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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LERAS


DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 4: DEL RENACIMIENTO A LA
MODERNIDAD

Iduán Armando Garcia Vega

Giordano Bruno y la filosofía natural

Introducción
El presente trabajo tiene por objetivo hacer una recuperación del pensamiento de
Giordano Bruno. Filósofo, astrónomo y teólogo italiano nacido en Nola, Nápoles el
9 de febrero de 1548. Se hace especial énfasis en la reforma en filosofía natural que
propicio en sus tratados y diálogos, caracterizada por una defensa y propaganda
de la visión copernicana del mundo. El tema central es la crítica a la cosmovisión
aristotélica y las consecuencias metafísicas y políticas que propició a lo largo de la
edad media.

Bruno y la Filosofía Natural

La gran fuerza del pensamiento de Bruno es su influencia en el pensamiento de la


modernidad. Al ser uno de los primeros filósofos que adoptó la cosmología
copernicana dio pie a un proceso de evolución de la física y la filosofía natural,
contribución que propicio el surgimiento de la ciencia moderna y del método
científico en el periodo de la modernidad. Como afirma Benítez, Bruno es una
figura decisiva en el hilo conductor que va del copernicanismo al desarrollo de la
ciencia moderna. La marcada influencia, se caracteriza por el abandono de las
formas sustanciales.1

En cuanto a la propuesta y temática de la cosmovisión bruniana, se podría


describir el propósito de Bruno como una radical oposición a la metafísica y
cosmología Aristotélica.

Dentro De la causa principio y uno se critica casi todos los supuestos de la


cosmovisión aristotélica, tales como: la clasificación de la realidad como materia y
como forma, la caracterización de la sustancia como acto y potencia, la visión del
mundo como inmóvil, y el geocentrismo.

Si bien la crítica sigue operando bajo los conceptos aristotélicos de causa, materia,
forma y principio, la originalidad de Bruno logra darles un sentido completamente
diferente, y es que, el propósito perseguido es mostrar el error al que incurre los
razonamientos del estagirita bajo los nuevos descubrimientos y observaciones de la
naturaleza. En mi opinión, el proyecto bruneano no consiste sólo en mostrar que
los supuestos de la filosofía natural escolástica están equivocados, sino que,
representa también una entera reforma en al ámbito en de la filosofía natural. Se
pone en cuestión la utilidad de dichos supuestos teóricos y el fuerte rechazo de los
que no quieren una reforma teórica.

El mundo tal y cómo los escolásticos lo concibieron pudo mostrar con acierto la
realidad en la que se encontraban. Pero, dichos supuestos no coinciden más con
una visión del mundo que está en constante cambio y con una ciencia cada vez
más elaborada. Estas características esenciales del pensamiento de Bruno hacen de
él un pensador revolucionario y adelantado a su época.

1Laura Benítez, El atomismo como enlace entre Giordano Bruno y René Descartes, artículo, en “Giordano
Bruno 1600-2000, colección Jornadas, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. 2002.
Bruno utiliza las nociones aristotélicas para darle mayor sentido propedéutico a su
exposición, no es gratuito que se utilice la misma terminología. Consciente de que
la influencia del pensamiento aristotélico dicta en gran medida las concepciones no
sólo filosóficas sino políticas y sociales, pretende la radicalidad de sus ideas a
partir de la comparación de los mismos. Jugando con a la vez con la identidad de
los conceptos y dándoles una realidad histórica.

Otro hecho importante en la exposición de Bruno es que, como buen filósofo


renacentista, utiliza el recurso de la recuperación histórica para suscitar la
controversia y la diversidad de opiniones, por lo que a lo largo de la obra hace
continuas referencias tanto a Platón y a Plotino, como a los pitagóricos y las
tradiciones órficas.

Mi intención en este trabajo es explicar cómo es que, a partir de la propuesta o


reforma en la filosofía natural, se hace posible el abandono de la propuesta
aristotélica de las formas sustanciales.

Dando prioridad al estudio de la filosofía natural, a la materia como sustancia, o lo


que se puede traducir en un proyecto por dotar a la naturaleza de una sustancia
material como ámbito constitutivo de la producción de cuerpos.

Para ello, primero distinguiré cómo es que la nueva acepción de las categorías
aristotélicas hace posible la integración de una filosofía de la naturaleza dentro la
propuesta bruniana y posteriormente analizaré las consecuencias que esto
conlleva. Distingo, entre ellas, la jerarquización del mundo y el papel del hombre
dentro del cosmos.

Distinción materia y forma


Para Bruno el intelecto universal o el alma del mundo impregna la materia a todas
sus formas2, es pues la esencia del ordenación y de toda escala. Es el productor de
las formas tanto desde adentro como desde afuera. El intelecto universal produce
la materia al ir diferenciando las cosas y agrupándolas en estructuras formales.

La producción surge en dos niveles, desde el interior de la materia y desde fuera


de ella. Con el propio ideal formal, surge un principio que constriñe a la materia
para su agrupación formal y al mismo tiempo el ideal de la forma violenta a la
materia desde fuera. En este sentido, podemos decir que no es tajante la separación
materia y forma, pues recordando a Heráclito “el camino hacia arriba y hacia abajo
es uno sólo y el mismo”3. El principio de diferenciación empleado para construir el
orden opera bajo el mismo proceso tanto desde la materia como desde el ideal
formal.

Bruno une la causa formal y causa eficiente aristotélicas, al ser la causa formal
principio de constitución de las cosas es idéntica a la causa eficiente en la que se da
o se lleva a acabo en la realidad natural dicha concatenación o disposición formal
de la materia. La materia constituye el vehículo por el cual la disposición formal es
llevada a la realidad. Se aprecia en bruno que materia y forma tienen la misma
jerarquía ontológica.

Esta consideración difiere de la concepción aristotélica, pues si bien Bruno coincide


en que en el ámbito intrínseco del alma del mundo es el de la producción de
formas en tanto la disposición de la materia, no hace que las formas subsistan por
sí mismas, o bien, que adquieran una dimensión ontológica distinta a la de la
materia.

2Giordano Bruno, De la causa, principio y uno. Buenos Aires, Losada, 1941, p. 65.
3Rodolfo Mondólfo, Heráclito, Texos y problemas de su interpretación. Siglo XXI editores, 1966. Mexico,
DF. Fr. 60.
Bajo esta perspectiva las formas son configuraciones específicas de la materia en
tanto que se agrupan según las características de la materia, por lo que las formas
no subsiste fuera de la materia. Bruno afirma que son las formas las que
corresponden a los accidentes o la potencia “sólo las formas externas cambian y se
aniquilan, ya que no son cosas, no son sustancias sino accidentes y circunstancias
de las cosas y de las sustancias”4 de esta manera da vuelta al aristotelismo dándole
mayor peso sustancial a la materia y negándole sustancialidad a la forma.

El movimiento y el lugar natural

La profunda distinción materia y forma, junto con la inversión al aristotelismo


planteada por Bruno ya de por sí supone grandes avances para la filosofía natural,
pero, para llevarlos a su correcta aplicación, a una reforma total, se debe pensar en
las consecuencias últimas para el estudio de la filosofía natural, y esto es, la
pregunta acerca de cómo interactúan materia y forma en la noción de movimiento.

La noción de movimiento en Aristóteles es, a grandes rasgos, el paso de la potencia


al acto, para ello las formas productoras tienen una importancia medular. Es
gracias a la fuerza del primer motor que son capaz de imprimir movimiento a la
materia y dar origen a la configuración de las formas. La interpretación escolástica
pensó esto en términos de una jerarquización de los sustratos ontológicos que iban
del acto puro (Dios) hasta la materia como privación del ser, o como accidente.

En este sentido, en Bruno el movimiento tiene que ver con la espiritualidad de la


materia lo que para él es su fuerza constitutiva se traduce en una voluntad activa.

Gravedad y ligereza no son apreciables de hecho en aquellas cosas que poseen


su lugar y disposición natural, sino que se encuentran en las cosas que tienen un
cierto ímpetu, mediante el cual se esfuerzan por alcanzar el lugar que les es
conveniente. Por eso es absurdo llamar a un cuerpo pesado o ligero por

4 Giordano Bruno, De la causa, principio y uno. Buenos Aires, Losada, 1941, p. 76


naturaleza, dado que estas cualidades no convienen a aquellas cosas que se
encuentran en su constitución natural sino fuera de ella. 5

De esta forma, el cambio de lugar o movimiento físico es dado mediante la fuerza o


voluntad de la materia para encontrar el lugar que le proporciona su mayor
desarrollo dentro del universo, asimismo, Bruno afirma que no se puede llamar a
un cuerpo pesado o ligero por naturaleza, sino que, dentro de lo que se refiera la
constitución natural de los cuerpos el principio productor de formas, o principio
formal, no hace a la materia pesada o ligera. La pesadez y ligereza se debe al
principio espiritual de la propia materia que le da forma siempre en función de su
voluntad y deseo.

Es entonces que el principio del movimiento no se deduce del cambio del lugar
natural, es decir, que a las cosas no les es asignado un “lugar” dentro del universo
por el hecho de que la materia no está constreñida por una forma preestablecida.
Por el contrario, el principio del movimiento se genera a partir de la capacidad de
la materia de producir sus propias formas.

La matera es productora de todas las formas, esta capacidad es principio de


movimiento:

Digo que la causa del movimiento local (tanto de todo el cuerpo como de cada
una de sus partes) es el fin de la permutación no sólo para que todo se encuentre
en todos los lugares, sino también para que de esa manera todo reciba todas las
disposiciones y formas6

El movimiento de las “partes del cuerpo” sugiere en Bruno un monismo o


atomismo, pues es consciente de pequeñas estructuras que corresponden a la parte
más pequeña de la materia o unidad. Sin embargo, como vimos anteriormente, la
materia también cuenta con una parte espiritual causante del movimiento y de la
producción de formas. Por lo que, no se puede decir que Bruno acepta una idea

5 Giordano Bruno, La cena de las cenizas, diálogo V, p. 170.


6 Ídem.
materialista del mundo, (como si lo hacen los antiguos atomistas).

Además, se vislumbra en Bruno un sentido teleológico del universo, pues el


universo está configurado para que “todo se encuentre en todos los lugares”
rompiendo así con una jerarquía ontológica con las formas substanciales
aristotélicas. La materia no tiene un lugar natural todo el universo puede ser su
lugar natural. De esta forma, el lugar disponible es todo el universo, y el único acto
de asignación del lugar es la propia voluntad o deseo de permanencia o reposo de
la materia.

El sentido del cambio, de la transformación y la permutación del universo es


indispensable para entender el movimiento y la producción de las formas, pues la
materia es capaz de todas las formas juntas pero cada parte de la materia no puede
ser capas de todas ellas a la vez7. Una noción de cambio y movimiento para que le
de a la matera la capacidad de mutar y transformarse. Esta concepción le da a la
materia un estatus de incorruptible o eterna8, pues el único fin de la misma es
cambiar de forma, con esto Bruno niega la composición de los cuerpos como una
fórmula unívoca de materia y forma, es decir, que los componentes de un cuerpo
no son a la vez una forma establecida y una materialidad que sirve para delimitar
la forma.

Al aceptar la infinitud del universo y rechazar el geocentrismo cae en cuenta de


que de rechazar las formas substanciales no sólo se reduce a una mayor y mejor
teoría sobre los fenómenos naturales. El abandonar un sistema trascendente de la
naturaleza tiene también repercusiones en el hombre, pues no le es asignada una
forma establecida es decir, una naturaleza humana.

La jerarquía ontológica

El universo o cosmos finito se muestra así como una jerarquía, cuya cúspide es

7 Ibíd., p., 175.


8 Ídem.
la sustancia o entidad incorpórea, la Inteligencia pura o separada, Motor
Inmóvil teleológico, que constituye la divinidad suprema "más allá de" la esfera
de las fijas y por tanto fuera del cosmos (véase De caelo, 1, 9). El nivel inferior de
la jerarquía está formado por el mundo sublunar, donde habita el hombre. De
este modo la cosmología jerárquica aparece asociada a una teología y a una
antropología precisas. Fue el platonismo quien dio su máxima expresión a esta
antropología con la visión de la vida humana como un "destierro" o "exilio" de la
"patria celeste" en la "cárcel terrena", de la que el hombre debe huir, por medio de
la filosofía-ciencia y de la religión cristiana, para retomar a la casa del Padre.9

En esta cita se destaca el carácter jerárquico en la cosmovisión aristotélica, donde el


acto puro es la escala más alta al ser, forma sin materia, la escala desciende o se
degrada conforme la sustancia se va “contaminando” de materia. Esto presenta el
esquema contra el que Bruno trata de oponerse cuando piensa en una causa
inmanentista.

La contraposición con Aristóteles se puede rastrear tanto en la idea de movimiento


como en la idea de materia, pero las repercusiones ontológicas a las que llegó el
cosmos aristotélico se aprecian en la tradición cristiana subsecuente, en especifico
en santo Tomás de Aquino, pues define al hombre como un compuesto de materia
y forma, alma y cuerpo10, compuesto que se agota en su genero animal racional. Se
trata pues de una estructura ético-política que sujeta al hombre a una forma
establecida, pues al ser alma y cuerpo se encuentra en medio de lo terrenal y lo
divino. El origen del hombre esta mediado por el lugar natural que ocupa en el
cosmos, lugar que no puede trasgredir, pues es parte de su naturaleza humana. En
Bruno no existe un lugar fijo, sino que la materia es cambiante, dinámica y
productora, elevado esto a la concepción del hombre se manifiesta una profunda
libertad dentro de la naturaleza humana, pues es el hombre mismo a través de la
voluntad capaz de producir su propia forma.

Incluso nosotros mismos y nuestras cosas vamos y venimos, pasamos y

9Miguel Ángel Granada, Giordano Bruno y el final de la cosmología Aristotélica. p. 99.


10
“En las sustancias compuestas son patentes la materia y la forma, como en el hombre el alma y el
cuerpo…” Santo Tomas de Aquino, Del ente y esencia, Traducción de Pedro Gómez Danés, Universidad
Autónoma de Nuevo León , 2000.
volvemos; todo lo nuestro se vuelve ajeno y todo lo ajeno se vuelve nuestro11

En esta expresión se destaca el carácter inmanentista y las consecuencias


antropológicas que esto conlleva, dónde la voluntad adquiere un ámbito expresivo
en la visión del hombre. Se hace posible la idea de una condición libre en el
hombre. Pues la condición humana es cambiante gracias el movimiento constante,
el principio de movimiento es la voluntad y el deseo y la manera en la que el
hombre hace activa su participación en la realidad es propiamente imponiendo su
deseo.

Para finalizar y a manera de conclusión destaco lo siguiente. La filosofía natural


que se vino gestando a lo largo del renacimiento influyó de manera importante en
la formación de la ciencia moderna y del método científico. Autores como Bruno
son autores destacados en dicha tarea. Sus grandes méritos son la inversión del
aristotelismo y la aceptación y formulación ontológica del cosmos copernicano,
como se ve en su obra La cena de las cenizas. La ruptura de las nociones física
propuestas por Aristóteles supone también, para su tratamiento, la ruptura de las
nociones metafísicas y cosmológicas, lo que a su vez, tiene repercusiones
ontológicas y cuando se profundiza en la noción de hombre éticas y políticas.

El cosmos jerarquizado de Aristóteles, unido con la tradición cristiana y en


especifico la interpretación de santo Tomás, pone al hombre en el centro del
universo, con un fin teleológico establecido, lo que se traduce en un gobierno
político sistematizado por las jerarquías sociales. Ante dicho modelo trascendente,
es propuesto por Bruno un modelo inmanente que satisface la condición de
libertad del hombre dentro de la visión natural de que no le corresponde un lugar
definido ni una forma establecida, sino que mediante su voluntad es autor de su
propia forma, en tanto que capacidad creadora.

Bibliografía

11
Giordano Bruno, La cena de las cenizas p., 176.
- Giordano Bruno, La cena de las cenizas. Editora Nacional, Madrid. 1984.
- ---------------, De la causa, principio y uno. Buenos Aires, Losada, 1941, p. 65.
- Laura Benítez, El atomismo como enlace entre Giordano Bruno y René Descartes, artículo, en
“Giordano Bruno 1600-2000, colección Jornadas, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
2002.
- Tomas de Aquino, Del ente y esencia, Traducción de Pedro Gómez Danés, Universidad
Autónoma de Nuevo León. 2000

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