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PERFIL CRIMINAL

1. Perfil psicológico del criminal

Cabe resaltar que, en la actualidad, la psicología criminal ha rebasado en mucho el límite de


la observación individual del sujeto antisocial, extendiéndose hacia estudios de la conducta
criminal y de los factores psicológicos que influyen en la criminalidad, sean estos
individuales o colectivos.

La criminología es, entonces, aquella disciplina que a la vez que explica y estudia las causas
de la conducta delictiva y peligrosa, estudia también la persona del delincuente; en tanto que
la criminalística examina los indicios y evidencias de naturaleza y origen diverso tendientes
al esclarecimiento de un problema que ha caído dentro de su competencia.

2. Definición

Al tomar en cuenta a Garrido (2006), el perfil criminológico puede definirse como una
estimación acerca de las características biográficas y del estilo de vida del responsable de
una serie de crímenes graves y que aún no se ha identificado.

El objetivo de este perfil es delimitar las características del presunto culpable para disminuir
el rango de posibles culpables y ayudar a la policía focalizando y restringiendo las
posibilidades de investigación, posibilitándoles el centrarse en los blancos realistas.

No obstante, el perfil tiene sus limitaciones. No es una ciencia exacta; está basada en el
análisis de la huella psicológica que el asesino deja en sus crímenes y en datos estadísticos
recolectados de otros casos y de los datos teóricos aportados por la psicología y la
criminología. Estamos por tanto hablando de probabilidades.

3. Tipos de perfiles criminales

3.1. Perfil de agresores conocidos o método inductivo: Este método se basa en el estudio de
casos para extraer patrones de conductas característicos de esos agresores. Se desarrolla
básicamente en el ámbito carcelario, mediante entrevistas estructuradas o semiestructuradas,
aunque también se suele usar como fuente de información las investigaciones policiales y
judiciales. Por esto, si el entrevistador no se gana la confianza del reo en este caso la
entrevista no va a ser la adecuada ya que el reo puede brindar una mala información.

3.2. Perfil de agresores desconocidos o método deductivo: Este método se basa en el análisis
de la escena del crimen en cuanto a evidencias psicológicas para que pueda inferirse el perfil
del autor de ese crimen. En este método se intenta pasar de los datos generales a los
particulares de un único individuo. Para ellos se analiza la escena del crimen, la victimología,
pruebas forenses, características geográficas, emocionales y motivacionales del agresor. Para
ello la realización de este perfil se tiene en cuenta los datos aportados por el método
inductivo. Pero también se debería de tener en cuenta que estos datos quizás no sean los
correctos o estén sesgados.
4. Metodología del perfil

Para la elaboración de un perfil criminal es necesario el análisis y evaluación de estas fuentes:

4.1. Escena del crimen: La escena del crimen es, como su nombre indica, el lugar que el
asesino ha elegido para matar a su víctima. Las escenas pueden ser varias si el asesino ha
usado varios lugares desde que atrapa su víctima hasta que la deja. Puede atraparla en un
sitio, torturarla en un segundo, matarla en un tercero y trasladarla a un cuarto para
abandonarla allí.

En cualquier caso, la escena principal es donde la muerte o agresión de mayor importancia


y el resto son secundarias. Generalmente es en la primaria donde hay más transferencia entre
el asesino y su víctima, por lo cual suele ser en la que hay más evidencias psicológicas y
físicas. Es importante por esto la protección de la escena o escenas del crimen ya que cada
pista puede ser clave, además, es necesario evaluar si ha habido una manipulación de dicha
escena, lo que suele llamarse actos de precaución o conciencia forense (cuando elimina
pruebas físicas).

4.2. Perfil geográfico: Este perfil describe el aspecto geográfico donde se desenvuelve el
delincuente, sus escenas del crimen, los puntos geográficos de esos crímenes, sus
desplazamientos, el terreno en el que actúa, zona de riesgo, base de operaciones. Este perfil
nos dice mucho del mapa mental del criminal, que es la descripción que el delincuente tiene
en su cabeza de las zonas geográficas en las que se desenvuelve en su vida. Su casa, su calle,
su barrio, su ciudad están descritos en la mente del criminal en función de las experiencias
que ha tenido con cada uno de esos lugares. Nos describe su zona de confianza, su territorio,
las zonas de influencia, cómo se mueve y se desplaza por ellas.

La comprensión de estos datos nos puede dar información como en qué zona vive, dónde
debemos buscarlo y dónde puede actuar. El estudio de casos ha mostrado que, en la mayoría
de los asesinos, sus primeros actos se realizan cerca del lugar donde reside o trabaja o en su
mismo hogar y posteriormente se van alejando a medida que van adquiriendo seguridad y
confianza.

4.3. Modus operandi: El modus operandi es el método que usa el asesino para llevar a cabo
su crimen. Describe las técnicas y las decisiones que el asesino ha tenido que tomar. De esta
evaluación sacamos información sobre cómo mata nuestro asesino y qué características
psicológicas se pueden deducir de este método: planificador, inteligente, técnica que puede
desarrollar, etc. El modus operandi, al contrario que la firma, puede variar a lo largo del
tiempo puesto que, como habilidades, pueden aprenderse o evolucionar o degenerarse con
los crímenes posteriores. El modus operandi tiene naturaleza funcional (Garrido, 2006)
y tiene tres metas: proteger la identidad del delincuente, consumar con éxito la agresión y
facilitar la huida.

4.4. Firma: Por lo que se refiere a la firma, esta es el motivo del crimen, el porqué y refleja
la razón por la cual el asesino hace lo que hace. Nos da una información más profunda, ya
que nos presenta qué quiere decir con el crimen, y más psicológica, puesto que nos habla de
sus necesidades psicológicas. El asesino mantiene su firma estable a lo largo de su carrera
criminal, por lo que, aunque cambie su modus operandi podemos relacionarlo por dicha
firma.

Esto no quiere decir que físicamente la conducta o conductas que describen la firma del
delincuente no puedan cambiar. El aspecto profundo de la firma no cambia, la ira, venganza,
sadismo permanece inalterable pero la forma de plasmarla puede evolucionar, incrementar,
disminuir o degenerarse en función del propio desarrollo de la motivación a la que representa.

4.5. Victimología: La víctima tiene una importancia crucial puesto que es la protagonista del
hecho criminal; presencia el crimen en primera persona. Sobre ella recae el acto criminal y
se representan el modus operandi y la firma del asesino. Si la víctima sobrevive puede aportar
mucha información de primera mano acerca de su agresor y de sus circunstancias, si esta
fallece es necesario realizar una autopsia psicológica. En esta autopsia se tratan de recoger
varios aspectos personales y sociales de la víctima. Es necesario reunir una serie de
información respecto a su domicilio, educación, estado civil, aficiones, situación económica,
temores, hábitos, enfermedades, amistades, trabajo.

De toda esta información se desprende primariamente una clasificación de la víctima en


cuanto al riesgo que suponen para ser agredida. En este caso hablamos de víctimas de bajo y
del alto riesgo (Tesler, 2005). Como es lógico, las víctimas de alto riesgo tienen una mayor
probabilidad de ser atacadas y además de no suponer muchos problemas para sus atacantes.

Por otra parte, el estudio y análisis de la víctima nos da información de cómo su asesino se
relaciona con sus víctimas, lo que nos proporciona una huella psicológica importante para
realizar el perfil. En un crimen hay dos protagonistas: el asesino y su víctima. Entre ellos hay
una relación: el asesino usa a la víctima para narrar su historia, para satisfacer sus fantasías
personales, pero también para dejar constancia de su relación con el mundo y es en esta
relación donde se refleja más su personalidad.

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PSICOPATÍA INFANTIL Y JUVENIL

La psicopatía es uno de los trastornos mentales que tiene consecuencias más devastadoras en
la persona que lo sufre y muy especialmente en su entorno. Además, como más tarde
veremos, es uno de los trastornos más difíciles de tratar. Aunque no existen muchos estudios
de la psicopatía infantil y adolescente, se ha demostrado que el trastorno comienza en la
infancia. Incluso algunos estudios indican que la presencia de psicopatía en la niñez y
adolescencia es una variable que puede predecir de un comportamiento criminal en la etapa
adulta.

1. Síntomas característicos de la psicopatía

Ya en el año 1976, Cleckley definió la personalidad psicópata con una serie de características
claves:

• Encanto superficial e inteligencia elevada.


• Ausencia de delirios u otros síntomas de pensamiento irracional.
• Ausencia de nerviosismo u otros síntomas neuróticos.
• Falta de sinceridad.
• Falta de remordimientos y vergüenza.
• Conducta antisocial sin un motivo adecuado para ello.
• Incapacidad de aprender de las experiencias.
• Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.
• Afectividad limitada.
• Falta de intuición.
• Indiferencia hacia las relaciones personales.
• Conducta sorprendente y poco deseable.
• El suicidio es algo infrecuente.
• Trivialidad sexual.
• Incapacidad para seguir un plan de vida coherente.

Por otro lado, los investigadores están de acuerdo en que al referirse a niños y adolescentes
se hable de rasgos psicopáticos y no de psicopatía en sí, porque algunos de estos niños al
hacerse adultos no desarrollan el trastorno.

Robert Hale, uno de los mayores expertos en este campo, describe a los psicópatas
como depredadores de su propia especie. Además, distingue a estos individuos por unos
síntomas característicos en el ámbito afectivo, interpersonal y conductual.

1.1. Plano afectivo: Se caracterizan por tener emociones superficiales y que cambian de
forma rápida. Carecen de empatía y muestran una incapacidad para mantener vínculos
duraderos con otras personas.

1.2. Plano interpersonal: Se muestran arrogantes, egocéntricos, manipuladores, dominantes


y enérgicos.
1.3. Plano conductual: Son irresponsables e impulsivos. Buscan sensaciones nuevas y fuertes
y transgreden las normas sociales de forma habitual. Además, suelen llevar un estilo de vida
socialmente inestable.

1.4. Otros rasgos: Ausencia de remordimientos y sentimiento de culpa ante los


comportamientos que pueden dañar a otras personas. Insensibilidad emocional. Los niños
suelen ser más difíciles y traviesos, constantemente intentan desafiar las normas y a las
personas de autoridad. Utilizan la mentira de forma patológica. Comportamiento agresivo,
que causa daño físico o amenaza a personas o animales y además muestra crueldad en estos
comportamientos. Aparecen conductas destructivas y/o prende fuego de objetos. Con
frecuencia están aislados socialmente, no se involucran en actividades ni relaciones
interpersonales.

Otros estudios sobre este tema han demostrado que el adolescente con rasgos psicopáticos ha
desarrollado en la infancia otras patologías como el trastorno por déficit de atención e
hiperactividad, trastorno de conducta en la infancia o el trastorno disocial.

2. Diagnóstico

Es importante hacer un diagnóstico adecuado y distinguir entre un adolescente o niño normal


y uno con el trastorno. Los niños y adolescentes pueden tener una serie de características
típicas de este periodo como por ejemplo la falta de empatía, la transgresión de las normas o
conductas de riesgo como el consumo de sustancias. Algunos autores como Seagrave y
Grisso indican que muchas de las características psicóticas que aparecen en la adolescencia
son los aspectos normales de esta etapa del desarrollo.

Según algunos autores un rasgo especialmente distintivo en estos niños es que se les
considera como poco temerosos y los efectos de la socialización son prácticamente nulos al
no experimentar culpa ni aprender del castigo. Los padres van enseñando al niño cuándo y
cómo experimentar emociones como el orgullo, la vergüenza, el respeto o la culpa usando el
castigo cuando actúan mal. En estos niños no es fácil inculcar el sentimiento de culpa porque
no lo tienen desarrollado.

No sienten ansiedad ni miedo cuando van a transgredir una norma, ni el temor a las
represalias de los padres u otras figuras de autoridad. Esto dificulta en gran medida una
socialización normalizada. Dentro de este grupo de niños y adolescentes con rasgos tan
variados es necesario prestar una especial atención a aquellos que además de tener un
comportamiento antisocial y de desafío constante a la norma y a la autoridad, son individuos
fríos, manipuladores y con dificultad para experimentar emociones. Estos rasgos de
personalidad junto con la falta de internalización de la norma hacen que estos niños y
adolescentes sean especialmente difíciles de tratar.

3. Tratamiento

En cuanto al tratamiento de este trastorno, aún no se ha demostrado que exista un tipo de


intervención que sea exitosa con estos individuos. Los estudios en este contexto son además
pesimistas y algunos autores como Harris y Rice incluso concluyen que en algunos casos el
tratamiento no solo no es efectivo, sino que además puede ser contraproducente.

Los principales problemas a la hora de realizar una intervención son por un lado las
limitaciones que presentan los estudios que se han realizado al respecto, y por otro, las
propias características de estos individuos que hacen el tratamiento poco efectivo. Entre estas
características destacan la imposibilidad de crear un vínculo entre el terapeuta y el paciente;
no sienten la necesidad de cambiar, no existe una comunicación sincera e imposibilitan el
trabajo emocional.

En el año 2000, Lösel ha resumido una serie de principios que deben guiar la intervención
con estos sujetos teniendo en cuenta el estudio de los tratamientos aplicados hasta ese
momento que demuestran ser los más eficaces. Según concluye, los programas de tratamiento
deberían contar con estos fundamentos:

• Deben estar basados en los estudios sobre la causa de la psicopatía a nivel psicológico
y biológico.
• Realizar una evaluación profunda del individuo para que derive en un diagnóstico
preciso y no confundir el comportamiento habitual de un adolescente con rasgos
patológicos.
• Seguir un tratamiento intensivo y prolongado.
• Realizar el tratamiento en instituciones estructuras y especializadas en estos casos
para evitar la posible manipulación del psicópata.
• Crear un ambiente positivo en la institución y mantenerlo frente a las conductas
hostiles de los sujetos tratados.
• Dirigir parte del tratamiento en hacerles entender que sus conductas antisociales son
perjudiciales principalmente para ellos, ya que en principio perjudicar a los demás no
tiene ningún efecto negativo para ellos.
• Los programas de tratamiento con una orientación multimodal y cognitivo-
conductual han resultado ser los más exitosos en este ámbito.
• Asegurarse de que el programa de tratamiento se cumple íntegramente.
• Seleccionar, formar y supervisar de forma minuciosa a los profesionales que van a
intervenir en el tratamiento.
• Reforzar los factores de protección naturales, como unos padres firmes y
consecuentes que fomenten el desarrollo de aptitudes prosociales.
• Realizar un seguimiento controlado una vez que el sujeto termina el tratamiento y
prevención de recaídas.

Aunque hoy no exista un programa que se haya mostrado eficaz en el tratamiento de los
niños, adolescentes y adultos con esta patología, siguen realizándose estudios e
investigaciones encaminadas a dar con él.

Kochanska en 1997 ya resaltó la importancia de evaluar el temperamento de los niños porque


aquellos con características de personalidad poco temerosas van a tener dificultades para
desarrollar emociones como la culpa o la empatía.
Así mismo queda constancia de que las intervenciones con los niños y adolescentes tienen
que ir principalmente encaminadas a controlar los impulsos antisociales con un tratamiento
estricto y ordenado para el cumplimiento de las normas y hábitos.

3.1. Consejos para padres de niños con psicopatía:

• Tomar conciencia del problema.


• Consultar con un profesional.
• Informarse sobre la enfermedad.
• No responder con agresividad.
• Fomentar los hábitos y conductas sociales adaptativas.
• Buscar un sistema de apoyo externo.
• Mostrar tolerancia y paciencia.
• Firmeza y seguridad.
• No perder la esperanza.

4. Cómo se origina un asesino en serie

Todo asesino serial tiene “trastorno de personalidad antisocial”, una condición que se
caracteriza por la falta de empatía, la manipulación, y el ver a los demás como meros medios
para satisfacer los propios deseos. Pero eso no basta para que surja un asesino. Padres
violentos, rechazo social, traumas y otros factores, podrían crear al monstruo.

Es necesario entonces considerar que no todos los psicópatas son asesinos en serie, pero todos
los asesinos en serie son psicópatas. Esto tomando indistintamente los términos “trastorno
antisocial de la personalidad”, “sociopatía” y “psicopatía”; ya que, si bien las diversas fuentes
a veces delimitan un término de otro, en esencia los tres significan lo mismo y son, por lo
general, empleados indistintamente en la actualidad. Ahora bien, ¿el asesino serial nace o se
hace? Veamos.

El asesino serial es un resultado de la interacción entre las circunstancias (el entorno) y las
tendencias innatas; aunque podría señalarse que este se autoconstruye, se hace a sí mismo en
la medida en que tiene la posibilidad de elegir qué reacciones tomar ante lo que le sucede:
así, cuando se habla de que “el asesino se hace”, se habla tanto de que las circunstancias lo
construyen como de que él, en la medida en que tiene libertad de autorregulación y reacción,
se autoconstruye como respuesta a esas circunstancias.

Como ya se dijo antes, no todo psicópata es un asesino serial. Cabe así la pregunta: aquellos
psicópatas que se transformaron en asesinos seriales, ¿estaban indefectiblemente destinados
a convertirse en asesinos seriales y en consecuencia eran manifestaciones de que el asesino
nace y simplemente manifiesta esa esencia en el futuro? Para responder a eso hay que tener
presente que la psicopatía es una condición que siempre se manifiesta a nivel de anomalías
neurológicas, por lo que el cerebro del psicópata nunca es igual al de la persona normal. No
obstante, eso no implica que todo psicópata nace siendo psicópata, ya que una persona normal
puede, como consecuencia de un accidente u otra situación, desarrollar en cualquier etapa de
su vida un conjunto de anomalías cerebrales que lo transformen en psicópata. Lo anterior se
vio en el caso del británico Raymond Fernández, quien inicialmente fue un espía británico
más, después de un fuerte golpe en la cabeza, su conducta cambió y él se transformó en un
psicópata y asesino en serie. Pero las veces en que el psicópata (condición para ser asesino
serial) no nace son excepcionales, por lo que la pregunta sigue vigente para la mayoría de
casos.

Así pues, la realidad es que el asesino serial se hace; ya que, según los estudios, en
condiciones determinadas de desarrollo es posible lograr que, alguien que por sus genes o
por alguna otra causa (anomalías en el embarazo) nació siendo psicópata, no se transforme
en asesino serial o en tipo alguno de criminal. En otras palabras, la psicopatía no basta para
dar lugar a un asesino serial, ya que este es siempre el resultado de la interacción entre las
circunstancias (el entorno) y las tendencias innatas; aunque, desde un punto de vista
filosófico admitido por muchos psiquiatras y psicólogos, el asesino serial se autoconstruye,
se hace a sí mismo en la medida en que tiene la posibilidad de elegir qué reacciones tomar
ante lo que le sucede, pero esta aclaración no debe tener peso en el asunto, ya que, cuando se
habla de que “el asesino se hace”, se habla tanto de que las circunstancias lo construyen como
de que él se autoconstruye como respuesta a esas circunstancias.

Al respecto, la neuróloga Debra Niehof afirma lo siguiente: ‹‹La violencia es el resultado de


un proceso de desarrollo, una interacción permanente entre el cerebro y el medio ambiente
[…]. Si una persona ha llegado a creer que el mundo está en contra de ella, y ella está
reaccionando de forma exagerada a cada pequeña provocación, estas reacciones violentas
irán más allá de su capacidad de control, porque está en un modo de supervivencia […]. Es
importante entender que la violencia no tiene una causa única. Puede venir de cualquier parte
de la estructura psicológica. Todo lo que nos encontramos o experimentamos en nuestras
vidas tiene el potencial de afectarnos, y no hay un factor único al que echar la culpa. La
violencia es el resultado de un bucle de realimentación compleja, pero ese bucle puede
romperse. La biología no es destino››.

5. Perspectiva general

Hemos visto que el asesino serial es el producto de una interacción entre el entorno y ciertas
características del sujeto. Entonces: ¿qué circunstancias tienden a hacer que un psicópata se
transforme en asesino serial? Principalmente estas:

Un entorno familiar inapropiado, con patrones como: violencia entre los padres; maltrato,
indiferencia-abandono o demasiada permisividad por parte de uno o ambos progenitores;
ausencia de uno o ambos progenitores; incestos, abuso sexual o algún tipo de situación
sexualmente insana originada en el marco familiar; comportamientos desequilibrados y
destructivos-autodestructivos en los padres, tales como alcoholismo, drogadicción,
prostitución; etc.

El asesino es en gran parte un síntoma de los trastornos socioculturales, ya que, si bien el


entorno familiar es el factor externo de primer orden en su encaminamiento hacia el crimen,
este constituye una microestructura grupal (por algo se le dice “la célula” de la sociedad) que,
en sus desequilibrios y problemas, refleja en gran medida los males generales del entramado
sociocultural.
Una experiencia social nociva, con patrones como pobreza, usualmente asociada a un sistema
lleno desigualdad que, en ciertos casos, acaba generando resentimiento social; aislamiento o
maltrato físico y/o psicológico por parte de los pares, sean estos de la institución educativa,
del reformatorio o de otro tipo de ambiente; abuso sexual por parte de un desconocido o
conocido fuera del círculo familiar; presencia de drogas y/o alcohol en el círculo social;
vandalismo y delincuencia; etc.

Vivencia de un marco cultural en el que se exhiben cosas como: mucha rigidez en los roles
de género; aceptación de la violencia como forma idónea de control y parte de la cotidianidad;
desequilibrios a nivel de la mentalidad imperante, manifestados en casos como el de una
sociedad moralista demasiado represiva, una sociedad con tendencia al libertinaje y los
vicios, o una sociedad muy materialista, pragmática y consumista; etc.

De todos los posibles factores asociados (experimentación de trauma temprano, exposición


a maltrato durante la infancia o adolescencia, etc.), aquí nos enfocaremos, principalmente en
el asociado a la relación con los padres, el rechazo y la llamada triada fatídica.

6. Relación con los padres

Generalmente es la madre la figura que más peso tiene en la construcción del asesino serial,
en parte porque, en las biografías de los asesinos, es muy frecuente la figura del padre que se
ausentó tempranamente (cuando el asesino era niño) o que nunca estuvo. Esta madre suele
ser dominante, estricta, cruel, maltratadora; distante e indiferente; incestuosa, promiscua o
sexualmente perturbadora y provocadora; de moral religiosa y represiva, o de un libertinaje
amoral; alcohólica y drogadicta; etc. Mientras tanto, cuando el padre está presente y es fuente
de daño y trastorno, lo es casi siempre bajo la figura del padre autoritario, violento,
sádicamente disciplinario, y usualmente machista y alcohólico.

Los padres son claves en la construcción moral, social y emocional del sujeto, en su
encaminamiento a la legalidad o la ilegalidad. Según los psiquiatras, las siguientes
situaciones son de gran riesgo en tanto potenciales generadoras de un futuro antisocial:

• Padre o madre ausente: esto sucede en aproximadamente un 60% de los casos. O ya


bien padre y madre ausentes.
• Desequilibrio disciplinario: un padre muy severo y una madre muy permisiva, o un
padre muy permisivo y una madre muy severa. Casi siempre ocurre lo primero, y
entonces el niño aprende a manipular (por culpa de la madre) y desarrolla odio hacia
la autoridad en general (por culpa de la autoridad particular del padre).
• Falta de vinculación con el bebé durante los primeros nueve meses: sobre todo de
madre a hijo. Esto es enormemente perjudicial, ya que deja secuelas a nivel
neurológico.
• Padres hipócritas: que en público manifiestan una imagen de unión y armonía
familiar, pero en privado humillan y menosprecian al hijo.
7. La madre

Generalmente, en las biografías de los asesinos seriales, la figura materna (sea madre
biológica o madre adoptiva) tiene un mayor peso en la construcción de la motivación
criminal. Puede aparecer así bajo distintas formas, pudiendo a veces manifestarse varias de
estas formas en una sola madre:

• Madre prostituta.
• Madre que engendra deseo sexual en el hijo.
• Madre sobreprotectora.
• Madre dominante y maltratadora (puede ser maltrato físico o psicológico).
• Madre que abandona al hijo o está ausente (pudiendo ser esto por muerte temprana).
• Madre con respecto a la cual el hijo sostiene un vínculo afectivamente dependiente
que, al romperse con la muerte de ésta, impulsa hacia el asesinato al hijo, de alguna
u otra forma.

Los asesinos seriales suelen tener pésimos modelos maternos, pero a veces eso llega al
extremo y entonces la relación madre-hijo puede volverse escalofriantemente patológica, tal
y como en el caso de Edmund Kemper, quien, tras irrumpir en la habitación de su madre y
decapitarla, tomó la cabeza de ésta, le lanzó dardos mientras la insultaba, y finalmente la
agarró para hacerse sexo oral.

Hecho ya un panorama general, cabe señalar que, si bien tanto la madre como el padre pueden
inducir agresividad y trastornos en el futuro criminal, la madre está más asociada a trastornos
en la conducta sexual. Son por ello enormemente impactantes algunos casos en que la
conducta de la madre ha originado en el hijo una mezcla de ira y deseo sexual.

8. El padre

Generalmente, en las vidas de los asesinos seriales ocurre una de estas dos cosas: o bien la
figura paterna está marcada por la ausencia, o bien por una presencia opresiva, autoritaria,
rígida, violenta y desprovista de afecto. Del primero tienden a surgir hijos con falta de límites;
y, del segundo, hijos que han aprendido el uso de la violencia como un recurso efectivo para
ejercer control sobre los demás.

Para Ronald y Jacqueline Angel, investigadores de la Universidad de Texas, “El niño que
crece sin padre presenta un riesgo mayor de enfermedad mental, de tener dificultades para
controlar sus impulsos, de ser más vulnerable a la presión de sus pares y de tener problemas
con la ley”. Complementariamente, las interpretaciones de diversos estudios estadísticos
muestran (en cifras aproximadas) que, cuando un chico ha crecido sin padre es 5 veces más
propenso a cometer suicidio, 32 veces más propenso a huir de casa, 20 veces más propenso
a tener desordenes conductuales, 14 veces más propenso a realizar actos de precocidad y
abuso sexual, 9 veces más propenso a dejar los estudios, 10 veces más propenso a abusar de
drogas y otras sustancias y 20 veces más propenso a terminar en prisión.
9. El rechazo

El rechazo ha jugado un rol importante en la vida de casi todo asesino serial; venga este de
los padres, de los pares de la institución educativa, del sexo contrario, etc. La experiencia de
ser rechazado ha jugado un rol importante en la vida de casi todo asesino serial. Estudios
científicos señalan que los chicos que sufren rechazo social tienden a ser más agresivos,
menos sociables, más impulsivos y ansiosos. Pero lo peor viene cuando surge el odio, tal y
como le sucedió a Henry Lee Lucas, a Edmund Kemper y a otros.

En el imaginario social tiene bastante presencia la imagen del rechazado como un individuo
de baja autoestima y poca predisposición a la violencia: pero la realidad, en lo que respecta
al segundo punto, puede ser totalmente diferente. Así, la psicóloga Karen Bierman de la
Universidad de Pensilvania, señala que los chicos que sufren rechazo muestran uno o más de
estos patrones de conducta:

• Bajos niveles de comportamientos prosociales, como turnarse o compartir.


• Elevados niveles de comportamientos agresivos o disruptivos.
• Elevados niveles de comportamientos desatentos, inmaduros, o impulsivos.
• Elevados niveles de ansiedad social.

Y es que el rechazo no solo puede ser interiorizado y manifestado en forma de autorrechazo,


sino que puede volverse contra su fuente, intensificado y amenazador en su nuevo ropaje: el
odio.

10. La tríada fatídica

Hay tres conductas que, de darse en un individuo determinado, manifiestan una considerable
probabilidad de que se transforme en asesino serial: la piromanía, la incontinencia urinaria y
la crueldad con los animales.

10.1. Crueldad con los animales: “La crueldad hacia los animales no es una válvula de escape
inofensiva en un individuo sano… es una señal de alarma”, dijo una vez Allen Brantley,
agente especial del FBI. Y es que el torturar animales no es solo un medio para desfogar la
agresividad sino una escuela de crueldad e incluso, tal y como lo mostró Yoo Young Chul
matando perros como preparación psicológica a los asesinatos que luego cometería, es una
actividad ideal para acostumbrarse a la muerte y el dolor ajenos.

Según estudios, casi todos los chicos que maltratan animales han sido víctimas de maltrato
físico y/o psicológico, generalmente por parte de uno o ambos progenitores, y frecuentemente
también por parte de sus pares, ya sea a través del bullying o la simple marginación y rechazo
social. Esto es importante porque permite entender el carácter éticamente escalofriante que
subyace al fin último de la tortura ejercida sobre animales. Pero para comprender eso hay
que tener presente lo que se ha hallado en estudios científicos: así, en su libro The science of
evil, Simon Baron Cohen escribe que: ‹‹Cuando tratamos de explicar los actos de la crueldad
humana, no hay ningún valor científico en el término “malo” pero sí hay valor científico en
el uso del término “erosión de la empatía”. La afirmación clave en mi libro es que, cuando la
gente comete actos de crueldad, un circuito específico en el cerebro (“el circuito de empatía”)
disminuye. Esto podría ser temporal (por ejemplo, cuando estamos estresados) o de una
forma más duradera››. Entonces tenemos que el chico, torturando animales, busca disminuir
su capacidad de empatía —lógicamente, esto puede ser inconsciente y, si es consciente, no
se lo ha de plantear en los términos expuestos—; pero acaso: ¿no es esa capacidad de empatía
lo que lo frena de hacer daño a los demás y de exteriorizar su agresividad más allá de cierto
punto? Lógicamente sí, y evidentemente esta capacidad empática ya está mermada en el
psicópata, pero hay grados y grados, y la crueldad animal es un mecanismo para
menoscabarla aún más. Ahora: ¿por qué alguien querría disminuir aquello que frena su
violencia?, ¿qué conseguiría con no conmoverse ante el dolor ajeno? Conseguiría poder
emplear más a la violencia para controlar a los demás y, en última instancia, conseguiría una
capacidad mucho mayor de conseguir sus fines y deseos a expensas de un sufrimiento ajeno
que, en virtud de la crueldad, ya no solamente dejará de ser fuente de malestar (como ocurre
con la empatía) sino que hasta podrá constituir una fuente de placer… Llegamos así al
lamentable proceso ético que casi siempre ocurre en el asesino serial que maltrata animales:
primero es una víctima de la maldad y la crueldad de los otros, del mundo; y luego,
fundamentalmente como forma de protección, busca extinguir su propia bondad para así
adoptar una crueldad y una maldad superior a la de sus victimarios, y suficiente para dejar el
sufrimiento propio de la víctima, y pasar a la complacencia perversa del victimario
incapacitado para la “debilidad” de la compasión, e hiper capacitado para la supervivencia
egoísta y destructiva en un mundo que se percibe como hostil y enemigo.

Lejos de pertenecer a la especulación, la explicación anterior es ilustrada en los resultados


compendiados de varias investigaciones criminológicas efectuadas en U.S.A. En efecto, los
datos muestran que la tortura de animales tiene elevados porcentajes de presencia en diversas
categorías criminales, aumentándose a medida que se aumenta la crueldad inherente al tipo
de crimen: acosadores sexuales (36%), acosadores sexuales encarcelados (46%), violadores
convictos (48%) y asesinos adultos (58%).

10.2. Piromanía: En los asesinos seriales, la práctica de la piromanía aparece generalmente


en la niñez y muestra esencialmente la búsqueda de un sentimiento de poder originado en la
satisfacción del afán de destruir. Pero la realidad psicológica de la piromanía es aún más
profunda y guarda concordancia con la realidad que suelen vivir quienes se transforman en
asesinos seriales. Así, el pirómano es generalmente un joven lleno de frustraciones,
problemas y desajustes emocionales, rabia acumulada, y usualmente tedio, vacío existencial,
sentimientos de impotencia y deseos de protagonismo. Aunque también hay casos en que la
piromanía comporta un aspecto sexual, y en ese caso evidenciaría una sexualidad sádica, y
quizá algo de pirofilia. Ejemplo de esto último lo vemos en el asesino norteamericano Ottis
Toole, quien incendiaba casas abandonadas y luego se masturbaba contemplándolas arder…

10.3. Incontinencia urinaria: Estudios criminológicos muestran que aproximadamente el 60%


de los asesinos seriales se orinan en la cama siendo ya adolescentes. Esto suele estar asociado
al estrés emocional que origina un entorno familiar y social inadecuado y lleno de
conflictividad, tal y como el que les toca vivir a los asesinos seriales durante su infancia y
adolescencia.

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