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I.

La problematicidad de la literatura latinoamericana y sus articulaciones


/tensiones con la modernidad cultural del siglo XX

Unidad I: Las cuestiones en torno a la problematicidad del objeto “literatura


latinoamericana”. Articulaciones y tensiones de la literatura con la modernidad y
posmodernidad cultural del siglo XX.

1. Complejidad de la noción de Latinoamérica y Literatura Latinoamericana. Los


problemas en la construcción del objeto. Algunas aproximaciones teóricas y críticas al
problema de la construcción del canon de la literatura latinoamericana. La
historiografía, la teoría y la crítica en la Literatura latinoamericana del siglo XX. La
cuestión del “Latinoamericanismo” a lo largo del siglo XX y sus modos de abordaje: las
nociones de Mestizaje, Heterogeneidad, Hibridismo, Transculturación. Del
“Latinoamericanismo clásico” al “Latinoamericanismo diaspórico”.

2. Modernización, modernidad y modernismo: deslinde conceptual. Articulación de


América Latina en el proceso modernizador de fines de siglo XIX y principios del XX.
Las contradicciones culturales de una “modernidad desigual” (Ramos). La
modernización literaria latinoamericana (1870-1910) y la recolocación del letrado
(Rama).

RAMA, Ángel (1984) La ciudad letrada. Hanover, Ediciones del Norte

La ciudad modernizada.

Aproximadamente en 1870 irrumpe la modernidad en América Latina. Ello se puede


vislumbrar en varios aspectos. Una de sus características más significativas se encuentra
la marcada ampliación del círculo letrado:

A- Un sector liberal que a través de las gacetas populares, hojas sueltas y


revistas gauchescas (los criollos representan al “hombre natural”),
paulatinamente se va formando un circulo letrado que tímidamente amenaza al
poder.
B- Un sector conservador, los mismos intelectuales universitarios,
“artificiales”. Pedagogos y abogados que no interpelaban ni representaban a la
sociedad, sino que la cubrían de dorados.

Como se observa, la ampliación del círculo letrado tiene que ver con el resultado de
una época liberal, que promulga “orden y progreso” junto con leyes de educación
común en toda Latinoamérica. La progresiva transformación de las Universidades,
escuelas técnicas etc. Es un momento histórico que se caracteriza por una demanda de
personal capacitado (mayor división de trabajo por el aumento poblacional).

En este marco, el rubro intelectual se amplía a tres círculos:


A- Educación: Se pensó en la Educación como palanca para el ascenso social, como
respeto público y también como acceso a centros de poder. Mitos urbanos van a
empezar a circular entre los sectores populares, y algunos autores los
representarán “mijo el dotor” y la maestra normal son producto de una visión
idealizada como también lo son los mitos del periodista solitario y el abogado
que lucha contra las injusticias más severas que puedan existir. “Los Mitos
parten de componentes reales pero no son fieles traducciones de la realidad, son
idealizaciones, deseos de los mismos individuos”- Los mitos en Latinoamérica
operan en grupos colectivizados. En Estados Unidos se abastecen con la amplitud
de las fuerzas individuales mientras que en Latinoamérica la espontanea
coincidencia protestaría, como las revueltas obrero-estudiantiles resultan ser
mitos urbanos e intelectuales, herederos del pensamiento europeo y que en
LATAM no poseen ningún equivalente)

B- Periodismo: La mayoría de ellos siguió respondiendo a las políticas dominantes


ya que muchos obtuvieron cargos públicos y la posibilidad de aportar un tinte
independiente, es nula.

C- Diplomacia:

D- El círculo de Escritores: podían trabajar mediante la venta de Reporters,


artículos a diarios, piezas a las compañías teatrales, desempeñarse como maestros
rurales o suburbanos, escribir letras para músicas populares…etc. Vasta
posibilidad laboral que tiempo después se debió establecer la ley de derecho de
autor.

E- El sector letrado Académico: resultó ser más próximo a las políticas liberales,
tuvieron su espacio autónomo, alejado del poder, dentro de institutos y academias
que proporcionaban títulos validos de maestros y profesores de segunda mano.
En este sector se desarrollará un espíritu crítico que buscará satisfacer las
demandas de los sectores urbanos al mismo tiempo que intentará infiltrarse en las
esferas de poder.

Disidencias en la ciudad letrada fines el XIX: Sentimiento de frustración e


impotencia. Producción de intelectuales que no se complacía de los logros sociales que
parecían muy dinámicos y provechosos, pero que no lo eran. Estructuras culturales se
presentaban como modernas, pero en una u otra forma poseían un tinte tradicionalista
(por ejemplo: del romanticismo idealista e individualista alemán que no tuvimos en
Latinoamérica sino que adquirimos el romanticismo social francés con Víctor Hugo
como héroe americano).

La prensa de comienzos del XX; prensa popular que dio como resultado la
ampliación de un público lector de diarios y revistas, no como compradores de libros.
Sin embargo, sí lo hizo la Universidad, órgano que sirvió de puente por el cual
transitaba la ciudad letrada. Además, la Universidad robustecía la inclusión y la
integración social de la clase media, tarea que antes había estado a manos de la iglesia.

Los abogados debieron compartir el poder con otras profesiones, pero no dejaron de
ocupar el lugar más privilegiado, anteriormente su honorable labor fue la escritura de
códigos civiles y constituciones para la conformación de la nación.

Por la época también se crearon academias de la Lengua como respuesta a la oleada


de inmigrantes que deformaban el idioma, por ello, contra esos peligros la ciudad
letrada se institucionalizó.

La ciudad letrada se caracterizará por dos cuestiones que demostraran su autonomía:

Naturaleza y culturas rurales: Se intenta integrarlos a la vida urbana, por ejemplo,


el caso de Martin Fierro. Como literatura costumbrista, es una construcción simbólica,
un modelo cultural más que la fiel representación del campo (dice Hernández en el
mismo prólogo el libro “intenté retratar lo más fiel posible…”).

Al mismo tiempo, la modernidad avanza a paso vertiginoso, por eso el retrato de


estas zonas rurales con sus habitantes naturales, por no decir barbaros, resulta idílico
con tinte nostálgico (Don segundo sombra), el campo está a punto de extinguirse porque
no posee fuerza evolutiva propia. En este marco agónico de las culturas analfabetas, el
intento de integración se va a dar a través de la oralidad, viendo que la escritura arrasa
sobre la oralidad, los escritores sepultaran por siempre estos productos orales en sus
obras.

Por eso tiene lugar también el Romanticismo, como lo auténtico y distintivo de los
sectores rurales está muriendo paulatinamente, la literatura como discurso de
integración y formación de la nación se ve fortalecida por la extinción de lo rural,
de este modo el triunfo de la ciudad letrada a fines del XIX establece sus valores al
mismo tiempo que redescubre las contribuciones populares como forma incipiente de
sentimiento nacional.

Al imponerse una cultura escrita, se desplaza la tradición oral, no del todo sino
parcialmente porque sigue manifestándose en las zonas urbanas que se mezcla con la
escritura y produce nuevas formas lingüísticas. La “plebe ultramarina” ya se había
mezclado bien, el “cocoliche” junto con una musicalidad particular incipientemente
daban origen al tango sumado a los sainetes teatrales.

Diorama artificioso que construye la cuidad: Se trata de la ciudad en si misma ya


que en la urbe hay fuerzas contra hegemónicas, que están al margen de la elite y clase
dominante y que permanentemente amenazan su autoridad “la ciudad real es la
principal opositora de la ciudad letrada, a quien a este debería estar sometida”.

La masa inmigrante fue una amenaza importante, amenaza lingüística, ideológica y


cultural. La forma de una ciudad cambia más rápido que el corazón de un mortal, los
inmigrantes no poseían ninguna historia en común, hubo por entonces un general
sentimiento de desarraigo por parte de los ciudadanos viejos que veían como se
desvanece el pasado cuando la ciudad los arroja a la precariedad del futuro. Por eso, en
la literatura de la época se reflejaron estas problemáticas, con un marcado perfil
xenofóbico ya que quienes escribían eran ciudadanos ya establecidos.

La ciudad comenzó a construir y vivir para un mañana impreciso al mismo tiempo


que rompía tajantemente el pasado nostálgico e identificador; el sentimiento común fue
el extrañamiento. Para remediar ese estado sensorial que acude la escritura, con el
pasado rural construyó la nacionalidad, con el pasado urbano construirá la identidad de
los ciudadanos. En ambos casos construye una imagen idealizadora que infunde orgullo
y altivez a aquellos hijos y descendientes de los señores de campo, y desprestigia a los
inmigrantes. En la sangre de Cambaceres o La gran aldea de Mansilla., se narra cómo
era la ciudad antes de la mutación, son una simple reconstrucción nostálgica de los que
fue y ya no es.

Cuando la ciudad real cambia se destruye y se reconstruye con otros ladrillos, la


ciudad letrada encuentra la coyuntura suficiente para incorporarse a la escritura y a las
imágenes. Sería erróneo tomar las producciones como datos fieles de la realidad, como
si fuesen portadoras de contenido histórico, lo que sí es relevante, es su construcción
misma, sus directrices ideológicas, su estructura interna.

La polis se politiza

Desde 1890, muchos estados de Latinoamérica se desprenden del yugo español y


portugués por lo cual serán los que van a empezar a formar la base identitaria del
continente. Pensar en la incorporación de Latinoamerica al mercado económico
internacional es promover el crecimiento económico, pero un punto en contra es la
explotación por los poderosos.

El siglo XX dividido por Rama:

 1911-1930 Periodo nacionalista.


 1930-1972 Periodo populista.
 1973 En adelante, periodo catastrófico.

La cuidad letrada en este marco se va a caracterizar por la primacía política en los


suburbios urbanos, la división de trabajo trajo consigo la especialización o capacitación
para determinadas áreas al mismo tiempo, la incrementación de planes de estudios más
amplios en las universidades: historiadores, sociólogos, economistas, literatos, políticos
y politólogos1.

Algunos literatos, se refugiaban en sus torres de marfil creando verdades artísticas


universales impregnadas de valores trascendentales, al mismo tiempo que esquivaban
1
(aunque la política en si no dejo de ser un área en la que se encontraban sujetos de diversas áreas y
especializaciones. Pensemos en que había muchas ideologías foráneas traídos por los inmigrantes,
socialismo, comunismo, anarquismo).
los bullicios sociales y políticos (caso Darío, al principio) ellos se profesionalizaron por
el uso de técnicas, la literatura seguía siendo una vocación más que un trabajo mientras
que la mayoría de los poetas escribía sobre asuntos políticos (Leopoldo Lugones).

El pensamiento liberal que predomino en el siglo anterior siguió vigente por el siglo
XX, no se debilito y fue clave para enmarcar los comportamientos de los intelectuales
de la época. Los ensayistas (Rodo, Ingenieros, Arguedas) formaron el grueso de las
producciones escritas, después le siguieron los novelistas naturalistas sumergidos
también en la vida política.

De este modo se expandía el equipo intelectual (al mismo tiempo que había un
crecimiento poblacional), la vida política los integraba, les ofrecía diversos campos.
Una nueva función que los escritores se vieron comprometidos a ejercer fue: la función
ideologizante, conducían espiritualmente a la sociedad juvenil mediante discursos
políticos educativos. Mientras se elogiaba y engrandecía una determinada ideología
política, se la fundamentaba con valores trascendentales, de este modo resultaba un
discurso más vasto que el estrecho discurso político.

En el siglo XX el modelo triunfa sobre los filósofos-educadores-politólogos. La


influencia de Renan, Guyau en el XIX es clave para que florezca en este siglo.
Otro factor importante es la declinación de la iglesia que en siglo anterior había sido
totalmente desplazada por una doctrina cientificista y positivista, por eso los filósofos-
educadores-politólogos asumirían la misma función que el sacerdote; la conducción
espiritual, le copiaron elementos estilísticos como la oratoria sacerdotal, el intelectual
será enaltecido en el marco de una sociedad materialista y utilitarista serán quienes
intenten sembrar los valores trascendentales. Lo consiguieron, pero solo para los
estratos más altos o los que contaban con el privilegio de acceder a esos bienes, las
clases bajas y marginales (acuérdese que la ciudad letrada había sido muy hostil y
xenófoba con los inmigrantes), campesinos, indígenas fueron cobijados por la iglesia,
que atendían a sus necesidades sociales. Entonces mientras la ciudad letrada acrecentaba
su número de santos intelectuales, la iglesia hacia lo mismo con los viles barbaros y
hambrientos.

Otro cometido central que desempeñaron los ideólogos: Se levantaron de los


problemas locales, herederos del liberalismo romántico que rigió todo el periodo de la
modernización. Algunos intelectuales advirtieron que la adopción de doctrinas
occidentales podía ser la causante de la transfiguración identitaria de latinoamericana,
había entonces que preservar lo nuestro, resguardar las tradiciones internas. La
imitación directa que habían practicado los primeros liberales se repitió en los
anarquistas, que trasladaban la ideología (intacta) europea a las condiciones
(particulares) de Latinoamérica. Y los demás, oscilaban entre una y otra forma,
entendiendo la singularidad de continente (Martí, de perfil progresista. En otra esquina
van a estar los centristas y conservadores, Rodó).

Martí proponía resolver el conflicto tomando el universalismo ideológico, pero


amoldándolo a las condiciones particulares de nuestra tierra. La ciudad, la capital, el
centro del a nación exponía sus problemas como los únicos dejando al margen los
problemas más críticos y urgentes como la inmigración interna y externa que buscaba
nada más ni menos inclusión (Martí define dos universos, el que está bajo los pies y el
que se lleva en la cabeza) por ende seguimos encontrando dos ciudades; una real y la
otra ideal, esta última que provenía del modelo occidental.

Otro factor desorientador fueron los libros, las revistas, las descripciones de los
viajeros que confundían la mente de los ciudadanos porque construían una utopía, se
sentía un profundo sentimiento de extrañamiento. La ciudad ideal era eso, una
idealización, una invención y en parte una construcción hecha por los libros y sostenida
por la terca tradición de la metrópoli conservada en el espíritu de las ex colonias.

Volviendo a los escritores que se autoatribuyeron la función ideologizante tanto en


su poesía (los Cisnes de Darío) o en la narrativa y la ensayística, debieron defenderse
cuando la posterior generación de nacionalistas los criticó porque solo servían al poder a
través de sus producciones discursivas (o sea eran políticos que se sentaban al lado del
poder) y no mostraban nada en sus prácticas, ese discurso debía estar representado en
alguna intervención, en algún hecho (la ideología se evidencia en actos) entonces los
escritores que se incorporan a la ciudad letrada se dividieron en dos bandos literario
políticos que se manifestaron en los periódicos:

Propagandístico, el más antiguo, abarcaría a un mayor número. Defendían al


régimen o atacaban al enemigo y eran muy extremos Manuel Gonzales Prada, uno de
ellos.

Filosofía política, un campo más prestigioso. Estuvo vinculado a investigaciones


históricas que intentaron diseñar teorías del estado aplicadas a las circunstancias
latinoamericanas. Este género tuvo menos cultores y fueron los intelectuales más
dotados.

Volviendo ahora a la ciudad real, el periodismo encontraba dos caminos: uno,


autonomía y gestación de un pensamiento opositor y el otro (del Porfiriato) política
sistemática de subsidios que logro comprar o al menos silenciar la prensa. La literatura,
no tuvo mucho éxito, no había un público lector que comprara libros, (los que
compraban eran los compañeros del circulo letrado) las masas leían los periódicos, por
eso las únicas vías que encontraban donde vender sus escritos era en la política
(discursos y leyes) y los dueños de periódicos que borraban el nombre del autor.

Rodó reconoció que el problema de la escritura pasaba por la política y por el


periodismo, el periodismo no era más que una forma de política, por ende la elite
intelectual estaba muy en contacto con el poder. En México la censura era moral y
política, la elite intelectual estaba al servicio de las decisiones del poder ya sean
positivas o no. A pesar de estas circunstancias internas del país de México hay que
añadirle otras externas, por ejemplo la repercusión que tuvo “nuestro americanismo” de
Martí, ante la vista del imperialismo yanqui, proponía la hermandad de los países
latinoamericanos como la única alternativa para combatir al verdadero enemigo, esto es,
un movimiento poli-clasista pero encontraba tensiones entre los sectores populares
golpeados y la elite intelectual que se beneficiaba con los acuerdos político-económicos
de las multinacionales (ferroviarias) yanqui.

Caso similar, el de Venezuela, comandada por Juan Vicente Gómez (1908-1935)


presidente casi analfabeto, su sequito intelectual escribió las seis constituciones en clave
grotesca y fue repudiada por revueltas estudiantiles, lo cual demuestra la existencia de
un circulo letrado portador de un pensamiento crítico opositor.

Para 1911 año inaugural del siglo, estará dotado de un importante pensamiento
opositor suficientemente fuerte para crear una doctrina de regeneración social que se
caracterizará por ser altamente idealista, emocionalista y espiritualista. Este
pensamiento surge obviamente de la mano de un nuevo movimiento intelectual, que
denigrará a la modernidad y buscará reafirmar la conciencia de sí. Más que romper con
el pasado buscan una reforma contando con un nuevo equipo intelectual perteneciente a
las clases medias (hijos de artesanos, pequeños funcionarios y hasta hijos de esclavos).
Este nuevo pensamiento crítico nace a raíz del liberalismo económico que doto a la
sociedad moderna de muchos aparatos complejos a los cuales este movimiento repudia;
es paradójico que nace dentro de lo que luego criticara (la ampliación del circulo letrado
fue obra del utilitarismo que se opone a Rodó, ya que llegado ese círculo a los primeros
niveles educativos su discurso se enmascara en emoción y espiritualidad) La vía
genética de la transformación fue el liberalismo y su filosofía el egoísmo utilitarista
(esto es, las clases pueblerinas migraron a la ciudad para construir un futuro mejor –
mejoras materiales- y al mismo tiempo rivalizaron contra la clase alta). El utilitarismo
fue el móvil del comportamiento moderno.

RAMOS, Julio (1989) “Fragmentación de la republica de las artes” en


Desencuentros de la modernidad en América Latina. Fondo de Cultura Economica:
México

Fragmentación de la república de las artes

La ciudad constituía un imaginario, un virtuosismo iluminado del porvenir los


intelectuales se respaldaban en una postura teleológica del porvenir y la ciudad era la
promesa del cambio eficiente. El asunto se tornará diferente a fin de siglo, cuando la
tradición literaria retome las tradiciones.

Literatura y educación

Bello considera las letras como un medio de distribución de conocimientos


heterogéneos y no como un discurso autónomo, de ahí mismo que las letras fueran un
elemento estructurador de la educación y formador de maestros. Hacia 1880 el lugar de
las letras en la educación es efectivo porque el positivismo regia el pensamiento de la
época y era necesario aprender a saber decir el conocimiento enciclopedista.
Para el sujeto letrado, aquellos “artistas de la palabra” tiene su antítesis en el “el
hombre lógico”. Agente de nuevos discursos como el de la racionalidad, el “hombre
lógico” poco a poco va a limitar el territorio de lo tradicional, de lo inútil y va a
desprestigiar el trabajo ocioso del poeta frente a la tarea practica que le correspondía.

En este paradigma, los poetas son los “vagabundos de fantasías”. Martí, en 1882,
publica Ismaelillo, narrativa que propone otro saber, el saber de un niño portador de una
perspectiva a veces onírica, lugar del imaginario como escape y refugio de la realidad
que espanta y desde esta posición habla el sujeto literario, desde la indisciplina, la
transgresión y la locura: “una tempestad es más bella que una locomotora”.

Por ende, el mismo ímpetu de la racionalización genero la exclusión de las letras y al


mismo tiempo se va a ir conformando ese nuevo sujeto literario que repudia a la
rigidez de pensamiento dominante mediante la valoración espiritual dentro de una
sociedad cada vez más materialista. Es en este punto donde un pequeño círculo literario
va a encontrar su autonomía (autonomía por la exclusión y también por rechazo al poder
económico) y va a cargarse cada vez más de una ideología antiimperialista y
anticapitalista definiendo el ser latinoamericano en oposición a “ellos”. Desde luego que
por la década de los 80 este pensamiento no tenía fuerza suficiente. El “hombre lógico”
se va a oponer a la religión, porque el poder de administración del saber que esta tenia,
ahora pasara a manos del intelectual (estado).

Entonces, el mismo ímpetu de racionalización, cancelando la autoridad de las letras,


generó -por exclusión- ese espacio devaluado por Hostos. En ese espacio emerge un
sujeto literario y crítico de la racionalización; su voz precisamente “espiritual” es un
mundo desencantado y mercantilizado. Esta cancelación del campo de las letras
representó la condición de posibilidad (de emergencia y autonomización) de un discurso
literario paradójicamente moderno: generado por la racionalización, pero crítico de la
misma.

Aunque institución y campo literario emergen correlativamente, en los 80’ aún no


había sólidas bases institucionales. El hombre lógico dominará el campo de la
educación que se irá modernizado oponiéndose a la Iglesia como ostentadora del
enciclopedismo de los letrados iluministas. Hostos, quien ya ha remarcado esta tensión
con el postulado de una “educación científica” interpela un orden anterior, el de Bello,
en el que saber decir era lo que respondía como actividad racionante. No por esto
Hostos queda excento de la matriz iluministas de civilización/barbarie. America Latina
deviene caos que presupone un afuera (Europa o EEUU) ordenado.

En Hostos el acceso a la escritura no garantiza la autoridad del enunciado didáctico.


La educación se modernizaba a la par que se extendía (en cuanto aparato ideológico del
Estado) su dominio en las nuevas naciones. En esta expansión de la educación, la
misma se desprendía del principio del saber decir, autonomizando su campo y
generando un método con sus propias normas de validación. En este orden es que
deviene la profesionalización de los maestros, que para los modernistas serian otra
figura-límite del sujeto literario. El positivismo del discurso pedagógico le niega al
sujeto literario una posición en el aparato escolar y, por ende, obstaculiza el desarrollo
de la literatura como disciplina académica. Esto se debía a la identificación de la
literatura con el sistema tradicional de las Bellas Artes y con la retórica, lo cual la hacía
imprecisa y desacreditable.

Evidentemente hasta la década del 90’, hay una oposición entre literatura y
modernización. Sin embargo, al analizar los documentos de creación de la FFyH en Bs.
As. (1888), Ramos registra que esta distancia se acorta. En oposición a los “intereses
materiales” se proponía en este documento el estudio de la literatura en función de su
capacidad moralizadora. Esta defensa del estético en la educación se constituirá en el
incipiente Arielismo. Momento en que el sujeto literario lograría desplazar al
positivismo de su lugar rector en la educación y así institucionalizar el margen de la
literatura como critica a la modernización.

No es hasta 1896 que finalmente se funda la FFyH de Bs. As. Fruto del esfuerzo de
intelectuales como Ricardo Rojas que plantearon la organización de las “nuevas
humanidades” persiguiendo la restauración nacionalista, contribuyendo a purificar la
lengua nacional y a defender lo propio en aquel período de intenso fluyo inmigratorio.
Se cancelaba así el papel paradigmático del saber decir como medio de formalización y
medida de valoración del discurso letrado.

Literatura y vida pública: sobre la categoría del “letrado”

Hasta el último cuarto del siglo XIX, en América Latina la relación entre la literatura
–las letras, más bien– y la vida pública generalmente no había sido problemática. En las
sociedades recién emancipadas, escribir era una práctica racionalizadora, autorizada por
el proyecto de consolidación estatal.

En ese período anterior a la consolidación y autonomización de los Estados


nacionales, las letras eran la política. Las letras proveían el “código” que permitía
distinguir la “civilización” de la “barbarie”, la “modernidad” de la “tradición”,
marcando así los límites de la deseada res pública en oposición a la “anarquía” y el
“caos” americano.

Si bien, eran los letrados los encargados de redactar códigos legales, las letras no
eran simplemente el vehículo del “objeto legal” si no que más bien, eran por su carácter
codificado, el modelo de formalización y constitución de ese objeto. En este sentido la
letras eran un dispositivo disciplinario, requerido para la consitutción de sujetos ante la
ley (Bello).

A medida que los estados se consolidan, irá surgiendo una esfera discursiva
específicamente política, ligada a la administración y legitimación del sistema estatal,
autónoma de las letras. Perdo Enriquez Ureña explica la emergencia de la “literatura
pura” -de un campo literario- como efecto de la división del trabajo -condensada en el
concepto de profesionalización- que separa al escritor civil del escritor moderno.
Rana llamaba “circunstancia socioeconómica” del modernismo a los hechos que
explicaban el proceso de emergencia de una autoridad y un lugar de enunciación
literario en las sociedades de la época.

Más allá de la mercantilización y profesionalización de la literatura, la emergencia


del campo literario es resultado de una restructuración en el tejido de la comunicación
social, que sacudió los sistemas de autorización presupuestos por la producción literaria
de fin de siglo XIX: cambia el lugar de los escritores, se transforma la relación entre los
enunciados, las formas literarias y los campos semióticos que autorizan y diferencia al
sujeto literario frente al sujeto político. El enunciado literario ya no se autoriza por
instituciones políticas, sino que se habla de literatura como institución social que no ha
consolidado muy bien sus bases, como vimos con respecto a la educación. De allí, en
parte, la impureza de la literatura latinoamericana.

¿Qué noción de pureza estamos manejando? Tal vez la noción de pureza en cuanto,
arte por el arte, sea válida en Europa. Para Peter Bürger, la separación de lo estético de
los “contenidos políticos” registra el momento de mayor solidez institucional de lo
estético. Allí, logra elidir cualquier vestigio de heteronomía, purificando su espacio
inmanente. Por consiguiente, el sujeto estético se convierte en el objeto de la crítica a la
institución del arte definitoria de las vanguardias: no por pureza interior se disuelve la
relación entre autonomía y vida. En el caso de la pureza latinoamericana, hay una
voluntad de autonomía ineluctable, esta voluntad está ligada a la especificación del
campo literario en general, producto del proceso modernizador. La tendencia a la
autonomía es uno de los impulsos que organizan el campo finisecular. La noción de
“pureza” sin embargo, resulta infectiva. Rama al referirse a Darío lo explicitaba, la
profesionalización del escritor y su técnica en un orden privativo, nunca se retrajo de la
vida política. Para Rama, lo distintivo del campo literario latinoamericano es su estrecha
relación con la política. El debate es doble: Rama cancela la noción de pureza de Ureña;
y por otro, critica las sociologías que leían al modernismo como instancia de esteticismo
y pureza por la falta de matiz político.

Sin embargo, Rama insiste con lucidez en la autonomización y los imperativos ético-
políticos que siguen operando sobre la literatura. El predominio de la política representa
en La ciudad letrada “la larga tradición redentorista del letrado americano”; ahí aparece
la figura del letrado como el intelectual orgánico del poder.

El concepto de letrado no reduce su territorio semántico a la actividad propia del


abogado o agente -escritor- de la ley. Pero en La ciudad letra, pareciera que es la
categoría pertinente para describir la relación de los escritores con la burocracia. El
letrado es intelectual es orgánico a la vida pública dominada por un culto ciego a la
autoridad de la letra. Para Rama, la categoría de letrado se reduce a describir la función
estatal de las letras en los años posteriores a la emancipación. La narrativa de Rama
representa el campo del poder, el campo literario y su mutua relación en términos de la
permanencia de relaciones y estructuras en un bloque histórico de más de dos siglos.
Rama le adjudica la categoría de letrado a Sarmiento y a Rodo sin tener en cuenta los
campos discursivos específicos de cada uno, así como también los modos de
autorización del enunciado de cada uno, que obviamente tiene que ver con la función
ideologizante pero en otro orden.

Al final del siglo latinoamericano ya ha sido transformada la polis liberal. Por eso
nuestros primero intelectuales no fueron los primeros en trabajar con ideas sino porque
ciertas prácticas ligadas a la literatura comenzaban a trabajar desde afuera de la esfera
de la política y oponiéndose al Estado, que ya había racionalizado su territorio
discursivo.

Martí y la política

Martí desde comienzos del 1880 comienza a distanciarse de lo político estatal. Martí
venía en esa voluntad de autonomización de lo política la posible emergencia de un
mercado literario separado de las instituciones del estado. La larga estancia de Martí en
New York tiene que ver con una experiencia de fragmentación del yo que registra un
cambio en la relación yo-modernidad. Si la ciudad en Sarmiento era índice de cambio,
en Martí va a ser la violencia fragmentadora del yo, lugar donde el poeta es exiliado y
en donde la poesía vendría a ser respuesta a ese exilio.

La ciudad genera una “crisis”, una “alienación” o un “exilio”, es la condición de


posibilidad de la autonomía intelectual de las instituciones tradicionales; autonomía que
para el intelectual moderno, en contraste al letrado o escritor “civil”, era indispensable.

El escritor se repolitiza en un saber del sufrimiento, se identifica con el trabajador


asalariado, el marginal a diferencia del intelectual que se repolitiza en la critica a lo
político. En Martí el poeta comienza a sr agente de una práctica salvaje. En ese sentido,
al menos una zona del contradictorio discurso martiano se sitúa al otro lado de la
voluntad de institucionalizar la literatura que efectivamente tendió a hacer de lo estético,
como esfera distanciada de la vida, un lugar compensatorio, complementario, un
“refugio” en última instancia afirmativo de la misma lógica capitalista de la que buscaba
distanciarse.

En 1880 en Martí no solo reconoce a labora del estilo como gesto de


autonomización, sino que también permite ingresar en su escritura voces antiestéticas,
que comprueban una crítica a institucionalizar lo bello. Se trata de una desarticulación
del oro modernista: a la vez que se opera desde el interior, y así presupone una lógica
literaria, se representan y se desarman los mecanismos de producción de esa lógica. Esa
crítica presupone -para negarlo- el capital simbólico de la literatura; presupone que el
“interior” desde donde la escritura, a la vez que postula su distancia de la “vida” busca
dejar, en su propio espacio, marcas de lo otro, relativizando así la distancia y el poder de
su autonomía, cancelando la exclusividad del “interior”, del “ansia de belleza” que a la
vez opera como campo de significación.

Esta pequeña fisura en Martí, es el cruce de por lo menos tres tipos de posiciones en
pugna:
1) Una que apoya la autonomización (en la noción de estilo) en contra del gusto
tradicional, del hombre lógico y de los letrados.
2) Otra que reconoce que la autonomización de lo estético conlleva el riesgo de la
reificación de la literatura y su consecuente incorporación a la cultura dominante
como objeto de lujo aburguesado.
3) El conflicto entre esas dos pulsiones anteriores se complica cuando
comprobamos que en su crítica a la autonomización, Martí maneja una retórica
civil, tradicional para criticar la distancia que establecía la autonomía; esta
tendencia a veces es concomitante a su crítica del “desarrollismo” y la
“modernización” social mediante la apelación a las culturas tradicionales, en
lenguajes a veces arcaizantes.

Conviene insistir en esa relación conflictiva ya que será la que desata la politización
martiniana que lo conllevará a la politización de poeta en actos: ese deseo que lleva a
Martí al discurso de la guerra y a la ausencia del discurso, y del acto, en la muerte
heroica.

Se ha identificado la relación de Martí y la política en relación con el campo


tradicional o como poeta civil. Sin embargo, Rama hace un paréntesis significativo: la
civilidad puede relacionarse con una estética del compromiso lo cual lo acerca a
generaciones posteriores. De todos modos, Rama sigue identificando a Martí con la
“vocación redentorista del letrado”. Así se pierde de vista la fragmentación, la tensión
de ese yo Martiniano. La lectura de fin de siglo ha representado a Martí como un sujeto
orgánico e integrado fue por su capacidad de superar la fragmentación: dice Enrique
Varona “Martí poeta, escritor, orador, catedrático, agente consular, periodista, agitador,
conspirador, estadista y soldado no fue en el fondo y siempre sino Martí patriota”. Esta
superación no es más que la constitución del héroe en la modernidad. Ese héroe es el
lugar de una condensación donde la atomización de lo social se compensa. El discurso
queda borrado por la voluntad de acción llevándonos nuevamente al campo de la
fragmentación. La politización de Martí es una voluntad de superar la división del
trabajo, de producir un discurso crítico, donde los “interiores” los campos de
inmanencia desatados por la racionalización, pudieran sostener una salida, un lugar de
encuentro. Voluntad en el caso de Martí, totalizadora en respuesta a la fragmentación
moderna y no un tipo de autoridad intelectual anterior a la misma.

En América latina la modernización conllevo la fragmentación del sistema


comunicativo que identificamos con el saber decir y la republica de las letras, dando así
emergencia, por exclusión, a un sujeto literario, en el caso de la literatura esa
“interiorización” de su particular saber no logro institucionalizarse. Ese concepto de
modernización desigual del sujeto literario ayude a dilucidar la heterogeneidad formal y
funcional de la literatura latinoamericana. Si bien Martí tomo como objeto y objeto de
crítica la literatura, a la vez en su discurso ingresas voces autoritarias heterogéneas
propias del sujeto moderno confrontando el proceso de su intitucionalización. Esa
heterogeneidad, esa superación, resuelve las exigencias del emergente sujeto estético y
los imperativos ético-políticos que relativizan su autonomía.
Significativamente esa heterogeneidad viene a ser una de las coyunturas de la
posmodernidad. Si la modernidad era definida por la división del trabajo, la
profesionalización; la posmodernidad vendría a consignar una crítica a aquella
racionalización. Critica, ante todo, mediante poéticas.

En varios sentidos, la crítica martianiana al interior en sus exasperados intentos de


superar los límites impuestos, anticipa algunos aspectos sobre el debate de la
posmodernidad. La fragilidad del sujeto literario y la consecuente ausencia de
institucionalización, esto es, la desigualdad de la modernización y los desplazamientos
en América Latina son irrepresentables en lenguajes y categorías de Primer Mundo. En
esa imposibilidad, la falta de bases materiales y el puro viaje al primer mundo hace
emerger un campo literario latinoamericano heterogéneo y siempre abierto a la
contaminación.

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