1. ¿Es posible clasificar las emociones como buenas o malas?
Las emociones son la respuesta a estímulos externos percibidos a través de los sentidos humanos, y al ser estos diferentes en cada individuo, pueden presentarse de diferentes maneras y por supuesto no poseerán las mismas características y consecuentes apreciaciones y/o interpretaciones, tal como incluso mencionó el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche: “No existen hechos, solo interpretaciones” (Nietzsche. F) Conllevándonos así con estas premisas a la siguiente pregunta: ¿Es posible clasificar a las emociones como buenas o malas? Para comenzar sería bueno conocer el significado de “bueno” y “malo”, la Real Academia de la Lengua define los términos mencionados como: “Bueno: acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino.” “Malo: falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino” Entonces partiendo de dichas determinaciones podría argumentarse que hasta cierto punto sí, pues lo “bueno” o “malo” no hace referencia a las intenciones o propósitos dañinos o positivos interpersonales, más bien busca determinar la factibilidad y resultados que provoquen estas trasmisiones físico neuronales, es decir, se podría definir como buenas o malas, según la reacción que provoque en la psicología u organismo del que posee la emoción, si dicha genera un proceso no natural puede definirse como mala y de lo contrario, si se obtiene un proceso en el organismo normal, se considera como buena. Sin embargo también entran la moral y/o la ética en juego definiendo los efectos de dichas emociones, pero puede ahí en dicho contexto decirse que no pueden ser estas definidas según aquello, pues la ética y/o moral son subjetivas variando según el individuo o la cultura en caso de manejarse a nivel social.
2. ¿La razón es puramente objetiva y universal, o varía de una cultura a otra?
A través del tiempo, múltiples conflictos a nivel mundial han ocurrido debido principalmente a diversidad de pensamientos metodológicos que terminan en fricciones y desacuerdos que repercuten muchas veces en el entorno donde como seres humanos nos desenvolvemos, un claro ejemplo de aquello fueron las disputas territoriales después de las conferencias de Bismarck, previo a la primera guerra mundial, donde no se lograban acuerdos con respecto a la división “proporcional” de territorios como las islas de Oceanía o él continente Africano, y si bien estos conflictos no son repetidos de manera tan monumental, se encuentran todavía en la actualidad generándonos la primera pregunta: ¿La razón es puramente objetiva y universal, o varía de una cultura a otra? La razón es definida por el filósofo Descartes como: “la facultad de distinguir lo verdadero de lo falso” y en el psicoanálisis cambia de manera leve a “Capacidad de la mente humana para establecer relaciones entre ideas o conceptos y obtener conclusiones o formar juicios.” Y por supuesto lo verdadero y falso quedan a subjetividad humana, es decir, carece de dogmas que establezcan verdades o mentiras absolutas, en conclusión decimos que si la definición de Descartes es la correcta la razón es netamente subjetiva, pues se crea a partir de los conocimientos obtenidos más conocidos como “cultura” lo mismo ocurre con la definición del psicoanálisis, concluyendo así que la razón es subjetiva sin embargo vale recalcar, que existen procesos generados mediante razón que se han globalizado como las matemáticas, y que si bien son universales siguen variando por la cantidad de métodos que ofrecen.
3. “La fe es una virtud por la que se cree lo que no se ve”.
Es humana si la creencia proviene de un ser humano. Es divina, llamada religiosa, si la creencia proviene de Dios. En qué medida está de acuerdo con esta afirmación. La posición respecto a dicha definición es positiva pues vale tomar muchos aspectos en cuenta para decir que dicho enunciado está (al parecer de la autora de este texto) correctamente y sin errores escrito, el primero consiste en que una virtud como menciona al inicio del texto se caracteriza por pertenecer a una cualidad abstracta. El segundo punto a favor del enunciado es que no descarta aquellas creencias que no pertenecen precisamente a doctrinas religiosas y remarca tanto la importancia como la existencia de la fe natural que es representada como la creencia en el propio ser humano consigo mismo sin la necesidad de una representación divina externa, pero si con cualidades como las de una entidad representativa de una religión. La divinidad en cambio más concierne a aquello fuera de la compresión humana y muchas veces tratando de una trascendencia en una dimensión o campo espacial intangible e inalcanzable para el ser humano, pero sin embargo este cree en aquello por la fe a partir de un representante de la iglesia, un Dios