám.
X X X , 2) y 331 (fig. 6, 4 en pág. 109).
Número 91. Puede corresponder a la base de un skyphos, probable-
mente al mismo ejemplar que el fragmento número 192, de barniz negro.
d) Platos de pescado
19. Fragmento de borde.
399. Fragmento de un borde', plato de pescado, con el perfil del labio
marcado, descendiente. En la cara superior, junto al borde exterior, un
reservado. Cf. Sparkes y Talcott figura 10. Por el perfil del borde, perte-
a
nece al siglo IV (1. mitad).
e) Askoí
675. Es probablemente un askós. E l cuerpo, aplanado, forma una
curva muy acentuada que encontramos en los askoí áticos de barniz negro
del siglo IV a. de C. Cf. Sparkes y Talcott oc. p. 158-159 («shallow
askos») y volumen II p. 39, número 1177 y 1178 y figura 11.
Una banda reservada acentúa exteriormente la zona de inflexión.
Puede muy bien tratarse de un askós de figuras rojas como el aparecido
en Hoya de Santa Ana (Murcia) con las características panteras afrontadas
en torno a la boca. Vid. G . Trías, CPI, lámina C L X X X V I , número 3.
785. Fragmentos del cuerpo de un askós de barniz negro. E l interior
está también cubierto de barniz negro por lo que posiblemente se trata del
tipo de askoí con tapadera (lidded-askos). Sobre esta forma Sparkes y
Talcott, o.c, p. 158.
784. Colador o parte superior de un askós agujereado. Pertenece al
tipo de askós con «strainer top» de Sparkes y Talcott o . c , p. 157 y 159 y
nos. 1187-89 (desde finales del siglo V y toda la primera mitad del IV).
400
32. Fragmento de un askós con el cuerpo agallonado. El interior está
cubierto de barniz opaco lo que nos indica que estamos en presencia de
una forma abierta, un «lidded askos». Cf. Sparkes y Talcott número 1190,
con la siguiente precisión: «the majority are cióse to 1190 in shape and
were all perhaps produced in the same shop.» L a fecha entre el 400-375 a.
C.
Conclusiones
401
grupo de las kylikes-skyphoi entre las que se incluye un ejemplar agallo-
nado (n.° 463).
Entre los vasos para beber de cavidad profunda son especialmente
sugestivos el skyphos y el kantharos del tipo llamado de Saint-Valentin
(nos. 444 y 462), tipo generalmente no muy documentado en las publica-
ciones de los materiales del Sur de la Península pero que sin duda —y
aquí lo vemos una vez m á s — se importó (4). A ello habrá que añadir los
otros vasos de Barniz Negro que no hemos podido examinar directamente,
que completan un conjunto que nos sugiere una gran riqueza de ajuar para
el symposion y de formas para el enterramiento.
Pero además de esta variada tipología de vasos para el symposion
documentamos la existencia de dos platos de pescado (nos. 19 y 299). L a
presencia paradójica de los platos de pescado en un yacimiento del interior
nos obliga a plantearnos la posibilidad de una utilización de estos vasos
por el hombre ibérico diferente de aquélla para la que fueron concebidos,
esto es, indicaría una aceptación indiscriminada del producto griego.
Pero sobre todo es de destacar el conjunto de askoí, de los que
documentamos al menos tres vasos. Funcionalmente estos vasos vienen a
sustituir el horizonte tipológico de las pequeñas lécitos panzudas tan
frecuentes por ejemplo en Ampurias o Ibiza, en Cástulo por el contrario
ausentes. Son vasos refinados, destinados a contener en pequeñas canti-
dades probablemente aceites perfumados (5).
Un horizonte tipológico, en definitiva, complejo y rico en formas, que
choca con la imagen esquemática que hasta ahora poseíamos del ajuar
ático de las otras necrópolis de Andalucía oriental, limitadas casi exclusi-
vamente al conjunto krateres y kylikes. Pero este análisis debe ser comple-
tado y matizado desde un punto de vista cronológico.
2.° Cronología
402
mente temprana queda justificada por el mismo krater de Villaricos y por
los vasos, algo anteriores, de las necrópolis de Tútugi en Galera (Gra-
nada), fechables en el tercer cuarto del siglo (7).
Contemporáneo aproximadamente con el krater son otros vasos como
la kylix-skyphos de cuerpo agallonado número 463 o los mismos fragmentos
de esta forma nos. 450 y 466, lo que parece confirmar la llegada a Cástulo
en una de las dos últimas décadas del siglo V de una primera penetración de
productos áticos.
Del resto de los materiales, un grupo puede datarse en el filo del siglo
V al siglo IV a. de C. como el skyphos de Saint-Valentin número 444, o
incluso las kylikes de labio interior marcado números 426 y 405. Pero el
grupo más numeroso parece ser el que, tentativamente, cabe fechar en el
segundo cuarto del siglo IV a. de C . como la kylix de Figuras Rojas del
Grupo de Viena 116 (n.° 303) y demás fragmentos de kylikes, los krateres
de campana y el skyphos número 192 de Barniz Negro. Bien entendido: la
cronología de la mayoría de estos vasos de artesanía repetitiva está aún
muy lejos de dilucidarse con precisión definitiva.
Pero teniendo en cuenta globalmente estos datos podemos deducir,
aunque sea de modo incompleto dado lo parcial de nuestro examen, que
en Cástulo, se inicia la importación sistemática de materiales áticos en el
último cuarto del siglo V a. de C , incrementándose el comercio de
cerámica ática hacia el cambio de siglo. L a importación masiva de vasos
áticos (especialmente de la serie de vasos para el symposion, como krate-
res y kylikes) tiene lugar, con datación verosímil pero no exacta, en el
segundo cuarto del siglo IV a. de C .
El horizonte de importaciones áticas que nos ofrece Cástulo, así como
grosso modo los restantes yacimientos del Sur español es ciertamente
diferente al que presentan dos yacimientos muy significativos del Nordeste
de la Península como Ampurias (necrópolis) y Ullastret (poblado). Pero
esta diversidad se basa más en la proporción (esto es, en la intensidad),
que mantienen en una y otra zona la relación de las formas que en la
tipología misma de los vasos hallados. Tal es el caso de los vasos del tipo
Saint-Valentin, documentados en una y otra zona, pero que parecen ha-
llarse en una proporción mucho mayor en Ullastret que la que se ha
documentado en el Sureste peninsular (8). Con todo, los datos que mane-
jamos son todavía muy parciales y sólo un trabajo estadístico a la vez que
cualitativo (determinando pintores y grupos como ha realizado reciente-
(7) Kratrer del Grupo de Polygnótos (G. Trías, CPl, p. 457, lám. CCIII y CCIV); krater del Pintor de
Munich 2335 (440-430 a. C ) .
(8) M. Picazo, o.c. p. 94 «se han encontrado fragmentos atribuibles aproximadamente a setenta y
cinco vasos». Un tipo especial de skyphoi de Saint-Valentín, con hojas de mirto o de laurel en colores
superpuestos ha sido estudiado detenidamente por esta autora y por Pierre Rouillard en Mélanges de la
Casa de Velázquez 1976 p. 7. Su vinculación a esta zona del Languedoc y Cataluña es, estadística-
mente, evidente.
403
mente para Ullastret la doctora Picazo) podrá determinar si la ruta comer-
cial que proveyó de vasos a Andalucía fue en sus líneas generales la
misma que proveyó de productos de Grecia a Ampurias o a Ullastret,
donde el horizonte global sí parece en principio claramente diferente.
404
APENDICES
I: Nota sobre el rito de incineración de las tumbas de Cástulo.
II: Base de una estatua de Antonino Pío, dedicada en Cástulo el 154 d. C.
III: Los Higuerones.
IV: Miscelánea castulonense.
405
peso para negar absolutamente la vigencia real de lo indicado por la ley,
hay que añadir que en varios y en distintos lugares se atestigua, al menos,
la supervivencia de ambas costumbres o ritos. El propio Nock, a lo largo
de su artículo, lo reconoce. Así, en Metz —en la Galia—, se han encon-
trado en urnas funerarias monedas del Emperador Constantino, y en
Soissons se ha hallado el rito de incineración de época del siglo IV. Si en
Inglaterra no es tan frecuente, en época tardía, el uso de la incineración,
en Illyricum hay testimonios de la misma, fechada mediante las monedas,
de época de Licinio.. Tertuliano la atestigua en De Carnis resurrectione 1,
aunque como no propia de cristianos. Pruebas de ella se encuentran, tanto
en Dacia, como en Weiden, cerca de Colonia. No es necesario extenderse
en las evidencias que nos proporciona la parte oriental del Imperio, y
constituye un aspecto importante el hecho de que la cremación se sigue
utilizando para los emperadores: tal fue, muy probablemente, el caso del
emperador Juliano, lo que hace decir a Nock que: «in any case it is clear
that in the cremation of the Emperor there was nothing repugnant to
contemporary paganism, and in fact apotheosis and cremation were, as we
shall see, closely associated.»
El propio Nock defiende y demuestra con abundantes y convincentes
argumentaciones que el cambio de un rito a otro no tiene nada que ver ni
con una influencia directa de las religiones mistéricas, ni con viejos ritos
dionisiacos, ni con la propagación de ideas pitagóricas, sino que se trata
simplemente de un problema de moda. Pero se trata de una moda im-
puesta por los ricos que son quienes adoptan progresivamente los sarcófa-
gos para sus enterramientos. L a moda, en la medida de lo posible, se va
extendiendo a los estamentos sociales más pobres de la sociedad que, en
ocasiones, al no disponer de medios para costearse un sarcófago, siguen
practicando el rito antiguo de la cremación de sus cadáveres, fenómeno,
incluso, favorecido, en algunos casos, por la simple mayor abundancia de
combustible.
El material aparecido en las tumbas de Cástulo demuestra amplia-
mente que nos encontramos ante unas gentes de muy escasos recursos y
de una pobreza en sus hábitos y enseres muy notable. Añadamos a ello
que estas gentes, a pesar de la imposición progresiva de los romanos del
uso de los sarcófagos, continúan con sus viejos ritos crematorios, debido,
quizás, tanto al fenómeno ya indicado de su pobreza, como a su carácter
apartado y aislado, y al mantenimiento de su cultura local, que pervivió (y
no hay obstáculo alguno en ello porque en otros lugares también se ha
detectado el mismo fenómeno) hasta época muy avanzada como, sin duda,
demuestra la tipología de sus urnas, de clara tradición indígena.
En resumen; en el discutido tema de la cronología de algunas de las
tumbas de Cástulo aquí estudiadas, no es, ni puede ser, un obstáculo
riguroso ni científico el aducir que su datación debe ser adelantada
debido al sistema de enterramiento que utilizan. Las razones para demos-
trarlo deberán venir por otros caminos.
J. Arce
406
BASA DE UNA ESTATUA DE ANTONINO PIO,
DEDICADA E N CASTULO E L 154 D. C .
(1) Agradezco vivamente al citado doctor Blázquez, a la señora Garzón Lozano, conservadora del
Museo de Linares, al señor L ó p e z Gallego, de la propia ciudad, a los colegas jienenses doctores
Higuera, Segura y Palacios, así como al mencionado señor Conserje, las exquisitas deferencias y
eficaz ayuda de ellos recibida para el estudio de la inscripción. Muy particularmente lo hago extensivo
al señor Sánchez Caballero, de Linares, quien, por mediación del doctor Higueras, puso a mi
disposición una fotografía del texto, obtenida a poco de ser limpiada la cara del pedestal que lo
contiene, la cual me ha sido de excepcional utilidad para el tratamiento de los lugares m á s difíciles de
dicho texto.
407
Fig. 179. Inscripción dedicada a Antonino Pío (según S. Mariner)
408
del renglón 5.°, constituido también por sólo abreviaturas" de dos pala-
bras que parecen haberse incidido con intención de centrarlas —a diferen-
cia de las del renglón 14.°, último del segundo cuerpo, asimismo con evi-
dentes pretensiones de simetría, lograda empero a base de dejar un amplio
intervalo entre las dos junturas principales que lo integran—); tales cuer-
pos corresponden, respectivamente, a la parte honorífica de la inscripción,
a la narrativa y a la fórmula final dedicatoria. Esta aparece separada de la
anterior por una interlineación (0,105) mucho mayor que la que —con poca
variación— separa los demás renglones (0,021 promedio).
Pues bien: las letras de los cuerpos primero y tercero son capitales
muy cuadradas (a excepción de la ya comentada O estrecha): tan sólo las
E , P y B escapan al módulo; incluso las T presentan los trazos horizonta-
les sensiblemente iguales a los verticales; todo ello, cualquiera que sea
la altura en el renglón respectivo (de 0,035 en el 1.° a 0,026 en el 6.°).
En cambio, las del 2.° son actuarías, mucho más estrechas en los pri-
meros renglones que en los últimos, en tanto que la altura en este sen-
tido varía poco (de 0,025 a 0,028); mucho mayor es la diferencia que,
dentro de un mismo renglón, presentan bien aquellas que habitualmente
rebasan la caja (F por arriba; L y Q por abajo; alguna vez — L O C O en el
renglón 13.°— aquélla incluso por arriba; X por arriba a la derecha, tam-
bién habitualmente; B «semicursiva» de BIS y T de I T E M en el renglón
décimo; A inicial de A C R O A M A T I B V S en el 11.°), bien las que intencio-
nadamente y ya con papel similar al de nuestras mayúsculas inician miem-
bro sintáctico después de espacios en blanco equivalentes a lo que ahora
sería un signo de puntuación (2): I del citado I T E M y S de S T A T V A M en
el renglón 11.°, que alcanza 0,04. E n los tres cuerpos, la incisión es
profunda —no tanto en los puntos, triangulares, empleados, al parecer
correctamente, en lo que permite afirmarlo esta falta de profundidad, sólo
superada por la de los perfiles (que van afinándose hacia los extremos) de
los trazos que rebasan el pautado en las ya citadas L , X y T; no así en las
también mencionadas Q, A , B y F—. L a calidad es bastante uniforme,
dentro de cada uno de los estilos: una medianía, que sólo se acerca a la
elegancia en las capitales de los renglones primero y último (con buenos
remates y perfiles) y no cae en la tosquedad más que a propósito de la
confusión entre las I, T y E de algunos lugares del segundo cuerpo. Lo
propio cabe decir de los trazos horizontales indicadores de cifra en ambas
abreviaturas del sevirato. Esta y las de los títulos imperiales son las únicas
que aparecen en la parte de lectura cierta del segundo cuerpo del epí-
grafe (3), en tanto que abundan ampliamente en el primero y constituyen
el tercero totalmente. No parece que haya otros nexos que los que habrían
(2) Cf. E. Otha Wingo, Latín Punctuation in the Classical Age, La Haya, 1972.
(3) La existencia de las que se propondrán en las partes restituidas al comienzo de los renglones 9
y 12 queda supeditada a la fiabilidad de las mismas. El tratarse de la designación de un cargo
sacerdotal y del título del emperador, respectivamente, hace admisible, en principio, que las
hubiera, pues se trataría de elementos «oficiales» equiparables en este sentido a los que, en el propio
segundo cuerpo, las ofrecen en las palabras que se indicaron de lectura cierta.
409
de suponerse en el renglón 9.° —uno de los de letra más apretada de
todo el texto— para garantizar una ortografía del todo correcta (en vista
de que lo es la de la inscripción entera) en el término —cuya presencia,
por el contexto, es indubitable— A M PHI T H E A TRO: entre la M y la E ,
seguras, no median sino cinco pies de trazos verticales en lugar de los
siete que dicha correcta ortografía exigiría, de estar escrito el vocablo por
extenso. Pero, aun dentro de la suposición, queda la duda de si lo que
hubo fueron dos nexos PH y T H —uno para la H de cada aspirada, tal
vez añadida después de advertir que había sido olvidada—, o bien —lo
que parece más probable a la vista del monumento—, uno solo de T H E ,
con forma semicursiva de la H (concretamente, de su trazo horizontal): la
presencia de la ya mencionada B semicursiva en el renglón décimo apoya-
ría la hipótesis de esta semicursividad en el indicado trazo de la H (4).
De acuerdo con esta segunda suposición viene presentado el texto en la
figura 179.
Para su interpretación —que convendrá contrastar con la lámina I—,
adviértanse las convenciones siguientes: el trazo continuo indica letras o
partes de letra que se leen con seguridad; el id. segmentado, letras o íds.
de id. restituidas o rastreadas con suficiente probabilidad; el id. punteado,
letras o íds. de id. puramente conjeturales, a tenor de la interpretación de
conjunto que se propone para las partes correspondientes del epígrafe (5).
Lo son especialmente:
En el renglón 6, las del praenomen y comienzo del nomen del dedi-
cante, que igual pudo llamarse con cualquier otro prenombre y nombre
acabado en -inius (por ejemplo: Herminius, Vatinius, etc.) de dimensiones
encajables en el espacio que cabe atribuirles en la parte de la falla; los
aquí sugeridos, lo son puramente por su relativa frecuencia en Hispania.
No parece, en efecto, que se trate de un personaje conocido; el mismo
cognombre de Abascantión (no así el de Abascanto) no aparece documen-
tado dentro de los índices del CIL II y suppl., ni en los de VIVES (6). Pero
es seguro: el Thesaurus L. Latinae (7), con referencia a un M. Sittius
Abascantio de Corta (CIL VIII 7338), lo documenta sin más precisiones.
Pero su evidente relación con Abascantus, del que consta ser «nombre
griego de esclavo y cognombre de liberto», cuadra bien con la condición
libertina del dedicante de Cástulo, deducible de su desempeño del sevi-
rato (8). En una especie de litotes (Pacncaívco significa «aojar; envidiar»),
vendría a ser uno de tantos nombres de buen agüero, frecuentes entre
esclavos (= «libre de envidia»).
(4) Para esta forma de la B, cf. J. Mallon, Paléographie Romaine, Madrid, 1952, págs. 41-47,
50-51, 70-71 y 176, con cita de bibliografía anterior en este último pasaje.
(5) Lo propio, mutatis mutandis, para la interpunción.
(6) J. Vives, Inscripciones latinas de la España romana, II, Barcelona, 1972.
(7) Vol. I. col. 47.
(8) Cf., también, los nueve casos de Abascantus en el citado índice del CIL II, Suppl., así como
destacada la abundancia de onomástica griega entre los augustales con mención expresa de Abascan-
tus en R. E T I E N N E , Le cuite imperial dans la péninsule ibérique d'Auguste á Dioclétien, París, 1958,
págs. 261-265 (citado en adelante Le cuite...).
410
En el renglón 9 —aparte de las inseguridades ya indicadas acerca de
dónde procede conjeturar las letras ligadas en A M P H I T H E A T R O — lo
son las D y F L A supuestas ante la M , y la P y SV rastreadas, respecti-
vamente, después de aquélla y en C E N S V E R A T : el conjunto —como se
verá en la transcripción e interpretación— parece jugar bien con lo que se
le opondrá al comienzo del renglón siguiente, dando lugar a entender que
Abascantión había costeado unos dobles muñera gladiatorios según se le
había señalado —para poder desempeñar el sevirato, como carga del
mismo (9)— por parte del dignatario sacerdotal aludido, en tanto que
había añadido por propia iniciativa recitales en el teatro. Pero la dicción,
con anticipación de la calificación de domus, no acaba de ser convincente;
por otro lado, sin tal calificación, no lo sería la sola mención de domus: la
posibilidad de interpretar p(erpetuae) domus en lugar de flam(en) p(erpe-
tuus) carecería de paralelos, dado que no puede serlo el mencionado por
el diccionario de De Ruggiero a propósito de CIL II 1978, de Adra (10).
Ahora bien, si, pese a su enrevesado orden, no se halla otra mejor
suplementación que la aquí propuesta, la inscripción ofrecería el singular
interés de mencionar un curioso detalle de la organización interna de los
festejos y del culto, al señalar al flamen perpetuus domus diuinae como el
personaje que estipulaba las condiciones en que un séviro augustal accedía
a tal cargo. Conste, sin embargo, que también parte de la lectura de
censuerat es pura sugerencia, como ya se anticipó; en cambio, parecen
pasables su sentido de «estipular» y su régimen en dativo (El en el
renglón anterior), a tenor de la acepción I A l del Thesaurus citado (11):
«i(d) q(uod) assignare», con ejemplos desde Séneca (12).
(9) Precisamente según la obra últimamente citada, el reinado de Antoníno Pío señala el límite
del florecimiento del culto imperial en España; siete años más tarde de la dedicación castulonense, con
el reinado de Marco Aurelio y Lucio Vero, empezará su declive. Una causa del mismo pudo ser,
precisamente, el peso de las cargas que los cargos de toda clase —y, por tanto, también los
religiosos— suponían. Es famosa la cláusula del centurión Cecilio Optato, de Barcelona, que dispone
que reviertan en provecho de Tárraco las munificencias que estípula para su ciudad de Barcino si sus
libertos y libertas a quienes tocare el honor del sevirato no son dispensados de las cargas del mismo
(CIL II 4514 renglones 20-37). El, por su parte, había sido contado entre los ciudadanos barcinonenses
«ínter inmunes».
(10) E. DE RUGGIERO, Dizionario epigráfico di Antichita romane, II 3. Roma, 1961, pág. 2062, s.
v. domus § d. Augusta: «degna di nota é l'epigrafe CIL II 1978 (Abdera, Baetica), la sola che aggiunga
a domus Aug. l'aggettivo perpetua: Marciae C. f. Celsae sacerdoti perpetuae domus A[ug.]»: está bien
claro que perpetuae se refiere a sacerdoti. En este mismo pasaje pueden verse varios testimonios
hispánicos del flaminado de la domus Augusta; para la competencia que, precisamente a partir de este
siglo n, le hace la expresión domus diuina, cf. R. E T I E N N E , Le cuite..., págs. 301-303.
(11) Vol. III, col. 787, renglones 68-71.
(12) La citada acepción se compadecería también adecuadamente con el sentido estrictamente de
«asignar», interpretando que la cantidad no la aportara el séviro sino que se la destinara el propio
flamen, leyendo, en tal caso, en el renglón anterior en vez del indicado dativo E l , la abreviatura
correspondiente a sestertios; en tal caso, el contraste con lo que habrá de suplirse al comienzo del
renglón 11, aconsejaría mejor proponer para éste SVMPTV SVO. Son abundantes, en efecto, estas
menciones explícitas de los gastos en epígrafes conmemorativos de juegos y espectáculos: basta referir
a los números 5062, 5071, 5073. 5077 y 5079 (este último, dedicado en Córdoba por Lucio Junio
Paulino,flamende la provincia Bética, de contenido muy paralelo al nuestro: después de un espectácu-
lo de gladiadores y de dos juegos por el honor del flaminado, el dedicante erige unas estatuas y las
consagra tras de unas competiciones de circo) de las Inscriptiones iatinae selectae de H. Dessau,
Berlín, 1892-1916, vol. II 1.
411
En el renglón 10.°, las letras rastreadas como indicación de la fecha de
celebración de los muñera, donde igualmente podría intentar leerse, por
ejemplo, un verbo en tercera persona acabado en -it, también con sujeto
en el Abascantio del renglón 6.°: en tal caso, inmediatamente después de tal
forma verbal acabaría un miembro de frase, el siguiente empezaría en
I T E M , en el propio renglón y para su verbo (del último renglón) se
sobreentendería el mismo sujeto. Pero la indicación de fecha es elemento
bastante común en estas inscripciones conmemorativas (así, en los núme-
ros 5052-5055, 5058, 5060, 5062, 5064, 5070-5071, 5145-5147, 5193 y 5196
de la colección citada en la nota última; en once de ellas, 5052, 5054,
5058, 5062, 5064, 5071, 5145-47, 5193 y 5196 con indicación precisa del día
del mes), y el venir indicada con el procedimiento tardío (genitivo del
mes, sin concordancia con Nonis) no tiene que extrañar mucho en esta
época, cuando ya más de un siglo antes era frecuente en Columela (13).
En cambio, precisamente por cuestión de cronología, se hace difícil deci-
dirse por una lectura —más sugestiva, ciertamente, a base de los misera-
bles restos de la letra que precede a la que se ha supuesto inicial del
nombre del mes— V • IVNII (en lugar de N • IVNII): en espera del
trabajo que sobre este ulterior cambio viene elaborando la profesora bo-
naerense señorita Amalia Nocito (14), parece que hay que seguir atenién-
dose a los datos epigráficos del Indice correspondiente de DlEHL (15): las
primeras dataciones de numeración «corrida» de los días de cada mes,
prescindiendo de las fechas fijas (calendas, nonas, idus) del cómputo
clásico, ocurren, en epígrafes datables, sólo con seguridad siglo y medio
después de nuestra inscripción, a comienzos del siglo IV, lo cual haría
muy arriesgado proponer su aceptación para un lugar tan incierto de ella,
por el momento. Por último, y al margen de estas dificultades ante la
aceptación de una expresión de fecha de una manera no clásica, vale la
pena anotar, en compensación —y frente a la otra posibilidad ya contem-
plada, de un verbo en tercera persona— que el sentido de Item al co-
mienzo del inciso que viene a continuación favorece un paralelismo es-
tricto con el que le precede, con lo que resulta procedente que ambos
estén constituidos precisamente por ablativos absolutos con el mismo par-
ticipio EDITIS.
En el renglón 11.°, donde el comienzo —precisamente porque no parece
deber aportar ningún elemento esencial para el sentido— es de lo más
aleatorio de la dedicación; ya se indicó, a propósito del renglón 9, el
fundamento de la sugerencia que aquí se hace, y cómo S V M P T V S V O
podría aventajarla si se cambiara la interpretación a propósito de la lectura
E l en el renglón 8.
(13) Según recuerdo que comprobó S. Villimer en su Memoria de Licenciatura (inédita) sobre «El
cambio de la construcción adjetiva al genitivo en la expresión de la fecha», Madrid, 1969, págs. 90-92.
Obra en la que se recogen muchísimos otros ejemplos epigráficos a partir de la fecha del indicado
autor gaditano.
(14) La información que me ha ido facilitando al respecto, que mucho agradezco, ha resultado
totalmente corroborativa en esta ocasión.
(15) E. DIEHL, ¡nscriptiones latinae christianae veteres, Leipzig, 1925-1931, vol. III, pág. 310.
412
Habidas en cuenta todas estas salvedades, así como la doble posibili-
dad de interpretación del renglón último (Dono Dedit o Dedit Dedicauit),
y con el único propósito de dar un sentido coherente a las partes del
epígrafe que se leen con seguridad, cabe proponer la siguiente transcrip-
ción y traducción correspondiente:
[Im]p(eratori) Caes(ari) T(ito) Aelio / [Hajdriano Antonino / (3)
[Au]g(usto) [P]io, p(atri) p(atriae), pont(ifici) max(imo), tri/[bu]niciae potes-
tat(is) XVIII / co(n)s(uli) IIII. / (6) ¿L(ucius) Lic?inius Abascantio / [in
republicja Castulonensi (se)uiratu functus ex indul/[gentia] splendidissimi
ordinis, quos [ei] gerendos in hono/ (9)[res ¿d(iuinae) fla]m(en) [p(erpe-
tuus)] domus cen[su]erat? editis in amphitheatro gladi/[atoribu]s bis spec-
taculorum die ¿[N(onis) Iunii]?, item in theatro / ¿[sua sponte]? acroamati-
bus frequenter editis, statuam /(12) [Imp(eratoris) Ant]onini Aug(usti),
p(atri) p(atriae), optimi maximique prin/[cipis ac]cepto loco a república
Castulonensium / [ob hono]rem (se)uiratus / (15) [d(ono)] d(edit).
Lo que sería: A l César emperador Tito Elio Adriano Antonino Augusto
Pío, padre de la patria, pontífice máximo, de décima octava potestad
tribunicia, cónsul cuatro veces. ¿Lucio Lic?inio Abascantión, después de
desempeñar el sevirato en la municipalidad de Cástulo, por concesión de
su ilustrísimo Concejo, y de costear en el anfiteatro en dos sesiones el día
de los espectáculos, ¿5 de junio?, los gladiadores que, para ejercer aquel
cargo, ¿le había estipulado el flamen perpetuo de la divina casa?, y de
organizar, además, con frecuencia ¿por iniciativa propia? recitales en el
teatro, donó ¿como regalo? por el honor del sevirato una estatua del
emperador Antonino Augusto, padre de la patria, príncipe el mejor y más
grande, habiéndosele asignado un lugar por la municipalidad de los castu-
lonenses.
a
Los renglones 3-5 fechan el epígrafe: la 18. potestad tribunicia de
Antonino Pío corresponde al 154 d. C . (16). Había sido cónsul el 120, el
139, el 140 y el 145; no volvió a serlo con posterioridad.
Entre la abundante y valiosa documentación epigráfica de Cástulo (17)
la nueva inscripción destaca por algunas particularidades interesantes:
Por el emperador a quien va dedicada: ni él ni los de su dinastía
figuran homenajeados en Cástulo en los mapas correspondientes (18-23),
trazados por R. Etienne en su citada obra Le cuite... (cf.' especialmente el
número 21).
Por añadir un nuevo personaje a la nómina de los séviros augustales:
en las listas de las págs. 254-260 de la propia obra, Cástulo no había
aportado más que uno.
Por ser, probablemente —si mi información no es defectuosa— la más
(16) Para su expresión en genitivo, cf. P. B A T L L E , Epigrafía latina, Barcelona, 1946, pág. 6 0 .
(17) Ya en el CIL II era numerosa y variada: inscripciones votivas, 3264-3266; imperiales,
3267-3269 (a Gayo César, el nieto e hijo adoptivo de Augusto, a Tiberio, a Claudio); de obras públicas,
3270; de un oficial del fisco, 3271; militares, 3271-3273; el resto, 3274-3319, funerarias, lo propio que
las añadidas en el supplementum, 5907-5910.
413
antigua mención de la res publica Castulonensis o Castulonensium (18).
Desconocida en los índices del C I L y de V I V E S citados, no es, desde
luego, la primera vez que aparece: consta en la «Basa en honor del
emperador Valeriano» dada a conocer y estudiada por fray Agripino Ca-
bezón O F M (19). E incluso, si no se comulga con el rigor con que Hübner
trató la obra de Rus Puerta, tal vez quepa admitirla en la lectura que éste
dio de la que figura con el número 335* entre las falsas del C I L II,
paralela a la de la dedicatoria a Valeriano (20). Pero los títulos que da al
emperador en ella aludido (concretamente, el de Gótico) han de corres-
ponder necesariamente a uno posterior a los Antoninos (21), con lo que la
prioridad cronológica de la mención en la epigrafía castulonense transmi-
tida tampoco sería cuestionable.
Pero, sobre todo, por ser —a lo que parece— la primera documenta-
ción conocida de un anfiteatro en Cástulo, agregable a los diecinueve
hispánicos atestiguados con seguridad, según la reciente crítica de P.
Piernavieja (22). La existencia de dicho monumento en la ciudad resulta,
por su parte, un nuevo «incentivo arqueológico», como cupo decir de su
circo y teatro, repetidas veces aludidos en su epigrafía (23). Para la histo-
ria de la ciudad, los elementos que aparecen relacionados con esta men-
ción del monumento y la nueva de su teatro (un «día de espectáculos»,
que debía revestir carácter fijo y seguramente anual; la celebración de dos
funciones de gladiadores en ese mismo día; la diferente organización de
los recitales en el teatro, que parece no haber sido fiesta fija ni ciclo de
temporada, sino ocasional, pero «frecuente») comportan otros tantos mo-
tivos de interés (24).
S. Mariner Bigorra
414
palabra queda insegura y puede causar cierta perplejidad gramatical», que en algún punto llega a
decidirle a dejar «al mejor acierto del lector» la solución. Anoto a continuación las discrepancias en estos
lugares especialmente difíciles (y en los suplementos que comportan o inspiran) y, sin pretender en
absoluto haber resultado «más acertado», razono los motivos que, tal vez, puedan justificar el manteni-
miento de las sugerencias que he ido presentando en el artículo (prescindo de las diferencias entre las
figuras de V y U, que no me parecen deberse a voluntad o intención del autor):
Renglón 8: FACIENDOS, donde El GERENDOS. La R de este último vocablo me parece espe-
cialmente defendible*.
Renglón 9: [re...]... al comienzo. VIVIRAT donde NSVERAT: la barra encima del primer grupo
VI así resultante no parece apreciarse; más bien, en todo caso, sobre el segundo —habría que admitir,
pues, una nueva equivocación del lapicida a las que ya se suponen para justificar d grupo SCE que
queda ante esta palabra como final de vocablo—, pero aun ahí parece más bien defecto de la
superficie inscrita; creo poder insistir, además, en que en este segundo cuerpo del epígrafe no parece
haber abreviaturas por corte de final más que en títulos más o menos formularios: así, justamente, el
término aparece entero en los renglones 7 (en abl.) y 14. LVD1S IN donde IN AMPH1 (cuyas letras
—excepto la H , según ya reconocí— parecen defendibles todas).
Renglón 10: [ator. circ]ENS donde [atoribusj BIS, que no tiene más problema que el semicursi-
vismo de su B, probablemente pasable por tratarse precisamente de un término numeral (cf. J.
M A L L O N . O . C , págs. 132-133). DIEBVS IIII donde DIE N IVNII, cuyo singular de DIE —pese a la
inseguridad de todo el resto de la restitución que propongo— parece bien apoyado por la indicada
lectura BIS.
Renglón 11: [festiuis?] al comienzo, que bien puede ser; recuérdense las dudas por mí mismo ya
formuladas acerca del suplemento que propongo, y su intento de justificación en la misma idea de que
Abascantión dé noticia de algo hecho más allá de la obligación estricta de su cargo que luego ha
inspirado al autor interpretar PRIVata PECVNia con referencia a la dedicación de la estatua.
Renglón 12 (final) y 13 (comienzo): PRIV / PECVN donde PRIN/(cipis, que me parece seguir
teniendo a su favor varios argumentos de distinta índole, convergentes todos: la parte baja del primer
trazo de la N, pese a estar al lado de un saltado de la piedra, puede todavía apreciarse; no supone
abreviatura de término no formulario, frente a las dos de la otra propuesta —nada importa que el
vocablo quede cortado en final de línea en este cuerpo de la inscripción, que los contiene en
abundancia, cf. renglones 7, 8 y 9: incluso en la primera parte, más «solemne», hay palabra cortada
entre los renglones 3-4—; da lugar a un elogio bien conocido en las dedicatorias imperiales, cf., por
ejemplo (en dat.), CIL II 2054, en una a Trajano, y —con sólo el primero de los adjetivos encomiásti-
cos— en id. Suppl. 5232, en otra al propio Antonino Pío.
415
LOS HIGUERONES
El monumento funerario
416
Fig. 180. Tumba de Los Higuerones.
417
Fig. 181. Tumba de Los Higuerones.
418
bierta plana, quizás de madera, de la que no se han encontrado ningún tipo
de indicios.
En el interior de la construcción, en el lado Oeste y muy cerca del muro,
aparecen los restos de una cista, hecha con grandes lajas de piedra caliza,
que no contenía nada en su interior.
Hay que señalar también que el ángulo Suroeste de la gran construcción
está completamente destruido (Fig. 181) planteándose la posibilidad de que
ello esté en relación con una reutilización, fruto de la cual sería el amonto-
namiento de piedras y el muro al que antes nos hemos referido. Ese agru-
pamiento de piedras parece haber correspondido a otra sepultura, abierta
por encima del monumento o de sus restos, lo que ha originado una altera-
ción de su estructura primitiva, pues rompe parte de las hiladas de adobes,
y parece apoyarse sobre el muro inferior y parte de la cista (Lám. LVII).
Al exterior de la construcción y rodeándola, al mismo nivel de la base
del muro de piedra, y a unos 40 cm. de distancia de éste, aparece una
pequeña franja de mosaico realizada a base de pequeños cantos rodados
blancos, negros y grises, dispuestos intencionadamente para crear un dibujo
de «greca» (Fig. 181 y Lám. LVIII).
En lo que se refiere a paralelos para este monumento funerario, tene-
mos que señalar que solamente hemos encontrado algunas relaciones para
la «greca» que rodea el monumento con otras similares existentes también
en el área de Cástulo, así como en un mosaico de Mozia (1) aparecido en la
llamada «Casa del Mosaico», y en que se puede apreciar la existencia de
una greca muy semejante a la del monumento funerario de Los Higuerones.
Sin embargo, por el momento no podemos establecer lapsos cronológi-
cos ni tampoco atribuciones culturales demasiado claras, puesto que el
material procedente de la excavación no es en absoluto determinante, como
tampoco lo son los únicos posibles paralelos que hemos podido establecer.
MATERIAL CERAMICO
1. Fragmento del borde de un vaso de pasta negruzca, cocida a fuego reductor, con
abundantes degrasantes gruesos de arenilla y cuarzo. Superficie alisada al interior y
espatulada al exterior (n.° invent. 3).
2. Fragmento del borde de un vaso de pasta negruzca, cocida a fuego reductor, con
degrasantes gruesos y medios de cuarzo y arenilla. Superficie alisada al interior y al
exterior (n.° invent. 13).
3. Fragmento de una base de pasta color rojiza, cocida a fuego oxidante, con abundantes
degrasantes gruesos y medios de arenilla, cuarzo y mica. Superficie interior alisada y
al exterior espatulada (n.° invent. 11).
419
Fig. 182. Tumba de Los Higuerones. Cerámica a mano y a torno.
420
4. Fragmento del galbo de un vaso de pasta color marrón| grisácea, cocida a fuego reduc-
tor, con abundantes degrasantes, medios y gruesos, de cuarzo, arenilla y mica. Super-
ficie alisada al interior, y al exterior espatulada y pintada en rojo. L a pintura está dada
después de la cocción y se encuentra en mal estado de conservación (n.° invent. 16).
5. Fragmento del galbo de un vaso de pasta gris oscura, con degrasantes gruesos de
cuarzo y arena, cocida a fuego reductor. Superficie grosera al interior y espatulada al
exterior (n.° invent. 8).
6. Fragmento del galbo de un vaso de pasta color negruzco, cocida a fuego reductor, con
degrasantes gruesos y medios de cuarzo, mica y arenilla. Superficie alisada al interior
y grosera al exterior (n.° invent. 17).
7. Fragmento del galbo de un vaso de pasta rojiza, cocida a fuego reductor, con degra-
santes gruegos y medios de cuarzo y arena. Superficie alisada al interior y al exterior
(n.° invent. 19).
8. Fragmento del galbo de un vaso de pasta color negruzco, cocida a fuego reductor, con
degrasantes medios de cuarzo y arena. Superficie alisada al interior y al exterior
también alisada y decorada con incisiones (n.° invent. 12).
9. Fragmento del galbo de un vaso de pasta pardo-grisácea, cocida a fuego reductor con
degrasantes medios y gruesos de mica y cuarzo. Superficie interior alisada y exterior
alisada y decorada con incisiones ( n . ° invent. 9).
10. Fragmento del galbo de un vaso de pasta rojiza, cocida a fuego oxidante, con abundan-
tes degrasantes medios y finos de cuarzo y arenilla. Superficie engobada al interior y
al exterior, y decorada al exterior con bandas paralelas pintadas de color rojo vinoso
(n.° invent. 1).
11. Fragmento del galbo de un vaso de pasta amarillenta clara, cocida a fuego oxidante,
con degrasantes muy finos de arenilla y mica. Superficie exterior decorada con bandas
paralelas pintadas de color rojo vinoso desvaído ( n . ° invent. 2).
12. Fragmento del galbo de un vaso de pasta color ocre amarillento, cocida a fuego oxi-
dante, con degrasantes muy finos de arenilla y mica. Superficie exterior con restos de
una decoración pintada en rojo vinoso (n.° invent. 4).
13. Fragmento del galbo de un vaso de pasta color ocre amarillento, cocida a fuego oxi-
dante, con degrasantes finos de arenilla y mica. Superficie espatulada al interior y
espatulada y pintada con bandas paralelas de color rojo vinoso al exterior (n.° invent. 5).
14. Fragmento del galbo de un vaso de pasta amarillenta, cocida a fuego oxidante, con
pocos degrasantes y muy finos. Superficie pintada al exterior con bandas paralelas de
0
color rojo oscuro (ti. invent. 6).
15. Fragmento del galbo de un vaso de pasta color gris-rojiza cocida a fuego oxidante, con
degrasantes finos de arenilla y mica. Superficie exterior decorada con bandas pintadas
en color rojo vinoso (n.° invent. 7).
16. Fragmento del galbo de un vaso de pasta de color anaranjado, cocida a fuego oxidante,
con degrasantes finos de arenilla y mica. Superficie exterior engobada y pintada con
bandas paralelas en color ocre-rojizo (n.° invent. 10).
17. Fragmento del galbo de un vaso de pasta amarillenta, cocida a fuego oxidante, con
degrasantes muy finos. Superficie exterior decorada con bandas pintadas de color rojo
vinoso ( n . ° invent. 15).
18. Fragmento del galbo de un vaso de pasta amarillenta, cocida a fuego oxidante, con
degrasantes medios y finos de cuarzo, arenilla y mica. Superficie exterior engobada y
pintada en un color marrón oscuro, a base de bandas paralelas (n.° invent. 20).
19. Fragmento del galbo de un vaso de pasta anaranjada, cocido a fuego oxidante, con
degrasantes medios y finos de cuarzo, arenilla y mica. Superficie exterior decorada
con una banda pintada de color rojo vinoso (n.° invent. 22).
421
Fig. 183. Los Higuerones. Cerámica griega e indígena.
422
Fig. 184. Los Higuerones. Cerámica griega y cerámica indígena.
42}
/Vi,'. 185. Los Higuerones. Cerámico griega y cerámica indígena.
424
Fig. 1H6. Los Higuerones. Cerámica griega y cerámica indígena.
425
20. Fragmento del galbo de un vaso de pasta amarillenta, cocido a fuego oxidante, con
degrasantes muy finos. Superficie exterior decorada con bandas pintadas paralelas de
color rojo vinoso (n.° invent. 25).
21. Fragmento del borde de un vaso de pasta gris, cocido a fuego reductor, con degrasan-
tes finos. Superficie espatulada en muy mal estado de conservación (n.° invent. 14).
22. Fragmento del borde de un vaso de pasta gris clara, cocido a fuego oxidante, con
degrasantes finos de arenilla y mica. Superficie interior y exterior alisada (n.° invent. 23).
23. Fragmento del borde de un vaso de pasta gris, cocida a fuego reductor, con degrasan-
tes finos de arenilla. Superficie interior bruñida y exterior también, pero en mal estado
de conservación (n.° invent. 24).
24. Fragmento de una base de un vaso de pasta gris clara, cocida a fuego oxidante, con
degrasantes finos. Superficie interior y exterior en muy mal estado de conservación
(n.° invent. 26).
25. Fragmento del galbo de un vaso de pasta parda vidriada en el interior y en el exterior
(n.° invent. 26).
3. UTILES
26. Fragmento de un cuchillo de sílex, de forma trapezoidal, con dos bordes rebajados, uno
de los cuales aparece dentado (n.° invent. 18).
27. Punzón o aguja de bronce, fragmentada e incompleta, de sección ovalada. Estado de
conservación: corrosión avanzada en fisuras longitudinales; poco núcleo metálico (n.°
invent. 27).
Otras cerámicas griegas e indígenas (Figs. 183-186).
J. R. Sánchez Meseguer
426
ESTUDIO SOBRE L A CERAMICA ATICA
Krateres de campana
1. FRAGMENTOS DE BORDES
72/198.—Fragmento con rama de laurel orientada hacia la izquierda.
72/236.—Fragmento con rama de laurel (es de un vaso distinto del anterior).
72/176.—La separación del labio, evadido, y la boca aparece indicada por una moldura.
En el interior, esta zona queda reservada.
72/180.—Fragmento de rama de laurel orientada hacia la derecha.
Otros fragmentos de krateres son los números 72/181, 182 y 183.
427
2. FRAGMENTOS DEL CUERPO
72/175.—Corresponde a la zona de arranque de la decoración figurada. Base decorativa
de grupos de metopas-meandro, orientadas hacia la izquierda y separadas por una metopa
con aspa inscrita y cuatro puntos en el centro de los triángulos resultantes.
Quedan restos de la escena ornamental, probablemente la parte inferior de un personaje
envuelto en su manto. Los gruesos trazos que pueden indicar aquí, de manera muy
esquemática, el borde del manto y la línea informe del pie, son muy frecuentes en los
efebos que decoran las caras B en los krateres del Retorted Painter y del Círculo del
Pintor del Tirso Negro.
72/175 bis.— Idem. Dos personajes presumiblemente afrontados. E l de la izquierda está
envuelto en un himatión y tiene ante sí un gran objeto circular u ovoide (¿un tympanon?
¿un escudo?).
72/197.—ídem. Metopas-meandro orientadas hacia la derecha. Es de un krater de
dimensiones más reducidas que el número 175.
Otros fragmentos de esta zona del vaso: 72/218 (metopa con aspa y punteado, como en
175); 72/259 (metopas-meandro orientadas hacia la derecha. Cf. número 197); 72/219
(arranque de la palmeta que decora la zona de las asas. Los pétalos brotan de un núcleo de
semicírculos concéntricos (tres).
72/235.—Fragmento de la cara A de krater con figura masculina a la izquierda itifálica
y, a la derecha, restos de lo que posiblemente es el paño de un himatión. L a figura varonil
manifiesta una clara actitud de movimiento, lo que, unido al rasgo itifálico, nos permite
pensar en una escena dionisíaca. Sobre actitudes similares en este contexto cf. el krater del
Pintor del Tirso Negro de Tútugi, G . Trías CP!, C C X (sátiros danzando).
Otros fragmentos de cuerpo de krater: 72/238, con motivos figurados que no acierto a
reconocer; 72/237 (¿una garra de un animal, como una pantera o un grifo?).
3. PIES DE KRATER
72/177 y 72/178.—Corresponden a dos krateres de tamaño y características formales
distintas.
Conclusiones
428
Los motivos fragmentarios encontrados en los vasos nos permiten
adivinar que estos krateres de la Tumba de la Piedra no se alejan lo más
mínimo del estilo de los restantes krateres de esta época documentados en
las necrópolis ibéricas de Andalucía, especialmente en la Oriental: Toya,
Galera, Baza, etc. El contenido temático de la cara A de uno de estos
krateres al menos pudo ser el dionisíaco, como parece indicarlo la figura
itifálica, en movimiento, del fragmento 235. El contenido temático de la
cara B es claramente estereotipado de los efebos en sus himatia (número
175).
La atribución a un pintor determinado a partir de lo reducido de estos
fragmentos y de las citadas condiciones del análisis me parece difícil. Son
pintores estereotipados, con muchos rasgos comunes y fórmulas de hacer
similares. Podrían muy bien ser obra del Pintor del Tirso Negro o de algún
otro de sus contemporáneos como el Retorted Painter. Pero parece más
prudente el dejarlo en el aire, indeterminado.
Cronológicamente deben ser fechados ambos krateres en la primera
mitad del siglo IV. Se tiende a fechar la producción de estos pintores en su
segundo cuarto (375-350), lo que, dentro de la imprecisión de los argumen-
tos estilísticos y también contextúales, puede aceptarse.
Por último recordemos cómo el rito de enterrarse junto con varios de
estos grandes krateres es frecuente entre los pueblos ibéricos de Andalu-
cía oriental. Baste citar, a modo de ejemplo, los tres krateres del túmulo
82 de Galera (G. Trías CPI pág. 458) o la riquísima tumba 43 de Baza, con
kylikes de Figuras Rojas asociadas.
R. Olmos Romera
429
MISCELANEA CASTULONENSE
430
Aquí, pues, nos limitamos a ofrecer la nómina de los mismos, orde-
nándolos en una primera rúbrica en épocas históricas y, dentro de ellas,
cual en el período hispano romano, agrupándolos por familias. En una
segunda rúbrica se relacionan los personajes por orden alfabético, distin-
guiendo igualmente los diversos períodos históricos que abarca nuestro
estudio, desde lo ibérico prerromano coetáneo al período de lucha
romano-cartaginesa y conquista de la Península por Roma, y los períodos
hispano-visigodo e hispano-musulmán hasta Abderramán III, que libra la
segunda batalla de Qastuluna (912 d. C.) cuyo resultado originó la desa-
parición histórica de Cástulo.
Cierra el capítulo un estudio sobre la vida media de los castulonenses
durante la etapa romana.
Nuestro trabajo está elaborado sobre textos históricos en lo que de los
mismos es conocido (Diodoro, Appiano, Livio y Plinio), leyendas del
monetario castulonense, de tan grande interés, y, sobre todo, de la lectura
de textos epigráficos, habiendo estudiado los contenidos en CIL II y
Supplementum, los del Museo de Linares, y de éstos los ya publicados
por el profesor D'Ors y el autor de estas líneas («Archivo Español de
Arqueología», «Emérita», «Oretania», y «Revista de Archivos, Bibliotecas
y Museos»), y los inéditos procedentes de hallazgos recientes, en su-
perficie o en las excavaciones de las sucesivas campañas.
L a bibliografía pertinente se cita en el estudio in extenso. Aquí nos
limitamos a dar cuenta en el apartado primero de la relación textual,
monetal, o epigráfica por la que se tiene conocimiento del personaje. En
los epígrafes aún inéditos, la referencia se da como tal. Esto dicho,
indicamos las siglas usadas:
AEspA: Archivo Español de Arqueología. B R A H : Boletín de la Real
Academia de la Historia. CIL II: Corpus Inscriptionum Latinarum. Supp:
Supplementum. Or: Oretania. M . H . : La Moneda Hispánica (Vives Escu-
dero). M . : Manuscrito 1080 de Jimena en la Biblioteca Nacional. P. Q.: La
Puente Quebrada del Guadalimar (H. Sandars). (V): Varón. (H): Hembra.
Es de advertir igualmente que la nómina de nuestros personajes se
refiere a gentes que vivieron y murieron en Cástulo, fueran o no propia-
mente castulonenses de origen, o a castulonenses que vivieron o fallecieron
fuera de su ciudad natal, por ejemplo, M . Valerio Liciniano, un castulo-
nense que falleció en Astúrica, o Publio Cornelio Verecundo, otro gran
castulonense que desempeñó el flaminado provincial en Tarraco, y allí
murió y se le dedicó un monumento.
Otros no son castulonenses, sino que, procedentes de otras regiones,
murieron en Cástulo, como L . Horacio Capitón, de Epora, o M . Capella,
de Segobriga, entre otros. Es conocido que en epigrafía latina el origo no
suele citarse más que cuando al fallecido, si la inscripción es sepulcral, o
al homenajeado si es honorífica, se le dedica la inscripción en lugar
distinto al de su origen. En todo caso, de los personajes aquí nominados
puede afirmarse que todos ellos, castulonenses o no de origen, o domici-
liados (incolae), tuvieron estrecha vinculación con Cástulo (magistraturas
431
municipales, flaminado, cargos militares en la ciudad o fuera de ella,
obispado o presbiteriado cristiano, etc) o en Cástulo recibieron honores,
tal el caso de Q. Torio Culeón, un gran benefactor de Cástulo al que en
otra ocasión nos hemos referido extensamente (1); o Valeria Paetina,
sacerdotisa en Cástulo, en Tucci (Martos) y en la Colonia Patricia Cor-
duba. En un sentido amplio, pues —y es el que aquí le damos—, puede
hablarse de personajes castulonenses, cuya nómina prosopográfica es la que
ofrecemos a continuación.
I. PERSONAJES D E L C A S T U L O A N T E R R O M A N O
A. D E ORIGEN IBERICO.
Orissón (Diodoro, 25, 10).
Cerdubelo (Livio, XXVIII, 19; Appiano, 31, 1).
B. D E ASCENDENCIA PUNICA
In-mil-ké o Hin-milké (Imilce o Himilce) (Livio, X X I V , 41;
Silio Itálico, III, 97).
II. PERSONAJES D E L C A S T U L O R O M A N O
A. C O N N O M B R E S E N L E N G U A J E IBERICO ESCRITOS C O N
CARACTERES LATINOS.
a
Sacal-Iscer (Vives (M.H.) 17. emisión).
a
Soced (Vives (M.H.) 17. emisión).
Socedeiaunin (BRAH, X L ) .
Uninit (CIL II, 3302).
Vniaimin Vebag (CIL II, 3302).
B. CON PRAENOMINA LATINO Y COGNOMINA IBERICOS.
a
Marco Bal (Vives (M. H.) 25. emisión).
a
Quinto Iscer (Vives (M. H.) 27. emisión).
a
Marco lscer (Vives (M. H.) 18. emisión).
C. C O N S O L O C O G N O M I N A IBERICOS LATINIZADOS.
Auribatko (CIL II, 3284).
Chalaeto (CIL II, 3298).
Subitano (CIL II, 3297).
Istamiuris (BRAH, XL). .
D. C O N PRAENOMINA Y NOMINA LATINOS Y COGNOMEN
IBERICOS
A) Varones
Cayo Cornelio Broccho (CIL II, 3293).
432
Lucio Cornelio Sosimilos (CIL II, 3295).
Marco Folvio Garos (CIL II, 3302).
B) Hembras.
Elia Barna (CIL II, 3282).
Cornelia Siseia (CIL II, 3310).
Memmia Caretosa (CIL II, 3307 y 3308).
6. CELIOS
(Caelii).
433
a) Con praenomen y nomen.
Lucio Celio (CIL II, 3281).
b) Con trianomina.
Lucio Celio Flavino (CIL II, 3281).
7. CLAUDIOS
(Claudii).
Con nomen y cognomen.
Claudio Sabelico (CIL, II, 3291).
8. CLODIOS
(Clodii).
A) Varones.
a) Con sólo nomen.
Clodio (CIL II, 3292).
b) Con praenomen y nomen.
a
Apio Clodio (Vives (M.H.) 23. emisión).
Marco Clodio (CIL II, 3290).
B) Hembras.
Clodia I (CIL II, 3291).
Clodia II (CIL II, 3291).
Clodia III (CIL II, 3292).
9. CORNELIOS
(Cornelii).
A) Varones.
a) Con preaenomen y nomen.
a
Cayo Cornelio I (Vives (M.H.) 24. emisión).
Cayo Cornelio II (CIL II, 3293).
Cayo Cornelio III (CIL II, 3276).
Cayo Cornelio IV (CIL II, 3265).
Lucio Cornelio I (CIL II, 3276).
Lucio Cornelio II (AEspA, 56 n.° 4).
Marco Cornelio I (CIL II, 3272).
a
Marco Cornelio II (Vives (M.H.) 27. emisión).
Marco Cornelio III (CIL II, 3305; 3322, A E A r q 56, n.° 2).
a
Publio Cornelio I (Vives (M.H.) 22. emisión).
Publio Cornelio II (CIL II, 3294).
Publio Cornelio III (CIL II, 3269; Or. n.° 23-24; Jimena
(M); Sandars (P.O.).
Publio Cornelio IV (CIL II, 3305; 3322; AEspA 56 n.°
2).
b) Con trianomina.
Cayo Cornelio Valentino (CIL II, 3276).
Cayo Cornelio Bélico (CIL II, 3276; AEspA. 56, n.° 1).
Lucio Cornelio Marulo (CIL II, 3265; AEspA. 56, n.° 1).
Lucio Cornelio Agrícola (AEspA. 56, n.° 4).
Publio Cornelio Difilo (CIL II, 3294).
Publio Cornelio Tauro I (CIL II 3269; Or. n.° 23-24;
Jimena (M) Sandars (P. Q.).
Publio Cornelio Tauro II (CIL II, 3269) (Or. n.° 23-24;
Jimena (M); Sandars (P. Q.).
Publio Cornelio Verecundo (CIL II, 4209).
Quinto Cornelio Valeriano (CIL II, 3272; 2079).
c) Con nomen y cognomen.
Cornelio Celsino (CIL II, 3264; 3266).
B) Hembras.
Cornelia Cesiana (CIL II, 3305; 3322).
Cornelia Firmila (CIL II, 3296).
Cornelia Marulina (CIL II, 3265; AEspA. 56, n.° 1).
Cornelia Severa (CIL II, 3305; 3322).
Cornelia Ursa (CIL II, 3297).
Cornelia Verecundina (CIL II, 3276).
10. ELIOS
(Aelii).
a) Con praenomen y nomen.
a
Cayo Elio (Vives (M.H.) 18. emisión).
b) Con dos praenomina y nomen.
Quinto Lucio Elio (CIL II, 3282).
11. FABRICIOS
(Fabricii).
Con nomen y cognomen.
Fabricio Felicísimo (CIL II, Supp. 5908).
12. FLAVIOS
(Flavii).
A) Varones.
Con trianomina.
Tito Flavio Crisimio (CIL II, 3300).
B) Hembras.
Flavia Esperada (AEspA, 56, n.° 4).
Flavia Capratina (CIL II, 3300).
Flavia Liberina (CIL II, 3300).
13. FONTEYOS
(Fonteii).
Con trianomina.
Décimo Fonteyo Apolausto (BRAH XLII; CXLVII).
14. FULVIOS
(Fulvii).
A) Varones.
435
a) Con praenomen y nomen.
a
Cneo Fulvio (Vives (M.H.) 18. emisión).
a
Marco Fulvio (Vives (M.H.) 19. emisión).
Cayo Fulvio (CIL II, 3274).
b) Con trianomina.
Marco Fulvio Cresto (CIL II, Supp. 5909).
B) Hembras.
Fulvia Fuscila (CIL II, 3274).
75. GALOS
(Galli).
Con trianomina.
Cayo Galo Valeriano (CIL II, 3303).
16. GARGILIOS
(Gargilii).
Con trianomina.
Marco Gargilio Crescense (CIL II, 3304).
17. HORACIOS
(Horatii).
a) Sólo cognomen.
Blacio (¿Horacio?) (Or. n.° 4).
b) Con trianomina.
Lucio (H)oracio Capitón (Or. n.° 4).
18. JULIOS
(Iulii).
Cecilia Julia (CIL II, Supp. 5898).
19. JUNIOS
(Iunii).
A) Varones.
a) Con preanomen y nomen.
Cayo Junio (CU II, 3305; 3322; AEspA 56 n.° 2).
Marco Junio (CIL II, 3305; 3322; AEspA 56 n.° 2).
b) Con trianomina.
Marco Junio Paterno (CIL II, 3305; 3322; AEspA 5 6 n . ° 2 ) .
436
21. LICINIOS
(Licinii).
Con nomen y cognomen.
Licinio Evhodo (CIL II, 3306).
22. LUCRECIOS
(Lucretii).
Con praenomen y nomen.
Marco Lucrecio (CIL II, 3280; Supp. 6247).
23. MARCIOS
(Marcii).
Con praenomen y nomen.
Cayo Marcio (CIL II, 3273).
Quinto Marcio (CIL II, 3273).
Lucio Marcio (CIL II, 3303).
24. MEMMIOS
(Memmii).
Memmia Marciana (CIL II, 3307; 3308).
25. OCTAVIOS
(Octavii).
Octavia Fecundina (CIL II, 3326).
Octavia Lucana (CIL II, 3326).
26. OPTATOS
(Optatii).
Con praenomen y nomen.
Lucio Optato (CIL II, 3272).
A. Optata (CIL II, 3272).
27. POPILIOS
(Popilii).
Con praenomen y nomen.
a
Marco Popilio (Vives (M.H.) 21. emisión).
28. PORCIOS
(Porcii).
A) Varones.
a) Con praenomen y nomen.
Lucio Porcio (CIL II, 3310).
B) Hembras.
Porcia (CIL II, 3310).
29. POSTUMIOS
(Postumii).
A) Varones.
a) Con praenomen y nomen.
a
Aulo Postumio? I (Vives (M.H.) 23. emisión).
437
Aulo Postumio? II (CIL II, 3311).
Lucio Postumio (CIL II, 3311).
b) Con trianomina.
Lucio Postumio Blando (AEArq. 56, n.° 5).
Lucio Postumio Hilaro (CIL II, 3311).
Lucio Postumio Zósimo (AEspA. 56, n.° 5).
B) Hembras.
Postumia Blandina (AEspA. 56 n.° 5).
Postumia Vernacla (CIL II, 3306).
30. QUINCIOS
(Quintii).
Con praenomen y nomen.
a
Lucio Quincio (Vives (M.H.) 27. emisión).
a
Marco Quincio (Vives (M.H.) 25. emisión).
31. SATULOS
(Satuli).
Con praenomen y nomen.
Lucio Satulo (CIL II, 3303).
32. SEPTIMIOS
(Septimii).
a) Con praenomen y nomen.
Quinto Septimio (CIL II, 3274).
b) Con trianomina.
Lucio Septimio Semproniano (CIL II, 3274).
33. TERENCIOS
(Terentii).
Con sólo nomen.
Terencio? (CIL II, 3323).
34. TEREBELIOS O TREBELIOS
(Terebelii o Trebelii).
Con praenomen y nomen.
Lucio Terebelio (Inédita).
35. TORIOS
(Thorii).
a) Con praenomen y nomen.
Quinto Torio (CIL II, 3270).
b) Con trianomina.
Quinto Torio Culeón (CIL II, 3270).
36. VALERIOS
(Valerii).
A) Varones,
a) Con praenomen y nomen.
Cayo Valerio I (CIL II, 3278).
Cayo Valerio II (CIL II, 3309).
a
Marco Valerio (Vives (M.H.) 24. emisión).
Publio Valerio (AEspA. 56 n.° 3.).
b) Con trianomina.
Lucio Valerio Festo (CIL II, 3275; 2471).
M*arco Valerio Liciniano (CIL II, 2461).
Publio Valerio Garbo (AEspA. 56, n.° 3).
c) Con praenomen nomen y dos cognomina.
Publio Valerio Valeriano Flaco (AEspA. 56, n.° 3).
B) Hembras.
Valeria Itálica (CIL II, 3309).
Valeria Petina (CIL II, 3278).
Valeria Quintila (CIL II, 3286).
Valeria Verecunda (CIL II, 3269; Or. n.° 23-24) Jimena
(M); Sandars (P. Q.).
37. VERATOS
(Verati).
Con trianomina.
Cayo Verato Paterno (Inédito).
38. VOCONIOS
(Voconii).
Con praenomen y nomen.
a
Cneo Voconio (Vives (M. H.) 20. emisión).
39. PERSONAJES ANONIMOS
Donador de las aguas de Cástulo (CIL II, 3280).
Sacerdotisa anual (Sacerdos annua) (CIL II, 3279).
Flamen primero (Flamen primus) (CIL II, 3271).
Flamen perpetuo (Flamen perpetuas) (CIL II, 3277).
40. OTROS CASTULONENSES
a) Con sólo praenomen.
Marc(ia?) Marc(us?) (CIL II, 3302).
b) Con praenomen y nomen.
a
Marco Viril (Vives (M.H.) 26. emisión).
c) Con dos praenomina.
a
Cneo Lucio (Vives (M.H.) 18. emisión).
d) Con sólo cognomen.
Varones.
Antisporo (CIL II, Supp. 5907).
Epafrodito (Or. n.° 22).
Fileroto (CIL II, 3311).
Minucio (Inédito).
Quinciano (Sandars. P.Q.).
Onysiano (CIL II, 3286).
439
Silvano (CIL II, 3296).
Hembras.
Cánula (CIL II, 3288).
Cetina y Petina (CIL II, 3287).
Crisis (CIL II, 3289).
Fausta (CIL II, 3298).
Flaccina? (CIL II, 3299).
Marituma (CIL II, 3311).
Paridia (CIL II, 3309).
Sabinula? I (CIL II, 3287).
Sabinula II (CIL II, 3296).
1. D E ORIGEN IBERICO
1. Cerdubelo (V).
2. Orissón (V).
II. D E ASCENDENCIA PUNICA
3. Himilce (H).
440
D E L CASTULO ROMANO
A. C O N N O M B R E IBERICO ESCRITO C O N C A R A C T E R E S
LATINOS.
4. Sacal Iscer (V).
5. Soced (V).
6. Socedeiaunin (H).
7. Uninit (Dudoso).
8. Uniaunin Vebag (H).
C. C O N S O L O C O G N O M I N A IBERO L A T I N I Z A D O .
12. Auribatico (V).
13. Chalaeto (V).
14. Istamiuris (H).
15. Subitano (V).
E. PERSONAJES P L E N A M E N T E R O M A N I Z A D O S .
22. Abascancio, Lucio (V).
23. Annio Simple (V).
24. Annia Capella (H).
25. Argentario Valense, Lucio (V).
26. Aurelio (V).
27. Antisporo (V).
28. Aurelio Benéfico (V).
29. Aurelio Prisco (V).
30. Aurelio Zósimo (V).
31. Bebió I, Marco (V).
32. Bebió II, Marco (V).
33. Bebió Decencio.
34. Bebia Sabina (H).
35. Cánula (H).
36. Celio, Lucio (V).
441
37. Celio Flavino, Lucio (V).
38. Claudio Sabelico (V).
39. Clodio (V).
40. Clodio, Apio (V).
41. Clodio, Marco (V).
42. Clodia I (H).
43. Clodia II (H).
44. Clodia III (H).
45. Cornelio I, Cayo (V).
46. Cornelio II, Cayo (V).
47. Cornelio III, Cayo (V).
48. Cornelio IV, Cayo (V).
49. Cornelio I, Lucio (V).
50. Cornelio II, Lucio (V).
51. Cornelio I, Marco (V).
52. Cornelio II, Marco (V).
53. Cornelio III, Marco (V).
54. Cornelio I, Publio (V).
55. Cornelio II, Publio (V).
56. Cornelio III, Publio (V).
57. Cornelio IV, Publio (V).
58. Cornelio Valentino, Cayo (V).
59. Cornelio Bélico, Cayo (V).
60. Cornelio Marulo, Lucio (V).
61. Cornelio Agrícola, Lucio (V).
62. Cornelio Difilo, Publio (V).
63. Cornelio Tauro I, Publio (V).
64. Cornelio Tauro II, Publio (V).
65. Cornelio Verecundo, Publio (V).
66. Cornelio Valeriano, Quinto (V).
67. Cornelio Celsino (V).
68. Cornelia Cesiana (H).
69. Cornelia Firmilla (H).
70. Cornelia Marulina (H).
71. Cornelia Severa (H).
72. Corneli Ursa (H).
73. Cornelia Verecundina (H).
74. Chrisis (H).
75. Elio, Cayo (V).
76. Elio Lucio, Quinto (V).
77. Epafrodito (V).
78. Fausta (H).
79. Fabricio Felicísimo (V).
80. Fileroto (V).
81. Flaccina (H).
82. Flavio Crisimio, Tito (V).
83. Flavia Esperada (H).
84. Flavia Capratina (H).
85. Flavia Liberina (H).
86. Fonteyo Apolausto, Décimo (V).
87. Fulvio, Cneo (V).
88. Fulvio, Cayo (V).
89. Fulvio, Marco (V).
90. Fulvio Chresto Marco (V).
91. Fulvia Fuscila (H).
92. Galo Valeriano, Cayo (V).
93. Gargilio Crescense, Marco (V).
94. Blacio, ¿Horacio? (V).
95. Horacio Capitón, Lucio (V).
96. Cecilia Julia (H).
97. Junio (V).
98. Junio, Cayo (V).
99. Junio, Marco (V).
100. Junio Paterno, Marco (V).
101. Junia Severina (H).
102. Juvencio, Tito (V).
103. Licinio Evhodo (V).
104. ¿... Lucio, Cneo? (V).
105. Lucrecio, Marco (V).
106. Marcio, Cayo (V).
107. Marcio, Lucio (V).
108. Marcio, Quinto (V).
109. ¿Marcia? ¿Marco? (Dudoso).
110. Marituma (H).
111. Memmia Marciana (H).
112. Minucio (V).
113. Octavia Fecundina (H).
114. Octavia Lucana (H).
115. Onysiano (V).
116. ¿Titia? Optata.
117. Optato, Lucio (V).
118. Paridia (H).
119. Petina (H).
120. Popilio, Marco (V).
121. Porcio, Lucio (V).
122. Porcia (H).
123. Postumio I, Aulo (V).
124. Postumio II, Aulo (V).
125. Postumio, Lucio (V).
126. Postumio Blando, Lucio (V).
127. Postumio Hilaro, Lucio (V).
128. Postumio Zósimo, Lucio (V).
129. Postumia Blandina (H).
130. Postumia Vernacla (H).
131. Quincio, Lucio (V).
132. Quincio, Marco (V).
133. Quinciano (V).
134. Sabinula I (H).
135. Sabinula II (H).
136. Satulo, Lucio (V).
137. Septimio, Quinto (V).
138. Septimio Semproniano, Lucio (V).
139. Silvano (V).
140. ¿Terencio? (V).
141. Terebelio, Lucio (V).
142. Torio, Quinto (V).
143. Torio Culeón, Quinto (V).
144. Valerio I, Cayo (V).
145. Valerio II, Cayo (V).
146. Valerio, Marco (V).
147. Valerio, Publio (V).
148. Valerio Festo, Lucio (V).
149. Valerio Liciniano, Marco (V).
150. Valerio Carbo, Publio (V).
151. Valerio Valeriano Flacco, Publio (V).
152. Valeria Itálica (H).
153. Valeria Petina (H).
154. Valeria Quintila (H).
155. Valeria Verecunda (H).
156. Verato Paterno, Cayo (V).
157. Viril, Marco (V).
158. Voconio, Cneo (V).
F. PERSONAJES ANONIMOS
159. Donador de las aguas de Cástulo (V).
160. Sacerdotisa anual (H).
161. Flamen primero (V).
162. Flamen perpetuo (V).
RESUMEN:
imperio hasta Cástulo y las demás ciudades oretanas sobre las que rei-
naba, que sabemos eran en número de doce, que sustancialmente vienen a
coincidir con el número que asigna Ptolomeo a la Oretania.
Orissón ha pasado a la historia por un episodio harto conocido: L a
muerte del caudillo Amílcar Barca a manos de las huestes del régulo
oretano con ocasión del cerco que había puesto Amílcar a la ciudad de
Hice (EXucrj) unidos por pactos defensivos con los oretanos (Diodoro, 25,
10; Appiano, Iber, 5; Frontino, 2, 3, 17; Zonaras, 8, 17).
445
Himilce es la esposa del gran caudillo Aníbal: Cástulo urbs valida ac
nobilis et aedo coniucta societati poenis, ut uxor inde Hannibali esset
(«Cástulo, ciudad de España muy fuerte y famosa, y tan adicta a los
cartagineses que la esposa de Aníbal era de allí» Livio X X I V , 41). El
nombre de Himilce, latinizado, lo conocemos por Silio Itálico con motivo
del viaje que Aníbal hizo en los últimos meses del 219 a. C . al famoso
templo de Melkart en Cádiz (Púnica III, 97 ss).
El nombre de Imilce (la H es parásita) es púnico I-nn-milké, como
Imilco (Himilco), que ampliamente se analiza en nuestro estudio.
Cerdubelo (radical Cerd- y sufijo ibérico belus) fue un elevado perso-
naje de la aristocracia local y, desde luego, muy influyente, que pactó con
Escipión Africano la entrega de Cástulo en 206 a. C . luego del sitio y
destrucción de Iliturgi, expulsando a los cartagineses que al mando de
Himilcón, general de Cartago, guarnecían y defendían la ciudad (Livio,
XXVI11, 19; Appiano, Iber, 31, 1).
4. Aspecto interesante es el resultado obtenido del estudio de las
familias que tuvieron asiento en Cástulo en el período mejor conocido: el
hispano-romano a partir de la temprana romanización de Cástulo que
culmina en tiempos de César, de quien muy probablemente reciben los
castulonenses su titulatura oficial (Castulonenses Caesari Iuuenales, Plinio
III, 25 y basa en el Museo de Linares=AEspA. n.° 56; Or. 10) y, sobre
todo, de Augusto, en cuyo tiempo comienza la vida municipal de Cástulo.
Agrupados los castulonenses del período hispano-romano (algunos con
reminiscencias étnicas y lingüísticas ibéricas) por familias tenemos:
Personajes
Cornelios 32
Valerios 12
Postumios 8
Cl odios 6
Fulvios 6
Junios 5
Aurelios 4
Flavios 4
Bebios 4
Marcios 3
Quincios 3
Argentarlos 2
Celios 2
Elios 2
Horacios 2
Memios 2
Octavios 2
Optatos 2
Porcios 2
Septimios 2
Torios 2
Abascancios 1
Claudios 1
Fabricios 1
446
Fonteyos 1
Galos 1
Gargilios 1
Julios 1
Licinios 1
Lucrecios 1
Popilios 1
Satulos 1
Terencios 1
Trebelios (o Terebelios) 1
Veratos 1
Voconios 1
Total familias hispano-romanas computadas 36
Total castulonenses computados en estas familias 122
447
Los Flavios castulonenses, de época en que las viejas aristocracias de
los Junios, Valerios y Cornelios había declinado su antigua preponderan-
cia, carecen de relieve, y el conocido no sólo no desempeñó honores
municipales sino que su cognomen, Chrisimius, denota un no muy lejano
origen servil.
De los Septimios destaca L . Septimio Semproniano, ya del siglo II,
que logró una aceptable carrera militar: fue centurión primipilario de la
legión XIV Gemina Victrix. Militares también fueron los castulonenses
Annio Simple, legionario de la Legión VII Gemina Félix, que vivió en la
época de los Antoninos, al no figurar en su epígrafe el cognomen de la
Legión de Pía que lo recibió de Septimio Severo. Y Lucio Valerio Festo,
que fue legionario en la Legión VII y que juntamente con otros seis
milites dedicaron a un colega suyo—Q. Annio Pro...- una lápida sepulcral
en Tarraco. Otro castulonense, M . Valerio Liciniano, también legionario
de la expresada Legión, muerto en Astúrica (Astorga), alcanzó al parecer el
grado de beneficiario y legado de la Legión.
Por último, destacan entre los Torios, Q. Torio Culeón, el gran bene-
factor de Cástulo al que ya nos hemos referido.
Es una pena no conocer los nombres de cuatro personajes castulonen-
ses por estar incompletas sus inscripciones respectivas: uno de ellos,
flamen perpetuo; otro, flamen augustal en la Bética; prefecto en la Gale-
cia; prefecto del Fisco en Germania, y tribuno de la Legión VIII entre
otros cargos; sin duda uno de los más preclaros castulonenses. Otro gran
castulonense anónimo costeó la llevada de las aguas a Cástulo, el depósito
de bronce que las contenía, y su distribución por la ciudad; y por último,
una castulonense que fue flamínica anual en el culto a Roma y Augusto, la
cual adornó, de su peculio, el área del templo de Cástulo dedicado al culto
oficial, de estatuas y otros ornamentos.
Estos fueron, a muy grandes rasgos, algunos castulonenses ilustres del
período hispano-romano y las familias documentadas durante el mismo.
5. Del Obispado de Cástulo, en sus dos períodos hispanorromano e
hispano visigodo, se citan los nombres de sus obispos y prebísteros que
acudieron a diferentes concilios nacionales (Toledo) y fuera de Hispania.
6. Del período hispano-musulmán el único nombre conocido es el de
Shaliya, un muladí que se sublevó contra el poder central cordobés du-
rante el reinado de Abdallah, que se las daba de reyezuelo en Cástulo en
la que dominó por espacio de veinte años. En cambio no se conoce el
nombre de su hija, pero sí el de su yerno —no castulonense— el pío
Chafar, hijo del más célebre de los muladíes españoles, Ornar ben Hafsún,
que señoreó en Bobastro durante largo tiempo manteniendo su indepen-
dencia frente al poderío omeya.
En nuestro estudio analítico se da amplia referencia de todos los
personajes castulonenses conocidos de los que aquí, como arriba se ex-
presó, sólo hemos hecho un sucinta referencia.
448
III. Promedio de vida de los castulonenses
Es interesante determinar el promedio de vida que alcanzaron los
castulonenses. Hemos computado 25 personajes, 24 de nuestro onomasti-
cón castulonense, y otro más (CIL II 3312) que no hemos colacionado en
el mismo por no saber del personaje más que la edad de su fallecimiento:
30 años. Las cédulas de estos 25 personajes se refieren exclusivamente al
período hispano-romano; más concretamente, desde Augusto hasta el final
del Imperio.
Personajes computados: 25
A) Varones
Vivió 3 años 1
Vivieron 8 años 2
Vivió 19 años 1
Vivió 32 años 1
Vivió 35 años 1
Vivió 40 años 1
Vivió 45 años 1
Vivió 60 años 1
Vivió 64 años 1
Vivió 71 años 1
Vivió 75 años 1
Total "Í2
B) Hembras
Vivió 3 años 1
Vivió 6 años 1
Vivió 16 1
Vivieron 18 años 2
Vivió 23años 1
Vivió 26 años 1
Vivió 27 años 1
Vivió 33 años 1
Vivieron 43 años 2
Vivió 90 años 1
Total 72
C) Personaje no identificado (CIL II 3312)
Vivió 30 años 1
CONCLUSIONES
449
B) Porcentajes de vida media por cifras relativas (cómputo por eda-
des parciales).
1. De los 25 personajes computados:
No sobrepasaron los 14 años 5
Los sobrepasaron 20
2. De estas 20 personas que sobrepasaron los 14 años:
No sobrepasaron los 25 años 5
Los sobrepasaron 15
3. De estas 15 personas que sobrepasaron los 25 años:
No sobrepasaron los 50 años 10
Los sobrepasaron 5
4. De estas 5 personas que sobrepasaron los 50 años:
No sobrepasaron los 75 años 4
Los sobrepasaron 1
5. Esta única persona que sobrepasó los 75 años (Memmia Caretosa)
no sobrepasó los 95 años (falleció a los 90 años y tres meses).
6. Llegaron a centenarios:
Ninguno.
Es decir:
1. De las 25 personas computadas sólo sobrepasaron los 50 años 5
personas. Esto es, sólo sobrepasaron el medio centenar de años un 25 por
100, falleciendo el 75 por 100 antes de alcanzar dicha edad.
2. El mayor número de óbitos se produce entre los 26 y los 50 años.
3. Tan sólo 5 personas lograron sobrepasar los 50 años, pero tan sólo
I sobrepasó los 75.
4. No se conoce ningún centenario.
5. De las 25 personas, fallecen en edad infantil (de 1 a 10 años) 5,
esto es, el 20 por 100.
6. Igualmente, de las dichas 25 personas, fallecen en edad juvenil (de
II a 25 años) 5 personas, es decir, otro 20 por 100.
7. Sólo sobrepasaron los 25 años el 40 por 100, pero del mismo no
sobrepasan los 50 años 10 personas, o sea el 66 por 100 de ese 40 por 100
fallecen.
A estas conclusiones, sustancialmente, llega también García y Bellido
sobre las cien cédulas computadas en sus estudios sobre la vida media en
la antigüedad hispana: un promedio muy corto en comparación con el
actual; un elevado índice de mortalidad infantil y juvenil; escasísima seni-
lidad, y por último, índice máximo de mortalidad entre los 25 a los 50
años (3).
R. CONTRERAS
(1) K. Contreras, un gran bienhechor de Cástulo: Quinto Torio Culeón, Orel mía, 20, mavo-
agosto, 1965.
(2) Los numerales romanos que acompañan a algunos nombres de castulonenses no tienen otro
significado que distinguir los homónimos.
(3) A. García y Bellido: ¿A qué edad morían los españoles hace veinte siglos? M •dUamenta,
XIII, 1955, n.° 274.
450
PLANO DE LA ANTIGUA CIUDAD DE CUTIILO"
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-J--4
-!- -8
-'- -I
V "2
"¡" "3
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-J- -6
ISO 149 148 147 146 145 144 143 142 141 140 139 138 137 136 135 134 183
- L J . • • • i i i « • I I I I I I * t
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J--5
2 0 0 m . S p u n t o (0,00-0,00) it C A S T U L O
Plano n." 7. Martilla de (\niiil<
C o o f a i n a d o » 3»*02'I7"2 lo) t w r l l
3*37' Jf"6 l o n g M i l
Plano n." 8. Excavación del Cerro del Teatro.
J.J.U.-1973
Lámina IV. Puerta Norte. 1971. Urnas de las tumbas XIII. XLV. I. Y LVIII
Lámina V. I'iu'rta Surte. 1971, I, (>U,i y Interna tli pialo de la tumba / A. 2i -\juur di la tumbu
LXXJI.
I.iiimnti W. I'iicriii \t»i, 1971 Amar tic l<is lumhtis IXXIII v LXXVI
Lámina \ II. raería Sorte. 1971. Ajuar de la nimba LXXV
Lamina VIH Puerta Soné. 1971. Ajuar de la tumba LXXIX. En el n." 2, les i/os vasos gemelos con
decoración a la barbotina -
Lamina IX. Puerta Norte. 1971. 1) l ' r n a de la tumba I X X I 1972. 2) Excavación del ajuar I . X X X VIL
3l Tamba I de la i nadru ala Ext-I.
Lamina X. Puerta Surte. 1972. Selección de monedas.
lamina XI Piuría Surte. 1972. Setentón de monedas.
Lámina XII Puerta Surte. 1971. Selección Je manejas.
I.amina XIII. Campaña de 1971. Monedas de la Puerta Norte (110-113-116) y de la v i l l a (154).
Lámina XIV. Villa. I) Aspecto general Je las zonas N y W 2) Detalle de la habitación I. de en-
trada.
Lámina XV V i l l a . I) Hipocausíum de las urinas. 2) Delallt Je los Jos se¡ ion s Ji I mismo.
I.íiniiihi . V I 7 \'illa. / i la lialniaiion H \-¡.\ta desde el SE; se aprecian las superposiciones y las
( tnultitles hujn illa. 2i Delulli del humo tórrido.
IAUIUIUI Al//. V i l l a . Ambiente ('. h Salida de una canalización de desuelle. 2 \ .1/ Distintos aspec-
tos. Obsérvese la utilización de sillares almohadillados.
Lamina Al / / / Villa. /( Detalle del muro exterior con mana de cantería SF. 2) Comunicación del
Mihterróneo K con otra de las habitaciones.
I amina XIX. V i l l a . 1) Subterráneo K. Detalle de los orificios y acceso a la ••ala D-E. 2i La bóveda
ana ve: reconstruida por la Dirección General de Bellas Artes En primet plana, el patio .1
lamina XX. Villa. l)ilerrmc\ ti\/>c<lo\ del subterráneo K. /anuí i omumt ada < »n el desavía (Me- •
ni» l'miui di I ¡mi" sin \ repellada di i emento imitando sillares.
Lámina KXI. Villa. General y detalle de la zanja exti rna F. Al interior del nutro E l2i. rodeando el
patio, la zanja G.
Lamín,i \\II V i l l a . A\¡H , u , neral ,1, i ai , i so / | .7 paso <// subterráneo K. 2) Habita, ion I < n
prima término, la canaliza, ion.
/ IIIIIIII,! \ Mil Villa. /) Detalle Je un sillar reutilizado. 2) Opus spicatum del patio J. 3i Lañado de
los bloques.
Lámina XXIV. Villa. I) Ara aparecida durante la excavación: es anepígrafa. 2 y 3) Detalles di
aparejos exteriores.
Lámina XXV. Muralla. I) Lienzo del sector más reciente. 2) Conjunción de ambos sectores en el
torreón 4. 3¡ Poterna del lado interior de la muralla.
2 3
Lámina XXVII. Muralla. Vasos procedentes de la cara norte.
Lamina AA l / / / \ illa. Selección de monedas pertenecientes al conjunto aparecido en el palio I
Lámina XXIX. Villa. Conjunto ai,metal
Lamina XXX. Villa.. Conjunin moni ral
I.un,¡na \ \ Conjunto moni tul
Lamino XXXII Diversos a spei los ¡le la excavación del Cerro del Teatro
¡Aimina XXXIV. Cerrillo de los (ionios. 1971 I y 2) Detalles di la losa que tapaba la tumba III
Dentro i(¡ la unía ion las cenizas y el ajuar (su posición original era horizontal).
Dtjiuii} o/ n O/Uttf vpnflDif OJIJKII/,)}.)!/ jj./o.) ,)p tuu.) \ "/y 7/6/ s<>7 .»/» (>/¡I.I.¡.> ) \ \ \ \ mnu/irj
I'Minina \ \ \ \ I l trullo di lo\ (mido'. 1971. Aiuai di la tumba II lno\. 1, 2 \ 1. I rila de la tumba
17 t4i \ unos di la tumba III i> \ 6i
Lamina. XXXYIL Cerrillo de los Gordos. Vasos de ia tumba IC.
Lámina XXXVIII. Cerrillo di Los Gordos. 1971. Vasos restaurados de ia tumba \ II o
drios».
2
Lámina XXXIX Cerrillo de Los Gordos. 1971. Jarrita de vidrio de la tumba VII (I) y vaso de
costillas de la tumba V ¡2).
Lámina XL. Estacar de Roharinas. 1) Corte 73/1 visto desde el Norte. 2) Corte 73/1: la cista abierta.
1
Lámina XLI. Estacar de Robarinas. h Corle 73 11. Cura occidental del enlosado vista desde el
Norte. 2) La greca del lado Oeste.
1
Lámina XLII. Estacar de Roharinas. I) Corte 76 I. Nivel de base del túmulo. 2¡ El túmulo visto
desde el ángulo NO. A la derecha, restos de esculturas.
Lámina MUI Estacar de Robarinas. 11 Curie 76 L Paral Oeste ili la < amara. 2i El lado Oesti del
túmulo; son visibles los pozos en sus esquinas. En el centro, tas losas que cubrían la cista.
2
Lámina XLIV. Estacar Je Robarinas. I) Corte 76II. LaJo Oeste Jel túmulo y cobertura de la lista.
2) La cista una ve: abierta.
2
Lámina XLV. Estacar de Roharinas. I) Corte 76111. Empedrado central enmarcado por las grecas,
visto desde el Este. 2) pozo en B-6.
Lámina Xl.YI. Estacar de Robarinas I, Corle 76 11 la vicia interior del lado Oeste. 2i La t-reca
o,- ,/,./ anaulo Nordeste. 3) Superposición de las mecas en el lado \o>t, .
Lámina XLVII Estacar de Roharinas. Ii Corle 76 11. Detalle de la composición de una greca.
2) Roteo del ángulo Suroeste.
¡.amina XI Mil Eslava, de Robarinas. Corle 7611. I) Anverso de la placa de pizarra. 2) Reverso.
2
Lamina Estucar de Roharinas. Cora 76 / / Placa de pizarra. I) Detalle del i asea. 2i Detalle
de la montara.
4
Lamina L. Estacar de Robarinas. Corte 76 11. ¡i Detalle del anverso de la placa . 2i Cama de
bocada de caballo. 3i Corte 76 1. Apliques de bronce. 4i Corle 73 1. Líbalas anidares halladas en la
pira tli y junto a la asta l2i.
1 2
I ainuní l.lll. Estator Je Robarinas. Ii Corle 73 II: fragmento escultórico, posible cabeza Je felino.
2, Corle 73 1. Erugmcnto escultórico. 3 \ 4) Corle 76 1 Jos vistas Je un fragmento escultórico.
Lámina LIV. Estacar de Roharinas. I y 2i Corte 73 II: vista central y lateral de una mascarilla (li-
bróme. 3 v 4i Corle 73 II: Campanilla v pendientes hallados en el ludo SO. 5i Ajuar del conjunto I
nos. 749 a 757.
Lamina L\'. Estacar de Roharinas. I raímenlos de cráteres.
¡.amina hsituar de Robarinas. I-raímenlos de Kylikev
I ilillinn I VII hn lllgurmn, s
Lámina LVIII Los Higuerones.
¡Minina LIX Basa en honor Je Anlonino l'io. procedente Je la villa.
CATALOGO
DE
PUBLICACIONES
MEMORIAS DE LA J U N T A SUPERIOR DE EXCAVACIONES
Y ANTIGÜEDADES
Serie publicada por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades desde 1916 a 1935.
NUEVA SERIE
Prehistoria 1. 1972. Precio, 1.200 ptas. Arqueología 1. 1972. Precio, 1.200 ptas.
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