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El padre perdido

Una tarde, en la pequeña y agradable escuela cerca de la compañía donde mi tía

pagaba la luz, estaba yo esperando a mi papá que trabajaba como un esforzado profesor de

matemáticas.

Pero encontré que demoraba mucho en salir, entonces fui a buscarlo. Yo venía

caminando entusiasmada para encontrarme con él, llegué a la sala de profesores, pero no

estaba allí, pregunté a los que me vieron tan confundida si lo habían visto, pero me dijeron que

él ya se había retirado hace media hora rumbo a la plaza de armas a encontrarse conmigo.

Shuta! Qué distraído mi padre, pensé yo. Nunca se me pasó por la cabeza, que yo era

la que podría haber entendido mal. Pero me entiendo muy bien, ya que soy tan atenta, je je je

y mi papi, tiene tanto en qué pensar y calcular.

Corrí a la plaza de armas, pasé por el portal, crucé Villagrán, subí hasta Caupolicán y

no me detuve hasta llegar donde Don Beño, en realidad, el monumento de Bernardo O’Higgins

en su caballo. Pero mi papá, no estaba en nuestro típico punto de encuentro…

Me asusté un poco, sólo un poquito. Llamé a mi mamá, pero no contestaba. No llamé a

mi papá porque él no usa celular.

Qué haré ahora? No puedo preguntar a la gente que está allí, porque me delataría de

que estoy perdida, mmmm …

Luego de 15 minutos de espera junto a Don Beño, siento que alguien me mira hace

rato… y al girar me doy cuenta que un tipo vestido como un novio de torta se acerca… era mi

papá me esperaba hace casi una hora para salir conmigo.

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