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INTRODUCCIÓN

Otfried Hôffe en su obra Derecho Intercultural (2000), señala que por el fenómeno de
la “globalización”, el Derecho está dejando de ser un producto culturalmente de
carácter nacional para convertirse en trasnacional, es decir, un producto
“Intercultural”.
El pluralismo jurídico desarrolla la existencia de varios sistemas jurídicos dentro de
un mismo territorio, con la lógica de establecer jurisdicciones para una administración
de justicia acorde con las realidades de las poblaciones indígenas y comunidades
campesinas. Por otro lado para hablar de Interculturalidad, es preciso manifestar que
se tiene que basar en “diálogo” e “interacción” como parte fundamental de esta misma,
esto con el fin de entender y comprender la diversidad cultural -no homogénea- que
existe en un país (caso Perú). Y terminamos diciendo que, el pluralismo jurídico y la
interculturalidad tienen una relación co-existencial dentro de una sociedad o cultura,
esto con el fin de establecer que estos son mecanismos que canalizan problemas en
cuanto a la administración de justicia, tanto como para el entendimiento de la
diversidad de culturas.

La globalización de nuestras condiciones sociales también está afectando el ámbito


del Derecho penal. Aunque éste sea incumbencia de cada uno de los Estados, en la
práctica, la internacionalización es un hecho cada vez más extendido. El terrorismo,
el tráfico de armas, drogas o personas sobrepasan las fronteras. Un delito económico
cometido en Singapur por un delincuente detenido en Francfort, tal vez se juzgue en
Gran Bretaña; un turista turco, de viaje a Escandinavia, puede ser penalizado en
Alemania por una infracción de la circulación. Precisamente los casos más concretos
pueden representar, por sus paradojas, un desafío para la filosofía del derecho.

Como lo señalara el político norteamericano John Fitzgerald Kennedy, “Si no


podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar
apto para ellas”, sólo dependerá de nosotros y de las autoridades, llevar a cabo una
verdadera Interculturalidad, para que así en el Perú, las oportunidades de desarrollo
cultural, crecimiento económico y acceso a la Justicia, sean iguales para todos los
peruanos sin excepción.
I. LA INTERCULTURALIDAD

La Interculturalidad es la interacción entre culturas, es el proceso de comunicación


entre diferentes grupos humanos, con diferentes costumbres, siendo la característica
fundamental: “la Horizontalidad”, es decir que ningún grupo cultural está por encima
del otro, promoviendo la igualdad, integración y convivencia armónica entre ellas.

Si bien la interculturalidad está basada en el respeto a la diversidad, integración y


crecimiento por igual de las culturas, no está libre de generar posibles conflictos, tanto
por la adaptación o por el mismo proceso de aprender a respetar, pero con la
diferencia, de que estos conflictos se resolverán mediante el diálogo y escucha mutua,
primando siempre la Horizontalidad del proceso.

Debemos tener en cuenta, que la interculturalidad se refiere tanto a la interacción


cultural a nivel geográfico y cultural, como en cualquier situación donde se presenten
diferencias de cualquier tipo.

Requisitos y etapas:

Para que se realice un verdadero proceso de interculturalidad debe cumplirse los


siguientes requisitos y etapas:

Requisitos:

-Visión dinámica de las culturas.

-Comunicación, como base principal para mantener y fortalecer las relaciones


cotidianas.
-Construcción de una ciudadanía, basada en la igualdad de derechos.
Etapas:

-Negociación; esta etapa está dirigida a evitar conflictos.

-Conversión; es decir, ponerse en el lugar o puno de vista del otro.

-Descentralización; perspectiva en la que nos alejamos de uno mismo, a través de


una reflexión de sí mismo.

Dificultades: “La Realidad”

La interculturalidad está sujeta a diferentes variables:

-Hegemonía cultural.

-Política y economía de países y regiones.

-Definición del concepto de cultura.

-Obstáculos de comunicación: diversidad de Idiomas

-Carencia de Políticas de Estado.

-Sistema económico exclucionista

-Jerarquías sociales

-Ideologías discriminatorias.

-Desconocimiento de grupos culturales y sociales.

-Marcada exclusión en el ejercicio y respeto de los derechos humanos y de genero

Si bien la Interculturalidad se basa en el respeto mutuo, igualdad y horizontalidad, son


estas variables las que entorpecen este proceso, cambiando el “se basa” por un “debe”
que casi nunca se cumple.

Diferencia entre interculturalidad y pluriculturalidad

-La pluriculturalidad representa la característica de las culturas actuales, es decir el


resultado de una cultura que ha evolucionado a través del contacto con otras culturas,
y la interculturalidad representa la relación respetuosa, el proceso, entre estas culturas.
-La pluriculturalidad define una situación, mientras que la interculturalidad define una
interacción.

-La pluriculturalidad representa una única identidad cultural, conformada por


múltiples identidades socioculturales.

Mientras que la interculturalidad se refiere a la interacción entre culturas, o entre


factores diferentes como edad, genero, condición social, por ejemplo: interacción
entre un hombre y una mujer, un niño y un anciano, un rico y un pobre, un marxista y
un liberal, etc.

En resumen, podemos decir que la Pluriculturalidad representa una “realidad social”,


mientras que la interculturalidad, como si mismo nombre sugiere; es la “interacción”.

Interculturalidad y justicia:

Como es bien sabido, el Perú es un país pluricultural, y donde la Constitución Política


reconoce en el artículo 2°, numeral 19, el derecho de toda persona a su identidad étnica
y cultural, a usar su propio idioma ante cualquier autoridad a través de un intérprete,
delegando al Estado, la tarea de reconocimiento y protección de la pluralidad étnica y
cultural de la Nación.

De ahí que, la interculturalidad deberá integrar y establecer un mecanismo de


inclusión donde puedan comunicarse, tanto la diversidad cultural, como los diversos
sistemas de Justicia existentes en el país, respetando siempre los derechos
fundamentales, para que pueda existir un verdadero acceso a la Justicia.

Si bien la realidad es distinta, el 26 de Diciembre del 2012, el Poder Judicial al aprobar


la hoja de ruta de la Justicia Intercultural, devuelve la esperanza a una Justicia
accesible para todos, respetando la realidad pluricultural y étnica, y reconociendo la
validez de la Justicia indígena y la justicia Comunal.

De ser así, esto representaría mayores garantías para las poblaciones vulneradas
jurídicamente, es decir que no sólo se reconocerá su propia Justicia, sino también, se
respetará los derechos de los indígenas procesados bajo la justicia de modelo
occidental. Cabe mencionar, que estos derechos procesales forman parte de la
legislación peruana, pero que en la práctica no se ha respetado su cumplimiento. Estos
derechos son:

-Derecho al Intérprete, reconocido en el artículo 2°, numeral 19 de la Constitución, en


el artículo 12° del Convenio 169 de la OIT, en el artículo 152° del Código de
Procedimientos Penales y en el Principio 14° del Conjunto de Principios para la
Protección de todas las Personas sometidas a cualquier forma de Detención o Prisión.
-Actuación del Perito Antropológico, el cual proporcionará, para mayor comprensión
de un caso en particular, conocimientos al Juez sobre la procedencia cultural del
procesado. Es decir, el Perito explicará al juez si la actuación del procesado fue
producto de su propia cultura o cosmovisión.

-El artículo 10° del Convenio 169 de la OIT, señala que “Cuando se imponga
sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos pueblos
deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y culturales”
-Así mismo, en el párrafo 2° del artículo 10° del Convenio 169, señala que “Deberán
darse la preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento”.

II.- LA INTERCULTURALIDAD Y EL DERECHO.

Si consideramos que todos los seres humanos somos iguales ante la Ley-, ¿cómo
podemos impedir la autonomía? El derecho a la autodeterminación del ser humano
desde la igualdad es el presupuesto irrenunciable para afrontar la interculturalidad.

El reto de cualquier sociedad actual es encontrar la manera de que el marco jurídico


consiga la integración respetando la diversidad. Si la democracia, según Aranguren,
es una forma de vida en común entre la ciudadanía, y Giner remata con que “la
ciudadanía es el espinazo del orden social democrático de la modernidad”, de no ser
revisados los conceptos de ciudadanía y nacionalidad, los extranjeros no podrán
acceder en condiciones de igualdad a los derechos sociales, políticos y culturales. La
inclusión del otro va más allá de la tolerancia; amplia la democracia.

La identidad cultural no es la cultura vista como un depósito de conocimientos y


saberes estáticos, es un concepto dinámico que favorece la integración superando las
confrontaciones de lengua, religión, costumbres y tradiciones de cada comunidad.
La protección jurídica de la identidad cultural es una tarea complicada que requiere
de un marco legal en el ámbito nacional e internacional para que la persona migrante
pueda mantener su identidad cultural y, al mismo tiempo, formar parte de la identidad
de destino. La identificación de los migrantes tiene mucho que ver con la
identificación histórica que se haya construido en el imaginario social de cada país.

En los últimos años se ha generado un fuerte debate con el uso de las palabras
multicultural e intercultural. Podríamos decir que hubo un antes multicultural y un
después intercultural del 11 de septiembre de 2001. Desde lo ocurrido en las Torres
Gemelas se incrementaron las políticas antiterroristas y unas medidas muy restrictivas
en materia de inmigración. La consigna era seguridad en el mundo; y la pregunta
esencial era ¿para quién? La multiculturalidad surgió como reacción al modelo
asimilacionista iniciado en los años 50 del siglo XX, que defendía el derecho a ser
diferente a través de una serie de derechos colectivos: protección ante injerencias
culturales dominantes, derechos poliétnicos para los migrantes, y cuotas de
representación en órganos de decisión política. Las críticas a este modelo no se
hicieron esperar, consideraban que era una especie de desarrollo paralelo que no
favorecía el diálogo y sí la segregación. Por otro lado, la Interculturalidad partía de la
idea de interdependencia del ser humano para el desarrollo y las teorías de McLuhan
con su “aldea global”. Hace hincapié en la necesidad de valorar las culturas y
establecer relaciones con ellas desde un plano de igualdad, de horizontalidad. La
crítica es que las sociedades y la realidad, no responden a ese patrón idílico: hay
relaciones asimétricas y de dominación. Hay otras formulaciones menos ambiciosas
que plantean la interculturalidad como los procesos de interacción entre miembros de
culturas diferentes, definen el “ser”, no el “deber ser”. En palabras de Teodorov, "una
cultura no evoluciona si no es a través de los contactos: lo intercultural es constitutivo
de lo cultural". Mientras que el multiculturalismo pone el acento en las
particularidades de cada grupo cultural, la interculturalidad resalta la necesaria
interacción para la pervivencia de las culturas. Esta última, analiza el tipo de
relaciones y no quién forma parte de cada uno de los grupos. La construcción de “otro
mundo posible” requiere analizar los modelos de relación entre las personas y sus
identidades culturales. La interculturalidad pretende fomentar ese análisis relacional
con la ayudad de la sociedad, las instituciones y la educación. Consideramos que
existen diferencias entre culturas, dentro y fuera de cada sociedad; siempre que una
persona o grupo no se adapta al registro general, a la taxonomía establecida por la
ideología o la creencia mayoritaria, aparecen las diferencias, e inevitablemente,
algunas acaban en discriminación y confrontación.

Cualquier sociedad absorbe los disensos y las confrontaciones; si llega a la violencia,


entra en crisis. Conforme avanzamos en los procesos de secularización, las preguntas
no dejan de surgir: ¿encontrará el derecho alguna solución válida para la convivencia
pacífica? Lo difícil no es buscar las diferencias sino las similitudes. Las primeras
suelen acabar en confrontación violenta: Norte y Sur, Europa/África, europeos/árabes,
cristianos/musulmanes, Cristianismo/Islam, ellos/nosotros o ellas/ellos. Lo que nos
conduce a nuevas formulaciones: ¿hay conflicto entre civilizaciones o entre culturas?,
¿o el conflicto es entre personas debido al recelo?, ¿hay valores universalmente
admitidos?, y sobre todo: ¿quiénes son “los otros”? Decía Francisco de Vitoria que
someter por la fuerza atenta contra los derechos humanos y divinos, y estamos de
acuerdo con esa afirmación. Desde el liberalismo, con el mercado, se creyó que los
conflictos cambiarían el campo de batalla de la religión a la Bolsa, pero no fue así.
Tras dos guerras mundiales, una mujer, Eleanor Roosevelt, fomentó la creación de
una Declaración Universal de los Derechos Humanos; se aprobó en 1948. Justo un
año después, en 1949, se constituyó la OTAN. Somos conscientes de la oposición
entre el universalismo de los derechos humanos y el relativismo cultural, que se
plasma en el Estado-nación con la dicotomía entre la identidad cultural y el estatuto
de ciudadanía. La presencia de minorías religiosas o étnicas, debidas o no a los flujos
migratorios, cuestiona la universalidad de los derechos humanos. El reto es cómo
resolver el conflicto entre derechos humanos contrapuestos. La Declaración de la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 hace
referencia a la diversidad geográfica, cultural y religiosa. Insiste en el deber de los
Estados de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales,
pero es significativo que desde 1948 hasta el año 2000, en que se aprobó la Carta de
Derechos Fundamentales de la Unión Europea, la redacción sobre libertad de
conciencia y religión se haya mantenido idéntica. Parece difícil ir un paso más allá del
papel. La Conferencia Mundial sobre las políticas culturales aprobó la definición de
cultura como “el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales,
intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba,
además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser
humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” . También fue
relevante la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, presidida por Pérez de
Cuéllar, ex Secretario de las Naciones Unidas, que concluyó su misión a finales de
1995. En el año 2005 la UNESCO adoptó la “Convención sobre la protección y la
promoción de la diversidad de las expresiones culturales”: del citado texto cabe
destacar que es la primera vez que se reconoce la diversidad cultural como un
principio autónomo. El art. 4, dedicado a las definiciones, tipifica la “diversidad
cultural” como la multiplicidad de formas de expresar cultura cualquier grupo o
sociedad; da especial relevancia a las expresiones artísticas. No da muchas pistas para
saber qué es cultura y qué expresiones artísticas –a pesar de dedicarle sendos
apartados-, elementos importantes si tuviéramos que valorar si prima el derecho de
libertad de expresión frente al de libertad religiosa. El mismo art. que nos ocupa,
define también interculturalidad como “la presencia e interacción equitativa de
diversas culturas” con la posibilidad de generar expresiones compartidas a través del
diálogo y el respeto mutuo.

El documento tiene por objetivo el fomento del diálogo entre culturas que garantice
la consecución de los Objetivos Del Milenio a través del intercambio cultural en un
clima de respeto y convencidos de la necesidad de una cultura de la paz. Ese mismo
año nació la Alianza de Civilizaciones (AC) a iniciativa de los Gobiernos de España
y Turquía y bajo los auspicios de las Naciones Unidas. El 26 de abril de 2007, el
Secretario General de NU, Ban Ki-moon, nombró al Presidente Jorge Sampaio Alto
Representante de la AC para liderar la fase de puesta en práctica con el fin de
promover las relaciones interculturales entre las distintas naciones y comunidades.
Concede especial prioridad a las relaciones entre las sociedades occidentales y
musulmanas. La AC tiene como objetivo facilitar el diálogo con personalidades del
ámbito político y religioso, de los medios de comunicación y de la sociedad civil30 .
El Plan de Acción 2007-2009 Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones tiene
como fin “mejorar el entendimiento y las relaciones de cooperación entre las naciones
y los pueblos de diversas culturas y civilizaciones y así ayudar a contrarrestar las
fuerzas que alimentan la polarización y el extremismo” Sus actuaciones se centran en
cuatro áreas temáticas, contenidas en el Informe del Grupo de Alto Nivel de la AC:
juventud, educación, migración y medios de comunicación. Se consideran materias
prioritarias las siguientes: Diálogo y cooperación entre culturas y religiones; Foros
regionales para el diálogo y la cooperación entre culturas y religiones; Programas de
alfabetización en los medios; Programas de formación de periodistas en la cobertura
de noticias interculturales; Programas gubernamentales, organizaciones de la sociedad
civil e iniciativas académicas para la educación y el empoderamiento de los
inmigrantes musulmanes en los Estados Unidos y en Europa; Programas
consensuados de enseñanza de las religiones en las escuelas y programas académicos
para los colegios religiosos; y por último, Programas de educación en derechos
humanos que transmitan el carácter universal en las diferentes culturas y tradiciones
religiosas. Consideramos que en este Plan debería cuidarse el lenguaje en el uso de
pares si queremos que sean simétricos: no se puede hablar de occidente, término
geográfico, y de musulmanes, término religioso. Dentro de Occidente hay más
religiones que la cristiana y dentro de Oriente hay más cosmovisiones además del
Islam. Otras objeciones a tan meritorio Plan, no por lo expuesto sino por lo
invisibilizado, se deben a la falta de referencias al papel específico de las mujeres en
las religiones –cuyo denominador común en todas ellas es la preterición-. Tampoco
se contempla el laicismo como espacio de convivencia. En el ámbito europeo
encontramos documento Diálogo entre los Pueblos y las Culturas en el Espacio
Euromediterráneo, un Informe del Grupo de Sabios creado por iniciativa del
Presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi. Pretende establecer las
condiciones favorables para que sea posible la diversidad cultural, haciendo especial
hincapié en las religiones sin olvidar la libertad de conciencia. Proponer la necesidad
de la “neutralidad del espacio público” como garantía de una “secularización abierta,
sin la cual los perjuicios racistas, en particular antisemitas e islamófobos, podrían
perdurar”.

III. PARA UNA INTERCULTURALIDAD EN EL DERECHO PERUANO

En nuestro país aún persiste la cicatriz de aquel choque cultural de 1492, que marcó
el inicio de una serie de conflictos, cuyos efectos la ubicamos en los periodos colonial
y republicano del Perú, así como lo afirma Lumbreras: “La razón colonial… fuente
de donde brotan los conflictos más graves del país. En ella se nutre el racismo… de
ella emanan los programas económicos y el “orden establecido”… es la razón de la
fuerza y el poder de las instituciones republicanas…”; por lo citado, estamos de
acuerdo que en nuestro medio, existe un Centrismo cultural Occidental y Castellana,
es decir, la imposición de una cultura sobre otras culturas, y homologo a esto, nos
referimos a un Estado-nación (monismo jurídico), en cuyo paradigma de hegemonía,
perviven naciones bajo el modelo mencionado de multiculturalidad; donde las
naciones están en una convivencia injusta y de ella brotan movimientos indígenas,
debido a la negación cultural o exterminio de la alteridad (condición de ser otro) y el
anatopismo del monismo jurídico peruano. Un claro ejemplo de confrontaciones
culturales, es el “Conflicto Aymara”, donde la nación Aymara pide su reconocimiento
y respeto de sus costumbres; este caso fue analizado in supra.

Después de este breve corolario, pasemos a la Identidad Cultual, la cual podemos


entender como el conjunto de rasgos que dan el tono peculiar y característico a una
cultura, constituyéndola como una unidad diferente, aún más, la identidad significa lo
que es propio e inalienable de una cultura. La identidad individual y colectiva de las
naciones, hoy por hoy, se ve oprimida por la sutil negación de la otredad que parte del
Estado-nación y termina en diversos sectores de la población, a pesar que en la
sentencia del Tribunal Constitucional N.º 0042-2004-AI/TC, nos dice que la
Constitución de 1993, reconoce a la persona humana como miembro de un Estado
multicultural y poliétnico, lo cual no implica una simetría de relaciones y menos un
dialogo entre personas andinas, amazónicas, criollas, más solo declara un derecho a
la diferencia, que termina bajo una imposición de universos culturales de una super-
cultura, que no interactúa de buena manera con “el otro”.

Para la superación de las relaciones asimétricas, por no decir los conflictos sociales
(culturales y nacionales), verbigracia el conflicto aymara; en el Abya Yala y el Perú,
en la década de 1980 se inserta un nuevo concepto: “interculturalidad” que según
Estermann: “es ante todo una actitud, un hábito de buscar el encuentro e intercambio,
antes del enfrentamiento y la pelea.”; para un mejor entendimiento diremos que
la “interculturalidad” es la apertura al dialogo, interacción y el respeto entre la
diversidad de culturas, entendiendo que ninguna cultura es perfecta, pura y menos un
museo. La práctica de interculturalidad, se caracteriza por la confianza,
reconocimiento mutuo, comunicación efectiva (comprender al “otro” desde su
cultura), el aprendizaje mutuo, intercambio de saberes y experiencias, resolución
pacífica de conflictos, consenso de diferencias, cooperación y convivencia. El
objetivo de la interculturalidad es sobre todo el diálogo horizontal y la humanización
de la sociedad.

Retomando, el asunto de Estado-nación, es necesario, precisar que una de las prácticas


de este modelo homogenizador, prevalece de manera latente en nuestro país y varios
del Abya Yala, se ejerce por medio del Derecho; en nuestro caso particular del
Derecho Peruano, la negación de la identidad del “otro” se da a través del Derecho
castellano con su legislación y la inadecuada aplicación de esta y el centrismo cultural
de los operadores del derecho en la administración de justicia. Ergo, nos es fácil
deducir que el Derecho necesita ser encapsulado en un nuevo modelo de dialogo
intercultural; no esta de más aclarar el área de aplicación de la interculturalidad y su
vinculación con las Ciencias Jurídicas, a esto Bermejo, responde: “La
interculturalidad, traspasa los ámbitos del reconocimiento de la diversidad o la
educación indígena, cuestiona a estructura misma del Estado-Nación, su organización
homogeneizante y excluyente; y, se perfila como desafío permanente…no tiene que
ver solamente con un área geográfica, ni con un sector específico de la sociedad, de
escuelas o niveles educativos, va más allá de ser una realidad objetiva[…]”con todo
lo dicho, ahora podemos subsumir la interculturalidad en el Derecho, para así obtener
un nuevo enfoque intercultural del Derecho, el cual articula la diversidad cultural
apoyándose al Pluralismo Jurídico, in infra.

Hasta aquí, se entiende que la Interculturalidad del Derecho, debé generar un nuevo
espacio declarativo, que reconozca los usos y costumbres de cada nación, asimismo
facultar el derecho a la diferencia y a la igualdad con políticas públicas, que
emprendan el resguardo del derecho lingüístico, también la correcta adecuación de
normas, etc. todo esto bajo el modelo de interculturalidad, más no de multiculturalidad
o pluriculturalidad que sostiene nuestro ordenamiento jurídico peruano.
IV. LOS CONFLICTOS SOCIALES Y EL PLURALISMO JURÍDICO E
INTERCULTURALIDAD EN EL DERECHO PERUANO

En nuestro medio, la lucha de culturas representado por movimientos indígenas


sobrevive en este sistema excluyente, producto de una castellanización del cual se
derivo una república monojurídica y uninacional. A lo largo de nuestra historia,
intelectuales y políticos como Mariátegui, Arguedas, Velasco, reproducieron las
reivindicaciones por los derechos de los pueblos indígenas – nos referimos a las
naciones amazónicas, andinas y castellana- así, de esta manera los movimientos
indígenas adquieren presencia y estos por su accionar se configuran en conflictos
sociales – por ejemplo: el conflicto Aymara – , cuyos pedidos de reconocimiento,
respeto, que en el ámbito jurídico cuestionan el paradigma de Estado-nación
(monismo jurídico); estas protestas “enfrentan” modelos tradicionales de
administración del Estado y de justicia, lamentablemente, estos pedidos no suelen ser
escuchados oportunamente – verbigracia la falta de implementación del derecho a la
consulta previa,por consiguiente es necesario que se creen nuevas formas de
participación socialmediante la democracia en instancias del gobierno, de tal manera
que se tenga mayor representación en el congreso,con el fin de legislar sobre la nuestra
realidad para defender y respetar los derechos de los pueblos indígenas (cosmovisión
y lengua), a fin de reconocer su derecho consuetudinario, que en resumen, faculta el
manejo directo de asuntos internos, y vigilancia de sus áreas circundantes; además de
esto, con el fin de buscar la prevención y solución de conflictos, y la eficiencia del
sistema de justicia peruano, sugerimos que los operadores del Derecho, interpreten y
apliquen las normas, conociendo la realidad social y cultural de cada nación que
coexisten en el Perú, finalmente proponemos el pluralismo jurídico y la
interculturalidad para nuestro Derecho Peruano.

V. JUSTICIA INTERCULTURAL

La justicia inter cultural es ante todo un método de resolución de conflictos que parte
de la existencia plural de grupos sociales en una sociedad y se aplica considerando la
cultura legal que identifica a estos grupos para alcanzar la comprensión y resolución
de sus conflictos. La cultura legal de dichos grupos consiste, a su vez, en el
conocimiento colectivo que tienen sobre sus derechos que se manifiestan a través de
la organización familiar o local, sus costumbres o tradiciones, sus normas y principios,
sus decisiones colectivas, entre otras.

Como método, la justicia intercultural recurre a técnicas, procedimientos y estrategias


que se enriquecen, surge, y aplican a dos niveles: en la comprensión de los conflictos
y en la resolución de los mismos. En la comprensión del conflicto, la justicia
intercultural puede distinguir entre aquellos conflictos que involucran a miembros de
un grupo social (conflicto interno) y aquellos que involucran a miembros de dos
grupos sociales (Conflicto inter-grupal). Si es un conflicto interno, el método
comprende el análisis del conjunto de derechos y obligaciones que corresponde a la
cultura legal del grupo social separando aquellos que están en disputa a partir de los
intereses de las partes en conflicto. Si el conflicto es inter-grupal, el método se aplica
sobre las causas que produce el cruce de derechos y obligaciones de los grupos y las
partes en conflicto.

Una vez comprendidos los conflictos, un segundo nivel de aplicación de la justicia


intercultural se produce a través de su interacción con el aparato de resolución de
conflictos de cada grupo. Aquí la justicia intercultural trabaja con la identificación de
los órganos de resolución, los procedimientos de resolución, los acuerdos o decisiones
finales, y las formas de ejecución de estos acuerdos o decisiones finales del grupo
social o los grupos sociales identificados. Si es un conflicto interno, se recurrirá a los
propios órganos, procedimientos y formas de acuerdos y ejecución de éstos en el
grupo social. Si es un conflicto inter-grupal se recurrirá a la identificación de los
órganos, procedimientos y formas de acuerdos y ejecución de éstos en los grupos
sociales involucrados promoviéndose que éstos, a través de sus autoridades u órganos
de resolución, se pongan de acuerdo sobre cómo resolver el conflicto. El diálogo
inter-grupal o inter-cultural es importante en ambos tipos de conflictos, pero es
indispensable en el segundo tipo de conflicto.

Ciertamente que cada grupo social, como cada tipo de conflicto ofrecen diversas
alternativas, variables, limitaciones, obstáculos o desafíos, dependiendo de la propia
identidad cultural del grupo y de la naturaleza de las partes del conflicto. En tal caso,
se destaca un adicional elemento central desde la justicia intercultural: su flexibilidad.
Este es el elemento transversal básico que nos permite acercarnos a comprender la
cultura legal de cada grupo social y entonces definir la comprensión y búsqueda de
resolución de sus conflictos. Cuando el conflicto interno o inter-grupal es más
complejo, es cuando con más flexibilidad hay que actuar para comprender esa cultura
legal.

El derecho y la justicia, como conceptos generales, se pueden aplicar con rigurosidad


exegética o exigencia dogmática, pero también con flexibilidad social y cultural. La
justicia intercultural apuesta por esta última.

V.I FORMA DE OPERACIÓN DE LA JUSTICIA INTERCULTURAL EN EL


PERÙ

En el Perú aún tenemos una limitada aplicación de la justicia intercultural. En términos


figurativos podemos decir que, de un lado, tenemos a las comunidades andinas,
amazónicas y costeñas que desarrollan sus propios mecanismos de resolución de
conflictos, mayormente al margen de las instituciones formales del Estado
(jurisdicción especial no-estatal), y, de otro lado, tenemos a nuestros jueces, fiscales
y abogados que viven envueltos de las normas y doctrinas de origen occidental que se
reproducen en las Facultades de Derecho de las universidades públicas y privadas
(Jurisdicción ordinaria o estatal).

Esta separación figurativa de jurisdicciones o “justicias” (en términos metafóricos),


que podemos rastrear históricamente desde el encuentro de los conquistadores
occidentales con nuestra población originaria, tiene diversas causas y formas de
manifestación. Una de estas causas consiste en la idea dominante de valorar un
derecho y justicia centralizados basados en normas y razonamientos jurídicos lógicos
que guíen y garanticen una economía de mercado. Esta idea va en detrimento de otras
ideas o concepciones del derecho y la justicia como la que aplican las comunidades
campesinas, comunidades nativas y rondas campesinas sobre la base de sistemas
descentralizados, con normas y razonamientos prácticos, desarrollados al lado de una
economía sostenible por familias. En ambos hay culturas legales diferentes, y hoy
cada vez con mayor claridad es difícil decir que la primera sea superior a la segunda.

Si bien en los últimos años se ha hecho esfuerzos por realizar cambios a través de una
codificación especial de la justicia de paz (jurisdicción no profesional, normalmente
rural), así como en la propuesta de una ley de coordinación entre esos tipos de
derechos y “justicias” o jurisdicciones, sus resultados aún son muy limitados. Por
ejemplo, el solo hecho de suponer que el trabajo de nuestros jueces de paz debe ser
gratuito y a la vez controlado por la jurisdicción ordinaria, aparece como un problema
no comprendido e irresuelto en términos de una justicia intercultural.

V.II MEDIDAS PARA LA VIABILIDAD DE LA JUSTICIA


INTERCULTURAL EN PERÙ

La principal medida que sugerimos para hacer viable la justicia intercultural en el Perú
se encuentra en una propuesta filosófica: promover que nuestros operadores del
derecho y la sociedad en general desarrollen la capacidad de comprender la justicia
intercultural como necesidad. Esto significa buscar comprender o hacer comprender
que sin una justicia intercultural no nos podemos integrar propiamente como país.

La aplicación de dicha medida supone el esfuerzo principal de nuestros operadores


del derecho: jueces, fiscales y abogados, pero también legisladores y docentes de las
Facultades de Derecho. En este grupo de profesionales reside la fuerza que puede
promover bajo consensos el cambio en la reflexión sobre la manera más conveniente
de aplicar el derecho y la justicia en un país pluricultural como es el nuestro.

El siguiente esfuerzo de comprensión corresponde a los profesionales, técnicos,


trabajadores y la sociedad en general. Una vez concebida la justicia intercultural como
alternativa dentro de nuestro actual servicio de justicia, hay que debatir su
implementación considerando sus propias limitaciones. Solo a partir de esta discusión
podrá ser aceptada y aplicada efectivamente.
Si asumimos y practicamos la justicia intercultural como necesidad, no es difícil
pensar que las dos razones principales que limitan nuestro actual servicio de justicia,
mencionadas al inicio, cambien. La aplicación efectiva de la justicia intercultural
producirá una gradual legitimidad de nuestras instituciones que se verían ya no
afectadas, sino favorecidas por nuestro contexto pluricultural.

VI. REFLEXIÓN SOBRE LA INTERCULTURALIDAD EN MUNDO DEL


DERECHO

Si hace tan solo 50 años a alguien se le hubiese dicho que al ir a comprar cualquier
artículo para su casa a la tienda de la esquina, ésta se trataría de un negocio chino, le
hubiera, como mínimo, extrañado.
Si además, se le hubiera dicho que muchos de los bares o restaurantes que encontraría
paseando por las calles estarían regentados por ciudadanos turcos o asiáticos, se habría
quedado todavía más asombrado.
Y si al ir a tomar el café al establecimiento de la plaza mayor, Casa Pepe, se hubiese
encontrado con un bar creado y llevado por personas de rasgos orientales o
latinoamericanos, y se le hubiera explicado que son nacionales españoles y que
incluso han nacido y se han criado en Valladolid, Torrejón o Badalona, lo más seguro
es que no diese crédito a lo que oía y veía.

El mundo, los pueblos y las costumbres están cambiando cada vez más rápido gracias
a la facilidad para comunicarse a través de instrumentos como Internet, la mejoría en
la calidad y cantidad de viajes así como los movimientos internacionales que se llevan
a cabo a diario, y también la situación de crisis económica mundial que está forzando
de modo creciente a miles de personas a abandonar su tierra de origen en busca de
oportunidades profesionales en otros países. Se trata de la más que conocida
globalización.
Esta situación nos plantea la necesidad de adaptar muchas cosas que antes se veían
como una verdad inmutable a esta nueva realidad en constante cambio, y así muchos
empleos deben implementar patrones de comportamiento, métodos de trabajo y
formas de trato que tienen un fuerte elemento internacional, ya que cada vez vamos a
interactuar con más gente cuya cultura de origen será diferente a la nuestra, y es por
eso que deben abrirse nuevas vías de negociación.

En el caso de los profesionales del Derecho, y de los abogados en concreto, su


implicación intercultural también ha caminado pareja a la llegada de grandes
despachos extranjeros a nuestras fronteras, así como a la progresiva
internacionalización de firmas patrias de importancia. Los primeros trajeron
estrategias foráneas de trabajo y personas de culturas más o menos liberales que la
nuestra, cuya visión de negocio sentó las bases para la dinamización de la carrera de
la abogacía en España: dar más cabida a la vertiente puramente mercantil de todo
despacho, sin por ello olvidar la verdadera actividad que les define, que obviamente
es la defensa de los intereses de su cliente. Los segundos exportaron valores de
empresa autóctonos, pero también comprendieron rápidamente la necesidad de
adaptar sus movimientos a las preferencias de clientes de culturas distintas.

Como se puede apreciar, la interculturalidad pretende situarnos a todos en un mismo


nivel de legitimidad de cara al respeto y el entendimiento entre pueblos diferentes,
procurando la abolición de clichés sin por ello diluir nuestros rasgos típicamente
culturales, ese know how por muchos tan interiorizado y a veces tan nuestro. Aún así,
no debemos quedarnos en el mensaje inicial, en esa situación idílica en la que todos,
sin importar de donde vengamos, nos damos la mano en un proyecto común de
entendimiento que busca el crecimiento tanto social como personal. El problema
estriba en que hay ocasiones en las que la cultura de los interlocutores (ya sean cliente
y abogado, consumidor y empresario o abogado y abogado) choca de manera tal que
puede dificultar enormemente el diálogo y el alcance de soluciones satisfactorias para
todos. A veces, también sucede que una cultura ajena nos provoca miedo, temor a lo
desconocido o desconfianza, y así es difícil entablar relaciones en pie de igualdad u
horizontalidad. En definitiva, que el camino hacia la verdadera interculturalidad está
plagado de obstáculos que hay que superar.

Hay quien dice que el gran riesgo de la estandarización pasa por la aceptación de toda
característica de otros pueblos como cultural. Siendo así, logros históricos como los
Derechos Humanos perderían valor frente a los que no son tal, ya que ambas posturas
serían fruto de culturas, y por ello “respetables”. Es contra esta suerte de relativismo
moral contra el que los abogados tienen ahora el desafío de luchar con todas sus
fuerzas, pues si bien queremos tender a la normalización cultural, no se pueden obviar
ciertas creaciones culturales como “guías de referencia”.
Lo que es innegable es que, para un abogado, es un reto lograr contar con las hoy día
deseadas competencias interculturales: negociación eficaz, comportamiento ante el
cliente, conocimiento de idiomas y culturas extranjeras, etc.; y debe aprovechar su
relación con figuras como la mediación, camino más transitado cada vez por personas
de nacionalidades distintas, que acuden a este método alternativo de resolución de
conflictos por su mayor rapidez, conveniencia económica o cercanía. Aquí los
abogados tienen que dar un paso al frente y comenzar a responder con eficacia a la
gran demanda de mediadores internacionales.

VII. Reconocimiento cultural como manifestación del derecho a la igualdad.

De acuerdo a las bases constitucionales de nuestro ordenamiento jurídico, todos los


habitantes de Perú nacen libres e iguales en derechos. Sin embargo, la realidad da
cuenta de que sólo algunos grupos tienen la capacidad de ejercer la totalidad de sus
derechos y ser agentes de ellos, siendo Perú uno de los países más desiguales del
mundo en términos de distribución de ingresos.

En el caso de los pueblos indígenas, la desigualdad social se profundiza a causa del


empobrecimiento y del histórico despojo territorial.

Esta situación fáctica de desigualdad social se refuerza con la inexistencia de una


normativa que apunte a disminuir la situación de exclusión material y cultural en que
se encuentran los pueblos originarios. En términos de Garzón López:
"[...] ¿por qué algunas sociedades, culturas o grupos tienen más privilegios, poder o
competencia que otros, siendo teóricamente iguales? ¿Cuáles son los fundamentos
y justificaciones que sostienen la dominación de unos grupos sobre otros? ¿Por
qué culturas asentadas en un mismo territorio desde tiempo inmemorial, como el caso
de los pueblos indígenas, siguen, subordinadas a la cultura central? Estas son
algunas interrogantes que subyacen en el contexto del multiculturalismo, siendo
el reconocimiento público, el respeto a la diferencia y la no discriminación las
medidas más socorridas para gestionar la diversidad cultural".

Desde la perspectiva aquí defendida, el reconocimiento de la existencia de los


derechos de los pueblos indígenas, y de su cultura propia es precisamente una
manifestación del reconocimiento del su derecho a la igualdad, en lo que podríamos
llamar "el derecho a la igualdad en la diferencia", de quienes son agentes todas
aquellos personas que pertenecen a estos pueblos.

Esta idea se opone a la versión conservadora que entiende que comprende la igualdad
como una garantía de la evitación de cualquier forma de distinción en la aplicación de
la ley, sin importar el contenido de esta misma. Esta concepción, presupone que esta
garantía de igualdad consiste en el derecho subjetivo que tiene un sujeto de ser tratado
jurídicamente de la misma manera que el resto, de estar sometido de una forma
idéntica a los otros ante la ley, derecho que les otorga además la facultad de defenderse
ante cualquier forma arbitraria distinción. El problema de esta postura es que
partiendo de la máxima de que todas las personas son iguales y por lo tanto la ley es
igual para todos, confunde la igualdad en derechos, con una situación fáctica de
igualdad. Quiero decir con esto que, no por el hecho de que todas las personas tienen
los mismos derechos, significa que en la realidad sí somos iguales.

En la realidad, las personas somos distintas social y económicamente, tenemos


diferencias de género, de edad y también en nuestras culturas. Es más, una ley que se
funda en el principio de la igualdad debería tratar de equiparar estas diferencias.

No es correcto entonces, sostener que cualquier norma que reconozca estas diferencias
y les dé un trato diferenciado es una vulneración al derecho a la igualdad.
En síntesis, es correcto comprender el principio de igualdad como un mecanismo de
interpretación de las normas jurídicas que apunta hacia la justicia, y por lo tanto debe
hacer distinciones cuando las circunstancias así lo ameriten.

Por ello, el derecho a la igualdad debe ser comprendido en todas sus manifestaciones,
tanto es su versión negativa como la garantía de no ser víctima de diferenciaciones
arbitrarias en la aplicación de la ley, y también tiene una cara positiva, en cuanto las
personas que se encuentran en una situación de desventaja y de diferencia tienen
derecho a que la ley las reconozca y les dé un trato acorde a su realidad.

Como lo señalamos anteriormente, pese a los avances en materia de derechos


fundamentales en temas de igualdad y reconocimiento cultural, el sistema jurídico
nacional tanto a nivel legislativo como judicial no ha desarrollado avances efectivos
en estos términos, transformándose en un correlato más de una realidad de
desigualdad sociocultural.
CONCLUSIONES

 La interculturalidad se refiere a la interacción entre culturas, o entre factores


diferentes como edad, genero, condición social.

 La globalización ha sido un factor determinante para el desarrollo del derecho


intercultural a nivel mundial.

 El pluralismo jurídico y la interculturalidad, son mecanismos y alternativas de


solución de conflictos tanto en el ámbito social, ambiental, económico y
jurídico; que mediante el “diálogo”, la “interacción” garantizan, efectivizan, le
dan validez y canalizan los conflictos, analizando las prioridades o
incompatibilidades de nuestro Perú multicultural y multinacional.

 El requisito primordial para el entendimiento es partir del principio de igualdad


entre Estados, pueblos, culturas, cosmovisiones, hombres y mujeres. Un
segundo paso sería el principio de equidad puesto al servicio de la igualdad.
 Es imprescindible el diálogo desde el respeto y la igualdad en la diversidad
cultural.
 El problema no es el choque de civilizaciones sino de ignorancias, y hay que
afrontar la armonización de diferentes cosmovisones para la convivencia.
BIBLIOGRAFÍA

 GARRIDO DE VEGA, Miguel. una reflexión sobre la interculturalidad en


mundo del derecho. Periódico de Elsa Valladolid.

 JUMPA PEÑA,Antonio. Justicia intercultural en el Perú. Ius et veritas (2014).

 FLORES, GALIMBERTY,ESPINOZA. la interculturalidad en el derecho

peruano para los conflictos sociales. BlogOnline(2012).

 SANCHIS VIDAL, Amelia. pensar el modelo intercultural desde el derecho.

 APAC CAVALIÉ, Francoise. ¿Qué es Interculturalidad?. Red internacional


de estudios interculturales.

 LETELIER ROYO, Manuela. Derecho Penal e interculturalidad como


manifestación del principio de igualdad. Scielo.

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