Sobre la infidelidad.
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posibilidad, que el unicato no puede reinar permanentemente. Y además, cuando uno de los
dos comienza a transitar una nueva relación, donde no sólo el sexo es importante sino que hay
otros atractivos muy valorados en juego, que hacen que la persona considere beneficioso
sostener ese vínculo, lo más probable es que la pareja anterior esté agotada o en vías de
estarlo. En estos casos los lamentos, el daño que se ocasiona al abandonado no es sólo en el
plano de la pérdida de ese afecto, sino también en el cambio que se le genera en su vida en
general, en su habitat, en lo económico, en lo social, etc. Pero eso es parte de la vida, y no
deberían ser esos perjuicios las razones valederas para quedar encadenados a una relación
estéril toda la existencia restante.
Cada vez más la monogamia como mito recibe estocadas mortales desde muchos frentes
y por variadas razones. Entre ellas se agrega la autonomía de las mujeres. Ya no sólo el
hombre suele tener libertad para no cumplirla, sino que ahora también las mujeres, en plano
de igualdad, dejan paso a su derecho de procurarse lo que no pueden obtener de su pareja
estable, o a poder acceder, sin culpas, a las prácticas sexuales que el hombre durante siglos
ejerció en forma visible u oculta. El clamor de igualdad de deberes y derechos entre varones y
mujeres habitantes de los diferentes tipos de parejas que se conforman en la actualidad, es
constante y aumenta día a día.
El carácter egoísta y narcisista del amor en los seres humanos limita la capacidad
de soportar el compartir la persona amada con otro u otros, y lo vive como una grave
afrenta. La condición por lo menos ilusoria de exclusividad (fidelidad) en la vida
amorosa de las personas sigue siendo una necesidad y una fuente de bienestar. A pesar
de todo, la idea tradicional de fidelidad se va distendiendo, relajando, cada vez más.
Antes de seguir adelante con estas reflexiones sobre este tema tan álgido en la
vida de las parejas, me gustaría sentar mi posición con respecto a la diferenciación que
suelo hacer con respecto a fidelidad- infidelidad y exclusividad sexual, hechos que no
ubico en igualdad de condiciones. Fidelidad según el Diccionario de Autoridades de la
Real Academia Española (1726-1739) se define como “lealtad, observancia de la fe que
uno debe a otro por ser superior como el vasallo al rey, el criado al amo. Significa
también la virtud que obliga a cumplir lo prometido”. En la edición de 1992 del
diccionario de la Real Academia de la Lengua se define fidelidad como “1. Lealtad,
observancia de la fe que uno debe a otro. 2. Puntualidad, exactitud en la ejecución de
una cosa”. Por lo tanto ser infiel es romper la promesa de lealtad hacia alguien. Me
pregunto ¿se puede ser fiel a las promesas que formulamos en primera instancia en
todos los ordenes de nuestra vida? ¿Debemos ser fieles a todas esas promesas que
realizamos en algún momento de nuestra vida y no modificarlas jamás a través de los
años? Las promesas están hechas para romperlas con el paso de los años y las
circunstancias. De todas maneras me parece que en un vínculo matrimonial existen
muchos pactos de convivencia que sí merecen ser respetados y que la fidelidad o lealtad
pasa precisamente por poder sostener un proyecto de vida en común donde ambos (y su
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prole) puedan vivir confortablemente afectiva y materialmente, donde los esfuerzos para
lograr eso sean legítimos y no se disipen hacia otros frentes. Pero algo muy distinto es
que en algún momento de la vida de la pareja ocurra un encuentro sexual con otro, sin
que eso significa la necesidad de romper el vínculo.
Tanto un hombre como una mujer pueden aceptar hoy en forma más extendida,
sin decirlo abiertamente a su compañero sexual, que nadie está exento de que le ocurra
algún encuentro sexual al margen de su pareja estable, y a veces agrega que hasta podría
perdonarlo. Por supuesto que cuando ocurre todo es distinto: esa pérdida del lugar de
preferencia causa dolor y se lo vive como una afrenta grave. De todas formas las
relaciones en paralelo aumentan, y las mujeres hoy se igualan a la tradicional “libertad”
que siempre se solió adjudicar a los hombres en ese aspecto. Los recursos más
frecuentes que ocurren para ya no soportar más la exclusividad sexual a lo largo de
muchos años de vida en pareja son, por un lado la tradicional hipocresía de decir que se
es fiel y simultáneamente tener relaciones de amantazgo breves o duraderas, por el otro,
el buscar a partir de la facilitación del divorcio y las separaciones nuevos compañeros
sexuales, lo cual hace que una exclusividad para toda la vida ya casi no se vea, y
además como corolario de lo anterior, el elegir vivir solo, con alguna pareja estable o
no, donde la posibilidad de frecuentes encuentros sexuales se ve ampliamente facilitado
precisamente por esa condición de no compartir el mismo techo. Porque la oportunidad
es un agente facilitador para dar rienda suelta al deseo. Esto no significa que aún hoy
muchas parejas continúen prometiéndose exclusividad mutua y que además la cumplan.
Por existir una gran variedad de variables este tema tiene una complejidad que no
puede resumirse en pocas opciones. Existen razones ideológicas, religiosas,
psicológicas, socio-culturales que intervienen para que esa exclusividad se siga
sosteniendo como valor social.
La fidelidad puede ser entendida no como valor moral sino como una necesidad
social referida esencialmente al orden y sostenimiento de las sociedades en Occidente.
Está organizada en torno a un pacto fuertemente reglado por el Estado y las normas
religiosas, principalmente por la Iglesia quien ha ejercido a lo largo de siglos un papel
preponderante desde el siglo VII en adelante. Como plantea Daniel Sibony muy
acertadamente, la fidelidad se muestra como lo contrario de la seducción y de la
traición. No alejarse del camino (y ese camino puede ser la relación conyugal o Dios
por efecto de la seducción o de alguna otra cosa, y agrega que asegurar que uno no será
seducido jamás, es como garantizar cierta muerte, y yo agregaría que es como matar al
deseo, porque la seducción forma parte de las fuerzas de la vida. ¿Acaso no
traicionamos nuestro primer amor, nuestra madre, que es precisamente nuestro primer
objeto amoroso y a la cual tantas promesas le hacemos que quedarán incumplidas? ¿No
traiciona el discípulo al maestro cuando tomando los supuestos aprendidos, los
transforma y hasta reniega de alguno de ellos? Si en la vida no existieran esas
“traiciones” necesarias no podríamos hablar de “vida”. El diccionario define a la
fidelidad como la exactitud en cumplir con un compromiso, también como constancia
en el cariño. Esta definición merece leerse con mucha atención. Si la fidelidad es entre
otras cosas constancia en el cariño ¿se la puede prometer? ¿Se puede prometer esa
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constancia en períodos prolongados? El cariño es un sentimiento, como también a veces
describimos al amor, o la gratitud, el odio, la tristeza o la dicha. La intimidad de los
sentimientos es muy compleja y misteriosa, como también lo es la forma en que nacen y
se expresan, se sostienen o agonizan, los motivos por los cuales dichos sentimientos se
despliegan, se debilitan o desaparecen. Las razones por lo cual eso sucede son
desconocidas por nosotros, a veces nadan en las aguas de nuestro inconciente pero lo
cierto es que son tan insondables como el alma de las personas que sienten. El concepto
de fidelidad sexual tal como se lo expresa en las cuestiones del amor es una norma
externa para querer suplir las diferentes paradojas que el amor mismo plantea, querer un
reaseguro de algo tan volátil y cambiante como lo es el sentimiento amoroso. Limitar
por un lado la libertad, y promoverla, a la vez, por el otro, es como bien plantea Sartre,
tratar que esa libertad sea ejercida para que el otro/a me ame sólo y únicamente a mí.
“Ciertas cosas para hacerse reales deben pasar por esa vibración precaria en la
que se mezclan fidelidad y traición ¿A qué eres fiel cuando traicionas, y que traicionas
siendo fiel “ se pregunta Daniel Sibony.¿Cuántos cuerpos deseables caben en nuestras
mentes? ¿Cómo alguien puede pensar que los vínculos deberían anular el deseo por
otros y de otros seres? ¿Cómo se ha podido trivializar tanto el conocimiento de la
fidelidad ligándolo exclusivamente a lo sexual? Y entonces ¿cómo entendemos el
contacto físico entre los individuos para que los vínculos previamente constituidos no se
desestabilicen demasiado o se quiebren definitivamente? ¿Dónde están los límites al
deseo y del deseo? ¿Dónde se los ubican los que no se ajustan a los cánones oficiales
del deseo? Hace unas cinco décadas atrás se penalizaba el besarse en público, Dentro de
algunas décadas más ¿será aceptado o decente sostener intercambios sexuales entre
parejas, algo que ya ocurre pero se lo considera perverso y moralmente inaceptable?
¿No se verán ciertos intercambios sexuales simultáneos a los de la pareja estable como
algo que enriquece la vida sexual de los individuos?
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una herramienta de refugio, consuelo y/o justificación de un conjunto de incapacidades
personales y temores, es decir, se termina siendo fiel porque no se puede hacer otra
cosa, siendo muy distinto esto de aquél que pudiendo y teniendo oportunidades para
hacerlo elige por la negativa. Es bastante frecuente ver en la clínica que aquellas parejas
que se obligaron a una fidelidad absoluta caigan en crisis muy profundas ante cualquier
episodio de infidelidad, aunque el mismo no sea tan importante. Son parejas que
defienden el vínculo como si fuera una fortaleza en la cual nadie puede penetrar, y ante
el menor atisbo de intromisión, estallan con toda su artillería. Ese es un concepto de
fidelidad muy irreflexivo, rígido, poco pensado y conversado que se ha organizado bajo
un modelo tradicional de pareja que hoy en día esta siendo cuestionado por las
incesantes transformaciones socio-culturales.
Es de tenerse en cuenta que lo obligatorio, lo rígidamente prescripto, lo
inmutable no produce la excitación necesaria para la vida intima de una pareja sino que
por el contrario, acentúa el aburrimiento. La fidelidad debería ser una opción que se
elige voluntariamente, hasta a veces en forma unilateral, pero no tomada como un
importante reaseguro para tener al otro en forma incondicional, sino como algo
dinámico, cambiante, dependiente también de las transformaciones que una pareja va
sufriendo con los años. Además hay que tener en cuenta las notables diferencias de la no
exclusividad sexual en los diferentes tipos de parejas, y no hacer afirmaciones cerradas,
universales para todas las relaciones. La fidelidad entendida como lealtad, confianza, es
necesaria para poder mantener compromisos adquiridos y hacer que un vinculo de
pareja pueda mantener continuidad en el tiempo. Es fundamental para establecer una
vida en común y comprometerse con el otro. Ese lazo, cuando es sólido no se rifa por
algún encuentro sexual por fuera de la pareja estable. Y si así llegara a suceder es
porque lo nuevo adquiere suficiente fuerza sobre lo que ya se estaba agotando,
terminando. El contenido de la fidelidad va cambiando a medida que va cambiando la
vida, y la vida en común de la pareja, se va redefiniendo con el paso del tiempo. No es
algo que se genera automáticamente: es una decisión con contenidos específicos en cada
caso. Es la confianza de sentir al otro de la pareja como un compañero de vida que nos
aporta esa cuota necesaria de seguridad, protección, cuidado, afecto, compañerismo,
alegría, complicidad, confortabilidad y que además de sentirlo como reciproco estamos
dispuestos a jugarnos por ese otro del vinculo.
A esta altura creo que casi nadie podría objetar la legítima necesidad de que una
relación de pareja con convivencia se sustentara sobre parámetros de una fidelidad
entendida como lealtad, compromiso en un proyecto en común, cuidado por el otro,
como lo planteaba más arriba. La dificultad surge cuando esta fidelidad se la quiere
entender casi únicamente como un pacto de exclusividad sexual. Ahí es donde se
dividen las aguas. Creo que es hipócrita la promesa de afirmar esa exclusividad al otro,
porque es como si quisiéramos sujetar nuestro futuro deseante a un pacto (que en
muchos casos es una norma y hasta un decreto o artículo del código civil). Más, diría
que es imposible prometer sobre algo tan delicado, cambiante, misterioso como lo es el
deseo humano. Es como prometer amor a alguien para toda la vida cuando sabemos que
será hasta que se acabe, salvo que uno tenga la predisposición de imponérselo a
rajatabla para sí mismo y para el otro ¿Podemos llamar a eso amor?
Así como creo que es interesante y operativo mantener la diferencia entre
fidelidad y exclusividad sexual, me parece que también se debe respetar la diferencia
que existe entre una pareja matrimonial concebida bajo las leyes civiles y los ritos
religiosos y aquellas que no adoptan ese sistema pero que se parecen en casi todo a las
primeras. Tanto la ley civil como por ejemplo la canónica cristiana consideran la no
exclusividad sexual como “adulterio” y causa de separación de los cónyuges, siendo por
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lo tanto una falta (pecado) grave. Esto de por sí ya es suficiente para resultar ser una
prescripción social muy fuerte y muy resistida a sufrir cambios.
Fidelidad se emparenta con lealtad. Una persona fiel o leal es aquella que se
mantiene constante en sus afectos o en el cumplimento de sus obligaciones o en la fe
que uno debe a otro. Fiel es aquél que no defrauda la confianza que se deposita en él. La
fidelidad se relaciona con la gratitud, la persona leal ha recibido un bien de otro y no
olvida, lo valora. Pero, ¿se puede ser leal y no fiel?
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que esto está cambiando, y son esas parejas que se constituyen después de las
matrimoniales, que por lo general no conviven, las que más generan situaciones nuevas
que conmocionan los parámetros tradicionales, entre ellos los de una monogamia
estricta.
Monogamia y fidelidad
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historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer, sino bajo la forma de un
esclavizamiento de un sexo sobre el otro, donde la supremacía absoluta del hombre
sobre el sexo femenino fue constante. Por otro lado señala que el heterismo
(intercambios sexuales extraconyugales) y el adulterio fueron los eternos compañeros de
la monogamia .Ésta nació de la concentración de grandes riquezas en manos de un
hombre y del deseo de trasmitir esas riquezas por herencia a los hijos de ese hombre,
excluyendo a los de cualquier otro. Debido a eso era necesaria la monogamia de la
mujer, pero no la del hombre. Debido a eso era necesaria la monogamia de la mujer,
pero no la del hombre.
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el acto de la infidelidad, sean armónicas con el sistema de ideales de esa persona en
particular.
No siempre esa ruptura de la exclusividad pueda ser siempre perjudicial para la pareja: a
veces finalmente, puede tener algún beneficio para ambos participantes de la pareja
conyugal
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