Otfried Hôffe en su obra Derecho Intercultural (2000), señala que por el fenómeno de
la “globalización”, el Derecho está dejando de ser un producto culturalmente de
carácter nacional para convertirse en trasnacional, es decir, un producto
“Intercultural”.
El pluralismo jurídico desarrolla la existencia de varios sistemas jurídicos dentro de
un mismo territorio, con la lógica de establecer jurisdicciones para una administración
de justicia acorde con las realidades de las poblaciones indígenas y comunidades
campesinas. Por otro lado para hablar de Interculturalidad, es preciso manifestar que
se tiene que basar en “diálogo” e “interacción” como parte fundamental de esta misma,
esto con el fin de entender y comprender la diversidad cultural -no homogénea- que
existe en un país (caso Perú). Y terminamos diciendo que, el pluralismo jurídico y la
interculturalidad tienen una relación co-existencial dentro de una sociedad o cultura,
esto con el fin de establecer que estos son mecanismos que canalizan problemas en
cuanto a la administración de justicia, tanto como para el entendimiento de la
diversidad de culturas.
Requisitos y etapas:
Requisitos:
-Hegemonía cultural.
-Jerarquías sociales
-Ideologías discriminatorias.
Interculturalidad y justicia:
De ser así, esto representaría mayores garantías para las poblaciones vulneradas
jurídicamente, es decir que no sólo se reconocerá su propia Justicia, sino también, se
respetará los derechos de los indígenas procesados bajo la justicia de modelo
occidental. Cabe mencionar, que estos derechos procesales forman parte de la
legislación peruana, pero que en la práctica no se ha respetado su cumplimiento. Estos
derechos son:
-El artículo 10° del Convenio 169 de la OIT, señala que “Cuando se imponga
sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos pueblos
deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y culturales”
-Así mismo, en el párrafo 2° del artículo 10° del Convenio 169, señala que “Deberán
darse la preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento”.
Si consideramos que todos los seres humanos somos iguales ante la Ley-, ¿cómo
podemos impedir la autonomía? El derecho a la autodeterminación del ser humano
desde la igualdad es el presupuesto irrenunciable para afrontar la interculturalidad.
En los últimos años se ha generado un fuerte debate con el uso de las palabras
multicultural e intercultural. Podríamos decir que hubo un antes multicultural y un
después intercultural del 11 de septiembre de 2001. Desde lo ocurrido en las Torres
Gemelas se incrementaron las políticas antiterroristas y unas medidas muy restrictivas
en materia de inmigración. La consigna era seguridad en el mundo; y la pregunta
esencial era ¿para quién? La multiculturalidad surgió como reacción al modelo
asimilacionista iniciado en los años 50 del siglo XX, que defendía el derecho a ser
diferente a través de una serie de derechos colectivos: protección ante injerencias
culturales dominantes, derechos poliétnicos para los migrantes, y cuotas de
representación en órganos de decisión política. Las críticas a este modelo no se
hicieron esperar, consideraban que era una especie de desarrollo paralelo que no
favorecía el diálogo y sí la segregación. Por otro lado, la Interculturalidad partía de la
idea de interdependencia del ser humano para el desarrollo y las teorías de McLuhan
con su “aldea global”. Hace hincapié en la necesidad de valorar las culturas y
establecer relaciones con ellas desde un plano de igualdad, de horizontalidad. La
crítica es que las sociedades y la realidad, no responden a ese patrón idílico: hay
relaciones asimétricas y de dominación. Hay otras formulaciones menos ambiciosas
que plantean la interculturalidad como los procesos de interacción entre miembros de
culturas diferentes, definen el “ser”, no el “deber ser”. En palabras de Teodorov, "una
cultura no evoluciona si no es a través de los contactos: lo intercultural es constitutivo
de lo cultural". Mientras que el multiculturalismo pone el acento en las
particularidades de cada grupo cultural, la interculturalidad resalta la necesaria
interacción para la pervivencia de las culturas. Esta última, analiza el tipo de
relaciones y no quién forma parte de cada uno de los grupos. La construcción de “otro
mundo posible” requiere analizar los modelos de relación entre las personas y sus
identidades culturales. La interculturalidad pretende fomentar ese análisis relacional
con la ayudad de la sociedad, las instituciones y la educación. Consideramos que
existen diferencias entre culturas, dentro y fuera de cada sociedad; siempre que una
persona o grupo no se adapta al registro general, a la taxonomía establecida por la
ideología o la creencia mayoritaria, aparecen las diferencias, e inevitablemente,
algunas acaban en discriminación y confrontación.
El documento tiene por objetivo el fomento del diálogo entre culturas que garantice
la consecución de los Objetivos Del Milenio a través del intercambio cultural en un
clima de respeto y convencidos de la necesidad de una cultura de la paz. Ese mismo
año nació la Alianza de Civilizaciones (AC) a iniciativa de los Gobiernos de España
y Turquía y bajo los auspicios de las Naciones Unidas. El 26 de abril de 2007, el
Secretario General de NU, Ban Ki-moon, nombró al Presidente Jorge Sampaio Alto
Representante de la AC para liderar la fase de puesta en práctica con el fin de
promover las relaciones interculturales entre las distintas naciones y comunidades.
Concede especial prioridad a las relaciones entre las sociedades occidentales y
musulmanas. La AC tiene como objetivo facilitar el diálogo con personalidades del
ámbito político y religioso, de los medios de comunicación y de la sociedad civil30 .
El Plan de Acción 2007-2009 Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones tiene
como fin “mejorar el entendimiento y las relaciones de cooperación entre las naciones
y los pueblos de diversas culturas y civilizaciones y así ayudar a contrarrestar las
fuerzas que alimentan la polarización y el extremismo” Sus actuaciones se centran en
cuatro áreas temáticas, contenidas en el Informe del Grupo de Alto Nivel de la AC:
juventud, educación, migración y medios de comunicación. Se consideran materias
prioritarias las siguientes: Diálogo y cooperación entre culturas y religiones; Foros
regionales para el diálogo y la cooperación entre culturas y religiones; Programas de
alfabetización en los medios; Programas de formación de periodistas en la cobertura
de noticias interculturales; Programas gubernamentales, organizaciones de la sociedad
civil e iniciativas académicas para la educación y el empoderamiento de los
inmigrantes musulmanes en los Estados Unidos y en Europa; Programas
consensuados de enseñanza de las religiones en las escuelas y programas académicos
para los colegios religiosos; y por último, Programas de educación en derechos
humanos que transmitan el carácter universal en las diferentes culturas y tradiciones
religiosas. Consideramos que en este Plan debería cuidarse el lenguaje en el uso de
pares si queremos que sean simétricos: no se puede hablar de occidente, término
geográfico, y de musulmanes, término religioso. Dentro de Occidente hay más
religiones que la cristiana y dentro de Oriente hay más cosmovisiones además del
Islam. Otras objeciones a tan meritorio Plan, no por lo expuesto sino por lo
invisibilizado, se deben a la falta de referencias al papel específico de las mujeres en
las religiones –cuyo denominador común en todas ellas es la preterición-. Tampoco
se contempla el laicismo como espacio de convivencia. En el ámbito europeo
encontramos documento Diálogo entre los Pueblos y las Culturas en el Espacio
Euromediterráneo, un Informe del Grupo de Sabios creado por iniciativa del
Presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi. Pretende establecer las
condiciones favorables para que sea posible la diversidad cultural, haciendo especial
hincapié en las religiones sin olvidar la libertad de conciencia. Proponer la necesidad
de la “neutralidad del espacio público” como garantía de una “secularización abierta,
sin la cual los perjuicios racistas, en particular antisemitas e islamófobos, podrían
perdurar”.
En nuestro país aún persiste la cicatriz de aquel choque cultural de 1492, que marcó
el inicio de una serie de conflictos, cuyos efectos la ubicamos en los periodos colonial
y republicano del Perú, así como lo afirma Lumbreras: “La razón colonial… fuente
de donde brotan los conflictos más graves del país. En ella se nutre el racismo… de
ella emanan los programas económicos y el “orden establecido”… es la razón de la
fuerza y el poder de las instituciones republicanas…”; por lo citado, estamos de
acuerdo que en nuestro medio, existe un Centrismo cultural Occidental y Castellana,
es decir, la imposición de una cultura sobre otras culturas, y homologo a esto, nos
referimos a un Estado-nación (monismo jurídico), en cuyo paradigma de hegemonía,
perviven naciones bajo el modelo mencionado de multiculturalidad; donde las
naciones están en una convivencia injusta y de ella brotan movimientos indígenas,
debido a la negación cultural o exterminio de la alteridad (condición de ser otro) y el
anatopismo del monismo jurídico peruano. Un claro ejemplo de confrontaciones
culturales, es el “Conflicto Aymara”, donde la nación Aymara pide su reconocimiento
y respeto de sus costumbres; este caso fue analizado in supra.
Para la superación de las relaciones asimétricas, por no decir los conflictos sociales
(culturales y nacionales), verbigracia el conflicto aymara; en el Abya Yala y el Perú,
en la década de 1980 se inserta un nuevo concepto: “interculturalidad” que según
Estermann: “es ante todo una actitud, un hábito de buscar el encuentro e intercambio,
antes del enfrentamiento y la pelea.”; para un mejor entendimiento diremos que
la “interculturalidad” es la apertura al dialogo, interacción y el respeto entre la
diversidad de culturas, entendiendo que ninguna cultura es perfecta, pura y menos un
museo. La práctica de interculturalidad, se caracteriza por la confianza,
reconocimiento mutuo, comunicación efectiva (comprender al “otro” desde su
cultura), el aprendizaje mutuo, intercambio de saberes y experiencias, resolución
pacífica de conflictos, consenso de diferencias, cooperación y convivencia. El
objetivo de la interculturalidad es sobre todo el diálogo horizontal y la humanización
de la sociedad.
Hasta aquí, se entiende que la Interculturalidad del Derecho, debé generar un nuevo
espacio declarativo, que reconozca los usos y costumbres de cada nación, asimismo
facultar el derecho a la diferencia y a la igualdad con políticas públicas, que
emprendan el resguardo del derecho lingüístico, también la correcta adecuación de
normas, etc. todo esto bajo el modelo de interculturalidad, más no de multiculturalidad
o pluriculturalidad que sostiene nuestro ordenamiento jurídico peruano.
IV. LOS CONFLICTOS SOCIALES Y EL PLURALISMO JURÍDICO E
INTERCULTURALIDAD EN EL DERECHO PERUANO
V. JUSTICIA INTERCULTURAL
La justicia inter cultural es ante todo un método de resolución de conflictos que parte
de la existencia plural de grupos sociales en una sociedad y se aplica considerando la
cultura legal que identifica a estos grupos para alcanzar la comprensión y resolución
de sus conflictos. La cultura legal de dichos grupos consiste, a su vez, en el
conocimiento colectivo que tienen sobre sus derechos que se manifiestan a través de
la organización familiar o local, sus costumbres o tradiciones, sus normas y principios,
sus decisiones colectivas, entre otras.
Ciertamente que cada grupo social, como cada tipo de conflicto ofrecen diversas
alternativas, variables, limitaciones, obstáculos o desafíos, dependiendo de la propia
identidad cultural del grupo y de la naturaleza de las partes del conflicto. En tal caso,
se destaca un adicional elemento central desde la justicia intercultural: su flexibilidad.
Este es el elemento transversal básico que nos permite acercarnos a comprender la
cultura legal de cada grupo social y entonces definir la comprensión y búsqueda de
resolución de sus conflictos. Cuando el conflicto interno o inter-grupal es más
complejo, es cuando con más flexibilidad hay que actuar para comprender esa cultura
legal.
Si bien en los últimos años se ha hecho esfuerzos por realizar cambios a través de una
codificación especial de la justicia de paz (jurisdicción no profesional, normalmente
rural), así como en la propuesta de una ley de coordinación entre esos tipos de
derechos y “justicias” o jurisdicciones, sus resultados aún son muy limitados. Por
ejemplo, el solo hecho de suponer que el trabajo de nuestros jueces de paz debe ser
gratuito y a la vez controlado por la jurisdicción ordinaria, aparece como un problema
no comprendido e irresuelto en términos de una justicia intercultural.
La principal medida que sugerimos para hacer viable la justicia intercultural en el Perú
se encuentra en una propuesta filosófica: promover que nuestros operadores del
derecho y la sociedad en general desarrollen la capacidad de comprender la justicia
intercultural como necesidad. Esto significa buscar comprender o hacer comprender
que sin una justicia intercultural no nos podemos integrar propiamente como país.
Si hace tan solo 50 años a alguien se le hubiese dicho que al ir a comprar cualquier
artículo para su casa a la tienda de la esquina, ésta se trataría de un negocio chino, le
hubiera, como mínimo, extrañado.
Si además, se le hubiera dicho que muchos de los bares o restaurantes que encontraría
paseando por las calles estarían regentados por ciudadanos turcos o asiáticos, se habría
quedado todavía más asombrado.
Y si al ir a tomar el café al establecimiento de la plaza mayor, Casa Pepe, se hubiese
encontrado con un bar creado y llevado por personas de rasgos orientales o
latinoamericanos, y se le hubiera explicado que son nacionales españoles y que
incluso han nacido y se han criado en Valladolid, Torrejón o Badalona, lo más seguro
es que no diese crédito a lo que oía y veía.
El mundo, los pueblos y las costumbres están cambiando cada vez más rápido gracias
a la facilidad para comunicarse a través de instrumentos como Internet, la mejoría en
la calidad y cantidad de viajes así como los movimientos internacionales que se llevan
a cabo a diario, y también la situación de crisis económica mundial que está forzando
de modo creciente a miles de personas a abandonar su tierra de origen en busca de
oportunidades profesionales en otros países. Se trata de la más que conocida
globalización.
Esta situación nos plantea la necesidad de adaptar muchas cosas que antes se veían
como una verdad inmutable a esta nueva realidad en constante cambio, y así muchos
empleos deben implementar patrones de comportamiento, métodos de trabajo y
formas de trato que tienen un fuerte elemento internacional, ya que cada vez vamos a
interactuar con más gente cuya cultura de origen será diferente a la nuestra, y es por
eso que deben abrirse nuevas vías de negociación.
Hay quien dice que el gran riesgo de la estandarización pasa por la aceptación de toda
característica de otros pueblos como cultural. Siendo así, logros históricos como los
Derechos Humanos perderían valor frente a los que no son tal, ya que ambas posturas
serían fruto de culturas, y por ello “respetables”. Es contra esta suerte de relativismo
moral contra el que los abogados tienen ahora el desafío de luchar con todas sus
fuerzas, pues si bien queremos tender a la normalización cultural, no se pueden obviar
ciertas creaciones culturales como “guías de referencia”.
Lo que es innegable es que, para un abogado, es un reto lograr contar con las hoy día
deseadas competencias interculturales: negociación eficaz, comportamiento ante el
cliente, conocimiento de idiomas y culturas extranjeras, etc.; y debe aprovechar su
relación con figuras como la mediación, camino más transitado cada vez por personas
de nacionalidades distintas, que acuden a este método alternativo de resolución de
conflictos por su mayor rapidez, conveniencia económica o cercanía. Aquí los
abogados tienen que dar un paso al frente y comenzar a responder con eficacia a la
gran demanda de mediadores internacionales.
Esta idea se opone a la versión conservadora que entiende que comprende la igualdad
como una garantía de la evitación de cualquier forma de distinción en la aplicación de
la ley, sin importar el contenido de esta misma. Esta concepción, presupone que esta
garantía de igualdad consiste en el derecho subjetivo que tiene un sujeto de ser tratado
jurídicamente de la misma manera que el resto, de estar sometido de una forma
idéntica a los otros ante la ley, derecho que les otorga además la facultad de defenderse
ante cualquier forma arbitraria distinción. El problema de esta postura es que
partiendo de la máxima de que todas las personas son iguales y por lo tanto la ley es
igual para todos, confunde la igualdad en derechos, con una situación fáctica de
igualdad. Quiero decir con esto que, no por el hecho de que todas las personas tienen
los mismos derechos, significa que en la realidad sí somos iguales.
No es correcto entonces, sostener que cualquier norma que reconozca estas diferencias
y les dé un trato diferenciado es una vulneración al derecho a la igualdad.
En síntesis, es correcto comprender el principio de igualdad como un mecanismo de
interpretación de las normas jurídicas que apunta hacia la justicia, y por lo tanto debe
hacer distinciones cuando las circunstancias así lo ameriten.
Por ello, el derecho a la igualdad debe ser comprendido en todas sus manifestaciones,
tanto es su versión negativa como la garantía de no ser víctima de diferenciaciones
arbitrarias en la aplicación de la ley, y también tiene una cara positiva, en cuanto las
personas que se encuentran en una situación de desventaja y de diferencia tienen
derecho a que la ley las reconozca y les dé un trato acorde a su realidad.