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presentó de repente.

Los Charnero vivían


en un barrio a las afueras de la ciudad.
en el que había edificios de pisos pero
también pequeños chalés. Y a uno de es-
tos últimos se vino a vivir un señor ma­
yor. misterioso. dueño de un perro gigan-
tesco que ladraba como enloquecido cada
ve7. que Chamero pasaba por su calle.
No le quedaba más remedio que pa sa r
por allí para ir al colegio. Y a Mateo, con
todo lo forzudo que era. los perros le da-
(1ij,
ban terror. Mejor dicho, le aterraban casi
todos los animales. En eso había salido a
su madre. que si veía una lagartija daba
~
unos alaridos que ponían los pelos de
punta al más templado.
El padre. que, como buen bombero. era
muy valiente. le razonaba a su hijo:
- Pero ¿cómo te puede dar miedo una
lagartija que no tiene ni el tamaño de un
dedo tuyo? ¿Qué te va a hacer semejante
insignificancia de animal?

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mam á? - le objetaba Mateo. en sangre y most
- Mira . h ijo - le explicaba el padre. amenazadores. Gol
que era mu y pacífico-. tu madre tiene cabeza contra una
m uchas virtudes. pero es UD poco nervio- y ésta se iba dobl
sa. y cuando se le disparan los nervios ... Mateo le parecía
La madre. muy comprensiva. le daba rompería y podría
la razón al padre y admitía que era ridí- Aunque le daba
culo tener miedo a los animales ... excep- el pánico que le in
to a los perros. Y se ponía a contar his- decidió bablar con
torias de perros que habían mordido lo que pa sa ba.
¡hasta a sus dueños! - Mamá. tendría
dueño. iporque mir
~, - ¡Pero. mujer - se enfadaba el pa-
dre-, eso será un caso entre un millón! un día !
Aunque no digo que uo baya casos de La madre estaba
perros que se vuelva n locos. Pero eso es puerros con vinagr
lo excepcional. una arn.iga que no
De poco consuelo le sirvió esa explica- mo. y le contestó d
ción a Mateo. porque llegó a la conclu- -No creo que se
sión de que el perro del vecino era. sin Mateo no entend
duda. una de esas excepciones. madre estaba preoc
Si lo de no comer iba mal. lo del perro. saba unos kilos de
peor todavía. El animal cada día se mos- le importaba que a
traba más furioso. En cuanto le veía se perro salvaje.

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A TANTO LLECO LA COSA que decidió poniendo orden en la
comentárselo a Antonio RamÍrez. su me­ rros hay que tener c
jor amigo y compañero de clase. Éste se esté bien enseñado n
lo tomó muy en serio y le dijo: problemas. Pero. a
-No me extraña que estés preocupa- aburren de ellos. los
do. Hay perros que son capaces de matar dan de comer. y en
a un niño. tienen que matar pa
y como era muy decidido. ese mismo bién bay dueños que
día, en clase de Conocimiento del Medio. sean muy fieros y l
le preguntó al profesor:
,
-Oiga. profe. Chamero dice que cerca
pueden acabar siend
-Pero - insistió
de su casa vive un perro que está loco.
aunque sea un perro
¿Es verdad que un perro puede volverse
de volverse loco?
loco?
- Es muy difícil.
• Antes de que el profesor pudiera con-
testar, algunos alumnos se pusieron a
--{;oncluyó el profes
Con lo cual Mate
opinar. Los que tenían perros y estaban
encariñados con ellos dijeron que eso era pado como antes. M
imposible, pues el perro es el mejor amigo más. porque Jacinta
del hombre. Pero otros no estaban de muy amiga, le dijo a
acuerdo y contaron casos de perros terri- - Ya sé de qué
bles. que mordían a cualquiera que se les snaucer negro. Mi tí
pusiera por delante. ches se escapa a per
-Vamos por partes --{}ijo el profesor -¿ Para comérse

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-Supongo -contestó la chica. ocasión se most
-Pues si se escapa de noche, también
niña, haciéndose
se podrá escapar de día - razonó Mateo.
-Supongo -volvió a repetir Jacinta corriente.
con la tranquilidad que le daba el vivir -A ver, chic
bastante lejos de tan fiero animal. una nueva alum
-¡Parece que no sabes decir otra cosa! cuidéis muy bien
-se enfadó Mateo, viendo lo poco que En el colegio e
les preocupaba su suerte. cuidaban de los n
Pero Antonio Ramírez, que era muy Por eso les extra
reflexivo, le aconsejó: diera que cuidar
\
-Tú lo que tienes que hacer es con- rara. Resultaba
seguir un buen palo y amenazarlo con él. hacía frío, lleva
) Fíjate en los circos: los domadores, con
una varilla de hierro, pueden hasta con
grueso y la cabe
gorro.
los leones. Basta que se la enseñen y los
,1 animales retroceden. -Vamos a ve
Echeverría, porq
A Mateo le gustó la idea y decidió po-
nerla en práctica. Pero ese mismo día se esta preciosidad
le presentó el tercer problema. -continuó el di
Aquel comen
aún, porque la n
A PRIMERA HORA DE LA TARDE apa- poco. Quizá lo fu
reció el director en la clase con una niña ber pues, entre e

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mostraba un color muy pálido. sin nin-
gún atractivo.
El director, sin soltar a la niña de la
mano, echó una ojeada la clase, buscan-
do un buen sitio para su protegida, y su
mirada se detuvo en Mateo Chamero.
-¡Vaya! -exclamó con alegre sorpre-
sa-. Tenemos un sitio libre junto a Cha-
mero, gran muchacho. (
Efectivamente. los pupitres eran de dos
plazas y. a causa de su gordura, Mateo
ocupaba uno él solo.
-¡Ja. ja, ja! - rió el director. que se-
guía simpático a más no poder-. Ana
estará muy bien junto a Chamero, que,
como todos los gordos, es pacífico y bue-
na persona.
Mateo no salía de su pasmo, ya que
como n o era de los mejores alumnos del
colegio, el director no tenía muchas
oportunidades de decirle cosas agrada-
bles. Por eso puso cara de extrañeza, y el

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de disculpa: ciendo por ahí q
-Oye, ¿no te importará que te haya De momento
llamado gordo? cuenta, hasta qu
- A luí no - le contestó el chico--; a do en clase.
la que le importa es a mi madre. - Sólo lo he d
- ¿Cómo dices? - se extrañó el direc- explicó a modo d
tor. - ¿Y te parec
--Que a mi madre sí le importa el que ella-o ¿No ves qu
yo esté gordo. Bueno -aclar&-- , y talu- las madres. sus h
bién el estar gorda ella. el cuento?
Al director, con lo contento que esta- Eso era verdad
ba, le dio un ataque de risa, esta vez de muy grande y se
verdad, y a sus risas se unieron las de to- vecinos. Pero co
dos los de la clase. A Mateo no le impor- cho miedo a su m
tó, porque le gustaban mucho las bromas - ¿Y qué tiene
y el que la gente se riera. El director me ha
gordo y ha dich
mejor gente.
- ¡Pues dile al
donde no le llam
LO MALO FUE CUANDO LLEGÓ A CASA puesta de la mad
por la tarde. Se encontró a su madre he- - Bu eno - le
cha una furia. 10-, maíiana se

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que lo hiciera. y, mientras tanto, el padre brecilla. Ha estad
se partía de risa. Con lo cual Mateo con- un año en un ho
firmó, una vez más, que la gente mayor - Pues yo cre
era muy complicada. Lo que le parecía -les explicó Mat
bien al director, le parecía fatal a la ma- siempre un gorro
dre, y lo que a ésta le hacía sufrir, a su quita ni en clase.
padre le hacía reír. Un lío. -Ya -------{}ijo la
Lo bueno que tenía su madre es que una enfermedad
pronto se le pasaba el enfado. Por eso, Debe cuidarse mu
cuando esta ba n cenando los tres, ella ger catarros, ni n
preguntó ya en otro tono: ella sería peligros
- ¿Y por qué habéis tenido que h ablar El padre asentí
en clase de mi gordu ra? dre, también con
- Es que ha llegado una niña muy cluir recomendó
rara, ¡ésa sí que está delgada. mamá, a ti - Ya la puedes
te encantaría! . y la han sentado en mi
pupitre.
A la madre se le cambió la cara y, con
aire preocupado. le pregun tó:
-¿Se apellida Echeverría?
-Sí, ¿la conoces? -se extrañó Mateo.
- Conocemos a sus padres -y añadió,
dirigiéndose a su marido--: Ya sabes

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mal. No vaya
miedo.
- Pero es que
humilde Mateo.
-Ya. Pero qu
necesario. le am
Así 10 hizo. Al
A Mateo le parecía muy bien que to- casa. se irguió co
caballero mediev
dos confiaran en él para cuidar de aque-
lla niña, pero no se le ocurría cómo. ción, mostrándo
De buenas a primeras, quien necesitó za. Lo único que
ayuda y cuidados fue él, por culpa del rro se pusiera a
condenado perro. Siguiendo los consejos nunca. Así que M
de Antonio Ramírez, consiguió hacerse volvió a amenaz
con un palo tan largo que podía pasar Fue visto y no
por una lanza. Se imaginó que era un ca- prendente agilida
ballero medieval, y aquella mañana salió do su enorme c
de su casa galopando. lanza en ristre, ca- valla, trincó el
mino del colegio. continuación lo
Ramírez le había dicho que en cuanto mandíbulas, com
el perro viera el palo. se asustaría y se guirlache.
largaría con el rabo entre las piernas. Mateo, del sus

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de verdad, pero volvió a caer y se hizo
una herida de regular tamaño en la ro-
dilla derecha. En tan lastimoso estado lle-
gó al colegio y lo primero que hizo fue
increpar a su amigo:
-Conque un palo, ¿eh
y le contó lo sucedido. Pero, cosa cu-
riosa. no le prestaron demasiada aten-
ción porque Jacinta, su vecina y amiga.
acababa de hacer un descubrimiento
asombroso: la niña nueva no se quitaba
el gorro nunca porque estaba calva.
- ¿Calva? ¡Qué asco! - fue lo primero
que se le ocurrió decir a Mateo.
- Asco... ¿Por qué? ¡Pobrecilla! - la
defendió Jacinta.
Antonio Ramírez, tan sesudo COlno
siempre, les explicó:
- Es que tiene una enfermedad de la
sangre. y a todos los que la padecen les
tienen que dar rayos y unas medicinas
que hacen que se les caiga el pelo.

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-Pero ¿les vuelve a salir? - se inte- gacha, excepto cuando hablaban los pro-
resó Jacinta. fesores. Entonces se quedaba con la boca
- Sí; bueno, eso si no se mueren antes. abierta, mirándolos muy fijo, como ad-
Mateo se quedó horrorizado. Encima mirada de todo lo que decían. Los profe-
de los problemas que tenía, ahora debía sores le hacían más caso que a los otros
compartir el pupitre con una niña que se niños y, a veces, le preguntaban:
podía morir en cualquier momento. - ¿Lo entiendes, Ana, guapa?
y si la niña negaba con la cabeza, se
lo volvían a explicar. Si lo entendía, se
limitaba a asentir con la cabeza, como si
LO DE COMPARTIR EL PUPITRE resultó no supiera hablar. A Mateo no se le ocu-
bastante complicado. Entre lo gordo que rría cómo podía ayudar a una niña que
estaba Mateo y el anorak de la niña, re- no hablaba. Menos mal que la rodilla le
lleno de plumas, apenas si cabían los dos. dolía tanto que hasta se olvidaba de su
Mateo se sentó lo más apartado posible, vecina de mesa.
porque le entró la preocupación de que Según avanzaba el día le molestaba
aquella terrible enfermedad pudiera ser más, y como la herida le sangraba de vez
contagiosa. Hasta se lo comentó a Ra- en cuando, decidió cubrírsela con el pa-
mírez, que dictaminó: ñuelo. Y en ese momento pudo compro-
- No creo; si fuera contagiosa no la bar que Ana Echeverría no era muda.
dejarían venir al colegio. -Oye -le dijo la niña en un susurro
Pero, por si acaso, Mateo se pasó todo de voz- , si te pones ese pañuelo tan su-
el día sentado en la esquina del banco. La cio se te infectará la herida.
niña parecía muy callada, con la cabeza Mateo miró el pañuelo, que a él le pa-

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recía que estaba bastante limpio, y pre-
guntó muy fIno a la chica:
- ¿Tú crees que está sucio?
-Asqueroso -musitó Ana.
Mateo se quedó cortado ante la salida
de aquella mosquita muerta. Ella, sin
más comentarios, abrió una cartera casi
más grande que ella, toda llena de libros
y cuadernos, muy bien ordenados. y le
dio un pañuelo de tela fina. recién plan-
chado. Además, olía muy bien.
- Pero te lo voy a manchar de sangre
- fue lo único que se le ocurrió decir a
Charnero.
La niña se limitó a encogerse de hom-
bros, y así fue como comenzó la extraña
relación entre la flaca y el gordo.

PRONTO SE DIO CUENTA MATEO de


que aquella niña con aire de despistada 0-
se enteraba de todo. Hasta de su proble- ~~
ma con el perro. Él sólo lo comentaba

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con Antonio Ramírez y con Jacinta. y fue -¿Qué pasa? ¿Es que tú te caes todos
a esta última a quien se le ocurrió una los días?
idea casi peor que la del palo. y sin más explicaciones, le alargó otro
- Está claro - le dijo Jacinta- que ese pañuelo tan limpio y fragante como el
perro la ha tomado contigo. Lo mejor es del día anterior.
que pases por el chalé lo más deprisa po- De enfadado que estaba ni le dio las
sible. ¿Por qué no vas en bici a todo gas? gracias. Al rato le volvió a preguntar la
Como Mateo confiaba mucho en sus niña:
amigos, le hizo caso. - ¿Cómo se llama ese perro que te la-
A la mañana siguiente montó en su dra tanto y te da miedo;
bici de carreras, tomó impulso y ... cuan- - ¿Y quién te ha dicho a ti que me da
do el animal vio aparecer la bicicleta, se miedo? - preguntó a su vez Mateo de
puso como loco. Se lanzó con tal furia malos modos.
contra la alambrada que Mateo no dudó Ana se encogió de hombros, en un
que, en esta ocasión, la destrozaba. Con- gesto muy suyo, sin contestarle.
secuencia: tanta prisa se quiso dar en es- - Y, además, si me da miedo, ¿qué;
capar que fue a parar al suelo, hacién- - le increpó Mateo desafiante- o¿Es que
dose otra herida, esta vez en la rodilla iz­ a ti no te dan miedo los perros locos?
quierda. La niña se lo pensó y contestó en un
Lloró de rabia y de dolor y entró en el susurro:
colegio sin querer hablar con nadie. Ana - A mí lo único que me da miedo es ir
Echeverría le echó una mirada de las su- al hospital.
yas' de niña modosita, y se limitó a pre- Sin habla se quedó Mateo ante una
guntarle: noticia tan triste. Sintió una cosa por

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- ¿Y por qué te da tanto miedo? A Mateo no se
-Me ponen inyecciones. más sobre un asu
-Pues a mí una vez me pusieron una fue la niña quien
y no me dolió - le dijo Mateo para con- - Pero ¿cómo s
solarla. a un perro le lla
-¿Dónde te la pusieron? - se interesó más fácil hacerse
la niña. Aunque Mateo
consejos de sus co
- Aquí - le contestó Mateo señalán-
parecía una buen
dose una nalga.
teraría del nomb
- En el culo no duelen nada - le acla-
hizo para que la n
ró la niña- ; ni en el brazo tampoco. De
do en cosas tristes
ésas me ponen muchas. Lo malo es una
que me ponen en un hueso de aquí.
Y se señaló la columna vertebral. Ma-
teo pensó que aquél era un sitio horrible
para poner inyecciones.
-Jo. qué faena -fue lo único que se
le ocurrió decir. Y añadió como para dar-
le ánirnos-: Pero ya no estás en el hos-
pital...
- No - admitió la niña- , pero tengo

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invitado a tomar tortitas con nata, que es
3 lo único que me gusta.
- ¡Qué suerte tienes! - le decía Mateo,
en parte para animarla y en parte de co-
razón- o A mí, en cambio, no me dejan
tomar dulce. Dice mamá que estoy muy
gordo. Apenas me dejan comer y siempre
estoy con hambre. Una desgracia.
- Pues yo nunca tengo hambre -le
replicó la niña- y siempre me están obli-
DESDE ese día comenzó para Mateo gando a comer. Eso sí que es desgracia.
una época muy rara. Por una parte le El que ambos fueran desgraciados,
gustaba estar con la niña nueva porque aunque justo por lo contrario, los unió
contaba cosas muy interesantes; pero, a mucho.
la vez, le daba miedo sentarse junto a al- A partir de ese día Ana Echeverría, a
guien que podía morirse de un día para la hora del recreo, se sacaba de su ma-
otro. ravillosa cartera un bollo con crema y se
Sobre todo los miércoles se sentía an- lo daba a Mateo. El chaval estaba encan-
gustiado. Cuando Ana volvía, hacia me- tado con aquella moda, hasta que se en-
dia mañana, Mateo la miraba con mu- teró Jacinta.
cha atención para ver si había llorado. - iSerás cerdo! - le increpó bastante
A veces le preguntaba: enfadada- o ¡Comerte la merienda de
- ¿Te ha dolido mucho? Ana!
- Un poco, pero luego mamá me ha - ¡Pero si es que ella no la quierel

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Nunca tiene hambre -se disculpó Cha-
mero.
-¡Pues aunque no tenga hambre. tie-
ne que comerl ¿No ves que si no come,
nunca se pondrá buena?
Mateo se quedó desolado porque echó
la cuenta y llevaba quince días comién-
dose el bollo de la niña. Sólo de pensar
que, por su culpa, pudiera pasarle algo
malo, se le quitó el apetito. Aquella mis­
ma tarde, muy enfadado, le dijo a Ana:
-¡Ya te estás comiendo el bollo y sin
dejar una miga!
A la niña se le llenaron los ojos de
lágrimas, pero comenzó a comer. muy
despacio. Se le hacía una bola en la boca,
como si no pudiera tragar. Por su parte
a Mateo se le puso un nudo en la gar-
ganta, porque se dio cuenta de que era
mucho peor no tener hambre que tener
demasiada, como él.
Al día siguiente, Ana no fue al colegio
y Mateo estuvo muy inquieto, hasta que
Jacinta le explicó:

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-No ha venido porque hace mucho -Bueno. Me lo como si me juras que
frío, y Ana no se puede acatarrar. tú te comes el tuyo.
Así se pasaron tres días, y al cuarto, - Vale - admitió la otra.
que lució un sol muy hermoso, apareció y desde aquella tarde se sentaban uno
de nuevo Ana y ocurrieron dos cosas sor- enfrente del otro, cada uno con su bollo.
prendentes. Por su gusto Mateo se hubiera zampa-
La primera fue que a la hora del re- do el suyo de un par de bocados, pero
creo, Ana, con una sonrisa misteriosa, lo deglutía lentamente, como su amiga.
abrió su superordenada cartera y sacó y si ésta se ponía melindrosa, Chamero
dos bollos de crema. la amenazaba con no comérselo tampo-
- Uno para cada uno - le informó a co él.
Mateo alargándole el suyo. - Menudo chollo que has encontrado
- ¡Ni hablar! -dijo éste, temiendo que - le dijo Jadnta cuando se enteró del tra-
se enterara Jacinta y le volviera a reñir. jín que se traían con los bollos.
- No seas chorras - le replicó la niña, - Te advierto - le replicaba Mateo-
que, cosa curiosa, a veces era bastante que yo me lo como para que se lo tome
mal hablada-o ¿No ves que en mi casa ella también.
me dan toda la comida que quiero? Si no -¡Valiente cara que tienes! - se reía
puedo con un bollo, ¿cómo voy a comer- Jacinta.
me dos.
A Mateo le resultó tan razonable aque-
llo - y tan apetitoso el bollo rebosante de
crema- que le dijo en tono de persona SEGUNDA SORPRESA: Ana le pidió que
mayor: le explicara las lecciones de los días que

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había faltado a clase: pero como Mateo decían los profesores, para quedar bien
era un estudiante regular, se acordaba con ella.
poco y mal. Entonces la sorprendida fue
la niña:
- Si tú no faltas nunca a clase, no
comprendo cómo sabes tan poco. Debes A TODO ESTO, Ana seguía empeñada en
de ser muy burro. que Mateo se enterase del nombre del te-
Aunque Mateo ya se iba acostumbran- mible perro. Pero no hubo forma; su due-
do a las salidas de su arniga, en esta oca- ño era un anciano misterioso, y no lo co-
sión se picó y le replicó: nocía casi nadie.
- No es que sea burro, es que no me - ¡Qué penal - se lamentaba Ana-.
interesa el colegio. Si lo llamaras por su nombre, seguro que
- JQue no te gusta el colegio? - le pre- dejaba de ladrarte.
guntó la niña en el colmo de la sorpre- Ana se volvía loca por los animales.
sa- . A mí, lo que más del mundo. Sobre todo por los perros y los gatos.
--Claro, porque vienes poco - se le Pero hasta una lagartija que saliera al sol
ocurrió decir a Charnero. en el patio del colegio le interesaba. Lo
-A ver si te crees que es por mi gusto malo era que no le dejaban tener ani-
- le soltó la niña. males, ni tan siquiera acercarse a ellos,
y lo dijo en un tono tan sentido que porque le podían contagiar enfermeda-
el chaval se sintió a disgusto. A partir des.
de ese día, si Ana faltaba a clase Ma- - Mi padre me ha prometido - le ex-
teo procuraba estar muy atento a lo que plicó a Mateo- que cuando me ponga

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buena me va a regalar un perro. O sea,
que lo estoy deseando.
Lo decía de manera que parecía que
estaba deseando ponerse buena sólo para
poder tener un perro. En cambio, él no
tendría uno ni por todo el oro del mundo.
Fue el primer año que Mateo se dio
cuenta de que había llegado la primave-
ra. Él estaba atento a la llegada del ve-
rano, porque les daban las vacaciones y
se iban a la playa. Por lo demás, le traía
sin cuidado que lloviera o hiciera frío,
que fuera invierno u otoño.
Pero aquel año, hacia mediados del
mes de mayo, apareció un día Ana Eche-
ver ría sin su famoso anorak. Llevaba un
vestido que, según todas las niñas, era
precioso y le favorecía mucho. También
el gorro era distinto, de una tela menos
gruesa y de tamaño más reducido. Por la
parte de la frente le asomaban algunos
mechones muy finos, como si el pelo le
empezara a crecer de nuevo. Ese día Ma-
teo se dio cuenta de que Ana era rubia y

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de que podía tener razón el director medicinas, en primavera podría ir al co-
cuando dijo que era una preciosidad. legio y jugar al aire libre.
-Lo odio -le comentó a Mateo. un -¿Tan mal se estaba en el hospital?
poco ruborizada por las cosas que le de- -se interesó Mateo, admirado de las
cían sus compañeras sobre lo guapa que emociones de la niña.
estaba. -Bueno... -se lo pensó, se le iluminó
-¿Qué es lo que odias la cara y siguió-: Pero mi médico es fe-
-El anorak. Estoy horrible con él nomenal. Yo de mayor también voy a ser
-luego se quedó pensativa y continuó médico.
con aire ensoñador-o La primavera es -¿Ah, sí? Pero entonces te tendrás
fantástica. ¿A ti te gusta? que pasar la vida en un hospital.
-No está mal. Depende -le contestó -No me importa; ser médico es lo me-
Mateo, por decir algo. jor del mundo.
Entonces Ana le comenzó a explicar la -Pero para ser médico tendrás que es-
cantidad de cosas que pasaban en pri- tudiar mucho ...
mavera relacionadas con pájaros, árboles -No me importa tener que estudiar.
y flores, y que a ella le parecían maravi- Lo cual era cierto. Ana en clase escu-
llosas. A Mateo le dio vergüenza confe- chaba con la boca abierta a los profesores
sarle que ni se había fijado. y se enteraba de todo lo que decían.
-Cuando estaba en el hospital. en
una habitación muy pequeña que daba a
una calle oscura, sólo soñaba con la pri- -YO NO ME EXPLICO cómo os lleváis
mavera. Además. el médico me había di- tan bien con lo distintos que sois -le co-
cho que si comía bien y me tomaba las mentó un día Antonio Ramírez.

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-Sí - admitió Mateo-; Ana es un -Esto hay que celebrarlo --decidió el
poco rara. Fíjate que lo que más le gusta día en el que la báscula le dio tan buena
es el colegio, los animales, las llores, y co- noticia. Luego miró de reojo a su marido
sas así. y a su hijo, y les dijo- : Aunque vosotros
- ¿No serás tú el raro? -le replicó Ja- no sé cómo os las arregláis, porque ha-
cinta, que siempre salía en defensa de béis adelgazado mucho menos que yo.
Ana Echeverría. Mateo y su padre pusieron cara de des-
-Lo que pasa ---concluyó Antonio pistados, para que no les descubriera el
Ramírez, tan reflexivo como de costum- secreto. Porque a causa de la manía de
bre- es que después de pasarse un año la madre. Mateo había descubierto lo
encerrada en un hospital. todo lo de fue- agradable que era tener un secreto con
ra le parece maravilloso. Hasta el colegio. su padre.
Los días de colegio, gracias a los bollos
que le suministraba Ana, Mateo lograba
engañar el hambre. Pero los sábados y
LA PRIMAVERA ILEGÓ para todos y. de domingos no le quedaba más remedio
modo especial. para la madre de Mateo que hacer trampas a la hora de la me-
Chamero, que comprobó que había adel- rienda. Su madre le solía dar un té con
gazado ¡quince kilos! un par de galletas medio secas, y él. a
La verdad es que estaba mucho más continuación, se escapaba con su paga a
delgada, daba la impresión de más joven la pastelería del barrio.
y más guapa. y no cabía en sí de satis- y una tarde de domingo se encontró a
facción. su padre en la misma operación, tomán-

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dose un pastelón de nata de los más
grandes. Mateo se quedó con la boca
abierta y su padre se puso rojo hasta las
orejas. Luego, a los dos les entró la risa.
-O sea, que tú también... - le dijo
Mateo encantado de pillar a su padre en
falta.
- Bueno, sólo los domingos.
- Claro, porque entre semana te forra-
rás en tu oficina.
- ¡Niño! - le reprendió el capitán de
los bomberos-o Más respeto a tu padre.
Pero a continuación le invitó a otro
pastelón y se juramentaron no decir
nada a la madre.
- y sin abusar, ¿eh? - le advirtió el
padre- o Porque tu madre tiene razón.
Comemos demasiado y nos conviene
adelgazar.
Desde aquel día se traían sus cuchi-
cheos entre ellos. Y en alguna ocasión
- por ejemplo, cuando la madre se em-
peñaba en que cenaran sólo acelgas- el

50
padre le alargaba, disimuladamente, una
tableta de chocolate u otra chuchería por
4
el estilo.
A pesar de todo, también adelgazaron,
y por eso la madre decidió que tenían que
celebrarlo.

- ¡GRAN idea! -dijo el padre-o Po-


demos celebrarlo comiéndonos una pae-
lla en un buen restaurante.
- ¡Ni hablar de comidas que engor-
dan! - replicó la madre-. Con lo que
nos ha costado adelgazar. Estoy dispuesta
a haceros un buen regalo con mis aho-
rros. A ver qué es lo que queréis cada
uno.
Mateo se lo pensó, lo comentó con sus
amigos, y fue Antonio Ramírez quien le
aconsejó:
- Ni lo dudes. Una tienda de campaña.
Porque aquella primavera se había

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puesto de moda en el colegio hacer ca- nunca. Para colmo de dichas comenzó a
bañas. La ventaja de aquel barrio, a las llover. y así pudieron comprobar lo bien
afueras de la ciudad. era que tenía mu- que se estaba a su resguardo.
chos árboles y algunos campos sin edifi- Se dieron cuenta de las grandes posi-
caciones. Era un sitio muy bueno para bilidades que ofrecía una tienda así. Pen-
hacer cabañas con palos, telas y carto- saron hacer un cobertizo con palos. que
nes. les serviría de garaje para las bicicletas.
- Pero una tienda de campaña - in­ - Esto puede acabar siendo mejor que
sistió Ramírez- es mucho mejor. Hasta
una casa --concluyeron ambos-o y,
podemos dormir una noche dentro. Y en
además, nuestra. sin padres que nos den
verano podemos hacer excursiones con
la lata.
ella. ¿Tú crees que te la comprarán?
Cuando al día siguiente, lunes, se en-
teró Jacinta, lo primero que les dijo fue:
- ¡Menudos cerdos, no me habéis avi-
SE LA COMPRARON. La madre comentó sadol
que resultaba un poco cara, pero que la - Sólo era una prueba - se disculpó
ocasión lo merecía. Mateo- . El sábado que viene la vamos a
Aquel mismo sábado, con ayuda de montar en serio, con garaje y todo . Y a
Ramírez, Mateo la montó en un bosque- organizar una supermerendola.
cillo próximo al colegio. y ambos se que- Ana les escuchaba con gran fijeza. sin
daron extasiados. Ramírez se había traí- perderse ripio de lo que decían. Mateo. en
do un camping-gas y se frieron unas sal- plan generoso, informó:
chichas que les supieron mejor que - Tú también cabes, es muy grande la

54 55
tienda. Si quieres puedes venir. ¿Te ape-
tece?
-Lo que más del mundo. pero no me
dejarán.
Como ya sabían que a Ana no le de-
jaban jugar a nada que le hiciera sudar
y pudiera acatarrarse, se quedaron un
poco mustios.
-¡Venga! - le animó }acinta- ; en la
cabaña no tienes por qué sudar. Además,
ya no hace frío.
- Si fuera después de junio ... - mur-
muró Ana nostálgica.
- ¿Qué pasa después de junio? - pre-
guntó Mateo.
Después de junio pasarían cosas ma-
ravillosas. Le darían de alta y ya no ten-
dría que volver al hospital para la odiosa
inyección de los miércoles.
- Será fenomenal - le dijeron los
otros tres casi a la vez.
- Además, ya te está saliendo el pelo,
¿verdad? -añadió Mateo para animarla.

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- Sí. Un poco - admitió la niña po- - le razonó él-o Además, seguro que es-
niéndose colorada. tos amigos cuidarán de Ana. ¿Verdad?
- ¿A que eres rubia? - insistió Mateo. Los tres asintieron, y Jacinta, que era
La niña asintió con la cabeza. Y como la más decidida, habló por los tres:
si le diera vergüenza, se metió el sombre- -{2ue esté sólo un rato, y si vemos
ro hasta las cejas. que hace malo o llueve la traemos a casa.
-- Pues si tú no vas, yo tampoco voy La madre terminó por acceder. pero
- afirmó Jacinta. con muchas condiciones. Entre otras.
Por lo que los otros decidieron que ha- que tenía que hacer muy buen día. que
bía que ir a ver a los padres de Ana, para no se podía quitar los zapatos, ni el som-
pedirles permiso. brero. etcétera, etcétera.
El padre los acompañó hasta la puerta
y al despedirlos les dijo:
- Lo importante es que Ana se lo pase
LA MADRE DIJO QUE NO Y el padre que
bien - y cuando ya estaban en la calle,
sí. Hasta se llegaron a enfadar delante de
añadi&--: Oye. no sabéis lo que os agra-
los tres amigos.
dezco que os preocupéis por mi hija. Sois
- La niña no se va a pasar todo el día
unos tíos estupendos.
metida en casa porque a nosotros nos dé
Los chavales no supieron qué decir,
miedo todo - le dijo el padre a la madre.
- ¡Mira, Pedro, que si se acatarra o le porque no estaban acostumbrados a que
pasa algo! - se lamentó ella. los padres se emocionaran por semejante
- JPor qué se va a acatarrar? Ya no tontería. Y mucho menos a que les die-
estamos en invierno. El tiempo es bueno ran las gracias.

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LOS PREPARATIVOS DEL FESTEJO del años, que va a hacer algo distinto de ir
sábado los tuvo muy entretenidos toda la al colegio o al hospital. De todos modos
semana. Ana Echeverría no sabía hablar - añadió- , tú no la beses, no vaya a ser
de otra cosa. No se cansaba de preguntar que le contagies algo.
sobre lo que harían o dejarían de hacer. Esto lo dijo porque Mateo era bastante
Si la tienda la montarían al sol o a la despreocupado para lo de lavarse.
sombra. Si habría algún río cerca. Cues- - Descuida - le contestó él despecti-
tiones que a Mateo le parecían poco in- vo-; yo sólo beso a mi madre cuando no
teresantes, en comparación con la super- me queda más remedio.
merendola que iban a organizar. Así que Lo cual no era cierto pues Mateo era
le dijo a Ana en plan mandón:
bastante cariñoso, y poco rencoroso, por-
- Si vienes es con la condición de que
que si bien había amenazado a Jacinta
te comas toda la merienda. Nada de em-
con no dejarla entrar en su cabaña si se
pezar con tus tonterías. ¿Está claro?
-Clarísimo, jefe. Lo prometo - le con- ponía tonta, pronto se le olvidó. Es más,
testó Ana, al tiempo que le daba un beso aquella noche se duchó sin que le obli-
en la oreja. gara su madre, no fuera a ser que Jacinta
Mateo se quedó de una pieza, porque tuviera razón en lo de los contagios por
entre ellos no había esa costumbre. Co­ falta de higiene.
mentó con los otros dos las rarezas de El viernes amaneció cubierto de negros
Ana, y Jacinta, como siempre, la defen- nubarrones, y Ana llegó al colegio de-
dió: mudada.
- Es que está loca de contento. Ten en Lo primero que le dijo a Mateo fue:
cuenta que es la primera vez, en dos - Reza para que mañana haga bueno.

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-Pero ¿para eso se puede rezar? -se cioso como un piel roja, casi arrastrán-
extrañó el chaval. dose por el suelo. Y el día que conseguía
-En mi casa rezamos por todo. Bueno que el perro no advirtiera su presencia,
-aclaró la niña-, desde que estoy mala. se sentía feliz de la hazaña.
-Pues entonces yo prefiero rezar para Pero si el perro se daba cuenta de la
que te crezca el pelo muy deprisa -fue maniobra, resultaba cien veces peor. Se
la salida de Mateo, como para correspon- ponía hecho un energúmeno y sus ladri-
der al beso de la oreja. dos taladraban el tímpano del niño. A
A Ana le dio una risa muy simpática tanto llegaba la cosa que, en más de una
y Mateo se apartó de ella, no fuera a dar- ocasión, a prudencial distancia, Mateo le
le un beso en la otra oreja.
tiraba piedras. Y una vez que le acertó
Puestos a rezar, Mateo decidió rezar
con un cantazo, el animal lanzó un au-
también para que el dichoso perro desa-
llido sobrecogedor, pero desapareció de
pareciese de su vista. Porque ese mismo
su vista.
viernes, cuando Mateo llegó a su casa,
-Yo creo -le explicaba el extranjero
por poco se desmaya. En la puerta había
un señor con pinta de extranjero hablan- a su madre- que me lo habrán robado.
do con su madre. Era el dueño del perro Es un perro de raza, muy bueno.
¡y estaba buscándolo! El animal había de- y les pidió permiso para poner un car-
saparecido. tel en el farol que había enfrente de la
Sus relaciones con el animal no ha- casa de los Chamero. El cartel decía así:
bían mejorado nada durante los meses
transcurridos. Mateo procuraba pasar SE BUSCA PERRO DE RAZA. ATIENDE POR

por delante del chalé maldito tan silen- ZOSKA. SE GRATIFICARÁ.

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«¡A buenas horas me entero del nom-
bre del bicho ese!», pensó Mateo. Y se
5
puso a rezar para que, efectivamente. se
lo hubieran robado al pobre señor y no
volviera a aparecer por el barrio.
Pero al poco le entró una gran preo-
cupación. ¿Y si el perro se había escapa-
do y andaba suelto por ahí? Recordó que
el profesor de Conocimiento del Medio les
había explicado que los animales tenían
muy buena memoria, sobre todo para EL CASO es que el sábado amaneció un
vengarse de los que les habían, hecho al- día espléndido. Sin una nube en el hori-
guna faena. Había contado la historia de zonte, el aire calmo y la temperatura
un elefante que destruyó un poblado in- muy suave. Todo tan agradable que Ma-
dígena desde el que le habían lanzado teo se olvidó de cualquier cosa que no
una flecha treinta años antes. fuera montar la tienda.
¿Y si el condenado Zoska se acordaba Desde por la mañana, Ramírez y él se
del cantazo que le había atizado y se ha- afanaron en prepararlo todo con gran es-
bía escapado para vengarse de él? Ante mero. Junto a la tienda levantaron un
tan horrible idea, redobló los rezos. sombrajo para las bicicletas; de sus casas
se trajeron sillas plegables, de las que
usaban en la playa, y una sombrilla, por
si acaso. Y. por supuesto, el camping-gas
de Ramírez, más una sartén para hacer

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perritos calientes y un cazo para guisar Al poco llegó Jacinta, que primero se
chocolate. admiró de la tienda y, a continuación,
Trabajaron un montón, y de vez en tanto o más, de lo elegante que iba Ana.
cuando le preguntaba Mateo a su amigo: Jugaron a todo lo imaginable, siempre
- ¿Tú crees que le gustará a Ana? que no fuera de correr o sudar, y se lo
-¿Gustarle? - se admiraba el otro-. pasaron de locura. Ana estaba tan feliz
Le volverá loca. que se vio claro que los otros tres no ha-
Así fue. Después de comer aparecio cían más que discurrir cosas que le gus-
Ana de la mano de su padre. El señor se taran. Por darle gusto hasta se pasaron
asomó al interior de la tienda y no pudo más de una hora observando unas hor-
reprimir un silbido de admiración. migas que trasladaban pajitas de un lado
-Os lo vais a pasar bomba - se limitó
a otro.
a deéir.
Ana se quedaba embobada mirando
Dio un beso a su hija y se marchó sin
los árboles, de hojas muy verdes, o las
hacerle recomendaciones sobre cómo se
amapolas que nacían en el ribazo, y a
tenía que portar.
Anduvo unos pocos metros, se volvío media tarde dijo como si fuera a llorar de
y le dijo a su hija:
la emoción:
- ¡Que te diviertas mucho! - Pero ¿os habéis fijado qué bien huele
y Ana le tiró un beso con la punta de todo?
los dedos. - De maravilla - respondieron Jacinta
- Es cursi la tía, ¿no? - le comentó y Ramírez, por seguirle la corriente.
Mateo por lo bajo a su amigo. En cambio, Mateo replicó:
- ¡Jo, macho - le replicó Ramlrez-, - Pues mejor va a oler cuando friamos
tú qué sabes de esas cosas! las salchichas.

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- -¡Qué tío I -le reprochó Jacinta ha-
ciéndose la fina-o No piensas más que
en comer.
- Pues yo también tengo hambre.
La que dijo esto fue Ana Echeverría, y
a los otros tres les dio un ataque de ale-
gría. pues desde que la conocían sólo le
habían oído decir lo contrario.
Se pusieron a cocinar como posesos. y
cuando estaban en lo mejor, friendo sal-
chichas y preparando el chocolate. suce-
dió lo inesperado: unos ladridos que pa-
recían distantes. Distantes para los de-
más, pero no para Mateo, que los conocía
de sobra.
- ¡El perro! -exclamó al tiempo que le
daba un vuelco el corazón. J.Ji!t.1..
- ¿Qué perro? ¿Qué perro? - pregun- J..'$
:t-,I
taron los otros, que se habían olvidado de J.
j-;r.
los problemas de Mateo.
- ¡Pues cuál va a ser! -gritó éste aso- ,ti rI
mándose fuera de la tienda. ",.¡.
:"d~

_h7 <o?df ~#
Los otros le siguieron y pudieron ver a ...'f",Jnr

un gigantesco animal que corría enlo-

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que cido hacia ellos. La culpa de lo que
sucedió a continuación la tuvo Jacinta.
Después dijo que le había parecido ver es-
puma en su boca y que por eso había gri-
tado:
- ¡Está rabioso!
El caso es que echaron a correr y no
pararon hasta la cercana puerta del co-
legio. Y allí, jadeantes, se dieron cuenta
de que se habían escapado todos ... menos
Ana.
¡Ana a merced de un perro rabioso que
solo con que la mirase le contagiaría la
rabia!
A igual velocidad retornó Mateo a la
cabaña, justo en el momento que el ani-
mal se aproximaba a la niña. Ésta per-
manecía muy quieta, con una silla en la
mano, como para protegerse. Y a Mateo
lo único que se le ocurrió fue ponerse a
cuatro patas y corresponder con toda la
furia que pudo a los ladridos del perro . .
Esto lo había leído una vez en un te-
beo, que lo aconsejaba como remedio

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para asustar a los perros. Mateo había . temblorosa, aunque luego dijo que era de
pensado que aquello era una chorrada y la emoción, pues nunca le habían pasado
nunca se le había ocurrido ponerlo en tantas cosas en un día . Desde el colegio
práctica. Pero en aquella situación extre- llamaron por teléfono a casa de Chame-
ma decidió intentarlo. ro, y al poco apareció el dueño de Zoska,
De momento consiguió que el perro, que seguía relamiéndose con las salchi-
sorprendido, dejase de ladrar. Dentro del chas.
terror que sentía Mateo, eso le animó, y Resultó ser un señor francés, que no
redobló sus ladridos. El animal hasta re- cabía en sí de la alegría por recuperar a
trocedió un par de pasos. pero pronto su perro. El francés era un caballero fi­
cambió de opinión y se aproximó a Ma- nísimo, que les pidió muchas disculpas.
teo. A éste, del miedo, se le secó la gar- Además, les explicó que Zoska era sólo
ganta y no pudo seguir ladrando. un cachorro de pocos meses y por eso le
Se hizo el silencio. que a Mateo le pa- gustaba jugar.
reció que duraba siglos, y, a continua- - A mí me parece un poco grande
ción, el perro le olfateó de arriba abajo. para ser un cachorro - le dijo Mateo,
le chupó un zapato y se lanzó... sobre las que seguía mirando con recelo al animal.
salchichas que acababa de freír Ramírez. Aunque el dueño lo tenía sujeto con una
correa al cuello.
- Sí, sí, cachorro - insistió el señor- o
Luego. más grandes todavía.
MATEO SE ENDEREZÓ, tomó a Ana de la - ¿Y también ladran más? - se espan-
mano, y muy despacito se fueron hacia tó Mateo.
el colegio. Al principio la niña estaba - ¡Ja, ja, jal - se rió el señor-o No,

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no, ahora ladra más. Por jugar. Luego, tura con Zoska, que volvió a aparecer al
de mayor. ladra menos. olor de las salchichas. Pero esta vez venía
Volvió a disculparse y les explicó que acompañado de su dueño, que les dio
la culpa de que ladrara tanto era suya. una sorpresa:
Por tenerlo todo el día encerrado. Y por -Tomad. La gratificación. Diez mil pe-
esa misma razón se había escapado. setas.
-Desde mañana, todos los días lo sa- Los chavales pensaban que les estaba
caré a pasear. tomando el pelo y el francés les tuvo que
-O sea -le dijo Jacinta a Mateo explicar:
cuando se despidió el francés-, que eres -Yo puse un cartel diciendo: «Se gra-
un miedica. ¿No te da vergüenza tener tificará». Vosotros lo habéis encontrado.
miedo de un cachorro? El dinero es vuestro.
y la que saltó fue Ana Echeverna: -Oiga, ¿no será demasiado? -pre-
-De miedica nada, que todos creía- guntó Antonio Ramírez.
mos que era un perro rabioso y fue él -No. Este perro es muy caro. Vale lo
quien se le enfrentó. menos cien mil pesetas. Yo os doy el diez
A Mateo le pareció muy bien que su por ciento. Es lo justo.
amiga le defendiera, y como no le ape- -Vale -admitió Ramírez y, dirigién-
tecía discutir con Jacinta, dijo: dose a sus amigos, preguntó--: ¿Vosotros
-Dejaos de líos. Mañana repetimos. y, creéis que nos llegará para comprarnos
además de la sartén, nos vamos a traer otra tienda de campaña?
un aparato que sirve para hacer tortitas y comenzaron a hacer planes sobre la
con nata. cantidad de cosas que podrían hacer si
y repitieron de todo. Hasta de aven- tuvieran dos tiendas de campaña.

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cuando éste pasaba por el chalé, pero era
de alegría, T!0rque el chico en vez de pie-
dras le alargaba trocitos de salchicha o
de carne.
- ¡Qué suerte tienes de que un perro
tan precioso sea amigo tuyol - le dijo un
día Ana Echeverría.
-Cuando llegue junio y te pongas
buena del todo - le animó Mateo- , tú
también podrás jugar con él.
y sin pedirle permiso le quitó el gorro,
porque el pelo rubio con mechas casta-
ñas le llegaba ya hasta las orejas.

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