¿Estamos frente a una crisis del amor en los comienzos de nuestro siglo? ¿Existe una
represión del amor?, ¿una huída, una fuga del mismo, parafrasendo el título de la obra
de B. Schlink “Amores en fuga”? ¿Está en crisis la concepción del amor (yo pienso que
el amor es ante todo un concepto que se manifiesta a través de un discurso)? ¿Se teme,
se rechaza, se hace más difícil actualmente pronunciar el discurso amoroso?
En las últimas décadas, la lucha por la igualdad entre los géneros trajo consigo
una profunda transformación en las relaciones entre los hombres y las mujeres que ha
producido una verdadera crisis de la vida en pareja. Pero además esta crisis que lo es de
los vínculos humanos en su conjunto, y por lo tanto de la subjetividad de época, se
alimenta también de múltiples transformaciones que arrojan más leña al fuego: muchos
muy positivos, otros de difícil metabolización, algunos altamente negativos (tales como
la expansión de un capitalismo cada vez más salvaje, primacía del individualismo,
banalización de la sexualidad, consumismo a ultranza en casi todos los órdenes,
aumento de la violencia xenofóbica y de los actos discriminatorios, etc)
También en estos últimos cincuenta años el rol femenino sufre cambios
drásticos; señalo los más importantes: a) liberación demógrafica de la mujer, como lo
plantea A. Imhof, a causa de la esperanza de vida. El “estar para los hijos” se ha
convertido en un período transitorio en la vida de la mujer. (Esto también es válido para
el hombre; y además este significativo aumento de la esperanza de vida colabora para
que ambos estén en condiciones para poder conformar varias parejas a lo largo de la
biografía personal); b)descalificación del trabajo doméstico; c) anticoncepción (se
libera la sexualidad femenina del fantasma de la maternidad); d) derecho al divorcio
(mayor permisividad en el planteo de las separaciones conyugales); e) participación
masiva en la enseñanza y las profesiones; f) entrada explosiva al mundo laboral; g)
movilidad social cada vez mayor.
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describir. Anthony Giddens nos habla de “sexualidad plástica”-sexualidad liberada de su
relación intrínseca con la reproducción- con una tendencia a una igualdad sexual
creciente, donde ambos sexos se ven forzados a cambios fundamentales en sus
perspectivas y en sus conductas.
Zigmunt Bauman plantea el “amor líquido”, en un mundo globalizado que
padece de fragilidad en los vínculos humanos.
Se vive en tránsito, en elecciones cambiantes e inseguras, con remodelaciones
constantes de las personas y sus relaciones sociales, que parece conducir a una
deconstrucción más radical.
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Ya en el primer tercio del siglo XX, aparece un libro, que sentó las bases de lo que seguirían siendo las
exigencias para la conformación de la pareja matrimonial perfecta: "El matrimonio perfecto" del holandés
Van de Velde, que incluía hasta técnicas para alcanzar la "felicidad erótica".
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Idolatrización del matrimonio: como efectos de las pérdidas y duelos que la posmodernidad instala. "Si
no hay dios, ni cura, ni clase, ni vecino, entonces queda por lo menos el "tú", intento de llenar el vacío.
Las uniones se dan entonces también por miedo a la soledad.
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Vivimos en una sociedad que como plantea Castoriadis “parece haber perdido su
condición de morada de sentido y valor, y la referencia a una historia pasada y futura,
dotada también de sentido”. Se sufre por una vida sin sentido; el sufrimiento adopta la
forma de “vacío existencial”. Y para llenar ese” vacío, dar sentido y arraigo a la vida, se
busca el “amor romántico” en la relación de pareja, que se convierte en necesario.
. “El matrimonio se transforma en una institución especializada en el desarrollo y
estabilidad de las personas” (Ryder, N.B.) Amor e identidad se entrelazan. Nueva y
pesada exigencia para la vida en pareja! Son expectativas muy altas: se anhela un
confort y estabilidad que, por los factores que vengo señalando, son muy difíciles de
alcanzar (algunos autores coinciden en pensar que el gran problema de la vida privada
en la actualidad es la “vida en pareja” ). Por otro lado, los contenidos de lo que es y
debería ser el amor cambian en el curso de la historia. El amor es, además de tantas
otras cosas, una construcción de exigencias normativas que requiere procesos de
negociación, elaboración, mediación muy complejos; y por eso mismo se torna difícil y
a veces hasta imposible. “Definición de una pareja actual: no se quieren se hablan”. Así
ilustra V. Hage (1987) la necesidad que se tiene del diálogo permanente para establecer
negociaciones en la actualidad. Lo llama además “trabajo relacional”. Las expectativas
de lo que debe ser y hacer cada miembro de la pareja están marcadas por una hibridez
inquietante. M. Kundera dice al respecto que el hombre sigue interesado en una mujer
que ya no existe y las mujeres andan en busca de un hombre que no ha nacido todavía.
Aries plantea que en casi todas las sociedades y épocas, menos en la nuestra,
había una gran diferencia entre amor dentro del matrimonio y el amor fuera del
matrimonio. Hoy hasta se pretende un "amor pasión" en las parejas matrimoniales (o sus
subrogados). Tal vez la precarización e inestabilidad de la ocupación laboral en nuestros
días, colabore para que la pareja se convierta en el lugar más importante (y a veces
único) donde se demande placer y reconocimiento narcisista.
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solidaridad antes constituidos, modificando las construcciones de sentido, generando
así, una nueva forma de concebir la pareja.
Ante estos planteos, ¿podemos sostener alguna posición más o menos clara con
respecto al amor sexual adulto? ¿podemos delinear una concepción del mismo que
contemple esta complejidad concurrente?
Lo privado es, sin duda alguna, una experiencia de la modernidad que se sigue
investigando aún hoy día. La historia, la sociología, la antropología histórica, la
psicología e incluso el psicoanálisis reflexionan sobre este tema. Se lleva a un primer
plano los particularismos, las individualidades, las diferencias (de sexo, de edad, de
etnia, de religión, etc.) que pasan a ser considerados como motor de la historia.
Esta manera de considerar la “privatización de las costumbres” va acompañada
de una exaltación del individualismo, fenómeno que caracteriza a occidente (a
diferencia de la cultura oriental). En nuestros días ya casi no se acepta subordinar los
intereses personales a las propuestas englobantes de los Estados totalitarios, despóticos
o democracias con concentración de poderes, aunque estas formas sigan teniendo
vigencia. Como señala M. Perrot, el siglo XX es la edad de oro de lo privado, que va
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acompañado de lo íntimo y de lo individual, y fue precedido por las bases que asentó la
Revolución Francesa.
Lo privado se centra fundamentalmente en la vida familiar (y en general la
mayoría de los estudios se refieren a lo familiar urbano y principalmente burgués) por
eso resulta de estimable interés para las reflexiones que podamos hacer con respecto a la
vida en pareja. Pensar lo privado nos lleva a plantear cómo los individuos organizan sus
representaciones, cómo manifiestan sus emociones, qué comportamientos asumen en su
vida íntima, sus formas de sentir, amar, qué sueños tienen y cómo organizan su deseo.
Además lo privado está indisolublemente ligado a la política de lo cotidiano, y la trama
socio-cultural en su conjunto. Entonces cualquier reflexión que se haga desde los
diferentes campos del saber, debería dar cuenta de esa trama.
Señalaba más arriba la importancia de la Revolución Francesa con respecto a la
vida privada ya que ella fue, entre innumerables consecuencias, quien limitó el poder
paterno omnipotente, reconoció el divorcio, proclamó derechos del individuo, y la
inviolabilidad del domicilio (1794).
Pero no se puede soslayar que a lo largo de nuestra civilización occidental desde
el siglo I D.C. dos grandes fuerzas controlaron -y controlan aún- la vida privada: el
Estado y la Iglesia Católica, y que, por otro lado, siempre compitieron entre sí al tratar
de alcanzar sus cometidos que en muchos casos aparecen en contradicción. Esta
influencia es muy notable todavía en la actualidad: no es lo mismo una pareja de
convivencia que haya pasado antes o no por el civil y la iglesia, o que dada la
separación conyugal haya realizado el divorcio legal o no. Son prácticas sociales que
muestran y determinan diferentes formas de percibir el vínculo, de sostenerlo y de
deshabitarlo.
Con respecto a la intimidad habría cierto consenso en suponer que pertenece, a
diferencia de lo privado, a la esfera de lo más interno del individuo. En general es
referido a algo espiritual o psíquico, en cambio “interioridad” puede ser espiritual o
material, y además se lo considera interior si antes fue exterior . María Moliner, en su
Diccionario, define lo íntimo como lo más profundo; superlativo de interior; lo que está
más adentro, más al fondo, lo secreto, más personal. Conjunto de pensamientos y
sentimientos que cada persona guarda en su interior. Hay mucho de esa “intimidad
personal” que se comparte con la pareja, incluso diría que se construye en casi todos los
casos, una intimidad propia de cada pareja, pero que a su vez, siempre quedaría un
“resto” que sería incompartible y a veces hasta intransmisible al otro. No sería
exagerado decir que la intimidad es condición básica para la vida de la pareja, que se
movería entonces, en tres espacios: el público, el privado, y el íntimo, siendo este último
el más delicado y sensible para una aceptable armonía.
Hay una posible manifestación de lo íntimo que puede entregarse al otro, y
además posee un carácter inagotable lo cual lo diferencia también de la interioridad, ya
que lo interior ha sido o ha podido ser exterior, se ha replegado hacia lo interior. De
todas maneras la designación de interior o exterior no le cabe a la intimidad que no es ni
una cosa ni la otra, o las dos al mismo tiempo. Prefiero pensarla como surgiendo de lo
más profundo de lo personal, que se manifiesta con otro y se realimenta a su vez con la
intimidad de esa otredad. Hay algo muy profundo de las personas que trasciende hacia
el otro, pero que necesita de ese otro por fuera de uno para poder desplegarse.
Cuando este término se usa como perteneciente al ámbito de las parejas, se lo
reviste en general de un carácter de positividad que me parece crea ciertas confusiones.
Solemos escuchar que cuando una pareja tiene intimidad están en mejores condiciones
que otras que no la tienen. Se lo considera además como una pareja habitada por
sentimientos que promueven el acercamiento, la conexión entre sí, es decir, siempre en
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términos de confiabilidad, confort, empatía. Me parece en primer lugar, que es bastante
difícil que una pareja carezca de momentos íntimos, en todo caso éstos pueden ser
pocos o evitados. Pero lo que también puede suceder es que esa intimidad resulte
negativa para ambos o alguno de los dos y esto genere formas de evitación, por ejemplo
no permaneciendo solos casi nunca o interponiendo otros vínculos (hijos, amigos,
familiares), es decir “usando” otras personas para tal fin. Por lo tanto la intimidad “per
se” no es que sea siempre buena; puede ser también negativa, lugar de despliegue de
incapacidades, inhibiciones, conflictos, y justamente por eso ser evitada.
¿Cuáles son algunos de esos cambios que se vienen operando en la vida íntima y
privada de las parejas en la actualidad?
Todos sabemos que los cambios sociales producen transformaciones en el
interior del individuo que alcanzan, por supuesto, la estructura de sus afectos. Y además
que nuestros sentimientos y nuestras convicciones más íntimas se conforman a partir de
los vínculos que establecemos con los otros y también desde el contexto social al cual
pertenecemos.
Por lo tanto los procesos de globalización, como tendencia de homogenización y
estandarización de la vida cultural, el avance permanente de un capitalismo a ultranza,
con los cambios que ello implica en las condiciones de trabajo tanto en las sociedades
desarrolladas como en las más rezagadas, la gran concentración humana en centros
urbanos, como ejemplo de muchos otros que se vienen operando, no podrían dejar
indemne la vida privada de las parejas, sino todo lo contrario, influyen en ellas de
manera tal que les aporta una cuota de interrogantes e incertidumbre crecientes.
Existió durante mucho tiempo la tesis de que el mundo público pertenecía al
hombre y el privado a la mujer. Creo que tuvo asidero hasta no hace muchas décadas y
precisamente esto fue cambiando notablemente hasta convertirse hoy día en algo que
causa malestar ya que tanto el hombre como la mujer se sienten un tanto extraños en
poder compartir en forma igualitaria estos espacios. Ya lo privado y lo público no le
pertenece prioritariamente a ninguno de los dos sino que ambos tienen que vérselas con
el desafío que significa el estar resolviendo situaciones en ambos ámbitos. La salida
fuera del hogar que significó importantes reinvindicaciones para la mujer, descolocó al
hombre de su lugar tradicional. Pero también para la mujer estos cambios resultaron
complicados ya que no sólo ahora tiene que resolver temas domésticos para lo cuales
culturalmente estaba más preparada , sino que se las tiene que ver en el espacio público
con roles donde debe competir a veces hasta ferozmente para ganarse un lugar que
generaciones anteriores usufructuaba el hombre.
Otro de los cambios en la vida privada, que plantean autores como R Sennett 1,
es que las relaciones se han tornado más frías, indiferentes, objetivas, a la manera de lo
que sucede en el ámbito público, como si éste hubiera invadido el espacio familiar que
se torna incómodo y deja de cumplir con las funciones de continencia afectiva,
distensión, etc. Esta “huida” creciente hacia lo público se convierte en una “necesidad
básica”- necesidad de la vida urbana- que crea permanentes insatisfacciones pero de la
cual el individuo no puede escapar. Se hacen, entonces, más difíciles e infrecuentes los
encuentros “cara a cara” en la esfera privada; hay una carencia de espacios para la
intimidad de las parejas.
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algunas distinciones aunque este no sea el lugar para desarrollar ampliamente este tema.
El individualismo puede ser considerado como “… una ideología, entendida como un
conjunto de representaciones, ideas y valores comunes a una sociedad” 2. Aparece
durante la Reforma protestante y se afianzó como concepto en la primera mitad del siglo
XIX asimilando los efectos aportados por la Ilustración y la Revolución Francesa.
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inaugura, aunque paralelamente socava, la posibilidad de desarrollo individual y
cooperación social. Esto ha dado pie a los que plantean un "narcisismo" dominante en el
comportamiento actual. El culto al yo, donde hombres y mujeres son artífices de sus
propias vidas, puede ser algo estimable, pero cuando se lo alcanza sin tener en cuenta al
prójimo, sin un sentido de responsabilidad mutua y pertenencia común, puede conducir
a un desierto ético.
Se corre el peligro de la instalación de un desarraigo, de una subjetividad
individualista que no visualice la importancia de los lazos indisolubles entre libertad
individual y pertenencia social. Porque además "nos conocemos como seres particulares
sólo en tanto vivimos en contacto con los demás, y experimentamos las relaciones sólo
en tanto diferenciamos al otro de nuestro ser particular" 6. Sin embargo, en nuestro
esfuerzo por alcanzar dicho equilibrio, necesitamos liberarnos de las limitaciones a las
que nos condena el individualismo radical que hemos heredado en Occidente.
Atomización de la sociedad.
Crisis de confianza.
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Carol Gilligan
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Deserción social.
Aceleración de las experimentaciones capitalistas.
Capitalismo permisivo y hedonista.
Neutralización y banalización sociales.
Individualismo puro = psi, es decir, liberado de los encuadres de masa y
enfocado a la valoración generalizada del sujeto.
Nueva bulimia: consumo de conciencia.
Desapego emocional.
Podemos coincidir con todas estas características o sólo con algunas, pero lo
cierto es que nuestra sociedad actual dista bastante de la tradicional y que por lo tanto
todas estas transformaciones van perfilando modelos de subjetividades que
conmocionan todas sus instituciones y por ende el matrimonio y todos los vínculos de
pareja semejantes.
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O. Sapena Pastor. Comunicación Internet.
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normas, son prácticamente reemplazadas por el nivel de vida, el bienestar, el confort y
el consumo. No cuentan la religión, ni las ideas políticas, ni la solidaridad social con la
comunidad local o de trabajo, con compañeros de clase. Si no se convierte en un
marginal (droga, delincuencia, inestabilidad caracterial), le queda la vida real de la
privatización, que puede o no enriquecer con una o varias manías personales. Vivimos
la sociedad de los lobbies y de los hobbies.....Cuando, como es el caso en todas las
sociedades occidentales, se proclama abiertamente que el único valor es el dinero, el
provecho, que el ideal sublime de la vida es enriquecerse, ¿es posible concebir que una
sociedad pueda seguir funcionando y reproduciéndose sobre esta única base?
PROCESOS DE TRANSFORMACIÓN
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La sexualidad que era enfocada fundamentalmente para fines reproductivos, pasa a
ser una forma de comunicación y expresión de afectividad.
No se acepta en general la ausencia de deseo, ni el sacrificio del mismo en aras de la
continuidad conyugal.
El matrimonio deja de ser obligatorio para vivir en pareja y se amplían otras formas
de convivencia. Tampoco el ritual religioso es en muchísimos casos requisito
fundamental.
Aparecen con fuerza opciones que antes eran muy poco frecuentes: “no quiero tener
hijos”, “no quiero casarme”, “no quiero vivir toda la vida con la misma persona”,
etc.
El divorcio pasa a ser una elección frecuente, y ya no es vergonzoso; en algunos
casos tampoco se lo vive como fracaso.
Hay un tratamiento de igualdad creciente entre los esposos e inclusive se lo constata
en la legislación.
La exclusividad sexual entre los miembros de una pareja deja de ser tan férrea.
Inclusive el concepto de infidelidad se torna cambiante y aparecen diferentes formas
de ser considerado.
Los ideales de felicidad, amor, placer depositados en la pareja de tornan como
exigencias permanentes.
Se impone una tendencia individualista creciente por sobre lo colectivo y lo familiar.
El desarrollo personal se ubica en la cima de los intereses del individuo.
La mujer, la gran protagonista de las últimas décadas, se ha vuelto autónoma,
independiente, cuenta en general con recursos económicos y goza de una creciente
libertad sexual.
Hay una creciente liberalización de las costumbres que influye sobre la moral, la
sexualidad, la vida íntima de las parejas.
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otro rasgo de época, por lo tanto el crecimiento de personas que viven solas es cada vez
mayor, por lo menos en las grandes ciudades.
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