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LA FIGURA “EJEMPLAR” DE ULISES EN EL INFIERNO DANTESCO.


Milagros Rojo Guiñazú y Edith Beatriz Pérez

La diferencia entre el Ulises homérico y el de Dante Alighieri se debe a razones ligadas a


la poesía pero también a la historia de la difusión de la Odisea. Es que Dante no conocía el
poema homérico en tu totalidad puesto que comenzó a difundirse después de 1365 y
publicado en italiano, en Florencia en 1488.
Conocía sólo algunos fragmentos de la Odisea, además de diversas aventuras de Ulises, a
través de la lectura de autores latinos como Virgilio, Horacio, Cicerón, Plinio el Viejo,
Séneca, etc. Pero no conocía el poema completo. Y sin embargo, habla de Ulises cuatro
veces en su Divina Comedia: 1) en el Canto XXVI del Infierno, donde imagina la muerte
de Ulises en el naufragio, después de atravesar el Océano y haber llegado a ver el Paraíso
Terrenal (v.85-142); 2) en el Canto XIX del Purgatorio, donde una sirena dice que distrajo
a Ulises de su viaje (v.19-23); 3) en el Canto II del Paraíso donde compara su viaje al más
allá con el de Ulises (v.7); 4) en el canto XXVII del Paraíso cuando, desde lo alto del
octavo cielo, en perpendicular con el meridiano de Cádiz ve el loco paso de Ulises.
Pese a que Dante no conoció el texto griego, son varios los elementos que lo unen
intelectual y afectivamente a Ulises. Entre ellas las reminiscencias literarias, la importancia
del héroe en el mundo griego, la atracción que ejerce la figura del navegante (la de él
específicamente) del héroe en libertad por antonomasia y tal vez los rasgos que de su propia
personalidad creyó advertir en Ulises; sin embargo, la figura del griego correría en
desventaja si lo contraponemos a otro héroe, superior ya en la concepción mental dantesca:
el viaje de Eneas tenía un fin preciso, un significado, un deber (y esto los acerca). Es este
deber el que le da sentido, el que lo heroíza y no la peripecia en sí.
El viaje de Odiseo se cumplía en un periplo que partía de Ítaca para volver y cerrarse en
ella tras un circuito bien delimitado por mares, islas y puertos mediterráneos; el viaje de
Eneas, en cambio, edifica en su itinerario una biografía ético-religiosa con finalidad
político-universalística. Sin embargo, no deja de mantener una estrecha relación de cierta
dependencia con la obra de Homero, al punto que fue considerada como una “analogía
paradojal”.
El Ulises dantesco, aún retrotrayéndose para partir de la formulación homérica, establece
variantes respecto de ella. Al cumplir la aventura final su personaje, viejo y cansado como
su tripulación, alcanza a dirigirles un llamado que nada tiene en común con el del
tradicional Odiseo, excepto en una libre interpretación que parte de la idea de que su sed de
conocimientos era aún mayor que los afectos familiares:
ni la filial dulzura, ni el piadoso vencer pudieron todo el ardimiento
respeto al viejo padre, ni el cariño, con que yo quise ser del mundo experto,
que alegría debió dar a Penélope, y de los vicios y el valor humano;

mas púsome en el alto mar abierto


so1lo en un leño, y con la compañía
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1- “né dolcezza di figlio, né la pietá/ del vecchio padre, né’l debito amore/ lo quale dovea Penelope lieta,/
vincer poter dentro da me l’ardore/ c’i” ebbi a devenir del mondo esperto,/ e de li vizi umani e del valore/ ma
misi per me l’alto mare aperto/ sol con un legno e con quella compagna/ picciola da la qual non fui diserto”
(Inf., XXVI, vv. 94-102)
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pequeña que después no me ha dejado1


El ardor de Ulises a devenir del mundo experto de los vicios y del valor humano, induce,
desde el principio, a menospreciar los afectos: la piedad por el padre, el debido amor por la
esposa. Y lleva al fin la inútil transgresión de la voluntad divina, a un loco vuelo.
Esta actitud aparentemente negativa podría justificarse en una dimensión personal y
conceptual, ya que Dante también admiró a Eneas por el valor, la fuerza de resistencia, el
temple que le permiten dejar de lado toda afectuosidad en aras de un objetivo que, en el
Ulises personaje de la Comedia, se convierte en un impulso irreprimible que lo lanza hacia
la aventura final, sin retorno.
Las fuentes medievales señalan una clara aversión hacia los troyanos gente falsa y
engañadora, de la cual Ulises sería el mejor representante.
Ulises es para Dante, símbolo de una ambición (rasgo personal que él mismo reconoció)
que concibe como lo más alto y digno del ser humano. Porque el poeta italiano le ha
concedido a su Ulises lo que considera la mayor aspiración del hombre: Dante estaba
convencido de que los afectos filiales eran los que, de algún modo, separaban al hombre del
hábito de la ciencia. De tal modo no podría considerarse sino un acto loable el de Ulises
que acababa sus días en el esfuerzo y no en el reposo, que se arriesga a todo y con el cual el
poeta establece la única y gran diferencia que es la de someterse a un guía. Así, el héroe
griego se convierte en su contra ejemplo; es el personaje en el cual se resume toda su teoría
puesto que lo correcto hubiera sido no permitirse traspasar todo límite con y por sus
propios medios.
Resulta imprescindible destacar la visión del mundo moderno que Dante presenta con una
claridad asombrosa en el Canto XXVI del Infierno. Allí el florentino toma el personaje
homérico y cambia su historia. Según el relato de Homero, cuando Ulises, rey de Ítaca,
protagonista de la Odisea, vuelve a su tierra, goza de la compañía de Penélope y de su hijo
Telémaco y a partir de allí desconocemos el transcurrir de sus días.
Dante recupera a Ulises para una nueva y trágica aventura y lo erige en el héroe capaz de
vibrar con el entusiasmo de la navegación y los descubrimientos. En la descripción de sus
peripecias se aleja del poema homérico, va mucho más lejos y a través de su creación no es
arbitrario atribuirle una visión de las costas de América, dormida por entonces en las
brumas del misterio.
Como vemos, Ulises volvió a zarpar, recorrió el Mediterráneo, llegó al estrecho donde
Hércules puso sus columnas con la advertencia, non plus ultra, no más allá, limítate o
encontrarás tu ruina y no obstante las traspasó y superó Ceuta (donde habita la diosa
Calipso). Antes de que pudiera desembarcar en las playas del Purgatorio lo arrastró una
borrasca y su galera se hundió por la proa en aquel mar agitado y a la vista de un nuevo
mundo.
lo hizo girar tres veces en el agua;
la cuarta, arriba le mandó la popa
y la proa le hundió, cual Alguien quiso,
hasta que encima el mar quedó cerrado, 2
Respecto de estos versos Battistessa anota:
Alguien: el Todopoderoso. Ciertos exégetas se asombran de que Dante haya ubicado a
Ulises pagano en el infierno cristiano: Es evidente que una vez más el poeta utiliza
una figura antigua a manera de símbolo atemporal. Ulises tipifica aquí algo más que
2
- “Tre volte il fe’ girar con tutte l’acque;/ a la quarta levar la poppa in suso/ e la prora ire in giú, com’altrui
piacque;/ infin che’l mar fu sopra noi richiuso” (Inf. XXVI, vv.139-142).
3

una forma del dolo o del engaño como usualmente se limitan a señalar los
comentaristas. Se constituye, además en arquetipo de la potencia cognoscitiva y
operativa del hombre. Admirable y plausible es la pasión descubridora, bien que
Alguien desde un comienzo, le haya puesto límites no contrastables3.
Dante toma la figura de Ulises para dar a conocer aquello que por entonces estaba vedado
al hombre. La descripción de la travesía es sorprendente, señala cómo la órbita de las
estrellas a medida que avanza hacia el Sur, lentamente se confunde con el horizonte marino
y llega hasta una montaña, esa gran montaña trunca en la cual Dante ubica el Purgatorio. Al
ver esto, los navegantes se alegran como lo harán siglos después los compañeros de Colón
y de Américo Vespucio, al divisar la tierra del nuevo continente. Pero, como
mencionábamos más arriba, los personajes dantescos no corren la misma suerte, puesto que
mueren a la vista de la tierra que el Alighieri ubica en el hemisferio Sur, pese a que en esa
época se la creía formada sólo por agua. Es decir que hay una intuición en el poeta, una
visión sorprendente y muy difícil de imaginar el modo en que surgió de su intelecto.
El mito de Ulises encarna ese ir más allá de la razón en su insaciable sed de conocimiento,
representa la pasión desmedida que no se detiene con tal de ver y experimentarlo todo,
incluidos los vicios simbolizados en el acto mismo de cruzar las Columnas de Hércules. La
audacia de su aventura es tal que, con un solo barco y pocos compañeros se lanza a lo
desconocido. Pero su nave es tragada por el mar y Ulises arderá perpetuamente en el círculo
infernal de los falsarios, como castigo a su soberbia y a su falsedad retórica.
El Ulises de Dante que predica a sus compañeros les oculta los peligros: Oh hermanos
dije, que por tantos miles de riesgos ya llegásteis a Occidente (..) 4
En el último viaje del Ulises de la Comedia se traza la imagen de Homero a través de la
aguda mirada de su guía y maestro, con lo cual Dante parece haber descubierto en aquel
mito un diálogo entre los griegos y sus dioses, ya que sospecha de la propia existencia de
Homero, quien más bien representaría un conjunto de griegos. De hecho, es Virgilio quien
responde a la pregunta de Dante sobre una llama de doble pico que compara a la pira de
Eteocles (héroe del ciclo tebano, hijo de Edipo y de Yocasta y hermano de Polinices).
En la época de Dante sólo se conocía la masa continental que une Europa hasta el extremo
Oriente y se suponía que el resto era sólo agua. El Atlántico y el Pacífico conformarían un
inmenso mar (el mare ignotum), esa inmensidad a la que Ulises se le anima en su viaje
hacia el Sur, hacia Occidente. El crítico Fubini estableció una interpretación canónica de
este pasaje que señala en el Ulises curioso y dispuesto a transformarse en el experto del
mundo, de los vicios humanos y del valor, el prototipo dantesco de la grandeza humana por
una parte y por otra, la imposibilidad pagana para alcanzar el conocimiento del Paraíso y de
la salvación eterna. El sapere aude que ha sido letal para Ulises es, en el Canto XXVI, un
retrato del propio Alighieri.5
Para Borges,
Dante es un aventurero que, como Ulises pisa no pisados caminos, recorre mundos
que no ha divisado hombre alguno y pretende las metas más difíciles y remotas. Pero
ahí acaba el parangón. Ulises acomete a su cuenta y riesgo aventuras prohibidas,
Dante se deja conducir por fuerzas más altas6.
3
- Battistessa, Ángel (1994); 368/69.
4
- “O frati, dissi, che per centro milia, perigli siete giunti all’occidente (..) (Inf. XXVI, vv.112-113).
5
- Fubini, M. (1966) : 37 y ss.
6
- Borges, J.L. (1982): 115.
4

Llama la atención el carácter trágico de la decisión del Ulises dantesco, quien puso proa
hacia el Occidente donde se alzan las islas Afortunadas para no toparse sino con la suprema
infelicidad.
La narración de Dante es la representación de un héroe del conocimiento, como así
también el modelo de hombre insensato que arremete y arroja a los demás a la ruina.
Hubiera sido imposible convencer a los toscos navegantes desde lo intelectual, teológico o
teolológico es por ello que en su célebre exhortación, Ulises apela a al ideal de la sabiduría
antigua:
Tened presente, pues, vuestra ascendencia,
no os engendraron para vivir cual brutos
mas para ser virtuosos y sapientes7
es astuta y fraudulenta, es un entimema que ha ocultado la premisa falsa de que los
hombres no deberíamos modificar nuestro comportamiento al hacernos más viejos.
Recordemos que existen pruebas abundantes del aristotelismo de Dante, de su interés y de
su frecuentación de la Ética a Nicómano, en cuyo Libro VII figuran dos referencias al
Filoctetes de Sófocles y las únicas explícitas de todo aquel tratado moral a un Ulises
maestro de engaños8. De manera que parece sencillo concluir que la presunta soberbia del
conocimiento no es sino una obra maestra de la mentira, revestida con los ropajes de la
lógica y del halago de las debilidades humanas.
Siguiendo al mismo Aristóteles, Boecio y San Alberto Magno, concluye que así como
existen algunos racionales sin los sentidos como los ángeles y otros sensitivos sin la razón
como los animales, hay un intermedio que es racional y sensitivo, el hombre. Por lo tanto,
configura el límite entre dos naturalezas distintas pero que sin embargo no se excluyen, la
corruptible del cuerpo y la incorruptible del alma. Dos fines, dos felicidades, dos beatitudes
a alcanzar, la celeste y la terrestre.
Por eso, expone el Alighieri, los respectivos fines a los cuales aspira el hombre son a la
vez paralelos y sucesivos, porque si bien podemos alcanzar la primera por medio de la
filosofía, sólo se ascenderá lo suficiente en la medida en que ejercitemos las virtudes
teologales de fe, esperanza y caridad.
El hombre está llamado a conocer, con los límites que le imponga su propia conciencia,
que la beatitud se funda en el acto de ver, aquí y más allá, y como lo expresa en el Convivio
“porque es irracional no plantearse el fin de la vida”.
Tanto en la Comedia como en Monarquía y en el Convivio, Dante insiste en la necesidad
de contar con un guía y tantas otras insiste en la necesidad de compartir porque la libertad
no es individualismo (..) porque no está bien la autonomía total.
El Ulises homérico tapa con cera los oídos de sus compañeros al pasar delante de las
sirenas para que no oigan su canto y él mismo se amarra al mástil, presagiando lo único que
flotará en el diluvio de las tentaciones voluptuosas y las miserias intelectuales, el árbol de la
Cruz.
Oh concuspiscencia, que a los hombres
tanto sumerges, que ninguno puede
sacar los ojos fuera de tus ondas!
La humana voluntad mucho florece;
mas la continua lluvia presto cambia
7
- “Considerate la vostra semenza: / fatti non foste a viver come bruti,/ ma per seguir virtute e conoscenza”
(Inf. XXVI, vv.118-120).
8
- Aristóteles ( 1998): 1146 a 19-20, 1151b 17-20.
5

a la buena ciruela en endrina9


De este modo, Dante convive con la tensión entre el fin de conocer y sus riesgos, tal
como lo expone Aristóteles en el Libro VI de su Ética: imposible ser sabio si no se es
bueno10

Conclusión

El Ulises dantesco no es una figura elegida al azar, es una elección pensada, con sentido,
que funciona como una de las tantas ejemplificaciones que completan el mensaje que Dante
nos deja a través de su obra.
Resulta sorprendente la visión del mundo moderno que presenta el poeta florentino en el
Canto XXVI del Infierno cuando crea un Ulises como símbolo para llevar sobre sus
hombros el peso de la responsabilidad que implicaba ingresar con paso firme a la era de los
descubrimientos. Pero por su desmedida ambición y fraudulencia, este Ulises dantesco será
una ejemplaridad por el absurdo, el exempla de lo contrario desde el punto de vista
cristiano, pero una figura válida en lo intrínseco y en la estructura del mundo en el que fue
concebida.

Bibliografía

Alighieri, Dante, De Monarquia, Buenos Aires, Losada, 1990


Convivio. Milano: Mursia, 1965.
La Divina Comedia–Infierno.(Bilingüe, traducción, notas, prólogo Ángel.
Battistessa) Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 1994.
9
- “Oh cupidigia che i mortali affonde si sotto te, che nessuno ha podere/ di trarre li occhi fuor delle tue
onde!/ Ben fiorisce nelli uomini il volere;/ ma la pioggia continua converte/ in bozzacchioni le susinte vere”
(Parad. XXVII, vv.121-127).
10
- Aristóteles, op.cit.: 192 y ss.
6

La Divina Comedia-Purgatorio.(Bilingüe; traducción;notas, prólogo Ángel


Battistessa) Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 2004.
Aristóteles, Ética, Madrid, 1998
Badín, Maria Ester, La “ejemplaridad” en el infierno dantesco; Buenos Aires, Asoc. Dante
Alighieri, 1988.
Boitani, Piero, L’ombra di Ulisse, Bologna, Mulino, 1992.
Borges, Jorge L., Nueve Ensayos Dantescos. Madrid, Espasa Calpe, 1982.
Ciacci, Otello, La Divina Comedia. Temas y Personajes. Revista de Literaturas Modernas,
Univ. Nac. de Cuyo, Mendoza, 1989.
De Sanctis, F., Las grandes figuras poéticas de la Divina Comedia. Buenos Aires, Emecé.
Fubini, M., Il peccato d’Ulisse e altri scritti danteschi, Milano, 1966.
Homero, Odisea, introducción y notas de J. Alsina, España,1999.
Mazzinghi,Jorge A., Aproximación a la Divina Comedia, Bs.As., EDUCA, 2000.
Seriacopi Massimo, All’estremo della prudentia.L’Ulisse di Dante, Zauli, Arti Grafiche,
Roma, 2000

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