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EL DÍA QUE MÉXICO ROMPIÓ CON LA REPÚBLICA ESPAÑOLA

Oriol Malló (Ciudad de México)

El ex embajador de México en España, Rodolfo Echeverría, alto dirigente del PRI y enlace con la oposición
democrática, cuenta los entresijos de la la ruptura del país azteca con la II República.
A principios de 1976, siendo ministro de gobernación Manuel Fraga y de exteriores José María Areilza, Conde
de Motrico, llega a Madrid en viaje privado un alto funcionario del Partido Revolucionario Institucional, Rodolfo
Echeverría Ruíz. Franco ha muerto hace pocas semanas. Fernando Morán, entonces director para asuntos
africanos, logra que el enviado del gobierno mexicano se entreviste en un discreto piso de Madrid con el
canciller de turno, José María de Areilza. Tema único: Sondear la predisposición del gobierno español para
reabrir la embajada de México en Madrid clausurada desde 1939. El gobierno azteca quería poner en
funcionamiento su representación diplomática para que la oposición democrática tuviera un lugar donde
refugiarse “si las cosas salían mal en la transición”. Cosas que cuenta por primera vez quien fue alto
funcionario del todopoderoso PRI mexicano en 1975 y que condujo la misión más delicada de la transición en la
esfera internacional, Rodolfo Echeverría Ruiz: las nuevas relaciones entre México y España, canceladas desde
1939, que supondrían el final del apoyo mexicano a la II República en el exilio.
Dentro del aparato político del PRI, aquel joven, hijo de madre valenciana, exiliada republicana y actriz de teatro
como su padre, productor de cine y hermano del presidente Luís Echeverría (1970-1976), se encargaba de las
relaciones con el exilio español, un sector discreto pero influyente con nombres importantes en la cultura y la
empresa. Por ello, fue aquel miembro del aparato priista quien recibió a un joven Felipe González en 1974 y a
los miembros de la Junta Democrática que pocos meses antes de la muerte de Franco fueron a buscar el
respaldo del PRI a su proyecto de transición escalonada.
Cuando en diciembre de 1976, el secretario general del PRI. Jesús Reyes Heroles, fue designado Ministro de
Gobernación y su colaborador inmediato, Rodolfo Echeverría pasó a ser Subsecretario, el nuevo presidente
José López Portillo los hizo llamar: “Ya es el momento de restablecer las relaciones con España” sentenció. Y
gracias a las gestiones de Echeverría, Marcelino Oreja y Santiago Roel, los dos ministros de exteriores, se
reunieron en París para abrir negociaciones en el hotel Georges V. Pero había un engorroso detalle: “Oye, pero
vosotros tenéis relaciones con la República, luego tenéis que romper” dijo Oreja. “Este es un asunto que no
depende de mí”, reviró Echeverría, “tengo que hablarlo con el Presidente de México”. Así que en febrero de
1977, en cena privada con el jefe del ejecutivo el joven subsecretario tocó el delicado punto:
- Presidente, para hacer la formalidad de las relaciones con la monarquía española necesitamos romper con la
República.
Inquieto y emocional, el Presidente replicó al instante:
- Yo no quiero romper con estos viejitos tan nobles, de veras no quiero ser yo el Presidente que rompa con ellos.
Replicó Reyes Heroles, tajante:
- Señor Presidente, es que hay que romper con ellos. No podemos hacer las relaciones con la monarquía si
las tenemos con la república.
- Déjenme hacer un intento -medió Echeverría: Si me autoriza, iré a París a hablar con el presidente Maldonado
para pedirle que ahora ellos nos ayuden a nosotros y se disuelvan, así ante su disolución no tendremos con
quien romper, simplemente ellos dan a conocer un día en París que el gobierno de la República en el exilio,
fundado en Ciudad de México el 17 de agosto de 1945 ha quedado disuelto y después les ofrecemos que
vengan a México invitados formalmente por el gobierno, donde les daremos, ya disueltos, un gran homenaje en
Palacio Nacional con todos los gobernadores, jefes militares y partidos políticos, el Estado mexicano en pleno,
allí intercambiamos condecoraciones y a los dos o tres días anunciamos que México inaugura relaciones con la
monarquía.
Y así prosiguió Echeverría:
-Yo me comprometo, señor Presidente, a hablar en Madrid con el gobierno y con todos los líderes de la
oposición, con Santiago Carrillo y con Felipe González, para que el día que se convenga Maldonado y los ex
ministros que quieran regresen a Madrid procedentes de México en un avión oficial de la fuerza aérea mexicana
para que desde el aeropuerto de Barajas los reciban ahí obreros y estudiantes y en olor de afecto y multitudes,
el gobierno les de en estos días un registro como partido republicano y ya se reintegren a la vida española. Si
está usted de acuerdo, parto para París.
La idea fue aceptada con entusiasmo por López Portillo y el 13 de febrero de 1977 el Subsecretario de
Gobernación viajaba a Francia a poner en práctica su misión oficial. En el aeropuerto de Orly lo recibió el
ministro delegado para América Central, Francisco Giral, reconocido químico e hijo del primer presidente de la
república en el exilio, José Giralt, El escritor Carlos Fuentes, embajador en París, lo recibió con todos los
honores pero el lunes en la tarde, 24 horas después de su llegada, Francisco Giral le comunica que el
Presidente de la República don José Maldonado no lo recibirá hasta el próximo viernes después de la sesión
ordinaria del consejo de ministros. Tras la larga espera, el viernes 18 de febrero Giral vino a buscar a Echeverría
a su hotel y lo llevó al restaurante Le Monocle en el barrio latino. Apenas entrando al comedor, a las 11 de la
mañana, ”Giral me dice que me espere y que sube un momento porque ya empezó el Consejo de Ministros. Bajó
muy al rato, casi un hora, para decirme que ya podía pasar”.
Junto a su colaborador, Víctor Alfonso Maldonado, yerno de un notable político exiliado, el navarro Mariano
Ansó, Rodolfo Echeverría entró en aquella improvisada sala de juntas, un amplio reservado, donde sesionaban
todos los ministros junto al Presidente Maldonado, un hombre alto, de pelo blanco y ojos azules, quien lo recibió
de pie y le presentó uno a uno a los miembros del Ejecutivo. “No deja de ser impresionante, patético pero bello,
doloroso también, porqué cada uno de ellos seguía actuando bajo la bandera de la legitimidad”. Tras las
presentaciones, el Presidente hizo que Rodolfo Echeverría se sentara a su lado y acto seguido, el enviado
presidencial explicó los términos de su propuesta de autodisolución de la II República española.
Tras su discurso, tomaron la palabra varios ministros que luego de un prólogo general sobre la “amorosa
relación” entre los pueblos de México y España y el “eterno agradecimiento” del gobierno en el exilio llegaron
a la misma conclusión: No podían disolver la República. Resumió José Maldonado: “México tenía pleno derecho
de tomar la decisión que quisiera y ellos no tendrían nada qué decir pero que el gobierno mexicano los
entendiera, recalcaron todos, a esa edad y después de cuarenta años no se iba a disolver” La propuesta del
presidente de México no fue aceptada. Echeverría dejó al menos la “comunicación abierta” y al cabo de unas
horas, ya desde el hotel, llamó al Presidente López Portillo. Tras contarle los hechos, éste le dijo: “¿Por qué no
los invitas a México?” La invitación presidencial sí fue aceptada por unanimidad.
López Portillo quería cenar con ellos y así les transmitió Echeverría: “No voy a insistir en el tema pero de una
vez les digo que vamos a restablecer las relaciones con España” recalcó el enviado presidencial. José
Maldonado le espetó a Echeverría que “la transición no va a caminar: la derecha, la iglesia y los poderes
económicos no van a dejar que llegue una democracia a España y menos, y así dígaselo al presidente, con este
rey de opereta”. Resignado, y más bien diplomático, el joven funcionario mexicano replicó suave: “¿Qué quiere
que la diga? Para nosotros se cierra un largo ciclo histórico y usted sabe, señor presidente, que incluso
Yugoslavia, con Tito a la cabeza, reanudó relaciones con Franco. Hasta las restableció la Unión Soviética
y siempre nosotros no pero Franco ya ha muerto y creemos que podemos y debemos dar este paso y le
recuerdo que a todos los presidentes de México en cada viaje que hacían por el mundo les preguntaban ¿Y con
España qué?” Y fue el Presidente López Mateos quien dijo aquí en París hace quince años la frase que fue
nuestra divisa: 'Con España todo, con Franco nada' Nosotros cumplimos pero ahora hay un nuevo gobierno y
llegó el momento de reemprender relaciones”. Al cabo de un mes, el 17 de marzo de 1977, en un vuelo de Air
France, llegaba al aeropuerto Benito Juárez del Distrito Federal el gobierno republicano al completo.
Todo concluyó en una cena casi íntima en Los Pinos, la residencia presidencial, el 18 de marzo de 1977. 200
invitados de alto nivel pero sin parafernalia del Estado. Empresarios, políticos y personalidades del exilio se
juntaron alrededor de los dos presidentes. Hubo discursos de los dos presidentes que el propio Echeverría tuvo
que negociar en la suite del hotel Camino Real donde se hospedaba el gobierno legítimo de España. No se
habló de ruptura sino de agradecimiento y “conclusión de un ciclo histórico” pero una breve rueda de prensa
ante una muchedumbre de periodistas José Maldonado certificó el final: “El Presidente de México y yo
convinimos hoy en cancelar las relaciones diplomáticas que sostenían ambos gobiernos” aunque la república “no
puede cesar en la preservación y ejercicio de sus legítimas funciones hasta que el pueblo español manifieste de
nuevo su voluntad soberana“.
La entrega de la orden del águila azteca, máxima condecoración del gobierno de México, al Presidente
Maldonado concluyó, pues, la larga historia del exilio republicano. Sin comunicados de prensa, la Secretaría de
Relaciones Exteriores redactó el documento de ruptura de relaciones que se aplicó en pocos días. Todo había
concluido. El 4 de abril de 1977 el exiliado madrileño Manuel Martínez-Feduchi, embajador de la República
Española en México, entregaba el edificio diplomático al Subsecretario de Relaciones Exteriores, Alfonso de
Rosenzweig Díaz, quien al momento lo transfirió a Amaro González de Mesa, encargado provisional de la
embajada del Reino de España en México.
Rodolfo Echeverría piensa aún que “todo quedó todo muy desangelado. Nosotros les propusimos que
regresaran a España, que allá los recibieran, que allá registraran su partido. Hubiera sido algo bello que en la
primera cámara de diputados estuviera Maldonado pero no se pudo. Pese a que Adolfo Suárez me prometió que
si volvían se les entregaría el pasaporte en regla y hasta me juró muy enfáticamente que se les daría registro en
gobernación. Como luego pasó con Tarradellas cuando volvió a Madrid para negociar el restablecimiento de la
Generalitat. No lo quisieron así y meses después, casi de incógnito, disolvieron a la República. Quizás vieron
que estaban absolutamente solos pero, lamentablemente, perdieron la oportunidad de concluir con grandeza
como ellos lo merecían. Una verdadera lástima”.
El 21 de junio de 1977, tras denunciar las “argucias” y “coacciones“ del gobierno Suárez en los primeros
comicios de la transición celebrados seis días antes, las instituciones de la República en el exilio aceptaron
la “nueva legalidad democrática” y pusieron término “a la misión histórica que se habían impuesto”. Firmaban
el comunicado José Maldonado, presidente de la República, y Fernando Valera, presidente del consejo de
ministros. Acción Republicana Democrática Española, ARDE, no obtuvo su registro en gobernación hasta el 5 de
agosto de 1977. Suárez sólo dio luz verde al republicanismo una vez disuelta su estructura en el exilio. “Tal y
como les dije que pasaría”, recalca Rodolfo Echeverría. Aquel amigo de la oposición terminó de embajador
mexicano en Madrid desde 1994 a 1999, España es ahora reina y madrastra de las Américas y aquel rey de
opereta sigue siendo...el rey.

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