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Aquí no hay lugar para los héroes

En resumidas cuentas mi papá es el activista político más activo en contra de la reelección del
Presidente desde que se produjeron los conflictos del 93, donde terminó haciéndose humo
Víctor Raúl Vizcarra “El Gordo Vitocho”. La mujer del gordo se negó a recibir visitas desde su
desaparición. Digo, desaparición es un decir. Estela, que así se llamaba la esposa de Victor Raul
nunca mencionó tal palabra y cuando papá y otros colegas les hicieron las preguntas del caso
ella contestó que su marido había viajado por negocios que por asuntos de trabajo. Papá no se
tragó el cuento. El gordo no se iría sin avisarme a mí, pues, si somos como hermanos, cómo se
va a esfumar así no más sin una carta sin nada, aquí hay gato encerrado.

Yo acababa de entrar a la secundaria cuando se cumplía un año de la supuesta desaparición


del señor Vitocho. Ya para entonces papá y unos conocidos del barrio se movilizaron por su
pronta aparición. El asunto era incómodo. Salían por las calles a veces diez otras veinte una vez
hasta treinta con fotos del señor Victor Raul y con arengas en contra del presidente. Digo que
era incómodo porque la señora Estela no participaba en las marchas e incluso salía a gritarles y
darles de baldazos de agua para que se vayan a sus casas, haraganes de miércoles, cuántas
veces les tengo que decir que Victor Raúl se fue porque le salió otro trabajo, ya déjenme
descansar en paz. Pero nada. Un año y medio y yo con mi primera borrachera pasó desde
entonces y Doña Estela seguí negándolo todo y papá y los suyos seguían con las marchas.

Como todo gobierno de nuestro país no pasó mucho para que el olor de la corrupción se
percibiera en el ambiente. Dentro de aquellos estaban los conflictos del 93 que a continuación
dio paso a una movilización de escala nacional en contra del Presidente, el portavoz de la
marcha aquí en la capital era el señor Vitocho, las medidas de corte presupuestal sacaron a
muchos de sus trabajos incluído Victor Raul. Junto a sus compañeron iniciaron las marchas que
culminó extrañamente de forma pacífica. Hasta ahí papá estaba feliz con el Presidente, había
acabado con la ola terrorista que había matado al abuelo en la sierra y en la amputación de un
brazo de la tía Úrsula por culpa de un cochebomba. La encarcelación del líder terrorista es algo
que papá y muchos en el país agradecieron fervientemente al Presidente. Nunca la
popularidad de un gobernante había estado tan alta. Las afiches con su cara hasta empezaron
a aparecer en las casas de la gente más acomodada; esto lo supe visitando la casa de uno de
mis compañeros de clase. El Presidente y la banda rojiblanca se mostraban imponentes en los
comedores familiares. Los opositores eran denostados por el oficialismo y hasta acusados de
simpatizar con el recientemente derrotado grupo terrorista.

Victor Raul empezó a ir más seguido a nuestra casa y a hablarle a papá sobre estos asuntos.
Papça solía abogar por un cambio de tema.

No ignorábamos la corruptela, recuerdo haber escuchado decir a papá, pero estábamos tan
felices con que al fin haya acabado el terror que estábamos dispuestos a perdonarle todas las
faltas al Presidente.

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