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5.7. El desarrollo de la conciencia ambiental y la aplicación de políticas públicas.

El caso de
Lima

5.7.1. Presentes, pero incipientes

En un sentido general, la toma de conciencia sobre las notorias deficiencias del saneamiento
básico en la ciudad de Lima, uno de los principales problemas ambientales del Perú de entonces,
fue lenta y conflictiva con decisiones verticales de por medio:

- Desde los inicios de la ciudad de Lima existió una preocupación por la higiene, tarea
encargada al Protomedicato, sin embargo estas funciones fueron dejadas de lado y la
ciudad desarrolló su infraestructura sin los conceptos de salubridad […] La higienización
de Lima es un proceso lento, impositivo, tenso y en ocasiones con resistencia de la
población en razón de vivencias rurales trasladadas a la ciudad. El carácter de las
medidas fue autoritario aunque fundadas en el altruismo. La implementación de la
enseñanza en escuelas primarias de cursos de higiene será un impulso positivo hacia el
proceso de higienización de Lima. (Zárate, 2006, p. 450).

Lo más probable es que los procesos de higienización en las demás ciudades hayan sido
similares. En los siglos XVIII y XIX, ¿se desarrolló significativamente la conciencia ambiental? ¿Se
formularon e implementaron políticas públicas? El historiador Lossio (2003), como fruto de su
investigación sobre la salud ambiental en la ciudad de Lima, llega a conclusiones muy valiosas:
no solo había un desarrollo de la conciencia ambiental, sino la precisión de las intervenciones
que debían hacerse ante la naturaleza y la magnitud de los problemas. Es decir, se adoptaban
decisiones de políticas públicas ante problemas que se consideraron prioritarios:

- Durante el siglo XIX la contaminación ambiental fue una dimensión fundamental de la


vida de los habitantes de Lima y una preocupación importante para algunos de ellos.
Hacia fines del siglo XX cuando la relación entre el hombre y su entorno volvió a
plantearse se pensó que las políticas y discusiones ambientales eran absolutamente
novedosas cuando en realidad fue la falta de continuidad de las políticas
medioambientales el principal problema, más que su inexistencia.
Es durante la era de los Borbones cuando, dentro de un proceso de institucionalización
de la salud pública, que se introducen las primeras políticas y reformas destinadas a
mejorar las condiciones ambientales urbanas. Los ilustrados postulaban que el
mantenimiento de una población numerosa era un elemento imprescindible para el
desarrollo económico de una nación, y por ello la importancia de las políticas de salud.
La institucionalización de la salud pública se interrumpió durante las guerras de la
independencia y las primeras décadas de la era republicana debido al caos político y a la
escasez de recursos.
Hacia mediados del siglo XIX, la relativa estabilidad política, los mayores ingresos
estatales generados por la exportación del guano, la profesionalización de la ciencia
médica, el prestigio adquirido por la ciencia estadística, así como la propagación del
cólera por las principales capitales de Europa y América y la aparición de la fiebre
amarilla en Lima, contribuirían a generar una mayor consciencia sobre los problemas
ambientales y alentarían una mayor demanda pública y un rol más activo de las
autoridades municipales en el cuidado de las condiciones ambientales urbanas de Lima.
(Lossio, 2003, pp. 90-91).
LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA SALUD PÚBLICA SE INTERRUMPIÓ DURANTE LAS GUERRAS DE
LA INDEPENDENCIA Y LAS PRIMERAS DÉCADAS DE REPÚBLICA, DEBIDO AL CAOS POLÍTICO Y A
LA ESCASEZ DE RECURSOS.

Lossio evidencia lo importante del desarrollo de una conciencia crítica, en este caso ambiental,
así como la importancia de que exista una propuesta de políticas. Sin embargo, estos aspectos
no podrán resolver los problemas de fondo que se priorizan, si es que no existe la suficiente
asignación de recursos y las capacidades operativas necesarias.

Esta conclusión es asumida y reforzada por el historiador Marcos Cueto, quien señala que:

- Es verdad que, como señala Lossio, las preocupaciones e intervenciones fueron muchas
veces fragmentadas e insuficientes y que es precisamente la fragilidad de estas
actividades lo que explica su discontinuidad. La preocupación del impacto del ambiente
en la salud parece recrearse cada cierto tiempo en el Perú, solo cuando la contaminación
parece convertirse en una emergencia, un daño inminente. En un país donde varias
escandalosas necesidades sociales compiten por la atención del público, las soluciones
políticas resuelven los temas de fondo apenas ocasionalmente. Por otro lado, la antigua
percepción de que los gallinazos iban a ocuparse de buena parte de los problemas de las
acumulaciones de basura, son una metáfora de la desidia que muchas veces ha existido
en la salud ambiental urbana. (Lossio, 2003, p. 6).

Debe considerarse, sin embargo, que este desarrollo de conciencia ambiental no fue
homogéneo, sino bastante diferenciado. Así tenemos que:

- Se desarrolló una conciencia ambiental entre los que tomaban decisiones políticas como
el Rey o el virrey, el problema radicó en su replicación en menor escala. Así, los cabildos
fueron instituciones que no lograron cumplir cabalmente con sus funciones de ornato y
limpieza, el área de propios y rentas no funcionaba y nunca había dinero para cubrir las
necesidades de la ciudad. Entonces, el problema se encontraba a nivel intermedio de la
burocracia, eso se denota en las memorias de los virreyes en donde se hace hincapié de
los problemas de salubridad en la ciudad y lo que habían hecho por superarlos. Ese grado
de concientización disminuía en la población y más aún en la de menores recursos que
representaba la gran mayoría. (Rivasplata & Valenzuela, 2007, p. 8).

5.7.2. El sustento de la preocupación ambiental

Lossio sostiene que, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad en la que ha surgido un interés
por el ambiente como un valor en sí mismo, durante los siglos XVIII y XIX, la preocupación por
las condiciones ambientales estaba sustentada en ideas utilitaristas. Señala al respecto que:

- De acuerdo a los teóricos mercantilistas y pensadores ilustrados, era imprescindible para


el desarrollo económico de una nación mantener una población numerosa y saludable
dentro de sus fronteras. Ello le permitiría tener suficientes trabajadores, comerciantes y
soldados, cuyo incremento era considerado como una de las riquezas más importantes
de un país. Puesto que no se consideraba factible incrementar de una manera notable la
tasa de natalidad que ya de por sí era alta, los esfuerzos se dirigieron a disminuir las
altas tasas de mortalidad, la cual estaba parcialmente asociada con la contaminación
ambiental. La comunidad médica así como las autoridades políticas eran conscientes
que la propagación de enfermedades estaba relacionada con la falta de higiene en la
ciudad. (Lossio, 2003, p. 10).
A mediados de la primera mitad del siglo XVIII, ya existía la idea de la importancia de la población
para el desarrollo del reino, pues esta constituía la mano de obra para su desarrollo, con lo que
se formaron incipientes criterios de productividad. Al respecto, Atanasio Fuentes, citado por
Rivasplata y Valenzuela, afirma con claridad:

- Es la población el origen de la República y el alma de los Reinos: es la que produce


opulencia y establece el poder; sin ella de poco sirve que sean las campañas fértiles, los
montes ricos y los climas benignos si falta quien cultive, quien labre ni quien habite.
(Rivasplata y Valenzuela, 2007, p. 92).

En la última década del siglo XVIII, a nivel nacional, Unanue expresaba dramáticamente su
enfoque sobre la importancia de una población razonable para atender la demanda de mano de
obra para las actividades productivas:

- ¿De qué sirven los pueblos arruinados? ¿De qué los países fértiles sin agricultores? ¿De
qué las minas poderosas sin operarios? Faltando los brazos que aren los campos, rompan
las entrañas de la tierra y den impulso a las artes y al comercio, la miseria hará gemir sin
recurso el país mismo donde la liberal naturaleza ha derramado los tesoros de su
inagotable fecundidad. (Unanue, 1772).

Para proteger la población como factor fundamental del desarrollo, se promovió en la ciudad de
Lima, al igual que las principales capitales de los virreinatos españoles, diversas acciones
orientadas a fortalecer la salubridad urbana. Entre ellas, se promovió la mejora de la limpieza
pública, la construcción de cloacas y conductos, y de vertederos de aguas, así como el
empedramiento de aceras y calzadas como medidas complementarias. Madrid, que vivía en un
gran caos sanitario, fue la ciudad donde estas medidas fueron aplicadas previamente, las cuales
se establecieron a partir de las propuestas de Francisco Sabatini y se aprobaron como políticas
por Carlos III mediante Real Orden de mayo de 1761, lo que les adjudicaba un carácter de
obligatoriedad. Estas políticas, en su momento, resultaron revolucionarias en comparación con
lo que se venía haciendo en los siglos XVI y XVII, etapa en la que las autoridades con un enfoque
simple y paliativo se encargaban únicamente de organizar el recojo de la basura y de trasladarla
fuera del área urbana. Esto significaba mover los problemas de saneamiento de un lugar a otro,
lo que perjudicaba no solo la salubridad pública, sino también el ornato y el paisaje natural
(Rivasplata & Valenzuela, 2007).

5.7.3. Cambios en conceptos y transición de la ciudad feudal a la ciudad moderna

Entre los siglos XV y XVI, se consideraba a las calles como ajenas a las casas. Por ello, se
ensuciaban las vías sin mayor preocupación. Las casas tenían patios grandes en su interior, de
uso privado, y se consideraba a los espacios públicos secundarios. El Renacimiento comenzó a
renovar la imagen de las ciudades. A causa de cambios en las ideas y formas de vida, los edificios
comenzaron a dotarse de balcones y ventanales que se abrían a las calles. Las casas se
exteriorizaron. Con la llegada de los Borbones, este concepto de ciudad se intensificó, pues la
Ilustración concebía las ciudades como espacios de máxima importancia. Así, se priorizó la
atención de la higiene, la seguridad ciudadana y la ocupación laboral de los vecinos. Cabe señalar
que, desde el siglo XVIII, el trabajo era considerado una virtud. Poco a poco, se fue
resquebrajando la traza del damero tradicional y se subdividieron los antiguos solares en
pequeños espacios para vivienda. En consecuencia, se formaron callejones dado el aumento de
la densidad poblacional. La ciudad fue abriendo más espacios recreativos y de paseo, y fue
perdiendo cada vez más su carácter intimista (Rivasplata & Valenzuela, 2007).
5.7.4. Los significativos aportes de Unanue

Unanue fue un personaje polémico que destacó en varias dimensiones: a nivel profesional
médico, como científico y como político. En este último campo, su actuación fue cuestionada no
por pocos, por tener un pie en los sectores patrióticos y un pie en el Gobierno virreinal. Sin
embargo, su aporte como médico, académico y científico tiene un elevado reconocimiento por
su preocupación y los aportes que realizó en su contexto.

Una muestra notoria de esta preocupación y compromiso fue la redacción en 1805 del libro
Observaciones sobre el clima de Lima y sus influencias en los seres organizados, en especial el
hombre, publicado por primera vez en 1806.

Esta obra, que ya tiene 215 años, comprende cinco secciones. La primera, “Historia del clima”,
realiza una descripción de la topografía limeña y examina la calidad del suelo, agua y del aire.
Asimismo, presenta reflexiones sobre astronomía, meteorología y sobre la psicología local. La
segunda, “Influencia del clima”, trata de identificar la influencia que tenía el clima en los seres
humanos que vivían en Lima, que incluye el ingenio (o talento), pero también en la vegetación y
en los animales. En la tercera, “Influencia del clima en la salud humana”, se abordan las
enfermedades del cuerpo y del ánimo, en particular las enfermedades de los niños. En la cuarta,
se desarrollan los “Medios para curar las enfermedades por el clima”. Y la quinta,
“Constituciones médicas de Lima en 1799”, presenta el listado de enfermedades más frecuentes
de cada una de las estaciones del año.

Carlota Casalino sostiene que Unanue no fue ajeno a las tendencias que se presentaban en
Europa, en el sentido de vincular las condiciones ambientales con el origen y el control de las
enfermedades. Unanue, en su obra, despliega su capacidad para recoger información, observar
los hechos, y analizar y establecer relaciones razonadas entre el clima, aire, agua, suelos,
vectores de enfermedades, entre otros, y el entorno externo al hombre, así como sus efectos
sobre las personas. En la actualidad, estos aspectos, que han sido objeto de investigación,
análisis y desarrollo de políticas vinculadas a la prevención y el desarrollo sostenible, se ubican
en el ámbito de la denominada salud ambiental. Casalino sostiene que Unanue establece una
relación entre las enfermedades que, de manera regular, han padecido los limeños a lo largo de
muchos años con las variaciones estacionales. Señala, además, que sustenta sus observaciones
en los descubrimientos físicos y químicos de décadas previas. Considera que, además de ser
reconocido como padre de la Medicina en el Perú, Unanue debe también ser considerado como
el pionero en la salud ambiental en nuestro país (Casalino, 2008).

Existen otros aportes de Unanue. Entre estos, están los que se relacionan con las acciones
iniciales de sistematización de la botánica aplicada a la medicina y a las enfermedades, y la
evolución de sus ideas sobre la educación médica. Dichas ideas se adaptaron a las condiciones
y a la evolución de las reformas borbónicas, con la intención de formar médicos que pudieran
resolver con mayor eficacia un número mayor de patologías vigentes por el siglo XIX (Salaverry,
2005).

Sin embargo, Unanue, desde el higienismo que se desarrolló intensamente en el siglo XIX, y
frente al tradicional fatalismo que dominaba cualquier brote epidémico y aconsejaba el socorro
divino, impulsó medidas de saneamiento y control, y promovió la separación progresiva del
cuidado de los enfermos y de la asistencia a los menesterosos. En ese contexto, la salud y la
enfermedad se convierten en problemas centrales para los hombres de la Ilustración, y Unanue
impulsa una “política de salud”:
- […] que no contempla únicamente las notables transformaciones de la profesión médica-
incremento del número de facultativos, estandarización en su formación, fundación de
nuevos hospitales-, sino que afecta al todo social, integrándose con una gestión
económica y política que intenta racionalizar la sociedad. (Salaverry, 2005, p. 369).

Unanue tuvo un mensaje avanzado, pero inicial respecto a que la salud y la enfermedad son
consecuencia de la interacción de muchos procesos que se producen por las relaciones
sanitarias, económicas, sociales, políticas, etcétera. Sobre la base de lo precedente, se puede
afirmar, empleando conceptos modernos, que Unanue intuyó que la salud de las personas es el
resultado de la interacción de diversos factores, entre ellos, los socioeconómicos —demográfia
y condiciones de pobreza— y los ambientales —saneamiento, agua, desagüe, desecho de
residuos sólidos, control de la contaminación ambiental, y manejo de fenómenos naturales y
antrópicos—

EMPLEANDO CONCEPTOS MODERNOS, SE PUEDE AFIRMAR QUE UNANUE INTUYÓ QUE LA


SALUD DE LAS PERSONAS ES EL RESULTADO DE LA INTERACCIÓN DE DIVERSOS FACTORES, ENTRE
ELLOS, LOS SOCIOECONÓMICOS Y LOS AMBIENTALES

5.7.5. El papel de los médicos y de la Municipalidad de Lima

Desde finales de la Colonia y primeros años de la República, en el control de la contaminación y


la prevención de la salud de las personas, los médicos, y las autoridades municipales o cabildos
desempeñaron un rol importante:

- Los médicos fueron conscientes de los perjudiciales efectos sanitarios ocasionados por
las inadecuadas condiciones ambientales, especialmente la baja calidad del agua, la
acumulación de las basuras y la impureza del aire que se respiraba. Aunque no se sabía
que eran los microorganismos que transmitían las enfermedades, no se sabía del rol de
los vectores como los mosquitos en la transmisión de la fiebre amarilla, los médicos
entendían que la calidad ambiental era determinante en la aparición y propagación de
las enfermedades. Por ello escribieron artículos académicos sobre el tema e impulsaron
desde la Sociedad de Medicina de la Facultad de Medicina la elaboración de proyectos,
bandos y decretos destinados a erradicar los focos de contaminación de la ciudad.
- La Municipalidad de Lima adquirió un rol central en el control de la contaminación
ambiental urbana. Una labor que se orientó a mejorar el sistema de recojo de la basura,
en desaparecer los muladares, extraer del perímetro urbano los mataderos, controlar
los efectos del humo que emanaba de múltiples establecimientos ubicados dentro de la
ciudad (imponiendo, por ejemplo, a sus dueños la obligación de elevar la altura de sus
chimeneas), proteger la pureza de las fuentes de agua que surtían a la capital y
mantener espacios sanos y puros como alamedas, jardines y paseos. (Lossio, 2013, pp.
90-92).

Uno de los momentos importantes de la atención prestada por la Municipalidad de Lima a las
condiciones ambientales de la ciudad (Lossio, 2001) fue bajo la alcaldía de Manuel Pardo (1869-
1871), gestión en la que se destinó una parte significativa del presupuesto municipal al plantado
de árboles, y al cuidado de parques y jardines. Se inició la canalización de las acequias y la
instalación de un sistema de desagües subterráneo. Además, se derribaron las murallas de la
ciudad, hecho que alentó el desarrollo de proyectos de expansión urbana, con lo que se
modificaron radicalmente las condiciones de Lima. En parte, como producto de la buena gestión
ambiental, Manuel Pardo resultó elegido como el primer presidente civil en la década de 1870.
6. El surgimiento y desarrollo del concepto de salud ambiental

El libro Historia de la salud en el Perú (Villanueva et al., 2009), considerando los graves
problemas ambientales señalados, define, como concepto básico de salud ambiental, la
evaluación de riesgos que existen en el ambiente para la salud de las personas, y la consiguiente
identificación y utilización de los medios disponibles adecuados en cada caso para controlar los
riesgos. Este concepto se ha desarrollado positivamente a lo largo de nuestra historia. Respecto
de la evolución que ha seguido:

- Inicialmente, y durante mucho tiempo, las aspiraciones de salud ambiental de nuestras


comunidades estuvieron dirigidas a contar con servicios de abastecimiento de agua y
disposición sanitaria de las excretas. Esas aspiraciones en el siglo XX fueron
denominadas saneamiento básico, porque se consideraba que eran los aspectos
prioritarios de la salud ambiental sobre los que debía tomarse acción. A medida que la
población del país creció y se aceleró el proceso de urbanización y de industrialización y
se fueron instalando servicios de agua potable y alcantarillado, se fueron percibiendo
nuevos riesgos ambientales, como los derivados de la falta de servicios de limpieza
pública que modificaron el criterio inicial de saneamiento básico. Cuando al final del siglo
XX se tomó conciencia de que sin la participación de las poblaciones era difícil evaluar y
controlar los riesgos del ambiente, y aparecieron enfoques como el de Ciudades
Saludables, los riesgos ya no se tomaron como predeterminados sino basados en la
evaluación que con las poblaciones se hace en cada caso. El concepto de salud ambiental
pasó así a tomar la concepción amplia que hoy se utiliza. (Villanueva et al., 2009, p. 32).

En esta perspectiva de concepciones más amplias y asumiendo que el bienestar humano es un


objetivo central, no debe descuidarse la consideración de que la supervivencia del ser humano
depende también de la supervivencia de otras especies. Por ello, debe tenerse siempre presente
que los derechos humanos individuales y colectivos deben estar en armonía con los derechos
de otras comunidades naturales de la Tierra, que los ecosistemas tienen derecho a existir y
seguir sus propios procesos vitales, que la diversidad de la vida expresada en la naturaleza es un
valor en sí mismo y que los ecosistemas tienen valores propios que son independientes de la
utilidad para el ser humano (OMS, OPS, Ministerio de Salud de Colombia, 2014). En este marco
se considera que:

- La salud ambiental es la ciencia que se ocupa de las interrelaciones interactivas positivas


y negativas del hombre con el medio ambiente donde se habita y trabaja, incluyendo los
otros seres vivos como animales y plantas, los cambios naturales o artificiales que ese
lugar manifiesta y la contaminación producida por el mismo hombre en el ambiente, y
que puedan afectar a la salud humana así como su estrecha relación con el desarrollo
sostenible. (Rengifo, 2008, p. 405).

Rengifo, además, refuerza la consistencia de su concepto de salud ambiental con otras dos
cuestiones fundamentales:

- El desarrollo de la salud ambiental se caracteriza por énfasis en la responsabilidad


colectiva -esto es de todos y no solo de los salubristas- sobre la salud y el papel central
del Estado en promover y proteger la salud, el enfoque poblacional y énfasis en la
prevención, la integración de múltiples disciplinas y metodologías, y el compromiso y
trabajo asociado con la población a la que sirve. [...] Los principios rectores de la gestión
de la salud ambiental moderna son: considerar a la persona como el objetivo de las
preocupaciones ambientales y del desarrollo sostenible, con una visión en el largo plazo
de las necesidades de las generaciones presentes y futuras; considerar la protección del
ambiente y de los recursos naturales como parte del desarrollo mismo, y no en forma
aislada; considerar la gestión sostenible del ambiente y de los recursos naturales como
parte de las acciones de superación de la pobreza, que es ocasionada también por el
deterioro de los recursos productivos. (Rengifo, 2008, p. 405).

Rengifo, además, refuerza la consistencia de su concepto de salud ambiental con otras dos
cuestiones fundamentales:

- El desarrollo de la salud ambiental se caracteriza por énfasis en la responsabilidad


colectiva -esto es de todos y no solo de los salubristas- sobre la salud y el papel central
del Estado en promover y proteger la salud, el enfoque poblacional y énfasis en la
prevención, la integración de múltiples disciplinas y metodologías, y el compromiso y
trabajo asociado con la población a la que sirve. [...] Los principios rectores de la gestión
de la salud ambiental moderna son: considerar a la persona como el objetivo de las
preocupaciones ambientales y del desarrollo sostenible, con una visión en el largo plazo
de las necesidades de las generaciones presentes y futuras; considerar la protección del
ambiente y de los recursos naturales como parte del desarrollo mismo, y no en forma
aislada; considerar la gestión sostenible del ambiente y de los recursos naturales como
parte de las acciones de superación de la pobreza, que es ocasionada también por el
deterioro de los recursos productivos. (Rengifo, 2008, p. 405)

Sin lugar a dudas, el concepto de salud ambiental se ha enriquecido gracias al esfuerzo por
diagnosticar los problemas de salubridad, y del ambiente de Lima y de otras ciudades del Perú,
desde la Colonia y las primeras décadas de la República (siglos XVIII y XIX), a los debates en torno
de las opciones de solución, los avances y dificultades de las políticas puestas en marcha, al
desarrollo de la conciencia ambiental, y a las investigaciones que se vienen realizando. A su vez,
esto ha servido para formular y aprobar políticas públicas cada vez más consistentes y basadas
en evidencias, cuya implementación requiere de intervenciones intersectoriales,
intergubernamentales y participativas.

7. Descubriendo la contribución de Porras Barrenechea a una ciudad en armonía con el


ambiente

7.1. La visión y compromisos de Porras Barrenechea con la ciudad de Lima

La revisión de diversas fuentes consultadas ha permitido descubrir hechos muy importantes


relacionados con la historia ambiental de los que no se ha tenido conocimiento a profundidad.
Dada su trascendencia, conviene identificarlos y valorarlos. Uno de ellos está representado por
la valiosa contribución de Porras Barrenechea a mediados del siglo XX a favor de una visión
histórica y de políticas públicas favorables a una relación armoniosa entre la ciudad de Lima y el
ambiente, y el respeto del derecho de los ciudadanos a participar en su gestión. Algunos de los
rasgos fundamentales de esta contribución se presentan a continuación.

Porras Barrenechea fue un historiador estudioso y profundamente comprometido con la


conservación de los aspectos positivos de la ciudad de Lima durante las primeras décadas del
siglo XX. Expresaba con mucha consistencia y pasión su convicción de que el análisis de la
evolución histórica limeña nos lleva al hecho de que en Lima hay una historicidad latente, que
ha surgido de la tierra y de la vida. En ella, se funden contribuciones del alma y de la técnica
indias, desde la lejana aldea yunga que dio vida al paisaje agrícola, a la acequia fecundadora y a
la huaca preñada de conjuntos mágicos, con las enseñanzas occidentales del colonizador
español, patentes en la convivencia social y en la preocupación cultural. Esta visión la sustenta
en su famosa conferencia en defensa de “El Río, el Puente, y la Alameda”, pronunciada en la
Galería de Lima, año 1953 (Porras, 1935, p. 395).

Desarrollando su visión, agregaba que esa convivencia de dos culturas se expresaba en una
ciudad con iglesias, un tipo de casas amplias, con solares, luz, aire y silencio, con determinadas
costumbres:

- Esas fuerzas vivientes se cristalizaron en el templo barroco, fruto de una angustia


conturbada de eternidad y de sentido agónico de la vida, y en la casa solariega colonial,
llena de luz, de aire, de espacio y de silencio y el señorío de la casa y de las costumbres.
(Porras, 1935, p. 395).

Expresaba también su preocupación por la amenaza que entrañaban las técnicas de las ciudades
industriales: con sus procesos no consultados (es decir, no participativos), con nuevos tipos de
edificios, con la reducción de posibilidades de los espacios y casas familiares, con la alteración
del paisaje urbano, con el riesgo de edificaciones que no puedan resistir los movimientos
sísmicos. Sobre esto, decía:

- La técnica nueva de la ciudades industriales, con su mecanización oprimente, sus


espacios limitados; la identificación de la estructura de la casa familiar con la de la
fábrica, la incorporación de rascacielos al panorama urbanístico de Lima, con su
“arquitectura de palomar” y la de la casas de departamentos con su sordidez de espacio
y mancomunidad de molestias y de ruidos, todo ello ajeno al módulo espiritual limeño,
hostil al viejo paisaje arquitectónico de torres y miradores y contrario a las modalidades
de nuestro hábitat geográfico, llano inmenso donde el espacio sobra, el suelo se resiste
a las moles pesadas y la altura tiene deparada, desde la etapa de Pachacamac, el castigo
de las fuerzas telúricas burladas. (Porras, 1935, p. 396)

Ante estas amenazas, expresaba su nostalgia y defensa, no solo por la casa aislada, sino,
implícitamente, por una realidad más amplia, la casa de todos, la ciudad que comprende
diversas expresiones culturales, como los patios, balcones, huertas y espacios públicos. Porras
reivindicaba además el derecho a vivir libres de contaminación y de ruido, porque todo esto era
parte de la tradición o del sentido de pertenencia y de identidad con la ciudad de entonces.
Asimismo, postulaba la libertad de los ciudadanos para proteger la herencia cultural e histórica.
Esto se desprende del siguiente alegato:

- Urge, por esto, mantener vivo el culto de nuestra tradición histórica subsistente en
monumentos, en láminas y en libros […] Debemos de volver a nuestros patios, a nuestros
balcones, a nuestras huertas, a todos los espacios abiertos, sin humo, ni ruido, ni hollín
urbanos, con un regionalismo sano al que las modernas técnicas urbanísticas ligan más
con el futuro que con el pasado. Nos corresponde ser custodios libres de nuestra herencia
cultural e histórica, amenazada diariamente con la supresión intempestiva, la
suplantación legendaria, el remedio extranjero o la estructura exótica e inaparente.
(Porras, 1935, p. 397).

Porras estaba comprometido con el estudio del pasado, del presente y del futuro de la ciudad
de Lima. Promovía una visión integral. La evidencia de que a Porras le interesaba Lima de manera
integral está en la publicación, con motivo del IV centenario de la fundación de Lima, de su
Pequeña antología de Lima (1535-1935): lisonjas y vejamen de la Ciudad de los Reyes del Perú.
Cronistas, viajeros y poetas. Este libro fue presentado en España cuando Porras tenía 38 años
de edad y le mereció elogiosos comentarios tanto en ese país como en el Perú. La antología
presenta 60 artículos de diversos autores que abordan temas como la fundación de Lima,
Pizarro, Lima en los siglos XVI, XVII, XVIII, la Independencia nacional, la República, entre otros.

En la parte introductoria de su artículo “Perspectivas y panorama de Lima”, que forma parte de


la Pequeña antología, dice:

- Las ciudades existen no solo en la geografía, sino en el espíritu. Para conocer Lima no
basta visitar la catedral o el Country Club, ver las momias del museo arqueológico o la
momia de Pizarro. Precisase también de un itinerario espiritual, que lleve al viajero a
darse con el alma misma de la ciudad, sin ubicación material. (Porras, 1935, p. 1).

Porras es un profundo conocedor del río Rímac y ello se puede apreciar cuando lo presenta en
pareja con el cerro San Cristóbal, los dos con tradición y leyenda, en “Perspectiva y panorama
de Lima”. Su lectura y análisis permite comprender por qué el río no podía dejar de ser parte de
la trilogía emblemática de Lima que defendía Porras hace más de siete décadas atrás:

- Mejor que los paralelos y los meridianos, determinan la posición de Lima dos fáciles
accidentes geográficos: el Rímac y el San Cristóbal; los dos, testigos inmemoriales del
auge limeño. Río y cerro que tienen tradición y leyenda y que viven indisolublemente
unidos a la historia de la ciudad. Una sublevación de indios, en tiempos de la conquista,
fue dominada el día de San Cristóbal, y dio nombre cristiano y castizo al montículo; en
cambio, el nombre de Rímac es voz indígena que significa “el que habla” denominación
la más apropiada para el canal que distribuye las aguas a la ciudad murmuradora y
parlante. Distinción ésta que trasciende la nomenclatura y parece encarnar en las cosas.
Así, el cerro se yergue al Norte de la ciudad, vigilante y altanero como un hidalgo
castellano, ostentando la católica cruz sobre la cima. El río, en cambio, humilde y sinuoso
como el alma del indio, es un expoliado que se arrastra repitiendo una queja que habrá
de convertirse en rugido en algunos de los periódicos desbordes de su cauce. Nada debe
la población al cerro árido e indiferente, en tanto que el río, sometido y canalizado, riega
y fecunda con infatigable energía los campos que rodean a la ciudad y abastece a ésta
de agua y de fuerza motriz. Y es tan diverso el destino de uno y otro, que al cerro
inofensivo llegóse a atribuir entrañas de volcán, en tanto que al río tormentoso se le
hurtan zonas de su cauce, y hay limeños que, ante la escasez de volumen de sus aguas;
sonríen de que se hayan tendido puentes para vadear aquella líquida ironía. (Porras,
1935, pp. 1-44).

Porras no solo conocía, y defendía el río y sus significados para la ciudad en un momento de
cambios. Conocía también profundamente las características del territorio donde estaba
asentada la ciudad de Lima: las particularidades de su clima y suelo; qué se sembraba; las
especies de fauna que se criaban; cómo el suelo, el clima, la flora y fauna influyen sobre los
hombres; y cómo estos influyen sobre la naturaleza mediante sus acciones,
independientemente de la técnica que utilicen. Era consciente de que los indios también
realizaron varios aportes: los alimentos que consumían, las acequias para la distribución de agua
con fines de riego, el adobe como material de construcción, la simpleza de sus casas, entre otros
aspectos. Esto se expresa en detalle en su artículo “La raíz india de Lima” (Porras, 1999).

La defensa por Porras Barrenechea de la ciudad de Lima colonial, particularmente la realizada


en Río, el puente y la alameda, facilitó que el destacado historiador tuviese una influencia
significativa en la creación de Chabuca Granda del vals “La Flor de la Canela”, de enorme
importancia en la afirmación de la identidad limeña, a mediados del siglo XX. Este punto será
presentado en detalle en el capítulo sobre literatura y ambiente de la “Parte 6” de la presente
obra.

7.2. La trascendencia de los aportes de Porras Barrenechea

Las principales ideas de Porras Barrenechea, que incluyen el derecho a ser consultados y la
reivindicación de la libertad para actuar en defensa de lo bueno de la ciudad, afirmadas hace
cerca de siete décadas atrás, eran relevantes sin duda. Estas ideas de Porras respecto de Lima
fueron aportes pioneros en aspectos sustanciales de una propuesta de literatura y de
pensamiento sobre la ciudad. Esa fue parte fundamental del ambiente y escenario clave para la
gestión ambiental. Esas ideas y propuestas representan también una contribución a la
construcción de una cultura urbana que tanto viene reclamándose en el Perú, cultura que:

- […] debe construirse en base a una cierta creación de consenso, de sentido común, este
podría ser el primer paso para lograr ponernos de acuerdo, que es la base de la vida
urbana […] La ciudad no está planeada por una mente privilegiada y única; la ciudad
está hecha por miles de personas y sectores, muchas veces con intereses contrapuestos,
que se negocian y entran en conflictos, estos son los actores urbanos: las autoridades,
los pobladores, los inversionistas, etc. La ciudad es el espacio de la libertad. (Silva, 2015)

Consideramos que las ideas y las propuestas de Porras se ubican en la perspectiva del enfoque
moderno de ciudades sostenibles que hoy suscribe el Ministerio del Ambiente (MINAM):

- Ciudades sostenibles son aquellas que, integrando la dimensión ambiental, logran el


desarrollo económico y social con la conservación de la base de recursos naturales en las
que se sostienen, garantizando el derecho de las generaciones futuras a utilizarlos para
la satisfacción de sus principales necesidades. (MINAM, 2014).

Y, por supuesto, en un sentido más amplio y global, se relaciona también con algunos de los
componentes de los compromisos aprobados para hacer posible el “Futuro que queremos”,
Declaración aprobada en Río de Janeiro el año 2012:

- Nos comprometemos a trabajar para mejorar la calidad de los asentamientos humanos,


incluidas las condiciones de vida y trabajo de los habitantes tanto de las zonas urbanas
como de las rurales en el contexto de la erradicación de la pobreza […] Reconocemos
también la necesidad de conservar, según proceda, el patrimonio natural y cultural de
los asentamientos humanos, revitalizar los distritos históricos y rehabilitar los centros de
las ciudades […] Nos comprometemos a promover un enfoque integrado de la
planificación y construcción de ciudades y asentamientos urbanos sostenibles, incluso
apoyando a las autoridades locales, concienciando a la población y aumentando la
participación de los residentes de las zonas urbanas, en la adopción de decisiones.
(Naciones Unidas, 2012, p. 29).

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