Así en breve, y porque me parece interesante ahondar un poquito en sus raíces, te cuento
que Frankl estuvo en distintos campos de concentración durante el Holocausto.
Justamente desde esa experiencia —y cómo vivió sus años en ellos—, Frankl fundamentó
sus estudios y el nacimiento de la logoterapia, el método psicoterapeuta que creó y en el
que se encuentra, junto a la derreflexión, la técnica de hoy.
Pues estas mismas preguntas son la base de los estudios y la técnica de Frankl.
¿La conclusión? Sí, el humor y el sentimiento de libertad pueden ayudar a una cambio de
perspectiva que nos ayude a ver la luz al final del túnel: la causa de cualquier sufrimiento
puede ser también su propio remedio.
De primeras, que viene del latín paradoxus (una cosa más que sabemos, mira qué bien).
Luego comparte distintas acepciones que, en resumidas cuentas, vendrían a decir que 1)
es lo opuesto a lo que se considera comúnmente cierto y 2) que, además, envuelve una
contradicción.
Y lo creo porque te puede llegar a servir en momentos en los que te encuentres en una
situación en la que estés sintiendo que la ansiedad o el estrés te sobrecargan y así puedas
dejar bien claro que quien controla… eres tú.
Espera: ¿desear que ocurra lo que justamente se teme? ¿Buscarle lo positivo? ¿En serio?
Pues sí, y de ahí la gran paradoja porque además, se llega mediante el humor, lo
inesperado y la exageración.
La solución es atacar a esa «ansiedad anticipada» para ponerle fin y poder liberar el estrés
que conlleva un círculo vicioso que no te hace ningún bien.
Dos escenas
Llevas 4 días durmiendo fatal y no hay manera de que concilies el sueño antes de las 2 de
la mañana. Se va acercando la hora de sucumbir a los brazos de Morfeo (o intentarlo) y
ya estás entrando en pánico: necesitas descansar sí o sí y temes otra noche en vela.
Lo que harías sería quitarte presión porque lo de las 2 de la mañana quedaría en un nada.
Vamos, que seguro que no fallarías. Y si no te estresa fallar, a medianoche quizás estás
en tu segundo sueño.
Imagínate que hablas un día en público y que te has sentido atacado de los nervios desde
el principio, que has empezado a sudar y que, resumiendo, no lo has pasado nada bien.
De hecho lo has sufrido tantísimo que, pensando en la posibilidad de tener que dar otra
charla, te entran sudores, mareos, tembleques y, encima, te descubres mordiéndote las
uñas.
Te dice la I.P: «Sí, ya te imagino en la palestra, temblando sin control, sudando hasta
deshidratarte, mareado como si hubieras subido 5 veces seguidas al Dragon Khan y peor
aun, sin brazos (a lo Venus de Milo) por haberte estado mordiendo las uñas sin parar,
mientras te señalan con un dedo riéndose de ti porque, encima, has ido perdiendo el pelo.
Y, encima, vienen unos alienígenas para llevarte con ellos e investigarte porque,
definitivamente, eres el peor orador del mundo, menudo desastre».
¿En serio? ¿Hasta qué punto hay probabilidades de que pase eso tan malo?
Porque sí, muchas veces enfocamos nuestra atención en cosas sin importancia de una
manera desproporcional a un peligro que, de hecho, es solo potencial.
Exagerar los miedos, las obsesiones, aquello que nos pone de los nervios o que vivimos
con ansiedad, puede 1) reducir gradualmente las conductas que no deseamos y 2) romper
círculos viciosos que se han vuelto crónicos y que no nos benefician. Ni a nosotros, ni a
los que nos rodean.
No solo eso, también vale la pena recordar que, al final, cómo reaccionamos es nuestra
última libertad.
«Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades
humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para
decidir su propio camino». —Viktor Frankl
¿Qué saca lo mejor de ti? ¿Y lo peor? ¿Actúas o reaccionas? ¿Desde dónde ves al otro? El
mapa pretende ayudarte a encontrar respuestas y te invita a encontrar la calma necesaria
para valorar una situación desde el bienestar y no desde el impulso o el estrés.