Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa
niña. Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero,
desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un
lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba
hilando.
Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos
del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su
alrededor y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una
espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.
En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el aire.
Todos dormidos. Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso
bosque que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo.
Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus
alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor
escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.
Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza;
sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.
Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños
acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.
FIN
La princesa y el campesino
El marido, feliz, ordenó invitar a todo el mundo a una gran fiesta para
celebrar la estupenda noticia. La niña nació antes de lo que esperaban, nació muy
débil, pero cuando todos pensaban que no habría esperanzas para ella,
aparecieron tres hadas mágicas. El hada de la felicidad, el hada de la fuerza y
el hada del amor. Las hadas se acercaron al rey Rafael y le dijeron que le
concederían tres dones a su hija. La primera, el hada de la felicidad, le concedió el
don de hacer felices a quiénes la rodeaban.
Y así fue, la niña era muy buena y hacía felices a todos los que la rodeaban, pues
ella tenía el don de hacerlo. Ana era una de las niñas más bonitas del reino, tenía
una belleza tanto por fuera como por dentro, que todas las niñas del reino
envidiaban. Pero los padres de Ana desde antes de que naciera la comprometieron
con el príncipe de Jaén, pues Rafael ansiaba poder unir los dos reinos, y esa era la
única forma.
Los años fueron pasando, y nuestra querida y preciosa Ana ya era toda una
mujer de diecinueve años. Se había convertido en una mujer tremendamente
bonita y todos los príncipes de los reinos próximos soñaban con poder casarse con
ella. Un precioso día de verano, Ana salió al bosque con su precioso caballo blanco
a coger fresas, la seguían unas preciosas mariposas, pues ni los animales podían
controlarse con tanta belleza cerca.
La princesa, se quedó un poco confusa, sin saber muy bien qué decir, ella
se bajó del caballo y se acercó al muchacho, y mirándole a los ojos le preguntó
que cuál era su nombre. El muchacho, avergonzado por no haberse presentado
antes, hizo una reverencia y la dijo que se llamaba Javi y que era un campesino
que trabajaba cultivando el campo.
Cuando llegó al palacio, encontró que sus padres estaban reunidos en el salón
principal esperándola, con un muchacho muy guapo. Ella se acercó y preguntó que
cuál era esa noticia que tenían que darle. Sus padres la dijeron que desde el
momento que supieron que ella iba a venir al mundo, estaba comprometida con el
príncipe Andrés de Jaén, que era el muchacho guapo que estaba a su lado.
Ella y el príncipe se fueron al patio para poder conocerse, al instante la
princesa se dio cuenta de que el príncipe era un presumido y un arrogante, y ella
no quería casarse con el por nada del mundo. Durante el siguiente año,
mientras todos preparaban la boda de los príncipes, la princesa Ana
seguía yendo al bosque para poder conversar con su amigo Javi el
campesino. Ella le contaba que no quería casarse con el príncipe Andrés, porque
era un chico muy presumido y no podría amarle nunca.
La madre del príncipe, que en realidad era una malvada hechicera, al ver que
los padres de ella no estaban dispuestos a obligar a su hija a casarse con alguien
que no amara, se convirtió en dragón y fue directa hacia el campesino
para matarlo por su traición. El príncipe, con mucho valor enfrentó a la
malvada hechicera, cabalgando en su caballo fue hacia ella envainando su espada.
Fue una labor difícil, pues la malvada hechicera se valía de cualquier conjuro
para echar fuego por la boca, e incluso volar con sus pequeñas alas de dragón.
Pero el valiente campesino, con una fuerza mayor a la magia, el amor que sentía
por la princesa, hizo que tuviera la suficiente fuerza para derrotar a la malvada
hechicera.
FIN